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Material de Lectura Introduccion A La Educacion Emocional PDF
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BLOQUE TEMÁTICO I
Introducción a la Educación
Emocional
A
LUCAS J. J. MALAISI
1
Diplomatura en Educación Emocional. Instituto de Extensión UNVM
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………………………………………….3
INTELIGENCIA EMOCIONAL
Reseña histórica de la Inteligencia Emocional……………………………………………………………………….…….…..... 5
¿Qué es la Inteligencia Emocional? ……………………………………………………………………………………………....……7
Coeficiente Emocional y Coeficiente Intelectual…………………………………………………………………………..….. 10
Inteligencia Social …………………………………………………………………………………………………………………..…….…..10
Integralidad…………………………………………………………………………………………………………………….………..………. 13
Importancia de la Inteligencia Emocional en la vida: “La prueba del Bombón"……………………..……..…… 14
EDUCACIÓN EMOCIONAL.
¿Qué es la Educación Emocional?.......................................................................................................... 16
¿En qué consiste la estrategia educativa de la Educación Emocional? ...................................................19
¿Cómo implementar la Educación Emocional en la escuela? ................................................................. 20
¿A quiénes capacitar para desarrollar las habilidades emocionales? ..................................................... 20
EMOCIONES.
¿Qué son las emociones? .................................................................................................................. .21
Emociones: energía inagotable................................................................................................................ 22
Emociones: señales existenciales ........................................................................................................... 23
Toma de decisiones: ¿Qué emociones me guían y cuáles me extravían? ............................................... 24
Biología de las emociones ........................................................................................................................ 25
Duración de las emociones ...................................................................................................................... 26
Efecto de las emociones en el desempeño .............................................................................................. 28
El interruptor On/Off: Modo defensa o Modo creativo........................................................................... 29
Modo Defensa ......................................................................................................................................... 33
Modo Creativo ......................................................................................................................................... ..34
Sub-modo Relax ....................................................................................................................................... .36
PENSAMIENTOS
Autodiálogo: expresión directa de los pensamientos ................................................................................ 39
Autodiálogo: generador instantáneo de emociones ................................................................................. 41
Evaluamos y clasificamos permanentemente ........................................................................................... 43
Creencias: GPS Interno…............................................................................................................................ 46
ACCIÓN
Un abordaje holístico: pensamiento y acción .............................................................................................. 50
Beneficios de entrar en acción. ................................................................................................................... 51
BIBILIOGRAFÍA…………………………………………………………………………………………………………………………………….…..53
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Diplomatura en Educación Emocional. Instituto de Extensión UNVM
INTRODUCCIÓN1
1
MALAISI, Lucas Javier Juan. Cómo ayudar a los niños de hoy, Educación Emocional, Argentina, San Juan, Editorial
Educación Emocional Argentina, Segunda Edición, 2011
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Estudios al respecto indican que los niños, en la etapa de la escuela primaria, se ven
particularmente influidos por la relación que establecen con los adultos de su establecimiento,
especialmente sus maestros. Por tanto, otro aspecto a trabajar en las es-cuelas es el de las
relaciones interpersonales. Para ello es necesario brindar talleres sobre trabajo en equipo,
comunicación, resolución de problemas, etc.
Vemos claramente un contexto sin precedentes (¿adverso?) y difícil para el niño, quien
por otro lado en medio de tales situaciones carece de espacios de desarrollo de capacidades
emocionales que permitan un sano crecimiento personal acorde a los tiempos que corren.
Estoy seguro de que ningún lector es ajeno a estos problemas que mencioné, como tampoco
de que requieren sin más rodeos ni postergaciones de nuestro trabajo y compromiso para su
pronta resolución. Entonces la pregunta fundante de este trabajo es: ¿Qué podemos hacer
para ayudar a los niños y jóvenes de hoy a ser más felices y saludables? Yo propongo que
hagamos Educación Emocional en las escuelas. Como vimos, cada vez son menos las familias
que brindan a los niños apoyo y saberes para la vida, entonces la escuela pasa a ser un lugar
crucial donde brindar enseñanzas sociales y emocionales en forma sistematizada, sostenida y
con fundamento científico, tanto a niños y adolescentes como a los mismos padres y docentes.
No quiero decir que la escuela por sí sola pueda remplazar a todas las instituciones sociales,
menos aún a la familia, pero dado que prácticamente todos los niños concurren a ella, ofrece
un ámbito seguro y propicio donde podemos brindar lecciones básicas de cómo transitar por
la vida de una manera más segura y saludable. No nos olvidemos de que, en sus raíces, el
objetivo de la educación es la formación integral del hombre y la mujer para que se realicen
como personas, a partir del desarrollo de sus capacidades para elaborar sus propios proyectos
de vida.
Para averiguar si es importante o no aprender a manejar las emociones, reflexionemos
sobre las siguientes preguntas. En el día de hoy, como parte de tu rutina, ¿cuántas veces
tuviste que sacar la raíz cuadrada de algún número? ¿Cuántas fechas de acontecimientos
históricos debiste recordar o cuántos conocimientos de biología te fueron indispensables para
mantener tu adaptación? Seguramente la respuesta a estas preguntas es cero o cercana a
cero. Pero si te pregunto: ¿Cuántas veces debiste lidiar con una emoción en lo que va del día?,
no importa en el área en que te desempeñes ni dónde estés, seguramente me dirás que
muchas veces. El adquirir habilidades emocionales marca una gran diferencia en la vida de las
personas. El trabajo (ya sean negocios, manualidades, medicina, etc.), la vida de pareja (donde
lo que haga o deje de hacer el otro habitualmente tendrá un alto impacto emocional en tu
vida), el deporte, las artes (arquitectura, escultura, pintura, literatura, danza, música, cine), en
fin, todo lo que hagas está atravesado por lo emocional. No digo con esto que no debamos
trabajar lo académico, pero sí que el acento ya no debe recaer sólo allí, sino también en lo
social y lo emocional.
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La mosca queda atrapada en la botella porque se empeña en tratar de salir por donde
no está el agujero. Repite esquemas de acción o soluciones intentadas sin tener éxito. En los
seres humanos, casi como en las moscas, romper estos esquemas de acción, repetitivos y
enquistados, requiere tener que vencer la resistencia al cambio. Como dije anteriormente, la
educación formal insiste una y otra vez en lo mismo: reformas centradas en lo cognitivo,
ignorando lo emocional. El hacer Educación Emocional es intentar un cambio en la manera
de cambiar. 2
2
Las habilidades para la vida propuestas por la OMS son las siguientes (las subrayadas son habilidades emocionales):
1. Capacidad de tomar decisiones.
2. Habilidad para resolver problemas.
3. Capacidad de pensar en forma creativa.
4. Capacidad de pensar en forma crítica.
5. Habilidad para comunicarse en forma efectiva.
6. Habilidad para establecer y mantener relaciones interpersonales.
7. Conocimiento de sí mismo.
8. Capacidad para establecer empatía.
9. Capacidad para manejar las propias emociones.
10. Habilidad para manejar las tensiones y el estrés.
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INTELIGENCIA EMOCIONAL
El término Inteligencia Emocional fue acuñado en 1990 por los psicólogos Peter Salovey de la
Universidad de Harvard y John Mayer de la Universidad de New Hampshire. Se lo empleó para
describir las cualidades de personalidad que parecen tener importancia para el éxito. Dentro
de éstas pueden incluirse: la empatía, la expresión y comprensión de los sentimientos, el
control de nuestro genio, la independencia, la capacidad de adaptación, la simpatía, la
capacidad de resolver los problemas en forma interpersonal, la persistencia, la cordialidad, la
amabilidad y el respeto. Existen diferentes tipos de inteligencias. Howard Gardner describió
siete en su famosa tesis “Inteligencias Múltiples”: Inteligencia Lógico-matemática. La
utilizamos para resolver problemas de lógica y matemáticas. Se corresponde con el modo de
pensamiento del hemisferio izquierdo del cerebro, con un funcionamiento lógico y con lo que
nuestra cultura ha considerado siempre como la única inteligencia. Inteligencia Lingüística. Es
la que tienen en alto grado los buenos escritores, los poetas y los buenos redactores. Utiliza
ambos hemisferios cerebrales y está caracterizada por proveer al individuo de una gran
capacidad de abstracción. Inteligencia Espacial. Consiste en formar un modelo mental del
mundo en tres dimensiones. Es la inteligencia que tienen los marineros, los ingenieros, los
cirujanos, los escultores, los arquitectos y los decoradores. Inteligencia Musical. Es,
naturalmente, la de los cantantes, compositores, músicos y bailarines. Inteligencia Corporal–
kinestésica. Es la habilidad y capacidad de utilizar el propio cuerpo para realizar actividades o
resolver problemas. Se manifiesta a través de un elevado control de los movimientos
corporales que la persona realiza. Es la inteligencia de los deportistas, los artesanos, los
cirujanos y los bailarines. Inteligencia Intrapersonal. Es la que nos permite entendernos a
nosotros mismos. Describe la importante capacidad de reconocer los propios estados
afectivos y pensamientos. No está asociada a ninguna actividad concreta. Inteligencia
Interpersonal. Es la que nos permite entender a los demás y llevarnos bien con la gente. La
solemos encontrar en buenos vendedores, políticos populares, profesores y terapeutas. En
1999, Gardner incluye un tipo de inteligencia más: la Inteligencia Espiritual. La define como
“la capacidad para situarse a sí mismo con respecto al cosmos y a los rasgos existenciales de
la condición humana, como es el significado de la vida y de la muerte”. Es la habilidad para dar
sentido o un significado adecuado a nuestros actos. Existen numerosas definiciones para esta
inteligencia. Otra de ellas es la postulada por Danah Zohar e Ian Marshall, quienes la definen
como “la inteligencia que nos permite afrontar y resolver problemas de significados y valores,
ver nuestra vida en un contexto más amplio y significativo y al mismo tiempo determinar qué
acción o camino es más valioso para nuestra vida”. Consideran que la inteligencia espiritual
está en todo nuestro Ser como una totalidad, trabajando de manera armónica con la
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inteligencia racional y la inteligencia emocional. Gardner enfatiza el hecho de que todas las
inteligencias son igualmente importantes. El problema es que el sistema escolar no las trata
por igual y ha sobrevalorado las dos primeras de la lista (la inteligencia lógico-matemática y la
inteligencia lingüística), hasta el punto de casi negar la existencia de las demás.
Para Gardner es evidente que –sabiendo lo que sabemos sobre estilos de aprendizaje, tipos
de inteligencia y modalidades de enseñanza– es absurdo que sigamos insistiendo en que todos
nuestros alumnos aprendan de la misma manera. Una misma materia puede ser presentada
de formas muy diversas, de manera que se le permita al alumno asimilarla partiendo de sus
capacidades y aprovechando sus puntos fuertes. Sin duda tenemos que plantearnos si una
educación centrada en sólo dos tipos de inteligencia es la más adecuada para preparar a
nuestros alumnos para vivir en un mundo cada vez más complejo.
La palabra “inteligencia” proviene del latín intellegere (inter: entre, llegere: escoger), y
significa “saber escoger la mejor opción entre varias”. Frecuentemente se considera al que
sabe mucho, por ejemplo quien tiene títulos académicos o habla varios idiomas, como alguien
inteligente, pero esa no es la palabra que lo define. El que sabe mucho es intelectual, quien
elige bien es inteligente, mientras que quien alardea de lo que sabe es el intelectualoide. Claro
que el tener más conocimientos es una ventaja para elegir mejor, de ahí la confusión entre
inteligente e intelectual. En este sentido, tener a nuestra disposición un buen registro de
nuestras emociones es información que nos posiciona mejor para elegir.
