Está en la página 1de 11

“Power and knowledge: Towards a new ontology of world order” - Cox

En los momentos en que el mundo parece estar en un punto de inflexión, surge una
demanda de nuevos conocimientos que permitan comprender mejor estos cambios. Las
suposiciones bases de las formas de conocimiento prevalecientes son cuestionadas ya que
se debe enfrentar un conjunto diferente de problemas. El nuevo pensamiento surge de dos
maneras. Una forma es adaptando el conocimiento establecido a los nuevos eventos y
circunstancias; la otra es proyectando el pensamiento hacia adelante para intentar
comprender la naturaleza del proceso histórico y cómo controlarlo para lograr resultados
deseables. Esta forma incluye la elección normativa junto con una evaluación realista de las
posibilidades. Estos dos enfoques coexisten durante períodos de cambio fundamental en el
orden mundial, y expresan diferentes posiciones de poder que luchan por el control. El
primero da prioridad al orden establecido y busca ajustarlo a las nuevas necesidades,
mientras que el segundo abre el camino para un cambio más radical.
Desde el 11S, el primer enfoque se ha visto abrumado por la introducción de una
amplia gama de controles y restricciones bajo la rúbrica de “seguridad contra el terrorismo”,
identificado como la nueva realidad. Estos tienen el efecto acumulativo de reforzar el poder
establecido y obstruir los cambios que contrarrestarían las condiciones para acciones
políticas violentas contra este. Su objetivo es proteger el status quo, pero a la larga pueden
socavarlo al sustituir la represión por un cambio constructivo. Aunque el segundo enfoque
se encuentra bajo una nube de sospecha, puede señalar el camino hacia un futuro más
seguro que incluya a la salud y el bienestar material de las personas y el reconocimiento de
su integridad distintiva, así como la minimización de la violencia.
La globalización es la realidad emergente alrededor de la cual la lucha por el
conocimiento se agrupa actualmente. Las viejas realidades permanecen en un período de
transformación. El Estado puede retirarse de algunas de sus funciones anteriores, pero
asume nuevas. Los Estados han creado el marco para la globalización y para el mercado
autorregulado. Sin embargo, al proyectar el pensamiento hacia adelante con intención
normativa, los Estados también podrían poner la economía global bajo control social. La
historia tiene el potencial de dar forma a nuevas estructuras de pensamiento y de autoridad
política. Ahora se abre la oportunidad de desarrollar las formas de conocimiento que
conducen a tal innovación y llevarlos a la lucha de poder sobre el futuro.

