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Módulo I: Fundamentos Teóricos De La Paz
Este módulo está referido a los fundamentos teóricos de la paz, el tema sin duda nos
plantea varias reflexiones, la primera es que casi siempre estamos acostumbrados a
tratar con fervor, pasión y mucha superficialidad temas relacionados a la violencia, y
de manera particular en nuestra sociedad el tema tiene una acogida mediática
bastante fuerte, cito como ejemplos los medios de comunicación escritos televisivos,
radiales entre otros, cuya cobertura del tema se orienta al rating.
La segunda reflexión es que cuando se trata o aborda el tema de la paz, no nos llama
mucho la atención, no genera interés en general en los círculos sociales, políticos
comerciales, porque tal vez se trate de un tema que coyunturalmente se califique de
poco impactante, es mas lo relacionamos a un aspecto de pasividad, poco atractiva, e
incluso la vinculamos mas al tema de carácter religioso.
Como una tercera reflexión, quiero señalar que es fundamental que los profesionales,
académicos, investigadores especialista de todas las ramas, consideremos la
necesidad de tratar con seriedad y profundidad los estudios sobre la paz, sobre todo
cuando se trata de analizar el conjunto del proceso de desarrollo de la humanidad, y la
dinámica social en el mundo, con sus implicancias sociales, políticas, económicas y
culturales.
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creencias religiosas, políticas, ideológicas, etc.; en suma una propuesta que permitan
la construcción de una cultura de paz.
En un ámbito conceptual, podemos señalar que con origen en el término latino pax,
la paz puede ser definida en un sentido positivo y en un sentido negativo. En sentido
positivo, la paz es un estado de tranquilidad y quietud; en cambio, en sentido negativo,
la paz es la ausencia de guerra o violencia.
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Para la religión, la paz es también una salutación, ya que es un valor que uno desea
para sí mismo y para el prójimo. Por eso se utilizan expresiones como “la paz esté
contigo” y, en algunas misas, incluye un beso en el rostro a la persona que se tiene al
lado. Por último, podemos decir que la Pax romana (paz romana) es un concepto que
refiere a un gobierno que ejerce el poder unilateral, sin controles y sin respeto por los
derechos de los ciudadanos.
Desde un enfoque teórico, tenemos que J. Galtung es considerado uno de los grandes
teóricos del concepto de paz y de violencia en relación a los conflictos, señala que en
un primer momento, había una concepción negativa sobre la paz, que hacía verla
como “la ausencia de guerra o violencia. Así la paz se entendía a partir de aquello que
“no es paz”.
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consumo responsable y con criterios de justicia, reinventar la solidaridad,
reconstruyendo una solidas relaciones humanas”.
Esta cultura de paz es la alternativa a lo que Galtung conoce como Violencia Cultural,
caracterizada por su justificación y legitimación de las otras violencias y por cambiar el
color moral de los actos. Una afirmación de Galtung, siempre en relación al
fundamento antropológico de la paz, es que el «hombre es un ser con capacidad de
paz». Para llegar a tal afirmación nuestro autor se pone en debate con cuatro teorías
de la evolución, que a su juicio, son las más representativas.
En este contexto surge y se desarrolla la primera oleada de estudios sobre la paz, que
comienza con la Primera Guerra Mundial y finaliza con el cierre de la Segunda;
caracterizándose por el intento de construir bases para una paz sólida y duradera (Cf.
Miall, Ramsbotham y Woodhouse, 1999). En esta oleada de estudios participan
académicos de muy diversas áreas (sociología, relaciones internacionales, psicología,
derecho y ciencia política, entre otras).
Luego tenemos que entre 1946 y 1970 se presentó la segunda oleada de trabajos
sobre los estudios de la paz y la resolución negociada de conflictos. La Segunda
Guerra Mundial dio origen a un esfuerzo más decidido de los estudios sobre la paz y
los conflictos como actividad académica y, sobre todo, al origen de comunidades
científicas. El periodo se inicia con la creación de una serie de institutos especializados
en los temas de la paz y los conflictos. Fruto de este segundo periodo de discusión en
torno a la guerra y la paz se establecieron y difundieron dos corrientes de
pensamiento, que hoy se conocen como minimalista e intermedia.
