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EL OTRO LADO DE LA MONEDA

Vivíamos en una burbuja, nuestra rutina parecía una cadena inquebrantable que se volvía
más fuerte con el día a día. Nos veíamos invencibles, inamovibles. ¡Qué arrogantes!
Como un tornado microscópico llevo el covid-19 para revolver toda nuestra vida,
amistades, relaciones, familia, trabajo, gimnasio, viajes, estudios e inclusive modificar
relaciones jurídicas que jamás pensaríamos que se verían afectadas solo por el hecho de
estar en un simple papel.
Cuando se habla del arrendador generalmente se cree que es un empresario pudiente de
la sociedad que posee cinco, seis o siete propiedades al mejor al mejor estilo de tío rico
Mac pato, viaja al exterior, sus hijos estudian en colegios privados o en universidades
prestigiosas y paga su aporte al country club de la ciudad. En cierta medida eso no dista
mucho de la realidad, pues generalmente la cantidad de propiedades que posee le
permite tener la capacidad para adquirir de bienes y servicios. ¿Pero, qué sucede con
aquel arrendador pequeño? Aquel que posee máximo una o dos propiedades, no es
profesional y vive de ellas. El que vive en un barrio promedio, lleva una vida relativamente
“cómoda” y no tiene una vida llena lujos. ¿Alguien quiere pensar en el arrendador?
En si todo es una cadena, si el arrendatario solo produce el 50% de las ganancias es
ilógico que pueda sostener el 100% del valor del arriendo, lo hará el primer mes, pero
para el segundo mes lo dudo. ¿Y las nóminas? Lo más lógico y sensato sería que el
arrendador y arrendatario negocien el valor del canon del inmueble por el tiempo que
demore la pandemia, pues la fuerza mayor no exonera al arrendatario del pago del
arriendo (ya que de hacerlo este derivaría en un contrato distinto), pero sí de los efectos
jurídicos que genera el no pago del canon del inmueble, siempre y cuando la fuerza
mayor se pueda demostrar en juicio.
Ahora, digamos que el arrendatario no puede sostener el arriendo del local, casa o
apartamento y decide entregar… La veo maluca para el arrendador. Él también es padre
de familia, esposo, tío, hermano, paga servicios, el colegio de los hijos, algunos pagaran
la universidad de sus hijos mayores. Seguramente algunos satisfagan sus necesidades a
corto y mediano plazo. Muchos de ustedes pensaran “ES QUE TIENE DE DONDE
HECHAR MANO”, ¿Pero por cuánto tiempo más? No me malinterpreten este no es un
simple escrito que predica “pobrecito el arrendador”, simplemente trato de ver esta
problemática desde otro punto de vista, desde otra perspectiva. Esto afecta por partes
iguales tanto a arrendador como a arrendatario, cada uno con sus matices y diferencias,
propios de cada cual y de su posición en la sociedad. Lo que no se puede perder es la
capacidad de llegar a acuerdos que permitan a las dos partes a sobrellevar una situación
tan sui generis; la capacidad de ser seres humanos.
El año 2020 quedara en la historia de la humanidad como uno de los años más difíciles de
nuestra generación, colocando a prueba nuestra templanza y solidaridad entre nosotros
mismos. El año que le propino una cachetada a la humanidad y le dijo…”no eres tan
grande como crees”.

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