La Guerra Fría y el conocimiento sobre los asuntos mundiales


Durante tres décadas, el conocimiento en la esfera de la política mundial se
construyó predominantemente con referencia a la Guerra Fría. El neorrealismo es una
tecnología de poder, una forma de conocimiento que resuelve problemas relacionados a la
rivalidad de dos superpotencias. Su limitación era la suposición de que cualquier cosa que
no perteneciera a la lucha entre las superpotencias podría ignorarse. La supervivencia física
en condiciones de hambre, enfermedad, conflictos violentos y la negación de la identidad
cultural estaban subordinados a esta lucha, o vinculados instrumentalmente a los intereses
de las dos superpotencias. Dos formas competitivas de homogeneización (capitalismo y
comunismo) fueron los únicos juegos permitidos. Una vez que se levantó el control general
de la Guerra Fría, la diversidad subyacente se hizo más evidente. El neorrealismo perdió su
monopolio de explicar el mundo y proponer acciones, y necesitamos encontrar una nueva
ontología del orden mundial.
Hay dos significados de "ontología". El significado principal es una afirmación de la
realidad última del universo (Ontología I). Las personas inventan inconscientemente la idea
de Dios como el creador todopoderoso; a partir de eso, revierten el proceso de invención
para asumir que la mente humana es como Dios, es decir, que tiene el potencial de
comprender la "verdad" del universo. Esto puede aplicarse a la universalización de las ideas
que son manifiestamente productos de una situación histórica particular, pero que no se
reconocen por falta de valoración crítica.
El otro significado de la ontología (Ontología II) es el intento de identificar los
factores que ayudan a comprender y actuar sobre una coyuntura histórica particular. Es la
tarea de percibir las estructuras históricas que caracterizan una época, las construcciones
mentales que resumen los resultados acumulativos de la acción humana colectiva en
épocas históricas particulares. Su propósito es construir un punto base para considerar a los
problemas y mantener o transformar un orden histórico particular. Esta ontología es una
instantánea transitoria de un mundo en constante movimiento. Para calificar como
ontología, tiene que mostrar las propiedades interactivas de un sistema, aunque sea un
sistema abierto en el que los mecanismos que mantienen el cierre pueden ser interrumpidos
por fuerzas para el cambio.
El neorrealismo tenía una ontología explícita, una forma de la Ontología I en la que
los Estados, el equilibrio de poder, el hombre hobbesiano que busca poder y la base
contractual de la política eran componentes eternos interrelacionados del orden mundial. La
perspectiva crítica prevé un cambio en la ontología hacia una representación más adecuada
del "mundo real" en el siglo XXI.
Se tratar de comprender las direcciones de la reconstrucción ontológica que darán
un peso adecuado a los factores ignorados por el neorrealismo, pero que son relevantes
para comprender las relaciones de poder que afectan al conflicto y a la cooperación, y a las
perspectivas de supervivencia humana. Debido a que el cambio ontológico refleja y anticipa
el cambio estructural, también es importante que el esfuerzo se centre en las fuerzas que
son capaces de remodelar las estructuras consolidadas del pasado.
Esta investigación sobre la estructura y la agencia se lleva a cabo en un espíritu de
realismo. El realismo tiene que ver con el poder; pero las preguntas dónde está el poder y
cómo se ejerce deben hacerse sin suposiciones previas sobre las respuestas. Carr tenía
una comprensión mucho más amplia y abierta del poder en los asuntos mundiales, era
sensible a las estructuras económicas y sociales y a la cultura y la ideología. Veía a los
Estados como formas históricamente diferenciadas de autoridad política. Regresar al
realismo de Carr es un primer paso para escapar del ahistoricismo del neorrealismo.
La ontología convencional ha tratado de expandir el neorrealismo agregando
mercados a los Estados, pero no es una respuesta suficiente al problema de dónde reside
el poder a fines del siglo XX. Subyacentes a estas construcciones están las relaciones
sociales, la sustancia humana activa en esas dos esferas. Las relaciones de poder social
son el objeto fundamental de la investigación.

La caída en desuso de la Teoría de las Relaciones Internacionales y la EPI


Quizás el desarrollo más importante en los estudios internacionales en las últimas
décadas ha sido la aparición de la Economía Política Internacional (EPI) como un
complemento de una teoría de las relaciones internacionales que se centró principalmente
en lo militar y lo político. Inicialmente, la EPI dejó su huella al dar más importancia a los
fundamentos económicos del poder, haciendo énfasis en los marcos o estructuras históricas
dentro de las cuales tiene lugar la actividad humana y en sus lentos procesos de cambio.
Esto contrastó con una política de relaciones internacionales que funcionaba con supuestos
fijos sobre la naturaleza del sistema estatal y los procesos económicos. Los métodos
convencionales fueron guías útiles para la resolución de problemas en condiciones
estables, pero no lo fueron para comprender los cambios en el modo en que las personas
percibían su lugar en el mundo y la naturaleza de los problemas que enfrentaban.
El verdadero logro de la EPI fue abrir una investigación crítica sobre el cambio en las
estructuras históricas. El movimiento hacia un nuevo conocimiento sobre el orden mundial
trajo muchos otros temas además de la economía y estuvo acompañado por una ampliación
del concepto de seguridad. En términos más generales, la EPI comenzó a analizar cómo las
estructuras históricas se modifican de abajo hacia arriba por los cambios moleculares lentos
en las sociedades. También trajo un espíritu de autocrítica, de reflexividad, la importancia
de tomar conciencia de cómo la propia posición en el tiempo y lugar y la posición social
definen la perspectiva de uno sobre la historia, despejando el terreno para un conocimiento
más integrado sobre los procesos del orden mundial.
La búsqueda de esta forma de conocimiento más integrada desafía otros límites
establecidos. En la medida en que comenzamos a ver las relaciones sociales como la base
de las autoridades políticas y el origen de los conflictos, la separación convencional de la
política comparativa de las relaciones internacionales tiene poco sentido. Con el fin de
comprender el orden mundial, es necesario reunir el conocimiento sobre las relaciones de
poder en la sociedad y sobre las relaciones entre las entidades que están formados por
esas relaciones de poder, como los Estados. También es necesario romper los límites
disciplinarios para aprovechar todas las ciencias sociales y las humanidades.

