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La investigación para la paz

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Así como la “educación para la paz” nació en la década de 1920 como reacción frente a la
destrucción y muertes producidas durante la Primera Guerra Mundial, de la misma manera la
“investigación para la paz” surgió en la década de 1950 como respuesta a las consecuencias de
la Segunda Guerra Mundial. Pareciera que tenía que sobrevenir el horror del mayor genocidio
de la historia, y la muerte y desolación producidas por la bomba atómica, para que la
humanidad buscara desesperadamente una solución definitiva al problema recurrente de la
violencia de la guerra.

Las primeras investigaciones aparecieron en los Estados Unidos con la publicación de la Revista
de Resolución de Conflictos (1957) y el Centro de Investigación sobre la Resolución de
Conflictos (1959). En ese mismo año se creaba en Oslo (Noruega), bajo la dirección de Johan
Galtung, un Departamento de Investigación sobre Conflictos, que en 1966 se transformó en lo
que hoy es el mundialmente reconocido Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz.
Además, también durante ese año, en Suecia comenzó a funcionar el Stockholm International
Peace Research Institute (SIPRI). Dicho Instituto Internacional de Estocolmo de Investigaciones
sobre la Paz está financiado por el Parlamento sueco, y publica, entre otros trabajos, el World
Armaments and Disarmament SIPRI Yearbook (Anuario Mundial del SIPRI sobre
Armamentismo y Desarme en el Mundo), que se considera una fuente indispensable de
información sobre el armamentismo mundial y su impacto en la ecología.

Johan Galtung -acompañado por un equipo interdisciplinario de expertos dedicados a


investigar los problemas relacionados con la paz- comenzó a publicar en 1964 la revista Journal
of Peace Research, que pronto se convertiría en una fuente de consulta indispensable para los
investigadores de todas partes del mundo. Posteriormente se sumó otra publicación titulada
Boletín de Propuestas para la Paz. En la nota editorial del primer número de Journal of Peace
Research Galtung (1964) explicaba que el concepto de paz dominante en occidente, era un
concepto limitado e inadecuado. Tradicionalmente, la paz ha sido definida como “ausencia de
guerra”. Sin embargo, explica el autor, lo que conspira contra la paz, no es propiamente la
guerra, sino la violencia, todo tipo de violencia. Por eso, “cualquier análisis de la paz debería
vincularse con un análisis de la violencia, porque así se revelan más facetas en los conceptos,
lo que nos permite hacer más elecciones concientes” (Galtung, 1985, 103).

Ahora bien, Galtung distingue dos tipos de violencia: la violencia directa o personal, en la que
un sujeto comete un acto violento en contra de otro u otros, y la violencia indirecta o
estructural, quizás menos palpable que la directa, pero no por eso menos frecuente y
difundida. La guerra es una forma de violencia directa, como lo es la agresión física, el
asesinato, etc. La violencia indirecta se llama estructural, porque no es producida por un actor
directo, sino que está inserta en las estructuras sociales. Esta violencia indirecta se expresa a
través de las injusticias o “desigualdad de oportunidades” ya sea en la distribución de la
riqueza, de la educación, de los servicios de salud, etc. (Galtung, 1985, 36-39). Esta violencia es
evitable, dice el autor, e impide la autorrealización humana; es decir, pone trabas a la
satisfacción de las necesidades básicas del ser humano en sociedad. Esto le permite a Galtung
introducir una distinción fundamental entre dos tipos de paz: la paz negativa y la paz positiva.
La paz negativa consiste en “ausencia de violencia directa o personal”; mientras que la paz
positiva, es “ausencia de violencia indirecta o estructural”. Para Xesús R. Jares (1999, 97-98) la
concepción positiva de paz presupone que la paz “no es lo contrario de guerra sino de su
antítesis que es la violencia […]”, y que

la violencia no es únicamente la que se ejerce mediante la agresión física directa […] sino que
también se debe tener en cuenta otras formas de violencia, menos visibles, más difíciles de
reconocer pero también generalmente más perversas en la provocación de sufrimiento
humano.

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