Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Tema III
Evolución del la red nerviosa humana.
La evolución o filogenia de la red nerviosa es muy importante, porque su
desarrollo dentro del vientre materno (la ontogenia) es, para algunos, un
resumen de la evolución durante millones de años, que se repite,
milagrosamente, cada vez que se forma un ser vivo, como nosotros.
El ser viviente más grande del planeta, que se puede ver desde el espacio, es
la gran barrera de coral en Australia. A los pólipos coralinos su alimento les
debe llegar arrastrado por las corrientes hacia una abertura, que hace las veces
de una boca primitiva, en donde son absorbidos los nutrientes y excretados los
desechos. Para una función tan simple no se requiere una red nerviosa. Como
no se puede mover hay peces que lo destruyen y si el medio en que vive se
contamina puede morir.
Un ser vivo más complejo es aquel que se mueve para buscar su alimento.
Para ello, sí requiere células capaces de recibir y transmitir señales: neuronas.
Así, una medusa tiene un anillo nervioso con neuronas que le permite moverse,
huir de los depredadores y buscar alimento.
En los animales cuya boca se halla en extremo anterior (gusanos, como los
cienpies), los ganglios se dispusieron al lado de cada pata, en el vientre, y están
unidos por conexiones transversales. Esto es lo que se conoce como una
organización nerviosa en escalera. La cual hacia la parte anterior sube y queda
ubicada sobre la boca.
( Figura 3.1).
Hemos visto, hasta ahora, el origen del tubo neural y los troncos nerviosos
para el movimiento. Sin embargo, existen otras funciones en el interior de los
animales que necesitan regulación: las funciones de las vísceras como el
corazón, los pulmones y el intestino. Surge, entonces, una red nerviosa visceral
o vegetativa, involuntaria (por eso algunos la nombran como "autónoma"), que
funciona de manera refleja y se halla no hacia el dorso sino hacia el vientre,
tiene ganglios viscerales y se conoce como la red visceral simpática y
parasimpática.
5
En nosotros a partir del tubo neural se formó la cuerda espinal protegida por la
columna vertebral. De ella salen cordones nerviosos que inervan lateralmente,
en el tórax y abdomen partes específicas de nuestro cuerpo ( son los nervios
espinales). Luego hacia arriba se formó el cerebelo y dos glándulas (la epífisis y
la hipófisis) y otras zonas tuvieron un gran desarrollo y se convierten en el
cerebro propiamente dicho.
La red nerviosa visceral tiene, según Porges, no sólo dos componentes (el
simpático y el parasimpático), como se ha sostenido, sino tres. Cada una de
ellos tienen una secuencia evolutiva (o filogenética) y son evidencia de que
hemos desarrollado una gran capacidad de supervivencia.
2Porges SW. The polyvagal theory: phylogenetic substrates of a social nervous system. Int J
Psychophysiology. 2001;42:123-146.
8
Doña Gertrudis (*)3, una señora de 70 años, llega callada, triste, no habla y
vestida de negro.
La “traen” a la consulta sus hijas, pues “no quería venir” y están muy
preocupadas porque “el dolor en la cara la tiene muy deprimida”.. Su dolor le
impide vivir una vida tranquila y la afecta no sólo a ella sino, también, a la
familia. Ha recibido múltiples tratamientos sin resultado. Esto la ha llevado a
estar deprimida, cansada, triste. Quiere quedarse quieta, no quiere hablar, ni
comer. Es una reacción de quietud e inmovilidad.
Padecía una neuropatía trigeminal crónica, que una vez tratada produjo no sólo
el alivio del dolor sino el cambio de su estado de ánimo, “volvió a la vida” y el de
su familia.
3 (*) el nombre es ficticio, pero la historia se basa en hechos reales, esto aplica a todos los nombres de
las personas en este texto.
9
conectados con todo y con todos, nos sentimos vivos y se pueden llegar a
estados de éxtasis, de gran felicidad. Se dice que Buda dijo: “Vinimos a ser
felices, no perfectos”.
Los nervios mielínicos relacionados con esta tercera etapa, nuestra vida social,
se hallan en la se sensibilidad de la cara (trigémino); los músculos faciales
(nervio facial) con los que mostramos nuestros estados de ánimo, los músculos
de la lengua (nervio hipogloso) y la garganta (nervios glosofaríngeo y vago) con
los que vocalizamos nuestros sentimientos. Y todo esto afecta el funcionamiento
de nuestras vísceras internas como el corazón y el intestino.
Pero no sólo participan tales zonas sino que, además, participan los “órganos
de los sentidos”: la visión (oftálmico), la audición (auditivo). el equilibrio
(vestibular), el olfato (olfatorio), el gusto (trigémino, facial, glosofaríngeo y vago)
y el tacto (trigémino). Además, hay que agregar los brazos y las manos (nervios
cervicales y pleno braquial) puesto que en nuestra vida de relación saludable
nos abrazamos, nos besamos, nos acercamos, oímos, hablamos, olemos,
gustamos y tocamos al ser que amamos.
Esta etapa es la que se relaciona con el tema central de este libro: el dolor en la
zona trigeminal se puede interpretar como un problema de relación.
Con ella llegamos al contacto visual (miramos a los ojos), con la voz
(conversamos), nos acercamos sin temor. Produce sensaciones de calidez y de
comezón o picazón en la cara de la emoción que experimentamos con la
sensación de contacto personal a través de la mirada, los oídos, boca, brazos y
manos.
11
¿Y cómo podría aplicar esto a la fase social de la evolución del nuestro sistema
nervioso visceral?. Para poder coger algo con la mano, tenemos que verlo y
coordinar la mano con los ojos y para eso utilizo mi sistema de comunicación
social (parasimpático mielínico ventral). Y si lo que voy a coger es un alimento se
activa el olfato y el gusto. Mi sistema de relación, sistema con el cual trasciendo
mi pequeño mundo personal.
Luego solicita al médico experto en tumores, que le asigne una cita particular,
para que puedan hablar con más calma, pues en una cita de 20 minutos, no es
suficiente.
En la cita en el consultorio del profesional, ella le pide que le muestre fotos del
tumor.
14
Un colega es quien cuenta esta historia. Dice que él tuvo oportunidad de ver
esta mamá 17 años después, y que en su pecho estaba el tumor sin haber
avanzado y ella estaba bien y sus hijos ya eran adultos.
El cáncer detuvo su crecimiento, seguía ahí como un compañero de camino y
ella había podido realizar su propósito.
Él dice: “Yo no puedo, ahora, tener cáncer; ni puedo operarme, pues tengo
mucho trabajo pendiente para hacer y nadie lo va a realizar por mí”, abandona la
consulta y retorna a su trabajo.
Dos años después, vuelve al hospital. Quiere que le hagan una revisión para
ver que ha pasado con “eso” que le encontraron hace dos años, informa que ha
seguido bien y trabajando “normalmente”.
Las radiografías muestran que el hueso, del muslo derecho, está
perfectamente normal.
Mientras con la familia paseaban por el mar Mediterráneo, una bala perdida
causó la muerte de su hijo. Luego de esta tragedia y todo el litigio legal posterior,
a su esposa le aparece cáncer y murió. Luego a él le aparece cáncer de
próstata. Y se preguntó: ¿Será que la enorme pérdida que tuvimos, se relaciona
con el cáncer que padeció mi esposa y ahora yo?.