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HISTORIA D E LA HISTERIA

T a n sólo una razón de orden histórico y respeto por


la cronología de los éxitos y los fracasos de la vida de
investigador de Sigmund Freud, explica el hecho de que
en esta obra se considere el estudio de lo patológico y
de lo normal para el psicoanálisis, partiendo desde el
punto inicial de la histeria.
Una enfermedad como tantas, desleída por el tiempo
y refugiada en diversas formas de expresión, la histeria
f u e quizás el primer mal al cual los médicos de una
época pasada no pudieron hallarle una explicación total-
mente soinática. Nada pudo aceptar Freud -atado por
s u rigor científico- de cuanto se decía como explica-
ción de la histeria, máxime cuando gran parte de las
argumentaciones y razones pecaban por el delito de des-
conocer factores fisiológicos incuestionables.
El hecho es que la histeria fue el mal que permitió
a Freud i r atando los primeros cabos en la larga ca-
dena que lo llevaría a sentar las bases del psicoanálisis.
La "gran histeriaJ' del siglo pasado, que se mantuvo
con sus características notables hasta comienzos del ac-
tual, comportaba una movilización general y aguda de
síntomas y motivaciones, por lo cual resulta lógico que
el psicoanálisis comenzara a desarrollarse por su camino.

La historia documental de la histeria nace en los pri-


meros escritos médicos y filosóficos. E n l a antigua Gre-
cia la Filosofía tocaba de cerca a l a medicina o la con-
taba en sus dominios. Hipócrates, nacido 460 años antes
de Cristo, ya se refería a este mal, demostrando que si
bien en su época se conocía l a epilepsia, muchas veces
no se lograba diferenciarla netamente de la histeria.
sobre la que, concretamente, sólo se tenían algunos cono-
ciiiiientos imperfectos. Por elio mismo se puede deiiios-
t r a r que la epilepsia, el ?r,orbics saccí., debe mucho de su
carácter hierático a 1s imperfecto del conociiniento que
se tenía entonces de la histeria. L a mayor parte de los
enfernips de !o que entonces se conocía con el nombre
de "mal de Héi.cules" y las célebres Pitonisas de Delfos
que predeciaii, en medio de horribles conviilsiones y gri-
tos estridentes, el f u t u r o de quien las consultara en el
Templo de Apoli~,no eran, en realidad, nlss que su,ietos
histéricos.
HipOcrates fue el primero que intentó esplicar (le un
tiiodo natural sus manifestaciones, vinculán(lolas con uii
desplazamiento del útero, llaniado h i s t c r o ) i en griego, de
donde proviene el nombre de histeria que sc da a la en-
fermedad. P a r a él, en suma, se t r a t a b a de iinn anomalía
de tipo ginecológico, concepto que, con algunas varian-
tes, rigió la clínica y la terapéutica de la histeria hasta
el siglo XIX.
Los médicos de Egipto y otros pueblos priniitivos del
cercan% Oriente creían también que l a niatriz e r a uii
~ i g a n o icorne que podía desplazarse dentro del cuerpo
hasta obstruir todas las entradas de aire.
Platón, contemporáneo de Hipócrates, nacido en el
aiio 427 antes de Cristo, sostenía esta misma teoría, y
en su diiilogo "Tiineo" puso en boca de Sócrates esta de-
finición :
"La matriz es un animal que desea ardientemente
engendrar niños. Cuando queda estéril por largo tiempo
después de la pubertad, se aflige de soportarlo y se in-
digna, recorriendo el cuerpo y obturando todas las sali-
das de aire. Paraliza la respiración e inipulsa el cuei'po
a peligrosos extremos, ocasionando a l mismo tiempo di-
versas enfermedades, hasta que el deseo y el amor,
leuniendo al hombre y a la n ~ u j e rhacen nacer un fiiito
y lo recoaen como sobre un irbol."
E s t a teoría anticipa en cierta medida el afoi.ismo psi-
cosoii~iitico según el cual "una vida sexual insatisfecha
~ ~ u c r i provocar
r! una neurosis".
Pero es esta misma suposición la que lleva al tan
difundido error de creer que el matrimonio es una cura
para las histéricas y que si una histérica está casatia,
se libra del mal teniendo un hijo.
1.a experiencia ha demostrado que ocurre todo lo con-
tiario, hecho que se comprende cuando se estudian los
contenidos profundos de la enfermedad.
Cuatro siglos y medio después de Hipócrates, sin qui-
tarle a la matriz toda su importancia en la etiología de
la histeria, Galeno, en el año 170 d.c., calificó d e ab-
surda la opinión de Platón e Hipócrates. Sus conoci-
mientos anatómicos m á s profundos le habían deniostrado
que el útero no podía desplazarse constantemente de la
vagina a l apéndice xifoides, sosteniendo en cambio que
la histeria e r a provocada por la i.eteiici6n de la sangre
nienstrual o el semen feiiienino, pues ei'a creencia admi-
tida en esa época quc la mujer e y ~ c u l a h asemen al igual
que el hombre.
En el siglo I X , un médico árabe, Serapión, dijo que los
trastornos hist6ricos no eran dehidos a la retención de
la sangre inenstitinl, sino a la continencia sexual, pues
iio hahia encontrado esta afecci6n nada miís que en viu-
(las y soltertis. Posterioi.niente, otros médicos brabes.
entre ellos Tlhaz~sy A ~ ~ i c e i i anegaron,
, al16 por el año
10:10, que el útc.i,o fuera iin animal e r r a n t e y explicaron
la r t i o l o g i ~de la hist<xi,i;i por vapores t6xicos, de origen
uterino o digestivos, pi.ocedeiites dcl higatlo o del bazo,
y quta iitaciihari ;iI cerebro.
A lo largo de toda lii E(la<l Media, tlesdr el año 476
a 145:3, iicontecc con la histeria l o misiiio que habría
de suceder en tantos otros aspectos de la actividad hu-
m a n a : se Ir dio iin valor. demoníaco idéntico al que le
asigna el Corhn, que pi.esent.a los t r a s t o ~ ~ npsíquicoso~
o nerviosos como obra (le la influenc,iw del tlenionio.
Pero la viencia parece habei dado iin paso etlelante.
pues en los grabados rlt. ( ~ ~ i t o i i < partc
~ c s d í ~los posesos
i! conv~ilsc~s ron honibi.cs, lo cual pi.uel>~qlica la histeria
iiiasc~ilina(>i.ii hastnntc f'i~eciit~nte.
Sin r.iiibai.~o,o11 la [.:dad Mtntlia, el c.oncepto de la his-
t.eria se inspir:~txii 1:) iiirdicinii atitigua. IJnas veces se
la ;itl.il)uy<. a iin desplaza~iiirntodc la iiiatriz. o t r a s a la
a(8cióii (le \.apores t6xic~os de origen genital, pero siem-
pre domina, conio causal. el deinoiiio. Sólo con el Reria-
cimiento la histeria deja de ser un tema teol6pico para
volver, coi1 toda justicia, al campo de la medicina.
A p a r t i r del año 1500, los médicos. liberados del con-
cepto demoniaco, vuelven a considerarla desde el punto
de vista somático y ven en ella "una sofocación por des-
plazamiento de la matriz". Si'suiendo las des~ripciones
d e H i p ó c r a t e s y P l a t ó n , t r a t a b a n de relacionar o i n t e r -
p r e t a r los casos que i b a n observando.
E l respeto por lo a n t i g u o f u e t a l que Jeaii F e r n e l
(1497-15.58) c e n s u r ó a Galeno por h a b e r dicho que la
m a t r i z n o podía tiesplazarse pai'a producir l a histeria.
L a t e r a p é u t i c a a que s e r e c u r r í a d u r a n t e el Renaci-
miento p a r a l a cu. ación del m a l e r a s u m a m e n t e pinto-
resca. Basatlos en el concepto d e que el ú t e r o se des-
plazaba, i m a g i n c r o n q u e p a r a a t r a e r l a niatriz hacia su
l u g a r , lo mejor e r a hacer aspii.ar a la e n f e r m a malos
olores ( c u e r n o queriiado. siistancias p ú t r i d a s , anioniaco,
o r i n a y heces h u m a i i a s ) y coloc.arl(~r n la zona vagina1
olores agradable.: ( á m b a r , toniillo. IHiidano. o liuez iiios-
c a d a , heividos en v i n o ) . C r e i a n que, por este niedio
obligarían a la m a t r i z a de,iar l a s p a r t e s siiperiores m a i
olieiites y descendeis a a s p i r a r los exquisitns a r o m a s q u e
s e encontyaban abajo. No e r a n bstos, enipero, los únicos
r e n i ~ d i o sa que se apelaha corno tc~rapéiitica. y preven-
ciiin ror?tra la histeria en e1 s i ~ l o xvr. L s h b a s e en
aquella épor:i colocar u n a piedra n e g r a . pulida y pesa-
d a , l l a m a d a /~i~,tl~.cc (11. Gspn,ín. qiie se sii,jetitha con h a n -
tleletas sohre el o m h l i ~ otlr la c,nfei.iiia. E s t e e r a en
i'ealitlad uii rriiicdio preventivo, piies c.ic;indo s c prescn-
t a h a n los sintoiiias coii<~irto!:tl(1l accrso ilvliía rotirai.s<>
la pic(li,a. ('iii,dan, c3n el aiio 15.50, presci.ihí:i poi. vía
huc;cl Linü ~ i i < ~ z cde l a peziifia tlt. cic*rvo piil\,ri,izada y r a í z
d r ,jenrihrcb. Si rst;i p0cinia iio s u r t i a ef(.cto. potlía Ile-
v a r s c c o l ~ ñ t l a al corllo u n a holsita llena tlc polvo de
pezuna y jengibre (1ii<' igii;iliiieiitc~ dai,ia rcsult:irlo. Talii-
hi6n se reconirntlal)a hchc~i.infiisionrs <1(, l)rionia cn vino
Ijlanco, t6 d e A n ~ b l i c a do Noi'iieea. hino,ios, a s a f b t i d a .
alcanfor. ungiiento itli~iizcla(ln,Aiiih:ir. to(lo lo (.iiaI podín
s e r utilizado cn pociones o cn p o n i a d a ~ .
E l J I a c ~ s t r r tle P l a t e ; ~ ,d e 1:i <~sc~ic,la tlc. S;ilei.iio, pre-
conizal)a en el s i r l o xrr iin tratiiiiiioiitci qiie consistía en
in(liciii.lcs a los hist6ricos qiic iiinstiiih:is(~n.
I < < ~ s t ode
s ~ q i i < > l ltcarap6iitic;i
:~ i-rn;trc~ntist:ise inantie-
iien a ú n en n i i e s t r : ~ +oca. y así. h;ista no h a c r mucho,
cBra c.orricntc h:illar ( , i i 1:i (,iii.tcbi.:i tl(, c.ii:ilqiii('i. m u j e r
roltel'oni~o viiid:~.io\.c~iii i i i fi,asqiiit.o t l v s;ilvr. Taiiihi6n
cbra priicticic c ~ o i ~ i ~ i c ~cbn iil<las
~ pii:ii.dia': tl(b los hosl)itales
prcsion;ii 1i:ist.a cl tloloi 10s svno.; lar histí~i.icas o
indic:irlc~s ( ~ i i ( >sc iii:istiii~l)ascn. t a l crmio ckn 511 ¿tl)oc.a lo
.srieeri;t c.1 \ l ; i ( . s t i ~ dt,
~ 1'l;itr;i.
!!>{ A. TALLAFERRO

