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Beneficios e intereses de los actores y los instrumentos de la cooperación internacional para

el desarrollo.

Desde mediados del siglo XX el Estado colombiano ha venido atravesando un fenómeno de


violencia social y armada sin precedentes en el mundo, lo que ha generado importantes
desequilibrios sociales y afectaciones en los principales indicadores que miden la calidad de vida
de la población. A partir de este escenario, el país se ha convertido en uno de los mayores
receptores de Ayudas Oficiales para el Desarrollo (AOD) principalmente de los Estados Unidos
y la Unión Europea, pese a que después del año 2010 las cifras de crecimiento económico
ubicaron a Colombia como un País de Renta Media Alta de acuerdo con la clasificación del
Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), lo cual podría limitar el acceso a las AOD posterior al escenario de
posconflicto que actualmente acompañan múltiples países y organismos de cooperación
internacional en el país.

Dadas las dinámicas complejas de desarrollo endógeno de Colombia, la cooperación


internacional no solo se constituyó como una fuente de recursos importantes para la inversión en
sectores prioritarios para el desarrollo como la salud, la educación, la cultura, entre otros; sino
que se consolidó además como un punto fundamental dentro de la agenda internacional del país,
a partir de la que se establecieron diferentes agendas de cooperación y la firma de acuerdos con
diversos países y organizaciones multilaterales, que han permitido que hoy por hoy Colombia se
constituya simultáneamente receptor de AOD y oferente desde estrategia de cooperación Sur-
Sur. Sin embargo, para hacer una lectura adecuada de los beneficios del proceso de cooperación
internacional en el caso colombiano, es necesario identificar cómo opera la refrendación y puesta
en marcha de estos acuerdos, así como los intereses implícitos que estos tienen principalmente
para los países receptores.

Inicialmente, es importante recordar que a luz del derecho internacional

La cooperación internacional encuentra su razón de ser en los principios universales de


solidaridad entre los pueblos, respeto y protección de los derechos humanos y en la
búsqueda incesante de mejores condiciones y mayores recursos que brinden al hombre
una situación de bienestar conforme a su dignidad humana, fin último de la existencia de
los Estados (Acción social, 2008, p.11)
Ante este planteamiento internacional, el Estado colombiano en vista de las múltiples asimetrías
sociales y regionales que acompañaron el siglo XX, implementó toda una apuesta institucional
con el fin de captar la mayor cantidad de recursos de cooperación y destinarlos a solventar estas
disparidades presentes en los territorios. Como resultado de esto, en el año 1958 se creó la
Sección de Proyecciones y Objetivos de Desarrollo, que evolucionó en el año 1989 a la División
Especial de Cooperación Técnica Internacional, y posteriormente en el año 1996 la Agencia
Colombiana de Cooperación Internacional, la cual se transformó en el año 2011 a la Agencia
Presidencial de Cooperación internacional de Colombia APC-Colombia, la que tiene como
objeto esencial “gestionar, orientar y coordinar técnicamente la cooperación internacional
pública, privada, técnica y financiera no reembolsable que reciba y otorgue el país; así como
ejecutar, administrar y apoyar la canalización y ejecución de recursos, programas y proyectos de
cooperación internacional” (APC, 2019).

Soportado en esta estructura de gestión para la cooperación, el Estado ha establecido deferentes


