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International Journal of Developmental

and Educational Psychology


ISSN: 0214-9877
fvicente@unex.es
Asociación Nacional de Psicología
Evolutiva y Educativa de la Infancia,
Adolescencia y Mayores
España
Martínez-Otero Pérez, Valentín
ANSIEDAD EN UNA MUESTRA DE ALUMNOS DE EDUCACIÓN
International Journal of Developmental and Educational Psychology, vol. 1, núm. 1, 2014,
pp. 439-449
Asociación Nacional de Psicología Evolutiva y Educativa de la Infancia, Adolescencia y
Mayores
Badajoz, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=349851780045

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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO

ANSIEDAD EN UNA MUESTRA DE ALUMNOS DE EDUCACIÓN


ANXIETY IN A SAMPLE OF EDUCATION STUDENTS

Valentín Martínez-Otero Pérez


Facultad de Educación-UCM
valenmop@edu.ucm.es
http://dx.doi.org/10.17060/ijodaep.2014.n1.v1.392

Fecha de Recepción: 1 Marzo 2014


Fecha de Admisión: 30 Marzo 2014

ABSTRACT
This study analyse the necessity of research in the area of prevention of anxiety. The sample con-
sisted of 106 college students of Faculty of Education from the Complutense University of Madrid,
who completed the State-Trait Anxiety Questionnaire (STAI). The results showed a significant per-
centage of students with symptoms of anxiety. Unusually high anxiety levels among education stu-
dents have important consequences that are likely to persist beyond the duration of higher educa-
tion. The results are useful for mental health analysis at university environments and to guide
prospective studies.
Keywords: Anxiety, prevention, risk factors, University.

RESUMEN
Este trabajo pone de manifiesto la necesidad de investigar en el ámbito de la prevención de la
ansiedad. La muestra del estudio está integrada por 106 estudiantes de la Facultad de Educación de
la Universidad Complutense de Madrid, que cumplimentaron el Cuestionario de Ansiedad Estado-
Rasgo (STAI). Los resultados revelaron un significativo porcentaje de alumnos con ansiedad eleva-
da. Los niveles altos de ansiedad en los estudiantes de Educación tienen relevantes implicaciones
que se extienden más allá del contexto universitario. Los resultados son útiles para el análisis de la
salud mental en el ámbito universitario y como guía para planear nuevas prospecciones.
Palabras clave: Ansiedad, prevención, factores de riesgo, Universidad.

ANTECEDENTES
La ansiedad, al igual que sucede con la depresión, es uno de los trastornos psicológicos más
registrados en los centros de salud en población general y con mayor presencia en el ámbito uni-
versitario (Agudelo et al., 2008).

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En el mundo laboral, especialmente si hay exposición a riesgos de diversa índole, entre los que
se incluyen los psicosociales (Rodríguez, 2009), se ha extendido la preocupación por los problemas
de ansiedad, estrés y depresión que se traducen frecuentemente en bajas laborales. Estos trastor-
nos no son exclusivos de los trabajadores. También se ve amenazada la salud mental de muchos
alumnos universitarios. Pensemos, por ejemplo, en la lamentable situación del desempleo, profun-
damente ansiógeno y depresógeno, y que comienza a vivenciarse antes de obtener la titulación uni-
versitaria y de buscar trabajo.
Hay otras situaciones en el ámbito universitario que pueden tener impacto negativo en la salud
mental y favorecer la aparición de ansiedad patológica. En sí mismo, el mundo universitario presenta
unas características y exigencias organizativas y académicas que pueden conducir al joven hacia
reacciones adaptativas generadoras de ansiedad y considerable perturbación psicosocial con dis-
minución del rendimiento.
Con este trabajo, queremos profundizar en algunas características del entorno universitario que
pueden tener un negativo impacto psicológico en los estudiantes. No siempre se presta la debida
atención a su salud mental, menos aún si se tiene en cuenta que, en general, la juventud constituye
un segmento poblacional relativamente sano. Por ello, queremos evaluar la presencia de ansiedad
en una muestra de estudiantes y ofrecer algunas pautas preventivas de cuadros de ansiedad en el
mundo universitario.