A fines del siglo XVI y comienzos del XVII, unitlo a


13s causas físicas tales como las hemorragias y las in-
fecciones, comenzaron a tomarse en cuenta los factores
en~ocionales. Pero sólo como causa desencadenantd en
un terreno que seguía vinculando el mal al despltiza-
miento o vapores tóxicos de origen uterino.
E n esos aiios la mala reputación de la histeria co-
nienzó a difundirse y el médico portugués Rodríguez da
Fonseca complicó m a s a ú n este estado de cosas al seña-
l a r que "en los instantes previos al paroxismo las inuje-
res propensas a pasiones histéricas sufren un increíble
deseo de abrazar a los lionibres".
Otro investigador de la época destacó la semejanza
e.uistente entre la crisis histérica y el orgasmo. Algunos
ii, édicos ya no vacilaban en afirmar que los sintoiiias
c~msideradosvulgarmente como efectos de la posesión
(teiiioníaca eran en realidad y por su agrupación. t r a s
to:.nos de una sola enfermedad. Sus explicaciones vran
de cariictei fisiológico: la bola que sentían las enferma::
:tsr:eiider desde el abclomen, e r a debida, p a r a ellos, a TIA
iri'itación de los plexos iiiesentéricos cuyas contracc!ones
srtiraban las partes inferiores de los hipocondrios, que
pai.ecíaii elevarse y causar esa sensación extraña. Los
(I~bloresdesparradoi-es y la contorsión abdominal que su-
f r í a n los pacientes se debían a la contracción y con-
\.ulsiones violentas de los intestinos. La risa espasmó-
dicr: y la dificultad respiratoria e r a n productos de con-
tracciones del mismo tipo en el diafragma. E n las
(iescripciones de la histeria ocupaba un lugar muy des-
tacado, en esta época, el espasmo, trastorno de orden
iiiec5nico. Pero a iiiedida que las obse.rvaciones se iban
haciendo más precisas, la histeria fue perdiendo poco a
poco su tono de misterio. Un cierto número de médicos
se había liberado de la teoría "oficial" de los humores:
mas en realidad eran pocos, y su prestigio no compen-
saba la cantidad.
E n el año l ( i l F , Charles Lepois, médico francés. rom-
pió con todas las ideas tradicionales y se excusó por
estar en abierta contradicei6n con taiitos sabios; explicO
que su experiencia razonada le obligaba a sostener que
el títero se encontraba desposeído, que su importancia
estaha descartada, y que eran los nervios los que donii-
naban cl panoranla histérico.
"La retención dc l a sangre menstrual, dice Lepois.
dehe considerarse como una leyenda, porque la histrria
existe en niiiitas que a ú n no h a n nienstruado, en vír-
genes que y a no l a tienen y en aquellas mujeres cuyos
periodos nienrtruales son abundantes, a punto de eva-
c u a r hasta ocho litros de sangre, y esto p a r a no hablar
(le los hoiiibres."
Lepois nti.ihuye la enfermedad a un trastorno de las
serositladrs. que disteiiderian el origen de los nervios,
sobre todo los inediilares y del sexto y sGptinio par. Des-
de el punto de vista clínico reconoció la histeria masru-
lina y la infantil, haciendo una acertada descripción de
las pertuib;iciones sensoriales prenionitoi'ias del ataque,
coiiio sei.: ohnii1)ilación de vista y oído; ptidida de la
voz y opresitin de !as sienes; observJ l a parálisis de ios
iiiieiiibios superiores e inferiores y también advirtió que
el temblor era uii fenóiiieno precursor de la par6lisis.
Las itleas de 1.cpois tuvirinon una cierta resonancia eii
el aiiihic~iitciiitdico de la época, provocando serias con-
ti,oversias, 1ic.i.o sil opinión sólo fue consaprada por las
ohser\,:iri<~ncsde Thoiiias Sydenhain (l(i24-1(189). quien
tlijo qiie la :ift-cci6ii histérica es, sobre totlo, psicluica, y
su patogeniü del~entlíatle un desorden de los es1)íritus
aniiri;ilc.s, fluitlos niuy tenues y sutiles que se suponía
seivian parn determinar los niovimientos de los iiiieiii-
bros. Setial6 asiiiiisiiio que la histeria atacaba por i ~ u a l
a hoiiihrcs y mn,ieres y en pai'ticular a los que habitual-
nieiite se denoiiiinahan hipocondríacos, por lo cual era
iusto suponer que su origen no estaba en la iiiatrin. "La
histeria iiiiita casi todas las enfermedades que afectan
al n6nero huiiiaiio. porque en cualquier p a r t e del cuerpo
en que sc= localice protl~icesíntomas que son propios de
esa rcgitln. Si el 1ii6tlico no tiene experiencia, y unida
a ella n ~ u c h as a ~ a c i d a d ,se equivocará fácilmente, atri-
biiyentlo a iina ~nfel.niedadesencial propia a t a l o cual
óraano, síntonias que dependen p u r a y escliisivanieiite
de la afrcci6n histcrica. Así es que algunos accidentes
se parecen a la epilepsia y sus convulsiones pueden si-
niular las (le Osta". decía Sydenham. Sus estudios espe-
cíficos a b a i ~ a i ~ oel
n cliivo histérico. la tos. los vhmitos,
1;i orloiit;il~ia,la raquialaia y lumbago.
Lii obra de Sydenhaiii no f u e conocida por muchos de
sus coiitrm])or;íneos y sólo a principios tic 18.59, Rriquct.
doscientos arios dri;l~u¿.s,la hizo apreciar en s u jiisto
valor. Sin ciiihnrpo, no se perdió totalniente la norióii
de In histeria inasculiiin, pues Raulin, en 1758. decía
que "si los niédicos que pensahan que l a histei,ia pro-
venia del útero, vivieran entre nosotros. se sorprende-
rían al ver, conio los vemos todos los días, honibres que
tienen sensaciones semejantes a las que sienten en el
bajo vientre las mujeres histéricas".
Pero, fundanientalmente, desde el siglo XVII hasta la
Revolución Francesa, y comienzos de la e r a contenipo-
rhnea, se mantuvo en plena vigencia la teoría de que
la histeria e r a provocada por vapores fétidos despren-
didos de la matriz por descomposición de la sangre
nienstrual y del supuesto senien femenino.
E n liG8 llegó a P a r í s Francisco Antonio Mesmer,
quien años antes había "descubierto" en Viena el inag-
iietisnio aninial.
La iniportancia que tiene Mesmer en la historia de
la histeria es indirecta, pues si bien no se dedicó cons-
cientemente al estudio de este mal, casi todos sus pa-
cientes lo sufrían, siendo él quien con sus experiencias
dio el primer paso p a r a el descubriniiento de la hipnosis
que, con posterioridad, llevó al psicoanálisis. Sin saber-
lo, Mesmer trabajaba activamente con la sugestión, a
través de la transferencia que sólo con el advenimiento
del psicoanálisis se comprendió y utilizó racionalmente.
Mientras él discctía con los miembros de la Academia
de Francia, un discípulo suyo, el conde Máximo de
Puysegur, aclaraba en 1784, y de una manera terini-
nante, la existencia del mecanismo hipnótico. k s t e no
i u e en realidad un desciibrimiento, pues Paracelso relata
que, en un convento de Corintia, los monjes utilizaban
objetos brillantes para sumir en sueño a los enfermos,
y en el año 90, Apolonio de Tyana dio elementos que
permiten suponer que en esa época la hipnosis se usaba
en una forma enipírica.
L a consecuencia positiva de las observaciones de Puy-
segur e s : I i n h ~ r i,rtrorl?tcido ~ c n aprimera <lifcrc?rciación
1 , ) ) el concepto rl(.l psiqitismo y permitir l a compr.c?isión
