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DERECHO ADMINISTRATIVO PRIMER PARCIAL

Introducción.

El derecho administrativo es una rama del derecho relativamente nueva y en formación.

El nacimiento de este derecho se sitúa en dos importantes eventos históricos:

La revolución francesa. Surge como consecuencia de esta revolución y se dice que es el “precio de una disidencia”. Esta
disidencia, que fue que la propia administración se juzgue a si misma, fue motivada por el recelo que los revolucionarios
sintieron hacia los antiguos parlamentos judiciales, considerado conservador del antiguo régimen absolutista.

Los revolucionarios en el momento de plasmar el Estado nuevo siguen una interpretación claramente disidente de la
ortodoxia doctrinal que representaban (cambian de postura respecto a la cuestión de la división de poderes). El poder judicial
era amigo del rey. Buscan imponer las tres ramas de Montesquieu. Si se deja al PJ controlar el PE (la administración) se
detendría la revolución y usan la división de poderes para evitar ese riesgo. Por eso dicen que la administración se juzga a sí
misma. Se reclama ante los ministros.

Con Napoleón se ve esto de forma más imponente: los ministros comienzan a resolver conflictos. Se crea el consejo de Estado:
resuelven casos entre particulares y el Estado. Es la máxima instancia judicial del derecho francés. Muestra las líneas de
respuesta del Estado. A partir de los fallos se determinan las líneas del derecho administrativo.

Sin embargo, si lo que se pretendía era una minimización del aparato estatal absoluto (principio de la revolución) se logró
totalmente lo contrario, ya que no fue un proceso de ruptura y destrucción de la Administracion absolutista sin edificar otra
en su lugar. Haciéndose el Estado también absoluto en la medida en que, por primera vez, deja de ser un puro aparato de
dominación, superior y ajeno a la sociedad civil, para interesarse activamente en la marcha de esta, interviniendo en forma
creciente en todas sus manifestaciones. Creciendo exponencialmente las funciones publicas y el aparto administrativo.

La revolución de EEUU. El poder juzga a la administración (jueces comunes.

Es entonces que el Estado, para cumplir su fin de bien común asume históricamente diversos objetivos a los que procura
satisfacer mediante actos jurídicos y operaciones materiales. Y esa actividad la realiza a partir de poderes que se reflejan en
distintas funciones jurídicas: legislación, jurisdicción y administración.

Es a partir de ahí (creación de estados nacionales) que se necesita un conjunto de normas que realicen un papel de arbitro
intermedio entre los ciudadanos y el Estado, no solo garantizando los intereses particulares de los primeros, sino que también
las prerrogativas del segundo.

Es un arbitraje históricamente variable entre el poder y la libertad, una disciplina que aspira a ser instrumento de libertad y, a
la vez, garantía de acción administrativa.

Concepto de derecho administrativo. Es el conjunto de principios y normas que rigen la función administrativa, la organización
administrativa y su control judicial. Es el arbitraje entre el Estado y el pueblo. Entre poder y libertad.

Asimismo, se nutre de:

A. Prerrogativas: poderes del Estado para realizar el bien común, interés público. Pero tiene que hacerlo respetando las
garantías, los derechos de los particulares. Es el poder que ejerce el Estado que busca prestar un servicio y no oprimir.

B. Garantías: frente al Estado, defienden a los particulares. Deben ser solidarias.

Siendo una característica central del dcho administrativo el régimen exorbitante, el cual es entendido como la articulación
armónica entre prerrogativas estatales y garantías individuales.

El derecho administrativo es llamado como un régimen exorbitante (fuera de órbita del derecho privado) no se puede
entender siguiendo el derecho privado. Se rige por prerrogativas y garantías ambas divididas en sustantivas y procesales.
Sirven para explicar al derecho administrativo diferenciándolo del derecho privado.
Relaciones del Derecho Administrativo con otras ramas del Derecho. La circunstancia de que el derecho administrativo sea
una rama y una disciplina jurídica autónoma y diferenciada, no impide que mantenga vinculaciones con otras ramas del
derecho y con otras disciplinas jurídicas y no jurídicas.

Las vinculaciones del derecho administrativo con las demás ramas y disciplinas se llevan a cabo en un doble plano de
relaciones, a saber: 1) relaciones de jerarquía y subordinación, en los casos en que la disciplina con la cual se vincula –como
ocurre con el derecho constitucional- le otorga bases de las que no puede apartarse y que debe recibir como de prelación
superior; y 2) relaciones de contacto o interferencia, en los supuestos en que tal prelación superior no existe, como ocurre con
el derecho civil o comercial.

a) Con el derecho constitucional. El derecho constitucional, en términos generales, considera y determina la estructura
fundamental del Estado, las funciones de sus órganos superiores y los derechos y deberes tanto del gobierno como de los
individuos, suministrando las bases esenciales de todas las ramas del derecho, que encuentran en él su punto de partida.

El derecho administrativo, de tal modo, mantiene con el derecho constitucional una vinculación de jerarquía o subordinación,
pues todas sus instituciones y previsiones deben encuadrarse dentro de los principios y normas constitucionales. Tal
subordinación, sin embargo, no logra evitar que existan algunas interferencias, ya que los límites entre ambas ramas no han
podido ser determinados con precisión, facilitando su diferenciación.

Sin embargo, la relación entre ambos no se agota ahí, ya que el dcho admi ejerce su influencia sobre la dogmática y evolución
del dcho constitucional (algunas de las instituciones que nacieron dentro del dcho admi, luego fueron incorporadas a la CN).

Se dice que el dcho administrativo es dcho constitucional “concretizado”, es decir, el dcho admi. Hace posible al dcho
constitucional, lo efectiviza. Es un campo de experimentación y verificación del dcho constitucional. La praxis administrativa
ha de hacer operativos los grandes y abstractos conceptos constitucionales.

Lo cierto es que el manejo y comprensión del derecho administrativo habrá de requerir siempre un pleno conocimiento del
derecho constitucional aplicable, pues la administración, en todo su accionar, habrá de moverse inexorablemente dentro de
los límites, directos o indirectos, establecidos por el marco constitucional.

b) Con el derecho político. El derecho político, entendido en su sentido estricto, es la disciplina jurídica que estudia el concepto
del Estado y sus problemas esenciales, como su origen, naturaleza y fines, excediendo, en este aspecto, al propio derecho
constitucional y aun precediendo a éste.

Si el derecho político pretende constituir el Estado, para que éste realice los objetivos básicos que se le asignan, el derecho
administrativo facilita y precisa la actuación del Estado, para que llegue al logro práctico y efectivo de esas finalidades.

En consecuencia, al igual que con el derecho constitucional, el derecho administrativo estaría en una posición de
subordinación con respecto al derecho político, del cual recibiría lineamientos estructurales que pretendería poner, a su vez,
en vías de realización y consecución.

c) Con el derecho privado. El derecho privado, como es sabido, se constituye sobre la base de los principios de autonomía,
igualdad y limitación de los poderes otorgados a los individuos, de lo que resultan relaciones fundadas en un criterio de
coordinación interindividual.

El derecho administrativo, en cambio, si bien se manifiesta respetando razonablemente ese justo equilibrio, se estructura
reconociendo la preeminencia del interés público sobre los intereses particulares, y, por ende, la posición privilegiada de la
administración pública, como gestora de ese interés público. Las relaciones de derecho administrativo son, así, relaciones de
subordinación de los administrados frente a la administración, y de supraordinación de ésta respecto de aquellos.

El hecho de que el derecho administrativo fuera, hasta hace no mucho tiempo, un derecho en formación, dio lugar a que, ante
la falta de elaboración de sus propias instituciones, se tuviera que recurrir a los principios propios del derecho privado. En la
actualidad, esa dependencia del derecho administrativo respecto del derecho privado ha desaparecido.

FUNCIONES DEL ESTADO.

Montesquieu, partiendo de la hipótesis eterna de que todo hombre o mujer que tiene poder tiende a abusar de él,1 concibió
su teoría de la separación de los poderes: Que el poder contenga al poder, lo que se lograría dividiendo el poder estatal y
oponiendo las partes respectivas para que se refrenen recíprocamente.
Ello a su vez se consigue distribuyendo las funciones estatales entre diferentes órganos constituidos por personas físicas
distintas. Cómo se realizará la distribución de funciones, es algo que ha sido solucionado de diferente manera en la
Constitución de cada país; pero en general la mayoría separa las funciones en: Legislación, Administración y Jurisdicción.

(Precisando el lenguaje se habla ya más de “separación de funciones,” antes que de separación de poderes ya que el poder es
uno solo).

Esas funciones o poderes van a ser ejercidos por distintos órganos (PE, PL y PJ). Y las dificultades surgen de que cada órgano
no se limita a la función que le corresponde y que, por lo tanto, la separación de funciones en cuanto atribución de éstas a
órganos diferenciados, se manifiesta de manera imperfecta.

Además, es normal considerar que la función legislativa es la creación de normas generales de conducta, imperativas, para
todos los habitantes, y que la función jurisdiccional es la decisión imperativa de contiendas entre partes, determinando el
derecho aplicable, pero no hay hasta el presente un concepto de función administrativa que pueda ser armonizado con los
dos anteriores. Y es de suma importancia reconocer cuál es la función administrativa, porque es a la que se le aplicará el
régimen de derecho administrativo.

Existen distintas doctrinas que definen a la actividad administrativa:

Subjetivas y orgánicas. Sostiene que la función administrativa es la que realiza el Poder Ejecutivo y los órganos y sujetos que
actúan en su esfera. Por lo tanto, determina la función según el órgano que la ejerce. Dicho criterio resulta insuficiente por
cuanto según hemos visto los otros órganos estatales (legislativo y jurisdiccionales) también realizan funciones
administrativas.

Objetivo o material. Intenta definir a las función administrativa de manera material, es decir, que no interésa que órgano
realice el acto, sino que interesará el acto que esta realizando. Existiendo definiciones que conceptúan la función
administrativa.

Residuales o negativas. Explica, que función administrativa es la actividad estatal que resta luego de excluidas la legislación y
la jurisdicción, a lo que se observa que en realidad no resuelve nada, pues si en muchos casos es manifiesto que no hay
legislación ni jurisdicción —y por lo tanto sí administración—, quedan muchos más en los que se duda de qué actividad se
trata.

Mixtas. Adopta una mezcla entre teorías objetivas, subjetivas y residuales.

Sosteniendo que, como la función administrativa no se realiza por ningún órgano en forma excluyente y dado que no se le
reconoce un contenido propio que la tipifique, ella debe definirse como casi toda actividad que desarrollen los órganos
administrativos y la actividad que realizan los órganos legislativos y judicial que no sean actos materialmente legislativos y
jurisdiccionales.

Los actos que realiza la administración pública y que no son considerados administrativos son:

Actos políticos. Son los “institucionales” o de gobierno. No participa del derecho administrativo. Por ejemplo: designar a un
embajador, la remoción de ministros. Las cuestiones políticas no justiciables.

Actos de objeto privado.

Función jurisdiccional por parte del PEN. Desde el punto de vista material es claro que el PEN realiza funciones
jurisdiccionales. Definiéndola como “la actividad estatal que decide controversias con fuerza de verdad legal”.

Hay distintas posturas acerca de si la Administración Pública deba o no realizar actos jurisdiccionales.

Una postura extrema no acepta el ejercicio de funciones jurisdiccionales por parte de la administración sobre la base de la
prohibición que emerge del art. 109 de la CN: En ningún caso el presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales,
arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas.

Por otro lado, otro sector de la doctrina pretendió trasladar el esquema de la justicia contencioso administrativa vigente en
Francia y, sobre esa base, admitir el autojuzgamiento administrativo como manifestación de la función administrativa.
Sin embargo, de cara a una realidad que reconoce la posibilidad de habilitar a órganos o entes administrativos para el ejercicio
de funciones jurisdiccionales, un sector de la doctrina apelo para fundar su constitucionalidad, al procedimiento de la
delegación de funciones jurisdiccionales en la administración siempre que el órgano judicial conserve la decisión final de la
controversia, y donde no se estaría vulnerando el equilibrio de la teoría de la separación de poderes.

Esto lo resuelve la CSJN primero en el fallo Fernández Arias, Elena c. Poggio, José. Y luego, años mas tarde, reitera y amplía su
opinión en el fallo Ángel Estrada.

Fallo Fernandez Arias.

Hechos: El Congreso sancionó las leyes 13.246, 13.897 y 14.451, que ordenaban al Poder Ejecutivo a organizar en el Ministerio
de Agricultura las Cámaras Regionales Paritarias de Conciliación y Arbitraje obligatorio, y una Cámara Central. Estas cámaras
estaban integradas por representantes de los propietarios de terrenos rurales y de los arrendatarios y aparceros.

El caso se origina por un conflicto entre Fernández Arias y Poggio en el cual la Cámara Regional de Trenque Lauquen, condenó
a Poggio a entregar el predio en cuestión; contra dicho pronunciamiento, el condenado dedujo recurso extraordinario, que al
ser denegado motivó una queja ante la Corte Suprema, donde impugnó la constitucionalidad de las leyes.

Decisión de la Corte: Se revoca la sentencia apelada y la corte declara la inconstitucionalidad de las normas impugnadas a
partir de una interpretación dinámica de la ley fundamental.

