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El 17 de octubre de 1945

Un análisis del del mito de origen del peronismo

Federico Neiburg
*

In: Juan Carlos Torre. (Org.). El 17 de Octubre cincuenta años después. Buenos Aires, Ariel, 1995, p. 219-283.

Las referencias al 17 de octubre de 1945 ocupan un lugar destacado en la literatura

que trata de la historia política argentina contemporánea. Esa fecha parece no sólo marcar

el nacimiento del peronismo, sino también contener y condensar las claves para

comprender su naturaleza. Las diferentes descripciones e interpretaciones de lo que

sucedió en aquella jornada pueden ser vistas como los relatos de un verdadero mito de

origen. El objetivo de este artículo es analizar la génesis social de algunas de las versiones

de ese mito.

Hacia la mitad de 1945 el entonces coronel Juan Perón acumulaba los cargos de

Secretario de Trabajo, Ministro de Guerra y Vicepresidente de la Nación en un gobierno

militar que, surgido dos años antes de un golpe de estado, estaba ahora acosado por la

oposición. El 12 de octubre de 1945 los hasta ese momento aliados militares del coronel

decidieron demostrar la voluntad de negociar una salida a la crisis política destituyendo y

encarcelando a Perón, que era visto por sus adversarios como el hombre fuerte del régimen.

N
* OTAS

* Doctor en Antropología Social. Profesor del Programa de Posgraduación en Antropología Social de la


Universidad Federal de Rio de Janeiro (Museo Nacional), Brasil. [PPGAS, Museu Nacional, Quinta de Boa
Vista s/n / São Cristovao, cep 20940-040 / Rio de Janeiro, Brasil / tel (021) 284-9642, fax (021) 254-6695 /
e-mail: fnmv@ax.ibase.org.br]
2

A partir de ese punto cualquier descripción de los acontecimientos que terminaron con el

discurso que Perón pronunció en la noche del 17 desde los balcones de la Casa Rosada

corre el riesgo de suscribir alguna de las versiones del mito: ¿el 17 de octubre fue el

resultado de una hábil maniobra política de Perón, de una retirada táctica que preparó su

reentrada triunfal posterior, o fue el resultado de una enorme movilización popular que,

rescatándolo de la prisión, selló su destino como lider de los trabajadores? ¿Cuánta gente 1

se había reunido en la Plaza de Mayo a pedir por la libertad de Perón? ¿Fueron realmente

masivas las movilizaciones o, en realidad, fueron una creación posterior de la propaganda

del régimen? ¿Quiénes se movilizaron? ¿Fue el "pueblo real"? ¿Fue la clase obrera del
2

Gran Buenos Aires "conciente de sus derechos", o fueron en su mayoría "lumpenes"

desocupados, estimulados por agitadores? ¿Cómo explicar las movilizaciones? ¿Fueron


3

1 Cf. una exposición de argumentos en ambos sentidos en Luna 1987: 310 y ss.
2
En un extremo, la descripción de una explosión revolucionaria de la "Argentina profunda": "[...] un pujante
palpitar sacudía las entrañas de la ciudad. Un hálito aspero crecía en las densas vaharadas, mientras las
multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa
Lugano [...]. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de Lomas de Zamora.
Hermanados en el mismo grito y en la misma fé iban el peón rural de Cañuelas y el tornero de precisión, el
fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, el hilandero y el empleado de comercio. Era el cimento
básico de la Nación que surgía, como surgen las épocas pasadas de la tierra después del terremoto"
(Scalabrini Ortíz 1946). En el otro extremo, la idea de que todo no fue más que una "ilusión cómica"
(Borges 1955).
3
Según una versión, "el proletariado que desencadenó la huelga revolucionaria de los días 17 y 18 de
octubre de 1945 actuó movido por dos imperativos aparentemente antagónicos, provenientes de su propia
naturaleza de clase, esto es, que no fueron impuestos por ninguna fuerza exterior a él: la espontaneidad y la
autoconciencia [...] Fue la explosión del pathos proletario que despertó en los huelguistas la autoconciencia
de que ellos y solamente ellos podían evitar la pérdida de sus conquistas" (Puiggrós 1971: 179-180). Según
otra versión, "los obreros, tal como siempre se definieron nuestros hombres de trabajo, aquellos que hace
años sustentan y sustentaron sus organizaciones sindicales y sus luchas contra el capital [...] no estaban allí.
Esta es una verdad incuestionable y pública que no puede ser desmentida: si pararon su trabajo el miércoles
y jueves no fue por autodeterminación, sino por imposición de grupos anteriores, amparados y estimulados
por la policía" (La Vanguardia, 23/10/45, citado en James 1989). Una original combinación de imágenes
sobre el 17 de octubre, que tiene el mérito de concentrar motivos de varias otras versiones del mito, es la
siguiente descripción de Ezequiel Martínez Estrada: "(...) Habíamos hablado mucho de nuestro pueblo (...)
pero no lo conocíamos. Perón nos reveló no al pueblo, sino a una zona del pueblo que, efectivamente, nos
3

espontáneas u organizadas por los dirigentes sindicales? ¿El papel principal corrió por
1

cuenta de líderes obreros portadores de tradiciones sindicales europeas que habían llegado

al país junto con la inmigración de ultramar, o el 17 de octubre se explicaba mejor por la

presencia en la sociedad de una nueva clase obrera constituída por una población de origen

rural, proletarizada en el contexto del crecimiento industrial del país en la década de 1930? 2

Surgimiento de un liderazgo "popular revolucionario", emergencia de una "dictadura

bonapartista", nacimiento de una experiencia "nacional-populista", un equivalente a la

Marcha del Duce sobre Roma, o el testimonio del monstruoso ritual de consagración de un

genio maligno, fueron algunas de las definiciones utilizadas para caracterizar lo que todos

coincidieron en observar como una propuesta, positiva o negativa, de constitución de la

parecía extraño y extranjero. El 17 de octubre volcó a las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento
social que nadie había reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma,
vistiendo trajes exóticos y, sin embargo, eran nuestros hermanos harapientos, nuestros hermanos miserables
(...) el lumpemproletariat (...) salieron a pedir cuenta de su cautiverio, a exigir un lugar al sol y aparecieron
con sus cuchillos de matarifes en la cintura, amenazando con una San Bartolomé del Barrio Norte. Sentimos
escalofríos viéndolos desfilar en una verdadera horda silenciosa con carteles que amenazaban tomarse una
revancha terrible" (1956: 31-32).
1
Las descripciones contrastantes de dos sindicalistas sirven de ilustración. De un lado, el relato de la
"entrada en la vida política" de una nueva clase obrera: "Respondieron que en Avellaneda, en Lanus, el
pueblo está viniendo para el centro. '¿Cómo?', preguntamos. 'Sí', respondieron, 'no sabemos quién dio la
orden, pero toda la gente está caminando hace algunas horas rumbo a Buenos Aires'" (Perelman 1961: 83).
De otro lado, la descripción de la actividad conciente de algunos líderes sindicales (y de otras figuras, como
Eva Perón): "En todos los lugares donde estábamos organizando nuestras fuerzas masivas como
prolegómenos de aquel gran acontecimiento del 17 de octubre, se producían escaramuzas o enfrentamientos
de grupos de obreros activistas o Comités de Huelga con la policía" (Reyes 1984: 221).
2
Para la primera interpretación "sociológica" de los orígenes del peronismo, el 17 de octubre era el estallido
social que había marcado la "integración" al sistema político de una nueva clase obrera de origen rural,
portadora de una "cultura tradicional" (cf., p.e., Germani 1973: 479-480). En los debates de caracter
académico sobre los orígenes del peronismo, la referencia a viejas tradiciones sindicales en las
descripciones del 17 de octubre fue uno de los ejes sobre los cuales se constituyó la "revisión" de la
interpretación "ortodoxa" anterior. En esta dirección, fueron pioneros los estudios de Murmis y Portantiero
(1971), enfatizando la homogeneidad de la clase obrera en la comprensión de los orígenes del peronismo, y
de Torre (1975), sobre el papel de la CGT en el 17 de octubre. Cf. también, la incisiva lectura crítica que
hizo Halperín Donghi de la interpretación de Germani (1974).
4

nación, una forma, perversa o progresista, de integración del pueblo a la sociedad

argentina. La unanimidad, compartida por las diversas versiones del mito de origen del

peronismo, identificaba en los sucesos de aquella jornada una discontinuidad en la historia

del país, colocaba al 17 de octubre de 1945 entre los relatos mayores sobre la nación

argentina.

Las luchas por definir una versión oficial del 17 de octubre de 1945 constituye un

capítulo de la historia del peronismo. El destino político de los agentes interesados en ganar

o en mantener posiciones en el gobierno peronista, primero, y en el partido o movimiento,

después, se jugó también en la eficacia con la que cada uno consiguió imponer una versión

favorable de los acontecimientos de aquella jornada. Esta verdadera lucha simbólica entre
1

dirigentes sindicales y políticos peronistas nunca fue tan violenta como en el transcurso de

los primeros gobiernos de Perón, entre 1946 y 1955. Durante ese periodo, dos fueron los

escenarios principales de la batalla: el primero fue el Congreso Nacional y los debates que

terminaron con la sanción de la ley que transformó al 17 de octubre en feriado nacional; el 2

segundo escenario fue el ritual que desde 1946 pasó a ser realizado todos los 17 de octubre

1 Dos fueron talvez los casos que alcanzaron mayor celebridad. El primero fue el del dirigente sindical
Cipriano Reyes, autoproclamado protagonista de la primera hora de la jornada y luego disidente del
peronismo (cf. Reyes 1984 y Luna: 1987 41-54). El segundo caso el de Eva Perón, cuya consagración como
Evita, "lider de los descamisados", fue paralela a la construcción de una historia del 17 de octubre que le
reservaba un papel protagónico. Para un análisis de los mitos de Eva Perón cf. Taylor (1980) y, más
especificamente, para un análisis de los mitos de Eva Perón en relación al 17 de octubre, cf . Navarro
(1980).

2 La oficialización de una simbología peronista fue paralela a la invención de una tradición (en el sentido de
Hobsbawm 1983) ligada al peronismo. Así puede ser interpretada, por ejemplo, la sanción de las leyes
12.868 y 12.876, de 1946, que dispusieron, respectivamente, la creación del feriado nacional del 17 de
octubre y la construcción de un "Monumento al Descamisado" en la Plaza de Mayo. Durante los gobiernos
peronistas, el 17 de octubre fue transformado en "Día de la Lealtad Peronista" y, más adelante, durante los
periodos de proscripción del peronismo, en "Día de la Resistencia Peronista". Cf. Ciria 1983: 273-82, y
Plotkin 1993: 104-144.
5

en la Plaza de Mayo, reproduciendo el encuentro original entre el lider y sus seguidores --

una lucha por el propio espacio del balcón de la Casa Rosada, por la elección de los

individuos que debían acompañar allí a Perón, por el orden de los oradores y por la

definición del contenido de los discursos cuyo motivo principal debía ser siempre el

recuerdo de aquella jornada. 1

Por otra parte, entre los que se identificaron como no peronistas o como

antiperonistas, la intención primera de restar importancia a los sucesos del 17 de octubre,

no haciendo referencia a ellos o poniendo en duda su verdadero caracter "popular", dio

paso, más tarde, a una coincidencia cada vez mayor con sus adversarios peronistas. Para la

nueva oposición, las sucesivas victorias electorales de Perón en 1946 y 1951 se

transformaron en la evidencia de que algo nuevo había surgido en la sociedad argentina.

Una comprensión correcta de la naturaleza de esa novedad parecía exigir una lectura

precisa del momento de su revelación, el 17 de octubre de 1945.

