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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODERPOPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR


UNEARTE EXTENCION SUCRE
TRAYECTO I DE MÚSICA POPULAR
ASIGNATURA: FONÉTICA I

ORIGEN DEL LATIN, CASTELLANO E ITALIANO

DOCENTE:
Franck Lopez

BACHILLER:
Alejandro Rodriguez

MAYO DEL 2020


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN.................................................................................................3

ORIGEN DEL LATÍN, CASTELLANO E ITALIANO......................................4

ORIGEN DEL LATÍN...........................................................................................4

ORIGEN DEL CASTELLANO.............................................................................9

ORIGEN DEL ITALIANO……………………………………………………15

CONCLUSIONES................................................................................................19

BIBLIOGRAFÍAS................................................................................................20
INTRODUCCIÓN

¿Alguna vez no nos ha pasado que, a pesar d no dominar idiomas como el latín,
portugués o italiano, lo gramos comprender algunas palabras? Es un fenómeno bastante
común y ocurre ya que, todas estas son lenguas romances. Esto sucede porque el
español, junto a otros idiomas y dialectos derivan del Latín vulgar, lo que hace que
compartan elementos y puedan agruparse en lo que se conoce como Lenguas Romances
o Románicas. Pero, ¿Qué es eso de las Lenguas Romances?
Existen muchas teorías del origen de las Lenguas Romances, una de las más
conocidas dice que durante el Imperio Romano existían dos tipos de Latín: el culto, que
era hablado por personas de un alto nivel social, y el vulgar, que era hablado por
personas del común. A lo largode los territorios se debían cumplir todas las leyes y
costumbres establecidas desde Roma, sin embargo, con el tiempo esto se hacía cada vez
más difícil, pues eran demasiados territorios, y algunos muy alejados del centro del
imperio.
Luego de la caída del imperio, en cada territorio se comenzaron a poner en
evidencia cambios en las costumbres, culturas, y en la lengua, realizando variaciones del
Latín vulgar que venían usando. Con el tiempo, estas variaciones del latín vulgar se
acentuaron más, creando nuevas lenguas. Cada lengua que se creó, comenzó entonces a
establecer sus propias normas ortográficas y gramaticales.
Algunas lenguas romances si bien en la actualidad existe una gran cantidad de
lenguas románicas, hubo algunas que lograron afianzarse de forma generalizada en sus
territorios. Se conocen como lenguas romances nacionales. También hay otras lenguas
romances que son habladas en pequeñas comunidades y territorios. Mencionarlas todas
sería imposible, pero algunas de ellas son el gallego, el catalán, el provenzal, el occitano
y el sardo. Este último se considera como la lengua más conservadora de todas las
romances que se conocen, pues es la que menos variaciones ha generado del latín.

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ORIGEN DEL LATÍN, CASTELLANO E ITALIANO

ORIGEN DEL LATÍN

El latín es una lengua de la “familia lingüística” conocida con el nombre de


indoeuropea. -Por familia lingüística se entiende el conjunto de lenguas que presentan
unos rasgos básicos comunes en los distintos niveles o “sistemas” del lenguaje:
fonológico, léxico, morfológico, sintáctico-. Estas coincidencias atestiguan un origen
común, en una época remota y una zona limitada, a partir de las cuales se producirán la
expansión y la posterior fragmentación.
A la familia indoeuropea pertenecen el latín y la mayoría de las lenguas habladas
en Europa, tanto en el pasado como en el presente, además de algunas de Asia
meridional que se extienden por la zona que va desde la actual Turquía hasta la India. Se
exceptúan en nuestro continente el finés, el húngaro y el vasco.
El origen de esta “familia” se remonta a hace más de cinco mil años y se sitúa,
según la teoría más aceptada, en una zona al norte del mar Negro, entre la
desembocadura del Danubio y los montes Urales.

