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U2 - Cox
U2 - Cox
En los momentos en que el mundo parece estar en un punto de inflexión, surge una
demanda de nuevos conocimientos que permitan comprender mejor estos cambios. Las
suposiciones bases de las formas de conocimiento prevalecientes son cuestionadas ya que
se debe enfrentar un conjunto diferente de problemas. El nuevo pensamiento surge de dos
maneras. Una forma es adaptando el conocimiento establecido a los nuevos eventos y
circunstancias; la otra es proyectando el pensamiento hacia adelante para intentar
comprender la naturaleza del proceso histórico y cómo controlarlo para lograr resultados
deseables. Esta forma incluye la elección normativa junto con una evaluación realista de las
posibilidades. Estos dos enfoques coexisten durante períodos de cambio fundamental en el
orden mundial, y expresan diferentes posiciones de poder que luchan por el control. El
primero da prioridad al orden establecido y busca ajustarlo a las nuevas necesidades,
mientras que el segundo abre el camino para un cambio más radical.
Desde el 11S, el primer enfoque se ha visto abrumado por la introducción de una
amplia gama de controles y restricciones bajo la rúbrica de “seguridad contra el terrorismo”,
identificado como la nueva realidad. Estos tienen el efecto acumulativo de reforzar el poder
establecido y obstruir los cambios que contrarrestarían las condiciones para acciones
políticas violentas contra este. Su objetivo es proteger el status quo, pero a la larga pueden
socavarlo al sustituir la represión por un cambio constructivo. Aunque el segundo enfoque
se encuentra bajo una nube de sospecha, puede señalar el camino hacia un futuro más
seguro que incluya a la salud y el bienestar material de las personas y el reconocimiento de
su integridad distintiva, así como la minimización de la violencia.
La globalización es la realidad emergente alrededor de la cual la lucha por el
conocimiento se agrupa actualmente. Las viejas realidades permanecen en un período de
transformación. El Estado puede retirarse de algunas de sus funciones anteriores, pero
asume nuevas. Los Estados han creado el marco para la globalización y para el mercado
autorregulado. Sin embargo, al proyectar el pensamiento hacia adelante con intención
normativa, los Estados también podrían poner la economía global bajo control social. La
historia tiene el potencial de dar forma a nuevas estructuras de pensamiento y de autoridad
política. Ahora se abre la oportunidad de desarrollar las formas de conocimiento que
conducen a tal innovación y llevarlos a la lucha de poder sobre el futuro.
Fuentes de la globalización
Durante la Gran Depresión de 1930, el Estado se convirtió en el agente de
reactivación económica y el defensor del bienestar interno contra los disturbios exteriores.
El corporativismo, la unión del Estado con las fuerzas productivas a nivel nacional, se
convirtió en el modelo de regulación económica; y el nacionalismo económico era su
contraparte en las relaciones económicas internacionales. Después de la Segunda Guerra
Mundial, el sistema de Bretton Woods intentó lograr un equilibrio entre el mercado mundial
liberal y las responsabilidades internas de los Estados. Estos se hicieron responsables ante
las agencias de un orden económico internacional, y se les concedió facilidades y tiempo
para ajustar sus prácticas económicas nacionales con el fin de no sacrificar el bienestar
nacional. Este compromiso equilibrado entre la defensa del bienestar y un orden económico
internacional liberal sostuvo tres décadas de crecimiento y progreso, hasta la crisis de 1968-
75.
A partir de entonces, este compromiso se desplazó hacia una subordinación de las
economías nacionales a las exigencias percibidas de la economía global, junto con una
disparidad creciente y una erosión gradual de las protecciones sociales. Los Estados se
hicieron más efectivamente responsables frente a las fuerzas inherentes de la economía
global, y se vieron obligados a mistificar esto a través de la “globalización”. Este período es
un verdadero punto de inflexión al producirse un debilitamiento de las viejas estructuras y la
aparición de nuevas estructuras.
El poder estructural del capital
La inflación, que en un nivel modesto había sido un estímulo para el crecimiento,
ahora a tasas más altas y con márgenes de ganancia decrecientes, fue percibida por las
empresas como una inhibición de la inversión. Se hizo comprender a los gobiernos que una
reactivación del crecimiento económico dependía de la confianza empresarial para invertir,
la cual dependía de la "disciplina" de los sindicatos y la gestión fiscal del gobierno.
La reestructuración de la producción
La nueva inversión era de un tipo diferente. La crisis del orden de posguerra aceleró
el cambio del fordismo al posfordismo: de economías de escala a economías de flexibilidad.