Fuentes de la globalización
Durante la Gran Depresión de 1930, el Estado se convirtió en el agente de
reactivación económica y el defensor del bienestar interno contra los disturbios exteriores.
El corporativismo, la unión del Estado con las fuerzas productivas a nivel nacional, se
convirtió en el modelo de regulación económica; y el nacionalismo económico era su
contraparte en las relaciones económicas internacionales. Después de la Segunda Guerra
Mundial, el sistema de Bretton Woods intentó lograr un equilibrio entre el mercado mundial
liberal y las responsabilidades internas de los Estados. Estos se hicieron responsables ante
las agencias de un orden económico internacional, y se les concedió facilidades y tiempo
para ajustar sus prácticas económicas nacionales con el fin de no sacrificar el bienestar
nacional. Este compromiso equilibrado entre la defensa del bienestar y un orden económico
internacional liberal sostuvo tres décadas de crecimiento y progreso, hasta la crisis de 1968-
75.
A partir de entonces, este compromiso se desplazó hacia una subordinación de las
economías nacionales a las exigencias percibidas de la economía global, junto con una
disparidad creciente y una erosión gradual de las protecciones sociales. Los Estados se
hicieron más efectivamente responsables frente a las fuerzas inherentes de la economía
global, y se vieron obligados a mistificar esto a través de la “globalización”. Este período es
un verdadero punto de inflexión al producirse un debilitamiento de las viejas estructuras y la
aparición de nuevas estructuras.
El poder estructural del capital
La inflación, que en un nivel modesto había sido un estímulo para el crecimiento,
ahora a tasas más altas y con márgenes de ganancia decrecientes, fue percibida por las
empresas como una inhibición de la inversión. Se hizo comprender a los gobiernos que una
reactivación del crecimiento económico dependía de la confianza empresarial para invertir,
la cual dependía de la "disciplina" de los sindicatos y la gestión fiscal del gobierno.
La reestructuración de la producción
La nueva inversión era de un tipo diferente. La crisis del orden de posguerra aceleró
el cambio del fordismo al posfordismo: de economías de escala a economías de flexibilidad.
La gran planta integrada que emplea trabajadores semi-calificados para la producción en
masa de productos estandarizados se convirtió en un modelo de organización obsoleto. El
nuevo modelo se basó en una estructura de producción núcleo-periferia, con un núcleo
relativamente pequeño de empleados relativamente permanentes que manejan finanzas,
investigación y desarrollo; y una periferia que consta de componentes dependientes del
proceso de producción, subcontratación y trabajadores temporales y a tiempo parcial. La
reestructuración en el modelo núcleo-periferia ha facilitado el uso de una fuerza laboral más
precarizada, segmentada por origen étnico, género, nacionalidad, religión o ubicación
geográfica. Ha debilitado el poder de los sindicatos y fortalecido el del capital. También ha
hecho que los negocios sean menos controlables por una sola autoridad estatal.
El papel de la deuda
Tanto los gobiernos como las corporaciones han dependido cada vez más del
financiamiento de la deuda en lugar de los impuestos o la inversión de capital. Además, la
deuda ha sido en mayor parte deuda externa. A medida que aumenta la proporción de los
ingresos estatales destinados al servicio de la deuda, los gobiernos se han vuelto más
responsables ante los mercados de bonos externos que ante su propio público. Sus
opciones en política cambiaria, fiscal y comercial se han visto limitadas por intereses
financieros vinculados a la economía global. Las finanzas se han desacoplado de la
producción para convertirse en un poder independiente sobre la economía real.
El pensamiento a corto plazo de la ganancia financiera inmediata, no el pensamiento
a largo plazo del desarrollo industrial, impulsa la toma de decisiones. La mentalidad del
mercado funciona sincrónicamente (tiene en cuenta las relaciones en un momento dado),
mientras que el desarrollo requiere un pensamiento diacrónico (considerando los cambios
planificados y previstos a lo largo del tiempo). El resultado del dominio del poder financiero
sobre la economía real fue la destrucción de empleos y capital productivo.

