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Colección 1

Antropología en la Modernidad

Comunidades negras y espacio


en el Pacífico colombiano
Hacia un giro geográfico en el estudio
de los movimientos sociales

Ulrich Oslender

Prólogo por:

Arturo Escobar

Instituto Colombiano de Antropología e Historia


Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca
Universidad del Cauca
CONTENIDO
Preámbulo 15
Prólogo 19
Capítulo l
INTRODUCCIÓN: GEOGRAFÍA1 MOVIMIENTOS SOCIALES Y COMUNIDADES NEGRAS 23
Capítulo 2
TEORÍAS SOBRE MOVIMIENTOS SOCIALES 35

Capítulo 3
LA ESPACIALIZACIÓN DE LA RESISTENCIA: PERSPECTIVAS DE ESPACIO
Y LUGAR EN LA INVESTIGACIÓN SOBRE MOVIMIENTOS SOCIALES 61
Capítulo 4
METODOLOGÍA 99
Capítulo 5
LA TRADICIÓN ORAL COMO PORTADORA DE UN SENTIDO DE LUGAR ACUÁTICO 13 l

Capítulo 6
UBICACIÓN Y LOCALIDAD: LA VIDA EN UNA SELVA HÚMEDA TROPICAL 165
Capítulo 7
EL ESPACIO ACUÁTICO EN UN NUEVO CONTEXTO POLÍTICO:
LA ENTRADA DE LOS CONSEJOS COMUNITARIOS 2 15
Capítulo 8
LA FORMACIÓN DE LOS CONSEJOS COMUNITARIOS 241
Capítulo 9
CONCLUSIONES 289
Referencias bibliográficas 297
Glosario 323
•9
lll1t;l111 1, to,I,·,
1 1 ,1111 lt 11• l. 1• h ', j ., ,, ~ 1,1 . y ' ..·I 1, ll 11 1 1 ' 11 1 ·I ¡ '. 11 r1,. ' 1 t 1 1h 111 11 11. 11 11 l

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M<1¡>c1 d1, ( du1 nui,1 y el /lc1dlico I eJI, 11 1 il ,I.iJ1, , /(,
•I 1. 111l.1<1cli1 .il l;,mio Puerto Cali, Guapi 1 ){)
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Si111 /\11I011io de Guajuí 1 )()
M, 11 ,1·,11 H I y ¡>1 >',I 11.11xi';1T10: ¿cJase o identidad? 44
', 1
Dofiil Celia Lucumí Caicedo; Guapi,
,ilJril de 1999 I ', ,1,l,1111'>11 cid 11H111icipio de Guapi, 1964 a 1993 118
1 ¡
1• • •
Mrnsojem fluvial: niña pequeña
<•I t potril lo; río Guapi, abril de 1999 IYJ
1 ,
'·' Mdpél de Guapi y ríos circundantes,
cr 1el departamento del Cauca 14~.i
ll<1lsada en honor a La Purísima,
patrona de Guapi (7 de diciembre de 1998) 162
Jl /l
l'rocesión por las calles de Guapi en honor
.i lc1 Virgen del Carmen ( 16 de julio de 1999) 162
r,. l. Vista aérea de la costa del Pacífico
•,tir alrededor de Guapi 167
Hnsque de manglares con la marea baja 1G7
Í 1 '· M,1p,1 ele las tierras ba¡as del Pacífico l 68
(, • 1
/\c•mr,ucrto Julio Arboleda en Guapi IB7
1
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V1vir·11clc1s c1 las orillas de los ríos; río Guapi IBH
1 1
' ' 11 río corno espacio de interacción social;
e•11 il >r1rr;-iclem
en Guapi 1( )()

1' / t , 11 id1c1 de basquetbol a orillas


del río limbic¡uí, en Santa Bárbara l'l /
1, H M,1pc1 111<·11t,1I del río Atrato producido
¡JO!' rn1 l H 111id;idcs louilc:s l'l'l
/: lc1lh de•< <1IIClgr,rÍÍ<1 sociill ilir·igiclo prn
,·I c1IIl111 c1 lc1p11l1lc1ci(>11 111•,ic lr-rrlc•
1·11 lc1 i•,1.r ilc• ( ,11I¡:1111c1 (H de· 11rl10 il, · l'l'J'I)


Preámbulo

Guía de lectura y agradecimientos


Este libro fue concebido en el espíritu positivo y progresista que reina-
:ia en la región del Pacífico colombiano a principios de los años noventa. Eran
:iernpos de esperanza y de movilización social y política que abrían visiones
.:oncretas para alcanzar un desarrollo sostenible en esta región, lo cual iba a
~ eficiar a sus habitantes, en su gran mayoría afrocolombianos. Las palabras
:::;-.ágicas de ese momento eran biodiversidad y tierras colectivas. La espantosa
-ealidad de violencia, terror y desarraigo que hoy viven los habitantes del Pa-
::..5.co era aún lejana en ese entonces.
Es mi convicción que debemos volver a pensar el Pacífico colombiano
~ estos términos progresistas de los años noventa. Y este libro - así espero -
f:-:::1da amplio material en este sentido, y muestra cómo las memorias colec-
- ·as y las tradiciones profundamente arraigadas de las comunidades negras
- ~ solamente son de interés histórico-antropológico para excavar los signifi-
:::;..ios de un pasado ignorado, sino también lo son en la construcción de una
..:,-:órl de futuro para esta zona y sus pobladores. Así, a quienes estén intere-
sa:os sobre todo en el caso de las comunidades negras en el Pacífico -y no
,......:o en los debates teóricos sobre movimientos sociales y espacialidad - les
3.:-::r.n_iendo la lectura a partir del capítulo 5.
Esta obra se dirige también a los estudiosos de los movimientos sociales.
_-z preocupación central es el intento de espacia/izar las formas en que pen-
- - y teorizamos las resistencias y los movimientos sociales. Voy a mostrar
~..:é manera conceptos geográficos como espacio y lugar - frecuentemente
~:es de estos debates - aportan una mejor comprensión del fenómeno
- movimientos sociales. En el capítulo 1 esbozo más claramente lo que

15
HI' qt1 i('l'l' t1k,1nzur ('011 l':il(' l':il'tl\'1'1/,() d(• ('Sp1h 1,tl l. 111 '" 11 °il1il1•111
l.oHl'<lpl- I¡\ , ,·A ,,/111111itl1l11, rv11111111 •I i'.o1 ¡>dld ( >llv1•ll.1, 11/1/llftt 1 11 ,\ 1111'1 11 " · \1111!11•1'1•11 ¡11·1•,11111(•
1

lu los 2 y 3 brindan un marco teórico-mclodologit n dl'l 1ill11d11 d1 • ¡•:itv inlt'n lo, 11 11 Ji pi!' d1•111 ,111•1t•11(•11¡1,t:1,I
el cua l se desarrolla a continuación con el material t•11 q11l'il'o :mbrl' vi l'acífico /\g1·11d1•;,¡•o t.i111hi(•ri d lodo:1 los g ut1pirvnn•1 qut• d:il gurtll'o11 q11l' n1i vid11
1

colombiano. 1•111•1 l 1.1dl ko 1111•r.i 1111.i vl'rd.idt·r.i t' i11olvkl.1bll' 111.1ravilln. 1)l' t•nln• tant.1s ¡wr
El libro se basa en gran medida en mi trabajo de tesis de doctorado en rn II ld:H•s¡wd,tl1 s do11 /\gupito, /\id(•,/\ líredo, /\ mi l;r,uri, 13órhom, fal (•n y R,1111,
1

la Universidad de Glasgow, en Escocia, donde disfruté del apoyo de mis di- 1H111d:-,io, l•:di lh, 111m Yiicup, Ct'l'Mdo, l larold, l léclo1~ l lumbl'rlo, Jniro, Lun•ly,
rectores de tesis, Chris Philo y Paul Routledge. El texto fue traducido al espa- rv1.1y1• y OHr,11~ ,•/ ¡1r1yi• Mi llc1~Oriundo, Teóíila, Yolanda y muchos otros - , q11it•
ñol por María Luisa Valencia, a quien agradezco su excelente labor. Después 11111'H.tlldl'" mi comadre dntíé1 Cl•lia Lucumí Caic0do, íuentt• inagoLoblc de hiH
lo he revisado y actualizado. También ha sido revisado por mis colegas y ami- 1(11 i.1 (' hii.;Lorit1s, con quien p.is(• incontables horas cha rlando, o simpk'nw11h•

gos Eduardo Restrepo y Axel Rojas. La traducción fue financiada por la Uni- , .. 11 111'11, ndol n, t'n t•I palio de la casa de ladrillo en la ca lle 2'', micnlr.is el lambo,·

versidad Colegio Mayor de Cundinamarca, de Bogotá, a cuyo rector, Miguel d1 l.i llu via, qul' golpeaba el lecho, arrullaba con fu erza ins istente.
1

García Bustamante, agradezco el apoyo, y a Leonardo Montenegro, la coor- 1(11 13ogoló, agradezco a Lodo la gente del Institu to Colombiano de /\nlm
dinación. La Universidad de Glasgow también aportó a los costos de la tra- (llll11g1.i t' l lislo ria (IC/\NI 1), pasado y presente - particularnwnte a la anl(•rinr
ducción, cuya coordinación corrió a cargo de la Universidad de Cauca, en dl11 •1 l111·t1, M.iría Victoria Uribe, y t1 Emiro Díaz, /\driana Paoln Forero, Nirnl,IH
Popayán; de esta institución, le agradezco a Axel Rojas su labor desinteresa- l\l111 ,il1•s, Mauricio P.irdo, Eduardo Restrepo y Marfa Ester l~ivcm -, y a Dnvid
da. Es imposible nombrar a todos los que han aportado de una u otra mane- l '1 •dro1;,.i, l¡uicn sil'mpre rne conseguía un vuelo Blanco Travcl a última horn.
ra al resultado final del texto presente. Doy un agradecimiento colectivo a mi
Fi11,1lmcntt', un sa ludo enorme a todos los otros am igos en Colombin l(tH '
familia, mis amigos y colegas, quienes me han acompañado en los diferentes
Ji,111 ro11L ribuido a que me enamorara del país y de su gente: Cuchi y Rku1·d,
momentos de este viaje de investigación, curiosidad y fascinación que el en-
1 ,1111 1111 y Yola nda, Diana, Jaime, Leo, Luis Carlos, Pif, la Arboleda Jn111ily (don,1
cuentro con el Pacífico colombiano ha significado para mí.
l1111q1il, don Ro, Santi, Derby y Johncito) y, por supuesto, a Maria Eugenia.
Colombia ha cambiado mi vida de más maneras de las que pensaba po-
sibles. Muchas de ellas aún no se me han revelado. Sobre todo les agradezco a
Ulrich Osll•ndt•r
los colombianos su generosa hospitalidad, como la de aquella noche en la Sie-
rra Nevada del Cocuy, en 1995, cuando había calculado mal mis capacidades de LJniversidad de C lasgow, Esrod.i
caminar en alturas de más de cuátro mil metros, y al caer la noche llegué cansa-
do a la única casa existente en las tierras frías de ese altiplano abandonado. En
el lapso de media hora, y después de haber mandado a uno de sus siete hijos a
pescar truchas en el lago cercano, mi anfitrión, un campesino pobre, había cons-
h·uido una cama de frailejón para mí, en cuyo lecho -y cubierto de un mon-
tón de cobijas - encontré el sueño feliz del peregrino exhausto. ¡Qué lección en
asuntos de humanidad! Gracias a todos los que me abrieron sus puertas.
Un reconocimiento muy especial a todos los miembros y activistas d e
las organizaciones afrocolombianas, qu ie nes a lo lnrgo de los años han com-
partido su va lioso tiempo, sus pensamientos y HII H H11t•11os rnnmigo; t'n pt1r-
t ic11 lnr, ,1 l,1H compt1ñvrt1s y compo ,wrns dt• /\ ln1d1' 1 ( 'irnnrr(>n, C ocPt\ llH',I,
0
,

M.1t,11nli11 y e :11.1s1\ y l't 'N, /\ 11111\'lhHI d1 • 1•11111, 111• 1(ll l~ld¡•rn .11111¡ ,1"1, 11111u1 .il
1


11,
PRÓLOGO
A casi quince años de la Ley 70 de julio de 1993, que reconociera el de-
-echo al territorio y a los afrodescendientes de Colombia como grupo étni-
-o, tal vez más que nunca, hoy en día el Pacífico colombiano continúa siendo
~'1.a de las regiones de más álgidas luchas culturales, socioeconómicas y te-

rritoriales del país. Desde agroindustriales hasta narcotraficantes, una serie


=e actores hacen de la guerra una estrategia para negar los derechos colecti-
~ de las comunidades, y generan desplazamientos masivos para expandir
: cultivos ilícitos o las plantaciones de palma aceitera para biodiesel. Mu-
.:-s de estos procesos de expropiación territorial son hoy en día legitimados
?<3yados por nuevas disposiciones legales del Gobierno sobre bosques y
_::as, las cuales involucran retrocesos significativos con respecto a los de-
-os de las comunidades negras ganados en la pasada década. Se puede
- - que en los últimos años se ha desatado toda una contraofensiva para
:es:-.antelar los derechos colectivos de los afrocolombianos que combina el
:.e la fuerza, la promulgación de leyes y, como siempre, los discursos del
:=ello, esta vez en apoyo a megaproyectos y a la misma palma africana.
lo que está en juego es la afirmación y defensa de sus derechos étnico-
:=:ales y territoriales y, en última instancia, la supervivencia de los grupos
: como grupo cultural, y del Pacífico como uno de los ecosistemas de
- .:ih;ersidad biológica de la Tierra. Lo que pretende la máquina capital-
- ~ erra es la transformación del Pacífico en territorio de conquista y
- :--ara la más rápida acumulación. El balance entre ambos proyectos de-
.as que nada del control del territorio. Como bien lo enfatizan los ac-
.:..e los movimientos sociales étnico-territoriales negros e indígenas de
:a lucha por el territorio es la lucha más vital de todas: sin territorio
~:ura, no hay diferencia, no hay vida. Perder el territorio es perder
:::a.ad, la autonomía, el derecho a ser, pensar y hacer como se quiere,

19
tHIIIIII 1 ,tll'i-tl- - ~ - - - - - - ~ - - - - - - - - - - - - ~ - - - - - ----~ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ - - - - - - - ~

111 1
ud c1s Vl'l"l'S l'l1 111,1rc,1do ro1l l1·,1•,11• 11111 l11•, d 11 1,11 l1 "' d1•I proy1•cto económico, l'.11111111, 11111111 h1•1d1• L, ..,;1011111 /tul ,/,,/ 1 /l/t1111,i ,h I ilt1t111li1 l'1",ll1'pll, /\111H' M.i
cultural y tcrrilori.:il euroand ino.
111' 111111u11•;,,y, /\11tnd lJl lo.i y 11111111 111\ 1••ilt¡•,,1,l1111•fi
Es en relación con este papel centrc1I dd 11·1 l'llono qut• l'I libro del in- l•111,rl11a·11l1•, 1•11•1-,ludio, por •111pll1"1l11, , 111, 11!.1 11111111,1-1 ,11-ipt•clos, ('S deci1~
vestigador alemán Ulrich Oslender cobra gran importc1nl'it1 t' interés. Como l,111 d111,111ilr,11-, 1•s¡,11d,1 l1•1-, de l.i'I 111111111rld,11 lr•>111111 1, .., dt• los rnovimicnlos. De
geógrafo, por supuesto, Oslender ya estaba preparado para atender a las di- 1•Hli1 lnrni.1, st• co11rluy1• lJUl' los 111t>vi11111•11l11'1•11111,rl1•H no solo responden a las
námicas espaciales en los procesos culturales y de resistencia que observaba ¡ ,11 ..1111111•., dl'I Hs t,1do y l'I capit,11, :-,1111> t,11111>1('11 .i l,1s 1•spcciíicidades -las in-
en el Pacífico colombiano. Sin embargo, el libro tiene la gran virtud de mirar 1, •1P11tl.1d1•s hiocu llurnles- del lug,11· dt•I rna l surgt•n y del cual se surten de
las di~ámicas espaciales desde dos ángulos relativamente inusitados O poco 1d1•,1•1 )' o., 111'1H1s. rn vínculo entre ambos aspectos está en los consejos comuni-
estudiados: las prácticas e imaginarios de las comunidades de los ríos, por un l,1111,11, q111• 1·l•ci bt•n detallado tratamiento etnográfico en el libro. Estos apare-
lado, Y las estrategias políticas de los movimientos sociales, por el otro. Co- 11 11 d1• lormt1 convi ncente como espacios reales de apropiación territorial por
men~em_os por_ discutir brevemente este segundo punto. Bien es sabido que 1•,1111• dt• l,1s comun idades negras. En última instancia, lo que al investigador
las c1enc1_as s~crales contemporáneas han privilegiado las variables del tiempo 11 1111i•r1%1t•s demostrar la articulación de un contraespacio, a partir del Juga1~
Y de la histona en el estudio de los procesos sociales; el espacio ha sido mar- ,¡111• 11,H t•n los consejos y los movimientos. Este contraespacio es fundamenta l
ginado en la teoría social moderna y, más bien, ha sido considerado como un I'•" 11 1•11ll'ndcr tanto los proyectos de vida de los grupos locales como las rcs-
trasfondo inerte para la actividad humana. Oslender forma parte de un gru- 1•111",l.i•, dl' los movimientos a las reterritorializaciones por parte del Estado y
po pequeño, pero creciente, de investigadores jóvenes preocupados por darle 111i1pil,rl (como la palma) y a los ajustes discursivos neoliberales que hact•n
un giro geográfico al estudio de los movimientos sociales. Los interesados en ,p 11 • 1•I l·'.:-,tc1do se invente conh·aestrategias para cada estrategia propuesta por
los movimientos tenemos mucho que aprender de este estudio, en particular 11,•1 1111,vi mientos.
dos aspectos: cómo surgen ellos de lugares específicos que los marcan; y cómo e 'orno investigación académica, y más allá de los movimientos socialt•s,
crean sus propios conceptos y prácticas espaciales, más que nada congrega- ,ol ¡111••11•11ll' libro constituye un valioso aporte a las discusiones sobre el l'c1c!
dos alrededor de temas del territorio, para el caso de los movimientos socia- 11, 111 11 discipli n.:is tales como la geografía, la antropología, la sociología y l.i
1

les del Pacífico.


1, 11lu1•,1,,. Quisiera resa ltar la contribución particular a la geografía. Es vt•rd,1d
No menos importante es la segunda dimensión espacial del estudio, ,¡111• 1••111' rnmpo ha tenido aún poco impulso en nuestro medio; en ciertn for
centrada en las prácticas e imaginarios de las comunidades de los ríos. No 11111 li,1,rlcnnzado s u desa rrollo máximo en Gran Bretaña, posiblementt' por l'I
es de extrañarse que la espacialidad de las comunidades que habitan las her- 11 •¡•,,11 111 dv su historia imperial. l loy en día, desligado ya de los intcrcst'H irn
mosas riberas de los múltiples ríos del litoral tenga que ver con el agua. Aun- 111 •1l,il1·Hi11nwtli.:ilos, esta disciplina ha tomado un giro crítico marcado t'll 1'"
qu~ ha habido algunos estudios de la relación entre río, cultura, organización 111•, ¡1,,1•11•1-1, y t's l'll esta tradición crílica en la cual se ha formado Osk•ndt•I'"
social Y territorio, ninguno ha alcanzado la amplitud y sofisticación del libro 11l v1•I dl' tlol'lorntlo (U niversidad de Clasgow). Que sea este estudio en101w1•11
de Oslender. En este terreno, contiene un rico recuento de la relación entre es- 1111 irn 1·11tivo par,1 qu1• los y lai, jóvt•ncs de Colombia se entusiasmen con 1",lo1
pacialidad, cultura y subjetividad, y entre entorno y sentido del lugar, y des- li1q 1111t,1n l1• disci pllnn.
cubre verdaderas identidades y epistemologías acuáticas, es deci 1~ form as de l'1'1'1l l'I l'Sl111lio l,1111bi(l11 n·pn•spnl,1 un l'jl'111plo ('11 tlllcl IHll'V,l ri1•1111,1
ser, hacer Y conocer, que están estrechamente ligadas a laH mtrlliplt•s formas ,111 l.rl 11111q11·01111•1idi1; ,11111<¡111• Slll')\l' d1· l,1 ,1t·,1tlt•111l,1, s1• s11rlt· dt•I i11t1•rr,1111hill
de lo acuá~ico, desde el río hasta la lluvia, y, corno dil'f11 ·1;, 1.. ,.¡¡ , 11, litllllPdod y , 111111111111 1·t "' .it ·11 v1•111111. 1)1 • t•111o1 1on11o1, 111111 ,rl l.1 d1 · 1111111111.i 1•1111-1 1·011, pll'jnH p1 o
11
el ca lor mismos. Estos imaginarios y modos H1 11-¡•,1•11 li111111 di• 1, 1 li,rd 11 i<ui or.i l , 1"111•11 1111111 ,rlt"• 1"q 1i11 l.tlt" q111• •11 1li} .rt 1•11 ,1l,11 111l'tl 11111 11 u I tl1• 11 •111111.-l,rl id,H 11••1
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111 11

Arturo Escobar

el Pacífico como territorio de vida, alegría y libertad, y se inspira así en el lema


de los movimientos. Tanto desde la academia comprometida como desde el
activismo, con estudios como el presente podemos seguir pensando que no te-
nemos que aceptar ni las propuestas desarrollistas del Gobierno, con sus nue-
vas disposiciones jurídicas, ni los discursos acomodados más recientes de los
palmicultores sobre los biocombustibles, ni las presiones de los actores arma-
dos, para seguir creyendo que otro Pacífico es posible.
CAPÍTULO l .
Arturo Escobar INTRODUCCIÓN: GEOGRAFÍA, MOVIMIENTOS
Profesor de Antropología
Universidad de Carolina del Norte ~OCIALES Y COMUNIDADES NEGRAS
Chapel Hill, EE. UU. El sexto planeta era diez veces más grande. Estaba habitado por un anciano que es-
cribía grandes libros.
[. . .]
-¿Qué libro es ese tan grande? -preguntó a su vez el Principito-. ¿Qué hace us-
ted aquí?
- Soy geógrafo - dijo el anciano.
_¿y qué es un geógrafo?
-Es un sabio que sabe dónde están los mares, los ríos, las ciudades, las montañas
y los desiertos.
-Eso es muy interesante -dijo el Principito-. iY es un verdadero oficio!
Saint-Exupéry ( 1971: 64-65)

l)t' modo que ahí lo tenemos. Somos sabios (¿¡y sabias!?) que ejercemos
1111 111'ftfnrfero oficio, caracterizado por el conocimiento de la ubicación (de los
1111111•H, los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos). Vale la pena no ol-
1 li l,11' 1•Htns palabras del anciano, ahora que intento ampliar el significado del

, , 11 111•plo de ubicación geográfica o, más bien, enfatizar su relación con las


111il1j1'livldades de lugar en el análisis de la lucha cultural y política del mo-
1 111!11 •1110 socia l de comunidades negras en el Pacífico colombiano. Para ha-

11•1 1•11tn, ,kbo conocer rl l11gnr de donde emerge el movimiento, dónde viven
lw, l''"''ll>lhlHqut' lo l'l\'an y lo que significa para ellos vivir en este lugar lla-
11111tl111·1 l'.idfico rnlomhiu nn, Porqu1' l'Htl' luga r (y las subjetividades, identi-
d ,,il, •11 y p11:11111wH q111• g1•1wn1 1•11 HllH pnblndor1•s) importa <.k mt1ncra crucial
1 11 l,111 lrn 111.1111·rnw1·1•t,1111•11 li1Hq111• 1•1 111ovl111it•11to w• org1111izn y t1rliru la. Por
111111ii¡1111i1•11t1•, 1•11 1••111· 111110 111 111 • 1111 i11111 ll•1l-11•t1p111111 l1:1111 ln ti,• 111 p1·.11·tk,1 d1•I
11111\ 11111!•11!11 11111 l,il, 1•v ldl'111 l,1111111, 1'11 pi11lh 11 li11, l,1 p,1•11¡•,1,1111111 d1• 1111 ¡111·11111
il/1111111· d,• 11•tti 11•111111 111 11•1•0111~ 11111111,1'1 111 1111• 111•1• l'lh•11h•1 1·11 v1•1
1IPllllllll•I '"' "' 11 y' 1'•111111111•1l',111111" 111l11111!11,11111

d1• 1·1•nlr.irnw l'n el mov imiento social pvr 1¡1 • r 1•11 .. w, 1•1,111111111·w1, polflicas ti, , 1111,1 n•,lil1l.1d 1Hw1i1l r ,11111tli11111 • ,, d1 • •11 11111,,..1i111111111 1•1l pt1cial. Por esto, qui-
y 1•strategias. Como categorfa organi zativa pM.i l''ll ,111 ¡•11•1111 11 11\'i rnll'S de las 7¡111, l.1 li1v1•stig,H'io11 sohr1• llls 11111vla1il, •11l1111 •1111 l,111 •:. lrn d<.•sperlado en el últi-
que emerge un movimiento social, utilizo el COl1('V¡>ll1 d1• 1'1,¡1111lo 11c1111/ico, re- 111111 l1•111110 un 1·n•ri1•111v i11ll'r(•s 1•11l,1•1 1 l1•1wi 1H:-iod,1'l'S. Estas nuevas formas de
íerido a las relaciones sociales cotidianas entre las comunidaLiL'H1wgras como p1 01\ •1,l,1 n•1p1i1•rt•n n1H•v.is ll'Ol'f.is d1· ,11·1 io11 social, tanto para explicar el sur-
condicionadas profundamente por diversos elementos acuáticos del entorno 1•,1111ii ·11tn y dcsa rrollo de moviinl1•11tus sociales en el tiempo y el espacio como
particular del Pacífico. Propongo una geografía cultural etnográfica, y aplicar p111·.1 ,·l'fit'xionar acerca de s us pos ibilidades de engendrar un cambio social
una observación participante exhaustiva y una etnografía profunda, como (Á lv.in•z l'l á l., ·1998; McAdam el ál., 1996).
metodologías de investigación privilegiadas para poner al descubierto signi- 1,.1 Lc•or(a de los movimientos sociales es un campo dinámico de la inves-
ficados locales de lugar y para mostrar cómo estos impactan en los procesos 1ll',111'io11 social que ha experimentado diferentes variaciones (o entrecruzamien-
recientes de organización política en el Pacífico colombiano. Por consiguiente, 1111,) d1• pcll'adigmas desde la segunda guerra mundial. La tendencia teórica más
no es solo característico de nuestro verdadero oficio de geógrafos saber dónde l1ill11y<•ntl' que se estableció en los años setenta fue la teoría de movilización de
se encuentran los mares y los ríos, sino también de dónde emerge la agencia 11 ,, 111'<irn1 (TMR), en sí misma una síntesis de varias corrientes teóricas surgidas en

del movimiento social y qué formas particulares asume en lugares específi- lt 1t1 ,111ps sesenta. La TMR, sin embargo, fue cada vez más problematizada en los
cos. El Principito estaría cautivado con este prospecto. ,111111¡ odwnla, cuando se criticó que era insuficiente para comprender las dimen-
,111 1111•111·t1l turales de la protesta social. Este componente cultural fue adoptado en
11111•vt1 t• fo rmas de teorización de los movimientos sociales que hicieron énfasis
Protesta social al comienzo del nuevo milenio
1 11 l,1 n,nslrucción de identidad, una aproximación que refiero en este libro con
1

Los últimos años han sido testigos de un incremento en los movimientos ,•I 1111111 l11\' de perspectiva identitaria (PI). Sin embargo, salvo unas cuantas excep-
de protesta en todo el mundo. Esta tendencia se caracteriza por una diversifi- ' il •IH "I (p. ej. Slate1~1985), los geógrafos y las geografías particulares de los mo-
cación de las luchas, que van desde el feminismo, el ecologismo y el antirracis- 11t1d1·11los sociales se destacaron por su ausencia en la teoría de los movimientos
mo, hasta las étnicas y de reivindicación de la tierra. En términos sociológicos, •1111 i. il1"l, l•'.s tc vacío metodológico y conceptual ha sido abordado más reciente-
se ha argumentado frecuentemente que ha habido un cambio de énfasis desde 111,11111• 1•n térm inos de espacialidad de la resistencia (Routledge, 1997) y espacialida-
los conflictos de clase a los de identidad (Castells, 1997; Melucci, 1989), aun- rf,,,, rl,· /m, 111m1i111ie11tos sociales (Slater, 1998).
que los primeros, por supuesto, no han desaparecido. Más recientemente, se 1•:11ll' libro debe entenderse como una contribución a estos debates geográ-
han formado redes de resistencia globales que conectan un gran número de 1h1111 1•11 l,1 investigación sobre movimientos sociales. Reconoce el giro cultural
movimientos sociales locales a través del espacio, para plantear cuestiones 1•11111111 i1•1wius sociales en general y enfatiza la necesidad de un giro geográfico en
más amplias y articular sus protestas globalmente. Cada vez más, se conside- 111 li •111f.i dl' los movimientos sociales en particular. Basado en estos debates, el
ran las problemáticas locales como entrelazadas intrínsecamente con proble- l1 ••d1 11111n ·1• una aproximación espacial al movimiento social de comunidades
mas globales en todas las escalas. Este entrecruzamiento de lo local y lo global 111•1•,1.iH1•11 l.i rnsla del Pacifico colombiano, para tratar de entender las particu-
es lo que algunos han denominado glocalización (Robertson, 1995), que puede l,11 ld11d1•1, dv luga r y cultura de las cua les ha surgido, y las que este a su vez mo-
considerarse una de las características destacadas de nuestra condición de pos- 11111,1 1•11 Ht• proyl'Clo de política cultura l. Aplicando una etnografía profunda,
modernidad (Harvey, 1989). ¡111111•,111•111 •v id1•11C'i,1 l'i singular conjunto de relaciones sociales espacializadas
Tal vez sean los movimientos sociales los que mejor articulan lns contra- i¡111 • •11 · 111 111 ll1r111.ido l't1 lt1s cu1•11r .is dl' llll'l ríos (l¡•I J>nclfico colombiano. Las con-
dicrio,ws del cnpilalismo Lardio al comienzo de este nuevo mil1•1li11, 1 "1•l.1bo- ' 1•¡ 111111 ll:,,11 1•11 11'1 °11li11ll:, d1 • 1'1,1111t /o 11t 1111/ /1 11 y l. lK r or1 ... id1 •ro r omo prl'condiciones

r,wi<'H1 d1• ll'lll'ldl-l :-;nhn• movi111i1•nlos SO('illil'S l'S, por COll'H¡•,1111•11!1• 111 1•u 1il11111 1••qh11 l.d1• ¡ ¡1,11·,1lo111111vil11111i1111 y 11q 11,111i1,1111111 dt•I 1111 1v111111'11l1111111·i.il .
111111di' 1•1'f l1• 11111 111l1t·1• l,1 pn1li•1l11 y Li 111·1•11111 •111ci.d, ril 1111 l,111il 11t 111111 1• 111111•11

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1 iilllllllll\it1li•, 111 fllol, y 1 •\ioll 1111•111 111 1,11111111111111111111,11111

En mu chas formas aplico aq ul u11.i 11.111, il 1v11 ~ 1111.i 111111-.1I L'¡.?,ia de investi- 1,1111111icladcs negras en el Pacifico colombiano
gación menos comunes en el aná lis is de l'Slt· 1111)v111il1·11l11. A1111que he investi- y l.i e onstitución de 1991
gado sus estructuras, sus negociaciones con e l Collh 1·110 y 111 inlt•raccióncada 1

1 i1 11•gh111 dt• l,1s Lierras bajas del Pacífico se encuentra al oeste de la


vez mayor con las redes de resistencia globales -y hor • rnnslantes referen-
, 111dl ll1·1·,1 l kddvnlt1I de los Andes y se extiende por cerca de 1.300 kilóme-
cias a estos hallazgos a lo largo del libro - centraré mi análisis en el sentido de
lugar y las identidades acuáticas locales como precondiciones espaciales im- l1tt>1 d, 11 11 11• Hrnildo,~ en el sur, hasta Panamá, en el norte (Figura 1.1.). Cubre
1111 ,1 11•11 ti,• 1\ 1Hi di vz millones de hectáreas de selva húmeda tropical y se es-
portantes para la movilización social. Mi estilo narrativo sigue esta estrategia
1111111 1p11• ,tlll!'rgn uno de los mayores niveles de biodiversidad del planeta.
analítica en cuanto fluye como los ríos del Pacífico colombiano, serpenteando
1 1, l1,d1l lt1d,1 por a lrededor de 1,3 millones de personas, en su gran mayoría
a través de los imaginarios acuáticos locales de las selvas húmedas tropicales.
111111 1,l11111lili111os (más del 90%). Separada topográficamente del interior de
Por esta razón, gozan de una representación privilegiada las voces de los cam-
' 1111111!11111 por la cordillera Occidental, ha sido descrita como el litoral recón-
pesinos, pescadores y mineros de la región, por encima de los discursos, a ve-
1/t/,1(' ,1111p, 19~4) o como la periferia de la periferia (Granda, 1977) debido a su
ces institucionalizados, de los líderes del movimiento social.
11111¡•,l1)i1l11 li1d física y económica en relación con el resto del país. De interés
Figura 1.1. Mapa de Colombia y el Pacífico colombiano 11,11 ,1 111111•1111,moles durante la época colonial, por sus ricos prospectos de alu-
11111111, i1111il1' ros, el panorama económico de la región ha sido por lo general
d, 1111111•1·1u1omfa de auge y caída, impuesta sobre una economía de subsisten-
' 11 i\1•111 11· 11wdiados del siglo XIX, cuando por períodos relativamente cortos
1 ,, ¡11111,11·1,n intensivamente productos naturales en respuesta a demandas
, h 11 11111, i111l('S de que un descenso en la demanda llevara a una rápida caída
\ ti 111l,1pr:o dl! estas economías (West, 1957; Whitten, 1986). En la explotación
1 1111111 li• l,11,1gL1a como del caucho, durante la primera mitad del siglo XX, fue-
1, 111 llplmi. vs los ciclos de auge y caída, mientras que los pobladores locales
1111111111111!11111 prnclicando una economía de subsistencia de pesca, agricultura
1 ", 1tl1•1·do11 para sus necesidades diarias. Desde los años sesenta, la región
1111 ,,1tl11 1111.i f11en lc importante de suministro de madera para el país, lo que ha
d 11li1 111¡•,, 11· ,1 ,1I Los niveles de deforestación, que en algunas zonas alcanzaron
111tl lt 1°1 tl.i 1•111.t 1Hes.
t 111110 r1•spt1l'Sta a esta precaria situación, surgió a mediados de los años
111 111111111•111•1d1'ptlrlanwnto del Chocó una importante experiencia organiza-
111,11)1'¡ /11, Apoy,1d.is por la Pastoral Afroamericana de la Iglesia Católica, se
1

• l,tl il1•1 l1•n 111 01·g,llliz,1ciont'S de n1mpt•sinos negros que se movilizaban al-
11 •d,•d111 ti, • 111 d l'f1 1 rnill d i' sus lil'rr.is y 1-1 11 ('nlorno. listos primeros grupos de
11,1 u•, d1 • 111lp,1•111 •1·l1 11l,1111ko, lo1·11w,·0111 11 llJH7 l¡1 Asrn·i,H'i(in Campesina lnte-
1 1

1,1,tl d,•I 1{111 Al1't1lll (1\1 IA). \1111 1tll 1tl111Hl1 •111• ,11·tlrnl,11 1111 lrn, prinwros vínculos
1

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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

específicas de los campesinos negros. Estas nociones hallaron luego una ex- La naturaleza transitoria del AT-55 implicaba que la ley tendría que ser
presión política concreta en el artículo transitorio 55 de la nueva Constitución aprobada antes del 5 de julio de 1993. Como resultado de esto, la movilización
colombiana, del 5 de julio de 1991. Según el entonces presidente César Ga- política en la región del Pacífico se intensificó de manera considerable, y para
viria, esta Constitución significó una revolución institucional y un "tratado de 1994 se habían registrado más de 350 organizaciones de comunidades negras
paz, un mapa de navegación para el siglo XXI" (citado en Pizarro, 1993: 151). en la Dirección de Asuntos para las Comunidades Negras3. Como una de las
Redactada por una Asamblea Nacional Constituyente elegida por voto popu- organizaciones con articulación más sólida en la coordinación de estos esfuer-
lar en diciembre de 1990, debía democratizar las estructuras estatales, garanti- zos en los niveles regional y nacional, en octubre de 1993 surgió el Proceso de
zar una mayor participación popular en los procesos de toma de decisiones a Comunidades Negras (PCN), una red de más de 120 organizaciones locales,
nivel nacional, regional y local e investir al Estado de una nueva legitimidad1. como una dinámica organizacional nacional con sede en Buenaventura. Por
Aunque el proceso de reforma constitucional no estaba encaminado abierta- su discurso elaborado y su papel de liderazgo dentro del movimiento nacio-
mente a minorías étnicas, los debates sobre la mayor participación popular nal afrocolombiano, este grupo resulta de especial interés en mi análisis.
abrieron un espacio para las poblaciones tanto negras como indígenas, en el
que podían impulsarse asuntos como la etnicidad (Arocha, 1992; Findji, 1992).
Movilización étnico-territorial en el Pacífico:
Sin embargo, la débil politización y la división interna dentro del movimien-
to negro implicaron que no se eligieran representantes negros para la Asam-
el surgimiento del PCN
blea Constituyente (Agudelo, 1999; Wade, 1995). Así, quedó en manos de un Con el objeto de desarrollar un marco para la regulación del AT-55, en
representante indígena - quien había hecho campaña desde una plataforma julio de 1992 en Tumaco, departamento de Nariño, se conformó la primera
que representaba los intereses de los indígenas y de los negros en la región /\samblea Nacional de Comunidades Negras (ANCN). En la segunda Asam-
del Pacífico- pugnar por la inclusión ,del AT-55. Este requería la promulga- blea Nacional, de mayo de 1993 en Bogotá, los delegados revisaron y aproba-
ción de una ley que concediera derechos colect\VOS a la tierra para las comu- ron el texto que se convertiría luego en la Ley 70 de 1993 (Diario Oficial, 1993),
nidades negras rurales del Pacífico. Discutiré en detalle esta legislación en el que se había negociado previamente entre el Gobierno y representantes de las
capítulo 8, pero es importante señalar aquí que la Constitución de 1991 gene- comunidades negras. El Proceso de Comunidades Negras (PCN) surgió en la
ró una dinámica y una dirección nuevas en los procesos organizativos de las lrrcera ANCN, realizada en septiembre de 1993 en Puerto Tejada, ciudad pre-
comunidades negras2• dominantemente negra al sur de Cali, donde se debatió la situación política
y organizativa de las comunidades negras. En aquel momento, diferentes or-
g,rn izaciones negras ya se habían hecho notar. Las dos más importantes del
La Asamblea Constituyente fue un cuerpo público nacional que incluyó representantes inde-, ( 'hocó se rehusaron a asistir y enviaron cartas de rechazo a la posición del PCN
pendientes de minorías étnicas, políticas y religiosas, así como de las guerrillas reinsertadas
del M-19, el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el grupo guerrillero indígena Quintín
Lame (Arocha, 1992).
~,• l'XP l'l'Sd,,n la idcologfa moderna subyacente del cimarronismo (Mosquera, 1985). El cima-
2
, Hasta entonces la politización de los grupos negros se había limitado a las ya me ncionadas rmni~mo l(>11lll I,, íigul'a d el cimarrón como símbolo de una resistencia política y cultural que
luchas por la tierra en el departa mento del Chocó y a algunos g rupos intclectualc>s urba nos. ¡i,vvnl,·n· hoy ,•11 dfn, y ni m i9mo ti<:'mpo esta figura evoca una comunidad global de sufri-
De estos movimientos urbanos destaca hasta hoy el Movimi<:'nto Narionnl por lo~ D<'rt'l'hos 111l1•11lo q111• l1wl l,1 .1 l11HpvrHnn,1s o ,•sh1bll'n'r un vínculo entre ciertos aspectos de su fenotipo
Humanos de las Comunidades /\frocolombionos C imo1·1·611. Su orl<'lllt1d(111 polf lil'll 1'Hló muy y 111111 hl11lori11 d1• !1(11'1':ll<in (llll' <'H 1,1111 0 na\'io1111 I como global (Wade, 1995).
influenciada por los movim ir nlns ,i., d 1•r,•drnM dv ll1•H d,• l1>H t1Írn11111·11•11 11 wrlr,llH,,l. C·¡1111111·ón
ÍU(' rrrnd o l'l1 1982 l'l1 nu,•1111v1•11l111·11 y 11<11p.l11 d,• 111\ g111¡ 111 d 1· 1·••l1 u ll11, :,!lw1•l11, ((11'1\llll lo 1•11 111 1!111•11 l1111 d1· /\11111111111 11111·11 11111 ( '!1111111 ild 111lt"I N1•1 1/1IH~·· 1 11•6 111\'dinnl(' In l ,l'y 70 (c~pftu lo
1971l prn· 1'HI11dli11\il'4 111 ilv1•uHli11 l,1,, 111'1',111•1 1•1 1 l '1•11•h ,1 '111 1111111lt11• m· d1· ilv11 d1· 111 1•, ¡11" 1.,111 111 v111, 111 11¡ 11111 11'/ ) 1111¡11 111 ¡111 l•u 11, , 1!111 d,,1 1', 11111,11<•1111 d ,•I lt11<•tl11r 111111 d,· 1111•1 l11n·,1H ,·1111s1st,• c•n
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11111111 cJo,lt•11rlt•1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

1·01110 í uerza coordinadora4 • Dada la creciente distancia entre diferentes sec- 5. Una declaración de solidaridad con la lucha por los derechos de la gente
lon's negros organizados y, en especial, la presencia de oportunistas políticos negra en todo el mundo.
1r.id icionales negros, asociados principalmente al Partido Liberal, la ANCN se
1h·íinió en los siguientes términos: Estos principios plantean dos temas interrelacionados: de un lado, una
reflexión política e ideológica sobre el movimiento, que implica una rearticula-
[Somos] un sector del movimiento social de comunidades negras que agrupa organi- ción de las nociones de territorio, desarrollo y sociedad desde una perspectiva
zaciones y personas con diferentes experiencias y visiones, pero unificadas en torno a de comunidades negras; y del otro, la articulación de sus derechos, aspiracio-
unos principios, criterios y propósitos que nos diferencian frente a otros sectores del nes y sueños, basados en la perspectiva de vida cotidiana y las prácticas tradi-
movimiento. Pero así mismo somos una propuesta a la comunidad negra nacional, cionales de las comunidades negras del Pacífico colombiano, y desarrollados
con la aspiración de construir un solo movimiento de las comunidades negras que re- por medio de ellas. El movimiento se ha referido a esto último como la lógica
coja sus derechos y aspiraciones. (Citado en Grueso et ál., 1998: 202) tlel río, de la cual se deriva el sentido de p ertenencia y territorialidad para las
ro munidades negras rurales en el Pacífico, y por medio de la cual se disponen
1•s pacialmente aspectos fundamentales de su vida (Oslender, 2001). La lógica
l ,a esL,·a tegia del PCN se articuló, en consecuencia, como un movimiento
1ll l río y el espacio acuático en las comunidades negras de la costa pacífica co-
0

1'111irn-lerritorinl basado en cinco principios:


lrnnbiana (que discutiré en los capítulos 5 y 6) ofrece la precondición esp acial
pilrlicular para la movilización social en el Pacífico. Las orillas de los ríos son
1, 1,a renfir111nción de la identidad y el derecho a ser negro, vista desde una ló- lll!'rahnente los terrenos de los que surge y en los que se construye la movili-
gica cultural que permea el mundo cotidiano en todas sus dimensiones 1o1ción. No solo hay una especificidad étnica en el movimiento negro, que lo
sociales, económicas y políticas, contra la lógica de la dominación y en d is tingue de otros movimientos, sino también una especificidad espacial que lo
oposición al modelo de sociedad que requie\e uniformidad para mante- d 1krcncia de otros movimientos negros (en Colombia y otros lugares).
ill' I' 1'1dominio.
Este libro sostiene que es importante comprender la especificidad espa-
.,, 1,:1tfcrec!,o al territorio y a un espacio para ser, considerado como una con- 111il de los movimientos sociales, en cuanto ejerce un impacto importante en
11i1·i(m necesaria para la recreación y el desarrollo de una visión cultural •1111, l'Slructuras de movilización y sus articulaciones. Este enfoque espacial en la
d t' las comunidades negras. ll't1rí,1 y la investigación sobre movimientos sociales reconoce la naturaleza de
,111 ll 'has I uchas modernas basadas en un lugar y en la defensa de construcciones
'. \. 1,.1 n11to110111ía, entendida como el derecho al ejercicio de la identidad, que l1w,lil'S de lugar por parte de muchos movimientos sociales. Además de esto,
s urge de una lógica cultural de las comunidades negras en relación con 11111 '1' hinca pié en la necesidad de entender el sentido de lugar o las estructuras
In sociedad dominante y otros grupos étnicos. ,/,• 1,1•11/il/liC'llto locales -para tomar el concepto de Williams (1977) - como un
'1 . co11slrricrió11 rle 1111n perspectiva rle f uturo autónoma, basada en form as
l .,1
,,1,•nH•n lo cons litu tivo en la organización del movimiento social. Se sostiene
1nidicionak's d l' prod ucción y orga nización social. ,¡111 111 n •ntrnr la ate nción, aunque no de manera exclusiva, en estas dimensio-
1

111 11, ¡•1-1p1wi,lil H, t•s lri mos t'n nwjor ca pacidad de comprender la particularidad
1

d1• 1111 n1uvl111iv11Lo, su dl'H,lrmll u l 'll l'I lil'mpo y C'I espacio, y su relación congo-
l11,•111u1,1 p11l1tli·1111 pnrlldi1,tw1 y l.1 '1<11 11·1l.1d d vil, .is¡wl'los tic' gran interés en la
1 11-\1 11\ 111 , 11 1•11l11t1l•1 111 111111•11"1ld1111 ,11•111 g1111I •111 l111 1,,11 l11•1 , l11• V <'11 l11 11111111 ,il1 1,1, , , 11111111 1, ,, 11 111, 1111v1•111 h111,1I d1 • 111•111111vl111i,•1i1111, 111111111·• , 1,:,1 1•1,11· l'i nport1• originnl d t' i
r111 l11d,, l,1l11, l111 111l,•11li.1• 'I"'' 111 \11 11 li11111111 ,111q 11• ,111111 h•I 1-'111 ',,111!<11111( 1\, ,1d1 111) d,, lr11 11 111,1 11, , 111111 , 111111, 11111, 111111 1111111,11 111 11 11 8 11 1, ,,,·,i,t. : 1,1/1111 1•11 111 11•111'.i d,, 10•1 1111w i
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Capítulos que vienen: un bosquejo del flujo del libro 11cuático del Pacífico como precondición espacial para la movilización del mo-
vimiento social, el capítulo 6 discute la ubicación y la localidad de las tierras
En el capítulo 2 reviso la literatura existente sobre los movimientos so- hojas del Pacífico colombiano.
ciales y discuto en detalle la TMR y la PI. En lugar de tratar estos dos marcos
El capítulo 4 ofrece una discusión de métodos de investigación cualita-
teóricos por separado, sugiero que pueden ponerse a funcionar juntos en el ni-
1iva en las ciencias sociales y delinea la metodología que he aplicado en este
vel empírico, para mejorar nuestra comprensión de los movimientos sociales
1•s1udio. El capítulo se divide en dos partes principales. La primera se refiere
contemporáneos. Luego examino de manera crítica las definiciones existentes
" las reflexiones teóricas sobre la metodología cualitativa y discute de manera
del concepto de movimiento social, y argumento que las diferencias en la defi-
t rí lica los conceptos de representación, traducibilidad cultural, comunidad,
nición contribuyen en cierta medida al pensamiento binario entre la TMR y la
1•:.vncialismo estratégico y la política del posicionamiento. Luego exploro la
PI. Finalmente, al poner en guardia contra la ambigüedad de la noción nuevo
l11 vcstigación acción participativa (IAP) y señalo en qué medida había preten-
movimiento social, examino la literatura reciente sobre los movimientos socia-
dido aplicarla en mi investigación y las limitaciones que he hallado en este
les contemporáneos en Latinoamérica y enlazo varios estudios de caso en esta
11royccto. La segunda parte, titulada "Experiencia p ráctica", consiste en un
etapa de mi análisis.
11•1·ucnto detallado de mis experiencias de campo, que van d esde las herra-
El capítulo 3 parte de la premisa de que las teorías convencionales de 11d1•ntas etnográficas empleadas hasta un breve retrato de doña Celia Lucumí
los movimientos sociales han prestado muy poca atención a sus dimensiones
< , 1kcdo, una mujer de Guapi que ocupa un lugar importante en mi discusión
espaciales, una tendencia que se ve agravada por la explosión sin preceden- 111• las epistemologías acuáticas locales en el litoral Pacífico colombiano.
tes del uso, a menudo poco crítico y superficial, de las metáforas espaciales
El capítulo 5 hace una indagación del sentido de lugar acuático en el área
en las ciencias sociales. Se discuten los conceptos de espacio y lugar Y su apli-
111• 1•sludio, según puede entreverse enla tradición oral y las voces de los campe-
cabilidad práctica en la teoría y la investigació.D de los movimientos sociales.
•d111 11,, pescadores y curanderos locales. Ellos proporcionan las claves personales
Me baso en particular en el concepto de Lefebvre (1991) de producción del es-
11111 ivid ualizadas mediante las cuales pretendo abrir un recuento más analítico
pacio y en la conceptualización del lugar que hace Agnew (1987). Aplicando la
tl1 •I S('ntido de lugar y del sentimiento subjetivo que se deriva de vivir en esta
noción de Lefebvre de representaciones del espacio, examino la lucha por la na-
¡1,11·1inilar parte del mundo. Se citan en extenso los testimonios de dos infor-
turaleza e introduzco mi propio concepto del ajuste discursivo como respuesta
111.i11lvs principales: doña Celia Lucu rní Caicedo y don Agapito Montaño, am-
adaptativa del capitalismo global a los límites del capital (Harvey, 1982) y a una
111"1 dl'I rfo Guapi, en el Pacífico caucano, quienes de manera tan generosa me
naturaleza en deterioro. El concepto del ajuste discursivo se aplica posterior-
11,111 d,ido acceso a sus epistemologías acuáticas locales específicas. Se sostiene
mente (capítulo 8) al caso específico de los discursos sobre la naturaleza, la
1p11• l,1 lrod ición oral fw1ciona en el contexto de la movilización como un sitio de
biodiversidad y el desarrollo sostenible, que circulan dentro del Pacífico co-
,, , ,~tmcin que comwuca historia local y puede ser retomado podas movimien-
lombiano. Siguiendo a Lefebvre, examino luego cómo el espacio representacio-
lt 1•1 •1rn·ii1 lcs e n su búsqueda de un contraespacio (véase también Oslender, 2003).
nal, que contiene las subjetividades de la vida cotidiana y las formas locales
1,:1rnpflul o 6 exa mina en detalle la ubicación y la localidad del litoral Pa-
de saber, puede considerarse un recurso para la búsqueda d e un contraes-
' tlit colo mbiano y, ror ende, busca 111011tnr el escenario para la actuación d el
II
pacio que los movimientos sociales a menudo a rticu lan . Ligando estos plan-
11111v111d1•11to s111·i,1I q ut' surgt• dt' t'Sl,1 rq~ió n. El espacio acuático se m anifies-
teamientos con un análisis del concepto tripartilo dC' lugnr dt'sa rroll t1do por
1111•111•11•11iol'llo (1siro dl' 1111u s1•lv.1 l11111wd ,11•11 lrt'cruzod a por intrincadas re-
Agncw ('1987), ext1 mino de qu(' mt1n('n1 In uhicm•i(l11, l.1 locnlid.id y l'I s1'nlido
il1••1 ll 11 vi.lil'h y r i1·11111111h d1• 1n.i 111•,l111·1•11 (1tl 1i1·,1,·11111), ¡11•n> t,11nhi(• n lo ht1cl' en las
dl' l11g,1r propor!'io11,111 1111 llldl'l'tl l 'llll t•I n1.il 1'1111' lrn lr 111111 ¡11 •11,¡11•1 liflll ,¡,, l11s111·
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tHilin• 11111 11 111 vi111 i1•11l11111,11111111·•1 l 1111 111p111ilw1 '• \' 11 l,1111itl1•11 11• 1•11111,11 1,1111•11
l I p111¡1i1•tl111I ti,• l,1 lit'lld, 111 .11•1 il1• ¡11111 •1 11 1"1111 111111 11¡1111l1•, 1•11 111• 11l1rn1) ('11 Ll'I
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1Jlrich Oslender

cuencas de los ríos (localidad). Estos contextos para la interacción social se ex-
presan en la noción de lógica del río que pone de relieve el flujo tradicional de
la vida en el Pacífico, un flujo que aún posee gran importancia en la vida co-
tidiana entre las comunidades negras rurales, a p esar de la creciente penetra-
ción de la modernidad en la región.
El capítulo 7 examina las formas en que se reflejan las nociones de es-
pacio acuático y la lógica del río en un nuevo contexto político, y cómo han
sido retomadas por las comunidades negras en los procesos de formación de
consejos comunitarios a lo largo de las cuencas de los ríos. Muestra además la
CAPÍTULO 2
manera en la cual otros actores, corno el Gobierno y los intereses de capitales
externos, han jugado un papel importante en la mediación de estos procesos
ÍEORÍAS SOBRE MOVIMIENTOS SOCIALES
de representación comunitaria, que no siempre han adherido a la forma espa-
Hoy, mós que nunca, no hay ideas sin utopía.
cial idealizada de un consejo comunitario establecido a lo largo de la cuenca
Henri Lefebvre ( 1976: 35)
de un río. De forma crucial, los consejos comunitarios son considerados espa-
cios de negociaciones entre estos distintos actores. No es necesario conquistar el mundo. Basta con que lo renovemos.

El capítulo 8 trata de los procesos de formación de los consejos comunita- Subcomandante Marcos (EZLN, 1996: 3)
rios. Comienza examinando la legislación que ha creado esta figura organiza-
cional específica, en cuanto representación comunitaria y en cuanto autoridad En un intento por resumir y establecer relaciones entre algunos de los
territorial de las tierras colectivas de las comunidades n egras. Analizo en deta- 1P1¡11•ctos emergentes en la teoría de los movimientos sociales, Foweraker ar-
lle el texto de la Constitución de 1991, la posterior Ley 70 para las comunida- 1\111ll(' nta la n ecesidad de considerar con mayor fuerza la teoría de movili-
des negras y el Decreto 1745 de 1995 que plantea las normas para la creación ,11•i(>n de recursos (TMR) en el contexto latinoamericano (1995: 21). Concibe
de los consejos comunitarios. A continuación, considero los procesos locales 1·•rt 1• proyecto corno una síntesis de la perspectiva identitaria (PI) y la TMR,
1 111 1 lo c ual intenta desbaratar la división binaria que prevalece en gran parte
de movilización que han llevado desde la construcción de palenques en las
cuencas fluviales hasta la constitución de los consejos comunitarios por me- rl 1• li1 1itera tura contemporánea sobre los movimientos sociales. Refiriéndose
dio de asambleas generales corno espacios de concientización. En particular, 1•111 11•1·fficarnente al contexto de La tinoamérica, Escobar sostiene que en ella,
examino el papel de liderazgo y las experiencias organizativas previas puestas 11 1,l:1 clnramente que en otro lugar, el avance hacia una gran teoría de los movi-
en juego en estos procesos como recursos importantes para la movilización. 11111•1 1111.~ socinles e ncuentra una activa resistencia" (1999: 63). En lugar de anali-
La utilidad de aspectos de la PI y la TMR se ilustra en este capítulo, corno fac- 111 1111, movimiPntos socia les mediante un marco conceptual cerrado, sugiero
tores que contribuyen a la comprensión del movimiento social de comunida- '1 111' rn11:,;id l'remos qué interpretaciones particulares d e diferentes teorías de
des negras en el Pacífico colombiano. En el capítulo 9 extraigo mis principales 111 •1 11u 1vi111il' nlos socia les son re levantes para un estudio de caso específico y
conclusiones. Solo queda esp era r que no se haya vuelto un libro muy pesado. 1111 11 11 p11l'dc111·ornbinnn,{' tk morwrn ú til pnrn iluminar las especificidades de

Detestaría ve r a burrido a l Princirito. l11111 11 1vl11ii1•11 10:,; :,;oriult•s t' l1 1•1 l1' rn•110. 1•:11 l11g.ir de procura r una integración
11 1111 1! "11,1 11n1 y d1•li,nilo1do1 d1• l1•n11i1111•11 1•1¡ili1 11111'01H'1•pt11,il, me pa rC'C'l' más
111111111•11l1• IHl'11 i11 1111i1 v11 , l,q 11 ,1ri111111 d,• , .. lli11, 1•11 1•1 pli111n 1•111pfril'o, 1111 1,1110
111 111°,l1• 1111111 d1",l111111' l.111 rllf1•1,•111'•>11•l,q1w 1111!11•11 14 rl1• 11111••.lig,11lt111 1,1, 1! 111
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11111111 1l•,h•111 11•1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

,·ut1di.in,1s m ino prl'n>ndiciones de las cuales emergen los movimientos so- 1ravés de la noción del desarrollo del subdesarrolla5. La teoría d e la dependencia se
d,1k1s. lin cslc ca pílu lo, por tanto, presentaré los marcos conceptuales de la debe considerar como Ul1 ejemplo poderoso de teorización desde la periferia (La-
'l'MR y la Pt, y en capftulos posteriores señalaré cómo extraigo interpretacio- tinoamérica) que se nutría de las realidades concretas vividas en ella.
nes de cada tma, al hablar del movimiento social de comunidades negras en En una dirección semejante podemos entender el desarrollo de los estu-
la costa del Pacífico colombiano. Defino en este libro el movimiento social como dios de la subalternidad que se originaron en la India en los años ochenta como
una forma organizativa de actores sociales que conscientemente y de manera 11 n proyecto radical en la historia india contemporánea. Desafiaron las his-
sostenida implementan procesos de protesta cultural o política a partir de un 1orias oficialés dominantes del pasado colonial y poscolonial del país, que
consenso y una identidad colectiva compartida. 11orraban la presencia y el poder de diferentes grupos subalternos. En espe-
l'i,11, desafiaron una historiografía nacionalista que representaba a la élite in-
1Ii.i como si se hubiera resistido heroicamente contra el imperialismo, cu ando
Movimientos sociales en Latinoamérica:
1°11 realidad ella completó una trayectoria política inaug urada por los poderes
hacia una dialéctica de la teoría y la práctica
1n loniales. Los estudios d e la subalternidad privilegian los discursos locales
Como Marx señaló tiempo atrás, la teoría y la práctica deben conside- \' presentan interpretaciones alternativas de h echos históricos aparentemen-
rarse inscritas en un proceso dialéctico, en el que la teoría se deriva de la ex- 11• Indiscutidos, por lo cual descentran las representaciones dominantes de su
periencia práctica, mientras que también informa e impacta el ejercicio d e la ¡1o1s,H.lo colonial y ponen al descubierto los hechos que la historia oficial oculta
práctica social. A la vez, la teoría se reformula y reelabora continuamente me- 11 • ob re los cuales miente (Guha, 1997; Guha y Spivak, 1988; Spivak, 1990). De
diante condiciones prácticas cambiantes, especialmente con variaciones en el 1111,•vo tenemos aquí un ejemplo d e una teorización d esde la p eriferia (la In-
tiempo y el espacio. Tal entendimiento destaca la problemática de aplicar teo- ' 1111) que se nutre de las experiencias concretas vividas en ella.
rías que se han desarrollado en un contexto político, socioeconómico y es- Si miramos ahora los trabajos sobre movimientos sociales, vemos las con-
pacio-cultural determinado a un m edio geográfico diferente con condiciones l 111 111vio nes teóricas de muchos académicos latinoamericanos, por ejemplo, quie-
socioculturales muy distintas. Este punto h a sido expresado con mayor clari- 111 •1, trnbajan en su mi'sma región, en EE. UU. o en Europa. Al mismo tiempo,
dad en críticas posestructuralistas radicales de las teorías occidentales sobre 1 ,1I1110a mérica sigue ejerciendo fascinación en muchos académicos europeos y
el desarrollo y su aplicación al llamado Tercer Mundo (Escobar, 1995; Esteva, 1••,l11dounidenses, lo que origina un gran potencial para la fecw1dación cruzada
1987; Sachs, 1992; Shiva, 1989). Estos críticos a menudo hacen énfasis en los 1l1• lI l1•,is y teorías que viajan entre continentes en el tiempo y el espacio. La no-
conocimientos propios y las prácticas sociales tradicionales en comunidades 1 11111 d1 1 Said (1983) de teorías viajeras es útil en este aspecto, en tanto conceptuali-
amenazadas por el discurso metanarrativo del desarrollo homogeneizador. 11•I proceso d ia léctico entre teoría y práctica en términos espaciales, y establece
A partir del enfoqu e dialéctico entre teoría y p ráctica, las prácticas sociales 11 1111 •11 •l'i(' de encuentros y diálogos mediante los cuales las teorías y los teóricos
deberían explicarse en teorizaciones propias contextualizadas, que al mismo 1 l11j1111 y !-ll' mu l'vcn e n el espacio. Al respecto dice Escobar:
tiempo ejercerían un contrapeso a la teorización eurocéntrica dominante.
Tomemos, por ejemplo, la experiencia de la teoría de la dependencia en Lati- l,11110 luorl,1s como teóricos viajan entre los dos continentes, entre espacios desigua-
noa mérica y el considerable impacto qu e ha ten ido en Europ a y Estad os Unidos.
11 •\ prn I11n1111•11lo•, coI11¡lt11tI1111clo d t",p11rI0 y por momentos confrontándolo. No
l ,a ll'O ría d e' la dcpl'ndt'ncic1 ful' un lk-m rrollo Lcó rico complejo y dl' gnin influcn-
11.iy 1111 1 ,11111110 11111°,111•11111• In•, clo•, (1111'ilhplt",) h1¡.¡,111",, 11i tt•nt10 epistemológico ni
l'i.i, 1'(111 l"tlÍl'('H !'Hlnwtur,1iiHldH y n1.irxis l,lH, ljlll' H11rgi6 l'l1 l ,nli1w111111•1l1•.i 1•11 lo:,;
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

periferia; [ .. ] en vez de ello, hay creaciones, apropiaciones y resistencias múltiples y El punto aquí no es sugerir que Esteva y Castells ignoran las condi-
mutuas, [ . ] que crean una red superpuesta y descentrada, dentro de la cual viajan ciones materiales de la rebelión en Chiapas; es obvio que no lo hacen. Pero
teorías y teóricos. ( 1992a: 63) 1I describir la lucha como posmoderna o a los zapatistas como guerrillas in-

(r1rl!lacionales" corren el riesgo de oscurecer y distraer lo central de las reali-


La teorización sobre los movimientos sociales en Latinoamérica, aunque 1l.ides locales materiales, y uno solo puede preguntarse qué harían con tales

se basa en teorías derivadas de Estados Unidos y Europa, debe por consiguien- dvdaraciones los campesinos de Chiapas. Aunque puede entenderse el en-
te tener en cuenta los múltiples y particulares contextos históricos, cultura- 111siasmo de 1os teóricos por nuevas articulaciones y formas de resistencia,
les y geográficos que han condicionado la vida social en Latinoamérica: "Los l1,, y que tener cuidado de no amalgamar todas estas acciones bajo el término
nuevos movimientos sociales en Europa representan fun.damentalmente una ¡111rnguas de posmodemo. Nuevas estrategias no significan necesariamente
respuesta a las contradicciones posindustriales, y en Latinoamérica surgen 1111t•vas realidades o nuevos conflictos. Y, por supuesto, los llamados nuevos
principalmente en respuesta a evidentes demandas materiales,[ ... ] sus luchas 1110Pi111ientos sociales no son tan nuevos. Como sostiene Calhoun (1995), a co-
se organizan principalmente en torno a la satisfacción de necesidades básicas" 1, ilt•nzos del siglo XIX algunos movimientos ya exhibían características que
(Hellman, 1992: 53). I H 1y se asocian con los nuevos movimientos sociales. Analizaré este debate
•11 ,1>re los nuevos movimientos sociales más adelante en este capítulo.
Este punto es especialmente importante, dada la fascinación que hoy
en día exhiben algunos teóricos por el momento posmoderno de la era de la En lo que queda de este, revisaré y comentaré la literatura existente so-
irúormación, un enfoque que a menudo parece oscurecer las condiciones in - l 111• 1 slos movimientos y recalcaré la necesidad de adaptar las teorías de los
1

discutiblemente materiales de las que surgen muchas luchas sociales. Puede rnn vlrnientos sociales a las realidades latinoamericanas, sin olvidar, por su-
pensarse, por ejemplo, en las referencias comunes a las guerrillas zapatistas ¡1111•Hlo, la diversidad de estas últimas. En lugar de una revisión literaria di-
en Chiapas, México, como la primera guerrilla informacional (Castells, 1997: 79), 11•1 111, este capítulo se funda ampliamente en datos empíricos y otro material
una conceptualización que apunta a enfatizar el uso que los zapatistas hacen ti, • , ·si ud ios de caso, lo que refuerza mi preocupación teórica por localizar las
de las nuevas tecnologías de información como herramienta crucial para di- 1! •111 i11s de los movimientos sociales en contextos políticos, geográficos y cul-

vulgar sus mensajes por todo el mundo. Los escritos de su líder, el subcoman- [1111 tl1•s cspecificos. Debo dejar en claro desde el comienzo que comparto con
dante Marcos (EZLN, 1996), articulan mejor, para algunos teóricos, la nueva era 1 l111kzc1dch (1997: 19) la opinión de que las diferentes aproximaciones teóricas
revolucionaria posmoderna (Esteva, citado en Hellman, 1995: 170). Sin embargo, 11 11 n1 , , ,ov i mientos sociales son complementarias, y no incompatibles. Solo por
tal enfoque interpretativo parece reflejar más un nuevo entusiasmo por par- 111 111wH t1na liticas doy tratamiento por separado a los diferentes enfoques.
te de los teóricos que nuevas realidades. No debe olvidarse (y no sugiero que
Esteva lo haga) que la lucha campesina en Chiapas no es un conflicto nue-
vo, sino que puede rastrearse siglos atrás en la historia mexicana (Katz, 1988;
Nash, 1997). La declaración de los zapatistas Hoy decimos basta, del 1º de enero
de 1994, atrajo la atención sobre la continuidad histórica de una larga lucha,
aun cuando hasta entonces hubiera sido casi invis ible pa ra la comun idad in-
ternacional. Su declaración e ins urn'cci(m pn'l1•ndít111 porwr fin a los cinco s i-
glos d l' snqu(•o y 1ks,1ngr,11ni\1 nl o d i' l,1 n•¡ 11 i(111'', ,., 1•111111•11l1 ,1 ,,11111• 111111111 111I IMli111: " l 1, 11 11ill,•11 d1 • 1 ,111il1111" 111• .t ..111111¡•¡111 < 'lll11p1111: por oil·Pdurlos
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

La teoría de movilización de recursos: 11111 incentivos selectivos dados al individuo por los líderes del movimien-
estrategias de acción colectiva 111, que compensarían los costos percibidos de la participación en la acción
, 11h'ctiva. Uno de tales incentivos selectivos es, por ejemplo, el beneficio de
C. E. Zirakzadeh (1997) distingue tres olas en las teorías de los movimien- •11·r miembro de un sindicato que protege de sanciones al trabajador indivi-
tos sociales: 1) las teorías anteriores a la segunda guerra mundial, que considera- d1 1i1 I. Sin embargo, aquí se presenta el problema de los gorrones, que se ven
ban perjudiciales los movimientos sociales, por lo general en términos negativos 11•p1'l'Sentados por el sindicato sin tener que comprometerse en la acción co-
denh·o del orden social dominante; 2) los enfoques de la teoría de movilización l, •1·tiva, y en. tanto más numeroso es el grupo, más son los miembros que
de recursos (TMR) y de procesos políticos que surgieron en los años sesenta y 1111t•den no ver la necesidad de participar, pues ya otros están representando
que vieron los movimientos sociales como elementos de la sociedad con poten- •111•1 intereses.
cial de progreso; y 3) los enfoques culturalmente sensibles que hacia finales de
0 1.son apunta así en gran medida a la naturaleza individual del involu-
los años setenta habían establecido un corpus al que se referían como perspec-
11,11niento en la acción colectiva. Este enfoque, sin embargo, ha sido criticado
tiva identitaria (PI). Para mis propósitos, ignoraré la primera ola, simplemen- 1lt•111 I(' la TMR por Tarrow, quien sostiene que el problema es social y no indivi-
te porque es irrelevante para entender el movimiento específico que examino, il111tl (1994: 23-27). La cuestión que debe plantearse es cómo hacer que los in-
mientras que discutiré en detalle la tercera ola más adelante. En esta sección, me
1llvld 11os actúen en forma sostenida hacia una meta común. Por consiguiente,
referiré a las diferentes corrientes de la segunda ola de Zirakzadeh. 11 • 1nnvierte en un problema de coordinación, en el cual los líderes deben pro-

La TMR se preocupa por explicar cómo emergen y se desarrollan en el t 1111 l'illnar incentivos selectivos para convencer a los actores individuales de la
tiempo los movimientos sociales. Se centra sobre todo en las estructuras orga- 111•1 t•Hidad de participar en la acción colectiva. McCarthy y Zald (1977) plan-
nizacionales, el liderazgo y las metas de los movimientos. La disponibilidad " '"" l,1mbién una solución organizacional al problema de la acción colectiva,
de recursos se considera fundamental en la estructura organizacional exitosa. , •11· 1'1'n lran en el papel de las organizaciones de movimientos sociales profe-
Estos recursos incluyen un soporte financiero adecuado, la existencia de redes 11111i1ks a l otorgar recursos para movilizar a los individuos7 •
de solidaridad, la experiencia de los líderes del movimiento y cierto grado de
/\ 1 examinar las estrategias que emplean los movimientos sociales en
nivel organizacional preexistente, en cuya experiencia pueden apoyarse los lí- l,1 11111,qucda de sus objetivos, Tilly (1978) ha señalado que estos se extraen de
deres (McCarthy y Zald, 1977; Oberschall, 1973; Pickvance, 1976; Tilly, 1978).
1111,1 n•1,crva de experiencias previas a las que se refiere como repertorio de con-
Se hace un énfasis especial en las estrategias que adoptan los movimientos so-
/1 ,111 /111·io11. Estas proporcionan convenciones de la acción colectiva para los
ciales en sus luchas, y en la manera como tales estrategias pueden evaluarse
11111v1111it'nlos sociales que surgen de las historias particulares de grupos de
en términos de éxito o fracaso. El actor individual dentro de este marco se ve 1•1•111p11.11,. t•: I concepto repertorios de confrontación aún es de ayuda hoy en día,
como un evaluador estratégico de los costos y beneficios de involucrarse en 1 11 ¡1111·til'ular po rque ilustra la continuidad espacial e histórica de las estrate-
la acción colectiva. 1,1,11, 1•1npil't1dns t'n la acción colectiva. Podemos pensar, por ejemplo, que la
En su teoría sobre grupos de interés, Olson (1965) ha discutido amplia- 1111,•lv,11 1-1 igt1l' Hit•ndo la principal estrategia de los sindicatos para congregar
mente los obstáculos para la participación individual en la acción colectiva.
Se centra en los cálculos estratégicos de los actort'S n1cionalcs con in tereses
propios, quienes no se involucran'in l'll In occ io11coil'Cliva si los cnsl·os perci- l l ,•11111111111"1111ll111111do ,.,, ,•I rnl ti,• l1111 l1d,•11•11 y ,•I ¡,,1,iol,•111,1d1· 111 coonlinnd6n puede rcmon-
bid os t'Xet'rkn los lw 1wfícins l's¡wr,H los, 1111.; 1,il11111 i1111 ,, l,1 qul' s1• h,H'i' llH' t1- l.1111• ,11 1•l1111l1•,111i\1•11111 d,• 11•11ii11111io1 ,, l,1111, 11111,, 11, ·, 1l~•,1.,, 111•111111111•1 d,, •H>l11\'i6n ,wgu nizacio-
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

a los trabajadores en defensa de sus demandas. Otros repertorios universal- 11 •tl L•s creadas esporádicamente entre diferentes grupos, que podrían de otro
mente aplicados por los manifestantes incluyen tomas del lugar de trabajo y 11 111do no acomodarse en la estructura más rígida que a menudo implica un
ocupación de instituciones y lugares públicos para alterar el flujo normal de 1,1110 movimiento. Si nos preocupa evaluar los movimientos sociales en térmi-
la vida, como ocurrió, por ejemplo, en Beijing en 1989, cuando miles de estu- 111111 de éxito o fracaso, deben tenerse en cuenta las posibilidades de estableci-
diantes se reunieron en la plaza de Tiananmen para expresar sus demandas 111l1•nto de redes, y deberíamos intentar teorizar los movimientos sociales en
por la democratización de la sociedad china. Estos repertorios, lejos de cerrar- 1i,1rninos que n o excluyan las alianzas y redes creadas esporádicamente.
se en sí mismos, están abiertos a nuevas influencias y al potencial creativo de
los individuos que participan en la acción colectiva. El creciente uso de la tec-
l 't ·rspectiva identitaria, o el poder de la identidadª
nología de la información, por ejemplo, ha facilitado nuevas articulaciones de
protesta, como las tan eficientemente puestas en práctica por·1os insurgentes La perspectiva identitaria (PI) en las teorías sobre movimientos sociales
zapatistas en México: "[Su) uso de las telecomunicaciones, videos y comuni- tt• 1011solidó en Europa hacia comienzos de los años ochenta. Debe situarse en

cación mediada por computador [ha ayudado] a difundir sus mensajes desde 1·l 1•11to rno intelectual más amplio de los años seten ta dentro de las ciencias so-
Chiapas al mundo[ ... ] y a organizar una red mundial de grupos de solidari- 11i111'H, que exhibió una insatisfacción ampliamente difundida con las nociones
dad que literalmente cercó las intenciones represivas del gobierno mexicano" 1 11•11dnlistas y estructuralmente determinadas del individuo en la sociedad.
(Castells, 1997: 80). 1,1 lt •oría d e la estructuración de Giddens (1984) in tenta explicar la compleja
Estas recientes estrategias de organización y comunicación y el llama- 11 1111 i(,n dialéctica entre la estructura y la agencia, entre el ambiente circun-
do de los zapatistas por un "encuentro intercontinental para la humanidad tl,1111t • y el individuo como actor social. Este no es determinado a actuar en
y contra el neoliberalismo" (EZLN, 1996) bien pueden señalar nuevas formas 111111111s prescritas ni es completamente libre en sus decisiones, sino más bien
de conceptualización de resistencias globales a partir de realidades locales. 11ill1w11dado por un entorno tanto limitante como habilitador. Los actores ya
Mirando estas estrategias a la luz del concepto de los repertorios de confron- 1111 111 111 considerados como definidos de manera exclusiv a por la categoría d e
tación de Tilly, podemos definir tales repertorios como fluidos y abiertos. La , 111'11' (como en el marxismo estructural) ni sus acciones están determinadas
creciente mediatización de la protesta no solo difunde las causas del mov i- ¡ 1111 l., L·lccción racional (como se sugiere en la TMR). En lugar de ello, los ac-
miento social a escala global, sino que además experimenta con nuevas for- t, 111 ••1 HI' definen por un a compleja red de relaciones sociales y de poder en las
mas de protesta. Estas nuevas formas pueden en consecuencia ser adoptadas , 11,d1 •1, L'S lán e m edados. Es dentro de estas relaciones sociales donde se cons-
por otros movimientos sociales de cuyos repertorios de confrontación no for- l 11 111•11 i1clivam e nte las identidades como resultado de negociaciones conti-
maban parte inicialmente. Esto puede conducir a un establecimiento de redes 1111o1 , y por consig uiente las identidades se consideran inestables, dinámicas
en el espacio, no solo de causas sino también de estrategias entre movimientos , 1,111tl 1i,111tes.
sociales, en los cuales uno aprende de la experiencia del otro. /\ ¡,l irondo estas interpretaciones a la teoría de los movimientos socia-
El concepto de establecimiento de redes (networking, en inglés) ha encontra- 11111 l1 1111·nint' hn soste nido q ue las identidades de los actores no deben ver-
do cada vez mayor reconocimiento en la literatura sobre movim ientos sociales. ' 1111li•11111HIi1•nt1 11w ntl' del confl icto con el adversario, sino que representan
1

Tarrow concibe estos movimientos como una mi 1'11/rl'inz(l(/n tle peq1wiios ~rupos l 11 ili1111 •1wio m·Hniltur,tl l'¡,; t·xpn•st1dns d (' In protesta social y se construy en
(1994: 22) y resalta la conexión entn• c•llm;, CL•rh,1nl1, y l~11cht (1992), por t'it'rn- t1111 l1•1 tl1·, 111w11 t1· 1•1 1 l.1 lur hn sol'i,11 ( J<JHH: 111>). l .11 1•1111Hlr11cci(in d e ide ntidades
plo, obsl'rvnndc) dos 11u111if1•stnl'io1wHt•11 lh•rlfn, 111111 r o11t11do t111 lot,11 d1• 111() di ¡ 11 11 lo111l11, 1111 ¡inH't•tio ll1iid11 d1•1i1111 dt •I 1111tl 1•1 •111)1'1 0 indi vidua l pued e
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

asumir más de una identidad. En realidad, el individuo se considera como No obstante, aunque las críticas posestructurales han h echo mucho én-
constituido por múltiples identidades o como unn pluralidad de posiciones de l.11,is en la construcción social de identidades y en la p luralidad de las posi-
sujeto (Laclau y Mouffe, 1985). El peso con el cual se articula cualquier posi- • 11111cs de sujeto, se ha dado menos importancia al proceso a l que me refiero
ción de sujeto cambia según las relaciones sociales que encuentra. Un traba- , rnno concientización identitaria9 • Puede decirse que este proceso es indispensa-
jador, por ejemplo, no se define simplemente por su posición en el proceso hl1· pa ra un movimiento social cuando se moviliza, precisamente porque todas
de producción ni está determinado a involucrarse en la lucha anticapitalista L,,, identidades son inestables, ambiguas y dinámicas. En el proceso de con-
revolucionaria, una vez haya adquirido conciencia de clase. El mismo tra- ' 11•11tización, estas identidades se estabilizan temporalmente y se articulan en
bajador puede ser un padre o una madre, tener orientaciones homosexua- ¡111•,iriones de sujeto particulares. Este proceso de concientización identitaria
les, bisexuales o heterosexuales, y ser negro, asiático o blanc<;i, etc. En todos 111 l11t1 como fuerza motivadora para que un individuo se involucre enla acción
estos distintos rol es, el actor individual asume una posición de sujeto di- , nl1•rtiva sostenida. Obviamente, no hay una relación necesaria entre una con-
ferente. La postura antiesencialista del individuo como sujeto social hace • 11•11\'ia de identidad construida y el compromiso de un actor en d icha acción.
é1úasis en la multiplicidad de estas posiciones de sujeto inherentes al proce- \•11 1nismo, tienen que considerarse muchos otros factores, como las redes so-
so de construcción de identidad de un actor individual. Estas identidades, 1 1,tl1•s l'n las que está inscrito el actor, que pueden alentar su participación en
por tanto, no son ni fijas ni obvias, sino que deben negociarse y defenderse 111 ,11·r ión colectiva o pueden dificultarla o, incluso, evitarla. La presencia de or-
continuamente. 1:,1111 ✓r1c i ones preexistentes, asociaciones de vecinos u otros movimientos pue-
Sin embargo, más que rechazar totalmente los eiúoques estructurales 111 • l,11·ilitar la elección de un individuo de participar en tales movimientos. Las
marxistas del individuo, considero que pueden observarse de modo paralelo 11 •1 l1 ", sociales tienen la capacidad de proporcionar una cierta disposición para
entre un análisis marxista clásico y una crítica posmarxista de las categorías 111\ nl 11r ra rse en la acción colectiva, y es factible que algunos vecinos ya ha-
de clase e identidad, como lo muestro en la Tabla 2.1.: 11111111llenido la experiencia de movilización y ahora estén animando a otros a
11 1111 •11· a s u movimiento.
Tabla 2.1. Marxismo y posmarxismo: lclase o identidad?
/\demás, es importante evaluar en todo momento el p eso de las otras
•, .•.'
' '• " ·· '_.·Marxism'o :···: ~. ' Posmarxismo 1111•111 iones de sujeto del individuo. Por ejemplo, una madre sola con tres hijos,
'' ..
'
Definición de actores

'
- Por conciencia de clase - Por conciencia de identidad 1111 111q10rta cuán consciente sea de las condiciones opresivas que la rodean,
Acción colectiva - Revolución proletaria - Múltiples formas de resistencia ¡1111•d1• dt•cidirse contra la participación en la acción colectiva en un marco
Nivel de análisis - Metanarrativa / macro - Serie de narrativas / micro
,1, 11•¡1rvs ió n g uberna mental, si estima que dichas condiciones son demasia-
Proyección de la acción social - Teleológica - Inestable, negociada, ambigua
d,, ¡wllgrosas para ar riesgar su vida y tal vez las d e sus hijos. Esa situación
q 11111 111 h,1ri,1 un ané'.í lis is típico de Olson, en términos de un actor racional que
No tengo interés en crear una división binaria aquí oponiendo simple-
•'I'•"'" los ros los dl' s u enrolamiento en la acción colectiva contra los benefi-
mente una conciencia de clase fija a un supuesto proceso diná mico de con- 11,1, 1°i¡1t•r,11 los. Sin t1 mbargo, la mis ma madre puede decidir participar en ac-
ciencia identitaria. En lugar de ello - como en e l marxismo estructural que 11, 1 ti,• 11•1,i1-,t1•m·i,1, pn'cisamt'nlt' por las mismas ra zones, en especial en lo que
considera la con cien cia de clase un prcrrequ is ito indispC'nsriblt' pa ra In acció n
colectiva en términos de rt'voluci(rn proll'lcH'i,1 , c n•o qul' l,,s n111lribudorws
posmnrx is t,1s .11 t's ludio d1• los 1110vii11i1•11loi, :-.tH i,il1 "l 1,1• <t•111 r.i11 <'ll 1111.i con 1 , 11111 l1111d,•111111 l1•11111,1111111 ld1•11llt,11 l,1 ~1• ,i,,t,,, ,,1 , 1111, 1•¡11,1d1• 11111•,, 1,·11/1 r11r111 l11trod11ddo p or
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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

rnndt'rnc a las vidas fu lu ras d e s us hijos y al m ejoramie nto de las condiciones (floweraker, 1995; Hellman, 1992). Es crucial, por tanto, comprender los mo-
e n las que crecerán. Su red social juega un papel crucial en esta decisión, en vimientos sociales como articuladores de múltiples posiciones de sujeto que
particular si hay personas con ideas similares en e l vec indario, donde ya exis- 11doptan luchas tanto materiales como no materiales. Las comunidades ne-
ten ciertas estructuras para la participación popula r en la acción colectiva. En ¡•,1·,1s del Pacífico colombiano, por ejemplo, se han organizado como movi-
ausencia de estas condiciones previas, ella puede sentirse aislada con su con- 111i1•nto social en torno a reclamos no materiales de etnicidad y a su diferencia
ciencia de las condiciones represivas en las que transcurre su vida. 11ti111 ra l en lo que toca a las representaciones dominantes de Colombia como
Consideremos el conmovedor ejemplo que da Galeano de cuatro mu- 11,wi6n mestiza. Sin embargo, sus demandas por derechos colectivos sobre la
jeres y catorce niños que iniciaron una huelga de hambre contra el general l1t•r1-.1 son demandas materiales y permanecen en el centro de su lucha con el
Hugo Banzer en La Paz, Bolivia, en 1977, con la cual demandaban una amnis- 1 ,11hie rno colombiano.
tía general para los trabajadores exiliados y despedidos en las minas de esta- l!n forma similar, en Brasil, uno de los movimientos sociales más impor-
ño (1997: 269-270). A pesar de las amenazas de la dictadura se mantuvieron l,1111 l•s, el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST o Movimento
en la protesta. Diez días después, 1.400 obreros y estudiantes se habían unido 1li 111 'l'rnbalhadores Rurais sem Terra) lucha por propiciar una reforma agraria y
a la huelga de hambre, y la dictadura finalmente cedió y concedió la amnis- d1•111 1ífn las estructuras políticas y sociales existentes (Branford y Rocha, 2002).
tía general. Las mujeres iniciaron su acción colectiva después de haber creado 1 " ld1•11tidad de los participantes como trabajadores rurales sin tierra es una
entre ellas una red social de solidaridad, la cual se extendió a otros sectores 11111 lt ,,·osa construcción a través de diferencias étnicas y de género. En este mo-
de la sociedad boliviana. Crearon su disposición a involucrarse en la acción 1 it1111 •1110 encontramos personas de todas las etnias de Brasil, como se hizo evi-
colectiva mediante un proceso de concientización identitaria, por lo cual lle- il1•11l1 · l'l1 1997 en la "marcha de los mil kilómetros hacia Brasilia", cuando el
garon a considerarse a ellas mismas como mujeres de esos esposos que ha- t 11 , 1 li.ihía organizado marchas que se originaron en diferentes partes de Brasil
bían sido despedidos y como madres que ya no sabían cómo alimentar a sus 1p11• m 11vcrgieron sobre la capital del país. Las posiciones de sujeto de los par-
hijos. Aunque esta era la posición de sujeto particular que articulaban en s u 111 I¡1o111lt>S derivadas de la etnicidad fueron reemplazadas en la marcha por las
protesta, una vez los maridos hubieron regresado al trabajo, se hizo posible 1l1• 1w1· t rnbajadores rurales sin tierra, expresadas visualmente por banderas y el
que otras posiciones de sujeto pasaran a un primer plano y se articularan de 11111 11 •1k ra m.isetas d el MST. Su identidad como trabajadores rurales sin tierra d e
manera más sólida. El proceso mismo de la acción colectiva puede haber tam- 1111 1lIi1,1i •s orígenes étnicos fue construida activamente por el movimiento y tuvo
bién elevado los niveles de concientización entre las mujeres, de modo que ,p11• w 1· rencgociada cons tantemente. Una vez terminó la marcha, las personas
ellas ya no se vieran solamente como madres y esposas, sino también como 11 1\11"1o1 ro11 n s us lugares de residencia y diferentes posiciones de sujeto pasaron
miembros de una sociedad regida por un gobierno injusto y represivo, una d I" 111 11 •1' plano d e ma nera temporal. Aun durante la marcha, se articularon si-
posición de sujeto que puede haberse articulado a raíz de ello en actos de re- 1111 dl t1 111•11tlll'11ll' o tras posiciones de sujeto, de modo que, por ejemplo, las muje-
sistencia posteriores. 1, 11 11d1•1nhros dc•I mism o grupo éh1ico caminaron juntos en grupos dentro de
Por supuesto, una forma de identidad puede situarse aún en el concep- l 1 11 1,11 1'1111, l'or ro ni-;igu ientc, o tras posiciones d e sujeto -de raza, género, edad
to de clase, y la revolución proletaria sigue siendo una forma d e resis tencia en 111• 11 11111 1H1 s1 · ho rrnn s ino que Sl' po nen temporalmente en posiciones subor-
las conceptualizaciones posmarxis tas (haya o no la pos ibilida d de que es to s u- , ll11t 1tl1111y p111•d1•11 p,11·1·n•r nwnos vis ibles: " No hay posición d e sujeto cuyos en-
ceda). Miliband (1985), por ejemplo, sig m' recalcando l,1 primnd n dl• la 111.ino l 11 1• 11111111•1 11lr11n 1•st1•11 ,ll4l'g111·,1dns 1•11 formo ¡wrman('ntc, y en consecuencia,
tk obrn organ izndn r omo el ¡1ri11r'i¡//II Sc)(·1111111/or //C'I m ¡1i/11/í1,1110, y pm t"fü ,lpl,y,1 1111 11,11 111111 id1 •11tid,1d n 1111plt•1111111 •11t1· .idq1iirid11 qtll' 11 0 1•st(• s11j1•1n C'n m ayor o

l.1i111port.11u·io11'sf1•.111•1•,i1·,11·rn1ll1111,11f.1 ele · l,11, hwli,1•1 11 •111 1,111.1111•11 lo1 l'"'Plc •clt1d 11111¡111 1•,1t1d11til.1 11n h111 d, • l,11 p1 ,h lit ,111t11 IÍl '11l.1l111 it1 il" (J ,,1dt111, 19K[i: :YI) ,
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lllru li < J 1, 11cl1•1 Comunidades negras y espacio en el Pacifico colombiano

1111,1 pm,tur,1 ,1nlil'Sl'l1cic1li.,t,1 Lt1I, " ru111 ¡1\'11111s co11 111 categoría del sujeto como (l .,1clau, 1985: 34) como estrategia en el proceso de negociación y obtención de
entidad raciona l transparl'nle l]lll' podrt.i l'Ollllln il\ 11" un significado homogé- li1•ncficios11. Con tal posición lo político se "inscribe en las diferentes esferas
neo en el campo total de su cond tH t.i " (Moufl1•, 1995: 260). Como Laclau ex- d1•I todo social" (Slater, 1997: 262). Por tal razón, "la práctica política en una
plica con mayor detalle: •uwiedad democrática no consiste en la defensa de los derechos de las identi-
' L1dl'S preconstituidas, sin o más bien en la constitución de las identidades mis-

Evidentemente, la relación entre esldS d1ferc11tc~ pos1nones está lejos de ser obvia y
111.1 ... t'n un terreno precario y siempre vulnerable" (Mouffe, 1995: 261).
permanente; es más bien el resultado de construwom•s políticas complejas que se ba-
san en la totalidad de las relaciones sociales y que 110 pueden derivarse en forma unila- 1.iapropiación de la historicidad
teral de las relaciones de producción.[...] El concepto de lucho de clases, por' ejemplo, y otras precondiciones
no es correcto ni incorrecto - es, simplemente, completamente insuficiente como for-
ma de dar cuenta de los conflictos sociales contemporáneos-. ( 1985: 28-29) l,as identidades no son solo relacionales, sino que también se basan en
1 ¡ll' l'il'ncias culturales específicas. Y esta sensibilidad cultural es la que ha
11 1•11•1 1,1do la perspectiva identitaria en la teoría de los movimientos sociales.
La relación entre las diferen tes posiciones de sujeto es contingente, inde-
111111·,ti ,w se ha referido a las experiencias culturales específicas de los actores
terminada y negociada, de tal forma que cada identidad es una identidad relacio-
, ,,1111 /1isloricidnd o"conjunto de modelos culturales que rigen las prácticas so-
nal: "La creación de una identidad implica el establecimiento de una diferencia.
1,tl, .. 1" ( 1988: 8). Los actores asumen la tarea colectiva de la autoproducción
[.. .] Cada identidad es relacional y la afirmación de una diferencia es una pre-
, 1tll111·, il, que se considera un conjunto complejo de acciones que la sociedad
condición para la existencia de cualquier identidad" (Mouffe, 1995: 262-263).
,, ti 1 .i sobre sí misma. De este modo, un movimiento social, según la defini-
Partiendo del concepto de Derrida (1976) del afuera constitutivo10, Mouffe afir-
11111 d1 1'lburaine, es "la acción, culturalmen te orien tada y socialmen te con-
ma más adelante: "En lo que se refiere a la creación de una identidad colectiva,
1l1o J111il, dl' una clase definida por su posición de dominación o dependencia
básicamente la creación de un nosotros por la demarcación de un ellos, siempre
1 11 ,,1 111odo de apropiación de la historicidad, de los modelos culturales de
h ay la posibilidad de que la relación ellos y nosotros se convierta en una relación
111\ 1•P,il111, rnnocimiento y moralidad hacia los cuales se orienta el movimien-
de amigo y enemigo, es decir, que se vuelva antagónica" (1995: 263) .
'" , " 11tl lllismo" (1988: 68). O, en otras palabras, en un movimiento social las
La identidad colectiva, según esta noción, debe con siderarse un produc- 1, , "1 1111'1 ,1sL11nen, o buscan asumir, el control de su historicidad. En este con-
to de negociaciones con tinuas que establecen una relación contingente, no pre- ' 111 111•, pmn•sos de toma de conciencia sobre la identidad y la articulación
determinada, entre posiciones de sujeto dentro de una estructura discursiva 1, 1tl,•111 1d,1dL•s relacionales, como se discutió anteriormente, delinean la evo-
inestable. Por ende, parece existir una contradicción entre una autonomía de 1111 11111 q 111• •w pn'sl'nla desde una etapa precondicional de movilización hasta
posiciones de sujeto y la fijación de prácticas articulatorias en una estructura 1ti, ,11 1111111 dl' un movimiento social per se.
discursiva unificada, como lo expresan, por ejemplo, los líderes de los m.ovi-
1 11 ,·11',lfH l dl' lns comunidades negras en Colombia, mostraré cómo un
mientos sociales en la mesa de negociaciones. En nombre de una unidad tem-
11 , 111ti,·111111 i1•nti:,,1l'ión idenlitariíl comporta tal evolución desde una mera
poral para lograr objetivos politices más amplios, Jo social es ambiguamente
¡ 11, 11111 d1• lli~t11rin11 ,·ompnrtidas y lradicioncs culturales hasta un proyecto
"construido por la lim itación parcial de los efectos dl' la lógica contrndiclori<1"
1 11111 , "11111 , l'ln, 1·1111 d 1•111,111d11s n 1lt II r11l1•s, poi ,t ic,1s y lt•rriloriales. De manera