La IE fue definida como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos,
de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras
relaciones”. Su análisis arroja cinco habilidades emocionales que la componen:
mensajes que nos envía nuestro ser) y establecer contacto con el propio cuerpo parece cosa
sencilla, pero es algo que muchísimas personas relegan. El no poder expresar verbalmente las
emociones es llamado en psiquiatría “alexitimia”. Esta incapacidad impide expresar lo que
sentimos y atenuar tensiones, por lo que el organismo queda más expuesto, predisponiendo
a la aparición de síntomas psicosomáticos, entre otros. De esta manera, no identificar las
emociones es el común denominador de numerosas patologías físicas y psicológicas. El hábito
de expresar verbalmente las emociones es conocido como el “poder sanador de la palabra”.
Sanamos porque al tener recursos simbólicos para decir lo que sentimos, evitamos exponer el
cuerpo como vehículo de la emoción. Asimismo, el Autoconocimiento implica ser conscientes
de nuestro estado emocional y de nuestras ideas y pensamientos acerca de tal estado. Los
pensamientos y las emociones están muy relacionados, incluso hoy algunos científicos los
consideran las dos caras de una misma moneda. El modo en que percibimos las circunstancias
afecta la manera en que nos sentimos respecto de ellas, y cambiar el modo de percibirlas nos
permite cambiar el modo de sentirnos. Así, tener conocimiento de uno mismo no sólo implica
saber qué sentimos, sino también ser conscientes de los propios procesos de pensamiento
(que quedan evidenciados en el autodiálogo, lo que nos decimos a nosotros mismos). Es estar
atentos a cómo pensamos, lo cual nos permitirá evitar el llamado “secuestro emocional”.
Muchas personas, al no tomar conciencia de sus pensamientos y emociones, actúan sin
control. Sienten como si hubiesen perdido por completo el dominio de sus actos y se dejan
llevar por el impulso propio de la emoción. El conocer, comprender y poder reflexionar acerca
de lo que sentimos y pensamos nos da más libertad, en tanto podemos elegir si actuar o no y
cómo. Es un meta conocimiento, puesto que es un pensamiento acerca de los pensamientos
desencadenados por los propios sentimientos. Pero para desarrollar este eje es condición
necesaria que la persona primero conozca cada una de las emociones, es decir que aprenda
un léxico emocional. De este modo, cuando sienta la emoción podrá reconocerla y nombrarla.
Autorregulación. Luego de saber qué sentimos, gracias a la capacidad dada por el eje
precedente, podemos gestionar la emoción y elegir qué hacer con ella. La autorregulación
hace referencia a la capacidad de autodominio para sosegarnos, controlar y medir nuestras
reacciones, desintoxicándonos de la ira, por ejemplo, dejando de rumiar una y otra vez los
pensamientos que nos enojan. Muy por el contrario de lo que se piensa, el dar rienda suelta a
la ira es una de las peores formas de calmarla, dado que los estallidos de ira intensifican la
excitación. Es lo que yo llamo el “efecto tobogán” de la emoción: mientras más me embalo en
la descarga de una emoción, más difícil será frenarme después. Está establecido que la mejor
manera de calmar la ira es un diálogo tranquilizador con uno mismo, en donde se reconoce la
emoción y se establecen opciones saludables. Se trata de poder decirse a uno mismo, por
ejemplo, “Ahora estoy muy enojado”, y a partir de ello elegir un comportamiento
desintoxicador, como tomar una pausa y dar una caminata, beber agua, cambiar patrones de
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respiración, distraernos con algo, posponer la conversación, buscar otras opciones, etc. En
este sentido, el ejercicio aeróbico al aire libre genera un cambio físico y de excitación que
favorece la salida del estado de depresión, como los ejercicios de relajación ayudan a disminuir
la ansiedad. Asimismo, practicar ejercicios de respiración pausada, meditación y Yoga son
indiscutiblemente recursos muy útiles para calmarnos. Como veremos en el capítulo de las
emociones, la actividad física y los patrones de respiración pausados disminuyen la actividad
simpática y generan cambios en la composición química de la sangre, lo cual permite disipar
emociones displacenteras. El poder tolerar la frustración, aceptando ciertos estados de ánimo,
como la capacidad de hacer algo para cambiarlos, son habilidades propias de la
autorregulación emocional. También lo es la capacidad de expresar adecuadamente las
emociones según las circunstancias, es decir buscar el espacio, el momento y el modo
adecuados de hacerlo. Se trata de una capacidad de negociar con uno mismo la mejor manera
de expresar (jamás reprimir) la emoción, de calmarnos y tolerar los estados afectivos, a la vez
que nos permitimos pensar y reflexionar en medio de los afectos. El autodominio emocional
no debe ser excesivo, al punto de sofocar todos los sentimientos y la espontaneidad. De hecho,
ese exceso de control tiene un costo físico y mental. Las personas que sofocan sus
sentimientos elevan su ritmo cardiaco en señal de tensión aumentada. Cuando esa represión
emocional se torna crónica puede dificultar el pensamiento y el desempeño intelectual,
además de impedir una fluida interacción social. En contraste, la aptitud emocional implica
poder “elegir la forma asertiva de expresar los sentimientos, y actuar del modo más adecuado
y auténtico posible”.
analógico, o las señales no verbales: tono de voz, ademanes, gestos, movimientos voluntarios
e involuntarios, en fin, la expresión facial y corporal en su totalidad. En su acepción
etimológica, “empatía” deriva del griego y significa “sentir dentro”. Implica una consideración
por la otra persona y sus sentimientos. Está muy relacionada con el altruismo, que es la actitud
por la cual nos sacrificamos a nosotros mismos (en cuanto a nuestro bienestar) a partir de un
compadecer (padecer con el otro), en pos de un beneficio ajeno. Esta habilidad permite captar
las señales sociales que indican lo que otros necesitan. Es muy importante para la vida
profesional de las personas, dado que, por ejemplo, si buscamos un aumento en el salario,
más vale que se lo solicitemos al jefe un día en que esté de buen humor y no uno en que esté
enojado, pues más que un aumento podríamos obtener un despido. Las personas con
características psicopáticas no poseen desarrollada esta capacidad. Al no poder comprender
ni sentir con los demás, no hallan mayores dificultades para infligir dolor al otro, no pudiendo
reparar o evitar el sufrimiento ocasionado, pues no lo perciben, por lo cual se oponen con esta
característica a la persona altruista. Habilidades sociales. Es el arte de manejar las emociones
en las relaciones con los demás, habilidad que determina nuestra capacidad de ser populares,
líderes y lograr una eficacia interpersonal. Implica la sincronía que existe con el otro y la
capacidad de caer bien. Estudios efectuados en el aula demuestran que cuanto mayor es la
coordinación de movimientos entre profesor y alumnos, más amigables, contentos,
entusiasmados, interesados y sociables se muestran éstos mientras interactúan. Las
habilidades sociales comprenden destrezas de comunicación, seducción o agrado, carisma y
capacidad para intermediar y llegar a un acuerdo, además de la aptitud para negociar y
resolver conflictos interpersonales. Dice Goleman que una de las máximas expresiones de la
habilidad social está dada por la capacidad de aliviar las emociones de los demás cuando están
alterados. El poder enfrentarse a alguien que está en pleno ataque de ira y lograr tranquilizarlo
es tal vez la prueba más difícil. Esto es lo que se conoce como “alquimia emocional”: logramos
transformar una emoción en otra. Una estrategia eficaz podría ser distraer a la persona
furiosa, mostrar empatía con sus sentimientos y luego atraer su atención a un foco alter-
nativo, algo que le permita armonizar con una gama de sentimientos más positiva. En las
escuelas se puede observar en aquellos niños que resuelven los problemas de sus compañeros
o asumen el rol de pacificador o líder del curso.
Estas 5 habilidades emocionales constituyen los “colores primarios” de los que se constituye
la IE. El coeficiente emocional es poco medible. Esto se debe a que no podemos medir con
precisión rasgos sociales y de personalidad tales como la amabilidad, la confianza en uno
mismo, la empatía, el reconocimiento de las propias emociones o el respeto por los demás.
Tal vez podemos acordar a grandes rasgos si somos más o menos hábiles con las emociones,
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pero no podremos especificarlo con exactitud. Sin embargo, aunque el CE no resulte medible,
es un concepto muy importante. A diferencia del CI, el CE no lleva una carga genética tan
marcada, lo cual permite que padres y educadores brinden oportunidades para entrenar estas
habilidades emocionales. Entonces el CE, si bien no puede medirse, puede incrementarse
marcadamente, pues la IE es aprendida, y si es aprendida es educable.
Inteligencia Social
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La IS está constituida por cinco dimensiones o categorías de competencia según Karl Albrecht:
4 Confirmar es registrar que el otro existe, que es percibido, que es visto por nosotros, por tanto, que es incluido en nuestro mundo. Existen
distintos niveles confirmatorios.
5 Este término significa subestimar o “calificar bajamente” al otro. Es desvalorizarlo, pero sin embargo percibirlo, pues se le otorga existencia
en tanto que para juzgarlo se lo tiene que ver. Es decir, se lo confirma, pero se lo subestima o descalifica.
6 Este término, a diferencia del precedente, significa que la persona no percibe al otro. Lo ignora, dado que para él el otro “no existe”. Este
comportamiento interactivo es verdaderamente nocivo para la otra persona, desde una perspectiva psicológica, sobre todo cuando existe
alguna vinculación entre ambos sujetos.
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3- Autenticidad. Revela lo honesto, fiable y sincero que uno es con las personas y con uno
mismo en cualquier momento dado. Comportarse íntegra y auténticamente implica ser quien
uno es, tratando a las personas cara a cara y como dice Serrat, “llamando las cosas por su
nombre”. Esta dimensión es importantísima y queda en evidencia con el tiempo.
internos de la persona, aunque tiene en cuenta también sus manifestaciones externas como
lo es su quinto eje de habilidades sociales; mientras que la IS acentúa los aspectos externos,
analizando cómo deben ser éstos para aumentar la cooperación y el magnetismo entre las
personas. Así, para dar otro ejemplo, podemos suponer que una persona tiene un buen
conocimiento de sí misma, empatía y una adecuada expresión de las emociones, pero si no
aprendió buenos modales su desempeño social será bajo.
Integralidad
Esta estrecha relación que existe entre IE e IS es la misma que existe entre las demás
inteligencias, puesto que en la realidad todas las inteligencias y demás habilidades de las
personas están íntimamente relacionadas entre sí, dado que somos seres integrales. Esto
significa que todas nuestras habilidades y capacidades son manifestación de un ser íntegro,
en tanto todas sus conductas provienen de un mismo substrato. Así, al propiciar una
estimulación en una de las inteligencias necesariamente producimos un cambio en todas las
demás. A su vez, la no estimulación de una de ellas provoca no sólo un retraso madurativo en
la misma inteligencia sino también en las demás. Afirma María P. Puerta que, por ejemplo, el
grado de autoestima que posee el niño determina su nivel de creatividad, en la medida en que
necesita disponer de la confianza en sí mismo para afrontar los retos que le plantea cada acto
creativo. De igual manera la autoestima es la condición para un adecuado funcionamiento en
todas las áreas en las que se manifieste el niño. Así, aquel niño que sea estimulado en sus
habilidades musicales incrementará su inteligencia musical, lo que también favorecerá a
aumentar su autoestima. Esto a su vez facilita que se sienta más seguro en sus relaciones
sociales, permitiéndole relacionarse con sus pares de manera más segura. Probablemente
acepte desafíos y se entregue dispuesto y seguro a tareas recreativas y deportivas,
desarrollando habilidades kinestésicas, que a su vez inciden sobre las demás por la misma
integralidad.
