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EL DIAGNÓSTICO PSICOLÓGICO: NUEVOS DESAFÍOS Y DEBATES

PENDIENTES EN EL MARCO DE LA FORMACIÓN DE POSGRADO.

Expositor: Dra. Teresa A. Veccia*

RESUMEN:

Esta exposición se centra en una de las aplicaciones del amplio y expandido

campo de conocimientos que actualmente representa la Evaluación

Psicológica.

Parte de caracterizar al Psicodiagnóstico desde su doble vertiente: como

una práctica profesional y como un proceso de investigación científica,

propio del contexto clínico.

Analiza los debates originados en los distintos enfoques teóricos y

metodológicos que atraviesan la aplicación de esta especialidad profesional,

y también las dificultades en el terreno de las prácticas institucionalmente

contextualizadas.

Propone la construcción de un enfoque integrador como fórmula que permita

superar la visión maniquea y dogmática en la utilización de métodos e

instrumentos diversos, y aporte-además- a la generación de hipótesis más

comprehensivas sobre los complejos fenómenos psíquicos estudiados.

Finalmente, reflexiona sobre la necesidad de la formación continua del

profesional dedicado al tema y caracteriza al espacio académico de

posgrado como oportunidad para la instalación y desarrollo de un enfoque

clínico integrador y generador de nuevos conocimientos.

PALABRAS CLAVES: psicodiagnostico-enfoque integrador- formación de

posgrado.

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Introducción

En esta exposición trataré de acotar el vasto campo de problemáticas que

caracterizan la práctica clínica del diagnóstico psicológico tomando tres ejes

principales:

Primero abordaré su caracterización desde una doble vertiente:

a) como práctica profesional y

b) como método de investigación científica.

En segundo lugar, consideraré cómo ese conjunto de prácticas y saberes se

lleva a cabo en nuestros contextos institucionales, con qué características,

con qué dificultades y perspectivas.

Y, finalmente, reflexionaré sobre la necesidad y pertinencia de un espacio

de especialización como oportunidad para integrar distintas concepciones

sobre la teoría y práctica del Psicodiagnóstico.

I.- El diagnóstico psicológico como práctica profesional y como método

científico de la Psicología Clínica.-

La práctica diagnóstica tiene una larga historia cuyo origen procede de la

Medicina. Específicamente de la Medicina hipocrática cuya finalidad era la

de reconocer una enfermedad a través de la observación de ciertos signos

visibles para diferenciarla de otras posibles. Hipócrates fue el primer médico

que llevó adelante una observación minuciosa de cada uno de sus

pacientes, un registro sistemático (la historia clínica) y un proceso de

inferencia e imaginación para prever la evolución de esas enfermedades. No

contaba con ninguna aparatología médica y se basaba en lo que cada

enfermo le relataba.

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Desde esta perspectiva, el diagnóstico parte de una anamnesis en la que se

registran síntomas y se observan signos, para luego inferir procesos y

estudiar la evolución de cada caso en comparación con otros, buscando

similitudes y diferencias. La clasificación opera a través de categorías

descriptivas que intentan abarcar un conjunto de signos o síntomas.

De acuerdo a su etimología griega, el término “diagnóstico” puede

entenderse, como el conjunto de hechos y actos necesarios para el

discernimiento y reconocimiento de un fenómeno bajo estudio.

El prefijo “dia” se refiere a la acción de separar o analizar los distintos

signos o aspectos del fenómeno que se intenta conocer. Gnosis alude, como

se sabe, a conocimiento. De modo que el diagnostico es un acto de

conocimiento que opera primero analizando las distintas partes del objeto

cognoscible y luego integrando o reuniendo lo hallado en el juicio clínico

que emite. La “diagnosis” en cambio, de acuerdo a su terminación (-sis) se

refiere al proceso en que dicho conocimiento se lleva a cabo.

Por lo tanto, es éste un proceso de conocimiento que culmina en un juicio en

el que se dice algo del objeto cognoscible. Para llevar a cabo dicho proceso

se aplican una serie de saberes procedimentales y teorías que los enmarcan

(Veccia, 2002).

¿A qué llamamos “diagnosticar” en Psicología?

En el diagnostico psicológico, por decirlo de una manera general, nuestros

pacientes exponen vivencias y significados particulares que se resisten y se

resienten al ser forzados a incluirse en categorías preconcebidas, aunque no

pueda prescindirse por completo de ellas.

