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Carson McCullers y la iluminación escritores" de Chandler, había un fondo común en el tratamiento del tema: el

Por Vlady Kociancich Para LA NACION - Buenos Aires, 2009 desencanto y la nostalgia, el realismo de los detalles, la economía del lenguaje. Pero
sobre todo, la malignidad del alcohol, el eterno invitado a esa fiesta móvil de la
Hay cuentos que arraigan en la memoria solitariamente. Los años se llevan literatura norteamericana que brilló entre los años treinta y los sesenta con inigualable
consigo el título, el nombre del autor, la pertenencia al libro que lo incluía, junto fulgor. William Faulkner, Tennessee Williams, Scott Fitzgerald, Eugene O´Neill,
con detalles menores del escenario en que trascurre y, poco a poco, sus señas de Katherine Ann Porter, John Cheever, Raymond Carver, la lista es interminable. En esa
identidad, quién lo escribió, dónde y cuándo, van perdiendo importancia hasta que lista irrumpió, para ubicarse con una primera novela entre los primeros lugares, una
ese relato se suelta por completo de un ámbito, ya es un vagabundo que ronda muchacha del sur de los Estados Unidos. La muchacha se llamaba Lula Carson Smith
entre otras lecturas, anónimo pero nunca olvidado. y tenía veintidós años. La novela que la consagró era El corazón es un cazador
Tuve esta experiencia bastante común y siempre incómoda con un cuento de solitario.
Carson McCullers. Es la historia de un hombre casado y con dos hijos, que
regresa a su casa después de un largo día de trabajo, preocupado por el Un corazón hipotecado
alcoholismo de su esposa, y la encuentra borracha, ella en su cuarto, los chicos Lula Carson Smith nació en 1917, en Columbus, Georgia. Fue la mayor de tres
abandonados a juegos peligrosos en el living. El hombre se ocupa de sus hijos, hermanos y sin embargo adquirió para la familia una condición de hija única que
luego de la mujer que baja del dormitorio tambaleándose, que aterra a los chicos nunca perdería, ese estado de privilegio que concentra toda la atención de los padres
con su ebriedad y sus insultos; al fin, logra calmarla y acostarla de nuevo. en un solo niño pero que a la vez inyecta una conciencia de soledad no natural, un
Mientras tanto, su resignación inicial se ha convertido en odio. En mi recuerdo del aislamiento que termina por proyectarse al mundo y buscar como sea el contacto del
relato, la imagen más vívida y amarga era la del hombre ordenando la ropa otro, un hambre de amor de cualquier suerte. Hambre insaciable que Carson
interior que la joven esposa había amontonado en una silla. Un corpiño de seda en McCullers trasmitiría a toda su obra y todos sus personajes en infinidad de matices.
la mano, el marido la miraba dormir con desgarradora ternura, el odio Dos circunstancias establecieron y consolidaron la idea de que nunca sería igual a
desvaneciéndose en la contemplación del sueño de ese cuerpo que amaba. Pero el nadie: su precocidad primero y después la grave enfermedad que contrajo en la
impacto de emoción que me produjo la escena surgía de la escritura, del estilo adolescencia, una fiebre reumática que la torturó sistemáticamente hasta su muerte, en
preciso y contundente del párrafo que cierra el cuento: 1967.
Con cuidado, para que Emily no se despertara, se deslizó en la cama. A la luz El genio que su madre decía haber detectado en ella cuando todavía era un bebé se
de la luna miró por última vez a su mujer. Sus manos buscaron la carne manifestaba en la música. Tenía seis años cuando se sentó al piano y tocó una pieza
inmediata y la pena igualó al deseo en la inmensa complejidad del amor. entera que sólo había oído en un film. Empezó a tomar clases y su futuro de
Todo gran escritor, aunque hayamos leído su obra apasionadamente, siempre concertista parecía definirse. Tanto, que a los trece decidió cambiar su nombre, Lula,
nos reserva una sorpresa. Encontré mi sorpresa en la reciente publicación de El que detestaba, por Carson. Pero mientras cursaba la escuela secundaria
aliento del cielo , un volumen con prólogo y notas de Rodrigo Fresán, que recoge desganadamente, otro interés se atravesó en el camino de la pianista: la literatura. De
los cuentos completos y tres novelas de Carson McCullers: La balada del café hecho, como todos los escritores de raza, descubrió la pasión de la lectura antes de
triste, Reflejos en un ojo dorado y Frankie y la boda . Ahí estaba, identificado preguntarse sobre la posibilidad de escribir. Amaba a Proust y a Flaubert con la misma
después de mucho tiempo, bajo un título insípido que casi obliga a pasarlo por alto intensidad de su amor por hombres y mujeres, niños y viejos, burdeles y puestas de
-"Dilema doméstico"- aquel relato sombrío y magistral de un matrimonio hecho sol, barrios negros del Sur, límpidos suburbios del Norte, pueblos áridos y brutales, las
pedazos. Otro bochorno me esperaba. Quizá por el hartazgo de ignorar el nombre marcas literarias de su encrucijada personal entre la vida y la muerte.
del autor, se lo había atribuido a Raymond Chandler, pensando que podría tratarse Apenas había cumplido diecisiete años cuando siguió al primero de los impulsos de
de uno de la veintena de relatos que Chandler escribió antes de lanzarse de lleno a un corazón que demostraría ser imbatible a pesar del cuerpo enfermo en que estaba
la novela policial. Una filiación no del todo insensata. Como en "Una pareja de guardado. Vendió un anillo de esmeraldas que había heredado de su abuela y partió a