Podemos afirmar que estimular determinadas habilidades, cualesquiera sean,
favorece el desarrollo de las demás. La autonomía, la creatividad, la solidaridad, el respeto, la
felicidad, la salud, las habilidades intelectuales, sociales, emocionales, físicas, musicales,
lingüísticas, etc., están en íntima relación. Está comprobado que la estimulación de la
inteligencia musical produce un desarrollo intelectual de las demás inteligencias, debido a que
se desarrollan nuevos y diferentes circuitos neuronales que aumentan el repertorio de
recursos para dar respuesta a una situación determinada. Hablar, correr, descansar, pensar,
vivenciar una emoción son actos físicos, intelectuales, sociales, emocionales y espirituales al
mismo tiempo –como muchas otras actividades que realizamos– porque somos una totalidad,
que en ocasiones separamos sólo para su estudio y análisis, pero que en el mundo real no
puede dividirse. En efecto, recientes investigaciones proponen que pensamos con todo el
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cuerpo, sí, con todas las células de nuestro cuerpo. La concepción integral de la persona
implica vernos como una totalidad en la que en cada acción intervienen todas las inteligencias
y funciones de nuestro cuerpo, y el producto final es la conducta.
En Estados Unidos, hace unos cincuenta años se realizó un estudio longitudinal muy famoso
llamado “La prueba del Bombón”, en el que se puso en evidencia la trascendental importancia
de la IE en la vida de las personas. Se trata de un experimento simple pero muy revelador, que
requirió más de 25 años para ser completado. Fue iniciado por el psicólogo Walter Mischel en
la década del sesenta en un jardín de infantes del campus de la Universidad de Standford. Se
trabajó con chicos de 4 años a quienes se les dio la siguiente consigna: “Niños, si pueden
esperar a que el maestro termine de hacer unas tareas, podrán recibir dos bombones como
recompensa. Los que no puedan –o no quieran– esperar, sólo recibirán uno, pero de forma
inmediata”. Esto sin lugar a dudas es una encrucijada que pone a prueba el alma de cualquier
criatura. ¡Qué no hacían para evitar tomar contacto con tal tentación! Algunos se tapaban los
ojos, otros hablaban solos, cantaban, contaban números, jugaban con las manos y los pies e
incluso algunos intentaron dormir. El caso es que unos se comieron el bombón
inmediatamente, mientras que otros valientes niños pudieron esperar el cuarto de hora que
le tomó al maestro terminar la “tarea”. Lo revelador de este experimento no se observó en
aquel momento sino unos catorce años más tarde, cuando se comparó el desempeño de los
niños que habían logrado comerse dos bombones con el grupo que no había resistido la
tentación y sólo accedió a uno. Los que habían esperado a los 4 años la gratificación de dos
bombones eran adolescentes más competentes en el plano social, obtenían calificaciones
increíblemente más altas en lo académico y en el plano personal eran más seguros de sí
mismos y más capaces de enfrentarse a las frustraciones propias de la vida. Eran más
confiables, aceptaban los desafíos y procuraban resolverlos en lugar de abandonarse. Tenían
iniciativa y se comprometían en proyectos. Pero los resultados del estudio no terminan aquí
sino que, una década más tarde, pudo corroborarse que esos niños (ahora adolescentes)
todavía eran capaces de postergar la gratificación para alcanzar sus objetivos. Por otro lado,
no es menos significativo el que aproximadamente una tercera parte de los que no habían
controlado el impulso, compartían características conflictivas. Estos chicos, durante la
adolescencia, mostraron mayor inclinación a ser tercos, a sentirse fácilmente perturbados por
las frustraciones, a considerarse a sí mismos malos o inútiles, a quedar paralizados por el
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estrés y a ser desconfiados y resentidos. Inclusive luego de todos esos años no podían
postergar la gratificación en pos de objetivos o metas superiores. Seguramente la actitud de
los chicos del primer grupo fue sostenida a lo largo de sus vidas y, como vimos, ellos tuvieron
la capacidad de elegir un camino en el cual, si bien los esfuerzos eran mayores, las
recompensas también. Esta investigación muestra que la capacidad de postergar la
gratificación –propia de la autorregulación– ayuda fuertemente al desarrollo de la esfera
intelectual, además de la social. Asimismo, estudios que se han hecho llevando a cabo
seguimientos de niños desde la edad preescolar hasta la adolescencia demuestran que más
de la mitad de aquellos que en los primeros grados son indisciplinados, incapaces de llevarse
bien con los demás niños, desobedientes con sus padres y resistentes a la autoridad del
docente, se transformarán en delincuentes durante los años de la adolescencia. El mismo
Sigmund Freud expuso mucho tiempo antes, un concepto que describe lo observado en este
experimento. Según Freud existen personas que se rigen por el principio de placer, como hay
quienes lo hacen según el principio de realidad. En el principio de placer priman motivaciones
hedonistas cuyo lema es “evitar el displacer y procurar el placer”. Existe en este principio un
comportamiento infantil y caprichoso, pues no hay capacidad de espera ni de tolerancia de la
frustración que implica una dilación en la satisfacción del impulso. Podríamos decir que
aquellos niños que no pudieron posponer la gratificación y accedieron a ésta de manera
inmediata se rigen por el principio de placer. En cambio, en el principio de realidad
observamos que la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa siguiendo los caminos más
cortos, sino mediante rodeos, y se aplaza la satisfacción inmediata del impulso por una
gratificación más duradera. De este modo se asegura la satisfacción del impulso de manera
tardía pero más prolongada y verdadera, evaluando las posibilidades exteriores de
satisfacción. Ocurre que al cualificar un objetivo, la energía propia del deseo queda sujeta a
ese objetivo y nos da la motivación para soportar las dificultades que puedan sucederse hasta
alcanzarlo. Como bien dice la frase, “Es más fácil el cansancio cuando no hay un objetivo”. O
como decía Nietzsche: “Quien tiene algo por qué vivir es capaz de soportar cualquier cómo”.
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EDUCACIÓN EMOCIONAL
¿Qué es la Educación Emocional?
La Educación Emocional es susceptible de ser definida desde varias perspectivas. Una de ellas,
considerando su causa final (a lo que apunta) sería:
“Una estrategia educativa de promoción de la salud que tiene por objetivo mejorar la calidad
de vida de las personas a partir del desarrollo de habilidades emocionales”.
Si nos focalizamos en las acciones y las personas implicadas, otra definición sería:
Es un proceso porque implica un tiempo (toda la vida, y no un día) y por otro lado, cambios
progresivos en la adquisición de dichas habilidades. Es una enseñanza, dado que se basa en la
transmisión de conocimientos y la corrección de lo erróneo (como los comportamientos
agresivos, impulsivos o desadaptativos).
Con el término “ejercicio” hago referencia a la importancia de que la persona ejercite tales
aprendizajes, ya que se trata de un entrenamiento en situación que nadie puede hacer por
nosotros.
La Educación Emocional busca adelantarse a los problemas, trabajando con las personas
sanas para mantenerlas sanas, fortaleciendo y esparciendo la salud en la población. Este
es el ámbito de profesionales de la educación que crean las condiciones necesarias para
adquirir y desarrollar habilidades emocionales y mejorar la calidad de vida de las personas.
En este sentido, la Psicología Positiva da cuenta de que el desarrollo de fortalezas y virtudes
actúa a modo de barrera contra los trastornos psicológicos.
Por mi experiencia como terapeuta, considero que una de las formas más efectivas de
combatir la patología es “inyectar” salud en la persona. Además, a diferencia de las
estrategias para combatir la enfermedad, el desarrollo de habilidades que generan salud,
son auto-sostenidas, es decir, perduran en el tiempo.
Estrategia
Niveles Definición ¿Quién la realiza?
de Salud
A medida que
Docentes y subimos:
Acciones para mejorar y educadores. Medios
Promoción Promoción de
mantener la calidad de de comunicación, -Más
de la Salud la salud participación
vida y la salud. actores sociales y
E. activa del
¡No actúa sobre la demás agentes beneficiario de la
EMOCIONAL
patología! multiplicadores. estrategia.
-Mayor cantidad
de gente
-Mejora la
calidad de vida.
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Médicos o el profesional de la salud que corresponda según la patología que se busca evitar: puede ser psicólogo, psicopedagogo u otro
profesional que trabaje para un diagnóstico precoz.
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Desarrollo de las 5
Aspectos evaluables
habilidades emocionales
Educación Emocional
Aspectos autoevaluables
Conocimiento de
(no evaluables por un
uno mismo
educador)
Por ejemplo, puede observarse si un alumno reconoce sus emociones y tiene un léxico
emocional (autoconocimiento), si tiene tolerancia a la frustración, si expresa asertivamente
lo que siente (autorregulación) y reconoce lo que sienten los demás (empatía). Pero es
preciso hacer una aclaración muy importante: si bien un observador externo puede evaluar
si la persona tiene desarrollada la habilidad del autoconocimiento, no podrá evaluar si ese
autoconocimiento es correcto o incorrecto. Por dos razones: el observador no está dentro
de la persona para saber qué es lo que vivencia y, por otro lado, las respuestas que dé la
persona son únicas, ni correctas ni incorrectas. Es decir, que un niño le tema a la oscuridad
y a las arañas no está ni bien ni mal. Es una respuesta única que no puede ser juzgada.
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Transversalmente Verticalmente
(En un 70-80 %) (En un 30-20 %)
Al estar presentes las emociones en Creando un espacio curricular para tal
todas las disciplinas, deben abordarse fin: asignatura Educación Emocional,
desde cada una de ellas: matemáticas, como así también un tiempo curricular
lengua, educación física, música, artes destinado al autoconocimiento y al
plásticas, etc. ejercicio de habilidades emocionales.
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Escuela para
Padres
Por detrás de estos cuatro pilares están las políticas educativas a nivel macro y la cultura
propia de una sociedad. Sobre este aspecto pretendemos influir mediante la Ley de
Educación Emocional (VER MATERIAL COMPLEMENTARIO)
EMOCIONES
¿Qué son las emociones?
Desde la psiquiatría clásica las emociones son definidas como afectos bruscos y agudos
desencadenados a partir de una percepción (externa o interna) o representación, y tienen
abundante correlación somática. Suelen ser poco duraderas, si bien hay notables
excepciones.
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Reflexionemos…
¿Qué sentís a nivel físico cuando estás enojado? ¿Qué pasa con tus músculos y los latidos
de tu corazón? ¿Notás cambios en tu piel y en los ritmos respiratorios? Y en la voz, ¿algún
cambio?