Las estructuras de la globalización


La crisis del orden de posguerra ha expandido la amplitud y profundidad de una
economía global que existe junto con la economía internacional clásica y la va
reemplazando de manera gradual. La producción global puede hacer uso de las divisiones
territoriales de la economía internacional, enfrentando una jurisdicción territorial contra otra.
Las finanzas globales han logrado una red virtual no regulada que funciona 24/7, centrada
en “ciudades globales” en lugar de Estados.
Estos dos componentes de la economía global están en contradicción potencial. La
producción global requiere una cierta estabilidad en la política y las finanzas para
expandirse. Las finanzas globales tienen ventaja porque su poder sobre la creación de
crédito determina el futuro de la producción; pero está en una condición frágil. Una
concatenación de circunstancias calamitosas podría derribarlo: una serie de quiebras
corporativas combinadas con defaults de la deuda de un gobierno o un cese de préstamos.
En realidad, no existe una estructura política o de autoridad explícita para la
economía global. Sin embargo, existe un proceso transnacional de búsqueda de consenso
entre sus cuidadores oficiales, la noción de "gobernanza sin gobierno". Su objetivo es
generar pautas consensuadas, respaldadas por una ideología de la globalización, que se
transmitan a los canales de formulación de políticas de los gobiernos nacionales y de las
grandes corporaciones. Este proceso de consenso es un objetivo principal para el análisis
continuo. Estrechamente relacionado con él está el poder privado, efectivo en los mercados
financieros mundiales.
Diferentes formas estatales han facilitado este endurecimiento de la relación global-
local. En un momento, la forma militar-burocrática parecía ser óptima en los países de
capitalismo periférico para la aplicación de la disciplina monetaria. Luego, el "ajuste
estructural" inspirado en el FMI fue perseguido por los regímenes presidenciales
democráticos. Los Estados más poderosos fomentan esta forma de autoridad política que
será más estable a largo plazo que la dictadura militar. Cuando la adhesión a la ortodoxia
financiera resulta en una angustia generalizada, la presión de las personas puede
desbordar los límites de la autoridad. La mayoría de los países se conformaron con el
consenso: los gobiernos neoconservadores y socialistas ajustaron sus políticas a la nueva
ortodoxia.
En todos estos procesos de cambio, un equilibrio cambiante de las fuerzas sociales
ha sido crítico. Las fuerzas en juego son tanto nacionales como globales, por lo que las
estrategias para contrarrestarlas también tendrían que ser locales y globales. A medida que
el capital global llega a la economía local, la resistencia a la globalización corporativa
multinacional aumentará de lo local a lo global.
La cambiante estructura social del mundo
La globalización de la producción está generando una jerarquía social de tres partes
de alcance mundial, atravesando las fronteras estatales.
El nivel superior comprende a aquellas personas que están integradas en la
economía global. Este nivel integrado funciona bastante bien en términos materiales,
aunque son sólo una pequeña parte de la humanidad.
Un segundo nivel incluye a aquellos que sirven a la economía global de una manera
subordinada y más precaria. Esta es la fuerza laboral potencialmente desechable, el ámbito
de la "flexibilidad", la "reestructuración", la "reducción de personal" y la "subcontratación",
consecuencia del postfordismo. Este nivel precario es el que se está expandiendo más
rápidamente con la extensión geográfica de la globalización. Sus miembros se colocan en
una posición ambigua frente al orden social: apoya su preocupación por encontrar y
mantener un trabajo, pero es potencialmente hostil cuando ataca la inseguridad.
El nivel inferior comprende aquellos que están excluidos de la economía global. Aquí
están los desempleados permanentes, o los subempleados que viven en países con pocas
posibilidades de entrar en la economía global. Los excluidos representan una amenaza
potencial para el orden de la globalización, pero ciertas condiciones pueden disminuirla,
como el hecho de que las energías de los excluidos se dirigen a la supervivencia personal y
familiar en lugar de protestar, y que tienden a dirigir su violencia contra sus vecinos
excluidos en vez de la sociedad establecida.
El potencial para desafiar el orden globalizado existe entre los segmentos excluidos
y precarios. También hay contradicciones entre los integrados, muchos de ellos generadas
por preocupaciones ecológicas. El desafío a la globalización, para ser efectivo, requerirá la
formación de una voluntad común, una visión de un futuro alternativo y la superación de las
múltiples divisiones de etnia, religión, género y geografía.
Esta reestructuración de la sociedad mundial desafía la primacía de las identidades
orientadas hacia el Estado a medida que las personas toman conciencia de que las
organizaciones económicas transnacionales están determinando su sustento y las
poblaciones se vuelven cada vez más heterogéneas a partir de la migración. También
desafía las identidades orientadas hacia la clase. La "clase trabajadora" convencional ahora
se divide entre los tres niveles de la jerarquía social, con intereses muy divergentes. Donde
el sentido de clase sigue siendo fuerte, puede ser más una cuestión cultural que algo
definido por una relación de propiedad. Debe hacerse una reformulación hacia la formación
de un frente común de resistencia y movimiento hacia una alternativa al futuro, que abarque
de manera integral las diversas identidades manifestadas por aquellos grupos o focos de
resistencia.
Estados y el sistema estatal
Después de la caída del Muro de Berlín, las relaciones interestatales se preocuparon
por adaptar las estructuras, políticas y prácticas estatales a la visión neoliberal de la
economía global. El factor militar recuperó protagonismo como garante de las estructuras
que favorecen el orden mundial neoliberal, y se acentuó la función policial y de vigilancia de
los Estados.
Este ajuste nacional a una economía global neoliberal contrasta con el concepto de
posguerra del Estado como mediador entre la economía internacional y las preocupaciones
internas sobre el crecimiento económico y el empleo. De acuerdo con la doctrina neoliberal,
los intereses internos se atienden mejor al dar rienda suelta a la economía global, y los la
nueva regulación está diseñada para limitar la capacidad de los Estados para interferir.
A nivel interestatal, se realizan dos funciones principales: 1) la propagación y
legitimación de la práctica económica global neoliberal por parte de las instituciones
internacionales; y 2) la neutralización de posibles interrupciones en la economía global que
podrían surgir de explosiones en el segmento excluido de la jerarquía social mundial. La
ayuda deficiente toma la forma de asistencia humanitaria. El control de disturbios toma la
forma de mantenimiento de la paz. De esta manera, la ONU sirve como un complemento
subordinado al poder militar global centralizado.
El orden mundial emergente aparece así como una estructura multinivel. En la base
están las fuerzas sociales. Si son conscientes de sí mismas y están articuladas en un
bloque histórico, o si están despolitizadas y son manipulables, es la cuestión clave en la
construcción del futuro. El antiguo sistema estatal se convierte en un conjunto de entidades
político-económicas: microrregiones, Estados tradicionales y macrorregiones con
instituciones de mayor o menor alcance funcional y autoridad formal. Los procesos
transnacionales rivales de formación ideológica apuntan respectivamente a la hegemonía y
la contrahegemonía. Las instituciones de concertación y coordinación unen los principales
Estados y macrorregiones. Existen procesos multilaterales para la gestión de conflictos, el
mantenimiento de la paz y la regulación y prestación de servicios en una variedad de áreas
funcionales. La imagen completa se parece más al orden multinivel de la Europa medieval
que al modelo westfaliano de un sistema de Estados soberanos independientes.

