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Pedro Fernández Barbadillo
Pedro Fernández Barbadillo
A la izquierda le encanta
la censura
Por ahora, los socialistas y sus aliados morados no pueden cerrar los periódicos que molestan
sus desayunos. Cuando en España las izquierdas han gozado de la facultad legal para hacerlo,
se han quedado a gusto.
20-04-26
Martínez Barrio y
Manuel Azaña
La izquierda ha sacado el censor que lleva dentro. Quiere antes declaraciones falsas que
la desagradable realidad. Quien diga la verdad, provoca desafección, desmoraliza y
desgasta al Gobierno más progresista, más feminista, más numerosos y más inepto que
ha padecido España.
En los últimos días, hemos sabido por boca de ministros y generales que se nos vigila y
que el mismo Gobierno que es incapaz de contar los muertos por el Covid19 y de
suministrar mascarillas y EPIs a los sanitarios no va a consentir que nadie le critique. Lo
ha dicho Isabel Celáa: "No podemos permitir que haya mensajes negativos". Otro
socialista, Alfonso Gómez Celis, encima vicepresidente del Congreso, acaba de decir
estas palabras: "En esta pandemia tenemos que desechar a los que señalan con el dedo
los errores". ¿A qué se refiere con ‘desechar’? Conociendo el pasado del PSOE, ese
verbo produce miedo.
De momento, los socialistas se están contentado con manipular las ruedas de prensa
para que nadie pueda preguntar por qué ha sido España durante semanas el país del
mundo con más muertos por millón de habitantes y con denunciar a quienes refutan su
discurso de "Sólo era una gripe", "Todos los países europeos están igual", "El Gobierno
no tiene nada de lo que arrepentirse", "Hay que arrimar el hombro". Así, el PSOE
ha denunciado a Vox y a la tertuliana Cristina Seguí por ‘delito de odio’, ese nuevo
crimen político que sustituye al de ‘contrarrevolucionario’ aplicado en las tiranías
comunistas.
"Envenenar el ambiente" en 1931
Por ahora, los socialistas y sus aliados morados no pueden cerrar los periódicos que
molestan sus desayunos. Cuando en España las izquierdas en sus distintas
manifestaciones han gozado de la facultad legal para hacerlo, se han quedado a gusto. El
gobernante que más periódicos ha ordenado clausurar ha sido Manuel Azaña.
Al cumplirse el mes de la huida de Alfonso XIII y la proclamación de la II República,
el Gobierno Provisional había permitido el asalto a un centro monárquico, encarcelado
al propietario de ABC por sospechoso de haber cometido un asesinato aunque el
cadáver no aparecía, una quema de iglesias y conventos y el cierre de varios periódicos
de derechas.
"La suspensión gubernativa de ABC ha durado nada menos que tres meses y medio,
¡quince semanas! Ni en los tiempos de Calomarde, ni en los de Narváez, ni en los de
Primo de Rivera... Durante todos los gobiernos de seis reinados y de dos repúblicas se
aplicó jamás a un periódico una sanción gubernativa tan dura sin justificación legal."
En una medida admirable, la empresa mantuvo el pago de los salarios de sus
trabajadores, aunque carecía de ingresos: 837 obreros de talleres, 67 redactores y 81
empleados. El 20 de julio de 1936, el ABC fue incautado por la UGT y regresó a sus
propietarios el 29 de marzo de 1939.
Las repetidas sanciones y persecuciones contra los periódicos por parte de los
Gobiernos de la República, en su mayoría de izquierda, convirtieron en una burla el
artículo 34 de la Constitución republicana:
"Toda persona tiene derecho a emitir libremente sus ideas y opiniones, valiéndose de
cualquier medio de difusión, sin sujetarse a la previa censura. En ningún caso podrá
recogerse la edición de libros y periódicos sino en virtud de mandamiento de juez
competente. No podrá decretarse la suspensión de ningún periódico, sino por sentencia
firme."