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Freud plantea Lo Siniestro (1919), como una vivencia contradictoria donde lo extraño se nos

presenta como conocido y lo conocido se torna extraño. Ese sentimiento que siendo familiar y
conocido regresa a nosotros con una sensación de extrañeza y contenido terrorífico que nos
produce angustia.En un primer momento Freud define lo siniestro como aquella variedad de lo
terrorífico que se remonta a lo consabido y familiar desde hace mucho tiempo, empero, no todo lo
nuevo y no familiar se vuelve siniestro, algo se tiene que adherir para que devenga siniestro.
Freud se plantea lo siguiente ¿Cómo es posible que lo familiar devenga siniestro, terrorífico y en
qué condiciones ocurre?

Es menester definir lo siguiente:

Heimlich = lo íntimo, conocido, familiar.


Un-Heimlich = desconocido, clandestino, terrorífico

El psiquiatra español López Ibor refiere que una vez el padre de Kierkegaard le cuenta a su hijo la
historia del bandido generoso, un ser que asaltaba y asesinaba para favorecer a los
desahuciados, una especie de Robín Hood, un tipo violento pero generoso. Quedando muy
impresionado por los relatos de su padre Kierkegaard se dirige a su cuarto y pasa frente un
espejo, donde se detiene mirándose detenidamente, fue en ese momento cuando le sobrevino
una crisis de angustia, López Ibor se pregunta ¿qué es lo que le pasó a Kierkegaard en ese
momento, por qué se angustió tanto?. Respondiéndose posteriormente: vio al criminal que todos
tenemos dentro, vio la posibilidad de que él mismo pueda convertirse en aquel bandido.

Freud recurre a un cuento de Hoffman para elucidar lo siniestro. El cuento habla del hombre de
arena, un ser maléfico que buscaba a los niños cuando no quieren irse a la cama y les arroja
puñados de arena a los ojos hasta que estos, bañados en sangre, saltan de la cabeza; después
metía los ojos en una bolsa y se los llevaba. Freud reemplaza la figura del hombre de arena por la
figura del padre temido, del cual se espera la castración. Es evidente que existen similitudes con
el complejo de Edipo, puesto que el hombre de arena aparece como perturbador del amor
impidiendo que se pueda consumar la unión del joven protagonista con su amada, que en sentido
alegórico representa la figura materna que vemos en el complejo de Edipo. La experiencia
psicoanalítica a través del estudio de los sueños, fantasías y mitos revela que dañarse los ojos o
perderlos es una de las situaciones más espeluznantes para los niños, esto se debe a que la
angustia producida por la pérdida de los ojos o quedar ciego es con harta frecuencia un sustituto
del de angustia ante la castración, por otro lado, la represalia que toma Edipo contra sí mismo por
el crimen cometido (parricidio) no es más que una metáfora de la castración (arrancarse los
ojos). Si entendemos esto podemos colegir que lo siniestro en la figura del hombre de arena se
debe a la angustia del complejo de castración, que se transfiere en la lectura y se conecta con la
propia angustia del lector.

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Freud aclara que lo siniestro no es la incertidumbre intelectual (lo desconocido, lo nuevo) como
postula la tesis de Jentsch, sino mas bien entenderlo como el despertar de una angustia infantil
que por medio de la compulsión de repetición se nos presenta nuevamente en la actualidad. En
realidad, la sensación de lo siniestro (miedo) estriba no en lo nuevo o ajeno, sino más bien, en lo
familiar de la vida anímica del sujeto, que fue enajenado por el proceso de la represión. Esto se
articula con lo que decía Schelling: “Lo ominoso es algo que destinado a permanecer oculto
(inconsciente), ha salido a la luz”, y podremos agregar entonces que sólo es consciente a través
de la angustia. Para esclarecer este punto, pensemos en la representación del cuco. Nadie sabe
cómo es, porque nadie nunca lo ha visto, empero le tenemos miedo, miedo a algo que no vemos,
que no sabemos si existe y que no conocemos. La pregunta pertinente aquí es: ¿Cómo tenerle
miedo a algo que no conocemos? siendo supuestamente el miedo “aprendido” (según Watson y
al pequeño Albert que colaboro con el experimento, aunque no sabes si a voluntad propia). En la
representación del cuco el sujeto pone afuera algo que le es propio, ahí donde no puede ver,
donde no hay nada, pone algo de sí mismo, proyecta una imagen que él mismo se resiste a ver
porque le causa angustia (porque está reprimido), entonces ¿qué hay debajo de la cama? Sergio
Alonso nos dice: La respuesta es muy fácil, NO HAY NADA, nada que no sea algo de nuestro
propio terror, el cual no queremos hacer consiente porque nos produce gran malestar,
obviamente es conocido y permanece oculto (reprimido) desde hace mucho tiempo. Este es el
proceso por el cual aparece en eso nuevo y extraño algo propio que nos aterra. Lo Heimlich
deviene Un-Heimlich dice Freud. Lo que vemos en lo siniestro son aquellas estructuras como la
muerte, la violencia, el odio y el terror, que creímos haber superado en con la asunción de la
adultez; pero que sin embargo están ahí reprimidas y regresan a nosotros a través de
mecanismos de defensa como la proyección.