111 l l 11/111•111 ,.., , 1111•1lll11ilv11 1•11 111 1111111,11 11111 il1 • '"" ld1•11ild,1d,•~ 1•11 1111111!11l.11• ¡,.¡, 111 l.1d1•I 111111
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en.el Pacífico colombiano

crucial, esta evolución también tiene su componente espacial, en la medida en Sin embargo, la insit,tencia de Touraine en las apuestas culturales de
que una serie específica de relaciones sociales espacializadas a lo largo de los l 1,11 dón colectiva ha sido una contribución clave. Melucci (1989) la desarro-
ríos de la región del Pacífico se traduce en la constitución física de consejos 111 ilt• rnanera menos autoritaria. Él ve al investigador como una opción, un
comunitarios en las cuencas de estos. Esta evolución es entonces rastreada 11¡ 111 d1• retroalimentación en relación con el movimiento social. Melucci pone
(crono)lógicamente en mi libro en la medida en que comienzo un análisis de 1111 1•11fosis mayor en la importancia de entender las realidades sumergidas de
las relaciones sociales cotidianas construidas alrededor del espacio acuático l I v 1d,1 social, que en el contexto de la movilización política forman "la red
(capítulos 5 y 6) mediante las expresiones políticas organizadas de los conse- · 1111 1.il de relaciones que subyacen a la acción colectiva antes, durante y des-
jos comunitarios (capítulos 7 y 8). Es evidente que no todos los campesinos, 1•111"1 dl' los eventos" (Escobar, 1992a: 73). De hecho, " lo que nutre [la acción
pescadores, mineros y otros miembros de la comunidad n egra emprenden tal · 1d1•1 1ivn I es la producción diaria de marcos de sentido alternativos" (Meluc-
proyecto político; los procesos de concientización identitaria, lejos de estar 1 l'IH<J: 248). Por tal razón, en la investigación sobre los movimientos socia-
completos, apenas han comenzado y son en sí mismos ambiguos, interrum- l, •11• h,1 hecho cada vez más énfasis en el papel del hogar (Gibson-Graham,
pidos y discontinuos. Es importante señalar que lo cultural y lo político no l ' 111' 1, 1, ,ltz y Monk, 1993), la par~icipación de las mujeres en las luchas popu-
pueden separarse ya más en estos procesos. De hecho, "los movimientos so- l 11 "" (l, 1que tte, 1994; Küppers, 1994; Radcliffc y Westwood, 1993; Shiva, 1989;
ciales son una arena crucial para comprender cómo esta imbricación precaria 111 11· 111ol'nd, 1995), las organizaciones de vecinos (Assies, 1991; Burgwal, 1995)
y sin embargo vital de lo cultural y lo político se presenta en la práctica" (Ál- 1,11 11 IIu ra popular (Wade, 1997b). Se cree que las mediaciones de las relacio-
varez et ál., 1998: 5). Para algunos, la mayoría de las luchas que se libran h oy 111 1111 1,iles en la vida diaria proporcionan un campo emergente para la cons-
1

en día pueden situarse en este campo de la política cultural, entendida como 11111 1 l1111 de la democracia:
el proceso que surge "cuando conjuntos de actores sociales modelados por, y
encamando diferentes significados y prácticas culturales, entran en conflic- Creemos que la vida diaria y los movimientos sociales son espacios privilegiados en
to" (Álvarez et ál., 1998: 7). Estos autores aplican la noción de historicidad de los cuales estudiar estos procesos de mediación, ya que los movimientos sociales se
Touraine a un contexto latinoamericano y muestran cómo los movimientos so- sitúan, al menos en teoría, en el espacio intermedio entre la vida cotidiana individuali-
ciales allí asumen el control de su historicidad y cómo la defienden. 1ada, familiar, habitual, el microclima de la vida diaria, y los procesos sociopolíticos en
En cierta forma, esta es una apropiación de la noción de Touraine para gran escala, del Estado y las instituciones, solemnes y superiores. (Jelin, 1987: 11)
un contexto que él excluyó deliberadamente. Para él, Latinoamérica estaba en
el proceso de acceder a un nivel de historicidad superior, como lo habían al- l{1",11mil'ndo estos complejos asuntos, reconocemos que las identidades
canzado las sociedades europeas y norteamericanas. Pero esta afirmación nos 11 11
11 111 lwl'11os dados, sino que se construyen de manera activa y consciente.
dice más sobre la naturaleza eurocéntrica del autor que sobre las cambiantes 1, 11111 11 ·111·i,1 idenlitaria es una precondiciónnecesaria para estimular al actor
realidades latinoamericanas. La noción de un nivel superior de historicidad en 111,il 1111 ll vid11c1I ,1 comprometerse e n la acción colectiva sostenida, aunque no
sí misma es muy problemática, por supuesto. Escobar, por ejemplo, apuntan l 1 111111,1. Mi1•ntras Llut' en la corri e nte teórica del marxismo estructural la
las conciencias históricas sofisticadas que los antropólogos han ann lizado e n <111 1t •11, '" •,1' co1111idn,1 dC'll'r111inada por la categoría de clase, la conciencia

sociedades no posindustriales (1992a: 84). /\ llf s iempre hfln exis tido l ,1k's con• 1, 11111 ,11 l,i 1' 11111illipl1·, dqw11di1'1Hlo d l•I j11q~o dt• l,1s diferentes posiciones de
ciencias, profundame nte cnclavadns l'n I,1s pnkl lcuH m i id inn.iH 1.k c.idn so- 1q1 111. q111• 1·11111hi,111 :ailin• 1•11h•111po y 1•11'Hjl,H'Ío y d1•11lro dl' t'stos, y a menudo
c i1.•dad . Negar l'Sle lwcho 1·vid1•1wi11 li1 l11r11 ¡i,whl.1d ,h•l 11•orlrn d1• lv1•1· 1•1-11.w , 111111 11,1111 •11 1111111i1 i11nlilg11o1. l ,t1 prnll"il,1 'l\11 '1.i l, 11111· l,111111, 1111 ,·sl(1 d1•lcrrni-
n•1,litl111/1•1, H111111·rsitl1n, (Mt•li11 t 1, l'lH'I) 1111111111111tl1•,11I.1 111111 h•11l1•1111•11II• ,111,tlflit'11 11-l 1 1< •l1•11l11¡•111 111111 •1111• 11 d1"11'111i1111 ,11 1•11 1111i1 11 •1111111 1111 1 11111ll'lo111,1, ,,i 1111 111í\s
1:11 1,·,1lldi1d, 1"11,1 11 •¡111 •111•111 ,11 1111 1 1111•, di,,. 11l¡IN •111li11• 1•111111111 q111 • 1111li11• 11111d 11,111 11 tlllol 1111ill ll'lii lil ,111 il1• ll''il•1ti•111 111•1 q111•11111111·11 11 111111,1'11d11111,11111111••1
1111, 1111,~ ~.11 1, . ... 11, 111 P l •i 1ul 11 1 Plllt'►u• tll 1\I 1111111111 ► il .~ 1, , iil , 1 ,. t l,ll 111, 1 , t " 11 11 1 .. ,,, ,,.,,.i ., í ,,.,l.1 ......... 1. . lf
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslender

parte el interés que muestran las ciencias sociales en la cultura populai¡ por ,,¡ i1rtor racional y el liderazgo, la teoría de movilización de recursos (TMR)
cuanto la vida cotidiana proporciona la reserva de la que pueden surgir las ,qli icn una definición más restringida. U na definición inclusiva en el sentido
resistencias, que pueden o no convertirse en movimientos sociales. Por tal 1l1• l.i l' I se encuentra en Escobar y Álvarez, quienes conceptualizan los movi-
motivo, analizaré el movimiento social de comunidades negras del Pacífico 11111•111os sociales como" actores colectivos organizados que se involucran en
colombiano desde las relaciones sociales cotidianas de las que emerge el mo- lo1 ¡11·o tcsta política o cultural sostenida recurriendo a formas de acción insti-

vimiento en un acto consciente de apropiación de su historicidad. l111 1011ales o extrainstitucionales" (1992: 321). De forma similar, Diani percibe
1111 111ovi miento social como "una red de interacciones informales entre u na
¡1l111,1 lidad de individuos, grupos u organizaciones, involucrados en u n con-
El problema de la definición: 1111111 político o cultural, desde la base de una identidad colectiva compartida"
lqué es un movimiento social? 11 1 111 1: 1~). Otros, partiendo de la perspectiva de la TMR, ven el movimiento
tH 1,rl como " un grupo de personas que intentan de m ai1era consciente cons-
Al inicio de este capítulo definí el movimiento social como una forma
organizativa de los actores sociales que conscientemente y de forma sosteni- 111111 11 11 o rden social radicalmente nuevo" (Zirakzadeh, 1997: 4). En el mismo
, 111/ilo, Mw1ek (1995) ve los movimientos sociales como u n tipo de acción
da llevan a cabo procesos de confrontación cultural o política, con base en un
concepto común y una identidad colectiva compartida. Sin embargo, no exis- , r\1'1 11 v ,1 o rientada al cambio. Él considera la formación del actor, la coordi-

te consenso entre los investigadores y los teóricos de los movimientos socia- 1111 lt11 1 Kocial y la estrategia política como sus tres n ociones principales.

les sobre lo que debe entenderse exactamente por movimiento social. Por ello 11110 de los "movimientólogos" más importantes y prolíficos, Tarrow,
quiero tratar este punto en las diferentes formas en las que los teóricos pien- , 11111ld1·r11 que "la acción contenciosa colectiva es la base de los movimientos
san los movimientos sociales, pues dichas discrepancias en las definiciones 11, l1tl1•1i" (1994: 2). Para él, hay una " necesidad de resolver los costos sociales
pueden explicar, en parte, mucho del pensamiento binario que persiste entre il, l1o1111,,ll'ción de la acción colectiva. Esto implica montar desafíos colectivos,
la TMR y la PI. La actitud de Shefner parece especialmente preocupante, cuan- 111,111111 11114 en objetivos comunes, que construyen solidaridad y sostienen la ac-
do critica categóricamente el interés en las identidades colectivas como si se 11111, 11l1•l'liva - las propiedades básicas de los movimientos sociales - " (1994:
moviera en la dirección errada dentro de la teoría de los movimientos socia- \¡ 1 111, 1l1"H.1fíos colectivos son, entonces, las "acciones más características de los
les (1995). Igualmente perturbada por esta concepción binaria, Hellman ha 111111 l111i1•11los sociales" (1994: 4), y la construcción de la solidaridad constitu-
apuntado acertadamente a la "desmoralizadora tarea que involucra el esta- 1 , 1 ¡ 11111'l'HO necesario" de reconocimiento de los intereses comunes de los par-
blecimiento de una definición de amplia aceptación de los nuevos movimien- 11o 1¡ 1,11111°11 que traduce el potencial d e los movimientos en la acción colectiva"
tos sociales" (1995: 166). Por lo mismo, en esta parte haré una yuxtaposición 11•1'11 ' ,), 1-:1 proceso de consh·uir movimien tos sociales a partir de meros episo-
de algunas definiciones sobre los movimientos sociales y propondré una re- 1111 11 111i1·11ciosos se faci lita, segú n Tru:row, por "cambios en la estructura de la
flexión sobre la flexibilidad del concepto mismo. Así, plantearé también un 1•1111t11111 l.,tl ¡1olíl ka jquc I crean incentivos para la acción colectiva" (1994: 6).
ejemplo de la desmoralizadora tarea de los teóricos de los movimientos socia les l , 11 r11w h,1n· v.iri,114 observaciones útiles. Por una parte, el reconocimien-
en la definición de un fenómeno societario hacia el cua l a menud o se sientt>n 1 1 ,ti li111 ¡,111·1il'ip,rnt ('S dl' s us inl<'t'l'S('S comu nes encuentra repercusiones en
atraídos de manera p ersonal. Debido n que cada acto dt' definició n implico un 1,il 1•11 •111 11 p.i, ·ion po r 101-1 prnn •Hos d l' conci(• nt i:r.nci6n idcnlitaria. Por otra, h e
acto de excl us ió n -por cuanto St' d1'jn11 por Ílll'r,1 c i1•rloH Íl' i1(l11H'1HlH l(lll' no 1•111, ¡l\111ill:1,1tln l'i ¡1nll'1ll'li1I tl1• ,H'd1111 ,·nll'cti v.i 1°11 t1·rn1inos d1• prt'cond icio-
cnlw n d1,ntro tk din , 11HH'iloH i1 w1•11li¡',i1dor1'11111• 11 w11h•11 li11·<Hllnd11H,ti l1·1wr 11, ,li 1111111ov l11d1•11t11, y l,11•11111lilo111II' 1'1lt1·111·1111 i1 ti,· 111H1r1t 11 ti tl .1d ¡io lftka, t'l'l

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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

l',l'lil'l'.il f,1vorable hacia las comunidades negras hizo posible y estimuló la ¡•1•11 g rinaje, que culminó en la fundación del pueblo de Canudos. Este movi-
1

111ovilizació n a gran escala en el Pacífico. 111li•1110 mesiánico y milenarista fue considerado una amenaza por la nueva
Los cambios en las estructuras de oportunidad política también se usan 111•p11blica de Brasil, que envió cuatro expediciones militares antes de derro-
para dar cuenta de variaciones espaciales y temporales a gran escala en el l,1 1111 finalmente y destruir por completo el pueblo, en 189712. Este movimiento
surgimiento o desaparición de un movimiento particular. Munck (1995), por 111•11 ,·fcctivamente una comunidad autosuficiente, lo que Touraine llama con-
ejemplo, aduce que puede observarse un decaimiento de las actividades de l1,1•,11rit•dnd (1987: 174), en las tierras remotas del noreste brasileño. Sin embar-
los movimientos sociales en las sociedades recientemente democratizadas en 1,11 1·1mstituía una amenaza al Gobierno central solo en el imaginario político
Latinoamérica, como resultado directo de tensiones ahora menos obvias en- , 11• l,1 (•poca. Nunca se intentó efectuar un cambio más amplio en las estructu-
tre el Estado y la sociedad civil. Sostiene además que anteriormente, en la re- 1 11<1 •1rn·ia les d el país.
gión, el Estado autoritario o populista (en Suramérica) o el oligárquico (en Un caso similar de contrasociedad se puede encontrar en los palenques
Centroamérica) había propiciado las condiciones de tensiones entre el Esta- IJllliombos, estos pueblos fortificados formados por los cimarrones en las
do y la sociedad civil, en las que los movimientos sociales hallaban un suelo 11w1·icas en la Colonia (Price, 1979). Los más famosos son el Quilombo de
fértil donde situar sus luchas. En contraste, en las sociedades recientemente 1',d111, 1rl'S, en Brasil, y el Palenqu e d e San Basilio, en Colombia, del cual ha-
democratizadas de la actualidad, los líderes de movimientos sociales encuen- 1il 11 1• 1m•go con más detalle. Estas fortificaciones proporcionaron refugios se-
tran mayor dificultad para organizar con éxito y sostener la acción colectiva. 111, 1r-1 y I ibres de la opresión y la v igilancia para los cimarrones, y protección
Sin embargo, Castells (1997), Escobar y Álvarez (1992), Foweraker (1995) y 11 11l'l propietarios de esclavizad os y del ejército colonial. Desde los palen-
Slater (1985) han argumentado de manera más convincente lo contrario. Para ' ¡111 111, 11111 cimarrones hacían redadas ocasionales a las h aciendas cercanas y
ellos, los movimientos sociales están en aumento en Latinoamérica. De hecho, ll,11 o1li11n los p uestos de vigilancia del ejército colonial, pero en ningún mo-
podernos observar una serie de nuevas luchas, así como luchas anteriores en 1111 11 111 s11 intención era amenazar, derrocar o abolir el orden colonial. En rea-
formas nuevas. Muy contrario al argumento d e Munck, ellos aducen que la 11, 1 111, los quilornbos y palenques funcionaban corno contrasociedades dentro
estructura de la oportunidad política de las sociedades recientemente demo- .J, 1 111 d vn colonial dominante.
cratizadas en la región se ha abierto más bien a nuevos espacios políticos en 1':ti probable que haya tantas definiciones de lo que es o se supone que
los que pueden actuar y situar sus luchas los movimientos sociales; una obser- 1 11 11 111ov irnicnto social corno teóricos de los movimientos sociales. Y nos te-
vación que se ve completamente apoyada por mi material de estudio de caso 111 111111, q11v preguntar qué se pretende lograr con un a definición rígida. <;:::on
colombiano.
1 111 \'11 11t1:,; movemos en el campo complejo de las relaciones d e saber y po-

¿Cómo llegó Munck, pues, a una observación tan contraria? La respues- ,li , l,n11t l11dgl' y Simons, por ejemplo, han señalado que "la ciencia social ha
ta se encuentra nuevamente en la manera como él y otros definen rígidamen- 11111 111111 lwrramic nta clave para domar los espíritus de la resistencia" (1995:
te los mov imientos sociales orientados hacia el cambio d e la sociedad como 1 1 li''1) , HHIO!i últimos han sido considerados siempre una amenaza por el
un todo. Excluyen con esto ciertas formas de protesta social qu e n o n ecesa- ¡1111lt•1 il111ni11n 11 [(.', yn que precisamente se "en carnan en el comportamiento
riamente se dirigen a un cambio radica l de la o rga ni zad6 n societaria . Bs tc ¡11, 1111 ¡1111 d1• vx plic,1rs1' por e l mode lo de Hobbes de temor, elección racional
1

es el caso, por ejemplo, de los movimie ntos qut• d l's,1((,1 11 t•I s islt'm n político , 111111,11111a 1ci,1l" ( 1995: '180). l.os t•spíritus de la resistencia son considerados
domina nte escogie ndo 110 fonrn1r pti rl¡• y rl'tirn 11do•11• d, • ,·1, 1i11 i11 t1•11t,1r 1wn•-
1

s.iri(lnwnll' cnm hl,1 r lns 1'stn 1ct11r.is HPI i,il1•11 ljlll' 111 111111 •1111 l l11 1•j,•lll¡ 1I,, di· 1111
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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

difl'rvntl's tleJ movimiento social, y se cree más bien que se presentan en los
, ti·nsión del concepto de resistencia amplía el ángulo interpretativo y se abre a
movimientos sociales como momentos que ayudan a explicar actos de resis- 11111•vas posibilidades de incluir estos actos en un marco interpretativo. A cam-
tencia. Rechazando una definición cerrada y excluyente, Routledge y Simons 1,1,, 1le domar los espíritus de resistencia, esto puede conducir a la difusión de
consideran que los movimientos sociales "pueden ser teorizados como multi-
11, 1icns que "reapropian el espacio organizado por la producción sociocultural"
plicidades de interacciones, relaciones y actos de devenir [en] un interminable t i l1• ( 'crteau, 1984: xiv).
proceso de lucha, confrontaciones y transformaciones" (1995: 480-481).
Los autores reiteran aquí algunas de las consideraciones de Melucci
cuando concibe el movimiento social como una construcción social, un pro- Movimientos sociales contemporáneos
ceso dentro del cual "la acción social nunca es un hecho dado, siempre se
Latinoamérica
t 1 11
produce socialmente" (1989: 197). La acción colectiva, según él, se constru-
Algunas veces se hace referencia a la perspectiva identitaria (PI) como
ye mediante actores sociales que crean una identidad colectiva. Tienen una
/, ,11111 rll' los nuevos movimientos sociales. Con esta anotación se quiere destacar
definición móvil de sí mismos y de su mundo social, y un entendimiento di-
l 1>111p11csta novedad de las formas de resistencia contemporáneas y las múl-
námico Y más o menos compartido de sus metas de acción comunes. Los mo-
11¡il,•11 ,1rliculaciones de la protesta social. Considerando los casos de Brasil y
vimientos sociales constituyen una compleja interacción entre actor, sociedad
1¡•,1•11I ina, Mainwaring y Viola (1984), por ejemplo, identifican cinco "nuevos
Y entorno, Y no pueden concebirse desde un pensamiento dualista, como ob-
11111vl1nicntos" para considerar en esta perspectiva. Estos son: las comunida-
jetivos o subjetivos. Llevan en sí una solidaridad interna impugnada como pro-
1, "' il'Siales de base, las asociaciones de vecinos y el movimiento feminista
ducto de la interacción, la negociación y el compromiso intensos.
, 11 11,·,11,i l, los grupos de derechos humanos en Argentina, y las asociaciones
Melucci (1989) critica además el término movimiento social por cuanto se , , , ol111•,k,1s en ambos países. Evers (1985) incluye en este enfoque las asocia-
usa con demasiada frecuencia como mero recurso de conversación que sugiere 111111"1 dt' trabajadores que actúan independientemente de los sindicatos y los
una unidad de acción colectiva, m1entras que en la práctica puede observar- 11 t II los, las asociaciones indigenistas, los grupos de educación popular y una
se una amplia gama de experiencias distintas en todo movimiento social. Esta 11 l1•1 L1d de organizaciones de autoayuda entre pobres y desempleados. Sla-
conceptualización nos aleja del estrecho foco de la mayor parte de la TMR sobre t , ¡11H' rn nsiguiente, apunta a una "muy diversa y multifacética lista de mo-
estrategia política y sobre cómo alcanzar una unidad de movimientos sociales 111tl1•11 lm, sociales que han aflorado en los últimos años" (1985: 1). Escobar y
(Munck, 1995; Shefner, 1995). También nos permite incluir, en lugar de excluir, I• ,111 ';,, (1992) hacen énfasis en la difusión del feminismo, los grupos para la
ciertas experiencias de resistencia por parte de los actores sociales, por ejem- 1, 11 •1111.i dl' los derechos de los homosexuales y los movimientos ecologistas en
plo, los fenómenos de subterfugios y manos caídas en comunidades agrarias, 1 "111 1•11•1111tincnte. Y Calderón y otros aseguran que la "multiplicidad de acto-
que Scott (1985) ve como una fuente de resistencia. De manera similar, sostengo 11 l1 •111.i1,, conflictos y orientaciones es abrumadora" (1992: 19).
que precisamente de estos actos iniciales de resistencia pueden surgir los movi-
l '11•Jll'riornwnlc, ha habido contin uos debates sobre la supuesta nove-
mientos sociales, a menudo en lo que pueden parecer condiciones improbables,
l 1, l I l1 · 1•:1lo11 111ovimicnlos, que no han d emostrado ser muy fructíferos, en mi
Y construyen lo que Hall llamó identidades inespemdas. Si tratamos de en tender
1,11111111 11,il:, llordn nos n·cucrda que "han pasado más de dos décadas desde
las múltiples formas en que surgen los movimientos sociales, no debernos ex- p11 , ,11111•11,1,11 i1 :-n,rgir 1111t1 11t1l'v,1 olendn tit' movi mientos socia les y populares
cluir del análisis los espíritus de resis tcncin. Sin Pmbargo, '1\1 rmw t' xh ilw una in-
11, 1 11 •111•r M11 11d11 IYI hoy, l'Hlm; 111<1v i111i1'r1los y.i no son 1111l'110.~" (1992: 303).
terpretación cerrada y estrcchn cuando rrith·.i l.i ohr,1 d1, Srnt t ( 1111-1:-i), 1V,•11¡1C111.~ 11J'
,111 l111 11 d1111•11t1•, ( ',dlio1111 (11)1)11) J1l'i'1w11t i11 111 .11·¡ 1,1111H •r1 to lr1t1•n•s,m t1• Hl'f,\ltn l'I
JI,,, IJ\/1'11/1, Y rn lific.i :-u 1'nÍoq1H' 1111.illlko 1·011111 /l'',1'11/111111·11/,1 i11diP/tl1111/i:, /11• 111~ 1111
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

estado a la vanguardia de muchas luchas relacionadas con el consumo, mucho , , 1111 ·il·ncia de identidad de una mujer está conformada fundamentalmente
antes de que comenzara a hablarse de la novedad de los movimientos socia- I" 11 •,11 posición en el hogar, entonces estará preocupada sobre todo por mejo-
les13. Y Melucci recalca aún con más fuerza que estos movimientos han llega- ' 11 lns patrones de consumo. Si además es consciente de que su posición pue-
do para quedarse en las sociedades contemporáneas (1989: 231). Dado que se ' h· 1,11nbiar si enfrenta los problemas de dominación masculina dentro de la
están reinventando continuamente y cambiando sus estructuras, al igual que 111111111idad o la estructura familiar, entonces esta conciencia de identidad tan
sus estrategias, prefiero referirme a ellos como movimientos sociales contem- l1l1111·11 lc puede llevarla a involucrarse en una lucha muy distinta, a saber, una
poráneos (MSC) . Todo lo nuevo d eja de serlo un día, o se pierde interés en ello, 111111.i rnntra la dominación masculina.
como en el regalo de Navidad del año anterior. Y aunque muchos de estos mo- ( Hra característica de los MSC que se ha subrayado a menudo es su auto-
vimientos pueden ser de corta duración (una de sus características es la cons- "' 11111.i dl' las estructuras de los partidos p olíticos tradicionales: "Hoy en día la
tante dispersión y la relación temporal o esporádica de algunos actores), estos 111 ,, lll'f,1 de los movimien tos sociales latinoamericanos defienden fieramente
regalos de Navidad llegaron para quedarse, aun cuando siempre se envuel- 11 ,111 l()nomia política, ideológica y organizacional" (Escobar y Álvarez, 1992:
van en papeles de regalo cambiantes. 1' 1) Y,1 110 están vinculados a los partidos políticos, como lo estuvieron en los
Un aspecto de los MSC sobre el que se ha hablado bastante es la partici- 111, 11, 'il'H\'nta, aun cuando sus lazos no se han roto completamente. Las razo-
pación de las mujeres en la primera línea de las luchas sociales contemporá- 11, , 11• t,tl distanciamiento son múltiples. En primer lugai~ están la desilusión
neas Oaquette, 1994; Küppers, 1994; Radcliffe y Westwood, 1993; Townsend, l I p1()ft1nda desconfianza que han d esarrollado los actores sociales contra
1995). De hecho, la mayoría de los actores involucrados en asociaciones de ve- 11, ¡1,11 1id os tradicionales en relación con su disposición a tratar los problemas
cinos en Latinoamérica, por ejemplo, suelen ser mujeres (Assies et ál., 1990; ¡111 111•1 nmv imientos sociales han puesto sobre la mesa. En segundo lugar, la
Assies, 1991; Burgwal, 1995). Este desarrollo se observa en el creciente énfasis 1 , p 111 •11 l. 1de todo el mundo se ha sumergido en una crisis tras el colapso del
puesto en las luchas en la esfera del consumo. Son principalmente las mujeres ,111111 11•11110 en Europa oriental, y aún lucha para llenar el vacío que esta des-
las responsables de la reproducción social del hogar, de alimentar a la fami- 11 111 li 11111 dl'jó en el paisaje político. Un tercer punto es el surgimiento de nue-
lia y de cuidar a los hijos. Su mayor preocupación suele ser la de mejorar las ,, ¡•111hl1·111c1s que los MSC abordan, y que anteriormente no hacían parte de
condiciones de vida en el hogar, así como en la comunidad local. Por tanto, es 1 , l11l1•11•1ws de los partidos políticos. Esto explica en parte la aparición y la
importante distinguir entre los movimientos de mujeres, que se caracterizan I' 111•111111 dl' los movimientos feministas, étnicos y ecológicos en toda Lati-
por las preocupaciones anteriormente mencionadas para los espacios de con- 11 , 11111•11111 qt1l' ha n creado sus propios marcos organizacionales. Aun así, el
sumo, y los movimientos feministas que confrontan las estructuras patriar- 11111111111111 los partidos políticos no se ha roto por completo, y la relación en-
cales en las que se encuentran subyugadas. En realidad, un movimiento dl 1
11 li 1 111nvl rnit•ntos sociales y los partidos políticos no debe conceptualizar-
mujeres no necesariamente tiene que ser feminista, y, al contrario, puede re- 111 1111,1 l1ll'111r1 tnn li nea l. l lellman señala acertadamente que "el encuentro
forzar las estructuras patriarcales de dominación masculina (Radcliffe, 1993). 11111 11111vlt11l1•11los y partidos es dialéctico en tanto el movimiento se altera,
De otro lado, un movimiento de mujeres puede ser el primer paso para qu<• 1 111l.i11tl111•111°1 p,1rtido" (1992: 58). Y aunque es cierto que muchos MSC al co-
muchas mujeres aborden problemas más amplios de la dinámica social. Si la 111 11 11 ,,1· lti1111•011st it11ido por fuera d(• los partidos políticos tradicionales, no
¡ 111 ti, 111•¡•,i11•11• q111• jt1l'!'," " 1111 pt1¡w l import,rnil' <' 11 In nrt'n<1 política nacional,
1 1111, il1u1i i11i1111•l1•1 IÍV1lllH'lll1' l¡1s 1•slrt11·t111·i111 p11lílÍt'il'l tr,1dil'ionnlt'8.
" Casll'ils (1983) Sl' rdiNL' n l.i h1H•lg11 p<>t' 1•1 nlqllii!'r di' 191 5 <'n Cl.,~gow, l·'.~nwit1, ,•11 111
q111' l,ts 11111j,·1·1•s prot,•~t,1ht111 por 11111 11l~11H1•11 lo,i 11l,¡tlih·11·11 111i1•11l1'1\': h ll ~ ho111i>n•11 1•11 1 • 11 • ,11¡•,111111·11IP •H· 11¡,11111• i1d1·11111i, i1 1,1'1 d1•1 L11•,11 it1111•n d1· ,tlg1111os t1•6ri-
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lJI, id1 Oslender
- - - -- - - - -- - -- - -- -

la confianza, la amistad y la hospitalidad14, y hacen énfasis también en la crea-


ción de contraculturas o contrasociedades por fuera de la sociedad dominante15,
otros hacen referencia a la constante negociación y obtención de beneficios
entre gobiernos y movimientos sociales. Scherer-Warren, por ejemplo, afirma
que los movimientos de base brasileños se encontraron en las elecciones de
1986 en un período de transición, que eventualmente llevó mediante formas
ampliadas de expresión popular a una conquista del espacio político (1987:
48). Es en esta proliferación de los espacios políticos (Laclau, 1985: 31) que se des-
plazan los movimientos sociales, desde lo micro a lo macro y desde la protesta
/\PÍTULO 3
a la propuesta (Fals Borda, 1992).
1 /\ 1.SPACIALIZACIÓN DE LA RESISTENCIA:
1'I l{SPECTIVAS DE ESPACIO Y LUGAR
1 l'-J I A INVESTIGACIÓN SOBRE
M< >VIMIENTOS SOCIALES 16 1
Mantienen acorralado o Ngofúo. Le azotaban y riegan sol y pólvora sobre sus heri-
dos. La Loba Mayor ladro, pidiéndole que denuncie nuestro plan, y solo escuchamos
su invitación a que resistamos.

Zapata Olivella (1983: 81)

1,OH movimientos sociales surgen de lugares específicos en épocas par-


11, til,111"1 y reflejan las características de dichos lugares y épocas. Esta puede
, 1 111111 11íirmación obvia, un lugar común, pero en su teorización rara vez se
1111 1,·11lr,1 tn l sensibilidad espacial de los movimientos sociales. Normalmen-
1, ,, 1'111.11 i:,,,rn las dimensiones temporales del cambio social, por ejemplo en
1,, 111111•plu,1lización que hace Zirakzadeh {1997) de olas (temporales) en la
1111, •1ill', 11rio11 de los movimientos sociales o en la que hace Melucci de los
q1111 l11tll'11ioH socia les con te mporáneos, cuando los llama nómadas del presen-
1 ',,, ,111,di:r,1111 en s u co ntex to temporal los movimientos sociales de diferentes
1111, 11111 "1 (Y nil tu rns) del plane ta, pues se busca en ellos un trasfondo común
1, 11o 1d,1il n r d1• Id :-.l'Jlol ri<' lo~ li,·111¡ms, un ,i ng ul o d t' aná lisis especialmente fre-
111 1111•", 1111ii1•11zos dl'I n111 1 vo 111il1•11i11. li:110 1,lg11i ficn qut• la mayoría de los
,, , 111 111m, 111 1hn• los ino v i1ni1•11tos :,rn i,111 11 1 1•,11111111.i ,1 11010 d 1• manC'ra s ucinta
1 1, , q 1w h1 11111·1•11) 1•1 l11go11· l1•1ko d1•I 111,d 1n11·1 •t 1111 11111v i11tl,•1110 dndo, nntcs
1111 id I Oslender Comunidades negras y esp9_cio en el Pacífico colombiano

de que el análisis se centre en las estructuras, en sus demandas y en la forma , , 111vierte en el centro de la lucha por las representaciones del espacio, como
como este se inscribe en cambios globales históricos más amplios. .lc•mostraré en este libro.
En cierta forma, esta visión ha comenzado a cambiar con algunos tra- Estos desarrollos en la práctica deben servir de sustento a reflexiones
bajos de perspectiva identitaria (PI) aplicada a la investigación de los movi- 11,,-,ricas sobre el impacto que ejercen el espacio y el lugar en la gestión de los
mientos sociales, los cuales reconocen que las identidades están estrechamente 11111vimientos sociales, y en sus articulaciones, estrategias y procesos de cons-
ligadas al lugar (Escobar, 2001; Routledge, 1993). Para entender un movimien- l111l'ción identitaria. No es posible (ni deseable) separar de manera radical el
to basado en la identidad, tenemos que comprender los lugares específicos en ,.. ,pacio y el lugar en tales consideraciones, como si el espacio constituyera
donde emergen los movimientos sociales, y donde se construyen y despliegan 1111,1 percepción abstracta de las cosas que nos rodean, mientras que el lugar
físicamente tales identidades. Aunque estas relaciones generalmente se en- 111,•r,1 la noción más tangible de las cosas que tocamos, vemos, sentimos y
tienden, es sorprendente que en la investigación sobre los movimientos socia- , il,·111os. En lugar de ello, el espacio y el lugar se entremezclan, como intenta
les se hayan hecho tan pocos intentos por teorizar las implicaciones de dicha ' 11111slrar Merrifield, al esbozar una reconciliación del espacio y el lugar en el
comprensión de las identidades a partir del lugar. Hay cuestiones concretas ,,,.¡ iln de Lefebvre:
que surgen de las interacciones entre lugar y movimiento social: ¿qué impacto
ejercen las particularidades de un lugar en las personas que se organizan en un
El espacio no es una teorización suprernamente abstracta separada del dominio táctil
movimiento social? y ¿cómo restringen o, al contrario, hacen posible que los
y más concreto de lugar, que a menudo se considera sinónimo de una realidad fácil-
individuos se involucren en la acción colectiva? ¿En qué medida la experiencia
mente identificable, como la ubicación específica o la loco/idod [...].Tanto el espacio
de vivir en un lugar y los sentimientos subjetivos que esto genera influyen en
corno el lugar tienen un estatus ontológico real, por cuanto ambos están encarnados
la decisión de un actor individual de involucrarse en la actividad de un mo- 1
en procesos materiales, a saber, actividades humanas reales. Por consiguiente, las dis-
vimiento social? ¿Juegan algún papel las historias locales particulares de un
tinciones entre ellos deben concebirse captando la forma en que uno se disuelve en
lugar en la comprensión de las formas en que los actores sociales ven su parti-
el otro en lugar de hacerlo reificando alguna fisura espuria. (Merrifield, 1993: 520)
cipación en la acción colectiva? Pero también, ¿de qué manera las característi-
cas más amplias y objetivas de un lugar -inscritas en el orden macropolítico y
macroeconómico de las cosas- explican la organización y la articulación de la l 'nr consiguiente, es preciso esclarecer algunos errores generalizados
resistencia en un lugar determinado? ¿Cuáles son las implicaciones de un en- "' ,l,11· lo1 l,rn <1 menudo proclamada abstracción de espacio en relación con la
torno físico particular en los procesos organizativos locales? Esta lista podría , 11111 11·c·i(111 dt• lugar. Considerando que veo el lugar como algo tangible que
seguir, en la medida en que emergen ante nosotros las múltiples conexiones 1•111•,l11 d1•lí1wM con claridad en mí mente y cuyo paisaje puedo imaginar
entre lugar, acción social y construcción de identidad. 1 ,., '" .1r 11H•nlnlmcnte, así también el espacio tiene sus momentos concre-
De manera más específica, en el caso de los movimientos sociales que '"'' 'I'"' p11C'd1•11 d1•linearse en paisajes particulares, sin reducirlos a ningún
se organizan en torno de las luchas por la tierra, el espacio físico material fil' 111 1,,,11 l1j11. Sin duda, el t•spacío como concepto nos permite hacer abstrae-
halla en el centro de sus actividades. Su lucha por la tierrn es ni mismo tÍl'lll- ' 1.. 111", d,• l11g;1n·s p,irticul,1n•s, pero también tiene sus manifestaciones con-.

po un desafío a las interpretaciones, lecturns y n·pn'Sl'nladorws d('I espncio. , 11'1,1•, ¡;i1l,1s n·ll1•xio1l!'s lt•órirns cobranín mayor claridad en los capítulos 5
En el caso particular del movímil'nlo social dt• von11111idi1d\'S 1wgras dd l'nd- n 11. d,· ,·,1r;wl1·r 111.-is 1•111pirin1, dondt• 111u1•slro cómo d concepto de espacio
fíco colombi.rno, qut• fit' ddi1w ¡¡ si lllis1110 l'o1110 111¡¡1 1nl dl' urg,11riZ,H'Íl1m•,"I N- ~1 111\lli 11 ,1plit'ildo ,11 l',1dlko ,·nlo111bi,1t1u 11w1 p1•n11ih• p1•ns,1r lns articulacio-
11h·o-/1•rri/orio/1·s, l,1 l11d1;1 por s11s h·rríll,rirn, l'HI.\ lig,ul.1 d1• 11i.11wr,11•,plh'ili1 ;\ 111'" , rq1,1d,1l1•H ti,• lt1rr11,1H d1• vldil n11idi.111¡1 y la 111i11w1-.11·1111111 st• i11s1•rli1n 1•n
1

1111,1 n •ir 1l1·q •n•l,11·it"i11 d,•1 1•1ip,wio. 1•:111•fp1 •lo, ,,¡ /11:,:,11 1h•I l ',ll'II 11·11n1111111!,i,11111 ,.,,. f1u 11111•1 111y,,111l1111·ln11,il1•111•Hpi11·i,1lc•ii l'Hpl'1·1lliw1 1111•dl1111h• l,1p,1"-llit'1111h•l 11rn-
l1111 11!1 , ..11,·l.-11
---~Comunidades negras y espacio_ en el Pacífico colombiano

En este capítulo llegaré a una explicación mediante reflexiones teóricas 11.idonal: "Existe hoy en día una nueva dialéctica de cuestiones globales y lo-
sustentadas de por qué el espacio y el lugar son importantes en la investiga- ' ,1ll'S, que no puede acomodarse con facilidad dentro del campo de la política
ción sobre los movimientos sociales y sobre la forma como influencian, mo- 11, 11 ional - preguntas glocales - . Solo en el espacio transnacional pueden repre-
delan, posibilitan o, por el contrario, restringen la acción social en general y · •u •11 t,1 rse y resolverse de manera adecuada" (1998: 43). El vocabulario de Beck
ciertas prácticas de resistencia en particular. Voy a esbozar una genealogía de 1".l;i cargado de metáforas espaciales que entremezclan lo global y lo local en
la teorización espacial, refiriéndome específicamente a la teoría espacial de Le- 1111, 1simbiosis aparentemente armónica para producir lo glocal. Pero, ¿exacta-
febvre (1991) y al concepto de lugar desarrollado por Agnew (1987) como óp- 111, ·11le qué quiere(n) decir?
ticas desde las cuales pueden considerarse los movimientos sociales. Aunque
l-Ia habido un creciente interés por los debates sobre el espacio en la úl-
sean aparentemente dos marcos teóricos diferentes, interactúan en el plano
11111, 1 década en las ciencias sociales. Ahora se consideran fundamentales las
empírico y ejercen una función levemente distinta en este libro. Mientras que
, 11111 'l 'ptualizaciones espaciales para las formas de teorización social (Massey,
el concepto de lugar en Agnew nos permite delinear y describir los aspectos ·
l'l'l'l; Werlen, 1988). Con la afirmación del espacio en la teoría social crítica
objetivos y subjetivos que constituyen el lugar, es decir, el Pacífico colombia- '
(' ,11¡,1, 1989) ha surgido todo un lenguaje espacial para comprender la reali-
no, la teoría espacial de Lefebvre pone al descubierto formas de contextuali-
d,1d sm:ial contemporánea (Smith y Katz, 1993). Sin embargo, los geógrafos
zar estos aspectos de lugar y de imaginar la construcción de un proyecto de
, , ,111 i11úan deplorando la falta de comprensión del concepto mismo de espa-
vida alternativo allí, como lo articula el movimiento social de comunidades
' ti, ( ll1 mdi, 1993; Massey, 1993). La proliferación sin precedentes de las metá-
negras. A lo largo de los capítulos empíricos habrá una gran interacción entre 1111, P, 1•spaciales en la teoría social - globalización, des y reterritorialización,
estos dos marcos teóricos, y en ocasiones uno se sentirá tentado a identificar
1 '11siún, compresión tiempo-espacio, localidad, glocalidad, transnacional,
1
"

en líneas generales el espacio representacional de Lefebvre con el sentido de lugar. '


l'"I 111t•ncionar solo unos cuantos- no ha ayudado mucho a asumir una re-
La aparente fusión de espacio y lugar adquiere así un contexto empírico real, f11•,11,i1 crítica sobre estos asuntos. Como criticaAgnew:
aunque se preserva una diferenciación conceptual. Reiterando mi preocupa-
ción por una dialéctica de la teoría y la práctica, discuto entonces estos con-
ceptos teóricos teniendo su aplicabilidad en mente. Su abstracción aparente Las metáforas espaciales se usan para categorizar y contener observaciones sin pres-

debe considerarse como una abstracción concreta - noción propuesta por Har- tar mucha atención a su impacto en la selección y el ordenamiento de los particulares

vey- que está "inscrita en un proceso social que crea fuerzas abstractas con concretos mismos. La ciencia social moderna sufre de una especie de agnosia (o des-

efectos concretos y personales en la vida cotidiana" (1985a: 1). orden de percepción) en la que las representaciones del espacio fijan límites a proce-
sn'i despaciales en lugar de proporcionar una comprensión del espacio y la sociedad
y<1 que) están inextricablemente entrelazados. ( 1994: 26 l)
Del (sin)sentido de las metáforas espaciales
Quedo p or esmbir una historio completa de los espacios, que al mismo tiempo sc•11
1•>;1.i h•1Hh•1win <:n las ciencias sociales ha sido ampliamente discutida
fo historio de los poderes.
p111 r-.1.1~.~.,·v ( l 1)lJ:', 1994), quil'n sosfüine que las referencias al espacio parecen
l 11111 di 111 ( I' 11111: 1/4' 1) 111,1111111', n11 11111t•h¡¡ fr('l'lll'll('i¡1 qtH' su significado es evidente e indiscutible. Al
1111,,11111 t Íl't11pn, 1•11•sp,ll'in st· ll'fll'l'Sl'llla il nH•nudll romo c'Sl'nci.1lmente apolí-
A finales de los ,111os 11ovl'l1ia1 1•1 Slll'iúlogo ,1lv111,i11 lh•l'k ll,1111(1 l,1 i1h•11- lh 11 ,. l1¡•111·sln ,11 lh•nq111 (vl'ww, por l'j1•111plP, s11 uso 1•11 l .i1l'L111 l I990I, y l'll Ja-
l'i(1n sobrl' la rn'n•sidad di' l'Ht.ilih·1·l'I' ¡i¡1rtid11:-J 1111111di,d1•1¡ dl' d11d¡11J.11H1M llll'll1111II'11111), 1111,1 1t•1uh•111·i,, q111• ~ig111• d,111tl11 pr1•l,wi(111 ,1l ,,11;,lisis hist(1ri,·11
(~Vd//1i/1s,·r¡1111·/t'/,•11} ('1111 1•1 lill d,• 1•11ln•11l111' prolil1•111,w p,l11li1d1'1l l'Ollll'll'llll• 1111•11• 1•1 p,,•op,r,\lko:
r,\111•11r. q111•, Pi•'Kllll i"•I. \'11 1111 pw•d1•11 111 1 1' n•ittll'l)m, 1•11 1•1 ,·11111p11 d,, 111 pnlllk&1
11111<11 l l•,lr-i1d1•1
Comunidadesnegras y espacio en el Pacífico colombiano

11 hi:;Loricismo impide la visión de la objetividad material del espacio como fuerza es-
,¡11,• d relaciona con la "extraordinaria erupción de metáforas espaciales en
tructuradora de la sociedad y de la subjetividad ideacional [sic] del espacio como parte
t 1,11 ,, 1jos posestructuralistas y posmodernistas":
progresivamente activa de la conciencia colectiva. [... ] La espacialidad, como la praxis
de la creación de una geografía humana, aún tiende a ser relegada a una penumbra
epifenoménica como un recipiente que refleja la historia. (Soja, 1989: 130) La inserción de consideraciones espaciales en la mayoría de las formas de teoriza-
ción social [. ..] a menudo resulta ser profundamente desestabilizadora [de] la forma
en que puede especificarse y ponerse a trabajar la teoría. [... ] Si la espacialidad por lo
Harvey también sostiene que "las metanarrativas teóricas sociales
general desestabiliza la teoría y las metanarrativas dominantes, entonces quienes, por
suelen concentrarse en procesos de cambio temporal, manteniendo cons-
cualquier razón, quieren desestabilizarlas pueden hacerlo con la mayor facilidad aco-
tante la espacialidad" (1996: 9). Si, en lugar de ello, imaginamos el espacio
giéndose a alguna suerte de espacialidad. (Harvey, 1996: 9)
en términos de multiplicidad y de la posibilidad de interrelaciones, enton-
ces podemos ver la transparencia del resultado de cualquier interacción, y
el espacio mismo se transforma en un campo abierto de cambio y acción , •;¡, ('11 consecuencia, nos proponemos reconstruir la teoría con el espa-
política posible: • 11, , , ,1110 demento integral, si queremos construir una teoría espacial que
1111 ,,, >111 1•nlienda sino que también cree de manera activa lo que Harvey lla-
Este espacio no es ni estancamiento ni cierre (tampoco es suave). Es inquietante, 111,1¡ 1,·11111111c11cins (organizaciones, instituciones, programas) (1996: 8), con el
activo y generativo. [...] Precisamente a través de su multiplicidad y de esas yuxta- 1111 d,· ll1•v,ir a un cambio social de manera significativa, entonces estoy de
posiciones de la casualidad y en ocasiones posicionamientos paradójicos, dicho es- ,,, 111•11 In n>n este autor en que "la única forma de hacer esto es [al] teorizar
pacio los abre a la generación de la novedad, al surgimiento de nuevas narrativas, a 111, 1111 · l'Pd rfo significar la producción del espacio" (1996: 9-10). La inserción de
un futuro que se inscribe de manera menos predecible en el pasado. Esto espacial ''"1'"1 111 110 tk'be ser solo para generar la deconstrucción de certidumbres y
es el producto mismo de la multiplicidad y por tanto una fuente de dislocación, de , 1, •·11, 1.1~; fundacionales en las metanarrativas teóricas y políticas. También
apertura radical, y por ende de la posibilidad de un tipo de política creativa. (Mas• oltl,, , '••'I p.ir,1 la (re)construcción de (nuevas) teorías y prácticas políticas en
sey, 1999: 287) 1,,., ,¡1w ,.¡ 1•sp,1cio se hace fundamental para nuevos proyectos y posibilida-
d," 1 '•"" ullirnn punto es, sin duda, de vital importancia en la investiga-
' 1t,11 ·11 11,n· los movimientos sociales, ya que estos se oponen precisamente
Otros geógrafos que se han interesado por descentrar las hegemóni-
•• J.,,, , .. ,t1111'1ur,1s dominantes en las que la vida social y ellos mismos están
cas narrativas históricas han acudido a escritores como Foucault (Driver,
f¡¡,,.11111•,, \' q111• su11 el resultado de formas específicas de producción del es-
1985; Philo, 1992) y Benjamín (Gregory, 1994), cuyas explicaciones históri-
1'••• 1 00
l'i l'Spilcio t's de central importancia para entender el surgimien-
:\•,1.
cas espacializadas desestabilizan de manera efectiva una narrativa lineal
1,, 1 , 11,111, i1111,1111il'nlo de los movimientos sociales, y aún más cuando sus
de hechos y eventos aparentemente organizados en orden cronológico. Al
1•1,1, 11o ,,,, d1• n•~;is1t•111·i,1 se ejt•cutan física y materialmente en el espacio. Es
examinar Pasajes de París (Das Passagen-Werk), Gregory afirma que "Benja-
, 1111 1,... ,,, ,·11 •·~.11• 11n•supu1•slo que el espacio (material) -visto como el es-
mín logró espacializar el tiempo, suplantando la codificación narrativa de la
, ..,,,1111111,,11 ·,1 ,·u11t'l'«'lo y l'i h•1'1'('110 de In ,1n:iún de los movimientos socia-
historia por medio de una práctica textual qm' tksestabiliz(l la cadena his-
11111 1111•, 11,·1111il,• n>11t·1•¡llt1illiz,1r 1•11•sp,11·iu (ll'(°>rico) y alPrrizar las teorías
toriográfica en la que los momenlos t•staban ¡wgndos como im,uws" ( 1994:
214).
~t< 1111, 1111,v111111•11lrn; s111·i.1l1•,'i. l'or 1'(111sig11ic11h•, 1•s d,• s11pn•111,1 i111porlilnd,1
tlt1itl1o1, 1·1 11n•1;11p111°iilt>s n111111111•1; q111• 1·11w;id,•r,111 1·1 11ig11ili<.ido d1• 1•sp,H·io
l li1rv1•y, por su p;1rh•, ;1dvit•rh• 1·1111lr,1 In ,1dlu•si(1111 ·,11·1•1111' di' r11•11lido 1'l'f-
HIIII•• lt11·q111v1wo v lij11 v tu, ¡11•11l'lr,111 n·,d1111•111t• 1•11 r1rn,, ,11·,11·l1•r1.•1ti1·,1~1 di11,'1
tin1 ,1 1111 ¡111l1•11d11l ¡,,•rl111'h.1d11r V dPrw1•11lnul11r d1• lo1 111,d(,n 1h• 1•~11,11 li1lid,1d,
! 1114 \ lhdd1H1.
Comunidades negras y esp~cio en el Pacífico colombiano

Espacio-tiempo y geografía temporal: 1,, 1,,i, ,1 material de la estructuración (Pred, 1981). De hecho, las ru tas y los pro-
conceptualizaciones alternativas 1,., los L'n la geografía temporal pueden considerarse corno posibilitadores de
1111 ,·li ·111ento de cohesión práctico para el lugar (Pred, 1984).
¿por qué había tiempo? ¿Por qué siempre esta estúpida sucesión de cosas, y no al- l ..i teoría de la estructuración (Giddens, 1979, 1984) concibe los sistemas
gún atronador y satisfactorio todo-al-tiempo? ¿por qué estaba solo ahora, en cama
,,, " 1.il1 •s romo sistemas de interacciones que involucran las actividades situa-
nuevamente, como un viudo, como un viejo? A lo largo de la corta vida, uno podio !
ol.i•, , 1,· sujetos h umanos capaces e infonnados. Estas estructuras son fruto de
tener placer, podía crear, pero siempre contaba sólo una canción después de otro, .
nunca sonaba toda la sinfonía completa con todos los oentos de voces e instrumen- : 1,,i, ,. , 111ismos sujetos humanos y, por lo mismo, p ueden ajustarse, cambiarse o
tos al mismo tiempo. 11 11 111•,11 1kshacerse. De este m odo, las p rácticas sociales p ueden reproducir o
11,,,1,,11r d ichas estructuras. Es posible, por tanto, concebir los movim ien tos so-
Hesse ( 1995: 17)
' 1,1', .. , v las resistencias desde lo qu e podríamos llamar perspectiva estructura-
, 1,1111·./11, q ue analiza el funcionamiento de estas dialécticas entre la estructura
Cuestionando el dualismo entre tiempo y espacio, entre historia y geo-, 1 l.1 o1¡•,,•1a·ia, como es propuesto por Giddens en su teoría de la estructuración.
grafía, Massey propone el concepto de un espacio-tiempo cuatridimensional: 1 ,,t,1 <''.; 1111,1 de las ru tas de búsqueda claves para la TMR, en particular su en•
"Espacio y tiempo están inextricablemente entretejidos. No se trata de que no' 1," 11"' ,·1 1 las estructuras de oportunidad política y en las formas como los ac-
podamos hacer diferenciación alguna entre ellos, sino de que la diferenciación to11, .. , , n ltdivos las usan o las cambian. Tal perspectiv a también ha dominado
que hagamos necesita mantener a los dos en tensión, y hacerlo dentro de un 111 (.,, , ,•:;ludios sobre el movimiento social de comunidades negras en Colom-
concepto cuatridimensional total y sólido" (1993: 152). 1,1., , 111•,1 111ovilización se ve relacionada con el cambio legislativo favorable en
El apunte de Massey sobre el espacio-tiempo hace énfasis en la indiscu• 1 l,1, ,,1, 111·1111·¡¡ de oportunidad p olítica en Colombia a través de la Con stitución
tible naturaleza fluida, dinámica y abierta de esta relación y en las múltiples·. ,1, l"''I (/\gudelo, 2005; Pardo, 2001; Restrepo, 1998). Sin embargo, un enfo-
formas en las que el tiempo y el espacio están ligados en la conducción de la 'I"' · d11111 i11,111le e n las estructuras políticas como facilitadoras del ímpetu para la
vida social. Su elaboración teórica da un paso adelante en los debates sobre las · 11,,., ilL·o1,·i(1n cnrrc el riesgo de desviar el análisis de las estructuras locales de
relaciones entre tiempo y espacio que fueron representadas en forma geomé• . , "111111,·11 lt> 1'( ,1110 fncilitadoras de las p recondicion es básicas para la agencia del
trica en la geografía temporal (tíme-geography) de Hagerstrand (1973). Él desa- " ' ' ,1 111111•1 ,to social. Las ú ltimas son el objeto central de este libro.
rrolló un modelo que intenta registrar flujos y encuentros en el espacio social, 1 11 •;1 1111,1, la t<•oria de la estructuración se ocupa de promover una re-
con énfasis particular en la continuidad y conectividad de secuencias tempo• ' 11¡ ,,•1,1, 11111 d1•I sujl'lu, sin hundirse en el subjetivismo. La agencia humana,
rales que tienen lugar necesariamente en situaciones delimitadas en el tiem- · ..i1 ,..,1,., 1111l1•,10, lltl debe considerarse una n oción esen cializada, simplifica-
po y el espacio. El modelo asume que el espacio y el tiempo funcionan como ,¡,. •,lo·11q•n· ,1111l 11·011scit•11tL', como si ella misma n o estuv iera contagiada de
recursos para proyectos individuales, que se ven afectados por restriccimws. ,1, .,, ,,., 1 1t·11:;i111lt's i11t·onsr iL•ntL'S, En realidad, es una noción múltiple e in es-
Tales restricciones se expresan como posibles rutas, que flu yen a través dll 1,il d, ,·11 •,1 111i!;111,1 y ,1 nwnudo halla nrticulnci(m en exp resion es bastante
ciertas estaciones accesibles dentro de una estructura más amplia de do111i11io~ ,111il>1¡ •,11,1•, N11 111d.1s 1.ts 11r;il'!Íl'ilS dl' n•sist1•1K i,1, por L'innp lo, se dirigen nece-
que restringen la acción humana. Aunque se lo acusad<' confinar las int<•t-rt•• · i1;lt 1,11111·11!1 · 1·11 n,111r.1 dl' Lts 1•s1nll'll11\1s d <• ,,pn•si(lll, sino q 111• h1111bi(•n, muy
laciones espacio-tiempo c1 un fisicnlismo L'strido dL' inh•r,H'L'ionL•S rutini:t,,1dm1 J!l, 111111,11 111, 11111•d1•11 n ·l01·1.,11t 1~;, /\si, los< '1111 lr,1s ti(' N i, ·,11-.1¡•,11,1, po r ('jl•1n p lo,
PnlT<' ¡1ctort•s sodnl<·s, d<•11tro d,· 1111 11rnrco 1·1it1twidu d<• ilt)',ill'l's p11sihll·S y ru• il(ll•I ,1,l,1,. ¡1t >I' 11,•11.idos l l11idos, 1•1'1111 1111 111ovi111ii •111,, l'l',ll'l'illl1,1rill q111• l1ll'hú
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

estructuras presandinistas de dominación y explotación. Y logró su cometido , 111110 políticos y conflictivos. Por endé, debemos problematizar lo que entra-
de la manera más insospechada: mediante las elecciones presidenciales. Har- 11,11•11•spacio, cómo se produce y qué implicaciones plantea para las prácticas
tos de la guerra, los nicaragüenses votaron por que los sandinistas salieran 111 l, ill'S. El significado del giro espacial debe ir más allá del d espliegue us ua l
del poder, y al hacerlo abolieron indirectamente sus demandas de educación 1,l',11,11 de metáforas. El terreno que da origen a las metáforas esp aciales es
y servicios de salud gratuitos en el país. Obviamente, por tanto, no todas las 11111n más conflictivo y menos obvio. Todo conflicto se despliega en el esp a-
prácticas de resistencia deben acogerse con entusiasmo. Otro ejemplo de mo- 111 v l,1 acción del movimiento social, como confrontación con estructuras d e
vimiento de resistencia que tiende de manera efectiva a reforzar estructuras de l11111 11111ción o explotación, debe por consiguiente pensarse como u na política
dominación puede hallarse en la campaña antiabortista en los Estados Unidos. 111 1•~ pacio. Para conceptualizar tal política espacial, me sirv o del trabajo d e
Esta campaña pretende en realidad restringir los derechos de las mujeres sobre l I l1 •hv rl' (1991) sobre la producción del espacio.
sus propios cuerpos y para ello reifica la subordinación estructural de las mu-
jeres en un contexto de dominación patriarcal.
1IPbvre y la producción del espacio
En el mismo contexto, Radcliffe (1993) discute el caso de las Madres de
la Plaza de Mayo, en Argentina, quienes articularon una protesta visible en Hn s us "Reflexiones sobre la política del espacio", Lefebv re sostiene:
espacios públicos con demandas de información sobre el paradero de sus pa-
rientes desaparecidos por la dictadura militar argentina. Radcliffe sostiene que
El espacio no es un objeto científico ajeno a la ideología o la política; siempre ha sido
aunque, en efecto, las madres desafiaron la dictadura, también reforzaron las
político y estratégico. Si el espacio tiene un aura de neutralidad e indiferencia en re-
estructuras patriarcales de dominación masculina reificando su rol tradicional
lación con sus contenidos y de esta forma parece ser puramente formal, el epítome
como madres y esposas. Esta me parece una crítica peligrosamente rnatroniza-
de la abstracción racional, es precisamente porque ya ha sido ocupado y usado, y ya
dora, en cuanto tiende a imponer principios feministas occidentales desde el
ha sido el centro de procesos pasados cuyas huellas no son siempre evidentes en el
exterior, en un contexto con problemas políticos y culturales muy distintos l'
paisaje. El espacio ha sido moldeado y determinado a partir de elementos históricos y
inmediatos. También ignora de qué manera, como he explicado en el capítulo
naturales, pero esto ha sido un proceso político. El espacio es político e ideológico. Es
2, la misma experiencia de la acción colectiva puede animar a actores indivi-
un producto literalmente lleno de ideologías. ( 1976: 3 1)
duales a involucrarse en actos de resistencia en una etapa más avanzada. En
el curso de la participación en la acción colectiva, la conciencia sobre la identi-
dad se eleva invariablemente, no solo en relación con la situación del conflicto 1 11 q lll' l'Sta e laboración teórica sobre el espacio implica es que hay con -
específico, sino también en lo referente a un rango de aspectos relacionados. 111 111 1 d lHpu tas en el uso del espacio. Tales disputas son a m enudo articula-
Así, la experiencia de la acción colectiva misma genera el tipo de proceso dl1 l 1 ¡1111 ,novi mi t•ntos sociales en la arena política, econ ómica y de la sociedad
concientización que he discutido en el capítulo anterior. En el caso de las Mn• 1 11 1 1111u, lw mos trad o en el capítulo 2, la TMR y la PI han tratado de explicar
dres de la Plaza de Mayo, esto puede llevar, por ejemplo, a cuestionar las e8 1 111 ¡1,l 11il1•11lo, las ma nifestacion es y el éxito o fracaso de los movimientos so-
tructuras patriarcales en el futuro. Tal potencial d ebe tenerse presente siempn• l ,lt •,111 P111h.irgt), un a nális is explícitam ente espacial h a estado ausente en
que se in tente evaluar el resultado d e un mov imiento en té rminos de éxito o 1, lt 1111111 nolin • los mov irnicnlos socia les. ALJ nq ue se han hech o algunos in-
fracaso. 1 , il1 11 11t1111 t1hllrddl' d pmhlt•1;1,1 d t• lns pt•rs¡Wl'Iivos insensibles a la espaciali-
l'o r a mbig uas, di:-;cn•panl l'S y múllipll'S qrn• p111•di111 111•1, lod,1'-i ~•s l.111 l I I (1\ 11111•1, 1000; 1%• y l<t•ith, 11)1>7; l{o11 llt•d g, 1, l'J1l7; Sl.111•1~ 1998), esta crítica
1·1•111Hlt •1wi.i•i 111• d l•11pli1•¡•,,111 t•n t•I t'Hp,H'io y l'I li1•11q 111 /\ 111111\11' l,d ,il ii 111.11 io11 1 111 111 11t lt1 v.illdi1 iilly, l l11,1 11·1·11¡ 1il11t 11111 d1 • 1•111hlVtH r1o l>11• 11111 111ovi111i1•11 1ns
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacifico colon11>1111111

disciplinas y campos -en particular, la antropología, las ciencias políticas, la 1111kl icas "asumen sus significados en relaciones sociales específicas de clase,
sociología, la teoría feminista y los estudios culturales - ". La geografía es de 1,1·111•ro, comunidad, etnicidad o raza y son usadas u operadas en el curso de la
nuevo la gran ausente17 . 1, 111111 social" (Harvey, 1989: 223). Por un lado, entonces, afectan los procesos
Para enfrentar este vacío epistemológico, planteo que las elaboraciones d1• 1111•rcantilización y burocratización de la vida cotidiana, un fenómeno q u1'
teóricas de Lefebvre sobre la producción del espacio proporcionan un marco , 1il11tomático y constitutivo de la modernidad y que ha colonizado de m.i
útil en el cual insertar una sensibilidad espacial a las teorías de movimientos 111 1.i l'Íectiva un espacio concreto más antiguo, con sedimentaciones históriro1•1,
sociales o, en otras palabras, para espacializar la resistencia. Lo que del traba- 1 lt• 11rgumento fue planteado también por Habermas (1987), quien se rd it·
jo de Lefebvre ha atraído especialmente a los geógrafos es su constante inte- 11 1 11•:11os procesos como de colonización del mundo de la vida. De otra par"tl', 1,111
rés por_la vida diaria (le quotidien) y sus implicaciones para una política del 1111'.irgo, estas prácticas espaciales están íntimamente ligadas a las expt•ri1•11
espacio. Además, trata ampliamente problemas de representación y lo hace 11 1, dl' la vida cotidiana y a las memorias y residuos de formas de vida 111111,
de forma muy comprometida, lo cual ha llevado a Gregory a celebrar las "fi- 11dl¡•,11,1s y diferentes. Llevan, por tanto, un potencial para resistir la coloniz.i
guraciones, en ocasiones poéticas", de Lefebvre (1994: 358). A lo largo del tra- 11111d,• espacios concretos. Estas son explicaciones cruciales para mi estudio
bajo de Lefebvre relumbra su compromiso con las prácticas de resistencia, lo h 1.,, o sobre el Pacífico colombiano. Aunque los procesos de colonización d1•I
que, por supuesto, refleja sus propias experiencias de vida, ya en la Resisten- 1111111110 de la vida se han establecido allí también, el espacio concreto rn fü; n11
cia francesa contra la ocupación nazi, durante la segunda guerra mundial, o 111 1111 y con sedimentaciones históricas sobrevive, especialmente en las pnrl1•1,
bien en las agitaciones estudiantiles de 1968 (Harvey, 1991). Para Lefebvre 1111 1 11•111otas y menos accesibles d..e esta región, en la forma de p ráclic,,s l'lil
(1991), el modelo abstracto siempre necesita tener implicaciones prácticas 1111 d1••1 cotidianas, como los métodos tradicionales de curación, la lrt1d l, 11111
para lo cotidiano, y es así como debemos abordar y entender la tríada concep- 1 d , lm; ri tos funerarios. Precisamente, son estas prácticas espaciakH 1, ,.1 q111 1

tual o los tres momentos interconectados que él identifica en la producción del 111,111 los líderes del movimiento social y en las que fundam cnlnn 1-1 11 1n·oy1 1 1

espacio: 1) prácticas espaciales; 2) representaciones del espacio, y 3) espacio , ¡ 1111 rt irn, con Jo cual oponen resistencia a una mayor penetración d vl 1,q 11l. d
representacional. 1, 11111 t1 In región. De este modo, las prácticas espaciales pueden consltl,•1 ,11
, l 1 ¡w1·1-1oniíicación de "una asociación estrecha, dentro del espacio 1w1 1lhi
Discutiré en primer lugar los puntos 1 y 2, y a continuación haré un exa-
men de la lucha por la naturaleza como un ejemplo contemporáneo típico del
!,, 1•1111·1 · IH rea lidad diaria (la rutina) y la realidad urbana (las rulas y n 1d1•11
1111 1•11ln·luzan los lugares establecidos para el trabajo, la vida ' pri vad,,' y 1•1
funcionamiento de las representaciones del espacio. Este recuento se emiquece
¡1.111 l11 ii,•1110)" (Lefebvre, 1991: 38) 18. Y aquí, nuevamente, podemos sv111i1· \'
empíricamente con material de mi estudio de caso en el Pacífico colombiano.
1 , ll 1l1•111< 11le la mbién imaginar gráficamente estos caminos, cstacio1ws , do
1

Luego seguiré con una discusión del punto 3 sobre el espacio representacio-
.. 11111111, q1w s.iluran el espacio social, como lo concibió la geograffa lc111p,11•,d
nal. Por ende, acogeré también la recomendación del mismo Lefebvre cuando
1 l lil¡•,1·111lr,111d.
dice que esta tríada es un dispositivo abstracto y vacío que solo se conviertt'
en un marco explicativo cuando se emplea en situaciones concretas (Lefebvre, 1 1111n•¡1rt'.~1•11/wio11es riel espacio se refieren a los espacios concebidos, q1w •11·
1991: 40). 111 1111il1 11n,1 l<1gicn parliculnr y de saberes técnicos y racionail's. /\ludl'n ,d "1·•,
1

1 , 111111111 vpl11t1li:,,.,1do, l'I cspncio d t' los cil•ntlficos, planificndort'S, urb,111i11lnH,


En términos generales, las prácticns espncinles St' rdiNc'n ni modo como
las personas generan, usan y perciben el cspncio. M.'1s 1'H]l\'Vlfi,•i111H•111\', dichns

1 11 11\ 11 11111 "'•' , 11 t lllil .. 1U' I 11 111 ht 11111111111 111 llhl\ 111 (¡\ d1 ,H IH 1ilillt111 HI 111111''1 lt•11 1 lt
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

subdivisores tecnocráticos e ingenieros sociales" (Lefebvre, 1991: 38). Estos sa- ,111 i,d. En lugar de un espacio cerrado y homogéneo, el espacio abstracto es el
beres expertos representan los discursos científicos de la modernidad en salud, 1110 de la confrontación en el que se representan las contradicciones políticas:
educación, planeación familiar y otros, que invaden las esferas de la vida social
mediante la institucionalización (Habermas, 1987). Como lo planteó Foucault
Las contradicciones sociopolíticas se realizan en el espacio. Las contradicciones del es-
(1972), tales saberes expertos se derivan de una gama de métodos científicos, y
pacio hacen operativas de esta manera las contradicciones en las relaciones sociales. En
se aplican administrativamente en la regulación de todas las áreas de la vida.
otras palabras, las contradicciones espaciales expresan conflictos entre las fuerzas y los
Se enlazan a un aparato institucional de poder y representaciones dominantes
intereses sociopolíticos; solo en el espacio tales conflictos entran en juego en forma efec-
generadas por una lógica de visualización hegemónica. Se representan como
tiva, y al hacerlo se convierten en contradicciones del espacio. (Lefebvre, 1991: 365)
espacios legibles, por ejemplo, en la forma de mapas y estadísticas. Producen
visiones normalizadas y siempre están ligados a representaciones dominantes,
ya sea en estructuras estatales, en la economía o en la sociedad civil. Tal legibi- 1istas contradicciones darán lugar finalmente a un n u evo tipo de espacio,
lidad funciona como una reducción del espacio a una superficie transparente. 11111'•,¡lflcio diferencial, "porque, en cuanto el espacio abstracto tiende a la horno-
Por ende, crea una visión normalizada particular, que oscurece las luchas y am- ' 111•Hlnd, a la eliminación de las diferencias o las peculiaridades existentes, no
bigüedades existentes. 1111 •tl1• nacer (producirse) un nuevo espacio a menos que acentúe las diferen-
Lefebvre sostiene que en las sociedades "tradicionales" las prácticas es- 11 t (1.l'febvre, 1991: 52). Esto es precisamente lo que estamos viendo hoy en
paciales precedían las representaciones del espacio, mientras que en las so- 11 1 1111.i proliferación de espacios diferenciales como resultado de las contra-
ciedades (pos)industrializadas ocurre lo contrario; es decir, que antes de que 1h, il111('S inherentes en un espacio abstracto que busca homogeneizar y crear
experimentemos el espacio a través de nuestras prácticas espaciales, este ya ha 11111111·111 ida des. Las políticas identitarias que se movilizan alrededor de aspee-
sido representado para nosotros. La teleología temporal contenida en este argu- ' , 1111110 la etnicidad, el género, la sexualidad, el ecologismo y otros, han con-
mento me parece demasiado determinista, pues la relación entre las prácticas \ 111, 11111 .i una acentuación de las diferencias y peculiaridades que se articulan
espaciales y las representaciones del espacio es contingente y está sujeta a todo 11 111111 mi ríada de resistencias. De este modo, las contradicciones inherentes
tipo de confrontaciones y reapropiaciones por parte de la agencia humana, en 111 11,11 fo abstracto desembocan en la "búsqu eda de un contraespacio" (Lefe-
general, y de la agencia de los movimientos sociales, en particular. Sin embar• 1 , , 1qi¡ 1: 383), un espacio diferencial, que halla articu lación en las multiplici-
go, lo que cuenta aquí es la importancia cada vez mayor de las representaciones /,1,/, il1• n•sistencias como una política concreta del espacio. La multiplicidad
del espacio y la lógica de visualización subyacente. La creciente importancia dt• 111 lt1g,1r o dudas, una característica clave de la espacialidad, como 16 ha
la tecnología de la información y las nuevas formas de modelar en forma di- ¡ l 111lt•11d11 Masscy ("1999). La experiencia del Proceso de Comunidades Negras
námica la vida social, como por ejemplo en los sistemas de información geo- (1 ~) 1•11 <'olombia proporciona un amplio material empírico p ara ap oyar es-
gráfica (SIG), presentan otro salto hacia delante en estas formas hegemónicas dl' 11 1111111,11·io11t'S (aunque el análisis de todos estos aspectos esté fuera del al-
las representaciones del espacio. Así mismo, ejercen un efecto de abstracción y 1111, il,• t"lll' li bro). Los principios del PCN, como se esbozó en el capítulo 1,
descorporización crecientes del espacio, siempre respaldados po r las rc ivindi l 111 1111.i 11111%1 idl•,1 dl' lo que puede conllevar la búsq ued a d e un contraespa-
caciones científicas de una representació n verdadera. /\ llí, po r tan lo, apa rece un 111, 11 111 111·,11 111',L SI' opcnwn n un " modelo de socil•dad qu e requiere unifor-
espncío nbstmcto, en el que las "cosas, los ac'los y los s itunriont'Hson por s icmpn• 1111,I 111 (111 l11111ui¡i11•1wid.id dt'I vs p,H·io ,1bs l1'i1rto), y 1•11 11,gill' dP c,1 de mandan
11
reemplazados por rcprt•st•n1 ,1ciont'H (1,dd iv n•, 19() 1: '.' J 1). l•:flh' 1•Hp11do 11hs t nw 11 1111111111111 (111 ,11·t•11i11111 'iw1 d1• l., dii1•1·v11ri.1) y 1•1 tl1·11•1'1H1 ,, 1111 l1•t'1'ilorio y n un
lo l'H pn•cii;,111wnll' 1•1 1'Hj)1H'i11 111·11,1pilidl1m111 1'0 11tl'll'1H11.i11l'11 (C ,11•¡•,111y, J<)<),J 1 11 111 ¡1,11 ,1. 1•1 (l.1 lt1111q, 1t ·d,1d1 ' ll ll 1111,11·,11•1111,11 1111111 1li1l'll' 11 •11 lt, 11'1,il), HHIO ll 1
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Uhich Usle11dc1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Difiero un poco de Lefebvre, por cuanto no veo estos procesos como de- coordenadas o trazar cartografías de conceptos y prácticas para orientarse en el com-
terminados teleológicamente en forma lineal, como si en cierto punto un es- plejo campo de lo natural. (1999: 2)
pacio diferencial reemplazara por completo al espacio abstracto19• En lugar de
eso, ambos espacios deben considerarse como coexistentes lado a lado; por Este complejo campo de lo natural ha sido apropiado por diferentes acto-
momentos, en conflicto; en otros, en convivencia dialéctica. Para ilustrar este 1,"1, y han entrado a la arena política discursos cada vez más ecológicrzmente
argumento, discutiré ahora la lucha por la naturaleza, que ha sido identifica- "'"~' ie11tes. Las nociones de desarrollo sostenible y conservación de la biodi-
da por algunos como una de las áreas más importantes de las prácticas con- 1Plidad se han integrado a la acumulación de principios del desarrollo ca-
temporáneas de resistencia global (Haraway, 1991). He elegido presentar este 1dl1disla, incorporando un cambio sutil en las formas en las que se concibe y
ejemplo en este punto específico del libro porque: a) ilumina la compleja re- ,, ¡ih·nsa la naturaleza por estos días. Los discursos conservacionistas hacen
lación dialéctica entre las representaciones del espacio (dominantes) y la bús- , 111.i•.is no tanto ,en el valor inmediatamente extractivo de la naturaleza, sino
queda de un contraespacio, como lo delineó teóricamente Lefebvre, y b) de ,111\11 1>il'n en su potencial como reserva, que debe tocarse en forma inteligente,
muchas maneras, sirve de trasfondo a mi estudio de caso particular del movi- , 11111 1fin de garantizar su futura explotación sostenible. Esta tendencia puede
1

miento social de comunidades negras en el Pacífico colombiano. 111''ll'l'vnrse, por ejemplo, en los campos de la exploración genética por impor-
111!11••1 firmas farmacéuticas en las áreas de selva húmeda tropical. Las repre-
Representaciones del espacio: la lucha 1111,ll'iones dominantes del espacio han cambiado, así, su enfoque estratégico
por la naturaleza y el ajuste discursivo ti, 1.i 1i.1luraleza hacia la explotación sostenible (aunque al mismo tiempo se
lj\,1111·.1cticando la explotación insostenible), homogeneizado mientras que la
La salvación del medio ambiente está siendo el más brillante negocio de las mismas
11111 11 1il(•za es vista aún como el espacio abstracto del consumo.
empresas que lo aniquilan.
1k otro lado, las construcciones de la naturaleza de las comunidades lo-
Galeano (1998: 196) \
i1, ... 11'Vl'lan a menudo (si no siempre) una lógica cultural diferente. Las comu-
La lucha por la naturaleza y sus significados y apropiaciones ha adqui- ,111 I 1il1"I negras en el Pacífico colombiano, por ejemplo, han desarrollado una
rido una importancia central en la política cultural. Como señala Haraway la , 1111 pi, ·jt I rnnfiguración espacial y simbólica de su mundo y una relación men-
naturaleza es" quizá la arena más central de la esperanza, la opresión y la con- 1 d, 1111 i.11 t'ntorno natural en la que lo mítico penetra las relaciones sociales co-
frontación para los habitantes del planeta Tierra de nuestra época" (1991: 1). 11d1i11111>1 (Fricdemann y Arocha, 1986; Restrepo, 1996a). La naturaleza en estas
Ya no podemos considerar la naturaleza como un campo consensual de cono 111ll¡•¡1 m,doncs cotidianas altamente simbolizadas no es el espacio abstracto
cimiento común, sino verla como construida cultural y socialmente en escena- 1, 111111¡•,1 11H•izudo del consumo, sino el espacio diferencial vivido, pleno de sig-
rios históricos y geográficos específicos. A propósito afirma Escobar: 1,111, 1d11, ,ni los t' historia local. La naturaleza no es el espacio de la explotación
1, 11 "• 11•111rsos naturales, sino el hábitat material, en el que se vive. Los princi-
Tanto como las identidades, las naturalezas pueden considerarse hibridas y multifo1 1 11 • 111, 1111111wlnlivoi. de las prácticas productivas tradicionales (Arboleda, 1998;
mes, de carácter cambiante entre uno y otro lugar y de llílil a otra serie de prácticw, 111111 "i 1, 11!%) Pn l rnn vn conflicto con el impu lso capitalista hacia la explotación
De hecho, los individuos y las colectividades son 11np11J•.,1do•, hoy 1•11 clit1 " 111,11111• 1 111•1 11•, 11 rnrn1 n,llt11'+ 1ll•s, y sobre Lodo mientras más penetra este en los espa-
ner diferentes naturalc7as en tensión. Potl1it1 ·,1111,11•,1 1 1°.1.i•, 11.it111.ill'111•, •,1•fit'i11 v<1II11\ '" , 1, iilori dt• l.1s crn1 11111idUdl'H 1wgr,1s 1·un1l¡•sJ11. 1.os .1ctivistas del mov imiento

1" V, 1,111111• t11111ltl1 11111111 ,1!11111111111111•• ,1, , t ,11•1•,1111 •111111 1111,1 t, 11,!1 111 t 11, 1111l111•h 11 1•11 l11ltl111t11 l11 1 IH 111, '1f 1li 1 1" 111•1 11 q11t11,111, 1,, 111•11 111 1q 1, 1ttl111111 y I u••u 1H 11111 • 111 1n11 ita 111 1 lnv11l1 u 1P111 1 11 ¡ 11111 ti, 1Ht
1••1•111 l1tl do• 1,,1 ..1iv 11 • 11111111 t11111li1,l11 1•11 l11• 1111111I,,,, il, 11111¡,111 11 1111111 ,11l111 i1, ,1111111 INIIIII 111illil111111l1•a ol, ¡11111l111,!1111 l111t ,1liil1ol 11111,l111 , d, 1•1111 l1til•,1j,111¡1,11,1111i¡111 •"""1 11¡+ll11ll,,t,11,
1111\' lt,11111 (1 11111 l',I) ¡111, 1111,11 11,11 111 l111,¡•,l1111 olill',11llli11 ',11111111l,1111t,11h111111t1,h l11l1 111111+11 l,1•1•11,1ol11 1
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

social de comunidades negras se ven entonces obligados a mantener diferentes Las luchas ambientales en los años ochenta se desataron por una crecien-
naturalezas en tensión. Como cuenta Escobar a próposito del caso de una líder 1, 1,mciencia global de la acelerada destrucción de las selvas húmedas, y la con-
del PCN: 1111d11ación de los mares, los ríos y el aire, entre otros. Se sostenía que estas eran
, 111•stdtado de las contradicciones de los principios de acumulación capitalista
1 ,,11 lis, 1993; Shiva, 1989). Los discursos dominantes globales sobre la natura-
Esta activista creció en una comunidad ribereña y emigró a una de las grandes ciuda-
l, 11 llnn cambiado como resultado de ello, y ahora se acomodan a muchas de
des en la parte andina del país en busca de educación; ahora está de regreso orga-
l 1 1ll'l'Ocupaciones ambientales. En la actualidad constituyen una herramienta
nizándose para defender los paisajes culturales y biofísicos de su región (de hecho,
ll 11¡i11rtante en la forma en que el capitalismo realiza "su reproducción de abs-
un gran número de activistas son mujeres). Si damos un paso atrás y miramos lo que
1, 1, 111mes camufladas como naturaleza y espacio" (Fitzsimmons, 1997: 192). De
está haciendo, podemos decir que ella está manteniendo varios paisajes, varias na•
l11 1l u,, se ha camuflado la naturaleza y se la ha reinventado como medio ambien-
tu ralezas en tensión: en primer lugar, en su mente está el paisaje de bosque y ríos y
' 1111 lo cual se la inserta en una fuerte connotación moral o ética ambiental.
asentamientos de su niñez, poblado con todo tipo de seres, desde las bellas palme-
li Id Ít'1·0 a estos procesos con el término de ajuste discursivo (discursivefix, en
ras de coco y naidí hasta las visiones y los seres espirituales que pueblan el supra y el
1111,!1.,1). Con esta anotación sigo a Harvey (1982: 415) quien habla de un ajuste
inframundo. Si está en los comienzos de los veinte, tal vez creció también al lado del
¡111, 111/ (sprztial fix ), entendido como la capacidad del capitalismo para respon-
paisaje disciplinado de las plantaciones. Como activista, ha tomado conciencia del dis·
1, 1 ,1 111 crisis de la sobreacumulación de capital en la economía del espacio
curso sobre la biodiversidad y del hecho de que su región está en la mira de organi•
1 q 1,1l'idod de producción inactiva más mano de obra desempleada) y a las li-
zaciones internacionales, ONG ambientales del norte, corporaciones multinacionales y
11111,11 ln,ws y restricciones que impone el espacio al desarrollo del capitalismo21 •
el gobierno de su propio país, todos intentando acceder a los supuestamente ricos re
t l 1j1111lt• d iscursivo acompaña, prepara, acondiciona y funda el contexto para
cursos genéticos de la región. ( 1999: 5)
111,1 11111•vn fase de reestructuración capitalista. Prepara el terreno para nuevas
\ l 11 1,i.1111 il' pensar la naturaleza -en términos de medio ambiente- y genera
Aplicando los planteamientos de Lefebvre, estas diferentes construccio- 11! f1 11 it•11Los de preocupación universales, como se expresó, por ejemplo, en el
nes de la naturaleza entran en conflicto en el espacio y, por tanto, se convierten 11111 ,, 11 11• llrundtland de las Naciones Unidas en la noción de nuestro futuro co-
en una contradicción del espacio. Este conflicto es articulado por el PCN, que ·1•111 (l f1n'l•d, 1987; Visvanathan, 1991). Hoy en día es usual, por ejemplo, hablar
trata de coordinarlo en una búsqueda de un contraespacio como una política j , , ¡,,¡,. ,•rnlógicn., expresión que abarca todos los tipos de daños ambientales y
espacial concreta, que se expresa con mayor claridad en su principio que dt>- 11'' 1il 111 lsmo Liernpo, genera un sentimiento de inquietud en nosotros, e inclu-
manda su derecho al territorio y a un espacio para ser (véase capítulo 1). La lucha ' d1• ,11 1g11slia existencial.
por la naturaleza es en realidad uno de los principales escenarios de las bós-
1 1i1n1i lisis marxista ha explicado que las contradicciones inherentes al ca-
quedas de contraespacios en la actualidad, y las resistencias localizadas y los
l 11 di ,1111> dd)t'n buscarse en la relación con sus condiciones de producción: tra-
movimientos sociales que confrontan las representaciones dominantes de l.i
1 1j11 1••q1111'iu y nnlurnk za (1 larvey, 1982;Smith, 1990). Enestecontexto,el ajuste
naturaleza (y el espacio) van en aumento en cada rincón de este plane ta (Es
cobar y Álvarez, 1992).
, ,,11111, ,1111. 11 11111v••y 1•11 11nu form11l11ri611 1m11l1'1°i111· d,•1tlj ur,h• l'Hpdrial: "I lay dos facetas
11, ,t, 11111, •"'º 111 ••M 1·1111 d1· rn ¡ili,11 p11,·d,• 1•xpo1·111rH,' d1• 1111l11gM (l'i11dnd, n•r,ión, nación)
u ¡•,r,111 Pscalo y l,1 1•xplnl,11"ió11 d,· om 110 H<l!lh'llihl.·, rd11 1•111h,11¡\11, 11, 111• q111• Vl'I 111111•1pod1•1 1 11 1, 11,11,11111, 11h11 li1n,11 .11•111111d,•1111,111<•il1•1•\1111<•111,• d1· 11•!,1, li1111"1 ,·11p111'111h"l. 1-- -1 l.as rc-la-
d1· ronpl1h i()n y •1t•dt1n i(u, 'l\11 ' l'j1· h t1 ,•I , 1,plt1\\ , 111u,d1 l •u 1 lul 1111 l111 • 111 11111 rn P• d,i vld11 " 1111 • 11,-.1 , 11111 ti, h•Ji ¡1u11d1 •11 l111 Hl ,l, 1 n 11 1 v, 1l1 1t ln1ut1 tiP, 1u.-d lu 1d1•, 11111 !,l,114 h•, n,•lor,h Oi4 y ol'gnni..
11 uH l1 1111 wi" l•"•tu 1°1 tll \l\ 11 •111 11·1\t In p.l"lhd 1 ,l 1t 11111'1,n~•,11 ¡11 1111 , , di II l 1 11 111111 11•~1111 h,111•11 d1• 1, IH111d11tt 1111,,,, 11 •v1• li h l11 1wn 11l li 1 H II I 1111• 1t 1 l111 l111 111t11 1 11111 l11~ li 1g1111 1._ y 11 11 •1 111 11 l1v, ptnc 1·1 u i 1 i
, ·-.. l1u1 l111h1 h111 h1n1°1 ,,nt11 1 111 Hl11l11d \' 11 1 lt u ,il, 1111 1 111111 ·, 11 11\lh l 1u 111\ 111!111 , 11!11 11 11f1 111 rt111111 111'111i.1II 11h11 d,•, 11111111 111111111 1111•1l1 ·11l11l11•11l11 1· dl•11•li11 11111 d, 1111\"' ¡, 1111111111111,11md11 1•11 111
l11~li1111111'< 11111111 !11~1•1,\1 lli11• l1 111ll1l11111d"' liu11 11l,11·\ l11d11 11 111h11111,h,1 ,1 il11 1•1l,1"l111,·1 111 '"' 1,, " ' li·111t • .¡,, " ' il11d11~1, l,111 llt 11111 11 ' 1, 111!,1111111111 iillh' 111.i ... 1, "' l 1111111'1111 ,q i11,i1i.,1,1
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Uha h <hlünder
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

discursivo funciona como respuesta necesaria al acelerado deterioro d e la 1


1 ,I, • ri tmo se ve reflejado ahora en los debates sobre el desarrollo sosteni-
turaleza como condición de producción. Este deterioro físico de la natunill•
1111111servación de la biodiversidad que proporcionan el terreno discursivo
ha sido teorizado en términos del materialismo histórico como la segundn 1"1111
, 111l11ll'rvención y la reestructuración capitalista. Así como las concesiones
tradicción del capitalismo (O'Connor, 1988, 1989)22• El impulso expansionista d
¡111 "1l,1ciones de los trabajadores se usaron como instrumento para difun-
capitalismo hacia la naturaleza, para explotar sus vastos y en apariencia ilimita
1 11111II icto de clase (y evitar un mayor deterioro d e la fuerza de trabajo
dos recursos, ha generado el desgaste progresivo de ella como condición parn 1
",, 11111 1ición de producción), la actual reestructuración del capitalismo asu-
producción y ha alcanzado dimensiones que amenazan la reproducción misma
l 1 1, 11111,1 de concesión de ciertos" derechos" a la naturaleza, y va gradual-
del capitalismo. Las contradicciones internas de este sistema, por consiguicnt
,1. 111, l. 1explotación y la destrucción hacia el manejo y la conservación: "La
generan un cambio continuo en los paisajes geográficos, que deben adaptar
111t11 i1 primaria del capitalismo cambia de forma, de la ~umulaeión Y, el
a las necesidades del capitalismo y que, en el caso de la destrucción física dl' 1
111111•1110, alimentándose de un dominio externo, hacia unautomanejo y una
naturaleza, debe responder a la crisis autoimpuesta:
, 11111 Ion del sistema de la naturaleza capitalizada m~evamente cerrada sobre
111 111ii" (O'Connor, 1993: 8).
El capitalismo se afana continuamente, en consecuencia, por crear un paisaje so< 1t
1 11 11i>n r hace referencia en este contexto a dos lógicas de capital ecoló-
y físico a su imagen y como requisito para sus propias necesidades en un mom<•nl
1) /,11111ns modernas de explotación de la naturaleza, como la extracción
dado, solo para terminar socavando, alterando e incluso destruyendo dicho paisaw r1
t11111111di1 y a menudo insostenible de los recursos naturales; y 2) las formas
un momento posterior. Las contradicciones internas del capitalismo se expresan 111
1,,i/,•11111H tle capitalización
de la naturaleza, que conducen a una fase ecológica
diante la formación y reformación incansables de. los paisajes geográficos. Es a t",I
1 1po•1 v,1ción y desarrollo sostenible (1996: 48). Dicha (bio)lógica se expre-
ritmo que la geografía histórica del capitalismo debe danzar incesantemente. (l lm
1111 1 lil!'idnd en Colombia, por ejemplo, en el Proyecto Biopacífico, un pro-
vey, 1985b: 150)
1111 1 il1 • dosa rrollo para la conservación de la biodiversidad diseñado para
1 1, 1 , 1111, ha s id~ implementado por el Ministerio del Medio Ambiente, con
1111 l. 11 lt111 del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMMA) y el Progra-
22
La primera contradicción se refiere a la relación del capitalismo con el trabajo. La fuerz,1d1
trabajo es explotada en el proceso de la acumulación de plusvalía. La ganancia, en el rn111 1 rl1 l >t•11111Tollo de las Naciones Unidas (q EF-PNUD, 1993; Proyecto Biopa-
talismo, por tanto, aumenta proporcionalmente con la explotación de la fuerza de trnll11J11 ll , 1 11111H). Sq;ún el coordinador nacional, el proyecto está concebido como
Sin embargo, a medida que la fuerza de trabajo, como condición de producción, se detcri11111
también lo hace la plusvalía. Marx predijo una revolución de la clase obrera como result,11111 111 ,11• 1111i1 <'Slrntegin 1,ncíonal de biodiversidad que "considera la defensa de la
necesario. Sin embargo, como ha mostrado Harvey (1982), estos evidentes límites ni c11¡1//11/ 1 ltl,111 biológica y cultural [d el Pacífico] como un factor vital para el desa-
han sido abordados por la reestructuración capitalista en las formas de beneficios dados u 11 "'
trabajadores. Tales beneficios incluyen, por ejemplo, la creación de sindica tos para dcft,nd1•1 1 1111, 1l1• 111 1·t•gión" (Casas, 1993: 11). Se inscribe en la búsqueda de una nueva
los intereses y derechos de los trabajadores y la introducción de leyes relativas a la seg ul'id11d 11 1/, ,111 iil' i/1•.~urrollo para la región, que al mismo tiempo fortalece la opción
social, las pensiones, los servicios de salud, entre otros. Harvey ha planteado que lanlo ,,1
capital como la fuerza de trabajo pueden beneficiarse de tal reestructuración del capit,,I, 1•11 l 111111111 ¡•,t•opo lílico d e Colombia como una "biopotencia en el concierto de
lo que llama una alianza con base territorial: "El capital de producción que no puede mov,,,,.1,
11 1111 l11111•H i11lt'rn,icionalcs" ('1993: 10). Estas son afirm aciones ambiciosas,
con facilidad puede apoyar la alianza y verse tentado a comprar la paz y las hnbilid11d1•11 d1•
la fuerza de trabajo local mediante compromisos sobre los salmioH y l,tHrondicion(•H l11h,11·,ll1•• 1 , • ,111 1•111 l>i1rgo, lo qut' l'Xpresa n t'S unn t'Vitknlt' tendencia discursiva ha-
-obteniendo, por ende, los beneficios de la coopcnwión d,· 1111, 1,·,,1>11j11dor1•H y 111m ,·,·1•1·il'11l1•
demanda efectiva de bienes salariales en los nwmido~ lornl1•11 C :, 11111,., d,• ol>11•1·0Hq111•, 1111• 1 111i.1 l,1'11' 1•1•o lngi1\ 1 d1• crn1H<'rv,wi(l11 n•11 lrild.1 1•11 l.1 hiodivc-rs idad. Al mis-
diante In lucha o nccidl'nles hiHlóricos, hnn logr11d11, 11•111•1,1111, ti,•¡1,11 ll1•¡•,111•1 tl1•11ll'II d,· 1111111111 l 1 11111q1n, 1<1 11 lor111i1s 111od1•r11,1s d1• 1·i1 pll.il í,ri1t ·in11 d1 • lit 1111 l11rni1'zu, con-10 la
d(• l'xplotnl'i611 pu1'lil-11 1nmhi011 ,,llnrn,• ,, 111 ,·111r,1,, ti,• 1,, 11111111 ,, \,l,•1111\•, •I 1111, ,1111¡111111111111
locol 1•1111'1' l'I 1'11pit,1I y ,·1 t1•,1h11Jo ,,,. 11til ¡1111·,, 1,, '" 11111111.11 t,,11 i.,, .ti 111111111 ,,,. 1,, l,111¡•,111•lll11 1•11 1, 111 11111 111111'1•1·,•1·,, i1 ¡;r,1111"11'11111 I' 111 1111111•1·111 d1• 11111 d1• ,il11 vit111 11 •:,111do 111,1-
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1111·1 1il, ll ,rlo,1!11)il1•11l1111l1 11111,11lh11l11¡•11ll111l11 11111 1 1'1 1' 1'11)


(11111111l11111ld,11111
lil111h ()•,lt•11dt'I Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Este cambio discursivo en las representaciones dominantes del espacio 111 ~ 11nportantes de su naturaleza. Los imaginarios locales entonces represen-
debe entenderse entonces como una estrategia del capitalismo tardío para sal- 1111 1111 1ipo de espacio diferente de las intervenciones discursivas dominantes
var su condición de producción de la naturaleza y, por ende, salvarse a sf 1'" 11•prcsentaciones del espacio. Estos conocimientos del espacio se derivan
mismo. Este hecho ha sido reconocido por Lefebvre a comienzos de los años 1, ,, ¡i1•1·iencias personales directas, individuales y colectivas. Para Lefebvre
setenta, mucho antes de que se pusiera de moda la conceptualización medio- 111•!11111yen el espacio representacionat el tercer momento en la producción del
ambiental en términos posmodernos: ¡1,11 111.