SOBRE EL CONCEPTO DE ANSIEDAD


El concepto de ansiedad ocupa un lugar destacado en los estudios psicológicos, pero todavía se
carece de una definición única. El desacuerdo lleva en ocasiones a emplear como sinónimos térmi-
nos como ‘angustia’, ‘estrés’, etc. Así pues, el primer imperativo es aclarar qué se entiende por
ansiedad. Tomando como referencia a Miguel-Tobal y Casado (1999: 92-96), al menos en parte, nos
adentramos en este proceso de discriminación terminológica:
- Ansiedad y miedo. A menudo se ha definido la ansiedad como una emoción cercana al miedo
o como un subtipo de miedo. Uno de los criterios para diferenciar ‘ansiedad’ y ‘miedo’ es el de pro-
porcionalidad. Según esta clave estimativa, el miedo sería una reacción más proporcionada al peli-
gro real que la ansiedad. Sea como fuere, los autores consultados (1999: 93) consideran que ‘ansie-
dad’ y ‘miedo’ son sinónimos en la mayor parte de los casos, aunque constatan en la literatura psi-
cológica una preferencia por un término u otro en función de la “peligrosidad real del estímulo”,
ponderación ésta, por otro lado, harto compleja, toda vez que la reacción personal depende más de
la percepción subjetiva que de la amenaza objetiva.
Sin soslayar la complejidad discriminativa, cabe decir, de acuerdo a una posición ampliamente
extendida, que la palabra ‘miedo’ debe reservarse para designar la reacción emocional de temor ante
un peligro concreto, real y preciso. El término ‘ansiedad’, en cambio, se refiere al temor que se expe-
rimenta de forma indeterminada, sin presencia de objeto. El miedo es estado timérico de objeto y la
ansiedad de sujeto.
- Ansiedad y angustia. Hay autores que diferencian entre angustia y ansiedad. A grandes rasgos,
la angustia sería el estado emocional caracterizado por el sobrecogimiento, la inhibición y el predo-
minio de los síntomas somáticos y viscerales, mientras que la ansiedad se distingue por el sobre-
salto, la inquietud y la mayor riqueza psíquica. Como dicen Miguel-Tobal y Casado (1999: 93-94),
en nuestros días al hablar de ansiedad se hace referencia tanto a síntomas psíquicos o cognitivos
como a físicos y conductuales, que antaño se atribuían con preferencia a la angustia. Hoy más bien
se separan ambos conceptos según las orientaciones psicológicas. El término ‘ansiedad’ es utiliza-
do sobre todo por la psicología científica y el vocablo ‘angustia’ por la psicología humanista y el psi-
coanálisis.

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- Ansiedad y estrés. Entre ansiedad y estrés hay muchos elementos comunes, lo que hace espe-
cialmente difícil su diferenciación. Creo, no obstante, que estamos en condiciones de utilizar el tér-
mino ‘ansiedad’ para referirnos a la experiencia interior de inquietud y desasosiego carente de obje-
to. En la ansiedad el temor es difuso, vago. El término ‘estrés’, en cambio, puede reservarse para
designar la sobrecarga emocional que se produce por una fuerza externa prolongada que pone al
sujeto al borde del agotamiento.
- Ansiedad y arousal. El arousal es una reacción del organismo ante cualquier forma de estimu-
lación intensa. Es el nivel general de activación, común a las distintas emociones. La ansiedad, por
su parte, podría definirse como el arousal provocado específicamente por la percepción de peligro.
La proximidad de la ansiedad a otros conceptos, sobre todo al de estrés, complica la pretensión
de calibrar en exclusiva su presencia en los alumnos universitarios. Tampoco podemos obviar la
comorbilidad de la ansiedad con otros trastornos, como la depresión. Como recuerdan Serrano et.
al. (2013), la ansiedad y la depresión frecuentemente se solapan, de tal forma que en la práctica no
es extraño observar depresiones con una gran carga de ansiedad o cuadros de ansiedad empaña-
dos con sintomatología depresiva.