La gran planta integrada que emplea trabajadores semi-calificados para la producción en
masa de productos estandarizados se convirtió en un modelo de organización obsoleto. El
nuevo modelo se basó en una estructura de producción núcleo-periferia, con un núcleo
relativamente pequeño de empleados relativamente permanentes que manejan finanzas,
investigación y desarrollo; y una periferia que consta de componentes dependientes del
proceso de producción, subcontratación y trabajadores temporales y a tiempo parcial. La
reestructuración en el modelo núcleo-periferia ha facilitado el uso de una fuerza laboral más
precarizada, segmentada por origen étnico, género, nacionalidad, religión o ubicación
geográfica. Ha debilitado el poder de los sindicatos y fortalecido el del capital. También ha
hecho que los negocios sean menos controlables por una sola autoridad estatal.
El papel de la deuda
Tanto los gobiernos como las corporaciones han dependido cada vez más del
financiamiento de la deuda en lugar de los impuestos o la inversión de capital. Además, la
deuda ha sido en mayor parte deuda externa. A medida que aumenta la proporción de los
ingresos estatales destinados al servicio de la deuda, los gobiernos se han vuelto más
responsables ante los mercados de bonos externos que ante su propio público. Sus
opciones en política cambiaria, fiscal y comercial se han visto limitadas por intereses
financieros vinculados a la economía global. Las finanzas se han desacoplado de la
producción para convertirse en un poder independiente sobre la economía real.
El pensamiento a corto plazo de la ganancia financiera inmediata, no el pensamiento
a largo plazo del desarrollo industrial, impulsa la toma de decisiones. La mentalidad del
mercado funciona sincrónicamente (tiene en cuenta las relaciones en un momento dado),
mientras que el desarrollo requiere un pensamiento diacrónico (considerando los cambios
planificados y previstos a lo largo del tiempo). El resultado del dominio del poder financiero
sobre la economía real fue la destrucción de empleos y capital productivo.
La biosfera
Junto con la reestructuración social, la degradación ambiental es otro
acompañamiento a la globalización económica. Han aparecido fuerzas no humanas que
expresan la respuesta de la naturaleza a las consecuencias acumulativas de las actividades
humanas, que pueden conducir a conflictos.
Las religiones monoteístas, con su noción de una deidad trascendente, fomentaron
la separación de los seres humanos, la imagen de lo divino, de la naturaleza, creada por
Dios para el uso y disfrute de los humanos. El modernismo científico heredó esta idea al
concebir a la naturaleza como algo para ser dominado y moldeado por los seres humanos.
La irrupción de las fuerzas de la naturaleza en los asuntos humanos como un deterioro del
sistema de soporte vital del planeta sugiere la necesidad de revisar esta noción, al ver a la
humanidad como un componente del mundo natural, y a la biosfera como este reino
interactivo más grande.
En la tradición modernista, la economía ha reducido la naturaleza a la tierra y la ha
considerado como una mercancía. La naturaleza, sin embargo, tiene una lógica propia que
funciona independientemente de la economía. El problema básico para la lógica de la
naturaleza es el equilibrio entre las diferentes formas de vida y las sustancias que sostienen
la vida. Mientras haya suficiente holgura en la naturaleza, la lógica de mercado es tolerada
por la naturaleza; pero cuando el efecto de la lógica económica es forzar a la naturaleza al
límite, la naturaleza responde con su veto. El problema aquí es repensar la economía dentro
de una ciencia de la naturaleza para que las recetas económicas estén atentas a las
señales de la naturaleza. Esto implica un alejamiento de la epistemología modernista que
separa la capacidad humana para el conocimiento del mundo natural y concibe a la
naturaleza como un objeto manipulable.
Una implicación de esto es revelar una contradicción fundamental en la globalización
económica. La dinámica de la globalización es la demanda del consumidor ("consumismo").
Ampliar este modelo universalmente probablemente tendrá consecuencias catastróficas
para la biosfera; pero sugerir que las sociedades relativamente pobres deben abandonar
esta aspiración incurre en la carga del imperialismo. Aquí es donde surge el desafío a la
democracia. El cambio de estilo de vida es necesario para la supervivencia biosférica y, al
mismo tiempo, la supervivencia política en las democracias modernas hace que este sea
muy riesgoso. Si un cambio tan básico en las aspiraciones y el comportamiento de las
personas no puede ser realizado por el liderazgo político, entonces el cambio debe provenir
de la sociedad civil. La cuestión es si el cambio en la comprensión de las personas sobre su
lugar en la naturaleza y sobre lo que es necesario para mantener la biosfera puede superar
y revertir el progreso de degradación ecológica.
