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Economía industrial

Véanse también: Segunda revolución industrial  y  Tercera revolución industrial.

Sin embargo, y a pesar de todos los factores anteriores, la Revolución industrial no hubiese
podido prosperar sin el concurso y el desarrollo de los transportes, que llevarán las
mercancías producidas en la fábrica hasta los mercados donde se consumían.
Estos nuevos transportes se hacen necesarios no solo en el comercio interior, sino también en
el comercio internacional, ya que en esta época se crean los grandes mercados nacionales e
internacionales. El comercio internacional se liberaliza, sobre todo tras el Tratado de
Utrecht (1713) que liberaliza las relaciones comerciales de Inglaterra, y otros países europeos,
con la América española. Se termina con las compañías privilegiadas y con el proteccionismo
económico; y se aboga por una política imperialista y la eliminación de los privilegios
gremiales. Además, se desamortizan las tierras eclesiásticas, señoriales y comunales, para
poner en el mercado nuevas tierras y crear un nuevo concepto de propiedad. La Revolución
industrial generó también un ensanchamiento de los mercados extranjeros y una
nueva división internacional del trabajo (DIT). Los nuevos mercados se conquistaron mediante
el abaratamiento de los productos hechos con la máquina, por los nuevos sistemas de
transporte y la apertura de vías de comunicación, así como también, mediante una política
expansionista.
El Reino Unido fue el primero que llevó a cabo toda una serie de transformaciones que la
colocaron a la cabeza de todos los países del mundo. Los cambios en la agricultura, en la
población, en los transportes, en la tecnología y en las industrias, favorecieron un desarrollo
industrial. La industria textil algodonera fue el sector líder de la industrialización y la base de la
acumulación de capital que abrirá paso, en una segunda fase, a la siderurgia y al ferrocarril.
A mediados del siglo XVIII, la industria británica tenía sólidas bases y con una doble
expansión: las industrias de bienes de producción y de bienes de consumo. Incluso se
estimuló el crecimiento de la minería del carbón y de la siderurgia con la construcción
del ferrocarril. Así, en Gran Bretaña se desarrolló de pleno el capitalismo industrial, lo que
explica su supremacía industrial hasta 1870 aproximadamente, como también financiera y
comercial desde mediados de siglo XVIII hasta la Primera Guerra Mundial (1914). En el resto
de Europa y en otras regiones como América del Norte o Japón, la industrialización fue muy
posterior y siguió pautas diferentes a la británica.
Unos países tuvieron la industrialización entre 1850 y 1914: Francia, Alemania y Bélgica. En
1850 apenas existe la fábrica moderna en Europa continental, solo en Bélgica hay un proceso
de revolución seguido al del Reino Unido. En la segunda mitad del siglo XIX se fortalece
en Turingia y Sajonia la industrialización de Alemania.
Otros países siguieron un modelo de industrialización diferente y muy tardía: Italia, Imperio
austrohúngaro, España o Rusia. La industrialización de éstos se inició tímidamente en las
últimas décadas del siglo XIX, para terminar mucho después de 1914.

Transportes
El ferrocarril
Un ferrocarril alemán en 1895.

El ferrocarril, nacido en el siglo XVIII, es uno de los grandes protagonistas de la Revolución