La emoción, entonces, motiva a la acción. Así, cuando estamos enamorados nos sentimos
motivados a hacer cualquier cosa por la persona que amamos. Del mismo modo, si amamos
o le damos un sentido a nuestro trabajo o un objetivo a cumplir, estamos motivados para
madrugar todos los días y salir a trabajar. También cuando odiamos algo o a alguien estamos
motivados para establecer un límite entre nosotros y aquello que nos molesta, y hasta
llegamos a buscar su destrucción. Asimismo, el miedo nos motiva a tomar distancia de una
situación temida, como la alegría o el placer nos inducen a repetir aquello que nos produce
dicha.
Todas las emociones son pura energía, excepto la tristeza que más bien nos la sustrae,
como veremos más adelante. En este sentido, Fritz Perls, un reconocido autor de psicología,
dice de las emociones: “son la fuerza básica que energiza toda nuestra acción”. Son el motor
del hombre que moviliza los medios para la satisfacción de las necesidades. La persona que
no toma conciencia de sus emociones pierde la oportunidad de experimentar una fuente
inagotable de energía (motivación).
Las emociones están en constante pujanza por ser liberadas o descargadas. Es por ello que
es tan importante que hallemos una forma de expresión adecuada para ellas, y mucho
mejor si las canalizamos productivamente beneficiándonos de su energía. Esto es nuestra
elección, y por tanto nuestra responsabilidad. Justamente de esto trata el tercer eje de la
IE, Auto-motivación, donde se busca utilizar la energía emocional en forma productiva.
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Además de energía, las emociones son información auténtica. Para que veamos
claramente esto de la información voy a hacer otro experimento.
En general la mayoría de la información que recibimos proviene de los sentidos, pero ¿Cuál
de los cinco sentidos te dice que tu profesión, hobbie u oficio es el indicado para vos?
¿Acaso es el olfato? ¿Huele bien tu profesión? ¿Es el gusto? ¿Tiene rico sabor lo que hacés?
¿Es por la vista que te gustan tus actividades? ¿Textura suave o un sonido agradable?
Seguramente con cara de extrañado me dirás que no es por su olor, color, sonido, ni por su
sabor o textura que te gusta lo que hacés, sino porque simplemente te hace sentir bien. Y
esto lo sabés gracias a las emociones. Cuando sentís placer o amor, eso que estás haciendo
es lo tuyo. Pero cuando vienen en forma constante la angustia o el miedo, tales emociones
te advierten que estás en el camino errado.
¿Te acordás del secreto que le dijo el zorro al Principito? “No se ve bien si no es con el
corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Lo esencial en tu vida no podrás percibirlo con
los sentidos, sino con las emociones. Por ello las emociones son el sexto sentido, el único
que te permite ver lo esencial. Te conectan con información existencial.
Para mí las emociones son como una brújula: algo mágico, un magnetismo invisible que
indica tu camino (un rumbo único para un ser único). Las emociones marcan lo importante
en tu vida y te dan la fuerza y perseverancia propias de la brújula: no importa cuántas veces
la gires, tuerzas y retuerzas, siempre te dirá cuál es el norte. Las emociones son la brújula
que muestra nuestra verdad. Cuando estés perdido, cerrá los ojos y si lográs conectarte con
tus emociones, el camino aparecerá. Recordá que el camino hacia nuestros objetivos está
señalizado por dentro, no por fuera. No es lo que papá, mamá o la sociedad quiere para
nosotros, es lo que dicta tu corazón. Y es preciso escuchar ese mensaje y darle forma con
los recursos de los que disponemos.
De esta manera las emociones tienen una doble función: son pura energía (combustible
del alma) y son una señal que nos provee valiosísima información existencial.
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Al ser las emociones un valioso recurso de información, nos ayudan a tomar decisiones.
Las emociones desagradables o por muchos autores llamadas “negativas” (a mi criterio,
erróneamente, pues son juzgadas sólo por su condición de dolorosas o displacenteras), son
valiosas y estupendas señales que alertan acerca de un problema en particular, y su función
es llamar tu atención para que hagas algo al respecto. Pero también constituyen un
aumento energético que tiene por objeto preparar a la persona para resolver tal problemavi.
De esta manera, las emociones displacenteras no sólo nos brindan información de una
necesidad insatisfecha, sino que también nos proveen de energía para llevar a cabo la acción
necesaria para resolver el problema o satisfacer la necesidad.
No es lindo saber que debemos hacer algo difícil, pero debemos hacerlo. Las emociones
jamás son el problema, sino su alarma, una señal de que tenemos que entrar en acción.
Cierta vez me pasó tener que tomar una decisión difícil. Un par de amigos y yo
abrimos una consultora de Recursos Humanos en la que prestábamos servicios a
empresas. Al poco tiempo apareció la oportunidad tan deseada. Se trataba de un
cliente que nos contrataba para realizar la logística de una seguidilla de eventos
tan importantes como redituables. Nos invadió entonces un entusiasmo escalofriante que nos
impedía decir “no” a cualquier demanda del cliente. El caso es que a medida que pasaba el
tiempo yo veía cómo mis socios se entusiasmaban cada vez más y en mí sólo crecía el miedo,
pues advertía algunas subrepciones. Este miedo venía a mí una y otra vez. Es que esta
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grandísima “oportunidad” proyectaba una sombra de riesgos diez veces mayor que me
provocaba una intensa angustia cada vez que nos reuníamos a planificar. Pero
afortunadamente un día me animé a hacer lo que tanto postergaba: hacerle caso a mis
emociones y contarles a mis socios mis intuiciones, explicarles lo que sentía. Así fue que tomé
el toro por las astas y les fui sincero. Inmediatamente después de hacerlo sobrevino en mí una
impagable tranquilidad. Ellos, a su vez, me comprendieron y disculparon. Afortunadamente
para mi credibilidad y cordura, el tiempo confirmó aquellas sospechas y nuestro cliente
resultó ser un timador bárbaro.
Escuchar a nuestro corazón y hacer lo que creemos correcto suele ser difícil, pero sin lugar a
dudas es sano y liberador. Ahora bien, ¿Qué emociones tengo que escuchar? Muchos
pueden afirmar que siguieron sus emociones y se metieron en problemas. Es que no todas
las emociones son una guía, e incluso hay algunas que te despistarán. Sí. Las emociones del
momento (un arranque de ira, por ejemplo) son más bien un impulso que sin dudas te
extraviará, mientras que aquellas emociones recurrentes que vienen a vos en estados
diversos o de calma sí son una guía. Ahí hay un mensaje que has de escuchar. La frase “Haz
lo que dicte tu corazón” mal interpretada puede meterte en problemas. Suena lindo, pero
basar tus decisiones en emociones pasajeras e intensas es un error. La intuición, en cambio,
es un mensaje sutil que viene en momentos de calma, por eso es conveniente prestarle
atención. Insisto, la idea es desestimar emociones pasajeras o del momento y considerar
aquellas estables y recurrentes. Si una y otra vez te sentís incómodo, o bien atraído por una
situación, es que ahí hay algo de lo que tenés que tomar conciencia y actuar. No todo es
racional, hay un saber verdadero en las intuiciones y emociones.
Desde un punto de vista biológico, las emociones son simplemente una sustancia química
en sangre que provoca cambios en el organismo. Estos cambios son variados: reacciones
vasomotoras, intestinales (diarrea), secretoras (sudoración, lagrimeo), renales (poliuria),
musculares lisas (espasmos), circulatorias (taquicardia, cambios tensionales), respiratorias
(taquipnea, disnea), descenso de la resistencia eléctrica de la piel (reflejo psicogalvánico),
etc. Muchas de estas respuestas son objetivables y se pueden registrar (poligrafía). Todos
estos signos son muy importantes, porque nos ayudan a reconocer qué tipo de emoción
vivenciamos. Desde una simple sonrisa hasta una lágrima, estos pequeños indicios nos dicen
mucho acerca del afecto que subyace.
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En la emoción se produce una variación psíquica y somática que actúa como estimulante
para movilizar los mecanismos de adaptación del individuo frente al estímulo.
Todas las emociones son temporales, ninguna de ellas en sí misma dura por siempre. La
duración de una emoción depende de la idea a la cual esté asociada. Quien tienda a ver el
lado negativo de las cosas seguramente extenderá la tristeza o la nostalgia. Tampoco el
amor mismo dura por siempre, a menos que se lo mantenga vivo nutriéndolo. Veamos…
Los sentimientos y emociones, por su misma naturaleza bioquímica, y aunque parezca raro,
tienden a desvanecerse. Lo que sí puede pasar es que una emoción se renueve por sí misma,
dando la impresión de que es permanente o muy duradera. Y el hecho de que se renueve
por sí misma o por otra depende de los hábitos, de la psicomotricidad (cómo movemos el
cuerpo) y fundamentalmente de los pensamientos. Pero para comprender esto es
necesario hacer un breve recorrido por la biología de las emociones. En el centro del
cerebro existen unas estructuras llamadas amígdalas, que constituyen el centro de las
emociones. Cuando percibimos algo que decodificamos, por ejemplo, como amenazante,
inmediatamente la amígdala inicia una reacción en cadena5 que finaliza con la segregación
de una sustancia en sangre que es la responsable del correlato físico de la emoción. Así, a
nivel físico, las emociones no son otra cosa que una sustancia química en sangre que
provoca sudoración, lagrimeo, risa, taquicardia, tensión muscular y demás cambios que
mencioné más arriba. Lo interesante de todo esto es que la sustancia en sangre –de
cualquiera de las emociones– tarda aproximadamente 90 segundos en ser metabolizada
por el cuerpoviii, es decir que le toma ese tiempo desaparecer junto a sus efectos.
Esto es fácil de comprobar si recordás alguna vez que te diste un susto. Aunque
rápidamente descubrieras que la amenaza no era de temer, sentiste que tu corazón seguía
galopando y tus ojos seguían abiertos como huevos fritos. Esta sensación dura unos
instantes porque la adrenalina sigue dando vueltas por tu cuerpo, hasta que pasan esos 90
segundos.
5
La reacción en cadena: la amígdala envía proyecciones al hipotálamo, encargado de la activación del sistema nervioso autónomo; los
núcleos reticulares, para incrementar los reflejos de vigilancia, paralización y escape/huida, a los núcleos del nervio trigémino y facial para
las expresiones de miedo, al área tegmental ventral, locus ceruleus, y núcleo tegmental laterodorsal para la activación de neurotransmisores
de dopamina, noradrenalina y adrenalina.
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Seguramente sabrás que es frecuente que nos digan, cuando nos enojamos: “Contá hasta
10, contá hasta 100 que así te vas a tranquilizar”. Esto es para darle tiempo a nuestro cuerpo
de que se “desintoxique” del cóctel químico en sangre propio del enojo. También es eficaz
tomar distancia dando una pequeña caminata, beber agua, respirar varias veces profundo
y pausado o hacer cualquier cosa que te desvíe el foco de atención del motivo del enojo.
Pero si por el contrario seguimos haciendo foco en lo que nos enoja, renovamos la emoción.