Durante los sesenta, el entorno natural era un tipo de espacio poético y simbólico.
[ ... ] Hoy en día se sabe que el entorno natural también se crea, moldea y trans
1 ,pi1c io representacional y la búsqueda
1 • 1m contraespacio
forma, que es en gran medida producto de las actividades del hombre [sic], que el
rostro de la tierra (en otras palabras, el paisaje) es un producto humano. El entorno l 1,11·,1 Lefebvre, el espacio representacional consiste en espacios vividos di-
natural sigue siendo considerado por algunos planeadores como un concepto de M 111111 •11ll', que se producen y se modifican a lo largo del tiempo. Represen-
cil comprensión y como un problema técnico. Debe conquistarse y dominarse. En lo l 111 1111 11 l1,s menos formales y más locales de conocimiento, y son las dinámicas
medida en que es conquistado y dominado, desaparece. Ahora, de pronto, se toma 111rl 111l11",1s y saturadas de significado) que las personas mismas han creado a
conciencia de que en el proceso de ser dominado, el entorno natural fue desolado l 111:11 1lt •I tiempo. Estas construcciones están enraizadas en la experiencia y
y amenazado con la destrucción. La destrucción del entorno natural a su vez ami,. 11 lll11v1•11 un repertorio de articulaciones que se caracteriza por su flexibili-
nazó el entorno humano que, aun siendo la causa de la destrucción, aún dependlo l 11 11 1" 11·11 pacidad de adaptación, sin caer en lo arbitrario: "Los espacios re-
del entorno natural para su supervivencia. De esta situación surgió la necesidad dt , 1111 ,11 lonn les [... ] no necesitan obedecer reglas de consistencia o cohesión.
una estrategia para salvar el entorno natural. De este modo, el entorno natural ~• l 11 111111•:-1 de elementos imaginarios y simbólicos, tienen su fuente en la his-
convierte en un problema político. (Lefebvre, 1976: 32; énfasis agregado) \ ' l 1 1•11 l,1 historia de un pueblo, así como en la historia de cada individuo
lli 111 •111•11l l' a ese pueblo-" (Lefebvre, 1991: 41).
Esta necesidad de una estrategia ha sido abordada mediante un despl,1 1 ttl11•1 1•spacios hallan su articulación en la vida cotidiana, donde en-
zamiento hacia formas conservacionistas de capitalización de la naturak z11 1
111 111 ,d 111h11lismos complejos. No son homogéneos ni autónomos. Están
que han venido acompañadas por el ajuste discursivo y que han producido, ,1111 111d11s constantemente en una relación d ialéctica compleja con repre-
en efecto, la transformación discursiva de la naturaleza en medio ambiente. I\Ml.1 11111111111", do minantes del espacio, que intervienen, penetran e intentan
mismo ajuste discursivo es, por ende, una estrategia en la continua dom i1111 l 111 ,1 1 1•1 111u11do d e la vida del espacio representacional. Este es, por con-
ción de las representaciones del espacio. En nuestros idiomas abundan hoy 111• 111, 1111• l.i111hi('n el espacio dominado que la imaginación busca cambiar. Es
referencias al medio ambiente, una terminología que, debido a su aplicadn11 1 t 1 •,11¡,•to di' domi nació n y fuente de resistencia. Como han planteado de
amplia, y en la mayoría de los casos poco crítica, a menudo ha perdido sig11I 111 1 111111 vl11c1•11l1' Shar p C'l ál. (2000), la dominación no puede existir des-
ficado. Es desconcertante, por ejemplo, darnos cuenta de lo poco que si~11i/11 ,, l 11lt• l.1 11 d11l1'nci,1, i'11 lnnto que la resistencia necesita de la dominación
11

este término para los habitantes de á reas lknas de nwdio nmbit'nlc, l'H d1•1 Ir , 1111,1 l11l1 •1'.i1·l'io11 sig11ifk.i liva. Por consigu iente, las mismas prácticas y
en áreas consideradas con frecuencia como pos1'1'dor,1s d1' .iilm; nivl'lt·s di' l,111 1 11 d, , l,11t"•Í•,l1 •1wio1 y l,1do mi 11,ll'io11 1,1• 1•111 rnm,1 11 1'nlrl' sf: "La resistencia
diversid ad o con un ccosiHh'm,1 fr.i g il. 1\111•1l',w1fin1 c11l111nhi.1110, por t'l1•111pl11 ¡ 11, 1• 1¡i111 l1 •1'1 111 n•q 11 h• n•, 111 lil11·l'.i v r,1•111•1·,11'11•1·111•1d1• pod!'r, 1,11110 como
l'I 11•1·ml111111wdi11 ,11nlih·11l1' •1111.11111•1111• i1pi111 11• 1•11 In•; d1111111 •11111 11lh 1,111•11 q111• 11'1
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11111 ¡111lil111111111••1 li11 1d1°, li1d1l.111 il1• 111•1 111111111•11, 1111•~, d1111 d1• l11 111111 11111•11,111111 1 \ 1J
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
llh1ril ü~lu11dc1

l11!1•11rns. Aunque no abordo empíricamente estos temas en este libro, mi in-


El concepto de poder no puede relegarse simplemente a las prácticas y los
' •ti 1¡;ación ha mostrado que estas consideraciones pueden explicar en parte
discursos de dominación, aunque esta parezca ser su aplicación más común23• El
1,' • 111omentos de fragmentación que se han presentado dentro del movimien-
concepto de Foucault (1979) de microfísica del poder nos ha ayudado a enten-
11, t1111'inl de comunidades negras en Colombia.
derlo como "una relación social expandida por todos los espacios" (García Can-
clini, citado en Álvarez et ál., 1998: 11). Por consiguiente, el poder existe también 1is evidente que los tres momentos en la producción del espacio (prácticas
en la resistencia, en lo que se ha denominado poder resistente: ¡i,11 i1lics, representaciones del espacio y espacio representacional) deben con-
¡, 1, •1,11·sr interconectados y, de hecho, interdependientes. Existe una relación
11 d1•1 lica en la tríada de lo percibido, lo concebido y lo vivido. Las implicacio-
[...) ese poder que intenta establecer situaciones, agrupaciones y acciones que resis-
'" 11,11·,1 la investigación empírica son evidentes. No podemos tratar estos mo-
ten las imposiciones del poder dominante. Puede involucrar momentos muy peque-
111 1111111 independientemente uno de otro, conducta de la que Lefebvre acusa a
ños, sutiles y, como podrían decir algunos, triviales [...) pero también puede involucrar
1111, 11, 1Hcien.tíficos sociales: "Etnólogos, antropólogos y psicoanalistas son es-
momentos más desarrollados cuando el descontento se traduce en una forma de or
l!11 1111111,·s de los espacios representacionales, sean o no conscientes de ello, pero
ganización social que coordina activamente personas, materiales y prácticas en busca
1 1•,l1•1npre olvidan ponerlos al lado de las representaciones del espacio que
de metas de transformación específicas. (Sharp et ál., 2000: 3)
" l•,!1•11, concuerdan e interfieren con ellos" (1991: 41). El llamado de Escobar
11 '' 11) 11i1ria Lm.a antropología de la modernidad parece resolver este desequilibrio,
El poder resistente, como concepto positivo y constructivo, entonces, 1 11 111,111lo propone investigar algunas de las intersecciones que Lefebvre ex-
no solo "se niega a reconocer el poder [dominante]" (Lefebvre, 1991: 10), sino 1 11 •,1•11 •,u lríada espacial. Aplicando dicho concepto de una antropología de la
que también se expresa a sí mismo en la búsqueda ya mencionada de un con• 111" 1,•11 1I, 111d al Pacífico colombiano, Escobar y Pedrosa escriben:
traespacio - visto como construcción activa de imaginarios alternativos u
las representaciones dominantes - y, por ende, confronta la colonización dl'l \
Desde ella, nos interesa analizar los mecanismos concretos por medio de los cua-
mundo de la vida de forma constructiva.
les se busca integrar la región del Pacífico a la modernidad del país. Así, procuramos
Sin embargo, debe tenerse cuidado de no crear una visión romántica dl•
una etnografía de las prácticas de aquellos actores sociales que representan la avan-
las prácticas y movimientos de la resistencia. Como he señalado, algunas n• 1r1da de la modernidad en el litoral: planificadores del desarrollo, capitalistas, biólogos
sistencias pueden ser profundamente reaccionarias. Más aún, no solo existe 111 y ccólogos, expertos de todo tipo y, finalmente, activistas de los movimientos sociales,
resistencia en la dominación, sino también la dominación en la resistencia, poi como agentes de posibles modernidades alternativas. (1996: 10)
cuanto ciertas prácticas de dominación pueden replicarse en las resistencia11,
tales como actos de marginación o la imposición del exilio. Existen implicacil,
nes importan tes para la investigación sobre los movimientos sociales asot'i,1 1 11°1p,wio rt'p rcscntacional y la vida cotidiana están, por supuesto, im-

das con tal entendimiento del poder, pues debemos examinar las formas con u, ol 1,11111d1•11lrn dt• la rcl@ción dialéctica más amplia entre el espacio y el ca-
el poder se difunde dentro de un movimiento de resistencia, y qué patrom'H d1• l 1ll1il,¡11 1 h· 1111 Indo, h:i o/?slnc11/iznció11 riel espacio geográfico (Harvey, 1982)
dominación surgen dentro de sus estructusas, actividades y relaciones 80ci,1h•11 , 111 ,, 1111,1 li,1rrvra " l.1 acumu lació n del capital, que este trata de supe-
' 111 11 !1•11111li1¡•,ft1 y con 1111 rungo dt' ,1juHl('H l'Sp,wi11les (y, ahora también,
1 111 1\ 11•1) 1h• ntro lt1d o, 1•11•11p11r io d1•lw co11•,ld1•1·,1r•11• ro mo l'i recurso o r-
" H~lo ••~ pn·,·l11,111w111,, lu q111' ',11111 ¡1 ,,1,11 (2111111) 111111!11111,111, 1111 ,11111111••1•111 ,1,, ,,,,1111111r1r/,,. ¡/ 111 i, 11111111 \' lt1 l111 •r;¡,1 d1 • ¡1rnd1111 h111 d1·I I t1pl1,dl,111111 ('11111111, !91l0). M(1s rt'-
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11
l 1h11 /¡ ( )•,ll'll< IPI Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

las tecnologías de la in.formación y la comunicación, se ha conceptualizado t , 1 ¡,l,1110 práctico estas nuevas relaciones están lejos d e implem entarse
como compresión de tiempo-espacio (Harvey, 1989). Estos procesos han revolu• 111 11,d1igüedades. Los repensamientos de las relaciones históricas se nutren
cionado las cualidades objetivas del espacio y el tiempo y, por tanto, también 1 111111 memoria resistente que evoca sucesos del pasado para transformar
nuestras visiones y las formas como percibimos, sentimos y representamos el l 1111•111•11tc . Seguramente no soy el único que ve los fan tasmas de Emiliano
mundo. El término compresión implica aquí la dimensión experiencia! espc• ,¡, 11.i v l'ancho Villa de la Revolución mexican a de 1910, por ejemplo, sur-
cífica que hace que pareciera como si el mundo estuviera colapsando sobre ' 11d11 1•11 los nuevos experimentos de resistencia liderados por los zapatis-
nosotros, como resultado de una aceleración sin precedentes del ritmo de la t 11 tvl(•xico:

vida. La vida cotidiana se ve afectada por estos procesos, ya que es un domi


nio cotúinado, constreñido y colonizado en diferentes grados por el espacio
Los fantasmas de todas las revoluciones que han sido estranguladas o traicionadas a
de la comodidad y el territorio del Estado. Por consiguiente, es en sí mismo
lo largo de la torturada historia latinoamericana surgen en los nuevos experimentos,
un producto de la modernidad. En qué medida lo cotidiano está confinado
como si el presente hubiera sido predicho y concebido por las contradicciones del pa-
en estos procesos depende en parte de las relaciones culturales, económicn1
sado. La historia es un profeta que mira hacia atrás: porque de lo que fue y contra lo
Y sociales propias del lugar, es un problema al que me referiré más adelanll'
que fue, anuncia lo que será. [ ...] Todo recuerdo es subversivo [...] y en la historia del
por mi interés en una perspectiva de lugar en la investigación sobre los mo
género humano cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano,
v imientos sociales. Por el momento, es importante hacer étúasis en la miria
en un acto de creación. (Galeano, 1997: 8, 285; énfasis agregado)
da de huellas y memorias del mundo de la vida (el espacio representacional)
que se ven intocadas por la enajenación de la modernidad (las representado
nes del espacio) y que sirven de sustento a los múltiples imaginarios de la l"l' l 111 •1 'iHu mente debido a que el recuerdo es subversivo, muchos m ovimien-
sistencia (la búsqueda de un contraespacio). , 11 l,d1•H i,c fundan en las memorias colectivas para enmarcar sus luchas
En estos contextos, la memoria funciona como un sitio de resistencia11, 11, 111 11 1·ir sus imaginarios en la búsqueda de un contraesp acio alternati-
por cuanto el proceso de recordar "transforma la historia de un juicio d el pu ' 1111 111•n1cncia, como en el caso de las comunidades n egras del Pacífico
sado en nombre de una verdad presente en una contramemoria que combah• 1 ,11il 11111111, l'Slas m emorias colectiv as se almacenan en la tradición oral. En
nuestras actuales maneras de verdad y justicia, ayudándonos a compren q •ti I tl11 !, desentrañ o las memorias colectivas y el sentido de lugar entre
der y cambiar el presente al ponerlo en una nueva relación con el pasado" 1"11111 111d o1dl'S negras accediendo a la tradición oral de los habitantes. Esta
(Arac, 1986). En la práctica, estas nuevas relaciones con el pasado se artlnr 1 111111111 111 1 que retroalimenta al movim iento social mismo, contribuye a la
lan en Latinoamérica, por ejemplo, por los movimientos indígenas y n egrni,, '""'º 1111111111 histor ia local, que hasta entonces solo h a sido n arrada en la tra-
que desafían los discursos oficiales de nacionalidad y ciudadanía con s us 11 •
11 '"" ,,,,ti 1 ,.i his to ri a local, con tod as sus huellas y m em orias de desaparición
pensamientos de la relación histórica entre los lugares, las comun id ades y l.i1t 1 l 1 1111111.iHdl' vida tradicion ales, pued e entonces m ovilizarse en la recons-
naciones (Radcliffe y Westwood, 1996). En Colombia, estas nuevas rc lndn ' • 11111111 llv11 (i¡• un espacio diferencial. Y la historia local, m ás que un ensam-
nes con el pasado han hallado expresión en la nueva Constituc ió n qut• pn, 1 ,¡, il, 1 \1•11trn1 im porlan lcsorde nadoscronológicamente,estáimpregnadade
1

clama la nación colombiana como m ulticultura l y plurirtn ira, a un n 1,11ui11 ,1111o i1il11, 1.imhnlis mos, milos, risa y lla nto. La h is toria local qu e se m oviliza
1111111• 111•1 ,1111v i111i¡•11loH sod ak•s CUl'nt a lo historin dt'i lugar h istórico y, por
1 1, 111 111•,111 111in1110 m· 1111ivi li:1.1 y s11 ln111sl11 rn1111•111111 inH lru mcnto político.
10
l .i nnri6n d1• Fo11r11111i (19Hll) d,• 1ill10<1, d ,• 1, ..,¡,.1,,,1, 1,, ,1,,1.,, ,•111,,,1<1,,.,,., ,1111111 1111,i ,..,,i,, d,• lu
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11h111i t 1,1, 11d,·1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
- --

1.i ,l¡.',l'ncia d e los movimientos sociales y de sus articulaciones particulares? 11d11 ',llbjetivo de entendimiento empático. Entrikin se basa aquí en enfoques
( '01110 señala Merrifield: "La práctica social está ligada al lugar, la organi- 1 11111111•nológicos anteriores del lugar, "inclusivos tanto de la objetividad del
zación política demanda una organización del lugar. [ ... ] De igual modo, 11 q ,,1 rn1110 de la subjetividad de la experiencia" (Ley, 1977: 509). Al respecto,
el lugar es más que únicamente la vida cotidiana vivida. Es el momento en 111111 li.i trazado una perspectiva experiencial de lugar:
que lo concebido, lo percibido y lo vivido adquieren una cierta coherencia
estructurada" (1993: 525). Así, el lugar contextualiza la tríada conceptual de
El lugar es un centro de significado construido por la experiencia. Se conoce no solo
Lefebvre (lo concebido, lo percibido y lo vivido). Una perspectiva de lugar
a través de los ojos y la mente, sino también a través de los modos más pasivos y di-
en· los movimientos sociales (como creadores de contraespacios) no es, por
rectos de la experiencia, que se resisten a la objetivación. Conocer completamente un
tanto, solo una aproximación necesaria en el plano empírico, sino que debe
lugar implica entenderlo en forma abstracta y conocerlo como una persona conoce a
ser abordada también conceptua lmente en las teorías sobre movimientos
otra. En un plano teórico elevado, los lugares son puntos en un sistema espacial. En el
sociales.
extremo opuesto, son fuertes sentimientos viscerales. (1975: 152)

Una perspectiva de lugar sobre


¡\ 111 l'merge entonces la complejidad del concepto, por cuanto acentúa
los movimientos sociales
11!11 •1,11·\'iones entre los aspectos muy materiales de la ubicación física y las
El concepto de lugar ha sido evocado en diferentes formas. Algunos su 1 1111 11•11t 1111 •s experienciales de un entendimiento subjetivo que se deriva de la
concentran principalmente en las cualidades materiales y territoriales del Ju 1 l 1111 1111 lugar: "Los lugares entonces se c~nstruyen y experimentan como
gar, como se refleja, por ejemplo, en ciertas líneas de la geografía económl 1 1 11 111• 1•1·ológicos materiales y como redes intrincadas de relaciones socia-
ca que intentan teorizar el lugar como manifestación de cierta especificidad li 11do l'I foco del imaginario, de creencias, deseos y actividad discursi-

dentro de un contexto de procesos generales (Massey y Allen, 1984). Otros Sl' 1 1q•,o1tlo1s de significados simbólicos y representacionales. Son también los
han centrado en los significados y las relaciones internas, según se expresa l'll 1111111•, 1h·I poder político-económico y social institucionalizado" (Sharp et
la noción de sentido de lugar, un concepto clave en los años setenta en la gro 'I II ll) 11 1),

grafía humanista que distinguía su p erspectiva de la de los geógrafos positi 1 ,lo1 1t1ll'rsccción nos devuelve a la discusión anterior sobre los entrama-
vistas, cuando proponía investigar los microepisodios de la vida cotidia nt1 y ,li 11111tl,•r, vn la medida en que el lugar es el locus donde tales entramados
su inserción en contextos específicos (Ley y Samuels, 1978; Tuan, 1976). Ya lw I'" 0•11t,111 dt' manera física y donde se manifiestan las representaciones
mencionado el impacto del lugar en la teoría de la estructuración, por cuanto 11111 "" 111 ", dl'I 1•spacio. La asociación de ciertos lugares con características es-
el lugar se constituye por las prácticas sociales y es constitutivo de estas 111i11 • ,1 q ,1i ,1,, producidas en representaciones del espacio dominantes ha dado
mas prácticas. En relación con el uso, algunas veces confuso, de los concepl11N , 11, 11 1 o1li1H>,11nérica a lo que Radcliffe y Westwood (1996) llaman geogra-

de lugar y localidad en Giddens (1979), Pred explica: "El lugar no es solo lo q111• ' 11 11tl1 11,/11~, dl'l1ido a que, por ejemplo, a las regiones andinas de Ecuador
se observa fugazmente en el paisaje, w1a localidad o escenario para la al'li vi 11111 li.ilil1,1tlo1s pri11cip,1l111cnle por com unidades indígenas, se las equipara
dad y la interacción social. También es lo que tiene lup;ar inet'snn ll'n1l'11ll', 111 , , 1 11io1•"1 t h• 111.i111•r,1 r,; imil.ir, en Colo111hi,1, ,1 la n.•gión del Pacifico, habita-
que conb·ibuye a la historia en un conlcxlo es¡wcííico 11wdi,111l1' l,1 ne,wiu11 \ ! 11111 I¡ 1,il1111•11 tl' ¡1t1r pohl.11·itllll'S 111')\l'llS, :H' l.1ig11,1l,1 1·011 l'i atraso y la pobre-
la utilización d t• un escena rio ffsiro" (1984: :?79). " 11 1,•¡111"11•11t,H io111••, do1llii1,11111•1-, d,•I 1", ¡1,111n (W,1tl1•, 11)9'.'\).
l(11trii,.i11 (199 1) ll,1 n•,-.llc,1do l.1 11.1ll11'11l1•1.i tl1• hl'1i1¡•,1.i tl1 •I 111¡•,1 11' (/11'/1/11'1'11 1 1111 1•l 1111 il1 • il1"11•111n,1r,111,1 r 1•11111111 •¡1111 d1 • 1111•,,11 1•11 1111 pl,11H1 l1•oricn,
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

tanto objetivas como subjetivas del lugar. Esta aparente disección del lugar 1111·111 ionado ciertos aspectos de la ubicación del Pacífico colombiano que in-
solo se presenta aquí en un plano teórico. En la práctica, estos diferentes ele- 1d1•11 1'11 los modos como la región se ha visto inscrita por representaciones
mentos están en continua interacción y se redefinen mutuamente en el proce- 1 l , ..1pacio en los discursos sobre la biodiversidad, por ejemplo, así como en
so. El lugar es, entonces, un concepto dinámico en sí mismo, es cualquier cosa , 1 111•1 llo de que el capital externo explota los recursos naturales en la región
menos estático. Aún más, está en un proceso constante del devenir (becoming) 1 1111I11 vías modernas y posmodernas de capitalización de la naturaleza. Exa-
y es el punto dinámico del conflicto y la resolución. El lugar no puede, por 1, 1t 11ill'11 l'Stos aspectos más detenidamente en el capítulo 6, incluyendo la ubi-
tanto, ser nunca un lugar muerto. Ni tampoco un no-lugar, concepto oximoró- 11 11 111 1fs ico-geográfica de la región y las características del área.
nico propuesto desde algún umbral ontológico anochecido (Augé, 1995). l ,,1 noción de sentido de lugar, el tercer elemento constitutivo del concep-
El concepto de lugar de Agnew está conformado por tres elementos: 1 ol1• l11ga 1~ trata de expresar las orientaciones subjetivas que se derivan de
1) ubicación, 2) localidad y 3) sentido de lugar. En términos generales, la loca- 1 11 1•11 un lugar específico. Individuos y comunidades desarrollan fuertes
lidad se refiere a los escenarios formales e informales en los que se constituyen 1• ¡,1111.i los lugares a través de la experiencia, la memoria y la intención. Las
las interacciones y relaciones sociales cotidianas. El término fue propuesto 1 1, 1 1111,iciones fenomenológicas al lugar han hecho énfasis en "la naturaleza
originalmente por Giddens (1979) en su desarrollo de la teoría de la estruc- 11 d11¡•,ic t1 de la relación de las personas con el lugar" (Buttimer, 1976: 284) o
turación. No solo denota los escenarios físicos en los que se da la interacción, ,11, 1•1 11111,/os poéticos de construcción de la naturaleza, el lugar y el tiempo (Ba-
sino que también implica que dichos escenarios y contextos se fundamentan le, 111 d, 1IJ58). Las poéticas del lugar son realmente importantes en los proce-
activamente en los procesos de interacción, y que esto sucede en forma rutina- ' 11· 11111:-;trucción de la identidad entre las comunidades negras del Pacífico
ria a medida que los actores sociales se ocupan de sus interacciones y comu• 11111ti 1i,1110. Como demostraré en el capítulo. 5, estas identidades poéticas se
nicaciones cotidianas. Ciertas localidades pueden entonces identificarse como · 1111111"11,111 e n la tradición oral y están estrechamente relacionadas con per-
escenarios físicos relacionados con las interacciones normales que compon('n i , 1111u"1 loca les del espacio acuático (véase también Oslender, 2003). El sen-
las colectividades como sistemas sociales (Giddens, 1981: 39). Por ejemplo, \ 1 1 , d1• li1g.ir crea de este modo un sentido de pertenencia hacia un lugar
como mostraré en los capítulos 5 y 6, la localidad para las comunidades 1w 1, , 1111 ll, lo cual suele acentuarse cuando se deja atrás este lugar, por ejem-
gras en el Pacífico colombiano puede conceptualizarse en términos del espa 1 1 1 , 1111 11 > n •su I tado de migraciones. La migración juega un papel importante
cio acuático. Este es precisamente el escenario físico dentro del cual se dan lu11 1 11 11111111,n•ndcr el Pacífico colombiano, que ha sido descrito como una sacie-
interacciones sociales cotidianas y que se basa en la articulación específica d1• / 1/1 111/:,;n111/1's (Taussig, 1979: 131). También explica, en parte, la fundación
estas interacciones. El espacio acuático, en especial, y la localidad, en gencr,11, 11 l 1 1l11d,Hl1'H más g randes del interior del país de asociaciones de personas
proporcionan los terrenos de los que emergen los movimientos sociales, (1111' l 1•11111•1 11•11 dt' las mismas zonas en la región del Pacífico. En estas colonias,
la agencia de los movimientos moviliza. 1111¡•11111111•:-; 110 solo recrean las formas de vida cultural de su lugar de ori-
La ubicación puede definirse como el área geográfica que abarca la loc,111 11 11111 h1 q11\' dan lugar a formas culturales urbano-rurales híbridas, sino
dad afectada por procesos económicos y políticos que operan a mayor escnli, • 111111 111 ·11 viV(' l1 L'll contacto constante con su lugar de origen, por ejemplo,
De este modo, acentúa el impacto de un orden macro e n un lugar y las frn l111111 • 1 1,·11vío tk dinero a sus fami lias en el Pacífico. El sentido de lugar
1

mas como ciertos lugares se ven inscritos, afectados y s ujetos a accionami1•11 , 11•11 1111i1 f1wrl1• orie11tnci(ln subjeti va al concepto d e lugar. Para revelar

tos más amplios de las estructuras económicas y po líticns, qtw nonn,1lnw11t1• t¡ 1111 11i1il11'I vividoi-1dt•I S('nlido de lug111~ t-W 11f,.1 ron frecuencia el método
se ori ginan fuera cll'l án' a rnis m,1 . l .a ncwi6n d,• 1d1ico1r ior1 dl'iw 1•nl1'nd1•1w 11 111¡1111111 d1 1HUI (C:, •,·1·1y, 1<>7:1). lil 1•1il nq111• 1111'1PdPlo¡>,iro ('S inl1' rprl'tati-
1

nq11f r omo un ,1n l1dolo pi1rn 1111 c,H'I' 1'll 1·1H11h11'11 vP111111 1d d1·,, 111l1• ,11•1•n·11 d1•I li 111 ,11 h 1el 1' 1111"·111111111 it 1•111111·11•1iv1111 '111I 111 • 111 1 111111 "' 1l1• 1111 i1,111rm.111 l1' y tk
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Ulrich Oslender
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

de la significación. He aplicado la descripción densa en los capítulos 5 y 6, y


1111111•ra el sentido de lugar se ha derivado de la experiencia de un escena-
discutiré también estos aspectos metodológicos en el capítulo 4.
,", 1 11 n contexto particulares (la localidad), que se expresan mejor en la no-
Como dije anteriormente, los tres componentes del lugar no deben con- 11111dt•I espacio acuático. Esto, a su vez, se inscribe en estructuras políticas
siderarse en una separación rígida. En lugar de ello, son momentos fluidos, 1 1 1111(1micas más amplias de la ubicación del Pacífico colombiano, ambos

múltiples en sí mismos y en interacción recíproca. Es precisamente esta fluidez 11 11111 planos nacional e internacional. Combinados, los tres elementos ex-
la que da fuerza analítica al concepto de lugar. Un sentido de lugar específi- 1 lt, 111 por qué y cómo surgió el movimiento social de comunidades negras
co configura las relaciones y las interacciones sociales dentro de los escena- 11 1•1 1'.1cífico (y no, por ejemplo, en la costa del Caribe).
rios y los contextos de la localidad, y ambos elementos adaptan activamente
l1rt•c.isamente, debido a que las "particularidades de lugar configuran
las estructuras económicas y políticas más amplias de la ubicación, en vez de
til'1 l,111 el carácter, la dinámica y los resultados de la agencia del movi-
ser solo objetos pasivos de sus elaboraciones 25• Fundamental para este con•
1111 11111" (Routledge, 1993: 21), debemos dirigir nuestra atención hacia una
cepto de lugar es el énfasis que se pone en el sentimiento, las subjetividades y
1 1 ¡i1 1·ti va de lugar en los movimientos sociales y en sus políticas de lugar.
1

las formas de percepción colectivas e individuales, a la vez que se reconocen


1 , 1111l ww en el concepto de lugar de Agnew, Routledge (1993) ha tratado
las características más objetivas que enmarcan, posibilitan o, al contrario, limi•
1 111ka r dicha perspectiva de lugar al examinar los movimientos socia-
tan en alguna medida las subjetividades.
, 11 l.1 India. Para comprender mejor la agencia del movimiento, hace én-
En la investigación de los movimientos sociales, algunas veces encon 1•11 1 1 concepto de terreno de resistencia, que debe entenderse como la
1

tramos reflejados estos asuntos en la perspectiva identitaria (aunque poco 1 , ¡1 ,1 111gráfica real en la que se despliega la resistencia. Estos son los cam-
se los aborda como tales). Como he planteado en el capítulo 2, la PI hace én• 11111 1,osqu es, los escondrijos, pero también las construcciones grandes
fasis en el rol de la reproducción cultural y en las formas como los acton•p¡ 111, tl1i11111s en las áreas urbanas, los sitios físicos en los que tienen lugar li-
individuales asumen colectivamente el control de su historicidad. Los mo ' d1111 •11 tt• las prácticas de resistencia: "Un terreno de resistencia se refiere
vimientos sociales deben entenderse en conjunto con las redes cultural1•11 1 ¡11t<ll11~i lugares en los que la lucha es articulada activamente por el opri-
sumergidas de la vida cotidiana (Melucci, 1989) y, de esta forma, con el Sl' ll 1,11, 1•11 111 11,J r de ser una definición metafórica para el oprimido dónde y
tido de lugar del cual surgen. Además, las identidades se construyen socinl 11111 d,•hl' tvnc r lugar la lucha[ ... ], un sitio de confrontación entre creen-
mente en procesos de constante producción del ser (Gilroy, 1993; Hall, ] 992; 1 , 1 ,llnn•s y metas discrepantes que son específicas del lugar" (Routled-
Jackson y Penrose, 1993; Wade, 1993). Y dado que las identidades están b11 l 111/ 1 l'i -~6).
sadas en el lugar, este juega un papel constitutivo en los procesos de conH
trucción de la identidad. Este contexto específico de lugar no solo basa 111'1
identidades particulares en formas muy tangibles, también ayuda a salw1
por qué los movimientos sociales surgen donde surgen, una línea de invt'HI1
gación cuya ausencia es notoria en gran parte de la investigación sobn• lw1
movimientos sociales26• En mi estudio de caso particular mostra ré d<.' q111
q1o1l l>d11 ,•11 ,·11·1111 1do d1· ( ·11111pllH, ,11 HUI' tll- M(•xirn, H1•gCr11 l'I run l C h iapas podría haber
11111.111 .. 1111111lq1il1•1· l111111r d1· M(·xlro. En n•1tlid 11d, 1111111"1li(H1 di' por lltté fue precisamente
11 111,111, ,,. q111• 111• 1111••11•111(1111 11'h1•li(111 p111·1·, ,· J1l1,11•1 ¡,11111 .11, ,,111111111 ·ii111pll'mt·ntt' se d eja d e
25 l 1 111 111111 l"'"1t11•11iv11 ti,• li1 g11 1 ,1111tll1111'111 '1111,·r,l11111 111,,~ 1'••lf ilrn11 y 11ndrn•n111('1111kus tl t' la
Pr<.>d y Wa tts (1 992), pon•j<•mplo, i11Mls1<•111•11 q111• 111,11 1ill111·1 1e1 l111•, il1 •11 11111, 1"11111, 11d1q•l1111, , ,1111
binn <' infl u y,•111•11 11111r rn1did11111 .., tl1 •I n 1¡,li11I ¡;l11h,1I \' 11111111d1•11tltl,1d ) 1•1 ,11g111111•111 11 ti,• 11,, 1 l1 1111111 il1 • I ltlr11 11111 1•111 1•111111>1111,11111 /111°11/11/111/ 1•11¡11°1 111111 d1• l11•1 11111i¡ 1,•11l111111 y 111H i11df¡\1'lh\S.
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t 1h11 h e 1-.l1•111h•1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

, , 111 ,1 el carácter antagonista de las sociedades y distingue entre lo político,


El lugar de la política, la política del lugar
1111 11d ido como
Dado que la resistencia no es autónoma y debe considerarse siempre en
relación con las prácticas de dominación, explotación y sometimiento, w1 terre- [...] la dimensión del antagonismo que es inherente a todas las sociedades huma-
no de resistencia refleja la relación dialéctica espacializada entre la dominación y nas [y la política que se] refiere al conjunto de prácticas, discursos e instituciones que
la resistencia. En el caso de las relaciones entre el Estado y el movimiento social, buscan establecer cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones
aquel puede responder a las actividades de este mediante la coerción (repre- que son siempre conflictuales en potencia, pues están afectadas por la dimensión de
sión), la cooptación (seducción), la mediación de las demandas del movimiento lo polftico [...] [El papel de la polftico] consiste en domesticar la hostilidad y en tratar
social o, en últimas, con W1a mezcla de los tres procesos. En las sociedades con• de desactivar los antagonismos potenciales que existen en las relaciones humanas.
temporáneas, hay W1a tendencia creciente a que esta relación sea de negocia•
(Mouffe, 1995: 262-263)
ción. Los movimientos sociales contemporáneos suelen verse como medios para
garantizar algún grado de participación política denh·o de las esh·ucturas estata•
¡.,¡ 1, proceso es crucial para concebir un proyecto de democracia radi-
les, en lugar de derrocar al Estado mismo, como se busca en las luchas guerrille-
ras27. Como señala Davis para el caso latinoamericano: 1 , ¡11i•Kado mediante W1a política articulatoria. Sin embargo, la visión de
1111111• ill ' lll' un toque normativo, es conceptualizada desde W1a perspectiva
1, lll1>1t.1 y solo concibe w1a política dominante o dominadora. No parece
Los movimientos sociales latinoamericanos se organizan a menudo con fines de ob-
,¡ ., 1 1t1i•,dl' l'l1 la elaboración teórica de Mou,i.fe para W1a política cultural, por
tener control y acceso participativo a estas estructuras [políticas] [y a menudo sonJ lt
1 11q d11, q 11i' según Álvarez et ál. (1998) es uno de los principios organizado-
capacidad de respuesta y la buena disposición del Estado periférico [las que] deterrrn
11h ,11 i•nll' S más importantes para los movimientos sociales en Latino-
nan si tales movimientos dirigirán o no sus energías hacia la política formal. En realid,1d
u, 1t " 111,y en día. El proyecto de democracia radical, y la ética universal que
cuando el Estado ha respondido con reformas políticas o ha abierto canales formales d
l 111111, p,wdc ser acusado de eurocentrismo, por cuanto no parece consi-
participación, los movimientos guerrilleros han perdido por lo general su apoyo populnr
1 11 1 ,¡, '" ' lormas de concepción de las relaciones societarias. Massey tam-
y han permanecido como una franja marginal de intelectuales. (1989: 230, 232)
" 111,1 1111•.1 ,ma serie de preguntas sobre la validez universal del concepto de
11 111111 1,1\'i,1 r,1dical:
Chantal Mouffe (1995) llama también la atención sobre la natural(•:,,,,
cambiante de los conflictos societarios que han dejado de considerar al Est,1 /( 11 ,\1110 puede variar su forma concreta entre las culturas con historias diferentes, va-
do como W1 enemigo que debe derrotarse y han llegado a percibirlo como 1111 l111t", diferentes y compromisos diferentes? LCuánto puede variar la línea entre ene-
interlocutor y un adversario con el cual deben luchar por sus derechos2~. 1%1 llllf!O y 11clv(!1sc1tio antes de que se sobrepasen los límites de la democracia radican

27 No niego el hecho de que los movimientos guerrilleros sig uen jug,1ndo un papel i111po1 l,1111t
en algunos lugares de l mundo. Un caso relevanlr rs, por $upu,•s lo, la subll-v,1l'i611 z,1p,1li•,I~
1 1 11 wd l1111 t,• li, hn h,, d, •, l11N1 11•111 1,·.unl11u ltih 111 111111 MH i,·dud Vt'n.l.tdl'l'an,cnll' soc_ia-
11 1
en Chiapas, México. Y en Colombia, varios grupos g u1•1Till1•1·os sig111•11 muy 111 li vos. ½111 ,·111 1

bargo, en comparación con lo qm• ocur1·fn vPil11<' o 111•111l.i ,lllo•• ,1ll'!IH, 1111111do 1111, 111111111 l11 1, 11 1 111 , 1 l'IH'I, t\ 1illlt11 11,I, 11/H'i) 1'1111111°1111 ,¡111• 111 lt ,1¡ •,1111°11 1,11 l, ,11 ¡1111111111d1·1·n,1d l' lu polft 1cn
violrnlos y las dic1,1dur,1s r¡•pn•, iv,IH 1"1l11h111111 111 t111l1•11 d1•I dl,i 1•11 l.1 111,11·111 I'·" l1• d1· 1 ,1111111 1 1111111 l,1 \' 111•1 ,,,,.,,,,,,, 11,,,,,,,,, 11111 /1•11/1/1111•, d1 • l 11111111 1 t\ 11111111• '1 1111 111 •1!11.l h 11il("l J'III\ I 1111.i
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111111 11 ()•,ll'lldt ·r Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

[...] lCuál es la respuesta de aquellos que reclaman especificidad cultural como base importancia para algunos movimientos, por ejemplo, para los rebeldes
para adherirse por completo a otros principios? En otras palabras, lexiste una manera t.1 patistas en México, quienes han empleado tecnologías de punta en in-

de evitar la posibilidad de una especificidad cultural hegemoneizadora en la promul lormación para divulgar su mensaje a todo el mundo y, por ende, movi-
gación del proyecto de democracia radical? ( 1995: 288) lizar la solidaridad internacional con su causa.

l•., iste una relación constitutiva mutua entre las prácticas de resistencia
Estas son preguntas importantes y conciernen no solo al proyecto de 1 los Iugares donde ellas se desarrollan.
la democracia radical, sino también a todos los que estamos comprometidos
1 ns significados de los lugares son dinámicos y están sujetos al cambio,
con la necesidad de un proyecto político que incorpore nociones (universales)
, 11,1ndo se convierten en terrenos de resistencia.
de igualdad y justicia social. Lo que se transmite de manera convincente en
el planteamiento de Mouffe, sin embargo, es la naturaleza cambiante de los 1 .1 n'flexión sobre las espacialidades de la resistencia implica entonces una
conflictos societarios y las formas cambiantes en que se representan en la po• 1" , Ir• 11rocesos interrelacionados y ver cómo se articulan espacialmente.
lítica contemporánea. Si lo político cuenta como " la dimensión del antagonis l l,1 sido importante señalar la conexión de los diferentes debates teóri-
mo que es inherente a toda sociedad humana" (Mouffe, 1995: 262), entonces 1q111, y ,1 que mi propia contribución conceptual sobre las teorías de movi-
la dimensión espacial de dicho antagonismo puede expresarse en las geogra '""'' •,ocia les se nutre de las diversas elaboraciones teóricas, con el fin de
fías del dúo interrelacionado e interdependiente de dominación/resistenci11 11 ,, 1, nmo pueden aplicarse de forma significativa en el terreno sin condu-
(Sharp et ál., 2000) para dar origen a una política espacializada que planll'4 111, 1"1.iric1mente a una síntesis grandilocuente de las teorías de movimien-
preguntas sobre cómo y dónde se despliegan tales antagonismos. Esto es l'O '" 1,d1 1H t'n e l plano conceptual.
parte lo que Routledge (1997) trata de analizar al examinar la revolución d
1990 en Nepal. Enumera cinco puntos constitutivos de lo que llama una es¡1,1
cialidad de la resistencia:

l. La noción de hogar (homeplace), desarrollada por hooks (1991), se refil'l'11


a los espacios sociales libres de control y vigilancia, dentro de los cuali•~
se puede imaginar, concebir, planear y organizar la resistencia. Estos '111
gares pueden convertirse en sitios de resistencia de los cuales se excl uy1•
a los oponentes.

2. Las prá~ticas de resistencia son ambiguas y fracturadas, y están s ujdi1"


a mecanismos de inclusión y exclusión. En consecuencia, es posiblt• q111•
reproduzcan prácticas de dominación, corno la rnarginnd6n, qul' p1wd1•
presentarse cuando se establC'ccn cil'rlas t'slruclur.is dl' j,•r,m¡uí,, dl'11t111
de un movimiento social.

'.'. l ..is n•sisl1•nri,11, 1•i,,1,111 i111i• 1111111•1 lt1di1 •1 1·1111 Jll'Pt 1"111 1, 111i111 ,IIIIJ1li111, 1•11 111
11,11 i1111,rl I' 11111 •111,1111,11,rl (1111 1•1 111111 l,111d11t•11 l'l,111'1•t1d11
111111!1111 11 •¡•,11111,rl,
11411 ',l.rl1 •1. 1'111 ) l II l,11 ll11•1 lllll ti ,11 t11,il, 11fll1 1>, ,1•,111·, t,1•, ,11 lqt11i·11•11 \ 11 ,11
rAPÍTULO 4

=TODOLOGÍA
Escribe, Guzmón, escribe, lo escrito permanece, lo escrito es verdad en si porque no
se le puede someter o lo prueba de la verdad ni a comprobaoón alguna; esa es la
realidad plena de lo escrito, su realidad de papel, pleno y única, escribe: .. . Espera,
Guzmán, qué decimos, qué escribimos por mera costumbre, üú nunca dudas, Guz-
mán, a tí nunca se te acerca un demonio que te dice, no fue as/, no fue solo as{, pudo
ser así pero también de mil maneras diferentes, depende de quién lo cuenta, depen-
de de quién lo vio y cómo lo vio?

Fuentes (1975: 193-194)

Como lo insinúa Carlos Fuentes, hay mil modos diferentes de contar


-.;.storia, "depende de quién lo cuenta, depende de quién lo vio y cómo lo
Hablar de la metodología de mi investigación y d.e-1 proceso de escritura
- ~ que un acto meramente descriptivo de los métodos particulares elegi-
-= este proceso. También requiere una comprensión filosófica de la ética
.:!Yestigación, los motivos y el impacto que tiene o puede tener en mi y
, ~rsonas a las que he estudiado.
En la primera parte de este capitulo, "Reflexiones teóricas", discutiré as-
.:ie la representación, la ética implicada en la investigación y la necesi-
:ina política de posicionamiento en un trabajo de campo impregnado
~ do político. En particular, discutiré la metodología de la inves tiga-
-.:!ón participativa (IAP), que surgió en Colombia en los años setenta,
2 influido en el enfoque metodológico que he elegido. En la segunda

::..'\periencia práctica", discutiré la aplicación de las herramientas etno-


0 específicas que he elegido en campo para contextualizar este debate.


99
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Primera parte: refl exiones teóricas •"ii.ts comunidades se distinguen con siderablem ente de otros grup os étni-
' 1111un bianos; por ejemplo, de las poblaciones indígenas y m estizas. Como
1, 11liqué en otra parte: "Se debe construir un a etnicidad n egra en Colom-
La invención de la comunidad
1 11'11\'ntada en una pluralidad de identidades locales d iferenciad as de una
y las fantasías de la identidad pura
1111,111 otra, p ero con unos objetivos comunes que sobrepasan las diferen cias
Cuando Restrepo (1996c) declaró que la comunidad negra en Colombia era '" 1111tl il'ran impedir una política estratégica colectivam ente conceptualiza-
una categoría inventada por los antropólogos, causó no poca consternación 1t e< l il1•nder, 1999: 30). Esto p ermite es tablecer una concep tualización de las
¿Las comunidades negras no eran acaso una realidad visible en el país, qut 11 11111ld,1des negras en Colombia como la suma d e un a serie de identidades
constituía un 26% de la población total? ¿No se habían afirmado las comunl ,// 1/i/11H:
dades negras como actores políticos en la Constitución del 1991 y, más espl'
cíficamente, a través de la Ley 70 de 1993? ¿Qué había de invención en ello?
Yo entiendo esta conceptualización como un proceso de construcción de identidades
¿Acaso todo era un cuento? Lejos de estas sugerencias, la intervención de fü•11
particulares, que se diferencian de otras identidades parecidas por las particularida-
trepo apuntaba a los procesos de etnización a través de los cuales la comunii/1111
des de un lugar específico y de sus connotaciones significativas. De esta manera, se
negra surgió como hecho lingüístico-político en los debates acerca de los nuevo
puede pensar entonces a las comunidades negras del Pacífico colombiano como una
actores políticos que irrumpieron en la política tradicional. La comunidad m
pluralidad de identidades locolizodes, mientras que forman una etnicidad estratégi-
gra en Colombia era una invención - según Restrepo - para crear una categorf•
co. (Oslender, 1999: 39)
discursiva que expresara este nuevo actor político. Debemos tener claro, enlon
ces, a qué nos referimos cuando hablamos de comunidades negras.
\•11, !-ll' ha h ablado de la comunid ad n egra como de un "grup o étni-
Se ha criticado la noción de comunidad por su "uniformidad opresiva
111, 11•1wi,il compuesto por un conjunto de familias de ascen dencia afroco-
de pertenencia [ ... ] [que da origen a] una fantasía de la identidad pura" (Roi.t
•11•111111 q ut', ade más d e p oseer una historia y cultura en común, exp resan
1997: 185). Puede sugerir una com(ún)unidad, como si las personas a las qui
·1 1, 11, 111 dl' s u iden tidad étnica y desarrollan unas prácticas tradicionales
se refiere constituyeran un grupo homogéneo con objetivos comunes clan>Hy
111 111 l1 11·1·i(l11 aco rdes con la reproducción de su vida y de los ecosistemas"
transparentes. Por supuesto, este no es necesariamente el caso. Por ejemplo, 111
l1, ¡111, l 1><J6c: 238). Surge aquí entonces el término comunidad negra como
d ispersa distribución geográfica de la gente negra en la región d el Pacífico, ·11
' "" 1•Jilt! político, en la m edida en que sugiere una red social de in divi-
lombiano indica que es inevitable observar diferencias considerables entn• In
1, 1 11 l11 J1·1·,1crión q ue comparten un sentido de p er tenencia y m od os de
1
distintas poblaciones negras. Las más marcadas, en términos d e expresiorn•
1 11 111111'11111 o expresión q ue se evocan y articulan como herramienta en la
culturales así como d e organización política, pueden observarse entre Ja p,11 I
1111, ,11 1illl 1r,II d 1' l,1 gente negra del Pacífico colombian o.
norte (el Chocó) y el Pacífico sur (que incluye las zonas costeras d e los <.kp,11
tamentos d e Valle, Cauca y N ariño). Esta diferenciación , genera Ime nte an•111 ,, 1 ,t 1,ll1•r.urf,1 co1111111idnd, m ás q ue represen tar una noción purista y esen-
da por académicos y activistas, se h a trazado desd e la div isió n adm inis trnli vll 11 l I ti,• 111•rl1'1H'1H'i,1 y afiliació n rfgid a, flt' lomn aq uí como una construcción
colonial de las tierras bajas d e l P acífi co: " La incomunicación imp uesta pn1 lit 111 i¡1 11• •11· 1•v111-.1, wm y ,1p li n1 dv mu,wr,11·slr,11c"girn en u n proyecto p olíti-
Colonia enb·e las dos zonas, de st'~uro, pnrn cv il.ir l( v,111t,1mi1•nl ns y c inw, 111
1 111,, 11,111111•1 1l'I q tll' co11slr11 ir 1111id ,1d 111-1 , 1hl1·1 1l1•¡•,w11 11w11 t1· C'SN1cial, a la hora
na jt'S, 1... 1unid o a In t1rlifidn l di visio n l<'l'l'ilori,d, ,•x1H'11 1•h(11·i1•r1 os 11111 i11t111/1 1111111111!,11 l,1•1 n cll'h d t 101-1 JltH h
1 1 1
l'l "I tl t! llll llll lli1"t"' ll1 1ii1:ri111dt! l'Sh' roncC'rto
11101, y lcw,tl i1m 10s 1•11 ,·,1,l.1 t11tl11·1•¡ 1,irn 1 y •111h:r1 111i1" (V1 111t11, 11)11\• 111!'\) 1111111111di1il I t! ll tll l•l t1 1ll t1 \hllll"I 1li ll1 •1·lt111"I 11111111' 111 d1,11l. 1 d11111 i11,1,·io 11 / I\'

11 ,,lil,11cl1 1 1111 11 11 1dd ,11l1"I III T,111'1, 11 11 ¡,1111 ,tl 11 11 1•1 l',11 flli 1111il1!1 1tl11,111111111
,.,,
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

sistencia, puede considerarse la construcción de comunidad como un proceso 11111•1, por el potencial político positivo que ofrece" CTackson y Penrose, 1993: 5).
que articula el poder existente en la resistencia, pues la construcción de lími- 11,11tlr de ahí, acepto momentáneamente la categoría de comunidad como im-
tes - inevitablemente implicada en el sentido de comunidad como una cons- 1 11l.111tv y estable, y me movilizo políticamente en su nombre, aun reconociendo
trucción de nosotros / ellos - es a la vez defensiva (o negativa) en términos de 111, 111 un sentido intelectual más profundo, es fácil ver los límites y problemas
1

exclusión de los no miembros, y productiva (o positiva) en su construcción ac• 1,, l,11 los a la categoría que se reclama. Nuestro pensamiento requiere catego-

tiva de un sentido de comunidad. Así, la comunidad se convierte en una ela• 1 q111• operen como dispositivos comunicativos fundamentales, que no nece-

boración con poder inherente a partir de la cual se pueden imaginar, negociar 111111u•11Lc tienen que ser reales o auténticas, especialmente dada la naturaleza
y articular proyectos de resistencia. Como se verá en los siguientes capítulos, ¡ 1, 11111 •111rll ica de estos dos últimos conceptos30• En cualquier caso, "todas las cons-
este es precisamente el caso de las comunidades negras en Colombia, que han 1111 1111111 ·s de realidad deben considerarse producto de la capacidad humana para
surgido como un nuevo sujeto político, basado no en la adherencia rígida de 1 I '' 11•1o II n icnto y, en consecuencia, están sujetas al cambio y a la variabilidad"
miembros individuales y en la homogeneidad, sino en la articulación de una 11 1 ,1 111 y l'enrose, 1993: 3).
política cultural que hace énfasis en la diferencia positiva y productiva qmi ti•; importante en la política crítica, al deconsh·uir ciertas categorías
existe entre ellos y los otros (los demás grupos éhúcos y culturales y la sociedad 1111111 lo hace Restrepo (1996c) con la categoría de comunidad negra-, tener
dominante en Colombia). Así, la política cultural en juego aquí puede conn• , 1111• \jllC se puede correr el riesgo (aun sin quererlo) de socavar el trabajo
birse como una política de la diferencia (Hall, 1992) que representa una lucha l 1, 11•1 1lvidad de ciertos grupos subordinados que se han movilizado alre-
común basada en la solidaridad y la identificación, sin suprimir la heterOAl' l 1, 11 111 • 1111a particular construcción de categorías. Más que de una invención
neidad real de los intereses y las identidades. Tal conceptualización implint, 1111 1i¡utlngica de la comunidad negra en Colombia, me parece que podemos
por supuesto, cierto grado de esencialización. En cierta medida, necesitamoll t,i II d1• una construcción sociopolítica y cultural. Reconociendo el peligro
esencializar discursivamente si queremos hacer declaraciones que tengan ul 1, 11111111rucciones paralizantes, hooks31 pregunta con razón:
gún sentido. Tal esencialización adquiere aún más importancia en un campo
político que está saturado de relaciones de poder desiguales.
/No debemos mirar con recelo las críticas posmodernas al sujeto cuando afloran en
1111 momento histórico en el que muchas personas subyugadas sienten que por pri-
La política del esencialismo estratégico 1nPra ve7 toman la palabra? ... Necesitamos considerar las implicaciones de una crí-
11rt1 ele la identidad para los grupos oprimidos. La teoría posmoderna que no busca
Desde una perspectiva posestructuralista y poscolonial, Spivak ha 1•l,1
•,1111plcmente apropiarse de la experiencia de la Otredad, acentuar el discurso o ser
borado el concepto de esencialismo estratégico:
1i1clict1lmcnte chic, no debe separar la política de la diferencia de la política del racis-
1110, ( 1CJ9 I: ?6, 28)
No es posible, en el discurso, escapar a la esencialización en algún punto. En lc1 111,\111
ca crítica deconstructiva se debe estar consciente de que va a esencializar de u1111 lt 11
l 1111 ,1 ltnoks t'xis lt', por ejemplo, una exrwrir ncia colectiva real en-
ma u otra. Así entonces usted puede mirar de manera estratégica los <'S<'nc 1,rl1•,1111>
l 1 11l111,1111t•1·ict1 11os dv un dt'splnzomipnto t·o11LinL1<.H.io y una profunda
no como descripciones de cómo so,1 las rnsr1\ sino <01110 ,rlflO q11t• d<'iit• ,1<lo¡i1i11
para generar un,1crlticr1 dt' ,1lgo. ( 1<J'lO· ', 1)
¡ 1 ,1 t l111114 1'/11), ¡11111•j1 •11q1!0 11·11111111 l1111 1111111111, d1• ,1111 .. 11ll1 ld11d y 1•,111•1 (p111 lo1 1•0111'1"\'
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1°1l1o1ll'¡',l1111'1'111'1 !lit 11 \ d1 •l11•111•11!1 •11d1 •1•.1• 11111 111 ",tl¡•,4 1'"ª 11¡ 1,ld11, 11 lll "hll d1• '1 11
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11h1111 <l•,l1 •11d1•1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

ali enación y desesperanza. Ella insiste en que estos problemas deben re lil cuestionamiento de quién habla por quién ha sido usado también por
solverse con estrategias prácticas, incluyendo las que se generen dentro , 111 ll'í:l feminista de una ciencia predominantemente masculinista y por
de la academia. En la investigación crítica posmoderna, podemos recons 1111 11llica étnica contra una ciencia racista (hooks, 1991; Jackson, 1991a). Sin
truir ciertas categorías, pero en términos de una conceptualización estraté 11il1,1rgo, las prácticas deconstructivistas y la crisis de la representación han
gica, como lo ha hecho Hall, al considerar la categoría negro en el context 1111 111\'ldo en muchos casos a una especie de angustia representacional, por
británico: 111, 1h11l\ la cual puede cuestionarse e incluso desafiarse cualquier acto de re-
1

111 1•111.ición, lo que nos deja posiblemente sin mucho para decir. Entonces,
11111 ol1 • los peligros del relativismo teórico es precisamente que en la práctica
[Se convirtió en] una categoría organizativa de una nueva política de resistencia, enl
¡ ,11.!1 1·onducir a la inacción.
1

grupos y comunidades con historias, tradiciones e identidades étnicas muy diferenl


[... ]Lo experiencia negro como un marco singular y unificador basado en la constru M11chos escritores y activistas han reaccionado contra esta inercia repre-
ción de la identidad a través de la diferencia étnica y cultural entre las diferentes corn 11I 1111111,11 señalando que los poderes de representación están distribuidos de
nidades se volvió hegemónico respecto a otras identidades raciales y étnicas -aunqu , 1111 1,11lvsigual. Esta relación desigual no se deja resolver al caer en el silencio
estas últimas, como es de imaginar, no desaparecieron-. (1992: 252) "1- 111111 1'('8puestas creativas, como la conceptualización que hace Hall (1992)
1 111 :,: 111, ro mo categoría organizativa de una nueva política de resistencia.
1111 , 111 110 Harvey (1996), siguen abogando por la necesidad de una metana-
111 11 111Mxista en su caso, para entender la historia y las tendencias contem-
lCrisis de la representación o angustia representacional? 1 1111 •,it1d,• un capitalismo reestructurador con el fin de concebir un proyecto
"Ellos nos descnben~ susurró el otro con voz solemne. "Eso es todo. Tienen el poi 1 1, hli•11cin sigtúficativo. Este no debe buscarse en una política de identidad
de lo descripción, y nosotros sucumbúnos a las imágenes que construyen''. , ,, 1111•11l,1d,1 ni en la cacofonía de las voces ecorradicales, sino en una lucha
Rushdie (1988: Ir, ,111, 1il.i 11,1rn reemplazar en su totalidad al capitalismo como sistema domi-
111i. ¡ 11il ll irn y económico. Para todos nosotros, que luchamos (o pensamos
Las intervenciones de Hall son una reacción evidente contra lo que S(' h ¡ i , 11•111 ·11i1rnos luchar) por m1. mundo más justo, la solución no puede ser su-
denominado la crisis de la representación en las ciencias sociales: "Un despl,1 111 r1 il 1111111,1 ,l ng ustia representacional que reprima nuestras actividades pro-
zamiento conceptual, tectónico en sus implicaciones. [... ]Ahora basamos 111 l 1 11 .i 11 l•'. 11 luga r de ello, sugiero que el problema de la representación radica
cosas sobre tierra en movimiento. Ya no hay ningún lugar de avistanúento d1•11 l 1 ¡111 1111 11111 problemática de quien produce la representación en relación con
de el cual delinear las formas de vida humana, ningún punto arquimeck.11111 1•11••11 •111.ido. /\bajo explico cómo se puede tratar de resolver estas relacio-
desde el cual representar el mundo" (Clifford, 1986: 22). Esta crisis no se rd11 1, ¡1111 lt·r tll'sigw:i les con una política de posicionamiento. Otros han suge-
_re únicamente a la forma como se representan ciertas cosas, sino que tamlii1•n 1 ¡111 1•1,l 11di,11· lt1s características dominantes de la formación social puede

adopta una postura crítica ante la autoridad del autor y dirige preg untas p111 1t ,.¡, 1111111 ll dl'so1íit1r los discursos y forma s de representación racistas y pa-
saber quién está representando a quién. En este sentido, fu e revolucioi1.ll'lt1 lit " d1•11 ¡:.,lll H(' 11.1 urgumcntado, por ejemplo, en el caso de estudios sobre
obra de Said (1978) Orientalism, en la que plantt'a preguntas nw todológi(\ H, 1111 l 1,i, 111 11(l11111kh, J<)<J2) y mnsculinidnd Ut1ckson, 199 1b).
bre la representación de otras culturas, y ,•xporw lr1 111,11w,-.1 ('n q1H' (kcid1•11t 1111111 •1( 1'11/'..'), pur·<'j<'lllplo, ,-x.11ni11,1 l.1 1\ 111·1"11'111,H'i(m d1• l.i blnncu ra en la
1

ha creado una p,eop,rnfía i111r1s i1111ri11 i.;ohn· ( lri1•11ic 1


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d1·r <'H¡wr1fic.1H. 1\11.is d,111 .i ( kl'id1 •11 11 · l.i ,111111111l.11 1111• 11•1111"11•11l,11"11 • .i •11 1111-.1111 11 1111 11 1 '4 11 ,11 1¡i, 11 , d1•l1l'1 1·1 ►111•1111111i•,111 1 11111111 11 11 11111 .i,111, d11111l1• l.1111 ¡• ril11d s1•
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
- - - -- - -- - -- - - - - - - - -

la constitución de la nación colombiana (Zapata, 1974), las contribuciones de la .,lgo negro ... no lo entenderías":
gente negra han sido históricamente negadas e invisibilizadas. En la visión do• , ,, i1 de la traducibilidad cultural
minante, lo negro ha sido asociado con el retraso y con imágenes negativas. Esta
El ojo de lnge. {. . .} Hubiera querido estor metido en su pupila. Mirar su propio mun-
jerarquización racial creó al mismo tiempo una oportunidad para la gente negra
do desde ese óngulo europeo. Las costumbres rústicas. La lucha para salir de la bar-
para salir de su negritud al blanquearse, o sea, asumir características culturales
barie. Esta noche larga y tenebrosa de 400 años. La vieja Africa transportado en los
menos negras. Estos procesos de blanqueamiento funcionan como una norma hombros de sus antepasados. Y ahora eso civilización entrabo o compartir su mi-
social requerida para el ascenso social y para buscar mayor reconocimiento den• seria. lnge. Lo desnudaba con sus ojos azules, con olfato, con su palabra. Frente o
tro de la sociedad dominante. Como lo ha mostrado Wade (1993), la gente negra ello hasta sentía que lo piel se le arrugaba para cerrarle el paso a su mirada ex-
suele adoptar prácticas culturales no negras con el ánimo de mejorar sus con ploradora. [ .. .}¿Porqué no se irfo? Nada podía ligarla a ellos. Quería hallar el hilo

diciones sociales, ascender en la escala social y obtener reconocimiento. Estol delgado que la retenía. ¿Qué inlerés podrfa tener? Wna escritora? No lo habla vis-
lo tomar apuntes.
prácticas varían desde la falta de respeto por sí mismos, hasta el favorecimien
to de la socialización con gente blanca y la unión matrimonial con una pareja Zapata Olivella ( 1985: 98-99)

d e piel más clara. Sin embargo, aunque hay evidencias suficientes de que t•s-
tas prácticas existen y prevalecen, solo constituyen una cara de la moneda. Lol • 1,1,, ,il lá del problema d e las relaciones de poder está la cuestión adi-
movimientos negros están rebatiendo estas formas de blanqueamiento con una ' il il1 • l,1 lmducibilidad de la diferencia cultural (Barnes y Duncan, 1992), la
política cultural que hace énfasis en las nociones positivas de la negritud y l'I\ 11,11 1111 · hasta qu é punto nuestra mirada es capaz de entender (y represen -
la contribución de la gente negra a la construcción de una identidad nacion11l 11111111tri tura diferente de la nuestra. O, como se cuestiona Ruby, al discutir
colombiana. Ahora presenciamos un proceso mucho m ás complejo, que yo lla llh 11111 il 1• los realizadores de documentales: "¿Puede una persona que no
maría blanqueamiento imbricado (entangled whitening, en inglés), en el cual se con 1 111, 1• i1 1111n cu ltura aprender lo suficiente sobre ella para producir obras
11 1111 "11•11lt•n s u mundo con exactitud?" (1991: 57). Así surgen algunas du-
frontan los procesos de blanqueamiento con la resistencia frente a él.
111111 • l,r lvg ilimidad de la representación, que p lantean preguntas sobre la
En este punto, nuevamente es útil hacer referencia a las preocupaciorwll
11111, 11 1,11111 dt• lo otro.
de hooks sobre la representación de la blancura en la imagin ación negra. 1>
un lado, "ideológicamente, la retórica de la supremacía blanca ofrece una fun 1111 •11 111 ( 1991a), por ejemplo, relata un caso que observó en Toronto, Ca-
tasía de lo blanco [que] lo hace sinónimo de bondad" (hooks, 1992: 338). 1lf l\ 111 J'II)(), /\llá va rias personas negras llevaban puestas camisetas en las que
otro lado, se presenta una serie de imágenes mucho m ás complejas en la in111 1 l 1111 ¡•,11111dt•s letras: "Es algo negro ... no lo entenderías". Era una campaña
ginación negra, que replantea esta representación de lo blanco: 11, li 111 q111• ,icusaba tas marcadas desigualdades y el racismo enla sociedad
lh w,1•, y qut• ., 1 mismo tiempo buscaba ser una afirmación de autonomía
Aunque los sistemas de dominación, imperialismo, colonialismo y racismo l 'JI •11 ~1 ,1 I J1111li•1 t1111t!', si eslo quiere decir en últimas que una persona no negra no
una coerción activa en la población negra para interiorizar percepciones 11Cf!11l1vn 111111d111• :;111-1 opiniones ni expresar solidaridad o respeto con relación a
acerca de lo negro, como autoabor¡ecible, y muchos de nosotros sucumili1110•,, 11 111 s 111•,, 1•1111,11n's no lll'garc mos a ningún lado. /\demás, debe tenerse cui-

gros que imitan blancos (adoptando sus valores, su fonnd de ht1bldr, sus co•,t111 11l11r 1h 1111 111111,11· 1oimplvm1•nte corno vt·rdad lns nrl iculncioncs con temas negros
etc.) siguen considerando lo bl,111<0 con •,o•,¡wc il11, 11•11101 1· i11c 111•,o r1v1 11•,1c~11. (111111~ 1 1111 1111 il1• lto1h1•r s id o lwcht1s por 111111 p1•1·:,011,1 111•¡;1\1. nn cualq uier caso,
199::>: BB) 111, 11111 l{1rl 1y, " I() qrn• l,1 gt•11t1• dil-1• :mlll'I' 11( 11 li1111111 1,1111 d.itcif; IJlll' lkbcn in-
1 l 11 1 1111111 v1·11 l.11I" ( 11/!J I; 1vl),
l l11 y, l IIIOlh'("I, l('('ll "•l'lll1h 1(1111"11111111111 11'11'1
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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslender

estas pretensiones de pureza racial fueron dirigidas contra mí por una per so- , 1111'1 1a, 1986). Contribuyen estos debates a una reconstrucción de la historia
na afrocolombiana que sentía que mi interpretación presentada en un congre- 111 q ue se ha mantenido durante mucho tiempo en el olvido. Como reco-
11, 1 .i ,

so cuestionaba su integridad personal. Según mis fuentes de información y m i 111111• ltabari, con pena: "Tan institucionalizada está la ignorancia de nuestra
análisis, esta persona había abusado de estructuras políticas clientelista? para lit 1111-in, nuestra cultura, nuestra existencia cotidiana, que, a menudo, no nos
su propio beneficio a costa de los procesos organizacionales negros. Fueron las 11111111•mos ni aun a nosotros mismos" (1990, citado en hooks, 1992). En for-
mismas personas negras a quienes él pretendía representar los que lo acusaron '" 1•11 11\ilar, Losonczy ha afirmado que una de las características colectivas de
de mala conducta. Por consiguiente, al centrarse exclusivamente en la catego- 11 ¡11,11h1ción negra en Colombia es el olvido de su pasado africano: "La me-
, 1 1111 l,1 1wgrocolombiana parece paradójicamente construirse sobre un doble
ría racial en cuestiones de representación se corre el riesgo de ignorar la clase,
el género y otras categorías importantes que configuran las orientaciones, as- 11111, ,•1 del origen africano y el de la esclavitud. [ ... ] Sin embargo, las cere-
piraciones y articulaciones de las personas. 1, 1, 111111•1colectivas en torno a los muertos y a los santos guardan huellas de la
1, 11 111 1,1 africana, nunca reconocida como tal;[ ... ] la esclavitud [es] cu bierta
Como indica Slater (1995), al examinar aspectos del discurso y la rC'•
1 11 1111.i c1mnesia colectiva masiva" (Losonczy, 1999: 16).
presentación en la literatura nativa canadiense, ni aun los escritores nativos
hombres pueden representar los problemas de las mujeres nativas de mane• l•: n t'Ste contexto, las investigaciones de las personas no negras pueden
ra adecuada. La condición de negro, por tanto, no necesariamente hace idónea 1 1111111·n ntribución importante para abordar las múltiples cuestiones que ro-
a una persona para representar los problemas negros de manera autén tica, l 111 l,1•1 desiguales relaciones de poder y las estructuras racistas expresas y
aunque inicialmente tal vez proporcione una posición privilegiada desde la 1111 !1 111•1·1.is dentro de las cuales las poblaciones negras están inscritas univer-
cual hablar. Como en todas las circunstancias dadas, depende de lo que uno 1l1111•111t•, Ad em á s, dado que la clase, el género y las relaciones de poder son
haga de ellas. hooks sostien e, por ejemplo, que la experiencia de la opresión 11· 1¡1 1111111 importantes de considerar dentro de las poblaciones negras, sugiero
puede conferir una posición privilegiada al oprimido: la "marginalidad como I'" 1111 wrtos asp ectos un investigador no negro puede estar incluso en una
un espacio de apertura rad ical" (1991: 145-153). Al elegir hablar desde lo mar • I• 11 ¡H>Hició n p ara examinar estas complejas interacciones. Y aquí puede en-
ginal, no solo se añaden nuevas voces a los discursos de tipo racista y mc1H ' 11, ,11111· 11na s alida a la crisis de la representación y a la, en últimas, insoluble
culinista, sino que además puede rebatirse y transformarse en forma efectiv,1 11 111111 d t• la traducibilidad cultural y la legitimidad de la representación, en
la naturaleza misma de esos d iscursos. Jackson (1991a) destaca que los g ru 1111 (11111,1 d t• posición consciente del investigador.
pos subalternos, a fin de cuentas, pueden hablar de sí mismos, y que debl•I\
crearse espacios para propiciar esto. Sin embargo, Spivak califica de espen111
11 ,, 1o1 1111t1 política de posicionamiento
zas deseosas estas opiniones y alega que decir que "los sujetos oprimidos ha
blan, actúan y tienen conocimiento propio conduce a una política esencial ii.;l11 Nn~otros, que tenemos voz, debemos hablar por quienes no lo tienen.
y utópica" (1988: 276), dadas las relaciones de poder dominantes d entro d,• Arzobispo Romero, El Salvador

las cuales tienen lugar las representaciones y la política.


l '111111·m, d \'lw mos rcconocl'r l,1 cont ri bución positiva que han hecho los
Con esto en mente, podemos pensar en la posibilidad de crea r a lia11:11111
1 1 111 , '111111·1• l.i n l1-1is de In rt'Pl'l'Ht•nl.idon o1 l,1 i11 v1•s ti g.ición en ciencias socia-
basadas en la solidaridad entre personas negras y no negras, que Lr1.1sci<'1Hl,111
11
,t 1111,1 11l11L<i (o 1111,1 pvn'1•p,·i<'>11d1•1 1'1 •1i•1) •li 1v,· t'PllH> r nl,1li;,,ad o r para d es-
los límites establecidos por la difc rc nc in rnci.il, pn,·n n·ntrnrnos l' n 1111,1 polltl
11 11, 111Pil1111·1·irnH ·11 ,·1111•,11lid11d.i1, y d ,11 ¡i11111111 11 •1 1111 , 1>1,1 111 • 111♦ 11 iv,1s Unckson
11

ca estratégica de lucha conlrc1 ('i nwis nw. NP 11,i y d11d,1 d,• lJlll' lm; n port1•11 d
1 11111'11', 11)1) 1: .10 1), 1•111111111 "l l.1 1 11111•1 d1• l,1 11•1111•111 •111,11 lt 111, 11 111 j ll'll q lt' itll1 dt•
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0
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

definitivas o desinteresadas a dicha crisis de la representación, debemos cen• ,"lg11rnl desde la periferia del mundo, [como una] investigación dialógica
tramos no tanto en pretensiones de verdad, sino más bien en propósitos y me• , ,1 ll'lli,1da a la situación social en la que viven las personas" (Fals Borda, 1987:
tas políticas. Esto no significa caer en un análisis menos riguroso; en lugar de 11, 1.17). Rahman, otra de las figuras prominentes de la IAP, describe así la
ello, es un llamado a que el investigador haga conciencia de su posición. Toda 1111111111·0 teórica de esta: "La ideología básica de la IAP es la de que clases y
representación tiene lugar dentro de un campo específico de relaciones de po• 11 ,, 11110 rnientos autoconscientes, aquellos que en el presente se encuentran po-
der, saturadas de intereses, por lo que cada una es un acto político en sí misma, i 1, ,, y oprimidos, irán transformando su medio ambiente progresivamente,
Dentro del campo de la investigación sobre los movimientos sociales y el estu• l1 1tVl'S de su propia praxis. En este proceso otras personas pueden desem-
dio de grupos subordinados, se hace indispensable no solo abordar estos as• 1' 11,11 papeles catalíticos y de apoyo, pero no podrán dominar el proceso"
pectas, sino también hacer explícita la propia posición como investigador. Esta (1'1'1 1 2J). La IAP fue concebida originalmente en los años setenta como res-
política de posicionamiento se ocupa de las estructuras de poder existentes y anali 1 "' •il" .t:
za tanto la posición que elegimos adoptar como las múltiples actitudes que asu•
mimos como investigadores (en mi caso, como investigador hombre, blanco, de [...] las míseras situaciones de nuestras sociedades, a la excesiva especialización y al
clase media, proveniente de una institución extranjera que entra en un contexto vacío de la vida académica, y a las prácticas sectarias de gran parte de la izquierda re-
de trabajo específico). De manera inevitable, esto suscita preguntas sobre la étl volucionaria. Sentimos que eran necesarias y urgentes las transformaciones tanto de
ca de la investigación. Como señala Taussig, los investigadores en las Améric,11 la sociedad como del conocimiento científico, que generalmente había quedado atrás,
tienen la responsabilidad de preguntarse "¿quién se beneficia de los estudioa en la era newtoniana, con su orientación reduccionista e instrumental. Para comenzar,
sobre los pobres, en especial de los estudios sobre sus movimientos de resistrn decidimos emprender la búsqueda de respuestas adecuadas a los dilemas de aque-
cia? ¿Los objetos de estudio o la CIA?" (1992: 52). Esta formulación podría p,1 llos que habían sido víctimas de las oligarquías y sus políticas de desarrollo: las comu-
recer un tanto dramática, pero las preguntas sobre a quién investigamos y por r¡114 nidades pobres del campo. (Rahman y Fals Borda, 1991 : 39)
razones hacemos investigación son de lo más importante.
En la parte que sigue, presentaré una metodología desarrollada en Latl \ t.1Nla 1977, la IAP se caracterizó por el activismo e incluso por el antipro-
noamérica en la década del setenta: la investigación acción participativa (IAI') lt 111,dl•,1110. Esteva (1987: 128) recalca la ambigüedad de la posición del acti-
Dentro de esta perspectiva ha florecido una interesante fecundación cruza 1 11 1 1•1 invcstigad01~ y promueve la idea de un intelectual desprofesionalizado
da entre académicos y activistas occidentales con intelectuales latinoamerk,1 1111 1L1111 t ica rnanera de trabajar con grupos oprimidos y contra los modelos y
nos. Personalmente, he considerado aplicar la IAP en mi investigación soh11 1 ,, 11 lil',11 1o1s ,JCadémicos establecidos. Muchos de los activistas, en los inicios de
las comunidades negras en el Pacífico colombiano. Por varias razones y liml 1, 1 I' 1111t11ron por remmciar a sus cargos académicos a medida que se involu-
taciones no pude adoptarla en su plena significación, aunque en escala m,," ' 111111 11111°1n fondo con proyectos en esta perspectiva32• Los primeros intentos
pequeña he usado algunos de sus conceptos y explicaciones en mi propio t rn 1 11 1\ I' t•11l11vil'!'on muy influenciados por otras metodologías de investigación
bajo de campo. 11\h 1¡i11il v,1, rnmo la i11/ervention sociologique (Touraine, 1988) y el concepto de
, , h 11/1 11r m1 dl' lil't'il'l' (1971). Este últi mo concepto se entiende como un pro-

',, 11 • ,q 111 •11dt •r ,1 ¡wrcibir rnntradicdom's socia lvs, políticas y económicas y de


Investigación acción participativa: un aporte
metodológico desde la periferia
En Colo1nhi,1, l,1 i11vt'Hli1•,11do11 ,l\'t i1111p,111111¡i;111v,1 (1 \ 1') l1i1 t'td,nln +1 •111 , ,. IIIHlll ' III t•l11ill111, 11 lln11li 1
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d1•1t1 '' l,1 ¡•1 •1.. ¡11 •1 11,,1 di • 111 11,, 1•t1ll1•,,1111111 ,1,, l,111 ¡1111111 l¡1t1li\ ,, 11111111 1111 ,t¡1111h 11, l ,111111111,I,, 1, ,111
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tllru 11 t 1,IP11d1•1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colomb_
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emprender accion es contra los elementos opresivos de la realidad social. Brinda 111 J•,1110 social con u n compromiso ideológico y espiritual para promover la
la base p ara una m etodología, en la que la división tradicional entre investiga• , 1 ,,, popular (colectiva)" (1991: 40).
dor (sujeto) e investigado (objeto) es reemp lazada por una relación de sujeto/
l•.stos propósitos se articularon con mayor fuerza durante e l X Congre-
s ujeto, en la que se da un diálogo con la gente sobre sus acciones (Freire, 1971:
. l11li•rnacional de Sociología adelantado en México, en 1982. Como resul-
38-39). De esta manera se constru ye confianza mutua entre el investigador y los
li 1tl, •I t'jercicio colectivo de a utorreflexión por parte de los investigadores
sujetos del estudio (pp. 46-47), que condu ce a una participación reflexiva de las 1 111 1'tlt1s involucrados, se exploró un campo de acción más amplio, que
personas (p. 52). Dicho proceso imp lica también el renacimiento del investigador 1111• 1111 modo trascendió cuestiones inicialmente restringidas a lo campe-
o investigadora de sí mismos (p. 47), una noción que posteriormente ha sido de-
"1 1 omunitario, para incluir dimension es de la vida urbana, económica
sarrollada tanto por Spivak (1990), quien insiste en la necesidad de desaprender
1' 1 11111,il.
los propios privilegios al realizar una investigación , como por Esteva (1987: 141),
1 ,1 11\I' se ha desarrollado de este modo en una ciencia revolucionaria, que
quien recalca la necesidad de desaprender el idioma d e la dominación. Freire
1111 1~11•rle en una posibilidad real, no solo en una necesidad sentid a" (Fals
se preocupó por una nueva pedagogía para los oprimidos, y rechazó el tradicional
, l 1 11187: 330). Ahora implica una desrnistificación de la in vestigación, ya
concepto bancario de la educación, que alimenta a los estudiantes con información
11111•,ld.i exclusivamente por "expertos" académicos aislados, sino como
en una relación profesor/ sujeto-estudiante/ objeto sin promover el pensamie n•
1 1111 1"lll colectivo en el que los investigadores y los sujetos de estudio tra-
to crítico, lo cual meramente sirve a los intereses de la opresión (Freire, 1971: 64),
j ll 1 1111110s en la definición de los prop ósitos y la metodología del estudio.
Por el contrario, Freire abogó por una educación que planteara problemas, que
1 ll,11d,1 concibe la IAP como una contribución a un.poder popular que ac-
respondiera a la conciencia en el estudiante como sujeto histórico intencional, y
1111111 "poder compensatorio que se ejerce con tra sistemas explotado-
1111
que tomara la historicidad como punto de partida33.
1IIIH'· :n 1)1'1. En este sentido, la IAP busca de manera activa proporcionar
La IAP desarrolló estas consideraciones al hacer énfasis en el factor de l,1
111 , 111 •,o participativo que se dirija contra los discursos dominantes. Por
acción en la investigación dialógica entre grupos oprimidos e investigadores. 11 1 1111•11lt', constituye también un aporte a la búsqueda lefebvriana de los
El Simposio Internacional sobre Investigación Acción y Análisis Científico,
11 1 11 11,11 íos, como exp use en el capítulo 3. Para la IAP, el papel del inves-
que tuvo lugar en Cartagena, Colombia, en 1977, p roporcionó un primer espn
t 1111 1", 1 r11cial en el momento de desencadenar y guiar procesos de au-
cio internaciona l d e reflexión sobre los avances de la IAP en los campos teórirn
1 111 11 111 dl' los grupos s ubordinados, y para p roporcionar contextos que
y metodológico, así como una primera evaluación de sus implicaciones pnk
111 11111•1 ,ll l,1 dl' las implicaciones inmediatam ente v isibles para cualquier
ticas y de sus logros. Cerca d e 75 investigadores y activistas de diferentes pM
1111 \d1•1 n ,is, corno afirma Fals Borda, "los agentes catalíticos externos jue-
tes del mundo analizaron los avances d e sus m e todologías de investigaci(111
, 1111 11,qlt'I n uri al pa ra unir la dimensión local con la regional y, en una
participativa en su aplicación en campo. Estos intercambios y discusiones M'
plasmaron en dos libros que sirvieron de a poyo para la constitución forma l d1•
la IAP. Según afirman Rahman y Fals Borda, en retrospectiva: "Com e nza m11~
11111'11l1•, ¡111,•d,· , ,1,,hh·n•rsp 1111,1 comp,1r,wión Pnlrl' PI Pnfoquc de la lAP y los debates en
0

a entend er la IAP como una metodología d e in ves tigación con evolució n hnl'i,1 11 1¡dl11o1 d,• l,1n1·11¡;1·, tll,1 ,1fin11l,•s d1• los H1•s1•nt,1, n1,111do los prinwros geógrafos radicales
1 11111, 111 l,1,,.,1,,11,11111111•11111· l,11•,1·ogr,11i,1 .11 ,1d1•11111,1 ,..,t,1hh•1 id,, y lo~ probl1•mas y luchas
la relación sujeto/suje to para con formar patrones s irn(•t ricos, horizon la ll''t \ 11111111111 " '' d,•I 1111111d1111•,tl y d1 •111,111d,111111 (111,1 .~•·••x111/111 ,.,,,,,,111, F~l,l ¡',l'Ogr,1fí.i populm;
no-explo tadores en la v id a socia l, econó mica y p o lilira, y como unu pn rll' d,•I ltll I lh1 , ,..1,1111,111111ud 11•1 ¡11ohl11111.1•11 PI\ 111l1¡1•t 11 dl -1111\111 •u1liu hH\l "I vl.1hh 1•, d 11 ,nodo qul\
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Ulrich Oslender
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

etapa posterior, con los planos nacional e internacional" (1987: 334)35. Cuat ignorada en la lucha por promover la movilización y el poder popular en nuestros paí-
puntos sirven de soporte al edificio de la IAP: ses: las creencias religiosas. (Fals Borda, 1987: 343)

l. La investigación colectiva en grupo. Este proceso implica un diálogo con l'1ntfucción y difusión de conocimiento nuevo. Como paso final, debe haber
ciente entre el investigador y los sujetos de la investigación. Asume 1 1111.i difusión sistemática del conocimiento derivado de la investigación
forma de reuniones y talleres que el investigador organiza y en los q di,1l(>gica. Como recalca Fals Borda, "existe la obligación de devolver
se anima a los participantes a entrar en un proceso de autorreflexió 1"•11• conocimiento de manera sistemática a las comunidades y organiza-
cuyo objetivo es mejorar la percepción y la conciencia de su situación ( ' 1111u•s obreras, pues ellas siguen siendo sus dueñas" (1987: 344). La pre-
proceso de conscientizariio). El investigador actúa como agente cataliz ' 111.ició n y difusión de los hallazgos de la investigación puede abarcar
dor para estimular y contribuir a este debate. 1111,1 rlo/Jle historia que aplica dos estilos narrativos diferentes y paralelos,
2. Recuperación crítica de la historia. El propósito es hacer aflorar la memor 111111 rnn propósitos académicos y otro para consumo local (véase, por
1j1•111plo, Fals Borda 1979-1986)36.
colectiva que existe en las comunidades, pero que a menudo es invi1
ble. Sus huellas pueden hallarse, por ejemplo, en la tradición oral, es
cialmente entre los viejos, en la forma de historias, poemas y leyend 1I , 111·.ictcr dialógico de la investigación, como se concibe en la IAP, ha
Estas historias están cargadas de símbolos y metáforas. Por lo ge1w · 11111.id o como un avance metodológico importante. Al referirse a su ex-
están arraigadas en entornos específicos y contienen referencias a Iu14 1 11 111,1 rnmien zos de los setenta, Rouch (1971), por ejemplo, concibe este
111
res, costumbres y personas concretos. La recuperación de la memo 11 111\1':-. ligación dialógica como una antropología compartida:
colectiva de una comunidad funciona a este respecto como "un cor
tor de base de la historia oficial" (Fals Borda, 1987: 341).
1•,I<' ctnodiólogo permanente es lo que se me antoja como uno de los ángulos más
3. Valoración y aplicación de la cultura local. Muy ligados al punto antl•ri 111ll'rcsantes en el actual progreso de la etnografía. El conocimiento deja de ser un se-
varios aspectos de la cultura folclórica local, como la música tradicio1111 1l<'lo 1obado, devorado en los templos occidentales del conocimiento; es resultado
las danzas y las creencias religiosas, se aplican en la articulación dt• u d,• 1111a búsqueda interminable en la que los etnógrafos y aquellos a quienes estudian
lucha popular: ',1• 1•11ruentran en un camino que algunos de nosotros llamamos ahora antropología
, 11111¡1w1tdo. (citado en Ruby, 1991: 63)

Todos estos elementos de la cultura oral pueden ser explotados como un 1< 'IIHII
político nuevo y dinámico que pertenece a la gente. [... ] Los sentimientos, l,11111 1d ¡1111•d<• s1•r In naturaleza d e una etnogmfín posl/loderna (Clifford, 1988),
nación y el sentido lúdico son fuentes al parecer inagotables de fuerza y 1<"1l',l1•1u 111 td1•1,1 1•1 discurso como un "d iálogo entre inves tigadores y aquellos
11 111 1·•1 i11di.i11 lyl qu<' r<'l'mplazn el monólogo d(' un nuto1~ una autoridad
entre las personas. Estos tres elementos tienen una base común que no ptlt'clt

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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

autorizada por sí mi:sma que representa a otros, [por] la polivocalidad en los tex• <'on el fin de examinar la interacción del movimiento social con las dis-
tos etnográficos" (Barnes y Duncan, 1992: 9). Lo que en ocasiones ignoran mu• 1in tas instituciones gubernamentales, se realizaron, entre otros, entrevis-
chos de estos etnógrafos posmodemos o, al menos, lo que no parecen abordar de /11s estructuradas y semiestructuradas con funcionarios del Gobierno. Estos
manera explícita, son las desiguales relaciones de poder dentro de las cuales tien 11 lli mos pueden dividirse en tres grupos:
lugar ineludiblemente la investigación. Es completamente bueno y aceptable in
1) Q uienes ejercían sus funciones en un estilo más bien burocrático y se
cluir al sujeto del estudio en la producción de los textos etnográficos, pero, ¿esto
preocupaban poco por las luchas concretas de las comunidades ne-
desafía necesariamente las estructuras de poder dominantes o es simplemente
gras en el país.
una manera posmodema de justificar las propias intervenciones académicas?
comentar estos aspectos en relación con la representación de las minorías, Rub l 1) Quienes sentían solidaridad por los movimientos y estaban involucra-
afirma que "las formas en las que se ha introducido la diversidad no amenaza dos de una u otra forma en discusiones con sus líderes y conmigo so-
seriamente la estructura de poder ya establecida. La diversidad se ha domes// bre sus progresos, estrategias y problemas.
cado, es decir, asume la apariencia de representación de la minoría sin desafio
11 Aq uellos funcionarios negros de Gobierno, que frecuentemente se in-
nada en forma real" (1991: 61).
volucraban en forma activa con los movimientos y ejercían algunas
La simple inclusión de las minorías en estas formas no aporta mucho
l11nciones en su interior. Este grupo de personas fue de especial inte-
la investigación crítica ni desafía las estructuras dominantes de opresión e in
n ·s para mí, porque dejaban al descubierto las imbricaciones de la po-
justicia social. Podemos ver reflejadas también aquí las críticas marxistas d
1f t ica oficial del Gobierno, la agencia de determinados representantes
escritores como Harvey (1996) y Habermas (1987), quienes sostienen que In
1', llbcrnamentales y las múltiples ambigüedades en las que se veían
cluir las representaciones de las minorías no constituye un desafío a las l'
1•11vueltas estas personas durante los procesos de toma de decisiones.
tructuras de poder dominantes y que la actual diversidad, tan en boga, y 1
fragmentación de intereses y políticas identitarios sirven realmente a los inl 1,111 formas específicas de las entrevistas variaron y tendieron a hacerse
reses de reestructuración global del capitalismo, sin desafiar sus fundanwn t \ l11lm1nnles con los funcionarios de los tres grupos. Especialmente, con los
tos. Precisamente, la IAP pretende desmontar tales estructuras, lo que haCl' d 1 " 11•11lo111tcs d e Gobierno agrupados en el tercero, realicé varias entrevistas
ella algo mucho más que la sola actividad de observación o representad,in 1 1 ¡;11 l111il' nlo y tuvimos conversaciones bastante informales, que en ocasio-
sino, más bien, una metodología de investigación participativa con un inll'l'i\ d11111•111hor aron en encuentros amistosos y salidas sociales.
activo en los esfuerzos por cambiar las estructuras de la injusticia social.
1'1, 1 11 ')',ll ndo grupo de personas, a las que entrevisté en Bogotá, Cali, Bue-
""' 1•11111 rn y Tun,aco, eran los líderes de movimien tos sociales naciona-
Segunda parte: experiencia práctica l, •1 y rq¡iona lcs, en particular del PCN y d el Movimiento Cimarrón. En

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1
111•1,•11 /rl'uislns se/lliestruct11rnrlns, en su mayo r parte, y en las discusiones
"El gringo curioso": herramientas etnográficas 11111 •1 111/111 1110/r•:,; que s ig uie ron, cxpl iq u(• mi posición con respecto a los pro-

y su aplicación en campo '' "" "11 11'¡'1,111 i:r,,1ti vos dl' las co1111111idt1d1•1, 111•1•.r11s, 111 i ,is piración de traba-
l•", 1111111:, 111ovi 111i1•111rn; s(•g,111 li1 id1•11l11r,1i1 ti,• l.i t/\ 1' y mi d1•st>o de crear
El movimie nto social tk cnmu11idi1d1•11 1H'¡',1·1111 1•11 <'olomhi.i o¡i1•r111•11 di 1111,1 11•l1wli111 d1• lr,ll1njo y ,111,1 i111t•1,1111111 1 111,\1 •il¡•,1tl l1t ·o1 1i v,1 ,·1111 los 1110-
í1•r1•nl<'S ni v1'il'S n l'Sn 1l.1H, q111• v,111 d, .. 11 11 • h1IP1, tl ) 1'1•¡•,lp11,tl ll,1•11.i In 11,11 ·11111,11 11,111•11111• , 11•111111·1• 11 11, li,•111'1 i1 Ílll, l1ilt1ll'1 ,il, ..11 p1,• 1•111 11111¡,1,d, 111 •11· d1•riv,1
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

estrategias, problemas y acciones concretos; y mi investigación pod 1li• t :uapi. Ellos vieron en mi presencia una fuente de información so-
ser de beneficio para los movimientos en la medida en que abriría un l111 , t1suntos políticos internacionales, por lo que tuvimos varias reunio-
pacio para la autorreflexión sobre los procesos internos y un análisis ,1 111"1 1•n las que discutimos tópicos que iban desde la guerra en el Golfo,
tocrítico de los problemas que experimentaban. l 1 ,1llolición del apartheid en Sudáfrica y los conflictos étnicos en la an-
111•,11,1 Yugoslavia hasta la guerra de Rusia contra Chechenia. Además,
3. La observación participante y la investigación en profundidad a nivel lcK 111 vl111os varias reuniones para reflexionar juntos sobre los procesos de
y regional se realizaron en el pueblo de Guapi y en los ríos circundan! 11 111•,111cntación que se estaban presentando dentro de las organizacio-
del Pacífico caucano, donde permanecí cinco meses en 1999 (ya hnh
111••1 1•11 Guapi.
realizado un trabajo de campo anterior en Guapi en 1996). Después J
Buenaventura y Tumaco, Guapi es el tercer pueblo en importancia (•n 1 ~ l,1/11111/,n y Guasá es una red de organizaciones de mujeres en el Pacífico cau-

costa del Pacífico sur. Tiene una población urbana de cerca de diez 1 1 111111 que se ocupa principalmente de asuntos derivados de la reproducción
habitantes, pero su influencia como centro urbano se extiende a las árt• l 1111lli111· y del mejoramiento de las condiciones de vida en los hogares. Mis
rurales del municipio y más allá (véase la Tabla 4.1.). 11 ,111111·10s con este grupo fueron de amistad y colaboración. Con las líderes
11•1l11 v1• menos reuniones formales del tipo de las entrevistas grupales, en
111111 • porque ellas parecían menos preocupadas por la autorreflexión sobre
11 111 1•1,mización que por el lado práctico de hacer las cosas.

