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Cuentosa100manos PDF
Cuentosa100manos PDF
a
manos
Proyecto Editorial Abra La Palabra 3
CORPORACIÓN FESTIVAL DE CUENTEROS
cuentos
a
manos
Proyecto Cultural de
Sistemas y Computadores S.A.
Bucaramanga - Colombia
2004
Primera edición:
Diciembre de 2004
100 ejemplares
ISBN: 958-708-087-4
Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin
autorización escrita del editor y los autores.
Impreso en Colombia
ÍNDICE GENERAL
Prólogo
Todos los cuentos del mundo / 11
7
El mago / 53
Libro de aventuras / 53
Libro de cocina / 54
La Cenicienta, el profesor chiflado de su época / 55
Violación + I.V.A. / 57
Desencuentros / 60
Tiempos de la UP / 61
El muerto / 63
¡Emborrachaos! / 64
Colección de desencuentros / 65
La niña y el poeta / 69
El vino / 71
Manos confusas / 75
Para dox / 77
El norte / 78
Árbol del tiempo / 79
Kokoro y el cuadernillo mágico / 81
Los tres hombres / 85
Cuaderno Rivadavia / 86
La leyenda de los temblores / 87
Incendiarios / 88
Noche de rumba / 89
Dos gardenias / 91
De oscuro a amarillo / 92
Deseos / 93
Paleta de colores / 95
La venganza I / 96
La venganza II / 96
La colonia / 97
8
Fobia / 98
Lección / 99
Sin título / 99
Trabajar, trabajar y trabajar / 100
Cuando me ames / 101
Premonición / 101
El jardinero real / 102
Yeya la yegua / 103
Seis cuentos de terror / 104
Sir Galván y la espantosa dama / 105
La flor de lililá / 109
El samán y los pájaros / 116
El viejo de la verruga / 117
Juan diablo / 121
Uno de Cosiaca / 126
El baile sin cabeza / 127
El espíritu de las aguas / 131
El campesino y su caballo / 133
Anansi y los plátanos / 135
El tesoro / 138
La boda de Tío Conejo / 139
La naturaleza / 141
Nada es superior a Dios / 142
El nacimiento de la Isla Borikén / 143
Las aguas cambiadas / 148
El campesino y el matemático / 149
Atención / 153
De sastre a doctor / 154
Por qué los perros se huelen la cola / 157
9
La idea que me da vueltas / 160
Cuentos de Nasrudín / 163
Los dos reyes / 166
El camello y el león / 171
Nacimiento del pájaro palabra / 174
Tezcatlipoca, la música, el canto y el baile / 176
El amor / 179
El sol de las venadas pariendo / 180
El príncipe cangrejo / 183
El picapedrero / 186
Las aventuras de Pollo Tico / 189
Tres chicos / 192
Romance de la infanticida / 195
10
PRÓLOGO
TODOS LOS CUENTOS DEL MUNDO
11
ser un buen lugar para los cuentos y los cuenteros. Un buen
lugar, definitivamente. Por eso Abrapalabra abrió palabras en
Bucaramanga y los corazones de sus habitantes se abrieron a
la palabra y a los cuentos. Abrirse a los cuentos es una buena
cosa, sobre todo cuando son todos los cuentos del mundo
contados por 100 cuenteros del mundo. El mundo es un cuento,
definitivamente. También la vida. La guerra, en cambio, es el
peor cuento.
Un homenaje a TODOS los que hicieron posible estos
diez años de cuentos en Bucaramanga, que son muchos y no
cabrían todos en este prólogo. Desde el espectador hasta el
empresario, el ministro, el gobernador, el alcalde, el técnico,
el logístico, el diseñador, el mensajero, la secretaria, el botones,
el cocinero, el taxista, los que firmaron el acta de fundación,
los amigos cuenteros, los otros amigos y los demás que
estuvieron prestos a responder la llamada.
Dicen por ahí que las palabras se las lleva el viento, lo
cual no es cierto. Los que dicen esto es porque no le han
hallado valor a la palabra o porque no han escuchado un
buen cuento. Un buen cuento bien contado siempre quedará
en la memoria de quien lo haya escuchado, siempre que su
corazón haya estado abierto y dispuesto. Los buenos cuentos
nunca se olvidan, como los buenos cuenteros.
Pero por si acaso sólo por si acaso hemos querido
editar esta memoria escrita de los cuentos contados oralmente
por muchos de los cuenteros del mundo. La llamamos Cuentos
a 100 manos, aunque son más de cien manos las manos que
metieron la mano para hacerla, y sabemos que serán muchas
más las que pasarán hoja tras hoja para repasarla.
Hemos incluido los ejercicios literarios de los cuenteros,
cosa difícil para seres acostumbrados a contar los cuentos de
manera oral. También versiones de cuentos populares,
provenientes de antiguas tradiciones orales, mitos y leyendas,
que mantienen su vigencia porque alguien en algún lugar las
cuenta y las recupera para nuestro conocimiento y regocijo. Y
algunas historias provenientes de la literatura, pero que a fuerza
12
de ser contadas por tantos cuenteros en el mundo se han vuelto
patrimonio oral de los pueblos; como la magnífica fábula del
cangrejo y la botella de Celso Román o la versión de Eduardo
Galeano del mito Cachinagua del amor o el maravilloso cuento
de Kalman Barsy "El nacimiento de la isla de Borikén" o alguna
fábula del Panchatantra o la historia marco de "Las Mil y Una
Noches" o la idea de Gabriel García Márquez en la que se
basó el guión argumental de la película "Presagio".
No son pocas las veces en que alguna persona del público
me pregunta en dónde puede hallar los cuentos que contamos
los cuenteros. Hasta ahora, casi siempre mi respuesta había
sido "en los libros de cuentos" y casi siempre recibía una mirada
de poca gratitud por ella. Este libro está hecho con la esperanza
de cambiar esa mirada por otra más amable, y, aunque la
respuesta inicial persista, agregaré: "por ejemplo, en Cuentos
a 100 manos". Que lo disfruten.
Pacho Centeno
13
LOS TRES DESEOS
Por Pacho Centeno 1
(Colombia)
15
Tienen hasta una hora para decidirlos dice el genio
satinado mientras se esfuma ante la atónita pareja.
¿Y ahora qué? dice el marido.
No sé contesta la esposa, piensa en tu deseo que
yo pensaré en el mío.
Está bien dice el marido pero mientras tanto quiero
mi comida: un par de huevos fritos y un chorizo.
No ha terminado de decir chorizo, cuando dos huevos y
un chorizo aparecen sobre la mesa.
¡Pero qué es esto! exclama horrorizado el sorprendido
marido, alegando hacia el lugar por donde se esfumara el
genio, este no fue mi deseo
no fue esto lo que quise pedir
me estaba refiriendo a la comida que debía servirme mi mujer,
no a mi deseo
no es justo.
¡Qué tonto eres! dice la mujer con una pequeña y
sarcástica sonrisa dibujada en sus labios. Has desperdiciado
tu deseo, pero me has ahorrado el tener que prepararte tu
comida, lo cual te agradezco inmensamente. Al menos cómete
los huevos y
buen provecho.
El marido se los come, y tal y como lo desea su mujer le
caen muy bien, le aprovechan.
¡Nooooo! dice la mujer, no fue eso lo que
verdaderamente deseé
buen provecho es tan solo un decir,
algo que se le desea a alguien que está a punto de comer
es injusto.
En ese momento el genio aparece y les recuerda que les
queda un solo deseo, pero que deben pedirlo de común
acuerdo. Acto seguido se desaparece.
¿Y ahora qué? vuelve a decir el marido.
No sé contesta la mujer, creo que los dos hemos
hecho el tonto con nuestros deseos. Nos portamos como dos
egoístas.
Mejor pensemos bien lo que queremos pedir para los
dos.
16
No se me ocurre nada dice ella. Estoy leyendo una
novela de amor sobre una pareja que ha dejado de amarse
por culpa del tiempo.
Como nosotros compara él.
Sí, como nosotros confirma ella.
Y ¿qué les sucede? se interesa él.
Al final se vuelven a enamorar como cuando se
conocieron la primera vez cuenta ella.
¿Te gustaría que me volviera a enamorar de ti?
pregunta él.
Me gustaría; odio tu ausencia y ese silencio tuyo que
solo sabes romper cuando exiges tu comida, se queja ella.
Bien, ¿por qué no lo intentamos? sugiere él.
Sólo si tú también lo deseas condiciona ella.
Lo deseo más que a nada en el mundo, confiesa él.
Mientras hablan, él y ella, se toman de la mano por primera
vez en muchos años y se miran a los ojos. Es evidente que el
tiempo ha transcurrido sin piedad, son notorias las huellas de
sus historias en la piel, sin embargo, en aquel instante, sienten
latir sus corazones al ritmo de los corazones de un par de
adolescentes que se acaban de encontrar en la vereda tropical
de antaño. Entonces, se regalan una sonrisa y luego un beso
que apenas sí roza sus labios, pero que va impregnado de
pequeñas promesas y esperanzas.
Allí, sentados en el sofá de la sala, confundidos en el mejor
de los abrazos, esperan ansiosos la aparición del genio de la
lámpara a quien le pedirán como tercer deseo que les conceda
la oportunidad de volverse a enamorar. Pero pasan las horas y
el genio de la lámpara no aparece. Tampoco hace falta que lo
haga, su tercer deseo ya se está cumpliendo.
17
UN HOMBRE MALO
Por Jorge Navarro 2
(Colombia)
LA PARÁBOLA
Por Jorge Navarro
(Colombia)
18
LA PRUEBA DE HIELO
Por Gonzalo Valderrama
(Colombia)
19
Permaneció erguido ante ella, en éxtasis vespertino. Sus
brazos, siempre firmes, se estiraron hasta el suelo, desprendidos
de raíz. Ambos miembros cayeron junto a la roca, como dos
velas extintas
Pase lo que pase
¿seguiremos unidos, como
siempre?...
Ella, cubierta con algunos de sus cabellos, sintió el frío
que a él lo mantenía vivo. Temblaba por temor a lo que podría
venir...
Prefirió guardar la respuesta hasta el ocaso
No lo sé. Nunca creí que llegarías tan lejos.
Ya casi no te percibo, y mis huesos están a punto de
quebrarse. No creo que algún cambio en mí te haga desistir
¡Ahora te falta tanto!... Yo no podría compartir mi vida
con medio ser. Lo siento... ¡Eres muy poco para mí!
¡Y yo siento haberte decepcionado!...
Enceguecido, pero sonriente, bajó la cabeza; y el golpe
en el tórax sonó a redoblante lejano.
Desde luego, hubo llanto en sus ojos
y en sus cuencas.
En el otoño corporal se desprendió una de sus orejas. Ella la
recogió para colocarla de nuevo en su sitio. Él se lo impidió
Puedes quedarte con ella. Es un recuerdo para que me
cuentes de tus sueños inconclusos y de tus fantasmas
nocturnos
Durante la despedida, el espacio entre ellos fue llenado
con niebla, y al último beso lo interrumpió la escarcha.
Ella cayó de rodillas, entre los escombros de su hombre
desarmable; calló por unas horas. A su alrededor, viento
tangible y las pocas huellas en la nieve que dejó el amante
antes de saltar hacia el abismo.
Se acercó, zigzagueante, hasta el borde... y recibió la estela
de perfume. Cuando se disipó la niebla, pudo divisar un cuerpo
ágil en ascenso acrobático al ritmo de sus alas recientes.
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EL CORRESPONSAL
Por Leo Masliah
(Uruguay)
El ruiseñor cantaba.
El ruiseñor cantaba.
No.
El pelícano pescaba.
No.
La hormiga cantaba
y el mosquito araba.
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Y mientras la gallina empollaba,
mientras la cobra cobraba,
mientras el bacilo vacilaba...
¿qué pasaba? ¿se daba diques el castor?
No señor.
No. No daba.
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LAS TORRES DE LAS LENGUAS
Por Nicolás Buenaventura Vidal
(Colombia)
23
EL JUEGO INTELECTUAL
Por Rafael Díaz
(Perú)
EL REY DESNUDO
Por Cristina Villanueva
(Argentina)
24
ME PAGARÁS CON SANGRE
Por Marcela Ganapol
(Argentina)
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disimularme entre la nube de humo. Y para escapar no me
hace falta una ventana. Me iré por la puerta, como entré. O
mejor dicho, como entramos. Porque vinimos a esta casa juntos,
y ahora tendré que irme solo, con la venganza consumada,
pero solo.
Quizás sería preferible que él también me mate a mí en la
pelea. Porque estoy seguro de que habrá lucha entre nosotros:
yo no pararé hasta tener su sangre, él querrá destruirme como
lo hizo con ella.
¿Habrá un Cielo para nosotros? ¿Podremos ir también al
Paraíso? Nunca estuve seguro de que el Dios del que todos
hablan sea también un Padre Nuestro. Y ahora menos que
nunca. ¿Cómo permitió que mataran a mi mujer de esa
manera?
Definitivamente estoy solo. No me queda nada más que
la venganza. Aunque, cuando el hombre cierre las canillas y
corra las cortinas de la bañadera, vuelva a sentir que soy apenas
un microbio y él un gigante. Aunque vuelva a preguntarme
porqué nos tocó esta vida. Porqué la naturaleza nos dotó con
este impulso suicida que nos obliga a abalanzarnos sobre los
hombres y a exponernos a sus embestidas asesinas.
Jamás hicimos nada para llegar a un acuerdo con ellos y,
para mí, ahora ya es tarde, porque mataron a mi mujer. Por
eso esperaré hasta verlo salir desnudo de la bañadera.
Esperaré a que se pare sobre la alfombrita de toalla y a
que limpie con el dorso de la mano el espejo. Entonces, cuando
se esté mirando la cara, me abriré paso por entre la nube de
vapor, lo más rápido que pueda, y lo picaré en medio de los
ojos.
Él me recordará durante varios días y yo, si logro escapar,
me iré volando bajito, pensando en mi pobre mujer que quedó
aplastada contra los azulejos del baño. Los mosquitos también
tenemos sentimientos.
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O MEJOR
Por Amalia Lú Posso Figueroa
(Colombia)
27
EL HOMBRE SIN NOMBRE
Por Sady Loaiza
(Venezuela)
28
MARTINA
Por Patricia Mix
(Chile)
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tras de sus pupilas. Emocionado por el espectáculo que la
niña observaba, el pájaro movió las alas con tal fuerza, que
no sólo le provocó cosquilleos y taquicardia, sino que
sorpresivamente salió volando desde sus ojos y emprendió el
vuelo sobre su cabeza, perdiéndose en la oscuridad.
Martina primero sintió un gran alivio por lograr lo que
siempre había querido. Pero después una nostalgia, como un
enorme manto, la cubrió por completo; se sentía vacía y sola,
deseando que el pájaro azul volviera.
Ahí la encontró la mañana, tendida en la misma posición.
Ahí también la encontró el pájaro azul a su regreso y tal como
había salido, volvió a entrar. Pero esta vez se acercó hasta su
oído para contarle las historias que había escuchado y hablarle
de lugares lejanos que había visto. A ella le gustó tanto, que
desde entonces cada vez que hay luna llena, libera su pájaro
azul y espera su regreso para escuchar nuevas historias. Y
también desde entonces, Martina cuenta cuentos a la gente,
sin que nadie siquiera sospeche de dónde le vienen.
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OCURRIÓ EN LA ARENA
Por Celso Román 3
(Colombia)
3 Escritor colombiano cuyos cuentos son contados por muchos cuenteros del mundo.
Este maravilloso relato aparece en su libro Fu, el protector de los artistas y otros
relatos. Ed. Panamericana.
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tormenta, pero que mantenía viva su esperanza; le dijo del
largo viaje por mares remotos, llevada por las corrientes y
acompañada por los peces, hasta su llegada esta noche con
la marea del atardecer.
El cangrejo la escuchó atentamente y a su turno también
le habló de su casita de arena, profunda y sin ventanas bajo la
tierra; le contó del paisaje debajo del agua, de su vida
trabajando de sol a sol y de luna a luna; le habló de sus sueños,
que se le perdían con las olas de la bajamar y los volvía a
encontrar al día siguiente cuando subía la marea y los hallaba
ligeramente roídos por los peces.
Se contaron sus pequeñas vidas y a cada uno le pareció
que la del otro era hermosa y variada.
Qué bello es saber que uno va por el mundo llevando
un mensaje de amor decía el cangrejo abriendo sus tenazas
de par en par, como mostrando sus herramientas de ganarse
la vida.
Sí respondía la botella cubierta por su manto de
mejillones diminutos y mínimos corales, pero un mensaje de
amor sólo es útil cuando llega a su destino. Tú, en cambio,
estás siempre rodeado de muchos seres; yo he vivido sola tanto
tiempo.
El cangrejo desvió la mirada hacia otra parte y bajó las
pinzas con desconsuelo; suspirando y haciendo rayitas en la
arena, le dijo a la botella que a pesar de la multitud de seres
en la playa y en el agua debajo del mar, él vivía muy solo.
Toda la vida había madrugado hacia los arrecifes a trabajar
buscando su comida, pero no tenía con quien compartir su
alegría cuando los días eran buenos, ni su tristeza cuando
apenas se conseguía lo suficiente para no morirse de hambre.
Tampoco él iba a los bailes con música de grillos y orquesta de
chicharras en las noches de luna llena.
A mí nadie me quiere comentó apesadumbrado.
La botella le propuso que podrían ser amigos y así el
mensaje de amor que ella traía estaría llegando a un destino
haciendo feliz a alguien, y en la casita sin ventanas debajo de
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la arena compartirían alegrías y tristezas cuando él llegara por
las noches, cansado de trabajar tan duro.
Así lo hicieron.
Se casaron en una alegre y colorida ceremonia que culminó
con un baile en el arenal una noche de luna llena. Fue una
descomplicada rumba de pobres, alegre y bulliciosa, amenizada
por la famosa orquesta de grillos y chicharras, que se prolongó
hasta el amanecer en el bailadero alumbrado por las
luciérnagas y los cocuyos.
Poco tiempo después, como le pasa a los que se quieren
tanto, empezaron a tener hijos. Eran bastante extraños; no
eran feos, porque a todos los padres sus hijos siempre les
parecen bellos, pero a los vecinos sí les parecieron como raros
porque eran así: no tenían tantas patas como el papá cangrejo,
ni eran todos de vidrio como la mamá botella.
¿Qué va a ser de nuestros hijos en la vida? se
preguntaban ellos por la noche, mirándolos a todos acostaditos,
dormidos en sus mullidas camas de algas.
Yo no sé decía el cangrejo, pero ellos son hijos de
tanto amor, que no les puede ir mal en la vida, para algo
tienen que ser buenos.
Entonces, sucedió que a aquella lejana playa llegó
tropezando alguien que no podía ver bien las flores, ni los
atardeceres en el mar, ni las formaciones de aves marinas en
el cielo del atardecer, camino de sus nidos.
Encontró por casualidad a uno de los hijos del cangrejo y
la botella y, como debía hacer siempre por lo corto de su visión,
lo acercó a sus ojos y miró a través de las transparentes conchas
de cristal del animalito y fue como un milagro:
Pudo ver perfecto el rojo de las rosas y el pálido violeta de
las delicadas orquídeas; el amarillo de fuego en las verdes
alas de los loros del monte y el azul definitivo del cielo navegado
por los pelícanos camino de su casa en la escollera.
Los animalitos de la playa, descubrió esa persona
maravillada, servían para mirar clarito la belleza de este mundo.
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Las personas con visión defectuosa los llamaron "ante-ojos"
y los juzgaron hermosos, y los llevaron gustosos en el rostro, a
pesar de ese aspecto de cangrejo de dos patas, agarrándose
de las orejas, abrazando la cabeza de los agradecidos hombres
de corta vista.