• Primera generación de lenguas indoeuropeas


La familia lingüística indoeuropea durante el segundo milenio antes del
nacimiento de Cristo, la que podríamos llamar “primera generación” de las lenguas
indoeuropeas aparece ya diferenciada en su mayor parte, y los pueblos que las hablaban
se encuentran situados (o a punto de situarse) en sus territorios históricos. Unos pueblos
lo hicieron en fecha más temprana, como los hititas de la Península de Anatolia (actual
Turquía) o los aqueos, quienes protagonizaron a mediados del milenio la civilización
minoica en la isla de Creta y la civilización micénica en la Grecia continental; otros
pueblos lo hicieron en fecha más tardía como los portadores de la lengua latina, cuya
entrada en la Península Italiana se supone no muy anterior al año 1000 a. C.,
coincidiendo más o menos con la invasión de los dorios en Grecia.
Algunas de estas lenguas resultantes presentan un mayor número de afinidades
entre sí, lo que hace suponer que en un periodo intermedio los pueblos respectivos

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ocuparon un mismo territorio o territorios vecinos, y desarrollaron una parecida manera
de hablar. De ahí que se distingan diferentes “grupos” de lenguas indoeuropeas, como
las lenguas atestiguadas en la franja central de Italia -el latín, el osco y el umbro- o las
atestiguadas en Asia -el llamado grupo indoiranio- o las distintas antiguas lenguas
germánicas o eslavas.

• Segunda generación de lenguas indoeuropeas


Ya en época histórica, la mayoría de las lenguas indoeuropeas siguieron
evolucionando lenta, pero imparablemente, transformándose y fragmentándose, y dando
lugar a las diferentes lenguas indoeuropeas modernas, que constituyen la “segunda
generación” de la familia indoeuropea. Hubo, no obstante, algunas que no dejaron
“descendencia”, al ser sustituidas por otras lenguas dominantes y luego olvidadas.
En algunos casos se conoce muy bien la lengua que ha dado origen a estas
lenguas modernas, al conservarse su literatura (caso del antiguo indio, del persa antiguo,
del griego, del latín); en otros casos, como el de las lenguas germánicas o eslavas, no se
conserva ningún testimonio escrito de la primitiva lengua “madre” común.

• Parentesco léxico de las lenguas indoeuropeas


En conclusión, nuestra “comunidad lingüística europea” tiene ya entre tres mil y
cuatro mil años de historia; y su origen común, dos mil años más. El eslabón que une las
lenguas románicas de España -castellano, catalán y gallego- entre sí y con el resto de
esta vieja y gran comunidad es el latín.
Para apreciar los lazos de parentesco que unen a las lenguas derivadas del latín,
basta hacer un muestreo con palabras de distinta clase -sustantivos, verbos, pronombres,
preposiciones...- y comparar los resultados en castellano o francés, junto a la forma
latina de que proceden, con los de dos lenguas de otro “grupo” indoeuropeo, como son el
inglés o el alemán.
El latín aparece hacia el año 1000 a. C. en el centro de Italia, al sur del río Tíber,
entre los Apeninos y el mar Tirreno, en una región llamada Latium (Lacio), de donde
proviene el nombre de la lengua y el de sus primeros habitantes, los latinos.

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Junto al latín aparecen las otras dos lenguas del “grupo itálico”: el osco, al sur del
Lacio, y el umbro, al noreste.
De las varias formas dialectales del latín primitivo (cada ciudad del Lacio tenía la
suya), enseguida acabó imponiéndose la de Roma, a causa de su pronta hegemonía sobre
toda la regi6n.
Este latín “romano” se fue extendiendo a medida que se extendía también el
dominio de Roma, primero en Italia, más tarde en los países ribereños del Mediterráneo
occidental (junto a la Península Ibérica) hasta abarcar finalmente la Europa central,
desde las Islas Británicas hasta Rumanía.
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente -ocurrida en el siglo V- el latín
continuó siendo la lengua común de gran parte de este territorio, hasta su fragmentación
y transformación en las distintas lenguas románicas -siglos VIII-IX-. Son, pues, dos mil
años de uso ininterrumpido del latín (desde antes incluso de que Roma existiese hasta
después de que dejara de ser la capital del Imperio).
Por lo que se refiere a la Península Ibérica, la presencia de la lengua latina duró
alrededor de doce siglos (recordemos que la conquista romana se inicia en el siglo III a.
C.).
El latín vulgar:
A este latín “hablado”, popular, se le llama latín vulgar. Es una lengua en
continua evolución y con diferencias dialectales entre las regiones de la misma Italia, y
más aún entre las diferentes provincias del Imperio (así, por ejemplo, puede hablarse de
la existencia de un latín “hispano”, “galo”, “africano”, entre otros).
Al descomponerse el Imperio y empezar la Edad Media, la evolución y
fragmentación de la lengua se aceleran y acentúan hasta que el latín se convirtió en otra
lengua, en parte igual y en parte distinta del latín tradicional, a la que ya en el siglo IX
empezó a llamarse lingua romana rustica, de donde procede el nombre de lenguas
románicas o romances para denominar a las diversas lenguas nacionales a que dio lugar.
No obstante, muchas de las diferencias entre éstas y el latín literario ya se habían
iniciado en el latín vulgar.