La primera tiene una definición muy estrecha de estudio de la paz, al reducir el análisis
a la ausencia de guerra en la esfera internacional y la forma como se pueden
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desarrollar mecanismos que impidan el estallido de guerras entre los Estados. La
segunda, mucho más amplia en la definición de la paz, considera los instrumentos e
instituciones que tengan por finalidad la guerra, incluir la violencia organizada
intraestatal y reducir las amenazas que perturben la convivencia de la sociedad (Cf.
Bejarano, 1995, p. 15; Galtung, 1975-1988; Kriesberg, 1997; Miall, Ramsbotham y
Woodhouse, 1999; Ricardi, 1967; Touzard, 1981).
Como bien podemos advertir, el concepto de paz ha evolucionado a través del tiempo
y ha dejado de ser un término que se limita a señalar pasivamente la presencia o
ausencia de violencia para convertirse en un proceso cuya construcción implica un
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esfuerzo dinámico de participación activa para la creación de una nueva cultura, una
cultura de paz.
«La Paz es un estado psicológico, social, político, ético y espiritual con su expresión
en las áreas de la vida humana intrapersonal, interpersonal, intergrupal, internacional y
global» (Danesh, 2006) y la principal expresión de una visión mundial basada en la
unidad. Galtung ha aseverado que no se puede hablar de paz sin tomar en cuenta el
desarrollo (1985) por tanto, ésta se crea y se construye con la edificación incesante de
la justicia social (Freire, 1986:46).
En esta misma línea podemos señalar que los que se consideran realistas, tienen la
capacidad de percibir las diferentes alternativas y como se hacen las cosas. No
observan únicamente la violencia y la destrucción, sino también la posibilidad de
justicia y paz, por eso afirman que la paz es para la gente consciente y seguidores de
aquella expresión atribuida a Gandhi, “no hay camino para la paz, la paz es el camino”.
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Finalmente en un contexto en el que los sistemas de partidos y las instituciones
atraviesan por una crisis de representatividad y no pueden canalizar las demandas
populares que emergen de la sociedad civil y los movimientos sociales como actores
centrales. En medio de una cultura de la violencia estos actores sociales entran a jugar
un papel muy importante, pues sus demandas y acciones ponen límites al poder del
Estado y en algunos casos se le sustituye, como el caso de los frentes de defensa, las
rondas campesinas entre otras.
La vida de una sociedad, en donde las necesidades más elementales de las personas,
tanto en el plano material, emocional y espiritual sean satisfechas, no puede ser la
consecuencia de un pacto o decreto, sino el reflejo de un proceso de transformación
social. En este sentido, el papel que juega el Estado es fundamental, por cuanto su
función es satisfacer las necesidades de una sociedad, regular su conducta por medio
de normas, proteger los intereses individuales y sociales, y dar las garantías
necesarias bajo el principio de la igualdad de derecho.
Sin embargo, lo que podemos destacar es que a través de la historia, y con hechos
reales se pueda identificar la no violencia, como el proceso de independencia de la
India, la caída del Muro de Berlín, la separación de la antigua República de
Checoslovaquia o el desplome del Apartheid. Estos hechos históricos se identifican
con personajes históricos, como: Gandhi, Luther King y Nelson Mandela. Estos
ejemplos permiten conocer modelos de comportamiento o procesos de naturaleza bien
alejada de otros modelos teórico-políticos ligados al paradigma hegemónico de la
violencia.
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En cualquier caso, y dados los ejemplos anteriores, podríamos ya identificar a la
noviolencia con varias cosas: una teoría política muy pragmática, y como un conjunto
de estrategias y procedimientos de lucha, forcejeo y presión político-social, en el seno
de la sociedad, porque se debe considerar que gran parte de la terminología, de las
tipologías y de las herramientas de análisis se sigan asociando, básicamente, al
paradigma de la violencia y a las teorías que la respaldan, se hace un tanto difícil pero
no imposible la aplicación de nuevas categorías, metodologías y epistemologías
relacionadas directamente con el análisis de lo que se entienden como Estudios de la
Paz. Estudios que han dado una gran importancia a diversos fenómenos como son la
resistencia civil, la noviolencia, la desobediencia civil, etc.
Volviendo al tema del concepto de noviolencia, podemos señalar que tiene mucha
trascendencia, al igual que otros muchos conceptos tales como agresividad, ciencia,
paz, poder, violencia, etc., tienen un abanico muy amplio de interpretaciones y
nociones. Los conceptos son básicos, no sólo porque representan construcciones
mentales sino sobre todo porque constituyen construcciones sociales, que están
sujetas por tanto a un contexto histórico (espacio-temporal); y es precisamente ese
contexto el que le da su marco de referencia, su sentido y razón.