Rural 11.915 10.958 13.594 12.902 • 111 l1 •1'l'l'ra organización presente en Guapi, la Federación de Comuni-
Total 14.981 15.837 20.479 22.829 .J,11 l1 "1 Negras en el Pacífico Caucano, conocida como la Federación, fue
Fuente: adaptado de DAN E (1991 ). * Adaptado de DANE ( 1993). 11111 li1 q ue menos contacto tuve, debido en parte a su relativa invisibili-
1111 1•11 l'I paisaje organizacional. Sin embargo, tuve varias discusiones
Como centro regional para los pobladores en los ríos circundan!<'~, 1 1,111 1rl 1•nis con uno de sus líderes, quien también organizó un encuentro
mayoría de los encuentros entre los diferentes consejos comunitarios, org,1111 1li I l1111 d íns con jóvenes de los ríos Guajuí y Napi, en el pueblo de San
zaciones negras y representantes del Gobierno y de ONG tienen lugar en< :1111 \ 11l111 110 de G uajuí, en el que participé con una charla destinada a ana-
pi, lo cual lo convierte en sitio privilegiado para observar estas interaccio111 11 111 l.1 1dluación de los procesos organizativos de las comunidades ne-
Las entrevistas que realicé en Guapi con los líderes regionales del 11111\ 1 ¡ , 1>1 1·11 <'olo mbia.
miento social fueron formales, al comienzo, y se hicieron más informail'H 1111
el paso del tiempo. Estas relaciones se convirtieron eventualmente en a mi11t,11I l 111"111• 1•1,rucnlro también se cristalizó una de mis inquietudes con res-
con la mayoría de los líderes, gracias a lo cual compartimos comidas, bt'I 11d,1 1'', 111 ,1 l., f.lll,1 de participación de los estudiantes de educación superior
y bailes. Mi participación concreta en los tres movimientos en Gua pi t1s111111 111 11111 11111v i111k•nlos de Guapi. A primera vis ta, puede parecer sorpren-
diferentes formas: ,11 1111 • 1·•1lt1 s itu,wión, d ado que C u,1pi funciona como polo de educación
11 1,111111d y 1·11t•111,1ro11 1l'l'H n• nt ros d1• !'d111·c1l'i(111 s u ¡w rio r y uno de capaci-
• Cococnuca - la primera coordinación rt'gio11é1 I de las com unkl.1d1•11 111
l 11lt111 l1•1 ·11 h-i1 dl'I S1·rvkio N,H'io11,d ti,· /\ pn•111ll1i1j1• (<;F N/\) . No obstante,
gras q ue su rgió en el Pacífico ct1ur,11111 !'11 199:1
l 1 1•1111111 l111w1d1• 1111 id•,l1•1n,11•1 h11'i1li v11 q111• 11111"ll11111ili1 l'i ¡w11Hnmie nto
jóvenc's ,wlivist.is, !'11 s u n1i1yor1.i . t-:l lrn, ll kl1•ron pMl1' d1• l,1 1·1-1l 1•.il1•HI
111t1, 11 1•11I 11 • ln1 1•11I11il l.111l1••, , '11 1•1111•11I ld11 1•1,I111 ,11111, 1111 1·11111111 •pt11 d1•
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Figura 4.1. Entrada al barrio Puerto Cali, Guapi l ,.1 observación participante fue la principal herramienta de trabajo en el
·f' ,1rnbito local. Recorrí los diferentes ríos alrededor de Guapi, permane-
1 i con las familias del lugar y me sumergí en las vidas locales, enfo-

'l " l' metodológico al que puede denominarse etnografía en profundidad,


q11l' hace énfasis en la observación prolongada. Me quedé más de cin-
' 11 meses en el campo en Gua pi y sus ríos vecinos, compartiendo con
•111s habitantes las penas, alegrías, frustraciones, emociones, duelos y
,illirciones familiares de cada día, así como sus fiestas y, por supuesto,
1,w1 inquietudes políticas. Estudié detenidamente cómo se habían esta-
1il, •r ido los procesos organizativos locales y qué identidades políticas
•"il,1ban en proceso de constituirse. En especial, hablé y trabajé con los
" 'l'l'l'Sentantes legales de los consejos comunitarios recién surgidos, y
1• 11rniné cómo, en ocasiones, se integraban a estructuras de movimien-
111"1 preexistentes nacionales y regionales, y en otras ocasiones creaban
il l'I propias asociaciones independientes. También en este campo era

111i11, fuerte mi participación, pues tuve frecuentes reuniones con repre-


11•11l ,111tes de los consejos comunitarios. para discutir asuntos legales y
''I 11•1·,1 1i vos en los que aporté mis opiniones y mi análisis.
Figura 4.2. San Antonio de Guajuí

11, 1, l.i comprensión espacial de la resistencia:


1 11111 de un recuento cronológico

\ 11d lll•gada a Bogotá en octubre de 1998, me instalé en las oficinas del


11111111 1 nlombiano de Antropología (ICAN)37• Mis contactos con el ICAN da-
1, 1IJl//1, rnt1ndo realicé un trabajo de campo en Colombia para mi tesis de
111 1 11 , "•" ocnsió n fui invitado a hacer parte de un equipo de anh·opólogos e
1 1111 11111 ", (¡ n6 lcsc la a usencia de geógrafos!) en el proyecto de investigación
1 111 111111••1 1wgn1s y modernidad: acción colectiva, sociedad civil y Estado en
1 ,, 1t h 11, 11l11mbi.ino" (v6asc Pardo, 200'1). Drl 26 al 29 de noviembre de 1998,

11 d \ 1l•1w1wnlro /\n ual de LitNalun:1 Ornl d1• In C'nstíl Pacifica Colombiana,


l 1111111\'1•1 11111\1, ,•1 puvrlo mt'1s i111por1.i1111• d1• l.1 n•glo11. l·'. I t'ncucntro -cuyo
1 111111111 •1" " l '.11°11 q111• n111•:-11 ro p11<•blo no ph 1d11 HI 11111 ·1111 u·i,i" - n rnstitu yó un
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i ( lio111111 li, ljlh ' !11,, ,,1·1 11111,111 tttlllll ,,11 11•111111!11 \ 1d11111l 1l,11111 d 1 t1l111111il11r (11 i' l lit1l 111l11
111
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

espacio privilegiado para observar la importancia de la tradición oral en la vid 1 11ll i,•,11iva. En varios encuentros, tanto formales como informales, propu-
cotidiana, en especial en las áreas rurales del Pacífico. También fue un espacl d1" 11li r los problemas con los líderes, pero mis repetidas sugerencias de
que afirmó la precaria situación de la tradición oral. La presencia cada vez m ,111l1 111l'S con representantes de todos los grupos y conmigo (como el in-
penetrante de agentes de la modernidad (como la televisión y el transporte amo 11¡;11dor externo que plantea la necesidad de emprender procesos de
torpor el río) contribuye a que sean reemplazados los patrones ~ociocultural ll1111, l'f lt'Xión entre los participantes de los movimientos, como pretende
tradicionales de narración de historias en el hogar y durante los recorridos 1 I') l11 l'rün evadidas constantemen te, aunque nunca rechazad as de ma-
canoas, ambos espacios claves para la reproducción social de la tradición ora l I tl l1,•cla. Tal encuentro simplemente nunca se dio.
Me impactó el hecho de que durante la conferencia se resaltara la importa.ne 1111,1 visita posterior a Guapi en julio de 2000 arrojó una luz in teresan-
cultural y social de la tradición oral, y su necesidad de recuperar estos valo 11111 1· l'Sta interpretación. Una de las activistas se me acercó a mi regreso
y memorias, pero no se hiciera conexión alguna con su naturaleza y su pote , di• 111lpó por la falta de entusiasmo que había mostrado su organiza-
cial políticos. Esto fue algo que seguiría observando (véase también Oslend '' , 11 11)99, cuando sugerí dirigir talleres de cartografía social con grupos
2003). 1111 1J1 •n·s en los diferentes ríos de influencia de esta organ ización. Ella me
1 11, 11 q11l' ahora, un año después, había entendido que este podía ser un
De cununos, arrullos y balsadas , 1, 111 11li l para ellas, pero que en ese momento no se había dado cuen-
li •1111. Hs evidente que en la concepción de estrategias de investigación
El 1º de diciembre de 1998 me embarqué en Buenaventura para viajar t 111 11,,11 iva, en el estilo de la IAP, el factor tiempo es importante para alen-
Guapi y observar las fiestas de la Virgen de la Inmaculada Concepción, pal 1 l 1 , 1111 vicción en los participantes de que este tipo de investigación es
na del pueblo, el 8 de diciembre. El viaje, durante la noche, duró doce horll 1,1 I' 11" 1·11 0s mismos. Aunque no pude resolver este problema durante mi
en un barco sobrecargado, que amenazaba con ceder a las olas arrollador4 11q11 tl1• t'c11npo, el tiempo ha mostrado que ahora es viable concebir y po-
de un océano Pacífico furioso, iluminado por una luna en pleno resplando i , 11 l'I 111'1ica una investigación participativa mucho más significativa y
Casi cuatro meses después descubrí que estos cargueros sí se hunden en 0l 11 1 11111.
siones, cuando precisamente el barco en que yo había viajado se hundió do
1\ 111, 11bscrvaciones sobre las festividades de la patrona de Guapi fueron
horas después de salir de Buenaventura. Esta noticia se difundió como un In , 1, v1•li1dorns y me proporcionaron material importante para desarrollar
cendio por todo Guapi, ya que muchas familias esperaban el regreso dt• NU
t 1111, 1•¡1111 til'I espacio acuático. La leyenda de la llegada de la patrona si-
hijos e hijas para sus vacaciones. Milagrosamente, nadie se ahogó. Alg11111
l 111,1•1 1•s rl'prcsc ntada por los pobladores locales cada año el 7 de diciem-
sobrevivientes bañaron hasta nueve horas en el mar, antes de ser recogidos pu
1 "' 1,,,l,,,111/11s se adornan con imágenes de la patrona, ramas de palma y
pescadores locales. El milagro se le atribuyó a la Virgen del Carmen, patron
~ l11"11t•oi,; del lugar tocan los tradicionales arrullos, cantos religiosos con
de los navegantes y una de las santas más importantes entre las comunid,u l,
11111 l11•111•1icos1 y el a ire se llena del cautivante ritmo de percusión de bom-
negras del Pacífico. 1,111111il y s1111s1í. l ,a trad ición y la m.odernidad se confunden en este espec-
Al llegar a Guapi, tuve unas reuniones iniciales con represcnta nh", d 11111 11111••, l,1:-, 1t\ H I icionalcs t,n/sndns están il uminadas con luz eléctrica, ya no
diferentes organizaciones sociales que estab,rn ncl ivns t'n lo región. Rnpld11 11 1111 1, \' 111111 1110v ldni; por molorl'S, no con rl'mos. Mientras los más viejos
1

mente, se hizo claro que los procesos org,111iz,1ti vrn, lrn·,1h•s ,idokdnn tlt• lr11 1111111111111111//111. 1•11 l,1 pl,1;,,.i pl'inri ¡ml, lrn, j11v1•111·r11•1ic11l'h,111 salsa y vallena-
nwnlación, hoslilidadt'S dt'Ci.ll'<Hl<1s t'l111'1' vo1111111 l1d1•11 •1i d1• lw1 1novin1i1•11h 1'" l,11 ,t,111" l11d11 v11l111111•11 tl1• ¡m11•11 t1 •H 1•q1ilp1111 d1• •1111tido. /\ún st• pasa
y 1,rll .i d1• l111i1 l.1d ,•11 r, 11 s lud1,1q_ /\1 11111111 • 1,1'1 1111¡111. ,11111111 "1 d1• 1111o1 111·¡•,i11111 11111 l1111t •ll,1 d1• 111, /11· 1•1i1¡,.1111nl l1•11II• 111 il"i.1111!1 il, • 1.i 11 •1•,11111 , ¡wro l.1 11111
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Uh1ch Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombia_n_o_ _ _

Resistencia no violenta en un contexto de guerra civil d que se otorgó el título colectivo en el Pacífico fue asesinado, probablemente
¡•111· paramilitares (1999: 176). Mis propias fuentes de trabajo de campo m e con-
Durante las fiestas de la patrona, se hizo sentir por primera vez otro fac
1111,n cómo el 12 de febrero de 1998 fue asesinado un líder de una comunidad
tor, que se mantendría durante el resto de mi estadía como una posibilidad y
,11 1
¡•,l'íl en Nariño cuando llevaba el censo de población en uno de los territorios
una amenaza constante: rumores de un inminente ataque guerrillero al puc
1111 1recibiría una titulación colectiva. Al parecer, los asesinos eran conocidos
blo. Al final, nunca sucedió. Pero señales convincentes, como la barricada de
1,11 t•I y por la comunidad. Dejaron una nota con el cuerpo: "Por molestarnos
costales de arena que se acumulaban gradualmente frente a la estación de po
,111 l,1 Ley 70". Como ocurre con tanta frecuencia en Colombia, la impunidad
licía del lugar, hallaron terreno fértil en la imaginación local y en el bochinc/"''
, 1111puso a la justicia y no se encontró a los responsables del crimen, aunque
las tan preciadas habladurías, que llevaban a todos a sumirse en especulado
li 11 1111 consenso general de que el asesinato fue ordenado por las empresas
nes sobre un ataque guerrillero. De hecho, las fiestas de la santa patrona rn
1111• 1''<plotan la palma africana en la zona. Ellos habían sufrido uncontratiem-
menzaron y terminaron anticipadamente ese año como resultado de que "
111 111 sus actividades por un fallo judicial en el que se aplicó la Ley 70 para
hubieran tomado en serio tales rumores. Hay implicaciones importantes parll
11111,11'dl' que habían talado de manera ilegal ochocientas hectáreas de bosque
el trabajo de campo en áreas con presencia guerrillera o paramilitar. Los pl11
1 11o1 111.,ntar palma africana. El asesinato fue considerado una venganza y una
nes de viaje, por ejemplo, pueden modificarse o cancelarse, e incluso lleg,1
f ,, 11111 dt> intimidación a los demás líderes comunitarios del área.
ser aconsejable salir de la región temporalmente.
1(11 otra de tantas masacres, el 10 d e mayo de 2000, paramilitares de las
Entender toda la complejidad del conflicto interno colombiano y sus ten 1
11111ild1•nsas Unidas de Colombia (AUC) entraron.a la comunidad d e Zabale-
bles y dolorosas manifestaciones es en verdad difícil, a pesar de los numeroso
1, ,1 ,,t'il las del río Anchicayá, cerca de Buenaventura, mataron a doce perso-
análisis de los llamados violentólogos, analistas expertos en temas relacion11
' 0•1 111'slraron a otras cuatro y quemaron muchas casas. Dos días después,
dos con la violencia. Este no es el lugar para hacer un análisis más de este n111
11, N dhH ribuyó por correo electrónico la siguiente declaración:
flicto. Sin embargo, vale la pena reflexionar brevemente sobre las importanh
implicaciones para la movilización no violenta en un contexto de guerra civll
Es frecuente que los medios de comunicación nacionales informen sobre 11111 Las comunidades negras del Pacífico colombiano han estado luchando por el dere-
sacres paramilitares, ataques guerrilleros y secuestros. Poderosos movimi('11l11 cho a legalizar sus tierras colectivas conjunto con el derecho a administrarlas de ma-
guerrilleros y grupos paramilitares de extrema derecha mantienen una gL11•11 nera autónoma y de acuerdo con sus prácticas y valores tradicionales. La Constitución
1 olornbiana les reconoce este derecho por medio de la Ley 70 de 1993. Las organi-
sucia en las áreas rurales por el control del territorio. Por lo general, los ca 11,111
sinos quedan atrapados en medio de este conflicto y son los más afectados ¡111 1.ic iones de base del río Anchicayá llevan un proceso avanzado de titulación de sus
él, en la medida en que cada facción los acusa de apoyar a sus oponenlt'H. l\h1 111•11,1~. 1a apropiación colectiva por parte de las comunidades negras del Pacífico co-
sacres, intimidación y propagación del terror entre las poblaciones rural1°H- l11111l11t1110 es vista como una amenaza por aquellos que mantienen un interés en ca-
convierten en las estrategias fundamentales de los grupos parnmilitart'S ¡,111 p11o1i11t11 saine la enorme riqueza natural de la zona, la cual incluye: preciosas maderas
"disuadir" a los habitantes de apoyar a la guerrilla. Como resultado de dio, ,,, 1111¡m.iit", ,1lt,111wnte comerciales, oro, y d pott•ndal de establecer cultivos comercia-
mos testigos del dramático desarraigo y del desplazamiento forzado dt• 111111 iio, d1• 111,1111•1,1 11111•11~1v<1. 1 l I os clt•r1•clH>', ,111<1",li,111", dt• lc1~ comunidades negras e

de campesinos de la región hacia las ciudades (Os le nde,~ 2004). 111tllf:•·1111•,, wlll'¡ddn•, 1111 lo1 e .i11i1co11•,11111111111i1I, •,1111Vl'd11•, 10111C> 1111 olNáculo a esta
..~¡il111o111<'111y d, .. ,,111111111 ll,1¡111•1 1111•,11 ¡111•1!•~111 il1• q111• 1°,1,,., 11111 111111di1d1", •,0111 ol,11>0
En este contexto nacional dt' vio lt'nci.i y 1,•rror, ,•1 111ovi 111iv11 10 1md,d ,1
1,1d111 ♦ 1•, d1• l,1 flll1•11ill11, •,1, 11itll1,111 l11v1t1l,•111111y111111111111d,1111111¡,,11,1 ti, ,pl111,11li1•, lt11111
n1munidridPs 1wg rns st• movi li:t.i p,,1\1 ddl•11d1·1· d,•rvl'i111:1 1,•n·i1111·1.ili•11 q111•
11111•111<' y 1il•ii11il,11 ••11' 111.:11111,11111111 , il1 11,1 • ( il I,¡ 1111¡.t111iil ,1, l 111111•.. 1¡1 d1 11111 ♦ •11
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

En este contexto, ¿cuáles son las implicaciones para la resistencia n ll111•11aventura y Caney
violenta de organizarse y defender sus territorios? ¿Qué estrategias debe
adoptar las comunidades negras para cC?nfrontar a actores violentos como lo l ,¡1 última semana antes de Navidad la pasé en Buenaventura con miem-
paramilitares y la guerrilla? ¿Cómo pueden defender sus territorios de man 1 11 "' dt>I PCN, en su oficina principal. La recepción, al principio, no tuvo el

ra efectiva? Este libro no pretende encontrar la respuesta a estas pregunta, 11111 d1•l trópico circundante. Algunos líderes estaban ausentes y otros no es-
pero estos problemas afectan cada vez más los procesos organizativos de la 111• 111 1nuy interesados en mi plan de investigación ni veían beneficios en mis

comunidades negras en el Pacífico colombiano y deben resolverse con urge · 11 ii, 'N colaboraciones. En mi tercera visita, comenzamos a tener discusiones
cia. Como me escribió un activista del PCN en un mensaje de correo persona ,11111 11•¡ más abiertas y prolongadas. Y en mi último día compartí con ellos
a propósito de la masacre del río Anchicayá: "No podemos simplemente snl , 1•l1•l>raciones de la Navidad. En esta ceremonia informal, cada participan-
corriendo, ¿cierto?". 1111 ",,lba sus anhelos y deseos personales para el año que se aproximaba.
1111 l li1t1.ición se invocaba el nombre de un líder negro universal, lo que era
La afirmación de las territorialidades en forma no violenta puede ser f
ll 1til11 por los otros participantes con la exclamación "presente" . Este ritual
tal en este contexto. De hecho, podemos observar un cambio de paisajes do
111!111111 t,1rnbién la orientación del PCN hacia la lucha universal de la diáspo-
de los lugares adoptan nuevos significados, en términos de un cambio t'll
' 11 1:1,1mntra el racismo y en defensa de los derechos de la gente negra don-
sentido de lugar y de la articulación de geografías específicas de miedo y t
plil'1 ,, que estuvieran en el mundo (véase el capítulo 1 sobre los principios
rror. Tomando el caso del río Anchicayá, su sentido de lugar ha sido invoc,,J
11' 11} lJ no tras otro fueron nombrados los líderes negros universales que
alguna vez en las siguientes coplas, recitadas aquí por don Agapito Mont,,r,
111111, Id . Cuando la p ersona que me precedía gritó "Malcolm X", me dejó
decimero oriundo del río Guajuí:
11111 ill l111n opción. Llegó mi turno. Sin mucho tiempo para pensarlo, excla-
\Vllli11 m Wallace", lo que fue recibido con miradas de desconcierto y un
El puerto de Buenaventura, 1 11 111 ,tl¡•,o incómodo. Inmediatamente, me puse a explicar las luchas histó-
un puerto bien venturoso,
, ,¡,, li>:, l'Scoceses contra Inglaterra, en las cuales fue representativo Wi-
donde apegan los navíos
111 \Vi1 ll,11·l·. Por ende, esperaba, al menos en esa ocasión, conectar la causa
y los hombres de reposo.
, 1 111 "" la lucha de las minorías negras en Colombia. Esta conexión algo
El puerto de Buenaventura, 1 ti 111• 1•nt,1blcció de pronto cuando mencioné el otro nombre por cual es
Lcuándo estaremos allá 1 1,111 Wi lli,1111 Wa llace, "Corazón Valiente". Un "ahh" de reconocimiento
viendo muchachas bonitas 1 111•111•1 lugar y un entusiasta "presente" llenó el salón. La película había
que bajan del Anchicayá? 1 1111 ,•,11u 1•11 Buenaventura, y su enfoque particular sobre la historia esco-
(Grabado con don Agapito Montaña, Guapi, 23 de abril de 1996) 1!1 il,1,, ,tll·, 111:1.ndo así las costas del Pacífico colombiano.
l 11 1•111 1'11 dl 1999, viajé a Turnaco, donde trabajé con líderes del movi-
1 1

Con la masacre de los paramilitares, este sentido de lugar dC' p <WH f11, 1 11111 il, •I l '11 l1•11q 1H dl' Na riño, una organización regiona l que hace parte del
1

lleza y añoranza parece haber pasado a oh·o, de miedo y ll'rror. Mil 11l1\1f1 d, 1 l i J'lli11 lp,d ohjl'ti vo de mi visitn n 'l\1m,wo 1 rn ,1prvcior las experiencias
1

Agapito habla de las muchachas bon itas qut• bnjnn d<'I río /\ nchi,·.iy,, h,w1,1 1111 111 11 l1111,tll ll 1•,•glon.ilt'H 1•11 l'i dt•p.1 1'l1111 11•1110 d1 • N,11·i110. /\d( más, sostuve
1 1

navcntura, las noticias d(' la mnsncn' 1mHlrnhl,u1 dt> ,lh\'!lill.ilo, 1',IHOK ii w1•11dl111I l • 11l11 111l1111 1·1111 lld1•n•s d1· l., /\N1wl111•11)11N11111 111,d d1 • 1l•:11.irlos Cnm¡w-
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d, •I 111 ii·d111•11( 'ol11111lil11 :11•rfi1 11111111111•1 111 d1,11t11l11(11 •11111• ( l•il1•11d1•1 , 1()0 1) 1 11111•11l11• ,tl¡•,11111>11d1· 11111 l1d1•11•11111111p,.,111111•1 11 1it•1, l1·j11•1 \ 111•1111 li vl•1l.11i
I • 1111••1 il1• l'itl1•11q111• l 1w 11111111•11111 •o• 1111 11,l1,tl1,111 l11 1111111<•11 11•1111 • 11111\
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulnch Oslender

críticos hacia los últimos, que, según sostenían, no habían aprendido de ex- 11 11•dad de rituales mágico-religiosos, que incluyen la aplicación d e aceites
periencias anteriores y en lugar de ello estaban liderando un proceso de or- 1111111,Hicos preparados especialmente y el rezo de oraciones. El hecho de que
ganización cerrado que no se abría a otros miembros de la sociedad local. 111111 hos padres hayan visto la aparente incompetencia d e los médicos en el
A mediados de enero, viajé en lancha desde Tumaco hasta Gua pi, un trayec- 1111•,¡iita l y el siguiente tratamiento exitoso de una curandera han contribui-
to de unas siete horas por mar abierto y a través de ciénagas d e manglares, lo 111 .i l,1 firme creencia en la exis tencia del ojo y de los pod eres curativos de la
cual me permitió hacer una evaluación visual del área y me dio la oportuni- 11·,•1H ia entre las comunidades negras. No es una sorpresa que la m edicina
, 1111111 •1·11a rechace ambos aspectos como fantasías.
dad de conocer varias poblaciones en el camino.
<:rabé y transcribí numerosas con versaciones con doña Celia, en las cua-
lt,11110 de aspectos de su vida de niña, cuando trabajaba en las minas de oro
Mi comadre Celia 11 l 1 11.irtc a lta del río Guapi, o cómo aprendía la m edicina tradicional de su
En Guapi me instalé en una casa con un encantador patio al que dia• 1
11 111 lo1 1)oña Celia también contó bastante de su s diferen tes migraciones, pri-
riamente acudían dos colibríes y otros pájaros tropicales que no identifiqué 111 111 •,i1•ndo una n iña, a Gua pi; luego, ya adulta, a Buenaventura, y más tar-
Le alquilé la casa a doña Flor Yacup, a quien había conocido en 1996. Infortu li 11t ,di, antes de regresar nuevamente a Guapi. Fue en estas conversacion es
nadamente, doña Flor se había e1úermado gravemente antes de mi llegada a ¡,11 il1",11 nlrañé el sentido de lugar d el Pacífico colombiano y a partir d e las
Colombia. Su hermana la estaba cuidando en Buenaventura, donde lament,l ,, 1li -. , 111nc nzó a tomar forma concreta el con cep to de espacio acuático en los
blemente murió unos cuatro meses después. Al llegar a Guapi resultó que la 11111', d1 d oña Celia. Recurriré ampliamente a estas conversaciones con ella
1

persona que había estado viviendo en la casa durante los seis meses anterio o I l 1,i¡11 tulo 5.
res, y que la había cuidado en reemplazo d e su dueña enferma, no sabía que l 'dl',1 ,,gasto de 1999, fue tiempo de d ejar el campo. Las distintas ceremo-
yo me mudaría allí. Dado que de todos modos la casa era demasiado grand• l I il1• d1•s pcdida duraron toda una semana y variaron desde invitacion es a·
para nú solo, le ofrecí que se quedara en el segundo cuarto. Ese fue el comien 11111 l,1•, 11·,1d icionales, com o el tapao, h asta sesiones de bebida, fiestas y bailes.
zo d e una amistad de respeto mutuo que con el paso del tiempo se convirtió h ¡ 11 •d id,1 de doña Celia fue especialmente emotiva. Miller, un buen ami-
en una relación de madre e hijo. Doña Celia Lucumí Caicedo llegó a ser, adt• 1111111 •sor d e inglés en el colegio San José, me llevó en su motocicle ta a la
más, una persona con una tremenda cantidad de historias, que, a la manera d1 1 1 , 11 •, h•1•,¡wgue d e Guapi ese miércoles en la mañana, y var ios amigos fue-
la región, contaba con gestos, imitando voces en estilo directo y con quiebrt•N ,. 1 • 1•1 11w partir. Al ca minar hacia la avioneta me volví una vez más y leí la
de voz para lograr un efecto dramático. Doña Celia era y sigue siendo una ni 1 i¡ 1, 11 111 i111p1"l'Sa en grandes letras en la fren te del edificio del aeropuerto:
randera tradicional y una comadrona respetada en la comunidad. No puvd11 11 1111•1111111 ,11 ,wropue rto Julio Arboleda de Gu api". Entonces, supe q ue aún
decir hasta qué punto debo a sus botellas curadas, llenas d e hierbas aron11\ 1 d 11 1,111 11n·g u11l,1s por resolver ... 38•
ticas y viche, el no haber contraído el paludismo; d e todos modos, creí en 111111

poderes curativos lo suficiente para resistir el desangramiento d e que mv hl


cieron objeto los aborrecidos mosquitos anofeles.
La presencia de doña Celia en la casa me permitió observar va rias jll\ )1

ticas tradicionales que e lla reali za ba a ll í, por <'i<•mplo, In n1rn dl'I ojo, u11.11•11
fermC'dad cultural romún e n la rl•gi,~11, q111• p.id1•11 •111·1111 fn•n u•1wi.i lrni 111n,1
¡wq 111 ,110 s y ptwd 1• c.111H.1rll'H l,1 rn111•1h 1. 1 ., 1111 •d11111,1 11111d1•111,1 1•,plit o1 l.i 1•11
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~PÍTULO 5
_.... TRADICIÓN ORAL COMO PORTADORA
- UN SENTIDO DE LUGAR ACUÁTICO

Río Guapi
Desde los cumbres viajas altanero, / pero esclavo en el riel de tus orillos,
desciendes hasta el mor de ondas sencillos/ o tributar tu arroyo placentero.
Cuando estoy lejos, tierno yo te quiero, / con todo el Potosí de aguas tranquilos;
con tu fauno de sóbolos y anguilas/ y con tus noches plenos de luceros.
Portocarrero (1995: 70)

'= un científico desesperado y un pescador local


Existe en Colombia una historia acerca de un científico que durante toda
~ a observa a un pescador estirado e~ su hamaca, colgada entre dos
- - de coco de una playa del Pacífico39. El científico toma notas minucio-
~ cada uno de los movimientos del hombre, que no parecen ser muchos.
~ :evanta de cuando en cuando para coger un coco que ha caído en la
~ abre con su machete y bebe su refrescante jugo. Después de una se-

ie intensa observación, que se extiende desde las diez de la mañana


..as cinco de la tarde, el científico se impacienta de verse enfrentado a la
:-e pereza de este pescador que tiene un mar de recursos frente a sí y no
;nenor movimiento para agarrar ni un pez. De modo que finalmente

-:orla la he escuchado en varias oportunidades y en distintas versiones. Véase, por


\\'ilches-Chaux (1993).


131
Ulrich Osle::..n~d;:;
er_ __ _ _ _ __ __ _ _ _ _ __ Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

decide hablarle e ilustrarlo sobre el enorme potencial que el mar y sus recu f//1 n quiero indicar los modos específicos en que los elementos acuáticos
sos guardan para él, si solo estuviera dispuesto a explotarlos, en lugar de m •111111 In constante presencia física o simbólica del mar, las inh·incadas redes
tar el tiempo estirado en la hamaca. "Oye - le dice el científico - , ¿por q u(I • 1111•1-1, las quebradas, las cascadas, los manglares, los elevados niveles de
pasas todo el día en la hamaca, cuando el mar está lleno de peces que no estA 11 1lt,1ción, las importantes variaciones en las mareas y las frecuentes inun-
más que esperando a que vayas y los pesques?". El pescador, algo desconn, 111111'H n gran escala- han influenciado y dado forma de manera sustancial
tado por el afán del científico, lo mira y responde: "¿Por qué querría yo atr ¡1,11rones de vida cotidiana en la región, y la manera como se han desarro-
par todos los peces del mar?". El científico, entusiasmado de que el .pescad 1, 1 1•11 series específicas de relaciones sociales espacializadas en tomo a las
11, ,1 ,, dL• los ríos del Pacífico.
al fin le haya respondido, le explica: "Cuantos más peces atrapes más podr
vender en el mercado y más dinero conseguirás". "¿ Y qué haré con todo " 11 1•spacio acuático se refleja en los tres elementos que constituyen el
dinero?", le pregunta de nuevo el pescador. "Bueno, puedes construir unu l , 11l11 de lugar de Agnew (1987): ubicación, localidad y sentido de lugar,
dega de refrigeración y ganar aún más dinero". El pescador, que sigue relaji\ 11,1111• constitutiva de ellos, según lo aplico a las tierras bajas del Pacífico.
en la hamaca, lo vuelve a interrogar:" ¿Y por qué qu erría yo hacer eso?". 1/ 111 1111e111, el área geográfica del Pacífico, está constituida físicamente por la
científico, impaciente por la incomprensión del hombre, estalla: "¡Por 1)io 1 1l111111l•da tropical y las redes de ríos que se entrecruzan. Estas caracterís-
pues puedes emplear a otros pescadores que pesquen por ti". El pescado1¡ 1 , 11l 1j,•li vns han proporcionado los recursos con los cu ales se ha inscrito la
pasible ante esta posibilidad, vuelve a preguntar: "¿Por qué querría yo h,1~ 1 ,11 "" d orden macroeconómico: como fuente de recursos para la minería
eso?" . Ahora el científico está a punto de volverse loco. " ¡Por todos los cil'lll 1111 1,1 ,il11vial desde la Colonia; para la extracción de caucho, tagua y ma-
¡pues no tendrás que volver a trabajar y podrás pasarte el día entero tirado 1 1 1•111 klos de auge y caída, comunes a las·economías basadas en la explo-
la hamaca!". En este punto el pescador sonríe y, estirándose, responde: " llu l 111 il1• 11rnterias primas; para las agroindustrias actuales, como la cría de
no, eso es lo que estoy haciendo ahora". El científico mira el objeto de su l'llt 11 11, 1111 "• y las plantaciones de palma africana; y para servir intereses pues-
dio y sacudiendo la cabeza se va de la playa para terminar de escribir las 11111 11 111 liind iversidad.
de su trabajo de campo y planear el esquema de su próxima publicación 1ml
11 1°1p,1cio acuático, entendido como localidad, enmarca los escenarios
la causa perdida del desarrollo de las comunidades pescadoras en el Pm 111
111 111 •1 1• l11íormales y las relaciones sociales que las comunidades negras han
colombiano. Nunca iba a descubrir que el pescador, al que había obsNv11\I
• ,, 111olu 1·1111 el tiempo en sus respuestas adaptativas al entorno acuático, y
tan intensamente durante esa semana, en realidad se levantaba cada df,1111
1 1111 1,11 1111no han tomado forma en el espacio, según una lógica acuática, por
dos de la mañana para ir a pescar según el ritmo de la marea y que s u d111,
, 'I ,¡,, 1•11 los patrones de poblamiento a lo largo de los ríos. En el capítulo 6
trabajo terminaba a las ocho de la mañana, cuando regresaba del mar " d
11 11 ,. ,,11•spacio acuático en relación con la ubicación y la localidad. En este
cansar. Pero esa es otra historia ... 11111111 d1• ql1(' manera se refleja el espacio acuático en el sentido de lugar entre
Para contar esa otra historia tenemos que acercarnos a las comu11id111I ,1 11,11 1111u 'H nl'gras del Pacífico - en la medida en que podemos hablar de
negras del Pacífico colombiano con una actitud diferente a la de este cil'11tllh 111itl11 d1 · 1ugn r ,Kuá lico- y la expresión en el uso del lenguaje y la tradi-
Para contar la historia de los pescadores que actúan según el ritmo dl' l.11-1 111 ,1 11111• l1 ~H Sl'J1limil'11los subj(•li voH dl•riv,H los dt> In vida en este lugar.
reas; para contar la historia de las múltiples formas dl' ndaplaci(rn h11m111 111
1111"11•11111 t1sí t'I 1·011Cl'J)I0 dl' li1g,1r 11.ir,1 !1•111 •1· 1111,1 viHi(H1 ,111r1lftica más cla-
ambiente húmedo tropical Lkl P.1cífico rnlombi,1110; p11ri11•xplo1-.1r 1111-; i11q 1lh
111111111111rn11l1•11 l11 dl'I l'H)1nrio ,w111\l in11•1 11 ••1l11•1olfl,•11•1111•1111iv1•lt>s, lJlll' van
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacifico colombiano

y fluidos, sujetos al cambio y a la transformación. También debería dejar claro 1111,1 manifestación de la manera en que las poblaciones negras de las áreas
desde el comienzo que, al conceptualizar las relaciones sociales en términos dd ,111,ilvs ven y consideran el mundo en el que viven. Hace parte integral de la
espacio acuático, no pretendo sobredimensionar el concepto ni tampoco sikn ,, 11/(11, las filosofías ecológicas locales que abarcan los reinos de la fauna y la

ciar prácticas y experiencias diferentes que se hallan en el Pacífico colombiano 1111111: " La relación que los afrobaudoseños crearon con su río, sus quebradas y
En realidad, todas estas realidades acuáticas están cruzadas por varios ejes d l1'1 IHno solo era de respeto, sino de hermandad. [... ] Así pues[ ... ] entre los
diferencia. No todos en la región adoptan las prácticas, relaciones y evocaciom ,11111 olombianos ni las plantas ni los animales existen per se, sino adiciona-
de igual modo a como lo analizo aquí (y me referiré constantemente a estas 1• l 11. romplementados y cualificados mediante la palabra, por la mente de las
periencias y prácticas diferenciales con ejemplos concretos). Sin embargo, con 1 1 01rns" (Arocha, 1999: 155-156).
sidero que el espacio acuático es una herramienta explicativa muy válida par 1il río, punto de referencia constante en su presencia física material y
conceptualizar el lugar que es el Pacífico colombiano y los discursos y prácti, 11 111111 fuen te de las imaginaciones creativas y las construcciones mitológicas
del movimiento social de comunidades negras que han surgido de él. f l,1 1wn le, es esencial en las formas locales de conocer el mundo, a las que de-
11111110 oquí epistemologías acuáticas locales. Estas relaciones ecosóficas con base
11, 1,,gua, además de expresarse en palabras, se articulan con frecuencia en lo
Estructuras de sentipensamiento y
¡111 ll11tPson (1972) llama discursos de comunicación no verbal, que se desarrollan
epistemologías acuáticas locales 11111 l1islrumentos especializados en la expresión de las emociones de la gen-
Estos olores de tierra húmeda, mor, rfos, c,énagas, saltos[.. J olores son de tierr11 1 • ,I, •HUS relaciones con otros y con el entorno. Dado que" el lenguaje gestual
cundoda por las aguas de la madre Yemayá, después de parir o los Orichas, su•, ,
11 · , 1111 ló o la palabra" (Zapata Olivella, 2000: 8), el sentido de lugar se revela
torce hijos, en un solo y tormentoso porto.
h 111 ¡,111,ibra hablada y también en gestos, danzas, música, rituales y demás
Zapata Olivella ( 1981 1
111,11tln1)cs. Mi análisis del sentido de lugar en el Pacífico colombiano ha te-
Htl111•11 ~·uenta todas estas manifestaciones, aun cuando aquí, en mi relato, me
Las comunidades negras del Pacífico colombiano son considerad.i•,
1 , ,, 1•11 wan medida en las palabras habladas de mis informantes.
menudo como diferentes según las normas occidentales de la racionalizae i, 111
l'pistemologías locales pueden entenderse como formas de sentipen-
1 111-1
por cuanto no muestran interés por la acumulación o el consumo fren('l11
propios del capitalismo (Arboleda, 1998; Funcop, 1996: 48). Se cree qut· •,11 1,,1, 11/11 (l•a ls Borda, 1978), en las que los sentimientos (las emociones) y el
epistemologías locales entrañan relaciones con el tiempo y el espacio quv di 1 11 111nlp11lo (la razón) se amalgaman en una lógica específica del lugar y la
il 111111, q lit' a menudo desafía las formas de razonamiento occidentales y que,
fieren de las percibidas en Occidente (Arocha, 1999: 148). Esto puede expl11 ,1
11111111lgu ic nte, es vista y tratada con frecuencia como superstición o magia.
en parte la incapacidad del científico del cuento anterior para entender a l ¡w
111, 1111 1•11l it'nde los ritos funerarios de las comunidades negras en el litoral
cador negro, para quien la noción de perder el tiempo no posee el mismo sig111II
cado. En lugar de ello, la tranquilidad puede ser una noción que exprese 1111•f1 1
la relación que las comunidades negras rurales tienen con el tiempo: " J,,l 111111
quilidad hace parte de la forma como los ombligados de Ananse se rcl,11111 I, 11111,,., "" 11lgunuH rnsos rn rlrs dl' un llpo d1• /ll"fl 1)n (Annnsc). Se supone que esta práctica
l111,t 111 1,,, l<"n ,rnrldo d1• lirn n1nlidl1d1•11 d(• 111 1111111[1111'111 ,·t·~pt't'livo, en este caso particular, con
nan con su medio y, por tanto, de la creatividad con la cual les so lC'n ol p.1•111 l I il11 l11 11,,11111, rnnw In lHllt1rlo. Anl, Hl' N11p11111• q1111111• l11kh1 1•11 lt1 hermandad de Ananse,
las dificultades que este les pla ntea" (/\r()(·ho, 1999: 1119)'111 . I\HlH t r,1m1 til 11il,11 1111 1il11I 1•11111110 l1111ll•11t1lll111tl, 1¡111· vlvp 11111•11\111111 1h• 111111111, 1111 Áfrlro (1999: 13). Arocha
,, 11 ,111~ "(111h11l11HJllll'(I 11¡10yill' HIIM lt•KI~ ~11111,• 111111111 11/,• lil111il111•11 y l 11li11rnl 1•nlr(' Á frica y
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ti
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Pacífico como la síntesis del sentipensamiento afroamericano; por ejemplo, me iba subiendo por este lado derecho, y a cua ndo ya llegaba bastante arriba, pum,

los velorios en los que se acompaña al muerto con cantos de llanto (alabaos) y me acostaba al lado de los pies. Diablita desde ch iquita, sabida, pero que no sabía

(1999: 142-147). En estas y otras manifestaciones, alma y cuerpo, mente y cora- bañar. Pero que mi mamá no tenía ese temor que yo no sabía bañar. Que de pronto

zón, tan radicalmente separados en el pensamiento occidental, se convierten podía meter la palanca mal metida y podía dar carambolas al agua. Así hasta que lle-

en uno. Afirma Galeano al respecto: "¿Para qué escribe uno, si no es para jun- gaba a Salsitas.[... ] Llegaba a Salsitas an'del finado Joaquín Ledesma, el papá de An-

tar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación delmo Ledesma. Que era muy de amigo con mi papá y mi mamá. Cogía mi mamá, y

nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del cora en un pañuelo amarraba alguna cosa. Ahora sí, le mandaba el papelito al finado Joa-

zón. Sabios doctores de ética y moral han de ser los pescadores de la costa co quín. Ahora sí, cogía el papelito del finado Joaquín, ponía allí tal cosa y tal cosa. Y aho-

lombiana, que inventaron la palabra sentipensante para definir el lenguaje qui• ra sí, lo echaba en mi talega y me decía: ''Tenga, mija, llévele a misia Lucha. Y dígale

dice la verdad" (1996:107). (Énfasis en el original). a misia Lucha que no la mande, que usted no sabe bañar. iSiéntese, oyó, mija!". Allí
comoíta y bien mandaíta llegaba yo, ponía mis cosas en la proa del potro, y ahora sí,
Las implicaciones de estas consideraciones en la investigación de los mn
cogía mi canaletico y prum, me sentaba al plan del potro. [Riendo]. Vea, uno cuando
vimientos sociales son obvias: si pretendemos representar los movimientos co11
se está criando, oyó ... Y ahora sí, póngalo cuidado, hasta que llegaba a la casa, más
el lenguaje que dice la verdad (sin escondernos h·as alguna ansiosa inseguridad
rápido que hacía los mandados. Cuando mi mamá creía que yo iba llegando a Salsi-
posmoderna sobre si tal cosa - la verdad- existe o no), entonces debemos pc•r
tas, era cuando iba llegando allí a la casa. Ahora si, llegaba y le entregaba. Llegaba y
cibir, entender y en cierta forma representar las epistemologías locales, las qrn•
le decía: "Mamá, a don Joaquín, que el día que suba pa'Salsitas, que se vean, oyó".
dicen la verdad desde el punto de vista local. Comenzaré sumergiéndome en l,1-.
Porque yo le avisaba la razón que él le ma_ndaba. "A don Joaco, que el día que suba
epistemologías acuáticas locales de las comunidades negras del Pacífico colo111
pa'Salsitas que se vean".42
biano, reveladas por dos de los sabios de la región, quienes muy generosamcnh•
/
me dieron acceso a su sentipensamiento y a sus discursos de comunicación 1111
verbal. Las voces locales actúan en esta nanación como llaves personales p,11,1 11t • ti ice que los niños negros en las áreas rurales del Pacífico se mueven
abrir el cerrojo de una comprensión más analítica del sentido de lugar. "' 111•q11v1ias canoas mucho antes de aprender a caminar. El río a cuyas ori-
'l I l'ivt•11 no es simplemente el lugar donde juegan, es también la vía prin-
111111 ¡111rn comunicarse con vecinos y parientes que viven un poco más lejos
Doña Celia Lucumí Caicedo y los ríos de su Pacífico
Ir 111111•,o del mismo río o a lo largo de las orillas de un afluente. Desde tem-
11 111t1 1•d.id, los niños se incorporan a la vida de los adultos. Las niñas ayu-
Nací en Salsitas, Guapi arriba, tres calles abajo del pueblo de Salsitas, en un punto q111 l 111,11111'1 madres en las labores domésticas, lavan la ropa, lavan los platos y
se llama La Corriente. Estaba yo muchacha cuando mi mamá me mandaba cl 111!1 , 1111lr111 11 1ws he rmanos m enores, mientras que los chicos van a pescar para
tas a hacer mandados. Sin saber bañar. No sabía bañar, no. Cuando llegaba la coI1I1•1,
te, cogía mi potrilla, y chi, chi, chi, a pie, así lo subía al cabezón de la corriente. Ai,l II11
embarcaba, y chim, chim, chim, así me subla todas las tres corrientes. Po1qu( 1 tI1 , 11" 11 i¡ill1 111'11• 111111 l6gkn urlxina y sus rcspc,ti vo8 por6mctros descri ptivos. Lo que miden con la
1, 111111111111111111 d1• 111111' l'H In diHLancio vntr(' dos punloH (.'11 um1 línea rectn al mirar adelante en
más eran. La de allí que uno cogla de la casa era alll calle, calle, calle, hc1st,1 q11t• 1\1 •►• 1
l 1111 FNl11 lf1H il ll'r111lnd 1•11 uno 1urvfll111·u d,•1do, tlondv n11vvn11wnlt· se mira en linea recta
1

ba a otra calle• 1• Y que tenla después u11 rcgaderito, pl'I0 110 co1 rir11tc 111tlll' l11t1L I lt• 1111 li 1.1,1 111Hlp,1il1•11l1'1111vnl111·1i. 1n dlst1111dn ,•11'1 1• 1•1,loH 1111111011d1• ¡¡,í,•1·1·111·io vi~iblcs se miele en
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1
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

complementar las comidas de la familia. Doña Celia, como muchas otras ni- Figura 5.2. Mensajero fluvial: niña pequeña en potrillo; río Guapi, abril de 1999
ñas, trabajaba también al lado de su madre y de su abuela en las minas de
oro, lavando las arenas en su batea, cuando tenía solo ocho años de edad41.
Y, como nos dice aquí doña Celia, su madre la usaba como una especie de
mensajero fluvial para enviar información y objetos a amigos, vecinos y pa•
rientes. El río en este contexto funciona como el camino principal que la pe•
queña Celia tenía que navegar, una acción en la que adquirió una habilidad
considerable.

Figura 5.1. Doña Celia Lucumí Caicedo; Guapi, abril de 1999

11t 1111nwafía del autor.

t l'li c1 recuerda su mensajería fluvial en su camino acuático hacia los tra-


11,, n i¡ 11•riores del río Guapi:

Sucedió una mano. Mi mamá era más viciosa que lo que no había. La cachimba no la
sacaba de la boca. Solo cuando ella estaba por comer, yo no acabé de comer, ya iban
dos cachimbadas de tabaco. Pero señoras cachimbas, porque el trozo que le echaba
1•rt1 un trozo así, así afuera de la cachimba. [Riéndose]. Y fumaba esa, allí mesmo, ta-
qu,, la otra. Y sucedió que estaba sin tabaco, sí, sin tabaco. Y había un aguacero, uno
t1011,m1enta, un relámpago. Ay hermanito mío, tando del día, cuando se iniciaron las
·,1 •1•, ele l,1 larde, le pasó mi papá un pedazo de tabaco así, porque mi papá era más
Fuente: Fotografía del autor. 1111•110•, vicioso. t i fumaba así, pues, cuando se acordaba. Y le pasó un pedazo de ta-
h,1co. 1 1 ( 11,mdo se dijeron las siete de la noche, y que mi mamá vido cierto que

Una batea es una escudilla panda tallada C'n 111odrrn, d P un diónwl ro q11t• vndn 1•111ll' , 1111111 •,1• 11 ,., n•,c 111 t1rn•11do •,111 t<1li.1ui: "/\l1•1c1mhc1, con Ct,lic1, lsc acomodan ligerito y me van
ta y noventa centímetros. SC' usa 1•11 In mi,wdn tll1t 'I Í1•m tl'lld ll 101111 1 1•11 l'I l'11dílro r11lrn11l,1,11 o1111111p1o11 11111,1ho1rn ,1 llt1l•,11,1•,I". l li1o1 111t•11f111,11 111• q111• p,111•clr1 t1 u110 lo borra. Y eso
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Desde temprana edad, Celia aprendió a moverse por el espacio acuático, Celia, en su función de mensajera fluvi al, actuaba también como con-
en el que el único medio de transporte era el río, donde llovía bastante y con , 11 111 vnh·e los diferentes m i embros de la familia que podían vivir en lugares
mucha frecuencia, y donde toda su vida se desenvolvía alrededor del río Gua l 1~1i111lc dispersos a lo largo de las orillas del río. Su infancia fue feliz, al lado
pi y del bosque circundante44• La ayuda en l as labores domésticas incluía tan, 1, ~11 ,ibuelo, viéndolo pescar, y con su abuela en l as minas de oro o en su
bién cuidar al abuel o, que vivía cerca y estaba separado de la abuela de Celia 1 11, observándola preparar infusiones de hierbas medi cinales para aliviar
11!1•111wdades. Esto último le fue de ayuda a Celi a cuando, años después,

Entonces, sucedía que mi mamá me mandaba adonde mi abuelo Juan Gregorio • 1, l1 , su segundo hijo, contrajo una grave enfermedad que ella d i agnosticó
,,11u1 ojo:
traerle estas cosas que encontraba ella. Llegaba yo, cogía esas cosas, cogía mi potrillito
y me iba. Llegaba allá, le daba en nombre de Dios a mi abuelo45. Ahora sí, llegaba, rn
echaba su bendición y yo le decía: "Abuelo, aquí le manda mi mamita". Él era pescador Llevaba mi hijo Félix tres mesecitos de nacido. Recién lo iba sentando. Y me fui pa'
de mojarra. Muchas veces, cuando era hora de almuerzo, que yo le llevaba su com1d Guapi arriba a una quebrada que se llama Calle Honda, y me le pegaron un ojo al
le topaba sentado allí en una playa. Allí cogía mojarra, cogía sábalo, cogía una sab,1I muchacho, ay, yo no había aprendido nada todavía. [... ] Hasta que, caramba, hay un
ta redonda que es así. Y ya había cogido, sea posible, dos machos, dos sábalos y d señor que se llamaba Juan Eugenio, y él sabía curar ojo y espanto. De allí, yo iba su-
sabaletas. Ahora sí me decía: "Súbalo pa'encima de la casa mía". Y subía yo con r biendo p'arriba. Él vivía como a este lado, y nosotros vivíamos como al lado de allá. Le
almuerzo que le llevaba. Ahora sí, bajaba con un envase, pa·subí el pescao que él h dije yo: "Compadre Juan Eugenio" - era marido de una tía mía- . "Compadre Juan Eu-
bía cogido. Mi abuelo Juan Gregario, el papá de mi papá. Él era que pescaba. [.. .] 1 genio, ihaga el favor!", y arrimo. "iHágame el favor! Cúrame el ojo al niño, que lo ten-
era costumbre pues. Tanto él la quería a mi mamá, y ella lo llegó a querer a él. Enlnn go enfermo con una fiebre que no me le baja". "Yo voy pa'rriba a ver una niñita a la
ces mi mamá hacía la comida en la casa, y con nosotros se la mandaba ahí a la <,1 comadre Polenia" [doña Celia imita aquí la voz de un hombre viejo]. A otra mujer más
de él. Vivíamos de calle, por ejemplo, nosotros vivíamos aquí en esta calle. Y en lt1 1 p'arriba. "Sí, señor. De bajada pues arrima, pa'que me lo vea, puede ser que tiene o
lle arriba vivía mi abuelo46 • En la vuelta. Tocaba ir en potrillo. No había camino. Por 1· 1 no tiene. Que yo no tengo la plata. Pero usted, si viaja, va de topar con el papá, que
lado donde vivíamos nosotros todo era loma. Por allá, por el otro lado, pues eM 1,1 usted conoce el papá quién es. Y yo sé que se lo paga. Porque es un hombre respon-
trojo. Y le digo que ya cogía mi abuelo: 'Vea, mija, coja el pescado, ahí en el ca1111•,h sable. No es de esos hombres irresponsables", le dije yo. El hombre no me hizo escar-
y llévese allá a su mamá". Ese pescado iba pa'donde mi mamá. Llegaba no mil~ qII bón. Bajó su camino derecho y no arrimó a la casa a hacerme el favor.
arreglaba ese pescao. Si era de mediodía, ahora sí hacían merienda, y le mandabc1 1111
vez a mi abuelo. Así es que yo era una sardinita cuando quedaba ella arreglancln 1
pescado allí, y iba yo donde mi abuela, iba llevando a mi abuela Juana María. 11111·111 l 11 •1111• c1 L'stc dilema, Celia no tuvo otra alternativa que ensayar l os co-

mi abuela ya me esperaba más dispersa, vivía arriba bastante, donde los otrw, '1111 11 1,111,.I1111:-i que había adquirido observando a su abuela y a su madre en la

Ella bajaba ande mi mamá por turno. Porque yo a mis abuelos toditos los co111111 d1 1~. 11111 d1• 111(•todos de curación tradicionales. Así que comenzó a preparar

vorciados de las mujeres.


o, 1 l111!111I1111 ,1wdicina l y pronunci ó las oraciones necesarias:

lnic1li111 •111v, q1I1 • ctl 0110 dlt1 l(' cl1In•, 0ll(l', dn•, •,01'1¡0•, y lt1 1, ot,as dos tomas. Y dende allí
44 No existen dslos sobre p rccipilal"ion\•~ pAra d ~,·,·11 dn 1111dn11h• d1• ll11lr1it,11,, ¡wm, d1• 111·111 •1d111"
á rcassimilart'H pn la zono co~ll'l'<I dt·l dq,111'1 ,11111•111t, dt•I ( ·,1111·11, ,1, ,.,11 l,1111l1unll dl,it,11H l11 .il'l 1111 111111111111¡01 ¡HI1qII1• l'i tipo 1111• 111111 l,1 11 111!,1 ¡1t}{.td,1 l 11•111, d1Ho yo, que fue mala juga-
pmh•mo~ nHuinil· qu,• l,1 ¡,lovit>Hhli1d 111\'dl,, ,dlt , .., d1 •, 111, 11 11111 11rn•I~ 11111111ll11111'1111•1111111111, ·
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Así es la vida, y esta vida en el Pacífico colombiano va discurriendo a Jo llon Agapito Montaño, poeta de ríos pacíficos,
largo de los ríos, las vías de comunicación de los trópicos, a los cuales está li tr.ivesías lejanas y adioses nostálgicos
gada la gente negra, no solo físicamente por sus patrones de asentamiento y
La muerte de uno de esos ancianos es lo que para ustedes sería el incendio de una
comunicación, sino también emocionalmente, ya que crean un sentido de per
biblioteca de pensadores y poetas.
tenencia y un particular sentido de lugar acuático. Existe una relación íntima
y estrecha entre el individuo y el río, en la cual el río es un punto de referen Sábalo (1998: 23)

cia central en la formación de la identidad y las prácticas discursivas cotidia


1(1 vínculo con un río de origen específico permanece con el individuo
nas de las comunidades negras. Como ya había observado West en los año
1, 11111' vida, no importa si se deja el río temporalmente para emigrar a otras
cincuenta: "Las personas que viven en un río determinado se consideran una
¡ 11 i,"1 del Pacífico o incluso a las grandes ciudades en el interior del país. Don
sola comunidad. [ ... ] Los negros y los mestizos hablan de nuestro río o mencio
1 ,q 1i lo Montaña (q.e.p.d.) vivía en el pueblo de Guapi cuando lo conocí en
nan, por ejemplo, que somos del río Guapi o somos guapiseños [sic], para indica
1 1•11, t•:ra decimero, un poeta de las tradiciones orales de la gente negra en el
su vínculo social con determinado río" (1957: 88). El río es por ello la refercn
1 1, 1111 ·o, reconocido y respetado en el ámbito local y con una mención en una
cia geográfica más inmediata para la gente del Pacífico colombiano. En luga
,111,,l11gíc1 (Pedrosa y Vanín, 1994: 13). Cuando murió en enero de 1998, se lle-
de dar el nombre de un asentamiento o pueblo en particular, cuando se le
',, 11 111igo una enorme riqueza de décimas, poemas, historias y sabiduría lo-
pregunta por su lugar de origen, los afrocolombianos nombran el río espc, 1
d ',1110 logré grabar una fracción de su poesía oral, y don Agapito pasó a ser,
fico a cuyas orillas habitan: "Si alguien le pregunta' ¿de dónde eres tú?', dk
1°111l11 rnn muchos otros, uno de los grandes poetas sin publicar del Pacífico
'yo soy del río Chagüí', aquí en Nariño, o 'yo soy del río Saija', en el Caul'R
l1111d1i.ino. Nativo del río Guajuí (véase la figura 5.3.), donde seguía tenien-
Más que hablar de su pueblo, primero es el río" (entrevista con Alfredo Van In,
1 · 111•11•.i:-; que cultivaba, don Agapito nunca olvidaba su río:
Tumaco, 19 de abril de 1996).
Los ríos, entonces, son los lugares de los cuales surgen los individuos 1•n
Yo soy guapireño. Uno cambia. (... ] Claro que yo a mi río no lo olvido. Allá yo iba a
el Pacífico y en los cuales se sumergen de nuevo cuando llega el momento d11
sembrar plátano y a buscar la vida también, porque es un río de mucha comida. Y ma-
viaje final, y regresan en cuerpo, si es posible, pero siempre en espíritu, al rto
taba muchos conejos, allá, sábalos, todas· estas cosas. Entonces yo iba, cuando esta-
de origen en el momento en que la muerte se aproxima. Tal fue el recorrido
imaginario de doña Celia cuando hace algunos años padeció una fiebre n111v ba alentado, a buscar la vida allá. Muchos conejos, ay. Mataba hasta doce conejos en
lt1 noche allá en Guajui. Con la escopeta. Por la noche. Bang. [.. .] Y se sembraba plá-
alta y sintió que había llegado el momento de que su cuerpo dejara esta vid,1
tr1no, arroz, maíz, coco. Aquí había grandes piladoras. De aquí salían los barcos carga-
Regresó al río, a su origen, en su imaginación, y su vida formó un círculo co 111
pleto: "Allí me fui a todos los puntos de mi río donde yo me crié. Los esh1 v1 dos de arroz para Buenaventura. Huevo, gallina, todo salía de aquí. Hoy en día ya no
•,.11(• nada ele aquí."
caminando en ese instante que me morí".

ll111 •11,1v1·11turn es el nlílyor puc-rlo del Pacífico colombiano, con cerca de


'' 111111 l1,i11iJ¡111J1•H. St' com unico por cn 1-r1•h•rn con C1 li, hacia el interior del
,t ,11l1111d1• 111• p111•1h- ll1•g.ir 1•11 dos o lr1•1J l1111·,111, ·1;1mhi1•11 n¡wran buques car-
1,, 111• .,,1111• ll111•11.i v1•11l111·11 y< :11.ipi, 1111 v1,q1• d1• 11•11" dt• dun• hora:-; por mar.

1, , 111•11 l,11111•1 l11~ I'''' 111 i, d, t l,1 1•1111• 111, '"" ¡-,t ti, i,l11 111, 1111, \I l,10, 1111 d1111 ·\1\•t¡•ll11
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Más recientemente ha empezado a operar un servicio de lancha rápida con figura 5.3. Mapa de Guapi y ríos circundantes, en el departamento del Cauca
que se hace este trayecto en unas cuatro horas. La gente negra en el Pacífl
sur ha considerado por tradición a Buenaventura como la entrada al intNI
de Colombia y al resto del mundo. No es solo su función inmediata como m
yor puerto del Pacífico lo que despierta un obvio interés en términos d(' d
versión y vida urbana; más que eso, es su función imaginaria como punto
partida hacia el resto del mundo, a otras formas de vida y a otras cultw-as, 1
que despierta la imaginación de los afrocolombianos. Los grandes barcos J
carga salen de Buenaventura hacia el vecino Panamá y a Estados Unido11,
alimenta de forma singular potentes imágenes del sueño americano entre IOM l
venes afrocolombianos48• Según lo explica don Agapito: "Todo hombre lil1
que haber estado por Buenaventura. Va pa'Cali, va pa'Medellín, va pa'Est,111
Unidos, tiene que haber estado en Buenaventura. E'un puerto marítimo"
por esta razón se menciona el puerto de Buenaventura en incontables po1•m
(véase, por ejemplo, el poema de don Agapito en el capítulo 4).
Cuando don Agapito dice que "en estos días ya nada sale de aquí",
refiere al hecho de que la productividad agrícola en el área que rodea G1111 1 11l1>fllclffa temática realizada por el autor y el ICANH, a partir de digitalización básica del IGAC,
ha declinado de manera acentuada durante los últimos treinta años. Mil'lllr 1 11/w11i>ia, 5ª ed., 2002.

que en los años cincuenta y sesenta los productos agrícolas -como el .11111
los plátanos y el banano - se exportaban a Buenaventura, Guapi ahor,1 h 1 1111110 l'Íccto de una plaga conocida en la zona como anillo rojo, implicó
porta estos mismos productos. Esta tendencia está ligada a la introducd1111 li 1•111¡·,rirul tores locales no pudieran pagar al Incora los créditos recibidos
gran escala del cultivo de coco en los años sesenta por el Instituto Colo1nlit 1 111 l1•11d,iran con la institución. Más aún, perdieron su autonomía alimen-

no de la Reforma Agraria (Incora) 49, que llevó a la reducción de la agrirnll11 ' 1, 1 111 vil'ron que importar y comprar los mismos productos agrícolas que
de subsistencia en la región. El fracaso del coco como mercancía de cxp1 111 1 il 1• 1%0 eu I tiv aban ellos mismos.
ción viable, ligado a la falta de un sistema eficiente de comercializaci(l11 , 1 .i 11•l,lt'i611 con Ja tierra es central en las epistemologías locales, como
111 1 .11111 /\gc1 pi lo:

4s Muchos jóvenes afrocolombianos intentan embarcarse ilegalmente en a lguno dl' 1111, 11111111
cargueros que salen de Buenaventura con la esperanza de llegar por este medio,, 1111, 111111 1' ,ti li< 111,1 1111cl como la han tomado los viejos antecedentes, mi abuelo, mi bisabuelo.
de los Estados Unidos. Cuando se detecta a estos pasajeros ilegales, o polizo1w~, " " 1111
condites en el carguero, frecuentemente son arrojados al ma r ror una 1ripu l,1ci611 d1•••111111!.1 1 li1•,il1111•11t<• yo tmgo una tierra que es de mis bisabuelos. AIII trabajó mi abue lo, tra-
Se dice que dicha práctica está especialmente d ifundida en 108 co rgu(•ros ,·ur,•,inos y 1111¡1!11 1>1111'11 111 pt1p1\, y .ihrn.i <",loy lrt1br1jc111do yo. I •, t1•,í. Y t1llí yo 111c muero y ya pa 'otra ge-
Sin embargo, muchos de los poliz:ones llegan a rm. UU. de ('Sl,1 form,1 y Hl' lirn """'l•,11111 1
sobrevivir allí, aunque rara vez t'n l,1s formas l'l1 l \ U(' h,1hln 11 so11mlo 11111,..1. 1 "" 1111'11111 '" 1 111•1,1111'111, I I Yo 11•11¡¡11111111t1t•11 ,11•111111,1 q11"1>1i1rl11 q1 11 • •,1 • llt1m,1 la Plata. Pues, en
nalC's que envlan ,1 cas,1, con di1wro y n 11w1111do, 011 lol ogniff.i~ 1'1 1 1111, q111• 11¡11111•11•11 1•11 1111 1h, p,1111°, 1•,1,1t1P11i1 y11 l,i <1111•11•gul, 1",111111• 11111 1111•111,1 d1• li1 ·,111w,1, l,1111t1111t\ d<' la
s ug,•sliv,1H, 1·0111 rib11y,•11 t1 11·¡,nHhw\1•,·rn1li1111111111•1111• 1•! 11illn d1•I •1111•111111 1111•1 I, 1111111•11 •1111111
1•11 lhH n 11v1·1 it11 rn
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

no había problemas. Porque, uno por ejemplo, siente que ese terreno aquí es mio 111 •ms naturales de la zona. En especial, los dueños de aserraderos se a pro-
viene otra persona a titularlo, lyo cuándo lo voy a dejar? Porque aquí respetan no in ¡ 1111111 cada vez de más territorios que habían pertenecido por tradición a las
que los títulos. Lo que está titulado se respeta más. Pero es ahora que írrespetan 1 11111111idades negras, y así se presentaron serios conflictos territoriales. Con
sin títulos. Y antes sí los viejos se respetaban entre ellos. Por ejemplo, yo iba tra l 111111•va Constitución de 1991, se iniciaron pasos legales para garantizar de-
jando por aquí. Usted trabaja por allá. Poníamos ese palo, ese poste, que es por 1111'1 territoriales colectivos a las comunidades negras en estas "tierras bal-
lo poníamos de lindero. Y yo llegaba al lado de mí poste, yo limpiaba mí lado y '1 del Pacífico. Analizaré en detalle estos procesos en los capítulos 7 y 8.
ted lo suyo. Ytodos lo aceptaron. Pero hoy en día no. Hoy en día respetan los tllul 1 1,, d1•cir aquí que el sentido de lugar, como se revela en la tradición oral,
l1i1l>la de las relaciones de propiedad de la tierra, de las cuales depen-
Don Agapito alude a las cambiantes relaciones de propiedad de la t 1 11 111'1 procesos y procedimientos de titulación de tierras para legalizar los
rra que se negocian en el Pacífico. Entre las comunidades negras, las tit•rr , 1ll11rios colectivos a las comunidades n egras. La tradición oral como (re)

se han pasado tradicionalmente de generación en generación. La <lema · 1111 lora de la h istoria local se mo'{iliza en procesos políticos que buscan
1111 11i 111 iento de un espacio diferenciado en el Pacífico, hasta ahora oculta-
ción de la tierra asume la forma de límites naturales (linderos o mojon
como ciertos árboles, quebradas o piedras. Como lo afirma la profesora !'' 11 l.,s representaciones dominantes del espacio y la legislación estatal.
quel Portocarrera, experta en historia y cultura local en Guapi: "Aunqul! V1•1lfculo importante en la reproducción de la tradición oral, y una
tierra no fuera titulada, conocíamos los límites. Aunque no haya cercas. 1 l 1 1.irncterísticas notables de su práctica continuada en el Pacífico, es la
cercas las dan mojones naturales. Como quien dice, la palma de chontadu 111lo1":
el árbol de pan; esos son los referentes, la quebrada tal, esos son los re Íl'rd Indudablemente, la décima es la estructura poética de mayor fuerza en el Pacífico. [.. .]
tes para limitar" (entrevista realizada en Guapi, 27 de abril de 1996). E" r1 decimero trabaja con la historia o la cotidianidad, con lo concreto o con lo simbóli-
límites son muy respetados en la comunidad, y la tierra está marcada l'I\ co. Por su temática, pueden ser "a lo divino" (asuntos religiosos) o a lo "humano". [.. .]
tradición oral de manera que el conocimiento sobre la posesión de la tiC'l'l'1I 1 as décimas "a lo humano" pueden usarse para porfía, normatividad de relaciones ge-
transfiere indicando y señalándolo. En palabras de la trabajadora social 'I neracionales, interpersonales, enamoramiento, relatos de sucesos históricos, fabula-
fila Betancourt: ción, crítica y protesta social. [.. .] Los decimeros son en cierta medida una especie de
eonciencia colectiva, críticos e historiadores de sucesos locales, nacionales y a veces
111l('rnclcíonales, tabuladores y cantadores del amor y el desamor, de la fortuna y reve-
Cuando se había muerto mi tatarabuelo, y yo me quedaba muy pequei'\ita, 111m
',t •s de la suerte. (Pedrosa y Vanín, 1994: 12)
entonces la misma comunidad me dice, "de este calabazo hacia allá es tuyo, 111 11
era de tu abuelo", y nadie se pasa de allí para acá, nadie se pasa. Eso es sag1,1d11 V
respetado. Era como una titulera, pues. Pero era así, visible, era con un árbol, 111111
ja, una apertura de tierra, algo así, y era demasiado respetado, eso era sag1,11 l11 t
trevista realizada en Guapi, 23 de abril de 1996) 1,, 11,1,1 ,1 ,..11'111,•l,1 <'H u11H ío1·111,1po<'l ic,, c¡ul' s,· o.-i¡;inu l'n España a Finales del siglo XV, y
1 111,1 I''" Vl,,•1111• 1•:~pi,wl (l'l'drnsn y Vnntn, 1111/11 : 12). ('onsis1,, ,,n diez versos octosilá-
,¡i11 1l,•111•11 111 111,..11, 1wl 111•11 .-lr1111d11 ohllg111w·í11 1•1 I" 11111•10 1'011 1•1, u111·to y l'I quinto; el se-
Estos m odelos tradicionales d e uso y pro pi1•d t1 d d<' In li(•rra hnh1o111 111 •, h•, 11111 1 ll'll PHt; ,·1 /ll'\lo , 1>111 1t11'plirnn y ,•1 dJ11 lino, v 1•1 rn ldvo n1n l'l novt•no ( 1, 4, 5 / /
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ignorados e invisibilizac.lcrn por 1111,1lt')'1lril1111011 (l ,1•y 2. d1• 1%9) q111· d1•1 l11 it111, 111 111 111 •11 1,1 y, 11111111 v 11 1r.0 111111 1II H111 1 •11111111 f111t hil d11, 11111 , , , , 1 1t10,., q1w tn1111uuilt' In
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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslender

Esas décimas fue, yo, cuando yo era joven, me ha gustado tomar trago con los viejos,
Con todas estas características, los decimeros son las fuentes vibran
pues, los viejos viejos, los viejos de antes, por ejemplo, los viejos que tuvieron nues-
de la memoria colectiva, de la historia local y de las epistemologías acuátic
tros padres, no, entonces, yo tomé bastante con ellos, y yo, como era un muchacho,
De hecho, son las voces del sentido de lugar.
lo respeto y todo eso. Decían los viejos: "Bueno, nos hemos quedado sin trago, se
Una característica destacada en una sociedad de emigrantes es la despl•d
acabó el trago". "Pues deme la plata, yo voy a comprarlo". Podría ser diez, doce de la
da, uno d e los temas favoritos de don Agapito:
noche, yo me iba fuera, me iba a traer la bebida. Y como esos señores, esos viejos,
el placer de ellos era tomar, porque ellos siempre me decían: "Tomar es un placer.
Adiós, adiós amigo El tipo no tiene por qué disgustarse con sus amigos, 'tanda tomando trago, Lcómo
se puede disgustar?". Eran cinco, seis, siete, ocho, diez, tomando trago, y bebiendo, y
Hasta el alto fuimos juntos, echando décimas, y comiendo, y porque tomar es un placer. Y ellos me enseñaron a
comunicando los dos.
tomar, y yo lo aprendí.
Aquí fueron los desmayos,
donde nos dijimos adiós.
h iste un vínculo evidente entre las bebidas fuertes, en su mayoría vi-
Donde nos dijimos adiós, (1 1 ,1g11a rdiente de caña de azúcar sin refinar que se destila en el campo) y
fueron grandes mis tormentos, 11 111¡iosición de rimas o el echar décimas 51 • Muchas d écimas y versos tratan
porque no pude sacar 1 11ld1•11 sobre el tema de la bebida:
lágrimas de sentimientos.

Vonl, tomemos hermano,


Sentimientos puse en ti,
1t • dijo el desdichado,
prenda querida del alma.
lomemos mucho trago,
Cómo querés que navegue,
lomemos sin cesar.
si tu amor me tiene en calma.

Yo también como tú
Si tu amor me tiene en calma,
•,oy olro desgraciado
cómo no me lo dijiste,
q1 ll' a la taberna vengo
para yo haberte sacado
, 111•, penas a aliviar.
d'esa cama en que dormiste.

Esa cama en que ti duermes 11111H¡lll' Dlgunos poemas parezcan evocar el "espíritu" de los Alcohó-
es una hiel para mí, 1 \ 111 111 i1110:,; l'l1 la medida en que el d ecimero medita sobre los efectos ne-
estos son los ayes-ayes, 11 11•1 d1•l 1·011:,;umo de alco hol, al final d el dfa una buena bebida se considera
cuando me acuerdo de ti.

Cuando me acuerdo dC' ti, 1 , ""' l,111 ,1 ,, 1•1 /1111 i/,•m1111•, 1•,¡11•, ,,¡11 ,·11-.11•,1, 11·• 111111•1111d11111111¡ 11•l lli v11 d,• 1·11la~ n•unin1ws so-
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

simplemente parte de la vida social y el espíritu indispensable de las sesion n on Agapito aprendió estos poemas practicándolos en compañía de
de versos, a tono con el flujo de los ríos y el golpeteo de la lluvia: 11 11•1 parientes y gente de edad de la región: "Yo, cuando jovencito, entre
pll1H'l' y veinte, yo iba, porque a los viejos de antes les gustaba mucho esta
Voy a dejar de beber , , ,1, 1n I echar muchas décimas. Y yo, cuando muchacho, siempre me gustaba
el aguardiente diez años, 111d,11· l' On los mayores de edad. Yo me ponía a echar décimas. Lo único que no
porque estoy viendo ,,, ,1¡•11·adaba mucho era el cuento. Ellos echaban cuento y todo, algunos cuen-
que me hace daño, l1o "'' l.imbién me acuerdo".
y esa enmienda voy a hacer.
1 .o que puede parecer sorprendente es la enorme capacidad de recordar
t 11 1,,,, 1•sas historias, poemas y décimas, que don Agapito aún narraba una y
Yo no fuera sido de bebedor,
lt I v,·z cuando lo visité. Además, la mayoría de los decimeros no saben leer
sería un hombre acaudalado,
1111 , 1 lhir, un fenómeno común en una sociedad con niveles de analfabetismo
porque sé que un hombre pasado
1 IH,H% en promedio (DNP, 1998: 18). El mismo Agapito se lamenta de no ha-
de grosero e insolente,
1 , 11 111 ,1 la escuela porque su madre era muy pobre para pagarle un cupo, y
él tomó un susto de repente,
1 11 lt1 1'n'encia común de que los niños deben ayudar en las labores domésti-
y todos prueban que así fue,
y por eso hoy en día 1 1 l 1, 1bajar, en lugar de estudiar:

he dicho que voy a dejar de beber.

Yo no fui a la escuela, porque mi mamá fue muy pobre, mi mamá quedó abando-
Pero icaramba! pico, adelante digo, nada, mi papá la dejó. Es decir que no tuve padre, el hermano mayor fue mi padre
he pensado beber mi bebido.
mio. Y que también los viejos de antes decían "vayan a trabajar''. Si fuera ido a la es-
Mi mujer no pare un hijo,
cuela, yo creo que había aprendido algo. Porque yo, un viejo echaba una décima
Lpara quién diablo trabajo?
ahora, y yo estaba poniendo cuidado. Y al otro día era ya que yo la tenía en la men-
te. Así en esa forma yo aprendí.
Cuando entrevisté a don Agapito, él tenía 77 años y recordaba estas d
cimas tal como lo hacía en su juventud, aunque se quejaba de que a su Pdl\
1 1,1prc nd izaje y el conocimiento se han transmitido de una generación
estuviera comenzando a olvidar muchas de ellas:
, ,1111" ' 1 In trodición oral, así como sucedía con la propiedad de la tierra. La
1, 11 11, li111 t>rol ha sido el vehículo de cohesión en estos procesos, mediante los
Yo sabía cuando joven, que le digo que tomaba trago todo jovencito, sabia /'I ,1 ,, d, ,, 11,111nd o y presente se han mantenido en tensión. Si recordar es un acto
mas, pero hoy ya no. De lo cual que me cogía este accidente vivo muy abu111d11 1~ 1 ,, l•1l1·11d n contra procesos de olvido, entonces la articulación de la historia

que al corazón por el que el médico le prohibió beber], entonces, esas c.n•,11°,, 111 d \ ti, · lnr- vfos loca les d e conocimiento puede ser una herramienta impor-
tiene que estar siempre, cuando uno toma trago pues se acuc1dc1 de lt1s ( 0° .. 1•. 11 1111 11111 ,1 l'Onln1rrt's lar rcprcscnlaciones del espacio que homogenizan e in-
otros decimeros aquí. Aquf yo tenlíl 1111 p 111110 lit•1111,1110 q111' •,i1•111p1c' lll'g<1l>,1i1q11I ¡ 111111 i11111 11 1°Hp,wio difc,·t'ncia l t'Slablet'ido hiHló ric-amr ntc. La b·adiciónoral
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

el espacio acuático por los imaginarios creados por la tradición oral, y cóm 1lste contralenguaje puede considerarse entonces como un sitio de resis-
esto proporciona escenarios específicos en los que se representa o imagi 11,L,, en la medida en que articula (remedando a Lefebvre) el espacio vivido,
la resistencia. El espacio acuático y la tradición oral se entrelazan de manl! , 1 1,•nt•ntacional de las comunidades negras del Pacífico contra las represen-
1

fluctuante, se reproducen y refuerzan mediante mitos, leyendas y espírit , •• 111111•s hegemónicas del espacio. La impor tancia y el estatus social del deci-
acuáticos que moran en los imaginarios de los habitantes del Pacífico, nav '"' 11 1, la voz pública de este contralenguaje, es una herencia de las culturas del
gando por los ríos y el mar, al ritmo de las mareas y las pulsaciones de 1 1, 1, i1 occidental, en las cuales el griot asume la importante función de por-
aguas celestes. ' ,,1111 de historia(s), ética y moralidad (Pedrosa y Vanín, 1994: 14). Efectiva-
,11 1111•, los decimeros afrocolombianos d e la actualidad pueden considerarse

I • 11 d,•ros del griot africano.


Mitopoética de la orilla florida: la tradición
oral como sitio de resistencia 52
iNunco morirá uno lengua mientras sobrevivo el último hablante que monolo1J
l 11 1:1•ografías lejanas y viajes imaginarios
con sus ancestros! Después de indagar códices y fatigar páginas, es conveniente entonces volver sobre
Zapata Olivella (2000 1 los metáforas no escritos, sobre aquellos que deambulan por los orillos del Pacífico
con sus lujos y carencias, ternuras y violencias, cataclismos y nacimientos.
La tradición oral de las poblaciones negras del Pacífico colombiano Vanín ( 1998 : 265)
una forma híbrida caracterizada por aspectos de la herencia de culturas uír
canas y ciertas estructuras literarias del castellano (Vanín, 1996). Esto últiln < 'orno portadores de la historia local, lo·s decimeros y sus imaginarios,
ha atraído a lingüistas e historiadores, quienes han mostrado la influenci,1 d 11 l1i•1torias y décimas reflejan también las experiencias geográficas indivi-
Quijote y de las formas poéticas castellanas de la décima y la copla de la lih•ra 111 111°, y ('Olectivas del espacio acuático. Las características sobresalientes de
tura del Siglo de Oro en el idioma y las estructuras lingüísticas usadas poi 14 1111, 111111 de estas historias son viajes reales e imaginados a lugares distantes y
poblaciones negras (Granda, 1977) 53
• Aunqu e la lengua española fue impu, l 1 , 111111-.ición de geografías lejanas. Una décima muy conocida es La concha
ta a los esclavizados durante la Colonia, la gente negra aplicó las estruclu111 1/111,•¡11, en la que el poeta relata sus experiencias imaginarias al viajar por el
literarias a sus propias epistemologías y las cambió y adaptó a sus propirn, d .. 11111111 y los siete mares en U11a concha de almeja, un v iaje de dimensiones y
seos y necesidades. En efecto, adaptaron las estructuras lingüísticas y e l v11111 ,1 11, 11 ln>s mágicos:
1

bulario para crear una especie de contralenguaje: "En un mundo de oralid,111


shamanismo, la lengua habla da adquiere una dimensión mágica que alr,111 Yo me embarqué a navegar
límites insospechados.[ ... ] La colonización por vía d el lenguaje gen e ró 1•11 t •11 u11c1 concha de almeja

Pacífico una especie de contralenguaje; el lenguaje fue impuesto pero, 111111 " 1odit11 t'I mundo entero
reacción cultural, se creó otro, porque los deseos de libertad o de pcrlt'1w111 I o1 vt•r si ht1llc1ba coteja.
están ligados al lenguaje que compartim os" (Vanín, 1996: 47).
1
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11,111
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

a Guapi dentré a embarcar todos los pegué a la reja


cien tanques de gasolina y puse rumbo a la Europa.
cargando en popa una mina 54 Y navegué a Constantinopla
yo me embarqué a navegar. a ver si hallaba coteja. (Trascrito en Pedrosa y Vanín, 1994: 15-17)

Desde Cristóbal Colón


l"1ta versión de La concha de almeja fue grabada de voz de un campesino
salí con rumbo a la Europa
, l 1111 Sa ija, del Pacífico caucano, en 1976. En otras partes del Pacífico puede
con una tripulación
como de cien mil en popa. 11, l1t11·sc la misma décima con leves cambios en la estructura o el vocabula-
Con viento que a favor sopla 1•111 '4 las décimas en general no se adhieren a una autoría definitiva. Aun-
atravesé a Casa Viejas ',, Indudable que tienen un autor original, al reproducirse oralmente en
y muchas ciudades lejas 11t.1l1it'S ocasiones y en diferentes lugares, cada decimero puede añadir o
las visité en pocos días "!111,11 ricrto vocabulario en ella. La décima se convierte así en una creación
navegando noche y día 111•,1, una característica de todas las formas de literatura oral entre las po-
en una concha de almeja. , 111111"1 negras del Pacífico (Pedrosa y Vanín, 1994: 13)55•

Con un grande cargamento


I II rn11c/1a de almeja es una décima glosada, pues comienza con una estro-
como de cien mil vitrolas ¡. 11111lro versos, cada uno de los cuales se repite en la última línea d e las

me atravesé a Cabo de Horno 11h 1111•1, estrofas, de diez versos, con una rima ABABBCCDDC. Un tema y un
y no me dentró una ola. l 11111111• ,inimo similares se relatan en una décima que grabé con don Agapi-
Llevaba quinientas bolas 11 1 ,1111 pi, El capitán pirata:

sobre cubierta un caldero


cuatrocientos marineros < 11c1ndo el capitán pirata
una gran tripulación 11w convidó a navegar
hice la navegación pi11,1 que fuera escuchar
a radiar el mundo entero. In que pasaba al mapa,
1li¡o que me cuidaría
Cuando los náuticos me vieron
1 011 mucha delicadeza,
que iba navegando al norte
piiH,\ndome al mes cien pesos
cien vapores se vinieron
y 111•s comidas al día.
que los llevara a remolque.
Cuarenta mil pailebotes
< J111 • l'I vi1:jo diilblo me veía
llenos de arroz y lenteja

111, ,1, 11 1111111• l,111 11111111111•1 dfr l111,1H 1•11 ,•I 11orli· dt•l 11,11 rllt 111•1 111111111111111, 1111,1 n·gión que cotn-
54 Podria haber aqul un error tk' Lrnsnipri(m. lin v111'111H rn'ltl1i111w11111• oído 1•111i1 d<·, 1111111•11 ( ,11111'1 1 1111 111111 lt,111 d1• liw, 111,11 l1•d11llt 1111 t•111l11gi.-1111, /•l11it ,1~ 1' 111111111111°, d1•I 11111 Hin, colo111bi11110,
d if(•n•nlt•s pC'1·sorn1s. 'lhd.tH,·nin, id i,•11111 ,•11 q111· 1"111111," ·11 dt•lif11 11 ·1•1111• 11 ttl111111· t 1111H, "1 111 I' 11 111111111111• 1•11••il1tdl11 d1• Whllli•II (lil111) 11111111• lt HI 1il11111•111•, 111 1¡•,1,,., ll1 •v111•11111hlfl11lo / 11 ,.,,,,,,,.,,
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

luciendo buena ropa 1ln despedidas y encuentros con espíritus acuáticos


él me pondría en Europa
dueño de casa y hacienda. Habfa reyes sin poder y sin gloria, príncipes transformados en animales insufribles

Me enseñaba toda lengua [. . .} y hechiceros poderosos que eran capaces de alterar el espacio-tiempo y des-

desde los números general materializar realidades.

y cuando el capitán pirata Vanín ( 1998: 271-272)


me convidó a navegar.
Cada viaje implica una separación de personas y lugares que se dejan
Salimos de Punto Areno, 11 1.IH, y muchos de los versos de don Agapito aluden al adiós, la despedida
de Barcelonia un día. il1• lnHamigos, la familia y los lugares. Siempre asociada a la partida, hay una
Echamos sesenta días 1•111i11nda melancolía, en especial porque el regreso n unca es seguro, pese a
para hondear en Cartagena. •¡i 11 · 'iÍl'mpre se promete y se sueña con él:
A mí me valió la pena
caminar el mar d'Europa
con chico comiendo en popa El que se va no se aleja
mandando mis oficiales ni deja ningún sentido
y luciendo de buena ropa porque la paja se va y vuelve
me convidó a navegar a su mesmo nido.
el capitán pirata. (Trascrito en Pedrosa y Vanín, 1994: 15-17)
El que se va se divierte
a lo lejos del camino
Al igual que en La concha de almeja, don Agapito describe en estos verso el que se queda se queda
una travesía por mar que nunca emprendió en persona, a un lugar que nun con el pesar del continuo.
ca vio. Sin embargo, precisamente en estos viajes imaginarios se revela la no
ción de espacio acuático como un recurso fundamental en la construcción d" Quiero ser la cuchara de plata
un sentido de lugar en el Pacífico entre las poblaciones negras. Las referend,111 para echar el oro cocido
a geografías lejanas (Vanín, 1996) y a lugares que solo se conocen por la circul11 t1diós alumbren mis ojos
ción de estas historias cobran significado mediante las experiencias concr<'l,111 nunca te echo yo en el olvido.
de la gente negra, estrechamente ligadas con su espacio acuático. De hecho, 1,i.
referencias a ríos, puertos (Punto Areno, Barcelonia [sic], Cartagena), al m,11 V l\!t <'villente que la idea d e viajar, de dejar atrás el lugar y la gente, no
los océanos revelan un vocabulario acuático cotidiano. La expresión cn111i11111 , I 1 l 11111 11 probll'mns por sí misma. Q uien se va siempre volverá al lugar y a la
1

mar es característica de las formas en que las poblaciones negras expresé1n 1111 111" ti,• nrigl:n. El ví nculo con e l luga r y un ar raigad o sentido de pertenen-
viajes por el mar. También refleja ob·a caracterís tica im portante de estas r o11111 l 11,, 1111'1ll'th'll'l'ÍSlil't1S pa rticula res tll'I sentid o d1' luga r en el Pacífico, y esto no
nidades: el alto grado de movilidad espacial, t'n In fo rinn d\' mig rnciont'S n, nr 111111 1.i ,•,1>n•s,11·s1• nl\'jol' q11t' 1'11 \'HloH v1•r11os di' d o11 /\gn pilo.
to y largo plazo, aspectos que disculir(• 1·011111,1v111· d,•t.11 1,• 1•11 ('I \'tlpílulo (),
l·, 1•111 • l11 1111ll1 •11 1111,1 1•11 p,11•i,1lid ,1d p111·1h 111111' 11•1ndn tl 11 1·o n la práctica
1 111 11,11111 i111 1 1H'o1I 1>1111 /\1',"Pll ll, p111 1•j1•111¡ilt 1. o11111 d11 111 lt1 1il 1,, 11.11·,-.11· ltis-
1111 \ 1111111 1· d1 •1 1111.i-. 1111111d111 ,11,ih,11•11 111 •wh·11 11 1 hlj,11111 11111 •11111 ,11 11l¡i11111
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

No, pues, nosotros charlamos muy sabroso cuando veníamos viajando. Entoncl' , t .111•1 los habitantes al mar, y allí se convirtieron en delfines. Es por eso que
decía uno: "Ay, amigo, lcuándo usted va a viajar?", porque en esos tiempos no '1,1 .11,)(jnes viven como mamíferos marinos, cuyas hembras alimentan a sus
motor, fue todo por canalete. "Ay, que yo voy a salir a tal hora de la noche, yo voy 11,1,¡ de Ja misma manera que cualquier hembra terrestre y cuyas crías lloran
salir a las doce de la noche". "Pues me habla, nos vamos juntos". Así es que el u ,11,11 cualquier niño humano. Por eso también los delfines suelen nadar a la

iba hablando al otro, el otro al otro y así íbamos esa parvada, pues, es decir, salí,111 11 11111 los botes, para proteger a la tripulación humana y salvar a los náu-
1
de Guajuí pa'Guapi. Y veníamos charluando [sic], decimeando, conversando, y<•~ d 1, 11,11•1 (Vanín, 1998: 275). El espacio acuático es, por consiguiente, no solo el
cir de la vida, así. · nl111 110 real, sino también la fuente de historias y leyend as que explican la
Las mujeres que viajan por las soledades de los ríos y los mangJ,1 ,il111ión de la Tierra y sus habitantes.
acostumbran cantar rítmicamente siguiendo los sonidos de su remo en el ag / .,Is historias se condimentan a menudo con referencias a personajes mí-
y en las olas. Estas canciones se conocen como cantos de boga. Algunas de l'II 11 11 ,. l'omo el Riviel, una visión que puede aparecerse en el mar a pescadores
pueden no ser más que juegos de voces, que imitan los sonidos de la embal\' 11,¡l'ros solitarios durante la noche. El Riviel es un pobre demonio solitario
ción, mientras que otros cantan las fortunas del amor y el desamor (Pedrost1 ,11 i11'lli1do a navegar en mar abierto durante la noche a gran velocidad en
Vanín, 1994: 64). En los caseríos hay también lugares y momentos especifil 111 11 11110a destartalada con una luz en la popa. Para vengarse por su destino,
para contar las historias, especialmente en las cantinas, los bares en los qul• 11 1•11 11y hunde a pescadores y viajeros solitarios. Tal visión urge a estos últi-
reúnen los hombres a beber, contar historias y echar décimas. t11. 11 ,vgresar a casa de inmediato y a no vagar solos en el mar a altas horas
En un entorno en el que la gente está rodeada de agua - el mar al fn 1 11 11or he. En ese sentido, el Riviel funciona también como control ecológi-
te, los ríos alrededor y la lluvia torrencial desde arriba - , lo acuá tico juega u 1. ¡1111 "-l los pescadores deben salir al mar, realizar sus faenas de pesca y luego
papel importante en las mitologías locales y en las explicaciones de la evol .... 11· o casa de inmediato y no pescar en exceso. Otra visión que aparece
1 11
ción del género humano, la flora y la fauna. Una leyenda relata, por ejempl 11, 1111,,r es el Maravelí, un buque con una tripulación de espíritus satánicos
que el pueblo de Tumaco se construyó en una isla que se formó cuando t . 1pwll'los q ue pasa por todos los pueblos a medianoche para convocar a
ballenas vinieron a descansar en la orilla. A medida que pasaba el tiem po, 1 I"" 111"1 han hecho un pacto con el diablo. El Maravelí, como imagen del alma
arena se acumuló en sus lomos hasta que las cubrió por completo para fo I'" 11i1vq~a interminablemente en mar abierto, sin hallar nunca descanso ni
mar tres islas. Y es bien sabido entre los locales que un día estas bailen,,-. 1 , 1•¡i•n'l' una función de control social, porque está concebida para disuadir
sacudirán la arena de sus lomos y se sumergirán en el mar llevándose rnn l 1 ¡;1•111 1• de ser maliciosa o de cometer actos de maldad. La Tunda, por otro
sigo toda cosa y alma viviente (Vanín, 1998: 270-271). Otra leyenda habl,1¡j l 1 111 1•11 1111a visión de la selva que se aparece a los niños pequeños en la forma
los habitantes originales de la isla de Gorgona, un pueblo pacífico que 111111 11 11 ,1 111t1jl'I' que conocen bien y que los atrae a la selva y allí los posee. Esta
ca abandonó la isla56• Un día hizo erupción un volcán submarino y arni¡ 1, h1 11 ,11i1tll' r uenla a los niños para evitar que se aventuren en la peligrosa sel-
1 11 , i1d vil'rlc ta mbién a las madres que no dejen a sus hijos solos en casa.
1 , / 1111d11 pul•dt• nparecersc tam bién a hombres que caminan solos en la selva
56
Gor?ona es una pequeña isla de 1.600 hectáreas, apro,i111,1d.i111(•nl(' ,, 56 kilónwlro~ d,· t11 lt11 111 /1• 1,, nodw. A llf los seduce y les iníligr d,111os psicológicos. La Tunda es
tancia_ de la costa y a la que se llega en un lr,iy,•clo d,• •I() 111i111110~ <'11 lnnrhn 1·,ipld 11 do· ,1
Guap1. Algunas personas creen que <'Sla ¡•~ l,1 ¡,11111,1d,• 1111.i, 11111 111,·,1,t.,1111 11111111,11,0,,11 .¡,, h
Andes que se sumergió gradualm<'nll' d1111111t,•1•1 1'"""'1111• 1•1•1111t1 11 illll'll',l,11 1111 , 1111¡-1 111 111 1i111
unos 10:000 años. Como r,·sullmlo d<· ,•11t.1 •11•¡1111,1111111,1,,11111111111•111,,, 1111,,1,1,..1h11g, 11 .¡,, 111 111111 , 1111,1¡ y 111~ 1, 111 1,,111 ¡ 111 , 111111r,\ 11 1•1d,• 1111,1•u•g111ld111I 1,1,, h11ld,1 1, 11·1111111,ih,111 f,11olnwnl('
fau na d1~Nsa qu<' induy1· v,11i11, w1¡i11•111ou, 111111 11 1w1111 1 11 1111 111 1,11 , .¡ 1, 111 la111,1;, tli·il .,1 ,11 glllvn 1,111 111rndld11 111 11 111 1\111111 d,· li1,o 11111111•1 ,11111~ 111'11•li•11l1•• v,•111•111H111s, vomo
1111 11 1 11
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

una advertencia a no aventurarse solo en la selva y también una figura que l.1 1ucron a pesar se puso balsudita y solo pesó media arroba. A partir de ese mo-
castiga la infidelidad de los hombres. 1111•1110 se convirtió en nuestra patrona. [... ] Como ella llegó por agua, con las
l,,1J.:.1das cada año se hace referencia a este acontecimiento" (citada en "El Pací-
11111 vela a su Virgen", 1998: 10).
Santos navegantes que llegaron para quedarse
La santa más relacionada con el espacio acuático en el Pacífico es la Vir-
En todo el Pacífico, los santos navegan solos, yendo a sus fiestas donde las celebran
(en la mente de los hombres y mujeres) y luego sus estatuas pasean en barcas lt'
' 1•11 del Carmen, protectora de marineros, pescadores y cualquiera que viaje
tonadas para finalmente llegar al sitio del arrullo, velorio o adoración, donde se h 11111 río o por mar. Las fiestas a la Virgen del Carmen, el 16 de julio, gozan de
rezado y cantado nueve noches, para ser festejado por todo lo alto, hasta cuandn l 1111,1 t'n Guapi, con más seguidores que los de la patrona. De nuevo, tiene la
los músicos se les "mete el santo" por la cabeza o por el instrumento. La Virgen rt 111L1hra la maestra Rita Tulia Perlaza:
Carmen, san Antonio, la Inmaculada de Guapi, son navegantes viejos.

