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¿Que es el amor de sí mismo?

Cardenal Joseph Ratzinger

¿Puede existir el amor de sí mismo?, ¿Có mo se debe entender?.

Si nos dirigimos con esta cuestió n a la Biblia, encontraremos en primer lugar


posiciones aparentemente contradictorias. Escuchamos, por ejemplo, palabras como.
“si uno quiere salvar su vida, la perderá , pero el que pierda su vida, por mi y por la
buena noticia, la salvará ” (Mc 8,35). Y aú n suenan má s fuertes las siguientes palabras
de Jesú s: “Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su
mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser
discípulo mío “. En la misma direcció n se mueven las palabras de la negació n de sí
como presupuesto necesario para el seguimiento de Jesú s (Mc 8, 34) y otros textos.

Por otra parte se ha dicho que hay que amar al pró jimo "como a ti mismo". Pero esto
significa lo siguiente: el amor de sí mismo, la afirmació n del propio ser, ofrece la forma
y la medida para el amor al pró jimo. El amor de sí mismo es una cosa natural y
necesaria, sin la que el amor al pró jimo perdería su propio fundamento. Pero ¿como es
posible encontrar una unidad interna en estos dos grupos de textos?.

Todos los hombres han sido llamados a la salvació n. El hombre es querido y amado
por Dios y su tarea má xima consiste en corresponder a este amor. No puede odiar lo
que Dios ama. No puede destruir lo que esta destinado a la eternidad. Ser llamados al
amor de Dios es ser llamados a la felicidad. Ser felices es un deber humano-natural y
sobrenatural.

Cuando Jesú s habla de negarse a sí mismo, de perder la propia vida, etc, esta
indicando el camino de la justa afirmació n de sí (amor de sí mismo) que reclama
siempre un abrirse, un trascender. Pero la necesidad de salir de sí, no excluye la
autoafirmació n, sino todo lo contrario: es el modo de encontrarse a sí mismo y de
"amarse".

No es difícil odiarse a sí mismo, pero las gracias de las gracias sería amarse a sí mismo
como un miembro del cuerpo de Cristo. El realismo de esta afirmació n es evidente.
Hay muchas personas que viven en contradicció n consigo mismas. Su aversió n a sus
propias personas, su incapacidad de aceptarse y de reconciliarse consigo mismas,
queda muy lejos de la “auto – negació n “ pretendida por el Señ or. Quien no se ama a sí
mismo no puede amar a su pró jimo. No le puede aceptar “como sí mismo“, porque esta
contra sí mismo y por tanto es incapaz de amarle partiendo de los profundo de su ser.

Todo esto significa lo siguiente: egoísmo y amor auténtico de sí mismo no solo no son
idénticos, sino que se excluyen. Uno puede ser un gran egoísta y estar en discordia
consigo mismo. Sí, el egoísmo proviene con frecuencia precisamente de una laceració n
interna, de un intento de crearse otro yo, mientras que la justa relació n con el yo crece
con la libertad de sí mismo.
Incluso se podría hablar de un círculo antropoló gico: en la medida en que uno se
busca siempre a sí mismo, intenta realizarse e insiste en la plenitud del propio yo, el
resultado es contradictorio, penoso y triste. El individuo se disolverá en mil formas y
al final quedará ú nicamente la huída de sí mismo, la incapacidad de soportarse. El
refugio en la droga o en otras mú ltiples formas de egoísmo es, en sí contradictorio.

Só lo el sí que me viene dado de un tú me posibilita una respuesta afirmativa a mí


mismo, en el tú y con el tú . El yo se realiza mediante el tú . Por otra parte resulta
también cierto que ú nicamente quien se ha aceptado a sí mismo puede decir sí al otro.
Aceptarse a sí mismo, “amarse “, presupone a su vez la verdad, y postula el encuentro
en un camino hacia esa verdad.

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