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DESPUES DE LA CARRERA

Los coches pasaron rápidamente hacia Dublín, deslizándose por la curva de Naas Road como bola
de rodamiento. Los mirones se agrupaban en lo alto de la colina de Inchicore para ver el regreso
de los coches de carreras a través de ese canal de pobreza y desidia por el que el continente
mostraba la aceleración de su industria y su riqueza. Los vítores constantes de los mirones
mostraban el agradecimiento de los oprimidos. Sin embargo, su simpatía era para los coches
azules, los coches de sus amigos los franceses.

Los franceses eran además, los vencedores virtuales. Su equipo había logrado un buen puesto; se
habían colocado en segundo y tercer lugar, y se decía que el conductor del coche que había
ganado, alemán era un belga. De modo que cada coche azul fue bienvenido con redoblada alegría
al coronar la colina, y sus ocupantes respondieron al generar regocijo sonriendo y agitando la
cabeza. En uno de aquellos coches ajustados con precisión iba un equipo de cuatro hombres cuyo
estado de ánimo parecía superar con creces el buen humor del afrancesamiento triunfante; su
humor era, de hecho, prácticamente bullicioso. Eran charles Ségouin, el propietario del coche,
André Riviere, un joven electricista de origen canadiense; un húngaro corpulento llamado Villona y
un joven perfectamente acicalado llamado Doyle. Segouin estaba de buen humor por que le
habían adelantado inesperadamente unos encargos estaba a punto de abrir un establecimiento
del motor en parís y Riviere.

Si bien hoy tenemos grandes ventajas que ofrecen a los niños, también tenemos más peligros, a
pesar de los grandes avances de la ciencia y la técnica de los problemas sociales lejos de
disminuir, van en aumento más drogadicción violencia promiscuidad sexual, corrupción suicidio
juvenil desintegración familiar, etc.

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