FRENTE A FRENTE
Por Carolina Rueda
(Colombia)
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UNA CITA A CIEGAS
Por José Campanari
(Argentina)
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El también simulaba no esperar a nadie, sacó un libro y
comenzó a leer, bueno a hacer que leía (pensó ella). La
estrategia del libro le pareció correcta, nadie que entrara se
daría cuenta de su bigote y si él decidiera mostrarlo bastaría
con cerrar el libro dejando la señal a la vista.
Ella había elegido una rosa porque no tenía bigote. Pensó
en dejarse bigote o bien barba para su próxima cita a ciegas.
Luego desestimó la idea porque salvo que fuera una cita con
el dueño de una feria de monstruos, el bigote y la barba no
serían adecuados.
Ella lo miró sonriente y estaba por colocar la rosa sobre la
mesa cuando el se levantó sonriendo y se acercó.
Ella le invitó a sentarse y él acepto la invitación.
Ya instalado en la silla frente a ella movió el servilletero y
el camarero le acercó el café que había abandonado en la
otra mesa.
Se miraban y sonreían casi sin hablar, no había duda de
que estaban hechos el uno para el otro.
Se enamoraron, yo no creo en el amor a primera vista
pero ellos se enamoraron así.
Mientras ellos hablaban de sus vidas entró otro hombre
con bigote, se acomodó en la mesa que el hombre del libro
había abandonado. Pidió un café, se pasó la mano sobre el
bigote y como era optimista acomodó la mesa como dando
señal que esperaba a alguien. Estaba seguro que ella vendría.
Él hombre y la mujer abandonaron el bar y caminaron
abrazados bajo la suave lluvia.
Mientras esto sucedía el otro hombre vio la rosa en el
suelo y se dio cuenta que algo fallaba. Se quitó el bigote postizo
y lo arrojó al suelo.
El camarero se acercó con una escoba y un recogedor, y
recogió la rosa y el bigote que se fundieron en un profundo
abrazo. Un abrazo que sus dueños no disfrutarían, por lo menos
en esta ocasión.
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COLOMBA Y EL PROFESOR
Por Soledad Alzate
(Colombia)
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que es un cruce entre caja de galletas y silla de ruedas, donde
ni el mejor contorsionista podría hacer el amor, y menos con
una mujer del tamaño de Colomba. Como refuerzo llevó una
lata de caviar que le costó el sueldo de una quincena, un
frasco de almendras cubiertas de chocolate y dos piticos de
marihuana, por si acaso. Como hombre meticuloso llevó
también un almohadón, una manta y un repelente para insectos.
Colomba lo esperaba en una esquina del parque, vestida
de muselina blanca y con un sombrerito de paja italiana
rematado con un gran moño blanco. De lejos parecía un velero
y de cerca, también. El profesor al verla sintió desaparecer el
paso de los años, el recuerdo de su esposa y el temor a las
consecuencias. Nada existía en este mundo sino ese montón
de carne deliciosa envuelta en muselina que temblaba a cada
paso, y que le provocaba esa lujuria salvaje cuya existencia él
mismo desconocía.
Colomba trepó difícilmente al Topolino que corcoveaba
mientras se dirigía lentamente hacia las afueras de la ciudad.
Por el camino hablaron de arte y de comida, sus temas favoritos,
hasta que llegaron al lugar que el profesor había escogido
previamente: un hermoso potrero de pasto verde junto a un
riachuelo bordeado de sauces. Era un lugar solitario, sin más
testigos que los pájaros y una vaca distraída que masticaba
flores a cierta distancia. El profesor saltó de su Topolino y ayudó
a Colomba a salir de este con cierta dificultad. Tendió la manta
a la sombra de un árbol, colocó el almohadón, y desplegó los
tesoros del canasto, mientras ella se quitaba los zapatos y daba
saltitos alegres a la orilla del arroyo. Era una visión encantadora.
El profesor se apresuró a instalar a Colomba sobre la
manta, le ofreció vino para refrescar y le dio a morder las
deliciosas viandas, al tiempo que jugaba con los regordetes
dedos de su pié, y le recitaba: "Este niñito compro un huevito,
éste lo cocinó, éste le echó la sal, éste lo revolvió y este pícaro
gordo
¡se lo comió!"
Colomba se retorcía de la risa con las ocurrencias del
profesor, quien, emocionado, le hacía cosquillas, le prodigaba
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caricias, uno que otro toquecito por aquí y por allá, mientras,
sudando copiosamente, le recitaba los más sentidos versos de
Neruda.
A ella la cabeza le daba vueltas entre el vino, el sol, los
versos y el pito de marihuana que el profesor le encendió tan
pronto terminaron los últimos granos de caviar, ante la mirada
impávida de la vaca que se había acercado a la escena. En
esas estaban, cuando aparecieron las primeras hormigas que
el profesor estaba esperando con ansiedad, pues eran el
pretexto que necesitaba. Le aseguró a Colomba que detrás de
las hormigas vendrían los mosquitos, las abejas y demás bichos
de campo, pero que no debía temer pues para eso había
llevado el repelente. Pero como no quería manchar su precioso
vestido, le sugirió quitárselo mientras le describía la famosa
pintura impresionista Desayuno sobre la hierba, ese famoso
picnic donde las mujeres aparecen desnudas y los hombres
vestidos. Colomba no sabía de qué le hablaba el profesor,
pero éste se lo describía en detalle al tiempo que le abría
delicadamente, uno a uno, los botones de su vestido.
Resumiendo, Colomba estaba ya despojada de sus velos
y el profesor miraba con ojos desorbitados ese cuerpo
voluptuoso, suficientemente acariciado por el sol. Hasta que
ya no pudo resistirlo más y se lanzó sobre esa montaña de
carne luminosa y palpitante. Se arrancó la ropa a tirones, como
poseído, hasta quedar también en cueros. Colomba se retorcía
de la risa, mirando a ese hombrecillo tan delgado y peludo y
con una especie de pepino debajo del ombligo. Pero por mas
cosquillas que él le hacia y por más risa que le provocaba, ella
no despegaba sus rodillas y se defendía con unos empujones
coquetos y juguetones, que viniendo de ella parecían trompadas
de elefante. Hasta que logró zafarse del torpe abrazo del
profesor y echó a correr sin parar de reírse, como esas
mitológicas criaturas de los bosques que siempre aparecen
perseguidas por los faunos. Y un fauno parecía el profesor
tratando de alcanzarla.
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Mientras tanto la vaca, que no era vaca sino toro, decidió
que ya era suficiente chacota en su potrero y echó a trotar
detrás de los enamorados, quienes al verse embestidos por
ese enorme animal corrieron a esconderse en el río.
Pasaron varias horas antes de que el toro se alejara lo
suficiente para que ellos pudieran salir de su escondite,
desnudos y temblorosos. Ya había pasado el efecto del vino, la
marihuana y las cosquillas, y Colomba gritaba y lloraba
histérica, mientras el profesor, asustado y tapándose con las
dos manos el mustio pepinito, procuraba calmarla
declamándole versos de Rubén Darío. Pero al llegar al lugar
donde habían dejado el picnic, vieron con horror que les habían
robado todo, las ropas, la canasta y hasta el Topolino. Solo les
dejaron el coqueto sombrerito de paja italiana rematado con
aquel moño blanco.
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HACHE, Tres destinos para un traspié
Por Alfredo Becker
(Chile)
DESTINO PRIMERO
Tampoco era una cosa que se notara mucho
ya que
con el mismo impulso, la puerta se había juntado lentamente,
hasta parecer cerrada.
A los pocos segundos un tambaleante caballero, excedido
en copas, al perder el equilibrio, se apoyó en la puerta.
El resultado fue
por supuesto, aquel borracho rodando
por el suelo
en el interior del edificio.
A duras penas y completamente iracundo, se levantó
maldiciendo al imbécil que no había cerrado la puerta. Justo
en el momento en que Hortensia Higuerillas, la inquilina del
departamento "H", bajaba las escaleras.
El ebrio absolutamente descontrolado se lanzó sobre ella,
sacó de su bolsillo la diminuta lima de su diminuto cortaúñas
y la degolló.
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DESTINO SEGUNDO
La puerta quedó abierta de par en par.
A los pocos segundos un tambaleante caballero, excedido
en copas, al perder el equilibrio, se apoyó en el marco de la
puerta.
Tomó un poco de aire y continuó con su difícil y
zigzagueante camino. Justo en el momento en que Hortensia
Higuerillas, la inquilina del departamento "H", bajaba las
escaleras.
Hortensia al ver aquel hombre alejándose, se lanzó sobre
él reclamándole por haber dejado la puerta de par en par
abierta. "Con lo peligroso que se ha puesto todo últimamente".
Y aprovechando que justo en ese instante pasaba por allí
un niño montado en su triciclo, empujó al frágil ebrio hacia el
vehículo que pasaba, quien lo atropelló lanzándolo por los
aires y partiéndole la crisma.
DESTINO TERCERO
Sin embargo, bastó el impulso de la misma puerta para
que se deslizara lentamente hasta cerrarse por completo, con
un suave chasquido, como si fuera un punto final.
a los pocos segundos un tambaleante caballero,
excedido en copas, al perder el equilibrio, se apoyó en la puerta
cerrada, justo en el momento en que Hortensia Higuerillas, la
inquilina del departamento "H", bajaba las escaleras,
El borracho iba a continuar con su difícil y zigzagueante
camino, cuando, proveniente de la cerradura surgió un
tremendo y espantoso ruido que casi le paraliza el corazón.
Era el escandaloso chasquido eléctrico que abría la puerta y
que se había producido cuando Hortensia apretó el botón para
salir.
Hortensia al ver la palidez del rostro del espantado hombre,
al borde de un síncope, producido por ella sin querer, se
compadeció. Lo hizo pasar a su departamento
el
departamento "H".
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Hortensia y aquel hombre se enamoraron y se casaron
comieron perdices y fueron muy
pero muy infelices.
Ella, toda una vida, soportándolo
soportando su
alcoholismo y sus absurdas amenazas de que algún día la iba
a degollar con la diminuta lima de su diminuto cortaúñas.
Y él, toda una vida, aguantando a aquella histérica y sus
entupidas amenazas de lanzarlo, algún día, al paso de un
triciclo u otro vehículo mortal.
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SUAVES SIRENAS
Por Yamid Leiva
(Colombia)
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FÁBULA NUMÉRICA DE SIR TOMATE F
Por Pascuales
(Colombia)
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homenaje a la tijera de una novicia fallecida hace 366 años.
Es mejor que leas la prensa, hallar la estremecedora noticia:
365 estadistas asesinados por el Ejército Del Odio (atónito X,
tú), ¿365? Leíste bien, 365 estadistas asesinados. No
desfallezcas, no cortes el ritmo numérico, la cifra es perfecta,
ya vamos por ti.)
CYBER ROMANCE
Por Carlos Genovese
(Chile)
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PIEDRITA BAJO MI ALMOHADA
Por Giselle Rataus
(Argentina)
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Pero a mi casa entró el Lobo una tarde de septiembre,
derribó la puerta y se llevó a mi papá. Entre nuestros lloros y
los gritos de mamá, él decía: "Acuérdense del final... vivieron
felices para siempre".
Y ahí estábamos con mi hermano Sergio, tomados de la
mano, como Hansel y Gretel en el bosque, tirando miguitas
de galletitas para saber el camino de regreso, recorriendo el
largo pasillo de la cárcel, hasta que divisábamos la figura de
él, grandote y con los brazos extendidos para darnos un gran
abrazo, nos sentaba a uno en cada rodilla, mientras nosotros
mirábamos alrededor pensando que en cualquier momento
salía la bruja para meternos en el horno. Después papá
empezaba a contarnos historias y alejaba el miedo que nos
producía aquel lugar.
Una tarde nos esperaba más ansioso que nunca, y casi
sin preámbulos se puso a contarnos la historia de Pulgarcito;
cuando llegó a la parte donde los pajaritos se comen las
miguitas que había colocado Pulgarcito para encontrar el
camino de regreso, a mí se me llenaron los ojos de lágrimas;
papá me abrazó y me dijo: "Pero no llore, Pulgarcito era muy
inteligente y la siguiente vez que fue al bosque, se comió el
pan y tiró piedritas". En ese momento por los parlantes se
escuchó la orden: Se termina la visita, y mi papá, bajando la
voz como diciendo un secreto, nos dijo: "De aquellas piedritas
sólo se conservan tres, dos están en el Museo de Perrault, en
París, bajo una campana de cristal". Y yo presurosa le pregunté:
¿Y la otra? Entonces él, con una sonrisa enorme, nos contestó:
"La tercera, llegó a mis manos por misteriosas rutas. Aquí la
tienen, cuídenla".
Ese día, al llegar a casa, coloqué la piedrita debajo de mi
almohada, para que así mi papá también pudiera encontrar
el camino de regreso.
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UNA CUENTA PARA SALDAR
Por Diego Camargo
(Colombia)
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monedas. Otilia había visto el truco cientos de veces, se acercó
sin disimular y miró al viejo con la escoba en la mano.
¿Me va a decir que le sacaron la plata?
No señora respondió el cliente mientras se rebuscaba
por tercera vez, pero creo que me la gasté toda en la gallina.
La cantinera suspiró como una actriz de oficio, recogió las
botellas vacías de la mesa y regresó a paso lento hasta el
mostrador.
No demora en llegar el dueño dijo, y él no tiene
paciencia con los ladrones.
Pero es que yo no le voy a robar nada se defendió el
cliente, solo se me perdió la plata y, si es necesario, le pago
mañana los treinta pesos y le encimo diez.
La vieja rió como en cámara lenta y se burló.
Sí, claro, si así fuera yo ya tendría una casa al lado de
la iglesia. Mejor pague rápido, que a mi marido le emberraca
fiar.
El forastero se mordió el labio y empezó a sudar, la
mandíbula le temblaba mientras se agarraba el sombrero y
blanqueaba los ojos como buscando una alternativa.
Sumercé dijo finalmente con una vergüenza tan
auténtica como su delgadez de pobre, de verdad, ¿qué quiere
que haga para no irme debiéndole?
Otilia se le quedó mirando en silencio, se dejó conmover
por los gestos de garza del abuelo y el brillo lacrimal de sus
ojos, recorrió en un segundo su traje de paño gastado y se fijó
en las manos, callosas por el azadón y flacas por la inclemencia
de la miseria.
¿Cuánto dice que le costó la gallina? preguntó
finalmente.
No, señora, respondió apenado el viejo la gallina
no la vendo; es un encargo.
En ese caso reclamó gritando Otilia, arrégleselas
con mi marido.
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Pero sumercé reclamó el cliente, le juro que le pago
mañana. Además, la gallina costó doscientos pesos, mucho
más de lo que le debo.
Me cobro la deuda y le encimo cincuenta pesos
propuso la cantinera, ¡lo toma o lo deja!
Pero eso no es ni la mitad de lo que me costó repuso
con la voz quebrada el anciano.
Vea puntualizó la vieja, si de verdad pensaba
encimar diez pesos a lo que me debe, vuelva con los cuarenta
más los cincuenta que le ofrezco y le devuelvo la gallina
mañana.
El viejo agachó derrotado la cabeza.
¿Dónde está la gallina? preguntó la tendera.
Amarrada en el corral, al lado de las suyas; la puse ahí
para que comiera maíz y tomara agua.
Otilia salió al patio y la vio en la oscuridad; era enorme y
altanera, tenía la cresta brillante y regordeta, miraba el corral
como si fuera la dueña y no retrocedió cuando se le acercó. La
vieja calculó su precio en mucho más de los doscientos pesos.
Tiene pinta de que se va a tomar el gallinero a picotazos,
pero está buena anotó.
El viejo no tuvo el valor de decir nada más, apenas atinó
a recibir el pago, despedirse hasta el otro día y caminar hasta
el bus que acababa de parar en la carretera. Echó un último
vistazo a la cantinera y se subió sin más.
Otilia sonrió orgullosa mientras miraba la gallina y le
acariciaba el buche. Antes de que el bus arrancara de nuevo,
reconoció la figura gigante y rechoncha de su marido que se
bajaba, y lo esperó parada junto al gallinero.
Mira dijo señalando al animal, me costó diez
cervezas y cincuenta pesos.
¿Quién se la vendió? preguntó el esposo.
Un cliente sin plata; va en el bus que te trajo.
El marido se metió en silencio a la cantina sin mirar a su
mujer, quien lo siguió hasta el mostrador.
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¿Qué pasa? ¿Está mala la gallina?
Está muy buena respondió él.
¿Y entonces? preguntó Otilia.
Pues, que ha estado en el corral desde que nació. ¡Le
acaban de vender su propia gallina en ochenta pesos!
Otilia no pudo contener la sonrisa apretada que se le dibujó
en media boca, bajó la cabeza para ocultar el rubor causado
por su propia torpeza y se tapó la cara con una mano, como si
eso le sirviera para ocultar la vergüenza macerada por el viejo
que minutos antes se había puesto a jugar una partida de tute
con su astucia, y la había derrotado.
EL CARTERO
Por Leonardo Vargas
(Colombia)
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EL MAGO
Por Rubén Martínez
(Venezuela)
LIBRO DE AVENTURAS
Por Rubén Martínez
(Venezuela)
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LA CENICIENTA,
el profesor chiflado de su época
Por Juan Carlos Mazo 4
(Colombia)
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También, asistió a centros de talasoterapia, masajes japoneses,
acupuntura, iridiología y de todo eso salió igual.
De tanto andar de aquí para allá, se inició el chisme de
que tenía pactos con el diablo y se comunicaba a través de las
brujas. De chepa, y por ser la esposa del príncipe, se salvó de
que la quemaran, pero los diarios de la época le dieron palo,
todo el que quisieron.
Incluso, publicaron los dibujos realizados por unos
pictopaparazzis, donde aparecía la Cenicienta en
comprometedoras escenas. De la suerte de las tres hermanas
malvadas se supo que una montó un alambique para hacer
whisky y al poquito tiempo la cogieron. La otra comenzó a
hacer unos cruces entre la corona y Robin Hood, a lo Mauss, y
la cogió el Das inglés. A la tercera le tocó pedirle cacao a
Cenicienta, se le acomodó en el castillo y al poco tiempo unos
criados, en vista de la falta de mujeres, también la cogieron.
La pareja tuvo cuatro hijos y tres sustos. Le salieron muy
aplicaditos hasta que llegaron a la pubertad y se empezaron a
descarriar. Uno mantenía pistiando a las doncellas durante su
baño en el río. Otro, organizaba carreras clandestinas de
caballos. El del medio embarazó a su nana y el chiquito como
que estaba inventando el avión mental, porque a toda hora
era volando con unas yerbas raras que fumaba.
Lo último que se supo de Cenicienta fue que terminó en
un hospital del Seguro Social de Gran Bretaña, odiando a su
hada madrina y a la espera de un milagro de la ciencia de la
época.
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VIOLACIÓN + I.V.A
Por Luis Martín Trujillo
(Colombia)
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¡Vean a esta igualada! ¡Ni más faltaba! contesta la
madre indignada.
¡Señora me hace el favor y me respeta que yo no soy
ninguna aparecida, además él ya está grandecito para que
tome sus propias decisiones!
¡Pues yo soy su mamá y hago lo que me da la gana!
¡Silencio que así no me puedo concentrar! grita José
Hilario.
Ella, la protagonista de la historia, inconforme por la
situación, reniega:
¡Déjelo que termine, señora!
Y la madre, como toda madre, preocupada por precaución
y melodramática por convicción:
Le dije que no se fijara en cualquiera, pero como
siempre, llevándome la contraria.
Mamá usted no lo deja ser feliz a uno, voy a decirle al
psicólogo que usted me reprime.