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El latín literario:
A partir del siglo III a.C. comienza la literatura en latín: y con ella, el latín
literario. Tras un primer periodo de formación que tiene lugar en el siglo I a.C., el latín
literario, fijado ya por las primeras gramáticas, se convierte en una de las grandes
lenguas literarias de la antigüedad (lenguas “clásicas”), y como tal, a diferencia del latín
vulgar, permanece prácticamente inalterado y unificado a través de los siglos; autores
como Cicerón, Virgilio y Tácito, entre otros, dan fe de ello en distintas épocas de la
antigüedad. En épocas posteriores, Tomas de Aquino, Dante, Petrarca...
Este latín culto, además de ser la lengua de la literatura en sentido estricto, fue la
lengua en la que se transmitió todo el legado cultural romano: derecho, ciencia,
lingüística, filosofía, etc.
A lo largo de la Edad Media, el latín siguió siendo lengua de expresión de la
cultura y alcanzó una revitalización extraordinaria en el Renacimiento (los humanistas
como Erasmo o Luis Vives eran consumados latinistas). Como lengua de expresión culta
y científica su uso se mantuvo hasta el siglo XVIII (Descartes, Leibniz, Newton,
Linneo); y como lengua oficial de la Iglesia católica se ha mantenido en la liturgia y en
sus documentos (en las encíclicas papales, por ejemplo) hasta la actualidad.
Ese carácter de vehículo de expresión universal de la cultura, romana primero y
europea después, hizo que el latín estuviera presente en los estudios de los niveles medio
y superior de todos los países civilizados durante tantos siglos. La presencia en los
estudios ha sido además preeminente hasta hace no mucho.
A esta causa se debe también que todas las lenguas europeas -no sólo las lenguas
románicas- hayan visto enriquecido su vocabulario con un gran número de palabras de
raíz latina (llamados también cultismos) Asimismo puede apreciarse en muchas de esas
lenguas el mantenimiento del uso habitual de expresiones latinas, no sólo en el nivel
culto del lenguaje sino también muchas de ellas en el nivel coloquial.
El origen de las lenguas románicas hay que buscarlo en ese latín “vulgar” tardío
transformado y fragmentado, bautizado con la denominación de lingua romana rustica
en un concilio del siglo IX (para diferenciarla de las lenguas “bárbaras”, por un lado, y
del latín “culto”, por otro).

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Fue este un proceso que podría calificarse de “metamorfosis”. Una parte
importante del sistema lingüístico latino permaneció en todas las lenguas románicas.
Pero hubo cambios (tanto innovaciones como pérdidas) muy sustanciales que afectaron a
los distintos aspectos de la lengua -pronunciación, morfología, sintaxis, léxico-. El
sistema se convirti6 en otro, con diferencias también sustanciales entre las lenguas de los
distintos reinos medievales. Estas diferencias fueron aumentando con el paso del tiempo
hasta la fijación definitiva de las distintas lenguas románicas. Entre las muestras escritas
que nos han llegado de este latín y las primeras de las diversas lenguas románicas (siglos
VIII-X) hay todavía muy poca diferencia.

