gran debilidad del movimiento obrero” Guardar
Por Armando Barrios y Sebastián Polischuk, Resumen Latinoamericano/ 20 de Agosto
2015 .- La Revista Venceremos entrevistó a los investigadores de PIMSA (Programa de investigación sobre el movimiento de la sociedad argentina), Nicolás Iñigo Carrera y María Cecilia Cotarelo sobre la coyuntura económica y sindical de Argentina. Una mirada histórica y científica sobre el final del gobierno Kirchner y las condiciones en las que queda el movimiento obrero tras su ciclo de gobierno. Revista venceremos (RV): Nicolás, planteás la hipótesis de que nos encontramos en un período contrarrevolucionario y que la iniciativa política se encuentra en manos de la oligarquía financiera. El gobierno sin embargo plantea que desde que asumió se viene dando un proceso de industrialización, del crecimiento de la clase obrera y de sindicalización de los trabajadores. ¿Ves que esos cambios planteados por el gobierno existen realmente? ¿Cuáles son las transformaciones estructurales de la clase obrera en el período de los kirchner? Nicolás Iñigo Carrera (NIC): Esos cambios sí existen. Al margen de si se van a discutir las cifras del indec o no, el cambio central es que bajó la desocupación de manera drástica. Sin embargo hay que interpretar los números, ya que no impacta tanto el 23% o 25% al que llegó la desocupación en la crisis del 2001 como el 18% al que llegó en el 96, cuando el país estaba en pleno auge del supuesto crecimiento económico de las políticas neoliberales, creciendo a tasas chinas. Cuando bajaron la desocupación al mínimo que tuvo en la década del 90 era del 12%. Hoy en día podemos estimar que está alrededor del 7%. Ya éste es el primer dato que indica que la situación cambió para la clase obrera. No solo pensando en el momento más álgido de la crisis, sino también pensando en la década anterior. A la vez, la disminución de la desocupación genera mejores condiciones para discutir salarios y condiciones de trabajo. Esto es alimentado también por políticas del gobierno que apuntan a que haya un mayor desarrollo y expansión del mercado interno y por tanto más consumidores. Eso también es un cambio. La posibilidad de discutir salarios en paritarias, con o sin topes, pero de hecho discutirlos. Lo que el gobierno está imposibilitado de ver, por su misma concepción ideológica, es que desde la segunda mitad de la década del 50 hay una transformación en la dirección fundamental del desarrollo capitalista en la argentina. De ser una expansión en extensión -de las relaciones capitalistas sobre territorios donde no había relaciones capitalistas- pasa a ser una expansión en profundidad. Relaciones capitalistas que descomponen y se imponen sobre relaciones capitalistas preexistentes. Eso significa centralización de la propiedad en menos manos y repulsión de población, crecimiento de la “población sobrante” para el capital. Ese fenómeno viene sucediendo en la Argentina desde mediados de los 50, pero se empieza a hacer muy evidente a partir de la segunda mitad de la década del 70. En ese momento la desocupación era muy chica por razones políticas: la dictadura militar trató de bajar la desocupación porque como dijo el que fue viceministro de economía de Videla, su concepción era que detrás de cada desocupado había un guerrillero en potencia. Sin embargo cuando esa “amenaza” desaparece, las tasas se disparan. A partir de finales de los 80, sumando subocupación y desocupación, las tasas tienen un crecimiento que no retrocede nunca más. Al medir ocupación y subocupación desde finales de los 80 siempre da mucho más alto que antes de los 80, aún en épocas de crisis. Ese es el proceso en el que estamos hoy. La superpoblación relativa, que en los 90 era visible a través de la desocupación y la subocupación entre otras cosas. Eso que estaba a la vista en los 90, hoy aparece encubierto bajo formas de población que le sobra al capital, pero que no está desocupada, o por lo menos que recibe un ingreso, población subsidiada, y una parte del empleo estatal -que es superfluo desde el punto de vista del capital-. El diario La Nación por lo menos una vez cada dos meses saca un artículo mostrando cómo hay demasiados empleados estatales. Al capital, esos empleados le sobran. Ahora bien, no están desocupados, están recibiendo un ingreso. Toda la población subsidiada, la población jubilada sin haber hecho aportes, para el capital, podría no existir e incluso seguiría funcionando el ejército de reserva. Eso es un cambio cualitativo importante en el capitalismo argentino que afecta directamente la situación de la clase obrera. El cambio en la alianza social gobernante que significó el acceso del Kirchnerismo al gobierno frena o encubre con sus políticas esta tendencia a generar una superpoblación relativa cada vez mayor, pero sin embargo la tendencia existe. Parte del cuentapropismo es otra manifestación de esta superpoblación relativa. En la medida que las políticas tratan de aminorar el efecto del desarrollo capitalista en esta fase, se encuentran mejores condiciones