¡José Hilario Gutiérrez Martínez no le vuelvo a repetir,
camine para la casa o quiere que llame a su Papá!
José Hilario desilusionado mira a su víctima.
Lo siento, tengo que entrarme ya porque el sereno me
hace daño.
Seguidamente saca su falo de la caverna. Ella no sabe
qué pensar, menos qué creer. Él sube la cremallera del pantalón
lentamente. La luz de la linterna se aleja, todo vuelve a la
tranquilidad. Ella, desconcertada, prosigue su camino a casa
en la lobreguez de la ciudad, descontenta porque nada en
este país se termina a cabalidad, y todo porque aun existen
madres abnegadas y preocupadas por el bienestar de sus hijos.
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DESENCUENTROS
Por Fernando Rodríguez
(Colombia)
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TIEMPOS DE LA UP
Por Rodrigo Collao 5
(Chile)
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Prende la cocina porque tengo mucha hambre.
Ya... pero viejo, no tenemos gas, (claro, qué iban a
tener, si eran tiempos malos, eran tiempos de la UP).
Entonces pásame el sartén que la vamos a freír a la
leña.
Si... pero no tenemos aceite, (claro, que iban a tener, si
eran tiempos malos, eran tiempos de la UP).
Chuuuuuu
entonces vamos a prender fuego y la
tiramos a las brazas.
Ya
dijo la mujer pero, viejo no tenemos fósforos,
(claro que iban a tener, si eran tiempos malos, eran tiempos
de la UP).
El Jurelillo miró a su mujer con pena y rabia también,
pensando que porqué tenían que ser tiempos tan malos, porqué
tenían que ser tiempos de la UP. La mujer lo miró con compasión
y le dijo:
Viejo, anda y devuelve mejor ese animalito al mar.
El Jurelillo, con el dolor de su alma y sobre todo de su
estómago, tomó la corvina y la puso nuevamente sobre sus
hombros. Esta atravesaba de uno a otro. Y comenzó a caminar.
Pasó por la iglesia, pasó por la plaza, llegó hasta las rocas, al
mismo lugar donde la había pescado. Allí miró a la corvina y
pensó con rabia porqué tenían que ser tiempos tan malos,
porqué tenían que ser tiempos de la UP. Entonces la lanzó con
fuerza, hasta con rabia. El Jurelillo se quedó mirando con tristeza
cómo la corvina se hundía en las aguas profundas.
En ese momento vio con asombro cómo la corvina saltó y
se elevó por los aires, quedando frente a él, mirándole y
gritándole:
¡Viva la UP de mierda! mientras retornaba al mar.
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EL MUERTO
Por Maria Teresa Agudelo
(Colombia)
¡EMBORRACHAOS!
Por Charles Baudelaire 6
(Francia)
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COLECCIÓN DE DESENCUENTROS
Por Alexander Díaz Gómez
(Colombia)
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ensueño en ese entonces; ahora, en la cocina, Marcos dejaba
que el hielo destemplara su frustración.
Cuando menos lo pensó, ya se encontraba frente a la
cajera del supermercado, pagando las legumbres y los objetos
para la cena. Al salir, creyó ver a Ángela Tamayo doblar la
esquina y la conflagración de su ser fue inmediata. Apresuró el
paso y supo que desde hacía mucho la buscaba en los rostros
ajenos y equivocados de un ruido aduanero. Angela se había
marchado de su vida, como un aguacero rápido, intenso y
breve.
Mientras caminaba hacia su casa, después de la decepción
de saber que la ajena mujer que persiguió por dos cuadras no
era su pasado, atravesó la esquina. Lo último que recuerda
fue el vuelo de una de las naranjas que traía en la bolsa, su
cabeza revolcada y los trozos de un parabrisas mojado. Abrió
los ojos por segunda vez en el día, pero con la certeza de
haberse acostado el año anterior. En frente suyo había un
desorden de colores: rojo sangre, gris asfalto, verde lechuga,
y escuchó un sonido lejano que le recordó la voz de Ángela:
"Dios mío, lo conozco, no lo muevan hasta que lleguen los
paramédicos... ¿Cómo está doctor?... ¡Qué bueno!...
¿Entonces le puedo hablar?... ¿Me escuchas?..."
Después de algunas horas de mediciones clínicas para
comprobar si estaba perfectamente tanto de ancho como de
largo, Marcos se despertó con la seguridad de haber escuchado
la voz de Ángela Tamayo. Pensó en llamar a su esposa para
avisarle del accidente, pero se arrepintió, solo pensaba en la
voz dulce de Ángela y en sus palabras que lo doblaban como
una hoja de papiroflexia.
De pronto, a la sala de observación, llegó Ángela, iba
vestida como siempre la recordó, con su pelo recogido y esa
despreocupada forma de bajar la blusa para que su hombro
fuera una promesa silenciosa. Marcos fue dado de alta y
conducido en un taxi de la mano prestada de ella que no
paraba de hablarle: "Dónde demonios te ocultaste, te busque
hasta detrás de mi espalda
No hables mucho
vaya que
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fue una suerte que pasara cerca
y pensar que paso casi a
diario... en fin, el destino es una colección de desencuentros".
Llegaron al apartamento de ella y Marcos se mordió los
labios al ver aquel lugar. Todas las cosas que ellos habían
querido en el pasado estaban allí: la radiola de comienzos de
siglo, los cuadros sin sentido de Miró, las revistas de ocultismo
barato en el centro de la sala y una colección extensa de libros
sobre El Cairo. Todas las esquinas le hablaron de sus gustos,
que ella había heredado, y le hicieron olvidar su dolor y
reemplazarlo por uno más profundo.
Tienes todo lo que nos gustaba en ese entonces.
Algunas cosas.
Debo irme, mi esposa debe estar preocupada.
¡Que espere! Si después de seis horas no se ha percatado
de tu ausencia, es que no vale la pena avisarle. Pero si quieres
dame su número telefónico y le aviso.
No, mejor no, aquí me siento a gusto, mi apartamento
es una celda incomoda, en cambio éste es bonito.
Marcos se recostó en la cama que siempre había soñado.
¡Dios, su pasado volvía a chocarse en su esquina! Ella le contó
lo que había hecho en esos años de ausencia; que se había
casado y separado; que había viajado, caminado, nadado,
buceado; que había observado el cielo, los anocheceres en
lugares lejanos, en el Mediterráneo; le contó que estaba en la
ciudad desde hacía un año, que le gustaba olfatear ofertas de
libros viejos, y que había escuchado un ruido, un frenazo,
encontrándolo tirado en la calle.
Pero aquí estamos, ¿aún te gusta cocinar?
No sé si pueda mantenerme en pie después del golpazo.
El médico dijo que podías estar un par de días aturdido.
Si quieres te quedas el tiempo que desees.
No sé, creo que no, debo volver con ella.
Vuelve a mí, el destino te trajo.
Sí, y un parabrisas...
Los dos rieron de buena gana. Ella bajó la cabeza
invitándole a un beso, un beso como los de antes. Los dos
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lloraron en silencio. Ella deslizó su dolor en sus mejillas, y él
trató de pensar en ese nuevo desencuentro. Después de mirarse
por mucho tiempo, en silencio, Marcos le pidió que le llamara
un taxi, y ella le pidió que la buscara cuando quisiera.
Marcos llegó a su apartamento, deslizó la llave en la
cerradura, pero antes de abrir la puerta cerró los ojos y los
abrió lentamente. Allí estaba nuevamente, en aquel
apartamento lleno de cosas ajenas que tanto odiaba, y con
esa mujer esperándolo.
¿Dónde demonios estabas?, tuve que comprar las cosas
del mercado, te lo dije, eres un inútil. ¿Dónde estabas?
¡Contesta!.
Estaba perdido, pero ya me encontré.
Marcos la miró mientras ella curaba sus heridas. Luego se
preguntó, para sí mismo, por cuánto tiempo tendría que
soportar la doble personalidad de su esposa.
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LA NIÑA Y EL POETA
Por Armando Quintero
(Uruguay)
Yo conocí una niña que tenía los ojos color del tiempo.
Vivía en una ciudad donde todas sus casas y edificios eran
iguales. Todas las casas tenían los techos rojos, las puertas y
las ventanas pintadas de verde, las paredes blancas. Los
edificios tenían sus muros grises, con sus ventanas y puertas
grises y siempre cerradas, casi como para que nadie pueda
saludar ni hablar a nadie. Como para que nadie supiera del
otro. Las mesas, las sillas, los platos, los diversos objetos, eran
muy parecidos unos a otros. Los animales tan similares que, a
la hora de querer saludar, acariciar o sólo jugar con el gato o
el perro que era mi mascota, me pasaba mucho tiempo para
diferenciarlo de los otros perros o de los otros gatos. Las
personas se parecían como en las monedas se parecen las
cabezas de los héroes, o esos números rodeados de laureles
que también encontramos allí. Era una ciudad donde no pasaba
nada. Todo se repetía, se repetía, se repetía. Se le conocía por
ello y así se le llamaba: La Ciudad Donde No Pasaba Nada.
Cierta vez, la niña quiso asomarse al mundo. Quiso ver si
fuera de su ciudad podía encontrar aunque más no fuera
una flor que tuviera pétalos con formas, colores, y aromas
diferentes. Y se fue de allí. Caminó. Caminó mucho tiempo,
hasta que llegó a la casa de un señor que, casualmente, era
un poeta. El poeta estaba durmiendo pero, como buen poeta
y distraído que era, ni siquiera le había puesto trancas a la
puerta. La niña empujó la puerta y entró a la casa del poeta.
Observó que la sala, como casa de poeta, estaba desordenada.
Sobre la mesa de trabajo descubrió unos cuantos libros. Otros
en las sillas, en el suelo, entre los más diversos objetos. Algunos
pocos, dispersos en los estantes de la biblioteca. Descubrió,
además, que cada libro era diferente. Cada uno tenía portadas,
ilustraciones, papeles con texturas distintas. Las letras, incluso,
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tenían tamaños, formas, colores diversos. Los fue tomando
amorosamente entre sus manos, uno a uno. Y los fue mirando,
hojeando, leyendo... hasta que se quedó dormida.
A la mañana siguiente, cuando el poeta se despertó,
encontró a la niña durmiendo en su escritorio, arropada en
libros. Le dio tanta vergüenza el desorden de aquella habitación
que quiso arreglarla, sin hacer ruido, para que la niña no se
despertara. Y comenzó a colocar cada libro en las estanterías.
Uno, dos, tres... En el mayor silencio. Cuidando hasta el sonido
de su propia respiración. Pero, de pronto, vio que la niña lo
miraba con sus ojos color del tiempo. No le hablaba. Se estaba
poniendo débil, suave, delgada, blanca, como una hoja de
papel. La niña era, ahora, una hoja de papel. El poeta quiso
escribir otro de sus cuentos sobre ella. Escribió, escribió,
escribió, hasta que sintió que la niña se iba convirtiendo otra
vez en una niña.
Con una sonrisa bien abierta en su rostro y una alegría
muy grande en su corazón, la niña se despidió del poeta. Lo
hizo con un beso y un abrazo que sonaba como el suave susurro
de un roce de papeles. Con la sonoridad de un libro cuando
se le hojea. Y se regresó a La Ciudad Donde No Pasaba Nada
para contarles a todos lo que le había sucedido en la casa del
poeta.
A llegar, justo a la entrada de la ciudad, notó que en su
brazo se comenzaba a leer, con la misma letra del poeta "Yo
conocí una niña que tenía los ojos color del tiempo..." Ella
quiso leer todo lo que el poeta había escrito sobre ella. Y leyó,
leyó, leyó hasta convertirse en este cuento que acabo de
narrarles ahora.
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EL VINO
Por Ana Ximena Hidalgo
(Venezuela)
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sentarse a la mesa descubrió que los porotos todavía estaban
duros como piedras. Así que aprendió que había que
prepararlos mucho más temprano que el pollo, o que la carne,
o que la cazuela. Desde entonces, María Teresa le dedicó
mucho más tiempo a las matemáticas que al resto, y empezó a
sacar las mejores notas.
Un domingo llegó María Teresa a la casa de La Nona
llorando desconsolada. La Nona la llevó a la cocina, la sentó
en un banquito y le sirvió un jugo de naranja que había hecho
para que se calmara. Luego, le pidió que le contara que era lo
que le había pasado, entonces María le contó que no había
podido salir a patinar porque justo esa noche había llovido;
que sus amigas estaban todas en la playa, todas menos ella,
que fue la única a la que no le dieron permiso, que tenía que
estudiar, pero no podía porque se le había olvidado el cuaderno
en el auto del papá y él estaba de viaje y no volvía hasta la
noche y que de paso, ese jugo que le había dado estaba muy
ácido. La Nona le dijo que los jugos son tan dulces como
azúcar se les ponga. María Teresa tomó la azúcar, endulzó el
jugo, cambió de actitud y se endulzó a si misma. Entendió que
ninguno de sus problemas era tan grave, así que decidió ella
misma no ser grave y disfrutar de todas las cosas que sí podía
hacer.
Pasado el tiempo, María Teresa empezó la universidad y
por esa época visitó muy poco a La Nona, dejó de verla por
largo tiempo, a veces, sólo la veía en los cumpleaños de la
familia. Pero siempre siguió aconsejándola y resolviendo todos
sus males a través de la cocina. Poco tiempo después de salir
de la universidad se casó y al principio todo fue muy bien,
pero, como diría el poeta Aquiles Nazoa "después que la luna
pasa y la miel se torna escasa
", aquella casa empezó a
convertirse en una especie de campo de guerra. Peleaba por
todo con su esposo. María Teresa sentía que iba a explotar de
pena y de rabia en cualquier momento. Y un día que salió
temprano del trabajo fue a hablar con La Nona y le contó su
drama. Le dijo que tenía mucha rabia porque su marido no la
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ayudaba en nada, no lavaba nunca los platos, no cocinaba,
no era capaz ni siquiera de recoger los pelos del desagüe de
la regadera, el baño se inundaba, y él, impávido, no estaba
ahí. En cambio, le armaba lío por todo, se ponía histérico si se
tardaba en el baño, le criticaba su manera de vestir, su forma
de hablar, su modo de relacionarse con la gente, todo. "Es
como si nada le gustase de mi", le dijo María Teresa a La
Nona.
Estaba muy desesperada y muy triste. Pero para colmo de
males, La Nona, por primera vez, no dijo absolutamente nada,
lo único que hizo fue entregarle una botella de vino. María
Teresa interpretó lo que quiso interpretar: "Esta cuestión no
tiene solución y lo único que me queda es ahogar las penas en
alcohol". Agarró la botella y se fue para la casa. Apenas terminó
de sacar el corcho llegó su esposo: "¿Y esa botella?". Ella no
quería discutir, así que no le respondió, llenó una copa y se la
bebió. Luego le sirvió una copa a su esposo y se sirvió otra
para ella y juntos se sentaron en el mueble de la sala. El lugar
y ellos mismos se fue impregnando con un olor a madera y a
frutas. Las primeras dos copas las tomaron en silencio, pero
en la tercera ella le preguntó cómo le había ido ese día. El le
dijo que bien, que la había extrañado mucho y que se veía
muy linda con esa ropa que tenía puesta. Ella le dijo que era el
mismo pantalón que le había criticado una semana atrás y él
le explicó que el problema no era el pantalón, sino que se lo
había puesto con una camisa muy clara ese día y que como el
pantalón también era claro se veía muy pálida, que ahora que
se lo había puesto con una blusita oscura se veía muy bonita.
Yo pensaba que ya no te gustaba.
¿Cómo se te ocurre?
¿Por qué me reclamas cuando me tardo en el baño?
Lo que en verdad quiero no es que te apures, sino
poderte mirar mientras te vistes, porque me encanta verte
desnuda, sólo que no me atrevía a decírtelo.
Y fue así, que entre copa y copa, él le explicó que no
lavaba los platos porque es muy alto y el lavaplatos muy bajo,
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de manera que siempre que lo hace, no se aguanta el dolor
de espalda; que no cocinaba porque le daba vergüenza ya
que ella cocinaba mucho mejor; que no sacaba los pelos del
desagüe porque no los veía, porque a la ducha entraba sin
lentes y sin ellos es tan ciego como una pared; que cuando la
criticaba no lo hacía para ofenderla sino porque la amaba y
deseaba que fuera cada día mejor; que si se molestaba cuando
ella llegaba tarde, sin avisar, era sólo porque pensaba que le
había pasado algo malo; que se moriría si algo le pasaba.
Al día siguiente, María Teresa oyó sonar el teléfono a las
siete de la mañana. Cuando fue a atender descubrió que tenía
el peor dolor de cabeza de su vida. Pero cuando al otro lado
escuchó a La Nona preguntando cómo le había ido con el
"aflojalenguas", se le despejó por completo la mente y entendió
dos cosas: primero, que la sabiduría de La Nona era infinita; y
segundo, que su matrimonio no iba a funcionar jamás si ellos
no eran capaces de hablar y hablar y hablar... hablar siempre,
hablarlo todo, hablar para no olvidar, hablar para recordar,
hablar para planificar, hablar... que es también una manera
de amar.
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MANOS CONFUSAS
Por Alexis Díaz Pimienta
(Cuba)
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PARA DOX
Por Cristian Atanasiu
(Alemania)
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EL NORTE
Por Joel Sánchez
(Cuba)
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ÁRBOL DEL TIEMPO
Por Alekos
(Colombia)
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danzas, que mantiene en los dioses su cualidad divina y a los
hombres les brinda en perecedera entrega, la condición de
dioses que no conocieron. El canto dice así:
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KOKORO Y EL CUADERNILLO MÁGICO
Por José Cabana Kojachi
(Perú)
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¿Quién podrá ser? se preguntó Kokoro.
Tanta fue su curiosidad que decidió investigar. Descubrió
que los lamentos provenían del segundo piso, pero para llegar
allí tenía que subir una escalera larga en forma de caracol. Su
corazón latía con más fuerza cada vez que subía un escalón.
Venciendo el miedo, coronó la escalera y se encontró frente a
una habitación cerrada. No había forma de ver lo que sucedía
en su interior, excepto por el ojo de la cerradura. Se acercó y
conteniendo la respiración observó. Ahí, estaba Mushinkai, muy
enojado, clavando su pluma en un cuadernillo que estaba sobre
su escritorio, y vociferando:
¡Habla, cuéntame una nueva historia!
Grande fue la sorpresa del muchacho al descubrir que la
voz del lamento provenía del cuadernillo, que le respondía al
escritor:
Por favor, no me hagas daño, ya te he contado muchas
historias y has obtenido mucho dinero por ellas, no entiendo
para qué deseas más. Déjame descansar en paz.
Mushinkai, enfurecido sacudía el cuadernillo mágico de
un lado a otro con el fin de que éste le contara una historia,
pero, ante su negativa, perdió la paciencia y lo arrojó por la
ventana.
En fin dijo Mushinkai, definitivamente no habrá
historia hoy, me voy a ver a ese muchacho, espero que haya
terminado su oficio.
Kokoro bajó corriendo, temeroso de ser descubierto, y
perplejo por lo que acababa de ver y escuchar. Llegó a la
cocina y prosiguió con la limpieza. Cuando Mushinkai entró,
observó que poco era lo que el muchacho había avanzado en
su tarea.
Veo que aún te falta por terminar, así que retírate, tengo
que salir; ya veo que no eras tan eficiente como decían. ¡Fuera
de mi presencia!
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El muchacho asustado se retiró pidiendo disculpas por no
haber terminado su labor. Pero en lugar de irse se escondió,
pues tenía gran curiosidad en saber qué había pasado con el
cuadernillo. Esperó a que Mushinkai se fuera y, cuando lo vio
alejarse, ingresó nuevamente a la casa y buscó el cuadernillo
por todo el jardín, hasta que lo encontró.
