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DERECHO A LA INFORMACIÓN

1. Introducción

La categorización del acceso a la información como un derecho


ha llevado a la doctrina a esbozar distintas denominaciones: derecho a
la información, derecho a buscar información, derecho a recibir
información, derecho al acceso a la información, entre otras.
Más allá de las peculiaridades propias de cada conceptualización,
tienen todas ellas el común denominador de poner el eje en el derecho
de la sociedad a acceder a la información.
No obstante ello, el debate más significativo tiene que ver con el
contenido y alcance del derecho a la información.
Una corriente de pensamiento, vinculada fundamentalmente a la
doctrina elaborada por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos y la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión,
considera al derecho al acceso a la información como un derecho
humano fundamental, contenido dentro del derecho a la libertad de
pensamiento y expresión. Esta postura está centrada, esencialmente, en
la problemática del acceso a la información pública, y tiene en el caso
Calude Reyes el primer hito jurisprudencial en la materia.
Por otro lado, están quienes, más allá de estimar positivamente la
ampliación que se produce en el concepto de libertad de expresión al
incluir dentro del mismo al derecho a la información, consideran que
este último derecho posee una categoría autónoma y su alcance va más
allá de la libertad de expresión.
Por caso, el derecho de información de los consumidores, el
referido a la materia laboral, entre otros tópicos, presentan elementos
que poco tienen que ver con la libertad de expresión.
Asimismo, se pone énfasis también en el derecho a la
información como instrumento de otros derechos. Desde esta
perspectiva, este derecho posibilita el ejercicio de los restantes
derechos. Por ello ha sido considerado "piedra de toque de las demás
libertades". Dicho de otro modo, para ejercer, por ejemplo, el derecho a
peticionar ante las autoridades o el derecho al sufragio, el hombre debe
previamente estar informado. Es, en este sentido, un derecho de
preexistencia.
En otro orden, cabe considerar al derecho a la verdad, como parte
integrante del derecho a la información. Aquel instituto se refiere al
derecho de los familiares de las víctimas de delitos que afectan a los
derechos humanos y a la sociedad en su conjunto, de conocer
acabadamente lo sucedido en el pasado y tener conciencia de la
verdadera dimensión de esos graves acontecimientos.
Por otra parte, es preciso detenerse en las teorías que consideran
a la información un deber, poniendo, precisamente, el acento en el
deber de los medios de comunicación de brindar una información
veraz e imparcial.
No obstante ello, estas medidas han sido cuestionadas por cierta
parte de la doctrina americana, que considera que ese tipo de

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exigencias va a contramano de las concepción amplia y abarcativa
otorgada a la institución de la libertad de expresión.
Por último, no debe dejar de advertirse la estrecha relación entre
el derecho a la información y el concepto de “Sociedad de la
Información”. En esta inteligencia, se plantea la necesidad de diseñar
marcos jurídicos que promuevan la inclusión social y la
democratización en el acceso a las nuevas tecnologías de la
comunicación.

2. El derecho al acceso a la información y la libertad de expresión

Como fuera señalado precedentemente, un buen número de


autores han conferido a la institución de la libertad de expresión un
contenido amplio y abarcativo, que involucra, no solo el derecho a
expresar ideas o pensamientos, sino también el derecho a la
información, que comprende, fundamentalmente, la facultad de buscar
y recibir información.
Esta corriente de opinión, que considera al derecho a la
información como parte de la libertad de expresión, toma como
referencia lo dispuesto por la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, que en su art. 13.1 prescribe que "Toda persona tiene
derecho a la libertad de pensamiento y expresión. Este derecho
comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e
ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente,
por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro
procedimiento de su elección".
Similares conceptos han formulado otros tratados
internacionales, tales como la Declaración Americana de los Derechos
y Deberes del Hombre, la Declaración Universal de Derechos
Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
En esa orientación, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos ha dicho al respecto que la libertad de expresión posee dos
dimensiones: "requiere, por un lado, que nadie sea menoscabado o
impedido de manifestar su propio pensamiento y representa, por lo
tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro
lado, un derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer
la expresión del pensamiento ajeno" (1)
Más allá del avance que significa este doble sentido de la libertad
de expresión, a informar y ser informado; en la Declaración de
Principios sobre la Libertad de Expresión, en su Principio 4°, se da un
paso más, y se dice que el acceso a la información en poder del Estado
es un derecho fundamental de los individuos y los gobiernos deben
garantizar el ejercicio de este derecho. Asimismo, se agrega que sin
esta información no puede ejercitarse plenamente el derecho a la
libertad de expresión como un mecanismo efectivo de participación
ciudadana ni de control democrático de la gestión gubernamental.
Posteriormente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
dió un paso fundamental en la posición de considerar al derecho a la
información pública como derecho comprendido dentro de la libertad