Industrial. En sus comienzos se empleaba la fuerza animal como medio de locomoción, los
raíles eran de madera y su empleo se limitaba a las minas para el transporte de carbón.nota 1 En
un libro publicado en 1797, Carz aseguraba haber sido el primero que pensó en sustituir la
madera por hierro.33 La primera concesión del Parlamento de Inglaterra para la construcción
de un ferrocarril —movido por caballos— se remonta a 1801; se trataba de una línea
entre Wandsworth y Croydon con unos 13 kilómetros de longitud y con un coste de 60 000
libras. La gran revolución del ferrocarril comenzó en 1814, cuando George Stephenson utilizó
la máquina de vapor como medio de locomoción. Su invento fue un éxito y comenzó a usarse
de inmediato en las minas, pudiendo transportar ocho vagones de 30 toneladas a una
velocidad de 7 km/h. Estos resultados eran suficientes para expandir el uso de la máquina a
otros servicios. Fue un 1821 cuando el Parlamento autorizó la construcción de la primera línea
de ferrocarril con tracción de vapor entre Stockton y Darlington. La línea fue inaugurada en
1825 con una máquina maniobrada por el propio Stephenson tirando de 34 vagones a una
velocidad de entre 10 y 12 millas por hora —16-19 km/h— ;34 El periódico The Times describió
esta hazaña de la siguiente manera:
Tres máquinas de vapor con cincuenta caballos de fuerza cada una han servido para arrastrar trece
vagones, cargados de mercancías y productos diversos sobre la altura del plano inclinado que forma la
vía. Allí se han enganchado los vagones a una máquina llamada "La Experiencia" además de cierto
número de vagones que llevaban a los accionistas, autoridades e invitados (...) Se pone en marcha y
hombres a caballo intentan seguir los vagones, pero pronto quedan distanciados, allí donde la pendiente
era más fuerte el convoy alcanzó las 25 millas/h. 35 (40km/h).

En los 5 años posteriores el Parlamento autorizó la construcción de 23 nuevas líneas de


ferrocarril entre las que se encontraba la célebre línea entre Mánchester y Liverpool, siendo
sus constructores los primeros en ofrecer en el ferrocarril el servicio de transporte de
pasajeros. En aquel momento se desconfiaba de la seguridad que podían ofrecer las
locomotoras, pero la acogida fue muy buena, mejorando en un 10% los beneficios derivados
de este servicio, aunque los ingresos por el transporte de algodón, tejidos, carbón y ganado
aún seguían siendo mayoritarios. Este éxito también fue tratado por George Porter, quien en
su libro El progreso de la nación dice :
Desde entonces  [se refiere a la construcción de la línea citada] se ha observado que al construirse una
línea de ferrocarril entre dos ciudades, el número de viajeros en el trayecto entre una y otra se
cuadruplica.

