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AVILA
Estudiante de Ing. Electromecánica
201510369
Ante este peligroso virus, todos los países que hemos sido afectados,
independientemente de nuestro régimen político o nuestras ideologías, y tras una
primera fase de negación, hemos tenido que admitir la realidad de la crisis y
hacernos a la idea de los peores (pero a la vez más probables) escenarios.
Hablando del cambio climático, no existe duda alguna de lo grave que se está
poniendo y la comunidad científica concuerda con esto: nos queda apenas una
década para evitar los peores (pero también más probables) escenarios del
calentamiento global. Actuar hoy coincidiendo y acomodándonos con la ciencia, es
la única alternativa realista y sensata para frenar la pandemia climática, lo
primordial a tener en cuenta es: que las decisiones se tienen que tomar serán en
función de las evidencias científicas
Ahora bien, algo más a tener en cuenta en esta época de pandemia es que la
salud y la vida de las personas siempre tienen que estar por encima de la
economía, la producción y el consumo. Sacrificar vidas humanas para mantener
viva la economía, No es una conducta éticamente aceptable, como lo pretenden
muchos mandatarios. Por el contrario, es necesario tomar medidas drásticas que
se encuentren acordes y a la altura de esta situación a la que nos enfrentamos
para salvar vidas y evitar un decaimiento social y económico aún mayor en el
futuro que nos lleve a probabilidades de un colapso del sistema.
Pero, entre todo esto, aunque contamos con muchos ‘contras’, también contamos
con ‘pros’, y la buena noticia en medio de esto es que con el coronavirus, nos
hemos dado cuenta de que es totalmente factible; es más, todo lo que parecía
imposible hasta hace poco, se ha vuelto posible hoy. La tierra se ha dado un
respiro, los lugares están más limpios, muchos cuerpos de agua también, los
animales se toman las ciudades, animales que se creían extintos han vuelto a
aparecer, la contaminación ha disminuido notablemente, la posibilidad de
recuperar el planeta, vuelve a estar en nuestras manos.
Y es que en estos momentos de crisis, el coronavirus desnuda con total rigor las
refutaciones de la economía del crecimiento; con el detenimiento de la producción,
consumo, la cuarentena , y desplazamientos laborales y de ocio de todas las
personas alrededor del mundo, debido al Covid-19, nunca se había visto el agua
tan limpia, por ejemplo, los canales de Venecia, sus aguas en este momento se
ven tan limpias y llenas de vida, no se había respirado un aire tan puro en las
metrópolis desde hacía muchos años, no se había producido un descenso tan
notorio del efecto invernadero; a la par que se asoma una suspensión y una
gigantesca pérdida de empresas y de empleo, una crisis económica grande. Es el
dilema del crecimiento: en tiempos de bonanza, la economía del crecimiento
mantiene una maquinaria, que destruye a la vez las bases materiales de la vida.
Una maquinaria que, en tiempos de pausa, acerca al detenimiento y al cierre
masivo de empresas dando, no obstante, significa un respiro a nuestra salud y al
clima.
Pero, de la misma manera, ese cambio ecológico del que hablamos, sólo será
aceptada si prestamos atención y acompañamiento a los sectores y personas más
perjudicadas por la situación. Dicho en otras palabras, la transición será justa o no
será.