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de expresión. Lo hizo en el caso Claude Reyes, en donde se consideró
que la negativa del Estado a brindar información sobre el impacto
ambiental que produciría un proyecto de desforestación, implicaba una
violación a la libertad de pensamiento y expresión.
De este modo, la sentencia del 19 de setiembre de 2006 va a
constituirse en el primer antecedente jurisprudencial en reconocer al
derecho al acceso a la información pública como un derecho humano
básico, integrante de la libertad de pensamiento y de expresión,
contenido en el artículo 13 de la Convención Americana de Derecho
Humanos.
Específicamente, la Corte ha dicho que “…el artículo 13 de la
Convención, al estipular expresamente los derechos a buscar y a recibir
informaciones, protege el derecho que tiene toda persona a solicitar el
acceso a la información bajo el control del Estado….Consecuentemente,
dicho artículo ampara el derecho de las personas a recibir dicha
información y la obligación positiva del Estado a suministrarla…De
esta forma, el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión
contempla la protección del derecho al acceso a la información bajo el
control del Estado, el cual también contiene de manera clara las dos
dimensiones, individual y social, del derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión, las cuales deben ser garantizadas por el
Estado de forma simultánea.” (2)
Esta postura de la doctrina americana, de considerar al derecho al
acceso a la información pública dentro de la libertad de expresión, va a
ser expuesta también en el orden internacional.
Como fuera señalado, la Resolución 59 de la Asamblea General
de las Naciones Unidas consideró a la libertad de información como un
derecho humano básico, que abarca el derecho a juntar, transmitir y
publicar noticias.
En ese orden, el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos de Naciones Unidas señala que "Toda persona tiene
derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad
de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma
impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección".
(3)
El Relator Especial para la Libertad de Opinión y Expresión de la
ONU ha considerado reiteradamente que el derecho al acceso a la
información en poder del Estado está protegido por el citado artículo
19.
Como corolario de ello, en la Declaración Conjunta de los
Relatores de la Libertad de Expresión de las Naciones Unidas y de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, del 26 de noviembre
de 1999 se señala que “…implícito en la libertad de expresión está el
derecho de toda persona de tener acceso a la información y a saber que
están haciendo los gobiernos por sus pueblos”. (4)
Dicha postura ha sido reiteradamente manifestada por dichos
funcionarios, robusteciéndose, de este modo, la tesis de considerar al
derecho al acceso a la información pública como un derecho humano

3
básico y comprendido dentro de la libertad de pensamiento y de
expresión.
Distintas constituciones del continente, tales como Colombia,
Ecuador, Venezuela o Nicaragua, presentan una redacción similar al
artículo 13 de la Convención Americana, incluyendo el derecho a
recibir información conjuntamente con la libertad de expresión.