LA ANSIEDAD ESTADO Y LA ANSIEDAD RASGO


Spielberger et al. (1997: 7-8) diferencian entre ansiedad estado (AE) y ansiedad rasgo (AR). La
primera (AE) se conceptualiza como un estado personal o condición emocional transitoria, que
puede variar con el tiempo y fluctuar en intensidad, y que se caracteriza por sentimientos subjeti-
vos, conscientemente percibidos, de tensión y aprensión, al igual que por una hiperactividad del sis-
tema nervioso autónomo. La segunda (AR) indica una relativamente estable propensión ansiosa en
el sujeto en lo que respecta a su tendencia a percibir las situaciones como amenazadoras y a elevar,
en consecuencia, su AE. En general, las personas con alta AR presentan una AE más elevada, por-
que tienden a percibir muchas más situaciones como amenazadoras. En consecuencia, los sujetos
con elevada AR propenden a responder con un aumento de la AE en situaciones de relaciones inter-
personales que supongan alguna amenaza a la autoestima. El que las personas que difieren en AR
muestren unas correspondientes desemejanzas en AE depende del grado en que la situación espe-
cífica es percibida como amenazadora o peligrosa, lo que está condicionado por las experiencias
previas.
El hecho de que el concepto de rasgo informe de una peculiaridad personal relativamente esta-
ble que lleva a responder de una determinada manera en distintas situaciones, y que el concepto de
estado remita a una condición personal fluctuante, permite reparar en que no es lo mismo “ser
ansioso” que “estar ansioso”. Aunque haya relación, según queda dicho, en el primer caso puede
hablarse de “personalidad ansiosa” y en el segundo de “afectación ansiosa”.
Desde la perspectiva de la salud mental y en el marco de la presente clarificación conceptual,
hay que hacer todo lo posible para que el ambiente institucional sea vivenciado por los estudiantes
de forma positiva. Por desgracia, la fisonomía universitaria se asemeja en ocasiones a la de una
empresa pura, dura y oscura, que puede tener un negativo impacto psicológico.

LA ANSIEDAD EN JÓVENES UNIVERSITARIOS


El número de alumnos de Grado y de primer y segundo ciclos (Diplomaturas y Licenciaturas)
en el curso 2011-2012 en las universidades españolas era de 1.469.653 estudiantes (Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte 2012). Este dato, que ha podido variar ligeramente en este curso, per-
mite advertir que la “juventud universitaria” está constituida por una población heterogénea, tanto
por la procedencia socioeconómica y la carrera elegida como por las aficiones, la edad, las condi-
ciones de salud, etc.

