Mi nombre es Jimmy, o bueno, ese era mi nombre antes de dejar a mi querido y
adorado planeta Tierra, pero no es tan malo como parece, aquí tengo hojas de eucalipto ilimitadas, puedo observar a las personas, y además puedo dormir cuando quiera, y la verdad es que no sé dónde estoy exactamente, puede que sea el cielo o solamente un sueño, pero ese no es el punto. Hoy les quiero contar mi historia, y muchos de ustedes pueden pensar que un koala no tiene tanta importancia pero yo fui un caso aparte. Gracias a mí, una mujer logró cambiar la mente de más de un millón de personas, y por esa razón es que mi especie sigue viva. Todo comenzó hace 18 años en Australia, mi hogar. Cuando nací era un koala muy pequeño y esa era la razón por la cual la gente me adoraba, eso creo. Crecí en un zoológico muy grande y famoso, todos los días la gente me visitaba, me tomaban fotos y hacían caras raras para expresar ternura, algo que me parecía demasiado extraño. Mi vida era muy simple, pero me gustaba, no tenía que preocuparme por encontrar comida o por sobrevivir, solo estaba allí, teniendo un rato cómodo; mientras pasaban los años me fui quedando solo, hasta ser el único koala en ese zoológico, y ahí fue cuando me di cuenta que mi vida no era lo que en realidad quería. Una tarde, en medio de mi aburrimiento, una niña entró a mi casa acompañada del humano que se encargaba de vigilarme en la noche, sigo sin saber por qué, pero la niña se quedó viéndome con la boca abierta como si yo fuera un especie de alienígena o algo parecido, en fin, más tarde descubrí que se llamaba Deborah y al cabo de un tiempo nos hicimos buenos amigos; siempre venía a mi casa y jugábamos cosas divertidas como lastimarnos la cara, aunque a ella no le gustaba mucho ese juego, o practicábamos la hora del té e incluso aprendí como jugar a las escondidas. Los años fueron pasando, Deborah ya no era una niña tan pequeña, muchos diría que se había convertido en jovencita, lo que significaba que cada vez pasaba menos tiempo conmigo o que ya no jugábamos al té, pero eso no quería decir que ya no fuéramos amigos, en cambio, éramos los mejores amigos del mundo, lo malo es que no todo dura para siempre. Debido a razones que desconozco, cerraron el zoológico y me tocó mudarme al bosque, lamentablemente no tuve la oportunidad de decirle adiós a Deborah y eso me hizo muy triste; al principio parecía un pingüino en un desierto, ni siquiera sabía cómo encontrar comida o defenderme de los animales que me querían comer, y en lo personal, eran muchos. Mi vida ya no era como antes y tenía la sensación de que sobrevivir era imposible; afortunadamente, cuando vagaba por el bosque me encontré con algunos seres de mi especie y ellos me enseñaron como ser un koala de verdad, fue un proceso largo y difícil pero al fin y al cabo lo logre. Me encantaba ese estilo de vida y actualmente pienso que fue mi mejor etapa. Era un Jimmy libre y feliz, pero eso no significaba que no extrañara a Deborah, habían semanas que ni siquiera comía por la tristeza que me generaba el no estar al lado de ella, sin embargo, el hambre me sacaba rápidamente de ese estado. Todos los días eran una aventura diferente, algo a lo que no estaba acostumbrado y que me asustaba, pero ahora pienso y digo ¿Qué es la vida sin un poco de misterio? Bueno, siguiendo con mi historia, todo fue feliz hasta que un día cambió todo y se podría decir que ese suceso aun me genera pesadillas. Estaba columpiándome en mi árbol como un koala normal, todos los demás se habían ido a explorar nuevos lugares para vivir; yo preferí quedarme viendo el cielo y cuidando nuestra parte del bosque mientras pensaba en mi pasado, y agradezco que decidí quedarme porque después de unas horas de que ellos se habían ido, el bosque empezó a oler extraño y había humo en todas partes, inocentemente me empecé a preocupar y tome la decisión de adentrarme un poco en el bosque en busca de la familia que había construido por mucho tiempo. Cada vez que saltaba de un árbol a otro aumentaba esa sensación de peligro que tenía, pero aun así no me detuve, fui de rama en rama llamándolos pero no había señal de ellos, seguí