3. El acceso a la información pública

Como se ha visto, el derecho al acceso a la información pública


ha sido considerado como un derecho humano básico y comprendido
dentro de la libertad de pensamiento y de expresión.
La Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción
destaca la necesidad de instrumentar medidas orientadas a garantizar
el acceso a información pública. Precisamente, en el artículo 10 se exige
a los países signatarios “La instauración de procedimientos o
reglamentaciones que permitan al público en general obtener, cuando
proceda, información sobre la organización, el funcionamiento y los
procesos de adopción de decisiones de su Administración Pública y,
con el debido respeto a la protección de la intimidad y los datos
personales, sobre las decisiones y actos jurídicos que incumban al
público”.
Por lo demás, como ha señalado el Relator Especial para la
Libertad de Expresión de la OEA, Ignacio Alvarez “…el acceso a la
información constituye una herramienta esencial para combatir la
corrupción, hacer realidad el principio de transparencia en la gestión
pública y mejorar la calidad de nuestras democracias, signadas por la
cultura del secretismo y por organismos públicos cuyas políticas y
prácticas de manejo físico de la información no están orientadas a
facilitar el acceso de las personas a las mismas”. (5)
La casi totalidad de las constituciones americanas garantizan en
forma general el derecho a recibir información, expresa o
implícitamente. Muchas de ellas, además, lo hacen en forma específica
en materia de acceso a la información pública.
En Argentina, si bien el acceso a la información pública es para
todos los habitantes, conforme diversas normas constitucionales, lo
cierto es que, de manera expresa, en el artículo 38 se lo reconoce a los
partidos políticos. Por otra parte, dicha constitución se refiere
expresamente al deber del Estado de garantizar la información
ambiental; lo mismo se expresa en la Constitución de Bolivia.
Colombia, por su parte, asegura el derecho al acceso a los documentos
públicos; la Constitución ecuatoriana tiene un artículo específico (91)
sobre acceso a la información pública, además de garantizar la
participación de la sociedad en los diferentes niveles de gobierno. En
Paraguay se destaca que el acceso a las fuentes públicas de información
es libre para todos. La Constitución de Perú, por su parte, señala que
toda persona tiene derecho a solicitar sin expresión de causa la
información que requiera y a recibirla de cualquier entidad pública. El
artículo 143 de la Constitución venezolana dispone el derecho a ser

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informados veraz y oportunamente por la Administración Pública, así
como a tener acceso a los archivos y registros administrativos. México
dispone que toda información en posesión de cualquier autoridad,
entidad, órgano y organismo federal, estatal y municipal es pública y
sólo podrá ser reservada temporalmente por razones de interés público
en los términos que fijen las leyes. La Constitución de Costa Rica
asegura el libre acceso a los departamentos administrativos con
propósito de información sobre asuntos de interés público. Por último,
Panamá garantiza el derecho a solicitar información de acceso público
o de interés colectivo.
Por otra parte, e independientemente de este tipo de normas
referidas al derecho al acceso a fuentes públicas de información,
diversas constituciones americanas garantizan específicamente la
publicidad de ciertas actuaciones estatales. Por caso, la Constitución
ecuatoriana dispone que las sesiones de los gobiernos autónomos
descentralizados serán públicas, y en ellas existirá la silla vacía que
ocupará un representante popular. Perú asegura constitucionalmente
la publicidad de determinados procesos judiciales. La constitución de
Venezuela obliga a los legisladores a mantener debidamente
informados a sus electores. Más allá de las disposiciones
constitucionales, en América, salvo excepciones, la legislación
específica sobre acceso a la información pública es reciente.
Una de las normas más antiguas, la Freedom of Information Act de
los Estados Unidos, de 1966, constituye uno de los primeros esfuerzos,
de los más ambiciosos y completos en materia de regulación y
protección de este derecho básico para la efectiva participación
ciudadana. Canadá también cuenta con una legislación similar, desde
hace años. No obstante, en los restantes países americanos, la sanción
de estas normas tiene lugar recién en la última década del siglo XX.
De acuerdo a lo informado en el “Estudio Especial sobre el
Derecho de Acceso a la Información” producido por la Relatoría
Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de los
Estados Americanos, Trinidad y Tobago, México, Panamá, Jamaica,
Ecuador, República Dominicana y Honduras aprobaron leyes sobre
acceso a la información pública en los últimos años.
Ezequiel Nino expresa que “…el derecho a recabar información
sobre asuntos estatales tiene, en relación con el tipo de obligación
estatal, tres facetas: a. La obligación por parte del Estado de producir
cierta información. b. La obligación de publicarla a través de medios
masivos y c. La obligación de ponerla a disposición de los
particulares”. (6)
Como fuera señalado, el Principio 4° de la Declaración de
Principios sobre la Libertad de Expresión indica que el acceso a la
información en poder del Estado es un derecho fundamental de los
individuos y los gobiernos están obligados a garantizar el ejercicio de
este derecho. Por lo demás, se advierte que dicho derecho sólo admite
limitaciones excepcionales que deben estar establecidas previamente
por la ley para el caso que exista un peligro real e inminente que
amenace la seguridad nacional en sociedades democráticas.