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En este estudio, la juventud queda situada cronológicamente entre los 18 años y los 30 años,
etapa en la que, en general, aún no hay emancipación plena, al menos en lo que se refiere a disfru-
tar de independencia económica y de hogar propio. Esta falta de autonomía suficiente se prolonga
en nuestros días con la creciente dificultad de insertarse plenamente en el mundo laboral, lo que
puede llevar al joven a quedar estancado en su proceso de despliegue personal o incluso a experi-
mentar una regresión, según se advierte en alguno de estos planos madurativos: afectivo, emocio-
nal, espiritual y sociocultural (Alonso Fernández, 2008).
En el actual contexto de crisis económica aumenta la tasa de desempleo y también entre los
jóvenes, aunque pueda verse mitigado entre quienes tienen un título universitario, pues se sabe que
hay mejores expectativas de trabajo para los que finalizan la enseñanza superior. Según datos del
Instituto de la Juventud (INJUVE, 2012) el paro de los jóvenes es una de las lamentables conse-
cuencias de la crisis económica en España. De hecho, entre 2008 y 2012 se perdieron casi tres
millones de puestos de trabajo, que suponen una tasa de variación interanual del 15%. Esta des-
trucción de empleo ha sido particularmente intensa en los jóvenes, los más afectados por la crisis.
Como resultado nos topamos con 922.001 jóvenes parados y una tasa de desempleo juvenil entre
los menores de 25 años en España del 53,2% en el 2012, la segunda más elevada de la Unión
Europea después de Grecia. La evolución del desempleo por grupos de edad evidencia que los más
castigados son los menores de 25 años. En lo que se refiere a los denominados “jóvenes adultos”,
cuyas edades oscilan entre los 25 y los 29 años, el desempleo presenta una tendencia similar, aun-
que con unos valores significativamente inferiores a los del grupo de menor edad.
Además de la amenaza del desempleo hay otras situaciones en el ámbito universitario que pue-
den tener impacto negativo en la salud mental. En sí mismo, el mundo universitario presenta unas
características y exigencias organizativas y académicas significativamente distintas a las de los nive-
les educativos anteriores, sobre las que el joven recién llegado a la Facultad no siempre tiene infor-
mación ni preparación suficiente. El ingreso en la Universidad, por ejemplo, al igual que sucede con
el tránsito del Colegio al Instituto, constituye un momento crucial en la vida del estudiante. Se trata
de una experiencia nueva ante la que el alumno se halla más o menos confuso y que exige poner en
marcha habilidades personales de ajuste psicosocial. Cuando éste no se produce, es más probable
que la situación se oscurezca y el alumno quede desorientado, al tiempo que disminuye su rendi-
miento.
En el caso de la ansiedad, es bien sabido que cuando se mantiene en unos niveles equilibrados
resulta beneficiosa, pues ayuda por ejemplo a afrontar los retos que se presentan en la vida univer-
sitaria. Sin embargo, si es excesiva puede tener efectos insidiosos en la trayectoria del estudiante,
con descenso de su rendimiento académico, deterioro de sus relaciones interpersonales y de su
salud. La ansiedad, por tanto, cumple una función adaptativa, pero también puede adentrarse en
terreno patológico, cuando el menoscabo psicosocial y fisiológico en la persona, ya por su duración,
ya por su intensidad, es significativo. Como dicen Bhave y Nagpal (2005: 97): “La ansiedad se con-
vierte en una enfermedad cuando los síntomas son graves, penetrantes y persistentes, y cuando
interfieren con la vida normal”.
La sintomatología ansiosa que puede presentar un joven universitario, con arreglo al plantea-
miento clásico del triple sistema de respuestas (Lang, 1968), puede advertirse en el plano psicoló-
gico (miedo, aprensión, catastrofismo, desatención, etc.), fisiológico (taquicardia, sensación de asfi-
xia, temblor, hiperhidrosis, etc.) y conductual (abuso de drogas, enfado, absentismo, deserción,
etc.).
A la hora de explicar la aparición de la ansiedad patológica no cabe obviar que la entrega al estu-
dio en el contexto de la enseñanza superior con frecuencia conlleva sacrificio y compromiso pleno,
con lo que los universitarios suelen pasar algunas estrecheces si se compara su situación econó-

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mica y personal con la de los jóvenes trabajadores. En el momento de redactar estas líneas hay que
pensar además en los recientes y endurecidos criterios para conseguir y mantener becas de estu-
dio en España.

INVESTIGACIÓN
La investigación se realizó durante el curso 2012-2013. Tras seleccionar el Cuestionario de
Ansiedad Estado Rasgo (STAI) (Spielberger et al., 1997), se aplicó la prueba de forma colectiva en
el primer trimestre del curso. La investigación se ha realizado en su totalidad por el investigador Dr.
Valentín Martínez-Otero, quien agradece al Dr. Pedro Cuesta, del Servicio Informático de Apoyo a la
Docencia y a la Investigación de la Universidad Complutense de Madrid, haber realizado el análisis
estadístico de los datos.

PARTICIPANTES Y MÉTODO
La muestra está constituida por 106 alumnos (89 mujeres y 17 varones), con una edad media
de 22,09 años, que después de una sencilla explicación accedieron libremente a cumplimentar el
Cuestionario STAI (Spielberger et al., 1997). La investigación se realizó con estudiantes del primer
curso del Grado de Educación Social y del último curso de la Licenciatura de Pedagogía de la
Universidad Complutense de Madrid. Se trata, en suma, de comprobar si hay diferencias en la ansie-
dad según el género y según la carrera.