mi camino sin importar mis emociones pero ahora se que debí haber hecho caso a mis instintos; un rato después, llegué a un lugar del bosque que no conocía y allí me detuve, el humo estaba entrando en mis pulmones y el calor me estaba haciendo sudar más de lo normal, sin embargo, cuando note lo que estaba sucediendo ya era muy tarde. El incendio estaba muy avanzado por lo cual lo primero que se me ocurrió fue correr, en el trayecto lo único que veía era fuego y algunos animales corriendo igual que yo, preferí no detenerme a pesar de lo que escuchara ya que no podría soportar el ver a mi familia morir; me subí a otro de los árboles y justo cuando iba a saltar para llegar al siguiente, una rama en llamas cayó sobre mi cabeza haciendo que mi oreja sufriera mucho dolor. Seguí sin importar el ardor o el miedo, lo que me llevó a recorrer una gran distancia, pero también provocó que me cayera de un árbol, inconsciente. No sé qué pasó con exactitud después de caer de aquel árbol pero cuando desperté estaba en una carpa al lado de unas personas vendando mi oreja, las deje hacerlo pues no me sentía tan bien como para tratar de huir, además extrañaba el contacto humano, era algo que me recordaba a Deborah; después de unos minutos se dieron cuenta de que ya estaba despierto, lo que pareció alégrales bastante, algunos se retiraron un momento y luego sin nada más que hacer empecé a inspeccionar la carpa, mire de un lado para otro sin esperar encontrarme con una gran sorpresa, estaba tan convencido de lo que estaba viendo que no dude ni un instante, salte hacia la mujer que me había vendado la oreja y la abrace como solía hacerlo cuando era parte del zoológico, ella me miró confundida pero de repente sus ojos se abrieron como platos y me abrazó tan fuerte como pudo, después de tanto tiempo había recuperado a Deborah. Recuerdo que momentos después, las demás personas entraron y supieron quién era yo en realidad, tal vez Deborah les había contado sobre mí, el punto es que luego de nuestro reencuentro mi alma había recuperado ese brillo que se estaba apagando, y sé que si alguien me preguntara cuál fue el momento más feliz de mi vida contestaría con la mayor seguridad del mundo que ese. Algunos meses después, Deborah y las demás personas que me salvaron abrieron un tipo de fundación para animales como yo, llamada FAK o mejor conocida como Fundación Australiana del Koala. Con un poco de amor, esfuerzo y mucho dinero lograron instalar un hábitat cinco estrellas para los sobrevivientes del incendio y aunque no eran muchos, era un gran avance; todas las mañanas iban a revisarnos, cuidarnos, entretenernos y a garantizarnos una estadía agradable, lo cual nos encantaba. Además, Deborah se convirtió en la presidenta de nuestro hogar lo que me hacía muy feliz, y a pesar de poseer un trabajo tan atareado siempre sacaba tiempo para mí; en cuanto a la fundación, se podría decir que su éxito fue inigualable, yo me volví famoso y aunque no es tan relevante, la historia de que fui la inspiración para crear este hermoso lugar y el cómo perdí a mi dueña para más tarde regresar a ella por culpa de un incendio, se volvió viral, hasta tenía una cuenta de instagram, aunque no sé qué signifique eso, pero sé que debe ser bueno. Luego de unos años de haber perdido a una familia por culpa del incendio, hice amigos que habían vivido lo mismo que yo, encontré el amor de mi vida y tuve cinco adorables hijos. Al final me volví un koala muy viejo y me fui del mundo que siempre estuvo de mi parte sabiendo que toda mi vida había tenido un propósito, sin embargo, lo que más me dolió fue saber que una parte del alma de Deborah se había roto con la noticia y me sorprendió que otras personas habían sufrido con mi partida. Para terminar este relato me gustaría añadir que me alegra demasiado saber que deje una huella en el corazón de muchas personas y como más importante, en el mundo entero. Datos requeridos: Nombre del autor: Sara Caicedo Daza Categoría a la que participa: Categoría I Edad: 12 años Adulto (Padre) que autoriza la participación: Andrés Felipe Caicedo Ramírez Número telefónico del adulto: 3208301844