Argumentos: La Corte opina que puede aceptarse excepcionalmente el ejercicio de funciones jurisdiccionales por parte de
entes o tribunales administrativos independientes, siempre que se respeten los grandes lineamientos del sistema, es decir, se
encuentran sometidos a limitaciones de jerarquía constitucional.

En caso en cuestión se declararon inconstitucionales las leyes porque violaron los art. 109 de la CN y el art. 18. Este ultimo
reconoce a toda persona el derecho de defensa en juicio ante el Poder Judicial. Las leyes cuestionadas extraen de la esfera
judicial ciertos conflictos para que sean resueltos exclusivamente por tribunales administrativos.

Asimismo el art 109 puede excepcionalmente ceder, para crearse tribunales administrativos que resuelvan determinados
conflictos y que posteriormente exista un control judicial suficiente, con amplitud de debate y prueba. Lo cual no sucedió en el
caso en cuestión, ya que solo podía apelar las decisiones de las Cámaras administrativas mediante recurso extraordinario. He
aquí donde entra en juego el art 18 también, porque la instancia judicial obligatoria no se satisface con la posibilidad de
interponer recurso extraordinario ante la Corte Suprema, ya que no es un proceso de amplio conocimiento, por lo tanto, no es
suficiente para garantizar el derecho a una instancia jurisdiccional profunda y completa.

El control suficiente quiere decir:

a) reconocimiento a los litigantes del derecho a interponer recurso ante los jueces ordinarios;

b) negación a los tribunales administrativos de la potestad de dictar resoluciones finales en cuanto a los hechos y al derecho
controvertidos, con excepción de los supuestos en que, existiendo opción legal, los interesados hubiesen elegido la vía
administrativa, privándose voluntariamente de la judicial.

Ningún objetivo político, económico o social tenido en vista por el Poder Legislativo, cualquiera sea su mérito, alcanzaría a
justificar la transgresión acreditada en la causa. Como se dijo al comienzo, el principio de la división de poderes puede y, sin
duda, precisa ser adecuado a las necesidades de la vida contemporánea, en la medida en que lo toleren la generalidad y la
sabiduría de las normas constitucionales, prescriptas para regir indefinidamente en el tiempo. Pero una cosa es la adecuación
de él y otra la patente violación de su esencia. En cuanto implica que incurre en esta última, el total desposeimiento de
atribuciones que, en perjuicio del Poder Judicial, consuman las normas impugnadas, no puede ser convalidado.

Fallo Angel Estrada.

Hechos: Este fallo es del 2005. A fines de 1993 y comienzos de 1994, la empresa EDESUR interrumpió el servicio eléctrico
durante un mes y medio. El ENRE (organismo de contralor de las empresas que prestan el servicio público de electricidad)
sancionó a EDESUR por este incumplimiento y le impuso una multa de casi 4 millones de pesos. La sociedad comercial
“Estrada y Cia, S.A” demandó a EDESUR ya que el incumplimiento del servicio durante ese tiempo había impedido que
funcionara su planta industrial. Por ello exigió que le indemnizara los dañados causados por un total de $ 163.770 pesos. 
El caso llegó a la Corte Suprema para que determinara si a EDESUR se le podía exigir que pagara esta indemnización o, bien, si
la ley y el contrato de servicio público limitaba la responsabilidad de esta empresa al pago de la multa. La segunda cuestión
que debía resolver la Corte era si el reclamo por esta indemnización podía ser resuelto por el ENRE o si sólo podía ser decidido
por la justicia. 

Decisión de la Corte: “Por ello (sin perjuicio del indudable valor probatorio que revisten las actuaciones administrativas
tramitadas ante el ente regulador) tiene razón la Secretaría de Energía en cuanto a que el Ente Nacional Regulador de la
Electricidad carece de competencia para dirimir el conflicto planteado en autos con arreglo a los principios contenidos en la
legislación común”.

Argumentos: En este caso, la Corte reitera e incluso amplia la decisión de 1970 en el caso antes expuesto.

Es asi, que la Corte opina: Que el otorgamiento de facultades jurisdiccionales a órganos de la administración desconoce lo
dispuesto en los arts. 18, que garantiza la defensa en juicio de la persona y sus derechos, y 109 de la Constitución Nacional
que, prohíbe en todos los casos al Poder Ejecutivo ejercer funciones judiciales.

Tales principios constitucionales quedan a salvo siempre y cuando los organismos de la administración dotados de jurisdicción
para resolver conflictos entre particulares hayan sido creados por ley, su independencia e imparcialidad estén aseguradas, el
objetivo económico y político tenido en cuenta por el legislador para crearlos (y restringir así la jurisdicción que la Constitución
Nacional atribuye a la justicia ordinaria) haya sido razonable y, además, sus decisiones estén sujetas a control judicial amplio y
suficiente (ese control dependerá de la complejidad de la materia sobre la que verse el conflicto, a mayor tecnicidad, menor
control).

Que conviene recordar que la atribución de la jurisdicción primaria a organismos administrativos se justifica cuando la
resolución de la controversia presuponga la familiaridad con hechos cuyo conocimiento haya sido confiado por la ley a
cuerpos expertos, debido a que su dilucidación depende de la experiencia técnica de dichos cuerpos; o bien porque están en
juego los particulares deberes regulatorios encomendados por el Congreso a una agencia de la administración; o cuando se
procure asegurar la uniformidad y consistencia en la interpretación de las regulaciones políticas diseñadas por la agencia para
una industria o mercado particular, en vez de librarla a los criterios heterogéneos o aun contradictorios que podrían resultar
de las decisiones de jueces de primera instancia.

No cualquier controversia puede ser válidamente deferida al conocimiento de órganos administrativos. Los motivos tenidos
en cuenta por el legislador para sustraer la materia de que se trate de la jurisdicción de los jueces ordinarios deben estar
razonablemente justificados pues, de lo contrario, la jurisdicción administrativa así creada carecería de sustento
constitucional, e importaría un avance indebido sobre las atribuciones que el art. 116 de la Constitución Nacional.

La determinación y condena al pago de los daños y perjuicios eventualmente derivados del incumplimiento del contrato
celebrado con el usuario debe considerarse fuera de la jurisdicción especial atribuida al Ente Nacional Regulador de la
Electricidad por el art. 72 de la ley 24.065.

Ello es así porque tal poder no guarda relación con los motivos tenidos en mira por el legislador al crear el ente en cuestión, al
margen de que una eventual decisión condenatoria dictada por el ente regulador sobre el punto carecería de autoridad de
cosa juzgada y no sería susceptible de cumplimiento forzoso conforme las reglas relativas a la ejecución de sentencias, pues la
ley respectiva no le ha otorgado estas cualidades a las decisiones del organismo. En suma, que su intervención resultaría
estéril.

Asimismo no solo cuestiona las competencias del ENRE, sino que también la necesidad de su existencia, ya que aunque
involucren aspectos técnicos, son insuficientes para atribuir jurisdicción al ente regulador, toda vez que nada obsta a que los
jueces ordinarios le requieran toda la información relevante para determinar la existencia de la mora y la imputabilidad del
incumplimiento.

FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO.

Concepto. Por "fuentes" del derecho, y en particular del derecho administrativo, deben entenderse los diversos orígenes
posibles de las normas y principios que interesan al derecho administrativo, tengan o no eficacia normativa expresamente
establecida.
Clasificación. La clasificación que tiene más aceptación, por su sencillez y claridad, es la que divide las fuentes en directas e
indirectas, inmediatas y mediatas. Las mediatas también pueden llamarse "subsidiarias".

Son fuentes directas las basadas en normas jurídicas positivas; verbigracia: Constitución, leyes (formales y materiales,
incluidos los "reglamentos" administrativos), los tratados, la analogía y, además, los principios generales del derecho, pues
gran parte de estos últimos surgen del ordenamiento jurídico general del Estado. También corresponde incluir a la
"jurisprudencia”.

Son fuentes indirectas las que no se basan en normas o textos positivos; por ejemplo, la doctrina, que actúa como elemento
primordial en la elaboración de la jurisprudencia e incluso de la ley.

Entre las fuentes directas algunas son "inmediatas": Constitución, leyes (formales y materiales), tratados; otras son
"mediatas" o "subsidiarias": analogía, principios generales del derecho y jurisprudencia, pues sólo ha de recurrirse a ellas
cuando falte el texto legal expreso.

Jerarquía de fuentes. Hablar de jerarquía de las fuentes implica establecer el orden de aplicabilidad de las normas jurídicas al
caso concreto y el criterio para solucionar las contradictorias prescripciones que se encuentren en normas de distinto rango.

Sobre la base de la clasificación, la jerarquía u orden de prelación entre las fuentes del derecho administrativo sería el
siguiente: el primer lugar le corresponde a las fuentes directas e inmediatas; el segundo a las fuentes directas y mediatas o
subsidiarias; el tercer lugar a las fuentes indirectas.

El orden jerárquico de las fuentes del derecho administrativo es el siguiente:

Constitución Nacional. La fuente primaria, no sólo del derecho administrativo, sino de todas las ramas del derecho, es la
Constitución. Esta constituye el punto de partida de todo el ordenamiento jurídico, en ella se encuentra la forma de gobierno,
forma de estado, derechos y garantías de los ciudadanos y por último las facultades de los tres poderes (régimen exorbitante).
Con razón la norma constitucional es denominada "superley": ley de las leyes. Toda norma jurídica debe concordar, en forma
inmediata o mediata, con la Constitución.

En la escala jerárquica de las "fuentes", la Constitución ocupa la grada o plano más elevado, lo cual vale tanto para el derecho
administrativo, en particular, como para las otras ramas del derecho. Esta jerarquía preeminente surge de los propios textos
constitucionales, cuyo artículo 31 la consagra “Esta Constitución (…) ley suprema de la Nación”. Asimismo, el mismo principio
también está expuesto en el art 27, el cual dispone que los tratados que celebre el gobierno federal deben estar en
conformidad con los principios de dcho público establecidos en esta CN. Y el art 28 establece que las leyes reglamentarias no
pueden alterar los principios, garantías y derechos reconocidos por la Ley Fundamental.

Toda la actividad jurídica de la Administración Pública encuentra sus limitaciones en la Constitución. Asimismo, se considera al
derecho administrativo como derecho constitucional “concretizado”, es decir, el primero hace posible o efectiviza al segundo.

Tratados internacionales. En cuanto a las leyes y a los tratados, antes de la reforma constitucional de 1994, se entendía que
los mismos estaban en un plano de igualdad, no estaban subordinados entre sí. Tal fue lo que sucedió en el fallo Martin, en el
cual la CSJN no atribuye prelación o superioridad a los tratados con las potencias extranjeras respecto de las leyes
válidamente dictadas por el congreso. Y no existe fundamento normativo para acordar prioridad a rango ninguno. Y en caso
de conflicto entre ambos, se utilizaba el principio de “ley posterior deroga ley anterior”.

Pero sin embargo, en el fallo Ekmekdjian vs Sofovich en 1992, la CSJN invocando el art 27 de la Convención de Viena (en
vigencia), que expresa que los E no pueden invocar las disposiciones de su derecho interno para justificar el incumplimiento
de un tratado. Ello impone al E la obligación de asignar primacía al tratado ante un eventual conflicto con cualquier norma del
dcho interno que resulte contraria. Este criterio fue reiterado por la Corte en 1993 con el fallo Fibraca.

A partir de la reforma de 1994, la CN establece expresamente que los tratados internacionales disfrutan de una jerarquía
superior a la correspondiente para las leyes nacionales (art 75.22) igualmente dichos tratados no deben contrariar los
principios emanados de la constitución nacional. Pero la jerarquía entre los tratados va a variar según qué tratado sea. Existen
5 tipos de tratados, cada uno sujeto a un régimen constitucional diferente:

1. Los tratados previstos en el 1er párrafo del art 75.22, que son aquellos que no versan sobre DDHH ni son documentos
de integración, y son aprobados por la mayoría de los miembros presentes. Tienen jerarquía superior a las leyes y su
aprobación por Congreso no requiere mayorías distintas que para la sanción de una ley.
2. Los tratados y declaraciones que menciona expresamente el 2do párrafo del art 75.22 y que tratan sobre DDHH.
Tienen jerarquía constitucional limitada y disfrutan un rango superior no solo a las leyes, sino a los demás tratados.

3. Los tratados incluidos en el 3er párrafo del art 75.22, son aquellos que sean aprobados en el futuro por el Congreso y
que regulen DDHH. Si estos son aprobados por el Congreso por el voto de 2/3 partes de la totalidad de miembros de
cada cámara, tendrán jerarquía constitucional. Pero si son aprobados por mayoría absoluta de miembros presentes,
carecerán de jerarquía constitucional y estarían en un plano de igualdad con los demás tratados.

4. Los tratados previstos en el art 75.24, son los convenios de integración que se celebren con E latinoamericanos.
Tienen jerarquía superior a las leyes.

5. Los tratados previstos en el art 75.24, conformado por los convenios de integración que se celebren con E que no
merezcan la calificación de latinoamericanos.

Leyes. Después de los tratados (por el art. 75 inc 22) ley es la fuente cualitativamente más importante del derecho
administrativo. Por "ley" ha de entenderse la norma jurídica que emite el órgano legislativo, siguiendo para ello el
procedimiento que al efecto establece la Constitución.