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ORIGEN DEL CASTELLANO

El castellano deriva del latín, la lengua hablada en el Imperio Romano, por eso
tanto al castellano como al resto de las lenguas europeas que se originaron a partir del
latín – portugués, gallego, catalán, francés, italiano y rumano, principalmente– se les
conoce como lenguas románicas o neolatinas. Todas estas lenguas comenzaron por ser
meras variedades del latín vulgar hablado en cada una de las zonas de lo que se conoce
como “romania”; con el paso del tiempo esas variedades pasaron a ser dialectos -y ahí se
quedaron muchas-. Por fin, tras siglos de evolución fonética, morfosintáctica y léxica ese
latín dialectal fue transformándose hasta perderse y dar paso a las nuevas lenguas, entre
ellas el castellano, con un sistema fonológico y gramatical singular. Como toda lengua,
el castellano desde sus orígenes no ha parado de evolucionar, enriqueciéndose o
perdiendo rasgos, debido a diversas influencias (desde el árabe en plena Edad Media
hasta el inglés en la actualidad).
Antes de su romanización, la Península estaba habitada por un mosaico de
pueblos con sus propias costumbres y lenguas. Las lenguas más extendidas eran las
célticas (de origen indoeuropeo), las iberas (emparentadas con lenguas del norte de
África) y el vasco (de origen incierto). Estas lenguas prerromanas convivían con otras,
menos extendidas, de origen mediterráneo -como las fenicias y tartesias-. Alrededor del
siglo II se produjo la romanización de la Península, proceso que supuso la adopción de
la cultura, la lengua, las tradiciones, las leyes y el modo de vida de los romanos por parte
de los pueblos conquistados. Este proceso se extiende a lo largo de siglos, y por lo tanto,
hubo un largo período de convivencia entre el latín y las lenguas prerromanas. Con el
paso del tiempo, sin embargo, el latín, por su carácter utilitario, fue imponiéndose e hizo
caer en el olvido al resto de lenguas, excepto al vasco que aún se conserva. Aunque
desaparecieron ante el empuje del latín, las lenguas prerromanas imprimieron algunos
rasgos lingüísticos a la lengua dominante (es lo que se conoce como influencia del
sustrato prerromano). Algunos rasgos son la pérdida de la F- inicial o la ausencia del
fonema /v/ (posible influencia vasca), evolución del grupo /kt/>/ch/ (NOCTE>noche) de
origen celta, uso de la terminación -asco (peñasco, borrasca) y palabras como abarca,
braga, barro, perro, álamo, vega etc.

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A partir del año 218 a.C. comienza la romanización de la Península Ibérica con la
implantación del sistema y las costumbres del Imperio Romano. Se produce una
transformación en todos los órdenes de la vida: agricultura, sociedad, religión,
organización jurídica, económica y militar, etc. Como señalábamos más arriba, de forma
paulatina se va produciendo también la latinización de la Península, esto es, el latín poco
a poco va desplazando a las distintas lenguas prerromanas para convertirse en la lengua
dominante de comunicación. Sin embargo, la modalidad del latín que se propaga fue el
latín vulgar, esto es, la lengua hablada por el pueblo, por los soldados, etc., que
presentaba importantes diferencias con respecto al latín clásico, lengua del ámbito culto
y escrito.
A partir del siglo V, ya d.C., se produce la llamada “disgregación lingüística de
la romania”, en otras palabras: el latín hablado en todo el Imperio Romano durante
siglos se va a aislar y fragmentar en múltiples zonas lingüísticas como consecuencia de
las distintas invasiones bárbaras que disgregaron en varias zonas aisladas el extenso
territorio del imperio. A pesar de su dominio militar, los distintos grupos de origen
germánicos no logran imponer sus propias lenguas sobre el latín, que se mantiene como
lengua en la mayor parte de la Europa occidental. Sin embargo, debido a este
aislamiento, en cada zona el latín evoluciona de manera diferente y va adoptando
algunos rasgos lingüísticos de esas lenguas bárbaras: es lo que se conoce como la
influencia del superestrato. Lentamente se van a ir forjando distintas modalidades
lingüísticas del latín que, si bien ya se van alejando de la lengua originaria como
dialectos, todavía no han pasado a ser lenguas completamente independientes. En la
Península Ibérica, además de algunas zonas con presencia de vándalos, suevos y alanos,
se establecieron principalmente los visigodos, que se convirtieron al cristianismo y, por
supuesto, adoptaron el latín. Sin embargo, por influencia del superestrato, también
pasaron palabras de origen germánico al latín hablado en la Península. Además de la
terminación –engo (realengo), nos encontramos con términos relacionados con la guerra
(tregua, espuela, espía, bandido, orgullo, dardo), nombres propios (Fernando, Rodrigo,
Elvira, Gonzalo) u otras palabras: ganso o gavilán.