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Específicamente, se ha señalado que las restricciones admisibles
para limitar el derecho de acceso a la información pública son las
contenidas por el artículo 13.2 de la Convención Americana, que
establece como fin legítimo para limitar la libertad de expresión la
protección de los derechos de los demás, la seguridad nacional, el
orden público y la salud y moral públicas.
En rigor, el acceso a la información en poder del Estado es uno de
los pilares fundacionales de las democracias y se encuentra
íntimamente relacionado al principio de transparencia de la
administración y la publicidad de los actos de gobierno.
Dentro de este contexto, el titular de la información es el
individuo, que delegó en los representantes gubernamentales el
manejo de los asuntos públicos.
En ese orden de ideas, garantizar el acceso a la información en
poder del Estado contribuye a aumentar la transparencia de los actos
de gobierno y la consecuente disminución de la corrupción en la
gestión estatal.
La “Ley Modelo de Acceso a Información Administrativa para la
Prevención de la Corrupción”, elaborada en la OEA, dispone que
toda persona tiene derecho, de conformidad con el principio de
publicidad que rige para los actos de gobierno, a solicitar y a recibir
información completa, veraz, adecuada y oportuna, de cualquier
órgano perteneciente a la administración central, descentralizada, de
entes autárquicos, empresas y Sociedades de Estado, sociedades
anónimas con participación estatal mayoritaria y en todas aquellas
otras organizaciones empresariales donde el Estado tenga
participación en el capital, del Poder Legislativo y del Judicial en
cuanto a su actividad administrativa.
De acuerdo a esta propuesta, este derecho de información
también comprende el derecho a acceder a las informaciones
contenidas en actas y expedientes de la Administración Pública, así
como a estar informado periódicamente, cuando lo requiera, de las
actividades que desarrollan entidades y personas que cumplen
funciones públicas, siempre y cuando este acceso no lesione un interés
público preponderante o el derecho a la privacidad e intimidad de un
tercero.
Este derecho también incorpora la posibilidad de formular
consultas a las entidades o personas que ejercen funciones públicas y a
obtener copia de los documentos que recopilen información sobre sus
actividades en la ejecución de las competencias a su cargo.
La doctrina ha señalado que la libertad de acceso a la
información es el mejor antídoto contra la corrupción en los gobiernos
e, indirectamente, es una estrategia efectiva para mejorar su gestión.
Lamentablemente, la carencia de información pública se ve agravada
por el hecho de que la ciudadanía, en general, no está acostumbrada ni
reconoce que esa información le pertenece. Tampoco es consciente del
derecho que tiene a solicitarla y a que le sea brindada. Esta actitud del
Estado y de los ciudadanos se traduce en prácticas culturales que se
transfieren a diseños institucionales y normas que se convierten en un

6
obstáculo que impide a la ciudadanía solicitar información y, muchas
veces, también crea condiciones para que la administración no pueda
brindarla.
Las democracias constitucionales comparten el reconocimiento
del principio de publicidad de los actos de gobierno. El derecho al libre
acceso a la información producida por el Estado constituye un
desprendimiento lógico de este principio. La publicidad es en realidad
un mecanismo de control por el cual el sistema democrático se asegura
que la divulgación de la información dará lugar al ejercicio responsable
del poder, en el sentido de rendir permanentemente cuenta frente a la
ciudadanía por las decisiones que toman.
La vinculación entre el derecho a la información y el sistema
democrático ha sido enfatizada por diversos autores. Pierini y
Lorences, por caso, destacan que “El bien jurídico fundamental
tutelado en todos los nuevos derechos es la protección del régimen
democrático y de los derechos humanos y, dentro de ellos, el acceso a
la información es un derecho fundamental para dicho contenido. Nada
existe en democracia más importante que la participación popular, y
una de las formas más eficaces y previa a cualquier acción es la toma
de conocimiento acerca de la información. La información y la
participación tiene su grado máximo de actuación cuando pueden
servir a un efectivo control popular”. (7)
En una similar orientación, autores como Blassi y Vincent,
también llegan asocian el derecho a la libertad de expresión con el
principio del control de los actos de gobierno. (8)
La Constitución Argentina ha previsto, en su reforma de 1994,
mecanismos de democracia semidirecta que le brindan a la ciudadanía
la posibilidad de participar en el proceso de toma de decisiones. Estos
mecanismos de la democracia participativa serían inoperantes si desde
el propio Estado no se asegura el acceso a la información a fin de
favorecer, en cada ciudadano, la elaboración de un juicio objetivo y
libre de manipulaciones.
Hay autores, por otra parte, que fundan el derecho ciudadano al
acceso a la información pública desde una perspectiva económica. En
ese orden, afirman que la información pública se produce y se genera
con fondos que provee la ciudadanía. La información que posee el
Estado como insumo o producto de las decisiones que toma, se obtiene
con fondos surgidos a partir de las contribuciones de sus ciudadanos,
quienes con el pago de los impuestos sostienen el sistema que permite
obtener esa información. Dado que estos fondos pertenecen a la
ciudadanía en su conjunto, resulta imposible afirmar que el producido
de un proceso sostenido por los ciudadanos les debe ser oculto.
El libre acceso a la información genera una transparencia en la
gestión del gobierno que redunda en beneficio de una mejor imagen de
las instituciones públicas frente a la ciudadanía. A fin de alcanzar un
nivel de transparencia en el ejercicio de las funciones públicas y de
permitir una mayor participación ciudadana en los asuntos de interés
social se requiere la construcción, promoción y fomento del derecho de
acceso a la información.