Inmediatamente después del golpe de estado que destituyó a Perón en setiembre de

1955 -- conocido como Revolución Libertadora -- los debates sobre la naturaleza del

peronismo entre peronistas y no peronistas adquirieron estatuto público. El violento fin del

gobierno de Perón y el exilio del lider transformaron en asunto político central la

posibilidad de ganar la lealtad de una base social -- el pueblo -- que la nueva coyuntura

parecía haber colocado en una situación de disponibilidad para nuevas adhesiones. A partir

de entonces interpretar el peronismo se transformó en un sinónimo de interpretar la

1 Para un análisis de las transformaciones del ritual del 17 de octubre y su relación con otros rituales
inventados o reinventados durante los gobiernos peronistas, cf. Plotkin 1993: cap. 4.
6

Argentina, en una propuesta de integración del pueblo a la nación. Y toda propuesta debió

probar su eficacia en la explicación del verdadero contenido de aquella jornada de octubre

de 1945, debió ser una versión del mito de origen del peronismo.

En este artículo me propongo esbozar un análisis de las condiciones sociales que

permiten comprender los acuerdos y las diferencias entre las distintas versiones del mito de

origen del peronismo producidas en el periodo posterior a 1955. Centraré mi atención en

los relatos de dos intelectuales que inventaron, y encarnaron, figuras sociales con atributos

puntualmente opuestos: Gino Germani y Arturo Jauretche. El primero fue consagrado como

el "padre fundador" de la sociología científica argentina, director del primer Departamento

de Sociología creado en la Universidad de Buenos Aires, en 1956, en el contexto de la

reforma universitaria posperonista. El segundo se cuenta entre quienes obtuvieron mayor

reconocimiento como intelectual peronista. Mientras Germani se comprometió en la

construcción de la figura de un especialista cuya condición de existencia era la autonomía

del campo universitario, Jauretche se esforzó por consagrar la figura del intelectual

nacional y popular, construída en la frontera entre los campos político e intelecual. Sus

relatos e interpretaciones del 17 de octubre de 1945 se revelan como los polos del espectro

de las distintas versiones del mito de origen del peronismo producidas después de 1955. El

análisis de las trayectorias sociales de Germani y Jauretche, y el estudio de las propiedades

de las figuras intelectuales que cada uno consiguió legitimar, permiten comprender las

condiciones sociales subyacentes a la formulación de las distintas versiones del mito y

diseñar los contornos del espacio político, social, y cultural de un periodo de la historia

argentina.
7

@ Todo estudio de mitologías nacionales parece estar amenazado por el riesgo de

limitar sus resultados a la producción de una nueva versión de los mitos que toma por

objeto. La naturalización de los mitos no es sólo un efecto del uso de palabras como "mito"

y "mitología nacional" en el lenguaje ordinario, y particularmente periodístico, sino

también de la ambigüedad con que tales palabras son usadas en buena parte de la literatura

académica que trata de héores y acontecimientos históricos sin distinguir entre sus usos en

el discurso "nativo" y su empleo como categoría teórica.

Sin embargo, todo indica que para acceder a la comprensión de importantes

dimensiones de la existencia social y cultural de las sociedades nacionales es necesario

enfrentar ese riesgo. Las ambigüedades inscritas en la noción "mitología nacional" no se

resuelven, simplemente, descartando su uso. Mi interés en este artículo, al contrario, es

intentar dar un sentido teórico positivo a la noción de mito en el estudio de las sociedades

nacionales. Para ello, me propongo explorar los contenidos de la noción de mito en la

literatura antropológica, que ha tomado como principal refererencia sociedades no

nacionales; y, al mismo tiempo, buscar en la sociología histórica principios para la

comprensión de la génesis social de los mitos.

Mitologías nacionales y teodiceas intelectuales

La literatura antropológica sobre mitos se constituyó operando una ruptura con los
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especialistas occidentales en religión que hasta entonces se habían interesado en el estudio

de las mitologías antiguas o no occidentales: los antropólogos modernos abandonaron el

interés de los antiguos mitólogos por la relación entre los mitos y las realidades descritas

por estos, mostrando que la preocupación por el grado de "fantasía" o de "verdad" de los

relatos míticos pertenecía al orden de los problemas "nativos" y no al de la ciencia. El

problema de la relación entre "realidad" y "mito" fue abandonado en beneficio de una

preocupación por comprender la realidad de los mitos. Estos pasaron a ser tratados como

una dimensión de la vida social que podía ser explicada sociológicamente, se mostraron

reveladores de la vida social y cultural como experiencias totalizadoras. 1

Hasta hace no mucho tiempo la atención de los antropólogos estuvo centrada sobre

los mitos de las sociedades que eran denominadas "simples" o "primitivas". La reflexión

más sistemática sobre mitos y mitologías en sociedades nacionales parece un asunto

relativamente reciente, ligado sin duda al interés también renovado por construir una

antropología política de los estados nacionales. No es mi interés proponer una nueva

definición de mito, mucho menos discutir si las formas narrativas que en las sociedades

nacionales son utilizadas para reproducir cosmologías, describir historias, diagnosticar

problemas, o legitimar proyectos se ajustan a una u otra definición de mito. Sabemos que 2

1 La construcción de una perspectiva semejante fue responsabilidad del grupo reunido en torno de la revista
Année sociologique fundada por Émile Durkheim. La literatura sobre mitos permitiría trazar una historia de
las ciencias sociales en la que estarían situadas las perspectivas más pragmáticas, que vieron en los mitos
guías para la acción, las perspectivas más racionalistas, que estuvieron preocupadas por descubrir, a través
del estudio de las mitologías, formas universales de organización del pensamiento; y, también, los modos de
resolver algunos de las polaridades constitutivas de los "grandes problemas" de las disciplinas sociales,
como las relaciones entre précticas y representaciones o entre estructura e historia.

2 Fuera del uso más técnico de la noción "estructuralista" de mito propuesta por Lévi-Strauss (1958) y
explorada en sus Mythologiques, la literatura antropológica muestra que mito es una noción que sirve menos
para designar un orden de realidad y más un concepto teórico que permite una forma de acceder a la
9

las más variadas sociedades y culturas inventaron dispositivos similares para producir y

reproducir identidades colectivas y, en principio, no hay razón para suponer que las

sociedades nacionales deban ser tratadas como una excepción.

"Máquinas de suprimir el tiempo" es la metáfora más sintética de las propuestas por

Claude Lévi-Strauss para hablar de esos sistemas de representaciones sociales que

reclaman la autoridad de un hecho de la naturaleza (Lévi-Strauss 1964: 25). En su conocida

propuesta de análisis estructural, argumentó que la originalidad de los mitos reside en su

capacidad para mantener una relación simultánea con el pasado, con el presente y con el

futuro -- una "doble estructura", al mismo tiempo histórica y radicalmente antihistórica

(Lévi-Strauss 1958: 230-32). Es significativo que Lévi-Strauss haya elegido como primera

ilustración de su modelo de análisis los relatos de la Revolución Francesa. Pensando en

Michelet, se preguntó por las consecuencias políticas del discurso que evoca la Revolución

para mostrar cómo en el relato del historiador puede ser leído algo más que una simple

serie de acontecimientos: no sólo una secuencia de hechos pasados, sino también un

esquema de eficacia permanente que permite interpretar la estructura social de la Francia

contemporánea, dejando entrever los lineamientos de su evolución futura (Ibidem; también

comprensión de la vida cultural. En este sentido, por ejemplo, puede ser leído el argumento de Pierre Smith,
contrario a la posibilidad de aplicar universalmente una definición de mito y mostrando cómo éste
dificilmente puede ser pensado como un género narrativo diferente de otros. Smith sostiene que lo que está
en juego en el uso de la noción de mito en culturas distintas que la griega antigua (donde la categoría fue
inventada) es siempre una relación de alteridad, responsable por las ambiguedades inscritas en su uso
antropológico: al final, los mitos han servido fundamentalmente para hablar de otros (P. Smith 1980). Una
aguda "arquelogía" de este proceso, demostrando el doble contenido de la palabra mito (una serie de
enunciados discursivos, de practicas narrativas o historias y, al mismo tiempo, un discurso sobre los mitos,
un saber) puede ser visto en Detienne 1981. Para una reflexión sobre el lugar de las representaciones sobre
la mitología (no occidental y particularmente griega) en la génesis de la antropología y en la propia
identidad de occidente cf. Herzfeld 1989: 77-94.
10

1962: cap. IX).

Los relatos que cada sociedad construye para contar su historia pueden ser

considerados como siendo parte de la variedad de mitos que la literatura antropológica ha

denominado como "mitos de origen". En ellos se describe la aparición de dioses y héroes,

la génesis de la propia cultura, de sus instituciones y costumbres. En un plano

explícitamnte diacrónico, los mitos de origen revelan la particular relación con el tiempo

característica de todo mito: hablando del pasado, proporcionan categorías que permiten

comprender el presente y planear el futuro. En las sociedades nacionales, nada se asemeja


1

más a los mitos de origen que los relatos sobre la historia. 2

Pero algunas características significativas distinguen a los mitos producidos en el

contexto de las sociedades nacionales. Aquí los mitos no sólo existen en la memoria y en

forma oral; existen también en forma escrita, circulando en libros, revistas y periódicos,

son leídos por un público de consumidores y formulados por agentes reconocidos como

autores individuales. Es por eso que la comprensión de las condiciones en las que son

producidos los mitos nacionales y sus varias versiones conduce a un estudio de las elites

letradas, a la consideración de la génesis social de figuras intelectuales, de sus relaciones y

conflictos. 3

1 Como todo mito, los mitos de origen siempre son también utopías (cf. Poullion 1980: 83-5).

2 Una de las características constitutivas de las sociedades nacionales es que "la nación" se transforma en
una unidad de referecia para todo discurso sobre la vida colectiva con alguna aspiración de legitimidad. Al
respecto, cf. en las escasas páginas dedicadas por Weber a "La Nación" en su análisis de las formas de
comunidad, en el sentido de que los intelectuales son los agentes "predestinados a propagar el ideal
nacional" (1964: 682); cf. también Elías 1989: cap. 1 y un argumento más sistemático en Bourdieu 1995.

3 Sobre las implicaciones de estas particularidades de las sociedades nacionales para la comprensión de los
sistemas de agentes y representaciones interesados en su invención, cf. Goody y Watt 1963, Chartier 1990:
215-229; y, más específicamente, la particular relación entre print capitalism y las estructuras temporales
11

No todas las visiones producidas por la antropología sobre las sociedades no

nacionales las han considerado como entidades homogeneas, y no todas han identificado la

existencia de "una" cultura con la de "un" mito. En las sociedades nacionales, que se

presentan inmediatamente como diferenciadas, el problema parece ser otro. La producción

de relatos sobre una misma comunidad, con la que se identifican diversos agentes sociales

con intereses contrarios y en conflicto, no puede resultar natural a los ojos del analista. La

existencia de diferencias entre las versiones de un mismo mito requiere tanta atención

como la existencia de acuerdos entre ellas. Una visión comprensiva de las condiciones de

posibilidad de los acuerdos y de las diferencias entre las versiones de un mito es

inseparable del estudio de su génesis social. 1

La noción de teodicea, como fue empleada en la sociología de la religión por Max

Weber ofrece importantes principios de análisis en este sentido (Weber 1964: 412-17, 1978:

95-106). Ella tiene el mérito de sugerir una doble perspectiva totalizadora: muestra la

productividad de considerar el conjunto de intereses y relaciones que unen y separan a los

diferentes agentes que participan en un mismo universo social, y, al mismo tiempo, propone

una forma de comprender ese universo social en la que no tiene sentido separar prácticas y

representaciones. Las teodiceas, muestra Weber, son más que formas generales de resolver
2

que sirven para imaginar las comunidades nacionales, en Anderson 1991: 22-47.