Trátase de la ley "formal", que se diferencia u opone a la ley "material" o substancial, o sea ésta el acto jurídico que establece
una regla de derecho. En cambio, la ley "formal" puede o no contener o establecer una regla de derecho. Pero cuando nuestra
Constitución habla de "ley", por principio entiende referirse a dicho acto en sentido formal, o sea al sancionado conforme al
procedimiento establecido en la misma.

El proceso de formación de la ley, propiamente dicha (ley formal), hasta adquirir ésta carácter imperativo, comprende
diversas etapas: la sanción, que es acto típicamente legislativo; la promulgación, que es acto propio del Ejecutivo , debiendo
considerársele como acto administrativo de colegislación, y la publicación, que es también acto que se realiza y cumple en el
ámbito administrativo.

Las leyes formales tienen un "contenido" específico: la materia reservada por la Constitución a la competencia del
Parlamento. Es lo que se llama "reserva de la ley" (tributos, penal).

Características. Desde antiguo se le atribuyó, como rasgo esencial, el de regla "general" y "abstracta", entendiendo por
"general" la norma emitida no "in concreto", en relación a un caso particular o actual, sino "in abstracto", para alcanzar todos
los casos de la misma naturaleza que puedan presentarse en lo futuro. No se trata de una decisión tomada en relación a uno o
más individuos determinados, sino que está concebida sin referencia a personas y destinada a aplicarse a todos los individuos
que se encuentren.

Otro rasgo característico de la ley es su "obligatoriedad", que comprende dos aspectos: 1) obligación de todos los habitantes
de cumplir el mandato imperativo de ella, o sea, darle cumplimiento; 2) respetar el derecho que a favor de terceros ha
establecido un texto legal. De manera que la ley es obligatoria, sea que cree situaciones jurídicas generales o individuales.

En cuanto a la ley en el tiempo, el principio general consiste en que las leyes rigen "ex nunc", para el futuro y, además, sin
término, vale decir, por tiempo indefinido. Excepcionalmente, las leyes pueden tener un lapso dado de duración. Con el
mismo carácter "excepcional", la ley puede regir para el pasado, es decir, puede tener efecto retroactivo, "ex tunc"; pero la
intención del legislador de dar efecto retroactivo a una ley debe resultar de una declaración expresa o bien de otra forma
inequívoca: la regla es la irretroactividad, principio que también rige para el derecho administrativo.

Para terminar con lo atinente a la ley, corresponde hacer referencia a la pérdida de vigencia de las leyes administrativas.
¿Cómo se produce esa pérdida de vigencia? Ante todo, la derogación de una ley puede ser expresa o tácita; lo primero,
cuando la nueva ley dice expresamente que deroga a la anterior; lo segundo, cuando la nueva ley contiene disposiciones que
no pueden conciliarse con las de la ley anterior, caso en que la antigua ley queda vigente en todo lo que no resulte
incompatible con las disposiciones de la ley nueva.

La derogación de las leyes, sean administrativas o no, salvo texto expreso en contrario, se produce en forma instantánea, al
entrar en vigencia la ley derogatoria o abrogante. Además, la derogación es definitiva; la única forma de que el contenido de
una ley derogada recobre imperio, es volver a sancionar una ley de contenido igual.

Principios generales de las leyes:


 Ley general posterior deroga ley general anterior.
 Ley especial deroga ley general.
La ley especial siempre prevalece

Principios generales del derecho. Uno de los principios sustanciales para el derecho administrativo es el principio de
razonabilidad. Es un requisito de proporcionalidad entre los medios utilizados y el fin que persigue la administración.

La costumbre. La costumbre consiste en un conducta generalizada, constante y uniforme que adoptan los miembro de una
sociedad con el convencimiento de que ella responder a una necesidad u obligación que es jurídicamente exigible. Son
generalizadas cuando su práctica es realizada por el conjunto de los individuos, no debe tratarse de comportamientos
reservados a determinados grupos. Tales conductas son constantes cuando se reiteran ininterrumpidamente en el tiempo con
igual contenido, efectos y motivaciones. Asimismo debe responder al imperativo de satisfacer una necesidad que se traduzca
en la imposición de la conducta con el carácter de una obligación jurídica.

Se dividen en: secundum legem (procura aclarar o complementar una disposición constitucional, sin apartarse del significado),
praeter legem (subsana el silencio o la omisión de la constitución, al crear nuevas normas o proyectar las existentes) y contra
legem (aquella que modifica o deroga una disposición constitucional, la cual resulta inaceptable en un sistema constitucional
rígido).

Precedentes administrativos. Se generan por la repetición de decisiones previas de la administración en situaciones sino
idénticas, al menos sustancialmente análogas a aquellas en las que se lo invoca.

Para que tenga relevancia desde el punto de vista jurídico deberá tener cierta fuerza vinculante de modo tal de considerar que
condiciona la actuación de la administración exigiéndole un contenido similar para casos similares.

Para justificar su obligatoriedad se utilizan varios fundamentos: el primero es la garantía de igualdad, ya que conforme a ella la
Administracion le debe a cada individuo un trato igual en circunstancias iguales (art 16 CN).

Otro argumento es la seguridad jurídica, porque en un estado de derecho, a todo órgano estatal le compete actuar de modo
de afianzar el ordenamiento jurídico y que las actuaciones previas de la administración crean una apariencia jurídica que
hacen hacer en los particulares una legitima confianza en que la adecuación de su conducta a lo ya decidido en supuestos
similares es correcta desde el punto de vista de la juricidad.

Por último el precedente administrativo debe ser observado por la administración como consecuencia del principio de
legalidad, siempre y cuando no sea ilegitima y de una apariencia de legalidad.

Igualmente se deben concurrir determinados requisitos para que adquiera fuerza obligatoria para la administración:

Jurisprudencia. Está representada por las decisiones uniformes y constantes emanadas de los tribunales y, en particular, de la
CSJN, sobre materia de naturaleza constitucional. Los principios asentados en un pronunciamiento judicial aislado no son
suficientes para constituir jurisprudencia hasta tanto no sean receptados de manera uniforme por los tribunales para resolver
casos análogos, cercanos o similares. Mediante la jurisprudencia no se crean normas constitucionales, sino que son precisados
los alcances y significados atribuidos a las cláusulas contenidas en el texto constitucional.

REGLAMENTOS.

Desde el punto de vista cuantitativo los reglamentos son la fuente más importante del derecho administrativo. (Desde el
punto de vista cualitativo será la CN).

Es un acto de alcance general normativo que emite la Administración Pública por una capacidad que la propia CN le reconoce
a dicho poder. Sin perjuicio de que los demás poderes (PL y PJ) también emiten reglamentos materialmente administrativos
para su regulación interna.

General y normativo. Es un acto general porque está dirigido a un universo indeterminado de personas.

Es normativo a diferencia de los actos no normativos, que estos últimos tienen la característica de tener efecto consuntivo, lo
cual significa que con su sola aplicación se agota, se consume y desaparece; es decir, no tiene carácter ordinamental. En
cambio el acto normativo no tiene efecto consuntivo y por lo tanto es susceptible de muchas aplicaciones en el tiempo,
ingresando como fuente del derecho.

Principio. El principio general que rige para facultades reglamentarias del PEN es el de inderogabilidad singular del
reglamento. El cual significa que no puede exceptuarse para casos particulares la aplicación de reglamentos, es decir, no se
puede exceptuar una norma (no aplicarla o modificarla) para aplicarlo a un caso en particular.

Este principio prevalece aun frente a la propia autoridad que creó el reglamento, aunque sea la máxima autoridad
(Presidente). Es decir, la Administracion se autolimita al ingresar el reglamento emitido en el sistema jurídico.

El mismo existe porque están en juego normas y principios de raigambre constitucional como lo son el principio de igualdad
(art 16), el art 31 de la CN y el principio de legalidad. Es decir, están en juego las jerarquía de las normas y es la que prevalece.

Tipos de reglamentos.

Reglamentos autónomos. Normas de alcance general normativo que emite el PEN y regula cuestiones que hace a la función y
organización interna de la administración. Es decir, tienen una incidencia endógena, no regula conductas de los particulares.

No tiene un reconocimiento expreso en la constitución, sino que se infiere del art 99 inc 1 que dispone que: Es el jefe supremo
de la Nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del país.

Sin embargo la existencia o no de esta facultad ha sido objeto de controversias en la doctrina.

Quienes sostienen que si existe dicha facultad lo fundamentan en el hecho de que, como hay una zona de reserva de la ley,
también como contraposición existe una zona de reserva administrativa.

Entre una de las posturas más extremas se encuentra Cassange y Marienhoff, que sostienen que, así como existe una zona de
reserva de la ley que no puede ser invadida por el poder administrador, también hay una zona de reserva de la Administración
en la cual el Poder Legislativo carece de imperio. Esta teoría, argumenta, es consecuencia del principio de separación de los
poderes, por cuya causa limita el concepto de reglamento autónomo al dictado en el ámbito de la zona de reserva de la
Administración.

Por lo tanto si el órgano legislativo intentara regular estos temas que hacen a la organización y funcionamiento del poder
ejecutivo, serian inconstitucionales; no puede avanzar el órgano legislativo porque si lo hace quebranta el principio de
separación de poderes.

Por otro lado están, los que lo niegan terminantemente. Entre ellos Fiorini y Gordillo, que dicen que no hay una potestad
reglamentaria reconocida al PEN en la CN, es rebuscado encontrar una zona de reserva de la admi. en el texto constitucional
por lo tanto, la rechazan.

Sostienen que se trata de una facultad delega al poder legislativo, y que es una materia que debe ser regulada por leyes, esto
lo fundamentan en el art 75 inc 32 que dispone: Corresponde al Congreso: hacer todas las leyes y reglamentos que sean
convenientes para poner en ejercicio los poderes antecedentes, y todos los otros concedidos por la presente Constitución al
Gobierno de la Nación Argentina.

Sin embargo, existen posturas más bien intermedias, entre ellos Linares, el cual opina que si existen estos reglamentos
autónomos, en tanto estén referidos exclusivamente a la organización y funcionamiento interno de la administración, pero
que si el Congreso legislara sobre dichas instituciones, caería el reglamento autónomo, porque la ley tendrá prevalencia por
sobre el reglamento.

De todas maneras los reglamentos autónomos se dictan y dicha zona de reserva está reconocida por la CSJN, quienes opinan
que si se aplica el art 75.inc 32 de modo literal, el PL tendría facultades extraordinarias por sobre los demás poderes,
quebrantándose el principio de separación de los mismos.

Límites. Los reglamentos autónomos tiene una limitación endógena, es decir no puede afectar derechos y libertades de las
personas, es decir, no puede regular conductas. Se tienen que atener al funcionamiento interno del PEN.
Reglamentos ejecutivos. Son los que dicta el Poder Ejecutivo (art. 99, inc. 2º Const. Nac.) en ejercicio de facultades normativas
propias, para asegurar o facilitar la aplicación o ejecución de las leyes, llevando o regulando detalles necesarios para un mejor
cumplimiento de las leyes y de las finalidades que se propuso el legislador.

Es una facultad con raigambre constitucional, la cual emana del art 99 inc 2, el cual dispone que: “  Expide las instrucciones y
reglamentos que sean necesarios para la ejecución de las leyes de la Nación, cuidando de no alterar su espíritu con
excepciones reglamentarias”.

Solo pueden reglamentarse aquellas leyes cuya aplicación corresponde al poder ejecutivo. Las normas de derecho común
(nacionales) son aplicadas directamente por los particulares ante los jueces nacionales, por lo tanto, en principio el PEN carece
de competencia para reglamentarlas, porque existe la excepción de los aspectos donde su aplicación le ha sido encomendada
por la propia ley.

Las leyes no deben obligatoriamente reglamentarse, ya que hay leyes operativas y con el simple hecho de entrar en vigencia
ya pueden los particulares hacer uso de la misma. Por lo tanto deben carecer de operatividad para que sean reglamentadas
por el PEN. Esto surge del art 99 inc 2, ya que dispone que solo se pueden expedir reglamentos NECESARIOS.

La autoridad competente para reglamentar las leyes de acuerdo a la CN es el Presidente de la República, pero ello no
impediría admitir facultades en los restantes órganos y entes de la administración, esto surge del fallo Czernieckie. Para
determinar qué órgano distinto del Presidente reglamente una ley, es necesario que o bien la propia ley designe la autoridad
de aplicación que reglamentará o que el Presidente delegue esta facultad a uno de sus órganos inferiores.

Asimismo no es necesario que el PL faculte al PEN para que emita reglamentos, porque la facultad surge de la propia CN.

Una vez emitido y publicado el reglamento es tan obligatorio para los habitantes como si sus disposiciones se encontraran
incertas en la propia ley. En tal sentido la CSJN ha dicho que estos integran la ley reglamentada, completando el régimen
creado por ella y su violación o falsa interpretación afecta al régimen legal establecido por esa ley.

Límites. En principio hay una absoluta subordinación del reglamento a la ley. En su propia regulación encuentra su límite: no
debe alterar el espíritu de la ley reglamentada.

