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Escrito por NICOL D.

AVILA
Estudiante de Ing. Electromecánica
201510369

A la tierra llega un virus, Coronavirus o Covid-19, con este la naturaleza no da un


“tirón de orejas”, nos da un llamado al orden, esto era tan inesperado, que nos
cayó como un baldado de agua fría. En muy poco tiempo se convirtió en una
pandemia global que, según Naciones Unidas, es bastante peligrosa y peor aún,
mortal; una pandemia que, en cámara lenta, amenaza la supervivencia de la
sociedad industrializada, aunque frágil, insostenible e interdependiente. Así que es
el momento de abrir los ojos, usar las lecciones que nos da esta inmensa crisis
sanitaria para atender a tiempo, y con la audacia suficiente, el mayor desafío
ambiental, económico y social del siglo XXI: el cambio climático.

Ante este peligroso virus, todos los países que hemos sido afectados,
independientemente de nuestro régimen político o nuestras ideologías, y tras una
primera fase de negación, hemos tenido que admitir la realidad de la crisis y
hacernos a la idea de los peores (pero a la vez más probables) escenarios.
Hablando del cambio climático, no existe duda alguna de lo grave que se está
poniendo y la comunidad científica concuerda con esto: nos queda apenas una
década para evitar los peores (pero también más probables) escenarios del
calentamiento global. Actuar hoy coincidiendo y acomodándonos con la ciencia, es
la única alternativa realista y sensata para frenar la pandemia climática, lo
primordial a tener en cuenta es: que las decisiones se tienen que tomar serán en
función de las evidencias científicas

Ahora bien, algo más a tener en cuenta en esta época de pandemia es que la
salud y la vida de las personas siempre tienen que estar por encima de la
economía, la producción y el consumo. Sacrificar vidas humanas para mantener
viva la economía, No es una conducta éticamente aceptable, como lo pretenden
muchos mandatarios. Por el contrario, es necesario tomar medidas drásticas que
se encuentren acordes y a la altura de esta situación a la que nos enfrentamos
para salvar vidas y evitar un decaimiento social y económico aún mayor en el
futuro que nos lleve a probabilidades de un colapso del sistema.
Pero, entre todo esto, aunque contamos con muchos ‘contras’, también contamos
con ‘pros’, y la buena noticia en medio de esto es que con el coronavirus, nos
hemos dado cuenta de que es totalmente factible; es más, todo lo que parecía
imposible hasta hace poco, se ha vuelto posible hoy. La tierra se ha dado un
respiro, los lugares están más limpios, muchos cuerpos de agua también, los
animales se toman las ciudades, animales que se creían extintos han vuelto a
aparecer, la contaminación ha disminuido notablemente, la posibilidad de
recuperar el planeta, vuelve a estar en nuestras manos.

Y es que en estos momentos de crisis, el coronavirus desnuda con total rigor las
refutaciones de la economía del crecimiento; con el detenimiento de la producción,
consumo, la cuarentena , y desplazamientos laborales y de ocio de todas las
personas alrededor del mundo, debido al Covid-19, nunca se había visto el agua
tan limpia, por ejemplo, los canales de Venecia, sus aguas en este momento se
ven tan limpias y llenas de vida, no se había respirado un aire tan puro en las
metrópolis desde hacía muchos años, no se había producido un descenso tan
notorio del efecto invernadero; a la par que se asoma una suspensión y una
gigantesca pérdida de empresas y de empleo, una crisis económica grande. Es el
dilema del crecimiento: en tiempos de bonanza, la economía del crecimiento
mantiene una maquinaria, que destruye a la vez las bases materiales de la vida.
Una maquinaria que, en tiempos de pausa, acerca al detenimiento y al cierre
masivo de empresas dando, no obstante, significa un respiro a nuestra salud y al
clima.

Es importante tener en cuenta que debemos hacer esta reconstrucción social y


ecológica y que esto no es un camino de rosas. Son transformaciones
estructurales y profundas que involucran cambiar esencialmente nuestro estilo de
vida y nuestro modelo económico. Es lo que estamos viviendo justo ahora con el
coronavirus. Y se repetirá con la transformación ecológica que queremos hacia un
mundo descarbonizado. Porque, disminuirán los empleos en los sectores
insostenibles, sectores que son frecuentes e intensivos en CO 2, como son: sector
petrolero, turismo de masas, sector automovilístico y aéreo, agroindustria, etc. A
su vez, aumentará la actividad y el empleo en los sectores verdes y limpios, que
es la buena noticia en todo esto, las energías renovables, turismo y movilidad
sostenibles, agroecología, etc., serán lo primordial. Este es nuestro momento, es
la segunda oportunidad que nos da la tierra, es una oportunidad para replantear
nuestra manera de producir y consumir, y es nuestro momento para planificar esa
transición ecológica tan necesaria. 

Pero, de la misma manera, ese cambio ecológico del que hablamos, sólo será
aceptada si prestamos atención y acompañamiento a los sectores y personas más
perjudicadas por la situación. Dicho en otras palabras, la transición será justa o no
será.

Efectivamente, la crisis del llamado Covid-19, acarrea grandes peligros y


consecuencias negativas. Pero, a su vez, brinda una oportunidad nunca antes
vista. Con todo lo que hemos venido aprendiendo en estos meses, debemos
aprovecharla y darle la misma importancia a la emergencia climática que a la
emergencia sanitaria. Es la oportunidad de reconstruir nuestra sociedad, generar
conciencia, nuevos hábitos, nuevos estilos de vida, es el momento de sentar las
bases de un nuevo modelo con sentido social y ecológico.

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