Ayúdame dijo el cuadernillo.
Kokoro no sabía qué decir, se sentía raro hablando con
un cuadernillo.
Por favor, necesito que me ayudes. En realidad soy un
escritor sometido al hechizo de Mushinkai quien me convirtió
en un cuadernillo. Sólo alguien de buen corazón puede acabar
con la maldición. Lo único que tienes que hacer es comerme,
así encontraré la paz que perdí y me alejó de mi razón de ser
y existir.
¿Comerte? dijo Kokoro, aunque tengo mucha
hambre, pues desde esta mañana no he probado bocado
alguno, no estoy acostumbrado a comer papel.
No te preocupes dijo el cuadernillo, mis hojas están
hechas de papel de arroz.
El muchacho se quedó en silencio, no entendía muy bien
la situación. Sin embargo, se comió el cuadernillo hoja por
hoja. El cuadernillo se lo agradeció y le dijo:
Cuando termines, regresa a tu casa, toma lo necesario
y vete con tu madre de este pueblo, no te preocupes que pronto
hallarás un nuevo destino, confía en mí.
Cuando Kokoro terminó, sintió un gran alivio en su interior.
Estaba seguro que también el cuadernillo había descansado
de su suplicio y maldición.
Sin perder tiempo se dirigió a su casa y le pidió a su madre
que empacara las pocas cosas que tenían y se marcharan de
allí. La mamá de Kokoro lo vio tan decidido que decidió seguirlo
sin preguntarle nada.
Cuando se alejaban del pueblo, el muchacho escuchó
una voz interior que le decía:
83
Kokoro has hecho bien. Tienes mucha fuerza y un gran
corazón para lograr lo que te propongas en la vida. Descubre
tu razón de ser y de existir y no permitas que nadie te la quite.
El muchacho quedó muy conmovido por estas palabras.
Al llegar al nuevo pueblo decidió convertirse en escritor. Poco
a poco, comenzó a ganar fama y fortuna por las bellas obras
que escribía. Con el dinero que ganó construyó una enorme
biblioteca para que pudieran vivir allí los libros que escribía y
los otros que otros escritores escribían. Pero a diferencia de los
libros de sus antiguos patrones, a este lugar podían acudir
todos los habitantes del pueblo.
De Mushinkai no se supo nada más, pero algunos dicen
haberlo visto preguntando, como un loco, por un cuadernillo
mágico que tenía.
84
LOS TRES HOMBRES
Por Jorge Olaya
(Colombia)
86
LA LEYENDA DE LOS TEMBLORES
Por Moisés Mendelewicz 7
(Costa Rica)
87
INCENDIARIOS
Por Rafael López
(Colombia)
88
NOCHE DE RUMBA
Por Walner Jaramillo
(Colombia)
89
¿Usted también, señor?
Cómo así señora, no entiendo.
Sí señor, cada año por esta fecha vienen hombres jóvenes
como usted a preguntar por Bibiana.
No me interesa señora, ¿podría llamarla?
No puedo. Mi hija hace tres años que murió.
Dígame que es una broma, esta madrugada la dejé
frente a esta misma casa.
Créame joven, no tengo porqué mentirle.
No puede ser señora, anoche bailé con ella y quedamos
de volver a vernos esta noche.
Juan le describió a la anciana los rasgos de Bibiana, pues
pensó que se había equivocado de casa.
Sí, es la misma, pero le repito que ella murió hace tres
años en un accidente de tránsito cuando iba con su novio
Juan a la discoteca, a la maldita bailadera del fin de semana.
Su novio se salvó, pero no pudo resistir sus apariciones y terminó
internado en el manicomio de San Isidro.
Juan estuvo caminando toda la noche sin rumbo, como
enloquecido. En las semanas siguientes sus amigos lo vieron
con la mirada perdida, delirante, y pronunciando sin cesar el
nombre de Bibiana.
Pobre Juan, terminó también en San Isidro, al lado del
otro Juan, el novio de la difunta.
90
DOS GARDENIAS
Por Carlos Vega
(Colombia)
91
A los pocos días se la llevaron a otra ciudad y luego de un
año fui a buscarla. Quería reconquistarla. Le llevaba el disco
que le gustaba y dos gardenias de verdad. Durante el viaje
sólo pensaba en lo maravilloso que sería nuestro nuevo
encuentro. Pero la encontré casada con un negro grande, muy
grande, y me dio miedo enfrentármele al averiguar que su
nombre era José María.
Qué cosas tiene la vida, pensé. Con la negra María José
perdí a mi esposa y con el negro José María perdí a mi amante.
Definitivamente el que a hierro mata a hierro muere.
DE OSCURO A AMARILLO
Por Juan Cuentacuentos
(Costa Rica)
92
DESEOS
Por Fredy Beltrán
(Colombia)
93
sala, el antejardín, el jardín, el post jardín, subió la montaña,
llegó a la cima, miró hacia el cielo y gritó:
¡Deseo que mi papá y mi mamá jueguen conmigo!
Y regresó porque esa misma noche se cumpliría su deseo.
El rey volvía de las ferias y fiestas, un poco prendido, iba en su
auto y no se dio cuenta que se metió en contra vía, y un carro
lo chocó, y una pierna se quebró, y al hospital lo mandaron. Y
claro la incapacidad tenia que pasarla en el castillo, y ésta era
una oportunidad que el príncipe no dejaría pasar. Así que
jugaba con él todo el tiempo, y con la reina que tenía que
cuidar al rey, jugaban los tres y la pasaban muy bien.
Pero el tiempo pasó, y como el rey estaba incapacitado la
que tenía que mandar era la reina, y empezó a ausentarse
cada vez más, y esto como que ya no le gustaba al rey, y ya no
jugaba con el príncipe sino que se la pasaba esperando a la
reina. Y empezaron a discutir a pelear a discutir, a pelear, y la
confrontación era tan fuerte que se empezaron a lanzar cosas,
la loza real, los zapatos, los floreros, y todo objeto corto
punzante que encontraban en el castillo se tiraban.
Y el príncipe otra vez muy aburrido, aburridin, aburridote
quedó. Así que su soledad le volvió aconsejar que no se
afligiera, que insistiera, y pensó. Terminó de pensar y salió de
su habitación, bajó las escaleras, atravesó la sala, ahí estaba
el rey y la reina peleando y ni siquiera se dieron cuenta de que
el príncipe pasó, llegó al antejardín, el jardín, el post jardín,
subió a la montaña llegó a la cima, miró al cielo y gritó:
¡Deseo que mis padres no peleen más!
Y regresó porque esa misma noche se cumpliría su deseo.
El rey, cansado de tanto pelear con la reina, se acostó y empezó
a sentir un dolor en el pecho, y el dolor era tan fuerte que le
provocaba abrirse un hueco y sacarse el dolor. La reina
preocupada llamó a los médicos reales. El príncipe chepito,
que no sabía lo que pasaba, se dirigió a la habitación del rey,
y por el camino empezó a escuchar murmullos, después sollozos
y después llanto, mucho llanto. Al fin, cuando pudo llegar a la
94
habitación del rey, la reina lo recibió con un abrazo intenso, y
al llegar al borde de la cama real se dio cuenta que su padre,
el rey, había muerto. Por eso que en ese país cercano los niños
ya no miran al cielo y tampoco piden deseos.
PALETA DE COLORES
Por Carlos Castañeda
(Colombia)
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LA VENGANZA I
Por Diego Mateus
(Colombia)
LA VENGANZA II
Por Diego Mateus
(Colombia)
96
LA COLONIA
Por Pablo Torres
(Colombia)
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La perdedora sale con el rabo entre las piernas a formar
su propia colonia. Las reinas llevan en sus entrañas la
información genética necesaria para continuar con el mismo
tipo de sociedad estratificada en el que siempre han vivido, en
el mismo sistema de control de trabajo, esclavitud, conveniencia
y explotación. Al hallar un espacio, un hábitat propicio, se
establecen allí y comienzan a comer, absorber, devastar y
destruir, y cuando han utilizado todos los recursos disponibles,
cuando ya los han agotado y la colonia no tiene cómo
expandirse más, en ese momento la naturaleza misma advierte
que la colonia se ha convertido en una verdadera plaga".
Profesora interrumpió un alumno, que pena con
usted, pero sucede que no estamos en clase de Ciencias
Naturales sino en clase de Historia de América.
Por eso mijo dijo nuestra querida maestra, ¿acaso
tú mismo no me pediste que te explicara de una manera más
clara el proceso de colonización?
FOBIA
Por Leonardo Reales
(Colombia)
98
LECCIÓN
Por Leonardo Reales
(Colombia)
SIN TÍTULO
Por Fabián Garzón
(Colombia)
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TRABAJAR, TRABAJAR Y TRABAJAR
Por Carlos Pachón
(Colombia)
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CUANDO ME AMES
Por Carlos Sierra
(Colombia)
PREMONICIÓN
Por Carlos Sierra
(Colombia)
101
EL JARDINERO REAL
Por Franco Bonilla
(Colombia)
102
YEYA LA YEGUA
Por Fabricio Vélez
(Colombia)
103
SEIS CUENTOS DE TERROR
Por Germán Cardozo
(Colombia)
PRIMERO
Ayer iba caminando por la calle y me encontré a mi novia.
SEGUNDO
Ayer iba caminando por la calle, tomado de la mano de
mi novia, y me encontré a mi ex novia.
TERCERO
Ayer iba caminando por la calle de la mano de mi ex
novia, y me encontré a mi novia.
CUARTO
Ayer iba caminando por la calle de la mano de mi ex
novia, y me encontré a su novio.
QUINTO
Ayer iba caminando por la calle con mi novia y me encontré
a mi suegra.
SEXTO
Ayer iba caminando por la calle y me encontré solo.
104
SIR GALVÁN Y LA ESPANTOSA DAMA
Por Tim y Casilda 8
(Inglaterra y España)
105
Sin decir una palabra más, el caballero gruñó y
desapareció en el bosque. Arturo cabalgó de regreso a su
castillo donde contó su aventura y su intención de pasar el
próximo año cabalgando por el reino, en busca de la respuesta
a la pregunta. Hubo un momento de silencio mientras la gente
asimilaba la noticia, pero entonces Sir Galván, uno de sus
caballeros, dio un paso al frente y dijo, "Mi señor, dejadme
cabalgar junto a vos".
Sin demora, Arturo y Galván partieron en su misión y
dondequiera que iban preguntaban a la gente qué es lo que
las mujeres desean más que nada. "¡Buen sexo!" decían algunos
con un guiño. "Dinero", decían los cínicos. "Ropas finas", decían
otros. "Y más ropas finas", gemían algunos de los maridos.
"Un marido nuevo" suspiraban algunas de las mujeres, con
sentimiento. Parecía que todos los preguntados tenían algo
diferente que decir y anotaron todas las respuestas que
recibieron en una larga lista, esperando que entre todas ellas
estuviese la correcta.
Cuando el año llegaba a su fin, cabalgaron para reunirse
con el caballero, pero tenían el corazón triste, porque en lo
más profundo de su ser sabían que aún no tenían la respuesta
correcta. Mientras cabalgaban por el bosque llegaron a un
pequeño cruce de caminos y junto a él estaba sentada la mujer
más espantosa que ha vivido jamás. Tenía el pelo enmarañado
en grandes greñas; su piel escamosa estaba cubierta de llagas
supurantes; sus ojos eran dos puntos rojos hundidos en el rostro;
su boca era como un corte profundo que le cruzaba la cara y
de ella salían unos colmillos amarillos; tenía las manos como
garras y olía tan mal que los caballos se espantaban de ella.
"¿A dónde os dirigís, mis hermosos muchachos?", dijo sin
aliento, con una voz como uñas en una pizarra. Arturo refrenó
a su caballo. "Bueno, er, señora, estamos en una misión".
"Oooo, una misión ¿eh?", rió con satisfacción la bruja.
"¡Por lo que he oído, no habéis tenido mucho éxito!"
"¿Qué queréis decir? Hemos recogido muchas, muchas
respuestas".
106
"No me importa cuántas respuestas tengáis", escupió la
bruja, "¡no os servirán de mucho si no tenéis la correcta!" El
corazón de Arturo latió más deprisa. "Señora, si sabéis eso,
¿sabéis también la respuesta a la pregunta?" "Oooo, sí, la sé".
"Entonces, por el amor de Dios, decídnosla y os
recompensaré con tanto oro como queráis". "No es oro lo que
deseo. Sólo os diré la respuesta si uno de vuestros caballeros...",
se detuvo burlona, con los ojos porcinos saltando de uno a
otro, "¡promete casarse conmigo!"
"Señora", dijo Arturo incómodo, "no quiero ser grosero,
pero no podría pedir en modo alguno a ninguno de mis
caballeros que se casara con vos". "¡Idos pues! ¡Perded la
cabeza! ¡Poco me importa!"
Arturo estaba a punto de continuar pero Galván dijo, "Mi
señor, esperad. Si esta dama nos da la respuesta a la pregunta,
entonces yo mismo me casaré con ella".
"¡Por todos los santos, Galván", dijo Arturo volviéndose
hacia él, "pensad en lo que decís!" "Si nos da la respuesta",
repitió Galván firmemente, "me casaré con ella".
"Oooooo, bien", gorgoteó la bruja, "¡me gustáis Galván,
sois un hermoso muchacho!" Y les dijo la respuesta a la
pregunta, pero no la escribieron en la lista, con la esperanza
de que el caballero quedara satisfecho con una de las
respuestas que ya tenían, y por tanto que Galván no tuviera
que casarse con la bruja.
Cuando llegaron al lugar de reunión hallaron al caballero
afilando una gran hacha mientras les esperaba. Arturo le
entregó la lista y él la leyó. Al llegar a la última respuesta
rugió, "Arturo, ¡preparaos para morir! ¡La respuesta no está
aquí!" Galván dio un paso al frente y dijo, "¡Esperad! Tenemos
una respuesta más y es ésta: Lo que las mujeres más desean es
tener el poder para dirigir sus propias vidas".
Una expresión de furia nubló la cara del caballero. "¡Ésa
es la respuesta correcta!" gruñó y se internó furioso en el bosque.
"Os lo dije", cacareó la arpía. "Vamos Galván, ¡vamos a
casarnos!" Arturo, Galván y la bruja regresaron a la corte.
107
Todo el mundo se llenó de alegría al ver a los dos caballeros
después de su larga ausencia, pero también les sorprendió un
poco la extraña criatura que traían consigo. Cuando la gente
se enteró de que Galván se iba a casar con la bruja, un frío
silencio se abatió sobre la corte y todos se pusieron de luto por
el fatal destino del pobre hombre. Pero una promesa es una
promesa, y Galván y la bruja se casaron.
Esa noche, tras un sombrío banquete de bodas, los recién
casados subieron a sus aposentos. Moqueando y gruñendo
como un jabalí asmático, la arpía se deslizó en la cama. Sin
valor suficiente para acercarse a ella, Galván caminaba de
aquí para allá al otro extremo del dormitorio. Al fin ella se
asomó entre las colchas, "Galvancito", resolló, con la saliva
goteando de su boca sin labios, "esto ha de ser un verdadero
matrimonio. ¡Venid aquí y besadme!"
Galván respiró hondo, se dirigió al lecho, cerró los ojos,
se inclinó y besó a la bruja.
"Bueno", dijo una dulce voz, "no estuvo tan mal ¿verdad?"
Galván abrió los ojos ¡y en la cama yacía la más hermosa
joven que había visto jamás! "Con ese beso habéis roto el
hechizo que pesaba sobre mí", dijo. "O al menos la mitad,
pues sólo puedo conservar mi hermosa forma durante la mitad
de cada día. Así que ahora debéis elegir. ¿Queréis que sea
bella durante el día y os honre en la corte ante vuestros amigos,
pero fea por la noche cuando estemos los dos solos? ¿O queréis
que sea fea durante el día, pero hermosa por la noche cuando
estemos juntos y solos?"
Galván pensó un momento y después dijo, "Señora, os
dejo la elección a vos".
Ante esto ella sonrió y dijo, "Ésa es la respuesta correcta.
Con ella habéis roto la segunda parte del hechizo, y ahora
seré tan bella como siempre, todo el tiempo".
108
LA FLOR DE LILILÁ
Por Matías Tárraga 9
(España)
Éste era un Rey que tenía tres hijos (uno mayor, uno
mediano y uno pequeño); y este Rey que, como buen Rey de
cuento, tres hijos tenía (uno pequeño, uno mediano y uno
mayor) amaneció un día y despertó ciego (ciego de no ver).
Ningún médico de aquel país, que, a la postre, en aquel país
había médicos para parar un tren de mercancías, le supo dar
solución a su problema.
¿Por qué se ha quedado ciego el Rey? preguntaban.
¡Y a mí que me cuentas, si yo soy carpintero!
contestaba el otro.
Hasta que un viejo (pero viejo, viejo, viejo), que siempre
vestía con una sábana y al que por eso llamaban el loco, le
dijo que la única solución para su problema era encontrar una
flor que nadie había visto nunca: la Flor de Lililá.
¿La Flor de Lililá? preguntó el Rey.
La Flor de Lililá respondió el viejo.
El Rey, ni corto ni perezoso (aunque, la verdad sea dicha,
era bastante perezoso), mandó llamar a sus tres hijos (a saber:
el mayor, el mediano y el pequeño) y los mandó a los cuatro
confines de la tierra (bueno, a los tres confines, porque eran
tres hijos) en busca de la Flor de Lililá. Los tres hermanos (el
mayor, el mediano y el pequeño) subieron a tres caballos (uno
grande, uno mediano y uno pequeño); partieron y cabalgaron
durante tres días y tres noches, porque en los cuentos todo
dura tres días con tres noches (es la medida estándar); y a la
tercera noche descabalgaron porque estaban cansados. En
ese preciso instante, en ese preciso momento, en esa precisa
precisión aparecieron tres lobos, pero tres lobos como osos,
pero tres lobos como osos que parecían elefantes (uno grande,
109
uno mediano y uno pequeño). Los tres lobos como osos que
parecían elefantes comenzaron a perseguir a los tres hermanos;
no el lobo grande al hermano grande, el lobo mediano al
hermano mediano y el lobo pequeño al hermano pequeño,
sino un poco ya al libre albedrío; los persiguieron, eso sí, durante
tres días con tres noches. Y, a la tercera noche, el hermano
pequeño divisó en lontananza tres árboles que, como os podéis
imaginar, eran un roble, una encina y un quejigo. El hermano
mayor se subió al roble, el mediano se subió a la encina y el
pequeño se subió al que quedaba, se subió al quejigo.
A la mañana siguiente o, mejor dicho, a las tres mañanas
siguientes los tres lobos como osos que parecían elefantes
habían desaparecido, no habían dejado ni rastro. Los dos
hermanos (el mayor y el mediano) se desperezaron y bajaron
del árbol, pero el hermano pequeño, justo al desperezarse,
descubrió que en una de las ramitas del quejigo crecía una
flor blanca de tres pétalos que, ¡tate!, era la Flor de Lililá. Y
sabéis por qué supo que aquella y no otra, entre todas las
flores del universo, si nadie la había visto nunca, era la Flor de
Lililá. Porque cantaba.
¡Lililá! decía la flor.
Él la cogió delicadamente entre sus dedos (porque había
que hacer una infusión con la flor y no se podía estropear) y la
flor dijo:
¡Lililá!
Bajó y se la enseño a sus dos hermanos.
¡Eh, hermanos! Mirad lo que he encontrado.
¡Lililá! dijo la flor.