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Desde el año 711 hasta 1492 se produce la convivencia entre la variedad
trasformada del latín que ya se hablaba en la Península y la lengua árabe. Tantos siglos
de convivencia influyen indudablemente en la lengua que será el castellano, sobretodo
en el léxico: hay unas 4000 palabras de origen árabe (arabismos) en el castellano. A
través del árabe pasaron también palabras de otros idiomas como ajedrez (sánscrito),
naranja (persa) o arroz (griego). Es característico de los arabismos la anteposición del
artículo árabe /al-/. Buena parte del vocabulario de origen árabe está relacionado con el
ámbito doméstico y culinario debido a que se trataba de una cultura mucho más refinada
que la visigoda: ajuar, algodón, albornoz, almohada, almacén, babucha, taza, alfombra,
azafrán, azúcar, alcachofa…, con la técnica: alfarero, albañil, acequia, alberca. Además
quedan en la toponimia numerosos nombres: Guadalquivir, Gibraltar, Algeciras…
El latín peninsular fue poco a poco transformándose, sobre todo a lo largo de los
siglos medievales. Algunos de los cambios más significativos fueron la pérdida de las
declinaciones latinas, sustituidas por las preposiciones; la simplificación del sistema
vocálico (muchas vocales en posición átona se perdieron (TÁBULA>tabla) y las vocales
abiertas latinas en posición tónica pasaron a convertirse en diptongos (/É/>/ue/
SEPTEM>siete; /Ó/>/ue/ BONUM>bueno); y la transformación de las consonantes,
tanto en posición inicial (/F/->/h/->Ø; FERRUM>hierro) o intervocálica (/P/, /T/, /K/
> /b/, /d/, /g/; por ejemplo: LUPUS> lobo; MUTARE>mudar; FOCUM>fuego;
APOTECA>bodega); como cuando formaban grupos consonánticos (/KT/ > /ch/
TECTUM>techo; LACTUCAM>lechuga; /LI>/j/ FILIUM>hijo). En cuanto al léxico,
presenta una doble vía de adaptación en su viaje al castellano. Por un lado, el grupo de
palabras más representativo son las palabras patrimoniales, es decir, aquellas que han
sido usadas por el pueblo y han sufrido mayor desgaste (MULIEREM>mujer;
FRAXINUM>fresno; ESPÁTULAM>espalda). Pero junto a ellas, hay otras que han
sufrido el desgaste por el paso del tiempo y pasado al idioma por vía culta, jurídica o
eclesiástica; se trata de cultismos, esto es, palabras que no han conservan mejor su étimo
latino: CANONICUS>canónigo; VOLUNTATE>voluntad. Por último, nos podemos
encontrar con dos palabras castellanas distintas que parten de un mismo origen latino

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pero han penetrado por dos vías distintas: son dobletes como laico/lego; íntegro/entero;
cátedra/cadera; signo/seña.
Poco a poco las distintas variantes del latín se van convirtiendo en otra cosa
distinta: dialectos del latín, que de oeste a este son: el gallego-portugués, el astur-leonés,
el castellano, el navarro-aragonés, el catalán, además de las hablas mozárabes (dialectos
hablados en la zona de dominación árabe). Todos estos dialectos convivieron en
situación de igualdad en la península durante un tiempo. Sin embargo, por razones
políticas y militares el reino de Castilla se impuso sobre otros reinos cristianos y avanzó
hacia el sur reconquistando territorios árabes. Este dominio militar se tradujo también en
una expansión del castellano en forma de cuña invertida de norte a sur y desde el centro
hacia los lados a costa de otros dialectos. Poco a poco algunos de estos dialectos pasarán
a convertirse en lenguas, mientras que otros permanecerán como dialectos o incluso
desaparecerán.
Los testimonios escritos del castellano medieval (glosas emilianenses y silenses,
Poema de mio Cid, Las VII partidas de Alfonso X el Sabio, Libro del Buen Amor del
Arcipreste de Hita…) muestran una constante evolución del romance castellano con el
paso de los siglos, de manera que no podemos afirmar que un determinado rasgo es
genuinamente medieval sino que surge, se desarrolla e incluso desaparece durante el
período que va del siglo X al XV. Es un período de grandes vacilaciones gramaticales y
ortográficas. He aquí los rasgos más duraderos y representativos: Nivel fónico: se
conserva la F- y permanecen sonidos consonánticos que luego desaparecieron como los
que representaban las grafías ç/z, x/g, -s-/-ss-, v/b Nivel morfosintáctico: destaca el
predominio del futuro compuesto escribir lo he (>escribiré), así como las formas so y
estó (>soy, estoy) o gelo (>se lo). Nivel léxico: en los primeros siglos se nota una fuerte
introducción de galicismos traídos por los peregrinos franceses que recorrían el Camino
de Santiago (doncella, linaje, hostal, peaje). Más tarde, debido a la imitación de la vida
señorial francesa, se importan términos como corcel, dama, paje, galán. En el siglo XV,
por influencia de los humanistas, se incorporan italianismos: piloto, escaramuza, florín,
belleza, novela, soneto. Además el castellano sigue recibiendo arabismos y cultismos.