Así hay quienes dicen “Ok, voy a contar hasta cien”, pero mientras cuentan dicen “1, 2, 3…
es un maldito, 6, 7… cómo pudo hacerme esto… 9, 10, 11… pero quién se ha creído este…
14, 15… seguramente lo hizo a propósito… 19, 20, 21… siempre me hace lo mismo, 25, 26…
cuando lo vea lo ahorco…”, y así continúan. Entonces, ¿Qué está haciendo la persona al
contar así? Su foco se mantiene en lo mismo, y continúa dándole a la amígdala un motivo
para que siga segregando la misma sustancia. Entonces la emoción queda “atrapada en un
bucle de pensamiento recursivo” y sigue renovándose por sí misma, alargándose su
duración natural, pues sigue asociada al mismo pensamiento. Entonces esos 90 segundos
se transforman en una cuenta de 90”+90”+90”+90”… Esto es lo que en psicología se llama
“rumiación mental”. La persona sigue dándole vueltas a una misma idea una y otra vez, con
el correlato emocional correspondiente.
Está comprobado que quien padece depresión tiene una propensión a pensar en forma
pesimista, lo que renueva emociones de tristeza o desesperanza, extendiendo estos 90
segundos. Lo mismo con el enojo crónico, que se condice con un hábito de pensamiento
crítico y negativo; o con la felicidad, cuyo secreto es pensar en lo que se tiene y ser
agradecido por ello. Así, la gratitud es un estado mental que genera felicidad. Por esto es
que en psicología decimos “Todo aquello a lo que le prestes atención, crece”.
Seguramente me dirás que en medio del enojo, el miedo o la angustia no te fue posible
dormir, tampoco comprender un texto. Quizá leíste varias hojas como un autómata, pero
no entendiste nada. A la mayoría de las personas se nos corta el apetito con esas emociones
(sin embargo una minoría aprendió a canalizarlas mediante la ingesta de comida). Lo que
trato de mostrarte es que bajo el estado de emociones displacenteras hay ciertas conductas
que son biológicamente imposibles de llevar a cabo. Concentrarte en lo que estudiás,
dormir, conducir un auto, reír, tener una buena performance en un deporte, comer y digerir
son actividades imposibles o muy difíciles de realizar en dicho estado. Esto se debe a que la
sustancia en sangre propia de la emoción activa ciertos sistemas en el cuerpo, a la vez que
desactiva otros. Por ejemplo, en medio del miedo se activa el sistema simpático, que acelera
el corazón, dilata los bronquios, contrae las arterias e inhibe el aparato digestivo,
preparando al organismo para reaccionar con todos sus recursos ante la situación de estrés.
Mientras que emociones como placer, felicidad, alegría, alivio, dicha, deleite, satisfacción,
tranquilidad, amor, permiten el ingreso a escena del sistema parasimpático. Éste se encarga
de mantener al cuerpo en situaciones normales y de producir los efectos opuestos del
simpático, preparando al organismo para la alimentación, la digestión, la reconstitución
celular (autorreparación) y el reposo.
Emociones como miedo, enojo, vergüenza, pánico o angustia –es decir, cualquier emoción
displacentera– además de impedirte estudiar, ser habilidoso, recordar y demás conductas
deseadas, disminuyen tu salud física ya que activan el sistema simpático, que tiene un
efecto inmunosupresor6
En este sentido un científico chileno de primer nivel mundial llamado Humberto Maturana
define las emociones como “disposiciones corporales que determinan dominios de acción”.
Dice el autor que cuando una emoción cambia, cambia también el dominio de acción, y da
el siguiente ejemplo, al llegar a la oficina uno declara que piensa pedir un aumento de
6
El sistema simpático fuerza al organismo a una actuación de “lucha o huida” a la vez que desactiva el sistema
parasimpático que permite la digestión y el reposo (teoría del ahorro de recursos). Las consecuencias a largo plazo
del estrés, debidas en parte a la inmunosupresión, no parecen justificar los beneficios de la inhibición inmunitaria
a corto plazo. Lo cierto es que en la actualidad no conocemos la finalidad -si es que la tiene- de la
inmunosupresión.
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sueldo al jefe, pero la secretaria amiga dice: “No le pidas nada hoy porque está enojado y no
va a darte nada”. Todos sabemos que esto es así: bajo el enojo, “sí” es una palabra poco
dicha. Dicho de otra manera, bajo el dominio de acción del enojo la conducta de conceder
el aumento no es posible.
Esta es la razón por la cual todos tenemos esos días en los que “todo nos sale mal” y esos
otros en los que “todo nos sale bien”. Mientras que las emociones displacenteras nos ponen
en Modo Defensa, que es una plataforma emocional que nos prepara para huir o
defendernos, pero deshabilita las funciones de descanso, digestión, inmunología, sexo,
memoria, creatividad, reconstitución celular, entre otras.
El día en que sentís que todo va mal, estás bajo el dominio de acción de emociones como
enojo, miedo, vergüenza, etc., es decir, estás en Modo Defensa, en simpaticotonía. Mientras
que cuando te sentís un ganador y todo va bien, estás bajo el dominio de acción de
emociones que permiten que las cosas fluyan y tus proyectos prosperen. Podrás estudiar,
reflexionar, recordar, tener relaciones sexuales, comer, reír, bailar, cantar, hacer deporte
en forma habilidosa, estar atento y elocuente, etc. Este es el Modo Creativo, caracterizado
por un equilibrio entre el sistema simpático y el parasimpático.
Así como las emociones afectan las funciones mencionadas arriba, también afectan el modo
en que pensamos. Está comprobado científicamente que la tristeza nos hace proclives a ver
el lado negativo de las cosas –lo que, como vimos antes, genera más tristeza. El enojo nos
impide concentrarnos en la solución de los problemas, y a veces nos lleva a malinterpretar
actitudes. El amor suprime el pensamiento crítico, haciendo que todo sea “color de rosas”.
Por eso se dice que el amor es ciego.
Nuestro desempeño (alto o bajo) depende de esa misma sustancia de la emoción que
segregó la amígdala. En el caso del enojo, por ejemplo, su sustancia química en sangre pone
al cuerpo en modo defensa. Es decir, la emoción enojo pone al cuerpo en un estado de
preparación para defenderse. Bajo ese dominio de acción, como vimos, es biológicamente
imposible dormir, estudiar o comer, porque tu cuerpo está preparado para la defensa. Esto
no es nada nuevo, ya a principios de siglo un fisiólogo llamado Walter Cannon estudió este
tipo de respuesta de emergencia y acuñó el nombre de “reacción de lucha o huida”x, por
ahí también conocida como “respuesta lucha-huída-parálisis”. Los médicos, en especial los
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endocrinólogos saben muy bien el efecto de estas sustancias sobre el cuerpo. Ante el enojo,
siguiendo con nuestro ejemplo, a nivel biológico se activa una parte del Sistema Nervioso
Autónomo llamado sistema simpático y la función de éste es preparar al organismo para
una emergencia, para defenderse de amenazas. Entonces la frecuencia cardíaca aumenta,
las arteriolas de la piel y el intestino se contraen, las del músculo esquelético se dilatan y la
presión arterial se eleva. La sangre se redistribuye en el cuerpo, abandonando el tracto
gastrointestinal y se dirige al encéfalo, el corazón y el músculo esquelético. Además los
nervios simpáticos dilatan las pupilas, los bronquios, inhiben el músculo liso de los
bronquios, el intestino y la pared vesical y cierran los esfínteres. Se producen piloerección y
sudoración.
En resumidas cuentas dicha emoción prepara tu cuerpo para defenderse o huir, pero sólo
para ello. Te prepara únicamente para defenderte físicamente pero te “discapacita” para
otras actividades como son estudiar, comprender, actividad sexual, disfrutar, estar creativo,
recordar, etc.
Por otro lado, estas conductas adaptativas de dormir, estudiar, comer, comprender,
recordar, estar creativo, atento, dispuesto para lo sexual, etc. serán biológicamente posibles
cuando exista una equilibrada activación de la otra mitad del sistema nervioso central: el
sistema parasimpático. El funcionamiento del parasimpático está dirigido a conservar y
restablecer la energía. Así regula y activa el sistema digestivo, inmunológico, sexual, el
encargado de regular el sueño, la creatividad, la memoria, etc. El parasimpático te habilita
a que duermas y descanses, que estés creativo, que te relajes, asimiles los nutrientes de las
comidas, se regeneren células, rías, disfrutes, se active el sistema inmunológico, estés
atento, etc.
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Creo que no está de más aclarar que ambos modos, defensa y creativo, no son ni correctos
ni erróneos, sino que esto depende de las circunstancias. Ante una situación de emergencia,
el modo defensa es definitivamente adaptativo, mientras que para la vida y desafíos
cotidianos, que es la mayor parte del tiempo, el modo creativo es mejor.
Modo Defensa
Entonces ¿Qué pasa cuando estoy en modo defensa? Mi sistema parasimpático está inactivo
–o eclipsado por un elevado funcionamiento del simpático-, por lo tanto no va a funcionar
adecuadamente ninguno de los sistemas que este regula –el inmunológico, sueño,
digestión, actividad sexual, creatividad, memoria, etc.- Es decir, no voy a poder dormir ni
descansar, tampoco hacer la digestión ni absorber los nutrientes de los alimentos, no me
sentiré dispuesto para la actividad sexual y mi sistema inmune no estará funcionando.
Entonces ¿Qué pasa si no puedo elaborar una estrategia que me saque de esa situación que
percibo como amenazante? Voy a continuar en modo defensa con un predominio del
funcionamiento simpático por sobre el parasimpático. Es decir, con el sistema inmune
deprimido, mi corazón va a seguir acelerado y cada una de las células de mi cuerpo va a
percibir esa disarmonía. A las claras está que si sigo así por mucho tiempo ¡voy a enfermar!
El estrés propio del modo defensa puede contribuir, directa o indirectamente, a la aparición
de trastornos generales o específicos del cuerpo y de la mente.
A medio plazo, este estado de alerta sostenido desgasta las reservas del organismo y puede
producir diversas patologías. Los episodios cortos o infrecuentes de estrés representan poco
riesgo, aunque pudiendo ser altos, por ejemplo, un paro cardíaco. Pero cuando las
situaciones estresantes se suceden sin resolución, el cuerpo permanece en un estado
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constante de alerta, lo cual aumenta la tasa de desgaste fisiológico que conlleva a la fatiga
o el daño físico, y la capacidad del cuerpo para recuperarse y defenderse se puede ver
seriamente comprometida. Como resultado, aumenta el riesgo de lesión o enfermedad.
Esta es la razón de por qué las personas se enferman con mayor frecuencia cuando están
muy estresados: sus sistemas inmunológicos no están funcionando debido a que están en
modo defensa. En este sentido es sólida y numerosa la evidencia científica que sustenta el
efecto de los estados emocionales sobre la salud.
Esta es la razón, como veremos en forma específica más adelante, de por qué si te
mantenés en modo defensa no vas a tener una buena performance en el deporte, estudio,
relaciones sociales, salud, etc. Todos tus recursos están al servicio de la defensa y no donde
quisieras. Pero el problema es que la mayoría de los peligros de la vida actual, no son reales,
sino simbólicos. La mayoría de los problemas que percibimos no son peligros que atenten
contra nuestra vida en forma directa, es decir, no son reales ni actuales. Son una creación
mental –a veces fundada pero muchas más infundadas- en la que nos anticipamos al
problema en sí y nos ponemos innecesariamente en modo defensa.
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que palpitaciones, sudoración y reflejos, necesitarías poder descansar bien para estar tan
relajado, creativo y atento a tus deberes como sea posible. En otras palabras, cuando el
peligro es monetario-económico, psicológico, laboral no es necesario el modo defensa, sí
cuando corre peligro tu integridad física.