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La tarea diagnóstica en Psicología está atravesada por múltiples variables,

algunas provienen del propio sujeto que consulta, otras del contexto en el

que se desarrolla la práctica, otras del entrevistador y sus propias

características de personalidad, sus teorías, ideología, etc.

Entre ellas destacamos la que corresponde al impacto que la subjetividad

del entrevistado produce en la del entrevistador y que para nosotros lejos de

constituir un sesgo deviene fuente insoslayable de información –En apoyo

de esta idea podemos citar las obras de autores tan diversos como Avila

Espada (1992); Ma. C. Sendín (2000), J. Bleger,(1964 ), entre otros.

►El diagnostico psicológico resulta pues un proceso de conocimiento

complejo caracterizado por distintas fases que se influencian entre sí,

en el que se aplican Entrevistas Psicológicas, algunas

instrumentalizadas, y que resulta atravesado por múltiples variables,

entre las que cobra relevante importancia como fuente de información,

el espacio intersubjetivo generado entre entrevistador y entrevistado-.

Ante este panorama corresponde pues plantear algunas preguntas que

ejemplificarán la magnitud de la complejidad planteada:

- En primer lugar, ¿qué es lo que se diagnostica? ¿Cuál es y cómo se

definirá el objeto que la Psicología intenta conocer en su aplicación

diagnóstica?. ¿Es la conducta humana? ¿es el psiquismo y su

funcionamiento? ¿es la subjetividad? ¿es la personalidad del sujeto

que consulta o por quién se realiza la consulta?-¿A qué llamaremos

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síntoma? ¿Con qué criterios separaremos lo saludable psicológico de

lo no saludable/disfuncional o patológico?

- En segundo lugar, ¿Cómo se lleva adelante el conocimiento de lo que

se intenta diagnosticar?:

¿Cuál ha de ser el método elegido para lograrlo, con qué estrategia y

a través de qué procedimientos técnicos se llegará a conocer el

objeto planteado?.

- Por último, ¿Para qué se pone en marcha semejante dispositivo? :

¿Para qué se realizará el diagnóstico? ¿con qué objetivos o fines

últimos?.

Ahora podríamos avanzar un poco planteando que

►El PD tiene un por qué y un para qué: su objeto de estudio es

la personalidad del entrevistado, la organización psíquica que la

estructura y las conductas y expresiones funcionales y

disfuncionales que le permiten mantener su equilibrio y

bienestar.

Además, dichas conductas emergen en contextos socio- históricos

concretos en los que cada sujeto no es solo depositario de

determinaciones e influencias externas a su psiquismo sino también activo

constructor de significados que de modo recursivo construyen a dichos

contextos.

►El objetivo principal del diagnóstico psicológico es el de

decidir futuras intervenciones que aporten soluciones al

problema particular de quien lo solicita o para quien haya sido

solicitado. Diagnosticar no constituye pues un fin en sí mismo.

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En todos esos momentos de encuentro interpersonal con los consultantes,

en los que se asienta el proceso diagnóstico, cada profesional se plantea

interrogantes y reflexiones en torno a las decisiones clínicas que debe tomar

( derivar o no al paciente-institucionalizarlo-comunicar conductas de riesgo a

los padres- dar paso a una interconsulta) que implican la dimensión ética

que atraviesa la práctica. Ello conlleva una actitud de permanente cuidado y

consideración del ser humano concreto al que se destina el esfuerzo, sus

sufrimientos y malestares particulares tanto como las posibilidades y

recursos con que cuenta para enfrentar los conflictos que lo atraviesan.

►Esta es una intervención ineludible para poder dar paso a otras. No

hay ninguna forma de proceder en ciencia que no parta de clarificar y

precisar el problema o la situación de partida que queremos resolver.

Ahora veremos qué papel juegan las teorías:

La respuesta a las preguntas planteadas en torno de qué-cómo y para qué

diagnosticar, variará de acuerdo a la teoría psicológica a partir de la cual

definiremos las variables bajo estudio. La práctica del diagnóstico clínico no

puede escindirse de la teoría que la enmarca.

El marco de referencia teórico del Psicólogo práctico es el que determinará

la selección de aspectos del fenómeno bajo estudio, las técnicas o

instrumentos auxiliares que seleccionará y las conceptualizaciones a las que

arribará a partir de la lectura integrada de los distintos datos y fuentes de

información que volcará luego en sus conclusiones e informe final.