Es decir, no se debe alterar la finalidad de la ley, sus sustancia o esencia (lo cual es muy complejo de definir). Y cuando va más
allá de la finalidad y la altera se denomina exceso reglamentario, el cual es un vicio constitucional de adolecen estos
reglamento cuando trastocan la finalidad de la ley.

También existen otros límites. No es solo la sustancia de la norma reglamentaria la que debe respetar el PEN, sino también lo
dispuesto en toda otra norma de rango superior dentro del ordenamiento jurídico.

Tampoco pueden en alguna medida, avanzar sobre los derechos de los particulares incidiendo negativamente sobre ellos.

Decretos Delegados.

Antecedente. Antes de la reforma de 1994 se había admitido jurisprudencialmente la posibilidad de que el Congreso delegara
en el Poder Ejecutivo, el dictado de los denominados reglamentos delegados.

La aceptación de esta clase de reglamentos se hallaba muy controvertida en la doctrina constitucional. Sobre la base de que su
dictado alteraba la competencia de los poderes que instituye la Constitución, se cuestionaba la validez, por cuanto el Congreso
no podría delegar sus atribuciones al Poder Ejecutivo: no podía haber dejación de un poder en el otro.

Ante esto, no solo se veían razones que tornaba necesario la delegación legislativa por falta de tiempo del Congreso, aspectos
imprevisibles de algunas materias, exigencia de flexibilidad de ciertas normas, etc. Es la realidad misma la que mostraba y
muestra que la legislación delegada es una necesidad y que no altera la división de poderes por cuanto el legislador siempre
delega dentro de ciertos límites y puede resumir en todo momento su potestad de legislar.

En el mismo sentido, la CSJN, sostuvo que no existe propiamente delegación sino cuando una autoridad investida de un poder
determinado hace pasar el ejercicio de ese poder a otra autoridad descargándolo sobre ella.

Concepto. Surge con la reforma constitucional de 1994. Es una norma de alcance general que dicta el Presidente, sobre la base
de una autorización del Poder Legislativo, regulando materias que en principio, serían competencia del Congreso, es decir,
ejerciendo función legislativa. Como la facultad para dictarlos no emana de una potestad reglamentaria propia sino de una
previa habilitación legal, se trata de una actividad de carácter excepcional de la Administración, sujeta a la preexistencia de
una ley delegante.

Regulación actual. Se encuentra regulada en el art. 76 de la CN.

Principio general. Esta fórmula constitucional configura un principio general que es una prohibición genérica de naturaleza
relativa, pues, la prohibición no es absoluta, y este es el principio general ya que hay que tener una interpretación restrictiva.
El primer párrafo de esta norma establece que “ el presidente no puede emitir legislación delegada”, es una continuación del
art. 29 CN que establecía que “ El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los
gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías…”

Lo que hace la reforma es limitarlo para evitar el abuso de las delegaciones generalizadas, sin límites ni plazos para su
ejercicio, producto de la comodidad de los legisladores que generaba la necesidad de acotar el margen de la legislación con el
objeto de atenuar el poder presidencial y reafirmar la separación de poderes, sin afectar la eficacia en el funcionamiento del
gobierno federal.

Excepciones. “Salvo en materias determinadas de administración o de emergencia pública”. En cuanto a las materias
administrativas el Congreso deberá especificar las razones de conveniencia o necesidad que determinan la medida.

La interpretación es difícil ya que es el PEN el que cumple con la función administrativa. Hay autores que hacen una
interpretación amplia y sostienen que se refiere a todas las materias que no se traten sobre cuestiones penales o impositivas
(reservadas al PL) y otros como Marienhoff que hacen una interpretación más restrictiva y aceptada que sostiene que se
refiere a la porción de la función administrativa que le fue otorgada por la CN al Congreso.

Estas materias se encuentran reguladas en la ley 25148 que es una ley de prórroga de emergencia, que tuvo como intento
delimitar el concepto de “materia administrativa” enumerando las materias de administración, pero se trata de una cláusula
residual no taxativa porque al final establece “ y todas las demás materias de administración que se consideren “,

En cuanto a las materias de emergencia pública se trata de un acontecimiento extraordinario que requiere remedios
extraordinarios, lo declara el congreso de la nación y para que sea válido tiene que estar limitado en el tiempo por un plazo
temporal o por una condición. La CN no dice en qué casos, es una cuestión de interpretación.

El Congreso también debe detallar los elementos que permitan verificar su existencia.

La determinación de la emergencia pública por el Congreso es un acto político en principio no susceptible de revisión judicial.
No son los jueces, sino los legisladores, quienes están habilitados para verificar si existe, o no, la emergencia pública.

Por ende, la ley que disponga la delegación solamente podría ser cuestionada judicialmente si no se ha dado cumplimiento al
procedimiento establecido por la CN. Si la delegación supera los límites fijados a ella por la norma fundamental, y si los
fundamentos para afirmar la emergencia son manifiestamente inexistentes o erróneos.

En conclusión, la reforma limita (limite negativo) su ejercicio en la medida de que el reglamento recaiga sobre materias
determinadas y en el caso de emergencia, la delegación de facultades legislativas debe estar determinada con apoyo en
razones fundadas, así como incluir las bases y el plazo para su ejercicio. Todo esto hace al carácter restrictivo y de excepción
que tiene la delegación legislativa en cuanto a las materias que puede referirse.

¿Qué se puede delegar en las situaciones de emergencia? Hay dos teorías:

1.Que se puede delegar lo mismo que en el DNU.

2.Inconsecuencia del constituyente no se presume si no dijo nada, no se presume que los quiso poner. O sea, se delegaría
TODO. Pero se considera que no se debería delegar en materia penal y tributaria.

En el marco de la emergencia pública, se puede delegar en materia tributaria: la CSJN paso por distintos estadios. Por
momentos prohibió absolutamente la delegación en esta materia y después fue cambiando. En el fallo “Camaronera
Patagónica” se definió la cuestión y se estableció que si se puede delegar mientras no sean los aspectos principales de la
obligación tributaria. Si se puede en las cuestiones accidentales.
En materia penal: se estableció en Mouviel la prohibición de la delegación.

Límites materiales. Hace referencia a la materia susceptible de ser delegada por el Congreso que son las de administración y
emergencia pública. En ambos supuestos los límites son negativos en el sentido de que fuera de dichas materias, la delegación
legislativa se encuentra constitucionalmente prohibida. Esto hace al carácter restrictivo y de excepción que hacen a la
delegación legislativa en cuanto a las materias que puede referirse la delegación.

Sin embargo no hay otro límite material expreso que surja de la CN.

Condición de validez. El art.76 establece dos límites legales que hacen a la validez de la delegación.

El plazo fijado por el Congreso para su ejercicio, esto hace referencia a que una vez que vence el plazo la facultad cae de pleno
derecho. Este puede extenderse pero tiene que haber una nueva ley.

Y con bases de delegación que el Congreso establezca. Esta hace referencia que el Congreso debe darle al Poder Ejecutivo
estándares intelegibles o parámetros de cómo tiene que ejercer la facultad delegada. Tiene fundamento en la seguridad
jurídica y la división de poderes. Constitucionalidad.

La Constitución estatuye también un requisito de procedimiento, que implica adicionar otro límite para determinar la
procedencia y validez constitucional de la delegación legislativa. Lo establece el artículo 100, inciso 12 añade un cuarto
requisito, a saber, 4) que los decretos así dictados sean refrendados por el jefe de gabinete de ministros y sometidos al control
de la Comisión Bicameral Permanente del Congreso de la Nación.

La ley 26122 de Régimen Legal de la de Delegación Legislativa. Esta ley regula lo relacionado con la Comisión Bicameral
permanente y en relación con los reglamentos delegados la ley preceptúa que las bases a las que debe sujetarse el poder
delegado no pueden ser objeto de reglamentación por parte del Poder Ejecutivo, y fija en diez días, luego de dictado el
reglamento, el plazo dentro del cual el Poder Ejecutivo debe someterlo a consideración de la comisión.

En su art. 13 dispone que la comisión tiene que expedirse acerca de la validez o invalidez del decreto, debiendo pronunciarse
expresamente sobre la procedencia formal y la adecuación del decreto a la materia, a las bases de la delegación y al plazo
fijado para su ejercicio. Luego deberá elevar el dictamen al plenario de cada cámara para su expreso tratamiento. También se
estipula que, para emitir su dictamen, la comisión puede consultar a las comisiones permanentes competentes en función de
la materia (art. 13).

Fallo Colegio Público de abogados. La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la sentencia Cámara que había
declarado la inconstitucionalidad de los artículos 3º y 5º del decreto 1204/01, según los cuales los abogados del Estado
Nacional estaban eximidos del pago de cualquier tasa o gravamen establecido por leyes nacionales, provinciales o de la Ciudad
de Buenos Aires, y que sólo necesitaban estar inscriptos en el Registro de Abogados del Estado, sin que, por lo tanto, se
requiriera otra matriculación profesional.

La causa fue iniciada como consecuencia de la demanda interpuesta por el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal,
que veía afectada la percepción del “derecho fijo” y la potestad de controlar la matrícula de los abogados que litigan en esta
Ciudad, tal como había sido establecido en el año 1985 por la ley 23.187. En la Audiencia Pública, el Colegio Público de
Abogados insistió en que la emergencia económica ha terminado y que la delegación legislativa tiene limitaciones.

La CSJN sostuvo que: 1°) la delegación sin bases está prohibida y 2°) cuando las bases estén formuladas en un lenguaje
demasiado genérico e indeterminado, la actividad delegada será convalidada por los tribunales si el interesado supera la carga
de demostrar que la disposición dictada por el Presidente es una concreción de la específica política legislativa que tuvo en
miras el Congreso al aprobar la cláusula delegatoria de que se trate.

Esta conclusión resulta insoslayable apenas se advierte que la delegación sin bases está prohibida precisamente porque
bloquea la posibilidad de controlar la conexión entre la delegación del Congreso y la actividad desplegada por la autoridad
administrativa.

Así, por ser amplia e imprecisa, la delegación no confiere atribuciones más extensas, sino, al revés, a mayor imprecisión,
menor alcance tendrá la competencia legislativa que podrá el Ejecutivo ejercer válidamente.

En otros términos quien invoque tales disposiciones en su favor deberá al mismo tiempo justificar su validez, o sea, demostrar
que se hallan dentro de alguno de los supuestos excepcionales en que el Ejecutivo está constitucionalmente habilitado (se
invierte la carga de la prueba, se presume inconstitucional). En materia de delegaciones legislativas, dicha carga se habrá
cumplido si los decretos, además de llenar los diversos requisitos constitucionales ya referidos, son consistentes con las bases
fijadas por el Congreso.

De tales premisas, la Corte deduce que cuanto más amplia e imprecisa sea la delegación, menor será el alcance de las
atribuciones que podrá ejercer el Poder Ejecutivo. Y a la inversa, cuanto más claras sean las directivas de la ley delegatoria,
mayores probabilidades de éxito tendrá quien defienda la validez de las normas dictadas en su cumplimiento porque con
mayor facilidad podrá demostrar su adecuación a la ley.

A fin de demostrar que el Presidente se mantuvo dentro de las bases de la delegación, la parte demandada se limitó a
argumentar que el decreto 1204/01 permitiría una reducción del gasto público y que, de esta manera, se cumplía con el fin
Cfijado por el artículo 1, inciso "f" de la ley 25.414C de aumentar la eficiencia de la administración. Pero, puesto que es difícil
concebir una ley que no incida, directa o indirectamente, en la cuantía del gasto público, aceptar el argumento precedente
implicaría admitir que en el citado artículo 1.f., el Congreso habilitó al Presidente para derogar cualquier norma legal con
miras a lograr una reducción del gasto. Una interpretación como ésta introduce tal indeterminación en la ley 25.414, que deja
a la delegación legislativa prácticamente sin bases en función de las cuales discernir qué tipo de ley puede ser derogada por el
Presidente

El decreto 1204/2001, destacó la Corte, excede los términos de esta delegación, porque no afecta ni regula de manera
específica a la administración o sus entes descentralizados, sino que lo hace respecto de quienes ejercen la abogacía. En este
sentido, dijo que no es relevante que la administración pueda verse “indirectamente” beneficiada al no tener que afrontar los
gravámenes que deben pagar sus abogados y no se advierte, ni se ha alegado, qué beneficio sobre algún organismo público se
derivaría de la exención de la matriculación en el Colegio Público de Abogados.

Se desechó también el argumento del Estado Nacional, según el cual mediante el decreto aludido se ejercían atribuciones que
eran de competencia exclusiva del Presidente de la Nación. Se dijo en la sentencia que desde la presidencia de Urquiza hasta
la ley 23.187, existieron al menos siete leyes que regularon esta materia.

Reglamentos de necesidad y urgencia.

Concepto. Es una norma de alcance general y normativa, que es materialmente materia legislativa. Los dicta el Poder Ejecutivo
(unilateralmente el presidente) sin autorización previa del Poder Legislativo.

No estaban regulados en el texto constitucional antes de la reforma de 1994. Sin embargo el empleo de estos decretos era un
dato de la realidad en la praxis constitucional argentina.

Existían en la doctrina opiniones divididas acerca de la legitimidad constitucional de esta clase de reglamentos.