Obviamente esta es una falla de nuestro cuerpo, donde la amígdala no discrimina el tipo
de peligro, en el sentido de si es real o fantaseado, de modo que segrega igualmente las
sustancias del miedo que activan el modo defensa. Este funcionamiento puede
interpretarse como un remanente de la evolución filogenética (evolución de la especie a lo
largo de millones de años). Esta fue una respuesta adaptativa cuando fuimos alguna especie
de primate, pero hoy, en medio de la civilización y con la mayoría de los depredadores
animales en el zoológico y en extinción desgraciadamente, ya no lo es.
La buena noticia es que podemos educar las emociones, ya que al ser las emociones una
respuesta a un pensamiento, podemos entrenar la amígdala para que no sea sensible ante
circunstancias en las que no necesitamos ponernos en modo defensa. Pero esto será tema
del próximo capítulo, por ahora sigamos entendiendo cómo funciona el modo defensa.
El modo defensa es activado por aquellas emociones que son displacenteras de vivenciar. El
enojo, vergüenza, culpa, miedo, tristeza, disgusto, envidia, ansiedad, angustia, entre otras,
te ponen en modo defensa. Todas las emociones displacenteras, si bien son distintas y
brindan información específica, tienen en común que te están informando de que algo anda
mal o de la presencia de alguna amenaza, lo que en la mayoría de los casos y si no educaste
tus emociones, activa automáticamente dicho modo.
En relación a los sistemas que activan a nivel corporal las emociones, un científico chileno de
reconocimiento mundial, llamado Humberto Maturana sostiene que las emociones son
“disposiciones corporales que determinan dominios de acción”. Esta es una definición que
me encanta porque explica muy bien cómo bajo ciertos estados emocionales estarás
imposibilitado a realizar ciertas acciones, puesto que son condiciones biológicas o dominios
de acción.
Modo Creativo
La amígdala también segrega emociones que activan el modo creativo. El modo creativo es
un dominio de acción que te permite disponer de todos tus recursos para invertirlos en
aquello que ocupe el foco de tu atención, es decir, en las actividades voluntarias. En este
modo, disponés de todos tus recursos corporales estando habilitado para tener una alta
performance en lo que sea que te desempeñes7
7
Claro que una alta performance depende de habilidades adquiridas, pero aquí estamos hablando de alto
desempeño en la medida justa de tus habilidades. Es incuestionable que una vez adquiridas las habilidades
podrás tener una alta performance sólo si te mantienes en modo creativo.
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El desempeñar actividades que disfrutamos nos energizan incluso cuando estamos agotados
físicamente. Es realmente maravilloso el mundo de las emociones, porque ellas no sólo te
informan de aquello que te gusta hacer, sino que también te brindan la energía para la
acción.
El modo creativo, como su nombre lo indica, te permite que estés más creativo
para resolver dificultades de la vida cotidiana. Mientras te sentís bien tenés
mucho mejor desempeño físico o deportivo, cognitivo e intelectual, musical, etc.
Por ejemplo, los músicos más experimentados cuando están embargados por estados de ira
o angustia no pueden afinar sus instrumentos con precisión. Las personas que miden más
alto en una escala estándar de felicidad resuelven veinticinco por ciento más de desafíos
creativos que aquellos que se sienten molestos o enojados. Estados de ánimo placenteros
te permiten relajarte más, lo cual te hace focalizarte menos en los problemas del mundo y
asociar más eficientemente, conceptos remotos. Estanislao Bachrach, biólogo especialista
en creatividad, sostiene que la felicidad incrementa la posibilidad de tener insigts o
experiencias de creatividad, mientras la ansiedad –modo defensa- los decrece. Dice: “las
[buenas] ideas pueden aparecer en cualquier momento pero fundamentalmente se
manifiestan más seguido cuanto más relajados estamos”. Esto es porque cuando estás
relajado, estás en modo creativo y en este modo biológicamente dispones de todos tus
recursos.
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La otra cara de esta moneda dice que el realizar actividades que no son de tu agrado te
dejará exhausto al poco tiempo. ¿Por qué? Porque al hacer algo que te desagrada, te
pondrás en modo defensa, estarás regañando y enojado por una tarea que te es
desagradable o repulsiva, lo que te insume mucha energía en temblores, palpitaciones,
respiración agitada, tensión muscular, etc. sin considerar que seguramente tendrás que
hacer cada cosa un par de veces, puesto que seguramente tu desempeño se verá
empobrecido al punto de cometer muchos errores y olvidos.
Sub-modo Relax
Un sub-modo del modo creativo es el modo relax. El modo relax es un estado en el que
como su nombre lo indica, estamos muy relajados. Se da un marcado predominio del
sistema parasimpático por sobre el simpático y la conducta en este estado será la de
relajación, somnolencia, sueño o sueño profundo. A nivel corporal habrá una disminución
del ritmo cardíaco que permitirá conciliar el sueño y descansar.
El modo relax es óptimo para cumplir con algunas funciones corporales irremplazables
destinadas a mantenernos sanos, como son el descanso y recuperar energías. Cuando
estamos en modo relax, el arousal8 -o nivel de activación cerebral-, es tan bajo que no habrá
lugar para un alto desempeño. Podemos entrar en este modo si algo nos parece muy
aburrido o muy poco desafiante o interesante y nuestro desempeño no será elevado. Por
ejemplo, en este sub-modo no será posible llevar a cabo el aprendizaje ni sostener la
concentración para actividades que así lo requieran. De modo que no podremos acicatear
el pensamiento reflexivo ni desarrollar hábilmente actividades físicas, artísticas, de estudio,
fuerza, ni nada prácticamente. A este sub-modo se puede entrar por cansancio,
aburrimiento o también por alguna distracción o pérdida de concentración súbita.
8
Arousal: Nivel de activación cerebral. Implica tanto el ritmo de los procesos cerebrales como el nivel general de
atención frente a los estímulos del medio y está regulado por el sistema de activación reticular. Puede variar
desde un nivel de sobre-activación, como en el caso de emociones intensas o de estados de alerta, hasta un nivel
atencional óptimo para la acción intencional, o hasta niveles de infra-activación, como en el caso de estados de
relajación o de sueño.
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Curva de desempeño
10
Modo Defensa
Bajo desempeño
debido a demasiado
Nivel de arousal (activación)
estrés (Distrés)
Modo Creativo
Zona del Óptimo
desempeño
(Eustrés)
Relax
Bajo desempeño
Relax
Estrés
0 1 2 3 4 6 7 8 9 10
Fluir
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PENSAMIENTOS
Lo que activa el modo creativo o defensa son sólo dos cosas: los pensamientos y
cómo utilizás tu cuerpo (las acciones).
En este capítulo nos ocuparemos de los pensamientos, en tanto cómo y por qué generan
emociones. Quizá te parezca raro que las emociones sean provocadas por los pensamientos,
ya que la mayoría de las personas consideran que son los acontecimientos los que gatillan
una respuesta emocional. Pero en realidad no es así, son los pensamientos los que
principalmente las originan porque es a través de ellos que interpretamos cada
acontecimiento en la vida. Insisto, nunca es el entorno, las circunstancias o los eventos en
la vida los que pueden “hacerte sentir” de tal modo, sino el significado que le das –es el
cómo los interpretamos-. Las emociones encuentran su origen en el mundo de los
significados y pensamientos.
Pero, ¿Qué es un pensamiento? ¿dónde está? ¡quiero entenderlo en detalle! Todos hablan de
pesnamientos pero en el mundo de la psicología todo es tan abstracto e inmaterial que de
momento surgen algunos malos entendidos.
La respuesta es muy simple, se trata de algo tan cotidiano que pasó inadvertida por mucho
tiempo. Cada pensamiento está en lo que te decís a vos mismo. Podes “detectar” un
pensamiento en tu autodiálogo, porque cada vez que pensás, estás hablando con vos
mismo.
El 90 % de la comunicación que tenemos los seres humanos, es con nosotros mismos, sólo
el 10 % se da con el afuera. Sí, leíste bien, la mayor parte del tiempo nos la pasamos
charlando con nosotros mismos inmersos en nuestros pensamientos. Desde que te levantás
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hasta que te acostás, hablás con vos mismo. Por ejemplo, apenas te despertás, podés pensar
“me levanto o sigo durmiendo un momento más… no, mejor me levanto porque tengo que
aprovechar para enviar unos mails antes de empezar a trabajar”. Y así cada cosa que pensás
es una especie de monólogo interno. El autodiálogo es una realidad científica, un hecho
fáctico que fue descripto por muchos autores que le dieron sendos nombres. Lo podrás
encontrar por discurso o monólogo interno, rumiación mental, estilo explicativo, charla
cerebral, etc.
Pongamos un ejemplo: Te estás por subir a una montaña rusa y mientras estás haciendo la
fila esperando tu turno para ingresar al carro, escuchas a alguien que en la fila dice que esta
montaña rusa es “un peligro”. Asegura que no recibió el mantenimiento de rutina por
mucho tiempo, ya que este parque de juegos está atravesando una crisis económica
devastadora. El caso es que si pensás que esta persona tiene razón y te decís a vos mismo
“la verad que sí, este parque de juegos está en bastante mal estado”, es muy probable que
le otorgues credibilidad a sus palabras y te pongas en modo defensa, y cuando te subas a
esa montaña rusa, seguramente no podrás disfrutar nada. Harás todo el recorrido
escuchando los sonidos del crujir y rechinar de las ruedas de metal contra el riel esperando
el “inminente” momento del descarrilamiento, todo esto en un estado panicoso. Lo que
cuenta aquí es que, independientemente de –la realidad- si la montaña rusa está en buenas
condiciones o no; si lo que te decís a vos mismo te lo tomás en serio, es decir, si le otorgás
credibilidad a tu autodiálogo, tu amígdala obedecerá segregando las sustancias del modo
defensa. A la amígdala no le importa si lo que te decís es real, fantaseado, cierto o falso;
sólo considera si vos lo creés y luego segrega el cóctel químico que te pondrá en modo
defensa o creativo.
En este sentido, todos los seres humanos siempre, nos guste o no, tenemos a alguien que
tiene el poder de influir y determinar nuestras decisiones. Todos tenemos ese alguien que
puede alentarnos y motivarnos como criticarnos hasta desmoralizarnos….ese alguien
siempre es ¡uno mismo! Nadie te susurra al oído ni siquiera una mínima porción de lo que
lo haces vos con vos mismo. Como es tu autodiálogo será tu estado emocional.
Supongamos que una madre otorga permiso a su hijo adolescente para salir por primera vez
a una fiesta. Ambos se ponen de acuerdo en que volverá de la fiesta a la una de la mañana. El
muchacho lleva un celular por si algo le pasa o si necesita algo, él pueda comunicarse con su
madre y viceversa. Pero, a la una de la mañana el joven no aparece, ni tampoco a la una y media,
de modo que su madre preocupada llama al celular de su hijo para ver cómo está, pero el
celular le da apagado. Se hacen las dos y tampoco aparece. Las dos y media, sin novedades
aún. Ya son las tres de la mañana y la madre continúa sin noticias de su hijo. La pregunta es,
¿Qué crees que siente esta mujer? Cuando hago esta pregunta en los talleres surgen
respuestas muy interesantes. Hay quienes inmediatamente responden: bronca, indignación,
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preocupación, desesperación, miedo, angustia, entre otras. Ante la misma circunstancia cada
cual siente emociones distintas ¿Cómo es posible? El secreto está en saber qué piensa cada
uno para sentir esto. Los que responden bronca e indignación, en general aducen que a los
adolescentes no les importa nada y que siempre hacen lo que quieren. Se imaginan que el
adolescente a propósito apagó el celular y siguió de fiesta. Los que sienten preocupación,
miedo o desesperación piensan que le pudo haber pasado algo malo. De hecho, exteriorizan
sus autodiálogos diciendo “y si está internado en el hospital por un accidente” o “le pueden
haber robado todo, incluso el celular, por eso no responde… pobre le pueden haber propinado
una golpiza”.
