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COLOMBIA NECESITA UNA RESETEADA

La multiculturalidad propia de los pueblos latinoamericanos, es una de principales


víctimas del fracaso de los modelos presidencialistas en países de América Latina. La
diversidad propia de los mismos, es un mártir sacrificado por la exclusión generada por un
sistema que en teoría es democrático, cuando en verdad termina excluyendo a aquellas
minorías políticas generando por lo tanto grandes divisiones internas y en algunas
ocasiones incluso, guerras civiles.
Este tipo de modelo empezó a ser utilizado por países de Latinoamérica, incluyendo a
Colombia, justo después de sus respectivos procesos independistas de comienzos del
siglo XIX sin llegar a hacer un estudio claro de qué sistema de gobierno le convendría
más. Se podría decir que lo que hicieron fue emplear un sistema presidencial AD-HOC, y
a medida que fueron pasando las décadas lo fueron perfeccionando cada uno de acuerdo
a sus necesidades sociales y regionales. Consecuencia de esto podría decirse son las
guerras civiles que sufrió Colombia a lo largo de su historia entre ellas la de 1860 a 1862,
entre liberales y conservadores por obtener el poder en el país y que posteriormente
arrastrarían a los habitantes del campo al conflicto.
Un ejemplo mucho más actual, pero a la vez absurdo, es el de Venezuela en donde el
poder ejecutivo (presidente) tiene un amplio poder y que además manipula a su antojo
tanto el poder legislativo como el poder judicial (corrupción). Esto genera por lo tanto una
gran división no solo política, sino social en la cual una minoría considerada oposición se
ve en la necesidad de abandonar su país y otra mayoría que apoya al gobierno de turno a
aceptar las migajas que le da el ejecutivo.
Otro punto negativo del sistema presidencial, podría decirse o considerar es el de las
trabas generadas entre el ejecutivo y la legislatura. Esto considerando que las diferencias
políticas o ideológicas, generarían caos o atraso en la aprobación de proyectos de Ley,
que buscan beneficiar a la Nación o al pueblo que eligió a ese presidente, y que por lo
tanto buscaría beneficiar los intereses de los partidos que tengan la mayoría
Para solucionar estos inconvenientes generados por un sistema presidencial mal aplicado
y precario en algunos países de Latinoamérica incluyendo el nuestro, lo más óptimo sería
aplicar un sistema de gobierno parlamentario, que tenga un poder compartido.
Este sistema parlamentario ofrecería un gabinete como cuerpo colegiado fuerte en la
toma de decisiones y que no sería solo un órgano consultivo como en el sistema
presidencial, donde el gabinete solo puede dar consultas u opiniones sin derecho a tener
una postura fuerte frente al ejecutivo como si fueran unos simples secretarios. Un punto
positivo a su vez sería la eliminación de la fuerte influencia que tendría la llamada suma
cero en la política democrática, el cual genera como siempre una gran ventaja para el
ganador de la contienda política y a su vez va generando un distanciamiento con la parte
perdedora.
Por otro lado, en un sistema parlamentario los partidos políticos se verían sumamente
fortalecidos, contribuyendo al crecimiento de ellos, de sus propuestas, posturas e ideales.
Esto llevaría entonces, a que los electores se sientan más vinculados con la vida política,
teniendo en cuenta las propuestas de los partidos. Lo anterior entonces desecharía la
idea de centrar toda la atención en una figura unipersonal, que podría llegar a causar
divisiones dentro de una nación, que como Colombia ya de por si se encuentra dividida
desde el punto de vista político, social, económico y en donde los electores que no
votaron por esa figura se sienten excluidos por el sistema central, el mismo que termina
siendo ineficiente en la toma de decisiones en las diferentes regiones del país.
Pero, ¿estará Colombia dispuesta a hacer un cambio tan drástico? ¿tendrá Colombia la
valentía de cambiar o dejar este sistema político caudillista? ¿los políticos estarán
dispuestos a que les cuestionen su poder? Colombia necesita un cambio en su estructura
política, que le permita hacer un control político más efectivo y profundo al gobernante de
turno, donde el sistema de pesos y contra pesos sea más equilibrado, ya que de no
hacerse estaríamos próximos a convertirnos en un estado anárquico y de falsa
democracia.

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