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I. La Psicología racional
II. Los sentidos y la inteligencia
III. La sensibilidad. Sentidos externos y sentidos internos
IV. Inteligencia y abstracción
I. La Psicología racional
Las facultades
Conocimiento y apetición
La vida psíquica consta de dos tipos de actos irreductibles entre sí los cognoscitivos
y los tendenciales. En el conocimiento lo conocido es poseído vitalmente por el
cognoscente; la tendencia o acción apetitiva, sin embargo, no es posesión sino
inclinación hacia el bien capaz de satisfacerla. Cuando vemos una manzana,
poseemos la manzana vista; si la apetecemos, vamos en dirección a la manzana.
La intencionalidad es incomparablemente más perfecta en el conocer que en la
apetición; hay la misma diferencia entre intencionalidad cognoscitiva y apetitiva
que entre tener y no tener.
Conocimiento y apetición, a su vez, pueden ser sensibles o intelectuales. La vida
apetitiva sensible es la esfera de los sentimientos y emociones, la afectividad, que
deriva del deseo y de la aversión; la vida apetitiva superior se llama voluntad, o
amor, es libre y el motor de toda la vida psíquica. Nos ocuparemos por ahora sólo
del conocimiento.
Sensación y empirismo
Umbrales sensoriales
Del carácter orgánico de la sensación deriva el hecho de que tenga una magnitud
máxima y una mínima; se habla así de “umbral”, máximo o mínimo, de modo que
por debajo del mínimo no se siente (no sentimos la luz infrarroja, o los
infrasonidos); por encima del umbral tampoco se siente (no sentimos la luz
ultravioleta, los ultrasonidos, etc.). La diferencia entre una sensación y otra más, o
menos, intensa se llama «umbral diferencial». El umbral diferencial humano es
diferente del de otras especies, eso explica la diversa sensibilidad de los animales.
En atención a su adaptación al medio, muchos animales pueden sentir sonidos que
el hombre no oye. El perro se yergue y estira las orejas, alerta a su amo; el umbral
auditivo del perro es más dilatado que el nuestro. Las ballenas se comunican con
mensajes sonoros desde miles de millas marinas de distancia, sienten ultrasonidos.
Si nosotros tuviéramos la sensibilidad auditiva del murciélago, aunque sólo fuera
por un breve tiempo, nos causaría un grave trastorno o nos volveríamos locos. Lo
mismo pasa con la agudeza visual, olfativa, etc. Aun con todo, sólo podemos decir
que las bestias suelen presentar más agudizado algún sentido. La sensibilidad, en
su conjunto, es más delicada en el hombre que en ningún otro ser vivo.
El estudio de la vertiente orgánica de la sensibilidad corresponde a la psicología
experimental. Descubre que la sensación incluye, junto con la recepción pasiva del
estímulo, un momento de espontaneidad activa. Sentir no es un simple recibir. Es
también una manera original de actuar. Este es el significado de la llamada «ley de
la energía específica» de los sentidos: cada sentido reacciona de una manera
específica ante la estimulación. Si se estimula un sentido (el ojo, el oído, etc.)
artificialmente, de manera mecánica, eléctrica, etc., siempre “siente” de la forma
que le es propia: el ojo experimenta colores, el oído sonidos, etc. “ver las estrellas”,
como resultado de un golpe en el ojo, tiene esta explicación. Los sentidos tienen
espontaneidad: vemos negra la oscuridad, oímos el silencio, es decir, el sentido
“siente” incluso en ausencia de estímulo. Pero un ciego de nacimiento, o un sordo
de nacimiento, ni ve todo negro ni oye silencio. No tienen idea de color ni de
silencio. Todo nuestro conocimiento, en efecto, comienza por los sentidos, por la
sensación; y quien está privado de ella desde siempre, está privado de un sector de
la realidad, no lo conoce en absoluto.
Sentimos las cualidades, no sentimos el ser. Cuando veo la hoja de papel blanco, ni
la vista ni los otros sentidos captan el ser del papel, sino su color, su tacto, etc. La
distinción entre lo que es sensible propiamente (per se) y lo que no es propiamente
sensible, pero lo adquirimos mediante los sentidos (per accidens), equivale a la
diferencia entre cualidades sensibles y esencia inteligible. Los sentidos captan el
color del papel, su tacto suave, cálido, etc., la mente, en cambio, a través de estos
sensibles per se, se hace cargo de la existencia del objeto y de su esencia o
naturaleza (es papel). El ser no es una cualidad, no se siente, sino que se entiende;
pero la captación intelectual del ser es adquirida a través de los sentidos.
