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¿Cuándo existirá algo que no exija ser admitido?

Me siento invitada a leer El Affair Skeffigton de María Moreno como un grupo de losers se
junta a jugar al juego de la copa: para invocar lo que no existe pero podría. Se trata de la
biografía apócrifa de una artista que no existió - solo podría formar parte de una antología de
retratos titulada Los que no fueron - pero que necesitamos para inventarnos una precursora en
cuya obra podamos leer lo que queramos leer. Como en un álbum al que le falta una sola
figurita, mientras pasamos las páginas vemos aquellas que sí fueron: las anandrines que
formaron parte de la rive gauche en ese París-Lesbos de principios de siglo XX. En esa red
clandestina para la Historia, Dolly Skeffington sobresalta por excepcionalidad y opacidad
pero paradójicamente deja ver a través de sí todo ese ambiente que combinó exilio con
voluptuosidad social.
Por medio de un affair infructuoso - affair en tanto pesquisa, affair en tanto afectividad que
ni siquiera puede otorgarse la concesión de existir y affair que establecemos con lo que
leemos - y a través de la construcción de una periodista y crítica que disputa un campo pero
también se esconde bajo los velos de la quimera, María Moreno rapiña en el revoltijo de toda
tradición respetable, manosea las grandes tesis de los hombres abstractos y universales y tira
de una de las tantas las hilachas de la historia feminista. En uno de los poemas que se anexan
al final de la biografía - lo más importante nunca entra por la puerta principal sino que
siempre estuvo agazapado abajo de una mesa - aparece una pregunta: ¿cuándo existirá algo
que no exija ser admitido? Lejos de la retórica del orgullo, la lógica del éxito y la épica de los
grandes sujetos, hace explotar los temas que recorre (la autoría, la identidad fija, la
consecuencia, los afectos obligatorios). Pero lo que explota, explota en mil pedacitos: si El
affair Skeffington desoye las grandezas, conoce de multiplicidades - egos de pequeño formato
- y sutilezas - muchos términos para nombrar un tocarse entre dos mujeres viejas: “abrazo”,
“cruce”, “encimamiento”, “abroche”, ·a lo siamés”, “abotone”, “acople”, “soldadura”,
“costurón”.
Este libro es sobre los hombres que aman a los hombres y las mujeres que aman a las
mujeres, pero también sobre anónimos, perdidos y perdedores, degenerados, arrepentidos,
talentos abandonados y fracasos perfectos; sobre lo salteado, lo “si no hay otra cosa”, lo
variable y diverso. Ni mujeres bellas ni mujeres fuertes, en todo caso fortachonas enclenques
que castran su fuerza errando el golpe confiando en el disimulo porque saben que las mejores
tretas son las del débil. Treta del débil es también hacer pasar por estudio crítico sobre una
artista desconocida - aun cuando el libro también sea eso - saberes pequeños, afectividades
distintas, circulaciones de los cuerpos que no tienen nombre. Esta guarida disimula su puerta
de academia, pero quien entra encuentra consuelo y risa, dejando afuera todo lo demás.
Porque, en definitiva, la academia y la crítica son espacios de intervención política hechos de
una intimidad y una trastienda, y los saberes para ser saberes no necesitan - o no deberían -
ser más que formas de vida, experiencias del cuerpo, ocurrencias de bar, notas en tickets o
ciencias con el nombre de abuelatología.
Un libro álbum contraseña, anti-autoayuda, un “the art of losing” de Bishop mal traducido: el
arte de ser un perdedor y de extraviarse, solo para ser rescatado en los libros rituales de los
freaks y no las antologías de los grandes.
Un libro que compré cuatro veces, que perdí dos y me robaron una. Todo aquel que me cruce
me verá con uno en la mochila, aunque no suelo recomendarlo porque creo, como la
protagonista de un cuento de Lispector, que la felicidad es clandestina. Mi amiga Rita me
descubrió leyéndolo, asomada a la ventana de un bar. “Es obvio que María Moreno hizo todo
esto porque le daba vergüenza escribir poemas, seguro le parecían muy de minita”, me dijo. Y
tarán, como magia anticipada de mi mejor amiga, aparece esa misma confesión en un
posfacio de la reedición de 2013. Son los poemas más hermosos que leí en mi vida, y con
razón entiendo la estrategia: las cosas más lindas son las que cuesta encontrar después de
iniciaciones, búsquedas y acertijos.

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