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el desarrollo.
Para el caso Colombiano, Agudelo & Riccardi (2019) citando a la OCDE (2018), muestran que
los diferentes acuerdos y contratos de cooperación firmados con sus principales donantes han
generado importantes flujos de recursos al país, de tal suerte que
Para los años comprendidos entre el 1998 y el 2016, el 89,9% de los recursos de la AOD
a Colombia provinieron en un 59,7% de Estados Unidos (US$ 11.904,2 millones) y en un
30,2 % de la Unión Europea y sus miembros (US$ 6.028 millones). Si se consideran los
datos oficiales del gobierno estadounidense (USAID, 2018), las cifras de ayuda exterior
del socio norteamericano a Colombia ascienden, en el mismo periodo, a US$ 14.182
millones (p.112).
Esto denota la importancia económica de la AOD para Colombia y cómo a partir de estos
recursos el Estado ha podido afrontar grandes retos sociales como los acuerdos de paz, el
desarrollo de programas en sectores marginados, fortalecer su política educativa, social,
ambiental, institucional, entre otras, lo que sin duda le ha traído beneficios palpables en el
desarrollo económico y social del país. Sin embargo, pese a que todas las tipologías de
cooperación que hemos abordado tienen una naturaleza eminentemente prescriptiva y taxativa,
todos ellos suponen una subordinación y compromisos tácitos con los países o instituciones que
se firman, lo cual es el elemento clave para determinar los beneficios reales de la cooperación.
En este sentido, los autores plantean que los fines esenciales de las acciones de los dos
principales cooperantes en Colombia se pueden resumir a continuación
Estados Unidos más cercanos a los postulados teóricos de tradición realista, alternados en
algunos momentos con tibios matices idealistas, según los cuales la ayuda oficial
permanece como un evidente instrumento de política exterior funcional a la preservación
de la propia seguridad nacional y a la defensa del statu quo hegemónico en el hemisferio
occidental, amenazado incluso, en el periodo de análisis, por el ascenso de los gobiernos
de izquierda, contra-hegemónicos o “poscoloniales” en gran parte de América Latina; por
otro lado, la postura europea, por definición “cooperativa”, en buena medida cercana a
posiciones planteadas por el cosmopolitismo, el institucionalismo neoliberal y el
constructivismo que interpretan el uso de la ayuda oficial como un medio para consolidar
la “paz estructural” o “positiva” basada sobre la consolidación de democracias
incluyentes y desarrollo humano, que presuponen, de todos modos, un modelo económico
neoliberal (Agudelo & Riccardi, 2019, p.123).