Pensamos que con la noviolencia sucede igual; se trata de una construcción cultural,
con dimensiones teórico-prácticas, que se encuentra en una fase histórica y
conceptual de crecimiento y vitalidad pero, también, de discusión de sus fronteras y de
su alcances. En esta parte, quiero mencionar lo que plantea el profesor Mario López
Martínez de la Universidad de Granada España, respecto a cómo debiéramos escribir
el término: Bien por separado (no violencia), con un guión que une (no-violencia) o
todo junto (noviolencia).
Como se aprecia el tema pareciera solo de forma, pero veamos lo que plantea el
autor. En la primera acepción «no violencia» podría confundirse, fácilmente, con
situaciones, relaciones o condiciones «sin violencia » (física o directa), es decir,
situaciones de a–violencia. Tomado así pueden existir muchos ejemplos de la vida
diaria en la que tenemos situaciones de este tipo pero, las cuales, habría que
diferenciarlas claramente e, incluso, identificarlas con otro concepto distinto que no
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nos llevara a la confusión con el que identificamos como una teoría ético-política o con
un conjunto de actuaciones y procedimientos de presión y lucha.
Por otro lado, la forma «no-violencia» tiene su origen en la interpretación que los
colonialistas ingleses hicieron de las formas de protesta y contestación de los
seguidores de Gandhi, tanto en Sudáfrica, como en la India. Los británicos detectaron
claros matices entre lo que era la resistencia armada y la mera aquiescencia o
colaboración con Londres, las formas de boicot, la resistencia pasiva, la no
cooperación, la acabaron identificando con el término noviolencia, porque no era ni
pura ausencia de violencia, ni pura obediencia política.
Desde luego, que existen muchas confusiones con el término noviolencia, porque las
Ciencias humanas y sociales son un campo de batalla inmenso, donde acontecen
muchos eventos, como que: Lo que sabemos, lo que leemos, no está exento de
reflejar intereses, tensiones y conflictos que, a veces, se convierten en puro reflejo de
luchas políticas, sociales y económicas. Tener el monopolio de la verdad. Controlar
qué se sabe y cómo se sabe es crucial.
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a intentar desarrollar desde esta perspectiva contra qué se opone y qué tipo de
violencia rechaza, para lo cual se toma tres tipos de clasificaciones de la violencia que,
hoy día, son perfectamente aceptadas por la Investigación para la Paz; vale decir la
violencia directa (física activa), la violencia cultural y la violencia estructural.
Por violencia directa se entiende la violencia clásica, es decir, aquella que causa daño,
sufrimiento y hasta muerte en las personas: asesinatos, secuestros, torturas, guerras.
Asimismo este tipo de violencia es necesario caracterizarla del siguiente modo, a
saber, entender que la violencia se produce cuando: 1) Un sujeto A –persona, grupo,
Estado, etc. – causa sufrimiento o lesiones físicas a otro sujeto; B –persona o grupo–;
2) Cuando A lo hace en contra de la voluntad de B; 3) Cuando A lo hace de manera
intencional; y,4) Cuando lo hace mediante el uso de la fuerza física. La forma más
brutal de todo ello son los métodos militares, bélicos y armados (guerra nuclear y total,
guerra de guerrillas, holocausto, terrorismo, etc.).
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En este sentido el rechazo a la violencia cultural se entiende a todos aquellos aspectos
de la civilización, la educación y la socialización que se ejemplifican en los símbolos, la
religión, el lenguaje, el arte, la ideología, las ciencias, etc., que pueden servir para
justificar y legitimar la violencia directa o la violencia estructural. Frente a esto la
Noviolencia denuncia la cultura de la guerra y de la violencia: armamentismo,
militarismo, sexismo, etnocentrismo, competitividad destructiva, y trata de construir
una propuesta articulada de cultura de la paz (derechos humanos, solidaridad, reparto
de la riqueza, equidad de género, solidaridad, interculturalidad, etc.) que abarcaría la
educación, la socialización, los medios de comunicación y otros aspectos civilizatorios.