7
El desarrollo de este derecho forma parte de las metas del así
llamado Estado proactivo; esto es, de un Estado que se preocupa no
sólo por la realización del ciudadano en su esfera privada, si no
también de la promoción de su participación activa en los asuntos
públicos, asumiendo responsabilidad por la fiscalización del ejercicio
de las funciones y competencias públicas.
Henoch Aguiar, teniendo presente la importancia de las nuevas
tecnologías de la comunicación, vincula el concepto de acceso a la
información pública con el de gobierno electrónico, que va de la
administración eficiente de los expedientes públicos, la información y
trámites on line, la transparencia y la participación, hasta la
construcción de un sistema de valores en donde, a través de la
revelación de la información, el poder vuelve a sus fuentes, se torna
cercano, controlable. Según el autor, es el primer paso para la
generación de una nueva cultura de gobierno, que conduce a instalar
este nuevo paradigma político y requiere valores opuestos a la cultura
del secreto, de los compartimentos estancos y de la concentración de
poder.(9)
Si el gobierno electrónico es tan difícil de implementar, si tanta
resistencia enfrenta, no es porque sea técnicamente complejo de
instrumentar, porque implique el salto de lo analógico a lo digital. La
resistencia es más profunda, porque el gobierno electrónico desafia el
amor inmoderado del poder.
Aguiar concluye diciendo que “Si Nicolás Maquiavelo aconsejara
a uno de nuestros burócratas, le diría al oído: Hay que retrasar lo más
posible la introducción del gobierno electrónico, porque nos será
imposible realizar contrataciones privadas, arreglar los precios de
compra, nombrar familiares desempleados, desbordar habitualmente
los límites presupuestarios, utilizar los fondos públicos para la
próxima campaña política. Por Dios, -diría Maquiavelo- nada peor que
el gobierno electrónico para hacer la política que el Príncipe se
merece”. (10)

4. Más allá de la libertad de expresión

Hemos visto el desarrollo doctrinario que considera al derecho


de acceso a la información pública como un derecho humano
fundamental, que forma parte del derecho a la libertad de pensamiento
y expresión.
Por cierto, dicha postura encierra un elemento destacable, cual es
asignar un valor robusto al concepto de libertad de expresión,
dotándola de una significación social, por lo demás valiosa.
No obstante ello, entendemos que existen facetas del derecho a la
información que no tienen una vinculación directa con el instituto de la
libertad de expresión.
En este marco, autores como el peruano Caro Coria, afirman que
la libertad de expresión y el derecho a la información no solo se
encuentran regulados separadamente sino que poseen un contenido
jurídico distinto y por ende, límites y efectos diferentes. (11)