El mundo encubierto
Hay un conjunto heterogéneo de fuerzas involucradas en la corrupción política y
actividades clandestinas, que trabajan en el mismo campo, distinto de la política legítima y
la sociedad civil, interactuando en cooperación y en conflicto entre sí y con autoridades
políticas y corporativas. Este ámbito de actividad política tiene grandes implicaciones para el
control popular. Una sociedad civil débil deja un amplio espacio político para estas
influencias ocultas. La mejor manera de aumentar la responsabilidad democrática es reducir
el espacio abierto al mundo encubierto mediante el desarrollo de una sociedad civil activa.
La sociedad civil
Las fuerzas “de abajo hacia arriba” son muchas y variadas, pero rara vez han
logrado un grado de coherencia que podría considerarse una base para la
contrahegemonía. Sin embargo, la perspectiva de la contrahegemonía es el tema central
para el estudio de la transformación estructural. Trabajar sobre la hipótesis de que la
autoridad política se construye de abajo hacia arriba conduce al enfoque en la sociedad
civil. La sociedad civil es la contracara positiva del peso negativo del mundo secreto. En
contraste con el mundo encubierto, que sostiene al poder establecido del cual extrae
parasitariamente sus ganancias, hay un mundo disidente emergiendo a través de los
movimientos de la sociedad civil que trabajan hacia la transformación del poder establecido.
Sus componentes expresan su falta de confianza en el poder formalmente constituido al
organizarse para expresar y trabajar por un mundo alternativo, posibilidad que la ideología
hegemónica niega.
Dinámicas de cambio
Hay tres ámbitos de actividad política: el poder hegemónico de la globalización; el
mundo encubierto que crece parasitariamente sobre él; y el mundo disidente que va a
tientas hacia la creación de un desafío contrahegemónico.
Los nuevos movimientos sociales se han convertido en vehículos de protesta y en
medios para buscar formas alternativas de economía social. Se han dirigido sólo
parcialmente hacia el Estado y rara vez han operado a través de canales electorales
formales. Expresan más voluntad de reconstituir la sociedad civil y, en algunos casos, de
construir un "Estado cívico" que responda más plenamente a las fuerzas “de abajo hacia
arriba”. Sin embargo, no debe suponerse que todos los movimientos sociales apoyan los
métodos democráticos y la amplitud abierta. El mundo está plagado de racismo y populismo
de derecha. La sociedad civil es un terreno de lucha entre fuerzas reaccionarias y
transformadoras.
El contexto en el que se desarrolla esta lucha parece dejar el resultado
indeterminado. Si se entiende que el modernismo en términos políticos consiste en Estados
que definen las identidades nacionales y las lealtades de las personas, las administraciones
burocráticas racionales jerárquicas y las clases y grupos de status que dan a las personas
sus identidades sociales, entonces esta estructura social modernista se ha debilitado. La
autoridad estatal ha sido fragmentada por identidades étnicas, lingüísticas y locales, y por
instituciones macroregionales. Las burocracias han sido experimentadas como alienantes
por quienes tienen que lidiar con ellas. Las identidades de clase se han visto erosionadas
por la creciente importancia de las identidades étnicas, culturales y de género y por la
fragmentación de las clases en la nueva estructura social producida por la globalización.
Si suponemos que el poder se basa en las comunidades humanas, y si tomamos
una perspectiva "de abajo hacia arriba", entonces debemos preguntarnos sobre la condición
de afinidad pública o comodidad con las autoridades políticas de las entidades que
formalmente constituyen el orden mundial (Estados e instituciones y procesos
multilaterales), que parece ir de lo tenue a lo hostil. El sentido de identidad entre las
personas y la política es débil. La confianza en las clases políticas es baja, consideradas
corruptas e incompetentes, incapaces de comprender y tratar eficazmente las temas que
preocupan al público.
En parte también, esta falta de confianza puede atribuirse a la hegemonía ideológica
de la globalización, que proclama su inevitabilidad con su imperativo categórico de
competitividad global. La globalización aparece así como la forma definitiva de alienación:
algo creado por personas que ha llegado a ejercer un poder absoluto sobre ellas.
Un ciudadano es un individuo autónomo en su aspecto de contemplar el bien público
o imaginar una buena sociedad futura. Dado que la globalización elimina la elección en
cuanto al tipo de sociedad en la que sería bueno vivir, realmente no queda papel para el
ciudadano. Vaciado de la posibilidad de opciones alternativas sobre la sociedad futura, se
reduce a una cuestión de gestión. En estas condiciones, existe un amplio margen para las
fuerzas que operan fuera del control de las autoridades públicas formales, el mundo secreto
de la política. Eventos ocasionales y a veces dramáticos lo llevan a la conciencia pública.