La biosfera
Junto con la reestructuración social, la degradación ambiental es otro
acompañamiento a la globalización económica. Han aparecido fuerzas no humanas que
expresan la respuesta de la naturaleza a las consecuencias acumulativas de las actividades
humanas, que pueden conducir a conflictos.
Las religiones monoteístas, con su noción de una deidad trascendente, fomentaron
la separación de los seres humanos, la imagen de lo divino, de la naturaleza, creada por
Dios para el uso y disfrute de los humanos. El modernismo científico heredó esta idea al
concebir a la naturaleza como algo para ser dominado y moldeado por los seres humanos.
La irrupción de las fuerzas de la naturaleza en los asuntos humanos como un deterioro del
sistema de soporte vital del planeta sugiere la necesidad de revisar esta noción, al ver a la
humanidad como un componente del mundo natural, y a la biosfera como este reino
interactivo más grande.
En la tradición modernista, la economía ha reducido la naturaleza a la tierra y la ha
considerado como una mercancía. La naturaleza, sin embargo, tiene una lógica propia que
funciona independientemente de la economía. El problema básico para la lógica de la
naturaleza es el equilibrio entre las diferentes formas de vida y las sustancias que sostienen
la vida. Mientras haya suficiente holgura en la naturaleza, la lógica de mercado es tolerada
por la naturaleza; pero cuando el efecto de la lógica económica es forzar a la naturaleza al
límite, la naturaleza responde con su veto. El problema aquí es repensar la economía dentro
de una ciencia de la naturaleza para que las recetas económicas estén atentas a las
señales de la naturaleza. Esto implica un alejamiento de la epistemología modernista que
separa la capacidad humana para el conocimiento del mundo natural y concibe a la
naturaleza como un objeto manipulable.
Una implicación de esto es revelar una contradicción fundamental en la globalización
económica. La dinámica de la globalización es la demanda del consumidor ("consumismo").
Ampliar este modelo universalmente probablemente tendrá consecuencias catastróficas
para la biosfera; pero sugerir que las sociedades relativamente pobres deben abandonar
esta aspiración incurre en la carga del imperialismo. Aquí es donde surge el desafío a la
democracia. El cambio de estilo de vida es necesario para la supervivencia biosférica y, al
mismo tiempo, la supervivencia política en las democracias modernas hace que este sea
muy riesgoso. Si un cambio tan básico en las aspiraciones y el comportamiento de las
personas no puede ser realizado por el liderazgo político, entonces el cambio debe provenir
de la sociedad civil. La cuestión es si el cambio en la comprensión de las personas sobre su
lugar en la naturaleza y sobre lo que es necesario para mantener la biosfera puede superar
y revertir el progreso de degradación ecológica.