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Nueva York con la excusa de estudiar música aunque ya decidida a anotarse en del alcohol, la soledad de Carson se recortaría a enamoramientos no correspondidos o
materias de literatura. Como en sus libros, ese impulso mayor del corazón terminó vistos con horror, a un asedio grotesco de las personas que necesitaba amar con la
en desastre: recién llegada a la ciudad perdió todo su dinero en el subte. Pero no se misma violencia con que necesitaba la bebida.
volvió a Georgia. Trabajó en lo que pudo para pagarse los estudios en la El fin la retrató postrada en una cama, mirando fijamente un vaso de whisky con
Universidad de Columbia mientras escribía los primeros relatos, sorprendentes hielo, sin tocarlo.
por la calidad de una escritura en que se lee no sólo el material tomado de su vida
hasta el momento (la música, los personajes solitarios y excéntricos, las Ganarse el alma
preocupaciones intelectuales) sino un punto de vista que dará originalidad y "La escritura no es sólo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma",
grandeza a toda su obra: la falta de mensaje. El amor, la vida, la muerte, el fracaso afirmaba esa mujer que no cesaba de leer y escribir pese al naufragio de su cuerpo en
simplemente son, pero en "su inmensa complejidad". la parálisis de un brazo, en el ahogo de neumonías, mutilado por sucesivas
En 1935 se enamoró de Reeves McCullers, un cabo del ejército que también operaciones de una mano, de un pecho con cáncer, de una cadera rota, un cuerpo en su
aspiraba a convertirse en escritor. "Todo lo que escribo me ha sucedido o me mal tan distante del bien de la imaginación y del talento, que lo consideró un invasor
sucederá", confesaría ella en sus memorias. No exageraba. "El instante de la hora extranjero del territorio más alto que le pertenecía y le hizo frente con sobrehumana
siguiente", un relato hecho antes de conocer a Reeves, profetiza la tortuosa y larga indiferencia. Por el contrario, ganarse la vida escribiendo le resultó asombrosamente
unión de la autora con su marido y el alcohol; el cuento al que yo le había perdido fácil. La buena suerte también intervino. Le tocó publicar en una época en que los
el rastro, "Dilema doméstico", trascribe la experiencia. Socios para una mutua escritores se ganaban el pan vendiendo cuentos a las opulentas revistas como el New
destrucción, Carson y Reeves McCullers compartían todo: amigos, relaciones Yorker o Harper´s Bazaar , que reclutaban, mediante un pago más que sustancioso, a
extramatrimoniales, bisexualidad, viajes, inquietudes literarias, enfermedades de jóvenes o nuevos autores junto a los consagrados.
uno y otro, en una imparable borrachera, en una cadena de crisis que duró veinte McCullers escribió como vivió, peligrosamente, en el sentido de apostarse entera a
años, que incluyó varias separaciones, un divorcio y un nuevo casamiento, y que lo que denominaba "una iluminación", la breve rágafa de segundos en que veía
no se cortó hasta el suicidio de Reeves en París, en 1953. Se amaban, dijo un cristalizarse el mundo de una novela, el paisaje de un cuento. No buscaba buenas
testigo, con desesperación. Literalmente. historias; las llevaba adentro. Historias conmovedoras y profundas en su aparente
Es difícil no compadecer a Reeves McCullers. Su vida fue un rompecabezas de sencillez, de individuos aislados por un defecto, como en El corazón es un cazador
valientes intentos echados a perder antes de armarse. Estudió seriamente para solitario ; farsescas como La balada del café triste , con la mujer gigante enamorada
escribir pero no pasó de proyectos. Fue un soldado distinguido en las batallas más de un enano y la antológica pelea cuerpo a cuerpo de la mujer contra el hombre que le
importantes de la Segunda Guerra Mundial pero salió de la carrera militar como disputa ese amor para vengarse de ella; ríspidas y audaces al límite, como la sordidez
de un sueño pasajero. Reconoció el genio de su esposa pero no supo protegerlo. de las pasiones que se cruzan entre los cuatro personajes de Reflejos en un ojo dorado
Le cedió su apellido sólo para verlo ensalzado en una fama ajena, en un éxito tan ; poéticas como Frankie y la boda , la novela del Sur que pinta la alucinada frontera
espectacular que a él lo convertía en una mera sombra de Carson. Y sin embargo, entre la niñez y la adolescencia de una chica, una "iluminación" concebida con la
este escritor frustrado logró una gota de inmortalidad en las mejores obras de su estructura de una obra teatral, que McCullers y su amigo Tennessee Williams
mujer. La memoria del hombre que amó Carson McCullers dio el patético lirismo adaptaron para el escenario y que obtuvo un impresionante éxito de crítica y de
del relato "¿Quién ha visto el viento?". De Reeves, Carson oyó la historia de un público. Esas historias, merecidamente, le ganaron el alma que deseaba.
escándalo sexual en una base militar que convirtió en una espléndida novela corta, Como su admirado Proust, que sostenía que un verdadero artista no debe arredrarse
Reflejos en un ojo dorado , donde son reflejos de Reeves la atracción reprimida ante los sentimientos, McCullers usó esa vaga palabra sentimental, alma, para
que ejerce un soldado sobre un oficial, la belleza física de uno y la obsesión designar el secreto universo de la creación literaria, el toque de una victoria sobre el
mortal del otro, el equívoco que inexorablemente conduce a una tragedia. Ausente tiempo que hay en la obra de algunos autores, la suprema neutralidad que borra de la
y luego muerto el marido, el amigo, el compañero de su tránsito por los infiernos escritura cualquier diferencia establecida a priori por su origen, entre hombres y

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mujeres, idiomas y nacionalidades, vidas felices e infelices, para darles a cambio
una voz poderosa, sin género ni ancla temporal y única a la vez -el estilo-, que nos
sigue narrando aunque pasen los años.

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