8
Desde esta perspectiva, uno de los elementos centrales del
derecho al acceso a la información está dado por su condición de ser un
prerrequisito para el correcto ejercicio de otros derechos; no solo los
vinculados a la administración pública.
En este contexto, en Argentina, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación también ha afirmado que el derecho a la información es un
derecho humano esencial, y no se limita al acceso a las fuentes
públicas. “El derecho a la información, de naturaleza individual,
adquiere conexión de sentido con el derecho a la información, de
naturaleza social, al garantizar a cada persona el conocimiento y la
participación en todo cuanto se relaciona con los procesos políticos,
gubernamentales y administrativos, los recursos de la cultura y las
manifestaciones del espíritu como un derecho humano esencial”. (12)
Abramovich y Courtis señalan que en un número creciente de
nuevos derechos, en especial de los denominados derechos sociales, la
exigibilidad del derecho está supeditada a la definición previa de las
obligaciones concretas del Estado, definición que sin embargo resulta
imposible sin información previa acerca de la situación de ese derecho.
Más adelante, los autores refieren al deber de los estados firmantes del
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y
del Pacto de San José de Costa Rica, de mejorar las condiciones de tales
derechos, destacando expresamente la obligación mínima de no
regresividad, es decir la prohibición de adoptar políticas públicas que
empeoren la situación de los derechos sociales, económicos y culturales
de los que gozaba la población al momento de la firma del tratado en
cuestión. “El punto fundamental de esta cuestión está dado por la
imposibilidad de conocer el contenido exacto de la obligación estatal
sin conocer previamente el estado de goce de un derecho social –salud,
vivienda, educación-, de modo que la falta de información sobre la
situación de ese derecho frustra las posibilidades de su exigibilidad,
dado que resulta imposible establecer una comparación entre la
situación anterior y la posterior a la adopción de medidas por parte del
Estado”. (13)
Los autores también hacen referencia al derecho de información
de los consumidores y usuarios, destacando que la falta de información
frustra la posibilidad de evaluar la calidad real del producto o servicio
ofrecido. En el marco de una economía de mercado, la información
constituye un presupuesto básico de la libertad de elección y
contratación de bienes y servicios. (14)
Es dable recordar que la Constitución de Argentina, en la
reforma de 1994, ha incorporado expresamente el derecho de
consumidores y usuarios a una información veraz y adecuada. La
Jurisprudencia argentina ha afirmado que la información está dirigida
a racionalizar las opciones del consumidor y tiene por objetivo la
transparencia. En ese orden, se ha dicho que el contenido del derecho a
la información consiste en la posibilidad de que el usuario o
consumidor pueda acceder a un conocimiento suficiente y acabado
sobre las características fundamentales de un producto o servicio.

9
El derecho laboral es otra disciplina en donde está regulado el
derecho a la información. En este campo, existen diversas normas que
aseguran el derecho de los trabajadores a acceder a cierta información
de las empresas en las cuales desarrollan sus actividades.
Abramovich y Courtis indican que una de las reivindicaciones
más recientes del derecho del trabajo es el derecho de los sindicatos a
recibir información de la gestión de la empresa, en especial cuando la
legislación otorga al empresario facultades extraordinarias durante
situaciones de crisis o emergencia económica. “La información
posibilita al sindicato la toma de decisiones relacionadas con la
situación y el ejercicio del derecho de autotutela colectiva, que
resultarían tardías o poco efectivas si careciera de ella. En el mismo
sentido, el acceso a la información da sentido pleno al derecho a
concertar convenios colectivos de trabajo, dado el carácter
indispensable de la información previa para permitir la negociación
adecuada”. (15)
Por último, los autores hacen referencia a las tendencias actuales
de la legislación en materia de comunidades indígenas, que aseguran
su derecho a la información sobre temas que afectan sus territorios y su
cultura.
En ese orden, la Declaración Universal de los Derechos del los
Pueblos Indígenas asegura a ellos, el derecho a establecer sus propios
medios de información y a acceder a todos los demás medios de
información no indígenas sin discriminación. A su vez, establece para
los Estados el deber de garantizar tales derechos.
En consonancia con ello, la Constitución boliviana asegura
expresamente a las naciones y pueblos indígenas el derecho a ser
consultados mediante procedimientos apropiados y en particular a
través de sus instituciones, cada vez que se prevean medidas
legislativas o administrativas susceptibles de afectarles.
Como puede apreciarse, toda esta amplia y variada gama de
intereses que involucran al derecho a la información exceden
largamente su categorización como integrante del concepto de libertad
de expresión.
Nos parece que el derecho a la información posee una categoría
autónoma. A la vez, su singular importancia en la concreción y
materialización de diversos derechos lo colocan en un plano diferente
de la libertad de expresión.

