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LA HUMANIZACION DE DIOS: ENSAYO DE CRISTOLOGIA

JOSE MARIA CASTILLO

Jesús y un Dios violento

En este capítulo el autor hace referencia, a la cantidad de violencia que hay dentro del escrituras y
a como, donde se puede tomar un Dios que necesita sangre para amar, «sin derramamiento de
sangre no hay perdón» (Heb 9, 22). Tomando esto en cuenta, la religión ha hasta el extremo, no
sólo de «legitimar» la violencia, sino ademas de «sacralizar», donde la violencia hacer parte
central de muchas actos religiosos, señaladamente en la vida que se centra en el proyecto de
remediar el snfrimiento y contagiar felicidad.

, señaladamente en la vida que se centra en el proyecto de remediar el snfri- miento y contagiar


felicidad.

«No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que tales sacrificios son los que agradan a
Dios» (Heb 13, 16).

De ahí, la cantidad de textos en los que se dice (como ya recordé en el capítulo segundo de este
libro) que Jesús fue entregado a la muerte por nosotros y por nuestros peca- dos (Rm 5, 6-8; 8,32;
14, 15; 1 Cor 1, 13; 8, 11; 2 Cor 5, 14; Gal 1, 4; 2, 21; Ef 5, 2). Lo he dicho más de una vez y no me
cansaré de repetir- lo: si lo que se dice en estos pasajes del Nuevo Testamento se toma en serio y
se lleva hasta sus últimas consecuencias, nos venos abocados a tener que defender que el Dios en
el que creemos es un «Dios vampiro»,

En un mismo dios la bondad suprema y la maldad mas repugnante

«Si hubiera algo mejor y mas útil, para el hombre, que sufrir, Jesucristo nos lo habría enseñado con
sus palabras y su ejemplo [...]

En otras palabras, si la decisión de la muerte en la cruz fue tomada por Dios, el motivo de tal
decisión fue salvarnos del pecado, mientras que si la decisión de la muerte en la cruz fue tomada
por Jesús (desde el momento en que decidió vivir como vivió), el motivo de tal decisión fue
liberamos del sufrimiento. Con lo cual, lo que se da a entender es que, si la decisión de la muerte
fue divina, se da a entender que lo que le importa a Dios es el pecado que le ofende a él, mientras
que, si la decisión fue humana, lo que le importa a Jesús es el sufrimiento que nos oprime a
nosotros los mortales.

Lo peor de todo este asunto es que de esta manera, y a partir de estos presupuestos ideológicos,
la religión se constituye (sin pretender- lo) en origen y fuente de violencia. Llegando hasta el
extremo, no sólo de «legitimar» la violencia, sino ademas de «sacralizar», las formas mas refinadas
de violencia, como ocurre en el culto religioso, al erigir el «sa- crificio» en el acto central de no
pocos actos religiosos. O también en ideal de determinadas espiritualidades. Es entonces cuando
se elabora el penoso discurso según el cual Dios quiere el sufrimiento, de forma que es el
sufrimiento el medio privilegiado de la salvación. Una idea que está en el centro de determinadas
soteriologías. De ahí, la enorme dificultad con que tropieza la soteriología cristiana al tener que
explicar la muerte violenta de Jesús como un acto dispuesto y querido por Dios. Si Dios no es un
enemigo de la condición humana, sino que lo que más quiere es que seamos cada día más
humanos, tenemos que concluir, en sana lógica, que Dios no quiere el sufrimiento. Y, si lo permite,
es porque la lucha contra el sufrimiento en este mundo no se puede llevar adelante sino mediante
la decisión de estar dispuestos a sufrir mucho, si es que de verdad se quiere aliviar el sufrimiento
de los demas. He ahí la clave de explicación del sufrimiento de Jesús en la cruz. La cruz no fue
decisión de Dios, sino de hombres deshumanizados. Y la muerte de Jesús es la demostración más
fuerte de que sólo humanizando este mundo, frente a todos los sufrimientos y humillaciones que
padecemos los humanos, es como podemos aportar algo de salvación a él. He aquí el centro de la
soteriología cristiana.

En distintas tradiciones del Nuevo Testamento, se repite, mediante fórmulas distintas y desde
argumentaciones diversas, una idea común que supone la ma’s profunda revolución en las ideas
religiosas a'e la humani- dad. Se trata de la idea según la cual la religión consiste en la z/ia'a
misma, señaladamente en la vida que se centra en el proyecto de remediar el snfri- miento y
contagiar felicidad.

«No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que tales sacrificios son los que agradan a
Dios» (Heb 13, 16).

«sin derramamiento de sangre no hay perdón» (Heb 9, 22).

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