Lo que intento poner en evidencia en este punto es que lo que te decís a vos mismo, va a
determinar cómo te vas a sentir. Fijate, el hecho fáctico es el mismo tanto para los que
sienten enojo como miedo: el joven se fue a una fiesta y dos horas más tarde, aún no regresa.
No estoy sugiriendo que esté bien pensar una cosa o la otra, sólo que los pensamientos
generan emociones en forma instantánea; basta con las suposiciones que hacemos para
sentir un estado emocional u otro. Dicho sea de paso, hacemos suposiciones gran parte del
tiempo. Hay quienes me dicen “bueno Lucas, pero si tu hijo nunca cumple con lo que dice y
siempre que sale llega a la hora que se le canta, cómo querés que no me enoje si sé que sigue
de jarana”. Está bien, yo no cuestiono de dónde sacaste vos esa creencia, no cuestiono si es
fundada o infundada, lo que digo es que dependiendo de dónde esté el foco de tu atención va
a ser cómo te vas a sentir. Entonces si creés o te imaginás que está en algo indebido, te vas
a enojar; pero si pensás que le pasó algo malo, te vas a angustiar.
Con este autodiálogo ahora la mujer pasó del enojo a la angustia, miedo o preocupación
profunda. Pero luego de unos minutos se dice a sí misma: “Pero qué le va a haber pasado
algo, si este es más vivo que todos, seguro está tomando unos tragos con los holgazanes de
sus amigos”, entonces vuelve a enojarse. Si más tarde vuelve a pensar que pudo haberle
pasado algo, seguro volverá a la angustia y así sucesivamente. Independientemente de la
realidad, lo que va pensando va originando sus emociones.
Ahora veamos cuál es el mecanismo por el cual el autodiálogo genera (o disipa) emociones
en forma casi instantánea.
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Cada instante estamos evaluando las circunstancias que nos rodean. Por ejemplo, si entrás
a un café, en cuestión de décimas de segundos, realizás varias evaluaciones -que la mayoría
pasarán inadvertidas-. Lo primero que sentís quizá sea un aroma a café, el que será evaluado
y clasificado en agradable/desagradable. Luego la temperatura, el volumen de la música del
lugar, cuando te sentás, la confortabilidad de la silla, el aspecto del mesero, su actitud
solícito/despectivo, cuando te traen el café lo clasificarás también, pudiendo resultarte muy
caliente, caliente, justo, tibio, frío, una porquería; su sabor: fuerte, suave, perfecto,
aguachento, etc. A cada segundo nuestro cerebro procesa grandísimas cantidades de
información que proviene de los sentidos externos y propioceptivos. Ahora bien, mientras
la evaluación arroje resultados que no excedan el rango de lo normal, no llamará tu atención
y todo ello pasará generalmente en forma inadvertida. Pero si algo sale del rango de la
normalidad, sea por bueno o malo, irrumpirá automáticamente un autodiálogo en tus
pensamientos que te hará consciente de la situación. Por ejemplo, podés decirte “qué calor
que hace aquí”, “qué molesto que es este barullo”, etc. a lo que inmediatamente tu cuerpo
reaccionará segregando alguna emoción. Si la clasificación se destaca por positiva, la
emoción será placentera poniéndote en modo creativo, elevando tu nivel motivacional;
pero si la evaluación se destaca por negativa, la emoción será displacentera haciéndote
ingresar en modo defensa.
“evaluamos de manera tan constante que, prácticamente, no nos damos cuenta de ello. Es
como respirar. Esta valoración, en definitiva, busca determinar si los eventos son “buenos” o
“malos” para nosotros, “beneficiosos” o “perjudiciales”. Pues bien, esta valoración es crucial
para nuestra salud mental”.
Santandreu postula que la evaluación que realizamos de todo está en una línea que contiene
todas las graduaciones posibles para clasificar algo. Es muy interesante el hecho de que
según sea la clasificación que hagamos será cómo nos sentiremos y consecuentemente, de
esta valoración dependerá nuestro nivel de fortaleza o de vulnerabilidad. Las diferentes
graduaciones dentro de la línea de evaluación pueden ser prácticamente infinitas –bueno,
un poquito mejor, muy bueno, un poco mejor y así sucesivamente- pero lo que nos interesa
son los extremos establecidos por terrible y excelente.
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Línea de Evaluación
El problema es cuando clasificamos algo de “terrible”, peor aún cuando nos habituamos a
hacerlo, porque con esta clasificación nos sentimos muy mal, nos ponemos en un profundo
modo defensa (con todos sus efectos). Esta clasificación de terrible en términos cognitivos,
dice Santandreu, es equivalente a decir: 1) No puedo ser feliz, 2) Esto nunca debería haber
sucedido y 3) No lo puedo soportar. Mientras que el otro extremo de excelente en la línea
de evaluación significa: “Voy a ser feliz para siempre”.
Lo interesante de todo esto es que existe una plena correspondencia entre el modo de
clasificar los hechos y la intensidad de la emoción que produce. Es decir, a mayor gravedad
que le atribuyo a un hecho, mayor la intensidad de la emoción, pudiendo pasar de vivenciar
emociones displacenteras pero sanas, a emociones malsanas cuando estoy muy enojado,
deprimido, en estado panicoso, etc. De igual modo puedo hacer una clasificación de un
determinado acontecimiento como muy positivo y sentirme en consecuencia. El siguiente
gráfico indica la correspondencia entre la “Línea de evaluación” con la “Línea emocional”.
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El problema es que hay quienes tienen una particular facilidad para clasificar todo lo que les
sucede o podría sucederles como terrible, ¡y se sienten en consecuencia! Estas son las
personas más vulnerables emocionalmente ya que se ponen en modo defensa casi por todo,
casi constantemente. Dicho autor sostiene que la madre de todos los trastornos es la
“terribilitis”. Habla de esa particular devoción por tremendizar o terribilizar todo, destacando
que lo que está trastocado es el criterio de evaluación. Utilizan demasiado las altas
graduaciones negativas. Recordemos que según la evaluación que hagamos de los hechos
será como nos sentiremos. En la línea de evaluación el rango más utilizado por estas las
personas que sufren “terribilitis” o que se toman todo a la tremenda, se vería más o menos
así:
Es increíble el punto al que pueden llegar las creencias y pensamientos para generar
infelicidad (o felicidad). Muchos de mis consultantes quedan enredados en dificultades
cotidianas que luego los llevan a depresiones o estados de ira casi constante. Todos tenemos
dificultades o momentos difíciles en la vida, pero es la forma en que los decodificás o
interpretás, lo que va a marcar la diferencia. Por decir, tienen una dificultad con el trabajo o
la pareja, y se dicen a sí mismos “esto no me puede estar pasando a mí”, “no puedo ser tan
débil y ponerme mal por esto”, “jamás voy a perdonar que me hayan hecho eso”, etc.
Entonces, con este tipo de autodiálogo terribilizador se toman todo a mal sientiéndose en
consecuencia lógicamente.
Afortunadamente existen también aquellos quienes casi nunca se enojan. Son personas que
siempre tienen una sonrisa y son buena onda. Casi por todo se alegran y jamás terribilizan.
Se mantienen en modo creativo la mayor parte del tiempo. Se les rompe el auto y dicen:
“bueno, una caminata no me viene mal” y aunque lleguen tarde al trabajo se dicen “no es
el fin del mundo, al menos voy a llegar”. Buscan la forma de volver a la calma casi
invariablemente.
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Los pensamientos son expresiones directas de algo que es más estable: las creencias o
paradigmas. Es simple, lo que cada uno dice y se dice a sí mismo es manifestación de su
sistema de creencias. Debido a que los pensamientos suelen transformase en hábitos, las
emociones también. Hete aquí que el secreto está en detectar nuestros hábitos de
pensamiento o autodiálogo para develar las estructuras que subyacen, las creencias. De
este modo podremos profundizar lo suficiente y así cambiar los estados emocionales.
Una definición que me gusta de las creencias es “certeza que se tiene acerca de
determinadas personas, cosas, ideas, experiencias, etc. asociada a un carga emocional,
que en gran medida es inconsciente”.
Las creencias son muy poderosas, pudiendo ser el fin o el origen del bienestar y desgracias.
Pueden limitarnos e impedir alcanzar objetivos como empoderarnos para alcanzar lo que
muchos creen imposible. En el mundo de la psicología tenemos una forma muy didáctica para
explicarlo. Las creencias o paradigmas son llamados “mapas” ya que guían y orientan
nuestras acciones. Representan el territorio, pero no son la realidad misma. Puede parecerte
raro pero los seres humanos no nos relacionamos con la realidad, sino con lo que creemos
que existe. Solemos decir que vivimos en nuestro mapa, pero el mapa no es el territorio así
como tampoco el menú no es la comida. De este modo, las creencias determinan todo lo que
ves del mundo circundante y cómo lo ves.
Imaginate por un momento que vas en tu auto con GPS, pero el mapa que tiene incorporado
no coincide con el de la ciudad en la que estás transitando. Por ejemplo, digamos que estas
en la provincia de Tucumán, pero el mapa que tiene el software del dispositivo es de Entre
Ríos. ¡Menuda desorientación! Cada metro que avances, cada curva que dobles el GPS irá
incesante –leer con voz de computadora intransigente- “recalculando, doble a la izquierda…
Recalculando, en la próxima curva tome a su derecha, a 200 metros en la rotonda doble a la
izquierda” y vos mirás por el parabrisas buscando lo que te indica el GPS pero no hay ninguna
rotonda. Decime, ¿Cómo la vas a pasar con esa orientación? ¿creés que vas a llegar a
destino con ese GPS? Claro que la vas a pasar muy mal y no vas a llegar a ningún lado. Esto
es más o menos lo que pasa cuando una persona tiene paradigmas que no se adecúan a la
realidad. Tendrá una voz interna –como la del GPS- que prácticamente la volverá loca, porque
le estará dando instrucciones erróneas constantemente.
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Albert Ellis, sostiene que la ira la creamos nosotros mismos filosóficamente, en el sentido
de que recurrimos a pensamientos absolutistas y autoritarios. Afirma que ninguna
experiencia o circunstancia tiene un valor establecido per se, sino que somos nosotros los
que la enjuiciamos o clasificamos de buena o mala según nuestro sistema de creencias. El
problema es cuando esas creencias se alejan mucho de cómo es la realidad. Todos los “yo
debería” y “el mundo o los demás deberían” como dogmas imperativos son generadores de
emociones malsanas, tanto respecto de nosotros mismos –cuando te enojás con vos mismo-
o de los demás, cuando esperas demasiado de los demás. Ellis enfatiza que las emociones
son una consecuencia de los pensamientos. Dice, “Tras haber hablado con miles de personas
con distintos niveles de perturbación emocional, aún no hemos encontrado a una sola que
no sea responsable de crear, con sus dardos verbales autopunitivos, gran parte de sus
innecesarias perturbaciones emocional”.