La Virgen del Carmen es la jefa de los que naufragan, de los que andan en los bar-
cos, andamos, pongamos, en un camino malo. Por eso, la protectora, la jefa de esas
No son solo los ya mencionados espíritus acuáticos los que navegan l'n cosas. Naufragan porque hay veces esos barcos no la cargan a ella allí, a la Virgen. No
mar abierto, errantes en busca de almas perdidas en las noches. Los santos d\11 saben la oración de ella. Naufragan. Porque si usted sabe la oración del Carmen, us-
Pacífico también están ligados al espacio acuático, y se dice que la mayoría d ted no se ahoga. Puede nadar cuatro, cinco días. Aquí hubo una pérdida de unas se-
ellos han llegado a diferentes pueblos por río o por mar, lo que efectivanwn ñoritas, dos jovencitas, y un joven. Se desviaron. Fueron para Gorgona, y al venir para
te los convierte en santos navegantes (Vanín, 1998). Cada pueblo tiene su pn, acá, se desviaron. De Gorgona. Y duraron veinte días navegando. Y no sé, ni ahoga-
pio santo patrono, a quien celebran en un día específico del año. La patronn d ron, ni murieron de hambre. Porque el maquinista se sabía la oración del Carmen, y
Guapi, la Inmaculada o Purísima Concepción, es festejada cada 8 de diciemhrt él decía que cuando él invocaba la oración del Carmen las olas cómo bajaban. Hasta
con una espectacular celebración acuática. Las festividades comienzan la nn1 h que los encontraron. Ya sí estaban un algo de fallecidos [sic]. Pero no murieron. Aquí
anterior -con el río iluminado por incontables antorchas en numerosas bnl1'11 están, la una de ellas vive en Cali y la otra en Popayán. (Entrevista realizada en Gua-
das con adornos de hojas de palma y bulbos de luces de colores-. La h·ip11l11 pi, 22 de julio de 1999)
ción de estas balsadas toca frenéticamente los instrumentos tradicionales d1• 111
región: el cununo, el bombo y el guasá, y cantan arrullos en honor a la Vir)\1'11
Con esta ceremonia, la gente de Guapi recrea la llegada de la Virgen Inrnnnil11 111 •,1111tos siempre están con la gente
da al pueblo, una leyenda que se ha transmitido por varias generaciones. l !11 Los ojos del Señor del Mar de So/ahonda son los ojos de un náufrago
vez un bote quedó atrapado por el mal clima y las fuertes tormentas C'n llhl
Vanín ( 1998: 267)
abierto, al sur de Guapi. Temiendo por sus vidas, los marineros corncnzn1 1111
rezar a la estatua de la Virgen que llevaban en el barco y prometieron lh•v,111 ~~,11111• duda dt' los poderes de los santos. En Salahonda, cerca de Tumaco,
a tierra y adorarla en el primer pueblo al que pudieran IIegat~ si los libr,1h,1"" 1ll'.111livo s111~S\' dkv quC' el sanlo patrono sn lvú ,d put'blo de la desb:ucción
daño de este peligro. Al romper el alba, la torm{'nt;i S(' h<1bía calmado. l ,011 111i1 11 1l•111 11,1111i d1• 1906, c11,11Hlo d('luvo lns gig,11111•:11·11,; ol11s qut' nmL'nn;,;aban con
rineros llegaron a C uapi y llevaron l,1 ('slnl11t1 ,1 1111,1 ¡wq1u'lít1n 1pill,1 p.ir,1 ,uh 1,11!11 li, 1,1• din• q111• ld:,.o lo inis1111i l'I I? d1• divi1•111lt11 • d1• 11>71!, 1•111•111lli mo ma-
rarla. Cuando sali,111, k s fu<' impm;ihl1• l1•v.111l,11 l.1 1•1.i.1111,1, 11111•:-- l.1 Vit')•.t·ll ,1 11111t1 l 11111•1•11 ,1011 y lit 1·n11l1P l1111 ¡•.t•111•r,,li",d1• 111•1 l111l 11 l¡111'1 ", d1• 11,d,il11111dn, q11t'
pronl() t·o11w11zo ,, pt% ,r d1 •111,1•1i. 1d1, e '11111111 111 •11111 l. 1111,11"111, 1l{i 111 1't il L, l 'l ·1111 1il • 111 111 ' 11 "11 , 11 ti 1·,ti¡ •,11 d1· r,1PI 1 1v h'111 I,H,, 1111"d"111,1 111 •I ~" 111 lt , ,11 1, 11, •111, 111 • 1111111111
d1•<:11i1¡,I " 1111,111•1H11,11l1•,q11•llld1 1(l111hli1 1111t·11il1111tl1•1111i1d1• l1l'l l1111tlll.1•1111 11d1 111l¡•,l1"ilil, ,,1 11 q111• 11111111 • '" l11tl,11 •1,1 11111 ",ltl i1ll1 11 ,1111111111111 ti,· 111 •111!• l,1
, ,,, ..11,1111!•-., 11111•1111111111111,11 111V1q•,1·111•111 111 tjlll l I d111 11 l'l"lll 1'1111111 1 11,111 111il11 I ' 111qtldli1 q111 • tlll11'hll ,l 111111•I I tl'll'llil (V,111111 1111111 111 J
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslende_r _ _ _ __

• • • •• - 1 • ..
• • • • • ,- •• .- 1 •• - .- ••: lil Señor de Calle Larga, en el río Napi, llegó al pueblo de forma similar
, 1111w lo hizo la Virgen Inmaculada a Guapi. Se cuenta que algunos peregri-
, , •,1 · detuvieron en Calle Larga durante su viaje y que cuando partían no pu-
l¡, 11111 levantar la pesada estatua, así que tuvieron que dejarla atrás. Al santo
1, 111 • lt,1berle gustado el lugar. Dado que estaba acostumbrado a moverse de
"l11gM a otro y no podía mantenerse quieto por largo tiempo, en las noches
, ,1!,,1 por las orillas del río. Su poder se afirmó u n día en un acto de desa-

1l.1 Iglesia católica, cuando el obispo de Guapi quiso cerrar las puertas de
1, 1, ¡,..,i,1de Calle Larga, porque en ese momento no había disponible ningún
, 1d11il' que pudiera designar para el pueblo. El obispo estaba preocupado
11tl 111•11 por la adoración "pagana" a los santos, que la Iglesia católica consi-
1 , 1,, 11 •siva en el Pacífico. El santo, sin embargo, estaba de parte de la gente,
1111 il1,1, ,, medianoche, rompió las puertas de la iglesia para que los lugare-

111111·1·an acceso de nuevo a su santo (Vanín, 1998: 268).


rJ,11 1ic se pronuncia abiertamente contra la Iglesia católica en el Pacífico.
111 ,¡ 1l,1ciones negras rurales son muy espirituales y religiosas, y adoran con
1 111 il 'il lS santos. La católica es la religión oficial en Colombia, pero, aun-
•• : ••• - • 1 '"' •11d n impuesta desde el dominio colonial español, los afrocolombianos
1 1 ,, 111m han cambiado algunas d e sus estructuras y la han convertido en
Figura 5.5. Procesión por las calles de Guapi en honor a la Virgen del Carmen (16 dP 111lt 1 ,,,, 11.1 rPligión, siguiendo procesos muy similares a los de la apropiación
de 1999) 11 1111111,11•spañol. El palmoteo rítmico y el uso de instrumentos tradiciona-
l111i111l1• l.t misa, por ejemplo, distinguen el servicio religioso en el Pacífico
111 d1 •I 111tl'rior d el país.
1 1'1 ¡i1·c1rlicas de la [nquisición contra la música y las danzas negras en
1 1111 1111 111 ·1wn u na larga historia y pueden remontarse aproximadamente a
o1 t \\.td1 •, 1997a: 331). Las tierras bajas del Pacífico han sido también duran-
'"' '1, 1Iw111po L'sccnario de varios intentos de represión contra el uso de los
1,,1111,•11 ln•, trndicio na lcs de la gente negra. No hace mucho, en Guapi, un
1 ", h•l 11111•rior dd país quiso prohibir el uso de los instrumentos tradicio-
1111,11111• l.i 111is,1, pt'ro tuvo que Cl'Lkr cu,rndo l,1 ).\t'nlc le an unció que no
11, 11 ,P,1•.!11•111111 ,1 .., 11 -.1•rv icio si co11lin11i1hi1 1011 :-;11.., i1111•ncio1ws.
11111'111111111°111!111111•,i1 ,ti q111• m,,.., ll,, n",1•,l1d1111,., 1•111h,,11•.., d1• l.1:-, pr,írlicas
11 111111,d1", 1", pn1l1ol11h•11w11ll' 1,, 111,111111!1,1. 111 111 1"•111•1 11• 111• d11li11111, 1•0.,1•11
¡,11 ..,111111·•• 11111•1h ,111 "1 11,111 11 i1 111,d1••• il1•I l ',1, 1111 11 11111111 1°1, 1111 111,111 1 ,1
l 1 1 i111lii., l'lllj!ll'll"il ' 1111111 ,111111,111,11111111.i 1,1' d,111 I' ' d1.il111lli ,l'i" d1 • 1,,
Ulrich Oslender

marimba, a comienzos del siglo XX (Friedemann y Arocha, 1986: 418), cuan


do un sacerdote especialmente devoto, el padre Mera, ordenó quemar todol
los instrumentos. Pero se cuenta que un marimbero local, Francisco Saya, del
río Chagüí, salvó una marimba del ataque del padre Mera y así aseguró la su
pervivencia del instrumento. Esta leyenda fue recreada durante el carnaval
de Tumaco, en febrero de 1998. La celebración del "retorno de la marimba
constituyó una evocación consciente de la memoria local como estrategia <.11\
los procesos de construcción de identidad colectiva en las poblaciones negra
/\PÍTULO 6
(Agier 1999: 25).
En este caso específico (y como ejemplo de cómo podrían usarse otr4 1IBICACIÓN Y LOCALIDAD: LA \(IDA
expresiones de epistemologías acuáticas locales y memorias culturales) se llll
1N UNA SELVA HÚMEDA TROPICAL
nifiesta que las memorias colectivas y el sentido de lugar han sido movili1.1
dos en la articulación de una política identitaria afrocolombiana que redan\ Cuopi, / tierra querido donde respiro/ aire con ternura;/ porque en ti, lo tranquilidad
derechos culturales y territoriales. La exploración del sentido de lugar (acuA de tu vivir/ es lo mayor fortuno de tu nombre. / Y en lo aurora de tus hermosos días
tico) en este capítulo sirve entonces como esbozo de las subjetividades local cuando el sol refleja / en aguas de tu río / que sube y baja, / con la tranquilidad
del lugar que es el Pacífico colombiano, las cuales se canalizan en la acción d que tus hijos pasan/ aquellos días de inolvidable frenesí.
movimiento social. El siguiente análisis de la ubicación y la localidad delinll Cuapi, qué lindo eres/ tierra bendito donde yo nací. / Cuopi, que vas al mar/ yo
las geografías materiales, más objetivas, del Pacífico y las formas como 1111 en mi potril/o junto de ti. / En las tardes cuando el sol declina/ se va hacia el mar/
usadas y analizadas por las comunidades locales. o la bocana de tu nombre/ con los tristezas y los alegrfas / que se ahogan con lo
furia de los olas57

Andrade (1999 : 8)

1 11 ubicación y la localidad en el Pacífico colombiano brindan las pregeo-


1,1/111• 1h· lns cuales surgirá el movimiento social de comunidades negras. Estos

1•1 111 l'l tit•nen especial importancia para comprender este movimiento étnico-

11 llt II l1d, ron s us políticas culturales articuladas en defensa de los territorios

,,, , ,l1i1lt•H. Su lucha es una defensa de su construcción de lugar; por ende, un


,, ilt•il•, 111 i11ucioso d el lugar (el Pacífico colombiano) nos ayuda a comprender
111 ¡, 11 , 11t • mov imiento en sus modos, propósitos, políticas y discursos organi-
0

111111•1 1 .i 11hicrwió11 (com o se defini ó t'n t'I cn pítulo 3) se refiere al área geográ-
l 11l1• 1111·1•gió11 dt•I 11..wffico y ni mé1<· rnord1•11 hii,;loril'o, 1·cnnó111iro y político en
1, 11 ti •11• l11•wi-ili1• l,1 rvglo11 v11 los ,rn1billlH11,wirn1,1I 11 lr111 •1·11,H'i1111,1I. Hn eslt' capí-
th•, ,1 111111,11·1• 1mhn• 1rnl111111¡ ilHJll't'll>ti ll:11cu•1 ti, • 111 ,d ,11 ,1 1 11 111 (111 111 lv.i h1111wda 1

j 1111 1 1,,..,l,111 \ 11d1 ,1d1 1111 111. 1, 1,.. l1•I 01 '1111 q •11 1•1l11 ¡•101 1 l 111 PI" 1 1I 1•1111111111·11 11111 111•
11 i¡, 1 I ,1111 ¡ oi
Ulrich Oslender _ _ __C_o_m_unidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

tropical, sus miríadas de ríos y ciénagas de manglar) así como los aspectos hl Ecuador, les da elevadas temperaturas durante todo el año y contribuye a una hume-
tóricos de la colonización, la esclavitud y la rebelión negra que convirtieron 1 dad relativa prácticamente continua de más de 90%. Pero la característica física más
región en fuente de suministro de materias primas y que fueron responsabl impactante de la zona es la selva lluviosa. (West, 1957: 3) 59
del poblamiento por afrodescendientes. La localidad en el Pacífico se refier'Q
Figura 6.1 . Vista aérea de la costa del Pacífico sur alrededor de Guapi
los escenarios físicos y a los contextos materiales que los habitantes construy
en sus interacciones sociales cotidianas. En particular, mostraré de qué mant!
ha evolucionado en el tiempo una serie de relaciones sociales espacializad,11
lo largo de los ríos del Pacífico, que se expresa en formas específicas de movl
dad espacial y respuestas adaptativas a un ambiente acuático. Hay, por supu
to, una considerable interacción entre las nociones de ubicación y localidaJ,
ambos fenómenos se impactan mutuamente, en vez de estar rígidamente Sl'f
rados. El sentido de lugar (como discutí en el capítulo 5) aparecerá también n•~
tidamente en la discusión sobre la ubicación y la localidad.

Ubicación

Trinidad espacial de selva, ríos y mar58 ,1, 111lngrafía del autor.

En su trabajo clásico, publicado en los años cincuenta, Las tierras lmj11~ 1 1l11ura 6.2. Bosque de manglares con la marea baja
Pacífico colombiano, el geógrafo norteamericano Robert West, en un pasajl' ltJ
co de la geografía cultural de la tradición de la escuela de Berkeley, desrl'ih, 1
región con las siguientes palabras:

Vista desde el aire la marquesina formada por los árboles gigantes se asc111l'Jil
mar de sombrillas verdes superpuestas, y solo se interrumpe con las quebrt1di1•, y,
sionales claros. Cientos de ríos, a menudo desbordados, corren por la sclvt1 ti, ..,,1,
colinas y las pendientes de las montañas hasta el mar. Ellos son los cam111111, il1
viajes humanos, y sus riberas son los principales sitios de habitación hu111r11111 1 1
el área tiene alguna unidad física, debe hallarse en el clima cálido y h(111tl'd11 y l 1
bierta de vegetación de densa selva tropical húmeda. l d~ tic11r1s bt1je1~ tli•I l 1o11lt11,
Colombia son la zona más lluvios~ de todt1 Arn(•ric,11 coI1 prt•c ip1tt1rio111", tut.1li• 111
les promedio dt• 1JO r1 '100 pulf1r1clt1•,. l ,I p11•,i1 1011 di'! ,\11 •,r, 1 •11111, I" y 11" ,rl 1111111
.i l11111wo1llo1 tl1•I ,11 11111

• l 11 1'" 11111/11111,/11,I, ¡1,1,111/l,11111111 l"• 11l 11l.1d,ll1 ,d 1,q,,,I, l-!11,¡ 11111 ( 1'l'l"I I ¡•llo 11
11 "111,I 1,l1 1.1111,
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Figura 6.3. Mapa de las tierras bajas del Pacífico O , iil' sus especies vegetales60• Abarca unos 10 millones de hectáreas, el 6,2%
N - '450.000 N - 1' 450.000 1 1.i •1uperficie terrestre de Colombia. Se extiende entre 80 y 160 kilómetros
Tierras bajas del Pacífico 11111• l,1 costa y las laderas de la cordillera Occidental, incluyendo el amplio
~, ,: 1 1111 iJ1,1 río Atrato que desemboca en el océano Atlántico, y tiene una línea
Tierras sobre los 2000 m f:::=::::I
• 11 •1i1 sobre el Pacífico de unos 1.300 kilómetros entre Ecuador y Panamá
1111• l,1 figura 6.3.). La región está situada en la Zona de Convergencia Inter-

1111t 1d, un cinturón de baja presión de masas de aire convergentes cargadas


l1111111'dad. Estas son las causantes de los elevados niveles de precipitación,
1111 111,1nza promedios anuales de cerca de 10.000 mm en algunas áreas, como

... + +
+
.. . d111 1,•11do, en el departamento del Chocó, lo cual la convierte en una de las
..
¡..
+
+
+
~
+
~ 't
11 111h· mayor precipitación en el mundo.

+ .... + +
1 .is tierras bajas del Pacífico se caracterizan por tener una extensa red de
~++-t-++
..
~~·+++
,+ ~ -+ + + 1p1,• 1's tán sujetos a frecuentes inundaciones, en especial durante los pe-
+
Océano ~ ... ,t "' + t ♦ 111 il1• ab undantes lluvias e inmediatamente después de estos. Esta red ha
+++"'++++
+ ... + ,1. ·t t ➔
Pacífico + + + + + + ... 11 111 ¡•,r,mdes cuencas fluviales, como el delta del río Patía, al suroeste del de-
.. .. -i "~ -t +
~ - + , +++'
... ~ .¡ ~ .,. ...

...
..
+
..
~
+
...
'Y
;
+ , 111111•1110 de Nariño, que se extiende por casi 3.000 km2 (Del Valle, 1996). Casi
+
,1111111111 1H de hectáreas (77,5% de toda el área) están aún cubiertas de selva tro-
"" -!'- .,.
t + + I+

tl 11111. l'Y,1 de las cuales corresponde a vegetación continua (DNP, 1998: 11).
~
... ... ... .,. .. ' .. .. ~

.. + ..¡.

'·-· '"
......

.._
111•, 111,·ni ('1999: 59), este conjunto de abundancia ecológica le da la impresión
11111 /1111iilnr/ espacial de selva, tierras y mar. Esta noción es bien interesante,
, 1 ll'1•sc.1 cierta unidad holística de los diferentes elementos ecológicos. Tal

11 •1 11 q1l,1zaría yo tierras por ríos aquí, para enfatizar aún más la naturaleza
111 111 ,1 il1· 1<1 trinidad espacial en el Pacífico.
l '11ilvmos d isting uir dos tipos de costas en el litoral Pacífico: una monta-
1¡ill' ·a• <'Xlicnde desde Cabo Corrientes, al sur del golfo de Tribugá, hasta
1111i.1 \' Pira aluvial, bordeada de espeso bosque de litoral bajo y playas de
111 1p11• :w 1·xliendc desde el sur de Cabo Corrientes por más de 650 kilóme-
':-1. .
N - 550.000
l1,1i,li1 111 prov incia de Esmeraldas, en Ecuador (West, 1957: 52). En ambas
1, 1l1 ' 1.i 1•osln enconl ramos rangos de marea importantes. Estos alcanzan en
Fuente: Cartografla temática realizada por el ICANH, a partir de digitalización de informaoó11 l>,\•,11 1
IGAC, Atlas de Colombia 5ª ed., 2002.

Casi cincuenta afios después, y n 1wsnr dv lns l.isns d l' d1' Ín1·1·:1l111 h
111111il,•11llll1 11il11 11117•1'"'I'''' h·~ ,1,, J'l,1nl11MJ'1•1'l1•111•1 11•111,,., 11 1'/1 l,1111ili111o dif1·n•1111•8 1'n lns
cada vez mayores, cstimnd ns t• n :i:1.000 h1•1 ·i.1 n·,1•: 1111r ,1110 (l>NI', 1<1<1H: 11) 11 1 1, 11,1• d1•I 1'111 fil, 11 (11 ·\I', lililí'), 1,,111111u1l11dl111•l1111li11l.t11l1 ll ,¡111• 1•,1111111111 h1H1•r11w1 Í\'8 v1•-
l d1 \ ,u ,, 11~i1t 11 t1 1\l 11 · l 11Hi 1,1111t11\ld11111°11\\T,' ll'' 11 1111 llg, 1 1111•1 11 11 P\, IPll11 111111 IP l '11 1lit, ( \,h1dh 1 ro
dl''ll'l'ipr i()n d<' Wl'sl 14ig11<' Hi1•111 lu l.1 111q 111"111111q 111 • .i \' 111'111 d1· 11.i¡11r11 •11· 11 1 '"l lil1 111111, 11 1111 1'111111,1" ,11.,,lii l111il1•,1, ll l 11111111,i. 11111111•1111, 111• lll 1••111•, ¡,,,, illl.,11•111,,., di'
l,1• d1· 1,1'1111 •11·1 1•1 lt11j,1,i d1•I 11111111111 1,111 •1•,111111 "1 1111 1,1ld1 •111d1111111111 111 111 d1• 1 l 1¡¡11 11 11111111 1111111,1111111111111111 d1 1 \ h h·11.l1111 \ 1111,u• ' 1
11 1hld I H 11t111d 1 \ ,,, l1 H1 ,¡., 11111gl11
1 111,1111 11111111,11,111, 11111• l,11 l,1111111• ,11 111111, ,111111l11, 1111 111,il 111l1> l,1 11111111111il 11h l11il111•'
il1• 11 111\ 111 l1111il1, 1•11dd111 I d1•I 1il,1111•l,1, \ t1l 111 ·111lt11q\11•11il11 1,.• 111111111• 11•1111 d1 111¡11,1,p1111111111,11!,1111111111111111111111111111111 111, 11111111111 ,1, 1 l11l,p11 il•l11l111J111
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

el litoral caucano (la zona de mi estudio) hasta 4,5 metros, con un impacto q 1111!11111c del Incora sobre una visita al Con sejo Comunitario Río Napi, e n el l i-
se extiende hasta 20 k ilómetros río arriba, cuando la amplitud de los canales 1..1 il caucano, en 1998 (véase figura 5.3.):
río se incrementa durante el día, en respuesta a la marea 61
. La parte sureña J
litoral Pacífico se caracteriza por vastas y laberínticas ciénagas de manglares,
Debido a la ubicación geográfica de las comunidades que conforman el Consejo Co-
esta zona pueden identificarse cuatro franjas geográficas distintas desde la orl
munitario del río Napi, solo se puede acceder a ellas por vía fluvial, partiendo desde la
del mar: 1) una franja de aguas bajas y planicies pantanosas, adyacente a la o
cabecera municipal iniciando el recorrido por el río Guapi, y cambiando al río Napi en
lla del mar; 2) una serie de playas de arena discontinuas, interrumpidas por
la boca de este. El medio utilizado hasta la comunidad de San Antonio son las lanchas
letas de reflujo, estuarios y amplias planicies pantanosas; 3) una zona de boHq
(elaboradas en fibra) impulsadas por motores grandes (60 y 75 Hp en adelante), rea-
de manglar, por lo general de 500 m a 5 km de ancho; y 4) una franja de cién,,
lizando allí el trasbordo a canoas (elaboradas en madera), más pequeñas, impulsadas
mareales de agua dulce. Detrás de la ciénaga mareal, en un terreno leve m e
por motores pequeños (9, 15, 25 y 40 Hp), para llegar a la comunidad de San Agus-
elevado, las selvas lluviosas ecuatoriales comienzan a cubrir la mayor partl"
tín. El acceso al interior de las comunidades se hace a través de caminos y quebradas,
las tierras bajas del Pacífico (West, 1957: 53).
que son el único medio de penetración. (lncora, 1998d: punto 1.2.)

En busca de acceso al litoral recóndito 62 l li, re corrido similar debe e mpren derse para llegar a las comunidades
1, l 1111 Son Francisco (figura 5.3.):
El acceso a la región siempre ha sido difícil, y esta es una de las ra:111
por l as que los españoles nunca llegaron a colonizar de manera efectiv11
parte de Suramérica. Hoy en día solo existen tres carreteras principa l1•~ q Partiendo desde la cabecera municipal la única vía de comunicación es la aluvial. Para
se adentran en la región desde el interior del país. En su reemplazo lo" ell9 debe recorrer el río Guapi hasta la boca del río Napi para luego ir subiendo el río,
son las arterias principales de transporte y comunicación63. Como ad,11 R hasta llegar a la desembocadura del río San Francisco. El medio de transporte más uti-
lirndo son las canoas de madera con motor fuera de borda, o el potrillo con canalete y
1ecatón (una palanca con cubierta de hierro en la punta). (lncora, 1998c punto 1.2.)
,1 Según West (1957: 213-214), el rango de marea tiende a incrementarse de sur a nort1• 11 l111
de la costa pacífica, desde el Perú (aproximadamente 2,1 pies)_hasta Panam_á (aln•lh·il•
16,4 pies). Para Tumaco y Buenaventura, en el Pacífico colombiano, da los s1gu11•nl1•• 1I
Tumaco: rango de marea promedio, 8,7 pies; pleamar, 10,9 pies; Buenaventura: r,1111111 1h 1 ,1 ¡iohlDción de la región se acerca a 1.300.000 habitantes, entre l os que
rea promedio, 10,4 pies; pleamar, 12,9 pies. En el río Baudó, West encontró efectos d,· l1 1111
hasta 50 kilómetros río arriba, en la confluencia con el río Dubasa, y más hacia l'I 1111 11, 111,1 11 9:1% de afrocolombianos, cerca de 2% de poblaciones indígenas 64
río San Juan, observó efectos de la marea aproximadamente a 35 kilómetros corri1·11li• 111 111 d1 •ilm dC' 5% de mestizos, en su mayoría llegados del interior del paí s 65 .
El promedio de 20 kilómetros que he dado para el litoral caucano es un cálcu lo ,i¡1111,111
observado en los ríos Guapi, Guajuí y Timbiquí.

62 Litoral recóndito es el título de un libro escrito por Sofonías Yacup (1934), pollilvo 1111111I li 1111\•, d1•l11'11 ll 1w 1·Sl' t•n cuenta los costos sociales y culturales imprevistos. Como señala
0

Guapi. El autor se lamentaba del atraso cultural y económico del Parifico y Ho•il1·11111 111 1 111 1 1 l '111l1w1111'\'l'll,pmft·scH·a y especialista en fol clor e historia local en Guapi: "Pensemos
aislamiento físico de la región era uno de los factores que deblon supt'rnrs1· 1m1,1 d1· ,111 11 l 11.1, 11•11·111 11,,r.1 ,dp,11 noH qm· vit'nC'n, es que, ' pero no, ustedes están malos sin carretera' .
la región e insertarla en la vida económica y polflica del inll'rior dt'I p,1(s. 1 11 1111,11~ .i,, 11q11f di,·,•11 '11111, r,111,1 In rt11Tl'l1'1-.1'. 1'1•1·0 11111rh11s dPcimos, 'no necesitamos ca-
l 1.1 l '111,¡1 11• 111,,1 vit•111·11 10:1 virios dt•I i11h•1·ior, 11t1•, vli •11,•11 lrn, ludrn1ws, nos viene eso, nos
63 Una carretera al su r del departamenlo dt' N,1ri1í11 n111d11l't' dt· l11~ j1111•hl11H 1111dli11 1111h 1 111 l11111111'" (1·11ln•vlHl,1 11·111l111d111·11 ( :1111pl, 27 d,• 111>111 d1· 11111h),
lpia lcs hasto Tu moco, l'n t•I l'lll'líil'O, l'l'l'l'il d,· l,1 fm111t•1·11 ,·111111.111111lor; 111111 '"T,1111d,1 '11
cipal, en l'I di•purtt111wnlo d1·I V11l11• d1•I ( '11111•11, 111111·, 1,111< ',di11111 ll111 •1111v1•11l111 ,1, \' 11111 I 11111" "1 11 1.!11:1•11,111 11111lv11•1 d1•I l1111111, 11 l, 11 li11•1•11 1•1111 •1•111~, 1•111lo1,i 11,1 1,11 111, 1•111 h,·r11H 1'1111111í,
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1

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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

/\prile-Gniset (1993) identifica dos ciclos en los procesos de poblamiento l'll 11 ll111 ron al puerto esclavista de Cartagena fueron vendidos y transportados
Pacífico colombiano: un ciclo indoamericano o amerindio, de cuyo orig('ll 1, 1.l,t las minas de oro de Antioquia (1580-1640) y después al Pacífico (1690-
se tienen datos, pero que declinó hacia finales del siglo XVI, con la Conqul• 1 111) Un menor número fue condenado a trabajar en plantaciones y en servi-
y colonización españolas; y un segundo ciclo, afroamericano, que se inició l, 1 domésticos. Alrededor de 3.000 africanos, principalmente de los pueblos
los siglos XVII y XVIII. En este último, Aprile-Gniset identifica otras dos f,11 ,1, 11 y 13iáfara de la región del río Guinea, entre lo que son hoy Senegal y Sie-
un asentamiento parcial alrededor de las minas de oro, a finales del siglo X 1l 1•1111a, entraron por Cartagena entre 1533 y 1580 (Del Castillo, 1982: 38). De
impulsado por procesos de colonización y esclavitud; y un impulso extt•rn•I ll i1 1640, se importaron oficialmente 169.371 africanos, en su mayoría pro-
de colonización agraria y minería independiente por parte de los cimarro 11h•11l1•s del Reino del Congo, a través del puerto de Cartagena (Del Castillo,
y esclavizados autoliberados (los libres), que implicó una intensa circuladc'll\ 'l 1 1H, 160-162). Sin embargo, el número real es probablemente mucho ma-
apropiación territorial. Yo sostengo que ambas fases de poblamiento tamhl ' "' 'll' liene en cuenta la magnitud del contrabando en el tráfico de esclaviza-
se inscribieron profundamente en el espacio acuático: las minas de oro d" ' 11 .iquella época (Maya, 1998: 27). Ambas fases fueron controladas por los
Colonia estaban situadas en las partes superior y media de los ríos, dond" tlt1¡ 1,lll'Ses, y la última de ellas corresponde al primer ciclo del oro, de 1580
encontraban las arenas y gravas auríferas; y la colonización agraria y In np 1,,111, ('11 el área de Zaragoza medio en Antioquia (Colmenares, 1976). El se-
piación territorial por parte de los libres se extendió a lo largo de las (lf'jll '"" 111 l'irlo del oro, que se inició aproximadamente a finales del siglo XVII en el
de manera que el río se convirtió invariablemente en el eje central de o l'i1•11 11 "11 (~ihnrp, 1976), correspondió a una hegemo1úa holandesa en el tráfico de
ción y asentamiento. l II l1i1dos (1640-1703). La Corona española había perdido el control del ne-
1,, 1llll'in ·1640, debido a la decadencia económica de su imperio y a la guerra
111, 11 l 111rtugal, hasta entonces su único proveedor de esclavizados africanos.
La trata como puente entre África y las Américas
11111¡1111 ra provocó un pronunciado declive en la introducción de bozales (es-
No importa de dónde eres, si eres negro ere\ u/11 l 1 1 .tdwi, directamente importados de África) entre 1640 y 1662 (Maya, 1998:
f , 111 1l rib uyó a una "profunda crisis [de la economía minera] durante la cual
11 ,tl,•11 de minas del siglo XVI prácticamente desaparecieron" (Colmenares,
Con el tráfico trasatlántico de esclavizados, del siglo XVI en adcl,11111 11 \11) ,
desarraigó forzosamente de sus tierras (y de su continente) a cerca de d111 ,, 11
1 ,1 1n,1yoría de los africanos que llegaron a Cartagena durante esta época
llenes de africanos de diferentes grupos étnicos. Se los mantuvo en \'1 11111
1"11 •11•1 1wslrados de la Costa de Oro, hoy Benin. Una particularidad de esta
de prisioneros a lo largo de la costa occidental de África, antes de trn111-1 ¡1111t
1111 • 1•I 111•rho de que la mayoría de ellos pasaron primero por la isla caribe-
los a América para esclavizarlos (Friedemann y Arocha, 1986: 33-35). (.)11h 1
!, ' 111•11:,,,10, en manos de los holandeses, antes de llegar a Cartagena. Esta
1, l11.1ii11 como una especie de escala an tes de su distribución posterior en las
111 1h ,111, y dt• t'Sl(' modo se convirtió también en un punto de contacto entre
por primera vez a los afrocolombianos. Sin embargo, debido a la ambir,ua prq\11nli1 d1•I,, 1 1 1, 111! 1¡1/ 11pos N nicos de África. /\ llí, los akán se mezclaron con los pueblos
0

"¿Pertenece a un giupo étiúco, indígena o comunidad negra?", solo 502.343 l'l'1111111111, dij
pertenecer a una commúdad negra (Ruiz y Bodnar, 1995). Este> núnwro ,·01·1·l'Hl'ond,· 111111 •111 1 ••il 1o1 l,111ti, iho y t'wt•-fon, 1'nlre otroi;. Dt•t-ip11(•s d t' In ht.•grmonía holandesa,
de la población nacional colombiana. Un infomw ll'l'Íl'nlPt!L' Minorlty l{ighl•1 ( :111, q, (11111
muestra oscilaciones en los cálculos dl' l,1pohlod611lh'/',1"111•11 ( "olrn11hl11, q111•vn, 11111d,• 1 1111 1, 111, '"ª"' 111,111t11vil'nlll 1111 monopolio r1'1,11i v,1,1w1111• hn•vt• dt• In trntn (des-
nc-s, como mlnimo, huHtn 15 millo111"1, l'Ol11o 1111\\hn11, q111• •11•1 ill ,·I,·l¡idv11l,•11t1• d1• l•I",. 11 11' 1 ll l li,1111i1 17 1.\), y l11t•¡•1n lnr; ii1¡•,lt•tit'Hlo 1·11¡il,111111, lii1•1l,1 17•10. 1)11r,11,1v t·slrn,
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

mediados del siglo XVIII hasta 1810, que suele considerarse el final de Carta 111dsarlo del territorio y de las minas que él había estado trabajando duran-
na como puerto esclavista (Maya, 1998: 43; Sharp, 1976), se importó unnúme , il11s años (Romero, 1993: 28). Tal vez no cause sorpresa que el sistema judi-
relativamente pequeño de bozales, y los propietarios de las minas de oro busc 1ti 1•n este caso hubiera favorecido al esclavista, pues a menudo este último
ron abastecerse de esclavizados, principalmente en los mercados locales. 1 l11i1ba también como juez. Sin embargo, es importante señalar que los libres
No es casual el uso de un vocabulario económico y deshumanizanh:' 11111da n uso de la legislación colonial, más de cincuenta años antes de la abo-
discutir el tráfico de esclavizados. Este refleja las realidades históricas dl! ' lt 111 oficial de la esclavitud en 1851.

época, en la que se consideraba y trataba a los prisioneros africanos como si


ples mercancías, un proceso de despersonalización que se reflejó también l'I\ 1111que mí amo me mate, a la mina no voy":
jurisdicción de las leyes coloniales (Leyes de Indias). Sin embargo, esto n•íl l I r•l1•rna rebelión negra
ja también el lenguaje de análisis que han aplicado muchos investigadorl'M
tratar este período. Como señala Maya (1988), las obras de Colmenares (197 Ustedes deben saber que los nacidos en este
pueblo somos rebeldes por nacimiento.
Sharp (1976) y West (1957, 1972), al hablar de la minería aurífera en la ép<
reducen en sus análisis a los esclavizados a sus funciones económicas y los 1 Zapata Olivella ( 1986: 23)

tan como partes de la maquinaria colonial. De este modo, no logran conslJ


1i1 resistencia formó parte del sistema esclavista desde el comienzo y,
rarlos como protagonistas de su propia historia, sino como simples apéndl
11 ,11111.i, "donde quiera que existiera la esclavitud, comenzaba la autolibera-
en la historia del sistema esclavista. Esta tendencia se evidencia también l'n l
1 11 (Whitten y Torres, 1992: 17). De hecho, las tierras bajas del Pacífico pue-
recuentos históricos que representan al Estado republicano como agent<• dd
! 1111111•1itlcrarse un territorio de resistencia con una continuidad histórica que se
libertad para los esclavizados, en lugar de plantear que esta posibilidad sur
.. ,1 111l1dm a las primeras etapas de la Conquista española, confrontada por la
ra de los esclavizados mismos. La fecha asociada con el final de la esclavil
1111,1,1 y prolongada resistencia indígena. Valencia (1991) comenta las frus-
en la mayoría de los recuentos históricos, es 1851, año en el que fue decrl'IA
• 111111••1 de los militares españoles en el Pacífico y califica los intentos de con-
la abolición en Colombia por el presidente liberal José Hilario López"6 . t\n
1 l I p11r parte de estos como un total fracaso, considerando que durante casi
de esta legislación, se había aprobado la Ley de Libertad de Vientres, el '..1H
, li 111111-1 Mios no pudo registrarse ningún triunfo definitivo sobre los indíge-
mayo de 1821, que declaraba que todo nacido de madre esclavizada d('/11111
1 1111 1<lH primeros conflictos en Urabá, al noroccidente de la costa caribe, en
de esa fecha sería libre. También se introdujo en el artículo 18 una noción, 111
!ti l111 li1,1 dún una resistencia importante en 1687, sin que la Corona española
progresista para ese tiempo, relacionada con la redistribución de la Li<•n,,,
111 111 1·•1lt1blcccr un control colonial central sobre los territorios del Pacífico.
la que se otorgaba a los libres el derecho a trabajar tierras sin cultivar 1·011111
1
11 11 11111•1lll'l1Ci.a, estos llegaron a conocerse como frontera de guerra, y la resis-
fueran de su propiedad. Los dueños que abandonaran dichas tierras pt•n h•1I
, l I li1dtg1•11a dcmosh·ó ser un obstáculo importante para la explotación de
sus derechos sobre ellas (Pastoral de Etnias, 1999).
1· • 111 •11 H, ,n11·ífcros de la región:" Aunque la actividad minera española en el
Sin embargo, ya antes de estos decretos oficiales los libres habí.111 111
11 1111111 • 11✓.c, c•n c.'I a lto Ta maná, en la década de 1570, la hostilidad indígena
lado a las leyes de la justicia colonial para defender sus derechos. /\1-11 111
,1 1d111 111111· 111,1s de LI n siglo una explotación intensiva de los yacimientos de
<lió, por ejemplo, en el río San Francisco, cerca de C ua pi, cuando ('11 171114 1 111111• l.i li11¡Hwlaci611 de muchos negros" (Wcsl, 1957: 98).
señor negro libre, llamado Ybargucn, demandó l'i int('nlo dl' un l'Sl'lt1vl~l11
l 11 1'1H1 I, j llll' Pj< 01n plo, 1111,1 rd11•li(rn 1•11 pi ( 'l1ol'6 ohl ig6 n los mineros es-
111 , 1 1•111l11vl;r,u l1111 ,, 11 •ti1·,in11· 11l,1111tH111l1mi1•11• l111pldio, poi· 111.'1:-1 d,• r unlro
'" l•I li, •, 1111 d1• q111• l11,•1o11•I P,11lld1111111•1,111•1q111• dn 11°1,1111l,111111,II, 11111 d,• 111 ,.,,, l,1vll111 I I t l l,i t' 11li1!1H lllll ti,• 11 11\'111111 111 °11!111, i111rll1·11J11 (Wt 1L 111 11'/- ) lil) l ,IHI IIH II
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Ulrich Oslender ____C_
om_un_idades negras y espacio en el Pacífico colombiano

ferocidad con la que atacaban a los conquistadores, de modo que los asen 11i1,1dos por sujetos históricos, sino a menudo como actos criminales que su-
mientas españoles se restringieron principalmente al eje andino de Quito (en 1111 ·,l,1mente muestran la falta de gratitud de estos hacia sus amos blancos,
que hoy es Ecuador), Popayán y Cali. Se han documentado varios episodio11 l" il'llt'S d espués de todo dieron la redención cristiana a los "paganos" negros.
resistencia indígena, como la masacre de los mineros y misioneros espai\ol ·11 'documentos en los cuales los españoles nunca dejan de ser héroes, rnien-
del 15 de enero de 1684, en el pueblo de Neguá (actual departamento del C 1 1¡11l los negros pocas veces pasan de cobardes y traicioneros" (Arocha, 1999:
1

có), que se atribuye a los indios citaraes, un incidente que se difundió como 1 t l, como expresa el novelista y ensayista afrocolombiano Marmel Zapata
incendio y aterrorizó a toda la región, pues se destruyeron poblaciones l' i 11 1•11,1 acerca de la relación entre historia dominante y olvido intencional, en
sias (Funcop, 1996). Según Valencia (1991), solo desde 1690 en adelante pu 1, l1·i1ordinaria novela afrocéntrica Changó, el gran putas y refiriéndose a la re-
hablarse de una auténtica conquista, e incluso entonces la resistencia siK l1, 111 1wgra en Haití de finales del siglo XVJII: "La historia de la República de
siendo una práctica diaria por parte de poblaciones indígenas y negras. 11111¡1,1ra los olvidadizos escribas de la Loba será siempre la masacre de los ne-
Estas resistencias asumieron diversas formas, como escapes, rebelio l.111,1tizados por el odio contra sus hermanos blancos, nunca el genocidio
suicidios e infanticidios (Friedemann, 1998: 83). El aborto y el infanticidio, 1, "' ,•.,d a vis tas contra un pueblo indefenso" (Zapata Olivella, 1983: 198).
ejemplo, fueron modos de resistencia femenina, mediante los cuales la mad ,,, 1" ,mtropóloga Nina Friedemann ha sacado las resistencias negras his-
gaba al esclavista el control sobre el cuerpo de su hijo, ya que un nifío nu 11 '" ~• r ontemporáneas de su invisibilidad estructural en la literatura aca-
de una madre esclavizada estaba sujeto a la apropiación por parte del esd,IV 111i ,1 , la vida sociopolítica en Colombia, en lo que se ha convertido en el
como mano de obra y valor económico (Spicker, 1996). Hubo también relx'111 1 1¡11 ( v la pasión) de toda una vida (Friedemann 1974, 1979, 1984, 1985,
en las minas de oro, como en Zaragoza, Antioquia, en 1598, donde cerca d1• 1 1 111'11, 1998). Sus aportes se oponen a las representaciones dominantes
cientos hombres blancos controlaban a cuatro mil esclavizados (Mina, 197r; l I I'•" i11 pn el Pacífico colombiano, en la medida en que descubren un es-
Además, hubo muchos otros actos de resistencia que no fueron document,1d11t 1, il1l1 ·n •ncial histórica y espacialmente segmentado que ha sobrevivido
ningún informe o fueron mal representados en la historia oficial. Como "'l 1 11, 1 ¡ 1n'Sl'nte. Esto lo hace documentando la miríada de rebeliones, fugas
Sabás Casarnán, líder político afrocolombiano originario del norte del Carn ,, 1, , , 111•t1ll'S intentos de organización social, por ejemplo en los palenques,
historia de Colombia no se ha escrito, y no se ha escrito por una razón muy '«'I 111¡•,.in·s que encarnaron para los cimarrones los horneplaces (hogares) de
lla, porque la historia siempre la escriben los vencedores; los vencid os no h •111• 1111 1111•, lrnbla hooks (1991): lugares liberados del control y de la vigilancia
lugar a entrar a ella, mientras tengamos esa condición de vencidos" (1997: ,~1) 1111111d 111 • hin neo (véase la discusión en el capítulo 3) .
según recuerdan unos versos transmitidos por la tradición oral, referidos ,,1•• 1 11•, 1'1lil'nqucs eran poblados fortificados construidos por los esclaviza-
vista Julio Arboleda, conocido por la crueldad hacia sus esclavizados: l1q ,ll lv,1:,, ¡¡ menudo localizados en áreas de difícil acceso. Funcionaban
, 1•,11 " '" ,llltó nomos d entro del territorio colonial, y desde ellos sus ha-
Aquí, aunque más se habla, 1111 1,,,,i,.i1,111 l,1 a utoridad co lonial. Fueron frecuentes las confrontaciones
no habla sino quien pueda, 1•1111 ,• los l jércilos colonia les y los palenques, algunos de los cuales
1

el dueño de la propiedad, 11 il,,,.11111doti, mil•ntrns qul' o tros sobrC'vi v icron. En varios casos, la Co-
señor don Julio Arboleda. (Casamán, 1997: 72) l' 11111 l,1 •,1 • v io íor'.l,1d,1 ,, 1wgoci,1r 1·011 l'llos y,, n'conocl'l' s u existencia
11' I'• ti, / 1d11,1gi1 y lh•1·1111 11l1•z, 19<)7), Mi1•11l1w1 q111· d111-.111ll' l'I sig lo XV I
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Los dor unwnlos y los ,1rr hivos hi-.1<1ri(·os sohn• l., n".i.,11•111 i.1 111 •w
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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslender

gobernador Gerónimo Suazo tuvo que firmar un tratado de paz con los ha 1l,•11que, como espacio material para la organización social, tiene una honda
tantes de La Matuna, después del fracaso de una serie de incursiones milita 111l1cación simbólica para las experiencias de resistencia históricas. De hecho,
para derrotar la resistencia negra. De forma similar, en un decreto real de 1 11 ,,J se moviliza una me111oria cultural espacializada. Se ha convertido, literal y

el rey de España concedió la libertad a los palenqueros de la Sierra de M11 1lo 11,1lmente, en un sitio de resistencia, que permite al movimiento social de co-
como resultado de la guerra de los cimarrones (Friedemann, 1998: 83-84). 111111il,H.les negras articular su proyecto político con.temporáneo en un imagi-
" "11 imentado espacial e históricamente. En el capítulo 8 discutiré con mayor
El palenque de San Basilio, ubicado aproximadamente a setenta kiló
1 1rll1 • l,1 figura del palenque en los procesos contemporáneos organizativos.
tros al sur de Cartagena, fue fundado en 1713 mediante una entente cordi11/1•,
pacto de concesiones mutuas que firmaron los habitantes de San Basilio
el obispo de Cartagena, fray Antonio María Casiani, después de varios in 1 , 111omanumisión en el Pacífico:
tos de las tropas coloniales españolas por destruirlo y a su población n•b• 1 lt1 resistencia a la autoliberación
(Escalante, 1954). En este pacto, los palenqueros se comprometieron a m•~•
a recibir y proteger a más cimarrones que se hubieran escapado de las h,u 1 11 ÍL'nómeno de los palenques fue menos común en el litoral Pacífico
das y los servicios domésticos. A su vez, la administración colonial recon 1 11 1•I Caribe u otros lugares de la América española y portuguesa (Zulua-

la territorialidad y la autonomía de gobierno del palenque (Arocha, 19W, 1'1" 1). De hecho, el palenque El Castigo (1732), en el río Patía, es el único
No sabemos en qué medida los palenqueros fueron fieles a este acuerdo, 1 11,1110 oficialmente en el Pacífico (Friedemann, 1998; Zuluaga y Bermú-
realmente alejaron a cimarrones recién llegados, pero lo cierto es que ,,pi 111117: 38-58), aunque en la tradición oral se menciónan otros, como el de
ron este pacto para hacer valer sus derechos. Esto sucedió en 1774, por,,¡ 1 1•11 l'i Chocó, y el de Zanahoria (comunicaciones p ersonales). La docu-
11

plo, cuando negaron la entrada al palenque al coronel Antonio de l,1 1\ 111 11 11111 histórica sobre el palenque El Castigo es poca y sesgada. Como
Miranda, quien quería realizar un censo. 111 1111 /,u I uaga y Bermúdez: "Durante casi todo el siglo XVTI y comienzos

El palenque de San Basilio se ha manten.ido como uno de los stm 1 t¡•,111 \V III, el Patía fue un territorio ignorado. Por esta razón, cuando se
los más visibles de la resistencia negra en toda América, y sus habitanh•11 l I d1 .rvl'riguar por,el surgimiento del palenque de El Castigo, es necesario

sido llamados el primer pueblo libre de América (Arrázola, 1970). Uno tk 111• , 1•u• 1•111 re lo hipotético y la leyenda" (1997: 38).
nómenos socioculturales más estudiados en San Basilio es la lengua rn•ei/,•, 11 Jl,ril'nque El Castigo surgió en algún momento entre 1635 y 1726, se-
sarrollada en suelo americano, que debe sus influencias al español ast 11111 11 1, "' 1•h1'rilos del monje fray Juan de Santa Gertrudis, quien especulaba

diferentes lenguas africanas. Aún hoy es practicada por muchos de los l 11•11 l 11 11 JlllSiblc existencia y se refería a sus habitantes como ladrones y cri-
habitantes de San Basilio (Friedemann y Patiño, 1983). "Las estrategias d1• 1 1cl, (/ ulu,1gc1 y Bermúdez, 1997: 39). El año 1732, señalado con frecuencia
da y enfrentamiento [.. .] han sido principios vitales de la resistenci.i V d 1111lc •1l1.r dL' nrigcn (Friedemann, 1998: 89), se refiere con mayor seguridad
creatividad cultural de la diáspora africana, que en San Basilio a ún Sl' ,. I' 1 111111 •1.r confi rmación de su existencia por parte del sacerdote jesuita Mi-
en los diversos perfiles de la comunidad contemporánea: en la organii'.11 h111 l lc• l' iJ1,lll,1, qtrÍl'n lo visitó después de que tres de sus habitantes soli-
0

cial, en la funebria, en la lengua. [... l La deculturación total no ocu rd<i" (1 • 111 cl j1",11il,1 )os(• M<1rf,1 ManÍ<.'ri, en Pasto, la presencia de un sacerdote
demann, 1998: 85, 95). lt 11111°, " 1:11 1111111lm• ,h- todos los qut' t'Sl,1h,rn retirados en aquel sitio, así
No solo la memoria cultural dl' los p,1l1•11lllll'S sobrvvivi(1 vn S,111 11,1 l 1 " , 111111n lil11·1·11, n11·,1 q111• l1•s ,1drni11is11·1• lw, sc1111os s,wrnmentos pa ra vi-
sino que lcrn,bi(•n sirvi~ romo i11s pir-.1111111 11.11,1.11l111rl,11 irnll", 11111h•11q 1111 A 1111111 11l',l1,u111°,, 11111 ", ·,11111 1111•rc1111·11 111 1111h11• 111 11 l,rll.1 d,• q11il'll los l'du
de • pl'rn'1•:,rn1111·¡,,,11d1,iti vn•, 1•111•1l',111l11n t\ 111!"1 d,• li1l111111.1111111 de· l11•1111 1111111 ¡1.1 111 111!" (t\ 11111,11 h l1 "il11'd1111 cl1• l'i1J>11\ol 11 1 11l,1cl11 l'll / llhl.11',tl y
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

resistencia que tuvieron continuidad y consolidación en la sociedad patia 1111111izada en las cuadrillas: mientras los esclavizados trabajaban en las mi-
11 1
como sociedad cimarrona (Zuluaga y Bermúdez, 1997: 58). ' il1• oro, se integraba a los indígenas al sistema colonial como proveedores
1· il 1111cntos para las minas. Ellos eran, por ende, importantes para mantener
Sin embargo, la ubicación geográfica en selvas tropicales densas y
1• 1lh I,•ncia de las cuadrillas de gente negra. En especial en las épocas de es-
particular estructura del sistema esclavista en el Pacífico - basada en la
plotación de las minas de oro en cuadrillas relativamente pequeñas y mó , 1' dt' alimentos, los esclavizados comenzaron también a cultivar y pescar
11 1¡•,t1rantizar su seguridad alimentaria (Romero, 1995).
les - explican la poca existencia de palenques en esta región. En el Pad
era más común que los esclavizados compraran su libertad con oro, qut' n A pesar de la disminución de los ingresos económicos de las minas de
mulaban trabajando los sábados o domingos en su "día libre". Este prm 1' 1111 1l·hos esclavistas se oponían de manera acérrima a la abolición de la
se conocía como automanumisión, y parece que fue "la forma más recun l i, lt11 d. Algunos, anticipando su fin, vendieron sus esclavizados antes de
de la obtención de la liber tad por parte de los esclavizados del Pacífico. Ali 11 ¡,,11-.1obtener el máximo beneficio económico de ellos. Tal fue el caso, por
fuga fue relativamente escasa" (Romero, 1993: 28). Sin embargo, este pro, 11 11il1 1, tic Julio Arboleda, de Popayán, quien poseía minas de oro en Timbi-

de acumular fondos suficientes para comprar su libertad podía tomar v11r 1• 11 l '111 '<1 nn tes de la abolición de la esclavitud, vendió 99 esclavizados adultos

años, y no todos eran capaces de soportar los rigores del duro trabajo prol 11 1111110s por $31.410 pesos a Perú (Mina, 1975: 40-41). Con ello no solo desa-
gado. Aunque el proceso de automanumisión se estableció alrededor Ul' 1 l 1 11 11·,is de la abolición, sino que además procedió de manera ilegal. La Ley
solo de 1775 en adelante los esclavizados comenzaron a hacer uso ex ll'til 1 11 11 •1li1d de Vientres de 1821 determinaba en su artículo 6 que estaba "rigu-
de esta opción para obtener la libertad (Maya, 1988). 11111•1111• prohibido vender esclavos fuera del territorio colombiano (Pasto- 11

La legislación sobre la automanumisión no debe entenderse co11111 ,¡ di l•I11i,1s, ·1999: 10), y el artículo 7 prohibía cualquier tipo de negociaciones

gesto meramente filantrópico de la Corona hacia los esclavizados. Hay un• "111•11•f1\'lavizados. Es irónico que hoy se conozca ampliamente a Julio Arbo-
gica económica detrás. El sistema esclavista en el Pacífico se caracteriz,1h11 11 1111 11< 1 poeta, aun en el área de Guapi y Timbiquí, entre los descendientes
la ausencia de los esclavistas en los sitios de explotación minera. Ellos vi 1 · 1111•,1nos esclavizados a los que maltrató y vendió. Parece incomprensible
11,1 1•1n1H1crto deGuapi lleve su nombre, en un pueblo donde casi el 90% de
principalmente en las ciudades de los Andes y no estaban en capachli11t
ejercer una supervisión total sobre las cuadrillas67• La estructura típicn d1• il il,11 h111 t•stá compuesta por afrocolombianos. Sin embargo, aún los líderes
cuadrilla de esclavizados se caracterizaba por un amo ausente, que lh•j,1I l 1 11 111111nidades negras en Guapi recordaban a Julio Arboleda como poeta
una persona a cargo de la administración de las minas y a un capitán d1• 1 • 11111111 n ucl esclavista68• Así como la historia oficial ha suprimido o cam-
drilla, quien por lo general era negro. Igualmente, eran importantes 111'11 l-1 lt1•• lli111orias de la resistencia, Julio Arboleda ha ingresado en esta historia
tos de manutención relativamente elevados de los esclavizados, en rn11l1 ,., 1111 ¡111('[,1 rt'spctado. Sus manos y su corazón manchados de sangre han
con las ganancias cada vez menores de la minería aurífera. De este 11111111 1 l•/11111¡111•11tl11:; por la amnesia colectiva y las representaciones históricas do-
11
11
"vender su libertad a un esclavizado, el esclavista se liberaba de I,1 11•~1 " 11111•11 1110 unos cuantos tcstirno11ios nos recuerdan su crueldad para con
sabilidad de mantenerlo. Se ha afirmado que quienes obtenfa n su lili1•1l,11I
esta forma eran principalmente los esclavizados más viejos y menm, p11 11I
tivos (Casamán, 1997). Además, la seguridad a limcnlnri n no l'Sln hi1 1111·111 '' 111tl11 1•1111lt11 1 d1· 1,,,,,, :111r,1•1·! 11 111HlH 111·1lvl:1l11•1IIPI 11u1vl1nh•11111111 •g111,•11 C 11npi , 1111, rnmbiá-
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

los esclavizados. Casamán refiere uno de estos testimonios, transmitido l'll ,111111 un equipo del Incora registró en su visita a las comunidades negras del
tradición oral, para asegurar que la historia local no sea eliminada por compl ,, , ',,111 Francisco: "En la memoria cultural de las comunidades se narra la su-
to de la memoria colectiva. Este verso incluye también una ingeniosa refem1 1, 1 .idón de los esclavos de Cascajero, los cuales, aprovechando la ausencia
al líder negro Lujuria, quien comenzó a liberar a los esclavizados de una l. 1,11110 Julián, irrumpieron en ataque de rebeldía tomando los utensilios de
cienda en la que no habían escuchado sobre la ley de abolición: .. 111.i y trabajo arrojándolos al río y a su playa. Cuando el amo vio tal desor-
1 11111 denominó Cascajero. De aquí proviene el nombre de Cascajero para di-
El sanguinario Arboleda lt 11 111nunidad" (Incora, 1998c, punto 2.1.).
mataba negros con furia, 1,íl denominación es importante en este aspecto. Aunque el nombre Cas-
pero las popayanejas •I• 111 11,1rece haber sido dado al asentamiento por el esclavista Julián, en la
gozáronla con "Lujuria". (Casamán 1997: 70) , 11111ria cultural representa el levantamiento de los esclavizados. Se ha do-
>11111•11li1do un proceso semejante, en el que la denominación de un lugar ha
Figura 6.4. Aeropuerto Julio Arboleda en Guapi
, 11i11•1tido viva la memoria colectiva de resistencia, en el asentamiento de
,1 11,1',, l'n los límites más altos del río Guapi, lugar de nacimiento de doña
11,1 < 'on el nombre Balsitas se alude en este contexto a los medios de trans-
1, 1, \' 1·scape que eligieron los cimarrones de las minas en esta zona para na-
1 11 por el espacio acuático hacia la libertad (Incora, 1998b, punto 2.1.1.).

11 111•,p y otras leyendas de resistencia

1 1111 su h·ru1smisión en la tradición oral, estas historias y relatos de re-


1, 111 l,1 Sl' convierten a menudo en leyendas, imaginarios arrolladores e in-
11 ,11 .. , 111ctáforas del deseo humano de libertad. Como en el caso de las

11 11t•¡•,l¡11-1 de las mujeres esclavizadas en la Guinea holandesa, hoy Surinam,


1 1 11 , 1·11,111do escapaban de las plantaciones: "Las esclavas roban granos de
1 d1• 111c1íz, pepitas de trigo, frijoles y semillas de calabaza. Sus enormes
1 111•1tlh h,1ccn de granero. Cuando llegan a los refugios abiertos en la jun-
l 1 1111 11111jvrl's sacuden sus cabezas y fecundan así la tierra libre" (Córdoba,
11 1) 1h• lti misma región se dice que una de las primeras acciones de los
11111111111•11 1•1-., d l's pojarse de su ropa, acto simbólico de liberarse de la subyu-
11111 q111• r on vi vt'stido se impo nía sobre los cuerpos de gente negra e indí-
11 (\Vl11lll•11 y 'l'll!Tl'S, 1992: 19).
La importancia de la tradición oral como d ocunwnlo histó rico ,11¡111
crucial. Frente a la escasez de docunwnlos hisloricos i'Scrilos o i11fo1·1111 "1 111 1 t1 l,! 11111'111 d1• lu 1·1 ·HiHl1°1wi,, 1wg1\\ vHl,1 pohl.id11 t,1mhiv11 dt• figuras histó-
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sesgados, nos proporciona unu 1wrs1wl'livi1 dil1·n•1111• dv lwd1rn, y i1111111 , , 1111v1• rll1l.1>11'11 l1•y1•111l.11p11• ,i1 11h11li:,,,111l,1•111 •l11 •l1rn11••1 d1• lrn, t'Ht'l,1vi:rados
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Ul11ch Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

al que se le atribuyeron poderes sobrenaturales que inspiraron la r<.'lwll 1d,,, ltl'S veces al sumergirse en las aguas del r ío San Juan, preferiblemente
gra en la isla69• En Brasil, está la mística figura de Zumbí, asociada con 1 111,, l.1 época de la Semana Santa para lograr un mejor efecto:
quilombo de Palmares, quien después de muerto fue resucitado en l'I qu
bode Cumbe para combatir el dominio colonial portugués70. Su rectll'I\I 1( lh, divina Anansi,
manece vivo, y "Zumbí será el nombre de los jefes de las incesantes rt•l!ól préstame tu poder!
negras" (Córdoba, 1994: 4). pt1ra andar como tú
,obre las aguas del río,
En el Caribe, es Nanny, la bella sacerdotisa de Jamaica que rd1111
·,obre las aguas del mar,
el trueno, el relámpago, el sol y el viento, "gran hembra de barro t'lll ,•n
oh, divina Anansi. (Friedemann y Vanín, 1991: 190)
amante de los dioses, viste no más con un collar de dientes de sold,1il
gleses" (Córdoba, 1994: 4). Se dice que esta mujer-diosa condujo a 111•
rrones en sus luchas por la libertad, e incluso los mosquitos le obcd1•1I111 l 11,·slos relatos, el espacio acuático, visto como ubicación (la selva húme-
hora del combate, un arma natural y eficiente contra cualquier ejército 11 •1 •h ,11 de las tierras bajas del Pacífico) que abarca la localidad (los ríos como
11 11111 y contexto físico de la interacción social), se concreta en las leyendas
zado" en tierras h·opicales. Nanny es la misma figura que Arocha (IIIIJIJ)
cía con la Hermandad de Araña de Ananse, la diosa del pueblo fanti ,1111 11 111•,1 •, que hacen parte del sentido de lugar de las comunidades negras del
en el golfo de Benín, a quien también se encuentra bajo los nombrt's di' l1o 11 M,~s aún, la localidad explica una serie de relaciones sociales espacia-
Nansi, Cornpé Nansi y Tía Nancy, en Costa Rica, Belice, Nicaragu,1, 1 l, q111• han evolucionado a lo largo de los ríos del Pacífico e incluyen for-
má, Surinam y Trinidad y Tobago, así como en el archipiélago colo111hl1111 .11 o1•11•1llamiento, estructuras de parentesco y adaptaciones socioculturales
San Andrés y Providencia, con el nombre de Miss N ancy. Anansc (11 An 1 11 111 ,,cuático. Ellas son el tema de mis siguientes indagaciones.
Anance), como epítome de la sagacidad y la supervivencia en el P,111111 ,
lombiano, es para Arocha (1999) un personaje simbólico en la forn1,1111,,
didad
redes de resistencia, y proporciona un enlace común entre los descl'rult
de los esclavizados africanos por todas las Américas. El antropólogo ,,11
l 1, 1111 ,., de poblamiento en territorios fluviales
lombiano Rogerio Velásquez ha documentado también en sus C111•1 1/11 ,
razn negra (2000) varios relatos de Anance que muestran su astucia y •,11 1 1" '' p,1lrones de poblamiento contemporáneos en el Pacífico son el re-
cidad de supervivencia en condiciones de pobreza extrema. 111, l,1 d,• procesos que se iniciaron con la Conquista española, cuando la co-
Ananse, en el Pacífico colombiano, posee el don de cam in,u· •,11lt1 l 1111111 y l,1s actividades mineras inauguraron lo que Aprile-Gniset (1993)
agua y se le atribuyen poderes sobre el esp acio acuático. Segú n rn11u •111i, ,11 1•11 h 111 de poblamiento afroamericano. Como señala West, "las tierras
informante a Friedemann y Vanín, su mayor deseo cuando nino 1•111 1 11 ¡ 1 , li•I l 'o1l lf irn colombiano eran importantes para los españoles solo porlas
nar sobre el agua como Anansi. Por esta razón ap rendió la oradón ,1 1•11,1 , 111111,1•, d1· orn tk• alu vión que había a lo largo de los cauces alto y medio
1 1 11111," ( 11,r)7; 97). 1)u rnntl' In Colonia, St' fundaron tres centros principales
11l11111111•11,1d1•I mo: 1) d c1n•,1 drnind,111tt' dl'I ,1lto San Juan y alto Atrato,
"' El escritor cubano Al<.'joCarpenli(•r (1995) n •~111 il,1111 ligur,, d,• l'vl,11 k,11,d,1I ,•111 111 11,v,•I,, / / 1l 11 111111 d1·l ( 'lt11n1; ?) lo1 :,,,011.1 dl' H,1rh,11·rn1H, 1•111•1 r111 ' l\•h•mhf, ni suroeste; y
ril' l'Sle 11111111/0 ( 1946) y llHII HLI l1•111•11tl,11 i.o ,. i1v,pl1 ,111111'11 1lf,111 ,1 p,11,1 1111••11 ,11 l11 11•,11ld,1111,,111
nll'rk~lrh\ rn1nn lo llll<' dt111nntinn 1t•,dl'111\u Ini11 1\\ 1llt11111 1 ,,,., ,,uvttld ,,1• 1,111•11d, ,1i1 L.1 htntl, t l 1 ¡1,11lt"• .ill.1•, \ 1,11•d1.1<; d1• In•, 11111111•n1•,11•1 ,111•, 1•11111• ll111•11,1v1•11t 111·,1 y Cua-
dt•l t~t•t11 11'0 lih•1111u, d1 1I 11•11i1•111H1 1n,\gl111 q11P dh11111n1 11\ 1'1 ll1H1h,d11 /11111w d1 , 111 IJt, ,,1111111 I l\ 1 .i, 1111,7· IIH) h1l11• lt 1(l1, )' llilO, v,111,111,, 1111•,111111"• 11dlllo111" 11•11l,ili v.is
IHHlllll'lh 1llld 111\ li1•1 •11 1IP11t.1 \' lh li, •111 11
1, l',q•o1\dll \ 1',l',1111 ·11 l,1'1 l11 ·1 1ol"l l1,ij,1•1 d1•l 1'111 llh II ho1l11,1111"d,1ltli·11.!11111•1
' 11 q111l ..111l111, 11, ,¡111\ ole llli l1111 11• 1111 ,kl 11,ol, 111¡11, d,
11111 111•1 1,1111¡•o11111•11l11•11 l, · 111111,·11,1 il1,•d1 •d 111 d1• 111!1 1111•. ',,11¡.i 1 ,11,q 11, ~l11 "'
'"""" I• " ' " ' 11¡•111,11 1•11l•t.1,l.1 l'"I 1 'l.1yl 1d11 l1q·III•"
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

en lo que hoy s~ conoce como la costa caucana. Sin embargo, en ge1wl'11I En los cauces más bajos de las quebradas algunas terrazas naturales ofrecen los
acepta que el primer asentamiento español en el Pacífico fue Santa Marln terrenos más elevados, los mejores suelos para el cu ltivo. Ventajas similares pue-
Puerto (hoy Barbacoas), sobre el río Telembí, en 1610. Entre 1640 y 168'.', I' den encontrarse en las terrazas aluviales a lo largo de los cauces medio y alto de
de observarse una estabilización de los campamentos mineros a la orilla d los ríos. Aun para los no agricultores, las riberas de los ríos tienen atractivo debi-
ríos Timbiquí, lscuandé y Patía. Hacia finales del siglo XVIII, los asentamlt•n do a la abundancia casi permanente de peces, moluscos y crustáceos de agua
alrededor de Iscuandé y Timbiquí específicamente comenzaron a exhibh dulce, así como de una variedad de mamíferos acuáticos y anfibios. Además, los
racterísticas urbanas, y la mitad de su población estaba compuesta por,, ríos son las vías de comunicación en esta tierra selvática donde las zonas entre
vizados (Aprile-Gniset, 1993: 50). Estos asentamientos eran conocidos ,n los ríos, debido a su naturaleza pantanosa o escarpada, son difíciles de atravesar.
reales de minas, y algunos acumularon tanta riqueza que se los llamaba l,1111l (West, 1957: 87)
minimetrópolis tropicales auríferas (Granda, 1977).
La segunda etapa de colonización agraria extensiva y de mine rf,1 In l 11H rfos constituyen la localidad en estos procesos de poblamiento,
pendiente, relacionada con los procesos de cimarronaje y automanumish'llt lill•ralrnente proporcionan el recurso material para los asentamientos
mencionados, llevó a la construcción de una territorialidad negra libre l'l11•1 l , 1111ll'x to físico para la interacción social. Además, los suelos infértiles
cífico. Sin embargo, y contrario a lo que sostienen muchos autores, lo:, 11 "11'1 l1•ron la dispersión de los asentamientos, que al aumentar la den-
no necesariamente buscaban áreas distantes de los ríos del Pacífico; 111,\11 l 11d ¡111hlacional se convertían en poblamientos aldeanos (Aprile-Gniset,
continuaron explotando las minas por cuenta propia, siguiendo las cu,11h ti 1\ 1111) . /\ prile-Gniset identifica siete pasos en un proceso típico de los
móviles de esclavizados hasta que se establecían en algún punto: "/\l>\11 ,1,,1111•1, dt' poblamiento entre los grupos negros en el Pacífico colombiano
debieron dejar de moverse tras las cuadrillas para organizarse en núd1•1111 'I \ IJ¡j 1()2):
miliares de mazamorreros a lo largo de los ríos" (Friedemann y Espino:-m, 1
564). Siguieron trabajando en las minas, además de practicar la agricultur 1111m lono llega a una zona deshabitada, tala algunos árboles y siembra
la pesca. Estas situaciones generaban el riesgo de d esatar conflictos, 11111•11 ¡d.11.1110, banano, maíz y otros cultivos. También construye un albergue
libres coexistían de hecho con el sistema esclavista que explotaba los 111011, 111tli11wntario, un rancho, para sí y como forma de almacenamiento. El
recursos: "Quizás lo más difícil para el grupo de libres fue enfrentar 111 •'M 1111 •1irve d e red de comunicación, que está "íntimamente integrado a la
sión del minero blanco, que le veía como una competencia, no solo del 1'HI ,,11 1 id,, 1·otidiana de los cultivadores y hora tras hora participa de sus múl-

sino también porque le atraía a sus grupos de esclavos para que 1.c en 111h11 11¡ d1 •11 que haceres domésticos" (Aprile-Gniset, 1993: 98).
La esclavitud había entrado en otra fase; tenía como vecino el reft'n'11h
construcción de la territorialidad libre del negro" (Romero, 1993: 28). 1 ,1 l.11nili.i se establece con una vivienda permanente, que incluye un
¡•,ti 111, l'on lo cua l se produce un hábitat completo.
Pese a ello, solamente después del decreto de la abolición dt' 1,, 1••11 lil
tud, en 1851, y de la decadencia de la economía minera del oro t'n ('I l '111111 1 l•'f',, 1 olro rn lono invitado por el primero, quien su ele ser de la misma
colombiano, los patrones de poblamiento negro se ex pa ndie ron dl' m.1111 •1,1 1 l 1111ili11, l'on lo qu <' se cslnblccc un /11f/Jitnt /1ifn111i/inr nsociado. Un camino
nificativa, típicamente en fo rma longiLudinnl y disrnnlinua a lo lurgn d, 1 ¡1,11 ,il1•lo .il 1•i1, l'um1111 in 1 ambas v ivi1'nd,1s, y nmbas fom ilias comparten
ríos. Como explica West, exis te n rn zom's dv onl1•n pr,H'lini 1'11 l,1l'< Hlf1>1111111 I 1 l l1 ,d1,1¡0,

de t'SlMi "sing u lnrt'H n 11·¡trl1'1'ÍHlir,1s dt• d iHI1'11111dn11 pnhli1dn11,d 1•11 lt11i 11111'1 ,1
loMl'fn•1 d1· l,IH Ilt•1 r.1•1'1,1j,H, 1h •I l 1i1dl 111 ," • ,, ,
0
,1,d1li •1 1• 1111 v1•111111.111111111iilll.1111il1,11 y 111• 11111,11 1ll \'1' 1111.1 prinwr,1 c.i-
11, 1p11• 1t11111111h" l,111 d1l1 •11•11l1•11 viv11·111l1111
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

5. Se prod~ce una separación espacial entre el hábitat y las dl'llvl


l 111 1•1Pacífico, lo cual puede considerarse como una serie de respuestas y
pro.ductivas con el proceso de formar pueblo: se crean las prinwr 11 11a•1-.i.1s adaptativas específicas al espacio acuático en esta región. Los pa-
~uc10nes estatales y se construyen una escuela y una capilla. ·1:11111 , 1l1• poblamiento se desarrollaron entonces de un tipo insular (alrededor
ace una calle adecuada hasta de trescientos metros, con casas ,1lln 1, 11ti11as coloniales), vía patrones dispersos de colonización campesina li-
de cara al río.
111110 de concentración en centros rurales. Las funciones de la familia en
6. Con el paso del tiempo, emerge un centro vereda! con tiendas y i 11111 1•1 rn·csos constituyen un "eje ordenador de la articulación de los espa-
que atrae a comerciantes de fuera de la región. Esto lleva con 111•111 1,•1m ll'nciales" (Mosquera, 1999: 54). Esta tendencia se ve reflejada hasta
a una r~ptura ~e la arquitectura anteriormente homogénea, p111• 1, , 11,dades, donde los vínculos rurales de la familia se reproducen en el
.i, 111 11rbano y donde las estructuras de asentamiento dan origen a un sis-
comerciantes tienden a construir sus casas y tiendas al otro l,11111
calle, con lo cual obstruyen la vista al río de las primeras vivit•11d11 ,, 111 lmno-aldeano (1999: 51).
1,1gt'11te negra que emigra de los ríos del Pacífico a las ciudades se que-
7. Como fase final, el pueblo alcanza una extensión lineal de cm-d 1111
''' 1o;11s parientes -se entiende pariente en el sentido de familia extensa - .
metro, Y_ se presenta la necesidad de construir una segunda c,1111•, ,1 1111,111nrma implícita que tales familiares deben recibir al recién llegado en
de la pr_rmera y paralela a esta. Además, el Estado tiene catf.i v,
, 11 v proporcionarle el sustento necesario para sobrevivir en la " gran ciu-
presencia por medio de sus instituciones.
1 h lo incluye un espacio para dormir, alimento, dinero para trasladarse

Figura 6.5. Viviendas a las orillas de los ríos; río Guapi , 111 t Ipo de contactos que puedan ser de ayuda para que el recién llegado
1 tl 1l1•zca. Los migrantes urbanos, por ofro lado, permanecen en contac-
. ,11.,ti111Lc con sus parientes en los ríos del Pacífico, y envían dinero, cuan-
1•111•d1 •11 hacerlo, para sostener a sus familias en ese lugar (Arboleda, 1998;
11 11/1>'.'I). Cuando regresan periódicamente a los ríos a visitar a sus fa-
/1 111"• y nmigos, actúan frecuentemente como embajadores de la modernidad
1 ,11111,11111, 1999: 89), y llevan consigo la última moda en ropa y música. Lo
1 11111 \ 11 >ru ra1 están de esta forma intrínsecamente entrelazados.

1111, t11rt1s familiares en las poblaciones negras


1 1111 1rvntl'ncia, la familia negra rural del Pacífico colombiano ha sido
ltl!t ,1d,1 1·01110 ill'gílima por tos discursos dominantes del Estado y la Igle-
t ¡1111 ••1 •a· din• qul' no corresponde al concepto de la familia nuclear cristia-
1 ,, , 1d1•11 t,ll . l•:sloH discursos hact'n énfasis <'11 C'I r,; upucsto carácter polígamo

111, d,tltl1• dv L1s r!'lt1cio,ws í,11n ilit1rl'S l'l1 l.1s poliliwio,ws 1wgnls y a menudo
, 11!,111 ,11 pnd,·1• 1·011H> 11n s11jl'l1> irn spo11n,11ll1• q111 • 111> p1·1·st,1 ,1l('nción a los
1

111111 11111111 ltl ¡1111 q11 !' lit•111• 1•11 tll:.ti,1l rn-1 1·!1111, l ,11 ,p11• •""'>'• d1>11111 •1rn, 110 Vl' l1 (n
( 'orno tlt' VI'
' 1•11•11• l l l'),1 1111 :ltlt
1 · 1l ll ' t'll l"i111•1 jll!ll t"llt•I tf1• ,Hll'lll1i llilt•111l1111 , ,p1 11 •11'11 v,•r) t"I 1p11• 1.1'1t",11111 1111 ,Pl l,1111tl1i111 .., .!,• lt1 ¡111lil,u 1111 1 111•g1·i1 !'111•1
í'•l I '1 1lt 1, 'I 111. ti' 1l 11 11'111111 /111,. f 111 11 lt 1 ' il Illtl 11 "1 ti 11 11 l't I ltf 111 111, .. , ti 1' 1•11lil'111111 1 , ti/, 11, o111111 p11• d1ll1 •1,111 d1• L1 1u11111o11 ,1t11l11 ,1\ 111, 1d1·11l ,il 11•1,¡1°11•11 !>111 ti, • 111'
' . 111 .. . ..... L .L, . . . l l, .. ,,.d .. 1 L .. ti , , .. ,, 1d, t 11 u11 111111111\ 1~11
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

unas "alterna tivas de familia que adoptan diferentes formas, de aru


euales, bien sea el hombre Ola mujer, pueden trazar líneas ancestrales. Esta filiación op-
las diversas circunstancias e influencias históricas y socioculturall'!i" (
cional crea un sistema flexible que puede ajustarse a circunstancias como la preferencia
mann y Espinosa, 1993: 563). Estas alternativas d e familia se han dPNllr
personal sobre el lugar de residencia, las mejores oportunidades mineras, y el cultivo en
también como una respuesta adaptativa al espacio acuático, pues for
lugares de propiedad del tronco del hombre o de la mujer. (Friedemann, 1985: 211)
zos de parentesco en las mismas cuencas fluviales, donde se crea cf , tlv
11
te una territorialidad familiar (Romero, 1998: 123).
1, , , I, ·rcchos de filiación se difunden, por tanto, a lo largo de diferentes
1111,, l•:sta opción se amplía con el matrimonio, cuando, por regla gene-
La parentela se iba extendiendo por un río, de tal manera que habla 1111 1
tierra, respaldo de monte, perteneciendo a un miembro de una fam1h,t '111
1¡ 111111 1,n• lleva a su esposa a su lugar de residencia y su mina, donde ella
dispersando a lo largo de los ríos. Yla tierra en general pertenecía a la f.i 111 ,1, 11 di·i't'chos activos, mientras que la pareja conserva los derechos que
11 ¡ ,11 1.ili•ntcs con relación a la mina y al territorio del tronco de la mujer. La
dividirse entre los hijos también. Pero estaba en nombre de la cabe,t1 d, 1
1, lt 111 dt• estos derechos latentes está, sin embargo, sujeta a la aprobación
O sea, que sí había una individualidad en la tierra asf no estuviera titul,id,1 (f
con Alfredo Vanín, Tumaco, 19 de abril de 1996) tl1 111.i,; miembros de la mina en cuestión.
1 11 1" !ronco, entonces, posee un territorio en el cual sus miembros tienen

Friedemann ha abordado la compleja relación entre los lazos de• 1 ¡111 .1,11 1ivos a su propio espacio para vivir, por ejemplo, el derecho a co~s-
tesco y la territorialidad valiéndose del concepto d e tronco, a partir di' u 1111, 1 vivienda (un proceso conocido como parar vivienda) Y a un pequeno
11
servaciones en el caso de los mineros negros del río Güelmambí, 1•11 N 1, 11 1¡1, ll'rreno cercano a esta (la chagra), que pueden sembrar con culbvos
"Los troncos en el Güelmambí pueden describirse como grupos tk p ti 1•,lt•ncia, como el plátano. Además, tienen derecho a un lugar que tra-
111 111 1111 1<, mina familiar (mina-co~edero) y a una tierra comunal (mina-com -
co consanguíneos cuyos miembros trazan su descendencia [con rcsp1•1 loj
ancestro común por una línea d e hombres o mujeres en una scrit• di• vi f 11 11111, 1ra bajan junto con otras familias elementales (la familia base: p~dre,
los padre-hijo" (Friedemann, 1985: 207)7 1. Según Friedemann, existm v111 111 1• ltijos) pertenecientes al mismo tronco. La totalida~ d~ ~ste compl~¡o se
1 1 1 1111110 11111w· (Fne· d emann, 1974·. 15), y los miembros md1v1duales se 1d en-
muy sistematizados entre las estructuras familiares y los derechos 1 , 1ft
1 11
les. Cada familia traza su descendencia con respecto a un ances tro r o111111 11111111111 pertenecientes a una mina específica, cuyo nombre generalmente
1 111 ,111 ,lllll'pasado fundador. La denominación de mina abarca "todo el com-
antepasado fundador, que se considera el propietario original de las 1 , 1
11 1 11 . ·ón soe1a · J y trab a¡o · o, a1 cual pertenecen él o ella, su fa-
· mmer
las que viven y trabajan los miembros que conforman su grupo de dt•H• , ,t ¡ ,11 111g,rn1zac1
1 11
cia. Cada grupo de descendencia, conocido como tronco, se idcnli(i ,1 1 111 1 11lrns individuos y familias" (Friedemann, 1974: 23).
1 111
nombre de ancestro común. Sin embargo, según explica Fricdcman : 1111 ,1 org,inización social tan sistematizada, basada en l~~ lazos familia-
11
, ti 1111idos y l'n la construcción de una territorialidad familiar, puede con-
Un individuo puede elegir la filiación a un tronco en lugar de otro, sc¡.¡ú11 ,, 11 ¡11Ir 1 1 1111 "" 111 ,.i ,•s/ rnl<•Rin lle nrfn¡1Jnció11 socioteC11ológicn (Friedemann, 1974: 49) al
1
por las opciones que proporcionen los vínculos maternos o fMt•rno~. e i1d.i i1111r1, ,¡ 1 , 11111 11111,1til'o y ,1 un t' nlorno h(rn1l'do:
1
liar nuclear tiene también la opción dC'<1cl1vcJr d1•1Pdtos <'fl nrc1lqw,•1.r d1• lo•, 1111 , 1
11
II" lt'f?ll'III 1..,¡ 11¡11111do11ilt, 1,11 1",t • l,111111,1111ll11•,11 l,111, ,11,1111•if•,11co dP los suelos c\cidos_ Y
1
F'll,1 ll'f'l'l"H'lll,t¡ i (lll l,111, ..¡¡1111 1111 o1d11 d1• l,1•1 11•111, 111111•, l,11111111111 .., 1·11 ,,1l'111 llh II lt,1"'"II 1111 1 1111111 lt·itil, , di·l 1t<"ip1< 1t hi'it1H•d11 AIII, l,1•, 111, l,1 11111d1•11 11•11lr%11•,1•, ox1dc1rse y pudrir
1111,111
111 11 1'111 1llll>li1Jll1 1'11 111111 m•rl1• d1• "llll1111,11111111 , 1111111,l,1~ \ ,, /, 1,·,,11,,,,,,,, d1• '"· ,1,,1, 1111 ',11 l •,1•li1\1111,111 , ,.., ,11l1•111o\•, 111l11"1•,¡i1111 ¡,,11,11 1111 y1 1 1li,1ll11• y 1111ilo1•, ( tlll jlll<,I', 111,\
l • •·1111,,,, 11 d,•lt 1•,,~111¡•1
1111
1 11,·,,,,,, •111•11',.,111,., 1p11 "" 1 lt,111,.f, •11,11!111•11111111 111¡•,11, 1
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l1 l11h111,11111 \,1, ¡11, l1,1 Nltl11 1111¡,111111,1111 11 1d1¡•111 '" 111l1ot¡ •11l111••· 11 II 11, 11 11111111 IIIYIIIII 11,I,¡ l,11111 IMl,1 ,1, 11 ¡1111¡11t 1111 ljlll 1/111 t 11,1, i'l'l'l 1,I,)
l Jlm 11 Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Para coordinar y maximizar la eficiencia de estas energías, las ,ll 11 1 rlido1d del concepto mismo. Aw1 así, reconoce que la figura de un funda-
d es mineras, las labores agrícolas y los trabajos de construcción se n•11I , 1111hll'n es central allí en las relaciones de parentesco.
frecuentem ente como trabajo comunitario, en el que participan activ,111 1 l I oncepto de tronco, como lo aplica Fried emann, puede que sea de-
todos los miembros de la familia: ' 1111, l'fgido. No obstante, las relaciones que describe entre el parentesco,
, ¡111 •d,1d de la tierra y las territorialidades familiares pueden observar-
Como el trabajo sobre el medio ecológico consiste básicamente en la 11•1111 ' t,11111 l'I Pacífico, por cuanto representan estrategias sociales de adapta-
energía física de las gentes, es importante para una unidad familiar tener lt1 pn 1 ' 11 11 t'l1torno físico y humano cambiante. Puede ser mejor concebir las
de invocar esa ayuda a través de lazos de parentesco [...] y asimismo tener 1~ l1111t", de parentesco en el Pacífico entre las poblaciones negras en tér-
pación recíproca que completa el círculo que en el Güelma se llama oyudu 1 1 d1• 11na familia extendida con una serie d e reglas, responsabilidades y
reciprocidad son conscientes, así como del hecho de que la ayuda se conc t '111 1 1 1111t•11los no escritos, en los que domina realmente un fuerte sentido de
•fulano de tal es mi tío y es mi deber". (Friedemann, 1974: 42) rrt 111 1,1 y solidaridad. Esta conexión nos remite a la discusión del capí-
. t11l11'l' d sentido de lugar acuático. El río se moviliza como el contex-
Todo el sistema de minas y familias elementales, pertenecienll'S ,, 1 1, " , romo el escenario (localidad) para el establecimiento d e red es de
cos que pueden remontarse al mismo ancestro común, se conoce corno 1 1111• 11,, y territorialidades familiares en el Pacífico, que a su vez inspiran
mayor. Allí existen por tanto enlaces directos entre la familia, el territor •1111t•11los s ubjetivos de pertenencia a un río d eterminado en el individuo
un sentido de pertenencia territorial conectado siempre a un río es1w11 . 1il1•1 l1vidades (sentido de lugar). Es claro, en un análisis de este tipo, que
"Este sistema de organización que enlaza gentes y derechos por encim,1 dtt di, l.,d y el sentido de lugar conforman una relación mutuamente cons-
bordes físicos de las minas mayores mantiene una red de parentesco qu~ 1 11 , t•ll PI plano empírico, y pueden solo brevemente (y, de algún modo,
tamente hace exclamar a sus gentes ' En este río todos somos parienll'S " (1 f 1111111 v iok'nta) separarse en el plano analítico.
demann, 1974: 28). Esta observación se apoya en el hecho de que hoy 1•11
ciertos apellidos dominan en algunos ríos. Por ejemplo, los apellidos 111,\11
i/11,· c¡ue me esperara, Carmela no m e esperó:
munes en el río Guajuí son Bazán, Cuero, Martínez, Montaño, Hurl,1d11 \
il1d.icl y migración
gulo (Consejo Comunitario Río Guajuí, 1998). En el río Micay, lo son l{r,1
y Torres. Toda la gente que conocí en Guapi se considera guapireña, 111•111 l 1111 l,1:r.m; fa miliares anteriormente descritos se extienden aún más como
importante para ellos señalar de qué río provenían y que tenían Íéllllrll,1 4 di 11111 d1• los altos índices de movilidad, tanto masculina como femenina,
Sentían una responsabilidad especial y derechos ligados a su río. /\u 11t1111 1 1!111 11•111(' ,1 través de las migraciones de las áreas rurales a las urbanas:
bitaban en el centro del pueblo, percibían que estaban en el d erecho d1• I' 1 11111•vo l'spacio, e n ese territorio apropiado, se forman redes de solidari-
ticipar en los procesos organizativos locales en su río de origen, y,1 q111• , 11•1 11•,111 los nombres de los p ueblos y personas lejanas, se desgastan los
familias poseían tierras allí y, por ende, ellos también. l 111111111 li11 11i li.1 1'l'S y Sl' juran retornos que poco se cumple n" (Vanín, 1999: 1). A
La conceptualización d e Friedemann (1974, 1985) de las l'l'lk s d1· ¡1,11 " 1111111 ,,, r,tl I idos h,1n· alusión l'I título dd I ihro de/\ rbolcda ('1998), Le dije
tesco negras en el Pacífico en términos de troncos d1•ri va d1' sus ob:-.1•1·v,11 1111 11 , ¡1t•111m, e '11mw/11 110 1111• ,·.~¡wm ( 1998). Hst,1 01',H'io11 l''<JWl'S.1 las intcncio-

en el río G üelmambf. Rcslrepo ( 1995: M (1C,) 11t11'11\'111 •11lr,1 rl'f'1•n·rwi.r•, ,1 ,111, 1111 11 rliv.111•11" ,11111'11,1.., d1• l,1s 111i gr,11·i11111·•· d1·l l 1,111111111•11 vi.1r por la pa rt'ja
Lros com urws qul' di1•r,111 su nomhn • ,1 1111 l11111t 11 1•11 J..,, 11'1,11 Hllh ", d1• I'•" , .¡111• •,t' 1111,1 ,ti 1•1111¡•,r,11111• 1•11 l.i 111,d ,,d 1111,1\'1 '1 1•1111•llo1 •u• lto1 \ .i 1",lo1hl1•1'id o.
ll'Sl'll 1•11 lrni rlos S,1li11gi1 v 1,,111q1rl,1111',•'• ,11 •1111 rl1• N ,1111111 111111111 ,11111 •11• 11•111) 1111/\loll 111111"11,11 ,l \ l'/ '11' )111"11'1111111 l tllllll 1111 ,11 111 irrdi \ i.Jti rl 1)111 ' 1lllh it'l 111'
J,1111'111·11" 11 ',,11 1•11 l llh ,,,,111 rl, • 111111111 1•,11,1 ,., 1,l',11 d,•I 1111 t\ l1 •ih ,lllll 1•11 N 11111 ""' ·" t'll 11)•,1o1111t-, )'t'III 11111111 111.l h ,1 t•l 1'11111111,11111 " " \ 1l111l1 ·rl,, ( JIJIIH).
1\1 1,. i11111,p11• 1'111•1.1110 111111111 1d1 •11I' 1,11 · ( 1111111 14) )llllt llh' d1 • ll'tl 11 '1,ti, ,, 111 ¡•1•1•11111111111 !ilt·111¡ 11t• 1•111,," •t1•111 ,f,1 ti 11111 •11,l ,,, d1 ' ¡ •t '"' l,111111
11111111 < hh•111l1•1 Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Vanín ('I 999) ve una continuidad hislórir.1 t•n l'I ívnónwno d1• l,1 n 11,ll.1 de la benevolencia de los amigos y familiares lejanos72. La misma
ción, entendido por él como nrte de cnmi11nr el 1111111tlo. Todo cmpt•zo 11 111 11 , 1 1•li,1 nos cuenta que cuando era una niña salió de Balsitas, en la cabe-
forzoso desde África hasta América durante los tiempos de la lr.il.i t\11 1,•I río Guapi, y se quedó trabajando con un tío en Penitente, río abajo,
a Cartagena, los esclavizados continuaron su in volu ntario viajl' ,11 111\II .!,• mudarse al pueblo de Guapi, donde se quedó con su hermana. La ex-
ser transportados por los ríos Cauca y Magdalena al interior del pul•, \ 1 ' 1, •d familiar es esencial en estas migraciones ya que provee un primer
a las minas de oro en el Pacífico. Aquellos que lograron escapar d1• l.111 11 , , 111 •, ,1limento y contactos en el nuevo entorno: "De Penitente me pasé
o que ya lo habían hecho durante el trayecto, continuaron su pmp111 111 11 11 ,11,1pi. Aquí, en esta carrera de aquí, lo que eran unas casitas así, a este

para ocultarse. En ese sentido, los cimarrones se embarcaron qu i:t,l 1•11 1 t dl1 h,ibia una casa grande de un señor que se llama Plinio que vive allí
mer viaje libre de la gente negra en América, cuyas rutas de escnp1• 111 1 1, l1qo1 Velermina. Era una casa grande que había allí, y allí, mi hermani-
formaron en los primeros migrantes propios (Vanín, 1999: 3-4). •,, 11d,1ba, y allí llegué yo. Mi hermana mayor, allí estaba ella, y allí llegué
Hacia comienzos del siglo XX, en su demanda de mano d e o lm1, 111 11111!1•vista con doña Celia Lucumí Caicedo, Guapi, 12 de julio de 1999).
cados nacional e internacional fomentaron el aumento de la m igr,H 11111 " l 111lt•, doña Celia se fue a trabajar alg_u nos años a Buenaventura, y luego
vas regiones emergentes. La construcción del canal de Panamá ( 1HHli 1 111 ,111t1•s de regresar finalmente a Cuapi.
d io inicio a migraciones importantes de gente negra del Pacífico h ,11 111 1 , 1111portante erúatizar las diferencias espaciales y temporales que exis-
gión (Aprile-Gniset, 1993: 62). Por lo general, tales movimientos p11lil,11 11 l.1 noción de movilidad en el Pacífico. No solo hay rutas largas de mi-
les estuvieron ligados a ciclos económicos, como el auge de la tagu.i, ,1 111 11111 i1 l,1s ciudades del interio1~que con frecuencia son rutas de no retorno,
del siglo XIX, en respuesta a la demanda de este producto, usado 1•11 hui , , ,¡111• 1,111,bién hay formas circulares de migración (Taussig, 1979) mediante
por los diseñadores de moda europeos. Los años veinte y treint,1 v11•111 11 d1••, l,1s personas van a trabajar a otro sitio en el interior del país por va-
esplendor de la industria maderera, relacionado con la construcci(ll1 d,• t 1111 " ' y Iuego regresan a trabajar y a vivir en sus respectivos ríos. Existen,
vías en el país. Los índices de migración del Pacífico se acelera ron d 111 ,1111 .. ¡ 11, l,,s mtas cortas de migración (Vanín, 1999: 6), cortas en el espacio y el

años cincuenta, en busca de trabajo en las plantaciones az uca rcnH, d1•I 11 'I •11 i¡ 111• incluyen, por ejemplo, los viajes a los diferentes cultivos o fincas
del Cauca; en los años ochenta, a Cali, durante un fortalecimit•nlo d,• 1 1•11•11•1• una familia lejos del lugar de residencia habitual. Este nomadismo
dustria de la construcción relacionado con las actividades de los cn1·t1•lt•11 ,1 1,,111,·11/t• (/\prile-Gniset, 1993: 93) significa que a menudo un padre de fami-
coca; y en el mismo período, a las regiones del Putumayo y O ri t•nll· 1h•l 1 1 1 ,111 s1•nte de la vivienda durante una semana o dos mientras cuida su
durante el boom de la coca. 1 1 '""' plantaciones en un río distinto. En estas cortas rutas migratorias, la
Sin embargo, la movilidad entre las poblaciones negras rural1"1 1111 1 111111,il proporciona la localidad que permite la movilidad del emigrante
ligada simplemente a ciclos económicos. Como se muestra en In di111'1Pd1 n 1 1 11 "1pi1do acuá tico.
las décimas La concha de almeja y El capitán pirntn (capítulo 5), vi,1jo11 , 11
lugares hace parte de la vida y, "para la ante rior gC'nc ración, vinj.11· 1•1,1111
1 1, 1g 1< .t del río: significados geográficos y simbólicos
plir un propósito que hacía libre y com¡J/elo ni qut• cam innb,1" (V.i11111, 1111¡1¡ t
Por ejemplo, don Carlos, el yerno d1• drn,,1 ( 'l'li.i, v1• nft1 rn n ín•rn1• 11d1 111 11 l 11 •111 ni dvl si1-11t•mo1 org,111i;,ntivo de' l.:is romu nidndl's ,wgras del Pacífi-
tra casa en Gua pi a comer y conv1•rno1 r. 1:11l1•rn1111 11>1111 o di' ,1:-.111.i, 111111•1 h , 11111 , .. , 1•,;1•1w1,1I p,11.i l11do1 l.i•, ,H livid,Hlt•s 1•ro110111i1 ,,.,, d1111w.,lir,1s y so-
1,

su narración de los viajl's q111• lo llt•v,111111 ¡1111 lrnl11 l.i 11•1•,1011 d1•I ( '11111 ,, 1 111 1 ,1 11 o1•1o11, •11•, 011•,I 111, 1•11 •1111!11• pllol1·h i•11 1,1', 1•1li1 •1·,1•, di• 111•, 11i1 y lodo
1 1, ,

tr,1b,1j,1r 1•11 i>,111,1111,1 y t.1111bit•n 1 p11•1l1 •111111111·111,· 1•11 l.i 1111d,1d d,• l\,l1 •d1·llt 11
d1 ..,, 1j 11' 111111 "1 d1' \ 1,1j1 .,. ' l'' 111 11, '111 l,1,,, •11. 1•111 111",I II li •¡ li l d
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lJlnch Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
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el transporte se hace por el río, mientras que la pesca y la recolección dl! 1IKura 6.7. Cancha de basquetbol a orillas del río Timbiquí, en Santa Bárbara

riscos constituyen un aporte importante a la dieta local y generan un in


adicional. El río es también el espacio de la interacción social. En él la g1•11
baña, las mujeres lavan la ropa y recogen agua, y los niños juegan, Ul IIY
des acompañadas de risas, cuentos y chismes. Esto se evidencia bast,1111
días de mercado, que atraen a la gente de asentamientos cercanos y h•jll
no solo para vender sus productos y aprovisionarse de alimentos m•n•
y mercancías en general, sino también para intercambiar información 1• h
rias. El mercado, realizado por lo general en las orillas del río, es la fu1•11I
información y el medio de comunicación más importante y a menudo l'I il
para muchos habitantes de las comunidades más aisladas. El río enlo111
un espacio social de interacciones humanas cotidianas que se convkrtl' 11
espacio colectivo de relaciones sociales basadas en la cooperación y l,1 ~111
ridad: "Me acuerdo cómo niña nunca fui sola a lavar la ropa en el río; ~11 n
fuimos por lo menos cuatro. O a lavar ollas. Siempre hicimos las cosas j1111
(entrevista con Silveria Rodríguez, Guapi, 29 de abril de 1996).