objetivas para los trabajadores; sin que eso signifique que dejen de operar los movimientos cíclicos del capital. Desde 2010, que estalla la crisis de las hipotecas hemos tenido momentos de alza y de baja, siempre dentro de este contexto general. Desde el punto de vista organizativo y político, mi impresión es que es un momento de más debilidad para el movimiento obrero. Está más fracturado, ya que hay 5 centrales sindicales. Recién en las huelgas del año pasado, o en la de noviembre de 2012, han demostrado una mayor unidad en la lucha y cierta recomposición de la fuerza pero que no representa un cambio drástico. RV: Hay reivindicaciones particulares que no son apropiadas por las direcciones de las centrales sindicales y que son tomadas por sectores independientes o por los sectores del sindicalismo combativo, como por ejemplo la huelga de aceiteros que tuvo fuerte impacto para romper el techo de las paritarias. ¿Cómo ven la irrupción de estos sectores? ¿Expresa la falta de representatividad de las centrales sindicales? NIC: Desde comienzos de la década del 2010 hay un incremento de estos conflictos dirigidos por líneas alternativas a las direcciones sindicales, que no necesariamente son siempre de izquierda. A veces son líneas incluso dentro del peronismo, pero sí son comisiones internas o cuerpos de delegados que asumen la conducción de luchas por reivindicaciones que no están asumidas por la dirección sindical. Hay que tener presente que todas estas luchas son luchas económico-corporativas inmediatas, que no van más allá de eso en ningún caso. Son por salario, por condiciones de trabajo, son por empleo, pero no se ve que vayan más allá de este límite. No se puede decir que allí se esté gestando una corriente política. Para hacer una comparación -aunque puede no ser legítima- cuando se desarrolla el clasismo en los 70, a pesar de tener mucho de la lucha económica, estaba el planteo de la lucha por otra sociedad y la lucha por el socialismo. Aunque dirijan partidos de izquierda, hoy creo que eso no existe, son luchas económicas. RV: ¿Qué diferencia las luchas sociales de la década de los 90 de las actuales? NIC: Hay que ver el contexto actual, ya que todo esto se enmarca en el contexto electoral. En los 90 claramente las luchas estaban centralizadas en una lucha contra el modelo económico, contra el gobierno y contra las políticas del gobierno. Hoy la lucha no aparece así. Sí puede haber contra políticas del gobierno específicas, como el impuesto a las ganancias, que tampoco es una reivindicación del conjunto, sino de una capa de los trabajadores. Son muy pocas y muy recientes las expresiones de lucha contra el modelo económico actual. María Cecilia Cotarelo (MCC): Cualquiera de las expresiones del movimiento sindical a grandes rasgos plantea lo mismo que el gobierno en términos de modelo. No hay diferencias políticas en cuanto al modelo en general. ¿Quién no va a estar a favor de un aumento del consumo, de una política industrial, aumento de salarios? Más allá de lo que pueda pasar después en la realidad, como política general y discurso, se sostiene esto. Lo que hay a diferencia de los 90, es que existe la posibilidad de que empiecen a plantearse algunas cuestiones. Lo que pasa es que es tan incipiente que es difícil que se llegue a desarrollar. Los aceiteros querían sacar la discusión de “recuperar lo perdido por la inflación” para decir “queremos un salario digno que contemple una canasta familiar”. Ahí se empieza a plantear qué es el salario digno, también la discusión del impuesto a las ganancias “¿Qué significa que somos privilegiados?”. Aparecen posibilidades, muy de vez en cuando, como la reducción de la jornada de trabajo. Empiezan a darse condiciones para plantear el salario digno, la reducción de la jornada laboral, o a enfatizar la participación de los empresarios en la dictadura militar. Antes era una cuestión de sobrevivir, y estas cuestiones no podían plantearse, hoy habría que pensar por qué estos temas no se desarrollan en profundidad, cuando hay condiciones para que esto pueda pasar. Pareciera que se llegó a un techo, que no se puede dar ese salto. No por incapacidad de sus dirigentes, sino porque la mayor parte de la clase obrera no se lo plantea. NIC: Ahora apareció el tema del tope a las paritarias, como una política muy puntual, que sí generó oposición. Sin embargo, antes era contra un modelo, ahora no lo es. Eso tiene que ver con que plantear la política contra este modelo implica un salto cualitativo enorme: es salirse del sistema. Si vos planteás que el modelo es inclusión, ocupación, discusión de los salarios ¿quién va a estar en contra? Superar este modelo implica pensar en construir una sociedad distinta, una sociedad no capitalista. Esta fuerza, que está dentro del gobierno, e incluso una parte que está fuera del gobierno, no está diciendo que quiere una sociedad socialista, plantea que quiere inclusión, mejores salarios, una vida digna. Por eso es que nos preguntamos si cambió la iniciativa política respecto del 2001. Hoy no está