Los dos hermanos (mayor y mediano) se morían de envidia,
se comían las uñas de envidia, se comían los dedos de envidia,
se comían las manos, se comían los muñones, los brazos, se
comían enteros y se volvían a vomitar de envidia. ¡Cómo era
posible que aquel hermano, que total, era el pequeño, llevaba
cuatro días con ellos! Iba a ser el ojito derecho de su padre
(cuando recuperara la vista, antes no). Así que el hermano
mediano lo entretuvo hablando de filosofía cuántica (que estaba
110
muy de moda en aquella época) y el hermano mayor cogió
una piedra por detrás y, ¡zas!, lo mató.
Allí mismo lo enterraron, debajo del quejigo, y marcharon
a su casa muy contentos con la Flor de Lililá, que no paró de
dar la paliza durante todo el viaje.
¡Lililá, lililá! cantaba.
La amordazaron.
¡Mmm, mmm! seguía cantando.
Al llegar la metieron en la olla; la flor se quemaba y
cantaba:
¡LILILÁ!
El padre la tragó y, aún desde el estómago del padre, la
flor cantaba:
¡Lililá, sacadme de aquí!
Pero, tal y como había predicho el viejo, el padre recuperó
la vista y, aunque no sabía contar muy bien, sabía que le faltaba
un hijo (porque estas cosas se saben). Y dijo:
¿Dónde está mi hijo
eh
pequeño?
Se lo comieron tres lobos como osos que parecían
elefantes (uno grande, uno mediano y uno pequeño)
respondieron los hermanos.
Ah, siendo así está bien porque estas cosas pasaban.
Y también pasaban los años, y pasaron (en concreto dos).
Recordáis dónde habían enterrado al hermano pequeño,
debajo del quejigo; de allí comenzaron a crecer unas cañas
blancas, blancas, blancas perfectas para hacerse una flauta.
Dicho y hecho, pasó por allí un pastor con sus setecientas
catorce coma cinco ovejas (coma cinco, sí, porque tenía un
corderillo) y cortó una de las cañas dispuesto a hacerse una
flauta. No tenía ni idea de música y, mucho menos, de hacerse
una flauta, pero era un hombre emprendedor. Dispuso a sus
setecientas catorce coma cinco ovejas en círculo y tocó para
ellas. De aquella flauta no salió el sonido habitual de una
flauta; aquella flauta (que, evidentemente, era mágica) dijo,
porque lo dijo:
111
Pastorcillo no me toques
ni me dejes de tocar,
mis hermanos me mataron
por la Flor de Lililá.
Pastorcillo no me toques
ni me dejes de tocar,
mis hermanos me mataron
por la Flor de Lililá.
112
Pastorcillo no me toques
ni me dejes de tocar,
mis hermanos me mataron
por la Flor de Lililá.
113
Os acordáis de los dos hermanos (el mayor y el mediano).
Se andaban dando cuenta de que la flauta iba a por ellos y
fueron retirándose discretamente hacia la puerta de incendios
del salón del trono; cuando el Rey los miró y, señalándoles con
el dedo, les dijo:
¡Eh, vosotros!
Cuando un Rey en aquella época decía eso señalando
con el dedo
lo tenía que repetir dos veces más. Miro al
hermano mediano y le puso la flauta en las manos.
Quiero que toques tú la flauta.
Es que tengo una reunión.
¡He dicho que toques tú la flauta!
Y el hermano mediano tocó.
Hermanito no me toques
o tendré que denunciar
Hermanito no me toques
o tendré que denunciar
que tú mismo me mataste
por la Flor de Lililá.
114
Al oír aquello, al hermano mayor se le cayó la flauta al
suelo, se le cayó el sombrero al suelo, él mismo se cayó al
suelo (pero se levantó enseguida porque en los salones del
trono no se permite estar en el suelo), se puso blanco como la
leche. Y el Rey comprendió demasiado tarde lo que había
ocurrido aquel día en que había mandado a sus tres hijos (el
mayor, el mediano y el pequeño) en tres caballos (uno grande,
uno mediano y uno pequeño) a los tres confines de la tierra en
busca de la flor de tres pétalos de Lililá. No los podía matar
porque al fin y al cabo eran sus hijos (bueno, sí los podía
matar pero no quería). Los expulsó lo más lejos del reino que
pudo, sin comida, sin dinero, sin alcohol, sin papeles, sin nada.
Y desde entonces camina por los pasillos de palacio cantando
siempre la misma canción.
115
EL SAMÁN Y LOS PÁJAROS
Cuento popular 10
10 Versión del Editor basada en un cuento del campesino Mañe Madrid compilada
por el colombiano Anselmo Rangel.
116
EL VIEJO DE LA VERRUGA
Cuento popular japonés 11
117
el hueco del árbol. Porque no eran hombres quienes hacían
aquel ruido con los pies, sino muchos, muchos espíritus y
fantasmas que se encaminaban derechos al pino donde se
escondía el viejo.
¡Pobre de mí! se lamentaba el viejo, cuando le pareció
oír una música y unas voces que cantaban y reían. El viejo
levantó la vista y vio que algunos de los espíritus bailaban y
cantaban alrededor del pino, mientras otros bebían, comían y
reían.
¡Una fiesta de espíritus! dijo el viejo para sí. Pronto se
olvidó de su miedo y asomó la cabeza por el hueco del árbol.
Y sin darse cuenta, empezó a mover los pies al ritmo de la
música, y sus manos aplaudían junto con los espíritus.
Balanceaba la cabeza y sonreía feliz mirando la escena.
Después oyó al jefe de los espíritus que dijo:
¡Qué baile más tonto! Quiero ver a alguien que baile
bien de verdad. ¿No hay quién sepa bailar?
Sin pensarlo, el viejo saltó fuera del árbol y se puso a
bailar en medio de los espíritus.
Los espíritus retrocedieron con sorpresa y el viejo siguió
danzando.
¡Qué baile tan bonito! dijo el jefe de los espíritus,
moviendo la cabeza al ritmo de la música.
¡Sí, sí! dijeron los demás espíritus. Nunca habíamos
visto nada igual.
Cuando el viejo se detuvo, los espíritus se reunieron a su
alrededor y le ofrecieron comida y bebida de su fiesta.
¡Gracias! dijo el viejo, seguro de que los espíritus ya
no le harían daño.
El jefe de los espíritus dijo con voz grave y profunda:
Nos gustaría ver más danzas como ésta. ¿Volverás aquí
mañana?
¡Claro que volveré! respondió el viejo. Pero los otros
espíritus movieron la cabeza como queriendo decir:
Este no va a volver.
118
Tomémosle algo en prenda. Algo que tenga para él
mucho valor, y así estaremos seguros que mañana volverá a
buscarlo.
¡La verruga! dijo el jefe de los espíritus. Se ve que
la tiene bien cuidada, pues he oído decir que los humanos las
guardan como tesoros, pues les traen buena suerte. Ésta será
la prenda.
Y haciendo un chasquido de sus dedos mágicos, arrancó
la verruga de la mejilla del viejo.
En un abrir y cerrar de ojos, los espíritus habían
desaparecido en el bosque oscuro.
El viejo estaba tan sorprendido que apenas sabía qué hacer.
Se frotó la mejilla derecha donde antes estaba la fea y grande
verruga que lo atormentaba y la sintió lisa y suave. Luego, se
marchó a su casa y le contó a su mujer lo sucedido.
Te lo dije, viejo. Te dije que algún día alguien te ayudaría
dijo la mujer.
Hay que celebrar dijo el viejo sacando una botella de
tai.
Estaban tan contentos que armaron una pequeña algarabía
que atrajo a su vecino de al lado. El vecino era un hombre
gordo, glotón y perezoso, que se la pasaba pidiéndoles comida
a cada rato. Aquel hombre tenía también una verruga en la
mejilla, pero en el lado izquierdo de la cara. Cuando notó que
el viejo ya no tenía la verruga se sorprendió y dijo:
¿Qué ha pasado? ¿Dónde está la verruga de tu cara?
Observó de cerca el rostro del viejo y continúo:
¡Cómo me gustaría librarme de la mía! Quizá si hiciera
lo mismo que tú
El viejo estaba tan contento que le contó con todo detalle
cómo se había escondido en el hueco del árbol hasta que los
espíritus acudieron a bailar en el crepúsculo. Habló después
de la danza que había ejecutado para ellos y cómo le habían
quitado la verruga en prenda.
Muchas gracias dijo el vecino. Esta noche haré lo
mismo que tú. Y después de tomar prestado un saco de arroz,
corrió a su casa.
119
Aquella tarde, el vecino glotón fue al bosque y encontró el
mismo árbol. Se escondió dentro del tronco y esperó en silencio,
sacando la nariz a cada momento para ver si venían los
espíritus. Cuando el sol comenzó a oscurecer y el sol pintaba
de oro las nubes, los espíritus iniciaron su danza en el pequeño
claro del bosque delante del viejo árbol.
El jefe de los espíritus miró a su alrededor y dijo:
¿A qué horas llegará el viejo que bailó ayer para
nosotros?
¡Ya llegué! dijo el vecino glotón, mientras salía del
hueco del árbol.
Abrió un abanico que había llevado y comenzó a bailar.
Pero aquel hombre ignoraba el arte de la danza. Levantaba un
pie y luego el otro, pero sin gracia, balanceaba la cabeza de
uno a otro lado, pero sin ritmo, y los espíritus no se reían como
lo habían hecho la noche anterior.
¡Qué danza tan horrorosa! dijo el jefe de los espíritus.
Sí, sí dijeron los demás espíritus, parece que olvidó
bailar.
¡Lárguese mejor! ¡Ah! ¡Tome, aquí está su preciosa
verruga!
Y con un suave chasquido, el jefe envió la verruga a la
mejilla derecha del glotón. Después, desaparecieron por el
bosque, tan de prisa como habían llegado.
¡Oooohhh! ¡Ahora tengo una verruga a cada lado!
se lamentaba el vecino mientras regresaba a su casa.
120
JUAN DIABLO
Cuento popular 12
121
Dando una vuelta por la tierra para ver cómo siguen las
cosas, pero ya íbamos camino de regreso dijo Jesús.
Pues si es así, entonces vamos con los deseos que
prometieron apuró el herrero.
No dejes de pedir por la salvación de tu alma sugirió
el buen Pedro.
En primer lugar dijo Juan, quiero que todo el que
se siente en mi silla no se vuelva a levantar hasta que yo lo
ordene.
Jesús y Pedro se extrañaron por el deseo del herrero, pero
de inmediato se lo concedieron.
En segundo lugar
dijo Juan siendo interrumpido
por Pedro.
No dejes de pedir por la salvación de tu alma.
quiero que todo el que se suba a mi higuera no se
vuelva a bajar hasta que yo lo ordene.
Los peregrinos se mostraron aún más confundidos con el
segundo deseo, pero también se lo concedieron.
Y en tercer lugar
dijo Juan siendo interrumpido
nuevamente por Pedro.
¡Hombre! ¡Que no dejes de pedir por la salvación de tu
alma!
quiero que lo que se meta a mi bolsa no vuelva a
salir hasta que yo lo ordene.
Y ahí si que quedaron sorprendidos los peregrinos, pues a
este hombre, aunque bueno, no parecía importarle la salvación
de su alma. Pero aún así, le concedieron su tercer deseo y se
marcharon sin entender nada.
Apenas quedó solo, Juan empezó a llamar al Diablo. Y el
Diablo que no se hace esperar y que aparece.
Aquí me tienes. ¿Para qué me has llamado? preguntó
el Diablo.
¿Pues para qué va ser? Quiero que me hagas rico
dijo Juan.
¿Y a cambio de qué? preguntó el Diablo.
122
Eh, pero este Diablo es como bobo, pues a cambio de
mi alma contestó Juan.
Jalándole al respetico, juanito dijo el Diablo medio
enojado. Además tu alma vale muy poco.
¿Cuántos años de riqueza me das por ella? preguntó
Juan.
A lo sumo diez años.
Acepto dijo Juan sin regatear.
Pues que te aprovechen y nos vemos dentro de diez
años sentenció el Diablo.
El Diablo regresó al infierno brincando en una pata por el
negocio tan bueno que había hecho. Le informó al Jefe de los
Diablos que había comprado un alma por tan solo diez años
de riqueza cuando la tarifa mínima eran quince.
Qué bien, lo felicito dijo el Diablo Mayor.
Mientras tanto, Juan se la pasaba de fiesta en fiesta
derrochando a manos llenas las riquezas que le había dado el
Diablo, sin darse cuenta que el tiempo transcurría. Y como
dice el dicho, no hay deuda que no se pague ni plazo que no
se cumpla, pasaron los diez años y el Diablo se presentó en la
casa de Juan para recoger su almita. Juan acababa de
despertar y le pidió al Diablo un momentito para arreglarse y
lo invitó a sentarse en la única silla que tenía.
Y el Diablo que se sienta y Juan que se sale por la puerta
de atrás. El Diablo cansado de esperarlo intentó levantarse
pero no pudo.
¡Condenado Juan, me ha engañado! exclamó el
Diablo con impotencia.
Juan estuvo una semana sin volver a casa y cuando regresó
encontró al Diablo todavía sentado en su silla. El Diablo al
verlo le dijo suplicando:
¡Suéltame Juan y te doy diez años más!
Pues si es así, levántate no más mi Diablo y nos vemos
dentro de diez años.
El Diablo llegó al infierno triste y amargado, siendo la
burla de los demás diablos cuando se enteraron. Mientras tanto
123
Juan se divirtió de lo lindo por los siguientes diez años, que
pasaron volando. Y otra vez fue el Diablo a buscarlo a su taller
para que le entregara el alma, pero esta vez no fue tonto y
llevó a su mujer para que le ayudara y no lo volvieran a engañar.
¿Y eso que te trae por aquí, amigo Diablo? preguntó
Juan haciéndose el desentendido.
No te hagas Juan, que vengo por tu alma.
Pero los diez años se cumplen en febrero y apenas
estamos en enero mintió Juan.
No me vas a engañar nuevamente, Juan.
Me acuerdo porque las brevas negreaban de lo maduras
que estaban dijo Juan mirando la higuera.
Y la diabla al ver las brevas maduras se fue antojando.
Qué ricas se ven las brevas dijo la diabla.
Sírvase no más, señora invitó Juan.
Y la diabla que se sube y comienza a comer brevas y el
marido que se antoja y se sube también y Juan que se marcha
por la puerta de atrás.
A la semana Juan regresó y el Diablo y su mujer seguían
subidos en la higuera. No quedaba una sola breva.
¿Qué tal las brevas mis diablos? se burló Juan.
¡Bájame ya Juan que te doy otros diez años!
Bueno, pues si es así, váyanse no más.
Pasaron los diez años, pero esta vez no fue el Diablo a
buscarlo sino el mismísimo Jefe de los Diablos, el Diablo Mayor.
¡A mí no me vas a engañar, Juan! dijo el Diablo Mayor.
¿Y usted quién es? preguntó Juan.
Yo soy el Jefe de los Diablos, el Diablo Mayor.
Pues si quiere que me vaya con usted tendrá que
demostrarlo condicionó Juan.
Pide lo que quieras que yo te lo concederé. No hay
nada imposible para el Diablo Mayor.
¿Puede convertirse en un león? preguntó Juan.
Eso es muy fácil dijo el Diablo Mayor convirtiéndose
en un león.
124
No sé, aún me queda una duda
¿puede convertirse
en un ratón?
Já dijo el Diablo Mayor convirtiéndose en un pequeño
ratón.
De inmediato Juan lo agarró y lo metió en su bolsa y
comenzó a darle de palos con un martillo.
¡Suéltame, Juan, suéltame! Te prometo que me voy sin
llevarme tu almita suplicó el adolorido Diablo.
Y Juan lo dejó ir.
Pasaron diez años más y Juan se murió de viejo. Llegó a
las puertas del cielo, pero San Pedro le dijo que él no tenía
cabida en el cielo por la vida licenciosa que había llevado en
los últimos cuarenta años.
Si hubieras pedido por la salvación de tu alma, aquella
vez que tanto te insistí, otro gallo cantaría le recriminó San
Pedro.
Entonces Juan se fue para el infierno, golpeó a la puerta y
le abrió el Diablo Portero, quien al verlo pegó un alarido que
se escuchó hasta en el mismo cielo, al tiempo que cerraba con
doble seguro las puertas del infierno. El Diablo Portero era el
mismo Diablo Mayor que había sido degradado por el Concejo
de Diablos después de la paliza que le propinara el propio
Juan.
Pobre Juan, todavía anda deambulando de aquí para allá
sin poderse morir del todo.
125
UNO DE COSIACA
Cuento popular paisa 13
126
EL BAILE SIN CABEZA
Cuento popular cubano 14
14 Versión original del escritor cubano Samuel Feijóo a partir de un relato escuchado
al campesino Julio Macón. Este es uno de los cuentos más contados por los
cuenteros del mundo.
127
sabrosa. Preguntó a los que cuidaban la entrada, apoyando
sus brazos en la baranda de cañabrava que tenía el portal del
aposento del baile:
Y eso
¿Qué es?
Nada, el baile sin cabeza
le dijo el portero con
palabra muy alegre.
La música le gustaba tanto al diablo que lo tentó:
¿Puedo bailar un poquito con esa música tan buena?
dijo el diablo.
Sí, pero tiene que bailar sin cabeza dijo el portero.
¿Cómo es eso? dijo el diablo curioso y sin ser bobo.
Eso es así. Todo el mundo baila sin cabeza. ¿No oye el
son de la música como obliga? dijo el portero.
El diablo oyó entonces el son de la música que decía y
obligaba:
No baila,
No baila,
El que tiene cabeza,
No baila.
128
La diabla vieja miró un rato, y las piernas se le movían al
compás de música tan buena. La marímbula apretó, apretaron
el bongó y los treses, y la diabla vieja no podía resistir la música.
¿Puedo echar un pie? dijo la diabla.
¡Cómo no! Pero primero tiene que quitarse la cabeza
dijo el portero, ¿no oye el son del baile?
La diabla vieja puso oído y oyó el son:
No baila,
No baila,
El que tiene cabeza,
No baila.
129
No baila,
No baila,
El que tiene cabeza,
No baila.
130
EL ESPÍRITU DE LAS AGUAS
Cuento popular 15
131
¿Es esta tu hacha, leñador?
El viejo leñador al ver aquella hacha dorada y de valor
incalculable contestó:
No, señora, esa tampoco es mi hacha.
Nuevamente, el espíritu de las aguas se sumergió en el río
y en un abrir y cerrar de ojos regresó con una vieja y oxidada
hacha de mango de madera.
¿Es esta tu hacha, leñador?
El viejo leñador reconoció su hacha y una enorme sonrisa
se dibujo en su rostro.
¡Sí, señora, esa es mi hacha!
El espíritu de las aguas, maravillado con la honradez de
este viejo leñador, lo premió devolviéndole su hacha y
regalándole el hacha de plata y la de oro.
Ve a tu casa, leñador, y sigue siendo un buen hombre.
El viejo leñador llegó a su casa y contó a su mujer lo que
le había pasado. Su mujer estaba feliz y orgullosa de su marido.
Del mismo modo contó la historia a su mejor amigo, que
también era leñador.
Este, a la mañana siguiente, tomó su hacha, besó a su
mujer, y se dirigió al bosque junto al río. Haciendo que trabajaba
dejó caer su hacha en las aguas profundas y se sentó a la
orilla a llorar su falsa desgracia. En ese momento, apareció el
espíritu de las aguas quien le preguntó:
¿Qué te pasa, leñador? ¿Por qué lloras?
He perdido mi hacha en lo profundo del río y no sé
nadar mintió el truhán.
No te preocupes, leñador, yo te la sacaré.
Tal y como sucedió con el viejo leñador, el espíritu de las
aguas salió del río trayendo consigo una reluciente, brillante y
valiosa hacha de plata.
¿Es esta tu hacha, leñador? preguntó el espíritu de
las aguas.
Y aquel leñador, alentado por su codicia, respondió:
¡Si, señora, esa es mi hacha!