En resumen, los accidentes o propiedades (colores, sonidos, tamaño, etc.) son
sensibles per se; el ser de las cosas y su naturaleza (es papel, es pájaro, etc.) es
sensible per accidens.
Una cualidad sensible se llama «propia» cuando es objeto solo de un sentido; así, el
color es propio de la vista, el sonido del oído, el sabor del gusto, etc. La vista no
siente los sonidos, como el oído no siente colores; son sensibles propios.
Una cualidad sensible se llama «común» cuando es objeto de dos o más sentidos a
la vez; el tamaño, la figura, el número, la posición y el reposo o el movimiento
son sensibles comunes. Podemos cómo es de grande una caja o qué figura tiene,
por la vista o por el tacto; podemos saber el número de objetos que hay en la caja
o sobre la mesa, por inspección visual o palpando en la oscuridad. Un objeto que se
aproxima o se aleja se siente con la vista, el oído o tal vez el tacto, como por
ejemplo un potente motor.
Según Descartes y John Locke sólo serían reales los sensibles comunes, los propios
o cualidades serían irreales, subjetivos. Obedecía esta idea al prejuicio cartesiano
según el cual sólo la extensión geométrica es físicamente real, cuerpo. Las
cualidades, en cambio, a diferencia de las magnitudes o cantidades, serían sólo
“psicológicas” o subjetivas. Cuando vemos el cielo azul, ¿podemos asegurar que
todos sienten la misma sensación que nosotros, cuando dicen “azul”? ¿Cómo se
podría comprobar? ¿No es completamente íntimo y subjetivo el hecho de sentir?
Ante todo, se debe contestar que las cualidades sensibles son conocimientos, no
cosas; por lo tanto, no existen sin el acto de conocer ni sin el cognoscente en acto;
pero ¿quiere eso decir que no existen? Solo quiere decir que tienen una forma de
ser distinta de los sólidos y los objetos de la mecánica; pero no son ilusiones. Las
cualidades no son creadas por la mente. Cuando decimos que el cielo es azul y el
agua fresca no expresamos sólo un hecho subjetivo, expresamos también algo que
es real en el mundo.
Recordemos que no es igual ser que ser conocido. El ser real debe ser conocido; si
no, no se nos da. Que conozcamos el ser no quiere decir que el ser real, en su
realidad, tenga la forma de «conocido». La realidad no depende del hecho de ser
conocida. La sensación solo existe para quien la siente; pero el ser sensible es
como es, aunque no se lo sienta.
Intuición y representaciones
Aristóteles distinguía cinco, los ordenaba de mayor a menor perfección así: vista,
oído, olfato, gusto y tacto. Los tres últimos necesitan ser estimulados
por contactocon el objeto; el oído y la vista, en cambio, son más poderosos en
cuanto reciben el estímulo a través de un medio (aire, agua) y sienten
lo distante, como tal, como distante.
Del tacto dice Aristóteles que no es “un “sentido, sino un género. En efecto, el tipo
de sensibles propios que es capaz de sentir el tacto es múltiple y variado. Si en un
centímetro cuadrado de piel vamos punteando con una aguja, sentiremos
alternativamente que está fría, que pincha, que presiona, etc. De ahí la división del
tacto en tres sentidos: 1) táctil, tiene por objeto la rugosidad o suavidad de las
superficies; 2) térmico, conoce calor y frío; 3) algésico, siente el dolor. La
psicología experimental moderna amplía los clásicos cinco sentidos, añadiendo tres
más: a) sentido cenestésico, que conoce la posición de nuestro propio cuerpo; b)
sentidocinestésico, por el que sentimos el reposo o movimiento de nuestro cuerpo;
y c) sentido palestésico, que siente las vibraciones.
Vemos colores y oímos sonidos; pero también sentimos que sentimos. Tenemos
una especie de conciencia sensible, es la forma mínima de la conciencia: la
actividad del sentido común. Esto quiere decir que el objeto del sentido común son
actos: los actos de los sentidos externos; él siente que vemos y siente “la cosa”
vista.
Además, como son su objeto los actos de los sentidos externos, es capaz
de compararlos, porque los diferencia. También por eso los unifica. Distinguimos lo
blanco de lo dulce, así como de la rugosidad, ahora bien, la vista no conoce la
rugosidad ni la dulzura, así como el gusto no conoce el color. El acto del sentido
común, en el que se unifican y coordinan las sensaciones, se llama percepción.
