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23.

El testimonio del amor fraternal


Jn 13:35; Ga 6:10; Ro 12:10.
Los primeros cristianos destacaron por un aspecto que hoy está muy de moda y bien visto,
pero que en su época causó no poca perplejidad: la obra social. Los creyentes cuidaban los
unos de los otros de una manera que Tertuliano (160–220) recoge con estas palabras:
«Tenemos una caja en la que cada cual deposita lo que quiere y lo que puede para sustentar
a los necesitados de la iglesia: pobres, viudas, huérfanos, ancianos confinados en sus casas,
los que han sufrido naufragio y presos por la fe».
Llevaron a la práctica el gran mandamiento del Señor, de forma que quienes les veían
comportarse de esa manera decían «¡Mirad cómo se aman unos a otros!».

Aplicación:
Amor: El amor a Dios se demuestra mediante nuestra obediencia a su Palabra (Jn 14:15), y
el amor al prójimo es el segundo mandamiento en importancia (Mr 12:31); un amor que
debemos manifestar primeramente a los hermanos en la fe.
Testimonio: Nunca debemos olvidar que nuestro comportamiento es fuente de testimonio
y que debemos parecernos a Cristo en la forma en la que él nos amó.
Misión: Es importante entender que la gran comisión no incluye una predicación del
Evangelio que ignora las necesidades de los pobres. El Evangelio no es obra social, pero
tampoco es proclamación sin ayuda.

24. Mártires sin pelos en la lengua


Mt 10:22, 28; 2Ti 2:12; 1Pe 3:15.
Que muchos cristianos dieron su vida por su fe sin ofrecer resistencia física es un hecho
ampliamente conocido, pero que lo hicieran calladitos… eso sí que no. La ley romana exigía
que se pusiera por escrito todo proceso judicial que se llevara a cabo en los tribunales, y
gracias a ella, conservamos algunos registros, denominados actas proconsulares
(posteriormente llamadas ‘Actas de los mártires’), que recogen los debates llevados a cabo
durante los procesos a los cristianos.
Bajo el mandato de Antonino Pío (138–161) fue apresado Policarpo de Esmirna (69–
155), un cristiano de 86 años que llegó a discutir enérgicamente con el procónsul que le
juzgaba. Como a pesar de su insistencia el anciano no apostataba de su fe, el procónsul le
amenazó con quemarlo en la hoguera, a lo que Policarpo respondió: «Me amenazas con un
fuego que arde una hora y pronto se apaga, porque no conoces aquel fuego del juicio
venidero y del eterno suplicio que espera a los impíos.»
Policarpo acabó en la hoguera, pero sabemos que no se le quemaron los pelos de la
lengua, porque no tenía.
Aplicación:
Perseverancia: Los primeros cristianos nos dieron un ejemplo inigualable de fidelidad y
perseverancia; no renegaron de su fe ni dejaron de proclamar con sus argumentos las
verdades del Evangelio.
Temor: No debemos temer a los que solo pueden hacer daño a nuestro cuerpo; temamos
al que puede matar nuestra alma.
Defensa: Debemos estar preparados para presentar defensa de nuestra fe ante aquellos
que intenten convencernos de otra cosa que no sea el Evangelio de Cristo.
Evangelismo: Actualmente muchos proclaman un evangelismo azucarado con el propósito
de atraer a más personas y rehúyen hablarles de las realidades del infierno. El problema es
que, si bien logran que las personas acepten el Evangelio, lo que aceptan es un Evangelio
diferente. El Evangelio que no incluye ninguna idea incómoda no es un Evangelio auténtico.

25. La temprana lucha contra el gnosticismo


1Jn 4:2–3; 1Ti 6:20; Jud 4; 2Pe 1:16; Ef 2:8.
Cualquier doctrina del Evangelio, por sencilla que sea, es susceptible de ser tergiversada,
malinterpretada o radicalmente transformada. Y para muestra, un botón: «Pero no solo el
bautismo libera, sino también el conocimiento». Con esta frase, el gnóstico Teódoto de
Bizancio plasmó una de las principales doctrinas del gnosticismo.
El gnosticismo fue una corriente filosófico-religiosa que alcanzó a algunos cristianos de
mediados del siglo I con sus ideas atractivamente espiritualizantes. Los gnósticos defendían
que, a través de la introspección, se podía alcanzar el conocimiento –gnosis– de las
verdades divinas, y que era este supremo conocimiento el que producía la salvación. Para
ellos, el mal y la perdición estaban vinculados a la materia, mientras que la salvación y lo
divino pertenecían a lo espiritual; de ahí que rechazaran la encarnación de Dios en la
persona de Jesucristo, idea que apoyaron los docetistas, al defender que el cuerpo de Jesús
era solo ‘aparentemente material’. Tan radical fue su rechazo por la materia, que
prohibieron reproducirse porque eso significaba crear más materia (!!!)
Los gnósticos proclamaban estas doctrinas heréticas, verbalmente y por escrito, por lo
que los apóstoles se vieron obligados a insistir en la perseverancia en la sana doctrina, del
verdadero Evangelio que afirma la salvación por la fe, y en la encarnación de Jesús.
Entre tanta introspección (que debía ser sumamente aburrida) y el ‘prohibido
reproducirse’, cuesta entender que el gnosticismo tardara tres siglos en extinguirse. Hoy no
habría durado ni dos telediarios. 1

1 Martínez, S. (2017). 100 ilustraciones sobre la historia de la Iglesia. (T. Segar & D.

Vela, Eds.). Bellingham, WA: Tesoro Bíblico Editorial.

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