Hablar de la pornografía y dar una postura aceptada por todos resulta un reto, más cuando
impera la necesidad de no mostrar una postura moral cristiana alegando a la necesidad de
utilizar únicamente el esfuerzo de la razón natural, como si aquella no implicara un proceso racional, pero al mismo tiempo, se debe admitir que es también una cierta pasión encontrar quien cuestione las posturas para avanzar en el pensamiento, no se desea en este pequeño escrito dar una postura cerrada y definitiva, en primera porque no es la intención y segunda porque no es lo propio del pensamiento. Existen diversos artículos acerca de la pornografía, en los cuales algunos autores no encuentran problema alguno con que sea visualizado por la sociedad, es comparado como si se tratase de un ámbito más en la cual el hombre puede tener acceso con la portentosa afirmación en que no hay consecuencias morales, racionales, imaginativos, e incluso tampoco existe la denigración de la persona en sus dos géneros, alegando que el problema acerca de la defensa en contra de la pornografía es siempre un pensamiento religioso. Sin embargo, no por ello significa que sea un pensamiento falso, erróneo, y, por tanto, descartable. Desde la postura cristiana, el Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 2354 define que: «la pornografía consiste en dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende a la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico». Resulta importante resaltar que hay una separación del mundo real en la pornografía, se presenta una simulación, y a veces se cree que el acto sexual ocurre como en las películas pornográficas, lugar que se presta para la denigración de la persona, es decir se pierde la verdadera intimidad que implica el acto sexual entre dos personas, desnaturalizando para acceder al ámbito del placer, que ciertamente lo implica, pero no sólo es eso, es también donación. En las últimas décadas la pornografía encontró un ambiente propicio para su crecimiento debido a la “revolución sexual”, en la que se ha pretendido la banalización de la exhibición de la intimidad conyugal, a casi todos les parece aceptable acceder a estos contenidos, solo quedando reprobable la “pornografía infantil” el abuso a los niños, las demás son “opciones sexuales”. No se puede negar que el acceso a la pornografía es cada vez más fácil con el Internet, múltiples páginas ofrecen “entretenimiento” que la mayoría son dirigidas y son consumidas por un público de varones. Incluso son dirigidas a ellos - aunque no falta la defensa que también son mujeres quienes las consumen, sin embargo, aun es minoría- en la cual se presenta como «una expresión de la multisecular explotación de las mujeres como objetos de uso por parte de los varones», en este sentido, la mujer es instrumentalizada, se vuelve un objeto, un medio por el cual el hombre a través de una relación genital encuentra placer e incluso su masculinidad. La tendencia sexual en la sociedad contemporánea es querer vivir la ficción de las películas pornográficas, no se puede negar que a partir de la “revolución sexual” se puede afirmar que existe una “cultura excesivamente sexualizada” la cual no llega a contemplar el valor de la dignidad sexual, y mucho menos la dignidad de la persona. En una visión errónea de la sexualidad, el hombre se encuentra en una relación Yo-Ello, en la que el otro se vuelve la fuente de mi placer, la propuesta de una visión sana de la sexualidad se encuentra en el Yo-Tú, ambos son personas, distintas, pero misma dignidad. La postura en contra de la pornografía no consiste en una negación de la dimensión sexual del hombre, sería mutilarlo. Más bien consiste en tratar de querer acercar al sentido propio del acto sexual, en la que consiste en la entrega mutua desde la libertad y el reconocimiento del otro que se da.