1 En la literatura antropológica, una de las primeras discusiones de la relación entre acuerdos y diferencias
entre las varias versiones de los mitos se debe al análisis de Edmund Leach sobre las relaciones entre
mitología y faccionalismo político en la Alta Birmania (Leach 1954: cap. 9). Los intentos más sistemáticos
de conceptualizar teoricamente "mitología nacional" han acentuado el aspecto de homogeneidad subyacente
a la idea de nación -- a la formulación de "un" mito nacional --, procupándose poco por el estudio de la
heterogeneidad social revelada en la diferencia entre sus versiones (cf. p.e. A. Smith 1986 192-3).

2 Este es el sentido del análisis de Weber de los diferentes agentes sociales que participan de una comunidad
religiosa (sacerdotes, magos, profetas), de su consideración de las formas objetivas y subjetivas de la
12

la contradicción entre la concepción de un dios perfecto con poderes infinitos y la

percepción del mundo imperfecto creado por él. Son también formas de justificar el lugar

que cada agente social ocupa en el mundo, lecturas sobre su pasado e imágenes de su

destino. Para construir una posición en un universo social que es pensado en términos

nacionales, políticos, ensayistas, literatos, historiadores y científicos, deben ofrecer un

relato de la historia y un proyecto que pueda ser reconocido por el resto de la sociedad. Por 1

ello las mitologías nacionales reservan un lugar especial a las representaciones sobre el

pueblo, sobre los ciudadanos de la nación. Objetos privilegiados del efecto naturalizador

ejercido por todo mito, las categorías pueblo y nación constituyen un verdadero campo de

luchas entre los agentes encargados de producir las representaciones autorizadas sobre las

sociedades nacionales. 2

Las descripciones e interpretaciones del 17 de octubre de 1945 producidas en el

periodo posterior a 1955 son particularmente reveladores de estas cualidades comunes a las

mitologías nacionales. Producidas en un contexto de rápida transformación del espacio

social y de enorme violencia política y simbólica, las formulaciones sobre el origen del

existencia de la congregación religiosa y de la discusión de las relaciones entre teodiceas plebeyas y


dominantes (Weber 1964: 328-69; cf., también, Freund 1990: 149-64). Asimismo, es el sentido del uso
frecuente de la noción de teodicea asociada a la teoría del poder simbólico de Bourdieu (p.e. 1966) y, a
pesar del contenido pretendidamente "más pragmático" (y menos relacionado con el problema de la
"creencia"), es también el uso que hace Herzfeld en su análisis de las raíces simbólicas los estados
nacionales y la burocracia occidental (1993: 7-8).

1 La literatura ha mostrado la variedad de figuras sociales que se constituyen en el marco de las modernas
sociedades nacionales y las relaciones y conflictos entre ellas: no sólo los historiadores que describen el
pasado, también los políticos (que prometen futuros) y varias figuras de científicos (filologos, geógrafos,
sociólogos, antropólogos). Cf. Foucault 1966, A. Smith 1986 y Hobsbawm 1991.

2 Cf. la sugerencia de. Bourdieu (1984) en el sentido de que la definción de los contenidos de la categoría
pueblo es un enjeu privilegiado en las luchas entre intelectuales.
13

peronismo pueden ser vistas como un campo de representaciones sobre las relaciones entre

dos grupos que eran percibidos como estando en una situación de disponibilidad: de un

lado, una base social, el pueblo, que parecía huérfano de su lider derrotado y exiliado; de

otro lado, líderes potenciales, carentes de base social. Entre estos últimos se contaban

políticos e intelectuaes que, para aproximarse al pueblo promovieron diferentes

alternativas: de un lado, los intelectuales peronistas que, identificados con figuras como la

de Arturo Jauretche, pensaron distintas formas de peronización de los intelectuales; de otro

lado, quienes formularon distintas maneras de desperonizar al pueblo -- incluyendo desde

propuestas más autoritarias, hasta procesos más lentos de educación democráctica, como el

imaginado por la visión científica de la Argentina, desarrollada por Gino Germani. 1

Las versiones del mito de origen del peronismo producidas por el sociólogo

cientifico y por el intelectual nacional y popular se construyeron desde lugares

puntualmente opuestos. Desde una posición de victoria política, la versión de Germani era

parte de un relato evolutivo de la sociedad argentina. Desde una posición de derrota, la de

Jauretche se mostraba como un capítulo más de una historia pendular. Ambas versiones, sin

embargo, estaban unidas por dos profundos acuerdos. El primero tenía que ver con la

caracterización de la base social del peronismo, con los protagonistas del 17 de octubre. El

segundo, tenía que ver con la relación entre el 17 de octubre y los relatos mayores sobre la

nación argentina y su historia, con la tematización -- reconocida como "clásica" en la


1 Peronización y desperonización fueron categorías nativas. Quienes apoyaron a la Revolución Libertadora
discutieron diferentes alternativas para desperonizar la vida nacional, las fuerzas armadas, la universidad, el
sindicalismo, la conciencia popular, etc. Por su parte, la categoría peronización fue utilizada por quienes
buscaron construir apuestas políticas para proclamar su adhesión a Perón. Para un análisis de las relaciones
entre las distintas interpretaciones del peronismo y las diferentes propuestas de desperonización,
peronización y reperonización, cf. Neiburg 1993: 40 y ss.
14

producción de figuras intelectuales consagradas en el pasado -- de una crisis constitutiva de

la nación argentina: un relato de la historia nacional que estaba centrado en las dificultades

de conciliar la existencia de dos Argentinas. 1

El 17 de octubre de 1945 como parte de una visión pendular de la historia nacional

Perón y el peronismo no son más que nombres ocasionales, pretextos;


el antiperonismo es tan hecho social como el peronismo; mientras
aquél es el nombre que tiene la integración de toda la sociedad
argentina en una nueva configuración; éste expresa la resistencia a la
misma.
Arturo Jauretche (1966: 374)

Lanzas, votos y sindicatos. Esas eran las tres palabras que,

según Jauretche, sintetizaban la historia de las "multitudes", el proceso

cíclico de integración y de exclusiones que tejía su visión pendular de

la historia. La lanzas eran la metáfora de las "montoneras" del siglo

pasado, encabezadas por los caudillos del interior del país en su lucha

contra la metrópoli centralista de Buenos Aires, cuando el valor de

cada hombre era equivalente a su destreza en el manejo de las armas.

Pero, los caudillos fueron derrotados por la capital y cuando las

1 Según mostró Weber (1964: 328-69), este tipo de relación con los relatos anteriores (propio de toda
teodicea) permite comprender también otra dimensión de la relación constituiva entre la narración de la
historia y la formulación de proyectos para el futuro: para legitimarse en su "comunidad", cualquier nuevo
profeta (aun el más heterodoxo) debe buscar reconoconocimiento en creencias anteriores, debe procurar un
antecedente en el pasado.
15

multitudes volvieron a tener algún valor, éste ya no se medía por su

capacidad para luchar, sino para votar. Así, las multitudes volvieron a

la escena política en las primeras elecciones generales realizadas bajo

la Ley del Sufragio Universal y que llevaron al triunfo del "caudillo

popular" Hipólito Yrigoyen, en 1916. Pero el voto pudo violarse,

dando inicio a un nuevo proceso de exclusiones. El golpe militar que

en 1930 derrocó a Yrigoyen, y la práctica continuada del fraude

electoral durante más de una década, mostraron que la cédula de

identidad no era un símbolo seguro y suficente de ciudadanía. Sin

embargo, las profundas transformaciones en el país durante ese

periodo permitieron el inicio de un nuevo ciclo. Una población

proveniente del interior rural y "profundo" de la nación fue atraída a

las grandes ciudades por el crecimiento industrial. Las "multitudes"

volvían a "entrar" en la historia, ahora bajo la forma de "nuevos

obreros" que, desplazando a las tradicionales corrientes sindicales --

cuya base social eran los viejos obreros inmigrantes de origen europeo

--, no tardaron en transformar a los sindicatos en instrumentos para

enarbolar sus "viejas demandas históricas", ahora encarnadas en un

nuevo movimiento político: el peronismo. Así, concluía, "la secuela

histórica se iba cumpliendo; la lanza primero, la cédula de identidad

después; ahora el sindicato" (Jauretche 1958: 86 y ss y 1959: 14 y 35-

39). Esa era la saga del 17 de octubre de 1945, así descrita por
16

Jauretche:

Aquello era el enfrentamiento entre la Argentina conocida y la Argentina


desconocida. Era como si aquellos estratos considerados definitivamente inferiores
por los viejos sectores conocidos del país, hubieran tocado de pronto el primer plano
de la escena (...) El 17 de octubre fue un "Fuenteovejuna": nadie y todos lo hicieron. 1

Utilizando una narrativa literaria y metáforas del lenguaje "popular",

Jauretche trazó una visión pendular de una historia sin historia que era común a los

intelectuales, que después de la caída de Perón, se identificaban como peronistas. 2

Ciertamente, nada podía legitimar mejor su apuesta política que la demostración de

que la lucha entre peronistas y antiperonistas era el último de los episodios de una

guerra cuyo inicio se remontaba a los tiempos primordiales; algo no resuelto en la

propia constitución de la nación; un estado permanente de crisis, de falta de

integración, motivado por la oposición entre dos Argentinas: 3

1 Tomado de Galasso 1985: 615. En otra ocasión, Jauretche utilizó las siguientes palabras para referirse al
17 de octubre: "Allí estaba la multitud retirada del foro, de la plaza pública y del comicio (...) Frívolas
fueron en Paris las vísperas del 89. Frívolas en Petrogrado las vísperas del 17. María Antonieta jugaba a los
pastores en Versalles, cuando alguien en los suburbios de Paris afilaba guillotinas. Y en la corte del Zar
nadie pretesentía trás las barbas de Rasputín, el rostro lampiño de los adolecentes de la marinería de
Kronstadt. Aquí también la multitud se puso de pronto en movimiento. Comenzó a mirar hacia otro lado que
el verde de las canchas (...) Y fue mirando y mirando, creyendo y creyendo. El 17 de octubre ya tenía una fe
y se volcó en la calle, a la carrera. Y porque ya tenía fe, se quedó en la calle de guardia al lado del 'héroe'
que acababa de encontrar (...) Es el Pueblo de la Revolución que ha vuelto al foro (...) Pueblo de la
revolución ¡Salúd!" (1969: 88).

2 Fue Jorge Abelardo Ramos (1956) quien ofreció la formulación extrema de la historia nacional en este
registro. Situando el comienzo de su relato en la España del siglo XVI, Ramos agrupó los personajes y
acontecimientos de la historia nacional en dos polos, cada uno acompañado de un grupo de adjetivos: del
lado positivo, la Argentina de la revolución y sus figuras viriles, astutas, jóvenes, prudentes, rebeldes,
tradicionales; y, del lado negativo, la Argentina de la contrarrevolución y sus protagonistas, afeminados,
ociosos, ineptos, conformistas, europeistas, exclusivistas.

