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Sábado XXII

E l e v a n g e l i o d e h o y c u e n t a e l c o n f l i c t o c o n
respecto a la observancia del Sábado. La observancia
d e l s á b a d o e r a u n a l e y c e n t r a l , u n o d e l o s D i e z
m a n d a m i e n t o s . U n a l e y m u y a n t i g u a q u e f u e
reconsiderada en el tiempo del exilio. En el exilio, la
gente tenía que trabajar siete días a la semana desde la
m a ñ a n a h a s t a l a n o c h e s i n t e n e r l a o p o r t u n i d a d d e
reunirse y meditar en la palabra de Dios, de orar juntos
y compartir su fe, sus problemas y sus esperanzas. Por
eso s urge
l n a u ecesidad
d p a m rgente
u d e arar l enos n ía
a l as emana
p r ara
ya eunirse
m e u nimarse utuamente n na
situación tan dura como el exilio. De lo contrario, los
hombres h p abríanl f F erdido
e e c a e. ue n sa ircunstancia
que la fe se renovó y se reanudó la observancia del
Sábado.
En esta parábola Jesús, que conocía la Biblia y la
invocaba para demostrar que los argumentos de los
demás no tenían ninguna base, rompe con tradiciones
antiguas y anuncia que el hijo del hombre es señor del
s á b a d o ; e l h o m b r e e s e l a m o d e s u v i d a y ,
contrariamente a las lamentaciones de los fariseos y a
sus reglas rígidas, todos los días es lícito apoderarse y
comer las espigas y regocijarse en el Señor.

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