presente de manera masiva esa voluntad que existía en los 60 y los 70 de construir una nueva sociedad. RV: Una posición del gobierno para fundamentar el techo a las paritarias fue que el aumento de salarios produce mayor inflación. ¿Esto es efectivamente así? NIC: El problema es de distribución de la riqueza. Si se plantea que el aumento de salarios produce inflación es porque el salario es trasladado a los precios. Si se controlara a los formadores de precios para que no puedan trasladar el aumento de salarios a precios, ellos ganarían menos pero no habría inflación. Por eso cuando se habla de inflación se está discutiendo de distribución de la riqueza. Se puede intentar bajar la inflación bajando los salarios, aunque tampoco es una medida tan eficaz. Una manera es bajar los salarios y otra manera es bajar las ganancias. Tampoco se habla de que no existan ganancias. Los mismos que en la década del 90 decían que no había más clase obrera y que el peso de la clase obrera en la creación de valor era 0, ahora están hablando de que hay que bajar salarios porque el peso del costo laboral es excesivo. RV: La crisis económica parece anunciar que cualquiera sea el que gane las elecciones va a tener que aplicar medidas de ajuste, incluso más drásticas que las que ya se están ejecutando. ¿Vamos hacia un nuevo 2001? MCC: Si aplicaran un ajuste al estilo de los 90, la respuesta sería durísima, porque no venimos de una derrota, como sí podía ser en los 80. Todo el menemismo y su política se organizó en base a la derrota de los 70 y la hiperinflación de fines de los 80. El 2001 en cambio no fue una derrota, fue vivido como un triunfo popular, y lo que vino después fue la realización de esa fuerza popular para echar a patadas a un gobierno. El gobierno de Kirchner y de Cristina vino a canalizar y contrarrestar esa fuerza, con el poder de los votos por un lado y la amenaza destituyente por el otro. Las voces que hubo a partir de la democracia participativa y las asambleas populares, terminaron totalmente institucionalizadas en la democracia representativa, formal y burguesa. Esto ha sido una de las tareas que ha llevado a cabo el kirchnerismo. NIC: Pudieron llevar a cabo esto porque tomaron las políticas que estaban planteadas en el 2001. Y eso es algo que a la izquierda le cuesta asumir, pero es real. El 2001 no iba más allá de las políticas que desarrolló este gobierno. Por haber realizado estas políticas es que pudo canalizar esa fuerza social como lo hizo. Por eso me parece que el mayor peso no está en la capacidad de canalizar las demandas dentro del sistema institucional sino en haber asumido y atendido esas demandas. Porque el día en que no se asuman esas demandas, vamos a ver qué es lo que pasa con esa institucionalidad. RV: ¿Está en crisis el modelo del Kirchnerismo? El techo a las paritarias de este año, la negociación con chevron por vaca muerta… ¿indican un tope al discurso del gobierno? NIC: El caso de Chevrón no implica una crisis, sino que está en el programa mismo del gobierno. Nunca ninguna de estas líneas políticas del peronismo negaron la inversión extranjera, empezando por el mismo Perón. Puede haber una línea coincidente con los reclamos realizados por Cooke en su momento, pero siempre hubo un proyecto dominante que estuvo de acuerdo en que exista la participación extranjera. Respecto del techo a paritarias, creo que la decisión de negociar con los formadores de precios los acuerdos del estilo de precios cuidados, funcionan a medias o fuerzan a que se tenga que ajustar por el otro lado. Si el gobierno no está de acuerdo en fijarle a las empresas condiciones firmes para que no suban los precios, entonces deberá ajustar por el otro lado, que son los salarios. MCC: Hay que tener en cuenta igual que no estamos en el rodrigazo, que se ponían límites a las paritarias que eran inviables para los trabajadores. En este caso están negociando dentro de parámetros que son viables y permiten mantener, más o menos, las condiciones de vida. No están tirando de la cuerda al punto de romperla, sino maniobrando dentro de un margen que resulta razonable para las condiciones que existen. NIC: Hay que tener en cuenta también todo lo que influye en el salario a través de subsidios -el salario indirecto-. El subsidio al transporte, el subsidio a los servicios básicos y otros, le permiten maniobrar al gobierno por fuera de lo que se negocia abiertamente en las paritarias. Si uno tuviera que pagar 30 pesos por día para ir y volver del trabajo y además pagar el triple o el cuádruple de servicios, no sería la misma situación. Creo que el límite real para llegar a un ajuste brusco es que cambie la alianza en el gobierno y que vuelva una alianza parecida a la de los 90. Entonces la política ya no va a ser si se puede o no se puede ajustar, sino llevarse todo lo que se pueda y que los de abajo se las rebusquen como mejor les parezca. Lo que hagan Scioli o Macri va a depender mucho de la relación de fuerzas interna. No creo que ninguno pueda hacer un ajuste salvaje. Si lo intentan, arde el país.