Instrumento
El STAI es un cuestionario que cuenta con adecuadas propiedades psicométricas y que está
constituido por escalas separadas de autoevaluación que calibran los conceptos independientes de
ansiedad estado (AE) y ansiedad rasgo (AR). Se compone de 40 ítems (20 por escala). Cada ítem
recibe puntuación en una escala de cuatro opciones de respuesta: nada, algo, bastante, mucho, para
la escala AE, y para la escala AR la graduación es: casi nunca, a veces, a menudo, casi siempre. El
STAI es aplicable a adolescentes y adultos.

Análisis de datos
Tras seguir las normas de corrección del cuestionario y obtener las puntuaciones directas se
hallaron los percentiles. Se calcularon estadísticos de frecuencias y porcentajes y se realizó la prue-
ba T de Student para comparar medias. En concreto, se realizó la prueba T de Student para mues-
tras independientes, con objeto de comparar las dos medias determinadas por género o especiali-
dad. Para comparar la ansiedad rasgo (AR) frente a ansiedad estado (AE) se realiza la prueba T de
Student para muestras relacionadas o pareadas.
Presentamos a continuación el percentil considerado alto en ambas escalas. Ante la ausencia de
indicadores en el manual de la prueba, se siguió un criterio racional que nos llevó a situar el umbral
de la ansiedad alta en un percentil ≥ 75.
- En la escala Ansiedad Estado hay 14 sujetos (12 mujeres y 2 varones), lo que representa un
13,20% de la muestra.
- En la escala Ansiedad Rasgo hay 17 alumnos (13 mujeres y 4 varones), esto es, un 16% de la
muestra.
En lo que se refiere a la estadística descriptiva presentamos algunas tablas1:

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ESTADÍSTICOS DE GÉNERO
Desviación Error típ. de la
Género N Media típica media
AE-PD Hombre 17 14,94 8,821 2,139
Mujer 89 20,16 9,954 1,055
AR-PD Hombre 17 17,12 8,824 2,140
Mujer 89 22,19 9,905 1,050
AE-PC Hombre 17 32,41 27,224 6,603
Mujer 89 42,73 27,189 2,882
AR-PC Hombre 17 39,53 31,381 7,611
Mujer 89 42,08 27,707 2,937

ESTADÍSTICOS DE ESPECIALIDAD
Desviación Error típ. de la
Especialidad N Media típica media
AE-PD Pedagogía 35 19,34 8,564 1,448
Educación 71 19,31 10,596 1,258
Social
AR-PD Pedagogía 35 19,69 8,098 1,369
Educación 71 22,21 10,602 1,258
Social
AE-PC Pedagogía 35 43,03 24,867 4,203
Educación 71 40,11 28,587 3,393
Social
AR-PC Pedagogía 35 37,97 26,430 4,468
Educación 71 43,49 29,017 3,444
Social

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ESTADÍSTÍCOS DE GÉNERO EN EDUCACIÓN SOCIAL


Desviación Error típ. de
Género N Media típ. la media
AE-PD Hombre 8 11,75 6,364 2,250
Mujer 63 20,27 10,671 1,344
AR-PD Hombre 8 15,50 7,540 2,666
Mujer 63 23,06 10,674 1,345
AE-PC Hombre 8 22,75 21,933 7,755
Mujer 63 42,32 28,715 3,618
AR-PC Hombre 8 35,63 27,995 9,898
Mujer 63 44,49 29,208 3,680

ESTADÍSTICOS DE MUESTRAS RELACIONADAS,


ANSIEDAD ESTADO Y ANSIEDAD RASGO
Desviación Error típ. de
N Media típica la media
Par 1 AE-PD 106 19,32 9,930 0,964
AR-PD 106 21,38 9,879 0,960
Par 2 AE-PC 106 41,08 27,331 2,655
AR-PC 106 41,67 28,184 2,737

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ESTADÍSTICOS DE MUESTRAS RELACIONADAS,


MUJERES
Desviación Error típ. de la
N Media típica media
Par 1 AE-PD 89 20,16 9,954 1,055
AR-PD 89 22,19 9,905 1,050
Par 2 AE-PC 89 42,73 27,189 2,882
AR-PC 89 42,08 27,707 2,937