Un aspecto interesante del cual Hoffman saca provecho del efecto siniestro que producía, es la
presencia y aparición de dobles. Personas con idénticas características físicas y co-poseedoras
del sentir y vivenciar de la otra, hasta el punto de que el YO perdía su propia identidad. El
psicoanálisis ve en el doble un origen preventivo contra el sepultamiento del YO, un intento de
desmentir el poder y la llegada de la muerte, es decir, al duplicar mi YO prolongo mi existencia; es
probable que el alma, con la inmortalidad como su principal cualidad, fuera el primer doble que
creó la representación psíquica de los primitivos.

Sin embargo, el doble existió siempre y primero formó parte de una estructura psíquica. En el
momento de la formación del aparato psíquico, el YO sufre una escisión, desprendiéndose así el
SÚPER-YO, que se configura como conciencia moral, es decir, el YO crea un doble de él mismo,
pero un doble ideal (ideal del YO), que rige y evalúa la moral del YO (esta formación no es más
que la repetición de la relación padre-hijo, en la cual el hijo tiene que regirse bajo los mandatos
que le impone el padre, ya que el Súper-YO no es más que la herencia del complejo de Edipo).
La nueva entidad psíquica, SÚPER-YO, toma al YO como un objeto, dirigiendo con severidad sus
restricciones y censuras. Éste, a través de la represión, impide que el YO tome conciencia de sus
verdaderos sentimientos agresivos y hostiles, apartándolos de su consciencia y defendiéndose de
éstos por medio de un mecanismo de proyección. El YO toma sus propios sentimientos como
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ajenos y provenientes del exterior, esto es lo que termina constituyendo el clima que percibimos
en lo siniestro, característico del mundo animista, donde existen almas peligrosas y espíritus
malignos que encontramos en tantas culturas como representantes de la muerte, siendo en
realidad, los propios sentimientos agresivos, que regresan percibidos como procedentes del
exterior. Este mecanismo de la proyección es el mismo que opera en la frase popular: “El ladrón
cree que todos son de su misma condición”.

En algunos casos donde las restricciones del SÚPER-YO son demasiado imperantes y no
permiten satisfacer las demandas del YO, se proyecta la imagen del SUPER-YO, formándose así
un alma perturbadora, es decir el SÚPER-YO es ahora externalizado, formando un ser ajeno a
nosotros que perturba nuestra vida, lo que comúnmente se conoce como almas penando, es así
que también podemos encontramos similitudes con el delirio de persecución que perturba al
paranoico. Los muertos son sentidos como siniestros a partir de que se les extiende el deseo de
inmortalidad desde uno mismo hacia el muerto. Se colige que desearía seguir vivo, atribuyendo
que envidia nuestra propia vida y nos quisieran ver muertos, tal es así que en la posesión se
encuentra una doble satisfacción, ya que por un lado se satisface el deseo de vernos muertos y
por el otro de regresar a la vida. En las fantasías o invadidos por la ira, deseamos la muerte o
asesinato de otro, según la concepción de los pueblos antiguos primitivos, solo se muere por
asesinato, sea violento o mediante ensalmo, esto hacia que se considere el alma del muerto
como vengativa, temiendo las represalias que desde la otra vida podría tomar el fallecido. El
despertar siniestro que encontramos en los muertos es evidente, ya que el psicoanálisis nos
enseña que todo deseo es incestuoso y parricida, es decir, el niño desea asesinar al padre y
acostarse con la madre, lo siniestro aquí se engarza con los deseos inconscientes que fueron
reprimidos. Desde esta perspectiva derivan todas las posesiones demoníacas que en la
actualidad son llevadas al cine en películas como “El Conjuro o La Noche del Demonio” (ambas
dirigidas por James Wan), en las cuales aparece el factor antes mencionado, el alma que
entendemos como una proyección del SÚPER-YO ahora quiere dominar nuestra vida, la posesión
es la metáfora perfecta de ese deseo, así como el YO esta sojuzgado a merced del Súper-YO,
ahora el sujeto teme que el alma que lo perturba pueda poseerlo, es decir el Súper-YO ejerza su
dominio total mediante la posesión. Lo reprimido se vuelve siniestro, en tanto es una moción de
sentimiento que a través de la compulsión de repetición, regresa a la conciencia como angustia.