La psicología experimental habla de la percepción como de una síntesis sensorial y
una organización primaria de la percepción. Por imperfecta que sea, en la
percepción tenemos la primera captación del ser sustancial y de la esencia; la
percepción del azucarillo conoce que existe (sustancia) y que es azúcar y no sal
(esencia). Por eso, además de unificar sensibles propios y comunes, el sentido
común conoce lo sensible per accidens, que es el ser inteligible.
Resumiendo, las cuatro funciones atribuidas al sentido común son:
1. Sentir los objetos de los sentidos externos.
2. Diferenciarlos entre si.
3. Unificarlos en una percepción, y
4. Sentir que los sentidos sienten, ejerciendo una auténtica conciencia sensible.
La imaginación
La percepción actual pasa, pero lo percibido no pasa. Eso significa que conservamos
las percepciones y las podemos reactualizar. Si ahora no estamos viendo ni oliendo
una rosa, se nos puede pedir que la imaginemos; actualizaremos la percepción
visual, olfativa, etc., de la rosa, aunque no tengamos ninguna delante. Se trata
ahora de un acto diferente: conservar y reactualizar percepciones. Las percepciones
pasadas, al ser reactualizadas, no son exactamente percepciones, porque no son la
captación de un ser presente, se las llama «imágenes». Tenemos, pues, un objeto
(la imagen) y un acto (conservar y actualizar), luego tenemos otra facultad
sensible, específicamente diversa, la imaginación o fantasía.
La imaginación no necesita ser actuada por un estímulo externo. Actúa por ella
misma, desde sí misma. Como puede actualizar lo que no es actual, la imaginación
es capaz de hábitos elementales. Conserva y reproduce el esquema de secuencias o
procesos temporales (así, por ejemplo, con la imaginación oímos la música; el oído
y el sentido común sólo perciben el sonido actual, mas si retenemos las notas y
acordes pasados y conocemos la unidad de la melodía es que obra otro sentido que
unifica conservando; igualmente, con la imaginación tenemos y aplicamos
esquemas de actuación como bajar escaleras corriendo, escribir, etc., son
actividades complicadas que realizamos espontáneamente, sin reflexión).
Debido a la capacidad de reactualizar, la imaginación puede también combinar y
recombinar. Es la imaginación creativa, la fantasía creadora propia del artista. Es
también la combinatoria de los sueños. La imaginación tiene mucha más
espontaneidad que los otros sentidos, ya que puede actuarse sola. En el animal
depende del control del instinto, en el hombre del uso de la razón; aun con todo,
puede escapar al control de la razón, como en el caso de los sueños y las fantasías
o ensueños (soñar despierto). Se ha dicho de ella que es «la loca de la casa» (Sta.
Teresa de Ávila), en referencia a esa capacidad de actuar al margen de la razón. En
todo caso, en personas sanas y normales, la actividad fantaseadora al margen de la
razón y del sentido común es la excepción, no la norma.
Funciones de la imaginación
La memoria
Funciones de la memoria
La intelección
El acto de entender toma posesión del ser (de las cosas) en absoluto; del ser en
absluto, no de esta o aquella condición o circunstancia, sea aquí o allá, ahora o más
tarde, hoy o hace mil años. Lo entendido es el concepto y se corresponde con el
acto de entenderlo. Cuando las cosas del mundo han sido entendidas por el
hombre, en tanto que son ya posesión suya, o conceptos (palabras interiores),
entonces están elevadas a existencia espiritual. El intelecto sigue, más que
cualquier otra facultad, la ley: quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur, es
decir, que el “contenido” adopta la forma de ser del continente. El intelecto, capaz
por naturaleza de “contener” todas las cosas es, en cierta manera, la totalidad del
ser, dice Tomás de Aquino, recordando a Aristóteles: por la inteligencia –había
escrito el filósofo de Estagira– «el alma se hace en cierto modo todas las cosas»
(anima fit quaedammodo omnia).
Ese poder de captar el ser de las cosas en absoluto es la causa por la que los
conceptos humanos van acompañados de propiedades lógicas, tales como la
universalidad. Los conceptos, como «objetos» mentales o representaciones, no son
«lo que» entendemos, sino el medio «por el cual» entendemos. No pensamos las
ideas, sino las cosas; no conocemos [directamente] nuestros conceptos, sino los
seres a los que se refieren. Los conceptos -actos de entender- son intencionales; y
la intelección es, por ello, apertura.