Ese marco de referencia va construyéndose como un equipaje previo de

saberes, conceptos, modelos y teorías aprendidas e internalizadas que,

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pasan a formar parte de la personalidad, del yo del Entrevistador; por eso

muchas veces la posibilidad de revisarlas o cambiarlas frente a las nuevas

preguntas que emanan del quehacer cotidiano, pone en crisis al propio

profesional y puede derivar en una actitud defensiva y dogmática. La teoría

se usará entonces como refugio para calmar la incertidumbre.

Hoy sabemos que nuestras teorías son relativas, ninguna de ellas contiene

verdades absolutas, todas ellas iluminan algunas dimensiones del objeto de

estudio pero inevitablemente, desconocen o ensombrecen otras.

Necesitamos urgentemente del diálogo y la integración entre paradigmas

explicativos diferentes pero complementarios para enfrentar las nuevas

problemáticas que la Psicología clínica está hoy obligada a abordar.

Y necesitamos también del intercambio y aporte entre disciplinas diversas.

La adscripción acrítica a cualquier teoría, es uno de los peligros mayores

que no solo limitará el alcance de nuestras conclusiones sino que dejará al

destinatario de la intervención privado de una comprensión más abarcativa

de sus particulares malestares, sufrimientos y conflictos , e impedirá prever

y optimizar la dirección de futuras orientaciones e intervenciones.

Por otro lado, ese marco teórico, que sirve de guía a la aplicación

metodológica desde el fondo de la escena diagnóstica, no siempre resulta

claro y explícito para el propio evaluador. Otras veces, difiere en su faz

enunciativa de la aplicación práctica que finalmente llevará a cabo el

profesional . Todo ello empobrece y suele ser fuente de confusión en las

conclusiones finales expresadas en los informes.

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Según nuestra opinión, el momento actual -tan complejo debido a las

vertiginosas y múltiples transformaciones sociales y culturales que impactan

sobre la subjetividad- pone por delante el desafío de hallar enfoques

integradores, no en pos de un ideal estético de “equilibrio y armonía” que

pueda funcionar como fachada de posiciones eclécticas, sino con vistas a la

asunción de un esquema referencial teórico y operativo que nos permita

ampliar la visión del sujeto como persona integrada y total.

Creemos que la labor del evaluador se empobrece tanto si parte de una

afiliación teórica dogmática y excluyente como si adopta una posición

ecléctica, desesperándose por buscar resultados y conciliar forzadamente

teorías que solucionen la demanda.

La aplicación ecléctica descontextúa conceptos provenientes de diversos

sistemas de ideas, “emparcha” y obtura las preguntas que obligatoriamente

se desprenden de la práctica y borra las diferencias entre teorías.

El reclamo actual es el de sostener un trabajo laborioso y complejo, pero no

imposible, en pos de encontrar caminos integradores para paradigmas

explicativos y enfoques diversos.

De acuerdo con lo planteado por Sendín(1990) el psicodiagnóstico es un

proceso en el que se generan, y ponen a prueba hipótesis en relación a la

naturaleza del problema que se plantea, sus causas, su evolución probable,

la necesidad o no de una intervención terapéutica, el tipo de intervención

requerida (breve- prolongada- individual-familiar-vincular-

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psicofarmacológica- grupal-etc) y la planificación de la intervención ulterior

en función de los recursos existentes, y las posibilidades o dificultades de

cada sujeto o grupo .

En este proceso se recopilan datos de diversas fuentes, que luego se

convertirán en indicadores de las variables bajo estudio, en una continua

tarea de conceptualización que atienda antes que a los resultados aislados

al objetivo de responder las preguntas que la Psicología clínica y los

psicólogos consideren relevantes.

La lectura integradora de los datos que necesariamente debe hacerse al

construir el informe y las conclusiones finales, depende en su coherencia y

articulación de la convergencia o divergencia de las teorías y modelos de la

personalidad aplicados.

Sin embargo, en sus prácticas cotidianas los psicólogos usan distintos tipos

de técnicas de exploración y diagnóstico, mezclando frecuentemente

modelos diversos según convenga al objetivo del diagnóstico o a las

características del caso o la situación planteada.