(1s qite los f c i i d ~ ~ i c i ~psíquicos,
os nztn los ~ t á ssimplcs 11
r ~ n p o ~ i t c i i r ~ohctlcccn
os, a cn?csas prcrlctc~7ninnrlas.
Puede decirse que el comienzo del siglo XIX fue fu-
esto para la evolución del concepto científico de la
histei~ia. E n el año 1816 Loyer-Villermay publica un
trabajo que se titula "Tratado de las enfermedades
nerviosas y vaporosas y particularmente de la histeria
y de la hipocondría".
Este artículo ejereií) una nefasta influencia entre los
médicos, pues en él sc vuelve a caer en el error de
(;aleno e HigGcrates al sostener la existencia del es-
11ei.iiiii en la mujer y a admitir como causa etiológica
(de 121 histeria el desplazamiento del útero y las sofoca-
cioncs. Loyer-I'illerniay presentó de nuevo a la histeria
coiiio una afección vergonzante y a las mujeres víctimas
de este iiial como objeto de piedad o desagrado, negando
y a l misnio tiempo, encarnizadamente, la
existencia de la histeria niasculina. Con toda justicia
dice Briquet que el tratado de Villermay parece más
obra del l5Ou que de 1816.
Conio uiia reaccióii al planteo equivocado de este in-
vestigador, un médico de l a sección alienados de la
Salpetrieie, el doctor E. J. Georget (1795-1828), dio a
publicidad un artículo en el que criticaba los conceptos
de Villermay, haciendo uiia descripción clínica del a t a -
que histítrico que permite considerarlo como el primer
autor que caracteriza el "estado segundo" o sonambu-
lismo hist6iico. E n su artículo, Georget describía tam-
bién casos de histero-epilepsia, llegando a sostener que
la epilepsia no es más que un grado avanzado de histeria.
En el año 1830, en Inglaterra, el doctor Brodie pu-
blicb un libro sobre las djccciorres ? ~ e r v i o s u slocalcs y en
las paginas que dedicó a la histeria citó conocimientos
que sus conteniporineos en gran parte ignoraban. No
361,~ admitió con Sydenham la histeria masculina, sino
que al referirse a su etiología a propósito tfe la coxal-
gia histérica dijo: "No son los músculos los que no
obedecen a la voluntad, sino la voluntad misma la que
no e n t r a en acción." Estudió igualmente, con profundo
criterio clinico, la retención de orina, las neuralgias y
e! tinipanisnio histérico. Foritiuló la terapéutica de las
contracturas y p a r d i s i s , que consistía ante todo en esta-
blecer un tratamiento inofensivo, afirmando que esas
afecci<sties se curaban iiiuy frecuentemente "bajo la in-
fluencia de una viva impresión moral".
Así llegamos al año 1862 en que Chnrcot se hizo cargo
de la sección de histeria en l a SalpetriEre. Merced a sus
trabajos el histerismo comenzó a ser considerado verda-
deramente como una afección nerviosa. y conipletando
las precisas descripciones de Briquet, Charcot analizó
el g r a n ataque de la histeria convulsiva, distinguiendo
en el niismo cuatro fases: la primera, epileptoidea; l a
segunda, de las convulsiones y los grandes movimientos;
la tercera, de actitudc.~pasionales; y la cuarta. del pe-
riodo delirante.
Las experiencias que se realizaron en la Salpetrikre
se basaron principalmente en las pruebas efectuadas por
el cirujano británico J a m e s Braid ( 1 7 9 5 - 1 8 6 0 ) , quien
introdujo los términos hipnotismo, hipnotizador e hip-
riltico y desapareció luego de una vida de 65 años de
vicisitudes, en la que se mezclaron escándalos. investi-
giiciones honradas, el esfuerzo terapéutico v la ambición
inescrupulosa (Zilboorg).
Rraid conseguía sumir en sueño hipnótico a sus pa-
cientes, haciéndoios m i r a r fijamente el cuello (le una
botella hasta lograr la fatiga.
A1 ocuparse del estudio de las parálisis surgidas des-
pués de los traiimas, Charcot intentú reproducirlas arti-
ficialniente. I!só p a r a ello a pacientes h i s t l ~ i c o s a los
que transfería, por medio de la hipnosis, al estado
sonaiiihúlicii, y loxró de esta manera demostrar, por un
l . i ~ i ~ r o sencadenaniiento
o deductivo, que tales pzriílisir
eran coiiseciieiicias de represrntaciones. dominantes en
el psiquisnin del enfermo rn iiiomentos en que éste se
hallaba en un e(;tado de especial disposicii,n; rlc c,ntn
it)vtttn cl~cccló c~nplirntlo, por 11rinzercc i * r ; . r~rríl r r a cl
~irf,cctni~)no hi~t6rice1(Ir ~ n t i i ~ e ~ ) . ~ iDespués
o)?. (te estas
experiencias d r CIharcot iaesultaba muy difícil poner en
tiurla que la psiquis no pudiera provocar Ioi .;intonias
(le iinii afección aparenteniente orgánica.
Con esta investigaciíin de tan vastos alcarices, Charcot
hizo una contribucii~n realmente invalorahle al conoci-
~iiiento(le1 ser como un todo. Años iiiás tarde, hasán-
(lose en el resiiltatlo (le estas investisaciones, Janet
f I X5!4-1!)12), Rrvuer (1842-192.3) y l;i.(.ud (1856-19.79)
~iea¿ii~rollaron siis teorias tl(. la neurosis, que coinci(1ían
W I iin cierto aspecto con el concepto medieval de esta::
;ifecc.iones, siistituyendn tan sólo al "demoiiio" por una
f i ~mula
i psic*olópica, que en el concepto de M(*lanir Klein
e': el "ohjeto malo, perseguitlor".
k:I (lerrunihc (le la s r a n histeria, o iii(a,ior dicho, 1;)
modificación en los aspectos formales tlc la sintoniato-
loria, han dado pie para que la medicina ;ictiial haya
cotiietitlo una verdadera injusticia hacia uno (Ir lo':
~ r a n d e smaestros de la clínica francesa. Eii lo': ticrn-
pos de Charcot la histeria se manifestaha con sus cua-
tro fases perfectamente definidas. Su presentación e r a
evidente. pero, con (11 tiempo, sus formas se iiiotlificarnii.
En la actualidad t2s r a r o encontrar un raso de Kran
histeria, y esto inisniri ha Ilevado a niiichos mhdicos a
pensar que el mal ha desaparecido. Por el contrario, lo
que sucede es que la histeria se h a modificado, en su
aspecto formal. El vocabulario del alma sufrió con el
correr del tiempo cambios como los que se produjeroii
en todos los idiomas. Hubo transformaciones, se hizo
más refinado o más rústico, según el nivel cultural al-
canzado en ese momento por la civilizacicin misma.
E n la Edad Media contaba con formas de expresión
diferente de las que se usaron en la Edad Contempo-
ránea, y lo mismo fue ocurriendo en épocas sucesivas.
Este lenguaje, como todos los otros, se regía por la
moda. El gran ataque de histeria, que dio lugar a tan-
tos informes médicos en los últimos decenios, se vio
sonietido a la misma mutación, a punto tal que, con
la plena diferenciación de sus cuatro fases, se presenta
muy r a r a vez. La histeria ahora se "disfraza" mucho
mejor y no se descubre tan fácilmente, desde que los
términos histeria e hipererotismo son sinónimos.
Lo fundamental en la obra de Charcot es su concep-
ción fisiopatológica de la enfermedad : "es psíquica por
excelencia", dijo, y fue el primero en considerar que su
valor esencial era un estado enfermizo del espíritu. "Si
las emociones la determinan, si la sugestión puede pro-
vocar o suprimir fenómenos histéricos, si el aislamiento
y la terapéutica moral ejercen una feliz influencia sobre