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La Conferencia General de la UNESCO (1995) aprobó una definición de cultura de paz
como: “una cultura de la convivencia y la equidad, fundada en los principios de
libertad, justicia y democracia, tolerancia y solidaridad; una cultura que rechaza la
violencia, se dedica a prevenir los conflictos en su origen y a resolver los problemas
por la vía del diálogo y la negociación; una cultura que asegura para todos el pleno
ejercicio de todos los derechos y le proporciona los medios para participar plenamente
en el desarrollo endógeno de la sociedad”.
Por esa razón cuando se preguntan: ¿Qué es la Cultura de Paz? La respuesta señala
que la paz no es sólo la ausencia de guerras, sino que es un conjunto de valores como
el respeto a la vida, la libertad, la democracia, la educación, la tolerancia, la
cooperación, la igualdad entre hombres y mujeres, o el respeto al medio ambiente.
Todos estos valores forman la Cultura de Paz. Su objetivo es realizar acciones
acordes con estos valores Para que todas las personas conozcan y participen de la
Cultura de la Paz, se necesita la implicación de familias, políticos, profesores,
periodistas, médicos y muchos otros profesionales, porque es necesario que todo el
mundo participe para crear una Cultura de Paz.
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En el ámbito de la educación, la cultura de paz estuvo presente –aunque, por lo
general, no bajo este nombre– desde inicios del siglo XX en las corrientes
pedagógicas pertenecientes a la Escuela Nueva. Después de la Primera Guerra
Mundial, los ideales pacifistas y antiautoritarios de este movimiento, también conocido
como Escuela Activa, se extienden sobre todo en Europa. Autores como Ovidio
Decroly, María Montessori y Celestine Freinet se convirtieron en sus máximos
exponentes.
Al mismo tiempo, se pone énfasis en que la educación para la paz no puede limitarse
a asignaturas y conocimientos especializados: la educación entera debe transmitir una
cultura de paz, sin que haya discordancia entre el ambiente institucional y la aplicación
de normas democráticas, cuatro años más tarde, en octubre de 1999, la asamblea
general de las Naciones Unidas aprueba la Declaración y Programa de Acción sobre
una Cultura de Paz, que presenta la primera definición internacionalmente
consensuada de cultura de paz.
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En resumen, se conceptualiza a esta, como un conjunto de valores, actitudes,
tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en: 1) el respeto a la vida y el
arreglo pacífico de los conflictos; 2) el respeto y la promoción de los derechos
humanos; 3) el desarrollo sostenible y la protección del ambiente; 4) la igualdad de
oportunidades de mujeres y hombres; 5) los principios de justicia, tolerancia,
solidaridad, entre otros; y 6) la libre circulación de información y conocimientos.
Las Naciones Unidas como organismo internacional que aglutina a más de 193 países
en el mundo, está involucrada de manera directa en la construcción de una Cultura de
Paz, por eso es que en 1989 en un congreso organizado por la UNESCO en
Yamoussoukro, África, nace la Cultura de Paz, posteriormente en 1998 La ONU
declara que entre 2001 y 2010 será el Decenio Internacional de una Cultura de Paz y
No violencia;
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intolerancia, incluidas las basadas en la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, la
opinión política o de otra índole, el origen nacional, étnico o social, la propiedad, las
discapacidades, el nacimiento u otra condición, reconociendo además, la importante
función que sigue desempeñando la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura en la promoción de una cultura de paz,
Naciones Unidas, proclama la Declaración sobre una Cultura de Paz con el fin de que
los Gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil puedan orientar
sus actividades por sus disposiciones a fin de promover y fortalecer una cultura de paz
en el nuevo milenio; cultura de paz que es un conjunto de valores, actitudes,
tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en:
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A lo largo de estas décadas, la ONU ha contribuido a erradicar numerosos conflictos.
A menudo, lo ha conseguido gracias a las acciones del Consejo de Seguridad, el
órgano que, como establece la Carta de las Naciones Unidas, tiene como principal
responsabilidad mantener la paz y la seguridad internacionales.
La prevención de conflictos sigue siendo uno de los objetivos de mayor prioridad para
las Naciones Unidas. En la actualidad, la acción preventiva va más allá de la
tradicional diplomacia preventiva, de modo que en ella participan numerosas entidades
de la ONU, relacionadas con una gran variedad de disciplinas. Algunos ejemplos son
la erradicación de la pobreza y el desarrollo, los derechos humanos y el estado de
derecho, o las elecciones, la consolidación de instituciones democráticas y el control
de las armas.