3 Las interpretaciones del peronismo como la última manifestación de la crisis argentina fue un motivo
frecuente en la producción que siguió al golpe de estado de 1955. Con la intención de legitimar la pregunta
por los orígenes del peronismo en una genealogía de problemas y conceptos ya consagrados, los diversos
17

"Es que hay dos Argentinas paralelas: una, la de la realidad que se elabora al margen
de los estratos formales, y la otra, la de las formas que intenta condicionarla y
contenerla en su natural expansión: la intelligentzia pertenece a ésta última."
(Jauretche 1958: 29)

Gestado por "el pueblo", el 17 de octubre de 1945 había sido, según

Jauretche, una "propuesta productiva de unificación vertical de la nación", fundada

en el reconocimiento de su propia existencia como la única y más verdadera

"realidad". En el contexto posterior a 1955 desde el que hablaba, Jauretche se

mostraba como el portador de una denuncia: la Revolución Libertadora había abierto

un nuevo ciclo de exclusiones. Por eso, tan importante como comprender los

orígenes del peronismo, era explicar las causas de su caída. Y fue en ese terreno

donde tal vez su obra adquirió mayor singularidad. Así, su descripción del 17 de

octubre de 1945 era inseparable de su descripción del 23 de setiembre de 1955,

cuando una multitud se congregó frente a la Casa Rosada para vivar al jefe de la

Revolución Libertadora, el general.Lonardi. El escenario era el mismo: la Plaza de

Mayo; pero el contenido de ambas fechas marcaba los extremos entre los que
autores reactualizaron la noción de crisis, común en los ensayos de la década del '30 -- que habían
diagnosticado una profunda crisis en la identidad nacional, en la cultura o el ser nacional -- y, también, en la
lectura que esos ensayistas habían hecho de la producción de la llamada "generación de 1837" -- Sarmiento,
Alberdi, Echeverría, etc. --, cuya finalidad marcadamente política los había llevado a acentuar una visión
dualista de la Argentina, diagnosticando las causas de la crisis en una supuesta estructura bipolar: la
contradicción entre dos Argentinas. Una Argentina era visible, urbana, moderna, cosmopolita, ligada al
mercado mundial por medio de la metrópoli de Buenos Aires. La otra era oculta, rural, tradicional, ligada al
mercado interno y su máxima expresión eran las provincias del interior del país. La primera aparecía como
liberal y europeísta, en la valoración positiva, y como anglófila y francófona, en la valoración negativa. La
segunda aparecía como más auténticamente nacional, en la valoración positiva, y como cerrada, hispanista y
católica, en la negativa. Cf. entre otros, Mallea 1933; Martínez Estrada 1933; Scalabrini Ortíz 1931. Para un
análisis de las diferentes interpretaciones del peronismo como formulaciones diferentes del relato sobre la
crisis argentina, Neiburg 1993: 101 y ss.
18

oscilaba la historia nacional. En el 45, el pueblo había encontrado a su lider; en el

55, la base social del antiperonismo, el medio pelo, había festejado la derrota de un

"auténtico proyecto nacional". En la versión del mito de origen del peronismo

propuesta por Jauretche ambas fechas aparecían juntas, componiendo un mismo

relato.1

Mientras otros discutían el fracaso de la "revolución peronista" en términos

de ausencias -- en especial, tematizando la inexistencia de una "auténtica burguesía

nacional" que hubiera podido apoyar el proyecto de Perón --; Jauretche proponía
2

una explicación positiva de la base social del antiperonismo: un grupo social

conformado por un sector de la clase media baja sin posibilidades de ascenso y por

sectores tradicionalmente altos que corrían riesgos de descenso; ambos, unidos en el

interés de diferenciarse del "pueblo" y en rechazar "lo popular". Jauretche bautizó a

esa base social del antiperonismo con el nombre de medio pelo, un adjetivo que

servía para -- según sus palabras -- describir un grupo social que busca construir una

imagen de status mayor a su propio status real; un sector de la clase alta en

decadencia, o de la clase media con las expectativas de ascenso frustradas y que, por

esa razón, vive una "ficción de status". 3

1 A su vez, ambas fechas se entrelazaban con otras equivalente en el pasado: 1945 con la victoria de
Yrigoyen en 1918, 1955 con el golpe de estado que lo derrocó en 1930.

2 O preocupados por argumentar en qué sentido las fuerzas armadas ("representadas" en la figura de Perón)
habían tenido que desempeñar esa función histórica, "traicionada" por la burguesía nacional (cf. Hernández
Arregui 1960: 370, Puiggrós 1971: caps. 3-4 y Ramos 1956: 400-1).

3 Medio Pelo era un término peyorativo existente en el lenguaje popular argentino y de otros países de
América Latina.
19

Jauretche escribía desde un momento de derrota política. Por eso, su versión

del mito de origen del peronismo y su "sociología del antiperonismo" buscaban un

lugar dentro una versión pendular de la historia; eran una apuesta hacia el futuro;

elementos de un proyecto de nación construído sobre la base de una representación

del pueblo -- excluido por la Revolución Libertadora y rechazado por el medio pelo

-- y de una representación de un tipo de relación entre él mismo -- en tanto político e

intelectual -- y el "verdadero pueblo" argentino, originario del interior rural del país

-- el "locus" de la forma de vida "auténticamente nacional", marcada por una

economía simple, lazos patriarcales, el predominio de la tradición y de las

costumbres. Jauretche buscó legitimar sus descripciones proclamando que ese


4

medio social y cultural era también el suyo propio y mostrando cómo su intimidad

con la "Argentina real" era lo que, precisamente, le confería una capacidad particular

para explicarla (cf. p.e., Jauretche 1966: 211).

Su libro El medio pelo en la sociedad Argentina llevaba como subtítulo

"Apuntes para una sociología nacional" y se inauguraba con un extenso capítulo

dedicado a discutir la "relatividad del dato científico". En una veintena de páginas

Jauretche, ofrecia algunas claves para comprender la construcción de la teodicea del

intelectual nacional y popular, oponiendo su propia sensibilidad para conocer los

problemas nacionales, aprendida en la "universidad de la vida", a una visión de la

sociedad que se decía "científica" y que hacía un uso "falacioso de los datos

4 La categoría que concentró todos los rasgos positivos atribuidos a la base social del peronismo por los
intelectuales peronistas fue cabecita negra. Algunas de las formulaciones originales al respecto pueden
verse en Hernández Arregui 1960:. 285 y, de una forma más completa, en Ratier, 1969.
20

estadísticos". Su necesidad de oponer una "sociología nacional" a la "sociología

científica" dominante en la universidad posperonista era ya una muestra del

reconocimiento social alcanzado por ésta última. Pero a pesar de sus ataques

explícitos a Gino Germani, Jauretche citaba una y otra vez al "sociólogo" para

apoyar sus propios argumentos o para legitimar sus propias conclusiones. El "punto

de vista científico" ya era parte del universo social y simbólico de la Argentina de

los años sesentas, en la que los libros de Jauretche se transformaban en best-sellers. 1

Y la fuerza de la representación científica sobre el mundo social se demostraba en el

hecho de que aun aquellos que atacaban a la sociología, debían apoyarse en ella para

legitimar sus propias posiciones. 2

El 17 de octubre de 1945 como parte de una visión evolutiva de la historia


nacional

En verdad, de ningún modo habría sido necesaria la subversión


institucional, moral y económica, ni mucho menos el regimen
totalitario [de Perón]. La aparición de la masa popular en la escena
política y su reconocimiento por la sociedad argentina pudieron
haberse realizado por el camino de la educación democrática.

1 Solamente en la década siguiente a su publicación, El medio pelo en la sociedad argentina tuvo 10


ediciones.

2 Otro indicador de la legitimidad de la sociología cientifica en una combinación similar de ataques y usos
de Germani por parte de otros intelectuales simpatizantes del peronismo y contrarios al "método científico"
puede verse en el también best-seller de la época: Sebreli, 1964. Del lado contrario, el reconocimiento de la
existencia de la "sociología nacional", por parte de la "científica" puede comprobarse en las críticas del libro
de Jauretche aparecidas en la Revista Latinoamericana de Sociología y por el espacio ofrecido allí para la
defensa de Jauretche por uno de sus seguidores (cf. el debate entre Francisco Delich, 1967, y Roberto Carri,
1968).
21

Gino Germani (1956: 335)

En los trabajos de Gino Germani había dos relatos de la historia

nacional. El primero, era una historia social que tematizaba las

relaciones entre estructura demográfica y organización social.

La historia argentina aparecía dividida en dos etapas. Una,

comenzaba en 1895, con la llegada al país de una enorme masa

de inmigrantes europeos y terminaba en 1930, con la

"integración" y la "nacionalización" de esa inmigración. La otra

etapa llegaba a 1943, año del ascenso del peronismo. Sus

marcas eran la crisis de la agricultura tradicional y el desarrollo

industrial; las bases de un nuevo movimiento poblacional: la

migración del campo a la ciudad, la invasión de los centros

urbanos por un tipo de extranjero sui generis, que no era

originario del otro lado del océano sino de aquella "otra"

Argentina, rural y tradicional. Esa nueva población no se

integró a la clase media urbana como había sucedido con los

europeos: conformó una nueva clase obrera. 1

1 Germani ilustraba con "datos científicos" las transformaciones en la morfología social: entre 1869 y 1914
la proporción de extranjeros en el país pasó de 16,6 % a más del 30 %; a lo que se sumaba la centralización
del flujo migratorio sobre la ciudad de Buenos Aires, donde entre 1869 y 1947 residía más del 40 % del
total de extranjeros (1952a: 571-577, 1955: 218-225 y 1962: 248 y ss). Por otro lado, también mostró que
entre 1935 y 1947 se desplazaron del interior del país a las grandes ciudades (y especialmente a Buenos
Aires) poco más de 1.000.000 de individuos, 20 % de la población total del país (1955: cap. 5).
22

El segundo relato era una historia política cuya categoría clave

era integración. Ella servía para construir una versión de la

historia cuyo hilo conductor era la relación entre cambios

morfológicos y sistema político; o, más precisamente, la

relación entre las distintas "formas de integración social" y las

diferentes modalidades de "participación política" de los nuevos

grupos sociales. Después de describir las etapas de la

"transición" de la "sociedad tradicional" a la "moderna",

estudiaba las dificultades que desde los años '30 habían

impedido la realización de la modernidad en la Argentina. La

inmigración extranjera había disminuído. El intenso

crecimiento industrial había sido acompañado por una

masificación de las migraciones del campo a las grandes

ciudades. La rapidez y la profundidad de los cambios

provocaron una insuficiencia o una "falta de integración" de los

nuevos grupos. Esa había sido la base para realización de una

de las posibilidades negativas abiertas por el "desarrollo": la

"experiencia totalitaria", el régimen peronista. El 17 de octubre

de 1945 no había sido más que la explosión de las tensiones

sociales y culturales acumuladas durante ese proceso.

Para Germani el origen del peronismo se debía a una


23

asincronía (cf. De Ipola 1989: 336): los migrantes rurales, al

proletarizarse, se habían integrado económicamente en las

grandes ciudades, pero no políticamente. La crisis de identidad

y de valores -- y la ausencia de reconocimiento por parte del

medio social receptor -- los colocó en una situación de

"disponibilidad", propicia para la emergencia de un lider

"autoritario". El triunfo de éste se produjo por su empatía con la

cultura de los migrantes, salidos de una sociedad patriarcal

tradicional. En este contexto, su versión del mito de origen del

peronismo era el diagnóstico de un Ersatz de integración para la

nueva clase obrera:

"El 17 de octubre marca una verdadera encrucijada en la historia argentina [...] Lo


que sucedió ese día resume el rol y el peso de cada factor: por una parte, el proceso
de la movilización social y el impacto del desplazamiento producido en los estratos
populares, así como también en su composición; por otra parte, la contribución de
una fracción de viejos cuadros sindicales [...] El 17 de octubre fue la expresión de un
movimiento de masas de alto grado de espontaneidad [...] todo el movimiento en las
calles, fenómeno que asumió un papel decisivo, se centró casi exclusivamente en los
'nuevos obreros'. Los dirigentes y las organizaciones fueron desbordados por la
acción colectiva de las masas." (Germani 1973: 478-80; las cursivas son del
original)

La interpretación del 17 de octubre propuesta por el sociólogo científico se

incluía en una versión de la historia nacional que estaba preocupada por pensar en

los obstáculos al "desarrollo", en el "problema de la transición". Esa preocupación

era también otro modo -- un modo "sociológico" -- de formular las dificultades de la


24

constitución de la nación argentina. A su descripción de los obstáculos que impedían

la transición a la modernidad, y que servían para comprender la jornada de octubre

de 1945, subyacía también el tipo de noción a la vez histórica y ahistórica

característica de todo mito: el peronismo era el resultado de una sobrevivencia de la

sociedad tradicional en la moderna.