Intersubjetividad: civilizaciones y formas de economía política


La identidad es importante políticamente porque es el enfoque en torno al cual las
personas pueden movilizarse para actuar y cambiar sus condiciones y perseguir objetivos
sociales. Las dos formas sobresalientes de identidad de los siglos XIX y XX, la nacionalidad
y la clase, se han incluido en un complejo con otras identidades. Las divisiones sociales y
económicas siguen siendo fundamentales a medida que la globalización económica acentúa
la polarización entre ricos y pobres en todo el mundo; pero estas divisiones se expresan con
menos frecuencia como identidades de clase social y más a menudo como género, raza o
etnia, religión, afiliación organizacional o una conciencia histórica de agravio y humillación.
La multiplicidad de identidades subraya la importancia de las fuerzas subjetivas (o más bien
intersubjetivas) en los asuntos mundiales.
La intersubjetividad es el sentido predominante de la naturaleza del mundo, el
sentido común de la "realidad" compartido entre una población. Puede entenderse como el
conocimiento producido por la respuesta colectiva acumulada de las personas a sus
condiciones de existencia. Por lo tanto, es una creación histórica, no algo innato.
El estudio de las civilizaciones aborda esta cuestión de las percepciones subjetivas.
Las diferencias entre las civilizaciones se expresaron a través de diferentes formas de
organización económica y social. Esto ha sido oscurecido por las formas dogmáticas del
marxismo y el neoliberalismo, que se aferran a una filosofía económica determinista, una
visión reduccionista demasiado simplista del capitalismo como una fuerza global monolítica.
Podemos hablar del capitalismo global como la fuerza dinámica de la globalización;
pero, al mismo tiempo, debe reconocerse que toma diferentes formas sociales moldeadas
por diferentes imperativos de civilización. Los conceptos de sociedad y organización pueden
expresar diferentes nociones sobre lo que es "natural" y apropiado en las relaciones
humanas. Estas diferencias no pueden reducirse sólo a una cuestión de ideología. Las
ideologías son construcciones conscientes que dan orientaciones generales para la
comprensión y la acción. La intersubjetividad es menos consciente y está más
profundamente arraigada, el sentido común de un pueblo sobre lo que es correcto y
apropiado en su vida colectiva.
Se rechaza la noción de que la economía puede ser abstraída de la sociedad de tal
manera que la sociedad esté subordinada a la economía. Cuando esto se intenta, provoca
la reacción de la sociedad que se expresará a través de la acción política. También existen
otras formas distintivas de organización económico-social, que disputan el terreno
predominante del hiper-liberalismo.
Hay tres formas sobresalientes de economía política, cada una de las cuales ha
generado distintas representaciones ideológicas: 1) la forma individualista-competitiva
angloamericana, de la cual el hiper-liberalismo es la ideología; 2) la forma del mercado
social europeo, ideológicamente derivada de la democracia cristiana y la socialdemocracia;
y 3) la forma mercantilista de Asia Oriental, construida, a menudo con atribución al
confucianismo, como una ideología que apoya la política autoritaria o el paternalismo
burocratizado. Sin embargo, las formas están más arraigadas que estas ideologías; pueden
verse como construcciones que encuentran una base más o menos agradable en diferentes
actitudes y valores humanos, en diferentes formas de intersubjetividad. Existe la posibilidad
de que surjan otras formas potenciales de economía política que expresen diferencias de
civilización coexisten dentro de la economía mundial, y en algunos casos se convierten en
rivales, desafiando la noción de una única economía global homogénea y hegemónica.
La importancia del estudio de las civilizaciones radica en estas premisas básicas
sobre el orden mundial:
a) Existen alternativas para el futuro humano. No todos estamos obligados por la
expansión inexorable de la globalización económica, determinada por la competitividad en
el mercado global, que conduce a una sociedad global homogeneizada en el modelo de
Estados Unidos. Son concebibles civilizaciones que incorporan diferentes valores y
patrones de organización social. Todavía hay un problema de elección moral y social.
b) Si coexisten diferentes civilizaciones, entonces el problema de la comprensión
mutua se vuelve primordial para el mantenimiento del orden mundial. Esto surge en un
contexto epistemológico diferente de las nociones teóricas de juego populares durante la
Guerra Fría, que asumió una única forma compartida de racionalidad.
El primer problema es poder comprender otras perspectivas o racionalidades de
civilización. Diferentes pueblos tienen diferentes percepciones de la realidad. La "realidad"
está construida histórica y socialmente y, por lo tanto, es distinta para las diferentes
civilizaciones, no es un hecho universal. El siguiente problema es poder trabajar para
encontrar un terreno común entre estas realidades como base para algún grado práctico de
universalidad dentro de un mundo de diferencias.