sus manifestaciones, en una palabra, puesto que aparece
o desaparece por acciones psíquicas, lógico es conside-
rarla como una enfermedad psíquica", aseveró Charcot.
En el año 1893 Breuer y Freud publicaron un trabajo
preliminar sobre "El mecanismo psíquico de los fenó-
menos hist6ricosn, y en 1895 aparece el libro Estitdios
sobre la Histeria, y con 61, las bases de la concepción
psicoanalítica.
E n esa misma época Janet, haciendo investigaciones
sobre el hipnotismo, llegó a valorar los recuerdos trau-
máticos inconscientes y dijo: "Estos residuos mentales
representan grupos de ideas, de imágenes productofas
de movimientos de una considerahle capacidad plástica,
que quedan fuera del dominio de la personalidad cons-
ciente, a causa del ohstHculo que crean a la vida coti-
diana." Charcot había vislumbrado ya el valor de estos
recuerdos olvidados, y en una conferencia que dictó so-
bre las neurosis en los accidentes ferroviarios, insistió
sobre el papel ulterior dc las perturbaciones de la me-
iiioria, que disminuíti. y Ira ima~innricin fantastica que
se encarnaba de lleiiar las lagunas que se producían.
Los sujetos que habían sufrido un accidente hacían
relatos fantásticos de lo ocurrido -y los hacen aún-
v o i i un iiiatiz t a l de verisnio que aquellos hechos ima-
ginarios adquirían toda la t r a z a de realismo.
"Los hechos reales -señalaba Charcot- dejan, sin
embargo, iiiiágenes penosas que se mantienen en el fon-
do de la conciencia, y a u n cuando parecen olvidados,
esos recuerdos provocan y alinientan temores, angustias
o l)arálisis, según que las imágenes estkn cargadas de
eiiiocifin o de nioviiiiiento." A estas imágenes J a n e t las
Ilaiiio "recuerdos traumáticos".
P a r a Grasset (1K49-1918) la histeria no es una en-
ferniedad niental sitio psíquica. Llega a esta conclusión
futidiíndose en la rlisociación de la actividad psíquica en
dos foriiias de psiquismn, superior o consciente, e infe-
i.ioi', poligonal o autoniático; y distingue los fenómenos
psíquicos de los fenómenos mentales. E s psíquico todo
acto cortical que iniplique pensamiento, intelectualidad.
Toda la corteza es psíquica.
En caiiibio, considera mentales t a n sólo los fenómenos
o trastornos localizados en los centros del psiquismo
s~iperior. L)e esta elaboración deduce l a s siguientes pro-
pusiciunes: "Todo lo que es psíquico no es necesaria-
mente mental. E n l a histeria hay siempre trastornos
(le1 psiquisino inferior poligonal; si al mismo tiempo
hay trastornos del psiquismo superior se proluce una
(~oiiiplicación y el histérico se convierte en alienado."
Berheiiii soluciona el problema de l a histeria a su
inodo y cree que todos los fenómenos histéricos son sin?-
ples sucesos norniales exagerados, por "autosugestión".
Dice que en algunos individuos esos fenómenos se exa-
geran poi.que "poseen un aparato histel.ógeno muy des-
aiiollado y fácil de conmover". E s t a predisposición a
los fenóriienos histéricos constituye la "diátesis histérica
congénita". Bernheim vz t a n lejos en su interpretación
psicológica que llega hasta negar la existencia misma
(le la histeria cuando dice: "Las grandes y pequeñas cri-
sis (le la histeria en sus diversas y numerosas formas.
son la siiiiple exageración de fenómenos normales de
orden psico-fisiollgico. Todos somos histéricos en cierta
iiieriida. Yo diría que la histeria no existe por sí misma."
Luego de las concepciones psicológicas puras aparece
Habinsky (1857-1932), agregando al mecanismo de na-
turaleza psíquica -que él prefiere llamar sugestión---
otro orginico y reflejo. Su primera definiciún dc la
histeria, foriiiulada a n t e l a Société de Neurologie el día
lo de iiovienibre de 1901. dice: "La histeria es uii esta-
do psíquico que hace a l sujeto que se halla sonieticlo n
él capaz de autosugestionarse. S e manifiesta principal-
niente por trastornos primitivos y accesorianicnte por
trastornos secundarios. L a caracteristica de los trzs-
tornos primitivos es l a posibilidad de reproducirlos I,ur
sugestión coi1 exactitud rigurosa en determinados .:Li,itb-
tos y hacerlos desaparecer exclusivameiite por 1ii pt'r-
suasión.'' Babinsky eligió esta caracteristica de la liistc..
r i a por considerarla la 1115s importante, crraiitlo uii
término nuevo, pithiatisnio, que deriva de (10.: i,aíce.:
griegas que significan: persuasión y curable.
P a r a explicar el conjunto de sintomas de la gran
histeria Babinsky admite dos mec&nismos: uno, exclusi-
vamente psíquico, y el otro, puranieiite reflejo.
Sollier 1 es el autor de la teoría fisiológica, que intenta
poner un substratuiii aiiatóiiiico a los ienóinenos histC-
ricos. Le habia llaiiiado la atención el insoinnio rebelde
y absoluto de este tipo de enfermos, y algunos hechos
clínicos y experimentales le pei,niitieron atribuir ta!
anomalía de los histéricos al hecho de que éstos viven
sumergidos en un estado de suetio patológico. Y eii
razón de que i s t e deja a los enfermos eii un aparente
estado de vigilia, propuso llaiiiarle ~*igil(t~nb/tlis~?to. "Si
los histéricos no duermen el sueño normal es porque
habitualniente duernien otros sueiios parciales." E.: tlc-
cir, que éstos iio afectan al iiiismo tiempo todo el cere-
bro, pero invaden sucesivaiiiente los diversos centro.
funcionales. Cada centro cerebral dormido deja de fun-
cionar, produciendo trastornos en l a esfera orgánica
correspondiente: anestesias, parElisis, etcétera. TCste
sueño o aletargamiento cerebral permitii3a compreiider
los matices y las coniliinaciones indefinidas que prcseii-
t a n los síntonias histéricos, debido a los nuiiierosos g r a -
tlos de intensidad y las variaciones. n i i s o menos rApi-
das, que puede revestir, y por la variedad de los centros
afectados s i n i u l t á ~ e ao sucesivamente.
L a teoría de Sollier se podría coni1)arar en parte a
la concepción psicoanalítica de las catexias intrapsíqui-
cas de los representantes de los órzanos, y se hace más
' Citado por J. Ingenieros en Histeria y rr,irrstión. 190.1. Ed. Spi-
nelli. Buenos Aires.
con~prensible al sustituir "sueño parcial" por "carga
libidinosa" y "centros cerebrales" por "representaciones
de órganos".
La r e f l e x o l o ~ í aabordó también el problema de l a his-
teria y Kiasnogorsky (citado por Gavrilov) pudo esque-
niatizar la fisiología de la histeria en l a siguiente
forilia: "El carácter esencial de esta psiconeurosis es la
debilidad funcional de l a corteza cerebral, que muestra
una excitabilidad subnornial y un rápido agotamiento,
seguido de un restablecimiento muy lento de l a excita-
bilidad del potencial normal.
"Desde el punto de vista biológico l a histeria es una
iieu~osiscortical ron los siguientes rasgos característi-
cos: 10, agotiimiento fácil de las células corticales; 20,
la pérdida de la labilidad normal del equilibrio diná-
iiiico y : 3 0 la reactividad paradoja1 y l a inclinacicin a l
desarrollo de los procesos estáticos y las segregaciones
pi.olongadas del coitex."