ESTADÍSTICOS DE MUESTRAS RELACIONADAS,


EDUCACIÓN SOCIAL
Desviación Error típ. de la
N Media típica media
Par 1 AE-PD 71 19,31 10,596 1,258
AR-PD 71 22,21 10,602 1,258
Par 2 AE-PC 71 40,11 28,587 3,393
AR-PC 71 43,49 29,017 3,444

Tras analizar los datos, cabe afirmar que:


Hay diferencias significativas en los valores medios de las puntuaciones directas correspon-
dientes a la Escala de Ansiedad Estado, más altos en las mujeres que en los varones (p=0.047),
especialmente en el alumnado de Educación Social (p=0.031).
Se hallan diferencias significativas en los valores medios de las puntuaciones directas corres-
pondientes a la Escala de Ansiedad Rasgo, más altos en las mujeres que en los varones (p=0.052).
En Educación Social encontramos valores medios en las puntuaciones directas de Ansiedad Rasgo
y en los percentiles de Ansiedad Estado significativamente más altos en mujeres que en los varones
(p < 0.10).
Los valores medios de las puntuaciones directas en Ansiedad Rasgo son significativamente más
elevados que los de Ansiedad Estado (p=0.017), sobre todo en las mujeres (p=0.027) y en el alum-
nado de Educación Social (p=0.004).

RESULTADOS Y CONCLUSIONES
Llama la atención en esta investigación que los valores medios de las puntuaciones directas en
Ansiedad Estado -en esta escala también en percentiles en el caso del Grado de Educación Social-

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y en Ansiedad Rasgo sean más altos en las mujeres que en los varones. A este respecto, Arenas y
Puigcerver (2009) indican a partir de diversas fuentes consultadas que las mujeres en edad repro-
ductiva son más vulnerables a desarrollar trastornos de ansiedad que los varones, aproximada-
mente entre 2 y 3 veces más. Aunque en este mismo trabajo sus autoras se disponen a presentar
una panorámica de la investigación que se está realizando sobre los aspectos psicobiológicos que
pueden contribuir a las diferencias de sexo en los trastornos de ansiedad, en lo que se refiere a la
prevalencia, los patrones sintomáticos y las respuestas terapéuticas, no hay que obviar el influjo de
las variables sociales en el predomino de los trastornos de ansiedad en la población femenina.
Desde el punto de vista psicosociocultural es oportuno señalar que, pese a las conquistas rea-
lizadas en materia de igualdad intergéneros, las mujeres continúan soportando situaciones desven-
tajosas cuando se las compara con sus compañeros varones, lo que las hace más vulnerables a cier-
tos problemas de salud mental. Es incluso posible que la discriminación por género se advierta en
el hecho mismo de que sean mayoría las mujeres que acceden a las Facultades de Educación para
realizar las carreras de Magisterio, Educación Social, Pedagogía y Psicopedagogía. Las profesiones
a que conducen estos estudios están claramente feminizadas, acaso porque siguen gravitando sobre
estas actividades educativas prejuicios anclados en la idea obsoleta de que las cualidades requeri-
das para ejercerlas son sobre todo “naturales”, cuasi maternales, en las que no se precisa cualifica-
ción laboral propiamente dicha, reservada para ocupaciones típicamente “masculinas”.
Asimismo, encontramos que los valores medios de las puntuaciones en ansiedad son más altos
en la titulación de Educación Social que en la de Pedagogía, dato quizá explicable, al menos par-
cialmente, por el hecho de que la Educación Social, en el doble plano académico y laboral, cuenta
con menor trayectoria oficial que la Pedagogía, lo que probablemente se deja sentir en una mayor
indefinición identitaria -acompañada de ansiedad, siquiera sea latente y moderada- de sus estu-
diantes y profesionales. El hecho, por otra parte, de que la realidad social sea más inestable que la
escolar, junto a la mayor confusión universitaria y laboral apuntada en torno al trabajo socioeduca-
tivo, y, sobre todo, la observación, compartida con otros profesores y pendiente de confirmación
científica, de que aunque no haya un perfil psicológico único en los alumnos de Educación Social,
se advierte en ellos más actitud crítica y mayor “insatisfacción” generalizadas con el statu quo que
en los estudiantes de otras titulaciones afines, v. gr., Pedagogía y Magisterio, también podrían ayu-
dar a comprender estos resultados, que no tienen por qué ser negativos.
En cuanto a los percentiles, cabe destacar el elevado número de alumnos (mujeres y varones)
con ansiedad alta. En la escala Ansiedad Estado un 13,20% de la muestra y en la escala Ansiedad
Rasgo un 16% de la muestra. Valga el rápido recordatorio de que el concepto de rasgo informa de
una relativamente estable propensión personal que lleva a responder de una determinada manera en
distintas situaciones, y que el concepto de estado remite a una condición personal transitoria, lo que
nos permite reparar en que no es lo mismo ser ansioso que estar ansioso. Aun cuando hay eviden-
te relación, en el primer caso, puede hablarse de “personalidad ansiosa” y en el segundo de “afec-
tación ansiosa”.
Esta investigación no tiene finalidad clínica sino prospectiva. La exploración realizada (scree-
ning), en modo alguno infalible, aspira a detectar tendencias o pistas que permitan extraer pautas
psicopedagógicas básicas que orienten la construcción de entornos universitarios saludables. A
pesar de la prudencia que nos guía, no podemos dejar de mostrar nuestra inquietud por el consi-
derable número de alumnos de la muestra con ansiedad alta en las dos escalas del STAI.
De forma general, es sabido que la ansiedad elevada se relaciona con factores individuales, fami-
liares, sociales y ambientales. Con independencia del origen de la ansiedad elevada, hay que recor-
dar con Balanza et al. (2009) que la aparición de niveles altos de ansiedad suele acompañarse de
procesos de desadaptación al entorno más cercano. Obviamente, también puede suceder a la inver-