132
Eres un mentiroso, leñador, ésta no es tu hacha, y en
castigo por tu codicia no te haré ningún regalo y tampoco te
devolveré tu hacha. ¡Ve a tu casa y corrige tu comportamiento!
Y diciendo esto el espíritu de las aguas se sumergió en el
río para no salir jamás.
Mi padre me lo contaba y yo se los cuento a ustedes.
133
EL CAMPESINO Y SU CABALLO
Por Elvia Pérez 16
(Cuba)
134
Mire señor, ese caballo que va corriendo amarrado al
tren parece que se está ahogando porque lleva la lengua afuera
y la boca abierta.
José lleno de complacencia respondió:
De ningún modo, ese es mi caballo y lo que pasa es
que se va riendo de la maldad que hicimos de viajar en el tren
sin pagar su billete.
135
ANANSI Y LOS PLÁTANOS
Cuento popular del Caribe 17
136
¡Ay, hermano Ratón dijo, los tiempos son malos,
muy malos! Apenas puedo encontrar nada que comer de un
día para otro.
Al decir esto se le llenaron los ojos de lágrimas y continuó:
Ayer estuve todo el día caminando. Hoy he andado sin
parar y no he encontrado ni una patata ni un plátano y miró
un momento el gran racimo de plátanos. ¡Ay, hermano Ratón,
los niños no tendrán más que agua para cenar esta noche!
No sabes cuánto lo siento le dijo Ratón. Yo sé lo
que es llegar a casa sin llevar nada de comer para mi mujer y
mis hijos.
Sin ni siquiera un plátano
exclamó Anansi, mirando
de nuevo el racimo de plátanos.
Ratón puso el racimo en el suelo para descansar y Anansi
no podía quitarle los ojos de encima.
Amigo mío, qué hermoso racimo de plátanos. ¿Dónde
lo conseguiste, con estos tiempos tan duros que corren?
Es todo lo que queda en mis campos, Anansi. Este racimo
debe durar hasta que aparezcan los guisantes, y aún les falta.
Pero pronto estarán listos, amigo Ratón repuso
Anansi. Regálame uno o dos plátanos que los niños no han
comido nada y no tienen más que agua para cenar.
Espera un momento dijo Ratón y empezó a contar
cuidadosamente los plátanos. Cuando terminó de contarlos,
los volvió a contar, y luego dijo:
Está bien, Anansi y cortó los cuatro plátanos más
pequeños del racimo y se los dio.
¡Gracias! exclamó Anansi. ¡Gracias, amigo mío!
Pero, Ratón, no hay más que cuatro plátanos, y somos cinco
en la familia: mi mujer, los tres chicos y yo.
Ratón fingió no oírle. Sólo dijo:
Ayúdame a poner el racimo en la cabeza, hermano
Anansi, y no trates de conmoverme más.
Ratón echó a andar, caminando despacio abrumado por
el peso de los plátanos. Anansí marchó a su casa. Podía ir de
prisa, porque los cuatro plátanos no eran un gran peso. Cuando
137
llegó, se los entregó a su mujer, y le dijo que los preparara
para la cena. Salió de nuevo y se sentó a la sombra del mango,
hasta que la mujer le dijo que los plátanos ya estaban listos.
Anansi y su familia se sentaron a la mesa. Allí estaban los
cuatro plátanos dispuestos. Cogió uno y se lo dio a la niña.
Dio otro a cada uno de los chicos. El último, el más grande, se
lo dio a su mujer y él se quedó con las manos vacías y la cara
triste. La mujer le dijo:
¿No quieres un plátano?
No repuso Anansi, dando un profundo
suspiro. Sólo hay para cuatro. Yo también tengo hambre,
porque no he comido nada; pero sólo hay cuatro plátanos.
Los niños preguntaron:
¿Tienes hambre, papá?
Sí, hijos míos, tengo hambre, pero ustedes son muy
pequeños y necesitan alimentarse. Es mejor que yo me quede
con hambre y ustedes llenen sus estómagos.
¡No, papá! dijeron a coro los niños. Tú debes comer
la mitad de nuestros plátanos.
Todos partieron los plátanos en dos trozos y cada uno dio
la mitad a Anansi. Cuando su mujer vio lo que pasaba, también
dio a Anansi la mitad de su plátano.
Y así, finalmente, Anansi comió más que nadie
, como
siempre.
138
EL TESORO
Cuento Sufi 18
139
LA BODA DE TÍO CONEJO
Cuento popular 19
Una viejita tenía una huerta que era una maravilla: tenía
rabanitos, culantro, tomates, zapallitos y chayotitos tiernos,
lechugas. Pero la viejita comenzó a encontrar los quelites de
las matas de chayote y de zapallo comidos, y otros daños más
por toda la huerta. Entonces hizo un gran muñeco de cera y lo
plantó en medio de la huerta para espantar al ladrón.
El caso es que era Tío Conejo el responsable de aquel
desorden; se metía por las noches y se daba cuatro gustos
gurruguceando todo lo que tenía sembrado la viejita.
Cuando Tío Conejo llegó y se encontró con aquel
espantajo, al principio se asustó y corrió a esconderse detrás
de unas matas. Pero al darse cuenta de que no se movía y que
era de mentiras, la picó de valiente, se acercó y le metió severo
moquete; pero como el muñeco era de cera, Tío Conejo se
quedó pegado de una de sus manos. Entonces le dio mucha
cólera y le metió otro moquete y se quedó pegado de la otra
mano. Por despegarse, apoyó sus patas sobre el muñeco y se
quedó pegado de sus dos patas también. Le metió un cabezazo
tratando de librarse del monigote, pero se le pegaron hasta
las orejas.
En eso amaneció y llegó la viejita a su huerta y se encontró
a Tío Conejo pegado a su muñeco.
¡Con que eras tú, pequeño rufián, el que estaba
acabando con mi huerta! Espera no más y verás. Ahora mismo
te voy a pelar, a ver si te quedan ganas.
Lo cogió y lo metió adentro de un saco; luego amarró la
boca del saco y lo dejó a un ladito de la cocina, mientras iba
a traer el agua para cocinarlo.
140
Qué vaina la que me fue a pasar se lamentaba Tío
Conejo adentro del saco, y empezó a dar grandes gritos.
¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Sáquenme de aquí!
En esas iba pasando por ahí Tío Coyote y oye los
espantosos gritos. Y que se va metiendo hasta la cocina a ver
qué era lo que pasaba y, cuando llegó junto al saco, preguntó:
¿Quién está ahí?
Soy yo Tío Conejo, que me tienen dentro de este saco
porque me quieren casar con la hija del Rey, y yo no quiero
casarme.
Tío Coyote le dijo:
¡Pero eres tonto Tío Conejo! ¡Con la hija del Rey hasta
yo me casaría!
Pues yo no quiero aunque me la dieran encasquillada
en oro. Yo quiero morir soltero.
Y Tío Coyote le dice:
Yo de ti, Tío Conejo, estaría bailando de lo contento.
Definitivamente, Dios le da pan al que no tiene hambre.
Al escuchar esto, Tío Conejo le propone a Tío Coyote:
Mira, Tío Coyote, porqué no me sueltas y te metes en
mi lugar, que en la ceremonia el novio va a estar metido dentro
del saco para que la princesa no se de cuenta, porque el Rey
es el de la gana de que yo me case con su hija; y una vez
pasada la ceremonia, el Rey tiene que convenir.
Y Tío Coyote no lo piensa dos veces; libera a Tío Conejo
y se mete él mismo dentro del saco. Tío Conejo, eso sí, lo
amarró bien amarrado y
¡paticas pa´que las tengo! ¡Por
aquí como que es el camino!... Y se escondió entre unos
matorrales para ver en qué paraba aquello.
Volvió la viejita con su tinaja de agua y puso una olla al
fuego y se sentó a esperar. Tío Coyote, al oír gente y por quedar
bien comenzó a decir:
¿A qué horas viene la princesa? ¡Ahora sí ya tengo ganas
de casarme!
Ya te estoy calentando la princesa contestó la vieja
sin entender.
141
Cuando el agua estuvo hirviendo, la vieja desamarró el
saco y se asomó.
¡Ajá, con que de conejo te volviste coyote! No hay
problema.
Y Tío Coyote, vuelto una agua miel, respondió:
Si, señora, pero yo si tengo mucho gusto en casarme.
La viejita cogió su olla de agua hirviendo y se la echó por
la trasera.
El pobre Tío Coyote salió dando un alarido, y en carrera
abierta por el campo. Cuando lo vio pasar Tío Conejo le gritó:
¡Adiós, Tío Coyote, quemado de las ganas de estar
casado!
LA NATURALEZA
Cuento oriental 20
142
NADA ES SUPERIOR A DIOS
Cuento hindú
143
EL NACIMIENTO DE LA ISLA BORIKÉN
Por Kalman Barsy 21
Había una vez una punta de roca que vivía en el fondo del
Mar de las Antillas. Allí había estado siempre, desde el principio
del mundo, medio enterrada en la arena y apuntando hacia
arriba, en dirección a la superficie del mar. Pero esta punta de
roca no era como las otras del fondo del mar. A lo largo de su
milenaria existencia, un gran anhelo la había distinguido de
las otras: quería crecer hasta el cielo.
Todos los que por allí vivían sabían de la extraña esperanza
que albergaba aquella antigua punta de roca.
Pero todas las criaturas del fondo del mar opinaban que
el deseo de la roca era un sueño inalcanzable. Pasaba por allí
el pulpo, por ejemplo, y le decía: Eso es imposible. Pasaba
por allí la fina barracuda y le decía: Eso es imposible. Pasaban
las medusas como lánguidos pañuelos y le decían Eso es
imposible.
La punta de roca no se resignaba. Con mineral
determinación, persistía en su esperanza de salir a esa otra
dimensión que nosotros llamamos aire.
Un día muy especial las cosas sucedieron de otro modo.
Se hallaba la punta de roca meditando como siempre, cuando
de pronto, un pequeñísimo cangrejo ermitaño se acomodó en
un resquicio de su regazo de piedra para cambiarse de casa.
El carapacho que hasta entonces le había servido de hogar
ambulante ya le quedaba muy chico y no lo dejaba crecer. Así
que, con una mezcla de alegría y de tristeza en el corazón,
abandonó su caparazón para buscarse uno mejor. En lo que
buscaba y encontraba, se quedó desnudo en medio del mar,
expuesto a todos los peligros.
Ese cangrejito no era como los otros cangrejos ermitaños.
Le gustaban las fiestas, el baile y el vacilón. Al verse desnudo,
144
se sintió tan libre de cuerpo y liviano de corazón que en lugar
de seguir buscando un nuevo refugio se puso a bailar una
plenita.
menéalo, menéalo,
de aquí p' allá
de allá p' acá
menéalo, menéalo
que se te empelota
145
Esta era la primera vez en los muchos siglos de su existencia
que alguien le decía a la punta de roca que su sueño era
posible.
De inmediato, fiel a su promesa, el cangrejito ermitaño
puso manos a la obra. Caminando de costalete, a la manera
de los cangrejos, se puso a bailar rascando con sus patitas el
fondo del mar, que es la barriga del mundo. Se imaginaba
que si conseguía provocarle cosquillas, a lo mejor se le zafaba
una risotada y las cosas podían cambiar. Y así se la pasó de
ahí en adelante el cangrejito, rasca que rasca y baila que baila
al ritmo aquel de:
menéalo, menéalo,
de aquí p' allá
de allá p' acá
menéalo, menéalo
que se te empelota
146
Pronto aquella región del Mar de las Antillas quedó
completamente transformada. Hasta donde alcanzaba la vista
y más allá, pululaban los cangrejos cosquilleros rasca que
te rasca y baila que te baila. Por allí pasaban navegando las
criaturas marinas y todas se asombraban.
Pero lo más curioso fue que todos se fueron contagiando
con la piquiña irresistible de aquel sabroso ritmo antillano de
los cangrejos cosquilleros. En corto tiempo todo el mundo
submarino estaba prendido en el baile. La morena ondulaba,
el mero se sofocaba, la mantarraya aplaudía, el balajú
brincoteaba. Rojos de placer, los camarones se frotaban las
antenas. Los ostiones roqueros tocaban los timbales y, con voz
de señora gorda, cantó la ballena azul. Con desenfado
meneaba su rabo la langosta y un carey centenario la ligaba
con disimulo. Los carruchos sonaban como maracas:
Trocotró, trocotóc, trocotóc
Y el pez espada raspaba el güiro en los corales:
Chííííííí iquichíííí iquichíííííí iquichíííí
En fin, que allí se armó tremendo fiestón y al rato toda la
cuenca del Mar Caribe palpitaba y se sacudía con un ritmo
muy sabrosón:
menéalo, menéalo,
de aquí p'allá
de allá p'acá
menéalo, menéalo
que se te empelota
147
un terremoto de carcajadas que cambiaron por completo la
faz de la tierra y del mar. La cara del Mundo se partió de risa y
de un lado quedó África y del otro lado América, separados
por una inmensa grieta sonriente que se fue llenando de agua
hasta formar el Atlántico Sur.
El Mundo se sintió feliz. Se le altero el curso de los ríos, se
le resquebrajaron los continentes, se inundaron los desiertos y
se le derritió el hielo de los polos. Pero nada le importaba.
menéalo, manéalo
148
LAS AGUAS CAMBIADAS
Cuento Sufi 22
149
EL CAMPESINO Y EL MATEMÁTICO
Cuento popular 23
150
viejo campesino, usted me hace una pregunta a mí, y si yo no
se la respondo, cosa que me parece imposible, yo le pagaré
mil pesos. Ahora bien, yo le hago una pregunta a usted, y si
usted no me la responde, usted también me pagará mil pesos,
y listo, jugamos hasta que lleguemos a nuestro destino, y colorín
colorico de esta manera la pasamos bien rico" dijo el
matemático aburrido queriendo entusiasmar al campesino en
el jueguito.
El viejo campesino que no era tonto, ni estúpido, ni
pendejo, le dijo que no, que si jugaba ese jueguito se iba
quedar sin dinerito, pues a leguas se veía que aquel era un
hombre instruido y él tan sólo un pobre bruto que apenas si
sabía en donde ponen las garzas.
Así que el matemático se quedó aburrido, pero no vencido.
Entonces le propuso al campesino una formula que estaba
seguro le encantaría: "Está bien viejo campesino, he escuchado
sus razones que me parecen valederas, asi que le propongo lo
siguiente: por cada pregunta que usted no acierte a contestar,
usted me paga mil pesos, y por cada pregunta que yo no acierte
a contestar, cosa que me parece imposible, yo le pago diez mil
pesos, además porque estoy de acuerdo con usted en que
usted es un pobre bruto que apurado sabe en donde ponen
las garzas".
El viejo campesino, que como ya les dije no era tonto, no
era estúpido ni pendejo, aunque sí todo lo que dijo el
matemático, le dijo que bueno, que ahora si le gustaba el
jueguito y que quería jugarlo, que quién empezaba a preguntar
primero. El matemático le dijo que él, el matemático. Así que
el matemático le lanzó la primera pregunta. Y no tuvo que
rebuscarla mucho, pues ahí la tenía a la mano. El matemático
le preguntó: "Dígame viejo campesino ¿cuál es la mínima
partícula de la materia y cómo se descompone?".
El viejo campesino tampoco tuvo que rebuscar la respuesta,
pues ahí la tenía a la mano. Sacó un billete de mil pesos y se
lo entregó al matemático aburrido que ya no estaba tan
aburrido.
151
Pero ahora le tocaba preguntar al viejo campesino, y éste
tampoco tuvo que rebuscar la pregunta, pues ahí la tenía a la
mano. El campesino le preguntó: "Dígame usted matemático
aburrido ¿cuál es el animal que en la mañana sube la montaña
con dos patas, dos brazos, dos cachos y una cola, y por la
tarde la baja en cuatro patas, sin brazos, sin cachos y sin cola?".
Y se queda ese matemático aburrido más aburrido que
antes, pero no vencido. Como era un hombre de ciencia, echó
mano a todas las ciencias puras y a las impuras que el
manejaba: a la zoología, a la biología, a la antropología, a la
paleontología, a la arqueología, a la geografía, a la sociología,
a la psicología, y a todas las demás gías que él se sabía.
Buscó en los animales domésticos y no lo encontró, buscó en
los animales salvajes y tampoco lo encontró, buscó en los
animales prehistóricos y tampoco lo encontró, busco en los
animales mitológicos y tampoco lo encontró, buscó en los
animales imaginarios y no se lo imaginó. Así que cansado de
buscar y no encontrar, se rindió. Sacó un billete de diez mil
pesos y se lo entregó al viejo campesino que siguió feliz mirando
el paisaje por las ventanillas del tren.
El matemático aburrido había quedado más aburrido que
antes. Miraba al viejo campesino que miraba feliz el paisaje a
través de las ventanillas del tren y no lo podía creer. No podía
creer que ese bruto, que ese ignorante que apurado sabía en
donde ponen las garzas, hubiera podido ganarle, pero peor
aún, que supiera algo que él no sabía, porque los diez mil
pesos eran lo de menos, pero la respuesta era lo demás. Así
que no se aguantó la curiosidad y le preguntó: "Y se podrá
saber ¿cuál es el animalito ese?".
Por toda respuesta el viejo campesino sacó un billete de
mil pesos y se lo dio.
152
ATENCIÓN
Por Juan Moreno 24
(Argentina)
153
DE SASTRE A DOCTOR
Por Marilú Carrasco 25
(México)
154
los pies de la cama, el enfermo sanará aunque su enfermedad
sea muy grave, pero si me pongo en la cabecera, el enfermo
morirá sin que nadie lo pueda impedir.
Viendo el sastre que la muerte tenía la mano tan larga
para dar, se animó a pedirle un favor. Es que su esposa estaba
embarazada del quinceavo hijo y le pidió a la muerte que
cuando naciera el chamaquito, lo llevara a bautizar. Y esta
muerte que era muy rumbosa, no como la de la calavera de
Apango que ni chupa ni va al fandango, dijo que sí, que con
mucho gusto y ahí se despidieron.
El sastre regresó veloz a su casa y le contó a su familia el
encuentro con la muerte. Al día siguiente se mudaron a la
ciudad. El nuevo doctor alquiló un carruaje con caballos y
compró una residencia.
El supuesto doctor comenzó a atender enfermos y en poco
tiempo su fama se extendió como reguero de pólvora. Como
la muerte siempre se ponía a los pies de la cama todos los
enfermos sanaban y nuestro médico ganaba dinero a manos
llenas.
Llegó el día en que su esposa parió. Se hizo un gran fiestón,
la madrina se la pasó bailando con el doctor y tomando tequila.
Y cuando estaba a medios chiles, le dijo a Jacinto:
Compadrito, un día te va a tocar irte conmigo, hip,
pero yo te avisaré con tres días de anticipación, para que te
prepares, hip.
Y pasó el tiempo. El doctor se había convertido en el más
famoso y el más rico de todos los médicos, pero entonces que
va llegando la calaca.
Compadre, te aviso que dentro de tres días vendré por
ti. Entonces el doctor ya no pudo comer ni dormir, ni quiso
atender más enfermos. Su esposa le aconsejó:
Mira, Jacinto, si te disfrazas a lo mejor la muerte no te
reconoce.
Dicho y hecho, el doctor se puso calzones y camisa de
manta, huaraches y sombrero y quedó irreconocible.
155
Ajajajay, como no hay plazo que no se cumpla, al tercer
día la muerte se apareció. El doctor estaba disfrazado de
jardinero, regando las macetas. La muerte fue a saludar a la
esposa de Jacinto
Santos y buenos días tenga usted comadre, ¿dónde anda
mi querido compadrito?