La integración y complementación de técnicas cuali y cuantitativas,

psicométricas y proyectivas, en una estrategia que las combine

adecuadamente de acuerdo a la demanda y al contexto en que ésta se

origina, contribuye al estudio de las distintas facetas de la personalidad del

evaluado así como a la comprensión de tendencias y/o motivos subyacentes

que las expliquen. Este planteo, retomado recientemente por G. Meyer

(1997) y J. Masling (1997) no es nuevo, proviene de la obra pionera de

David Rapaport (1950) quien planteaba la aplicación de una batería

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integrada de técnicas para ampliar y complementar los aspectos

esclarecidos por cada una de ellas en forma aislada.

Dicha integración constituye en sí misma un desafío y un problema de alta

complejidad para el evaluador debido a la disparidad de premisas y objetivos

que caracterizan a cada tipo de instrumentos.

Las técnicas que Meyer(1997) prefiere caracterizar como “basadas en

resultados” resultarían recomendables para obtener información sobre

aspectos específicos, experiencias, eventos o síntomas abiertamente

reconocidos y podrían predecir la conducta a corto plazo. Las técnicas

basadas en el desempeño, en cambio, serían mejores para evaluar las

tendencias y preferencias de la personalidad que pueden, o no, ser

evidentes en la conducta o en la conciencia del sujeto. Son instrumentos que

podrían predecir mejor la conducta a largo plazo. ( Masling, 1997; Meyer,

1997, op. cit.).

El objetivo de integrarlas es pues la complementación de unas y otras.

Sin embargo este objetivo dependerá también del grado de consistencia con

las premisas teóricas que existan en el punto de partida.

II. La práctica diagnóstica en contextos institucionales.

Acabamos de caracterizar al PD como un proceso de investigación

científica complejo y como tal, debemos considerar también sus

condiciones de realización. La teoría y la práctica no se desarrollan en el

vacío sino en contextos específicos, institucionales, normativos, que son

los que rigen y modulan los intercambios intelectuales y condicionan la

producción, circulación y consumo de tales productos científicos.

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Al comienzo de la práctica del PD en nuestro país la inclusión de

Psicólogos en las Instituciones de Salud era un paso obligado de la

formación profesional. Sin embargo la falta de marco legal de la profesión y

las características dominantes del discurso médico influyeron para que las

tareas propias del diagnóstico psicológico actuasen de “salvoconducto”

para poder ejercer la profesión. Por eso la aplicación de tests resultaba la

manera de poder entrar a dichas instituciones aunque siempre nucleados

alrededor de alguna figura médica que actuaba de “protector” de la práctica

psicológica.

Hoy en día podemos constatar que ha habido variaciones en el rol del

psicólogo a lo largo de la historia del desarrollo de nuestra ciencia: en la

práctica clínica del diagnóstico psicológico dichos cambios se revelan en el

abandono de un enfoque atomizador, etiquetador y subsidiario de otros

profesionales en la práctica, hacia una conceptualización de la tarea con

características propias y específicas, con mayor conciencia de la

complejidad del funcionamiento psicológico de los seres humanos, y con

objetivos y criterios propios.

El Psicólogo goza de un ejercicio profesional autónomo y de un marco legal

para su práctica. La tarea diagnóstica es una práctica reservada al título de

Psicólogo.

En el ámbito clínico los Psicólogos desarrollan sus prácticas en Obras

Sociales, en Sistemas pre-pagos, en Centros de Salud Mental y en Servicios

de Psicopatología en Hospitales Generales.

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A pesar del gran avance en este terreno, es común escuchar que en

muchos hospitales generales y, aún en algunos centros de salud mental, la

conformación de equipos de Psicodiagnóstico está aún hoy cuestionada,

demorada y no tenida en cuenta. La mayoría de los profesionales que

“toman técnicas” (en muchas instituciones ésta diferencia funciona como un

eje de discriminación entre los propios colegas) son requeridos sólo cuando

la Justicia impone al hospital la carga pública de elevar informes periciales

para evaluar psicológicamente a los actores de las litis judiciales.

En otras ocasiones el psicodiagnosticador resulta aislado y no puede

intercambiar con el equipo de terapeutas quienes muchas veces se

expresan a priori en desacuerdo con las conclusiones diagnósticas, sin

escuchar ni comprender el rico y complejo proceso de elaboración de

hipótesis que el especialista sigue hasta llegar a sus conclusiones, y el

alcance y utilidad que esta visión preliminar del paciente pudiera tener para

el abordaje terapéutico posterior.

En esta situación de mezclan prejuicios, ignorancias, competencias y

rivalidades, siendo muchas veces la consecuencia como señalé, que el

profesional se recluya y no pueda interactuar con sus pares.