Quienes admitían su legitimidad argumentaban que se encontraba implícita en el viejo art 86 inc 1, donde el Presidente es el
Jefe de Estado y tiene a su cargo la administración pública, y esto comprendía que se encontraba facultado inherentemente
para atender la gestión directa e inmediata de situaciones de necesidad y urgencia, donde el interés público este
comprometido por un grave riesgo social.

Sin embargo, no significaba que estos reglamentos de necesidad y urgencia debían admitirse sin limites. Es por esto que la
doctrina considero que era necesario que se regulen en el plexo constitucional para establecerles los limites claro, ya que si no
el único que limite que tenían era el principio de razonabilidad.

Es por esto que en 1994 se los incorporo al texto constitucional expresamente para definirle los límites de su utilización,
también sustentando tal decisión en la necesidad de introducir parámetros de interpretación restrictiva y que se adecuen a las
normas, valores y principios del sistema constitucional argentino y así evitar arbitrariedades del PEN y se pueda ejercer un
control por parte de los demás poderes del Estado.

Regulación actual. Se hallan actualmente regulados en el art. 99 inc. 3º, tercer párrafo, de la Constitución Nacional. En el texto
del citado artículo podemos distinguir la consideración de seis aspectos: el principio general en la cuestión, el presupuesto
habilitante (excepción), el procedimiento de elaboración (limites formales), los límites materiales, el control parlamentario y el
control judicial.
Principio general. Sobre el primer punto, rige, en principio, la prohibición al Presidente para emitir disposiciones de carácter
legislativo. Los decretos de necesidad y urgencia están, entonces, prohibidos como principio. Art. 99 inc 3 “El Poder Ejecutivo
no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo”.

El fundamento de la prohibición se basa en el principio republicano de gobierno (división de poderes) el art. 29 de la CN (El
Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades
extraordinarias). Y en este caso se agrava más aun porque el PEN se arroga dicha facultad y no es habilitada por el Congreso.

Excepción. En cuanto al presupuesto habilitante de su dictado, sólo cuando circunstancias excepcionales hagan imposible
seguir los trámites ordinarios previstos por la Constitución para la sanción de las leyes, el Poder Ejecutivo podrá dictar
decretos de necesidad y urgencia.

La CSJN en el fallo “Consumidores Argentinos”, delimita el presupuesto habilitante del dictado de los decretos de necesidad y
urgencia, para dar mayor seguridad jurídica y control de la actuación del PEN. Entonces dispuso que:

Para que el Presidente de la Nación pueda ejercer legítimamente las excepcionales facultades legislativas que, en principio, le
son ajenas, es necesaria la concurrencia de alguna de estas dos circunstancias:

1) que sea imposible dictar la ley mediante el trámite ordinario previsto por la Constitución, vale decir, que las cámaras del
Congreso no puedan reunirse por circunstancias de fuerza mayor que lo impidan, como ocurriría en el caso de acciones bélicas
o desastres naturales que impidiesen su reunión o el traslado de los legisladores a la Capital Federal; o

2) que la situación que requiere solución legislativa sea de una urgencia tal que deba ser solucionada inmediatamente, en un
plazo incompatible con el que demanda el trámite normal de las leyes.

Límite material. El art.99 inc 3 establece límites materiales, vedando su empleo en materia penal -que debe considerarse
comprensiva de la represivo contravencional y, en general, de las facultades restrictivas de la libertad física, tributaria,
electoral y relativa al régimen de los partidos políticos.

Límites formales. El art. 99 inc 3 dispone que estos decretos de necesidad y urgencia serán decididos en acuerdo general de
ministros que deberán refrendarlos, conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros. Es decir, dichos reglamentos
deberán ser formulados en una instancia de deliberación y discusión.

Mecanismo de control. La Constitución impone siempre el control del Congreso al prever la obligación del Jefe de Gabinete de
someter la medida a consideración de la Comisión Bicameral Permanente, personalmente y dentro de los diez días. El
incumplimiento de esta obligación por el Jefe de Gabinete compromete, por supuesto, su propia responsabilidad ante el
Presidente y el Congreso; pero además, incide sobre la validez del decreto el que adolecerá, en el caso, de nulidad absoluta.

La Constitución también consigna que la Comisión Bicameral debe elevar su despacho dentro de los diez días al plenario de
cada Cámara, para el expreso tratamiento e inmediata consideración por éstas, difiriendo a una ley especial, sancionada con
el voto de la mayoría absoluta de los miembros de cada Cámara, la regulación del trámite y los alcances de la intervención del
Congreso

La ley que regula la intervención de la Comisión Bicameral Permanente y el Congreso en el caso de los decretos de necesidad y
urgencia es la ley 26.122.

La ley dispone que dicha Comision tiene competencia para pronunciarse respecto los decretos de necesidad y urgencia,
delegación de leyes y promulgación parcial de leyes.

Dispone que está integreda por 8 diputados y 8 senadores designados por el presidente de sus respectivas cámaras a
propuesta de los bloques parlamentarios, respetando la proporción de la representaciones políticas, los que duran en el
ejercicio de sus funciones hasta la siguiente renovación de la cámara a la que pertenecen, pudiendo ser reelectos.

En relación a los decretos de necesidad y urgencia, la comisión debe expedirse respecto de la validez o invalidez del decreto,
debieno pronunciarse expresamente sobre su adecuación a los requisitos formales y sustanciales establecidos
constitucionalmente para su dictado. Quederian afuera del examen las razones de oportunidad, merito o conveniencia tenidas
en cuenta por el PEN para el dictado del reglamento.
Una vez elevado el dictamen por parte de la Comision, debe ser evaluado por el plenario de ambas Cámaras, el cual queda
aprobado con la simple aprobación de una de ellas. Asi lo dispone el art. 24 de la ley: El rechazo por ambas Cámaras del
Congreso del decreto de que se trate implica su derogación de acuerdo a lo que establece el artículo 2º del Código Civil,
quedando a salvo los derechos adquiridos durante su vigencia.

Control judicial. Finalmente, el control judicial debe ejercerse en plenitud, tanto respecto de la la efectiva existencia fáctica de
la situación de "necesidad y urgencia" invocada por el Poder Ejecutivo, como del trámite de su dictado y, por supuesto, de la
razonabilidad de las normas adoptadas para regularla.

ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA.

El Estado es una persona jurídica pública, así lo dispone el CCCN y la CN.

Se entiende que son personas jurídicas públicas aquellas que persiguen un fin público, o, más precisamente, un fin de interés
público; y que son personas jurídicas privadas que sólo tienen en mira la consecución de un mero interés privado o particular.

A su vez hay que distinguir a las personas jurídicas públicas estatales y las personas jurídicas públicas no estatales. No hay un
solo criterio para diferenciarlas. Dentro de esa tónica, se ha sostenido que las personas jurídicas públicas no estatales
presentan los siguientes caracteres: a) por lo común, su creación resulta de la ley; b) persiguen fines de interés público, que no
son fines específicos del Estado; c) pueden gozar de ciertas prerrogativas de poder público; d) el Estado ejerce sobre ellas y su
actividad un control intenso; e) su capital y sus recursos provienen, principalmente y por lo general, de las personas que están
afiliadas o incorporadas a ellas; f) las personas que se desempeñan en esas entidades no son agentes públicos; g) sus
decisiones y resoluciones no son actos administrativos.

Las personas jurídicas públicas estatales están dentro del organigrama de la administración pública y son todos aquellos entes
creados por el estado y pertenecen a la administración pública de forma descentralizada.

Surgió en distintos fallos el problema de si las personas jurídicas no estatales ejercen función administrativa. Tal es el caso de
“Farmacia Roca” donde se discutía si el Instituto Nacional de Seguridad Social para Jubilados y Pensionados ejercía función
administrativa y por ende se le aplicaba todo el régimen administrativo. La CSJN dictaminó que se aplicaba el derecho privado
porque el legislador creó tan ente bajo la forma de no estatal y no le asignó ninguna función administrativa y más porque
tienen como objeto establecimiento de vínculos contractuales con particulares.

En cambio en el caso “Colegio Público de Abogados c/ Martinez” también se discutía si se aplicaba o no el régimen de la ley de
procedimiento administrativo y en este caso la CSJN decidió que el Colegio Público de Abogados cumple un cometido
administrativo para el que lo habilita la ley de creación. Es una entidad destinada a cumplir fines públicos que originariamente
pertenecen al Estado y que este realizo una delegación transestructural de cometidos, es decir, por fuera de la estructura de
la administración publica, delega mediante la ley de creación del este no estatal funciones administrativas.

Teorías sobre la personalidad del Estado. Si el Estado es una persona jurídica pública, de existencia necesaria, con una sola y
única personalidad, y que, como tal, sólo puede actuar por medio de las personas físicas a las cuales se les confiere ese rol y
esa atribución, es natural que se haya pretendido siempre explicar en razón de qué fundamentos los actos de esas personas
aparecen como voluntad del Estado y son imputables a éste.

Es así que se desarrollo la teoría del órgano, la cual parte del supuesto innegable de que la voluntad es un atributo propio e
inherente a las personas físicas, las cuales son las únicas realmente capaces de querer, motivo por el cual, al disponerse la
organización del Estado, se previó qué personas físicas tendrán el encargo de expresar una voluntad que sería imputada al ser
colectivo, al Estado. Esas personas son los órganos de voluntad de la persona colectiva, de la persona jurídica, mediante los
cuales ésta puede querer jurídicamente.

El órgano, así entendido, no es un ente extraño a la persona jurídica, ni un sujeto diferente de ella, sino que, al contrario,
forma parte de ella. El órgano nace con la persona jurídica, siendo uno de sus elementos constitutivos, y es el instrumento o el
medio para que exprese su voluntad y actúe. La persona jurídica, en el caso del Estado, y sus órganos componen una sola
unidad, que no puede diferenciarse ni escindirse, en sí misma.

La noción de “órgano” no puede llegar a concretarse sino partiendo de dos elementos diferentes, que concurren a
conformarla, a saber:
1) un elemento estático, permanente y abstracto, que no es otra cosa que la estructura que es centro de competencia y
atribuciones que deben ser ejercidas, y que configura al órgano en su calidad institucional, las cuales pertenecen a éste, y no a
las personas (órgano-institución); y

2) un elemento dinámico, variable y concreto, integrado por las personas físicas que actúan en la estructura y ponen en
movimiento aquellas competencias y atribuciones (órgano-persona).

En la sentencia dictada en la causa “Vadell” la Corte Suprema de Justicia de la Nación aceptó la teoría del órgano, al entender
que la responsabilidad del Estado en el ámbito del derecho público, a causa de la actuación defectuosa del Registro de la
Propiedad de una provincia, no configura un supuesto de responsabilidad indirecta regulado por el CCCN (responsabilidad del
principal por los hechos dañosos de sus dependientes), sino una actividad de los órganos o funcionarios del Estado realizada
para el desenvolvimiento de los fines de las entidades de las que dependen, la cual, por tal motivo, se debe considerar propia
de éstas, quienes deben responder de modo principal y directo por sus consecuencias dañosas.

PRINCIPIOS QUE RIGEN LA ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA.

Estos surgen en forma implícita del ordenamiento constitucional y legal, sin perjuicio de la profusa elaboración doctrinaria
nacional.

Jerarquía. En el ámbito de la organización administrativa, la multiplicidad de órganos que la conforman obliga a establecer, en
aras de la unidad, una ordenación de todos ellos a través de una serie de relaciones de subordinación y de supremacía, con el
objeto de que se sometan al órgano que se encuentra en la cúspide de la organización de que se trate.

En esta ordenación, denominada jerarquía, los órganos superiores disponen del poder jerárquico para dirigir, ordenar e
inspeccionar la conducta de los inferiores.

Como consecuencia de la jerarquía el superior puede:

1. Dirigir e impulsar la acción del inferior, dando las «órdenes» pertinentes.

2. Dictar disposiciones dirigidas a reglar la conducta del inferior. Estas disposiciones pueden ser instrucciones, circulares,
órdenes y reglamentos internos.

3. Nombrar los integrantes de los órganos inferiores y formalizar los contratos en el ámbito de su competencia.

4. Inspeccionar de oficio la actividad de los órganos inferiores, aplicando en su caso las sanciones correspondientes en
ejercicio de la potestad disciplinaria a los funcionarios responsables.

5. Controlar los actos dictados por el órgano inferior, a través del recurso jerárquico.

6. Delegar sus facultades y avocarse de la competencia del inferior conforme los límites establecidos por la Ley n.º 19549.

7. Resolver los conflictos o cuestiones de competencia que se produzcan entre órganos inferiores.

Los órganos inferiores deben obedecer a su superior jerárquico. Empero, el deber de obediencia no es absoluto, pues el
ejercicio de la jerarquía no supone el aniquilamiento de la voluntad del agente por la del superior. En efecto, el órgano
inferior, frente a una orden que considera ilegítima, debe comunicárselo al superior, y si éste insiste o reitera la orden, el
inferior debe cumplirla pero se exime de responsabilidad. (Doctrina de la reiteración).

En relación con el principio de la jerarquía, se halla el de la tutela o jerarquía atenuada, que es la relación que vincula a la
Administración central con la descentralizada. El grado máximo de injerencia de la primera en la segunda está constituido por
la intervención administrativa, como ejercicio del control administrativo de tipo represivo sustitutivo, que sólo implica una
sustitución del órgano persona (los órganos superiores de la entidad descentralizada) que aparece reemplazado por el
interventor.