En efecto, Germani reproducía una visión sobre las dificultades en la

constituición de la nación argentina que era común no sólo entre los autores

anteriores -- "ensayistas", descalificados por él como "presociólogos" -- sino

tambien entre sus enemigos peronistas, como Jauretche. Al igual que estos últimos,

Germani situaba al fenómeno peronista como la última manifestación de una crisis

irresuelta. Pero si, por un lado, Germani coincidía con Jauretche al atribuir al 17 de

octubre de 1945 un poder revelador de la crisis argentina, por otro lado discordaba

con éste al condenarlo como una forma de integración perversa. Germani y los

intelectuales "peronistas" como Jauretche concordaban en ubicar a los protagonistas

del 17 de octubre en las mismas regiones del espacio social: una población del

interior rural y tradicional del país que había llegado a la metrópoli urbana para

transformarse en una nueva clase obera. Pero, los valores atribuidos a la cultura

tradicional por Germani eran inversos a los observados por quienes pensaban como

Jauretche. Para el sociólogo científico las caracterísiticas patriarcales de la sociedad

rural habían predispuesto a la nueva clase obrera para comportamientos

heterónomos, habían funcionado como condición cultural para su transformación en


25

la base social del autoritarismo. 1

La sociología era un invento de algunos individuos que después de 1955

estaban entre los vencedores en el campo de la política. Su destino y la legitimidad

social de la nueva figura del sociólogo científico estaban ligados a la posibilidad de

formular un proyecto alternativo de nación que les reservara un lugar protagónico.

El primer paso en esta teodicea era descubrir la racionalidad de los sucesos del 17

de octubre de 1945. El segundo era legitimar una propuesta de desperonización que


2

asumía una forma "modernizadora" en la que el sociólogo desempeñaba el papel de

educador democrático. 3

1 Uno de los Cuadernos de Sociología publicados en 1960 por Germani tuvo por título "Idelologías
autoritarias y estratificación social" e incluyó dos artículos, uno del propio Germani y otro de Seymour
Martin Lipset, dedicado al análisis de las bases sociales del "autoritarismo popular". La descripción de éste
último de la cultura rural tradicional es ejemplar de las propiedades atribuidas a la base social del
peronismo: "La tendencia a ver la política y las relaciones personales en términos de blanco o negro [...]; un
deseo de actuar de inmediato, sin reflexión crítica [...]; impaciencia en la conversación y en la discusión
[...]; falta de interés en organizaciones que tengan una perspectiva política gradual y de largo alcance y una
predisposición a seguir líderes que ofrecen una interpretación demonológica de fuerzas presumiblemente
conspiratorias, sean estas religiosas o políticas" (Lipset 1960: 391) Junto al modelo de Redfield sobre la
sociedad folk y la pequeña tradición, esta fue la línea de analisis seguida por otro sociólogo, estrecho
colaborador de Germani, para describir el modo de vida rural del cual era originaria la nueva clase obrera:
"un mundo de grandes contrastes, donde hay buenos y hay malos, unos son leales y otros son traidores, hay
partidarios y hay enemigos" (Di Tella 1964: 14 y cap. 2).

2 La noción de racionalidad empleda por Germani para interpretar la irrupción del peronismo el 17 de
octubre de 1945 tenía un contenido sociológico (referido a "condiciones sociales"), distinguiéndose
claramente del uso común de la noción en el contexto de otras versiones no peronistas del mito donde
aparecía como adjetivo: según éstas últimas, quienes apoyaron a Perón se habían comportado de manera
irracional.

3 "La llamada 'desperonización' de la masa de las clases populares argentinas constituye un problema [que]
trata innegablemente de una cuestión de educación e información [...] pero por sí solo este aspecto sería
incompleto e insuficiente. Lo que se precisa a este respecto no reside de ningún modo en un cambio de
mentalidad, sino en ofrecer a la acción política de esas masas un cambio de posibilidades que les permita
alcanzar sus objetivos "reales" [...] La inmensa tarea a realizar consiste en lograr [la integración política de
las masas] pero vinculándola de manera indisoluble a la teoría y a la práctica de la democracia y de la
libertad."( Germani 1956: 336-337, las cursivas son del original).
26

Una doble capacidad: los fundamentos de un lenguaje nacional y popular

Estoy lejos de ser un erudito (....) lo poco o mucho que he leído no lo


retuve para respaldar mis juicios en autoridades y me repugna también
esa ciencia barata que se logra en diccionarios especializados (...) Mis
verdades tienen un origen modesto; son asociaciones de ideas,
relaciones de hechos, conjeturas fundadas en la propia observación y
en la experiencia de mis paisanos.

Arturo Jauretche (1958: 45-6)

Quizás el mayor éxito de Arturo Jauretche fue la eficacia con la

que logró consagrar un estilo y una retóricas propias, "jauretcheanas".

Sus textos, tejidos de recuerdos, anécdotas y dichos populares, buscan

convencer por medio de la empatía, apelan al reconocimiento por parte

de quien lee de una experiencia común y, fundamentalmente, de la

autoridad de lo que dice en su capacidad para observar y comprender a

sus semejantes. No se trata de una obra autobiográfica ni de una obra

testimonial. Su retórica es, más bien, la expresión de una teodicea cuya

arma principal es el conocimiento del sentido común "popular", y que

introduce en los momentos claves de la argumentación las pruebas de

esa particular sensibilidad, referidas siempre a su propia "experiencia

de vida". La obra de Jauretche es un testimonio magnífico de la

eficacia en la construcción de la propia biografía como argumento de


27

autoridad, al punto de que tal vez la mayor prueba de su victoria fue la

imagen de sí mismo que consiguió fabricar al cabo de su vida: un

ejemplo de intelectual nacional y popular. 1

Arturo Jauretche nació en 1901 en una pequeña población de la

provincia de Buenos Aires, en una familia de vascos franceses y

españoles. Fue el mayor de la tercera generación de argentinos por el

lado materno, y de la segunda por el lado paterno. Era hijo de un

funcionario municipal ligado al Partido Conservador y de una maestra,

que llegó a ser directora de la escuela primaria local. Pese a que los

Jauretche no eran propietarios de tierras, Arturo calificaba a su familia

como "de clase media acomodada, en estrecha vinculación con la

oligarquía lugareña" (Galasso 1985: 14). De su origen social, el propio

Jauretche siempre se preocupó por resaltar tres elementos: el interés

por la política, inducido por la actividad del padre; el interés por las

letras, estimulado por la madre; y "el interés por el país", favorecido

por el hecho de contar con una familia numerosa, "con raíces e

1El trabajo de construcción de la biografía de Jauretche como la parábola de la trayectoria de un intelectual


nacional y popular fue llevado al límite por algunos de sus seguidores. Uno de ellos (Goldar 1975) elaboró
una biografía de Jauretche que tiene el mérito de revelar esta construcción por medio de un abundante
material fotográfico. Ilustrando la progresiva "transformación" de su figura, en los primeros retratos
Jauretche aparece como uno más entre un grupo típico estudiantes de la Facultad de Derecho -- luego tan
duramente atacados por él como "crías de la intelligentzia" --, formal, usando traje, moño o corbata. Con el
paso del tiempo, su imagen adquiere un perfil diferente y las fotografías pasan a mostrarlo en situaciones
distintas: aparece en mangas de camisa y, sobre todo, abundan los retratos de situaciones en cierto modo
intimistas en las que se lo ve leyendo o conversando con alguien, siempre acompañado de símbolos del
"cotidiano de los argentinos": una damajuana de vino, un sifón de soda, mate, café, un vasito de grapa o de
ginebra, con el fondo decorado por el retrato de algún héroe de la historia nacional, como el general San
Martín.
28

historia" en la Argentina y, sobre todo, por haber sido criado en el

mundo rural del interior, en contacto directo con la "vida real de los

paisanos". Según su relato, fue fuera de la casa familiar y,

fundamentalmente, fuera de la escuela donde hizo sus primeras

amistades con la gente "del pueblo", "descubriendo la cuestión social",

conociendo la "verdadera Argentina" (Jauretche 1972: 190 y ss).

En el registro de la revelación, que utilizó tanto para narrar su

propia vida como para contar la historia nacional, las referencias a la

niñez aparecen como relatos de alto contenido político que sirven para

respaldar una de sus tesis principales: la Argentina es un país dividido

entre, por un lado, una Argentina falsificada por la historiografía

consagrada por la "intelligentzia liberal" y legitimada por la "historia

oficial" enseñada en la escuela; y, por otro lado, una Argentina cuya

"historia verdadera" permanece oculta, fuera de las instituciones

culturales dominantes, custodiada por la "memoria popular" (cf., p.e.,

1959: 3 y 21-23). La frecuente repetición de un recuerdo de infancia

servía para ilustrar las primeras "experiencias" de semejante

desconexión entre el "mundo de la vida" y el "mundo de la escuela": 1

¿cómo explicar el nombre de su pueblo (Lincoln) después de haber


1 El recurso a la repetición de los mismos argumentos por medio de las mismos ejemplos tenía, según sus
propias palabras, también un fin estratégico. Justificando su prosa redundante, Jauretche afirmó: "[sucede]
que escribo para mis paisanos del común, a quienes quiero facilitar la lectura que desearía fuese como un
diálogo [...lo que] también me obliga a ser algo difuso y a apelar al socorro de anécdotas y ejemplos
ilustrativos que pudieran ahorrase con el lenguaje para iniciados que simplifica la exposición, pero que
puede resultar esotérico para el profano" (1966: 18).
29

conocido a través de la memoria de los paisanos, y no de la escuela, su

antiguo y verdadero nombre indígena, sino como un ejemplo de la

"colonización pedagógica"? 1

En 1920, con 19 años, Jauretche se trasladó definitivamente a la

Capital Federal. La intención de terminar los estudios secundarios en

el Colegio Nacional Buenos Aires con la perspectiva de ingresar a la

Facultad de Derecho reflejaba la disposición familiar de invertir en

una posible carrera política. En sus relatos Jauretche nunca reconoció


2

hasta qué punto este destino familiar se transformó en realidad a lo

largo de su vida. Su preocupación, en cambio, fue mostrar en qué

sentido la revelación de una realidad hasta entonces para él

desconocida lo apartó de la ideología y del modo de hacer política

esperado por su padre. Así, se preocupó por destacar los elementos que

lo habrían desviado del camino esperado por su familia,

aproximándolo al "movimiento nacional", primero a través de la

facción "yrigoyenista" del Partido Radical -- opuesto al Partido

Conservador de su padre --, y posteriormente al propio "peronismo". 3

1 "La escuela no me había dicho nada de la flora y de la fauna que me rodeaba [...] y, mientras, ya sabíamos
del Yant-Tse-Kiang y del Danubio [...] El pueblo se llamaba Lincoln y sabíamos de tal prócer, en cambio no
sabíamos nada de los gauchos junineros, de los milicos de frontera [...] Es que ellos eran indignos de la
'cultura', según la entendía la 'intelligentzia'" (1969: 15).