Otra pregunta que nos podemos plantear es: ¿De dónde surge la idea de que los muertos
resuciten? Quizá de la misma idea de buscar una transcendencia de nuestra existencia, los
muertos resucitan quizá porque uno mismo quisiera vivir más tiempo; entonces si los muertos
resucitan se estaría cumpliendo muestro propio deseo de resurrección. Si el Edipo es la realidad
psíquica, como decía Lacan, podemos pensar que este muerto viviente no es otro que el padre
primordial que asesinamos, como se explica en Tótem y Tabú, al que siempre quisimos asesinar
de infantes, quizá lográndolo en alguna fantasía, pero al cual no podemos vencer sólo con su
muerte y aún después de muerto sigue castrando nuestro deseo incestuoso, además que su
herencia es la principal influencia en la formación del Súper-Yo.

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Una característica de los seres terroríficos que hemos descrito, es la inmortalidad, que debe su
génesis al momento en que se constituye el Edipo, la figura autoritaria del padre es temida, ya
que es percibida por el infante como amenazante y al compararse se da cuenta de que el padre al
ser más fuerte ganaría la contienda y se quedaría con la madre. El padre pasa a ser visto como
inmortal, invencible, omnipotente. De ahí la cercanía que se presenta con la religión, en la que
justamente existe el principio de temor de Dios, además podemos encontrar lo siniestro de la
omnisciencia de Dios, tema que abordaremos ulteriormente.
Encontramos también en el deja vu propiedades de lo siniestro, en la cual una circunstancia
nueva es sentida como familiar y nos causa extrañeza total. Para discernir mejor Freud decía en
Tótem y Tabú (1913): “no existe nada en el mundo exterior que no haya estado antes en el
mundo interior del sujeto”. En el deja vu, los deseos no satisfechos en la realidad son
desplazados inconscientemente a las fantasías donde encuentran sustitutivamente su
satisfacción, puesto que la consciencia no llega a diferenciarlos de la realidad. La sensación de
haber vivido esa circunstancia, ha sido entonces experimentada desde una fantasía que fue
reprimida, o la sensación ya haber vivido antes esa experiencia sirve como anulación de un
deseo. Freud menciona que cuando soñamos con lugares que siendo nuevos, sentimos como
familiares, son representación del deseo inconsciente de regresar al vientre materno.

Freud habla de su propia experiencia. Cuenta que una vez caminando por calles vacías, se dio
cuenta que estaba por una zona de prostitución, al querer abandonar esa zona, se dio cuenta que
regresó al mismo punto, al volver a intentarlo; pero esta vez con mayor apremio, regresó por
tercera vez al mismo lugar. La intelección nos lleva a pensar que puede existir un tipo de
satisfacción a nivel inconsciente, al estar en ese lugar reprimido antiguamente en algún momento,
quiso abandonar ese lugar; pero la pulsión que busca constantemente repetir o reconducirnos
hacia ese momento de satisfacción, de cese, de placer, donde sólo gozamos y ya no buscamos
otro estimulo, una especie de periodo refractario psíquico; lo llevó nuevamente al mismo lugar
donde existía una satisfacción de estar ahí, pero al regresar, la represión hace que lo vea como
extraño, como si nunca lo hubiera deseado, lo toma como si ese deseo no le perteneciera, es ahí
donde se convierte en una sensación siniestra.

Las decapitaciones, los cortes, amputaciones, la sangre, etcétera; tienen un enorme efecto
siniestro debido al complejo de castración, que por medio de un desplazamiento, la angustia de
castración se desplaza hasta otras partes del cuerpo. En películas donde se presentan este tipo
de escenas, se ve en la imagen del asesino al padre temido, la angustia viene por la identificación
con los personajes, entendiendo que se ha estado en una circunstancia muy similar en la infancia
(complejo de castración), además también por esa primera falta de organización y madurez del
cuerpo a la que se refería lacan en el estadio del espejo, ese miedo a regresar al periodo
refractario, donde no poseíamos el control de nuestro propio cuerpo. En el mismo sentido, este
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tipo de imágenes pueden servir a otros sujetos como sublimación de su deseo sádico.
Encontramos un claro ejemplo en la prensa actual, donde cada vez más, se goza, cuando se
muestran imágenes de muertos y accidentes sin censura, donde yo no soy el que comete el
crimen o delito, pero soy yo quien gozo al verlo. Es así como encontramos lo siniestro en muchas
situaciones cotidianas posicionándose ahora como un referente del miedo en la cultura.

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