La naturaleza de los conflictos también ha ido cambiando con el paso de los años.
Aunque originalmente se desarrolló como un medio para solucionar conflictos entre
Estados, el mantenimiento de la paz de la ONU ha tenido que aplicarse cada vez más
a conflictos intraestatales y guerras civiles.
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cualquier cultura está influida por las aportaciones de otra cultura y muchas de esas
influencias se traducen, en ocasiones, en componentes interculturales factibles de ser
compartidos por los grupos étnicos que entran en contacto y, en otros casos, en
conflictos entre ellos.
Por ello se puede señalar, que se advierten las interrelaciones existentes entre cultura
de paz e interculturalidad, porque ambos comparten valores importantes como el
respeto y la valoración positiva de la diversidad étnica y cultural, la solidaridad y la
tolerancia, existe una preocupación mutua por los conflictos interpersonales e
intergrupales, pero también se acepta el conflicto como una característica
consustancial de la vida, de los individuos y de los grupos, con la que hay que
aprender a convivir, y para lo que resulta fundamental conocer bien su génesis y
evolución, así como saber gestionarlos y resolverlos.
Las implicaciones para las sociedades van desde la teoría y la política educativa a la
propia práctica. Valores como la solidaridad y el respeto, temáticas como el rechazo y
la prevención de la violencia, la resolución de conflictos, etc., comunes a ambos
conceptos, contienen un alto potencial educativo que podemos aprovechar para
favorecer una educación de auténtica calidad para el conjunto de la sociedad.
En el mundo actual es difícil que nos podamos encontrar con sociedades que no
cuenten como característica propia la de la diversidad cultural. Incluso desde las
concepciones más restrictivas del concepto de cultura, es difícil encontrar sociedades
que no cuenten con personas y grupos de diferentes orígenes étnicos y culturales. En
cambio, sí es cierto que la percepción y la valoración de este rasgo evidente en las
sociedades actuales, cambia significativamente según quiénes experimenten las
percepciones y hagan las valoraciones, influidos por sus vivencias y por los valores,
creencias, estereotipos y prejuicios que influyan en ellas.
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todavía existen los que reconocen los aspectos positivos de la variedad de culturas,
sobre todo los que consideran propias o al menos cercanas; y por otro, que tienen una
visión negativa, cargada de prejuicios y estereotipos.
De aquí que la búsqueda de la paz, con sentido de convivencia humana, sea una
constante preocupación para reconocernos en la alteridad social. Un punto clave de
esta aspiración es aceptar la hibridación sociocultural en la construcción de la
ciudadanía, con una visión pluralista que se afirme en el diálogo y la tolerancia, como
nuevos modos de encontrarnos y resolver los conflictos que amenazan la coexistencia
en el universo planetario.
Es cierto que vivimos entre culturas distintas que pudiéramos llamar el mundo
pluricultural. En la sociedad los seres humanos, de una u otra manera, conviven o
coexisten y aportan sus modos de pensar, sentir, actuar y disentir. Es, dentro de este
intercambio donde se produce la hibridación cultural, que como vemos, se enriquece
en la relación respetuosa hacia el Otro diverso, diferente. Ese Otro que permite
reconocernos a nosotros mismos como criterio definitorio de existencia humana.
Ahora más que nunca las sociedades viven la angustia de resolver este “antagonismo”
aparente entre el ser yo y el ser nos-otros; en palabras distintas, entre el yo individual
y el yo colectivo. Este ordenamiento propicia la aceptación de lo heterogéneo en el
marco de la cultura occidental, asumiendo lo diverso como pluralismo cultural. Así,
entonces, desde el renacimiento hasta la modernidad, el imaginario humano ha
buscado explicaciones a las tendencias utópicas y a las racionalistas que juzgan la
diversidad y la homogeneidad como esferas antagónicas, que involucran posturas
encontradas.
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las identidades desplazadas y en el pluralismo. Se entiende que el marco territorial de
la ciudadanía ha sido trastocado por el mundo globalizado, pero no puede perderse de
vista la justificación de legítimos valores que obligan a proteger la libertad y las
diferencias en lo que respecta a la superación de estereotipos culturales,
provocadores de conductas excluyentes y etnocéntricas.
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