Un anülisis total del concepto etiológico de la histeria


permite establecer que desde el primer momento, en la
Edad Antigua, los niédicos que abordaron el estudio de
este iiial concibieron como raíz del mismo un trastorno
o una afecci9n ginecológica. La etiología de la histeria
se basaba en el útero. Existía, pues, u n a intuición del
conflicto genital inconsciente, pero todo había sido t r a n s -
portado a: plano somático.
Este concepto inconsciente del conflicto sexual o ins-
tiiitivo se mantuvo a todo lo largo de l a Edad Media,
t.0 el transcurso de l a cual cambió su expresión sim-
b0lica. E n la etiología de l a histeria aparecía el Diablo
conio expresión simbólica de lo sexual, como pecaminoso,
sucio y repudiable.
El liberalisnio que siguió a l a época del Renacimiento
t r a j o consigo un abandono del simbolismo y los estu-
diosos de la época volvieron a considerar lo genital. pero
enfocando el problema desde un punto de vista parcial,
tan stilo en su aspecto anatómico.
En el siglo XVII el concepto se amplía a l tomar en
cuenta las pasiones, pero al mismo tiempo es expresión
de una mayor represión de la sexualidad. S e aleja el
concepto de lo genital y se lo lleva hacia el sistema
nervioso.
Cien años después, en el siglo XVIII,Mesmer se aparti:
aparentemente de lo sexual, ya que según su teoria los
enfermos debían caer, p a r a su curación, en la famosa
"crisis convulsiva", que no es más que un orgasmo
extragenital.
Pero en el siglo XIX, con Loyer-Villermay, se rolvi0 a
llevar la atención a lo genital y somático. Georget se
acercó al verdadero conflicto al decir que e r a psiquico.
pero considerándolo como una reacción frente al pro-
blema genital que, aun cuando lo expresara en forma
errónea, era lo que sostenía Loyer-Villerniay. Después
Charcot reprime lo sexual (en cierta forma, por lo me-
nos en sus artículos, pese a que personalmente le dijera
una vez a Freud : ". . .Siempre lo sexual. . . Siempre lo
mismo.. .", refiriéndose a una histérica que lo con-
sultaba).
Posteriormente, Breuer y Freud, como productos de
una época de represión, se acercan a l a histeria en el
plano psicolbgico (ideas, estados oniroides), pero el tema
sexual no asume en aquella época un papel prepon-
derante.
Y por último aparece en forma destacada el con-
flicto sexual unido al concepto psiquico de la histeria, y
es entonces cuando Breuer no lo soporta y Freud queda
solo.
Cientos de años se necesitaron para unir dos con-
ceptos que en un tiempo lleparon a ser paralelos y que
tinidos hubieran permitido comprender y t r a t a r esta
neurosis mucho antes.
DESARROLLO D E L M O V I M I E N T O
PSICOANALÍTTCO

Están nqui los restos d e un hombre del


que s r puede decir qiir nntrc d e 61 rl
mundo e r a distinto.
Palabras d e Stefan Zwcig cn rl acto del
sepelio dr los rrstns d r Siemiind Frriid.
rn Londrrs.

E x i s t e un estrecho paralelismo e n t r e la evolución del


psicoanálisis y l a vida de Sigmund F r e u d , a punto t a l
que r e s u l t a r í a imposible i n t e n t a r u n a historia del inovi-
miento psicoanalítico sin conocer los aspectos mlíc des-
tacados de l a vida del c r e a d o r d e este método tan di-
vulgado actualmente.
Al vuiiiplirse t r e i n t a y un a ñ o s de la inauguración
(le1 piinier fei.i.ocaryil y Napoleón 111 tenia c u a r e n t a y
ocho años de ctlatl. en la pequeña aldea (10 F w i b e r g .
:vloravia, e1 iiiai.tes (i de iiiayo de 1856, a Ins 18.30,
niiría u n niño, destinatlo n s e r iin genio iliistre. :i quien
su p a d r e , el señor Fi.rud, Ilanió Signiund. E1 pequeño
tenia vilati-o años cuanrlo S U S p a d r e s lo llrvaron a I R
ciudad dc V i r n a , donde s e educó.
Desde m u y t e m p r a n o demostró poseer una r x t r a o r d i -
iiaria agilidad inental qiie le permitio d i i i a n t e lo?: siete
a ñ o s de escuela s e r el p r i m e r a l u m n o g p a s a r por lo
general de u n ciirso a o t r o sin d a r exanlen.
"En ningún momento sentía u n a inclinación especial
hacia la c a r r e r a tle médico -cuenta él misnio en s u s
i l . l r ~ ~ i o r i n s -y me impulsaba a n t e s bien u n a especie de
curiosidad, d i r i ~ i d am á s hacia el genero huiiiano que a
los ohjetos naturales.''
Durante mucho tiempo vaciló entre las leyes y las cien-
cias naturales; pero su inteligencia, pronta p a r a la con-
tradicción, su facilidad de palabra, y cierta preferencia
por la historia general y las humanidades, parecían en-
cauzarle hacia las ciencias del espíritu. Próximo ya el
fin de su bachillerato, se decidió por la medicina, reso-
lución que aparentemente tomó al oír hablar en una
clase sobre el estudio incomparable de la naturaleza
realizado por Goethe.
E n el año 1873, cuando en París los pintores impre-
sionistas exponían sus cuadros por primera vez, Sig-
mund Freud ingresó en la Universidad de Viena p a r a
luchar contra algo que él no esperaba: el hecho de ser
judío lo tornaba intolerable a los demás, que pretendie-
ron hacerlo sentir inferior y extranjero por su condi-
ción. Esta primera impresión dejó en él una huella que
luego se mostró en toda su importancia, ya que lo fami-
liarizó con su destino de marchar en oposición y ser
un proscripto de la "mayoría compacta".
E n sus primeros años de universidad descubrió que
ciertas peculiaridades y limitaciones de sus dotes le ha-
cían muy difíciles sus estudios en muchas r a m a s de la
ciencia, y él mismo, en sus memorias, lo admite al decir:
"Así aprendí cuánta verdad hay en la advertencia dc
Mefistófeles que señala que es vano pasar de cimcia en
ciencia, pues cada hombre aprende tan sólo lo que es
capaz de aprender."
La carrera de medicina comprendía entonces cinco
años, pero Freud realizó una especialización natural en
la que no pudieron faltar, al margen de sus estudios de
programa, los trabajos de investigación, que le insumie-
ron tiempo e hicieron que trece años después, en 1881,
f a r e s a r a de la universidad con su título de médico.
Durante seis años, mientras e r a estudiante, trabajó
en los laboratorios de fisiología de Brücke, y en 1882,
cuando contaba 26 años, ingresó en el principal hos-
pital de Viena, como aspirante. Al poco tiempo f u e
promovido a médico interno, pasó de un servicio a otro,
y estuvo 6 meses en e! Instituto de Anatomía Cerebral,
que dirigía Meynert. autor de trabajos que lo habían im-
rresionado mucho en su época de estudiante, cuando
fuera de la psiquiatría y la neurolapía poco de la medi-
cina parecía interesarle.
E1 mismo Meynert fue el que le propuso que se dedi-
cara definitivamente a la anatomía cerebral y que ade-
iiiiis asuiiiiera las labores de conferenciante para las
cunles el iiiacstro ya se sentía viejo. Pero una intuicibn
tlc s u propio destino fuc l a causa que llevó a Freud a
i,echiizar el ofreciniieiito; adenias, algo lo predestin:ila
a convertirse en el creador del psicoanúlisis: su iinpla-
ciible crítica de lo insuficiente que eran la capacidad
tcrapeiitica y el conociiiiiento técnico de aquella época,
iiisuficieiicia que se revelaba en la inipotencia y el des-
concierto ante las neurosis.
Piefiiid seguir trabajando, en fornia ignorada, en al-
ciiiias observaciones clinicas sobre enfermedades o i p a -
nicii..; (le1 sistema nervioso, llegando a familiarizarse d r
tal iii:iiiera con los secretos de esta especialidad que era
capaz tle localizar una lesión de bulbo con t a n t a exac-
titiitl que los anntoniopatdlogos, al redactar el informe
de 1 i i autopsia. priicticaiiiente no agregaban nada a sus
c~:iic.lusioiir?s. Fue el prinier médico vienés que envió
a la autopsia, con diagnóstico pi'cvio, un caso de poli-
neuritis aguda.
S U total concentración en un aspecto de la medicina
hizo que Freud pasara, sin darle toda su importancia.
Irelite a un desciibriniiento iiiédico de priniera niagni-
tud. Ya se conocían en Austria los efectos tónicos y
tbufóricoa (le la cocaína, y Freud pidió a la Sociedac!
3lerck que le enviara algunas muestras p a r a investign;
sus posibildades en el psiquisn~o. Advirtió que el pa-
riente que hacia la niasticación presentaba, luego de la
iiiistiia, insensibilitlad en l a lengua y el paladar; pero
coiiio eso no le interesaba, Freud se limitó a entregar
a la Rc8oistct tlc TI-rupr'cttica, de Heitler, un informe en
el que ainipleineirte relataba el f r u t o de s u s experiencias
personales y terminaba su t r a b a j o diciendo que serl;i
yon\.eiiiente que algiinos niédicos se dediraran al e s t u d h
(le las al)licaciones tle l a cocaína como anestésico local.
Al leer este artículo, un oculista, Koeller, entrevió la
~~osil)ilidatl tle insensibilizar el ojo externo con una solu-
ción de cocaína, y una vez realizados los experimento-,
que confirinaron sus suposiciones, comunicó el resultad(,
de los iiiisinogal Congreso dc Oftalmología de Heidel-
berg, eii el año 1884. E s t e fue un rudo golpe para el
genial austríaco. a punto tal que uno d e los biógrafos,
Wittels, afii'ina que en el año 1906 Freud todavía no se
había olvidado de este hecho. E n esa misma década
del 80 una circunstancia especial vino a reunir a los
tres hombres que hahian tenido participación en el des-
<:I KSO B ~ S I C ODE PSICO \ \ . i l . l h l s 41