Figura 6.6. El río como espacio de interacción social; embarcadero en Guapi

1,,11 • /111cer cosns Ju11-tos, expresión de la solidaridad y del espíritu colee-


' 11 11111chas actividades, se mantiene como w1a articulación crucial de las
1, 111111' sociales. Se extiende a los campos de cultivo y a la construcción en
,;1 111111idadcs rurales, mediante las cuales se hace trabajo conjunto para
11 11 1°111•rgfu y desarrollar tareas que serían demas.iado pesadas para un
11 1il1111 o pnra una familia. Estas formas colectivas de trabajo se conocen
11111 111111,1111, grupo de trabajo cooperativo para el beneficio de la comunidad,
111111111111/,io ,1<, 111n110, cuando algu ien literalmente presta sus manos a un ve-
, 11¡1111 11·11lt' quien pos teriormente devuelve el favor73 . Como lo explica la

1111,d1111•111i•, 1'11 111 111,11111,, d,•11'11111hl11 d1• 111111111, 1111 l11dlvld1111 ll ¡•,11,¡•11 d,• 1wr~n11as rro-
1 1 t.1111111 ~111 1111"1 /1 1 d 1• l11tl111lu 11 1d g 1d.-11 n,,,,1, , p d1 1 11 PI\ 1111 111t11111 1nln ¡1111111 11 u11• In d1.1 Vlll'IV('
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1111 t I tq 111 d1 1 111il1nJ11. 111111, 1 11111\'l 1 , ~11 111 q111 \'1 11 111 ►, ¡11 11 Hlllil 1 11 11111 ll 11,1111 t111li.q111 l ' li r,111
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1 lh I I· ,1, 1 llllll 1' ll11lll 11
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

trabajadora social Silveria Rodríguez: "En los campos se utilizaba mucho 1 ,1 l1•1·minos no solo del intercambio de alimentos, sino de distribución de la
tes el trabajo en grupos. Entonces, si yo iba, por ejemplo, a sembrar unas l 11o 11 i1 y relaciones de propiedad. Estas relaciones espacializadas en las cuen-

matas de plátanos, yo en el día no puedo hacerlo sola; entonces, me ib.i e 1 d1• los ríos constituyen una expresión de lo que algunos activistas han

mis vecinos, y lo hacíamos y salíamos de ese trabajo. Y así mismo los 011 lt 11 11.ido la lógica del río (véase también Oslender, 2001).
(entrevista realizada en Guapi, 29 de abril de 1996). Esta práctica era tamhl Figura 6.8. Mapa mental del río Atrato producido por comunidades locales
común en el proceso de construcción: "Si tú vas a hacer tu casa, todos los ho
bres se reunían -el dueño de la casa hacía la comida para ese día- pl'l"0
dos los hombres se reunían, y esa casa hacían, pues, en un día. Así era to
(entrevista con Teófila Betancourt, Guapi, 23 de abril de 1996). Para estas A
vidades, se reúnen vecinos y familiares de otros ríos. Aunque muchas do
tas relaciones hoy en día se han monetarizado -con el pago a trabaj,lllO
que realicen el trabajo- aún pueden observarse las prácticas tradicion,11,1
cambio de mano y minga, en especial en las partes más aisladas de loH
(Incora, 1998a, 1998b, 1.998c).
El río, punto central de referencia local, es descrito claramentl• l'I\
ejercicio llevado a cabo por un proyecto gubernamental: Zonificación h l
gica de la Región del Pacífico Colombiano (IGAC, 1.999). Parte de este pn,y
estudió las percepciones territoriales locales en talleres en los que los pohl11
res bosquejaron mapas mentales de lo que concebían como sus territoril 111
resultados de este ejercicio se tradujeron posteriormente en mapas r 11•11I
cos elaborados por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) y sirvh
como herramienta importante en el proceso de titulación colectiva d1• lh•r
para las comunidades negras en la región. El mapa aquí bosquejado I '"' 1
asistentes al taller muestra con claridad el río como característica n •11l1 ,1I (
gura 6.8.). También muestra con detalles precisos los diferentes aflu('lll1•11
amplitud de los canales ribereños, según lo percibían los habitantes. l ,,1'1 li
ciones de los asentamientos, plantaciones y otras actividades prod ul'I Iv11
identifican de ni:ievo con referencia al río principal.
En los imaginarios geográficos locales, los diferentes
están interconectados y deben considerarse partes integrales pl 1·11 •111•11 1

tes al mismo sistema sociocultural. Las inlrraccinncs l' l111'(' las di:-.tl1ll,111 ,._. 1\,., ,1, ''-••"I

'
(' •t11Ulli ,1tt,(1.,1.
blaciones de un río son ta les qu <' las con11111idadt•s qm• lt,1hitn11 l'II l.1 • I'•\ "Ji, •..,
medias o en las cri bl•n•r,,s d(•¡w11d1•11 d1• l.11, o11·tividml1s pn1d111'1i v,"i d t ~- \'""' J. 1

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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

En la lógica del río, las propiedades del uso del territorio están determinada•, ¡11 ,, 1 )¡ ros autores han afirmado también que la intensa movilidad espacial
cación: en la parte alta del río se da énfasis a la producción minera artes,111,d l., 1•,1u pos negros en el campo puede explicarse en parte por las condicio-
sarrollan actividades de cacería y recolección en el monte de montaña; hrl<1,11 11 h 11s de un entorno en el cual las inundaciones de los innumerables ríos
media el énfasis se da en la producción agrícola y el tumbe selectivo de ,\rl 11 ,¡ 1111 ,ll'ontecirniento común (Romero, 1993, 1995; Vanín, 1999). La zona de
derables, también se desarrollan las actividades de cacería y recolección ('/1 1 l 1 1¡1I pm ejemplo, recibe precipitaciones anuales de 3.966 mm (Del Valle,
de respaldo; hacia la parte baja el énfasis se da en la pesca y recolección d1•,, 1
h). l.as precipitaciones aumentan aún más hacia el interior, como en
moluscos y cangrejos compartidas con la actividad agrícola. Entre todas las \lflll \11!011io de Guajuí, donde llegan a un promedio de 5.500 mm por año.
te una relación continua del arriba con el abajo y viceversa y del medio eni 1 , 11 l111 vias intensas producen un súbito incremento del volumen de agua
caracterizado por una movilidad que sigue el curso natural del río y la ndll11,1l lt 1 1111s, con lo que se aumenta la velocidad del cauce. Esto resulta fre-
yas dinámicas fortalecen y posibilitan las relaciones de parentesco e inll'I' ,11111 111, 1111•11te en inundaciones de gran magnitud. De hech o, muchas zonas
productos, siendo en esta dinámica la unidad productiva la familia disper•.. I , 1 1 l 11 1d111, en las riberas de los ríos son efectivamente territorios fluviales.
del río. (PCN, 1999: 1) 1o1 Jlli ' 1•011 la construcción de sus casas sobre pilotes los afrocolombianos
1d ,q1t,1do sus viviendas contra estos peligros, muchas inundaciones aún
Adaptación sociocultural al espacio acuático , 11 ,111 1·0111tmidades enteras. Durante mi estadía en Guapi, ocurrió una
,11111 IPll masiva a finales de abril de 1999 como resultado de fuertes llu-
En Cuopi un hombre va por los calles con el estómago inflándose/e con lo¡ ,/
¡1111 IP11gadas ("En Guapi se desbordó el río Napi", 1999). Afectaron las
Con lo retirado de los aguas por lo mareo bojo, su estómago se desli1/le1 el
hasta alcanzar sus proporciones normales.
1. ,dl.ts del río Napi, donde quedaron completamente destruidos cam-
1di lvi1d os con maíz, arroz y árboles frutales. Asentamientos enteros a lo
Historia co111,11I, , 11
, il1• Lis o rillas fueron arrasados. Más de 250 familias resultaron damni-
l 1 1 l1Mt1do a la orilla del río, en Guapi, vi pasar matas de plátano, pajas
,. 111111 y pi lares de madera u sados en la construcción de viviendas, todos
Enfrentando las inundaciones y los tsunamis
, l 1,11 1111, po r la creciente del río Guapi hacia el mar. El municipio de Gua-
Whitten (1986) ha discutido detalladamente las respuestas ad,q 11,1II 1 l ¡ ,11lii(•rno regional en Popayán organizaron una ayuda de emergencia
1

de las poblaciones negras rurales a un entorno físico y económico 11111t 1 t, lh•v111· .ilimen tos, medicamentos y albergues provisionales. Sin embar-
Las economías locales, por ejemplo, han respondido a los diferentes 1·11111 1111111 11 111;'\s importantes las redes familiares extendidas en los diferentes
auge y declive para satisfacer las demandas de materias primas dl' 1q;ti11 q111• g,1n1nlizaron la supervivencia y proporcionaron apoyo, alimento y
externas. La gente negra del Pacífico ha tenido que adaptarse tan1hi1•11 11 1 1111 , 1 111•1.tÍl'l'tDdos por la inundación.
incertidumbres físicas de un entorno acuático, caracterizad o por fu1•11t •~ 1 1 111!1'1 d l'Sl1Slres nalurales ejercen un profundo impacto psicológico co-
cipitaciones y frecuentes inundaciones causadas por los desbordonli1•11l11 11 111 \' lrn, h,1 bilantcs conocen las incertidumbres físicas que les depara la
los ríos. Para Whitten (1986), la adaptación cultural de los ¡Jio11c•m:, 11,y,1 1,1111•1 litrn-.11 l\ 1díirn. /\ un ne;(, cunndo las ,1gu,1s n•dl'n, la gente tiende a
las incertidumbres d el entorno físico y económico t•n c•I Pncífirn dl'l11•11 , 1 •11111, " H11:. 1i1 'l'l'tlHy, mov iIi,-,.rndo l' I l'Spncio ,H' lld Iko t'Pino l'I l'HCt'nn río físi-
se como un proceso d iná mico consti tuido por ln•s f,iclon•s pri1wi p,i11 •1, 1) 11 1 11.i •111 1111111•1·.ic, lo1w:, 1111ci.il1•s, l't1111Íl'11z,1 d,• 11111 ·vt1 L1 1'P11•1tn11·r i(111 lk sus
intensa mov ilidad Pspnr i.il; 2) 1111 i-;isl,•11111 11·.idkio11,d d1· 1l1'¡•,o1 11iz111 i,111 111111 1 111 1,1'1111lili1•1 ti<· 11111 l'lt14, 1•11 li1g111· d1• t1w,l,11L11•i1'" ·1111111 d il,•n•11 \1•s qul'
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

La gente, pese al peligro, no quiere moverse de allí. (...] Incluso todo 111111 1111,1, lt'iones negras rmales, que combinan la pesca con actividades agrí-
peligro. Esta zona aquí donde estoy, un gran maremoto con el agua alt,1 li 1 111 l.11-, partes altas del río, también con la minería. Después del tsunami,
oficina. Claro, lo que pasa es que ya incluso con las pujas altas hay casr1•, r11 1 1 11qtl11, los habitantes de La Caleta Libre, cerca de Tumaco, tuvieron que
las condiciones de salubridad son pésimas. Pero el problema es de la iclt•nll 1 111111 f1 11S actividades de producción agrícola, pues sus tierras habían que-
construida en torno del barrio. Eso es muy fuerte para que la gente ac('plr 11 1111111d11das y salinizadas (Arocha, 1999: 52). Como alternativa, fabricaron
cación. El problema es de identidad y de arraigo a un sitio básicamcrll• l 1 \ 1·,11,as de pescar, reciclando pedazos de metal y cuerda de las pilas
realizada en Tumaco, 19 de abril de 1996) 11111 dl' Tumaco, para intensificar la captura de cangrejos, una actividad
1, 1 l 11•11lonces había sido ocasional. Cuando las tierras recuperaron su fer-
1 , 11• 1111cvo plantaron, cosecharon y vendieron cocos; y usaron este dine-
Este arraigo a un sitio (o a la localidad) en las tierras bajas d1•I 1
coy el sentimiento de pertenencia a la tierra y a un río particular intplll 11111111prar redes de nailon con el fin de aumentar la captura de cangrejos.
1¡ 1.11 1d,1d creativa de la gente de usar artículos de desecho para cubrir sus
la gente a permanecer en un lugar (o retornar a él), aun cuando Hi• 1 111
re objetivamente que se corre peligro. Lo que pasa es que subjetivn 11,,,,,,, 1 11111 ·11 - Arocha (1993) se ha referido a estos procesos como bricolage -
generado un sentido de lugar que resiste este tipo de objetivacioni•H v " 111111,1 Holamente la supervivencia de las poblaciones negras rurales en el
sentaciones del espacio. 11111 l.imbién diversifica sus estrategias económicas.

La actividad sísmica y sus devastadores efectos plantean otra n1111•1111


entorno natural en el sur del Pacífico. La gente tiene muy vivo el recuerdo Iti•I t 1 1111v1vencia acuática: aprovechando las mareas
mi que golpeó la costa el 12 de diciembre de 1979, a las 2:59 a.m., hora Jo<:,11. \
1 11, 1dvntidades negras rurales están estrechamente ligadas a la expe-
una zona desde Las Esmeraldas, en Ecuador, hasta Guapi74• Se estima q lll, 11 111r
11 ti, • In acuático. En especial, los ritmos de las mareas ejercen una gran
entre quinientas y seiscientas personas y que resultaron heridas alrededor Ih• 1 1
1 111 lo11·n la vida cotidiana. El pueblo de Guapi, por ejemplo, a unos 17 ki-
mil, mientras que se destruyeron cerca de diez mil viviendas (Pararas-C.11 ,1, 111
111 ,,. di' In boca del río Guapi, está elevado dos metros sobre el nivel del
1982). Las poblaciones de San Juan y El Charco, en Nariño, fueron comph •l,111
1 lo 111rnlo que un rango de marea de 4,5 metros y la baja velocidad del cau-
arrasadas por las olas, que alcanzaron cinco metros sobre el nivel del m, 11·, J 11 1
1, 1 1111 •ilg,1iíican que dos veces al día, con la marea alta, llega hasta Guapi
nas zonas, como en Amarales, las olas devastaron grand.es porciones dv ii11•1
, , 1111 li·11ll' de agua salobre. Durante períodos relativamente secos, la can-
tivadas, mientras que la sal asentada esterilizó muchas tierras dura11tc vi11111 1
1, 1,1,, ,1v,11,1 de mar que entra puede ser muy elevada: "Cuando deja llover,
Este efecto puede sentirse aún hoy, aunque algunas tierras ya se han n•11r¡ 11 1
111 1111'!10:-; una semana, se sala. Porque tenemos el mar aquí bastante cerca.
con el brote de las primeras palmeras.
1111111°11u1•; Hubimos hacia arriba a Temuey, que es una quebrada bien gran-
Las estrategias adaptativas a desastres como este demandan In tw11J111
¡111 l1o1y, y d ,1gun no se sala; entonces vamos y recogimos agua en potrilla,
de los habitantes y una combinación plural de actividades cconómir,1· 1 1\ 1,
11111,1 1 y 1%1 agua util iza mos" (entrev ista con Tcófila Betancourt, Guapi, 23
(1991) se ha referido a estos procesos como polifo11ín c11/t11rn/ , y son cun 11 ¡.,111,11
1l1tll d1• 111%). lk otro Indo, con la nrnrt•n b,1jc1, laH aguas ceden y dejan al
111d1•1111 1111, 111,1ngl,in•s, unn zon,1 in1pmt1111t,· 1·11 t1•1·111inoH de productividad
74 il111,h ,1 (W1",I, l'J!i7: 70 'l')) y ,1cliv itl11d 1•ro111111111·111•11 l.1 pohl,H' ión negra:
l~os tsunamis son gir,n nlc•srus ol11s <'ll tt Hllll.11, ¡,111 l1np11111111 11í1Hnk1111, 111 y11,1 ,•¡,1, 1,11 , 111~
lr:,m_n <'11 fnllus l' II l'I fo11do d1•l 111,11 q111• p111•tl1•11 1'"!.11., v111 11111 1-11111111•1 11 111 i11, 11111 ,.,,,1
n•grstr,111<, 11111H'11<111otl'11•1111..11°11111111111• 1•111•1111111,,I 1'111 rlli 11, 11111111 1,1, 11111 ,1 1111111 11, 111 11111
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

forman el primer eslabón de las complejas cadenas alimenticias del Paclfü o Debido a que las partes más grandes de los bancos [de arena] cambian constante-
troncos y ramas de sus árboles salen tanino y leña, y de las ralees, carbón v, mente de posición por la acción de las olas y las corrientes, la navegación es en ex-
fin, de las conchas y cangrejos que se albergan en el lodo depende la vida th r tremo peligrosa inmediatamente fuera de la orilla de mar, incluso para botes y canoas
mujeres. (Arocha, 1999: 73) de poco calado. Durante la pleamar el gran oleaje que llega a la playa hace casi impo-
sible la navegación en canoa. [... ) Las canoas y pequeñas lanchas usan las aguas cal-
Estas mujeres, conocidas como concheras, atraviesan las zonas d11 madas de los esteros para recorridos a lo largo de la costa, en vez de arriesgarse en las
glar para recolectar conchas, que viven enterradas en el barro. Esto lo h turbulentas olas en el mar, o por afuero. El viaje por adentro a lo largo de los canales
con la marea baja, de modo que sea más fácil extraerlas. Parte de su ¡w del interior, sin embargo, debe programarse de manera precisa para que corresponda
vende luego en los mercados locales. La otra parte constituye una adld con períodos de marea alta. Más de una vez este autor se ha encallado durante varias
la dieta local y, por lo general, se cocina en casa con leche de coco. l .,11 horas en una canoa clavada en la base fangosa de un estero por la marea baja, fasti-
cheras movilizan el espacio acuático de manera activa en sus activid A diado por moscas negras y mosquitos hasta que lentamente el agua se levantaba con

haciendo uso de los ritmos de las mareas que les permiten viajar ""P la marea entrante. (West, 1957: 55, 70)
mente en sus potrillas. Por ejemplo, la hija y la nuera de doña Celia a 111
do se iban en su potrilla corriente abajo por el río Guapi a recoger co111 h 1 1111 la marea baja, los canales de las extensas zonas de manglar se se-
cangrejos. Esta era solo una de sus diversas estrategias económicas. 1 11 ' li• ,nodo que ni siquiera los potrillas pueden atravesarlos, y ni hablar de
acostumbraba comprar grandes manojos de chontaduros, y vendía PI f l 11111111Ha motor. Por esta razón, los itinerarios de viaje deben adaptarse al
de esta palma (Bactris gasipaes Kunth) en el vecindario. También tr,1h11j 111111 d1• l,1s mareas, lo que puede implicar partir muy temprano, a las tres o
durante el día en el mercado local, revendiendo el pescado que co111pr 11111 d,• In madrugada, dependiendo del caudal de agua en los canales ri-
en grandes cantidades a los pescadores en la madrugada. La nuera, ,111~ 1 1111•1 l ',1ra los carteros de madera de los bosques de guandal, en el sur del
de ser madre de ocho hijos, trabajaba por temporadas en la planta d1• pr , 1111 11 ', l'i efecto de las mareas "determinará no solo la hora adecuada para
samiento de palmitos Alimentos Enlatados del Pacífico (Alenpac) l '1•11 11
11,,1l111j, 11~ sino también la de la salida, con lo cual se acortan o alargan, se-
la población (un caso que discutiré en el próximo capítulo). l11 1l 111110, las jornadas de trabajo. Este factor, entre otros, hace que la jorna-
Cuando las dos mujeres se iban a los manglares para recoger r,HIHI il1 11 ,il mjo en el Pacífico posea tiempos efectivos diferenciales" (Restrepo,
y conchas, por lo general se quedaban fuera toda la noche y regresab,111111 •11!1 \(!Cl).
siguiente. Salían de Guapi con la marea baja, de modo que las aguas 1h•l l 'm otro lado, en las partes altas de los ríos son las precipitaciones las
en su retirada, garantizaban un trayecto veloz hacia los manglares, dornl, 1 1, 1jl'111•11 mayor in.fluencia en la navegación. Durante períodos relativamen-
cangrejos y las conchas eran más fáciles de recoger. Llevaban comidn p11 •¡i11 , 11"', 1111r l'jc mplo, el lecho del río suele no ser suficientemente profundo
da en vasijas metálicas -por lo general tapao, el plato tradicional dl' p1 •,u 111 11 ¡1111\1 pNmitir el paso de un potril lo: "El r(o es la calle principal de esta
cocinado con agua, plátano y hierbas- . Cuando terminaban su labor, t"q• 1 , 1111 rl'rnrrido en ca noa es difícil a nwdida que se remonta hacia el pie
ban la marea alta que les ayudaba a navegar corriente arriba 0 11 su c,1111111 1 11 11111111,111,,, nmndo l'H ,wccsario arrnstr.i r In embarcación o dejarla, para
sistema de transporte permite a las concheras vinjn r grnndt•s dis ln111·11111 ,1 1111 1i1111111111Hlo por l.1s pl,1y,1s 7" y Hl'lld1•rns qtH' l'lllllllnica n un caserío con
de y hacia las ciénagas de manglar t'll suH potrilluH. /\dki1111,linw11l1· ·11• ,11
vcchan del cspncio nc ué'ílico ,11 vi,1j11r ¡,01' li111 11·,111q11il,11, ,1¡ 11 11 ,11, d1• lrn1 1°d1111r
(v i,1j.ir ¡111r r/1•11/ro), s l11 1wn•Hid ,1d d1• 111l1•111111 ,,,, 1•11111111 ,il 111•1lll (¡1111/111•1,1)1 111 ,¡ 11 111 ,1111 1,d ,., 111 111 1111 d1• l,11••'1"'' d1• v,11,1,1,, 111•11,1,o l111111d111!.,,, (d1111,i. 1•1••1h,111l111111 111,i '.'11pc•d••~
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¡i11d11.i 'h' i' 111111 l' llljll l"l¡ I l''•ll¡•,11 11111 111 1 1111• 11 11,di •l( lu 1111•.11111111,1 11111111,nll \'1 1111 111,11.l,t,1111 11111111 d 1q¡d1 1•11•\1 d1·•1 1 11l 1itl1 v11
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacifico colombiano

el otro" (Friedemann, 1974: 19). Las observaciones de Friedemann coinl lJ 11 li •11lc. Los carteros están por lo general bien preparados para estos viajes,
con el relato que hizo doña Celia de su viaje cuando era niña en su potni 11 ~ lk•van consigo utensilios de cocina y alimentos, como plátanos. El pes-

los tramos más altos del río Guapi, en Balsitas (trascrito al comienzo dl'I l A li 111uede atraparse en el río, y ocasionalmente ha sido preparado antes de
tulo 5). La pequeña Celia tenía que caminar por las playas del río y arr.1111 1•.11'1 ida. Aunque por lo general los hombres cortan los árboles y los trans-
su potrillo antes de poder volver a remar. " l,111,1 los aserraderos, con frecuencia sus mujeres les ayudan en esta tarea.
1111 1recuerda doña Celia: "Yo era quien trabajaba con él. Una mujer tarn-
' 11 11• ayuda al hombre. Vea, uno queriendo trabajar, mijo, una mujer que
"Palo bastante coge bueno con vaciante":
¡•1h 1,1 trabajar, trabaja. Si yo tuviera con quien andar en el monte, yo cual-
impacto de las mareas en la tala
1111 11osa estaba haciendo en el monte. Porque el trabajo en el monte es di-
El ritmo de las mareas se tiene en cuenta también para el transpor 1 li111 /\ mí me gustaba mucho trabajar en el monte" (entrevista realizada en
madera a grandes distancias desde el lugar donde se cortan los árbol¡•,; 1 11 1¡ il, 5 de julio de 1999).
ta los aserraderos. El árbol talado se arrastra generalmente por el sU<•lo d < ·11ando doña Celia iba a talar con su marido, viajaban corriente abajo
selva hasta un canal de agua o río cercano. Allí, dependiendo de la ampll ,1 1•11ío Temuey (un afluente menor del río Guapi) con la marea baja, en bal-
del canal, se unen varios troncos con fibras naturales para formar un,1 h 11111fllruidas con los troncos talados, hasta que llegaban al río Guapi. Allí
que flota corriente abajo hasta llegar al aserradero. En los bosques de g11111 I'' 111hnn a que la marea alta los ayudara a viajar río arriba hasta llegar al
del departamento de Nariño, los tuqueros o corteros usan dos vías d if1•1111 11 ,11 !vro. Así era el doble efecto de las mareas, de las que dependían para
y complementarias de transporte de los troncos. Una por tierra, lo qui• 1111p 11111 11m lar los árboles talados hasta el aserradero. Todo esto se lograba sin
ca la construcción provisional de "carreteras", colocando troncos dclg11dl . ,1 1111 "1, usando el ritmo natural de las mareas, con cuidadosos cálculos del
tres metros de d istancia aproximadamente, paralelos entre sí, desde t•l 111 .. •1 111 •11 ln preciso de viajar, cierto grado de paciencia y tranquilidad (véase mi
de corte hasta una corriente de agua. El árbol talado (tuco) se echa a rod.u 11 11 ttlMio inicial en el capítulo 5) y la capacidad de timoneo al navegar las

bre estos troncos hasta que llega a un río para transportarlo corricnt1• ,1h ,11, li·r11¡.¡ fluviales del Pacífico:
Una carretera más duradera para el transporte de troncos se construyi• l'"r
general en forma de cunetas de un metro de ancho por dos de prof11111lhl La madera que cortamos era pa'donde Nicolás. [.. .] De Temuey sacamos toda lama-
que se llenan de agua después de prolongados períodos de precipit<1n11m dera. Con la vaciante la sacamos a la boca de Temuey. Y cuando subía el agua la saca-
con la marea alta, y por la cual pueden transportarse los troncos hasl,1 1111,1 mos desde la boca de Temuey p'arriba. De la boca de Temuey en una balsa, unas dos
fluvial mayor (Restrepo, 1996a: 252-253). Tanto las cunetas como las t ,11 rt horas o tres horas. Cuando la madera era grande, nosotros nos sentamos allá encima.
ras constituyen, por tanto, la infraestructura fundamental de los pro1w111N Uno va como dentro de una canoa. Y uno con su canalete le va ayudando al agua, le
extracción maderera. va ayudando. Podían salir tres, cuatro balsadas de la boca de Temuey. Y cuando veían
Una vez los tucos estén juntados en balsas, los tuquc ros s1wl1•11 lc•n el aserradero] que las tres llegaban, hacía rato que nosotros ya habíamos llegado.
jar en ellas para dirigirlas, timonearlas y protegerlas. Este trnycclo ¡,111 •, 1, i>o1q11<' a mi 110 II H' ¡;¡uslabcJ estar sentada quietecita en la balsa, sino que dale, dale,
mar horas e incluso días, dependiendo de la distancia que debn nd11l1 d11l1•. Y 1•1ol11l l•,11 1"1¡11i•,ol l,111ib1é11. Totalmente que nosotros llegamos primero que
del impacto de las mareas. /\sf que, una V('Z m"s, nin la m,1r1•,1 ho1j11 111 li11I lo•. d1•111,í•,, p111 ••, 1•lh1•, 1111q111•1f,111 e o111~t11Kio. Y nosotros si. Desde que nos montamos
viaja más rápido corrie nlt' nbnjo qrn· con l,1 111 ;11·1•c1 t1llt1, 1·u.i11do il'l,11111111 ,•11111n11d,•l,11 1,11 1,11.i .1y111 l11li•o1l 11g1111. /\I,1•,1•1110 dc• Nirnl,í; M,111,\n. LJ11d ve, bajamos
1..

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Ulrich Oslender
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

y le digo que cuando llegamos aquí, que veníamos derecho allí a Puerto <,1h 1
111 ,•levación en relación con el río Sanquianga. Y el volumen de agua y la
estaba el aserradero]. Y ya usted sabe que "palo bastante coge bueno con vni
1 , id.1d del cauce del río Sanquianga se incrementaron drásticamente. La
(Entrevista con doña Celia Lucumí Caicedo, Guapi, 5 de julio de 1999)
•1 lll11d del lecho de este río aumentó de treinta a doscientos metros. Como
11111iln directo se presentan ahora frecuentes inundaciones en el pueblo de
1 111' Satinga. Una inundación a comienzos de junio de 1996, por ejemplo,
Manipulación del espacio acuático: bendición 1111, n las casas de cuatrocientas familias, inundó plantaciones y barrió el
de la naturaleza y venganza del río il1•I centro urbano. Los funcionarios de planeación, en el Departamento
111111!1 de Prevención y Atención de Desastres (DNPAD), han recomendado
Como indica la narración de doña Celia, las poblaciones negras 1111
,, 1•11•11tamiento total del pueblo. Una inundación en marzo de 1999 afectó
no solo se han adaptado a un entorno acuático, sino que aprovechan s11111 11
, 1 ,1,, diez mil personas en el centro del pueblo y las áreas rurales circun-
terísticas plenamente. Los habitantes de San Antonio de Guajuí, por 1•i1•,n
.,,, 111 destruirse casas y cosechas. De otro lado, la población de Salahon-
han hecho uso de la topografía circundante y las abundantes precipit,u ll
p111 y,1ce cerca de la boca del río Patia, ahora experimenta graves sequías
de 5.500 mm al año, con la construcción de un sistema hidráulico qm• 11111 11
111 111 11 In descarga más baja del agua de este río. Este ejemplo muestra la
teciera de agua corriente. San Antonio es un pueblo de unos mil halul,111
111,1.11 1 d e los ecosistemas en el Pacífico colombiano y los efectos devas-
ubicado en el piedemonte a veinte kilómetros de la desembocadur.i dd
1 1, , q11e los impactos humanos pueden producir al manipular el espacio
Guajuí. Desde el pueblo se construyeron tuberías hasta dos quebradoH, 111,
, 11 h 11,
zadas en mayores elevaciones, a dos kilómetros del pueblo. A través di' l
tubos el agua llega hasta un tanque en el pueblo, desde el cual se dii;tnli11
1
las distintas viviendas por acción de la gravedad. Así, incluso en los 1111',.l / 0Monfa cultural: la alternación de las actividades productivas
sequía, se tiene asegurado un suministro suficiente de agua potable, q1w 11
1,1p1·sca es la actividad productiva per se dependiente del espacio acuá-
directamente a los hogares de la gente, un raro lujo en el Pacífico.
1 1111 1H'scadores del litoral conocen bien la topografía subacuática del mn r
Sin embargo, las adaptaciones del espacio acuático no siempn• 1111111
1 11•1 1,·,,1 ,,1ogos mentales de dónde y cuándo es mejor pescar. Los cambio:,
do éxito. La construcción del llamado Canal Naranjo77 en 1973, por 1•j1•1111
,,1111•.i n m s tituyen w1 factor casi determinante en el desarrollo de estas ar•
ha causado un impacto devastador en los entornos físico y humano 1•11 1,, 1
11,,1, .. 1, p11cs los p escadores saben, por ejemplo, dónde encontrar l.os bnjrn,
ta nariñense (Almario y Castillo, 1996: 64). Este canal, de 1.800 mctn,,, ,h 1
1, il11ll'H orenosas en el ma1~ sumergidas unos cincuenta centímetro:,;), \'11
go, se construía para unir los ríos Patía y Sanquianga, con el fin d(• f',11 11111
11 d,.. 1 p11l'dc n pa rarse a arrojar los chinchorros 78 para pescar camaron,·:.
transporte de madera cortada en zonas del Patía. Era la lógica de la v, 11111 111
1l 1 111111·1•.i hnja. De otro lado, los pescadores que usan canoas con motor y
extractiva que concibió la construcción de este canal. Para muchos, l'I 1111111
111,111¡1,,,·1•1, qL1c a rrastran sobre el fondo del mm~ ev itan estos bajos tll'1'
una "obra de la avaricia e irresponsabilidad de los aserradores y rn1111•11 1
11 ¡1111i1 110 d n1for sus l'quipos. En rea lidad, constitu yen un relieve mt1rii111
tes de maderas asentados en las bocas del Sa nquianga, quicnc:,; tbq 1111
11 ¡1111 1•1 imp,wlo d t• l.is nl,1s sobrC' ('ilos quC' hacl' ca mbia r su posiC'ión. 1.os
haber arrasado con los bosques del rfo SanquiDnga, busc,Hon rn,1 l't1ll · 1 11
hacer accesibles los del Patfa" (Eclwv<'rri, 1979: 22-2:1). ¿Y rn,11 ftw l'I 111111
ma? Con la construcción tkl n rnnl, 1•1 rln l'i1lí11 r,1111lii11 "" 1·11r1,11 dl'l 1ld 11 ' H 1111111 1\1111 ll 1 u, 11 1d ll'hld ll 11 11 111 111°1\ 11, q 111· •11' 11111*' d1uul11 111 1111 H I Hlll II d1'1 1d 11 111111 l'I,·
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

pescadores se adaptan a estas m u dables topografías subacuáticas naVl'KA 1, 1 111ineros del río Güelmambí: "Cuando los terrenos se calientan, [los
muy cuidadosamente cuando se aproximan a la orilla. " ""11 los dejan descansar para que se enfríen haciendo rotación en sus
O tros métodos de pesca también sacan provecho de los cambio11 d 11 11 '• simples. El minero tiene la experiencia de que el suelo solo resiste
marea. La atajada, por ejemplo, es un sistema de postes con una red 1•1111
11 l11 •s regadas de maíz y fríjoles por ejemplo antes de dejarlo descansar
entre ellos. Se usa para atrapar peces, especialmente en las ciénagas d1• mi,• seis meses" (Friedemann, 1974: 19). La alternación de espacios se
glar. Los postes se clavan en el lodo cuando la marea está baja. Con l,1 n 11, •1 l,11nbién en el cañeo, una especie de operación de reciclaje en la que
que entra, los peces llegan para alimentarse en los manglares. Cu,1111h 1111¡,vsinos trasladan sus cerdos de uno a otro lado del río para alimen-
aguas ceden, los peces qu edan atrapados en la red. Por lo general, basl11n 1' 11111 las sobras de un pedazo de tierra recientemente cosech ado. El río
personas para revisar la red, y con frecuencia gritan y golpean el agu,11o "1 11 pii como frontera para evitar que los cerdos dañen los cultivos de la
111 11 11111'sta. Los cerdos vagan librem ente en un lado del río por el cam-
ras para así atrapar más peces en ella.
1111,a•chado, alimentándose de mazorcas caídas o de tallos de cañ a de
La experiencia acuática se refleja también en el vocabulario localn 11 111il•ntras que al otro lado el campesino sigue cultiv ando arroz, maíz
empleado. Por ejemplo, cuando la gente se refiere a las posiciones y dlt 11 11 d,• .izúcai~ sin temer que los animales d estruyan su sembrado (Aro-
nes a lo largo de la costa, lo hacen con referencia a la corriente que fl uy1• 1111111: 152-153).
el norte por toda la costa. Cualquier punto al norte se encuentra cos/11 11/111/
l '111 otra parte, dentro de las estrategias económicas diversificadas, las
decir, con la corriente, mientras que las áreas hacia el sur quedan cos/11 11
1o l,11 l1•s agrícolas están ligadas a los ciclos de lluvia. Esto significa, por
o sea, contra la corriente (West, 1957: 52). Estas denominaciones fl'\dlm
'I d11 q Ul' en el río Gua pi se planta arroz entre octubre y enero, que son pe-
pueden confundir a un geógrafo (y a otros) que piense en términos d1• 1111
1 1 d1• precipitaciones relativamente moderadas. Al mismo tiempo, existe
sión cartográfica aprendida, mas reflejan las específicas epistemolo¡.;111,¡
11 1•1 iio vínculo entre la agricultura y la m inería de aluvión, cuyos prin-
ticas locales.
d1 11 •rn rsos n atur~les son los ríos y las pequeñas quebradas, junto con
No solo los métodos de pesca dependen de la dinámica th•I 1•111 11111• pluviosidad: '"El Consejo Comunitario del Alto Guapi está ubica-
acuático, sino la actividad misma. Muchos pescadores practican t,1111hl .' 11•,1, llicamente en una zona privilegiada, donde se encuentran minas de
agricultura, y en ocasiones la caza e incluso la m inería. Las m a rca:, •11 111
' 11111, 1·1•rurso natural, cons tituyén dose en la a ctividad rutinaria donde los
dales para tomar una decisión sobre a cuál actividad productiva tl1•dh
'1111'1 1r,1d as juegan un papel fundamental marcando la técnica a utilizar"
en un momento dado. Por ejemplo, durante la puja (épocas de la 1111 1111 , , 11l<JHb, punto 'J.5.1.).
va y llena, cuando la marea alta empuja aún más de lo usua l hac ia 1111tl
1'1 ,,, 1irndo desde las épocas d e la Colonia, el mazamorreo sigue siendo
los ríos), la gente suele trabajar en las plantaciones que estén lejos di' 1111
1, • 111," in uy com ún, m ediante la cual se lavan las arenas auríferas del le-
vienda principal, en las partes media y alta del río. Por o tra part1•1 d111
¡. 1,1111•11 11110 batea, un reci piente pando de madera. Una técnica especial
la quiebra (épocas de cuarto creciente y cuarto mengua nte, c ua ndo 111 111
' 11 1 11111•r.ir i.is ,Hl'n,1s auríferas de los lechos rrofu ndos del río es zambu-
alta no se adentra mucho en los ríos), la gente se dedica n,¡'\s a la ¡w•u ,1
1" o1111h11ilidnni - por lo gl'1wrn l L'H 1111,1 mujN - HL' su me rge con w,a
patrón muestra un uso del espacio tempo ra lmc ntC' difc rt'ncin l, co111·1q11
11 1, 1111 111l.11lln· ,1t.1d .i ,1 l.1ri11 ll11\ 1 y Hl' lw 11d1• h,111Jo11•1 l(l11d o dvl río pa ra re-
poblaciones n egras rura les desa rroll nn ,1cli vidntl1•s l'<'on()mic.is dl Vl' 111I
1 11,1,1vl lL1 y111·1•11,1 1111r1fl•1·,1111•11 1,11 li.il1•11. ( '111111dn l.1 lt1t11•.i 11• il,•11, 1, in za m- 1

das, de acu e rdo con r l ritmo dv 1.rn H11lih•11 11111J,wi1uw~: d1•I 1·t1 p.it'i o ,1111t\l
lh 111 111 ,1i .. ,,,1,1 l.1 j11t•d1•,1 y •11· li11p1d• 11 li,Hd, 1 l.1 •11q11 •1l1, ¡., 11111 ,11 , 1•, 1q,,, 1, qui'
l .n .il11•n1,11·io11 di' 1"1p111 li11, ¡,111•d1 • o lH11 1v111·111•, ,11 11•111,111 1 1•1111' >11 tli ,1
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d i, l11111il1•11 1lllllll l'I lt,1il11 •1 lt11, q111 • t tllll'l i•d1• 1'11 d 1•j111 q111• l,1•1 !l1 •11 ,111 '11' I1 l 11111'I 1111 l , 1, ' l',I ,1 11111 .., 1l1•111111111l 'l 11, ' I',' 11\ 1ll,1 l '!1 1•I 1111 111 1, 111.. l,1 111 'I 1"· 'I 111.
ll'll lhllt1111l1111•111,· d1•1 1111'' dt• 111111 111•11•1 li,1 l 1l1•d1•11111111111111,,•1, 111' 11 ~ 1
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
lJhi<11 O~lender

1h· recalcado el hecho de que estas son actividades tradicionales, se-


[... )se construyeron estanques de tierra (pilas) en las cimas de las colinas pai
l 111dn con ello el contraste con la forma en que ha afectado (y sigue afec-
lectar agua de lluvia, que se dirigía hacia las minas mediante canales. Este sigu
111) l,1 cada vez mayor penetración de la modernidad en el Pacífico. Hay
el principal medio para abastecer de agua pequeñas minas en las tierras baj<l\
1,11 1wias de uso de dinamita para la pesca en los ríos (Friedemann, 1974:
fico. El período de operación de estas minas está forzosamente determinado p
I" 1r l'jemplo, lo cual no solo lleva al agotamiento de ciertas especies de
tribución estacional de las lluvias. El sistema de pilas se adapta especialmentl' ni
por la matanza indiscriminada que produce, sino también a la muti-
de oro en el Pacífico, donde caen fuertes lluvias durante la noche, excepto 1•11 I
,.. ,1iil' brazos entre los pobladores, cuando no manipulan la dinamita de
ses de enero y febrero, que son los más secos. Los estanques se llenan en In
t11, 1.t 11decuada (Arocha, 1999: 104). Esto, por supuesto, plantea pregun-
esta agua se usa durante el día para el lavado del oro. (Yvest, 1972: 57)
111111• las formas sostenibles de explotación de los recursos naturales por
H• d1• las poblaciones negras en el Pacífico, u na ambigüedad que Arocha
De otro lado, los mineros intensifican las actividades agrícolas 1•11 1'1 l 116) expresa como una ecosofia contradictoria. Villa (1998: 447) advierte
cas de escasas precipitaciones, cuando no hay suficiente lluvia para el p 11 iltl1•11contra la construcción de un sociologismo ilusorio que asu me que las
de lavado del oro80: l•I II iones negras rurales necesariamente viven en armonía con el medio
1 11 111,•, cuando muchos de ellos están en realidad involucrados en activi-

En tiempo lluvioso e invierno el trabajo minero comienza alrededor de lw, ,, 1, nocivas para este, como la tala d e árboles a gran escala y la minería de
te de la mañana, y cuando el corte tiene suficiente agua entonces se trabt1¡,1 h , 1111 mercurio. Además, la introducción de dragas y equipos hidráulicos
seis de la tarde. [...) Cuando las lluvias son menos intensas y en el verano, rl l 11• 11lotación de las minas de oro en los ríos ha contribuido a una altera-
en los cortes mineros se suspende alrededor de la una, dos o tres de la 1,11d 11 1 1•11 algunas zonas, incluso a la esterilización del paisaje ecológico.
ces, los hombres atienden la chagra, los jóvenes recogen frutos en el n10111 t ~, 1obstante, es importante señalar que en su mayoría estas prácticas han
aguas del río son propicias, las mujeres se van a tundiá que es una m,1111•111 , 1 , 1111 li 1ridas en el Pacífico desde afuera, y que muchos agricultores y pes-
rralar pececillos empujándolos con las manos entre redes redondas gra1ult 0 l- 11,.,1 lradicionales a menudo enfrentan estas intervenciones externas con
mann, 1974: 22) 11, 1f'/.id o de impotencia. En abril de 1999, por ejemplo, los pescadores del
1111111iquí se quejaron conmigo de la gran reducción dé la pesca y las defor-
, 111111 "I l'n algunos peces, que estaban relacionadas con el uso de mercurio
Esta d etallada exposición de las prácticas productivas divt'n,llh
li 1 1¡11·11n'sos de extracción d e oro río arriba. A pesar de una orden judicial
de la población negra rural -verdaderas estrategias de adaptación 111
, l)'1f.i interrumpir estas actividades, la minería de oro aún se realizaba en
cio acuático- demuestra que categorías tales como mineros, agril'll ll11
1, ¡1• 1•11 lns partes altas del río Timbiquí. El alcalde de Santa Bárbara de Tim-
pescadores son correctas únicamente en parte, pues los mineros 1111111"
1111 •11i 11pll•mcn te esta ba d emasiado asustado para emprender alguna acción
solo eso, sino que además se involucran en otras actividades prod ul'I h ,11
pi 1,111 1:1 mi ne ros d e esa zona, p ues había intereses poderosos tras esas inver-
características acuáticas específicas del entorno en el Pacífico ho11 •tld11
111 , /\ 1¡•,n pnrecido suced ió en San Antonio d e C uajuí, de donde las comu-
pleadas como recurso por los ngropescadores y ngro111i11eros negros, 1·1111111
dríamos llamarlos. 11111•11 lnrn ll'S h,rn tn'llado t'n va no d t' expuls.ir los rl'lroexcavadoras, aunque
1
1111•11•!111·1111111ni li11·io 1'sl.ihl(•dtlo Higt1<' tr,11l.ij1 111do t'll t'S1' H('l1lidd •

NI M1• 11•íl1 •10 111111 í ,1111111'1,\1 l ltw, d,· 11d111•1111 11 ,,ol lt l1111,il1•• l l 11111y111 11,111 ol1• d1 11 v,w 1. 1•qllll
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Queda claro entonces que no estoy tratando de crear una imagen ne


gica de poblaciones negras rurales que viven todo el tiempo en armonf•
su entorno local. Más bien hago énfasis en que estas prácticas tradicionnl
siguen aplicando en muchas partes. Presentan estrategias adaptativas, u
tas al entorno acuático en el Pacífico. Y, un aspecto de importancia par,, mf
tudio del movimiento negro, estas prácticas tradicionales articulan un''"
representacional vivido -en el sentido de Lefebvre- que ahora está 111
zado en las articulaciones políticas de las comunidades negras, con el ohj
de defender sus construcciones locales de lugar y crear un espacio dift•t
( APÍTULO 7
que les permita apropiarse de los territorios ancestrales en el Pacífico.
f I 1~PACIO ACUÁTICO EN UN NUEVO
mostraré en el capítulo 7, esto ocurre claramente a medida que las ¡w
movilizan d e manera consciente la localidad en el Pacífico como una ló~I (IN I EXTO POLÍTICO: LA ENTRADA
ordenamiento espacial y territorial que gobierna la formación de los con I 11 1OS CONSEJOS COMUNITARIOS
comunitarios a lo largo de las cuencas fluviales.
Cincuenta años no pasarán en vano. El mar los verá abandonar las marimbas y los
tambores legados por sus antepasados africanos para reemplazarlos por la vitrola, el
picot la radio/a y la grabadora. La cultura negra que una vez vivió bajo los espesos
copos de los changares cederá su red de _relaciones a la cultura del tocadiscos que
creará y recreará los mecanismos de resistencia al manejo del blanco y el mestizo y
aun del mismo negro aliado de los anteriores. Un nuevo contexto geográfico y social
determinará el forcejeo, y las modalidades de resistencia se reproducirán en formas
imprevistas pero conservando su esencia libertaria.

Olarte Reyes (1994: 26)

i:11 l'Ste capítulo mostraré cómo el espacio acuático incide en el contex-


1 , 11• 1,, prganización y movilización política y, en particular, en los con sejos
111111 dl.irios que empiezan a surgir como figuras de organización política.
1 ", ~li· ,111::\lisis, el río sigue siendo un recurso cultural y material clave en las
1 ,11111111, n 11lura les de las comunidades negras del Pacífico. No obstante, tam-

1 1, 11 11111111n1 r& cómo la movilización política en el Pacífico ha sido mediada

1,11111 11pr <·1 ni pilal como por el Estado, cada uno de los cuales persigue sus

1 , , 'I il, 111 i11it'l'l'St's en estos procesos. Es precisamente esta intersección entre el

11 , 111 •u1 g1ilwrn.i11w111al, (') c,1pi1,1I y su búsq u1·dn tk gn nancias y los procesos
, 1 11d , i1ilvo:-i loc,il<•:-i lo q11<' 11111•11! 0 dt•s l,H'.1 1' l'll t'H lt• r ,1pl111lo. Argu mento que
11, 11111•11 ill 'C 111:11111\11•11tP 1•11 n•~l)Hllll-l,1bl1· d <· 1·, ¡wrh·1H liPi, " v1•1·1·•• mu y disím i-
111 l.11111 111,1111111 d1• l1l'11 llllllt'jllll I tlllllll1Ílil1 l11•1
Ulrich Oslender
Comunidades negras y espacio en el Pacflico coloml11,1110

Las cornm1idades negras de la costa pacífica colombiana se hnn


do organizando desde los años ochenta, primero en algm1as áreas, n,
11111vilización por los ríos
chas campesinas p or la tierra82, y luego, a raíz de legislaciones favor,,b En los ríos, las gentes con sus cantos, danzas y juegos tienen otros motivos para
los noventa, corno organizaciones étnico-territoriales que defienden s11 d reunirse, ya no es solo el encuentro ritual con los santos o con sus muertos, ahora llega
a la diferencia cultural corno grupos étnicos, intrínsecamente relacio1111,I a la reunión el decimero para recordar cómo nació la organización del río, para evocar el
el control sobre sus territorios. El catalizador de esta segm1da ola dt• 1 viaje que algunos de la comunidad emprendieron hasta Bogotá con el objetivo de ense-
zación fue la Constitución de 1991, que declaró a Colombia corno u11,1 i'\ar sobre el territorio que luchaban y para contar cómo era la vida de las gentes del Pacífi-
rnulticultural y pluriétnica, y reconoció por primera vez a sus poblado1 co. Canto y danza se integran en la dimensión del encuentro político; los viejos cuentan la
gras corno un grupo étnico83• El artículo transitorio 55 (AT-55) abri(1 t•I historia del poblamiento del río, en el mapa van marcando los sitios donde se asentaron
no para una legislación que garantizaría derechos colectivos sobre l,1 11 los primeros mayores, ensei'\an sobre historias de esclavos y amos, sobre comidas y fies-
los habitantes negros de las zonas rurales ribereñas de la cuenca cfrl l '11 tas del pasado, sobre indios y negros, sobre la historia que en el encuentro es portadora
Esta ley, aprobada en agosto de 1993 y conocida corno Ley 70, estahltl\ de identidad. Pero el viaje por el r(o no es solo el ejercicio oral, es también el viaje real,
"para recibir en propiedad colectiva las tierras adjudica bles, cada co11111n el que emprenden los pobladores del río San Juan en 1992 desde el delta hasta lstmi-
formará W1 consejo comunité!lrio como forma d e administración intN11,1 na durante varios días. Son cientos de la Asociación Campesina del San Juan los que se
río Oficial, 1993: Ley 70, capítulo lll, artículo 5). El Decreto 1745 dt' 1'/t) embarcan en sus botes, en cada pueblo hacen la parada obligada, bajan con su chirimía,
reglamentó este aspecto de la ley, prescribe los pasos que debe seguir 111 desde la playa alegran el encuentro con jotas y contradanzas. El viaje es reconocimiento
rnm1idad rural para crear un consejo comunitario, "que como perso11.i 1urf geográfico de un territorio que ahora aprenden como suyo. (Vílla, 1998: 444-445)
ejerce la máxima autoridad de administración interna dentro de las lil'r 1
las comunidades negras" (capítulo II, artículo 3), y para la solicitud di• 111
1"'• discursos generados a mediados de los años ochenta en el área del
!ación colectiva ante el Instituto Colombiano de la Reforma Agrari.i (lrll 1
1., 111,•d io en el Chocó, que hablaban de las aspiraciones de los campesi-
(capítulo IV, artículo 20).
h , 1111trolar sus tierras, dieron inicio, a principios d e los noventa, a una
/, / 1•11, 1w11tro (Villa, 1998: 443) en todos los ríos del litoral Pacífico. Se for-

' 111 , 111ovilizaron organizaciones ribereñas, y sus representantes empeza-

1 11 111 ti n-w pa ra debatir la nueva legislación y las posibilidades que abría.

11 111lti1 l.1 clase de futuro que ellos q uerían para la región. De hecho, era la
1111 111v1•:1 que los habi tantes del Pacífico descubrían este territorio como re-
' 11,111110 p n siglos an teriores ningún proyecto político los había unido (Va-
' i'IIJ 1 1111'.1). Hn nume rosas reuniones en los ríos, se evocaron las historias
82
Et ··
s as organ1zac10nes fueron especialmente fuertes en el norte dt•I dl'p.irl,1111,• 1 d, ·I I J 11 11 l1d,1•, d(' 1,,s poblaciones negras rurales. La gente recordó experiencias
11 11
donde rec1b1eron el apoyo de la Iglesia católica. La Asociación C1mpl'hi11,1 1111,w ,11 ,1 1 1
11111 d, .. 11 ult•l'I iv.is paro rC'fl cxiono r sobre el pasado, pero también para mirar
Atrato (ACIJ\), formada :n 1987; la Asociación Campesinn dl'I l{fo St1n )11,111 (A, ,11 1, 111J
mada en 1990; la Asociación Campesina d l'I Río lluudó (Acuh,1), y 111 t)rg, 1111 / ,1111111 t -1in¡ 1t 11l1•l,111 l1• y vis11,1 liz,1 r un proyecto de vida alternati vo. Por primera vez,
del Ba¡o Atrato (Ocaba) son algu11as dP hlh 111,ls i111porl.i111,.., d,· ,,,,1,1 w 1111
, 11111 11 tld.id1•11 1wgri1Hl'Hl.ih1111 t'jl'rt'i(•ndo 1111 rnnt rol cok ct ivo sobre su /1islo-
"' 1'!º hn_Y q~1<' l'X,lp,l'r.ir h1 po~ihilid,1d 1,•11/ d,• 11111.i111hi11••1111,111•11 ( 11l11111lil11 1111•dl1111 t, J1
11 /,d ,11 1111d,111d1,•,1• 1·11 pn11 ·1",ll~, dl' e cJ/tcic•ttli ,wio11"1• H111pt':li1ron ,, ronslruir
e 011'-illl llCIÓt1 , 1 1
nu,•1 (!lit' P•llP 11'\ lu v 1•1d11dl'lilllH 'lll1• pll 1g1,•,,t\'I) I HI li º ildl ,• "I'' 11
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n l111 fnr IIHI d1• n1nq11lll11j1• 11•1tu 11 il q,1 .. 1l1tl111h11w11111li•u 1\111'11 111 111 h11i1 1t•g11 11r11· _.¡. u
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llph ti•, d1• 1111u lt,1~ p.11 t, d, , 11 111111114, li , dt11,u11, ,,t 1, l11 t 1 .1111.t,·r ¡ ,1d11• I'"' .. llu
111 1
1111111111P,t lt 11111u11il,. t.111i 11 \ 1111111 il ilru111, , 1111lt111 11, 1 ,h , , , 11111 , 11111 ,, \ 1t1to1
lld,1111•111111,.11111111, ,1 (1111111 1 1) 1111 d, ,.t, 1111111111111 il, 11 11 1t 11111" 1 1111•ti,.l11l11r,1, 11111111 , •1•1111111 , '1· 1,
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

el Pacífico como una región de historias, geografías y territorialidadl'II 11, 1111cana, no hubo viajes acuáticos de autodescubrimiento de este tama-
partidas, a tal punto que esta emerge para ellos de manera conscienll' v l " 1111 portante señalar esta diferencia en los procesos organizativos. En
ticulada políticamente por el movimiento social de comunidades neAr,111 "1,d, ,1 principios y mediados de los noventa, las organizaciones negras
un territorio-región, una construcción cultural, geopolítica y biogeogrM ll ,i 1 ,l,•¡t.irtamento del Chocó estaban mejor estructuradas y poseían ya una
t 11, •11l'ia considerable de movilización, comparadas con las poblaciones
En esta concepción y en el escenario que presenta el Pacífico hoy, las orH,1111 l 11 ,In del Pacífico. La mayoría de estas últimas apenas empezaron a for-
1 , 1'11 l'I momento en que entró en vigencia el AT-55. Sin embargo, es igual
étnico-territoriales de comunidad negra plantean no solo la apropiación •,11111 1
lo defensa del territorio desde uno perspectivo posado-presente-futuro q111•,
111 'I 11, rlnnte señalar que, aunque de manera menos espectacular y numero-
da, asuma y desarrolle la tradición y la historia de resistencia de los afrornlo1111 ,11, •<1 1111úmero de estos viajes acuáticos de concientización y movilización
1111 1•11 todo el Pacífico. En este contexto, el río principal y sus incontables
su aspiración a mantener, desarrollar y validar un proyecto de vida disl/11/11 y
,, llli"l funcionan como la red vial acuática esencial para el proceso de comu-
tivo conjuntamente con los pueblos indígenas como pobladores ancest1,1li•,,
territorios y de la región. (PCN, 1999: 2; énfasis agregados) ,, 11111, De hecho, toda la cuenca del río se convierte en la principal figura
1 " 1,d I k organización y movilización en el Pacífico. Cuando las comunida-
1111•,111Hempezaron a organizarse en consejos comunitarios, la mayoría de
Lefebvre habría estado encantado de trazar estos procesrni, \ 11
1, .1,,, ldiC'ron tomar la cuenca del río a lo largo del cual estaban asentadas
articulan de un modo muy claro la búsqueda de un contraespacio 11 , llf
.. ,,, l.i ,inidad espacial organizadora85 • La estructura espacial de la cuenca
diferencial (proyecto de vida distinto y alternativo), configurado a partil ti
I , 111 , 1111sus n umerosos afluentes, se puede visualizar como una espina de
espacio concreto sedimentado histórica y espacialmente (defensa di'/ t,•111 11
1il11, l'll la que se ordenan los aspectos fundamentales de la vida de las
desde una perspectiva pasado-presente-futuro). Y esta búsqueda está lll!llrrl
1111111111.ides afrocolombianas del Pacífico centro y sur. Es desde esta lógica
discursivamente inscrita en la localidad y utiliza las redes fluviales ro111111
•111 11• dl'fine el sentido de pertenencia y de territorialidad" (PCN, 1999: 1).
sos para la movilización y la concientización. La difusión fluvial d1· In 11
legislación serpentea de un asentamiento ribereño al siguiente y los 1111•11 ,1 11 ,·tmjunto particular de relaciones sociales espacializadas alrededor
fluviales de las organizaciones del río corren la voz, tal y como lo h,11 111 11 1, ¡1,11 it, nc uá tico es articulado ahora en un nuevo contexto, el de la organi-
Celia en su niñez. Solo que esta vez el mensaje es de nuevos procesrn, I'' ,111 11111 1,, ,111 ia 1. Si concebimos el espacio acuático y la lógica del río como las
11111 l11 iones espaciales necesarias para la organización política, la creación
que se están construyendo a lo largo de los ríos del Pacífico. Los líd,•11•- 11
organización ribereña Acadesan grabaron este viaje en video y IuC'gu lt,, 1 1, 1 , 1 11 H1t•jos comunitarios a lo largo de las cuencas de los ríos refleja los re-
ron para que se convirtiera en el testimonio visual de la Primera l•'.x¡i,•df 1111 ,, , 1illurales e identitarios específicos de las comunidades negras. Esta
1,,, ¡t111,diz,1ci6 n es evidente, por ejemplo; en la constitución y denomina-
Fluvial de Autodescubrimiento Territorial y Defensa de Identidad lil11 li 11
tura! por el Río San Juan (Stemper, 1998: 170-171) El video na rra lu lll1d111I " d1• lrn, rn nst'jos comunitarios en los ríos Napi y San Francisco, en el de-
más de seiscientos miembros de Acadesan que v iajaron en botes y 1· 1111 ,,, "' 11111•11lu tlt•I Cnuca. En ambos casos, el área que delimita el territorio del
" , ¡11, 111111111it,1rio abarca las tierras alrededor de la cuenca del río e incluye
este río durante el mes de octubre de 1992, desde la dcscrnbocad 111,1 11,, 1
ti,, 11•1,1y l,1 d<'Sl'mbocndura dl'I mismo.
pueblo de Is tmina, para 1Ievar la noticia d t' la n ut'va kAislélci6n y tll v11l>\11r
derechos territoriales y culturales qui• 1'Sl,1 g.irn11li:1n bn n las 1'1>1111111itl111h 'o111 1•11d111rgo, 111,1s ,111.1 dv s 11 11birnd1lll f'f -1i1·11, l.i l'lll'ncri del río debe
was run:ll('S dt'I Pacfíico. , 11l1•1 1il id,1 1°11 ll•1·11li1111n d1 I i;ip 11ifko1dn 11111 lrn 1il l111·.i l 1¡111' ti1•nc' par::i las
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1•:Nt.l i111pn•slrn11111l1 111uvi l11i1111111 ¡,111 1•11111 ' 11111 j11i111, 111¡•,,11,l,,1111
1

/\1 ,11 11••1111,, 'll' d1 ••1l,11 11 j)lll l ll dl1111•11•1l1111 l 11 111 1,1'1 ,,,1111 01, ¡1111 1•j1•1111'III
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

comunida d es y e l sentido d e perlt•11vr1<·i.i qut' gt•npr.i. Jin vi r.1ihi ¡11 , ¡ 1


nidad de La Soledad, por ejemplo, se ev id encia qut' Llll l'S¡w rtli m 1, 11 11
t•11111ia cuenca fluvial imaginaria, a la cual sienten que pertenecen. El sentido
lugar acuático, más que la ubicació n cartog ráfi ca objdi vu, hu tl. 11 111 h tiq•,oll' acuático entre las poblaciones negras rurales del Pacífico, tal y corno
la estructura espacial organizativa d el consejo comunita ri o. La Snl11d,,d lt 111l ió en el capítulo 5, ha sido movilizado de manera efectiva como una
pueblo de 575 habitantes (DANE, 1993) ubicado en la cabcccn.1 dl'I 1111 1 1111111•nta política en la constitución de estos dos consejos comunitarios.
en el departamento del Cauca, a unos veinticinco kiló me tros d,• 111 d 1
cadura del río en el océano Pacífico (figura 5.3.). No o bs ta nte•, 1,1'1 1i1,1 1
11 l1dos tradicionales y nuevas identidades políticas:
fundidades y los numerosos rápidos en los tramos superiores dl'I 111, 1111 1
111.l Ielación conflictiva
la navegación en los últimos cinco kilómetros, incluso para pt'q 111 ,n1111 1
La ruta principal de comunicación y transporte para los habitn1111•111 lt• 1 l >I 1viam ente, los procesos organizativos de las comunidades negras no
es un sendero que conecta La Soledad con Belén, un asentami!•11 t11 ¡1 1 .,, 11 l11ga r en un vacío político y económico, sino en un campo de cambian-
do en la cabecera del aledaño río Napi, al que se puede llega r c,1 111 ¡111111 1 " li11 Iones de poder. La constitución misma de los consejos comunitarios ha
dos.ª tres horas. Todo y todos se mueven por este camino, de rn 11 d 1, '111 111111 lodo un rango de intereses en la región. Este no es el lugar para discutir
habitantes de La Soledad están conectados física, comercial y t's pi 111 11 ,11 1, l,1111· l'I impacto que la escalada del conflicto armado ha tenido en la movi-
te con el río Napi. Toda la mercancía que va para La Soledad t's t1·,11t•1i•i ll ,, 11111 1wg ra. Sin embargo, es de señalar que desde 1996, con la irrupción de
por este río hasta Belén, y luego por el sendero mencionado has lt1 1 ,1r,111 111 ¡1, 1¡.; paramilitares en el departamento del Chocó, se ha desatado una gue-
Las personas que necesitan ir desde La Soledad hasta G ua pi ta rn L>I, ,11 111 h • I '' 11 , •1 rontrol territorial a lo largo del Pacífico. Cada vez más, los poblado-
por el río Napi. La ubicación física de La Soledad sobre el rfo (; 1111 ¡,11 ti 1111 11ln111bianos deben enfrentar amenazas a sus vidas, masacres colectivas
1
en este contexto tan solo un accidente topográfico. En cambio, lo 1, l1i,l 1t1 1, 1il,wo1111 ientos forzados a las ciudades. Estas situaciones generan un cons-
de La Soledad han desarrollado un fuerte sentido de p ertene nriu ,11 111 1 1,t, 11 •d i•wño de las territorialidades en el Pacífico, ya que el control efectivo
En los procesos de formación de los consejos comunita rios, h>H h,,I 1 , li 111 1H ir los actores armados sobre el territorio impide a las comunidades lo-

tes de La Soledad dejaron en claro que ellos debían hacer pa rle' di•I 1 1111 1, 111111·r uso de sus derechos territoriales garantizados por la Ley 70. En lugar
Comunitario Río Napi, y no del consejo del río G uajuf. Esta pt' lÍ<'IIHI 111 1 1 1111 1111'1 ,llccimiento de las territorialidades locales, como lo buscan los rnovi-
cialmente rechazada por los líderes de la organización ribc rc nn /\tu i,, 1 ,1, 11ti 111 lll'gros, se inducen procesos completamente opuestos de desterritoria-
para el D~sar~ollo,~el Río Guajuí (Asodergua), quienes a rg unwi,t,d,11 11 1 1, 11111, 1l's u ltado del terror que propagan los paramilitares, las guerrillas y el
por su ub1cac1ón f1s1ca, La Soledad debía pertenecer a su con1wj11111111 111 1 11, 1111lo mbia no en la región. Estos procesos apenas se empiezan a documen-
86
rio Sin embargo, Asodergua finalmente tuvo qu e aceptar la ¡wti1 h 111 di
, , 1l '•"1lr, 1po y Rojas, 2004; Rosero, 2002; Wouters, 2001). Sin embargo, la pro-
habitantes de La Soledad, y hoy en día la població n hace prr rtt' dt •I 1 1111 1, • • t, 11 11ll' g,•ow~fíns de terror (Oslender, 2004) por parte de los actores armados
Comunitario Río Napi. Es claro, entonces, que las pcrccpcionl's y ,·,,11,11 11 ·, 11 1111 1lit·o tl(•bcn dar pie a una necesaria dirección de investigación y acción.
socioculturales locales han sido más impo rta ntes <' 11 lns cstr 11 ct 11 ro1•i i •ri¡ 11111 1 111•1 a rnbito polflico local, a lg unos reprcscntontes de la comunidad h an
de organización de estos dos consejos comunitarios qut' J.i s impl,• ,i1 11i 111 1 11 d,1il1, 1.i í,111,1 d l' npoyo e incluso una abit• rtn hos ti lidad hacia los con sejos
cartográfica. En efecto, en s u irnag in,wi(1111•spo1c io1liz.1do, los lt,ihit 111 11 ,11 d 111111il1111·irn1 p11r p,1rt1' d1• lm, ukn ld t's, lw, fi¡•111rilH polltit\lS m~s poderosas de
Soledad han creado s us propios g,·11g/'/l/111r, /11111siu,11;1111 11, nio1n i'HJll ,1•f 111 ,1111111 11 ¡ li111"·, l 'u nm lo l'Xplk,1 ,•1 l'l'prt•s1•11tn11l1• lq1, d d1•l ( '011svju Com unita rio

11 q lj \li11j11:

,, i\111u l1•1111111, •,1 111111 1111111111 i11f1111d,• l•.i• 1 ,¡11, •111111h1111111111, ,11,•l11111,11,1j11t111111 •l11l ,¡111
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LJl11d1 Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
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Los políticos no han querido que la Ley 70 se expandiera. Ellos sienten que l,1 1li 1 111 mque los alcaldes son negros, como señala el representante de Guapi
a ellos como que les estorba. No los va a seguir dejando manejar a la ge111 1 i¡11, l,1 categoría de raza no funciona necesariamente como una fuerza uni-
ellos quieren. Y eso es el problema con los políticos. Inclusive lo vemos alimlt• 111111'11 en la lucha de las comunidades negras por alcan zar reconocimiento
el alcalde. No quiere conocer que el consejo comunitario es la máxima auto11 111 11 ,11y derechos territoriales. Para explicar la relación entre nuevas y vie-
gente de su territorio. No quiere entender eso. Mire, yo como representant!' 1 1d1•11lidades políticas, sus entrecruzamientos y las diferencias espaciales en
consejo, para el alcalde antes de que él se sentara, era uno de los mejort", ~, , ¡i1•ricncias de organización dentro de las comunidad es negras, es necesa-
Y yo pensé que montando este alcalde iba a tener un consejo comunitario dr 1 ' 11111 inar de una manera más minuciosa asuntos de clase y de género y
beneficencia. Cuando es al contrario. Y a todos los consejos nos tiene así. 1 11 •, 1111¡1lcjas relaciones de poder en la región. Los consejos com~itarios son
70 es una ley para negros. Y siendo los alcaldes negros, Lpor qué no tienen 01K1tl 11 11 111 políticos profundamente imbricados con estructuras políticas tradi-

Ley 70? A mí me duele mucho eso. Yo quisiera tener un espacio, un medio e 1111 11 d1"1 locales, y a veces las retan, pero a veces cooperan con ellas o las re-
blicarle eso para el mundo, pues, para el mundo se dar cuenta por qué. Pniq11 . l11, 1•11. De hecho, los mismos consejos comunitarios surgen como espacios
[los alcaldes] algún día tuvieran [que] decir a las comunidades por qué ello~ rn l! 1, 111 l1tl1•s de cooptación de los partidos político~ tradicionales, ya que están
Ley 70, por qué no quieren entender que en la realidad la Ley 70 es del 111 K' li.1dw; de muchas maneras por los intereses de los actores económicos y
trevista realizada en Guapi, 5 de febrero de 1999)"ª 11111 1111 dl' la región. Para ejemplificar este d ebate, discutiré el caso del Con-
• 1 11111unitario Unicosta, en el departamento d e Nariño, y mostraré cómo,
1 11• 1tlHO, los p rocesos de representación comunitaria han sido m ediados
Aunque no todos los representantes legales han tenido la mi1-u1111
periencia negativa con sus respectivos alcaldes, es innegable que no w 1 , 11111 11111•reses d el capital, de un lado, y por las instituciones gubernamen-
necesariamente de una relación armónica. Es fácil entender que alg11110 1 1l1•I olro. Luego, pasaré a discutir más detalladamente las distintas es-

caldes crean que la Ley 70 y la constitución de territorios colectivos, mlml 11, ¡;11111 t1dop tadas por el Incora para influir, moldear y mediar los procesos

trados por los consejos comunitarios, ponen límite a su influencia polllh 11 1111 .11ivos d e las comunidades negras. Como señaló uno de los líderes d el
su poder en estas áreas. Los partidos políticos tradicionales y el cli(•11ll•II · 11 11 11•1110 d e Nariño al reflexionar sobre la necesidad d e tener estrategias
están arraigados de manera tan profunda en las estructuras políticas y 1111 1 111 11 ·1111• articuladas: "Si nosotros no tenemos unos criterios claros de rela-
les de la costa pacífica que el su rgim iento de los consejos comunita,fo,,, 11 " 11111 In:,; instituciones del Gobierno podemos caer en sus redes clientelis-
nuevos actores políticos está destinado a p erturbar los intereses d(• 1dp,111 11111·tt•8, 1999:138).
alcaldes y de otros políticos locales, muchos d e los cuales tem e n q111• ,11 1
fluencia política se evapore en el calor húmedo d e los ríos del Pacífin 111'1, l '1 ,r

acuerdo con las estructuras clientelistas de los partidos políticos tradicionnl1.,,. 1,, ,,¡, ,
directa popular de los alcaldes hace parte de una serie de normas dt• d<•sn•nlrnll, 11, 11,11
lítica que prepararon el camino para los cambios más am plios post,•l'inrm,·111,· l111i .,,l1i, 1
por la Constitución de 1991. Desde enlonCt'S, S<' hn viHto 1111n 1,•11d1·111 lu 111 l,111,r11111h 111
candidatos independientes para las cit'<'l'io1ws. Sl11 1•111h11rgo, ro11 ln·n11•111'111 ,..,1.,,,, 11111 lhl , ,¡¡,,,, ¡11 drt l, 1111 1•11rn¡,,•011 y 11 111111 ,·omq wi6n olig~ rq11 il'u d1• l,1 polftica, caracterizada por un
reproducen las estructu ras dil'nlt•lisl,1s, ,11 n•, 11111¡,,•11s111· ''"" l11 v111·,·11 ,1••w• vol11111,.., t 1 "' 111,.,,111 ,¡111·, 11111dd1•1·111>,11•1,l,1,wllvid,1d romo l'i 111•x11rl11 d,· /11•, ,•/i/t',,. /\ unc¡ue el siglo XXvio
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

t111ldo hasta ese momento los palmitos de naidí. El director financió talleres
Mediación de la representación
il111 1ll'mas relacionados con la Ley 70 en ocho comunidades, diseñó folletos
comunitaria 1: el capital
,,f11 11'ió apoyo operativo-y logístico para la organización de reuniones. Tam-
El Consejo Comunitario Unicosta se encuentra en el municipio d 11 1t ¡1roporcionó todos los medios necesarios para que las comunidades loca-
cuandé, ubicado en la parte noroccidental del departamento de Narif\o, 1111 'Sl'n taran al Incora la solicitud de titulación colectiva. Por consiguiente,
una población de 1.561 habitantes90• En la Resolución 158 del 9 de febri•ro ,111 prende que en 1999, tanto el presidente como el coordinador del Con-
1998, el Incora adjudicó un área de 16.063 hectáreas en calidad de tierras l:0 '"< wnunitario Unicosta, fueran contratistas de la compañía, a la cual se le
tivas a este consejo comunitario (IGAC, 1999: 99). Unicosta fue el prinw, 1 111111 un contrato exclusivo de explotación de la palma de naidí.
sejo comunitario al que se le otorgaron tierras colectivas en el depart,1111 t 'on el fin de legitimar su intervención en los procesos de organización,
de Nariño. Ello se debió principalmente a que había sido activamenh• h 111 1.ir a peló constantemente al argumento de la sostenibilidad del proceso
·movido y financiado por una compañía -Alimentos Enlatados del 1'.al 1 , l1t1l'ción de los palmitos. Como lo señaló el administrador de la planta de
(Alenpac)- que durante más de diecisiete años había explotado la palm ·• 1"1111niento en Guapi, Alenpac optó por una estrategia de manejo sostenible
naidí en la zona. De esta palma se cortan los estípites91 que se consider,111 l 1•, •11•lvas que garantizara la reproducción natural del naidí. La compañía
duros (cada palma tiene hasta veinte estípites) y se extrae el corazón, PI p,tl 111 11 In esh·ategia alternativa de reforestar y sembrar plantaciones de naidí
to, de casi un metro de longitud. Los cortadores llevan los palmitos en gr 1111 111111•111ando que de esta manera se podrían provocar pestes92. También es evi-
cantidades a uno de los centros de almacenamiento que la compafüa h,1 11h lflll' sería más costoso para Alenpac implementar esta última estrategia.
blecido en el área. Desde allí, los palmitos son transportados a una pl,1111 " 11111111wnto es un claro reflejo de los discursos de sostenibilidad que han pe-
procesamiento en Guapi, en el vecino departamento del Cauca, dond1• " 11 11111 l,1 región de la costa pacífica (Escobar y Pedrosa, 1996). A primera vista,
lan y se cocinan al vapor, antes de picarlos y empacarlos en envases d1• 111 l 1111111•rto de Alenpac se muestra como una iniciativa prometedora para el de-
de vidrio. El producto final, conocido por los habitantes de la zona c-011111 ' 11 11h1Inca I sostenible. Aunque puede parecer irracional talar toda una palma
miche, es embarcado luego en grandes cantidades hacia Buenavenl11111 V 11 11°, ll'dl'r un solo palmito, Alenpac argumenta que con una buena adminis-

allí a Francia, único comprador de Alenpac en los años noventa. 11111 1111lc1mente se cortan los estípites maduros de la palma, que típicamente
Antes de la Ley 70, Alenpac necesitaba un permiso para la cx pl111,11 · • 1•11 ¡;rllpos de hasta veinte estípites, que se reproducen naturalmente. De
de los palmitos, que era expedido por la Corporación Autónoma Rq~l111111I 11111d11, se puede utilizar la misma palma hasta por quince años con una co-
Desarrollo (Corponariño). Sin embargo, con la nueva legislación, cstw1 ¡,1 1 11,11111111tnnte. Además, en contraste con otras actividades extractivas, como la
dimientos han cambiado. Ahora Corponariño otorga un permiso d1• 1•, 1111 I ¡, 11 • o11'11oles maderables y la minería del oro, los palmitos son procesados en
ción al consejo comunitario y este contrata luego con la compañía. C orno 111 •11111, 111 lflll' genera hasta cincuenta empleos en Guapi. Hasta ahí la teoría.
de estos cambios, el director de Alenpac animó y apoyó la form,wirn I d1 1 11 1, 1 pnklic<1, se d a un panorama algo diferente. Aunque no hay evi-
consejo comunitario que abarcara las tierras de las que su cmp1H111 h 11 11, lit, l1•11tfficn tic• que los estípites de la palma de naidí no vuelvan a crecer
1111, 1•1 d1• h,,hl' r s itio cc11-t-ados, el problt'ma pnre,c más bien radicar en la
90 Los datos sobre la población son to mad os dPI n•nsn lll'V1Hln ,1 rnho pnr 111'1111li•11111", 11111 l111lli1•1ll'o11·io11 d1• todn 1•1 prnn'so Lil' 1•xplot,ll'ion. 1.os ro rladores de naidí no
dades, tal y como pr1•scrilw l'i D1•rr,•10 ¡7115, ,·.1prt11io IV, 111·1k11lo 20 (11). l II vJ,.1 1,, 11 ·, 1111 11, 11qil1•o1d11s por l,1 1·rn11p,111ín, si no qui • n•1·il>1•11 1111 pt1¡>,o s1•gí111 d número
ln,orn (rPqu('rid(l por Pi l)<'rf'<'lo 17/4!>, 1•11¡1 IV, 111L '>'>), l11•v11d11o1,•11!1111•11111• ,,¡ 111\' 11
nbl'il d,• 1997, orrnj6 1·om11, 1•11110 oíl, 1,,1111111¡,nlll,1111111 d1• 1 111J l"'H""""' 1\11 J'll~llil11,¡111 I' rl1111 ll >1, q11v lit •vt ·11 .i 111•111•11l ro11 d1·.11111,1< 1•11o111 d1•11l11 1-'11 l,•l>n •ni d\' 1999, la
dll1•,.•11, l1111 1w d,•111111, 1•11!'•""'•o1 111•1111111~ 11lv1•l1••• d1• 111111•111,l,1111•N¡11111111y 11dg111111111 ,~
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

empresa pagó 130 pesos colombianos por cada palmito que el cortador 1'1%b: 355-356)94 • Mientras que los frutos son muy apreciados y buscados
gara, alrededor de nueve centavos de dólar. Para el cortador, solanwnl 1 1, "' pobladores, el palmiche, el corazón procesado de la palma, no lo es.
cosecha de mínimo 100 palmitos valía la pena. Esto significa que no sol111 ,r1tr1 del sistema de clasificación tradicional, la palma de naidí es conside-
te se cortaban los estípites maduros, sino también los más jóvenes. 1{1•11! l 11111,1 planta silvestre, o del monte, y no se cultiva. Está, por tanto, sujeta
(1996b: 366-367) ha sostenido que cortar los estípites maduros es un Ir • 1l1 drucción, y no se suele hacer ningún intento por conservarla. Dada su
11

considerablemente más arduo y que, para hacer la tarea más fácil y an•I 1111 L111cia, esto no se consideraba problemático hasta hace poco. Sin embar-
proceso, los cortadores frecuentemente prefieren talar los más jóvt'lll'II l 1¡1n•sión cada vez mayor que se ejerce sobre la palma como resultado de
más, la planta procesadora en Guapi no solamente recibe palmitos 1•11tr •· 11,·rnda explotación ha cambiado esta relación y ocasionado su escasez.
de los sitios de Nariño, en los cuales tiene un permiso de explotación 1 ,1111 Indicador de ello, el precio de sus frutos ha aumentado notablemente
do por Corponariño, sino también de las áreas aledañas. Durante u1111 d 1, 1 1111 •rcados locales, un hecho que los lugareños deploran constantemen-
visitas a la planta de procesamiento, vi una canoa cargada hasta el b111il 11 ,11 gu mento de la supuesta sostenibilidad de la explotación del naidí,
palmitos de naidí de Penitente, un asentamiento ubicado sobre el rÍ\) < ,1111 "" 11,1 sido planteado por la em presa Alenpac, ha recibido un golpe fuerte.
la ribera opuesta de la planta de procesamiento. Aunque durante la l'llll 1d 110s detenemos en el argumento de que la empresa crea empleo, es ne-
el administrador de la compañía me había asegurado que Alenpac ,u, 1 11 li 1.i 11otar que el trabajo en la planta de procesamiento de Guapi es esta-
ninguna entrega de palmitos provenientes de áreas distintas a las dl'i,1141 ' il II n•gular y sin ninguna garantía laboral. En otras palabras, hay trabajo
para las que tenían permiso de explotación, los trabajadores fueron i11111 >1 1111 llt •ga suficiente palmito para su procesamiento. Si no llega, no hay tra-
tamente a procesar la reciente entrega93• ' 1 \ d1•más, todo el proceso depende de rrtercados externos. En marzo de
Estos factores han contribuido a una considerable sobreexplol,11 I 1 l,1 pl,111ta de procesamiento fue cerrada durante cuatro meses debido a
escasez del naidí en toda el área. Aunque no hay datos estadísticos q1111 111• 1111icos clientes de la compañía en Francia habían empezado a impor-
yen este argumento, es tal vez más visible en la queja de los pobladon · 1 1t l1 1 11,11mi tos más baratos de la palma de chontaduro de Ecuador. Esta si-
sobre la escasez del jugo de naidí. Tradicionalmente, el uso que los ¡h1lil,11I " 111 1111 solamente afectó a los trabajadores de la planta en Guapi, quienes
dan a la palma de naidí consiste en recoger sus frutos y convertirlos 1•11111 p11 , L1ron s in trabajo (y sin ingresos), sino también a los cortadores, pues
dulces. Además, la población negra asigna un importante signifü'éH h, , 1111 1 111 1111 dvjó de comprarles los palmitos. Las opiniones de los pobladores so-
a la fruta del naidí. Se considera como un alimento frío, bueno par,, li1 1 11 . l I l111 •1·lor de la compafiía han pasado rápidamente de verlo como el caba-
Por tanto, su consumo no está aconsejado para las mujeres dura1111• l,1 111 l, ll11sotñ que ofreda trabajo, al tipo que no cumplió su palabra y abandonó
truación, ya que en ese momento ellas requieren alimentos cnli1'11 /1••• (l{t l1 ,il111j,1dorcs.
1 11 t"ilt• caso, es evidente la manera como los intereses específicos del
111 ti 1'' ll' n•lt'ncr el con trol de un territorio para su explotación han sido le-
l1111il11•, por disrnrsos de sostenibilidad y canalizados en procesos de me-
93 Se han observado prácticas similares en la explotación d0 la corll'7.U dl' 11111111',1,, I""" •
taninos utilizados en el procesamiento del cu0ro. Para pl'lar su rnrl<'Zil, i'i 1111111¡\h lio' 11111 1 1•oo¡ilnci(m dt' organizacion('S locn lc's. La formación del Consejo
ser talado. Las compañías Liscano ITermano8 <' 1lijns l.td,1. 11<' Cnll v l11d1u1t1'111 dt•l\l,11111 111111111,11111 lJnicos lu i;iguin nwnos los p.1 lro1ws t•s¡i.1ci,1IL's de la cuenca del
de Bogotá explotaron la corlL'7.a dt•I mangl,11· p11tn• lm1 dfrudus d1• l<1M 11111111•111,1 \' 11 1 1 1
primero en tierras ndjudlrnd,ls l'l1 rnlld,1d d1· 1·111111"11(111 ¡1111· 1•1Ml11l•1t,,1 111 d1• /\¡•,1lt 1111 11111111"11 1111·111 1·,1 11r¡11i1 11iz,1tiv,1 y 111t11-1 l.11-, d1•111,11ul.1r. 1·1,pvdíicns d l'I capita l
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Uh1th Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
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de que la explotación del naidí sigue la típica lógica de extracción iml 1, 1, se impartió apoyo y orientación a las com unidades que viven en las tie-
por el capital externo en el Pacífico, sujeto a los mismos ciclos básicos d d1• una segunda área extensa de extracción de naidí, en la parte media del
y caída de sus predecesores: el caucho, la tagua y el tanino. Todas estas di: l',111.1. Allí también Alenpac proporcionó todo el apoyo logístico y financie-
mías .extractivas han tenido una historia de experiencias negativas, pu 11,·11 •sario; como resultado, El Progreso se convirtió en el segundo consejo
extremadamente inestables, fluctuantes, limitadas en el tiempo y el t'N ,111111ilario del departamento de Na.riño que recibió titulación colectiva (Re-
y dependientes de mercados y demandas externas. También presenl,11\ ' "' 11111 de Incora 1178, 12 de mayo de 1998).
nómeno de la fuga de ganancias, en el que compañías externas a la n•MI 1 ,1 cita anterior revela el interés funcional del Incora en estos asuntos.
apropian del valor del excedente. 11111 institución gubernamental debe cumplir con los requerimientos legales
Las implicaciones para los procesos de organización locales son l'VI 1, 1 ,•y 70 (en particular, con el capítulo III) y el Decreto 1745 de establecer
tes. Si se forma un consejo comunitario alrededor de la lógica extracllvA . , 11N'jos comunitarios y adjudicar titulaciones colectivas 95. No hay necesa-
explotación del naidí y esta industria fracasa (como en el caso de Alt n t•ll'llh' una preocupación real por la representación comunitaria en la insti-
toda la lógica espacial configurada en las tierras donde crece la palm,1 11 11111 llrccuentemente, las dinámicas locales de organización son ignoradas,
barata. Se podría incluso decir que el Consejo Comunitario Unicost,1 1 "' ¡111•ciertos individuos del Incora puedan sentir y mostrar compromiso por
su razón de ser, pues la ruptura con la lógica del río, para favorecer d1·11111 1,,, 111•sos organizativos en los ríos. De hecho, a veces es posible observar una
del capital externo, ha iniciado una segregación espacial de la cuenr,1 d 1 11111d nl ndescendiente del Incora hacia los procesos locales de organización,
Bien es posible que con la caída de la economía extractiva del naidí ta111hl 1 , , 11110 se expresa en la siguiente cita tomada de un informe sobre una visita
debiliten las estructuras organizativas locales, pues se les ha quitado "" 111t ,1,d Consejo Comunitario Río San Francisco:
y su lógica de funcionamiento. En otras palabras, la búsqueda de un 111111
pacio, tal y como lo pretende el movimiento social de comunidades 111 w11 Con el compromiso que el proceso de titulación colectiva implica para las comuni-
sido cooptada por el capital, que en su búsqueda de ganancias reprrnhu dades negras, los funcionarios del lncora, del área zonal de Guapi, visitaron todas las
representaciones dominantes del espacio en el Pacífico como una n•gu,11 poblaciones asentadas en las riberas del río San Francisco para conocer de cerca la
veedora de recursos naturales. Ignora de hecho la visión integral dt • 111 realidad socioeconómica, histórica y cultural de /os pueblos [a los] que se les preten-
pacífica como un territorio-región y la lógica del río a favor de unc1 lo~h de elevar el nivel de vida organizándolos en un consejo comunitario administrado por
tractiva capitalista que persigue ganancias a corto plazo. una junta central quien tendrá como función coordinar y conservar los recursos natu-
rales y control étnico-territorial de las tierras que han poseído y salvaguardado desde

Mediación de la representación el siglo xv111. (lncora, 1998c: 1; énfasis agregado)

comunitaria 11: el Estado


111•1rnmunidades neg ras aparecen en esta cita como receptoras pasivas
El ejemplo del Con sejo Comunitario Unicosta no es un cuso ,1i1il.11 lt,
11 111 ¡•,,111iz,1ci(m , po r obra y gracia d e l Es tado. Al parecer, no se trata tanto
una tendencia acogida también por ins tituciones gubcrnanwnl,111•/;. 1 "1111
111h lill' 1111 pron•so propio dt• r onci<'nl ización y n-1ovilización, sino más bien
regional del Incora en Gua pi ha elogiado In ('Xpcri(•nc in tk Unicm,l.i, 1111
palabras: "El Consejo Comunitorio Uníros lo 1•s 1•1 pri1111•ro 1•11 s11 l',t't11•111
municipio dt> lscu.1nd(•, 1-.1:,,011 por l., 111,d d1•li1• n111 v1•rl11•w 1•11111111lt•l11 ¡i..r
prt',xillH)li l'llllM'jOHl)lll' '•I' 1'1111' 111\1\'dl) 1{11 : 111, ¡1111 l.1 111,tl Hl'1
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacifico colombiano

de la necesidad del Incora de titular tierras como sea y así cumplir con su• l 111 Cuajuí, antiguo miembro del comité de vigilancia de la CAP (1972-1976) y
querimientos legales. Yace aquí uno de los grandes problemas de la titu l11l l 1111IILor hasta 1983, cuando la CAP fracasó y dejó de existir:
colectiva en el Pacífico: ¿cómo sensibilizar a la gente hacia una figura poll
ca como el consejo comunitario, cuya lógica occidental es básicamenl(' ,1j La cooperativa se fundó en el 64, 65, más o menos. [...] Era un programa del lncora.
al entendimiento h·adicional de hacer política en los ríos del Pacífico? 1 1 Entonces la finalidad que tenia era encargar para el mercadeo de los productos, espe-
procesos requieren tiempo y paciencia. Y no había ni lo uno ni lo otro. Nl cialmente del coco, y para los programas de los insumos agrícolas. Eso era el objetivo
sorprendente, entonces, que una evaluación de los procesos organizativo de la cooperativa. [... ] Pero el socio no tenía la suficiente ilustración [de] qué era una
el municipio de Guapi en el año 2000 (publicado por el Instituto de 111v cooperativa. Entonces, lqué pasó? No aprendió a manejar. Fuimos pocos [los] que lo-
gaciones Ambientales del Pacífico [IIAP]) resaltara la falta de conciencia ll
gramos entender lo que era en si la cooperativa. [... ) Entonces, el manejo directo esta-
gente sobre la existencia de los consejos comunitarios y sus funciones (VII ba entre el lncora y los empleados de la cooperativa. El socio, por su desconocimiento,
2000: 26-28). Además, en un informe elaborado por la seccional del lli\l pues no. [...] Ellos [el lncora] le daban su crédito. "Esto es para que usted sea socio".
Guapi, que evaluó el diseño de un Plan de Manejo Ambiental para el Con Ni siquiera le explicaban. [...] Entonces la gente entraba en la cooperativa sin saber lo
Comunitario Río Napi, se recomendó intensificar las campañas de con, 11'1 que era una cooperativa. Después a veces dictaron algunos talleres. Algunos asimila-
zación entre los pobladores sobre el concepto mismo de consejo comu11lt11 ban algo, otros no asimilaban nada. Así se acababa la cooperativa. Porque el socio en
sus funciones y el papel que desempeñan las personas en él, ya que S(' 1•!111
si no sabia, es decir, los socios decían, "no, la cooperativa es del lncora". (Entrevista
que el 90% no estaban siquiera enteradas de su existencia (IIAP, 2000). 1,11f 1
realizada en Guapi, 27 de abril de 1999)
de concientización (como he discutido en el capítulo 4) es uno de los i111p
mentas principales para una movilización generalizada de las comu 111d,t
negras de la costa pacífica y para lograr una apropiación realmente colt·, 11 l ,a CAP, como estrategia del Estado para organizar a los campesinos
de sus territorios. lit 1•,1 u:- de la costa pacífica, n unca logró crear colectividades ni una exten-