La presencia de creencias irracionales respecto de los demás, son generadoras de ira o rabia,
autodiálogo del estilo de: “quiénes se creen que son, cómo no van a saludarme”. Los
imperativos dogmáticos que nos humillan a nosotros mismos generan ansiedad, como lo
son los famosos “deberías”, por ejemplo: “debo tener una casa propia”, “debo estar en
pareja, no puedo estar solo”, “debo ser flaca/o”. Y las creencias que no aceptan las
condiciones del mundo tienden a generar depresiones, estos son los autodiálogos del estilo
de: “¿Por qué me pasó a mí?”, “no pude ser…”, “el mundo conspira en mi contra”, “no hay
esperanzas de mejorar, esto seguirá igual de podrido”. El esquema que intento trazar sigue
la siguiente secuencia: en primer lugar, se crea una imagen ideal de una determinada
situación, luego se genera la expectativa de que así será –se da por supuesto sin cuestionar
esta misma suposición- y luego, cuando la realidad es real, no ideal como se pretendió, surge
el enojo. La falta de aceptación de la realidad a partir de una creación de un ideal inexistente,
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El mismo Sigmund Freud marcó la diferencia entre los conceptos “realidad” y “realidad
psicológica”. Resulta que él en el tratamiento psicoanalítico que hacía con sus pacientes
descubrió en varios casos que la descripción de las vivencias “traumáticas” que hacían de sus
infancias, no coincidía con lo que realmente había acontecido. De modo que algunos, vivían
tristes por un pasado que nunca tuvo lugar en la realidad, sino que sólo pertenecía a sus
realidades psicológicas. Se dio cuenta también de que cuando somos niños, nos falta mucha
información o no podemos llegar a comprender muchas situaciones de adultos, ante lo que
llenamos esos baches de ignorancia con construcciones mentales. De modo que fuimos
creando nuestro pasado acomodando y encajando recuerdos de la mejor manera posible con
la información disponible y una capacidad de comprensión inmadura –sólo por la condición
de niños-. Así, creamos nuestras propias creencias o realidades psicológicas, las que
posteriormente generan emociones. El caso es que estas realidades al ser construidas desde
la mirada del pequeño ojo de la cerradura de nuestras infancias, suele estar bastante
distorsionada. Esto de realidades psicológicas es lo que hoy en día llamamos en PNL
(Programación Neuro Lingüística) programaciones mentales.9
El problema, como habrás podido advertir, es que casi en la totalidad de los casos somos
inconscientes del proceso creación de esta realidad psicológica o programación mental.
Pocas veces somos conscientes de nuestras creencias o de la manera en que pensamos.
Frases como “los habitantes de tal región son unos vagos, son fríos, especuladores, etc.” llevan
implícito el “siempre” o “todos”. Lo curioso de esto es que aunque desde mi razonamiento
no lo crea del todo así, estas creencias subyacen a nuestras conductas. Tienen muchísima
influencia en mi conducta y en la génesis de mis emociones. Así, según nuestras creencias
vamos haciendo interpretaciones de cuanta cosa pasa, haciendo suposiciones y endilgando
responsabilidades –en muchos casos injustamente tanto a terceros como a nosotros mismos-
que después provocan emociones malsanas, en algunos casos. En otras palabras, el modo en
que vamos dibujando nuestros mapas mentales no es riguroso, es más bien impreciso, pero
en general somos ignorantes de ello10.
9
Si bien pueden existir pequeñas diferencias de significado, a los efectos de este texto doy por equivalentes los
conceptos de paradigmas, mapas mentales, realidad psicológica, sistema de creencias y valores. Por otro lado,
quiero aclarar que en términos neurológicos una creencia es una red neuronal.
10
Por esto es tan importante que los adultos acompañen a los niños con explicaciones moderadoras de la
realidad. Eso les ayuda en el proceso de programación mental o construcción de mapas.
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El caso es que estos mapas mentales (o creencias) son los responsables de nuestras
emociones y comportamientos, porque determinan cómo decodificamos y clasificamos lo
que nos pasa.
ACCIÓN
Además de los pensamientos, las emociones son generadas por nuestras acciones o
movimiento corporal. Según cómo usamos nuestro cuerpo, será como nos sentiremos. Todo
lo que involucre el movimiento genera cambios en nuestro patrón de respiración, lo que a su
vez modifica la compostura química de la sangre, provocando cambios en los estados
emocionales. ¡El movimiento es vida! Llevando a un extremo esta hipótesis podríamos decir
que mientras más joven uno es, más movimiento tiene y a medida que envejecemos vamos
inmovilizándonos hasta el punto de inmovilidad total: la muerte. Definitivamente el
movimiento está asociado q la felicidad y la quietud a la tristeza.
Todo lo que sentimos es el resultado de cómo usamos nuestro cuerpo, la emoción es creada
por el movimiento dice Anthony Robbins. Pero no sólo el movimiento en cuanto a ejercicio
físico, sino cómo utilizas el cuerpo en forma cotidiana. Es decir tu postura, los gestos,
movimientos, sonrisa, etc. En la psiquiatría era bien sabido que las emociones inciden en las
respuestas físicas y fisiológicas, pero se ha comprobado que el circuito también funciona al
revés. En Dr. Paul Ekman, profesor de psiquiatría de la universidad de california dice: (…)
‘sabíamos que cuando uno experimenta una emoción, la misma se refleja en su cara’. Ahora
se ha descubierto que lo contrario también es verdad. Uno siente lo que muestra en su cara.
Si se ríe uno del dolor, interiormente no sufrirá. Si pone la cara triste, sentirá lo mismo por
dentro. A partir de cómo utilizamos nuestro cuerpo se van configurando patrones
fisiológicos que están asociados a estados emocionales particulares. Por ejemplo, las
personas con depresión se caracterizan por tener patrones fisiológicos de movimientos
lentos y suaves, donde los hombros, la cabeza y la mirada están hacia abajo. El caso es que
el estado emocional en el que estás afecta tu fisiología –funcionamiento corporal- pero
también el movimiento corporal afecta a las emociones, de modo que, como habrás
advertido, esto deviene en un círculo autoperpetrante.
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Por otro lado, es importante mencionar que el ejercicio físico estimula la secreción de
endorfinas. Esta es la llamada sustancia de la felicidad ya que está asociada a experiencias
placenteras, además de cumplir una función importante en calmar el dolor.
Es segregada naturalmente cuando consumimos chocolate, al hacer ejercicio, en el
enamoramiento y al hacer actividades que te resulten placenteras. De modo que una de las
formas más saludables de experimentar felicidad es haciendo ejercicio, ya que además del
bienestar que produce dicha actividad genera beneficios físicos, embelleciendo y
haciéndole el mantenimiento a la casa del alma, tu cuerpo. Es esta sensación de disfrute y
felicidad sumado a los beneficios estéticos y de salud algunas unas de las razones por las que
muchas personas suelen volverse adictas a la actividad deportiva.
Desde mi perspectiva, un trabajo holístico es muy operativo ya que atacamos los estados
emocionales a cambiar desde más frentes.
Cuando una persona está constantemente en modo defensa, sea por angustia crónica,
depresión, fobia, ansiedad, etc. desde mi rol como psicólogo me ocupo de ver qué está
pasando en su vida, considerando especialmente cuál es la lectura que hace de los hechos.
Me ocupo de provocar cambios estructurales en su sistema y de abordar las creencias que
tiene respecto de su situación. Pero llegados a este punto existe cierta dificultad que, en
general, puede ser superada mediante la actividad física. En estados de depresión o
angustia profundos –Modo defensa profundo o casi en un secuestro emocional- las
capacidades de reflexión, pensamiento positivo y busca de soluciones están prácticamente
embargadas. De modo que trabajar únicamente desde lo cognitivo puede servir, pero en mi
experiencia, lleva más tiempo.
Como vimos, cuando uno está muy triste por ejemplo, tiene una facilidad para ver el lado
negativo de las cosas y mira el futuro desesperanzadamente lo que se convierte en un circuito
autoperpetrador de la tristeza. De modo que puedo insistir y reflexionar sobre las
estrategias a seguir, pero si la persona está por demás negativista quizá los esfuerzos sean
en vano. Para corregir errores cognitivos (modificar la manera de pensar) y hacer que la
semilla del optimismo caiga en suelo fértil es necesario preparar el terreno, y suelo hacerlo
mediante el ejercicio físico o en casos agudos con derivación y atención psiquiátrica.11 Al
11
Si bien ideológicamente me opongo a la medicación, creo que en algunos casos es necesaria.
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igual que la medicación psiquiátrica, la actividad física produce un cambio casi inmediato –
de una a cuatro semanas- en el ánimo de la persona, de modo que una vez que está de
mejor humor, se abre una ventana en el tiempo para trabajar lo cognitivo. Es ese el
momento en que podrá apreciar las oportunidades y recurso que tiene como persona,
considerando esperanzadamente cambiar. Al ingresar en un modo creativo, aunque más no
sea por unas horas, estará bajo un dominio de acción que lo habilitará a tener conductas y
pensamientos distintos a los que lo llevaron al problema.
Las teorías sistémicas –a cuyo enfoque adhiero por completo- y la teoría del caos nos
enseñaron que pequeños cambios pueden generar grandes cambios, y en mi opinión, nuca
ocurrió otra cosa. Soy testigo de cómo pequeñas acciones permiten que ingresen nuevas
bolas al bolillero. Para todos los casos de trastornos del estado de ánimo, se trate de
angustia, depresión, fobias, suelo prescribir dentro de lo posible ejercicio físico. Esto,
combinado con el trabajo psicoterapéutico, en mi experiencia siempre ha sido muy
productivo, casi diría milagroso. Los resultados positivos se precipitan antes de lo esperado,
tan rápido como se comprometan con entrar en acción y mover el cuerpo. Estoy convencido
que el ejercicio físico es una excelente forma de mantenernos en modo creativo.
“Winning starts with beginning” (El ganar empieza con un comienzo) Anónimo
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Siempre recomiendo que la gente practique yoga guiados por especialistas. El controlar la
respiración y estirar la musculatura y los nervios del sistema nervioso, en mi opinión,
contribuye a cambiar la actitud que asumimos ante la vida y sus vicisitudes. No soy
especialista ni mucho menos, sin embargo puedo dar testimonio de los beneficios que
experimenté al aprender algunos ejercicios y posturas de yoga.
Los científicos en estos días están encontrando que tanto la enfermedad como la salud, la
vitalidad y como la depresión son elecciones. Si bien no podemos elegir directamente estar
sanos o enfermar, podemos elegir conductas que nos llevan a esos estados. Si bien estos
estados son una elección, no siempre representan una elección consciente. Cada conducta
que elegimos tiene sus consecuencias sobre la salud en el futuro. Por ello considero de
trascendental importancia promocionar la salud con el trabajo que hacemos al educar a los
niños. Este es uno de los ejes centrales en mi libro Cómo ayudar a los niños de hoy (2012),
resaltando la idea de que según elijamos nuestro presente serán los estados de salud o
enfermedad que obtendremos, tanto en nosotros, los adultos, como en los niños, y en ellos,
nuestra sociedad en su conjunto.
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