El cambio necesario en este panorama debe venir, según mi opinión, de

una conciencia ampliada del Profesional experto que incluya la formación

actualizada y continua después de haber obtenido su título de grado.

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Esta conciencia ampliada que reafirma al profesional en el ejercicio de su

rol, requiere de una visión que caracterizaremos como tridimensional: a la

vez social, institucional y clínica.

Hemos dejado atrás la polifuncionalidad del Psicólogo que caracterizó el

inicio de nuestra práctica profesional en los años 70, para requerir hoy más

que nunca el desarrollo de una experticia que nos posicione y ubique en

paridad con el resto de nuestros colegas y que nos capacite para debatir e

intercambiar también con profesionales de otras disciplinas sin que se

confundan ni se borren los límites de la propia.

III. La necesidad de una formación continua .

Como venimos reiterando, concebimos al PD como un método científico

caracterizado por un conjunto de conocimientos propios y específicos, la

práctica diagnóstica es ya un área propia de la especialización de posgrado

La realidad de la demanda concreta del diagnóstico enfrenta al profesional

psicólogo con múltiples aspectos teóricos, éticos, técnicos relativos al

psicodiagnóstico como herramienta de trabajo a utilizar en su práctica

profesional.

Sólo cuando el psicólogo está habilitado para el ejercicio de la profesión e

inserto en algunos de los posibles ámbitos de acción es que comienza a

barajar las múltiples implicaciones que atañen a la tarea de psicodiagnosticar.

A esta altura, él cuenta con un bagaje (marco teórico, psicopatología, criterios

de salud-enfermedad, nociones de psicología evolutiva, técnicas cuantitativas

y cualitativas a aplicar para operar), conocimientos por lo menos básicos, del

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ámbito clínico y de las problemáticas que abarca, que ha adquirido en la

carrera de grado.

Corresponde a una instancia de posgrado la formación del psicólogo para

habilitarlo a evaluar: 1) cuándo debe diagnosticar; 2) qué diagnostica; 3) cómo

hacerlo, con qué estrategia y método, privilegiando qué técnicas según el

caso o problema a resolver; 4) cómo se planteará los interrogantes éticos

implícitos en el proceso.

También es necesario actualizarlo en la profundidad y excelencia de la lectura

del material que se obtiene en el proceso de evaluación, que abarca: a) la

relación que se da entre el psicólogo y la persona o personas o unidades que

son evaluadas y b) el material obtenido a través de las técnicas con las que

ha relevado sus datos.

El espacio de formación que ofrece la especialización en Diagnóstico y

Evaluación Psicologica, se propone como el ámbito ideal para profundizar en

todos estos desafíos pendientes y complejidades que atañen a la práctica

diagnóstica. Esto es posible porque el debate entre teorías, métodos y

técnicas diversas encuentra un lugar para ser desarrollado y no sólo como

parte de un intercambio intelectual sino en relación con las prácticas que la

misma formación propone y que permiten revisar sin prejuicios y en compañía

de otros profesionales y colegas los interrogantes que no fueron considerados

o que fueron dejados de lado en la formación de grado.

Por otro lado la mayoría de los cursantes que inicia su especialización ha

conseguido ya alguna inserción institucional por lo tanto, la posibilidad de

ampliar sus campos de conocimiento, revierte en lo inmediato de su ejercicio

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profesional y abre la posibilidad de pensar con otros sobre la propia práctica.

Situación que considero como condición necesaria para la construcción de un

pensamiento que decante en teorías integradoras y que nos permita conocer

más y mejor a los seres humanos que nos consultan en busca de soluciones

a sus conflictos .

Bibliografía:

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la Investigación. Ficha editada por el Depto. de Psicología, Fac. de
Filosofía y Letras, Univ. de Buenos Aires.

Maganto-Mateo, C. y Avila Espada, A. (1999): “El Diagnóstico


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Meyer Gregory (1997) “On the Integration of Personality Assessment


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Masling Joseph (1997) “On the nature and utility of Projective and Objective
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Rapaport, D (1950) “Implicaciones teóricas de los procesos de verificación


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Veccia,T. y otros (2002) Diagnóstico de la Personalidad. Desarrollos


actuales y Estrategias combinadas. Lugar Ed., Buenos Aires.

*Exposición inédita presentada como Panelista invitada al Congreso

Metropolitano de Psicología, año 2011. Buenos Aires.

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