5. Derecho a la verdad
Dentro del derecho a la información se encuentra el derecho a la
verdad.
Dada su vinculación con los derechos humanos, la Corte y la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos se han ocupado
intensamente de este derecho.
La primera vez que el derecho a la verdad fue considerado por la
Comisión fue en Chile, a raíz de las leyes de amnistía que perdonaban
los delitos cometidos en el gobierno de Pinochet, y, a la vez, impedían
su investigación y posterior sanción. En este caso, la Comisión

10
consideró que el Estado había violado el derecho de las familias de las
víctimas y de la sociedad en su conjunto, de conocer la verdad acerca
de lo ocurrido en Chile.
Otro caso en donde se trató este derecho fue en El Salvador. En
ese país se había creado una Comisión de la Verdad, con el fin de
investigar graves hechos de violencia ocurridos en 1999. Con
posterioridad, el gobierno salvadoreño aprobó una ley de amnistía que
anuló las recomendaciones de la citada comisión, eliminando, de ese
modo, las posibilidades de investigación y conocimiento de los
acontecimientos. En igual sentido que la ocasión anterior, la Comisión
entendió que se habían afectado los derechos de los familiares y de la
sociedad de conocer las graves violaciones a los derechos humanos
que habían tenido lugar en El Salvador. En ese marco, la Comisión
afirmó que “….el derecho a la verdad es un derecho de carácter
colectivo que permite a la sociedad tener acceso a información esencial
para el desarrollo de los sistemas democráticos y, un derecho
particular para los familiares de las víctimas”. (16)
En el caso de la ejecución extrajudicial de Monseñor Oscar
Romero, en El Salvador, y la impunidad respecto de sus autores, la
Comisión reiteró que el derecho a la verdad emana del artículo 13 del
Pacto de San José de Costa Rica, afirmando que tal norma protege el
derecho de la sociedad a obtener y recibir información, y que el
derecho a la verdad forma parte del derecho de los familiares de las
víctimas a una reparación.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos también ha
considerado el derecho a la verdad en los casos Barrios Altos,
Velázquez Rodríguez y Godínez Cruz, entre otros.
Como se indica en el informe de la Relatoría para la Libertad de
Expresión, para la Comisión el artículo 13 del Pacto es de suma
importancia en los casos relacionados con leyes de amnistía. Esto
obedece al hecho de que cuando se promulga una ley de tales
características no queda lugar para la acción judicial contra los
responsables de los delitos y la información es el único medio por el
cual los familiares de las víctimas pueden tener algún tipo de
reparación. Además, en esos casos, la información es esencial porque
los miembros de la sociedad deben tener noción de los abusos que se
hayan cometido para vigilar y evitar su repetición en el futuro.

Bibliografía

1. Corte Interamericana Derechos Humanos. Opinión Consultiva 5/85.


2. Corte Interamericana Derechos Humanos. Fallo Claude Reyes.
3. Pacto Internacional Derechos Civiles y Políticos.
4. Declaración Conjunta de los Relatores de la Libertad de Expresión de las
Naciones Unidas y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
del 26 de noviembre de 1999.
5. Estudio Especial sobre el Derecho de Acceso a la Información Relatoría
Especial para la Libertad de Expresión. Organización de los Estados
Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
6. Nino Ezequiel. El Derecho a Recibir Información Pública.

11
7. Pierini y Lorences. Derecho de Acceso a la Información. UBA. 1999.
8. Blassi y Vicent.
9. Aguiar, Henoch. El futuro no espera. Fundación Digital. La Crujía
Ediciones. Buenos Aires. 2007.
10. Aguiar, Henoch. El futuro no espera. Fundación Digital. La Crujía
Ediciones. Buenos Aires. 2007.
11. Caro Coria. Caro Coria Dino Carlos. Las libertades de Expresión y el rol de
los Medios de Comunicación en el Derecho Peruano.
12. Vago Jorge v. Ediciones La Urraca SA. Fallos 314:1517
13. Abramovich y Courtis. El acceso a la información como derecho.
14. Abramovich y Courtis. El acceso a la información como derecho.
15. Abramovich y Courtis. El acceso a la información como derecho.
16. Comisión Interamericana Derecho a la verdad. El Salvador.

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