Raro es un adjetivo que se emplea para calificar a aquel o aquello que
resulta infrecuente, anormal o poco habitual. Por ejemplo: “Bigotes es un gato raro: le fascina nadar y disfruta pasear atado con una correa”, “Es raro que Maximiliano aún no haya llegado a casa: salió hace más de dos horas de la oficina”, “Fue un partido raro: ganamos 7 a 4 con tres goles sobre la hora”. Un comportamiento puede ser calificado como raro cuando escapa de los parámetros más frecuentes dentro de una determinada comunidad. Puede decirse que un hombre que se viste con malla, camisa y galera y que saluda a todas las personas en calle, incluso a aquellas que no conoce, tiene una conducta rara. Lo que se considera como raro varía de acuerdo a la sociedad. En algunas culturas, que un hombre conviva con cinco o seis mujeres simultáneamente resulta normal; en otras, en cambio, resulta muy raro. Cuando una persona se refiere a que algo es raro, puede dejar trascender una sospecha o una duda sobre el asunto. Si alguien dice “Es raro que el club no haya difundido las cifras del contrato”, estará dejando entrever que, por algún motivo, una institución prefiere ocultar las cifras vinculadas a una contratación. Calificar como raro a algo también puede implicar una cierta incertidumbre o preocupación: “Martina siempre me llama cuando sale de la empresa: es raro que no lo haya hecho”, “Los investigadores creen que es raro que la mujer desaparecida haya ordenado su casa antes de ir a trabajar”. Las presiones sociales son tan fuertes que nos empujan a vivir dentro de un marco al que llamamos «normalidad», y la mayoría de los seres humanos nos acomodamos a dichos límites por miedo a destacar por las razones equivocadas; en otras palabras, lo normal es tener miedo a ser calificado de raro. A pesar de esto, nunca falta quien lucha por hacer valer sus diferencias, por demostrar al mundo que todos somos diferentes a alguien, que todos podemos ser raros o normales, según la perspectiva, y que eso no debería tener connotaciones cualitativas. Cuando se habla de la evolución, los científicos nunca pierden la oportunidad de hacer alarde del crecimiento de nuestro cerebro a lo largo de los siglos y milenios que hemos caminado por este planeta; sin embargo, nunca se molestan en explicar que a pesar de dicho avance sigan existiendo padres que destierran o asesinan a sus hijos por ser homosexuales o por no cumplir alguno de los mandatos familiares, hombres que condenen y torturan a sus esposas por poner un pie fuera de la jaula que les fue asignada en lugar de vida, niños y adolescentes que conducen a la muerte a sus compañeros a través de burlas más crueles que muchas guerras.