El mundo encubierto
Hay un conjunto heterogéneo de fuerzas involucradas en la corrupción política y
actividades clandestinas, que trabajan en el mismo campo, distinto de la política legítima y
la sociedad civil, interactuando en cooperación y en conflicto entre sí y con autoridades
políticas y corporativas. Este ámbito de actividad política tiene grandes implicaciones para el
control popular. Una sociedad civil débil deja un amplio espacio político para estas
influencias ocultas. La mejor manera de aumentar la responsabilidad democrática es reducir
el espacio abierto al mundo encubierto mediante el desarrollo de una sociedad civil activa.

La sociedad civil
Las fuerzas “de abajo hacia arriba” son muchas y variadas, pero rara vez han
logrado un grado de coherencia que podría considerarse una base para la
contrahegemonía. Sin embargo, la perspectiva de la contrahegemonía es el tema central
para el estudio de la transformación estructural. Trabajar sobre la hipótesis de que la
autoridad política se construye de abajo hacia arriba conduce al enfoque en la sociedad
civil. La sociedad civil es la contracara positiva del peso negativo del mundo secreto. En
contraste con el mundo encubierto, que sostiene al poder establecido del cual extrae
parasitariamente sus ganancias, hay un mundo disidente emergiendo a través de los
movimientos de la sociedad civil que trabajan hacia la transformación del poder establecido.
Sus componentes expresan su falta de confianza en el poder formalmente constituido al
organizarse para expresar y trabajar por un mundo alternativo, posibilidad que la ideología
hegemónica niega.

