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Teorías de la imitación,

E
Esta teoría se enunció a finales del siglo diecinueve, por Gabriel Tarde, en
las leyes de la imitación. Y ha sido acreditad a su divulgación a Albert
Bandura, quien es una de las grandes figuras de la psicología
contemporánea. Sus obras, Aprendizaje social y desarrollo de la
personalidad, y Teorías del aprendizaje social, figuran entre las más citadas
en el último cuarto del siglo pasado. Fue graduado como doctor honoris
causa, por la Universidad de Salamanca, en el año de 1996.
Este concepto de la imitación, como una conducta instrumental aprendida,
fue un importante avance, pero presenta algunos problemas. Al igual que las
otras perspectivas históricas, esta teoría postula que las nuevas respuestas
no se crean mediante la imitación, sino que la imitación representa el
desempeño de conductas aprendidas. Esta postura no puede explicar el
aprendizaje por medio de la imitación aplazada (es decir, cuando los
imitadores realizan las mismas respuestas tiempo después de que el modelo
las exhibió) o por medio de las conductas imitadas que no son reforzadas
(Bandura y Walters, 1963). Este concepto tan restringido de la imitación sólo
es útil en el caso de las respuestas que remedan con exactitud las que
despliegan los modelos.

Aprendizaje de habilidades

 
El estudio de la evolución de la educación en el mundo occidental nos muestra la
existencia de una serie de conflictos y divergencias entre los intelectuales que han
reflexionado sobre distintas alternativas para dirimir qué sería lo más adecuado o
en donde convendría poner el énfasis educativo.  Algunos piensan que el sistema
escolar debería poner el acento en desarrollar las habilidades o las capacidades
generales de sus alumnos; otros por el contrario, creen que la valoración debería
estar puesta sólo en la entrega de los conocimientos necesarios para poder actuar
en el mundo.
 
Pareciera ser que la existencia de habilidades o aptitudes en las personas es un
fenómeno que presenta una mayor durabilidad y que, por el contrario, la
permanencia de “ conocimientos en bruto “ en nuestra mente, para continuar
presentes, continuamente requerirían el ser provistos y alimentados. Se deduciría
entonces que lo que se aprende como datos, como información pura y simple,
tempranamente se olvidarían. Aunque en esto pasa algo muy curioso: cuando
volvemos a alguna materia que en algún instante en el pasado hemos ingresado al
cerebro, pero que se ha aparentemente olvidado, ésta aparece de forma más
expedita y sin grandes esfuerzos para el ejercicio de la memoria del sujeto. Tiende
uno a pensar que esos datos que estaban dormidos, al ser nuevamente llamados,
vuelven con más rapidez a cobrar vida en nuestra mente.

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