Está en la página 1de 31

Las cortinas rojas

Margarita Mainé

Las cortinas rojas-Cover_NEW.indd 3 1/5/17 10:07 AM


Las cortinas rojas
Margarita Mainé
Ilustraciones de Mariela Califano
Cuentan que mi abuela Antonia sumaba un plato a la mesa
aunque la comida fuera poca. Años después, en mi casa, recibíamos siempre
a quien lo necesitara y mi mamá hacía magia multiplicando
sus deliciosos platos. Quizás este cuento haya nacido en mi infancia
pero se hizo palabra gracias a Mari, fundadora del Comedor Eben Ezer,
porque no solo multiplica la comida para los niños del barrio;
también tiene un corazón que no deja de crecer...

Originally published in Argentina by Editorial Norma


© Margarita Mainé

All rights reserved.


No part of this publication may be reproduced,
except in the case of quotation for articles or reviews,
or stored in any retrieval system, or transmitted in
any form or by any means, electronic, mechanical,
photocopying, recording, or otherwise, without
written permission from the publisher.

For information, contact:


MONDO Publishing
980 Avenue of the Americas, New York, NY 10018
Visit our website at www.mondopub.com

ISBN 000-0-00000-000-0

1
C uando las hijas de Ema y Félix
se enteraron de la mudanza, no les gustó
la noticia. La plata no alcanzaba para vivir
en el departamento y tenían que cambiar
3
de barrio. Ayudaron sin ganas a guardar
sus cosas en cajas de cartón.
El día de la mudanza llevaron los muebles
en la camioneta del tío Pedro. Anita y Paula se
sentaron sobre un colchón y cantaron durante
todo el viaje tapadas con una manta.

4
La casa nueva era más pequeña.
—Estamos tan juntos que vamos a poder
abrazarnos seguido —bromeó Ema mientras
entraban los muebles.
Los vecinos observaban curiosos.
5
—No encuentro mi muñeca —se quejó Anita.

6
La familia entera terminó de vaciar las cajas
y la muñeca apareció.
—El barrio es feo —comentó Paula, de mal
humor, después de salir a caminar un rato.

7
Entonces, Ema compró cortinas rojas para
que por la ventana no se vieran esas casas
desprolijas que parecían de cartón, con
8
láminas en los techos.
9
Por la mañana, muy temprano, Ema llevaba
a sus hijas a la escuela. Después, trabajaba
hasta el atardecer y volvía cansada, con
mucho dolor en los pies.
10
Bajaba del colectivo, pasaba por el mercado
y recorría dos cuadras con la cabeza baja.
A ella tampoco le gustaba ese barrio donde
los niños andaban descalzos por la calle.
Al acercarse a su casa, veía a los chicos
jugando y a su hija asomada a la ventana.
11
—¿Puedo ir afuera? —preguntaba Anita.
Pero Ema no quería.
—Cierrá las cortinas y vamos a cocinar —le
decía, mientras le daba un abrazo y un beso.
Ema cocinaba muy bien. Papas, zanahorias,
chícharos, tomates, calabacitas, lo que
encontrara a buen precio en el mercado se
transformaba en su olla en un manjar, como
por arte de magia.
12
Y con esa comida en la panza, a sus hijas
no les importaban el barrio ni la mudanza.
Limpiaban el plato con el pancito y se iban a
dormir contentas.
13
14

Era tan rico el aroma que salía de la cocina


de Ema que los niños insistían en jugar cerca
de la puerta.
—¿Por qué hay tantos chicos afuera?
—preguntó Félix un día, cuando llegó del
trabajo.
15

—No sé —dijo Ema corriendo apenas las


cortinas para espiar.
—Yo quiero jugar afuera —repetía Anita.
—¿Por qué no se van a sus casas? Ya es
hora de cenar… —preguntó Paula.
16
Pasaron las semanas y cada vez había
más chicos jugando en la puerta y oliendo
los guisos que hacía Ema cuando el sol se
17
ocultaba.
Una noche, Anita estaba tan cansada que se
durmió sin comer. Ema ya había limpiado la
cocina y estaba planchando cuando escuchó
la voz de su hija:
—¡Mami!, tengo hambre.
Ema calentó la comida y se la llevó a la cama.
—No se puede dormir con hambre —le dijo,
mientras la nena comía y bostezaba.
18
Cuando Anita volvió a dormirse, Ema corrió
las cortinas rojas y miró el barrio con los ojos
bien abiertos.
19

Del otro lado de la calle, un niño pequeño


la observaba desde una ventana apenas
iluminada. El niño levantó la mano y la
saludó con un gesto cariñoso.
20
Al día siguiente, Ema volvió del trabajo
con dos bolsas repletas de verduras.
—No van a entrar tantas cosas en la olla
21
—dijo Paula mientras la miraba cortar
zanahorias.
Pero entraron. Parecía que la olla de Ema
se agrandaba un poco más cada vez que
ponía algo dentro.
Y mientras la olla crecía y se cocían las
verduras, Ema juntó dos mesas, descolgó
las cortinas rojas y las tendió como un mantel.
—Deja la puerta abierta —le pidió a Anita,
que fue corriendo a cumplir con su deseo.
Uno por uno fueron apareciendo los chicos,
invitados por el aroma.
—Pasen, pasen —decía Ema poniendo otro
22
plato en la mesa, y otro, y otro más…
—No vamos a caber todos —comentaban
las hijas. Pero así como crecía la olla, crecía
la mesa, crecía la casa y los chicos seguían
entrando…
—No va a alcanzar la comida —le susurraba
Félix. Pero cada vez que Ema servía un plato,
en la olla, el guiso se multiplicaba.
23
24

Todos entraron alrededor de la mesa


y la comida alcanzó.
Esa noche y muchas otras que vinieron
después.
25
Ahora la casa de Ema sigue creciendo.
Cuando se baja del colectivo, algunos vecinos
la ayudan a cargar las bolsas. Otros le traen
26
carne y verduras para sumar a la olla,
que también crece.
27
28
Anita juega con sus amigos en la vereda,
mientras su mamá cocina para todos.
La casa de Ema ya no tiene cortinas.
29
Las cortinas rojas
La familia de Ema no tiene otro remedio que dejar
su departamento y mudarse. La nueva casa es más
chica y está en un barrio que no les gusta, por lo
que Ema pone unas lindas cortinas para no tener
que ver el vecindario. Pero siempre que prepara
la comida, los niños se juntan frente a su puerta
y Anita quiere salir a jugar. ¡Qué decisión difícil!
¿Se puede vivir sin mirar hacia afuera?

Sobre la autora: Margarita Mainé nació en Buenos


Aires. Es profesora de Educación Preescolar.
Durante muchos años trabajó como maestra
jardinera, coordinadora de un jardín de infantes y
docente de primer grado. Ha escrito muchísimos
libros para chicos y jóvenes. Editorial Norma
publicó Un incendio desastroso, Betina y yo,
Cuentos para salir al recreo y La familia López,
entre otros.

Sobre la ilustradora: Mariela Califano estudió


Arquitectura en la UBA. Desde hace algunos años,
se dedica también a la ilustración; ha publicado sus
trabajos en libros de texto de diversas editoriales.

Las cortinas rojas-Cover_NEW.indd 2 1/5/17 10:07 AM

También podría gustarte