Dinámicas de cambio
Hay tres ámbitos de actividad política: el poder hegemónico de la globalización; el
mundo encubierto que crece parasitariamente sobre él; y el mundo disidente que va a
tientas hacia la creación de un desafío contrahegemónico.
Los nuevos movimientos sociales se han convertido en vehículos de protesta y en
medios para buscar formas alternativas de economía social. Se han dirigido sólo
parcialmente hacia el Estado y rara vez han operado a través de canales electorales
formales. Expresan más voluntad de reconstituir la sociedad civil y, en algunos casos, de
construir un "Estado cívico" que responda más plenamente a las fuerzas “de abajo hacia
arriba”. Sin embargo, no debe suponerse que todos los movimientos sociales apoyan los
métodos democráticos y la amplitud abierta. El mundo está plagado de racismo y populismo
de derecha. La sociedad civil es un terreno de lucha entre fuerzas reaccionarias y
transformadoras.
El contexto en el que se desarrolla esta lucha parece dejar el resultado
indeterminado. Si se entiende que el modernismo en términos políticos consiste en Estados
que definen las identidades nacionales y las lealtades de las personas, las administraciones
burocráticas racionales jerárquicas y las clases y grupos de status que dan a las personas
sus identidades sociales, entonces esta estructura social modernista se ha debilitado. La
autoridad estatal ha sido fragmentada por identidades étnicas, lingüísticas y locales, y por
instituciones macroregionales. Las burocracias han sido experimentadas como alienantes
por quienes tienen que lidiar con ellas. Las identidades de clase se han visto erosionadas
por la creciente importancia de las identidades étnicas, culturales y de género y por la
fragmentación de las clases en la nueva estructura social producida por la globalización.
Si suponemos que el poder se basa en las comunidades humanas, y si tomamos
una perspectiva "de abajo hacia arriba", entonces debemos preguntarnos sobre la condición
de afinidad pública o comodidad con las autoridades políticas de las entidades que
formalmente constituyen el orden mundial (Estados e instituciones y procesos
multilaterales), que parece ir de lo tenue a lo hostil. El sentido de identidad entre las
personas y la política es débil. La confianza en las clases políticas es baja, consideradas
corruptas e incompetentes, incapaces de comprender y tratar eficazmente las temas que
preocupan al público.
En parte también, esta falta de confianza puede atribuirse a la hegemonía ideológica
de la globalización, que proclama su inevitabilidad con su imperativo categórico de
competitividad global. La globalización aparece así como la forma definitiva de alienación:
algo creado por personas que ha llegado a ejercer un poder absoluto sobre ellas.
Un ciudadano es un individuo autónomo en su aspecto de contemplar el bien público
o imaginar una buena sociedad futura. Dado que la globalización elimina la elección en
cuanto al tipo de sociedad en la que sería bueno vivir, realmente no queda papel para el
ciudadano. Vaciado de la posibilidad de opciones alternativas sobre la sociedad futura, se
reduce a una cuestión de gestión. En estas condiciones, existe un amplio margen para las
fuerzas que operan fuera del control de las autoridades públicas formales, el mundo secreto
de la política. Eventos ocasionales y a veces dramáticos lo llevan a la conciencia pública.

¿Qué se debe hacer?


La única forma efectiva de enfrentar los problemas de finales del siglo XX (colapso
biosférico, polarización social extrema, política excluyente, alienación con apatía o violencia
como respuesta) es reconstituir las autoridades políticas a nivel local, nacional y global que
estén firmemente basadas en el apoyo público. Sólo las autoridades públicas fuertes serán
capaces de hacer frente a estos problemas. Tal movimiento tendría que venir desde abajo,
desde una reconstitución de la sociedad civil como un apoyo a las autoridades políticas
atentas a las necesidades de la gente. Presupone el redescubrimiento de la solidaridad
social y de la confianza en un potencial para la creatividad colectiva sostenida, inspirado en
un compromiso con la equidad social, el reconocimiento recíproco de las diferencias
culturales y civilizacionales, la supervivencia biosférica y los métodos no violentos para
enfrentar el conflicto. El desafío supremo es construir una formación contrahegemónica que
encarne estos principios; y esto implica como primer paso la elaboración de una ontología
que enfoca la atención en estos elementos clave.
Es poco probable que la solución sea un retorno a las prácticas de la posguerra. Es
más probable que sea un nuevo concepto de economía, con menos agotamiento de
recursos y contaminación, y más orientado hacia las necesidades materiales básicas que la
tecnología avanzada hace posible con una proporción menor de trabajadores, y un énfasis
mucho mayor en las tareas de trabajo intensivo más descuidadas para satisfacer las
necesidades sociales y humanas. Esto implica una reorientación radical de los valores
sociales. Lo más probable es que el Estado tenga que regular y legitimar estas nuevas
prácticas, pero parece claro que la respuesta estatal sólo se activará por la presión “de
abajo hacia arriba” del activismo ciudadano.

También podría gustarte