Cabe aclarar que el hecho de la intervención no apareja una modificación de la competencia atribuida al órgano intervenido.
El interventor posee con la Administración central una relación de jerarquía, ya no de tutela.

Competencia. Se define a la competencia como el conjunto de poderes, facultades y atribuciones que el ordenamiento
jurídico le atribuye a un órgano o ente estatal. Es la medida del ejercicio del poder.
El artículo 3.º de la Ley 19549 establece que: «La competencia de los órganos administrativos será la que resulte, según los
casos, de la Constitución Nacional, de las leyes y de los reglamentos dictados en su consecuencia»

Criterios para definir el alcance. Se ha señalado que en Derecho Administrativo la competencia equivale a la capacidad de
Derecho Privado, diferenciándolas en que mientras en el Derecho Privado, la capacidad es la regla y la incapacidad la
excepción, en el Derecho Administrativo sucede lo contrario, pues la competencia es la excepción y la incompetencia la regla.
Además, el ejercicio de la competencia es obligatorio; en cambio, en el caso de la capacidad es facultativo para su titular.

Ahora bien, hay que definir el alcance de tal competencia, por lo que surgió el postulado de la permisión expresa, limitando el
ejercicio de la competencia de forma tal que un órgano administrativo sólo puede hacer lo que el Derecho le permite, es decir,
lo que cae en el ámbito de aquélla. Por lo tanto, a partir del principio de juricidad, la existencia de la potestad estatal no es
concebible sino a partir de una norma habilitante.

También los entes u órganos estatales tienen facultades implícitas, que pueden ser expresamente implícitas, aquellas donde
la misma norma me habilita a la realización de determinados actos no expresos para la consecución de los si expresos de esa
misma norma. Y aquellas razonablemente implícitas, inferibles del texto expreso de la norma que lo regule. Son necesarias
para el ejercicio de las que han sido expresamente conferidas, imprescindibles para la ejecución de estas, siempre que no
excedan el alcance meramente auxiliar y subordinado.

Y las facultades inherentes, que son aquellas que hacen a la naturaleza o esencia del órgano o ente administrativo.

Todas ellas interpretadas a la luz del principio de especialidad, el cual a su vez constituye un límite a las implícitas e inherentes
por el propio principio de vinculación positiva. La especialidad del órgano surge de la norma objetiva que establece las
finalidades para las cuales el órgano fue creado, o de su objeto institucional20. De esta forma, el ámbito de libertad del
órgano administrativo estará acotado por el fin que emana de la norma y no por el que pueda surgir de la voluntad del
funcionario.

Clasificación de la competencia. La clasificación tradicional permite distinguir las siguientes especies de competencia:

a) Competencia en razón de la materia: la clasificación reposa en la naturaleza del acto conforme al derecho objetivo que
confiere una serie de atribuciones a los órganos y sujetos estatales para la realización de sus cometidos propios. Rige el
principio de especialidad, que permite a los órganos y sujetos estatales realizar todos aquellos actos vinculados a los fines que
motivaron su creación, es decir, a sus cometidos específicos.

b) Competencia en razón del lugar o territorio: referida a la determinación de la competencia en base a circunscripciones
territoriales, que limitan geográficamente el campo de acción de los órganos y sujetos.

c) Competencia en razón del tiempo: relacionada con el período de duración de la competencia o del plazo o situación a partir
del cual ella corresponda. Es factible también distinguir la competencia en permanente, temporaria o accidental. La
competencia, por regla general, es permanente, en cuanto el órgano puede ejercer en cualquier tiempo las atribuciones que
le han sido conferidas. Pero en ciertos casos el ordenamiento jurídico otorga una facultad al órgano sólo por un lapso
determinado.

d) Competencia en razón del grado: es propia de la relación jerárquica y se vincula con la posición que el órgano tenga en la
línea jerárquica.

Caracteres de la competencia. La competencia presenta ciertos caracteres fundamentales, que concurren a singularizarla:

Objetiva. La competencia sólo puede surgir de una norma, como lo determina el Artículo 3° de la LNPA. Siempre es
establecida con el fin de que, con su ejercicio, se persigan fines de interés público.

Estos fines son los móviles desencadenantes de la actuación de todos y cada uno de los órganos encuadrados en el Estado y la
razón suprema y única por la que se les confirieron las competencias que portan, de tal manera, que sin fin que cumplir no
habrá órgano que crear ni competencia que ejercer.

Obligatoria. La competencia, de acuerdo con lo reglado en el Artículo 3° de la LNPA, es de ejercicio obligatorio para el órgano
o ente al que ha sido atribuida. Los órganos administrativos no pueden elegir a su arbitrio actuar o no actuar; al contrario, esa
actuación es necesaria y, consecuentemente, un deber.
En la jurisprudencia judicial y administrativa se ha sostenido este principio, y, en particular, se lo ha aplicado a la
obligatoriedad de resolver las peticiones de los administrados, a cargo de los órganos y entes de la Administración.

De ello se deriva la doctrina según la cual aquélla está siempre obligada a resolver las presentaciones de los administrados,
por lo que no puede escudarse en institutos como el del silencio administrativo para esquivar esa obligación.

Irrenunciable. Por otra parte, del citado Artículo 3° se desprende el carácter irrenunciable de la competencia, en atención al
interés público que motiva su establecimiento.

Un órgano no puede decidir privarse de una competencia atribuida, o de una parte cualquiera de ella, o del ejercicio de esa
competencia, justamente por el carácter obligatorio que la competencia reviste.

Improrrogable. La competencia asignada o parte de ella no puede ser transferida por el órgano que la tiene atribuida a otro
órgano diferente, salvo ciertas excepciones.

Excepciones a la improrrogabilidad. Las excepciones a este carácter son la sustitución, la delegación y la avocación.

Sustitución. La sustitución consiste, no en una modificación de la competencia del órgano, sino en un cambio en la persona del
funcionario, en razón de que su titular se halla imposibilitado de ejercer la competencia.

Es la la traslación temporal de la facultad de ejercicio de todas o parte de las competencias de un ente público a otro.

Se trata de una “medida que no responde, como la avocación, a una actividad administrativa normal, sino que tiene efectos
sancionatorios por negligencia o incapacidad económica o técnica, para ejercer las funciones en las que se lo sustituye”.

Delegación. La delegación consiste en la transferencia parcial (limitación material) y transitoria (tiempo determinado) del
ejercicio de la competencia de un ente u órgano a otro ente u órgano, de donde se genera, respectivamente, la delegación
intersubjetiva e interorgánica, es decir, transferencia de las competencias del superior al inferior.

La delegación tiene que estar expresamente autorizada y solo puede delegarse funciones administrativas y no políticas.

Esta figura no implica una alteración de la estructura administrativa, sólo afecta a su dinámica e importa el desprendimiento
de un deber funcional. La competencia delegada sigue perteneciendo al órgano delegante, el cual retiene la titularidad de
aquélla.

Avocación. Es el acto mediante el cual un órgano superior jerárquico asume el conocimiento o la decisión de un asunto que
corresponde al ámbito de competencia de un órgano inferior. La avocación es manifestación de la función genérica
denominada «superintendencia del órgano superior», función de amparo y custodia de los derechos y funciones que se
administran bajo su dirección.

La ley habilita a la avocación, salvo que una norma expresamente establezca lo contrario. Asimismo, el Artículo 2° de la RLNPA
determina, por su parte, que aquélla procede a menos que una norma hubiere atribuido competencia exclusiva al inferior,
norma ésta que no comprende al propio Presidente de la Nación. La fundamentación de esta figura es que no puede justificar
la emisión de actos por parte de quienes carecen de esa idoneidad específicamente reconocida.

En cuanto a la responsabilidad de los órganos, a diferencia de la delegación en la cual la responsabilidad del delegado coexiste
con la del delegante, en la avocación la responsabilidad del inferior desaparece, pues en tal situación el acto es dictado
directamente por el superior, quien asume plena y exclusiva responsabilidad.

Técnicas para distribuir la competencia. La administración Pública Nacional está compuesta por la administración
centralizada + la administración descentralizada.

Con el fin de conseguir una mayor eficiencia en el orden de la administración, se utilizan las técnicas de distribución de la
competencia. Es la búsqueda del mejor funcionamiento de la burocracia estatal: Principio de eficiencia.

La desconcentración y la descentralización son las dos técnicas de transferencia de la competencia. Se diferencian de la


delegación administrativa porque generan una transferencia de carácter permanente y definitivo.

Desconcentración. La desconcentración genera órganos. Es el principio organizativo según el cual se genera delegación
permanente de atribuciones y decisiones, desde un nivel de autoridad superior hacia niveles de autoridad subordinados, de
menor jerarquía funcional o territorial, dentro del ámbito de la misma persona jurídica. Es la transferencia que tiene por
objeto la creación de un órgano, no un ente con persona jurídica propia. El órgano que se conforma tiene la misma
personalidad que la administración central y se somete a una relación de jerarquía con el presidente.

Descentralización. Implica la transferencia de competencia con carácter definitivo. Implica la creación de una persona jurídica
distinta a la administración central, con una especialidad técnica que justifica su creacion. El producto son los entes
descentralizados. No hay una relación de jerarquía con el presidente, hay una relación de tutela.

El grado máximo es la autonomía (provincias, municipios y universidades), no tienen control de la administración central. En el
segundo grado se encuentra la autarquía, existe una relación de tutela con la administración central. El tercer grado o mínimo
son las flexibles o leves que serían las formas empresariales del estado. No llegan a ser entes autárquicos.

FACULTADES DISCRECIONALES Y FACULTADES REGLADAS.

Facultades regladas. La facultad es reglada cuando el ordenamiento jurídico regula el ejercicio de la actividad administrativa
en todos sus aspectos. En estos casos, la norma que confiere competencia para actuar al órgano administrativo predetermina
de manera precisa la consecuencia jurídica asignable a un supuesto de hecho determinado.

En el caso de la facultad reglada, la actividad administrativa queda reducida a la mera constatación del supuesto de hecho
definido por la norma y a la obligatoria aplicación de la solución que el ordenamiento jurídico establece. La norma jurídica
elimina cualquier libertad de actuación que pudiera tener el órgano administrativo, exigiendo la realización de una conducta
de contenido predeterminado

Facultades discrecionales. Originariamente, la discrecionalidad aparece ligada con la idea de la vinculación negativa de la
Administración con la ley, de modo que su significación resultaba de la ausencia de ésta. Discrecionalidad era, pues, actuación
libre de la Administración.

Actualmente, se considera a la discrecionalidad como un margen de apreciación conferido normativamente a la actuación


administrativa, como una posibilidad de elección doblemente juridizada: primero, en tanto toda potestad, incluso la
discrecional, presupone la existencia de la norma atributiva y, segundo, en cuanto el propio despliegue de la potestad
discrecional debe sujetarse a límites jurídicos impuestos por el ordenamiento. De este modo, se autoriza al órgano
administrativo a realizar una estimación subjetiva en el caso concreto, no imponiéndose anticipadamente la conducta que
debe seguirse.

Es una modalidad de ejercicio que el orden jurídico expresa o implícitamente confiere a quien desempeña la función
administrativa, con el objeto de que a través de una apreciación subjetiva del interés público comprometido, complete,
creativamente, el ordenamiento en su concreción práctica, seleccionando una alternativa entre varias igualmente válidas.

En la discrecionalidad, por el contrario, la autoridad administrativa puede escoger entre varias alternativas, todas igualmente
válidas; la potestad discrecional no coloca a la administración ante un mero proceso de subsunción legal, sino frente a una
libertad de elección entre indiferentes jurídicos.

En consecuencia, las facultades discrecionales son siempre otorgadas por la norma. Sostener que existe discrecionalidad
donde no hay norma jurídica que impida actuar al órgano administrativo implica violentar el principio de legalidad, que no
funciona como un mero límite externo de la actuación administrativa sino como el presupuesto de su validez, en virtud de la
vinculación positiva de la Administración al ordenamiento jurídico.

La CSJN en el fallo “Consejo de Presidencia de Bahia Blanca” se pronunció igual que dicho argumento. A su vez, esbozó que
“no existen actos reglados ni discrecionales cualitativamente diferenciales, sino únicamente actos en los que la
discrecionalidad se encuentra cuantitativamente más acentuada que la regulación y a la inversa, al no poder hablarse hoy en
día de dos categorías contradictorias y absolutas como si se tratara de dos sectores autónomos y opuestos sino más bien de
una cuestión de grados”.

No existen actos discrecionales, sino niveles de mayor o menor potestad discrecional.

Este pronunciamiento no contiene aspecto dogmáticos nuevos que no se hubieran dicho antes por la doctrina, pero su
trascendencia fue que los tomó de ella para incorporarlos a su jurisprudencia.
Control judicial de las facultades discrecionales. En sus orígenes, la distinción entre actos reglados y actos discrecionales
servía para determinar la admisibilidad de las acciones contencioso administrativas. Si el acto administrativo era emitido en
ejercicio de una facultad discrecional, se entendía que no era revisable en sede judicial porque la Administración, en ese caso,
actuaba siguiendo su libre arbitrio. Únicamente los actos administrativos reglados eran susceptibles de impugnación ante los
tribunales judiciales.