No obstante, esta no es la primera vez q ue una forma d e orgo11lt.11 I 111 l,1 pMticipación entre los campesinos. No se introdujeron programas de

auspiciada por el Estado no h a sido asimilada de manera exitosa pOI' 11111,


1111, l1•n lización para explicar la funció n de la organización misma, o los

munidades. En este punto, vale la pena reflexionar brevemente sobn· l.i ,. 1 111il1it•rnas que pueden ocurrir cuando se adopta el monocultivo del coco

rienda anterior de una cooperativa creada y controlada por el Cobit•11111 11 lit rl'gi ón. Como otras iniciativas adelantadas con el propósito de desa-

cuyo fracaso los consejos comunitarios actuales pueden aprender 11·11 11111 ,,1/111 In región del Pacífico (Escobar y Pedrosa, 1996), la CAP fue una in-
importantes. ' 111•11\'ió n esta tal condescendiente y burocratiz ada que se implementó sin
11 tl 11•1 t'l'l'ado una conciencia suficientemente amplia entre los pobladores a
La Cooperativa Agrícola del Pacífico (CAP) fue un progra111.1 1•••111
¡11l i<111•H iba a beneficiar. El fracaso supuso un golpe d evastador para mu-
creado por el Incora a mediados d e los años sesenta, fund ame nta lnw11l 11 I'
1111•1 1•i1111¡wsinos de la zona que habían abandonado múltiples prácticas
promover la comercialización del coco, que se cultivaba a g ra n rscn lt11 ·11 1,,
11111111iir:1s para reemp lazarlas por un monocultivo de coco. Cu ando no
gión. Sin embargo, el término cooperativa puede ser engañoso, y¡1q1w l 1w 111
, , 1111111l r.iron cam1ks li l' l'Oml'l'cia lizació n n i m ercado para los cocos, es-
estrategia implementada y regulada por t'I lislntlo y no una inici.i ll v.i ti, 1
111 li11•1·,tl111v nlv Hl' p11dri,·rn11 por sobn'nbu ndanr in e n los terrenos del Pa-
campesinos (Grueso y Escoba r~ 1996). LJ110 d,• lrn-1 p rohh•1n.is d1• l.r rrn1111•1,111
illi ,1 \ ,·111111do, fi 11i1li111•11\I•, 1111,1 ¡w11h· d(' l'lll'll rrón - conocidn como r111illo
fu(~ qll(' los rn m¡wsi nos 11111H·11 l.i ,l'H 11nl, •n111 r1•,tl1111•111(• 1·1111111 H11 ¡in,pl 11 111
1/11 111,11 •11 1.11; 1111111 1111, il 1• 111111, ¡i,11•,1 11111rllrni 1,1111¡wt1 i11111, 1•1ill1 1,l11ni fic(i l.1
11i:,,ll'in11 . Mtl('ltw, d1 • 1•11111, ,ti •111pd1•1i1 111•¡•,1111111" 1•11i1•11d1'1' 'I'"' v ¡,,11',1 q111 ,
11111111 11111 1i111•11 \I •,
111 pi1Lil11i1•, d,• l{ii ,11 d11 < .i•,11 11, 11•¡111°,1•111,11111• 11 •¡•1,d 1h•I < 1111•11•¡11 < 11111111111
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Las coincidencias con los consejos comunitarios actuales son alarm11n mal conformado, que no ha tenido resultados. Mas, sin embargo, a pesar de eso, noso-
tes en muchos sentidos. Hay un peligro real de que se conviertan en esp,I1 h tros nos hemos metido a hacer un trabajo por allá, y estamos tratando de cambiar las
burocratizados, más obligados con los requerimientos legales de manti•11 cosas. Para que la gente entienda lo que es un consejo comunitario, y para qué es. Pero
elecciones regulares que con los esfuerzos reales por generar conciencia 1•111 así funciona el lncora. (Entrevista realizada en Tumaco, 16 de enero de 1999)
l os pobladores locales sobre sus derechos. Muchos consejos comunitarioH, I''
ejemplo, se ,han establecido antes de que los habitantes de la zona supiPII\
Y así procedía el Incora en varias ocasiones. En 1997, la entonces directo-
realmente qué signilicaban. Se han organizado algunos talleres, pero la ~•"
, 111111·ional era una mujer de Guapi. La funcionaria envió a un guapireño, que
mayoría de habitantes ribereños aún no ha entendido el concepto del crn11111I 1111tl 1i(•n residía en Bogotá, a la costa caucana para crear allí consejos comuni-
con:rnnitario96 . A pesar de esto, el Incora presionaba para que se establccic•rtt
II1 1! 11,. Sin embargo, cuando esta persona llegó a Guapi, pronto se dio cuenta
rápidamente en la r egión. Su política d e enviar contratistas desde Bogol,1 I'" 11 11111 • los habitantes de la zona ya se habían organizado en un consejo comu-
tal fin abrió escenarios de corrupción política y favoritismo. Algunos co11lI 1III,11 io y que r echazaban sus intenciones de establecer consejos comunitarios
Listas han canalizado recursos estatales y sus propios intereses político:-; p11
I11o\11 pl'queños. Como lo explica el representante legal del Consejo Comunita-
influir en los procesos organizativos locales (Agudelo, 2005). El reprcs1•11l ,11
II1 I t 11 1t) pi Abajo:
lt' legal de un consejo comunitario en el departamento de Nariño hact' 111 1
g uicntes conexiones entre los intereses políticos personales, el clientcl i1,11111
Cuando este señor vino aquí a conformar el consejo comunitario, nosotros ya había-
la c reación de consejos:
mos conformado este consejo. Él llegó después. Los muchachos de Cococauca, ellos
solicitan la conformación del consejo a Bogotá. Como al mes aparece este señor con
En esa creación de los consejos comunitarios se presentaron algunas dific11ll111 lo una conformación de un consejo comunitario pequeño. Él venía a conformar un con-
/
como estas: el lncora, que venía encargado de repartir el dinero para el trabajo d1 , sejo comunitario entre Temuey y Sansón. Entonces se quedaba volando el resto del
formación de los consejos comunitarios, parte [la] canalizaron a través del p1 0I I , territorio. Entonces nosotros ya habíamos conformado el consejo desde Boca de Napi
otra parte la canalizaron a través de los politiqueros. Con cierta gente que v1vlo1 , 11l hasta Playa de Obregones (véase la figura 5.3.] Entonces la comunidad le dijimos "no,
gotá, a través de la politiquería canalizaron recursos que los entregaron a c•,lt1, 1, 1 nosotros ya tenemos consejo conformado". Entonces el tipo dice que a él le habían
queras, que entonces crearon de pronto algunos cuatro consejos; y son [lo~Jq11I 11 dado una plata en Bogotá, y que tiene que justificar su trabajo. (Entrevista realizada en
conflictos tienen ahora en el problema de titulación colectiva. Un determinado 111•1 , ,, Guapi, 5 de febrero de 1999)
je que vivía en Bogotá, le dijeron: "lUsted porqué no trabaja en el proceso dt• 111 l I y
_iTome estos recursos, váyase a conformar este consejo comunitario!". Entonw, ,..1 1
l ,,1s comunidades del río Napi tuvieron una experi encia similar con la in-
caba otro de su misma línea política, y también decía, "bueno, itómese esto,, 11·1111
" 1, ,•11ri6 n del mismo señor del Incora. En palabras de su representante legal:
váyase a conformar ese consejo comunitario!" Si él decidía cuarenta millo1H", ¡1,11 1 •1
acaso se reflejaron allá en la conformación del consejo. Pero como son polit1q111•1,, ,
gente que están metidos en el proceso, Pntontt", 1lt1,c•11 l,1confo1111,1c1ón cil' 11111111, Nosoti os nos constituimos en consejo comunitario con unos recursos del lncora, los
e11t1it", ¡wdl cl1•I •,t'l~cll dc•I lnco,a que fue el contratista de esos recursos. Él quiso, pues,
1tt1l111 dt• 111g,11111,11 1·11t 11rlo p11t'\ilo 1111 rn11scjo comunitario. Como ya nosotros trafa-
"" i\lg11111i,1 líd1•11 "I dl'I ,ii11vli11h•11l11 11111I,11 .11• 1111111111ld11,I,, I11•I•.i••~ 11·, rn1111 I•11 1•11 wll1•1111 ,¡111 1111I·, 1111,1 ,1i11t\11111 o1 d1• l,1 l I·y /O, y,1 l1t1lifo111Hl', t1•,i•,t1cln r1 I111,1cr111tíc\,1d de reL1niones,
1\ 1, 1,11 1111 111 11 11\1 d1 · 111, 11\1 1111 •11•11 111111 1111 11 In••, 1111•0 111 1 1111110 1H u l,01•41 11 h 1\ li111 111 1111h indu l.,
,111 l11111u1 1•11111 111 11"1111l¡t111 !1111111111111111 l 11I,I11 11111111111 1lol,11I d1• 1d1t·1 1•1 111,1,, '"1'•1111,11 "'' 11lllollllll', j1111", ,11 '1111 11111•1,1 11'11lo1iili•, 1'11 t ,l!ld p111•l,li11 l I1 VI •1t•c\,1, ( 011',1 11111111111 01\',1'
l11tt l11!.-1 t1••1 l11 lt1•111 ,, 1,o l1111, 11111111 il l111l1 1 ,11 111,11 li 1 q 1h 1 111 o 11 111 \ htl 111 tPll!ll h l 1111111 1111111 11111111,11111 ,111111 ¡11, dq111111• 11111• ,11111v,•l d1•I 11!1 llio111111• "li,111•1 1111•,11h111111•,1•¡11
" 1¡• 1111 11l lv,1.l,• 1111qtli,11',11l lo l¡ •111 l1111 ,11., 11 11 , d1 ,1111 111,1111•1 11l11111l1·11l,111t 1111l1l11111
111h 11l111,1ul.1l 11t11l,1 11 11 ('" 111<111 ' 1111 otlll\111111,11I11 í 11111111 l,11I1" (l I1I11 VI l,1 ,, 111,11 1,11111 ,11,1111, ' I ,h 111111 ,1, l 'l'l'I)
Uli1ch Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
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En este caso, la lógica del río y las percepciones locales del esp111111 1, 1 , 11l cabo luego de que los consejos comunitarios afectados amenazaran
tico y sus implicaciones en los procesos de organización motivaro11 1•1 1 11•111.mdar a la entidad. Así, a pesar de que el Incora mostraba un deseo de
zo de la intervención institucionalizada. Sin embargo, en el caso drl 111, M ,l,h•, 1•r rápidamente consejos comunitarios, al mismo tiempo retrasaba con-
parte norte del litoral caucano, las cosas resultaron diferentes. Allí, lrn, ¡111 1 1 dil1•mente la entrega de los títulos de propiedad a las comunidades locales.
de organización local apenas habían empezado, y el representante dd 11 •111 11•flcjo de la naturaleza ambigua del papel del Incora en estos procesos.
nativo del río Micay residente en Bogotá, encontró poca resisten1'1i1 , 11 11111,iba como una unidad homogénea con una política consistente sobre
propuso la creación de cinco consejos comunitarios en un tiempo n111\ 1 1<1, 11 , •sos de organización locales, sino como lo que se puede denominar una
En abril de 1997, los cinco consejos llevaron a cabo sus respectivas r11111111I 111111111 fragmentada. En ella operaban paralelamente algunos individuos que
gt'nerales y eligieron sus juntas. No obstante, en enero de 1999, las 111lto11 , 1l111 n los procesos organizativos de las comunidades negras, otros que los
munidades locales pidieron al Incora en Bogotá que se reformaran lrn, 11111 1 11 ¡11 11·fa n y aun otros a quienes realmente no les importaban.
rnmunitarios, ya que incluso los miembros de las juntas se sentían inl1'1 1111¡1 111 mismo se puede decir de otras instituciones estatales. De hecho, Co-
rn11 s11s rn rgos, sin saber cuáles eran sus tareas y responsabilidades. !1•1111 .1d11.i ,1 parece según estas consideraciones como un Estado fragmentado (Paddi-
p1·1•1 ·h111 mente los consejos comunitarios mal conformados a los qut• si, 11'11 " l'IH:1), constituido por un espectro de instituciones con políticas a veces
rq 11·1•s1•11lante de Nariño (citado arriba), en los cuales se logró muy p1111111 1 ,11..¡fmiles sobre la región del Pacífico98• Podemos distinguir, por ejemplo,
1•,1 111.i n>ncicntización de las comunidades locales antes de su creacirn1 I ", ,gramas de desarrollo muy distintos y hasta contradictorios diseñados
1is los casos muestran las múltiples maneras como las nuevélH II li 1111 11 1 1,, n•gión. Por un lado, el Plan Pacífico, un plan de desarrollo trazado e im-
dv:, políticas a las que aspiran los líderes comunitarios están, con d1•11111 1 ¡ t 1111•11lado por el Departamento Nacional de Planeación (DNP, 1992), con fi-
f1'\'i'll('ncia, entrecruzadas con estructuras políticas clientelistas lii¡ 1111 ti 1111 1,ll'ión del Banco Interamericano de Desarrollo; por otro lado (y de manera
l.is, inlNeses personales y la mediación estatal y del capital, cada 111111 il "'i111dli1nca), el ya mencionado Proyecto Biopacífico (GEF-PNUD, 1993; Proyecto
c11 .i l C'S rcrsigue sus propios intereses y objetivos en estos procesos. ~,"11,1 11, ,¡ 1i11 1fko, 1998). Mientras que el Plan Pacífico tiene el objetivo de desarrollar
l,11Ho, equ ivocado considerar los consejos comunitarios como un t'Hp111 1i l 1 1, 1•,lun de la costa pacífica mediante grandes proyectos de infraestructura,
f't•l'l'ncial logrado (en el sentido de Lefebvre) que se resiste a las rcp1nw11l ,1, 11 ,, 1•1 tn Biopacífico ha desarrollado una estrategia de conservación para la

1ws dominantes del espacio. De hecho, ellos tienen que ser entendid11111111 1,11111, /\mbos son una expresión concreta del Estado fragmentado de Colom-
1•s pncios de lucha en los que convergen múltiples intereses y en do1ull' -.1 l ' 11 1·111•1 sentido de que diseñ.an políticas muy distintas y a veces contradic-
1wn t'n juego las intricadas geografías de dominación/resistcnciu (v1 1,1 , 1 1l,1'11iura la misma región y sus habitantes. De hecho, los grandes proyectos
ti isrns ión en el capítulo 3). 1 11 ti 1·,11·structura del Plan Pacífico chocan en ocasiones fuertemente con la in-
l ,a actitud del Incora, una vez creados los consejos comunitnrirn,, l11111lil 1 111 11111 de conservación de la biodiversidad del Proyecto Biopacífico. Esbozan-
í1w du1'i1mcntc criticada. Líderes del movimiento negro ac usaban c1 Ion 11111, 111 l,1'1 lwws para una política de desarrollo sostenible en la costa pacífica, por
11.ll'ios dt• retrasar de manera deliberada el proceso de titulación di• li1 111 11· )
1•1cnsu dv tres cons1<"jos comunitarios tk l litoral cau1·nno (/\ lto <:un¡ii, !,11 11 l 1,
1,11111 ,t (I0'.1.7112 lwrli'ln•11H). l)id1l1Hr1•~olucioncs fueron firmadas por el director del Incora el
d1,1·11 y N.ipi), tu vo que• pnsnr 1111 .11,0 !'nin• l.i dvri:;i(>n dt•I l11con1d1• i1d¡11ill1 "' ,1,. 1111111 d1· 11)</H. Sl 11 ,.,11h,1q;11, •111l1111wnlc· fueron publicadas en el periódico regional Costa
lit11l.1drn11·s rolt•r li v.11, y s1 1 puhlic,wioll 1•11 1111 p1•ri11din1 lol',11, 1111 p111u1 11, 1,,,,, 111111 ,•1 21) d,· 1111111 d,• 1111111 (l11m,·,1, 11JlJ9: ~-8).
•i, 11 i11 pi1rt1 l,1 vi1lid1wlnll lq;,d d1• 11r1t111, IIJ1il11ri'' ll•il,1 1111 1111,1 illl'irni 11111111111111 1 1,1,1 1,11111 (l'IH 1) 1111111 11,.111 111111p1t•,11l·.•1l11d1111111111°1·1111110 p111•d1° ,•1111¼id1•,-.1rH1' 11nn unidad ho-
1,

11111¡•,1•ii1•,1 ,1111• ol1••q•ll1•i•,11111111 ¡1111111,11 11111tll11·1, 11111111 t\111•1 l>l,•11, dl~ll11l11 1• l11Hlil11dnn1"1 I''"'"""
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

ejemplo, el Departamento Nacional de Planeación señala la" excesiva fragm Los manglares de la costa pacífica de Colombia abarcan un área de
tación de la región" y la necesidad de "adaptaciones institucionales [ya ~1 '11 \ 775 hectáreas y constituyen el 77,5% del área total de manglares de Co-
numerosas instituciones no tienen un rol claro" {DNP, 1998: 14). l,1111hia (Leal, 1998: 400). Sirven como barrera costera de protección contra la

Volviendo al Incora, mi argumento sobre la institución fragmentml¡1 , 111•,ión causada por el oleaje. También proporcionan un área de captación de

más allá de estas relaciones interinstitucionales (o sea, entre instituciorw" d 11llmentos y nutrientes importantes para la alimentación de más de 380 dis-

ferentes), y se enfoca en el plano intrainstitucional (dentro de una misma in 111 11.is especies de peces que entran o viven en las ciénagas de manglar de la
tución). Sostengo que ocurrían fragmentaciones en la lógica interna del lm 1 11'1 1.1 pacífica (Von Prahl et ál., 1990: 85). Las áreas de manglar son, por tanto,

y en sus acciones y políticas concretas, que podían ser bastante ambiguas r 1111 ,·rnsistema complejo y uno de los más productivos del mundo, rico en es-

eluso contradictorias. El Estado mismo debe ser entendido entonces como ¡w1 i1·s de peces, moluscos y conchas marinas, de los cuales dependen las po-
ámbito de múltiples interacciones institucionales en el que constantem1•11t lil,11 iones locales para sus actividades de pesca y recolección. También han

negocian y redefinen las políticas concretas. En consecuencia, también 1•11 , 1,,1Ido fuertes vínculos sociales y comerciales entre las áreas costeras de los

ámbito en el que las organizaciones de las comunidades negras pued¡•11 111111,glares y los tramos medio y alto de los ríos: "Los habitantes de estas áreas
de hecho lo hacen - interferir, articular sus demandas y defender sus 11
11111 11sado este medio generoso para satisfacer sus necesidades de consumo y
sidades. Para sustentar esta afirmación, pasaré a examinar el conflicto dr 1•, 11, 1rnmerciar con quienes río arriba no tienen la dicha de gozar del pescado

áreas de manglar que el Gobierno se negó por mucho tiempo a incluir 1'11 11,•111 o a diario" (Leal, 1998: 399). Las múltiples prácticas productivas a lo largo

titulaciones colectivas de las comunidades negras. Además, sostendr(• qu 11• 1, ,s ríos han favorecido el desarrollo de un importante sistema de intercam-

espacio acuático, como precondición espacial en la formación de los co111111j 1111 , , lt1 productos, como lo recuerda un pescador de San Juan de la Costa: "La

comunitarios a lo largo de las cuencas fluviales, era una herramienta a1111 lfll , l'I 1ll' se dedicaba a la pesca, al cultivo del coco y un poco a la agricultura. [... ]

útil para apoyar los argumentos de las comunidades negras en este conflh 1 ,,, ¡11 scaba pa'escalarlo, pa'ir a venderlo a los ríos [ ... ] por cambio de plátano,
1

111,1,•ito y panela. Se subía a canalete, se vendía de casa en casa. Se gastaban


11 11 ro días, seis días; cuando estaba la venta mala uno se gastaba quince días
La defensa de la lógica del río: 11,1 ¡11 >d cr llegar a su casa" (citado en Leal, 1998: 407-408).
la lucha por los manglares Con el uso cada vez más extendido de lanchas de motor y la concentra-
Es indudable que las aspiraciones de los consejos comunitarios v,111111 ' li 111 1lt•I comercio en sitios como Gua pi, Tumaco y El Charco, estas manifesta-

allá de las meras funciones administrativas de los territorios colectivrn1, 11111 . h 1111 •s están cambiando. Ahora las personas que viven en las áreas de manglar
lo estipula el Decreto 1745. De hecho, estos consejos cuestionan conli111111111 , 1111 vvz viajan río arriba a vender pescado a los campesinos de las secciones
te al Gobierno central por su definición misma de territorio colectivo y ¡11111 1111•111,1y al ta de los ríos. En cambio, se puede observar una nueva lógica comer-
cu estión de cuáles áreas incluir o excluir. Esta confrontación se ha lwl'I 111 111 1,1/ 1",JJ11Cinlizada que ha reestructurado y concentrado las interacciones socia-
evidente en la lucha por las extensas áreas de manglar del s ur ck l,1 1·0111111 l, 11 y come rcia les en puntos nodales de comercio e intercambio de productos,

cífica. Por años, el Gobierno central se negó a inc luirlas en las liLLJl,wl11111• 1 •1111• .isunwn la formn d e.' cc.' nlros de comercio emergentes en los pueblos más
lectivas de tierra por considerarlas bienes de uso público. l'or ¡•nd1•1 1111 1 1 ¡ 1 1,111d,·s. Hsl<1 nu<.•v,1 l(igir.i rnnwrcial espacializada también ha fortalecido

elegibles para s u inclusión en las titu laciones coit'cliv,1s1 s1·gu11 1·s lip1il,111 I 11111•vos i1vto1'l'Hro11w1·d11l,•n, ,·rnno las revended o ras, principalmente mujeres
rcglamc ntacionvs dt' In l .t'Y 70 (1·np1111lo 111, Mlkulo 6d). No ohs t.11111•, l.i ¡11 ,p1,• v1,1j,1111•11 :,11:, 1· 1111 1111111 l."1 ,\11•11'1 d1• m,rng l.ir l'n dondt' t's rcrnn a los rcsca-
r io11 d1• 111ud1.is polil.1cio111•s 1w¡ ,r,1t1 t 'h q1w, d1• lwl'l1t 1, 1•llw vlv1•11 d1•11t111
1 ,!.111••1 d1 • l.1 :.i w1,1 p111o111111q11 ,11 -.11 p1 ·•11·11 y 1·1•v,•11dvrl111•11lo:111wn·t1drn, locnh•s.
1111•11'1d1• 111.1111•,l.11·, 1•11 l.11, 1p11• " lii111 lw, 1111 111111 d,• 11111 ¡d11y,111v 111 111•11111'1,1•, 1 1 1 11 11·v1•11il1•d111.1•1 11•1'11i¡il,1 ,111 1h• 111•, '111, ¡1,11'11· d,•I vl,1j1• q111• 111•1 ¡11 ••11·,11lon•1
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

tramos más altos del río. Se las puede considerar los nexos humanos l'llll'II 1111,mera como las comunidades negras locales han establecido y defendido
áreas de manglar y las otras partes del río, en la medida en que en su11 vi 11111sición política sobre las fronteras de sus consejos comunitarios es tal vez
diarios encarnan estas conexiones socioeconómicas y culturales99• 11111'jor ejemplo de la activa construcción de un contraespacio en la costa cau-
Estas características socioeconómicas y culturales tienen imprn 111n 11111 Sin embargo, como también he explicado en este capítulo, estas fronte-
implicaciones en los procesos de organización política, por cuanto las 1111 ' 111 > siempre han seguido la lógica espacial del río, sino que en ocasiones han
nidades negras han insistido en que las áreas de manglar sean incluidn , li 11nediadas por el Estado y el capital. Es importante señalar estas experien-
sus titulaciones colectivas. La negativa del Gobierno significaba que a 11111 11,, liferenciales y entender sus implicaciones en los procesos organizativos.
consejo comunitario con áreas de manglar se le adjudicaría título cok•rtlv, 1 11livio, por ejemplo, que los miembros del Consejo Comunitario Unicosta

cambio, el Incora ofreció adjudicar temporalmente títulos que excluy1•1,111 , 1p.11 ·ron inicialmente las intervenciones del capital externo, encarnadas en la
áreas de manglar, mientras se seguía negociando. Esta oferta fue n·d111 •11t¡11111ía Alenpac, porque les prometió empleo y ganancias. No obstante, estas
por los consejos comunitarios de la costa caucana, quienes pedían todo ,, 11 111111s de cooptación no deben confundirse con proyectos políticos locales de
La unidad espacial de la cuenca del río como estructura organizativa (•1·11 ll 111l11o11ir111ación. Es difícil para los líderes de los movimientos sociales afron tar
siva en esta confrontación. Siguiendo la noción de la lógica del río, qt11• 1•11t 11•1 imbricaciones. Se enfrentan a una lógica capitalista de intervención que
za la interconexión e interdependencia de sus distintas secciones, las ,l11•11 111 11sada de explotar la región, aunque en el presente más inmediato tam-
manglar forman parte integral del sistema sociocultural de las co1m1111il11 11, 11 provee a los habitantes de la zona de empleos e ingresos, de otra manera
negras y no se pueden considerar de manera separada. En un caso Sl' 111p,1 "' d, ,111zables.
"acuerdo" entre las comunidades locales y el lncora. El Consejo Con11111lt l•'. n el siguiente capítulo discutiré en detalle tal confrontación, que tuve la
Acapa, en la parte costera sur del departamento de Nariño, recibió 111111 111 111 111, de presenciar un día entre campesinos de la zona (aún no organizados) y
!ación colectiva en marzo de 2000 que incluía áreas de mangiar (RivaH, IN 1, 1, 'Iiresentantes del consejo comunitario. Es sumamente importante entender
Sin embargo, esta concesión especial incluía una cláusula de no adlw:,11111 11 11o1t11raleza potencialmente conflictiva de la relación entre las poblaciones lo-
gún la cual el Gobierno podía excluir las áreas de manglar nuevanw1111 1 111 1!101 y los líderes del movimiento social, desde un punto de vista no solamente
futuro. Este acuerdo fue el resultado de negociaciones entre el ConSl'jo < 1111 , , 11i. ·, 1y metodológico, sino también práctico. En algunos casos estas realidades
nitario Acapa y representantes del Gobierno. No se convirtió en un.i 111111 li 111 ,,ido fragmentadas por la intervención, cooptación o coerción del capital y
de aplicación general. De hecho, estos procedimientos fueron rechn;,,11 I, 11 1 t, 11,,11,1do. Por lo tanto, en el siguiente capítulo examinaré más detenidamente

los consejos comunitarios de la costa caucana. Finalmente, en mayo d,• 'IM 1111111 los discursos del Estado que han creado la figura legal del consejo comu-
el Gobierno cedió a la continua presión de las comunidades, y los co11•11•111 .. 11 11 IP, romo las acciones y procedimientos emprendidos por las comunidades
munitarios Río Guajuí, GuapiAbajo y Chanzará, en el departamento d, •I 1 11 1, 1l11rmación de sus respectivos consejos. También utilizaré este material em-
ca, recibieron sus respectivas titulaciones, que incluían las áreas dl· 111,1111•,l 1 1 11 li 11p.ira mostrar que el discurso conservacionista del Estado aplicado a la re-
Es evidente en este conflicto que la locnlídnd -vista como l'Set'l\i11111 11 ' 1,111 , h• l,1 costa pacífica y sus habitantes constituye un ajuste discursivo típico de
co de las interacciones sociales- fue movilizada por las co111u11id,1d1 .. , 111 1 t 1, • 1• 11111 •1-zos del ca pita hsmo tardío por reestructurarse de cara a una crisis eco-
1

para defender su lógica cultural espacializadn y sus aspirnci<H1l'S 11•1111111 i.11 1111,li ,1 (v(•nsl' mi discus ión ('n t'I capítulo 3). Así, el consejo comunitario, como
111 1111" prg,rniz.icionnl, propc11·,·irn1a un campo privilegiado de indagación sobre
l 1 1111i•r.in·irn1,•s v11tn· l,111 n•p11"11'11tm·iunvs dl'I l'Spncio (discursos, política y le-
'" 'i,•1·!,11111 vj(•1x•ll'i,, ln11•r,•H11111<•11plh',11 ,•I 11111111•11, d,•1••¡¡ 111, 111 1l,•11i¡ •11 d1• l lllg1•1••I, ,11111(111 11 1 l,11111111•t.li1t,ll1•s Nnl111• c•l 11111111111) v vi t",¡1111'iu l'l'IWl'Hl'lil,H'io11,1I (l,1s ns pi racio-
l\l'lll\l'1 illl1 l1•111p111,,I (dl,11 111id11 1•111•11 ,,¡,1111111 1) 111111111'\ 11d, •d111,1•1 d1•I "'" d1• l111 """' I' 1111
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CAPÍTULO 8
LA FORMACIÓN DE LOS CONSEJOS COMUNITARIOS
Pensar y soñar sabre el Consejo Comunitario deseado implica realizar diferentes
abstracciones que permitan pasar del escenario actual a un escenario futuro.

Plan Pacifico (2000, numeral 6. l .)

_a ambigüedad de los consejos comunitarios


El consejo comunitario es una figura organizacional ambigua. De una
:-arte, brinda a las comunidades negras nuevas oportunidades de expresión po-
::ca autónoma dentro de una legislación que por primera vez reconoce sus de-
-:e-.:hos colectivos a la tierra. Con esto constituye un reconocimiento oficial por
-cie del Estado del espacio representacional que se basa en la propiedad co-
-ñva de la tierra como práctica tradicional entre estas comunidades. Aplican-
1.as ideas de Lefebvre sobre una dial'éctica espacial (véase capítulo 3), podría
drse que el consejo comunitario, máxima autoridad territorial y administra-
z de las tierras adjudicadas, constituye el eje central en la construcción de un
:-acio diferencial entre las comunidades negras. El hecho de que algunos con-
: comunitarios hayan sido cooptados por el capital o por el Estado (como
en el capítulo anterior) no es tanto una falla de la figura organizativa
tal, sino una expresión de los enredos y las luchas diferenciales que ro-
- la constitución de cada consejo en sus circunstancias locales particulares.
Sin embargo, hay una ambigüedad en los discursos que han creado la
--a legal del consejo comunitario. Estos han introducido una lógica admi-
_:iva que no corresponde a las formas de organización locales, sino que
- nta sobre todo la necesidad del Estado de tener un socio de comunicación


241
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

en la región. Esta lógica administrativa externa se expresa en las dct,1ll11 lista ley se aprobó el 27 de agosto de 1993 y se conoce como Ley 70. Es
directrices planteadas en el Decreto 1745 sobre cómo un consejo comunll 1 ll"ll il tado de intensas negociaciones sostenidas entre funcionarios del Go-
debe conformarse mediante una asamblea general que elegirá una junti, Y 1, 11111, académicos y representantes afrocolombianos en la Comisión Especial
representante legal; una serie de comités técnicos que el consejo comu11II 1 11,1 l,,s Comunidades Negras creada mediante el Decreto 1332 del 11 de agos-
debe crear; y la función conservacionista, estrictamente prescrita, q1ll' 11 11 11• 1992 (Wade, 1995). En su artículo 2, la Ley 70 delimita el área de la cuenca
seguir el consejo comunitario para preservar el entorno natural. La f 1111 1 11'.tdfico (numeral 1), nombra los ríos incluidos en dicha zona (numeral 2),
conservacionista impuesta representa para mí una expresión del ajusll' di 1, 11111· las zonas rurales ribereñas como "los terrenos aledaños a las riberas de los
sivo en los procesos de reestructuración capitalista como respuesta a 111 1 ", 1 , , 1 que están por fuera de los perímetros urbanos definidos por los conce-

ecológica y el grave deterioro de la naturaleza como condición de prod111 11 1111)icipales (numeral 3), y especifica que las tierras baldías son "los terrenos
(véase el capítulo 3). En este capítulo mostraré que el Estado colombi1111 1111i11 llls dentro de los límites del territorio nacional que pertenecen al Estado
creado la figura del consejo comunitario como parte de una estrateg iu 1111 1111• n 1recen de otro dueño" (numeral 4). Además, define comunidad negra
vacionista para la región del Pacífico, mientras que las comunidades rwHrll ot 1111 "l'I conjunto de familias de ascendencia afrocolombiana que poseen una

han apropiado de esta figura en sus procesos organizativos y en su bll!1'1II ,di 111,1 propia, comparten una historia y tienen sus propias tradiciones y cos-
de un contraespacio. 111tl 111•s dentro de la relación campo-poblado, que revelan y conservan con-
, 111 li1 de identidad que las distinguen de otros grupos étnicos" (artículo 2,
111111•ro1I 5). En esta definición, la identidad afrocolombiana se considera efec-
De la tradición a la obligación: estrategia 11 11111•11Lc como algo relacional (como lo he planteado en el capítulo 2) y, por
conservacionista y discurso estatal 1111, 1, ,1' afirma con relación a otras identidades y grupos étnicos.
1

La Constitución colombiana de 1991 introdujo cambios imporl1111t l•'. 11 el capítulo 3, "Reconocimiento del derecho a la propiedad colectiva",
las estructuras estatales del país. Entre otros, declaró la nación como 1111 1 111 •'I 'lOaborda de manera más específica las áreas que deben titularse como
do social de derecho cuyos fines esenciales son "facilitar la particip111 hlll 1,,,., r/1• las comunidades negras (artículo 4), para lo cual debe establecerse un
todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, polfti1•11, 1111 1 11,1•jo rnmunitario (artículo 5). Las responsabilidades de este se inscriben
nistrativa y cultural de la nación" (artículo 2). Además, introdujo 1,, 111 11 l 11,111 wn lc en esta ley, y se hace especial referencia a su función conservacio-
de multiculturalidad en la definición del Estado, que "reconoce y p111h 11 ,1 111 ,ti dL'cir que se debe "velar por la conservación y protección de los de-
diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana" (artículo 7). 1liu 111 111111 \11• la propiedad colectiva, la preservación de la identidad cultural [y]
referencia específica a las poblaciones negras rurales de la costa par 1111 11 1 1 1 q 1111v1•rharniento y la conservación de los recursos naturales" (artículo 5).
tículo transitorio 55 dice: 1 1I'• l 1111cioncs ecológicas y conservacionistas de los consejos cbmunitarios se
111•, tlw.in en mayo r detalle a lo largo de la Ley 70:
Dentro de los dos años siguientes a la entrada en vigencia de lcl pH "11 •111, 1 ' 1
ción, el Congreso expediré (...) una ley que les recono7ca 11 la, rn11111111tl,1el1 1 1111•,n de los bosq1Jcs 1-.. ] deberé garantizar la persistencia del recurso. [ .. ) El uso de
que han venido ocupando tierras baldl11s 011 las ,onas n11t1il''• 11b1•11•11.i•, ti,, h1 1 lo•, ·,1 H•lo~ •,1 llt11 ,\ 11 1111 111 lo <11 rnrnta la fragilidad ecológica de la cuenca del Pacífico.
1 1 1 1

la cuenca del Paclfirn, clr r1cu<•1do w11 •,11•, p1,\111<+1', l1t1d1euH111h", cl1• ¡,11111111 111t1111',1•1111 1111,t, 111•. ,1cl¡i11lt1 o11,11io•, clc",.t11oll,11á11 p1áctiens el(• conscrv11ción y manejo
1

dt•1!'rho" l,1 pmp11•d,1CI «1h•c 11v+1 ·,nll11• l,1•, ,\11•,1•, q111· li11l11,\ ell' tl1'111o111,11li11111 1 1111 11p,1l1iil1°, 111111,1', 11111d11 llllll", 1•111lt'lflll ,I',. 1111111 l,11 l'lt•c lll '11' d1"ulll1Jll,11,\11 11\llcil'IO~
1 11 ,1 llli'•lllol li•y , ...1
,1 iih l'1.'1 1111•1,1111•,11111• 11,11,1 l,1 ¡,11,11•1111'111 d1 l,1 1el1•1111d1,I ,1¡1111¡,1,tdfl•, il1• ¡,1,111t1,, 11111 I 1, cl1•,1•n,111tl11 li 1•, 11 11'1 ,11111,111111, ¡,!1'1111•11•, ¡,,11,1 r",11111111,11111•,
1,11 y 111· ,l¡,11•11111• ,1, , IJ , 1111111111,l,1,h , y ¡1,111 d 1111111•111,, el, •,11 d, ·.,111 1111,, y ¡,,11,1 el, 1 .1111 11!111 l 1 11,, 11, 1 11111,11111 .. 1i11,·11li 111',II' 11'111111, (/11111111111)
1
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslender

colectivo es considerada dentro de la Política Ambiental Nacional como un ecosistema


A primera vista, no debería ser necesario recordar a las comunhlll
estratégico que debe ser conseivado, pues los valiosos recursos genéticos y de biodi-
negras la importancia de las prácticas de producción sostenibles, plll'II
versidad que hoy existen en este gran ecosistema constituyen un bien público de pro-
largo de su historia las han realizado en armonía con el entorno (vc,11
piedad de la nación, frente al cual el Estado colombiano reconoce el saber ancestral
capítulo 6). Sin embargo, el artículo 14 de la Ley 70 enfatiza la fund<in
de las comunidades sobre el mismo, [...] garantizando la participación de las comu-
gatoria de las comunidades locales de conservar el medio ambienl(': "I
nidades en las investigaciones para conocer y valorar este recurso, todo en la búsque-
acto administrativo mediante el cual se adjudique la propiedad coll 1t lv 1

da de garantizar la protección de los ecosistemas, considerados como vitales para el


la tierra se consignará la obligación de observar las normas sobre co1111
futuro de la humanidad. De allí que la Ley 70 de 1993 impone a los beneficiarios de
ción, protección y utilización racional de los recursos naturales re1111v11
los títulos colectivos un conjunto de obligaciones en materia ambiental [... ]. Así mis-
y el ambiente" . El derecho a la propiedad colectiva de la tierra se• vl11
mo, debe considerarse que el título colectivo incluye la propiedad de la comunidad
entonces directamente a la obligación de conservación a la que S<' 1111¡
beneficiaria sobre las áreas de bosques delimitadas en el mismo con la cloro obliga-
las comunidades locales. La legislación no es entonces simplementl' 1111
ción de la comunidad de hacer un aprovechamiento persistente y sostenible del mis-
conocimiento de derechos territoriales, costumbres y tradiciones a1111•111lr
mo. (lncora, 1998c; énfasis agregado)
(espacio representacional), sino que efectivamente produce nuevas n•¡,r
taciones del espacio que consideran la costa pacífica como un conlt•1wd1
megabiodiversidad que necesita conservarse para su explotación futt1111 1,clS selvas húmedas tropicales, que se han deforestado y alcanzan
es un nuevo discurso en el Pacífico que sigue las tendencias globalt•s d1• ,1 111 11l vd crítico de deterioro irrecuperable como condición de producción,

rrollo ecológicamente sostenible y la protección de la biodiversidad \' d , 11111vierten ahora en un ecosistema estratégico que contiene valiosos recur-
minorías étnicas. Lo global, lo nacional, lo regional y lo local se inm I ti ,i.:1·11<'/icos, "considerados como vitales para el futuro de la humanidad".
entremezclan en estos discursos, que convierten de hecho a las com1111hl l 11 1111• o una grave crisis ecológica se produce este ajuste discursivo del ca-
negras rurales en guardianes de las selvas húmedas tropicales del l ',11111 l II il1•1mo -de naturaleza a medio ambiente; de base rica en recursos ma-
de sus "valiosos recursos genéticos". l, 1.iliks a ecosistema estratégico; de habitante ribereño negro a guardián
En una cita reveladora -de la Resolución 1081 del Incora q111 • 11h 1, 1••il1· g ran ecosistema - como una condición necesaria para la explota-
derechos colectivos al Consejo Comunitario Río San Francisco; 'J 9 d1• ,1li111 11111 1111 u ra de la naturaleza en formas más sostenibles que garanticen su
1998- se consagra el carácter forzoso de la relación entre las pnkti1w1 Ir 11¡ 11•1vivencia.
cionales de producción de las comunidades negras y los requisitos 1·11111 1 1is los procesos están lejos de ser transparentes, y más bien están carga-
cionistas. Primero, se idealizan las prácticas productivas lradiciona l1•• h l, 1 tlt • nmbigüedad, discontinuidad y contradicciones evidentes. Esto puede
tal punto de generar una visión esen~ialista de ellas- y despuú!-1 ltl'l 11111 1111 11 .trSl' con una nota reveladora del capítulo IV de la Ley 70, titulado "Uso
nan como una obligación en los nuevos discursos legales. En otrns p1il,1I 11 l,1 1h•1-r.:i y protección de los recursos naturales y del ambiente":
la tradición se vuelve obligación:

1ci•, i11t<•g1t1nl1", d1• l,1•, romunidades negras, titulares del derecho de propiedad colec-
Estos sistemas tradicionales de producción 11tili,ados por lr1 co11111111d,11I 111•wo1
l1v,1, <rn1111111111,\11<1111'11•1v,111do, 111<1nteniendo o propiciando la regeneración de la vege-
San Francisco han sido ht1sl,1 l'I 11101111 •1110 li1•, lo1111t1•, 111,\•, .ip1op1,1do1•, p,11,1, ,,,
1,1111\11 p11111•11111,1 ol1• ,1t111,1•, y t1,111111111t111do 11wdi,111tr un uso ,1dccuado la persistencia
los <•co•,1<,W111,1•, 11,1h11,1lt", 1 ¡ l 11 11110•,, •,1• 111111 "' 11111ul,1d11 11111111 111111 111111 d
d1· 1•111•,l•,l,•11111•,, ,¡11 11lt11,.11l1 l1,\Hil1 ",, rn11111 lo•, 111,111P,l.t11", y l1111111•d11li•\ y p1011•P,i1•11
11,,, d" ,1n11•, d1• 1•xp1•11,•111111•, y 111•rl1•,111111,11111,,11111 d1• l11•, i1'•1111111•, 11111 lio1•,1
rl11 y 1111P,1•1v,111ol11 l 1 , I" , 11 ,1,, l,1111111 y lh11o1 •,1lv, ..,1r,, ,1111,.11,lf,111,I', 111 111 i'"ltfl111 d1•
v1v1•11111111111 l,1 11o11111o1l1 ,1 y• 11[ 1" 111 ,1, la,, ,111, 1tv1,, l,111111111•1,1111'111, 111 11h 1
• , 111 I• 11'111 (1\111111111 1j
y l 111111 i,I, I'' 11ol, 11111 11111•11 11 ol11111l1 , 11111,1l1111111111111!.1,I 111h 1, ,1d,1, 11 1
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colomb1dno

Parece irónico y hasta contradictorio que se recuerde a las comu11td f '')!Ulación de la representación comunitaria :
negras que deben proteger las áreas de manglar, las mismas que el Esl,1lh 1l>ecreto 1745 y sus cláusulas
ha querido incluir en los títulos de tierras colectivas, como expliqué 1•11 l'I
HI 12 de octubre de 1995, se aprobó el Decreto 1745 que regula el capí-
pítulo anterior. Si este ejemplo muestra la ambigüedad en la legislaci(111, 11
sucesos han puesto de relieve la actitud claramente contradictoria co11 111
,111 111 d e la Ley 70, referente a la constitución de los consejos comunitarios Y
l ¡111 ll'l'SO de titulación colectiva de tierras. Se estipula en el capítulo II que el
el Gobierno trata la región del Pacífico y a sus habitantes. En septie111h1
2000, la Policía Antinarcóticos comenzó a fumigar grandes áreas en los d~ ,11•11•jo comunitario consiste en una asamblea general y una junta:

tamentos de Nariño y Cauca, de lo que se creía eran cultivos ilegales d1• l


Unas horas antes de que se iniciara la fumigación en las zonas, al sur d1• l ,11 La Asamblea General es la máxima autoridad del Consejo Comunitario. [... ] Se reuni-
aeronaves pequeñas de la Policía arrojaron sobre el pueblo miles de v11l111 rá ordinariamente cada año para la toma de decisiones, para el seguimiento y evalua-
en los que anunciaban en letras de colores brillantes: "Los días de los 1'11111 ción de las labores de la Junta del Consejo Comunitario y para tratar temas de interés
100
ilícitos en Colombia están contados" . Y por el reverso del volante si· ,111 general [...]. La Asamblea en la cual se elija la primera Junta del Consejo Comunitario
tía amablemente ,a los campesinos lo siguiente: "Si siguen sembrando 1 11111 será convocada por las organizaciones comunitarias existentes reconocidas por la co-
ilícitos, nosotros seguiremos erradicándolos. Busque un cultivo lega l ,llh munidad. En adelante, convoca la Junta del Consejo Comunitario, si esta no lo hicie-
tivo". Con esta advertencia las avionetas de fumigación cubrían con 11111,., ra oportunamente, lo hará la tercera parte de los miembros de la Asamblea General.
pesticidas venenosos las selvas de las tierras bajas d el Pacífico en loH d, 1 [ ... ] Las convocatorias deberán hacerse con un mínimo de treinta (30) días de anti-
tamentos de Nariño y Cauca, sin distinguir entre los cultivos de coca y 111 cipación. (Artículo 4)
pan coger. Como resultado inmediato, los habitantes de las zonas al1•11111
experimentaron erupciones en la piel a causa de la exposición a las n u l11 ,-. h
l .ns detalladas p rescripciones acerca de cómo debe trabajar la asamblea
caso después de bañarse en los ríos. Aún resulta difícil calcular las co,1•w1 11
, 111 ·1,1I prosiguen en el artículo 6, que define entre sus funciones:
cías a largo plazo de la contaminación de los ríos, los efectos en la f,1111111
flora y los daños a los cultivos de alimentos. Mientras estos crímenes 11 1,, h
manidad y al medio ambiente se perpetran sin que la prensa naciona l 11 1111 • lik g ir a los miembros de la junta del consejo comunitario (numeral 2).
nacional se dé por aludida, los habitantes temen denunciar abierta nw11h 1
• /\ pro bar o improbar los planes de desarrollo económico, social y cultural
fumigaciones, debido a la presencia de grupos paramilitares en Tum,H 11 , , 1
qu<' formule la junta del consejo comunitario (numeral 5).
cializados en silenciar las voces de protesta. Esta inconcebible fa lla di• 11 • 1
to por la vida humana y la naturaleza muestra las paté ticas realid ad1"1 d, 1 • W lor por el aprovechamiento y conservación de los recursos naturales
Estado que emite una legislación obligando a las comunidades runil1•n d ,·11 11v conformidad con la legislación ambiental y las prácticas tradiciona-
cífico a proteger y conservar "las especies de fauna y flora sil vestr1• ;11111•1111 1\'s dl' p rod ucción y d emás que garanticen el manejo sustentable de los
das o en peligro de extinción" (Ley 70, capítulo IV, a rtfcu lo 2·1), 111i(•11t, " '' i¡1 1'1n1 rsos Mtura les (numeral 11).
el mismo Gobierno se ocupa d e fumiga r estas á rt'élS y lleva r in vnrinbl1·1111 •11I
las especies que las habitan al bo rd e dl' la 1•xti1wió n. Es to h,1 d1•ji1do d i' 111•1 11 • 1,:11•gi r .il n' pl'l'fl1'11t1111t1• h'¡•,,11 dt' la comunidad, en c uanto persona jurídi-

ple mente un Estado fragmenlnd o (co11111 pL11ll1•1· 1•111•1 r, q11111l o 7) ¡1;11•;111111 r i1 (111111wrnl 12),
ti rsv s i111p l1' y llnn,11n1•11tl' 1'11 1111 1,:ht.11 lo 1·11111, ,11111 1111 in v I í 1111·11, l\•11·vh h·111I• qrn • ,,¡ l1•111•,11,q1 1 h•1•,11 I 11'11\\ lll ¡1111·,1 d1 •t11•1·ihir 111 f111wionnmi vn-
l11 \ l,111 l,111·1111 d, · 111 1 11111'11'¡1 11~ 11 11111111ili11lt111, l.1 11'lillllhl1•¡\ l ',''l\l'l' ii , 1111 j,,111.i Y
il1 •1111111 d1·li1 • 111.111 ,1 j¡¡,¡ dt ,, 111 ,11 11 ¡•,l1t1,,ll1 111 il, • 1111,1 il,•1111111 ,11 l,1 ld11'l,il ,ti 1"1lrl11
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

occidental que a las formas tradicionales de organización entre las pobld l1i1tégicamente como una herramienta para presionar por la "reestructura-
nes negras rurales del Pacífico. No cabe duda de que, al insistir en la univt h111 radical del poder territorial del Estado", de la que habla Slater. El proble-
lidad de la democracia liberal, como se expresa en el Decreto 1745, se corrt 111,1, l'ntonces, no radica tanto en que los líderes negros apliquen una gramática
riesgo de imponer en otras culturas sistemas de gobierno local que no llll1 /, /11 ,·xterior en sus discursos, sino más bien en la ambigua implementación de
relación con sus talentos y habilidades. /1111·/uras de lo exterior en las comunidades locales. Si consideramos estas es-
Es en extremo difícil resolver este problema. Como se mostró en l'I 1 111 11 l11 ras como herramientas que proporcionan medios legales de apropiación
de la Cooperativa Agrícola del Pacífico (véase el capítulo 7), la imposición 11 ~11s territorios a las comunidades negras en la costa pacífica, entonces debe
una lógica exterior de gobierno local no siempre ha encontrado amplia 111 li 11 1•rsc más énfasis en buscar cómo traducir estas estructuras a lenguajes y 16-
tación dentro de las comunidades. La misma legislación es el result,,do 11 ,11, locales. Este me parece uno de los grandes desafíos para los líderes negros:
complejas interacciones de interior/ exterior y local/ global en los od 11 1 111 111 traducir una lógica estructural exterior en un modo de apropiación interno.
procesos de reestructuración territorial. Slater llama la atención sobn• 1 1
imbricaciones en el plano geopolítico, aunque finalmente no nos da 111 111
M11vilización en los ríos: de los palenques
plicación más cercana de cómo se despliegan concretamente estas rcl,u 111
1 los consejos comunitarios
en el espacio:
/\ n tes de la Constitución de 1991, existían relativamente pocas organiza-
li 1111 •H comunitarias en la costa caucana. El escenario allí era diferente de las
En el contexto de los movimientos sociales, las luchas por la descentralizarn~11 ,1 1
, 111•ril'ncias de organización en los departam~ntos de Chocó y Nariño, donde
der político en un territorio nacional determinado y por una reestructuració111,111!1
1 1• istían varias asociaciones campesinas que luego darían una gran diná-
poder territorial del Estado pueden identificarse como un ejemplo de una f(lll 111
11111 o1 .i los procesos organizativos. Esta diferencia se refleja, por ejemplo, en el
.geopolítico más orientada internamente.[... ] En forma paralela, es posible c1l11111,11
111•1 11 •10 1332 del 11 de agosto de 1992, que creó la Comisión Especial para las
en el análisis de la democracia y procesos de democratización también hc1y 1111
' 1111111nidades Negras. El artículo 1 afirma que debe haber tres representantes
tro - la territorialización de la democracia dentro de un Estado-nación espt•c 111111
1•111 1i1 da una de las comisiones consultivas departamentales en la Comisión
afuera -la lucha por una democratización de las instituciones que operan 111,·l ¡ I 1

1 1111•1 ·i,il. El artículo 3 nombra las organizaciones que forman parte de cada
global- , pero que tienen múltiples efectos dentro de las políticas terrilo1111li ,I
1111 ,l ,¡j(,n consultiva departamental. El menor número de estas organizacio-
países del sur. Obviamente, en los casos de los movimientos sociales y Id d1•1111111
111 •11• da para el departamento del Cauca, únicamente con cinco. Diez de las
el interior y el exterior de lo geopolítico no deben considerarse separado•,, ,1111, 11, 0

11111· organ izaciones del departamento de Nariño son asociaciones campesi-


cadas y entrelazados en un complejo de relaciones. (Slater, 1997: 259 2(,())
11111 111 11-ntras que cinco de las siete del Chocó llevan la denominación carnpe-

111,1 t •.i rn el depar tamento del Valle del Cauca, tres de las siete asociaciones se

Este complejo de relaciones de lo interior/exterior (o adcntro/ ,111 11 ·1ti 1111 ,1111:,,,,rn ni rededor de la defensa de su río y tienen un discurso menos orien-
local/global, sin embargo, tiene que hallar un le11gunje co1111í11 ('11 t'I q111 • ,1 t 111 11111 lo campesino.
presen los (des)acuerdos, las concesiones y los resultados. Los lídl' l'l'fl IH')','" ( ll r,1s formas de orga nización preexistentes en la costa caucana fueron
Colombia actúan tanto en lo interior (ni ni vd loen!, dl'nl rn di' 1111; 1·1111111 11iil.11I 1 11111 lp,1'111v11ll' inici.1 tiv,1s fonwn tadas por el Estado que se inscribían en la 16-
1

como en lo exterior (al ni vc' I nacion,11y gloh1il 1 rn11 l'I ( :ohil•rno, l.111 l >Nt ,, l11ti 11 11111•,1 •111•rnl dl' un I\Hl.td11 ¡111l1•rn,dis1n. Como l'Xplicn rl reprcsc•n tantc legal del
litudnnl':i nu iltilnl1•1·,1l1•s), Sus 1wgP11,11·i11111•n y ,ll 111•nlrn, l'tlll hl', n•¡111 • 11•11l1111 1
l 1111•11•j11( 0111 11111to11·l11 1,111 N,q 11 " iln d do 1•xislí,1 l,1 Junl,l d1• /\n·iún Comunnl¡
d1•I < :11hh•1110, ,11,1, 011111 1., l1 •,•,l11l1ll 11111 11 ••11dt11111 .., '°' .,,1111 •1 1111 1•11 lo1 l11r,11 11 ''"'" 1,1 11111111 Hl'i1..1111,11h" 1p11 • 111•111 • q111• v1•1· 1'1H1 ,., 1n,1111 •j11 d,• ,,. lnl1•11l.1; J11111.i
p,11111111llt 11 li1•1•,P11111111t o1 il, • 1111>1il1 •1111111111 l,1 111 11•1,d i¡111 • 111•1 l1il1 •11 "1 111 •¡•,1111c1 11 111 l'.1tl1t· t tl1• h111dll11 . 1 1111 1'," 11111111111 llill 1' 1111•111••11111 l•o111tlll,11, lit111l1i1•111•, P,lhl
1
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

la Junta de Bienestar" (entrevista realizada en Gua pi, 24 de abril de 1999). 1 El palenque era la organización del grupo de personas que organizaban a las comunida-
juntas han hecho parte de la lógica paternalista de un Estado que busca l'jr des mientras se conformaba el consejo comunitario. Cuando ya se conforma el consejo
control sobre las poblaciones rurales en el Pacífico organizándolas en ,u11" comunitario, entonces desaparece el palenque. El palenque existía desde el 93, con la
ciones. Dichas juntas son iniciativas aplicadas a lo largo de todo el país, qu Ley 70. Al palenque en este tiempo lo apoyó los muchachos de Junpro'º'· Ellos fueron
reflejan una lógica cultural específica según la región en la que se impl,•in [los] que nos ayudaron [a saber] cómo se conformaba eso. (Entrevista con el represen-

tan. En el río Guapi, una breve experiencia organizativa previa fue la i\111 tante legal del Consejo Comunitario Guapi Abajo, Guapi, 5 de febrero de 1999)
ción de Pescadores (Asopez), que buscaba mejorar las condiciones de vld11
los pescadores de la parte baja del río. Como el representante legal del ( '1111 Primero había un palenque, que le llamamos nosotros así. Por medio de ese palenque
Comunitario Guapi Abajo recuerda: nos reuníamos en la comunidad. Muchos ya conocíamos lo que era la Ley 70, porque
ya traíamos una dinámica de trabajo. Eso lo motivó aqul una organización, Cococauca.

Aquí en este río no había ninguna organización antes de la Ley 70. La única q11r que desde el [artículo] transitorio 55 se organizó como organización territorial. Y ellos,

por allí era una asociación de pescadores que la pusimos Asopez Guapi Al1t1¡11 1 o sea, eran la coordinación. Entonces se movían y hacían muchos talleres, y ya uno ha-

mos luchando por la personería jurídica y no alcanzamos a conseguirlo. Ento1 u, blaba de lo que era la Ley 70, del [artículo] transitorio 55 hasta la Ley 70, de la Ley 70

do se conformó el consejo comunitario, nosotros decidimos que la organi,,1< I11I1 I hasta el [Decreto] 1745, que ya da el derecho de la titulación de tierra. Entonces, noso-

parte del consejo comunitario. (Entrevista realizada en Guapi, 5 de febrero d1• 1•1 tros con toda esta dinámica ya teníamos más o menos conocimiento. (Entrevista con el
representante legal del Consejo Comunitario Río Napi, Guapi, 24 de abril de 1999)

El río Saija constituye un caso especial en la costa caucana, por, 1110


Al dar el nombre de palenque a esta primera experiencia organizativa
tenía una organización del río, la Asociación Prodesarrollo del Río Saij11(,\
•1111 •11l,1da a los derechos étnicos y territoriales, las comunidades negras estable-
prodesa), antes de la Constitución de 1991. En forma similar a las expl'l'1t•1111
lt 11111 un vínculo histórico con la tradición de resistencia de los esclavizados
en el Chocó, esta organización fue impulsada y apoyada por un s,w1•11h
111¡•,I I 1vos durante la época de la esclavitud (véase el capítulo 6). En aquella épo-
Como lo explica una líder de las comunidades negras en Timbiquf:
'
1 11 ni palenques eran las poblaciones fortificadas donde los cimarrones busca-
!, 111 1·1•fugio y defendían su libertad contra el ejército colonial y los esclavistas:
Porque el Saija es otro cuento. Había una organización más antigua, tenft1 111,·,,, 1..11
Con Asoprodesa. [ ...]O sea, la experiencia que tengo del Saija es que d1• I'' ""' Palenque es el nombre del proceso de la lucha, ya oye del Palenque de San Basilio, ya
fue una organización que nació por el sentir de las comunidades negrc1½d1•I lth •1 oye. Nosotros decimos Palenque de Napi, porque allá la esclavitud vivió también sus
ja. Sino que ellos estuvieron apoyados por un sacerdote, el padre Epifanio 1,11\1 1,, 1 procesos históricos, Lcierto? Fue uno de los pueblos más antiguos que tuvo esta zona,
todo el respeto e iniciativa de pronto de la gente, pero, pues, mucho 111v11·11111 1111 el pueblito de San Agustín. Allá hubo esclavitud. Allá hubo muchas cosas. Entonces
con una gente externa. El padre fue el fundador de Asoprodesa. (l·nlrt•v1•,\,111111 Mt por eso votamos por decirle Palenque de Napi. (Entrevista con el representante legal
Rosa Herrera, Timbiquí, 17 de febrero de 1999) del Consejo e01111111ilt11io Rlo Napi, Guapi, 24 de abril de 1999)

Con la Ley 70 de 1993, las ro mt111idi1dt•s dl' los ríos ( :11,1pi y N,1¡,11111111
ron ¡mlt•111¡11,·s para d iscutir l,\Hrl.1t1 Hlllo11 dv l., n111·v,1 l1•¡•1inli1d1111 v lrn, d1 •11•1 h 1111·,•1111111 l l11ld,1 1•11111 ,,1 l'1o1111, "(11111¡•111) 1111• 111 ¡1il1111•rn 1H'¡•,,111l~111·l1H1 <'1 1111111111.rl'in q11,• N11r-
tJ11 " " < 111111'1 1111,, 111111111111, , 11 t'! ll 1,11,v111 In jl1v, 1111;,1 p111l1••dunul11~ v ''"'nt11dl.111t1• 1.¡ 111tlv i 1n1ild
11•1 l'iluri.1h•i, p111·,1 l.1:., rn111111hl.11l,.,1 111 •¡•,1o1r, 111111 ~1111 huul 11! 1 11 lt 1•, 11111d111l11i, d, 1 , 11 111 11111 11, 111 ¡ti l1111q ,1 111 gn11l ·1 11 11111 1l'f,1 1111,il ,•11 l., , o•iln
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111•1•1 lf1i 1ll 1'11' 11 ·1 1 11111
Ulrich Oslender
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

El acto de nombrar evoca no solo un poderoso imaginario histórico 111 lmera Asamblea General en el río Napi, en mayo de 1997, en la que eligie-
resistencia, sino también un proceso de territorialización en el que los pnl 11111 la junta del consejo comunitario. El artículo 9 establece además la necesi-
ques proporcionaban un hogar (homeplace) a los cimarrones, para qul' 1•111 il,1d de registrar los miembros de la junta en la oficina del alcalde, que remite
vieran libres de la opresión y la vigilancia de la Corona española (v6aNCI , ,1pias de las actas de la elección de la junta a la Dirección de Asuntos para las
capítulo 6). 1 nmunidades Negras del Ministerio del Interior, en Bogotá. Después de ha-
El simbolismo de la resistencia histórica y territorial también h.1 111 111'1' cumplido con estos requerimientos legales, la junta procedió entonces a
adoptado en su nombre por la organización étnico-territorial de Tuma111 11licitar un título colectivo de tierras.
Palenque de Nariño, que busca coordinar las luch as de las comunidad••" 1
gras en este departamento. Sin embargo, los palenques en los ríos fueron 11,
un espacio de transición. El fin ú ltimo era la creación de consejos comunll
1.1 asamblea general como espacio
rios, que siguieran las etapas prescritas en el Decreto 1745:
,h! concientización
El territorio ha sido, es y seguirá siendo el espacio que posibilita el desarrollo de la
vida a través de los tiempos.
Hicimos un censo. Y después del censo hicimos lo que fue la historia de tnd11
Consejo Comunitario Guapi Abajo (1998: 3)
corregimientos, cómo se iniciaron, quiénes fueron sus primeros habitantt•\ y 1
go ya principiamos a conformar la junta directiva, que fue para la cual se rn11v11
De un lado, los procedimientos que acabo de describir han introducido
asamblea. De ese tipo de censo era del que íbamos a sacar la delegación q11
1li•1'l,1 burocratización en los procesos organizativos: los requerimientos espe-
a la asamblea. Entonces, por cada pueblo se fue nombrando de acuerdo ,11 11111
' 1111 't>s de formación de una asamblea general y de preparación de un informe
ro de familias que tenía, pues, cada corregimiento. De allí sacamos la junt<1 d11, t
il1•l,dlado de la historia local, la propiedad de la tierra y las situaciones de con-
de la cual yo soy el presidente, el representante legal. Esta asamblea la llIv1111,,
llii In. De otro lado, sin embargo, también han jugado un papel importante en
mayo del 97. Y desde allí ya entramos al proceso de solicitud de titulo. Ol",pt1
l 11 1111<:ientización de los pobladores ribereños sobre los nuevos procesos de te-
que recibimos el registro de la Alcaldía ya principiamos a hacer con el lr1crn,1 In
111 11 1rinlización. Es cierto que muchos de ellos no lograron motivarse a asistir a
citud del título colectivo. (Entrevista con el representante legal del Const'Jfl e 111111
1 11111 reuniones, en parte debido a sus experiencias negativas con los políticos
tario Río Napi, Guapi, 24 de abril de 1999)
il1• ¡i,1rtidos tradicionales y con el clientelismo. Para muchos otros, sin embar-
111, lit asamblea general fue una primera hora del encuentro, justo como lo fue
En este relato, el representante legal del Consejo Comw1itario Rt11 N11¡ e I vL,jl' por el río San Juan para los miembros de la organización ribereña Aca-
describe el proceso de su constitución siguiendo las estipulaciones d1•I I li •1 I ,11 ..11111 (véase el capítulo 7). Se convocó y escuchó a los ancianos para que con-
to 1745. El censo que emprendieron las comunidades y la historia 1111· il qll ¡ 111111 In historia de los asentamientos a lo largo de las orillas de los ríos y que
documentaron son requerimientos legales del Decreto 1745. El arlfc11ln 1111 l1,1I 1L1r,111 de las formas tradicionales de producción. Se recordaron las formas
tablece que la solicitud de títulos colectivos de tierras debe aco mp.111111 10 1 , ,il1•1 liv,1s de trabajo -como la minga y el cambio de mano-, y las formas tra-
antecedentes etnohistóricos y de una descripción demogré\fica dl' L, 111111l ,11, l111 1,1il'S de orgnni:r.nri(rn soria l en los ríos.
nidad (numerales 2 y 4, respectivamente). l(sh1 información, jun io 11111 111 1>11r,1ntl' lns n:-,,11nlil1•.in, In gt'nte recordó también prácticas colectivas
descripción física de los rcsprclivos ll'rrilorlrn¡ n1y11 lil11l,ll'i(111 si• 1-a1lh 1l11lt ,h• ¡11 1>d 11cdo11, t·o11t11 111 d1• ¡111:,1·111· n111ndo S(' compnrlt' el producto de la pes-
unn tkscripción d(' laK pnkl ic:is tr.idil'i1u11d1", d1 • ¡1rnd11wh m (1H11111•1 ,tl,•11 1 ' 11 1•11111• lrn, p111tl111111,111•••, l,1 1P.i.:1,•11,/111 ro nm lor1t1,1 tl1• t·o111p,1rtir lu COHl'Chn,
7, rt'Hp,•11iv,111w1111•), il,11 '" ¡,11rlt· di'I 11111111111• q111• d1 •l11,1 p11"1'11l,11•11· ,ti 1111 or
11,•I ¡111 ••1l,111u1d1 · 111 •1¡¡1 \ 111•111111,11111 q1d1 •111 •ri 1',111•1•1•11 d1 • 1•lli111, 1111 l11 vn r q111• lll'
1>1••,¡1111 •1 111• l 1111q1l1•l,111•111'1Hlll, l11111 111111111l1l111 l1°11•111(¡11111111•¡111 "l1'ltl,1111t•h 11
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\11 \ 111'11'1' 1'11 1111 111111111 ·11 !11 1•11•1l1•tllll 111•1 11111 l.1111111 11•1 1111'1111111 11d1•111,,,, 1p11 •
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico c.olo111!J1t1110

anteriormente las fiestas de la santa patrona duraban dos seman,111 l,as comunidades que se reunieron el 28 de septiembre de 1997 para la
los árboles de la selva únicamente podían talarse con hacha duranh• 1" I 1111blea General que constituiría el Consejo Comunitario Río Guajuí aprove-
menguante, ya que solo así se garantizaría la buena calidad de la madc•111 lr 111111 el encuentro para acordar una estrategia común que permitiera exigir a
tas temporalidades tradicionales ya no son respetadas por los aS('l'l'1td ¡•1!1•111•s estaban explotando ilegalmente los bosques alrededor del área de Gua-
que demandan un suministro continuo del recurso. La insensibifül,1d ll (1 11 las partes medias del río) que interrumpieran sus actividades. Con su de-
instrumentos de la modernidad no solo ha generado una tensión entn• 1 ' 11111 se remitieron al capítulo VI del Decreto 1745 (específicamente, al artículo
dición y la modernidad, sino que de hecho ha roto con las temporalid1tll 1qtll' establece que las licencias para la explotación de recursos naturales re-
las espacialidades h·adicionales de las comunidades negras en su estn•1 h "'' 1il>lcs en tierras que pueden ser tituladas colectivamente solo pueden expe-
lación con la naturaleza. 111 11• 1 11 beneficio de las comU11.i.dades afectadas. Las 35 personas que habían
1

Los viejos también recordaron las épocas en que Guapi aún p111ll 11h10 de Buenaventura para talar los bosques en el río Guajuí estaban, por
arroz y huevos en exceso y exportaba estos productos, junto con fru L,11-i \ 1 , 111111, ,,ctuando de manera ilegal. De esta manera, la resistencia de la comuni-
cosas a Buenaventura. Esto fue antes de que el Incora promoviera el 11111111 1111 lllcal aplicó con éxito la legislación existente para defender sus derechos.
tivo del coco en los años sesenta, al mismo tiempo que desalentó In p1111 l .os pobladores mencionaron además otros conflictos en la región, como
ción de arroz, que no se consideraba rentable en comparación con 101,, 11111 l 111q1<1cto de las retroexcavadoras, que desde 1995 se estaban usando en la mi-
a gran escala de Tolima y Huilarn2• La hora del encuentro servía tamlii1•111 111 11.i de oro en un lugar llamado El Mero, a unos diez minutos de San Antonio

criticar al Estado. Las comunidades que luego formarían el Consejo ( '111111 1, 1 o11ajuí en la parte media del río. Esta actividad había generado la conta-
tario Guapi Abajo se quejaban de que no había acueducto, ni sistt•111,1 d 111l11,11·i6n del río y considerables costos sociales, pues habían llegado a la re-
cantarillado, ni telecomunicaciones, ni un centro de salud en ningu11,1 1h ' 1,111 obreros de afuera, con mucho dinero (Consejo Comunitario Río Guajuí,
poblaciones. Solo dos de dieciséis comunidades (Chamón y Sabana) d i,if 111t 11111H). Esta situación recordó el destino de los habitantes de Santa María de
de suministro eléctrico y esto durante apenas cuatro horas diarias (< l l111l>lqui, en el río vecino, donde los rusos habían explotado recursos aurífe-
Comunitario Guapi Abajo, 1998). 111~ 1•11 la década del ochenta y cuyos hábitos de consumo habían cond ucido a
1111 ,11 ·t•ntuado incremento de la prostitución de las mujeres del lugar y a otros
, , 11¡11 k los con los habitantes. Las comunidades del río Guajuí usaron el infor-
1111 • qt 1l' acompañaba su solicitud de un título colectivo también para denun-
102 111 ,·1 s istema educativo en la región. Aparte de la carencia de recursos, como
Varios estudios realizados en 1998 por la Unidad Municipal de Asistencia T (•l'llii 11 \ 11
(Umata) y por el Tnstituto Colombiano Agropecuario (ICA) han mostrad() qui' ~•· 111¡ 1,11il lnll'cas y libros, el informe señala la" descontextualización e inutilidad de
cosechas d~ arroz de entTe 1.000 y 1.750 kg por hectárea en el Pacífico, en co,111,111 11 , 1,. 11
un promedio de 5.000 kg por hectárea en los departamentos de Huila y "folim 1, (1• 11111 1 l 11•1 l11cnción a la que se ve sometido el adolescente en la región", y a las cuales
con el director de la oficina regional del Plan Pacífico en Gua pi, ·12 de fC'brt•rn d,· 1111111 1 1 , ,11 riiluyó la emigración fuera de la zona (Consejo Comunitario Río Guajuí,
cumentos presentados durante esta). Aún es común oír a funcionarios tlPI C:nhl,·, 1111 11 111 1
que el problema en el Pacífico es de escala, y que las grandes áreas de órholl'Hd,,¡,., 11 ¡ ,1 ti l'l11H). 'lbrnbién se proclamaron fuertes críticas a los profesores, diciendo que
con_el fin de ampliar las zonas de cultivo (aun cuando cstr argunH•nlo H<'" 111,.11 ,li 1111 , 1,111111· interesaban únicnrncnte en el beneficio económico de sus empleos y
teruendo en cuenta las particularidades del ccosisLC'ma dt'I l'ndíico). Hslu vl,do 11 1,, 111 11
contrasta notoriamente con las iniciativas dt• muchos rn111 ¡ws ii10s q111· di11·,1,1h• 111,, 11 111 11 11, 11111114ln1bon un co111prnmiso re-al con la educación de los jóvenes.
años han vuelto a cultivar arroz n pcquC'1~n l'~nll11 ,·11 lu~ mill11•1d 1• los l'Í1>11, 1111 ,,1 ,111¡1111
asegu rar la autosuíicit'nrio ('11 u11(1 d(• 1011 ,·1un1111111•111<•,i 1111\11 l111¡,11l'l1111h•i1 d,• 1,1,Il,·111111 1':1-1 vvid 1'111l' 1'11111111·1•11 q111• 1·11 l,1 Asamblea General se h acía mucho más
rC'r,ión. llstn rf't'upPnll'i(111 111• 1111d,1 d11111111111, •1v, 11111111 "11y111l11 ,I,, l., U,11 11 111 11 ,I, , 1111 1, , 1
1
1p11• 1d11q1h•11w111,• 11111i¡1ll1, 0111l'qt11•rimit•ntofi lt•gnk's como In elc-cción de una
d1Hlwi 1111lnt ,, l( 1K. l ,o qlH' Inri lug1111°1,llrl tl1 1 1tH111d1\I\, -"11 11 11111l 1111r1Pt 1 1~ q111 1 •!1' p1nv1•1tll 1'll111t.
11 11111!1111111, 1•11111 11,·1111 1111°1 +11111 ,11111 ·111,, ,·1111111 1 ,¡111• ,,1,111•1 •11• l1i,1l1il, •111•111ll!i•11•11 1, 11 1¡ ¡i,11111 y 1111 n•¡111.,11•11l ,111lo• l,•¡•,,11 l',1111111111'11,11, ,·111111111id111 l1•111 1'otlhlil11y<i l0 n l'l'll
1, 1.14 illl 1111 11,,.- 111 1 1111111111-. dt l11L11 I 1111 pd11w1 d, •-1¡11•1l,11 ,1 111•, 11111 •,111 ¡i1rn 1"1111111!• 11 11111111111111,11 in11 11111• 1•11
1
1 11 Htl i1l'•it1111t·gli 11!1 1\ 111 1111 ~•,11 d1 1 1 11liiN I h 1~ 1 111 1111 i, 11-u•g11lt 1\
1 111111td111111 tt1111 111,tl1 111 111l1 1 1111 1111 ¡1111111 11 1 l1udf1 h1111d 111111 lt 111 di 11111d1 11, 1 1 1111 111111 1111 uu 1
1111111 •111
1 lllld l il•111' ¡, 1111,11111 11 ,di ,.i 111111111111\111 ¡1,111, I'"' 1, 11111¡, 1, 111 /\oi,1111lil, •,1e ,1•111 •11il d1111tl, ¡11111l ,11111111 111 11111 1llii" o1l 1 ,,111tl11 ,. 1•1,>1 1,111111111111•11
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

que se sentían. También era el espacio en el que analizaban los conflictos I" ,J1.,1i1 rrnllo de mapas con las comunidades locales y para estas en sus pro-
toriales existentes y otros problemas. Aunque estos problemas se habían Ltl ¡<111•, términos (entrevista a Guillermo Santamaría, director de Fundación La
cutido siempre en la cotidianidad, la Asamblea les dio una forma organl:,11 ll11ga, Cali, 16 de diciembre de 1998). En este ejercicio, los mapas mentales
y una articulación colectiva por medio del informe que acompañaba la !'11111 I,• los habitantes sirven como puntos de partida comunes. Se proporcionan
tud de la titulación colectiva de las tierras. f' 1¡i1•I y lápices, y los habitantes discuten entre ellos mismos cómo trazar
Es importante señalar que los eventos anteriormente descritos 1'1111 ,111 ,napa de su territorio103 . El "experto" en cartografía acompaña y anima
tuían una tendencia general, cuya intensidad difería de un río a otro. l ,o!'I 1 • t,· proceso, trata de responder las preguntas que surgen y supervisa la ge-
cesos de concientización sobre derechos étnicos, culturales y territoriah•p¡ r 111'111ción colectiva de un mapa mental del área. Esta actividad permite, por
a menudo lentos, ambiguos y contradictorios. Aun así, precisamente tlt•hhl 111 1l. 1do, realizar una interpretación de las percepciones territoriales locales,
que estos procesos locales han sido por momentos discontinuos, tanto ('1-11111 1•111 r uante los participantes eligen dibujar y representar los aspectos am-
como temporalmente, existe el peligro interpretativo de volverlos invislhl i l1 •11 l,1les que consideran importantes. Por otro lado, hace posible que los

de subestimar su potencial para el cambio social. Solo un período prolonM• 1111 I it'i pantes mismos recorran el espacio acuático en sus imaginaciones, en

en campo y un seguimiento constante de los procesos organizativos loc1il1•11 11 11i> 1•specie de apropiación mental de su territorio. Los talleres de cartogra-
han facilitado atestiguar la naturaleza a menudo interrumpida de estos Im 11 11111rial cumplen además una función de concientización mediante la cual
sos. Por momentos, parecía no pasar mucho durante meses, y de pronlo 1111 lrn, pobladores ribereños piensan y hablan entre sí sobre su río y las tierras
tamente surgía una intensa dinámica de movilización. Por esta razón, h 'IIMll 111 1111dantes. Al hacerlo reflexionan también sobre los conflictos territoria-
intención de tomar en serio estos momentos de movilización, y señalar PI 11111 l, v otros problemas que afectan a la comunidad.
nuo potencial de la "reestructuración radical del poder territorial del 1\1111111 1,: 1 eje ordenador en la mayoría de los mapas mentales es el río princi-
(Slater, 1997: 259) en el Pacífico colombiano. 1' d q11c normalmente es dibujado primero por los participantes. Alrededor
1, ,,1s1· espacializa la imaginación territorial y se añaden otros aspectos, como
ill 111•11lcs, cultivos y asentamientos. En otras palabras, el imaginario geográ-
La cartografía social como herramienta
11, 11 d1• la gente acerca del espacio acuático se pone en el papel durante estos
en la territorialización colectiva
j1 1, Idos (véase la figura 6.8.). A continuación, los participantes reciben ins-
En los definiciones locales de territorio primo el uso y lo significación sol11,, , I 11111, Iones sobre el uso y lectura de los mapas oficiales, para producir luego
blecimiento de lfmites y lo defensa. Estos definiciones son amplios y coby, 11, t," 1, 11 11 1111vvo mapa que considere detalles técnicos, como la escala, las coordena-

espacios necesarios poro lo reproducción ffsica, social y cultural.


l I loN as pectos topográficos y la leyenda. Este mapa producto final de los
1dl, •tt•f1 acompaña la solicitud de la comunidad respectiva para un título co-
l, 1ll v11 1k tierras presentado al Incora. El objetivo de la cartografía social se
La constitución de la Asamblea General fue uno de estos 111u111,•11/,1 111t,•1 il o1 t• nlonces en dos sentidos: primero, que los participantes conozcan su
movilización. Los talleres de cartografía social en los que las ro111111lld,11I 1, 11lllll'io: un proceso i11lf!mo de territorialización consciente; y segundo, que
producían bosquejos de las áreas que solicitaban en titulación n,I(•<ll v11 111
ron otros. El Instituto Geográfico Agustín Coda7,7,i y va rias ONC hrl111l11h
1, "' 11111p11,, 111,·111,11,•;, •11111 1111, 1,,111•¡11111111¡ 11111111111' ,•n In g1•11g1·nfío d1·l comporta mie nto (Gou Id
ayuda técnica y logística importnntc en t's tos t.1lll' n's (( 'onst•jo ( '11111111111 tt 1 1Vlill1•, 111711). l-'11 1111, 1•11·1, 11 111 , if,, 11111¡11•11, 11¡•,11ll lv11111· 11•v,•l11 1·1Hig11ifk,1do d,· 1111 lugnr 1·11
C:11n pi /\ bajo, 1998; IC:/\C', 1999; V,irg,11-1, 1lJlJ<J). l ,.iH 1111111111id.idv1, d1 • l,1 11 u 1111,1¡•,111,11111•1 l',''"l',1,1 11, "' ''" ,d, (, ,1l1·, 1\\ "'' 11 l111llvlil11,1h·•1), 1"" 111,1¡i1i,1 11lt·111,d1"1 l11111 n ,hrndo
11111111 1•1 • 111 lo n 1•ug11tl 1!1 llf h lid 11111 ti ,qill, 111 l11H t 1111 \1 1l w 11 1111111111111H t l11v1•11 l' I\ 111'1 lt u lt1H1 11111 I
111.1 .... hi1j11 dt•I l'Íl ><:11,1pi, pnr 1•j1•111plo, l11 vh 1w11 1i>J Hl\11 1d1 • 111t lNt, l-'111111111 I
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111!1111•·• "" ¡:111¡ 11111 1•1111111 1111111111111111 11111111 1111, ,1l •1111g,•11,••• d1• 1\ 111111 111!11 (h u.,¡,. 11/HH), ¡11, 1
1 d M1111•,,1, il1 • ( 'i ili, 11111·11 q1111 •111 •• l'I Jllll\ l'I 111 d1 • l 111111¡•,1 111111 •H 11 l11I l11qilh" l'1l111,•..1~N111l11111•~( III I N11ll1111 l111I 1111d11(',¡•,11 f,, l1J'it1)1 •,111 l 11l1111il •l11 l,,.. 1,11111111ld,1d1••
11, ¡-,1 ,,, ,11 1 l',u 111, 11
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

lo den a conocer: un proceso externo de articulación y comunicación dl1 • •111H111idades negras e indígenas deben considerarse un mal menor. Como
territorialidades. 1111,1 forma de evitar conflictos mayores, se han propuesto v arios mecanis-
Aunque algunos líderes del movimiento negro han señalado que 111 11 1 11111•1. Entre ellos, se encuentran los comités interétn icos en los que ambos
su cartografía clara en la cabeza, el ejercicio de cartografía social en sí plnnt 11qms discuten y negocian. En caso de no llegar a un acuerdo, se conforma
preguntas sobre los conflictos territoriales y sobre los límites por determln 111t 111ces una comisión mixta con representan tes de las comunidades involu-
La propiedad privada en las poblaciones negras rurales está delimitad,, L ' 11 Lis, el Incora, la Dirección de Asuntos para las Comunidades N egras y la
claridad - principalmente mediante linderos naturales, como ciertas qtll'h 1 1111•1·\'ión de Asuntos Indígenas, para que en un término de noventa días se
das, rocas o árboles-. Al contrario, el respaldo de monte -que se u sa 111\ 11111 1•da a definir la delimitación del respectivo territor io (Decreto 1745, ar tí-
caza y la recolección de frutos y hierbas - se percibe como un espado 11 111 ·>2, parágrafo 2).

lectivo abierto sin ninguna frontera claramente establecida. La necesid11LI Figura 8.1 . Taller d\2 cartografía social dirigido por el autor a la población residente en la isla
delimitar ahora estas áreas en mapas va contra las visiones espaciales y h• de Gorgona, 8 de julio de 1999
toriales tradicionales. Adicionalmente, entre comunidades negras e intll
nas ha existido por tradición lo que yo llamaría territorialidades super¡1111
en las que la gente negra puede entrar y usar el territorio colectivo indlM
y viceversa, siempre y cuando sus respectivas actividades no violen 11111

rechos territoriales del otro grupo étnico. Estas territorialidades tolert11/11~1


sisten en fronteras fluidas, que a pesar de ello están marcadas con clurld111!
se respetan: "Entre grupos vecinos hay fronteras territoriales y socin/1•1, J/11/
atravesadas por relaciones de cooperación y de comercio. Por lo tanto, 11111
cursos o la tierra que pertenecen a un grupo pueden ser utilizados p111 111

si las relaciones sociales son lo suficientemente cercanas para volvrr ,1 11111

traños miembros prácticos - sin que por ello adquieran derechos - " (V,11 M
1999: 149; énfasis agregado).
Sin embargo, las mismas legislaciones referidas a la creación d1• 1111, 1
guardas indígenas y las tierras colectivas de las comunidades 11¡•¡•11,1•, h
causado conflictos entre los grupos étnicos, en ocasiones. La impos h 11111
terna de la noción de fronteras fijas en epistemologías locales dl' f 1111111
fluidas y territorialidades tolerantes obliga a las co1nunidades lcm il1•11 ,1 1
<lucir sus aspiraciones territoriales en mapas y a plasmar lírnilcs l'XI 1t1 , 1111
en relación con las otras territorialidades (del Estado, d e l ni m 1•,111 i'" 1
co). Acordar estos límites no siempre ha s ido fácil. Es lr dt•clo ro li11!•111 1 d
legislación, poco discutido pero importanll', dl'lw juzg,1rsv rn1110 111°¡\1111
pues ha ll(' vndo ll inr rernc•nt,1r ,1 lg1111m1<'1ll1fl irlw, 1<•1·1·itorli1lvfl 1111111• 111 1111 l 11IIIHl,tl/,1 ,1, ,1,1111111
llllllli1l.1d1•~1 i11díp,1'll,IH Y IH')'/dH, ~;¡,, 1•111h11i¡•,11, d11di1 l 1 111•1·l1•t1l (• Jll ' lll'll 11
d1•I 1,q1lt,il y d1 • 11111111 '1'1 1• 11•11111•1 1•11 111 11 •¡1111111, ,.¡ 1•11 ti1lil1•11•1 11111111 •1,1"' , I
Ul11ch Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Figura 8.2. Taller sobre


historia local y educación ambiental con profesores locales; V11 1 Estos mecanismos de administración y manejo debían expresarse en
Larga, Consejo Comunitario Unicosta, Nariño (20 de junio de 1999) lo1 llamados planes de manejo que los consejos comunitarios debían poner
11 111archa. El primer plan de este tipo en el Pacífico fue desarrollado por el
1 ,111scjo Comunitario de Napi, coordinado por Plan Pacífico con fondos del
1111wo Mundial104 . El plan de manejo identifica problemas que afectan a la
111hl,1ción y los ecosistemas en el río Napi, según lo percibieron sus habitan-
,, \' lo interpretaron los "expertos" (Plan Pacífico, 2000). Además, desarrolla
0
111 111,rn d e acción general, junto con programas y proyectos más específicos
p11••l(' implementan dentro del territorio del consejo comunitario. Geógrafos,
1,1otl11gos e ingenieros forestales participaron del análisis con sus "saberes ex-
1, 11w-;". También se involucró a representantes de las comunidades locales,
, 111Hno a funcionarios del Gobierno, quienes supervisaron la logística d el
1•11 11•1•cto. Se identificó un deterioro ambiental generalizado de la fauna y la
11111,1como el problema que más afecta a las comunidades ribereñas. Como
1 11 lit1do d e la pesca excesiva, la p esca con dinamita y la intrusión de perso-
11 1•'< lcrnas a la región que explotan estos recursos, se reportó que algunas
111 •1·1t,s de peces estaban en peligro de extinguirse. Un problema similar se
" ¡1111lo para las especies animales sujetas a la caza. De otro lado, la degrada-
11111 ,il-1suelo se atribuye en parte a la presión creciente de la población en
1, 111 ' l'l'i.lS típicamente poco fértiles y a la intensificación de la explotación de
Planes de manejo: la planeación 1 · 11 •,·ursos naturales. En algunas áreas, d e hecho, las actividades produc-
de las nuevas territorialidades 11 111 1rad icionales se han hecho inviables debido a la pérdida d e la base de
Una vez resueltas las disputas territoriales, el Incora expcd1,1 1, , 111 111 ,s naturales y al deterioro de la calidad de la tierra por la erosión y la
lo colectivo de tierras a la comunidad negra respectiva en formn dt• 1111 11tl,11 ninación. Esto conduce en ocasiones a la paradójica situación de una
solución con información sobre la ubicación exacta, el área y los li11d1 •111 1 t.1•il1wión conservacionista que exige la implementación de prácticas pro-

territorio (Decreto 1745, artículo 29). También incluía una sección Ht1l111• lt l111ll v.is tradicionales en un m ed io ambiente ya deteriorado e incapaz de
querimientos especiales en relación con las normas par a la consn v,11 lt 1 l ll'ih'I' lales prácticas (o a la gente que las practica).
los recursos naturales:

El territorio titulado como Tierras de las Comunidades Ncg1r1s •,1 11,\ 111,11 11 ¡ 1,I
ministrado por la Junta del Consejo Comunitario con b,1,e t•11 1•1r1•gl111111•1111 111 1•11l11lt,11•11 ( :1111pi d111·,111l1•111 vl•1il,1dt• In rt•pr('Ht'nlunt,, del Bai,co Mundial, natural de Trinidad
t11l,¡¡g11, q111• ,·rn1v1•1N11, 1111 111•1 lfd1•1l'Nd,· los ro11Nl'jo~ con1unilMios dt• la rosta caucana. En
aprobado por la Marnblea GC'r1C'1,1I. 1d lu11t.i dol C-011•11•¡0 ( rn1111111t,11111 d1 •I11 1\ 1 ,11" 11•1111l1 111<"1, "'' d,•1ldl11 q11,, 1•1t 1111,¡¡•/11 ( ·,1n11111i1,11•io di· Nnpi KV lw1wfirind11 di• l,1 ,1y11da del
(C'I mern111\n11i•, rh' (l(/1111111•,/lt/C /í)/1 y 111111 11•¡0 q111• 1 1¡11•11111t,111 1111,1¡1111v11I¡
11 11 1111 t-. l11 11tll11I 1•1111•,illd111 I l11il 111111111 11l111•1 d1"111111tt•11¡lo11"1 11111,1, l'IH", 1111n ti,• h111, 11ndido1w~
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

Como limitación socioeconómica, el plan de manejo consi<kr,, 1 cuantos racimos de plátano allí, y lo dejaron sembrado. Y eso les indicaba posterior-

de una comercialización efectiva de los productos locales, una de 1,,,. 1 mente si era apto, si daba o no. [... ] Los viejos siempre experimentaban. Un poquito

pales razones para el bajo ingreso y la poca calidad de vida. Aunqu1• 111 aquí, un poquito allá, ensayando. Aquí se da el plátano. Acá también. Pero dura me-

áreas dentro del territorio del consejo comunitario del río Napi no I''º 1 nos. Entonces vamos a sembrar allá. Esa forma era la tecnología nativa. (Entrevista con

suficiente comida para garantizar la autosuficiencia, otras muestn111 UI Porfirio Becerra, Tumaco, 16 de enero de 1999)

breproducción de ciertos productos alimenticios. Es el caso de las pMI


tas del río, donde se produce un excedente de maíz que con frt1 \'tll'II De manera similar, las tecnologías nativas mostraban a los habitantes
pierde, por la ausencia de una comercialización efectiva y de la rnn•n I'" 11rnderas usar para construir sus casas, y así descubrieron que el guaya-
centros de almacenamiento en la región. La falta de un sistema 01-g.ml 111 ¡10r su resistencia, era especialmente adecuado para los pilotes que sopor-
de transporte es otro factor que obstaculiza el desarrollo de w1a visio1111\ 1,l,i111 In construcción. Es difícil imaginar que estas tecnologías nativas hayan
tegral de la comercialización, al m enos en un plano local e intrarrt'gi, 111111 11 w111bocado hoy en un 98% de materiales de baja calidad en la construcción
No quiero examinar aquí todos los aspectos del plan de ma1wj11, '11 1, 1 1v iendas, como se afirma en el plan de manejo para el Consejo Comunita-
abarca además los campos de la atención en salud y la educación . illl 11111 1h • !\fo Napi. El problema parece ser de la lente con la cual se observa y eva-
ello, me interesa analizar cierta contradicción en él. Por un lado, el pl,111 h 1111 , it•rto fenómeno. La descalificación de la concepción cultural tradicional de
en la necesidad de un desarrollo más planificado para la región. Co11 1 1 l 11 lvil'nda expone los parámetros culturales occidentalizados empleados en
fleja tendencias globales en la importancia cada vez mayor dada .i 111 l'I ¡, 11 lc • del discurso del documento.
ción como medio para alcanzar un supuesto desarrollo (Escobar~ 11l1Pli) lista tendencia se expresa además en la· crítica de una ausencia de cultu-
el otro lado, el plan destaca la continua existencia y relevancia de 1,IH 1•11\11 1 1, 111nc rcial. El plan valora negativamente el hecho de que los habitantes es-
tradicionales de producción como una forma viable de alcanzar la 1'l\l ,i. 11 lt 11 1111•ramente interesados en el autoabastecimiento, sin explorar el potencial
sostenible de los recursos naturales. Sin embargo, a la vez critica lu 111111,, 1,, 1rnnercialización de los productos locales. Con esto supuestamente mues-
cultural tradicional de la vivienda local y afirma que un 98% d e los 111,1h 11 1, 111 11110 falta de mentalidad empresarial. Tal crítica, sin embargo, contrasta
usados en su construcción son de baja calidad y poca duración (Pl1111 l ',11 lf 1111 c• I nnálisis casi triwúal que me hizo un intelectual negro en la madruga-
2000). Tal análisis es sorprendente, y no se da información sobre 1.i 111d111h l I tl1•I afio nuevo de 1999. Aunque ambos habíamos estado tomando licor sin
gía empleada para llegar a tales conclusiones. Sabemos qu e las vivi1•111I 1 I' 1111r durante las últimas doce horas, recuerdo perfectamente la última parte
el Pacífico rural, en su gran mayoría, están construidas con matkr•,1 \ 1
111 11111•slra conversación en la que analizábamos y criticábamos el devast~dor
pilotes. Con esto se evita, por ejemplo, inundaciones, una estralegii1 i1d11¡il 1111p11do de las políticas neoliberales en el Pacífico, discusión que él misterio-
va al entorno físico. Estas formas locales de conocimiento son e l n•i.rrll11d1 11111•11tc declaró terminada con el comentario: "Los negros somos una curiosi-
procesos de aprendizaje m1¡1y prolongados y refleja n una riqueza d1• ,,, 111 ti l II l ¡1,1n1e l ca pitalismo". A unque no pretendo afirmar que la cultura negra es
cias acumuladas transmitidas de generación en generació n. Hn p1il11l11 ,1 111 «"il'llr ia a nticapitalis ta, hay indicadores que muestran que la ausencia his-
representante legal del Consejo Comunitario Mandcla, en Nn ri,111, 1•1111 1 1111 ¡, 11d l' una lógica n 1pit,1 lis ta de acumulación entre las comunidades negras
generado tecnologías nntivns, por ejemplo, en los s is le mns lor,ll1•s d1 · 11111d 1111,!11•111·11<'I Pndfirn tll' n••iiti l<' n la implementación d e programas de desarro-
ción agrícola: 11111 •11111 n•gi(in (v1w11• ti111d111 •11 ,,1cuento al principio de l capítu lo 5) 105.