cubrimiento de la cocaína como anestésico. F u e neccbsa-


rio intervenir quirurpicaniente a l padre de Frciid. que
s u f r í a una afección ocular, y durante l a opcracióii estu-
vieron presentes Koenisberg, Koellei' y Freud. Este i i l -
timo, mientras tanto, seguía sus investigaciones. Un día
oyó hablar de las experiencias que realizaba J e a n 3Inr-
tin Charcot en París, y de inmediato se tmzó un plan
d e acción. Su primer paso fue lograr un noinbraniicnto
de conferenciante de enfermedades nerviosas en t'ican;~
p a r a poder continuar l u e ~ osus estudios cn Faris. I<ii
l a primavera de 1885, cuando sólo tenía 29 a i i o ~ ,fiie
designado profesor adjunto de neuropatología, cargo que
logró merced a s u s publicaciones clínicas e histoló~ic.;i~
sobre el sistema nervioso. Posteriormente, con el :ipo!.(l
de Brürke, obtuvo la beca que le permitió salir para
P a r í s en el otoño del mismo afio.
Con una comprensible emoción y siendo tan sblo u110
más entre tantos médicos extranjeros de visita, entró en
la Salpetriere. P o r primera vez en su actividad médica
se halló en un ambiente científico en el que no se recha-
zaba prima facic y despectivamente a la histeria. con-
siderándola t a n sólo una simulación. Por el contrario.
allí se había llegado a demostrar que la crisis hist6ric.a
y otros síntomas del mal eran consecuencias (Ir arrutlos
trastornos internos y que debían ser i n t e r p r e t ~ t l o ssegún
s u s causas psíquicas. E s t a posicibn científica lo iiiipre-
sionó grandemente, y también dejaron profunda huvlla
en su espíritu algunas conversaciones con !'htii.cot. i~
quien, estando en una oportunidad con una enf~i.m;i,10
oyó decir, un t a n t o enconadamente: "Pero. . . ; sit.iiipie
lo mismo!. . . ;Sienipre l a sexualidad. . . !" Esta expre-
sión quedó grabada en l a mente de ' F r e u d , y luego en
muchas experiencias él mismo volvió a encontrarlo una
y otra vez.
Poco a poco la vinculación de Charcot y Freutl se futs
haciendo mas estrecha, pasando del plano médico al fn-
miliar; y finalmente, el g r a n maestro francCs le propuso
que tradujera al alemán s u s obras.
LO que más impresionó a Freiid, que trabajaha ticti-
vamente en la clínica de Charcot. f u e el hecho de qiie
las experiencias que éste realizaba probabati plenamente
la IeRitimitlad de los fencimenos hist6ricos. no sblo en lac:
mujeres, sino también en los hombres, y que la apai.ic.iiiii
de parálisis y contracturas por sugestión hil)n6ti(.:i tu-
la investigación de casos. Billroth y sus colegas nega-
ban un hecho prácticamente demostrado y pretendían
hacerlo con el a r m a de la etimología de l a palabra.
-4un cuando parezca extraño. esto f u e concretamente lo
que sucedió y sólo con el correr de muchos años pudo
Freud comprender por qué sus ex amigos habían adop-
tado esta actitud. Ya en el umbral de la muerte, Mey-
liert, su ex profesor y ex amigo, que se contó también
entre los encarnizados detractores de la histeria niascu-
lina, le confesó a F r e u d : "Siempre he sido uno de los
m i s bellos casos de histeria entre los hombres", a g i e -
gando que en su juventud se intoxicaba con clorofornlo,
por lo cual en una oportunidad fue necesario internarlo.
Así vio Freud que, en realidad, sus ideas desenmasca-
raban a los médicos víctimas de la histeria y que eso
los había llevado, de la sincera amistad en que se halla-
ban antes, a encono por situaciones inconscientes, que
se movilizaban en ellos. E n vista de que no le permitíar.
t r a b a j a r en los hospitales, Freud se decidió a buscar
un histérico en algún otro lugar, y dio por fin con un
hombre que presentaba el c ~ a d r oclásico de anestesia
histérica. Triunfalmente lo llevó ante l a Sociedad Mé-
dica, pero su revelación f u e recibida sin mayor atención.
Durante todo el año siguiente Freud no halló un lugar
donde dictar sus clases, a raíz de lo cual se retiró de
la vida académica, dejando al mismo tiempo de asistir
a todas las sociedades médicas. E n el año 1886 se ins-
taló en Viena como especialista en enfermedades ner-
viosas. E n ese mismo año le causó viva impresión el
fracaso del método de E r b que aplicaba en sus enfer-
mos. Dice en s u s M e n t o ~ i a sque desgraciadamente e r a
tarde cuando se dio cuenta de que esa serie de conoci-
mientos no eran resultado de estudios serios, sino t a n
sólo una construcción de la fantasía, y que cuando se
obtenía una curación, ésta era, en realidad, tan sólo la
expresión de la sugestión que ejercían sobre el enfermo
por una parte el médico y por otra el aparato.
Ante esta situación concreta, inició la búsqueda de
un procedimiento sustitutivo, y recordó que en P a r í s se
recurría al hipnotismo como medio p a r a provocar sínto-
mas. Supo también que en l a ciudad de Nancy, Liebault
i.ecurría con bastante éxito a la sugestión p a r a curar
enfermedades, sin llegar en todos los casos al estado de
hipnotismo. Durante la primera etapa de su actividad
profesional, y después de haber abandonado el método
44 A . TALLAFERRO