Ay comadrita, fíjese que mi esposo se fue a Acapulco a
curar a un enfermo muy grave.
¿A Acapulco? ¿Solo? Uy que raro murmuró la muerte.
Entonces se paró junto al disfrazado y dijo:
Me tengo que llevar a alguien, comadre. Dígale a mi
compadre que como no lo encontré me llevé a ese pelón
refiriéndose a Jacinto disfrazado de jardinero.
Y que lo agarró del pescuezo y de un jalón se lo llevó
hasta el panteón. Y así se cumple el dicho: "de todos te burlarás,
pero de la muerte no escaparás".
156
POR QUÉ LOS PERROS SE HUELEN LA COLA
Por Juan Carlos Grisales 26
(Colombia)
157
Yo creo que esto de trabajar tanto es para los asnos,
con el perdón de los burros. Pero es que esta vida no la lleva ni
un perro
eh, perdón
bueno, ustedes me entienden.
Los demás perros contestaron en coro:
¡Entendemos, pero qué podemos hacer!
Pues hablar con el Gran Can dijo Gozque. Creo
que debemos escribirle una carta solicitando nuestra libertad y
designar a un mensajero para que se la lleve.
¡Eso! gritaron los perros.
Y así lo hicieron; escribieron entre todos una carta y con
ella hicieron un rollito, pues en aquel entonces no había sobres,
tampoco correos.
¿Y ahora quién la lleva? preguntó una tímida Pequinés.
Pues que la lleve el propio Gozque sugirió un Chau
Chau, después de todo, de él fue la idea.
Y los demás perros gritaron:
¡Eso! ¡Que la lleve Gozque! ¡Que la lleve Gozque! ¡Que
la lleve Gozque!
Gozque se sintió tan comprometido que ante la
imposibilidad de sacar el rabo dijo:
Listo, ¿pero en dónde la llevo?
Llévala en la boca dijo un San Bernardo.
No porque se me moja.
Entonces en las orejas sugirió un Cocker Spaniel.
No porque se me vuela.
Llévala en las patas propuso un Galgo.
No porque se me rasga.
Pues llévala en la cola opinó un Chihuahua.
¡Ahí sí! asintieron los demás perros antes de que
Gozque se inventara una disculpa.
Gozque levantó la cola y los otros perros aseguraron la
carta de solicitud.
Luego corrió tan rápido que había que esforzarse para
saber donde iba; corrió tanto y tan veloz, que hay versiones
que dicen que voló; y tan veloz corrió que después ya no se vio
más.
158
Los congéneres perrunos esperaron pacientemente el
regreso de Gozque; esperaron un día, un año, un siglo, y al
concluir que ya no volvería decidieron ir a buscarlo.
Desde entonces los perros andan dispersos por el mundo,
muy pendientes de hallar al Gozque mensajero que nunca
regresó. Por eso, cuando se encuentran dos perros huelen sus
colas a ver si ese otro es el que trae el mensaje de libertad
enviado por el Gran Can.
159
LA IDEA QUE ME DA VUELTAS
Contado por Gabriel García Márquez 27
160
No te burles de los presentimientos de los viejos porque
a veces salen.
La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al
carnicero:
Véndame una libra de carne.
Y en el momento que se la están cortando, agrega:
Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo
grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora
a comprar una libra de carne, le dice:
Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que
algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando
cosas.
Entonces la vieja responde:
Tengo varios hijos, mire, mejor déme cuatro libras.
Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento,
diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra
vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el
momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando
que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las
dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:
¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
(Tanto calor que es un pueblo donde los músicos tenían
instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la
sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)
Sin embargo dice uno, a esta hora nunca ha hecho
tanto calor.
Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.
Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un
pajarito y se corre la voz:
Hay un pajarito en la plaza.
Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.
Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
Sí, pero nunca a esta hora.
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Llega un momento de tal tensión para los habitantes del
pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el
valor de hacerlo.
Yo sí soy muy macho grita uno. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en
una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre
pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:
Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan
las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda
de nuestra casa y entonces la incendia y otros incendian
también sus casas.
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un
éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el
presagio, clamando:
Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron
que estaba loca.
162
CUENTOS DE NASRUDÍN
Cuentos populares 28
EL CONTRABANDISTA
Nasrudín solía cruzar la frontera todos los días, con las
cestas de su asno cargadas de paja. Como admitía ser un
contrabandista, cuando volvía a casa por las noches los guardas
de frontera lo registraban una y otra vez. Registraban su persona,
cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban
de vez en cuando sin encontrar la mercancía. Mientras tanto,
la prosperidad de Nasrudín aumentaba visiblemente.
Un día, Nasrudín se retiró y se fue a vivir a otro país,
donde, unos años más tarde, le encontró uno de los guardas
aduaneros.
Ahora me lo puedes decir, Nasrudín, ¿qué pasabas de
contrabando, que nunca pudimos descubrirlo?
Asnos contestó Nasrudín.
LA MUJER PERFECTA
Nasrudín conversaba con un amigo.
Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
Sí lo pensé respondió Nasrudín. En mi juventud,
resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a
Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y hermosa; pero
ella no sabía nada de las cosas de este mundo. Continué
viajando, y fui a Ispahán; allí encontré una mujer que conocía
el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de
una moza bella, religiosa, y conocedora de la realidad material.
¿Y por qué no te casaste con ella?
¡Ay, amigo mío! Lamentablemente ella también quería
un hombre perfecto.
28 Mulá Nasrudín es un personaje mítico de la tradición sufí que a veces es un sabio
y otras veces un loco.
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LA PROPINA
Cierto día el Mula Nasrudín asistió a una casa de baños
pobremente vestido, y lo trataron de mal manera. Al salir, sin
embargo, dejó una moneda de oro de propina.
A la semana siguiente fue ricamente vestido y se desvivieron
por atenderlo. Al salir dejó una moneda de cobre, diciendo:
Esta es la propina por el trato de la semana pasada, y
la de la semana pasada, por el trato de hoy.
EL REMEDIO
El Califa nombró a Nasrudín Consejero Mayor de su corte.
Cierto día un cortesano quiso probar la sabiduría de Nasrudín,
así que le preguntó:
Nasrudín, tú que eres un hombre de experiencia,
¿conoces algún remedio para el dolor de ojos? Te lo pregunto
porque me duelen tremendamente.
Permíteme que comparta contigo mi experiencia le
dijo Nasrudín. En cierta ocasión tuve un dolor de muelas, y
no encontré alivio hasta que me las hice sacar.
LA LIMOSNA
Nasrudín pedía limosna en la feria de la ciudad. Las
personas que pasaban siempre le ofrecían una moneda grande
y una pequeña para que él escogiera, pero Nasrudín siempre
escogía la pequeña, la de menor valor, y la gente se reía de lo
tonto que era.
Cierto día un hombre se compadeció y le aconsejó:
Siempre que te ofrezcan dos monedas, elige la mayor.
Así tendrás más dinero y no serás considerado un idiota por
los otros.
Usted debe tener razón respondió Nasrudín pero si
escojo la moneda mayor, las personas dejarán de ofrecerme
dinero para probar que soy más idiota que ellas y así no podré
ganar mi sustento.
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LA RESPONSABILIDAD
La comitiva pasó por la calle; soldados fuertemente
armados llevaban a un condenado a la horca.
Este hombre no tenía arreglo comentó un discípulo a
Nasrudín. Una vez le di una moneda de plata para ayudarlo
a levantarse de nuevo en la vida y no hizo nada importante.
Quizás él no sirva para nada, pero puede estar ahora
caminando hacia la horca por tu causa respondió el
maestro. Es posible que haya utilizado la limosna para
comprar un puñal, que terminó usando en el crimen cometido;
y entonces tus manos estarán también ensangrentadas, porque
en vez de ayudarlo con amor y cariño preferiste darle una
limosna y librarte de tu obligación.
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LOS DOS REYES
De Las mil y una noches 29
29 Versión del Editor basada en la traducción al español de Las Mil y Una Noches.
166
El rey Schariar recibió con gozo a su hermano Schahseman
y lo colmó de bendiciones y buenos deseos. Pero a Schahseman
lo embargaba el dolor de la traición y se mostraba retraído.
Su hermano mayor pensó que quizá aquella tristeza era
producto de haber abandonado su reino y lo invitó a ir de
cacería para que se repusiera. Pero Schahseman rehusó
acompañarlo aduciendo no sentirse bien y se encerró en su
habitación.
Está bien dijo Schariar, y se marchó a la cacería.
En la habitación de Schahseman había una ventana de
celosías que daba a un jardín. Miró Schahseman por ella y vio
que la puerta del alcázar se habría y por ella entraban veinte
esclavos y veinte esclavas, y entre ellas iba la esposa de su
hermano Schariar, la cual era por cierto de una belleza y un
encanto sin igual. Llegaron todos hasta el borde de una alberca
y de sus ropas se despojaron y en parejas se sentaron. La esposa
del rey con un esclavo negro y cada esclava con un esclavo
también. Todos se tumbaron en el suelo y se abrazaron y se
besaron y demás.
¿Pero qué es esto? exclamó Schahseman ¡La esposa
de mi hermano también le es infiel!
Al día siguiente, cuando Schariar regresó de cacería, su
hermano se lo contó todo y también le contó lo que le había
ocurrido a él con su esposa antes de partir. Schariar no lo
podía creer y quiso verlo con sus propios ojos, así que hizo
correr la voz de que saldría nuevamente de cacería. Se fue con
sus esclavos y sus perros al campo, pero al momento regresó
disfrazado y con sigilo a la habitación de su hermano
Schahseman.
No había transcurrido una hora de esto, cuando la puerta
del alcázar se abrió y por ella entraron nuevamente los veinte
esclavos con las veinte esclavas, y entre ellas su bella esposa.
Y ocurrió exactamente lo que su hermano le había relatado.
El rey Schariar, sintiéndose traicionado, bajó al jardín y
con su propia espada degolló a los infieles.
167
Viudos y entristecidos, los dos hermanos decidieron irse a
recorrer los caminos con el fin de constatar si ellos eran los
únicos en el mundo que habían padecido tal percance a costa
de sus mujeres, porque de serlos preferirían morir antes que
seguir viviendo.
Caminaron día y noche sin parar, hasta que llegaron a un
lugar junto al mar donde había un árbol en medio de un prado
y a cuyo pie corría un manantial de aguas cristalinas y dulces.
Bebieron de aquella agua y luego se sentaron a descansar.
No había pasado una hora cuando advirtieron que el mar
se alborotaba en enormes olas y de ellas salía una especie de
tornado oscuro que se elevaba al cielo y se dirigía con tal
violencia justo hacia el árbol donde se encontraban
descansando. Asustados y sin pensarlo, treparon a lo más alto
del árbol y permanecieron allí quietos y en silencio.
Al llegar al árbol, aquel tornado se apaciguó y se convirtió
en un efrit, una especie de genio maligno de estatura gigantesca
que cargaba un gran arcón de madera cerrado por siete
enormes candados de acero. El efrit se sentó junto al árbol
donde los dos reyes estaban trepados, y abrió el arcón, y de
adentro del arcón salió una joven y hermosa mujer, una mujer
de una belleza excepcional y deslumbrante, una belleza nunca
antes vista. El efrit le dijo a la mujer:
Oh señora de las sedas, mi más preciado tesoro, estira
tu cuerpo mientras duermo una siesta y se quedó dormido.
Ella entonces alzó la frente hacia la cima del árbol y vio a
los dos hermanos que procuraban no ser descubiertos.
¡Pero, qué hacen allí! preguntó la muchacha Bajen
y no teman del efrit que tiene un sueño pesado.
No exclamaron los reyes, preferimos quedarnos
aquí hasta que se marchen y no arriesgar nuestras vidas.
Pues les ordeno que bajen inmediatamente del árbol y
me hagan el amor o despierto al efrit.
¡Pero, qué es esto que escuchamos! exclamaron los
hermanos.
O despierto al efrit amenazó la muchacha.
168
Los dos hermanos bajaron del árbol, temblando de miedo,
e hicieron lo que la muchacha les había ordenado. La
muchacha era tan bonita que hasta lo hubieran disfrutado sino
fuera por la presencia cercana del temible efrit.
Una vez terminaron, la muchacha les exigió que le
entregasen uno de los anillos que cada uno llevaba puestos.
Sin entender el por qué de aquella extraña petición, pero
atemorizados por el monstruo aquel, los hermanos rápidamente
se despojaron cada uno de un anillo y se lo entregaron a la
muchacha. Seguidamente la muchacha sacó de una bolsa un
collar en el que habían ensartados otros quinientos setenta
anillos.
¡Pero qué es esto! volvieron a exclamar los reyes
¡Qué significan todos esos anillos!
Y la bella muchacha les contó: que los dueños de esos
anillos, como ellos, la habían poseído a hurtadillas de los
cuernos de aquel maldito efrit, que el efrit la había raptado la
misma noche de su boda, que la había encerrado en aquel
arcón de siete candados y la había arrojado al fondo del mar
de donde sólo le permitía salir cada vez que dormía la siesta.
Al escuchar aquella historia, los dos hermanos se alegraron
pues pensaron que lo que les había ocurrido a ellos con sus
esposas no era nada comparado con lo que le estaba pasando
al cornudo del efrit. Y cada uno regresó a su propio reino.
Sucedió que desde entonces, cada vez que el rey Schariar
tomaba por esposa a una hermosa doncella, la misma noche
de bodas, una vez arrebatada su virginidad, la mandaba a
matar para que no le pudiera ser infiel. Y no dejó de hacerlo
así por tres largos años.
La gente del reino clamaba inútilmente piedad a su rey, y
quien podía huía con sus hijas a otros reinos. Hasta que ya no
quedó prácticamente doncella en aquel reino.
Un día, mandó el rey Schariar a su visir a buscarle una
nueva doncella para casarse con ella, y por más esfuerzo que
hizo fue imposible para el visir encontrarla. Sólo quedaban
dos doncellas en el reino y eran precisamente sus hijas:
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Dunyasad, la menor, y Scherezada la mayor.
¿Qué te pasa padre? preguntó Scherezada al notar
una profunda congoja en el rostro de su progenitor.
Y el visir le contó la situación. Scherezada exclamó:
¡Por Alá, padre! ¡Cásame pronto con ese rey!
Scherezada era una doncella ilustrada y apasionada por
la lectura. Se había leído mil libros de historias, de relatos de
pueblos antiguos, de reyes olvidados, de poetas afamados.
Mil historias capaces de contener todas las historias que hasta
ese momento se habían inventado y las que se inventarían
después.
Scherezada se casó con el rey Schariar y en la noche de
bodas, antes de que el rey la mandara a matar, le pidió que le
dejara contar una historia. El rey Schariar le concedió aquella
petición como su último deseo. Pero cual sería su sorpresa
cuando Scherezada cortó el relato justo antes del final, en la
parte más interesante, prometiéndole que al día siguiente lo
continuaría.
No hay nada que produzca peor sensación en el ser
humano que una historia inconclusa. Entonces el rey Schariar
no la mandó a matar esa noche, pues le interesaba conocer el
final de aquella maravillosa historia comenzada.
Cuando termine de contar el final la mataré pensó el
malvado rey.
Pero la astuta Scherezada solo terminaría de contar la
historia mil y una noches después, tiempo en el cual el rey
Schariar descubrió que se había enamorado perdidamente de
ella, y, lo mejor, que se había curado para siempre de su temor
con las mujeres. Se perdonó a sí mismo y vivieron felices por
muchos años.
170
EL CAMELLO Y EL LEÓN
Del Panchatantra 30
171
¡Qué nos importa ese camello que no es como nosotros!
Pidámosle al león que se lo coma y comparta su carne con
nosotros dijo el lobo.
Eso no es posible, pues el león le ha ofrecido su
protección dijo el chacal.
Un prolongado silencio precedió la intervención del cuervo:
Debemos reunirnos con el león y el camello y hacer una
exposición sobre la situación en que se encuentra el soberano,
sobre el hambre y el sufrimiento que padece. Le hablaremos
de lo bueno y generoso que ha sido al prodigarnos el sustento
diario, le expresaremos nuestra preocupación por él y el interés
que nos asiste por su vida, y le reiteraremos nuestra gratitud y
lealtad. Luego, le manifestaremos estar dispuestos a entregarle
nuestra propia vida a fin de que satisfaga su hambre, diciéndole:
"Comedme, oh rey y no perezcáis".
¡Te has vuelto loco, cuervo! dijeron el lobo y el chacal.
Confíen en mí concluyó el cuervo.
Invitaron al camello al recinto del león, y una vez en su
presencia, el primero en hablar fue el cuervo, quien se extendió
en halagos y agradecimientos a su soberano, para terminar
diciendo:
Nadie está más obligado que nosotros en rescatar tu
vida. Gracias a ti hemos vivido y de ti depende la supervivencia
de nuestra especie. Si pereces, nada bueno espero de la vida.
Nada me es más grato que darte mi propia y pequeña vida.
¡Comedme, oh señor!
Al escuchar estas palabras, dijo el camello:
Ningún hambre podrá calmar el león comiéndote, tu
cuerpo solo será una breve entrada para el rey.
Tienes razón dijeron el lobo, el chacal y hasta el propio
cuervo.
A su turno dijo el chacal:
Yo si puedo satisfacer el hambre del rey.
Tu estómago es fétido y tu carne nociva, si el león te
come, el león morirá también dijo el camello.
172
Tienes razón dijeron el lobo, el cuervo y hasta el propio
chacal.
Yo, en cambio, no soy así dijo el lobo. ¡Que el rey
me coma!
Los médicos han dicho que quien quiera matarse, que
coma carne de lobo con lo cual sufrirá de asfixia dijo el
camello.
Tienes razón dijeron el cuervo, el chacal y hasta el
propio lobo.
Creyó el camello que diciendo lo mismo halagaría al
soberano; y confiando en que los demás le buscarían una
disculpa que lo salvara, tal y como él lo había hecho con ellos,
se adelantó y dijo:
¡Oh mi rey! Mi carne, en cambio, es agradable,
digestible y suficiente para satisfacer tu hambre. ¡Comedme!
¡Tienes razón, camello! Has dicho la verdad y mostrado
tu generosidad dijeron en coro aquellos tres.
Se precipitaron sobre él y lo despedazaron.
173
NACIMIENTO DEL PÁJARO PALABRA
Por Misael Torres
(Colombia)
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y rayos que hicieron estremecer los corazones más valientes de
los habitantes del planeta.
Dijo entonces la princesa que estaba cansada de tanta
lucha inútil:
¿Qué pasa con ustedes que se comportan como tontos?
¿Alguno de ustedes me ha pedido mi opinión? ¿No tengo yo
el derecho a elegir?
Los tres hermanos sintieron vergüenza en el corazón y
pusieron fin al combate.
Dijo al fin la princesa:
Como soy de la estirpe de los dioses puedo convertirme
en tres, una para cada hermano, una sola noche, una sola
vez, y luego me iré al amanecer.
Los tres hermanos estuvieron de acuerdo y la princesa aire
se convirtió en tres.
El trueno se fue a las profundidades de la tierra con su
hermosa acompañante, y tras la montaña brilló el relámpago
inundando de luz los ojos de la amada, mientras el rayo en sus
brazos llevaba a la tercera, ascendiendo a su lecho de nubes.
Al amanecer la princesa fue una y se marchó llevando en
su vientre el fruto de los tres.
De esta unión nació el pájaro palabra o pájaro candela
que incendia de esperanza los corazones de los hombres.
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TEZCATLIPOCA, LA MÚSICA, EL CANTO Y EL BAILE
Por Giovanna Cavassola 31
176
Déjenmelo a mí dijo el dios Tezcatlipoca, y llamó a
un muchacho a quien le dijo lo que tenia que hacer. El
muchacho un poco asustado, porque no todos los días nos
habla un dios, escuchó con atención.