Este criterio fue paulatinamente abandonado en el entendimiento de que los actos discrecionales no son una categoría
completamente excluida del control jurisdiccional.

Como la discrecionalidad se presenta exclusivamente en la órbita de la elección de una de las posibles consecuencias jurídicas
que permite la norma frente al caso concreto, todo aquello que resulte ajeno al ámbito de esa discrecionalidad propiamente
dicha es revisable en sede judicial.

Cuando una norma contempla diversas soluciones igualmente justas, la Administración debe realizar un análisis respecto de
qué medida u opción resulta más apropiada o acertada en el caso concreto y, consecuentemente, satisface de la mejor
manera el interés público.

Ese examen integral de las distintas alternativas, junto con la efectiva elección de una de las opciones previstas, configura una
actividad privativa de la Administración que no resulta pasible de cuestionamiento desde una perspectiva jurídica. Por lo
tanto, del ejercicio de una facultad discrecional debe seguirse el respeto del juicio que realiza la Administración. De tal manera
que las valoraciones implicadas en la decisión no son susceptibles de ser sustituidas por el criterio de los tribunales judiciales.

Las razones de oportunidad, mérito o conveniencia tenidas en cuenta por los otros poderes del Estado para adoptar
decisiones que les son propias no están sujetas al control judicial.

Principio de razonabilidad. El núcleo de la decisión discrecional habilitada por la norma es, en principio, libre jurídicamente,
pero revisable, en plenitud, en el marco de los principios generales del derecho en tanto límites negativos de aquella libertad.
El principio que por excelencia se aplica para controlar las decisiones de la administración es el principio de razonabilidad, que
surge de la CN.

Se debe evitar que la potestad discrecional sea utilizada de manera arbitraria, es decir, que existan circunstancias justificantes,
fin público adecuado y ausencia de inequidad manifiesta. Es precisamente la razonabilidad con que se ejercen tales facultades
lo que le otorga validez a los actos del Estado y que permite a los jueces, a pedido de parte interesada, verificar el
cumplimiento de dicha exigencia.

Conceptos jurídicos indeterminados. No obstante, es preciso deslindar las implicancias que conforman el juicio discrecional
propiamente dicho, de aquello que no forma parte de la discrecionalidad. En esta categoría aparece la teoría de los conceptos
jurídicos indeterminados, ideada con el propósito de reducir el ámbito de aquello que normalmente se consideraba concedido
a la discrecionalidad de la Administración.

Dicha teoría busca restringir al máximo la posible discrecionalidad. En principio hay que diferenciarlos de esta. Estos aparecen
en las normas y son indeterminados, pero denota una única solución justa, la cual hay que definirla. El administrador hará un
mero proceso de comprobación empírica, es decir, determinar el supuesto al cual el concepto se refiere. Y esto si es revisable
por los jueces, porque hay una sola solución justa y deben observar si efectivamente el administrador optó por esta.

En cambio, en la discrecionalidad, la autoridad administrativa puede escoger entre varias alternativas, todas igualmente
válidas, y lo hace por oportunidad, mérito y conveniencia, lo cual no es controlable judicialmente.

Discrecionalidad técnica. Aquella se configura cuando la norma atribuye a la Administración potestad para actuar con arreglo
a criterios suministrados por saberes especializados, sean ellos derivados de las ciencias puras o aplicadas

Originalmente, con la expresión discrecionalidad técnica se denominaba aquella actividad administrativa que, por el hecho de
estar sustentada en reglas o juicios de carácter técnico o científico –no jurídico–, se encontraba exenta del control judicial.

En la actualidad, se niega mayoritariamente que la denominada discrecionalidad técnica sirva de argumento para eludir la
fiscalización de un acto administrativo en sede judicial. Será controlable cuando la norma de conclusiones científicas o
técnicas unívocas, y excluyentes, por ende, de toda controversia. Por ende, la conclusión a la que arribe el tribunal judicial
debe ser objetiva e incontrovertible desde el punto de vista técnico o científico, además de no estar influenciada por
valoraciones de índole social, política o económica.
Desde esta perspectiva, entonces, la denominada discrecionalidad técnica será una especie de la discrecionalidad en general,
cuando el accionar administrativo, cumplido con arreglo a parámetros científicos o técnicos, reconozca, en éstos, más de una
posibilidad, de entre las cuales la Administración debe elegir una, con criterio no técnico.

ACTO ADMINISTRATIVO.

Concepto. Hay muchas definiciones sobre que es el acto administrativo, sin embargo, tomaremos la definición de Comadira
que es también la que los tribunales siguen.

“Es una declaración emitida por un órgano o un ente estatal, o un ente público no estatal, en ejercicio de la función
administrativa bajo un régimen exorbitante que produce efectos jurídicos directos e individuales sobre terceros”

Declaración. La administración, está expresando un mensaje a un tercero. Hay un mensaje con un destinatario claro: el
administrado (persona física o jurídica). Si lo hecho por la administración no es una declaración entonces no es un acto
administrativo.

El hecho administrativo difiere al acto administrativo ya que los primeros son meros comportamientos materiales y no
constituyen una declaración. La declaración implica una exteriorización del pensamiento.

Esta discutido si importa la voluntad psicológica o no. Según la cátedra no importa la voluntad subjetiva, porque la voluntad es
relativa. No importa la voluntad psicológica de la gente, cuando la conducta es reglada. Canda cree que para preservar el
orden, hay que presentar un nuevo acto, si el anterior está viciado. No importa la persona física que está ocupando el cargo,
sino que está ocupando ese cargo, es solo relevante su cargo.

Comadira, en cambio, opina que si se trata de un acto reglado y la voluntad del agente se encontraba viciada es irrelevante, y
el acto es válido.

Órgano o ente estatal o no estatal. Los actos administrativos son emitidos por órganos y entes estatales y no estales. La LNPA
no establece que ejercen actos administrativos la parte de la función administrativa que ejercen el poder judicial y el
legislativo, pero se le aplica subsidiariamente las previsiones de la ley.

Los entes públicos no estatales, por más que no formen parte del organigrama estatal, pueden cumplir función administrativa,
y por lo tanto dictar actos administrativos. Tiene que existir una delegación transestructural de la administración por medio de
una ley de una porción de la función administrativa a estos entes.

En ejercicio de la función administrativa.

Bajo un régimen exorbitante. Se rige por este régimen que excede la orbita del derecho privado, no existe soberanía de la
voluntad, ni derecho de igualdad entre las partes (administración y administrados). Donde convergen y se integran un
conjunto de prerrogativas y garantías. El arbitraje entre el poder y la libertad.

Producción de efectos jurídicos directos e individuales. Se marginan del concepto aquellas declaraciones que no producen
efectos jurídicos.

Implica la modificación del estatus jurídico legal del particular.

Hay que distinguirlos de los dictámenes emitidos por el asesoramiento del servicio jurídico competente, los cuales solo
producen efectos indirectos.

Por otro lado, Comadira opina que los actos de alcance general no pueden ser considerados, por su régimen jurídico, como un
acto administrativo. Marienhoff tenía una visión más amplia lo que son los AA, y de ahí sale la ley. Actos administrativos de
alcance general.

El decreto 1023/01 incorpora al art 7 de la LDP una previsión que dice que el acto administrativo se aplica a los contratos
administrativos de forma directa sobre lo no previsto. Antes era aplicación analógica.

Frente a terceros. Los efectos juricos deben producirse en relación a terceros. Adquieren esta calidad las personas físicas,
jurídicas, las personas jurídicas publicas no estatales y los agentes estatales.
Por lo tanto, los actos interorgánicos (ámbito interno de la administración) y los actos interadministrativos (entre sujetos
públicos estatales pertenecientes a una misma esfera de gobierno). Estos producen efectos jurídicos que se agotan en el
ámbito interno de la administración y por lo tanto no son considerados actos administrativos.

Caracteres del acto administrativo.

Presunción de legitimidad. El art. 12 dispone que el acto administrativo se presume legítimo. Es decir, se presupone que ha
sido dictado acorde al ordenamiento jurídico. Esto tiene como consecuencia que los actos deben ser obedecidos por las
partes, es obligatorio.

Se justifica en la medida en que hace posible la marcha de la administración. Y se deriva de la presunción de validez de todos
los actos estatales.

Esta presunción tiene un límite, es decir, es iuris tantum, por lo tanto, se puede desacreditar. No pueden ser anulados de
oficio por los jueces. Se tiene que impugnar por petición de parte interesada ante los tribunales. Quién alega la nulidad del
acto debe demostrarlo.

Tiene una excepción, es el caso en que el acto sea ostensiblemente ilegítimo, donde el administrado no está obligado a
obedecerlo. Pero en el fallo Barraco Aguirre, la CSJN dispuso que el profesor que fue perjudicado con el acto que creyó que
era manifiestamente nulo, debió obedecerlo. A raíz de esta última interpretación cabe preguntarse si deben o no obedecerse
los actos manifiestamente nulos.

Por otro lado, otra decisión de la CSJN en el fallo “Alcántara Díaz” se destacó el carácter de presunción de legitimidad. En este
caso, el Banco de la Nacion Argentina dictó un acto administrativo que en teoría era ilegítimo, pero el interesado no impugnó
dicho acto para desacreditar su validez, sino que pidió el resarcimiento por daños y perjuicios, pero ya había caducado el plazo
para impugnar la legitimidad del acto, por lo que la CSJN resolvió:

Que los actos administrativos no impugnados judicialmente en el plazo que establece el art. 25 de la ley 19.549, devienen
firmes e irrevisables a pedido del interesado debido a la caducidad, razón por la cual, en tal caso, no es admisible la acción por
cobro de pesos o el reclamo de los daños y perjuicios basados en el accionar ilícito de la administración.

Que dicha conclusión es una consecuencia lógica de la naturaleza accesoria --en el ámbito del Derecho administrativo-- de
pretensiones como las antes indicadas respecto de la acción de nulidad, en virtud de la presunción de legitimidad que
ostentan los actos administrativos, por cuyo mérito se presume que toda la actividad de la administración guarda
conformidad con el ordenamiento jurídico, presunción que subsiste en tanto no se declare lo contrario por el órgano
competente.

Por lo demás, al no mediar declaración de ilegitimidad no puede haber resarcimiento o pago de suma de dinero alguna pues
falta la causa de tales obligaciones.

Una solución contraria importaría un atentado contra la seguridad jurídica, por cuanto implicaría hacer revivir un derecho
extinguido y porque la acción deducida constituiría un recurso contra pronunciamientos de la administración firmes por la
falta de impugnación adecuada.

Ejecutoriedad. El art. 12 dispone que la fuerza ejecutoria faculta a la Administración a ponerlo en práctica por sus propios
medios. Puede disponer la ejecución de sus propios actos por sí y ante sí. Es decir, no se requiere de la intervención judicial.
Tiene sus límites:

La naturaleza del derecho en juego: cuando está en juego la libertad o la propiedad la administración no podrá actuar de esta
forma, debe pedir autorización a una autoridad judicial. En estos casos no va a ser ejecutorio. Sin embargo, hay excepciones
de la excepción: Por razones de interés público se podrá igualmente ejecutar el acto (ejemplo: cuando se atenta contra bienes
públicos o de dominio público).

Y cuando una ley específica determina el hecho contrario: que diga que el acto no es ejecutorio.

Asimismo, la Administración podrá, de oficio o a pedido de parte y mediante resolución fundada, suspender la ejecución por
razones de interés público, o para evitar perjuicios graves al interesado, o cuando se alegare fundadamente una nulidad
absoluta.
Por último, la fuerza ejecutoria impide que los recursos que interpongan los administrados suspendan su ejecución y efectos,
salvo que una norma expresa establezca lo contrario.

Elementos del acto administrativo. El AA para ser considerado válido debe cumplir con un conjunto de reglas estructurales
que deben estar presentes en el acto. La doctrina los denomina elementos reglados del acto. Tienen que estar en cualquier
tipo de actos, sean discrecionales o regladas las facultades.

Están establecidos en el art. 7 y 8 de la LNPA. Y estos son:

Competencia.

Causa. Deberá sustentarse en los hechos y antecedentes que le sirvan de causa y en el derecho aplicable. Doble faz:

Fácticas. Cuál es la circunstancia fáctica que justifica el AA. Los hechos.

Jurídica. Normas que resultan aplicables en ese AA.

Objeto. Es el efecto práctico del acto. Lo que resuelve, lo que decide la administración.

El objeto debe ser cierto y física y jurídicamente posible. Debe decidir todas las peticiones formuladas, pero puede involucrar
otras no propuestas, previa audiencia del interesado y siempre que ello no afecte derechos adquiridos.

El objeto debe ser razonable. Debe haber una adecuación entre el medio y el fin. Debe ser proporcionado.

Procedimiento. Conjunto de trámites que la administración debe observar para llegar al dictado del acto. Antes de su emisión
deben cumplirse los procedimientos esenciales y sustanciales previstos y los que resulten implícitos del ordenamiento
jurídico. Sin perjuicio de lo que establezcan otras normas especiales.

Considerase también esencial el dictamen proveniente de los servicios permanentes de asesoramiento jurídico cuando el acto
pudiere afectar derechos subjetivos e intereses legítimos.

