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El enigmático caso del primer libro impreso en

Venezuela
POR Diego Rojas Ajmad
TEMAS PD
Perspectivas

03/11/2019

Pedro Grases. Fotografía de la Biblioteca Pedro Grases | Unimet


La historia acerca del primer libro impreso en Venezuela está llena de
enigmas e indagaciones al mejor estilo de una novela policial. Y lo que
es más atractivo aún, es un caso que al día de hoy sigue abierto,
esperando por nuevas pistas que aclaren el panorama.
Tres libros se han disputado ese honor. El primero es Descripción exacta
de la provincia de Benezuela, escrita por José Luis de Cisneros; en su
portada se lee: “Impreso en Valencia, Año de MDCCLXIV”. Numerosos
investigadores, tanto nacionales como extranjeros, afirmaban que este
libro era el primero hecho en nuestro país tanto por la nacionalidad de su
autor, la temática del texto y la calidad de impresión que, por su
bastedad, no podía referirse a la Valencia española sino a la venezolana.
Transcurrieron varias décadas de controversias entre investigadores,
negando y afirmando tal aseveración, hasta que a finales de los años
cincuenta del siglo XX el bibliógrafo Pedro Grases puso manos a la obra
para resolver tan enigmático caso. Lo primero que decidió hacer, cual
Sherlock Holmes de los libros, fue obviar presuposiciones y dejar que las
pistas hablaran por sí solas. De los tres o cuatro ejemplares que existen
en el mundo logró encontrar uno e inició sobre él su detallada
inspección. Lupa en mano, observó cada letra, sus formas, el papel y las
tintas empleadas. Nada que le acercara la posibilidad de solución.
Pedro Grases inspeccionó con detenimiento las guardas, aquellas hojas
que se pegan detrás de las tapas y que sirven para unir las portadas al
libro impreso, y encontró que se emplearon, como era costumbre,
recortes de hojas de desecho de otros libros. En esos fragmentos de papel
podían leerse aún palabras y frases, y a Grases se le ocurrió la idea de
que si lograba determinar a cuáles libros correspondían esos fragmentos,
en consecuencia podría ubicar el taller donde fue elaborada
la Descripción exacta de la provincia de Benezuela.
Descubrió Grases que esos sobrantes exhibían el mismo tipo de fuente
que se emplearon en la Descripción y pertenecían a textos religiosos,
administrativos, decretos y trozos de poemas religiosos. Por suerte, en
uno de los fragmentos podía leerse el título de una obra y la de su
autor: Diccionario trilingüe del castellano, bascuence y latín, escrito por
Manuel de Llarramendi. La obra fue impresa en los talleres de Riesgo y
Montero en 1745 en la ciudad española de San Sebastián.
Entonces no era ni la Valencia española ni la venezolana los lugares de
impresión del libro de Cisneros, sino la San Sebastián del País Vasco, en
la provincia de Guipúzcoa. Para corroborar su descubrimiento, comparó
otros impresos salidos del taller de Riesgo y Montero y encontró
similitudes irrefutables en las viñetas, tipos y estilos de impresión. Por si
fuera poco, se comunicó con un investigador español para hablarle del
libro de Cisneros y sorprendentemente en los archivos de San Sebastián
aparecieron dos ejemplares más de este peculiar y escaso libro. Estas
pistas, entre otras que vieron la luz en el transcurrir de la pesquisa, eran
sólidas y llevaban a una conclusión: el libro de Cisneros no era el primer
libro impreso en Venezuela.
Esta investigación de Grases consolidó la idea, ya arraigada entre los
historiadores, de que el primer libro impreso en Venezuela era
el Calendario manual y guía universal para forasteros en Venezuela
para el año de 1810. Este Calendario, impreso en los talleres de
Gallagher y Lamb, tiene por autor a Andrés Bello y no llegó a circular a
tiempo por la conflictiva situación política de aquellos primeros años del
siglo XIX. La incertidumbre política por la invasión del ejército
napoleónico al reino de España, entre otras causas, demoró la edición y
no fue sino el 10 de junio de 1810 cuando los primeros ejemplares
del Calendario, en una edición abreviada y mutilada de sesenta y cuatro
páginas, comenzaron a circular en el país.
Ese mismo día que circuló el Calendario manual y guía universal para
forasteros en Venezuela para el año de 1810, el joven Andrés Bello, de
veintiocho años, abordó la corbeta Wellington rumbo a Londres, junto
con Bolívar y López Méndez, en busca de apoyo a la causa
independentista. Nunca más regresaría al país. No fue sino hasta 1948
cuando Pedro Grases logró hallar un ejemplar del Calendario en el
Museo Británico, en Londres, gracias a las diligencias de un investigador
amigo, y pudo elaborar una edición facsimilar del texto en 1952, editado
por el Ministerio de Educación con el título de El primer libro impreso
en Venezuela.
Quizás se piense que con esto el caso fue resuelto y que ya no hay más
nada que investigar sobre el asunto. Sin embargo, el hallazgo de un
nuevo libro vino a inquietar la mente de los bibliógrafos. Resulta que el
año 1833, en la Imprenta de Tomás Antero, se imprimió un manual para
el cultivo del café y en la portada puede leerse: Memoria de los abonos,
cultivos y beneficios que necesitan los diversos valles de la Provincia de
Caracas para la plantación de café. Presentada al Real Consulado por
un Patriota que se interesa por la prosperidad de la agricultura, en 26
de octubre de 1809. Adicionada por un amigo de la agricultura con una
instrucción para el gobierno de las haciendas de cacao. El libro no
despierta curiosidad alguna sobre el tema que venimos tratando si nos
quedamos solo con su año de edición: 1833; sin embargo, si se lee la
advertencia inicial al inicio de la obra, ya el asombro no deja lugar a
dudas:
Esta memoria fue impresa por disposición del Consulado el año de 1809
en esta ciudad, y alcanzó a Coro un ejemplar, del cual copió un vecino
de allí lo que convenía a sus miras y empresas locales, por lo que omitió
el capítulo primero en el cual se hace una descripción de las diversas
calidades de tierra del territorio de Venezuela. Después de varias
indagaciones ineficaces en esta Capital por un ejemplar impreso, o
manuscrito íntegro, se consiguió al fin el que sigue, por los esfuerzos del
Dr. José María Tellería, miembro del Supremo Tribunal de Justicia, y
del Dr. José Ignacio Sabala residente en Curazao, que remitió una copia
íntegra, sacada no del original impreso, sino de una copia manuscrita
que poseía Isidro Soto, que no hubo lugar de corregir, lo que se advierte
para que se dispense cualquier error que pueda advertir el atento lector.
Caracas, febrero de 1833. (Grases, 1981, p. 343)
Se desconoce el autor de este libro y hasta el momento no ha sido posible
encontrar un ejemplar que pueda darnos una solución. La posibilidad de
un libro impreso meses antes del Calendario reaviva el enigma acerca de
cuál fue en realidad el primero elaborado en nuestro país. “Este es un
interrogante bibliográfico que por ahora está sin resolver”, dijo Pedro
Grases como invitando a los investigadores de hoy a seguir tras las
pistas.
Referencias
Grases, Pedro. La imprenta en Venezuela I. Estudios y monografías.
Obras 8. Barcelona: Seix Barral, 1981.
DIEGO ROJAS AJMAD
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