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Desde el punto de vista lingüístico, tres notas caracterizan al español durante este
período español clásico (SIGLOS XVI-XVII):
Durante los siglos XVI y XVII la lengua española alcanzó una enorme difusión
tanto en Europa como en América debido a las conquistas militares y a la colonización
del Imperio español bajo los reinados de los Austrias. Por otro lado, el español consiguió
una amplia homogenización, gracias a obras como la Gramática de Nebrija o a la
producción de libros en serie con la imprenta, los cuales cumplieron una función
unificadora que ayudó a la resolución de las vacilaciones medievales. Así, el español se
convertirá en la lengua franca peninsular además de desplazar al latín como lengua de
cultura.
En esta época, conocida como Siglo de Oro, el castellano conoce un
florecimiento literario expansión, consolidación y normalización.
en todos los géneros: poetas como Garcilaso, Fray Luis o San Juan de la Cruz;
obras en prosa como el Lazarillo o El Quijote; las comedias de Lope de Vega o Calderón
de la Barca son solo las mejores muestras de una legión de escritores que utilizan el
castellano como lengua literaria.
Los rasgos lingüísticos más destacados del español clásico son los siguientes:
-Aspiración y pérdida de la F- inicial: FIERRO > hierro>Øierro.
-Simplificación de sonidos: b/v > /b/; s/ss > /s/; grafía “x” para el sonido j.
-Desaparición del verbo “haber” con el significado de „tener‟.
-Incorporación de cultismos, italianismos e indigenismos americanos, (tomate,
canoa, tabaco, patata, huracán, etc.).
Podemos decir que el español hablado en el siglo XVIII era muy parecido al
actual. La principal novedad en materia lingüística es que crece la preocupación por las
normas y reglas de la lengua como lo demuestra la fundación de la Real Academia de la
Lengua en 1713, cuyo lema, referido al español, fue „Limpia, fija y da esplendor‟. La
Academia publicó su excelente Diccionario de Autoridades (1726-39), llamado así
porque hay una cita literaria para ilustrar cada acepción; también publicó la
Orthographía (1741) y la Gramática (1771). La mayor aportación de los siglos XVIII y
XIX a la lengua se produce en el plano léxico: se enriquece el idioma con galicismos o

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con nuevos términos de formación culta. La llegada de los Borbones a la monarquía
hispana hace que penetren numerosos galicismos: modista, galante, petimetre, buró,
sofá, neceser, bisutería, etc. Por otro lado, el cultivo de las ciencias por el impulso de la
Ilustración introdujo un nuevo vocabulario con palabras como mecánico, termómetro,
electricidad, microscopio, vacuna. Se incorporan también muchos términos relacionados
con el pensamiento (escepticismo, fanatismo, tolerancia, filantropía), los sentimientos
(tedio, sensibilidad, melancolía) o la organización de la sociedad (ciudadano,
constitución, reforma, despotismo, fraternidad), temas típicos de la intelectualidad
ilustrada. Ya en el siglo XIX, por influencia del costumbrismo, se incorporan al idioma
general palabras de uso popular e incluso jergal: chaval, parné, endiñar.
Actualmente el español se ha convertido en una de las lenguas de comunicación
y cultura más importante con cerca de 400 millones de hablantes repartidos por todo el
mundo, aunque especialmente en América. Más que del español habría que hablar de las
variantes del español: variantes geográficas (español meridional, español septentrional,
español de América) o variantes sociales (nivel culto, nivel vulgar, nivel rural), aunque
el español es una de las grandes lenguas que mejor conservan su unidad. Frente a otros
idiomas como el francés o el inglés, el español presenta unos rasgos lingüísticos
característicos: -Tiene un sistema vocálico simple de cinco vocales. -Posee un sistema
ortográfico bastante sencillo y sobretodo, bastante fiel a la pronunciación. -Dispone de
dos formas de tratamiento: tú-usted. -Presenta una morfología verbal y pronominal muy
compleja. Por último, el español actual, como ocurre con otros idiomas, está fuertemente
influido por otras lenguas, especialmente por el inglés. Se trata, en esencia, de la
incorporación de anglicismos en varios ámbitos: deportivo (penalti, surf, trecking,
córner, basket), informático (software, pishing), pero también sufrir bulling, ir a un hotel
de alto estanding, comprar un pack. Morfológicamente, se nota una cierta tendencia a
prescindir de la preposición en las construcciones nominales (correo basura y no correo
con basura, ) o a incorporar, normalmente con fines humorísticos o propagandísticos, la
terminación –ing a palabras castellanas (vueling, edredoning).