mecanismos para la aprobación de acuerdos internacionales de cooperación, convenios
complementarios y de donaciones que permiten darles soporte jurídico a estos ejercicios, y
reglamentar de forma efectiva la ejecución de tales recursos. En primera instancia, la aprobación
de acuerdos internacionales bilaterales o multilaterales están en cabeza del presidente de la
república, en su defecto de ministros o agentes diplomáticos que actúan bajo su instrucción; este
tipo de acuerdos se caracterizan por ser firmados con un Estado u organizaciones multilaterales o
de cooperación internacional, y poseer una estructura definida donde se establecen obligaciones,
responsabilidades y mecanismos de cooperación entre los firmantes. Dentro de los acuerdos
multilaterales se destacan algunos como el protocolo de kyoto y el acuerdo de Paris; mientras
que entre los acuerdos bilaterales se puede mencionar el marco de asociación con España 2015 –
2019 y la estrategia país Canadá 2014 – 2019. Es importante aclarar que “para que los tratados o
convenios internacionales tengan fuerza jurídica interna en Colombia, es condición indispensable
que sus normas no contraríen o vulneren los preceptos consagrados en nuestra Carta Política,
pues en el caso de que tal cosa ocurriera, las cláusulas transgresoras serían inaplicables” (Acción
social, 2008, p.42). Esto es de gran relevancia debido a que los intereses de Colombia como
Estado siempre serán superiores a los deberes y responsabilidades suscritas en este tipo de
acuerdos, debido a que la cooperación no puede ir en detrimento de la estructura jurídica,
cultural, ambiental o institucional del país.
Con base en los convenios internacionales descritos anteriormente, los Estados pueden llevar a
cabo convenios complementarios o acuerdos de forma simplificada donde se instrumentaliza la
cooperación y se desarrollan proyectos o programas de cooperación de naturaleza
eminentemente técnica. Dentro de estos, cada una de las partes deben establecer sus
contribuciones, en el marco de lo establecido en el acuerdo macro, entendiendo que su
ratificación corresponde a la Cancillería de Colombia y a la entidad que se establezca dentro del
mismo acuerdo.

En cuanto a la cooperación internacional de carácter no reembolsable (donaciones), ésta tiene


unas características muy especiales en Colombia, debido a que su regulación se realiza a través
de un contrato de donación, donde el donatario debe establecer un fin específico para los bienes
o recursos entregados; que de no ser aplicados, podrían dar paso al desistimiento o cumplimiento
de la donación. Como ejemplo de este tipo de contratos se encuentra el acuerdo de donación de
objetivos de Desarrollo con USAID 2015 – 2019.

Para el caso Colombiano, Agudelo & Riccardi (2019) citando a la OCDE (2018), muestran que
los diferentes acuerdos y contratos de cooperación firmados con sus principales donantes han
generado importantes flujos de recursos al país, de tal suerte que

Para los años comprendidos entre el 1998 y el 2016, el 89,9% de los recursos de la AOD
a Colombia provinieron en un 59,7% de Estados Unidos (US$ 11.904,2 millones) y en un
30,2 % de la Unión Europea y sus miembros (US$ 6.028 millones). Si se consideran los
datos oficiales del gobierno estadounidense (USAID, 2018), las cifras de ayuda exterior
del socio norteamericano a Colombia ascienden, en el mismo periodo, a US$ 14.182
millones (p.112).

Esto denota la importancia económica de la AOD para Colombia y cómo a partir de estos
recursos el Estado ha podido afrontar grandes retos sociales como los acuerdos de paz, el
desarrollo de programas en sectores marginados, fortalecer su política educativa, social,
ambiental, institucional, entre otras, lo que sin duda le ha traído beneficios palpables en el
desarrollo económico y social del país. Sin embargo, pese a que todas las tipologías de
cooperación que hemos abordado tienen una naturaleza eminentemente prescriptiva y taxativa,
todos ellos suponen una subordinación y compromisos tácitos con los países o instituciones que
se firman, lo cual es el elemento clave para determinar los beneficios reales de la cooperación.
En este sentido, los autores plantean que los fines esenciales de las acciones de los dos
principales cooperantes en Colombia se pueden resumir a continuación
Estados Unidos más cercanos a los postulados teóricos de tradición realista, alternados en
algunos momentos con tibios matices idealistas, según los cuales la ayuda oficial
permanece como un evidente instrumento de política exterior funcional a la preservación
de la propia seguridad nacional y a la defensa del statu quo hegemónico en el hemisferio
occidental, amenazado incluso, en el periodo de análisis, por el ascenso de los gobiernos
de izquierda, contra-hegemónicos o “poscoloniales” en gran parte de América Latina; por
otro lado, la postura europea, por definición “cooperativa”, en buena medida cercana a
posiciones planteadas por el cosmopolitismo, el institucionalismo neoliberal y el
constructivismo que interpretan el uso de la ayuda oficial como un medio para consolidar
la “paz estructural” o “positiva” basada sobre la consolidación de democracias
incluyentes y desarrollo humano, que presuponen, de todos modos, un modelo económico
neoliberal (Agudelo & Riccardi, 2019, p.123).

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