2 Todos los datos coinciden en señalar que el camino que pasaba por esas dos instituciones era el más
transcurrido por los jóvenes de alto capital social y económico interesados en invertir en el mundo de la
política (para algunas comparaciones entre las propiedades sociales de los alumnos de las Facultades de
Derecho y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, cf. Neiburg: 1993: Anexos).

3 En otra anécdota que ilustra bien su retórica, Jauretche contó que su llegada al "campo nacional" se
30

Según sus relatos, estos años de formación le reservaban todavía otra

revelación: la muerte de su padre y la consecuente crisis económica

familiar lo enfrentaron con violencia a "la realidad" del país. La

obligación de trabajar atrasó su ingreso a la Facultad hasta 1925,

cuando ya tenía 24 años. Siempre según su visión, al terminar la

carrera, en la década siguiente, ya era un militante de la causa

nacional. Y "causa nacional" era para él, en la época que escribió estos

textos autobiográficos -- después de 1955 -- un sinónimo de

peronismo.

En su retórica autobiográfica, cargada de "revelaciones", la

mayor de todas estaba ligada al descubrimiento del caracter "nacional"

del peronismo: la revelación del 17 de octubre de 1945. En aquella

época, Jauretche era parte de un grupo de jóvenes, originalmente

interesados en la política universitaria, que se habían agrupado en la

Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) y que,

fundada en 1935, tuvo a la Facultad de Derecho de la Universidad de

Buenos Aires (UBA) como uno de sus centros de operaciones (cf.

Galasso 1985: 113 y ss. y Scenna 1983). Después del golpe de estado

que en 1930 terminó con el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, el

produjo gracias a "una formidable patada recibida en el trasero" propinada por un viejo militante anarquista
y que tuvo el efecto de arrojarlo fuera de un acto organizado por un partido de la "izquierda liberal".
Después de la "patada", Jauretche escuchó la versión para él reveladora que el anarquista tenía de los
"problemas nacionales". La moraleja de Jauretche era explícita: "una patada en el momento y en el lugar
oportuno enseña más que una biblioteca" (1964: 124).
31

partido del caudillo depuesto quedó dividido a causa del apoyo

otorgado por una parte del mismo al sistema de la "Concordancia",

que dio sustento a los gobiernos nacionales hasta el golpe de estado de

1943. De este proceso surgió la organización "yrigoyenista" y

"nacionalista" FORJA. Después del golpe de 1943 -- en el que Perón

comenzó a adquirir notoriedad pública --, FORJA descubrió en la

figura del coronel a un posible continuador de la política "popular" del

yrigoyenismo.

El 15 de noviembre de 1945 FORJA dio a conocer un

comunicado que, firmado por su presidente, Arturo Jauretche,

anunciaba la disolución de la organización. Las razones del fin de

FORJA, se argumentaba, estaban ligadas directamente a los

acontecimientos que habían tenido lugar menos de dos meses antes, el

17 de octubre: "[...] el pensamiento y las finalidades perseguidas al

crearse FORJA están cumplidas al definirse un movimiento popular en

condiciones políticas y sociales que son la expresión de la voluntad

nacional [...]". Los afiliados quedaban a partir de ahora en libertad de


1

acción; muchos de ellos no tardaron en integrarse a la "experiencia

peronista". Desde el cargo que ocupó entre 1946 y 1952 como director

del Banco de la Provincia de Buenos Aires, Jauretche mantuvo una

actitud siempre favorable al gobierno peronista, pero también siempre


1 Extraído de Scenna 1983: 389.
32

preocupada por marcar su independencia respecto de la "conducción"

de Perón, con quien alternó períodos de mayor y de menor proximidad

hasta la muerte de ambos, en el mismo año de 1974. 1

La producción intelectual de Jauretche estuvo orientada en tres

direcciones. Una, de caracter histórica, dirigida a "revisar" la "historia

oficial"; otra, de caracter más bien sociológico, centrada en una

especial forma de análisis de la cultura argentina y, en especial, de los

sectores medios, el medio pelo, la base social del antiperonismo; y una

tercera dirección, que en realidad fue la que dio sentido a su teodicea,

revelando la principal intención de su producción: explicitar las

diferencias con sus oponentes, combatir a sus enemigos en los campos

político e intelectual y, también, a la estructura que, según él, los

sustentaba y que popularizó con el nombre de "colonización

pedagógica". Parafraseando a Marx, escribió:

"A la estructura material de un país dependiente corresponde una superestructura


cultural destinada a impedir el conocimiento de esa dependencia, para que el
pensamiento de los nativos ignore la naturaleza de su drama y no pueda arbitrar sus
propias soluciones, imposibles mientras no conozca los elementos sobre los que
debe operar y los procedimientos que corresponden a sus propias circunstancias de

1 La mayor o menor independencia (o "lealtad") frente a la "conducción" de Perón funcionó como uno de
los principales argumentos de diferenciación entre los "intelectuales peronistas". Al contrario de los
argumentos empleados en las luchas de clasificación entre ellos (y reproducidos por buena parte de los
analistas) la mayor o menor autonomía individual en relación al lider puede explicarse sociológicamente --
como sugerí en otro lugar, mostrando las homologías entre las propiedades sociales y la actitud
"independiente" de figuras como Jauretche y las propiedades sociales de un intelectual que "nunca sacó los
pies del plato", como Juan José Hernandez Arregui (Neiburg 1993: 59-71).
33

tiempo y lugar" (1958: 28). 1

El libro en el que Jauretche incluyó esta definición mereció dos ediciones

solamente en el año de su lanzamiento (1957), ambas prologadas desde Montevideo,

donde pasó una temporada exiliado después de 1955. La violencia inscrita en su

título, Los profetas del odio, anunciaba su caracter polémico, su intención

combativa. El objetivo era mostrar cómo la "colonización pedagógica" había

provocado que los exponentes de la "intelligentzia" evaluaran equivocadamente -- o

mejor: mintieran -- en sus interpretaciones de la "realidad nacional", en sus

consideraciónes sobre el significado del 17 de octubre de 1945 y en su apreciación

de la totalidad de la "experiencia peronista". A juicio de Jauretche, el principal


2

problema de "los inteligentes" era su desconocimiento de la realidad, su lejanía del

pueblo. Y la mejor prueba de ese desconocimiento, argumentaba, era la inversión

que la "intelligentzia" proponía del "orden natural de las necesidades humanas",

colocando primero la cultura, o los libros, y después el pan, o las alpargatas. Por 3

ello, decía, los profetas del odio no entienden el significado del 17 de octubre de

1 La noción de "colonización pedagógica" se debe a Ramos 1957.

2 Sus enemigos inmediatos eran tres conocidas figuras intelectuales que, pese a sus diferencias, coincidían
en la valoración negativa del peronismo: Jorge Luis Borges, Ezequiel Martínez Estrada y Julio Irazusta.

3 La contradicción entre libros y alpargatas para demostrar la adhesión o el rechazo al peronismo, surgió en
1945 cuando un diputado socialista acusó violentamente desde el congreso a Perón por promover las
alpargatas en desmedro de los libros. Desde entonces el contenido de las relaciones entre esas palabras se
transformaron en uno de los motivos principales de diferenciación en relación a las distintas versiones del
mito de origen del peronismo. La condena de Jauretche a la "intelligentzia" es un buen reflejo del fuerte
antiintelectualismo que desde el principio impregnó las manifestaciones de apoyo a Perón, incluyendo las
del 17 de octubre de 1945 (cf. James 1987, Neiburg 1992), y de cómo ese antiintelectualismo se transformó,
paradójicamente, en un contenido de la propia identidad de los "intelectuales peronistas".
34

1945 y lo condenan, porque no comprenden que "en el orden natural es primero pan,

techo, ropa y después alfabeto y educación" (1958: 81-84).

En estas críticas al antiperonismo por su incomprensión del 17 de octubre,

por su condena del "contenido popular" del gobierno de Perón y, especialmente, por

su oposición a la política cultural del régimen -- común entre los intelectuales que,

así, se definían al mismo tiempo como peronistas y cercanos al pueblo -- estaba en

juego la teodicea de una nueva categoría social: el intelectual nacional popular. Su

aparición indicaba una alteración en los criterios que habían servido para definir los

dos polos en los que se había dividido el campo intelectual argentino desde la

década de 1930. La consolidación del comunismo en la URSS, el ascenso del


1

fascismo en Europa, la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial habían

proporcionado un repertorio de principos políticos que servían para distinguir un

polo "liberal", progresista y cosmopolita y otro polo "nacionalista", católico y

autoritario. Los intelectuales nacionales y populares como Jauretche coincidían con

sus antecesores "nacionalistas" en el combate al liberalismo y a su versión de la

historia nacional; pero, se diferenciaban de éstos -- a quienes acusaban de


2

"nacionalistas aristocráticos" -- justamente por su supuesta "proximidad" con el

1 Para algunos rasgos del campo intelectual en la primera mitad del siglo, cf. Altamirano y Sarlo, 1983 y
Sarlo, 1988. Para un período posterior cf. Sigal, 1991; Terán, 1991, y Altamirano, 1992.

2 La producción historiográfica de Jauretche no se destacó entre la de los "historiadores revisionistas". Sin


embargo, con su retórica cargada de metáforas consiguió producir algunas de sus más convincentes figuras,
como, por ejemplo, cuando argumentando sobre la arbitrariedad de la visión corriente de la historia, propuso
a "entrar por medio de la geografía en la política de la historia" y reflexionar en las consecuencias de
invertir los mapas, colocando la parte meridional encima y el hemisferio norte abajo" (Jauretche 1959: 54-
55).
35

pueblo. 1

La singularidad de la teodicea de Jauretche en relación a la de otros autores

identificados como él con el "nacionalismo popular" pertencía menos al contenido

de su argumento, y mucho más al tipo de autoridad que reclamaba, a su estilo, a la


2

utilización de una retórica particular como mecanismo de demostración y de

convencimiento:

"En el lenguaje llano de todos los días, hilvanando recuerdos, episodios o anécdotas,
diré mis cosas como se dicen en el hogar, en el café o en el trabajo (...) utilizando la
comparación, la imagen, la analogía y las asociaciones de ideas con que la gente
común se maneja en su mundo cotidiano" (1958: 45-46). 3

Pero ese estilo singular que Jauretche buscaba naturalizar como el estilo de
1 En la constitución del "nacionalismo popular" posterior a 1955 estaba en juego una operación de
reinvención de las tradiciones "nacionalistas" de los años '30, que se identificaban como cercanas al caudillo
radical Hipólito Yrigoyen (como FORJA). Al contrario del camino que abierto por la indicación
durkheimiana de buscar las "causas siempre presentes" en la existencia de un sistema de clasificación, la
profusa literatura que trata sobre el nacionalismo argentino (p.e., Navarro 1968, Alvarez 1975, Buchrucker
1983, Rock 1993) se ha contentado con trazar genealogias de tradiciones ideológicas, y con listar nombres
de individuos, grupos y publicaciones prestando poca atención al estudio de las condiciones sociales de
producción (las teodiceas) de un corriente de ideas (o de varias) identificadas con el nacionalismo. En
general, los trabajos sobre el nacionalismo argentino reflejan una tendencia en la historia de las ideas que se
contenta con reproducir los argumentos puestos en juego por los nativos -- i.e. por los agentes sociales cuyas
representaciones el analista está tratando de comprender. Un camino diferente en las perspectivas sobre el
revisionismo histórico argentino ha sido señalado, p.e., por Halperín Donghi 1985 y Quattrocchi-Woisson
1991.