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ORIGEN DEL ITALIANO

El italiano deriva del latín, como otras lenguas romances como el español,
catalán, portugués, francés y rumano y otras más minoritarias como el occitano
provenzal, el gallego, el ladino y el friulano.

El idioma italiano se ha desarrollado a través de un largo y gradual proceso


iniciado antes de la Caída del Imperio Romano en el siglo V.

Hasta ese momento el latín se había propagado e impuesto en todo el Imperio


como “madre franca” o lengua compartida.

Antes de la Caída del Imperio, las formas vernaculares o locales del lenguaje
tenían un papel muy importante en el día a día de la población y en la sociedad en
general.

Sin embargo, durante siglos, y especialmente durante la Edad Media, el latín fue
el idioma dominante, el que se usaba en las universidades europeas, en todos los actos
oficiales y en los procedimientos eclesiásticos.

Los primeros documentos escritos en lengua vernácula, es decir, en la lengua


hablada por el pueblo, se remontan al año 960.

Estos textos son los denominados “Placiti Capuani”, dato que demuestra que
algunos territorios cercanos a la ciudad de Capua, en Campania, pertenecieron a un
monasterio de monjes benedictinos.

Desde los inicios del siglo 13 se empezó a publicar en italiano regional una gran
cantidad de literatura, especialmente poemas. Las contribuciones más importantes y
promovidas fueron realizadas por poetas sicilianos en dicho siglo. A ellos les
precedieron figuras toscanas tan renombradas como Dante Alighieri, Giovanni
Boccaccio y Francesco Petrarca.

Desde una perspectiva histórica no es erróneo afirmar que el toscano, la


prestigiosa y reconocida variedad de italo romance usada por los tres poetas más

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importantes del 1300 (Alighieri, Boccaccio y Petrarca), pueda ser considerada como las
base del italiano moderno.

El italiano que conocemos hoy en día es resultado de un largo proceso de


evolución y de debates sobre cómo debería ser la forma correcta del lenguaje, que
comenzaron ya en el año 1600. De todo ello, una de las cuestiones que permaneció fue
qué tipo de italiano debería ser hablado. Aunque a finales del 1900 muchos escritores y
personajes culturales fueron inspirados por el modelo toscano, hay muchos factores
histórico-sociales que caracterizan el idioma que se deben tener en cuenta.

Durante siglos, y hasta la Unificación de Italia en 1861, el país estaba dividido en


múltiples estados (de los cuales la mayoría se encontraba bajo dominio extranjero).
Cuando se produjo esta unificación en 1861, se tomó la decisión de elegir el toscano
como idioma oficial del país.

Sin embargo, en la población italiana existía una tasa elevada de analfabetismo,


que se prolongó mayoritariamente en las zonas rurales hasta 1950.

Como resultado, los dialectos fueron usados como lengua cotidiana durante
siglos y por ello cualquiera que fuera capaz de expresarse y comunicarse en italiano
usaba los aspectos léxico-gramaticales y fonéticos pertenecientes a dichos dialectos
locales o regionales.

El uso de los dialectos en Italia representa una situación única respecto al resto
de Europa. Hoy en día los dialectos se siguen usando en diferentes partes de Italia como
una manera informal de comunicarse en diferentes situaciones sociales y con la familia.
Contrariamente a la creencia popular, los dialectos son usados ampliamente en
ciertas regiones de Italia (no solo por las generaciones mayores). Aunque es cierto que
entre la población joven predomina el uso del italiano estándar, muchos de ellos son
capaces de usar, o al menos entender, su propio dialecto en situaciones informales.
También vale la pena recordar que los dialectos, como los propios acentos,
pueden sufrir muchas variaciones incluso en la misma región.