Al día siguiente, al amanecer, el muchacho emprendió el
camino como se lo había señalado el dios, rodeó la gran laguna
donde se reflejan los volcanes, pasó entre el Popocatepetl y el
Ixtacihuatl y llegó al altiplano. Caminó y caminó, empezó a
bajar entre árboles milenarios, helechos gigantescos y flores
de vainilla. Cruzó ríos enormes brincando de una piedra a un
tronco y por fin llegó a la orilla del mar. Era la primera vez que
veía el mar.
¡Qué hermoso y qué susto! Pero, ¿cómo podré cruzarlo
para llegar a la casa del sol?
Sin embargo Tezcatlipoca invisible lo estaba acompañando
y le susurró al oído una canción:
Allá voy, allá voy, a la casa del sol...
En cuanto el muchacho empezó a cantar aparecieron todos
los animales marinos que se puedan imaginar. Los animales
marinos entrelazaron sus cabezas, aletas, colas, caparazones,
y formaron un gran puente vivo para que el muchacho
caminara. De un lado veía un abismo y del otro también. Tenía
miedo, pero tenía una misión que cumplir, así que volvió a
cantar:
Allá voy, allá voy, a la casa del sol...
Cuando el sol lo vio se le enmarañaron los rayos de furia:
¡Qué haces aquí! ¡Aquí no pueden venir los mortales
como tú!
El muchacho le contó su misión, pero el sol se puso aún
más furioso.
¡Que quéeeee!.. ¡Los músicos y los instrumentos son
míos y no saldrán de aquí nunca!
Entonces el muchacho se puso a cantar:
Aquí estoy, aquí estoy, en la casa del sol...
Ese canto era tan armónico que el mismo sol estaba
conmovido, pero no quería darse por vencido. Y para que los
177
músicos no lo oyeran les puso tapones de cera en sus oídos.
Sin embargo, con el calor que hacia en la casa del sol los
tapones se derritieron en seguida y los músicos escucharon la
canción del muchacho y tomando cada uno su instrumento
empezaron a salir de la casa. Y por más que el sol trataba con
sus rayos de detenerlos, eran tantos que terminó hecho un
gran nudo. Los músicos fueron saliendo con los huesos de
fraile, el teponaztle, el huehuetl, los palos de lluvia, el caracol,
las flautas, las chirimías, las marimbas y todos los demás
instrumentos que hoy conocemos.
Los músicos caminaron sobre el puente de animales vivos
y tocaron felices, y era tan hermosa su música que ésta fue
llenando el aire hasta llegar a los oídos de los hombres, las
mujeres, los niños y los ancianos, quienes se juntaron en la
playa y sin saber por qué empezaron a mecerse y a mecerse y
a mecerse, y esa fue la primera vez que bailaron.
Desde entonces, para alegrarnos, para juntarnos, para
convivir tenemos la música y el baile, gracias al gran dios
Tezcatlipoca.
178
EL AMOR
Leyenda Cashinahua 32
179
EL SOL DE LAS VENADAS PARIENDO
Por Guadalupe Urbina 33
(Costa Rica)
33 Basado en el Pop Vuj, el Libro de la Sabiduría Antigua que el pueblo Maya Quiché
nos ha transmitido.
180
También dice la abuela Lina que un día como hoy la
Abuela-Abuelo Shmucané fue a buscar nuestra esencia con
sus ayudantes.
La Abuela Shmucané echó la suerte y el maíz habló, el
maíz quería ser la carne de nuestras madres y padres. La Abuela-
Abuelo tenía que buscar el lugar en donde el maíz crecía.
Cuatro animales que todo lo saben le ayudaron: Yac, el gato
montés que tiene la piel suave y del color de la piedra verde
oscura, el color del musgo. Yac tiene almohaditas en sus patas,
garras finas para subir a los árboles y puede ver muy bien por
las noches. Yac le ayudaba a caminar cuando el sol se ocultaba;
Utiú, el coyote, el más astuto de todos, el más fuerte, el que
parecía un perro con su lomo erizado y que tenía amigos por
todas partes en los caminos también le acompañaba. Utiú
aullaba en medio de la noche preguntando si había peligro
por la ruta. También estaba Quel, la cotorra chocoyita, Quel
es una lora pequeña de un color verde apagado y de plumas
finísimas que puede contarlo todo. Quel iba y venía trayendo
noticias sobre todo lo que ocurría alrededor, de esta manera
Shmucané ya estaba enterada de todo porque Quel, a cambio
de una anona madura regresaba siempre a su lado para
conversar y conversar. El otro ayudante era Hoh el zanate, un
pájaro negro como la piedra de obsidiana, ladrón y
sinvergüenza que aprovechaba el descuido de otros animales
para comerse su fruta y sus semillas. Pero Hoh era feliz viajando
al lado de Shmucané porque ella le daba semillas y lo tenía
comiendo de sus manos, a cambio, Hoh le decía el nombre
de cada una de las plantas que tenían granos y que se podían
comer.
Estos cuatro ayudantes le enseñaron a Shmucané el camino
para llegar a la tierra en donde crecía el maíz. Este lugar era
un pueblo llamado Paxil y Cayalá, el lugar en donde crecían
las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas. Cuando llegaron
se llenaron de alegría, porque habían descubierto una hermosa
tierra, llena de mazorcas amarillas y mazorcas blancas,
aguacates y cacao, y de muchos zapotes, anonas, jocotes,
181
nances, matasanos y miel. Había muchos alimentos sabrosos
en aquel pueblo llamado Paxil y Cayalá. Había alimentos de
todas clases, alimentos pequeños y grandes, plantas pequeñas
y plantas grandes. Yac el gato montés, Utiú el coyote, Quel la
cotorra chocoyita y Hoh el zanate le enseñaron el camino un
día con sol mientras llovía.
182
EL PRÍNCIPE CANGREJO
Por Fabiana Costa 34
(Italia)
Había una vez un Rey que tenia una hija muy linda, pero
que no se quería casar. Era una preciosa joven de cabellos
color azabache, piel de terciopelo, y una manera de caminar
que cuando pasaba los pájaros paraban de cantar y las flores
dejaban de crecer. Todos se querían casar con ella, todos la
querían amar, pero ella los rechazaba.
Un día, llegó al castillo un pescador con una cesta, quien
le dijo al Rey:
Mi señor, mire lo que encontré.
El Rey destapó la cesta y de ella salió un enorme cangrejo
de grandes ojos amarillos y unas increíbles y fuertes tenazas.
¿Qué le parece el animal, mi señor? ¿Verdad que es
único?
En ese momento, la Princesa entró al recinto y se quedó
conmovida al ver los ojos amarillos de aquel cangrejo.
Pobrecito dijo la Princesa, quiero este animal para
mí, yo lo cuidaré.
El Rey, quien tenía planes culinarios para el cangrejo, no
entendía el capricho de la Princesa, pero, ante su insistencia,
pagó unas cuantas monedas al pescador y ordenó meter al
enorme cangrejo en una bañera. La Princesa pasaba horas y
horas contemplando al animal y acariciándole su caparazón.
Pero un día, sucedió que el animal desapareció de repente
de la bañera y la Princesa se puso histérica: lloraba, gritaba y
rompía cosas. El Rey ordenó buscar inmediatamente al
cangrejo, pero nadie dio razón de éste. Ni siquiera el cocinero
real. Levantaron, movieron, abrieron, rompieron, tumbaron,
quebraron, alborotaron el castillo, pero el cangrejo no apareció.
183
Ante la inexplicable pérdida, la Princesa se enfermó, dejó
de comer y no paraba de llorar frente a la bañera. El Rey,
preocupado, mandó a llamar a los mejores médicos del reino,
quienes luego de muchos intentos por curarla, dictaminaron:
''Se trata de un mal que no tiene cura''.
Así, pasaron los días y lo único que se escuchaba en el
castillo era el llanto inconsolable de la Princesa.
Pero una mañana, la Princesa vio que se formaba un
remolino adentro de la bañera que estaba llena de sus
lágrimas, y también vio que por el remolino se asomaba el
famoso cangrejo.
¡Es él! gritó la Princesa, ha regresado.
La Princesa se metió en la bañera y el remolino la engulló,
conduciéndola a una galería de plantas de colores y luego al
frente de un inmenso palacio submarino rodeado de corales.
La Princesa miraba extasiada el paisaje y no lo podía creer.
De pronto, se abrieron las puertas de aquel palacio y apareció
una hermosa hada cabalgando un enorme cangrejo de ojos
amarillos. "Es él", pensó la Princesa. Tuvo el impulso de nadar
hacia el cangrejo, pero sus cabellos se le habían enredado
entre los corales.
El hada hizo un pase mágico y el caparazón del cangrejo
se abrió dejando salir a un hermoso joven de largos cabellos
negros y ojos color de miel.
Ahora entiendo mi obsesión por aquel cangrejo dijo
la Princesa, es un Príncipe encantado.
El hada hizo otro pase mágico y apareció una mesa repleta
con los manjares más exquisitos jamás degustados. Mientras
aquellos dos comían, la Princesa logró liberarse con ayuda de
unos peces que se comieron los corales que la sujetaban.
Entonces nadó con sigilo y se escondió adentro del caparazón
del cangrejo.
Cuando terminaron de comer, el hada hizo otro pase
mágico y el Príncipe regresó al interior del caparazón,
encontrándose con la Princesa escondida.
184
¡Estás loca! ¡Qué haces aquí! Si el hada nos ve, nos
mata a los dos.
Quiero liberarte del encantamiento.
No es posible dijo el Príncipe, para eso tendrías
que estar dispuesta a morir por mí.
Pues moriré, si es preciso dijo resuelta la Princesa.
¿Tú?
Si, dime lo que debo hacer y lo haré.
Regresa a la superficie y busca un arrecife en forma de
ángel. Cuando lo encuentres te pones a cantar, que de
inmediato el hada aparecerá y te dirá: ''Sigue cantando joven
hermosa, sigue cantando''. Entonces tú le contestarás: "Seguiré
cantando si me regalas la flor que llevas en tu cabeza''. Esa es
la flor de mi vida y si la obtienes, entonces, seré libre.
Y así lo hizo la Princesa. Al día siguiente, la bella joven fue
hasta donde estaba el arrecife en forma de ángel y se puso a
cantar. El viento jugaba con sus cabellos y transportaba aquella
suave melodía al interior del mar. El hada apareció, y, tal y
como lo dijo el Príncipe, suplicó:
Sigue cantando joven hermosa, sigue cantando.
Entonces, ella le pidió la flor que tenía en su cabeza y el
hada se la arrojó. Pero el mar estaba enloquecido por el mágico
canto de la Princesa y se llevó consigo la flor, que desapareció
entre las olas.
La Princesa, desesperada, se lanzó a las turbulentas aguas
tratando de alcanzarla, y en ese mismo instante el mar se
apaciguó y puso la flor en el regazo de la bella joven. En ese
momento, sobre una pequeña ola, apareció el Príncipe cangrejo
que ya no era cangrejo, pues se había liberado de aquel
caparazón y del encantamiento del hada. Ahora estaba
encantado de la Princesa que lo liberó, con quien vivió feliz
para siempre.
185
EL PICAPEDRERO
Cuento popular
187
Y dijo el Rey muy enojado:
¿Quién puede ser más poderoso que la Montaña?
El picapedrero contestó la Montaña, porque todos
los días me arranca un trocito de mi cuerpo para hacer piedras.
Entonces el Rey comprendió que todos los seres, por
insignificantes que parezcan, son importantes, y permitió a su
hija que se casara con el picapedrero Pedro. Y fueron felices.
188
LAS AVENTURAS DE POLLO TICO
Cuento popular 35
189
Lobo, que no quiere comer a Oveja que no quiere comer a
Hierba que no quiere limpiarme el pico para poder ir a la
boda de Tío Perico.
Fuego le dijo que estaba muy tranquilito y que no le haría
el favor.
Pollo Tico buscó a Río: Río, apague a Fuego que no
quiere quemar a Palo que no quiere pegar a Perro que no
quiere perseguir a Lobo, que no quiere comer a Oveja que no
quiere comer a Hierba que no quiere limpiarme el pico para
poder ir a la boda de Tío Perico.
Río se rió, pues iba feliz de vacaciones hacia el mar.
Pollo Tico fue hasta donde estaba Vaca: Vaca, bébase
a Río que no quiere apagar a Fuego que no quiere quemar a
Palo que no quiere pegar a Perro que no quiere perseguir a
Lobo, que no quiere comerse a Oveja que no quiere comer a
Hierba que no quiere limpiarme el pico para poder ir a la
boda de Tío Perico.
Muuuuuuuy bonito dijo Vaca, ¿acaso tengo la panza
tan grande para beberme a Río?
Pollo Tico buscó a Cuchillo: Cuchillo, mata a Vaca que
no quiere beber a Río que no quiere apagar a Fuego que no
quiere quemar a Palo que no quiere pegar a Perro que no
quiere perseguir a Lobo, que no quiere comer a Oveja que no
quiere comer a Hierba que no quiere limpiarme el pico para
poder ir a la boda de Tío Perico.
Ahora no tengo filo le dijo Cuchillo.
Pollo Tico fue hasta donde Hombre: Hombre, rompe a
Cuchillo que no quiere matar a Vaca que no quiere beber a
Río que no quiere apagar a Fuego que no quiere quemar a
Palo que no quiere pegar a Perro que no quiere perseguir a
Lobo, que no quiere comer a Oveja que no quiere comer a
Hierba que no quiere limpiarme el pico para poder ir a la
boda de Tío Perico.
Hombre estaba acostado en una hamaca durmiendo la
siesta y ni siquiera se despertó.
190
Pollo Tico buscó a Muerte: Muerte, lleva a Hombre que
no quiere romper a Cuchillo que no quiere matar a Vaca que
no quiere beber a Río que no quiere apagar a Fuego que no
quiere quemar a Palo que no quiere pegar a Perro que no
quiere perseguir a Lobo, que no quiere comer a Oveja que no
quiere comer a Hierba que no quiere limpiarme el pico para
poder ir a la boda de Tío Perico.
Estoy cansada de tanta muerte y no quisiera ver un
muerto más le contestó Muerte.
Por último, Pollo Tico desesperado fue a buscar a Dios,
como último recurso, y esto le pidió: Dios, envía a Muerte a
buscar a Hombre que no quiere romper a Cuchillo que no
quiere matar a Vaca que no quiere beber a Río que no quiere
apagar a Fuego que no quiere quemar a Palo que no quiere
pegar a Perro que no quiere perseguir a Lobo, que no quiere
comer a Oveja que no quiere comer a Hierba que no quiere
limpiarme el pico para poder ir a la boda de Tío Perico.
Entonces Dios envió a Muerte a buscar a Hombre, pero,
esta vez, Hombre quiso romper a Cuchillo, y Cuchillo quiso
matar a Vaca, y Vaca quiso beber a Río, y Río quiso apagar a
Fuego, y Fuego quiso quemar a Palo, y Palo quiso pegar a
Perro, y Perro quiso perseguir a Lobo, y Lobo quiso comer a
Oveja, y Oveja quiso comer a Hierba, y Hierba le limpió el
pico al Pollo Tico, y éste pudo ir muy elegante y limpiecito a la
boda de su Tío Perico.
Cuentan que en la boda de Tío Perico, el Pollo Tico más
de cinco ponches bebió, y de camino de regresó por un
barranco de descalabró, y de su lustroso pico muy poco quedó,
y colorín colorado este cuento acabó.
191
TRES CHICOS
Por Vicente Cortés 36
(España)
36 Cuento popular. Para que tenga sentido, siempre que aparezca (..) se debe hacer
la fórmula del trabalenguas enunciada al principio del cuento.
192
no despertó. Y se fueron a ver si encontraban a alguien que les
ayudara a despertar a la dueña(..). Encontraron a un fraile(..)
y le pidieron:
Señor fraile(..) ¿nos puede ayudar a despertar a la
señora(..) que nos ha dado un gato(..) en lugar de la liebre(..)?
No, no y no chicos(..) no os ayudaré a despertar a la
señora(..) que os ha dado un gato(..) en lugar de la liebre(..)
¿Qué no? Ya verá usted.
Y le pegaron veinte tortazos(..) que le hicieron caer al
suelo(..) y quedando el fraile (..) como muerto(..)
El señor fraile(..) está muerto(..)
Pero no estaba muerto, porque el corazón(..) le latía(..).
Para despertarlo hicieron lo mismo, lo mismo que con la señora
dueña(..) es decir: echarle agua(..), tierra(..), le hicieron
cosquillas(..) y le pasaron por los ojos(..) una cerilla(..). Pero
no despertó el fraile(..) y se fueron a buscar a alguien que les
ayudara a despertar a la dueña(..) y al fraile(..). Caminando(..)
pronto encontraron a un frailón(..) que venía rezando(..) y le
dijeron:
Señor frailón(..) nos podría ayudar a despertar al fraile(..)
y a la dueña(..) que nos ha engañado y nos ha dado un gato(..)
en lugar de una liebre(..)
No, no, no os ayudaré a despertar al fraile(..) ni a la
dueña(..) que os ha dado un gato(..) en lugar de la liebre(..)
¿Qué no nos ayudará? Pues tenga unos cuantos
tortazos(..)
Ufff, no cae este frailón(..) alguien de los aquí presentes
¿me puede echar una mano?... (pregunta al público) Pues si
no, no puede continuar el cuento. Además tienen la oportunidad
de poder pegarle unos cuantos golpes a un miembro del clero
sin ninguna(..) consecuencia posterior.
Y después de los palos el frailón(..) cayó al suelo y parecía
muerto, pero no estaba muerto, pues el corazón(..) le latía(..);
así que le hicieron lo mismo lo mismo que anteriormente le
habían hecho a la dueña(..) y al fraile(..). Le echaron agua(..),
tierra(..), le hicieron cosquillas(..), le pasaron una cerilla por
193
los ojos(...) y que no despertaba. A ver querido publico, ¿alguna
propuesta para despertar a los apaleados(..)?
Como no despertaron se fueron en busca de ayuda, y en
la primera esquina(..) encontraron a un frailín(..) y le
preguntaron:
Señor frailín(..) ¿nos podría ayudar a despertar al
frailón(..) y al fraile(..) y a la dueña(..) que nos ha dado un
gato(..) en lugar de una liebre(..)?
No, no, y no. No os ayudaré a despertar al señor
frailón(..) ni al señor fraile(..) ni a la dueña(...) que os ha dado
un gato(..) en lugar de la liebre(..)
¿Qué no? Pues ya verá.
Le pegaron uno, dos, tres, cuatro palos al señor frailín(..) y
éste cayó a tierra(..) como le había ocurrido anteriormente al
frailón(..) y al fraile(..) y a la dueña(..) que les había dado un
gato(...) en lugar de la liebre(..)
Por favor, queridos oyentes
¿cuántos frailes han pasado por el cuento(..)?
Tres (responde alguien del público)
¿Tres?...pues levanta el culo que lo tienes al revés.
194
ROMANCE DE LA INFANTICIDA
Romance español 37
Padre de mi corazón,
el alférez de esta aldea,
que llega todos los días
y con mi madre conversa.
195
A mí me dan un ochavo
pá jugar a la rayuela
y yo como picarzuelo
me escondo tras de la puerta.
Ha cuarteado su cuerpo,
lo ha tirado en una artesa
y el peinado que le ha hecho
fue cortarle la cabeza.
196
Entra maridito, entra,
que te tengo una gran cena:
los sesitos de un cabrito,
las agallas y la lengua.
Padre de mi corazón
no coma usted de esa cena,
que salió de sus entrañas
y no es justo que a ellas vuelva.
Se ha levantado el señor,
la busca de su hijo empieza,
lo ha encontrado cuarteado,
metidito en una artesa.
197