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sa, esto es, que la falta de adaptación suficiente al entorno universitario dispare los niveles de ansie-
dad. En la práctica, ambos aspectos se explican uno por otro recíprocamente, pues nos hallamos
ante un proceso de realimentación.
En lo que re refiere a la prevención de los niveles elevados de ansiedad las Universidades pue-
den realizar una labor muy positiva, sobre todo en lo que se refiere a la creación de un ambiente de
trabajo y convivencia. Un entorno institucional así ha de ser objeto de atención preferente por parte
de responsables educativos, profesores, alumnos y personal de administración y servicios.
El ambiente tiende a estampar en los miembros de la comunidad universitaria una particular
manera de comportarse. Por eso, el clima social que cabe defender con objeto de prevenir la ansie-
dad patológica y de fomentar el trabajo y la convivencia, se caracteriza por las siguientes notas: la
comunicación, la cordialidad, la racionalidad, la moralidad, el compromiso, además de la estimula-
ción cultural y científica. Estas propiedades, aunque no constituyan plena garantía profiláctica de los
trastornos de ansiedad, sí promueven y refuerzan la integración psicosocial y la salud mental.
Expresamos de nuevo la preocupación por la crisis socioeconómica que nos azota con fuerza
desde hace unos años. Esta negativa situación, que afecta a los estudiantes y a su salud mental, se
advierte en las mayores dificultades para acceder al mundo universitario o para mantenerse en él.
Al hecho de que el futuro profesional sea incierto se agrega el que un considerable número de jóve-
nes o sus familias tienen muchos problemas para costear los estudios universitarios, cada vez más
caros. Nos hallamos en un contexto crecientemente ansiógeno al que la Universidad ha de ser sen-
sible. El impacto psicológico de la crisis en los estudiantes adquiere un carácter complejo, con mani-
festaciones desemejantes según el alumno, pero puede afirmarse que, en conjunto, impacta nega-
tivamente en la adaptación institucional, en el rendimiento académico, en las relaciones interperso-
nales y en la maduración. Por todo ello, apelamos al buen hacer de nuestros representantes políti-
cos, pero también, como se planteaba en los párrafos precedentes, llamando la atención de toda la
comunidad universitaria para que se desplieguen estrategias sociopsicopedagógicas ajustadas a la
nueva realidad. Medidas, en suma, que, además de prevenir la ansiedad patológica y otros proble-
mas de salud, permitan que la Universidad cumpla la elevada misión que tiene encomendada.

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