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Cojamos como ejemplo el toscano. Aunque no constituyan verdaderos dialectos,
el acento florentino se diferencia notablemente del de Pisa o Livorno, y este a su vez
difiere del de Lucca o Arezzo.
En otras regiones es más fácil reconocer las diferencias dialectales entre lugares
de la misma provincia o incluso entre los que se encuentran a pocos kilómetros entre
ellos.
Durante mucho tiempo los dialectos han sido incorrectamente considerados “los
familiares empobrecidos y deficientes” del italiano estándar (desarrollado
principalmente a raíz del dialecto toscano). Sin embargo, constituyen una importante
riqueza cultural.
De hecho, en los últimos 50 años muchos de los términos usados en las regiones
de la Toscana, Véneto, Nápoles y Sicilia han sido introducidos en el idioma nacional.
Por ello no resulta extraño que los dialectos hayan sido estudiados por lingüistas y
utilizados por poetas y escritores.
En el pasado existía un prejuicio ellos. La gente pensaba que eran usados
únicamente por los agricultores y la clase obrera en contraste con el italiano estándar,
destinado a la Burguesía. Estudios actuales han revelado que en Véneto, una de las
regiones más desarrolladas a nivel económico, alrededor de la mitad de la población se
comunica en dialecto, tanto con los amigos como con la familia.
Lo único que debes hacer es recorrer algunas de las bellas e históricas ciudades
del Véneto como Venecia, Padua, Treviso, Verona o Vicenza para darte cuenta de la
actual presencia de los dialectos en los centros históricos.
En 1950, debido a la situación de reconstrucción política, social y económica del
país, menos del 20% de la población italiana hablaba con fluidez el italiano en su vida
cotidiana.
El índice de analfabetismo estaba presente en varios grupos de población. La
Constitución de la República Italiana, proclamada en 1948, incluyó el derecho a la
educación para todos los ciudadanos.
Aun así, en ciertas situaciones este derecho no estaba completamente
garantizado. El acceso a una educación superior y a la universidad estaba mayormente

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reservado para niños pertenecientes a familias acomodadas. En cambio, los niños de
familias campesinas y de clase obrera eran concebidos únicamente como un recurso
económico para la familia.
Aunque la ley obligaba la permanencia en la escuela hasta los 18 o 20 años,
(posteriormente se realizaba el servicio militar) muchos niños no pudieron siquiera
terminar la educación primaria.
Uno de los hechos que tuvieron más impacto en la puesta en marcha de la
unificación del lenguaje fue la aparición de la televisión.
Las primeras emisiones regulares de televisión tuvieron lugar en el año 1954.
Había solo un canal de la RAI, la compañía de radiodifusión italiana pública. No fue
hasta el boom económico, entre 1958 y 1962, cuando la televisión empezó a convertirse
realmente en un medio capaz de reunir a las personas y de desarrollar modelos
lingüísticos y programas culturales (poca gente tenía un televisor).
Entre 1960 y 1968 la RAI produjo un programa vespertino llamado Non é mai
troppo tardi (Nunca es tarde) presentado por el profesor Alberto Manzi. Como resultado,
mucha población analfabeta aprendió a leer y escribir. Se estima que en ese período
alrededor de un millón y medio de personas adquirieron su certificado de estudios
primarios.
De esta manera, la propagación del italiano estándar se produjo gracias al
crecimiento económico, el aumento de la calidad de vida y la proliferación de programas
de televisión educativos y lingüísticos.

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CONCLUSION

Luego de todo lo ya leído, se pone en evidencia la importancia de las lenguas romances


y en especial, del latín, ya que por influencia directa de ellas se da la diversidad
necesaria en los idiomas; e incluso, de no haberse tergiversado muchísimas lenguas no
hubiesen existido, incluso, el castellano. A modo de reflexión personal, el origen de las
lenguas latín, castellano, e italiano me parece un tema bastante entretenido de escribir y
de leer, creo que conocer nuestros orígenes nos ayuda a entendernos un poquito más
como sociedad.

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BIBLIOGRAFÍAS

https://idiomasblendex.com/de-donde-vienen-las-lenguas-romances/
https://lclhorcajo.files.wordpress.com/2011/09/1-origen-y-desarrollo-de-la-
lengua-castellana.pdf
http://www.culturaclasica.com/historia_lengua/historia_lengua.htm
https://www.europassitalian.com/es/aprender-italiano/historia-del-idioma/

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