El intelecto paciente
Es preciso explicar el proceso de adquisición de nuestros conocimientos
intelectuales porque no tenemos ideas innatas; luego las debemos elaborar a partir
de la percepción, la imaginación y la memoria.
El intelecto, en tanto que puede entenderlo todo, pero actualmente no entiende, se
llama intelecto paciente, es decir, que es en potencia todos los inteligibles. Recibe
también el nombre de intelecto posible; por él son posibles todas las intelecciones.
Este es el punto de partida. Ahora es preciso considerar cómo el intelecto paciente
llega a ser inteligente en acto.
Conviene advertir aquí algunas propiedades de la inteligencia: 1ª) para ella,
entender es actuar; 2ª) es la facultad de la novedad, de la inventiva; y 3ª) está en
potencia espiritual, no físicamente; porque se ordena a lo infinito.
El intelecto agente
El proceso de la abstracción
Exponemos a continuación este proceso de acuerdo con una larga tradición escolar, la «escolástica», y en
forma esquemática. Esta exposición está aceptada como la doctrina aristotélico-tomista de la intelección. Su
«nervio» explicativo es la transición del entendimiento en potencia (que puede saber y todavía no sabe, que
carece de ideas innatas y debe aprender) al entendimiento en acto, que es la acción misma de entender. Esta
transición suele presentarse, sin embargo, de una forma muy próxima al proceso del cambio físico, según el
principio «todo lo que se mueve es movido por otro». Una interpretación rígida de esta descripción causará el
efecto de que ambos intelectos (paciente y agente) sean dos potencias operativas o facultades distintas. Creo
que sería una apreciación errónea, pues el entendimiento no es movido por las cosas, ni por las imágenes: se
«mueve» por sí mismo.
Primer momento
El intelecto carece de ideas innatas, las debe adquirir. No hay nada en el intelecto
que no provenga de los sentidos (Nihil est in intellectu, quod prius non fuerit in
sensu). Es comparable con una tablilla encerada, en la que no se hubiera escrito
nunca.
La percepción capta un todo sensible (lo inteligible en potencia).
La imagen (percepción formalizada) es aún inteligible en potencia: no puede
actualizar al entendimiento posible. Es, pues, necesario un principio activo que
haga al inteligible en acto.
Segundo momento
Tercer momento
Cuarto momento
Toda acción produce un efecto. Entender es actividad vital, tiene un efecto vital.
Se denomina palabra mental o palabra interior (verbum mentis, verbum interius).
La acción de entender es verbal: un decir interiormente la cosa; un entenderla al
formarla, y formarla entendiendo. Esta palabra o «verbo interior» se
llamaconcepto.
Los conceptos son signos naturales, perfectos, de las cosas, y las palabras son
signos artificiales de los conceptos.
Consideremos de nuevo este ejemplo: «El teorema de Pitágoras, ¿era verdad antes
de Pitágoras?» Espontáneamente se suele responder que sí. De acuerdo. Pero
¿dónde lo era? El ejemplo hace ver que los conceptos gozan de una existencia
diferente de las cosas sensibles o materiales. No son aquí o allá, ahora o antes,
aparecen como supratemporales y supraespaciales: por encima del espacio y el
tiempo, por la misma razón por la que están por encima de la singularidad
numérica, de la concreción de lo material; en fin, los universales, como tales, son
inmateriales. Eso no quiere decir que sean «ideas separadas», como los imaginó
Platón. Significa que han sido desmaterializados ¾y eso es la abstracción¾ y, en
consecuencia, han cobrado la forma de ser propia de la mente: han sido
espiritualizados.
La desmaterialización de las imágenes a partir de percepciones sensoriales es el
proceso psicológico que explica la formación de inteligibles en acto; su recepción en
un entendimiento sin ideas innatas significa, a su vez, la actualización de ese
entendimiento. En aquel acto, el entendimiento (en acto de entender) y lo
inteligible (en acto) son un solo acto. El ser material se ha visto elevado al nivel del
ser del espíritu, es decir, separado de la extensión espacial y del tiempo, de la
divisibilidad y de la mutabilidad propias de las cosas compuestas de materia.
En conclusión, la abstracción produce conceptos inmateriales y, por el hecho de ser
inmateriales, también inteligibles, universales, inmóviles, etc.