2 Que no presentaba diferencias sustantivas respecto a otros autores interesados en apuestas similares,
como, por ejemplo, Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós, Esteban Rey, o
Jorge Enea Spilimbergo.

3 En un agregado a la tercera edición del libro (1966), Jauretche invocó la autoridad de las palabras de otro
conocido "ensayista nacionalista", Ramón Doll, al respecto de una supuesta tradición literaria argentina,
cuyas características serían: "la inclinación a la sencillez o la neutralidad [...] la preferencia por la dicción
clara, natural, por el lenguaje directo y conversado [...] lo que debe tener su origen en que somos más bien
emotivos que intelectuales, en que tenemos una aversión innata al decir demasiado conceptuoso y trabajado,
primero porque reprime forzadamente la emoción [...] y, segundo, porque no nos gusta el esfuerzo mental
demasiado sostenido" (p. 46).
36

"los argentinos" era un producto social, la consecuencia de un trabajo de

construcción sobre dos caracteristicas de su propia trayectoria: su origen social, en

una familia relativamente acomodada del interior de la provincia de Buenos Aires, y

su paso por el Colegio Nacional Buenos Aires y por la Facultad de Derecho de la

UBA. Si, por un lado, Jauretche siempre se preocupó por hacer una apología de la

"realidad de la vida" -- del "estaño", en sus palabras -- y de los rasgos de su

biografía que le permitían conocerla y ser permeable a sus penurias; por otro lado,

nunca dio un énfasis similar a la otra característica de su trayectoria que era una

condición de toda su propuesta: su paso por la universidad y su contacto con los

medios de la elite intelectual. Fue gracias a esa experiencia que Jauretche pudo ser
1

mucho más que un mero compilador de recuerdos, de conocimientos y de refranes

populares; y fue gracias a ella como pudo, también, ser diferente de otros

intelectuales peronistas que no tenían sus mismas credenciales de proximidad con lo

"popular" ni la misma seguridad de su diferencia. 2

1 Durante al década del '30, su contacto con los círculos de la elite intelectual parece haber sido bastante
más importante que lo que el propio Jauretche reconoció. Un testimonio de esta relación es el prólogo que el
propio Jorge Luis Borges escribió en 1934 para un "poema épico" escrito por Jauretche, El paso de los
Libres, en el que relataba la rebelión radical derrotada en 1933 (por haber participado en ella, Jauretche pasó
4 meses encarcelado). Años después, Jauretche atribuyó ese prólogo a las simpatías que entonces Borges
profesaba por el radicalismo, pero no consignó que, además, en aquel momento Borges ya era un autor
reconocidamente identificado con los círculos de la elite literaria porteña a los que él después atacó con
tanta furia.

2 En la base de su teodicea se puede reconocer lo que Bourdieu (1982) ha denominado "estrategias de


condescendencia": las operaciones de distinción por medio de las que individuos colocados en posiciones
superiores del espacio social ejercen la capacidad de "descender" para utilizar el lenguaje de los inferiores.
En este sentido, se puede ver cómo la teodicea de Jauretche contrasta con las de otras figuras de menor
origen social y con trayectorias mas alejadas de los círculos de la elite intelectual porteña que, como por
ejemplo Juan José Hernández Arregui, procuraron construir una identidad de intelectuales peronistas
utilizando otras armas: una retórica más violenta y vanguardista, proclamándose portavoces de la
"autoconciencia popular". Puede verse que de la misma forma que una sociología de los "intelectuales
peronistas" no puede agotarse en la representaciones nativas, una sociologia más general de los populismos
37

Jauretche era un intelectual y un político empeñado en combatir con

intelectuales y políticos. Y el uso -- la construcción -- de un lenguaje "nacional y

popular" era el medio para "explicar" de un modo distinto la "realidad" a sus pares --

con quienes discutía -- y al propio pueblo -- a quien declaraba dirigir sus obras. Su

teodicea se basó en la posibilidad de hacer valer una doble capacidad: en relación a

los iniciados intelectuales, usaba un lenguaje "popular" fundado en la "experiencia"

de su propia vida; en relación al pueblo, ejercitaba la posibilidad de explicar sólo

reservada a los iniciados. Dos capacidades que Jauretche se empeñó en cultivar y

que confirieron una imagen muy particular al antiintelectualismo y al populismo de

las pretensiones evidentemente intelectuales y políticas con las que buscó

fundamentar la existencia de su propia figura: un intelectual nacional y popular que

hablaba desde las fronteras entre el campo político y el campo intelectual.

Exclusión política e innovación intelectual: la constitución de una visión


científica sobre lo social

Habría que disputar sobre el contenido de las palabras, puesto que lo


único que hay que objetar es la denominación de ciencia para designar
tales especulaciones.
(Gino Germani 1952a: 110)

intelectuales tampoco puede agotarse en las afirmaciones genéricas que tienden a identificar a los
"populistas" como intelectuales que ocupan posiciones dominadas o en dificultades dentro del campo
intelectual (como, p.e., han señalado Grignon y Passeron 1989: 10-13). La comparación entre las
trayectorias de Jauretche y Hernández Arregui ofrece la oportunidad de estudiar algunos de los principios
que subyacen a la diversidad de estas actitudes identificadas genéricamente como "populistas", cf. Neiburg
1993: 55 y ss.
38

Pocas actividades han tenido en la Argentina una figura tan

claramente identificada con la de "padre fundador" como sucede con

Gino Germani en relación a la sociología argentina. Cualquier

referencia a la disciplina y a su historia en el país parece exigir la

mención de su actividad al frente del Departamento de Sociología

fundado en 1956 en la UBA. Y, como suele suceder con otras figuras

equivalentes, también en este caso muchas de las características que

han servido para juzgar su "obra" tienden a confundirse con las

atribuidas a la propia personalidad del "fundador".

Germani nació en Italia, en 1911. Originario de una familia

relativamente modesta de clase media, estudió Administración en la

Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Roma. Llegó a

la Argentina en 1934, cuando tenía 23 años de edad, y después de

haber pasado casi un año recluído en una isla italiana, a causa de sus

simpatías socialistas. Su condición de exilado y sus credenciales

antifascistas, le abrieron las puertas de los círculos políticos e

intelectuales liberales. Sin parientes próximos en la Argentina, fue allí

donde construyó su nuevo universo social y donde consiguió sus

primeros trabajos en el país, en actividades ligadas a la entonces

próspera industria editorial.

En 1938, cuatro años después de llegar a la Argentina, Germani


39

entró a la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UBA, donde se

ligó al historiador Ricardo Levene -- una de las figuras más

prominentes de la corriente liberal de la historiografía argentina de la

época -- que en ese momento reasumía la dirección del Instituto de

Sociología, creado una década atrás. Dos eran las principales áreas en

la actividad del Instituto. Una, dirigida al estudio de la historia de las

ideas sociales argentinas. La otra, a la recopilación de datos

estadísticos para el análisis de la "morfología social" del país. Mientras

la primera canalizaba preocupaciones tradicionales y de mayor

prestigio dentro de la facultad, la segunda representaba un novedad e

invitaba a una actividad hasta entonces nunca realizada

sistemáticamente: la investigación empírica. Fue a esta área a la que se

integró Germani.

En el contexto del Instituto su formación anterior en

administración y contabilidad era atípica y menor, frente a la tradición

erudita de sus compañeros, educados en las disciplinas clásicas de la

facultad -- como filosofía, letras o historia. Pero, al mismo tiempo, esa

formación otorgaba a Germani una capacidad distintiva en un medio

más habituado a las letras que a los números, lo que le garantizaba

cierto monopolio del campo de la investigación empírica, de la que el

proyecto de Levene no podía prescindir en su empresa de legitimación

de la nueva disciplina en el contexto latinoamericano y, sobre todo


40

frente al Estado: su capacidad peculiar en el manejo de las estadísticas

-- su perfil "técnico"-- y su condición de extranjero -- un observador

"distanciado" y "ascéptico" -- transformaron a Germani en el asesor

designado por el Instituto de Sociología frente a la Comisión Nacional

que preparaba el IV Censo Nacional que sería realizado en 1946.

Mucho más que la historia de una "elección vocacional", el

camino que llevó a Germani a ser "el" especialista en morfología

social argentina revela las posibilidades abiertas y los límites

impuestos por un estado del campo social y, especialmente, por una

modalidad de relaciones entre política y universidad. Permanecer fuera

de la universidad, habría reservado al joven italiano el destino poco

prometedor ofrecido por su título de contador, limitado a los márgenes

de un grupo de intelectuales cuyas figuras destacadas tenían un alto

capital económico, social y cultural. La universidad aparecía, de esta

manera, como el único camino para obtener nuevas credenciales. Y

una vez dentro del campo universitario, su formación anterior, su

origen social y las relaciones ofrecidas por su nuevo círculo social,

transformaban cualquier otra elección que no fuese la de entrar a la

FFyL en una operación riesgosa y de alto costo personal. Por una

parte, en la Facultad de Ciencias Económicas ocupaba una posición

central el grupo reunido en torno de Alejandro E. Bunge que, trabajaba

sin mayores pretensiones académicas en la preparación de su


41

Sociología Argentina, y adhería a los grupos tradicionalistas, católicos

y conservadores, exactamente opuestos a los círculos liberales con los

que Germani se había relacionado desde su llegada a la Argentina. Por 1

otra parte, la Facultad de Derecho era un escenario fuertemente

politizado en el que se desarrollaban violentos combates entre

diferentes grupos de la elite; ciertamente un espacio más propicio para

las apuestas políticas de jóvenes de familias relativamente acomodadas

-- como el propio Jauretche --, que para la inserción social y las

apuestas de ascenso de un joven exilado con escaso capital como

Germani.

Poco antes del 17 de octubre de 1945 Germani escribió el

último de los artículos que publicaría en el Boletín del Instituto de

Sociología, dirigido por Levene. Era un trabajo original tanto en

relación a los que acostumbraban constituir el cuerpo de la publicación

-- en su mayoría dedicados al estudio de las ideas políticas y sociales

argentinas--, como en relación a los reportes de caracter más bien


1 A pesar de que el trabajo del grupo de Bunge era una referencia importante en el campo universitario de la
época -- y de que, dentro del Instituto de Sociología de la FFyL, era justamente en el área de actividades a la
que se integró Germani donde debía concentrarse el trabajo de diferenciación --, son raras las referencias a
Bunge en el Boletín editado por el Instituto. Sin embargo, tiempo después, al publicar el libro Estructura
Social de la Argentina (1955), Germani no ocultó su finalidad polémica con la obra de Bunge. Ella no
estaba solamente implícita a lo largo de toda la obra: contenida en la demostración de su destreza para el
manejo de los datos estadísticos y en la propia pretensión de "cientificidad" de su trabajo, que contrastaba
fuertemente con las declaraciones en favor de la "grandeza de la patria", de "Dios" y de la "familia" que
impregnaban el libro de Bunge. La polémica también era explícita: frente al pesimismo trasmitido por
Bunge en cuanto al futuro del país (preocupado por las tendencias de desarrollo demográfico de la
Argentina), Germani anunciaba el camino de la "modernidad" (fundado en otras estadísticas y en una
lectura diferente, también, de las consecuencias sociales de las tendencias demográficas). Sobre este último
sentido polémico del trabajo de Germani, cf. las observaciones de Graciarena 1987.
42

técnico que él mismo había editado hasta entonces. Su título era

"Anomia y desintegración social" y mostraba una fuerte pretensión

teórica, construída a partir de la relación entre datos sobre cambios en

la morfología social argentina y un sistema de referencias hasta

entonces inédito en el medio universitario del país: Durkheim,

Halbawchs, Aron, Fromm, Mannheim y varios autores de la Escuela

de Sociología de Chicago. Germani anunciaba que la intensidad de los

cambios sufridos por la sociedad occidental "sólo puede dar lugar a

una catástrofe", a verdaderos "procesos desintegrativos";

transformaciones tan profundas, decía, revelan una "relativa

inelasticidad en las actitudes sociales" que puede generar "masas de

individuos, desorientados, sometidos a una situación de viajeros en el

sentido cultural". Escrito en pleno 1945, este artículo, que anticipaba

su versión del mito de origen del peronismo, concluía con una

afirmación de claro contenido político: la "transición a la modernidad"

delineaba, para él, una alternativa de hierro entre el totalitarismo y una

radicalización de la ilustración (Germani 1945: 48-62).

