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Echó el café
En la taza
Echó leche
En la taza de café
Echó azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo removió
Bebió el café con leche
Dejó la taza
Sin hablarme
Encendió
Un cigarrillo
Hizo aros
Con el humo
Echó la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se levantó
Se puso
El sombrero
Se puso
La capa de lluvia
Porque llovía
Y se fue
Bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Y yo tomé
Mi rostro entre las manos
Y lloré
[Jacques Prévert. Paroles. París: Editions du Point du Jour, 1945. Versión de Antonio Mengs]
Una sola cosa importa: aprender a ser perdedor.
En esto se reconoce a aquél que tiene disposiciones para la búsqueda interior: pondrá el
fracaso por encima de cualquier éxito, buscará incluso ese fracaso; inconscientemente, claro
está. Y es que el fracaso, siempre esencial, nos desenmascara, nos permite vernos como Dios
nos ve, mientras que el éxito nos aleja de lo que hay de más íntimo en nosotros y en todo.
[Emile Cioran. Del inconveniente de haber nacido. Madrid: Editorial Taurus, 2014].