N11t",lltl', p111li, ..,, dlll1", d,· •,1•111l11,11 pli'1l,111t1, ¡,111111•111 IIIVI •,ll>J,lh1111, 1•~111•111111111
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

El Plan de Manejo para el Consejo Comunitario Río Napi está fuct el temor de uno, en una zona donde nosotros hemos sido pacíficos. [...] A nosotros
mente orientado hacia los discursos globales sobre sostenibilidad y ron nos da temor todo eso porque ya nosotros hemos vivido una experiencia. Nosotros
vación. A primera vista, parece tener más sentido para personas extern,111 11 ya vimos, donde llega esta gente, ya está la guerrilla, ya están los paramilitares, están
región que para los campesinos y pescadores locales. Incluso pueden pi los delincuentes comunes. Entonces nosotros no somos amigos de esa clase de per-
tearse dudas serias sobre qué tan v iable será llevar a la práctica las prop11'1 sonas, porque ellos a lo meior andan con los delincuentes para que les defiendan sus
del plan. No obstante, su elaboración con la participación activa de la I um intereses. [...] Entonces la comunidad se manifestaba, la gente se organizó, y en cada
nidad también ha logrado elevar la conciencia sobre la problemática sil lllll 1 pueblo se principió a hacer reuniones y manifestaciones. Se logró derogar a una con-
ambiental en el Pacífico y sobre la nueva legislación y la consiguienl1• 1111 cesión que dio la CRC [Corporación Autónoma Regional del Cauca]. Hubo que ir al Mi-
lización de las comunidades negras en los ríos. Como señaló un obs1•rv1ul nisterio del Medio Ambiente, al Ministerio de Minas, al Ministerio de la Defensa, o sea,
de este proceso, muchos estudiantes jóvenes se unieron con entusiasnu, 11 nos manifestamos a toda esa gente del Estado para defender esa parte. Eso fue en
discusiones de la asamblea final convocada por el comité del plan de 1111111 el 96. Cuando ya principiamos a mirar lo que fue el destrozo que hizo la retroexcava-
(entrevista con Gaspar Torres, director de Plan Pacífico, Bogotá, 8 d e s1·pll dora en el Timbiquí, que allá hubo un problema serio. [...] Si ellos entran, de pronto,
bre de 2000). La concientización de estos jóvenes puede en el futuro ll1•v11 más sentarse a hablar con la comunidad, qué propuesta, o qué oportunidad traían. El
su participación activa en los procesos de organización al nivel local o in, lu proceso de la explotación, en el caso de la minería, y lo forestal, hecho con empresas,
en el movimiento social nacional de comunidades negras. que también dejen algo de vida, que no simplemente se lleven lo que hay y desapa-
rezcan. Porque nosotros tenemos que preparar también el futuro de los que vienen.
Entonces, no es simplemente acabar con lo. que hay, o sea dueño para acabar con lo
Apropiación de la legislación: resistencia
que hay, no. Porque esto lo hemos conseNado durante tanto tiempo, y por un rato de
a las intervenciones de forasteros
mal, de hambre que se dice uno, no.
Las comunidades negras han aplicado la nueva legislación en v ,11 111111 [La denuncia se hizo] en la Alcaldía primeramente, y de allí nos tocó hacerlo a la CRC, y
sos para proteger sus demandas territoriales contra forasteros interl'SlHl1111 luego nos dirigimos al Instituto del Medio Ambiente para que ellos dictaran una reso-
explotar sus abundantes recursos naturales. Así cuenta el representan!, • h lución referente a esa vaina. Entonces ellos dieron una resolución, y nosotros tenemos
del Consejo Comunitario Río Napi su experiencia con una empresa q111• I'' una copia, que ninguna institución ya podría entrar sin el concepto de los consejos co-
tendía explotar los recursos auríferos en su río: munitarios. Que había aparecido la Ley 1745, la cual daba autonomía a los consejos
comunitarios para que sea quien, en compañía a las corporaciones regionales, que di-
En el Napi vino una compañía que se iba a meter, y se tuvo que frenar t "·" ¡,,,r 1 gan y den algunos conceptos de explotación de recursos. [...] Nosotros manifestamos
primer lugar, su procedimiento no era el más adecuado, porque se peg,rrrn1 d, 1 que no somos enemigos de las organizaciones que vengan a explotar los recursos
sonas que no tenían credibilidad en la comunidad. Segundo, pues ello~ 1111•, 1111111 aquí, pero que también dejen un aporte a la comunidad. Pero la que pensó que úni-
taban que a cualquier precio se metían, porque ellos tenían su platcl. l 1110111, camente viene acá para llevarse los recursos y va a dejar a la comunidad, no, allí tene-
mos que ham rc•~istcncia. (Entrevista realizada en Guapi, 24 de abril de 1999)

nómicos, pues apenas gana en intervalos irrt'¡\ttlft1't•s ,1lg1111 dinvrn , 01111, ¡,111d111111 d, 11
rentes activ idades informales, como la pn'p111-.11'iú11 d,• hotl'i l,11,, 111·,1d11tt, 1>01111 l ,.Ji., 11111 1 l•:s ir11porl,1r1l1• d1•111.11·, 1r q 111• ni l,1s comunidades loca les ni sus líderes
poco inlC'rés ruando Jt, !>Ltl\l'l"I 1'11 v,H"i.is oc,1•'11111, .. , q111· , 01111•1·1·l11ll·1111,1 I"""" 1'11!1 •111111 ,¡111 , 11¡1111 w11 p1,1· 1•o r1qrl1'1 11 ,1 l,11•, l1',11'1 io n d1• n·nirsos r1.ilurn ll's d1• suH lil'rras.
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

vienen", como indica arriba el líder del río Napi. La mayoría de las pt>rutl 111,lximo esfuerzo para explicar la situación de la mejor manera posible. Vien-
ciones inducidas en el Pacífico para explotar los recursos naturales han 1 do que el debate seguía estancado, los dos du2ños del aserradero exigieron
procesos de extracción cruentos que dejan a los lugareños abandonado11 d,• pronto a los residentes que tomaran una d ecisión el mismo día, y amena-
medio ambiente degradado. Los nuevos procesos organizativos de las I om .iron con irse a otro lugar en caso de que rechaz aran su oferta. Según ellos,
nidades negras desafían esta lógica extractiva capitalista, en términos no • l1,1 ltía árboles suficientes en otros ríos. En este punto intervine y pregunté por
ambientales, sino también humanos, relacionados con la calidad de vid11 q111• entonces habían venido al río Guajuí, y no a uno de estos otros ríos. Me
actual legislación, aun cuando sea imperfecta, proporciona un instrulllt! l"' "!\unté si esto tendría algo que ver con el hecho de que el río Guajuí seguía
importante para que las comunidades locales defiendan sus derechos rnn l1'l 1do uno de los más pacíficos, donde hasta la fecha no se había registrado
intervenciones de forasteros en sus ríos, al menos en teoría. Por supues to,, I" ,ldicamente ninguna actividad de la guerrilla. El río Saija, adonde habían
cosa es preguntar si estos derechos pueden llevarse a la práctica, cuando 11 11.inuado que irían, estaba mucho más afectado por una fuerte presencia
enfrenta a actores armados como la guerrilla y los paramilitares. ,,111•rrillera. También era sintomático que ellos vinieran de N ariño, donde los
En otra ocasión pude observar la resistencia local puesta en csn '" " l11 111ques de los ríos Iscuandé y Patía habían sido explotados de manera tan
me había invitado a hacer un viaje por el río Guajuí para participa r 1•11 U t111t•11siva que no quedaba mucho para talar allí.
reunión en la vereda de El Carmelo con miembros de la organizacio11 1I Después de que se habían ido los propietarios del aserradero, amena-
reña Asodergua, el domingo 7 de febrero de 1999. Tras una hora di' 11111v 11 1d o con no regresar, se originó una fuerte discusión entre los habitantes.
saciones, la reunión fue interrumpida, pues se estaban difundiendo ru1110 \l g11 nos in sultaron a los representantes del consejo comunitario por hablar
de que dos dueños de un aserradero habían reunido a la gente de San 11 111 111111 mrreta, mientras ellos pasaban hambre. Era un conflicto predecible, por
Guare (una vereda río arriba) para llegar a un acuerdo sobre la creaci(u1 d, 11pucsto, que se acentuó sin duda con la actitud de los dueños del aserra-
aserradero en la orilla opuesta al pueblo. Alarmados con estas no tid,111, 1 ,l, •111, unos señores enormes y agresivos con sus dedos adornados con gran-
embarcamos inmediatamente en dos lanchas rápidas para llegar nwd l,1 h d, .. , ,m illos de oro, que vociferaban sus demandas en voz alta. Sin embargo,
después a San José. Íbamos acompañados del representante del co1rn1•l11 l,1111hién era necesario este conflicto. Solamente en ese lugar y en ese momen-
munitario y de un joven antropólogo del lugar, miembro d el comité d ii 1•111 111, rnn la discusión de esos problemas, fueron claras las posibles implicacio-
de Asodergua. Se pidió cortésmente a los dos dueños del aserradt'l'll q11v 111 111 p rácticas de la legislación vigente. Más allá de los discursos de u,n plan
retiraran durante media hora, tiempo en el cual los miembros d e l n 1111llr 1 il1 • 111,1nejo, en esta reunión se articuló el poder popular, aun cuando fuera de
rectivo explicaron a los habitantes las partes de la nueva legislación q111 • 111 111,11wra a lgo confusa e incipiente, contra los intereses del capital externo. Mu-
ferían a la extracción de madera y a los derechos de las comunid adt•N111 •11 ' 111111 habitan tes se mostraron inconformes con que los propietarios del ase-
Se originó un candente debate en el que los lugareños pusie ron e n 1'111111 'I 11 ,11 l1'ro se hubieran ido para no regresar, pues sentían que con el aire húmedo
querían trabajar con los propietarios del aserradero, ya que e llos pro11 11 •It,111 tl,•I 1·10 se evaporaba una oportunidad de obtener el dinero que con tanta ur-
menos algún ingreso en una región que de otro m od o e ra muy poh,·1• 1 11 1:1•111 ·iu nccesitaban. Sin embargo, incluso los más agresivos admitieron que la
do los dueños del aserradero v olvieron a la reunió n, aprovecharon 111 d1 1 , 1, 11111d de los d ueños de los ase rrad eros había sido d eplorable, que no debían
dia interna y prometieron trabajo p a ra l'odos los inl'r rt'sados y ¡in ·i•,11111 ,11 111 11!1·1· 1·xig ido una d1•d ~io 11 inmedia ta de los habitantes, sino tomarse su tiem-
"¿Hay aquí gente que quie ra trabaja r con nosotros?" . irnos ig ,mrornn l,1111 h ¡111, q 1u• d 1•bi,1 h,1h1•1·111• r1•1·11l1•1·1,1do inío rmnción a dicion al sobre índices de tala
legislación sobrc> licc'nci,1s dt• 1•xplo t,1do11 d.id.i ¡i11r l.,s rnr¡in r,wio11P11 11 •1\h t , 11 ,•I ,1n•11 y qt11 • , lt •lir,1 lt,1li1•1'1 11 • 11111s1tll.ldo n l,1 ro rpo rnción n'giona l d t• d rsa-
lt·s d1' d vs,1 rro llo ,1 lm1 n•s ¡i1 •1·1iv11•1 r 1111•w¡,1•1 11 111111111l.il'i11r11 q111• 1•111 11111 ,,,.. h 111 1111 1111 •11,hn· 1.i 111·1•111 1i1 d,• ,. 1il11l,1111,11,
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

proceso de concientización que tal vez nunca se hubiera dado en innunwr11 diferencias en el discurso y la v isión entre los líderes más viejos y los más jó-
bles talleres sobre el alcance y las limitaciones de la Ley 70. Los líderes h,1h111n venes. Por supuesto, no se trata de una simple brecha generacional. Pero es
señalado con especial interés que en general no se oponían a la explot,11 11'\n obvio que los líderes campesinos de más edad suelen tener discursos nutri-
maderera en la región, pero que tal cosa debía hacerse de modo que se g,111111 dos de experiencias organizativas anteriores a la Ley 70, mientras que los dis-
tizara la explotación futura d el recurso. En San José de Guare, los discu1 N cursos de los líderes urbanos jóvenes se han formado predominantemente
sobre sostenibilidad y conservación habían hallado una aplicación prácli( ,1 LI durante las movilizaciones más recientes en torno a la Ley 70 y sus aspectos
resistencia popular en la que, sin importar las diferentes actitudes inh•n111 l'lnico-territoriales. Como lo explica un líder mayor de Nariño al referir su lar-
los habitantes usaron la legislación para reclamar sus derechos. Es evid1•nl ga trayectoria de trabajo con asociaciones campesinas:
que hay y siempre habrá distintos intereses en juego, aun dentro de l,1 mi
ma comunidad. Pero precisamente en estos conflictos generados por la ¡wn Yo tengo 62 años, y yo soy de allá de la minga, de la producción del arroz, de la siem-
tración del capital externo se crea conciencia, tal vez de mejor manera q111• bra del plátano, de la canoa, yo sé hacer todo eso. Yo sé labrar, hacer muchas cosas.
áreas que no han experimentado una intervención importante de él. E11 1 • Yel proceso [de organización regional y nacional] no está dirigido por esta gente que
escenario fueron cruciales la intervención y la guía de los líderes locall''I 1 sabe. Está dirigido por gente que nació aquí [en Tumaco], que solo sabe de lo urbano.
ellos, parece probable que el plan de instalar un aserradero en San j(l¡,¡{I, Eso es una crítica que venimos haciendo desde hace mucho rato, que intelectualmen-
Guare hubiera seguido adelante. Por tanto, es importante examinar los ,1!11' te se puede hacer cosas, pero esa posición hace que la otra gente dice: "Este no es
tos de liderazgo en las experiencias de organización local. campesino, este no sabe andar en potrillo, en una canoa. Entonces, lpor qué está diri-
giendo?" [...]. Porque la gente lo crea más a un veterano que a los jóvenes, les creen
El liderazgo como recurso humano importante más, por la experiencia. No es lo mismo echar la carreta, "yo soy del proceso de co-
munidades negras". Todo eso es importante, pero no cala tanto como si lo habría di-
La teoría de movilización de recursos (TMR) hace énfasis en el po¡ 11•1 'IU cho una persona hábil con una experiencia vivida. Es decir, no es lo mismo hacer que
juegan los líderes en los movimientos sociales (véase capítulo 2). Aw1q111 1 ser. Ser es una cosa y hacer es otra cosa. Las líneas que vienen de arriba para el pro-
estructura organizacional del consejo comunitario en el Pacífico colo111lih111 ceso de acá no calan. Porque la gente no las entendemos. (Entrevista con Portirio Be-
ha sido prescrita por la legislación, como se discutió anteriormenll', 1••1 111 cerra, Tumaco, 16 de enero de 1999)
portante examinar el tipo de liderazgo que se ha cristalizado en estns 11111 \
estructuras organizacionales. ¿Quiénes son los líderes de los conscjo111111111
Estas variaciones en edad y en experiencia vivida se reflejan en los dis-
nitarios? ¿De dónde vienen y qué experiencia organizaciona I prev in ,1111111
1111·sus de los diferentes líderes y, por momentos, en concepciones distintas de
a estas nuevas movilizaciones políticas? ¿Qué los motiva a involucnll'•11· 11,111
1111 ¡11c debería entenderse como desarrollo económico y como plan de manejo.
líderes en estos procesos? Estas son solo algunas de las preguntas qtw 1111!·111
1 111110 indica el mismo líder más adelante:
ré responder en este segmento.
Puede observarse una tendencia genera l a comparar ('I lidNa:t.¡i,11111 "'
en los consejos comunitarios de los rfos con el de los movimi('11l011•11111,11 Incluso f11•11lt• .il p1oceso del desarrollo económico hay dos tendencias. Una que es
urbanos en Colombia. Mientras q11 t' In m,1yori,1 di' los lid(·1n; d1• 1·•111111 11111 l.i q111• pli111l1•.i11111•, 1111•,otros [los campesinos de más edad], que cualquier institución,
micnloli son jóv('lll'S, l'Xl'Hludi,111ll'!-l o prul1•11lrn1,1h•ri 1·1l11(',1dni-i, 111 11111v1111, d1•l l •,l,11h1, 1111,•111,1111111,1!, o •,1•.i q11i1•11 ~1•,1, <lpoyt• [)HlR1t1111<1~ y p1oycctos de activida-
lnHlíd,·n•s dt· lw, r1t1111i11111,1111p1•1,l111111, ¡w111i1d1111 "111 11d111 •111•1 d1• 111,1>11•d,1d 1 d, .., o1wfi 111,1• 1111! 111 11l,1!1111•11l1• ',fl•,lt'lllhii", 1'ul I", 1111,1¡111',II 11'111, l,1 e 1111! o11myo yo. YPI
1111 ¡•111111 h,1¡•1,1j1• 1·11 1' ¡11 •111•11111111 d1 • ,11¡•,,1111 :111 i1111, 1•11 11111 1111lv,111 ¡111¡111ii111 '1111•,1 '111 1111111111111 111111 11111y,1 l",11 11,iy 111!,1 l1•11d1•111 lil lil1' 11 ,.. lid, '11", 1111\•, l<°IVl 'lll",I 1li•I
l111¡•1il•111d1H1 11111 1•11·111,11 111 h11t1 1pd1•11• d1 •1 l1 1111111,11•111 p11• 1.i11•h•11 ¡ 111••11•11111 ,1¡111y11 ,il11 ¡,I 111 1 111111, ¡11, tl1 111,h•11,11111, 11h1t,,1111111111 1 il1111 l,1 ¡¡i 111, 11111111 w 1
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

a preguntarse por qué necesitamos un plan de manejo territorial. Porqw· li 1 11111111ités locales para supervisar los asuntos cotidianos de la comunidad. Sus
mas viniendo manejando, eso ya se sabe, en las comunidades, sí lo sabc-1111 Ir 11vluras y jerarquías no incentivan de manera activa la participación popu-
mas cuándo se puede cazar, sí, nosotros sabemos eso. Sabemos cuá11d11 11 \ ' 1•n muchos casos solo existen en el papel sin un compromiso real con el

cazar el conejo, por ejemplo, sabemos eso. Y nosotros podemos establt•c 1•1 1 1h 111 •¡-¡lar de la comunidad. Como lo explica don Ricard:
de veda, porque en tal época están en gestación. Eso lo sabemos. Saben 111 ,¡1
zona es apta para mantener cultivos de chontaduro, eso lo sabemos, ('11 l,1 1
En el 67 me vine a Timbiqui. Tenía unos treinta años. Allá me nombraron a la JAC, por-
Nosotros sabemos que esta tierra hay que cuidarla, eso lo sabemos, (",o 1 1
que allá, el maestro, como la persona más capaz, siempre ocupaba la Secretaría de la
mental. Porque lo ha hecho la gente. La gente lo ha hecho. No hace fc1lI,1 111,I
JAC. Luego pasé, como maestro también, a Belén, en el Napi. Y allí también fui secre-
sistematizarlo. Pero ahora la gente le va a decir, plan de manejo y orde11i111111 111
tario de la Junta de Acción Comunal durante el tiempo que allí trabajé. Allá decían lo
torial. Pero eso es el discurso de ahorita. (Entrevista con Porfirio Becerru, 111111
mismo, porque el maestro debe ser secretario de la JAC. (Entrevista con Ricardo Cas-
de enero de 1999)
tro, Guapi, 27 de abril de 1999)

Los planes de manejo hacen parte integral de la esh·ategia conH1•1, 11


nista del Estado en el Pacífico. Las comunidades negras se ven 01>111:1111 l\n 1972, don Ricard se retiró de la enseñanza y se dedicó a la agricultura
participar en este juego, si quieren que se reconozca legalmente sw1 ,111¡ I 11 NII pueblo nativo de El Carmelo. Allí fue miembro de la Junta de Vigilancia
ciones territoriales colectivas. Esta necesidad posiblemente ha sido 111i\ 1, 111 l 'ooperativa Agrícola del Pacífico (CAP), un programa agrícola rural fun-
conocida por los líderes más jóvenes que por los mayores, quienes 1'Nl,l1111 11d11 por el Incora (véase el capítulo 7):
preocupados por el apoyo para las comunidades locales cuya vido h,111 11
partido durante décadas. Volveré sobre esta diferencia al final dl' l'Nl1• 1 Después, cuando me retiré del magisterio, me dediqué a la agricultura. Entonces yo
tulo. Es claro que las distintas experiencias de los líderes comunitnr111-. fui prestatario del lncora, ya en El Carmelo, como teníamos tierra allá para sembrar
diversidad de su formación - como estudiantes educados en las vi11d,11h coco. Allí entré como socio de la Cooperativa Agrícola del Pacifico. Era un programa
líderes campesinos de larga trayectoria en los ríos- son un recurso i11q 11111 que tenia el lncora. Entonces, como socio de la Cooperativa Agrícola del Pacífico, en El
te en la movilización popular. Carmelo me cogieron como delegado a la Asamblea de 1972. Entonces, en la Asam-
blea me eligieron miembro de la Junta de Vigilancia de esa Cooperativa. Es decir, la
Junta de Vigilancia es la que vigila, es decir, el manejo, el movimiento de la Cooperati-
La formación de líderes: la experiencia
personal como fuerza motora va. Entonces yo fui cuatro períodos consecutivos miembro de la Junta de Vigilancia en
la CAP. (Entrevista con Ricardo Castro, Guapi, 27 de abril de 1999)
Ricardo Castro tenía veintiséis años de edad cuando dejó su ¡1111 •1 il1111
tivo de El Carmelo, en el río Guajuí, para ir a b·abajar a las plantacio111• 111 111 1

reras en Palmira, en el departamento del Valle del Ca uca, en 1964. /\111 1,11111 11 l 'or In misma épocn, don Ricard fue elegido secretario de la junta direc-
estudió comercio y contabilidad d urante las nochl'S. Parlicip<> ,1c1i v.t 11 11•11h 111 ,1 1111111icipu l dt' In /\1101 ·i11ri6n Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC)
el sindica to de trabajadores de' la ca i10 d1• a1/.(1c111·, y 1·11 1%6 f111· 1•lq;ido 11 11111 1 h 111'/,I " 1975. 'l\11111li(•11 tl1°1,•1np1·116 d r.:1rgo de tesorero de la Asociación de
ta rio general. Sin l'mborgn, l'n 19(17, don l{h'11nl 1·011H> 111 lo ,·n11111·1• 1 111il11"1 d1• Jl.1 111111.i d1• 1111/ 111 11/11'\ y dP pn•Hid¡•n lt• dl' l,1 mi1m1,1 nsocic1ci6n, cn-
,, 1111•oslo1 rn1 1co111,1 ,1 lr.th.tj.tr ,·011111 prnl1• 11111 1•11 C '111l•J1', 1•111•11111 'I 111,l>iq111 d11 11, 1'11/1 y 11) 1111, /\,11•11111'1 , 1•11 11111 1 1111 1 1·011n•jo1I por 1•1 l',,rlidu ( '011,w,·v.ido r ('11
tl1• li1111lll,·11 111• 1·011vli 11111 11•11•111•!.11111 tl1 • l,1 11 11,1.i d1• /\1111111 < 111111 11 1,il (1 \1 ¡ 1
1 t ,11,q1I, 1li11 ,1111i • 1111 ,11,11 1111111111111•, 111•111°111111 .11 li vo1 11111 11111 11111l ld1111 p11l1 1I
1 \1 '11111 llllol llllt iilli\1I l111111•11t,1d,1111111•1 l •1t,1tl111 •11 l111li11•I ¡1111111 p11 •1¡1•11q•,1111I 111, ,11• 111111,tl 1dl'f,1I q111· 1111 ,I¡ ,1111111 1111111111 l >1°111111•11 d,• l,1 111111111il¡ ,,h h111 d1•
1
Ulrich Oslender
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

la Ley 70, se formó en el río Guajuí la organización ribereña Asoder~ull Pues algunas personas hemos traído esta experiencia, esta cuestión de pertenecer, dt•
1994, de la que don Ricard ha sido tesorero. El 26 de septiembre de J lJlJ querer vivir metidos en la cuestión organizativa. A mí, pues, me fascina de hacer esa
elegido representante legal del Consejo Comunitario Río Guajuí. Al ig1111I 1 vaina. Sí, me gusta, me gusta. De pronto el fracaso en cuanto a cuestión organizativa,
don Porfirio, en Nariño, la experiencia de don Ricard en el liderazgo pul de pronto no todos alcanzamos a asimilar las cosas, los conocimientos. Pero al me-
co y comunitario se ha derivado de su paso por d iversas organizacio111 11 nos a unos les va quedando algo de experiencia para el futuro. (Entrevista con Ricar-
teriores a la Ley 70. Y ahora hace uso de ella en la organización de su l 1111 do Castro, Guapi, 27 de abril de 1999)
comunitario.
H u mberto Villa, del río Napi, cuenta una historia similar. En s u 111
Es tos sentimientos personales juegan un papel importante en la deci-
tud, también salió de su río nativo a trabajar en las plantaciones dl' 111n11
11111 Individual de involucrarse en los procesos organizativos. Más allá de la
azúcar en el Valle del Cauca. Allí permaneció trece años y se convirti61•11 lt
, , 111i1 de elección racional (véase el capítulo 2), los deseos, aspiraciones y sen-
sindical. En algún momento empezó a tener problemas por sus activ ldit
1111111•11Los de un individuo son factores importantes para alentar o desalentar
en la defensa del derecho de los trabajadores a un salario mínimo. Fi1111lln
1, 1111,tivación del trabajo colectivo. La exclamación enfática de don Ricard,
te salió del sindicato y dejó su trabajo, decepcionado por no haber lo ~, ,111
1 111l' g usta, me gusta", confirma este punto. También lo hace Mima Herre-
unidad entre los obreros:
1 ¡•l'ofcsora y líder del movimiento Apoyo a la M ujer, en Santa Bárbara de
l111iliiqu[, cuando afirma que "son cosas q ue como [que] nacen con uno", ha-
Y me retiré, y me voy pa' mi casa. Allá tengo tierra donde trabajar. M,• v1111 Y 1, 11do referencia a sus motivos personales para involucrarse en los procesos
acá. Yllega uno pues, acá, con esa visión de seguir trabajando con la 8' •111, l 1 ,, 111111izativos:
ro estuve viviendo aquí en la cabecera municipal. Yde allí me fui p'cJ11ili11 )
un fracaso también. Con lo que me dio la liquidación, me puse un 11<•1,1111 11 11
A ver, yo pienso de que tanto el proceso organizativo como otras decisiones o del~,
en un barco fracasé; se me perdió todo lo que traía. Y aquí, lqué 1111• q111 1
minaciones que uno·toma es como una ambición, un compromiso, una vocación c¡11
cer? Me voy p'arriba. Allí hay mina, con algo tengo que vivir con la f,111111!,1 M
uno tiene como persona. O sea desde muy pequeña, yo que hacía parte del grupCt d
Al lá estoy. Eso fue en el 89. [...] Entonces yo regresé a mi tierra, y 1111• d, 1
infancia misionera, o sea nos tocaba cantar la misa, nos tocaba leer la palabra, r•, ,1,
pues, a organizarme en un grupo cooperativo. Hicimos una coope1c1t1v♦ 11111111 1
cir, algo especial que tiene que ver con la religiosidad popular de aquí de la co11111111
esa cooperativa yo era vicepresidente. (Entrevista con Humbe,to V1ll,1, 1,111¡
dad. Más adelante hice parte de un grupo de danza, ya que eso a través del cunl,, ,1
de abril de 1999)
la música y del baile, se hacía como una reivindicación de valores étnicos. 11111111
eso le permite a uno como compartir y cada día querer anhelar otras cosas II i,1 111
Tanto Ricardo Castro como Humberto Villa h a n vivido el ricln il1• l,1 1 portantes, no como para uno como persona sino en comunidad. Además el 11,11111 1
gración circular (véase el capítulo 6). Cuando eran jóve nes sa lil'l'OII I li •I 1 maestro, ya. Yahora sí, eso se encadenó, se entrelazó con el proceso de co11111111, I , 1
fico en busca d e un trabajo remunerado, que encon traron e n lc1s pli111i ,1, 1111 11eg1as que ~e' l",l,111<1dando a partir de la Constitución, o sea, cuando qued6 1·1 ,11 lit 11
de caña de azúcar en el Valle del Cauca. A llf adq uirieron l'X Pl'l'11'1w1111 1'1 11<111•,110110 ',', c¡111• el,, ,1lft1111a manera tocaba a las comunidades negras Olfllllll ,1111
zacional al involucrarse en e l trabajo s indica l, lo qm' lul'Aº st>rí,1 1111 v11lf11 11 1•111p1•1<\ l,11111,•1v,.11111111 p,1111 q11C' eso más adelante se convirtiera en la Ley /11 1 1
curso para s u s actuales posicio 1ws de lidl'rnzgo ,11 n•gn•s.ir ,1 ~11 1, 11•1q 11•1 II p11•11•,n q111• l,1¡•11111111111¡.¡,11111o1c 11'111d1• h.i•,c• q111' ',l' co11ío1111C, c1q11í l'n la rnl>1•1, •1,111111
dos l'l1 la cosln cn un rn,1. /\ u11q1H' 1•llns j11:1,l',,11, ,llf,1111,w d,• 1111•1 "'I"" 111111 lrt lllf lj 1111 I' ull 11 111111 11 t 1, 1t111ii1q111! 1111 111 ,l',lll llll 11'111 /lpnyo ,1l,1 MI 1)1 'I lt•111•111< 1' •111,
11q•,,111l:1,o11 i1111pr1•vii1s111111011,11 1111<1'1 , 1•11'•,¡1111/11 il1• q111•11•1 111g,1111/1 11 •u• h I t 11111 l 11111111 ljlll 1 1 1111 ¡,I, 1111111111 ', ')111• li,1y 11l1,1' 111111111•, ,11• 111)!1111111111 11 1 ljll
11111111'1 id 11111111 •ll1111 \' •iig1 11 · 1ill1111•11 li111il11 -.111 •,q11•1,111 :i1 11,11 t'II d111 111111111111 IIIIJY Hlhll ,11111, 11111, ,,.¡, l,1111111 ,1 1 1111,1111~,1111 1111111 ,¡11, 11111
Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

como unos objetivos bien puntuales, bien concretos, y aporta a la constn1c' 11',11 1·tl1t1l'ra experiencia de organización. Se creó por decreto gubernamental en
proceso organizativo también. [... ] Pero mi organización de origen, de baw, 1 l•Ji.'l bajo la p:esidencia ~el liberal Carlos Lleras Restrepo. Proponía fomen-
a la Mujer. Cuando se conformó la organización yo era la presidente hast,1 r•I ~ 111 1,1mpesincs usuarios de los servicios del Estado en la época de las más
sado, hasta el 7 de agosto [de 1998]. Nos conformamos el 8 de agosto dl'I '11 1111¡1m tantes ltchas agrarias (Zamosc, 1986). La ANUC fue, junto con la refor-
de esa fecha tenía la presidencia hasta el 7 de agosto del año pasado. Y ,111111111 '" , ,,graria, pa-te de la estrategia gubernamental cuyo fin era detener lama-
asesora. Pero le digo que yo había venido participando en todas las orga1111111 " 1 1 111igratoriz de campesinos hacia las ciudades y defender una economía
base que existían en Timbiquí. O sea, el interés era como que realme11tt• \~ 111,11·ic1 libre q1e 'protegiera a los pequeños propietarios dé tierras. Para 1970,
través de las organizaciones empezara él participar en sus cosas. Pero yo d1y,11 1 1, il 11i1 cerca deun millón de campesinos afiliados a esta entidad. No obstan-
es tanto que porque yo vea que alguien está metido en algo, a mí me ll,11111 • 1 l,111 voces mís radicales en la ANUC demandaban un compromiso claro del
atención para empezar a participar, no, sino realmente son cosas que coi 1111 l'I• o1lil1•rno con TJ.na reforma agraria de largo alcance. Esto fue rechazado por el
cen con uno. (Entrevista con Mima Herrera, Timbiquí, 17 de febrero de 1' 111111 t •.ld1•nte corservador entrante, Misael Pastrana (1970-1974), quien ejerció
11

111,1 doble política de división y coerción hacia la ANUC y sus líderes. La bru-
Para muchos de los actuales líderes, hay una lógica de la conl'i1111i,l111/ 1 11 11•¡11·csión d~ los líderes más radicales por parte del Gobierno contribuyó a
participación en los procesos de organización. Mima Herrera sugh•11• ,¡u 1•11 li1 /\ NUC cecayera desde 1974 y se dividiera en dos partes: un ala radical

componente étnico, que hoy se articula de manera consciente en el ¡111111 1111,1 1,,al (Zanosc, 1989: 118).
las comunidades negras, ya hacía parte central de su grupo de do111,1, 111 l~imbiéna mediados de los años setenta, el Gobierno dio una libertad
se expresaba en la música, los cantos y las danzas. Las actuales org1111I 11llv, 1rnente 1mplia a los terratenientes para organizar cuadrillas armadas
nes étnico-territoriales se fundamentan en estas precondiciones y r '''I'' ,1 d,• l1·11sa de ms tierras y prevenir invasiones por parte de campesinos des-
cias culturales para articularlas en su dimensión política. En este :-:1•11thl1 ' 1•1d11s. En 1981, se realizó un congreso de reunificación de la ANUC, pa-
identidades negras rurales se movilizan como un recurso de la pollth 11 1ul 1· 11 l1 1,1110 por ti Ministerio de Agricultura. Esto fue visto como una reacción
ral de las comunidades negras en el Pacífico colombiano. Si bien ~•s It 11111 111 11 1•1 vi1dora de conciliación. El resultado fue la cooptación de los líderes ra-
y hasta cierto grado moldeado en su estructura por una legislari(111 IJ1d11 11 JI, .. , y la exbnsión de una eventual hegemonía sobre un sector campesino
externamente, se basa en las experiencias prácticas de las poblaci11111••1 111 t 1111li1do (Zanosc, 1986, 1989).

rurales. Las contribuciones de la teoría de movilización de recu rsw1( 1f\ 11 ) 1" /\N UC ejerció una considerable influencia en los campesinos negros
perspectiva identitaria (PI) se reflejan en esta interpretación s in 1w1·101ltl • 1 11•, 1il'rras luja s del Pacífico, especialmente en Nariño. Como lo describe
crear una gran teoría sintetizada de los movimientos sociales. 1111 li I lkccrn :

La ANUC, una experiencia organizativa ambigua Yo ¡>e1tcnezco a una vereda de nombre San Bernardo, que queda a 46 kilómetros
tlt•,iqt 1I de lu111<1c:o. Ya partir de 1965 inicié mis labores comunitarias a través de
Mientras que muchas experiencias previas de organi:r.nci(H1\i,111 11\ 1
l.i·,111111.i•, d1• /\(( 11,11 Crnmina l. En ese vivl una experiencia muy sana y muy seria, por
do a formar líderes para los ac tuales procesos orgnnizoti vrn,, ot 1w1 ~1111
1•¡1•11¡,111," li11v1'", rl1• \,1•, 111111RilS, a través del cambio de mano, juntas de trabajo. Y
ambiguas e incluso pueden l<'l1l' I' implir nrio,u•s ,wgntiv,1s 1•11 11111 p,111, •
I",, 1•1qu•111•111 1.i 1111• 1,111y 111 >1, y 1•~ lt1 q11(' me ha dado la oportunidad de continuar
hoy t·n día. Es irnpor1n11IL' L'x,11ni11.ir d1• 111,11w1·1 1 nftil'I, 1'hio1:, 1•, ¡1t•1·l1 •111 li1
11111 11 1¡,i,1,1°,11 11¡,1111 11tv11 l111•,1..11,111111•111!•,yi11t•d1¡¡n,1•111 11r;\l,1sto111u11idc1dcs
vi1111, y11 q111• t,1111lil1•11 olJ'l'llju11 111;, •1111!11· ,d¡•,11111111 il, • 11 111 pn1lili•111,111ljlll' 1 ll
1
d1 1111 ¡1111•l1li1, 1•1 1, 1111 , IIMI' 11111 d11P1 liv11 d1• l,1 h1111o1 d,• /Ir 11,,11e 11J111111,il Y, tl1• ,1111,
l,lll 1111 ,11 l11,Jl1 01 ¡,1,111 "11111 111)',,llli :,lli \'IHI 11.11 ,1111111 h1 l'I 111111¡11°11111 11, .11•11 111
11 11111IJ,11111111\ il1 [I 11,11111 1 1111111 11111 l'Nlli 1, 1111111111 ,
1,, ,\ ,11,ii11l1111 N111lt11111ld1• l ) 111111l11•1 C11111¡•1•11 11111.. ( HJl )I )l111 •t11q1111t,,111
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslender

muy bien. Aquí había una sola ANUC, era la que manejaba José Reyes Prado, que era
también fui dirigente de la Organización Nacional de Usuarios Campesinos o1 11
el presidente, el representante nacional por la costa del Pacífico. Yo ya después me re-
municipal, y tesorero primero, y después presidente de la Asociación Mun1c 1¡ 1,1!
tiré. Aquí en el Cauca ya casi no tiene presencia ahora la ANUC. (Entrevista con Ricardo
Usuarios Campesinos. Y de allí fui escalando hasta ser directivo nacional de U•,11-111 Castro, Guapi, 27 de abril de 1999)
Campesinos, donde pude aprender muchas cosas. Posteriormente, conslitu111 11
Asociación Regional de Usuarios Campesinos del Pacífico, que abarcaba dcu,cl1 t
Estas experiencias organizativas previas han ejercido también un im-
riño hasta el Valle. Allí aprendí a manejar organizaciones. Y desde los 76 li,11 11
1l,1Cto consider able en las actuales formas de movilización. Por un lado, han
comenzó a decaer, con la división. [...] Con Pastrana, el viejo Pastrana, el p,1¡ 1
f\l' nerado experi encias de aprendizaje personal en muchos de los líderes,
este de ahora. Entonces, se fue bajando el ritmo organizativo de la Organ11t1111 I11
11n resultado positivo si juzgamos su efecto para movilizaciones futuras. De
cional de Usuarios Campesinos en todos sus niveles. (Entrevista realizada 1•11 1111
11lro lado, el bajo perfil de la ANUC en la costa caucan a, la falta de interés ge-
co, 16 de enero, 1999)
I ll'ral de los campesinos por la asociación y el fracaso de la CAP han llevado
1 la profunda decepción de muchos campesinos en la región. Dicha decep-
l ,a exp eriencia de la ANUC es un ejemplo clásico de cooptación ,.,.¡ ti 1lt)n se traduce en una falta de compromiso en las actuales movilizaciones
il1• los líderes más destacados del movimiento campesino, algo que si• lid, il 1• los consejos comunitarios, un problema con siderable, como lo explica
1·11.i11do surgi ó en ella una posición radical que el Gobierno consid1•1·11 11 1 il11 n Ricard:
1
¡•11·os,1. L a lección aprendida por esta organización puede ayudar ,\ ¡ 11
dilic11ltadcs similares de cooptación que surjan en el movimiento soci.il 1h
El trabajo del movimiento social, más que todo áquí en nuestra zona, todavía no se
1111inid,1dcs negras. La experiencia con la ANUC ha sido muy difercnh· d1
ha dado. Porque la mayoría de la gente desconoce todo eso. Entonces tiene inciden-
1·1•gion a otra, y en la costa caucana solo tuvo una débil presenci a:
/ cia eso que decíamos, lo de la ANUC. (Qué es [lo] que pasa? Porque son cosas que no
han dado ningún fruto. Entonces la gente también tiene en mente eso. Hasta ahorita
La ANUC en el Cauca realmente no funcionó. No como, por ejemplo, l 'I I 11lr 1 ¡
la gente, mucha gente, le resta importancia a este asunto de los consejos comunita-
del pals, como en Nariño. Allá fue fuerte. Sobre todo, como le di¡e, en <'i 111111111 1
rios. La gente no cree en la importancia que tienen los consejos. Porque la gente está
Guapi, no funcionó. Existió así, pero un trabajo fuerte no, inclusive ya clrj,111,11 11,
comparando esto de los consejos comunitarios con esta, con la ANUC o con la Coope-
directivos de las partes rurales, y ya los tomaron fue la gente del casco ud1111111 ' rativa [CAP]. que era una cosa muy diferente a los conse¡os comunitarios. Pero la gente
ma junta directiva ya fue gente del casco urbano, o sea ya la gente ele 111 ¡,,111, 1,
ya tiene esa experiencia. (Entrevista con Ricardo Castro, Guapi, 27 de abril de 1999)
le paraba bola a eso. La gente le dio poca importancia a la ANUC. No ,.,~ p111 ,¡11
la gente del campo no le ha parado mucha bola a la ANUC. Digamo•, 11•,I, l,1
1k las experiencias organizativas anteriores surgen, entonces, efectos
campesino de la costa caucana no le sirvió. Inclusive, mire, cuando vc•11I11111• i1 l1
¡•1t>d l ivos y nega tivos. Sin lugar a dudas, los fantasmas de la ANUC y la CAP
blea en l umaco, en el /6, donde yo salí en este como miemb10 d1· !11 11Hl1111
<lfico, suwdl' que allá los dirigC'ntl'S dP lc1 /\NU( ílt,1rail,111 d lc1 Ccmp1•1i1llv11/1I 1
11111•1•,,111 aún p or los ríos del Pacífico. En muchos l ugares, como en Nariño,
• 11,11 1 p t'l'senlad o confron tacion es entre l a ANUC y las organizaciones étni-
i'r1df1rn, ll111•11c¡, 1•rll01\Ct'~ yo 11", p111¡n1•,1• ,1ilí lo ',lflllH'lllt': "M111:, l.i C 1n,I11•I,1111 1

dt•I l'<1cll110 I", 1111111•111p11"ul ele• 1,1I1q1I",lllt1', l I1Vl'/ di' ,1t,1c<11d11111111¡11111!1


11 h•11 i lori,ilt•s, ('s¡wc i1tl1111•11lt' p or la noción d e rlerechos colectivos sobre la tie-
111•111 · q111 • 111111•1 l,1 /\NI 11 ,.. , 111111,11 ¡1,1111 11,11,1 .. 1lv.i1 l,1 11111111•111IIV<1, y 1111 11•., , , 1
''' 11111 • l¡1 /\NLJC n •l'l1¡11,1 (C'orl 1•11, 1999: 1:-\4): " La Asociaci ón de Usuarios, por
11 1141 1'11, l11111h i1•11 l111l11ll111d11 111111ll\11•111.i s dif'iculii1d1•s que st' han presentado
¡1111q1I1 1,111, ,11• !11 ,,1111¡11 11111 l 111111111 l,1 \Nlll l ¡1,1111 q111• 111111
1 11 ,1 11111' l,1 ¡•,1 •1111 • 1111 •pt1 • l,1 11 1111,1111 11 1, 11'1 •1· ti v,1 l 111np11• t'I 1,1•1·tnr 1·,11111wsin 11 vs
111 111'1' ,ld,11I ,11 l 1 1111111 11111 l 11111111 11\ v, ,11 11 111,1 ,11I.i \1•111•11111
11 liil ,11111 ¡I, , l.1 illttl ,11 Íllll f1 1tl1 1 1il111tl 1·•1 11,11 t1d,11 ltl d, ·1, 11 •il 1111" (1 •11111 •1 1•,l,11 1111
1,,11111 1.111111 h11 h1 I' 1 1 11,11, 1 11 1 l I d11¡1 1111111111 l lhl ! 11 l,1 111111 111!
Ulrich Oslender _ _ _ Comunidades negras y espac111 11 11 ,1\11rnbiano

Porfirio Becerra, Tumaco, 16 de enero de 1999). Además, la lucha de la AN desconfianza por mi misión, como se refirió a mi presencia 1•11 1, 1 1 111 lim,
por la tierra en el Pacífico no ha apelado nunca a elementos étnicos ni h,1 pi 11na inquietud tal vez comprensible, tenie ndo en cuenta la inh•I\ 1 11 1 ,11 i1 ..
teado un uso sostenible de la selva, aspectos centrales en la actual luch,11h 1 1•xtranjeros en las actividades de minería de l oro en el río Timbiq111 1 11 1111 1
comunidades negras106. Esta diferencia no se ha aclarado de forma adL'1·11111I 1uantas casas tuvimos encuentros espontá neos con vecinos qui• 111• ,1, 11 1
los campesinos negros, y hay verdaderos problemas de concientizació11 1•11 I hnn, curiosos por mi presencia. Hablé con ellos sobre la legislación, l,111 I '', 1

procesos locales de organización. hi lidades que daba a las comunidades negras, la necesidad de organl:,111 ,1
l,1s intenciones de crear un consejo comunitario en esa zona. Todos mo11ll ,,
1011 interés por estos temas, pero parecían no haber escuchado de ellos a11tl'11
"Ellos no quieren entender": discontinuidades 1:rande fue mi sorpresa, por ello, al descubrir, una semana después, qut' 1•11
de la concientización 11•alidad ya se había formado un consejo comunitario en la zona, incluye11-
Es evidente que no ha habido una movilización masiva de cam ¡w11II dn la vereda a la que pertenecía la gente con la que h abía h ablado. Entonces,
pescadores y mineros negros en todos los ríos del Pacífico. Al conll',11111 1,·ómo debía entender el comportamiento de los habitantes? ¿En realidad no
muchos casos los procesos organizativos han sido relativamente k'll lll11 l, •n(an información? ¿Sabían, pero no querían hablar de e llo conmigo? ¿Qui-
poca gente activamente involucrada. Aun teniendo en cuenta que 111 111 111 i:, ,\ nunca se les había informado de la formación del consejo comunitario?
percepciones son subjetivas y que pueden diferir de las epistemologf,111 lt 11 , No entendieron cuando los líderes comunitarios fueron a explicarles los as-
en el Pacífico, la mayoría de los líderes negros comparten esta interpn•l111 I ¡u•ctos concernientes a la legislación? O, tal vez, ¿nadie fue a hablarles de es-
Sorprendido al comienzo por el desconocimiento de mucha gente ('11 111 1 111•1 asuntos?
ta caucana sobre aspectos de los consejos comunitarios y la legislad1111 111 1 No quiero especular acerca de qué pasó allí exactamente, pero a menu-
el Pacífico, decidí realizar una encuesta exhaustiva en una vereda l't•I"'' 1 111, se presentó la misma situación en otros grupos; y no solo conmigo. Mis
para tratar de entender esta ausencia de concientización. 11111versaciones sobre esta situación aparentemente quijotesca con varios líde-
El 18 de febrero de 1999, atravesé el río Timbiquí, en Sant.i 1101 rnmunitarios arrojan algunas luces y sugieren que todas las preguntas an-
acompañado de una profesora del lugar, para caminar juntos por l,1 rn 1ll,1 i1'l'iores podrían responderse con un sí parcial. Según explica el representante
otro lado, que se conocía como Calle del Pueblo. El objetivo era pnw111t lq•,, d del Consejo Comunitario Guapi Abajo:
los habitantes de cada casa sobre lo que pensaban de los con sejos 1·1111111111
ríos y de los derechos colectivos sobre la tierra. Sin querer ofrecer 1111 1111 111 Hay gente que no sabe en realidad qué es un consejo comunitario. Es una gente que
estadístico aquí, se puede concluir que una abrumadora mayorín d1 •1 ltll no sabe ni elegir un compañero siquiera para que los represente. A mí me da bastan-
no haber escuchado jamás sobre un consejo comunitario. A lgu nos 1111•,1111 te malo eso, me da malo. La gente tiene que saber qué es su posición. En el conse-
h abían oído de la Ley 70, pero no podían darme una idea d e In q111• 1111 jo de nosotros, nosotros nos hemos reunido con las juntas del consejo. En las partes
decir o de lo que ella representaba. Una señora, aun siend o mil'11li1111 ,11 I donde nos reunimos, invitamos la gente de allí de la localidad y empezamos a hablar
de la Junta de Acción Comunal d el lugar, tampoco sabía de lo:,; 1·1111'11•111 con la gente, qué es un consejo comunitario, para qué siive un consejo comunitario,
munitarios que se iban a establecer en la regió n . En rca lid ud, mosl 1·11 '111 1 q~1é fb,1mo!, ti h.icc11, qui.'> podemos hacer con el consejo comunitario. (Entrevista rea-
li1,1tl,11•11 < ,11,1p1, 1 , el" f1 •lllt•ro de 1999)

"'' 1\111111, ,1110•11wl1•11l,1, ¡1111 1•!1•11111l11, ,d l11 ,111111•1•,l11111d d,• l11 \N I 1t , 111111111. l11111•11 ll11,·1111,,
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111, 11 11 O•,lunder
Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

asuntos simplemente porque no les interesa o porque perciben que los dl•ro ~upuesto, ya que la legislación señala que son las tierras baldías las que están
chas colectivos sobre la tierra van contra sus intereses. Cuando le pregunt(, sujetas a la titulación colectiva. Sin embargo, es común hallar oposición a es-
este líder de Gua pi Abajo por qué las personas que visité en Playa de Obn'Hº los procesos debido a una falta de claridad sobre estos aspectos. Como me de-
nes, un asentamiento en la desembocadura del río Guapi, todas habían nt1H1I
da un propietario de una tienda de café, en Santa Bárbara de Timbiquí: "No
do saber algo sobre su consejo comunitario, él respondió:
quiero que me d igan qué hacer en mis tierras". Existe una conexión directa
1·ntre negarse a apoyar la propiedad colectiva de la tierra y la falta de concien-
Que no quieren entender es otra cosa. Porque ellos son Obregones. y según ello•, II 1ización. Esta última labor ha sido especialmente difícil para organizaciones y
nen sus tierras tituladas. Entonces ellos dicen que no quieren atender lo que es lo1 1 lideres que tienen que luchar contra el fantasma de la ANUC: "Nos quedó muy
70 porque no quieren meterse en colectivo con ninguna otra clase de personi1 difícil h acer ese trabajo de concientización, d e motivación, de sensibilización
tonces ellos por eso no paran bola a las cosas. Pero que yo he estado allí, he1110,, 1·on nuestra gente para llevarlos a que asumieran una titulación realmente co-
tado con Dionisio de Cococauca, sí. Y les hemos dado a entender, les hemos , 111 ¡ 1,•ctiva. Ya la gente comienza a pensar 'bueno, y qué pasa aquí, si no vamos
qué es la titulación colectiva. Les hemos dicho para qué el consejo comunitario, 1¡11 ,1 poder hacer cada uno lo que quiera de lo suyo'. Fue difícil" (entrevista con
ellos no quieren entender es otra cosa. No lo han querido entender. Porque a (lllo 1
l 1nrfirio Becerra, Tumaco, 16 de enero de 1999). La mayoría de los líderes ne-
les gusta tener, aquí, por ejemplo, en esta zona, no les gusta tener, 0 sea, qut• 1t gros coinciden en afirmar que el proceso de concientización sigue siendo uno
gan las cosas. [... ]Esta gente, los Obregones, no son sino mandados por /a gei11, ,¡ 1I\' los principales retos en los procesos organizativos: "Yo pienso que lo más
vive aquí en Guapi. Entonces, mientras que los de aquí, los Obregones de aqlll, 11 ¡ 1111portante y trascendental que hemos alcanzado es el proceso organizativo,
que viven en Bogotá, no les digan, "métanse en el conse¡o comunitario", no ¡0 /i,1, 1
11.i, porque realmente aunque toda la gente n o quiera asumir con responsabili-
Porque eso es un territorio de ellos. Es el problema así. (Entrevista realizada 1,11 , 111 1 l,1d lo que toca, h emos llegado a personas que están trabajando por el bien de
pi, 5 de febrero de 1999) l,1com unidad. Yo pienso que eso es lo más importante. Concientizar la gente"
(1•n lrevista con Mima Herrera, Timbiquí, 17 de febrero de 1999).

Evidentemente, hay discontinuidades en los procesos d e conciv 11 t1 1 La confusión sobre el alcance de la titulación colectiva ha sido explotada
c~ón, ya que algunas comunidades dentro del mismo consejo acepta n 1. 1 111 1 1+1mbién por algunos políticos de partidos h·adicionales, quienes con frecuencia
c1ón de derechos colectivos sobre la tierra mientras que otras se opon<.'n 111 ,11 1 /1·,ibajan contra la creación de los consejos comunitarios (véase el capítulo 6): "Yo
P uede decirse que existe una resistencia dentro de la resis tencia, para t'llll'li•,tt 111 que veo es que esa gente está maniatada por la política tradicional. Esa gente
la noción de imbricaciones de resistencia (véase el capítulo 4). Este ejem plo 111111 l,1 domina el político aquí, porque el político es que llega a comprarles votos, y
~e relieve ta_mbién mi exposición anterior acerca de la multiplicidad dt• ,11 1 1•1 que compra voto es que toma la conciencia de la gente" (entrevista con el re-
1
Clones de su1eto (capítulo 2) y relaciones de poder imbricadas (capíllilo ,1 ) 1 11 1111 'HC'ntante legal del Consejo Comunitario Guapi Abajo, Guapi, 5 de febrero de
campesinos Y pescadores de la vereda de Playa de Obregones se vv 11, 11111 11 11 l1)<)<J). En G uapi se ha vuelto práctica política común la compra abierta de votos
lado, afectados por la legislación y tienen vigentes s us derechos .i p,1r•1i11 , ,1 dlll'.intc las campañas de elección, y los candidatos a la Alcaldía ya no pierden
1
en el consejo comunitario. Pero, de otro lad o, cncut'nln1n rt'Slricdo nl'ii 1,11 11 11111d10 tiempo haciendo falsas promesas (Agudelo, 1998, 2005). Para contrarres-
calidad.de campesinos arrendatarios qut• dl•¡w ndl'l1 dt• J,1s ú nll'l'll'Hd.idil', ,111 /+11 <'si.is prácticas clientelistas de compra de conciencias, se necesitan igualmen-
1 /1 • 11 •rnrsos y financiación:
s u s panentes en Bogotá (que son lns propit'l,11•ior1 d 1• 1.is ti<•rrns).
l ,n situació n St' ro111 pl ir.i .i1111111.i•11 11111•1dit11111lid111 11 i¡11 d i• q 111 , /11i. dt
n•rhrn, l'nlt•1•1i vn" :-,nlin• li1 /11 •1'1'.1 1111 ,i/111.111,111 111•, 111 111 11,, 1J1, ¡ 11 ,11 ,¡,, 1, 1,,¡,'IIII 1111,11,, 1¡11 d, 1 <1111 11 1111 111111111111 '" HI •1111 •, +11111 11 11' 11+111 '( ,. q111•' • /l,1•,l,1111,, ,/11111 11,lld 1",I'

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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano

concientizar la gente hay que hacer, por ejemplo, una reunión un día. En esa rt•11111 no sé qué pasó con la gente. Inclusive en el río Guajuf, nosotros nos movilizábamos,
que darle por lo menos un almuerzo a la gente. Para recoger la gente [de su•, 111 lqué hacíamos? En muchas ocasiones llegábamos, "ah, bueno, esta comunidad pro-
necesita gasolina, y donde uno no tiene ni un peso .. (Entrevista con el reprc•,t •11I 1 duce pescado, que traiga pescado; esta comunidad produce papa china [un tubércu-
gal del Consejo Comunitario Guapi Abajo, Guapi, 5 de febrero de 1999) lo típico de la región], que traiga papa china", y así hadamos comidas. O nos íbamos
a cualquier comunidad, y apenas llegábamos y decían, "no, les vamos a preparar un
jugo de guayaba a la gente". Daban el jugo. Entonces, lqué pasó? "No", decía la otra
El espinoso asunto de los recursos
gente, "si esa gente ya hizo el jugo, entonces nosotros preparamos una comida". Y
Con frecuencia se espera que los organizadores de reuniones 1•11 1 1 así fue. Entonces ya la gente, ya a cualquier comunidad que usted llegaba, le prepa-
cífico ofrezcan el almuerzo a los participantes en un evento. No es n11 11 1 raban un almuerzo. Después, cuando ya la cuestión de la Ley 70, fue que ya la gen-
los lugareños comentar sobre las reuniones a las que han asistid o 1•11 tl'lr te ya no estaba dispuesta; se perdió todo eso. (Entrevista con Ricardo Castro, Guapi,
nos de la calidad de la comida que se sirvió allí, en vez de reflexio11,11 •• 27 de abril de 1999)
el tema del que se h abló. Así sucedió, por ejemplo, durante un ta ll1•1 11
nizado por el Proyecto Naidí, un proyecto de investigación que exa111l11
Uno de los resultados de que se perdieran estas costumbres es que cual-
posibilidades de la explotación sostenible de la palma de naidí en N1111n1
111 1icr tipo de encuentro se hace muy costoso, aún más si añadimos las caracte-
8 de mayo de 1999 acompañé a los coordinadores a una reunión org,1111
11•11icas del espacio acuático, pues el transporte por los ríos o bien toma mucho
con representantes del Consejo Comunitario Unicosta, en la veredu d, M
ll1•mpo (en potrillo) o es costoso, si se hace en lanchas rápidas, por los altos
drid. A las ocho d e la mañana, salimos del lugar donde habíam os p,11111111
¡1n•cios de la gasolina en el área:
noche, en una lancha rápida, y recogimos a varios líderes comunit,11 h•
nuestro camino al sitio d e reunión, al que llegamos alrededor de l,1i,. dh
la mañana. Cuando creí que la reunión estaba a punto d e empeza r, 11111 1 Sucede que no es lo mismo convocar una reunión en el norte del Cauca, o sea, en
ticipantes pidieron el desayuno. Este tampoco era un caso aislado, l-11 11 cualquier lugar del interior del país, porque sencillamente las comodidades del trans-
reunión posterior, el 20 d e junio de 1999, en un taller sobre planes d1• 1•1h1 porte son diferentes, totalmente diferentes de acá. La misma ubicación geográfica, el
ción ambiental, en la vereda de Vuelta Larga del mismo consejo co111111 tlt 111 transporte entre otras cosas. Entonces no hemos tenido espacio de concertación, es-
un líder local advirtió que "si no hubiera almuerzo, ya no esta ría111t111 ,11111 pacio de diálogo, que yo pienso [que] es importante. (Entrevista con Mirna Herrera,
Por gracioso que pueda parecer al mirarlo en retrospectiv,1, 1••1111 , Timbiquí, 17 de febrero de 1999)
tud de sin comida no hay reunión puede ser exasperante para cualq11il•1,1ti
esté intentando organizarla. El problema se hace aún más gn:iv1· "'- , 111 Estos espacios de diálogo son importantes para elevar la conciencia en -
en el caso de la mov ilización colectiva, los líderes no tienen 11l't'l'Hilil111111 t 111• In población local de los ríos. Así fue el caso de la gira de Acadesan por
muchos recursos a su disposición. Por consiguiente, no es de ning111111 111 11 ,,¡ rfo Sa n Juan (véase el capítulo 7) o el de las asambleas generales, que
ra un aspecto trivial, sino que p uede desembocar en un g ra ve o bHt.11 11 h, 1 1111•1-or1 espacios rea les de diálogo y toma de conciencia. Mientras que es-
lograr una movilización exitosa. Sin embargo, las cosas no s icmpn• li,111 1 11111 11llirnns fueron fi11nnr indas por el Gobierno central (según prescribe el
así. Don Ricard, por ejemplo, recuerda qu1' In gl'J1l<' é1costu111lw11h11 ,1¡•111 111•1 n•lo 17115), l,H, \'lllll11 11id,llks locales cada vez más dependen de sí mis-
alimentos a quienes venía n a dictnr 1nll1•1·1•H Hohn• l,1 lilul,wio11 rnl1•111, 11 111i111 ¡io1rn finn1wiMl.1ll 1111 ¡1o1rlii'11lnr, los lfdl'l'cs comunitarios suelen atri-
l11ii1 " 111•1,III P'• 1·1 1111111• il• •I l1 ,111•qu1111 • 1 1 i1wn•1111•nlo d1' los p1·1·s 11¡H1t'Slos p¡:i rn
1

1, , d1►1111111,1 'll'ul 1·,111,1 11,111<111 "" 111 v,1111o1 ,11,1/1, '" ,,,, 1,,11 1'11111, 1,, fl' 111, ' ,, 11'11 11111111••, u 1111 r11 111 l1,qil1 1111111,1111111 "" i1dd1lliv111i d1• d1•1,o11·1•nll11 o1 1wq111•11o1
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1 ,lt1111 '11 111 h11ll'tl11l1d111111i1t1, 11,
Ulrich Oslender
Comunidades m•g,,,., y ,.. ,p,H 1<11111 1•1i',111111111111!11,1!11,11111

la Fundación Chiyangua, una organización d e mujeres en la costa cau, •


explica lo siguiente a la ONG que financió su proyecto sobre el fort,11 Proyectos productivos: lestrategia de
1 oncientización o misión de bienestar?
miento de grupos de mujeres dedicados al cultivo de plantas medicind
en azoteas: Tal expectativa por recibir apoyos m ateriales del exterior ha sido 1·1111 1
1.ida durante algún tiempo ya. Como lo muestra Agud elo (1998, 1999, 200 11 ),
lSabe lo que nos pasó, ,,¡ cl ientelismo y el favoritismo políticos constituyen una práctica com 1111,·11 ,•I
doctor, con este proyecto? l'. 1dfico colombiano. De hecho, frecuentem ente la gente parece t•s¡wr,1r, tHI
Eran veinte azoteas l11huciones materiales en lugar de promesas por parte d e los pol1Li,•01, lo, 11
y cuatro grupos en esto. ¡, ..1. Existe el peligro de que los actuales p rocesos organizativos rl' p rod u:1,1i111
ill1'11a actitud. No obstante, com o nos ha recordado don Ricard, t•s11• 1111 11,1
Pero, por sus objetivos, Ido siempre el caso. Durante el período inmediatamente posterior ,1 1;1 11111•
más el evento primero, 1" Constitución, la gente con tribuyó por iniciativa propia a la orgi"l11 izildn11 d 1•
resultaron azoteas
h,,i encuentros en los ríos. En tonces surge la pregun ta de por qué St' h,111 111•1
para tirarle al hilero.
tildo en gran medida estas iniciativas. Al m ismo tiempo, es preciso 111•111 .. 11 1•11
q11(• se p uede hacer p ara animar a la gente a d esechar estas actiludt'H, qtu· vi111
Doce en la zona urbana,
1•11 detrimen to de los procesos organizativos locales. Así anal izc1 t•I prnlll,•11111
treinta y dos en la rural,
lcómo la plata de tra nsporte, tl1111 Ricard:
no se iba a disparar?
Hay otro fenómeno, grave, y es que nuestra gente, tenemos esa, co1110 t",p1•1,1111l11
Porque a Naciones Unidas algo, uno siempre está esperando algo. Entonces, lqué pasa? Yo entit•ndu q111 · 1,, l,il 1111
hoy les queremos contar del Acta 55 fue, cuando se dieron cuenta de que nos iban a sacar el lt'11111H111 l 1111111
"no es lo mismo andar en carro ces la gente se metía. Todo el mundo se metía. Ya después, taller y l<1IIP1, y l,1 >11•111<
que en lancha subir y bajar". (Fundación Chiyangua, 1998: 20)
dice, "no, lpero hasta cuándo taller?, y no se ve nada". Entonces yo, 1t11 p1op111",I" < •,
la siguiente: capacitación paralelo a los proyectos. Es la única fornid dt• q111· l,1f:1•111,
Algunos dirán que este argumento se usa simplemente para j,1111ll h llegue. (Entrevista con Ricardo Castro, Guapi, 27 de abril de 1999)
elevados gastos en los presupuestos de los proyectos. Y esto, por s, Hlll11 1
supuesto, no puede explicar las dificultades de los procesos o rganiz.11 1, 1, 1 l)e hecho, d iferen tes ONG y otras en tidad es han d ictado no prn'11', lit
los ríos. Sin embargo, es importante señalar las particularid ad es th-1 l"•I''' 1 ll1• rvs sobre la Ley 70. Y mucha gente simplemente se ha ca ns,1do dv ,1•1hll1 11
acuático y el considerable impacto que tienen en las formas d e mov ill ,,11 lt 1 11 •1111ioncs que a la horn de la verdad no pa recen mostn1r n.'sul l.idnH1'1H111 1•
Pues, en su sentido más burdo, la teoría de m ov ilización de 1-ecursrn, ( 1"I 1,,., p,1 rn el los. Como co11•a•t lll'ncia, ha desa parecido el t•n tusias mo i11 i1"11d 11111
aplicada en la costa caucana quiere deci r "s in di nl'!'O, ni romid,1, 111 11,111 1.,,1 1.i i r y pnrlid p,1r d,· lo•i 1•111 ·111•111ros. Esto s ugiere La n1 hil•n qui• l'I 11u•11~1,1¡,, 11tl
p orte no hay reunión" . Y, po r tanto, no h,1y org;1n iz,1ci(ll1 1 11i n •sh11•111 l,1 t 1l1d 110 fui· ro111pn•11d id11 111 11 11 1, ll 11i1•. Hn 11,1rlt', vsltl s1· ¡H11•d1• 1•xplil·,11• 1·rn1 l.,,.
1 1

ca mbio. 1, ,1'111d t1fp¡•,f,1•, i1 ,,1•1 1°, 1•11111,ul,•111111 li111 qtll' •11• .iplh-111111111•11 lrn1 t,dl1•11", ,\ 1111•
1111d11, 11111 1•11•11q 1l11, 1111 1111;,1111 .ttl11i 1"1 d1• l1l'l l,il l1 l l'I• llq•1.ih1111 d ,·111111•1 1111 d1• I
1

1111111, 1111 1 11•111111, d1·, 1111111, \ 111 111 lqu, tl1• 111 11 1111 111 llllll'l1, 11111•1111,l'I 111111 lt ,Pl
Comunidades negras y csp.ic 10 l 'I1t'I l'i1c lile 1> 111101 111>1,IIH>
Ulrich Oslender

tengo seguro, mientras cuando aquí nosotros tengamos cómo proponerle a lo c.011111
personas en los ríos no saben leer o asimilar la información que se transmlt
nidad hechos, la gente solo se mete a los consejos comunitarios. Mientras que sigd-
por este medio. La jerga legal d e la Ley 70 es sin duda un obstáculo más pM
mos mintiendo a la gente, todos los días viniendo a cansar a las casas con cantaleta
lograr comprend er de la información proporcionada, si no se presenta dt• 111
[acerca de] qué es lo del consejo comunitario, que este y este, no hay ninguna benefi-
nera más accesible a las personas. No es de gran utilidad distribuir copi111, d 1
ciencia. No cansando más, con la gente viendo perder su tiempo, sino hechos, hechos
texto de la Ley 70 en las veredas, si al mismo tiempo no se interpreta t•I di
reales. Yo estoy seguro [de] que esa gente que se mete a eso, esa gente sigue trayen-
curso de esta legislación de manera que p u eda ser entendido por todos t•ll 1tl1
do los demás. (Entrevista realizada en Guapi, 5 de febrero de 1999)
propios términos.
Y no se debe olvidar que las preocupaciones centrales de muchos p,
cadores y campesinos se enfocan en los problemas materiales y en proy1•t h Estos problemas concretos de movilización demuestran la fina línea que
productivos concretos. Los discursos étnico-territoriales no les dan ali 111Pt1I lt.iy entre el pragmatismo y la ideología. A menudo, los h abitantes quieren
ni mejoran sus condiciones de vida en el corto plazo. De ahí provie1w l,1 1111 vc·r resultados tangibles de los procesos organizativos, en términos de proyec-
gerencia de don Ricard de que se combine la capacitación de los h abi lulll lw; productivos específicos, en lugar d e una concientización ideológica con.ti-
y sus líderes sobre asuntos legales referentes a la Ley 70 con proyecltlH I '' 1111ada sobre aspectos de etnicidad y derechos sobre la tierra, que parecen no
ductivos específicos que podrían beneficiar de manera más tangible a 1,,-. 11 111ostrar efectos inmediatos. Esta actitud ha sido criticada por algunos líderes
munidades. Durante los últimos años, por ejemplo, se h a elevado de 111111 11 r 11i1r ionales, que ven en ella la reducción de las metas de concientización y con.s-
importante la producción local de arroz en las riberas d e la costa ca uc111111 l1•ucción de identidad negra a meras intervenciones tipo misión de bienestar. Al
los campesinos solicitan la instalación de un molino ubicado en un si ll11 1 111ismo tiempo, sin embargo, estos líderes reconocen que no tienen una estra-
tratégico al que puedan llevar su arroz y pilarlo. Los líderes negros e n lt111 , 11 li•gia económi!2a p ara la situación en los ríos, y que uno de los objetivos urgen-
tienen claro que los consejos comunitarios mejorarían su imagen y n•<'i liil 1111 i1 'H tiene que ser desarrollar formas de pensar el concepto territorio-región. en
mayor apoyo de los lugareños si pudieran proporcionar este proycct11 1111 1i•rmi:nos económicos (entrevista con Libia Grueso y Carlos Rosero, Bogotá, 10
ductivo concreto para ellos. Como explica el representante legal del ( 'c111•1111 1I(, noviembre de 1998). Las reflexiones teóricas no entran bien en un estómago
Comunitario Guapi Abajo: v,1do. Una estrategia económica integrada que acompañe la toma de concien-
1 l,1 tiene, por ende, especial importancia para que los consejos comunitarios se
11111viertan en verdaderos espacios comunitarios qu e vayan más allá de la ne-
Yo lo que sí entiendo es que la gente le camina al consejo comunitario e11,11 11111 1
1',I wiación de territorios colectivos para fomentar una" estructura organizativa
consejos comunitarios tienen algo que darles a ellos. Por ejemplo, en Cllt11rn 1111 1111 1,
111 • ,1 mplia participación, don.de la gente discuta y se progrese en la orientación
veinticinco familias trabajando agricultura. Cuando yo empecé con esa v,11II11 il1 1
1l1 •I movimiento social con las bases" (OCN, 1996: 248).
sejo comunitario, no fueron sino acaso diez personas. Ahora hay veintici11C eI Y l,11, "
viene a preguntar si hay parcelas para ellos también pertenecer a las ¡M<1•1,1', 11 111 ¡
Los con sejos comunitarios, un.o de los pilares del movimiento social di'
11 111111nidades negras, ilus tran los complejos procesos de la movilización (•l11i
yecto agrícola que el consejo comunitario inició]. Ahora viene gente q111 • 11111 11 o1 li 1
nido a una reunión. [...] Mientras que nosotros apenas vamos c1 lt1•, e.i•,,i•, d1, l,1¡·, ,t
111 11•,Tiloria l en el Padfi ro colombiano. Au nque se con ciben como un esp.ido
d1 • ,·c•prl'Sentar ión co1111111i1.u·iu y como a utoridad territorial e n las tie rras l' ll
hablarles y botarles corriente, no nos van a crcc1p,1111 q11(• ~uve• un <nn•,1•¡I1 1I111I1111I
li•11lv,11-1, lnmbi(•n 110 11 1, 1r1111h111 ¡11,r lmi inlt'rt•sc•s y lc1s inlcrvt•ncioncs dt• ,H'lo
río. Lo que a mi si me han dicho C", que• ,111 l'.ihni1c1 lo•, lic1y, lo•, 111e1l11 11 1•, ,
que nosotros no v,11110•, c1 I1,•c, .. ,II,11 1111111111!110fllp,,111h",111 11<11111>1", •,11!1 q1 I, l 1¡
11 "1 1•, 1t•1·111>H, 1·0 111111•11 1q 1l11tl, 1•11 •:11111do lnli 11lil\•s polf1i\'m1 rl'gio11.ill'S. l•'. n v 1•;,

q11 11•I1· 1", 1111 11111111111 11, 11 11, 11111111 1111 1111111111111,11 1111111 1111, • 111 111 ¡, 1111,,11 11111 11111 ,
d1· 1d 1111·d111· 111 111111111 •11111 111111111111111111•11·1111111111')•,111ti1,11 ·h1111•h lr.111•1p11n•111\% de•
111111• 1!111 11 111'11' 111111111•1 ¡>11111111!11il,• 1,1'1111!111 11111 1111\l"I d1 • dll1•11 •1tl1 "l lc 'lll1 111111"1
•,11 ,1111111•11 •111,1•,,1, I11 11,n•y,1 1•111,v,1y l11 ¡" lo1 l ,111 l111¡i11•l1 1 ►•1• II1 , 11111 111
1Jlrn !i ( l• ll'ttd1 1

de poder. Eslc planteamiento también c1yud,1 .i t•, pliccir las d istinlas 1•, 111•1 I
cias de formación de consejos comunitarios. Algu nos consejos si mpl1•11w1
funcionan mejor que otros "en la orientación del movimie nto soci.il 11111 1
bases". Una perspectiva de lugar, como la que propone este libro, lr.11,,, t
d iferencias en los procesos de formación, mostrando, por ejemplo, rn11111 .,
r
explicando por qué y con qué consecuencias- en ciertos casos no •11• 1111
guido la forma ideal de un consejo comunitario a lo largo de las crn•111 ''" n
viales. Este enfoque crítico es necesario (también para los líderes nl'g111.. ) ,
el fin d e hacer contrapeso a prácticas clientelistas y medidas de coopl,1111,n
CAPÍTULO 9
para apoyar a las comunidades negras en la construcción de un csp,11111 dlf
CONCLUSIONES
rencial que les garantice el control territorial y, en último término, 1111•¡11u
condiciones d e vida. En cuanto o los consejos comunitarios, estamos apenas en pañoles.
Es un proceso que no se da de lo noche o lo moñona.
Eso es po'lorgo. Pero tenemos que seguir gestionando.

Florentino Carvajal (Consejo Comunitario Unicosta,

entrevista realizada en Madrid, Narii'\o, el 8 de mayo de 1999).

Este libro partió de la premisa de que los conceptos de espacio y lugar


1.ira vez se tienen en cuenta en la investigación sobre movimientos sociales.
1' 11 las teorías establecidas solo fugazmente se hace alguna referencia al lu-
1•,i1r en el que se origina un movimiento dado. Los movimientos por los dere-
' ltos sobre la tierra, por ejemplo, se analizan en términos de sus luch as por la
,1¡,ropiación de territorios, a menudo relacionadas con demandas por refor-
111i1s agrarias y cambios de otras estructuras políticas en un país determinado.
l 11s movimientos indígenas (y de otras minorías étnicas) se presentan gene-
' ,il mente corno luchas por los derechos culturales a la diferencia dentro de las
1",l ructuras políticas de un Estado-nación. Los movimientos feministas se ana-
11 ✓ i1n p rincipalmente en términos de su desafío a las estructuras patriarcales
d111ni nantes en la sociedad. Y así sucesivamente. La estrategia narrativa habi-
111,II 1•11 estos relatos es quizá hacer una corta descripción del país, tal vez de la
"T,1011, t'n la qut' s11rg1 11 los n·s¡wclivos movimientos, y luego concentrarse en
1

l.i•11•slr11r l11 rns pol11i1 "'' q111• •,1• ro11sidt• r<1n más importanlt'S e n las qu e se ins
1 1ilw11 l'Slos llH)Vii1111•11l11·1

N11 l",IO\', 111· 1111111,1 111,111 1,1111•1,1 i1r¡ ,111111•11l ,1111l111p1t


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111111,11 l''<lo1'1l",l1111 1111 11 , ,. 1•111 d1· l11il11, .... "' 1,1111h111 d1• t",111'1 ,, 111 '1111' •'''1111,1
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Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombiano
Ulrich Oslender

relatos no se considera como prioridad examinar en mayor detalle de tl1h1 ••I 1•spacio acuático deben comprenderse, entonces, como recursos en los q ue
exactamente provienen estos movimientos, por qué han surgido en lugan•H "' originan los procesos de organización política de las comunidades n egras.
pecíficos (y no en otros) y de qué manera las particularidades de un lugar (v J 1111 embargo, en lugar de ser transparentes y homogén eos en s u desarrollo, es-
las culturas e identidades asociadas a él) ejercen influencia en las form,1H 111., procesos con frecuencia están mediados por actores externos, como el Es-
pecíficas de la agencia del movimiento social. En Colombia, por ejemplo, 1• li1do y el capital, que tienen sus propios intereses en la región. Este argumento
ten 81 etrúas indígenas distintas. Algunas habitan en las selvas del Ama:111n ,. ilustró con el caso del Consejo Comunitario Unicosta y los intereses d el ca-
otras, en las tierras bajas del Pacífico, y otras más, en las tres cordilleras d1• 1 ¡111,11 explotador del n aidí y la entidad gubernamental Incora (capítulo 7). Los
Andes. Sus culturas son tan diversas como s us hábitats. Vivir y organiz.irH&t 11111sejos comunitarios se muestran así como espacios de diálogo importantes
las regiones montañosas andinas es muy distinto a m ovilizarse por los rlrn, J 11,11·,1 el movimiento social hacia el interior, y también como espacios de n ego-
Pacífico o por la cuenca del Amazonas. Aunque estas aseveraciones pm ' l,li'ión y conflicto con actores externos.
obvias, las diferencias de lugar rara vez se abordan, y casi nunca se a n,111 El enfoque esp acial de este libro es un aporte importante a las teorías
d e manera crítica en la teoría establecida sobre los m ovimientos sociah•'t. 1 , l•1tc ntes de los mov imientos sociales. Resalta las geografías específicas de
era una de las preocupaciones claves que me llevó a escribir este libro. 111•, movimientos y su inscripción en las especificidades materiales, cultur a-
Al mismo tiempo, sentí que las teorías espaciales y una perspectiv,11 ¡, ..¡, s imbólicas y emocion ales de los lugares de donde surgen. El espacio tie-
tica del lugar podían constituir herramien tas útiles ,para pen sar en l",t,111 J 111• 1111a importancia fundamental para entender los m ovimientos sociales. Es
ferencias y a bordar el estudio de un movimiento social no princip,1l111r1 , 111•1 espacio que ellos interactúan y entran en conflicto con otras trayectorias
desde sus estructuras organizacionales, sus estrategias y discursos polltl, , , 11 ,l ructuras de poder. Como el espacio está Siempre en proceso de transfor-
(aunque todos ellos deben también considerarse), sino a partir de los 111111 111.idón, las acciones de los movimientos sociales y sus desafíos a las represen-
tos físicos, sociales y culturales localizados en la v ida cotidiana, como 1111,n ' 1t iones dominantes del espacio se convierten por sí mismas en constitutivas
de las subjetividades de la gente, que posteriormente pueden articu l,11 111 lt•I 1•spacio. En otras palabras, la práctica de los movimientos sociales y el es-
un movimiento social. Estas subjetividades del lugar se han captur,11111 • 11 1' 11 11, se constituyen entre sí. Espncializar In resistencia significa, por ende, exa-
noción de sentido de lugar, w1 concepto clave en los enfoques fenonw111 1l1 11111 1111· estas interacciones, estas trayectorias múltiples entre la actividad d e los
cos de la geografía humanística su rgida en los años setenta, que d,·ii.u Sl' ,1111vi111icntos sociales y el espacio.
116 posteriormente en la geografía p olítica y económica. En la cost,1 11,11 111 1le llegado a esta perspectiva m ediante la exploración d e una genea-
1
colombiana, estas subjetiv idades específicas se han revelado a h·av(" d, 1 1..,,,111 de ta teorización espacial, en particular a través de las reflexiones de
epistemologías, naturalezas e historias locales en lo que llamo se11/it/¡1 ,¡,. /11 I, 1, •hvrc sobre la producción del espacio (véase el capítulo 3). La terminolo-
acuático (capítulo 5). Además, he rastreado los contextos físicos pa rn 11111 111 1,1 111 · l ,cfebvre puede resultar en ocasiones un poco confusa. Pero su aplica-
racciones sociales en el Pacífico valiéndome del concepto del espac io , 11 111111 11111 1·111pírica en el Pacífico colombiano constituye un excelente estudio de
(capítulo 6), principio ordenador de las relaciones sociales espaci,1li:111d,111 1 1111 pMn ver e l pensa mie nto socioespacial de Lefebvre en acción: a lo largo
se han desarrollado en las cuencas de los ríos. 1t l.1 lii:-toria, las repn'M'lllc1cioncs dominantes del espacio han producido la
Después de hacer tal acercamiento a l /11~nr q ue es la cosl,1 p,111 111 ,1 11 1:11111 d1•I l'aníico ro ln11,hi,11l111•11 l('rm inos de una base de recursos n atu ra-
lombiana -realzando tanto los aspectos s uhjl'li vos como los ohjl'l1v11" l, , 1>1 11·,1111 1• l., C'0 11111 1,1, 1•111111 o1ll'o1jo ,, los conquis t,HIOrt'S t'spa 1'lolt•s. Posterior-
mos trado cómo ha funcio na do l'I 1•sp,11 io ,111 1,1ti1 o n111111 l111',i1·i1 111d1•11,,,I 11111111•, l., 11•1 1,u,11,,,,11111, 11111, 1•11 1•1 '"ª 1•11,1ri o di' v.1rim, ciclos 1•1·onomiros d 1•
,spnciril 1,n los conh•xlw, l111'i1il•11 d1 • 11111vll1 1,1111111 F11 p.11·th 1!1,11·, 111• 1· pl111 1111•.i• \ ,·i11tli1, h,111,u lrn, ,·111.i 1 ¡1111l111 u111 d t• l.1 t.11•,1111 (.11111"1 ti,• l.1 •11•1•,1111do1 1•,111•
1
1 lllllll 1,•!11•1,1d1111,, 1111•,11" 1'11 l,1 '1111•,11111, 11111 d,• 11111•11•!11•, 111111111111 ,11111
'•I ' 11 1 1111111111,il) 1•1, ,1111 li11 1111111 ti (il, ·,d,• 1111•,li,11111•, 1lt•I '•'l',111 1 li,1 ,l,1 tl, ..,¡1111"¡
11111',11 d1 • l.1 '111•11, ,,.• 11 11\ 1til1••1 1•11 l,1 11')',11111 (, 1i¡ 11111l11• ' H) 111 1111', " 11 d,•1 ,, 1.1'"'1',1111i111g111•11,1) 11111,t1,11(.t, 111i, 1., ''T,11111 1i1r11, 11 111,,111111, 111,,,,
Comunidades negras y espacio en d l'c1cllic o e010111111,11111
Ulrich Oslender
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11 ,·eso a los secretos de este reino de la biodiversidad aún desconocido se lo-


recientemente, el naidí, la palma africana y el cultivo de camaronl's, 1 1
ción extractiva del Pacífico continuaba siendo el enfoque prevaleci1•11h \1,lrá mediante la ayuda de los conocimientos locales de la naturaleza. En el
plan de desarrollo regional (Pladeicop) (DNP, 1983). Con el Plan Pac1li111 (1 1'.1dfico colombiano, por ejemplo, hasta la fecha los científicos solo han identi-
1992) se incorporaba la noción de sostenibilidad en las estrategias d1· 1h lh·.ido un 50% de las especies vegetales que se calcula que existen en la región.
llo para la región, mientras que la función conservacionista pasaba u l.11 1 c1mo expliqué en detalle en el capítulo 3, a las comunidades que habitan en
de la agenda con el Proyecto Biopacífico (1998). , , 11sistemas frágiles con frecuencia se les confiere poder te rri torial, mientras
•flll' simultáneamente se las hace responsables de proteger estos ambientes
He explicado este panorama cambiante de las representacio111••• it,
11i11·a su explotación futura. O, en otras palabras, las representaciones domi-
nantes del espacio con el concepto de ajuste discursivo, una estratcgi.i 111111 I
11.in tes del espacio reconocen el valor del espacio representacional (los cono-
da por el capitalismo global para enfrentar una cr_isis ecológica qu(' , 111 111
' 1111ientos locales de la naturaleza) en el proyecto de repensar y conservar la
con destruir a la naturaleza como condición de producción (vénst· ,·1 1 11
1i.11 u raleza como una condición de producción viable.
lo 3). Con este concepto me vinculo a la discusión de Harvey (198?) •,11I
ajuste espacial (la capacidad del capitalismo de responder a las crisis I h• 1 1 Esto se hizo evidente por primera vez con el Plan Pacífico, que intentó
acumulación de capital mediante la expansión geográfica). Sostcn¡;11 q11 1111\'grar al proceso de planeación del desarrollo (si bien sin mucho entusias-
la crisis ecológica se establecen nuevas relaciones discursivas con la 11,11111 1 11111) los deseos y las percepciones de las comunidades locales. Más adelante,
para garantizar su supervivencia corno condición de producción. Hi,111 11 l 'royecto Biopacífico creó mecanismos adicionales mediante los cuales se
bios se dan necesariamente en un plano global y se reflejan, por 1•j1•111¡ili 111unodaron los espacios representacionales de las comunidades negras e in-
las referencias a la naturaleza como rnedio ambiente. Con esta termi1111l1111 il 1r.i ·nas como estrategia de desarrollo. El noveno volumen del informe final
produce w1a preocupación universal que funciona como precond h 11111 il, · 1•ste programa de investigación - titulado "El Pacífico colombiano desde
cursiva para establecer relaciones menos destructivas entre la nalur,d,· , 1111i1 perspectiva afrocolombiana e indígena" - apunta a esta tendencia inclu-
111•11/1• (Proyecto Biopacífico, 1998). En realidad, las comunidades negras tu-
acción humana. El rol del discurso en estos nuevos procesos sociol'111111
es fundamental, por cuanto crea una percepción global del "mal 1'1-il,11 111 d 1,•nin que luchar para abrir espacio a su participación en este programa de
cosas" en la naturaleza, así como una conciencia global de nucstr,1 11 •••1" d1 "1o11-rollo y dar una voz a sus perspectivas sobre el tipo de desarrollo que
bilidad para cambiar estas relaciones de producción destructivas. 1liP 11 1p11•rfan. Por consiguiente, ellos se aseguraron de que su espacio representa-
punto el ajuste discursivo va a ajustar este problema, es algo que ('si i1 I'' ,, 11111,1 1y sus formas de vida -organizadas alrededor del espacio acuático en
se. Las selvas tropicales siguen desapareciendo, los buques pclmli•1111, 1 , 1l 1,1cífico- fueran realmente incluidas en el programa de desarrollo.
causando derrames en mar abierto, y la sociedad de cons umo si¡•,1 11 · I'' Por un lado, el libro ha intentado espacializar las teorías de los movi-
ciendo a diario millones de botellas desechables de plástico, n1 y,l'1111,¡11 1
11 il1 •11 los sociales. Por otro, ha aplicado percepciones de la teoría de moviliza-

están adornadas con pequefi.os octágonos que nos recuerdan 11111 Hl1·11 11 1 1
' 11111 d e recursos (TMR) y la perspectiva identitaria (Pl) al caso específico del
sabilidad de reciclar este valioso recurso, pero que, en últim.is, t.1111 ¡111111 11111vimiento social de comunidades negras en el Pacífico colombiano. Esto no
muestran adónde llevar esta botell ita lJlK' ll' ncmos l'n l.i 111,1110 . , 11.1 lwcho mcdiantl' a lguna síntesis teórica grandilocuente de la TMR y la PI,
Lo que el ajuste discurs ivo hn pt11•slo 1•11 111¡1rd1,1, si11 1·111h,111•,11 1 , 1110 .i lr,w('s d¡• l,1 d1•n10:,;lr,1ci(m empírica de cómo las preguntas planteadas
l'xplos ión s in pn'n'd1•nf¡•s d1• pmgr.1 111.1•, il1• ,1, ..,1,11·p//11 ·,11.-,/rn1/1/1• 1·11 r,,•111, 11 1
¡ ,11 .imhus 1'll\'l'P1>h '1 ()111 n•1 •11111 dl' relevancia para entender este n-tovimiento.
1

1·011rn ot rrn-1dt • , ·1111 :i,•111111 i1111 1/1 · /11 /1i11tf 1l'I' 1•,1 ,/111/ 1111, l "•I u•1 i, 11 1•111. 1•11•, 1•11 li 11, 1 1
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11 •111,11, l1.11•,il1"l 1:,.¡p 1111111111 l"I il,• 1••,¡11•1 i.il 11111•11"11'1llil L1111111111111¡11¡111111 ¡11,•1111•1 \ l.1ll11o11111i1111111 1'1 11•1111irn11",, ¡11u· 1•j,•111plo, 1'h 1111 d,1n >rl'fh·jo d1• nl-
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Ulrich Oslender Comunidades negras y espacio en el Pacífico colombia1111

de 1993- funcionan como plataformas para la movilización negra en t•I 11• qu e deben plantearse los consejos comunitarios y los líderes del movimiento so-
Las percepciones de la PI también tuvieron aplicación en este libro por m 1J l'ial de comunidades negras. Aunque estos últimos han criticado la cooptación
de mi discusión d e las epistemologías acuáticas locales y las identidad,•" n ill' los habitantes en el Consejo Comunitario Unicosta, ni han respondido con
viales de las poblaciones negras rurales en el Pacífico (capítulo 5). Por wn 11na propuesta de formación alternativa ni han previsto con claridad las con-
guiente, las percepciones de la TMR y la PI juntas nos permiten pensar h '" rl •11•cuencias futuras de la actual constitución en las tierras del naidí. Pensar es-
y las mismas identidades fluviales como recursos importantes para los prt l,1s preguntas en términos del espacio acuático puede ayudar a desarrollar una
sos organizativos. Aunque es cierto que la estructura de oportunidad poltll 1"1lrategia alternativa a las cooptaciones de los habitantes por parte del capital,
de la Ley 70 es la principal responsable del auge de las organizaciones 1w14 ,11111que reconozco las tremendas dificultades que encuentran los activistas en
(desde 1993 en adelante) y que los ríos y las tierras circundantes fueron 11111 1•11le aspecto. Se enfrentan tanto con el gran poder de los intereses capitalistas
cursos materiales donde se ha construido la agencia del movimiento 11111 I que no vacilan en usar m edios violentos para hacer las cosas a su manera-
los contextos de identidad ribereña han sido los responsables de m o hh•,,r 1 , 1Hno con los deseos de los lugareños de tener un ingreso mediante el cual me-
formas de organización específicas de los consejos comunitarios en lm, , 11 ¡1,ra r sus condiciones de vida.
cas d e los ríos. Tales contextos identitarios culturales específicos del lug,11 11 En este sentido, h e apuntado en repetidas ocasiones al impacto sobre
cuenta además de las diferentes formas en que se afirma la agencia d,•I 11 l11s procesos organizativos locales del conflicto armado en Colombia, que
vimiento social en los distintos lugares dentro de la misma región. '1<1111,111 ,il,ora se extiende a toda la zona del Pacífico. Algunos cínicos dirán que mu-
elementos de la TMR y la PI, recalco la relevancia de ambas corrien h.'8 ll •1)11 , h,1s de mis anteriores consideraciones son en realidad m eras especulaciones
para la teoría de los movimientos sociales, sin privilegiar a ninguna Ht 1(11 ¡.,(, ricas y metodológicas o juegos mentales, dada la penosa realidad de las
otra, y sin limitar mi propia reflexión en un marco conceptual estrcrlu, 1 111i1sacres y los desplazamientos forzados de las poblaciones negras en la re-
enfoque mismo de la espacialidad - "la esfera del encuentro (o no) d1• 111111 1',l(>n. No obstante, como señalaba una activista, "no podemos simplemente
ples trayectorias" (Massey, 1999: 283)- el que me permite hacerlo. .,, 1Iir corriendo" . Al menos, no siempre sucede así ni todos lo hacen. Tenemos
Mi análisis de la constitución espacial de los consejos comunitnru,11 11 1¡111• seg uir pensando en los procesos organizativos locales y en la formación
largo de las cuencas de los ríos también me ha posibilitado detectar 111111 hit 1 il1· consejos comunitarios como intentos reales de apropiación territorial por
nes que se alejan de este modelo idealizado, como se ha demostrado 1•11 l'I 1 ¡111rle de las comunidades negras, aun cuando el gris panorama actual pueda
del Consejo Comunitario Unicosta (capítulo 7). Su constitución espnd.il ti ll1•va rnos a la desesperación. El académico también tiene la responsabilidad
comprende las tierras de la explotación del naidí- refleja los interest·:-i 1·11¡11111 il1 • llSar su posición y denunciar las atrocidades que cometen los diferentes
tas específicos en la región, en lugar de adoptar la lógica d el río con sin 111111 1 ti 111 lores armados en Colombia, y seguir insistiendo -ante el Gobierno co-
ámbito local. De hecho, las comunidades fueron cooptadas por el cnplli1l t111 I l111nbia no, las ONG y la comunidad internacional- en la necesidad de que
procesos de formación de Unicosta. Por supuesto, antes de los proc1•11111, 11q 11 11111 procesos de apropiación territmial, iniciados por la Ley 70 de 1993, sean
zativos relacionados con la Ley 70, esta área ya era explotada por d c,q 111111\ 1 1P1qw tados por todos, y continuados y apoyados plenamente por el Gobierno
relaciones sociales locales ya h abían empezado a modificarse dd1ido" l,1 1 111lombiano. Se trata d e c rear y defender espacios de resistencia en el Pacífico
siones d e la penetración del capital. Sin embargo, la prcg untr, n•ntr.il q111 d 111lo111biano, y Ut' npoy11r l.is divers as estrategias de resistencia que las comu-
h acerse es: ¿qué va a pasar en es ta parte dl'I 1>ncffico cunndo s1• .ig,11,, ,•I 1111 111d11d t•s 1w g nis (1• i11dr¡•,1 •11.ill) (•s tá n cons truye nd o en d efen sa d e s us territo-
como ha su ced ido Pn In mnyorín d1• l,1:-i 1•1•1111t11ní,1s <''< l,-.11·ti vt1fl d,• lt111•¡,,1!111' 1 111111. l ,PHni,1s1•j1111 1111111 111 ll ,11 11111 1•111'Sll' t•src nario, lt'jns dt' se r apt•n<1s la fi g ura
cnmhindo l,1 in1t•rv1•1wi1111 , h-1 r11¡11l,il 1•, 11•rn11 l.111 11·!,11 io111 "1 :irn ii1li"1 ~ l,1 i., ¡i11rdi1·.i r 11•11d,1 ¡1111 ,•I 1 ►1 1 1 1,111 1 1 1 l1111d,i,1110, flt' lorn.1 11 1•11 1•H p,11'irn, d1• n•s ist1•n-
d1 •I IÍtl d1 • 1,il 11 111111'1"11 qttt • 1111 ¡,111 •11.1 ll "il11lil1 •11 •1•11• 1'11 '•11 ¡1ll'1111•11•11111h1 ¡ 11 11 ,1, 1 1 l,11111 1il i1 ¡1111 111 d 1• lw, 1 11,il, · •11• 11q•,1 11 ii·1i1 l11 dC'i1•1H111d1• 11 111 11•11'110111111 l lt1t1 d1•
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I
Ulrich Oslender

Colombia yace en coordinar estas luchas en los planos nacional y ~


en otras palabras, articular una política de escala de resistencia en:.
ámbitos. Esta es la nueva urgencia de las políticas de la etnicidad er
bia. Y de una manera humilde, pero insistente, este libro quiere ser ·
un aporte a la realización de esta utopía.


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