Fue en esta ocasión el propio Stephenson el que ganó la puja en esta línea convirtiéndose
su Cohete en el encargado de remolcar un tren de 12 toneladas a 22 km/h.36 El primer correo
por ferrocarril se envió el 11 de noviembre de 1830. 35 Los tiempos de llegada se redujeron
considerablemente, llegando el correo entre Londres y Manchester en aproximadamente 18
horas. En Inglaterra, siguiendo la consigna laissez faire, el Estado no intervenía en la
construcción o subvención del ferrocarril sino que se limitaba a otorgar las licencias y permisos
de construcción y explotación; 36 de esta manera se gastaron enormes fortunas con el objetivo
de obtener los distintos permisos; por ejemplo el Great Western costó en gastos preliminares
89 000 libras y otros como el London and Birmingham 62 000.37
endió por toda Europa no solo tuvo un gran impacto económico, sino que además generó
enormes transformaciones sociales.
Proletariado urbano. Como consecuencia de la revolución agrícola y demográfica, se produjo
un éxodo masivo de campesinos hacia las ciudades; el antiguo agricultor se convirtió en
obrero industrial. La ciudad industrial aumentó su población como consecuencia del
crecimiento natural de sus habitantes y por el arribo de este nuevo contingente humano. La
carencia de habitaciones fue el primer problema que sufrió esta población socialmente
marginada; debía vivir en espacios reducidos sin comodidades mínimas y carentes de higiene.
A ello se sumaban jornadas de trabajo, que llegaban a más de catorce horas diarias, en las
que participaban hombres, mujeres y niños con salarios miserables, y carentes de protección
legal frente a la arbitrariedad de los dueños de las fábricas o centros de producción. Este
conjunto de males que afectaba al proletariado urbano se llamó la Cuestión social, haciendo
alusión a las insuficiencias materiales y espirituales que les afectaban.
Burguesía industrial. Como contraste al proletariado industrial, se fortaleció el poder
económico y social de los grandes empresarios, afianzando de este modo el sistema
económico capitalista, caracterizado por la propiedad privada de los medios de producción y la
regulación de los precios por el mercado, de acuerdo con la oferta y la demanda.
En este escenario, la burguesía desplaza definitivamente a la aristocracia terrateniente y su
situación de privilegio social se basó fundamentalmente en la fortuna y no en el origen o la
sangre. Avalados por una doctrina que defendía la libertad económica, los empresarios
obtenían grandes riquezas, no solo vendiendo y compitiendo, sino que además pagando bajos
salarios por la fuerza de trabajo aportada por los obreros.
Las propuestas para solucionar el problema social. Frente a la situación de pobreza y
precariedad de los obreros, surgieron críticas y fórmulas para tratar de darles solución; por
ejemplo, los socialistas utópicos, que aspiraban a crear una sociedad ideal, justa y libre de
todo tipo de problemas sociales (para algunos, el comunismo). Otra propuesta fue
el socialismo científico de Karl Marx, que proponía la revolución proletaria y la abolición de la
propiedad privada (marxismo); también la Iglesia católica, a través del papa León XIII, dio a
conocer la Encíclica Rerum Novarum (1891), primera encíclica social de la historia, la cual
condenaba los abusos y exigía a los estados la obligación de proteger a lo más débiles. A
continuación, un fragmento de dicha encíclica:
(…) Si el obrero presta a otros sus fuerzas a su industria, las presta con el fin de alcanzar lo necesario
para vivir y sustentarse y por todo esto con el trabajo que de su parte pone, adquiere el derecho
verdadero y perfecto, no solo para exigir un salario, sino para hacer de este el uso que quisiere (…)

Estos elementos fueron decisivos para el surgimiento de los movimientos reivindicativos de los
derechos de los trabajadores. Durante el siglo XX en medio de los procesos de
democratización, el movimiento obrero lograba que se reconocieran los derechos de los
trabajadores y su integración a la participación social. Otros ejemplos de tendencias que
buscaron soluciones fueron los nacionalismos, así como también los fascismos en los cuales
se consideraban a los obreros y trabajadores como una parte fundamental en el desarrollo
productivo de la nación, por lo que debían ser protegidos por el Estado.

Principios fundamentales de la industria


Uno de los principios fundamentales de la industria moderna es que nunca considera a los
procesos de producción como definitivos o acabados. Su base técnico-científica es
revolucionaria, generando así el problema de la obsolescencia tecnológica en períodos cada
vez más breves. Desde esta perspectiva puede afirmarse que todas las formas de producción
anteriores a la industria moderna (artesanía y manufactura) fueron esencialmente
conservadoras, al trasmitirse los conocimientos de generación en generación sin apenas
cambios. Sin embargo, esta característica de obsolescencia e innovación no se circunscribe a
la ciencia y la tecnología, sino debe ampliarse a toda la estructura económica de las
sociedades modernas. En este contexto la innovación es, por definición, negación,
destrucción, cambio, la transformación es la esencia permanente de la modernidad.
El desarrollo de nuevas tecnologías, como ciencias aplicadas, en un receptivo clima social, es
el momento y el sitio para una revolución industrial de innovaciones en cadena, como un
proceso acumulativo de tecnología, que crea bienes y servicios, mejorando el nivel y la calidad
de vida. Son básicos un capitalismo incipiente, un sistema educativo y espíritu emprendedor.
La no adecuación o correspondencia entre unos y otros crea desequilibrios o injusticias.
Parece ser que este desequilibrio en los procesos de industrialización, siempre socialmente
muy inestables, es en la práctica inevitable, pero mensurable para poder construir modelos
mejorados.[cita  requerida]

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