electi.oterápico de E r b , F r e u d empleó l a sugestión conio


sti principal i n s t r u m e n t o de t r a b a j o . E s t e método, e n
realidad, no le s a t i s f a c í a totalmente, pues carecía de l a
técnica hipnótica suficiente como p a r a s u m i r e n un sue-
iio útil a algunos de s u s pacientes, q u e t a n sólo llegaban
a un estado de mediana hipnosis. Abandonó entonces el
e s t ~ i d i oo el t r a t a m i e n t o de l a s enfermedades nerviosas
o r g á n i c a s p a r a a b o r d a r con el m a y o r i n t e r é s l a s e n f e r -
iiiedades psíquicas que h a s t a ese i n s t a n t e no tenían un
t r a t a m i e n t o correcto. Con el f i n de perfeccionar s u téc-
nica hipnótica, pasó todo el v e r a n o de 1889, cuando y a
tenía :%:3 aRos, en l a ciudad de Nancy, donde tuvo oca-
sion de pi,csenciar los t r a b a j o s de Liebault en m u j e r e s
> niños de la clase o b r e r a de l a zona, con los que éste
t r a b a j a b a . Pri-o la impresión m á s d u r a d e r a f u e l a que
Ir causó la tlot)lr experiencia de Rernheim. L a ejecución
post-hipnótica (le u n a oi.den es, de por sí, u n fenbmeno
sunittiiirntr intei,esantc. "Ahora se d e s p e r t a r á usted
--dice el hipnotizador-. y dentro de t r e s minutos s e
pondrA el sonibi~c~i~o que está colgado e n l a percha."
Vuelto al estado (le vigilia, el s u j e t o sometido a l a hip-
nosis s e levanta, v a a l perchero y s e pone el sombrero.
Si se le p r e g u n t a por qué lo h a hecho, dice cualquier
i.osa. ( ' o n t r a r i a ~ i i e n t ea lo que c a b r í a e s p e r a r , no ex-
piesa qut. sintici un impulso especial que lo Ilerii a po-
n e r s r e ! soiiibrero; por el contrario, arEuye cualquier
<.osa que pueda parecer m á s o menos lógica, como s e r
q u e tenia que s a l i i o que q u e r í a cotnprobar si e r a el
suyo. E s t r fenóiiieno e s conocido b a j o el noinbre d r
vspei.ienci:i "A" dc Bei.iiheim. E s decir: el paciente
lleva a vaho u n a acción sin conocer l a s c a u s a s que lo
iiiipulsan, y i-tiando sc Ic pide una justificación de s u
conducta, miente, sin s a b e r que está mintiendo. Trata.
de d a r uiia explicación que concuerde con el medio a111-
biente y por la cual lo que h a hecho parezca racional.
E s t e fcniiiiieno ha recibido en el psico~análisisla deno-
minacitin de ~ o c i o ~ i n l i z n c i ó nU . n hecho, u n a represen-
tación, o un impulso, desconocidos e n su origen por el
sujeto, son capaces de movilizar un acto volitivo de cual-
quier tipo eii el consciente, y cuando se le p r e g u n t a al
paciente por qué lo h a efectuado, d a u n a razón que
c.onceda a s u a c t i t u d un significado m á s o menos cohe-
rente y lógico.
Rernheim hipnotizaba, sobre todo, a personas s a n a s ,
I(i r u a l permitió i n f e r i r que l a s personas pueden o b r a r
por motivos que no son los que proclaman consciente-
mente. La filosofía ya había preparatlo la derrota de
la teoría del libre albedrío, y la experiencia "A" de Bern-
heim era la demostracián cabal de que no se podía sus-
tentar totalmente la mencionada ley, según dice Rittels.
Pero la base en la que se apoya la terapéutica del
método psicoanalítico se halla en la experiencia "B" de
Bernheim, que es la siguiente: el hombre cumplin la
orden y entonces con firmeza se le pregunta:
-¿Está usted seguro de que ese sombrero es suyo?
(Efectivamente no es de él.)
-Entonces, piense.. . ¿Por qué se lo ha puesto.. . ?
-No recuerdo. . .
.
-Sí.. . Usted tiene que saber.. Piense bien.. .
Y por medio de la sugestión y de la insistencia se
llega a un momento en que el sujeto se acuerda y dice:
-Sí, me puse el sombrero porque usted me lo or-
denó. . .
Se logra, pues, en un instante dado, que lo que no
era consciente abandone el inconsciente v entre en el
campo de la conciencia.
Si Freud había aprendido en P a r í s que se podía uti-
lizar e1 estado hipnótico para producir un síntoma his-
térico, en Nancy comprobó que, sin hipnotismo, nada
más que por medio de la persuasión y de la insistencia,
se podía retrotraer el síntoma a las i.ep~.esentacionesy
afectos que lo causaban.
A su regreso a Viena, Freud recordó el caso de una
histérica que habia reaccionado ante una técnica deter-
minada, y se puso en contacto con el doctor Breuer,
famoso médico vienés, que la había atendido, pidién-
dole que le ampliara los datos que le habia suministrado
anteriormente.
La paciente e r a una joven de educación y dotes poco
corrientes, que había enfermado mientras cuidaba a su
padre, por quien sentía gran afecto. Cuando Breuer
estudió el caso, la enferma presentaba un cuadro va-
riado de contracturas, inhibición y un estado de com-
pulsión mental; observó además que la ioven salía de
su estado nebuloso de conciencia cuando se la inducía
a que expresara verbalmente el estado afectivo que la
dominaba. Merced a esta comprobación Br'euer loar6
un nuevo método de tratamiento.
Sometía a la paciente a un estado de hipnosis pro-
funda inrithndola a que contara qué e r a lo que la per-
turbaba. y después de haber venciilo por este niétotlo
In crisis de confusión depresiva, eiiipleó el mismo siste-
nia p a r a niodificar sus inhibiciones y los trastornos
f isicos.
E n estado de vigilia la joven no se hallaba mejor
capacitada que otros enfermos p a r a describir cómo ha-
bían surgido los sintomas, no podía descubrir i'elaciones
entre ellos y los diversos acontecimientos de su vida.
Paro en el estado hipnótico revelaba inniediatameiite
esa oculta relación. Decía, por ejemplo, que sus sínto-
nias se presentaron en un período de honda emoción,
durante la enfermedad de su padre, lo cual revelaba
que los iiiisiiios tenían un significado y eran residuos o
reniiniscencias de situaciones eniotivas.
Al relatar el caso, Freud dice que casi sienipre se t r a -
taba de pensainientos o iiiipulsos que ella había tenido
que reprimir niientras se hallaba al lado tlel padre en-
fermo, y en lugar de ellos, niis tarde, se habían pre-
sentado como sustitutos los sintomas que la aquejaban.
Estos últimos no e r a n el resultatlo de una sola escena
traumtítica, sino la consecuencia de l a suinii (le un cierto
número de situaciones análogas. Cuando la p a c i e n ~ e
recordaba una situación de este tipo en forina aluci-
natoria y llegaba a expresar libremente, en el estado
de hipnosis, el acto que originariamente había repri.
iiiido, el sintonia desaparecía y no volvía a presentarse.
De esta nianera, y al cabo de un periodo bastante pro-
longado, Breuer loaró hacer desaparecer casi todas las
iiianifestaciones somiticas que presentaba la enferma.
E l nuevo método utilizaba el hipnotismo de una ma-
Lera distinta a la empleada hasta entonces. La hipnosis
consistía en su finalidad terapéutica, en sugestionar al
enferiiio contra sus síntomas. Por ejemplo, a un pa-
ciente que sufría una parálisis histérica de los dedos, se
le afirmaba imperiosamente, mientras se hallaba hipno-
tizado, que los podía mover y sc le ordenaba que lo hi-
ciera. Con el iiiEtodo catúrtico de Breuer. la hipnosis
e r a utilizada p a r a descubrir los sucesos que habían cau-
sado el síntoma y l a relación existente entre el incident.
provocador y el fenómeno patológico.
Freud consideró sumamente interesantes las observa-
ciones de Breuer, y comenzó a investigar entre sus
propios pacientes p a r a ver si presentaban las misinas
situaciones y si la sintomatología se modificaba por el
mismo método, trabajo al que se dedicó durante cuatro
años. E n el año 1803, en colaboración con el niismo
Breuer, dieron a publicidad un trabajo preliminar titu-
lado Sobre el nzeca,tisnro psíquico de los fenómenos his-
téricos, y dos años n i i s tarde presentaron sus Estztdios
sobre la histeria. Esta últinia obra no pretendía aclarar
o establecer la naturaleza de la histeria, sino t a n sólo
demostrar o esclarecer, en cierta forma, el origen de
los síntomas, señalando simultáneamente l a importancia
fundamental de l a vida emocional y la necesidad de con-
siderar, dentro del psiquismo, dos zonas, una consciente
y o t r a inconsciente.
La teoría sustentada era revolucionaria para l a medi-
cina del momento, al incorporar dos nuevos factores en
el concepto etiológico de la histeria: el dinámico y el
'económico.
E l factor diná,mico considera que el síntoma proviene
de la represión de un instinto o afecto. El concepto
ecotiúnzico presenta el síntoma como un equivalente o
sustituto de esa energía que pudo haberse expresado en
otra forma. E s decir, que el síntoma es el resultado o
equivalente de la energía que, si se hubiese expresado
directamente, no hubiera dado lugar a tal manifesta-
ción. Por otra parte, si la fuerza instintiva no puede
expresarse en forma directa, da lunar a un síntoma, y
si éste no resulta suficiente p a r a la descarga de la enei.-
pía, necesitará crear otros sustitutivos, hecho que se
debe tener en cuenta cuando se hace la valoración de
los distintos méto(los terapéuticos, ya que muchas veces
puede desaparecer rápidamente un síntoma, pero ello no
significa la cura total, pues en otro lugar y sin vincu-
laci6n aparente, surgirá quizás el síntoma -uno o va-
rios- equivalente al que desapareció.
Los resultados prácticos del método catartico fueron,
al principio, muy buenos; pero posteriorniente comenza-
ron a aparecer los defectos comunes a los tratamientos
que se basan en la hipnosis y la sugestión. E l método,