Para aquellos que, como Germani, se identificaban con las

corrientes liberales dentro de la cultura argentina, la posibilidad de una

"catástrofe" se transformaría en realidad solamente algunos meses

después. Entre octubre de 1945 y comienzos de 1946, el ascenso del

peronismo inauguró un período de exclusiones de los opositores


43

políticos de los espacios del campo de producción cultural controlados

por el gobierno. Germani estuvo entre los primeros grupos de

disidentes, renunciando a su reciente cargo de profesor asistente. 1

Una década más tarde, después de la Revolución Libertadora,

Germani volvería a la universidad como jefe del primer Departamento

de Sociología creado en la universidad argentina. Su trayectoria entre

esos dos momentos que comprenden los diez años del gobierno de

Perón, es reveladora de las posibilidades que, paradójicamente, ese

periodo de exclusión abrió para la invención de nuevas posiciones en

el campo intelectual. 2

Desde

su salida de la universidad, Germani estrechó sus lazos con los

círculos de intelectuales liberales, opositores al régimen,

aproximándose a una de sus instituciones de consgración y

reclutamiento más importantes: el Colegio Libre de Estudios

Superiores (CLES), que desde se fundación en 1930 se había

transformado en un escenario para el encuentro entre dirigentes

políticos, integrantes de las elites económicas, intelectuales de

1 En el año 1946, y solamente en la UBA, fueron excluidos 1250 profesores, 825 de los cuales renunciaron
y 423 fueron echados (Mangone y Warley 1984: 59).

2 Para un estudio de las condiciones sociales que permitieron la invención de la sociología científica
argentina cf. Neiburg 1993 y 1995. Importantes formulaciones al respecto de las relaciones entre campo
intelectual y campo político en la Argentina entre 1930 y 1966 puede verse también en Sigal 1991.
44

renombre y jóvenes reclutados. Después de pronunciar su primera


3

conferencia en la sede del CLES en Buenos Aires -- con el sugestivo

título "Bosquejo de una psicología social en una época de crisis"

(1946) --, la participación de Germani en la institución fue constante y

se concentró en dos direcciones: por un lado, estudiar la estructura

social argentina; por el otro, anunciar la eficacia de las nuevas

herramientas de la "ciencia social" -- a lo que dedicaba seminarios

sobre métodos y técnicas de la investigación. Si bien sus cursos y

conferencias no estaban entre las que convocaban un público mayor en

las actividades del CLES, ellos reunían siempre el mismo grupo de

jóvenes, algunos de los cuales estarían, después de 1956, entre los

primeros estudiantes del Departamento de Sociología.

El

contenido de sus trabajos en este período muestra el tipo de operación

en la que se construía la teodicea de Germani. Anunciaba que la

aparición del nuevo fenómeno político revelado el 17 de octubre de

1945 requería formas nuevas de comprensión de lo social, y calificaba

a las formas anteriores como irracionalismos, excesos de la reacción

antipositivista, pre-sociología. Algunos de los "ensayistas" a los que

llegó a atacar incluso con furia eran, al mismo tiempo, sus aliados

3 Para un esbozo de las relaciones entre elites intelectuales y elites sociales en la Argentina entre 1930 y
1955 a través de la historia del CLES y de su principal publicación, Cursos y Conferencias, cf. Neiburg
1993: cap 4.
45

políticos, con quienes compartía los mismos círculos sociales y

culturales, miembros renombrados del CLES. La violencia con que la


1

política había intervenido una y otra vez en el campo de producción

cultural, permitía a Germani un doble juego. Contando con el apoyo

de sus aliados, se colocaba en la primera línea del combate intelectual

frente a sus enemigos políticos. Y combatiendo a los enemigos

políticos comunes, acumulaba fuerzas creando las condiciones para la

legitimación de una nueva posición entre sus aliados, construia la

teodicea de una nueva figura de intelectual: el sociólogo científico.

El lugar en el espacio social que Germani buscaba para el

sociólogo científico era claramente diferente al del intelectual

nacional y popular de Jauretche. Mientras este último hacía valer los

rasgos de "tradición" inscritos en su propia biografía para construir

una posición colocada en la frontera entre el campo político y el

campo intelectual, Germani estaba comprometido con una empresa

innovadora cuya condición era la autonomía del campo universitario

frente a la política. Una apuesta en la autonomía que, paradójicamente,

nació de una situación de violenta intervención de la política en el


1 La violenta retórica de Germani contra la "tendencia predominantemente filosófica" o "especulativa" y su
defensa de la necesidad de "incorporar efectivamente la investigación directa de la realidad dentro de las
tareas propias de la sociología" tenía dos objetivos: uno era atacar al grupo de intelectuales y de enemigos
políticos que entonces controlaba los destinos de la sociología practicada en la Universidad (Poviña, Tecera
del Franco); el otro, era distinguirse entre algunos de sus aliados políticos, identificados con los viejos
"maestros" y "ensayistas" que, según su opinión y a pesar de las diferencias políticas que los separaban de
los primeros, compartían con ellos los "excesos de la reacción antipositivista" que había dominado el campo
intelectual argentino desde el primer cuarto del siglo (Germani, 1952a, b y c).
46

campo intelectual y, especialmente en la universidad. Esas condiciones

sociales permiten comprender que la figura del sociólogo científico,

para legitimarse, haya tenido que mostrar su eficacia proponiendo una

interpretación científica del peronismo, el principal problema impuesto

entonces por la política, formulando una versión científica de su mito

de origen.

Conclusiones

En el periodo posterior a 1955 toda descripción del 17 de

octubre de 1945 debió responder a una de las exigencias del mito: una

imposición de caracter teleológico según la cual no era posible

comprender los sucesos de aquella jornada sino como el antecedente

inmediato del peronismo, como una vía necesaria para interpretar su

naturaleza, como un repertorio de las claves de lo que fue en el futuro.

Por mucho tiempo, en lugar de reconocer la singularidad del 17 de

octubre de 1945 como acontecimiento histórico, la literatura coincidió

en conciderarlo como una metáfora, contribuyendo, al mismo tiempo,

a la construcción del mito y revelando su eficacia. 1

1 El trabajo de Torre (1975) fue pionero en la intención de descubrir la singularidad de los acontecimientos
históricos del 17 de octubre, más allá del mito.
47

En este artículo he buscado brindar algunos elementos para

pensar en los relatos sobre el 17 de octubre de 1945 como un mito de

origen -- el mito de origen del peronismo--, estudiando la singularidad

de la génesis social de algunas de sus versiones y de las propiedades

sociales de las figuras intelectuales que las produjeron; el contenido de

sus formulaciones, las condiciones sociales que las hicieron posibles,

descubriendo los acuerdos, las diferencias y, también, las

complicidades entre ellas. 2

Al coincidir en observar al 17 de octubre de 1945 como una

discontinuidad en la historia nacional, Gino Germani y Arturo

Jauretche contribuyeron para incluir esa jornada dentro de los grandes

relatos sobre la Argentina. Sus versiones de los acontecimientos

describían la última revelación de una crisis constitutiva de la nación.

Ambos concordaban en la descripción de las características sociales y

culturales de los protagonistas del 17 de octubre: una nueva clase

obrera de origen rural habitando un medio urbano e industrial. Por

último, Germani y Jauretche interpretaron el 17 de octubre como el

momento de la integración al sistema político de esos grupos sociales,

hasta entonces excluídos, una posibilidad de conciliación entre las dos


2 Sin duda, es una limitación de este artículo, su restricción al análisis de las versiones del mito producidas
por figuras intelectuales, los agentes cuyo lugar en las sociedades nacionales está definido por la
formulación escrita, sistemática y, especialmente, pública de los mitos. Un tratamiento más comprensivo de
las mitologías nacionales ciertamente exigiría observar no sólo las versiones que son producidas por ellos y
que circulan en forma de obras escritas, sino también las que son producidas por otros agentes y que son
transmitidas en forma oral (cf., p.e. las valiosas pistas al respecto en Torre 1975 y James 1989).
48

Argentinas.

Argumentando de esta forma, ambos autores apostaron en

tranformarse en los profetas capaces de interpretar uno de los máximos

enigmas de la nacionalidad. Hasta allí llegaban sus acuerdos; a partir

de allí comenzaban sus diferencias. Mientras Jauretche interpretó el 17

de octubre como una alternativa de integración positiva de la nación,

Germani lo calificó negativamente, como una forma de integración

perversa. Otra diferencia mayor correspondía al orden de los

principios con los cuales uno y otro buscó dar legitimidad a sus

versiones. Jauretche sostuvo que su particular capacidad para acceder

al sentido que los acontecimientos habían tenido para sus

protagonistas se derivaba de la proximidad a "lo popular" que había

mantenido a lo largo de su vida. Germani, por su parte, se esforzó por

mostrar que la suya era una interpretación "objetiva", fundada en el

estudio de las transformaciones de la morfología social argentina.

Los argumentos de Germani y Jauretche diseñaban dos

projectos diferentes para el país. El de Jauretche estaba orientado al

pasado, apostaba en la reiteración de un movimiento pendular en una

historia cuyo signo presente era para él negativo. El proyecto de

Germani estaba orientado al futuro, apostaba en las posibilidades de

reencauzar la historia nacional sobre nuevas bases, más democáticas. 1

1 Las "orientaciones" hacia el pasado y hacia el futuro son constitutivas de la génesis de las disciplinas
históricas y sociales, parte de los procesos de formación de los estados nacionales modernos y, también, de
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En la intención de ambos de hacer valer sus relatos del 17 de

octubre de 1945 estaba en juego su propia existencia social, la teodicea

del sociólogo científico, que apostaba en la autonomía del campo

universitario, y la del intelectual nacional y popular que se construía

en las fronteras entre el campo político y el campo intelectual. Muchos

son los indicadores del reconocimiento social que lograron ambas

figuras. Entre ellos, algunos revelan las complicidades existentes entre

las versiones de ambos autores, más allá de sus acuerdos y diferencias.

Jauretche reconoció la existencia de la sociología científica no sólo

por combatirla, sino porque se apoyó en sus datos. Germani, por su

parte, tuvo que probar su capacidad para explicar la sociedad argentina

ofreciendo una interpretación científica de la última manifestación del

enigma nacional manifestado el 17 de octubre de 1945. Así, los

acuerdos entre ambas descripciones, las complicidades entre ellas y,

también, el reconocimiento que sus autores lograron para hacer valer

sus diferencias en criterios opuestos de legitimidad, reforzaron la

eficacia del mito de origen que constituyó el peronismo.

la invención de las "culturas nacionales" (cf., p.e., A. Smith 1986: 151-2).


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