Es parte del procedimiento la oportunidad del administrado el de ejercer su derecho de defensa antes del dictado del AA.

Motivación. Exterioriza la causa y la finalidad del AA. Hace referencia a las razones del acto. La administración tiene que
esforzarse en justificar la razón que se adopta para el AA. Si no las da, el acto será invalido por un defecto en el elemento
motivación.

Debe tener una precisión clara y concreta de los hechos que justifican el dictado del AA, el derecho, la vinculación entre esos
elementos y las razones que dan cuenta de la decisión. No pueden utilizar las formulas sacramentales: alegar interés público,
o razón de servicio sin explicitar en qué consisten.

Cobra relevancia en el ejercicio de actos discrecionales. Si la administración dicta facultades discrecionales debe ser mayor.
Esto lo dispone el fallo Schnaiderman:

Hechos: El Sr. Ernesto Horacio Schnaiderman había ingresado en la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia de la
Nación el 8 de marzo de 1998 como asesor de gabinete del Subsecretario Técnico Administrativo. Posteriormente, con fecha 1
de julio de 1999 había sido designado agente Nivel "A" -por concurso, en el marco del Sistema Nacional de la Profesión
Administrativa - para desempeñar el cargo de asesor técnico en cuestiones de derecho inmobiliario registral, notarial y
catastral en la estructura de la aludida Subsecretaría.

Mediante resolución 1/00 de fecha 3 de enero de 2000, el Secretario de Cultura y Comunicación canceló dicha designación en
el entendimiento de que al momento del dictado del acto administrativo, el actor carecía de estabilidad en el empleo por
cuanto se encontraba en período de prueba y que, por tal motivo, dicho acto había sido emitido dentro de los límites de la
competencia asignada a la autoridad administrativa.

El Sr. Schnaiderman promovió demanda solicitando la anulación e inconstitucionalidad de la resolución 1/00. La pretensión
del actor fue desestimada en ambas instancias. El caso arribó a la C.S.J.N. con motivo del recurso de queja interpuesto contra
la resolución de la Cámara de Apelaciones del Trabajo que había rechazado el recurso extraordinario federal interpuesto
contra la sentencia de aquel tribunal.
Decisión: Se descarta que lo que motivó el dictado del acto fue la ausencia de idoneidad para desempeñar el cargo o la
eventual reestructuración organizativa de la dependencia -o cualquier otro motivo- aquél aparece desprovisto de un elemento
esencial para su validez, cuál es su causa.

Desde otro punto de vista, es dable reparar que la resolución impugnada omite invocar fundamento alguno que, además,
torne razonable la revocación del nombramiento efectuado. Por ello, el acto atacado carece de otro de sus requisitos
esenciales, en este caso, el de motivación.

Tal omisión torna ilegítimo el acto, sin que quepa dispensar dicha ausencia por haberse ejercido potestades discrecionales, las
que -por el contrario imponen una observancia más estricta de la debida motivación.

En suma, la circunstancia de que la entidad administrativa obrare en ejercicio de facultades discrecionales, en manera alguna
puede constituir un justificativo de su conducta arbitraria, como tampoco de la omisión de los recaudos que, para el dictado
de todo acto administrativo, exige la ley 19.549. Es precisamente la legitimidad -constituida por la legalidad y la razonabilidad-
con que se ejercen tales facultades, el principio que otorga validez a los actos de los órganos del Estado y que permite a los
jueces, ante planteos concretos de parte interesada, verificar el cumplimiento de dichas exigencias.

El control judicial de los actos denominados tradicionalmente discrecionales encuentra su ámbito de actuación, por un lado,
en los elementos reglados de la decisión y, por otro lado, en el examen de su razonabilidad.

Finalidad. Habrá de cumplirse con la finalidad que resulte de las normas que otorgan las facultades pertinentes del órgano
emisor, sin poder perseguir encubiertamente otros fines, públicos o privados, distintos de los que justifican el acto, su causa y
objeto. Las medidas que el acto involucre deben ser proporcionalmente adecuadas a aquella finalidad.

Muchas veces la finalidad no surge del acto pero se presupone que es de interés público.

Forma. El acto administrativo se manifestará expresamente y por escrito; indicará el lugar y fecha en que se lo dicta y
contendrá la firma de la autoridad que lo emite; sólo por excepción y si las circunstancias lo permitieren podrá utilizarse una
forma distinta. Art. 8 LNPA.

Eficacia del acto administrativo. Para que el acto administrativo de alcance particular adquiera eficacia debe ser objeto de
notificación al interesado y el de alcance general, de publicación. Los administrados podrán antes, no obstante, pedir el
cumplimiento de esos actos si no resultaren perjuicios para el derecho de terceros.

Vicios del acto administrativo. Los vicios del acto son los defectos que podrían padecer los elementos, y de la gravedad del
vicio va a depender la sanción.

Todos los elementos pueden presentarse de forma viciada.

Competencia. EXCESO DE PODER. Pueden aparecer en la materia, el lugar, el tiempo o el grado.

Ejemplos: Materia cuando una cuestión de salud la resuelve el ministro de educación. Territorio cuando una autoridad de una
jurisdicción dicta un acto que sus efectos afectaran a otras. Tiempo cuando se venció el plazo y no hay prórroga para ejercer
esa competencia. Grado: cuando la ejerce una autoridad menor.

En principio los vicios en cuestión del grado son leves son subsanables y no acarrean la nulidad SALVO que la avocación o la
delegación no procede, en ese caso es grave y acarrea la nulidad del AD.

Causa. En el antecedente fáctico o jurídico.

Factico: CAUSA FALSA: los hechos están falseados. CAUSA INEXISTENTE.

Jurídico: Si la norma no es aplicable al acto, si esta derogada.

Objeto. VIOLACIÓN A LA LEY APLICABLE: cuando lo que se resuelve es contrario al ordenamiento jurídico sea constitución,
tratado, leyes o reglamentos, el objeto va a estar viciado.

OBJETO IRRAZONABLE O DESPROPORCIONADO: esto se ve mucho en el ámbito sancionatorio  EXCESO DE PUNICIÓN.


Motivación. Para no estar viciada debe ser suficiente. Debe ser precisa, concreta, detallada sobre las razones que justifican la
AD, sobre todo en el ámbito discrecional.

Finalidad. DESVIACIÓN DEL PODER: cuando la administración dicta un AA en pos teóricamente de una finalidad de interés
público donde subyace o se esconde otro interés. Es difícil de mostrar. Puede ser grave o leve.

LEVE. Si la administración invoca un acto según X interés público pero realmente persigue Z interés público, es leve. Ej. Multa
por estas mal estacionado tiene una finalidad del orden vial, pero ponen más multas a fin de mes realmente para recaudar. La
finalidad recaudatoria es de interés público, si. Se reemplaza el fin por el de la recaudación.

GRAVE. Se reemplaza un interés público por un interés privado. Sanción a funcionario público de un funcionario de mayor
grado por cuestiones personales y no reglamentarias.

Procedimiento. Se da en todos los casos donde se omitieron los trámites de las leyes especiales, ley general o el derecho a la
defensa. Se debe dar el debido proceso adjetivo para la validez de este elemento.

Se discute si dicho vicio es de nulidad relativa o de nulidad absoluta. La cátedra y Comadira adhieren a ésta última, indicando
que están en juego garantías constitucionales como el derecho de defensa, debido proceso.

La nulidad relativa es seguida por la doctrina de la CSJN, que dispone que puede existir subsanación posterior de estos vicios.
Aplica la teoría de la subsanación.

Esta teoría según la cual los vicios o deficiencias observados en el procedimiento administrativo pueden ser subsanados
mediante el ejercicio pleno de la defensa en sede judicial. Criterio que también ha sido recogido por dictamenes de la
procuración del tesoro de la nación, en los cuales se ha admitido la posibilidad de desplazar el derecho de defensa a una etapa
posterior a la resolución del caso, siempre que medie la posibilidad de atacar tal resolución para hacer efectivo el ejercicio de
aquel derecho.

En cuanto a la intervención previa el servicio permanente de asesoramiento jurídico, tanto la CSJN como la Procuracion del
Tesoro, han asignado a este requisito como un trámite omitible y salvable en instancias administrativas superiores.

Sistema de nulidades. La invalidez será la consecuencia atribuida por el ordenamiento al acto que adolezca de vicios en todos
o algunos de sus elementos esenciales. A partir de esto se pueden clasificar los actos en:

Actos plenamente válidos. Concurren todos los elementos del art. 7 y 8 sin ningún vicio.

Actos nulos de nulidad absoluta. a) Cuando la voluntad de la Administración resultare excluida por error esencial; dolo, en
cuanto se tengan como existentes hechos o antecedentes inexistentes o falsos; violencia física o moral ejercida sobre el
agente; o por simulación absoluta.

b) Cuando fuere emitido mediando incompetencia en razón de la materia, del territorio, del tiempo o del grado, salvo, en este
último supuesto, que la delegación o sustitución estuvieren permitidas; falta de causa por no existir o ser falsos los hechos o el
derecho invocados; o por violación de la ley aplicable, de las formas esenciales o de la finalidad que inspiró su dictado.

Actos anulables de nulidad relativa. Concurren todos los elementos y algunos o todos tienen vicios leves.

El criterio de determinación de la nulidad es la entidad del vicio, es decir, si se trata de un vicio grave o uno leve. Para
determinarla hay que razonar y argumentar.

Consecuencias derivadas de los sistemas de nulidad.

Características en común.

-El acto es anulable o acto nulo, si la autoridad competente lo decreta. La declaración de nulidad no va a poder ser dada por
el juez de oficio, debe ser a pedido de parte.
-En ambos casos, se tiene que declarar en un marco de un plazo de caducidad. Tendencia jurisprudencial de establecer el
mismo plazo de caducidad.

-El efecto de la nulidad es retroactivo. Se retrotrae al inicio porque se considera que el vicio esta en el origen del acto.

Diferencias.

-Posibilidad de saneamiento: La nulidad absoluta es insanable. La nulidad relativa es susceptible de saneamiento. El


saneamiento tiene dos mecanismo dependiendo del tipo.

Ratificación. Nulidad por el grado.

Confirmación. Tiene vicios en otras áreas de los elementos del acto que no son el grado de la competencia.

-Revocación. Nulidad absoluta, el acto debe ser revocado. Tiene un deber de ser revocado. Nulidad relativa, no tiene la
administración el deber de revocarlo, como principio general, debe ser saneado.

Extinción del acto administrativo. Hay dos modalidades de extinción: por revocación y por caducidad.

Revocación. Existe la revocación por ilegitimidad y por razones de oportunidad, mérito y conveniencia.

Ilegitimidad. Es la revocación de los actos irregulares. Es un deber de la administración revocar los actos de nulos de nulidad
absoluta. Está comprometida la vigencia de la juricidad, hay que eliminar estos actos del ordenamiento jurídico.

Es una facultad y un deber de la administración. Es inherente a la función de administrar.

El art. 17 dispone: El acto administrativo afectado de nulidad absoluta se considera irregular y debe ser revocado o sustituido
por razones de ilegitimidad aun en sede administrativa (principio general). No obstante, si el acto estuviere firme y consentido
y hubiere generado derechos subjetivos que se estén cumpliendo, sólo se podrá impedir su subsistencia y la de los efectos aún
pendientes mediante declaración judicial de nulidad, o acción de lesividad (excepción). El acto sigue siendo revocable, pero
cambia el sujeto que lo revoca, en este caso será el juez.

El acto administrativo está firme y consentido cuando: 1. Se notifica 2. Tiene que haber hecho cosa juzgada
administrativa/tener firmeza: cuando se acabaron las instancias en la cede administrativa para recurrir o se vencieron los
plazos para hacerlo. Acción de lesividad: es la acción que la administración pública hace ante un juez ante un acto.

Interés público. Es la revocación de los actos regulares. Art. 18 LNPA. Como principio general, acto administrativo regular, del
que hubieren nacido derechos subjetivos a favor de los administrados, no puede ser revocado, modificado o sustituido en
sede administrativa una vez notificado.

Sin embargo, podrá ser revocado, modificado o sustituido de oficio en sede administrativa si:

-El interesado hubiere conocido el vicio

-Si la revocación, modificación o sustitución del acto lo favorece sin causar perjuicio a terceros.

-Si el derecho se hubiere otorgado expresa y válidamente a título precario. No corresponde indemnización.

-Por razones de oportunidad, mérito o conveniencia, indemnizando los perjuicios que causare a los administrados.

Sin embargo, el fallo Almagro se estableció una doctrina que regula de una forma distinta la revocación.

“Que una interpretación armónica de los preceptos del art. 17 y 18, conduce a sostener que las excepciones a la regla de la
estabilidad en sede administrativa del acto regular previstas en el art. 18 -entre ellas, el conocimiento del vicio por el
interesado- son igualmente aplicables al supuesto contemplado en el art. 17, primera parte.

De lo contrario, el acto nulo de nulidad absoluta gozaría de mayor estabilidad que el regular, lo cual no constituye una
solución razonable ni valiosa. Una inteligencia meramente literal y aislada de las normas antes indicadas llevaría a la
conclusión de que habría más rigor para revocar un acto nulo que uno regular cuya situación es considerada por la ley como
menos grave”.

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