empero, fue útil en su época y mantiene aún hoy cierto
valor, especialmente en el tratamiento de afecciones
agudas y superficiales.
Durante la Segunda Guerra Mundial el narcoanálisis
fue utilizado como método catártico y con excelentes re-
sultados, por L. Alexander y Sargant en la evacuación
de Dunkerque y por Grinker y Spiegel en el norte de
Africa. Pero el mismo Alexander señala que los vete-
ranos de guerra no reaccionan con la misma intensidad
cuando se encuentran lejos del canipo de batalla, lo cual
confirma que sólo es útil en los cstados agudos y siem-
pre que sean inmediatos al trauniii real.
E n la teoría del método catártico, el tenia sexual no
tenía un papel preponderante y tampoco aparece en tal
carácter en las historias clínicas con que Freud contri-
buyó al estudio de la histeria. Pero, con el correr del
tiempo, los distintos casos qr-e constituyeron una autén-
tica experiencia, fueron probando la importancia de lo
sexual. El mismo Freud dice en sus M e m o r i a s : "Habría
sido muy difícil adivinar en los estudios sobre la histeria
la importancia que el factor sexual tiene en la etiología
de las neurosis."
Hasta ese momento las relaciones entre los dos auto-
res habían sido cordiales. Todo se iba desarrollando
dentro de la mayor armonía; pero la primera diferencia
que surgió entre ellos fue acerca del mecanismo íntimo
de la producción de la histeria. Breuer se inclinaba
hacia una teoría fisiológica y quería explicar la disocia-
ción anímica que presentaban los histéricos como una
falta de intercomunicación entre las distintas zonas y
estados del cerebro. P a r a Breuer, el proceso e r a el si-
guiente: durante un estado especial del sujeto se había
producido una situación traumática anulada, que que-
daba enquistada, no pudiendo tomar contacto con las
otras. La teoría, en realidad, no e r a muy ilógica; pero
Freud se oponía a ella, pues si bien a l principio t r a t i
de conciliar sus ideas con las de Breuer, veía que había
otros elementos que tenían suma importancia, por ejem-
plo, el factor emocional; y que existían -lo sospechaba
por lo menos- inclinaciones, deseos e impulsos directos
que eran inuy semejantes a los de la vida diaria.
Freud sostenía, y quería persuadir de ello a Breuer,
que lo que actuaba y hacía aparecer esa disociación
era, en realidad, el resultado de un proceso de repulsa,
que primero llamó mecanismo de defensa y luego r e p r e -
slon. Esto producía las disociaciones, las amnesias y los
demás síntomas. Pese a su buena voluntad, no pudo
conciliar durante muy largo tiempo sus teorías con las
de Breuer, y, poco a poco, se fueron separando. La des-
vinculación definitiva entre ambos se produjo de un
modo que durante mucho tiempo fue un verdadero mis-
terio para Freud.
Lo que aparentemente sucedió fue que Breuer sufrió
un serio trauma durante el tratamiento de su famosa
enferma. e s t a le hizo una escena aniorosa que él recor-
daba siempre con desagrado, y por eso, cuando Freud
insinuaba que lo sesual tenía importancia dentro de la
etiología, Breuer revivía aquella situación traumática,
rechazando de plano la teoiía. Indudablemente, Breiier
no supo nianejar en la paciente la situación transfereii-
cial, por otra parte muy intensa en la histeria y con
tendencias hacia la actuación.
Freud continuó solo sus estudios y, con el correr de
los años, modificó el método catártico, desarrollando otro.
E n prinier lugar, sus condiciones de hipnotizador eran
mediocres; no conseguía sumir en sueño a todos los
pacientes, y aun en aquellos a los que necesitaba llevar
a un estado de sueño profundo, sólo c o n s e g ~ í ainducirles
una hipnosis leve. Además, comprobó que los i.esultados
exitosos que se obtenían con los enfermos, desaparecía11
si la relación médico-paciente se perturbaba. E s decir.
si había una falla transferencial. Resultándole inil)o-
sible controlar y estudiar esa situación transferencia]
por el mecanismo mismo de la hipnosis, recordó la expe-
ciencia "B" de Bernheim, que habia presenciado en
Nancy, en que el sujeto mentía sin saberlo; pei,o cuando
se le insistía, finalmente recordaba la orden hipnntica.
Freud pensó entonces que los pacientes debían saber
qué e r a lo que les había ocurrido, e intuyó que si se lee
persuadía con insistencia, posiblemente recordarían todo.
Este fue el camino por el cual orientó su nueva técnica.
La primera etapa fue el método catártico; luego aban-
donó la hipnosis y recurrió a la persuasión y a la su-
gestión, colocando la mano sobre la frente del paciente
y asegurándole que, si pensaba insistentemente, podía
recordar lo que había ocurrido. Asi fue, por lo que
Freud utilizó el método hasta aproximadamente el fin
del siglo.
La modificación siguiente consistió en el uso de la aso-
ciación libre, que descubre el inconsciente mientras la
conciencia sigue actuando. En esa época fue cuando
adquirió importancia el análisis de los s~icfiosa través
de las asociaciones libres que hace el paciente, lo cual
permite al psicoterapeuta enterarse de todo lo que piensa
éste e ir encontrando el elemento o la cadena asociativa
que ha de llevarlo a lo nuclear. Con este procedimiento
el yo sigue existiendo, no se anula, como en la hipnosis,
permitiendo el estudio de los mecanismos defensivos del
niismo, como así también de la transferencia.
Hay una tendencia general a creer que existe una
vinculación entre el hipnotisnio, la sugestión y el mé-
todo psicoanalítico. El único vinculo que existe actual-
mente es tie carácter histórico. Hipnotismo y sugestión
son pasos que llevan a l psicoariálisis, constituyen una
secuencia; pero no tienen relación dii.ecta entre si, $1 tal
punto que en la actualidad se entiende que cuanto más
sugestión se ha hecho obrar sohre el paciente, peor es
t.1 tratamiento y peor el resultado final.
En un trabajo que publicó en 1904 Freud dice que
la oposición entre la técnica psicoanalítica y la de los
otros métodos de psicoterapia es máxinia. "Equivale a
la que con respecto a las a r t e s expresó el gran Leonardo
da Vinci, a l enunciar siis fórmulas p('r vi" di p o w c y
-(iev ?:;u rli I n i v ~ ? ~ .'La
. pintura -dice Leonardo- opera
)lel. c!in rli p o ~ ~ res , . dccir. va phnjendo elemeiitos, los
colores, s0hi.e lo hlanco dcl lienzo, donde antes nada exis-
tía. En cambio, la escultura actúa p ( ~7?in ili Irvare,
sacando piedra (le la piedra hasta dejar la superficie
linipia t1c la estatua, que ya estaha contenida en ella.'
Esa es la iilisiiia diferencia que existe entre la suges-
tión y el psiconnálisis. La primera actúa prr via d i
p o l . ~ ,es decir, se tlespreocupa del origen. la fuerza y
el sentido de los síntomas patológicos que hay que su-
liriiiiii y por eso lo Único yue hace es sobreponerle otra
cosa: la sugestión. que tendrá t i no la fuerza suficiente
y la pei.~isteiicianecesaria para mantenel' oculto el sin-
i.oiiia. En c:ariibio. la terapéutica analítica no quiere
iniponcr nada nuevo sino que, por el contrario, se pro-
pone quitar o e s t r a e r algo. Con ese fin investiga el
oi.icen, la génesis de los síntomas y siis ronexioi~escon
la vida patógena qur3 quie1.c hacer desaparecer."
Idiirgo de separarse (le Breuer, Sigmund Freud con-
t i i i u i i traba,iando en la soledad hasta el año 1903, en que
fundó una mesa rctloiida que se reunía generalmente
los nii6rcolas por la noche y resultó ser el núcleo de
la futura Asociaci6n I'sicoanalítica Iiiteinacional. Se
t'ucroil agrecando especialistas de diversos países, y fi-
i:ainieiite, en el año 1908, en In ciudad de Salzsburgo,
se realizti el primer Congreso de Psicoanáli.;ís en el
que un médico, Sadgei', inforn16, por primera vez en la
historia d e la ine<licina, sohrc la curación de un caso
t3e honiosexualidacl por medio tlel psicoaníilisis.
En el año 1920 se fundó en Berlín un Policlinico
F'sicoanalítico con e1 apoyo económico de Max Ett,ington,
que fue a la vez su primer director. La experiencia
adquirida en este prinier establecimiento, demostró que
el plan para la enseñanza del psicoanálisis debía ser
estructurado, y efectivamente así se hizo. Las normas
que sentaron rigen en la actualidad. con algunas ligeras
variantes, en todos los institutos psicoanalíticos del
mundo y tienen tres etapas fundamentales: Psicoanálisis
Didáctico, Enseñanza Teórica y Enseñanza Práctica. El
Psicoanálisis Didáctico se efectúa siguiendo la misma
técnica del terapéutico. Su finalidad es profundizar en
el inconsciente del candidato a psicoanalista para esta-
blecer si hay elementos perturbadores. Esta prueba,
al mismo tiempo, resulta un extraño trabajo práctico.
En el psicoanálisis no se puede, como se hace en la
medicina corriente, realizar estudios en cadáveres,. y por
lo tanto el material que se emplea,es el que suministra
el mismo estudiante, lo cual permite ctue vaya cono-
ciendo en sí mismo los mecanismos psíquicos, se conozca
profundamente y elimine, si es que existe en él, toda
situación conflictual, pues bien puede suceder que si
llega a ejercer el psicoanálisis y se le presenta un caso
con un conflicto idéntico al suyo, como no ve la propia
situación conflictual, no la verá tampoco en el paciente.
E n cierto modo, "su" problema sería un filtro de color
que anularía, para el análisis, todos los problemas seme-
jantes. Por esta razón, el psicoanálisis didáctico es de
fundamental importancia en la formación de un futuro
psicoanalista.

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