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Organizaciones internacionales y derechos humanos: El Consejo de

Europa y la Unión Europea.


Sara Núñez de Prado Clavell

Europa geográficamente es un continente, ideológicamente es un proyecto y


también un mito que ha existido desde la Antigüedad. Ya desde entonces se transmitía el
relato del rapto de Europa, una bella mujer fenicia hija del rey Agénor que enamoró al dios
Júpiter (Zeus), quien se transformó en un poderoso toro blanco para llevársela hasta Creta.
Una vez cautiva, cuenta Ovidio, que Europa no hacía más que lamentarse de su destino.
Ante tanta aflicción, la diosa Venus le dijo: “Modera ese furor, si el toro viene a ponerse en
tus manos para que puedas romper sus cuernos. ¿Tal vez ignoras que eres esposa de
Júpiter? Apaga tu llanto y aprende a hacerte digna de la elevada suerte a que estás llamada.
De hoy en adelante una parte del Universo llevará tu nombre”. A pesar de la leyenda, o
gracias a ella, tenemos una idea que a lo largo de los siglos se ha ido conformando y
pasando por muy distintas etapas, hasta alcanzar un valor tangible, como es hoy nuestra
Europa.

ANTECEDENTES

Este continente se ha ido formando a través de los siglos y pasando por diversas
etapas en las que la idea de unificación nunca desapareció, aunque la mayor parte de las
veces vino caracterizada por el principio de imposición y no por el de voluntad. Recuérdese
la unidad del Imperio Romano, en el que los factores idioma, transmisión cultural y
ciudadanía fueron decisivos para crear una entidad única conseguida a partir de la conquista
por una maquinaria militar imbatible durante mucho tiempo. O los intentos de Carlomagno
o de Napoleón. También desde la dimensión ideológica y de pensamiento la idea de una
Europa integrada no es ajena al transcurrir de las centurias. Por ejemplo, en torno a los
siglos XIII y XIV, pensadores como Pierre Dubois y Raimundo Lulio ya hablaron de la
necesidad de una comunidad integrada en Europa. En este caso, el sustento de la misma
sería la religión cristiana y sus valores. Para ellos, esto era algo exigible debido a la presión
musulmana que sentían como una amenaza. Ya en el siglo XVIII, el erudito Saint Simón,
en su obra De la reorganización de la sociedad europea, se refería a que Europa debía ser
un estado federal. En el siglo XIX, Charles Lemonnier, fundó un periódico con un título tan
sugerente como Les Etats Unis d’Europe (1867). En el mismo siglo, el filósofo Augusto
Comte (1798-1857) defendía la misma idea. Y el escritor Víctor Hugo (1802-1885)
profetizó que un día las naciones europeas, “sin perder vuestras cualidades distintas y
vuestra gloriosa individualidad, os fundiréis estrechamente en una unidad superior y
construiréis la fraternidad europea” (Mangas Martín y Liñán Nogueras, 1996, pp.4)
En el siglo XX y como una respuesta a la primera gran ruptura de Europa con la
Gran Guerra y a los horrores soportados en la misma, volvieron a alzarse voces que desde
la paz y la concordia pedían la unión de Europa. Así, surgió en 1923 el Movimiento
Paneuropeo. Su fundador fue el periodista y conde austriaco, Coundenhove Kalergi. El era
un claro ejemplo de la posibilidad de entendimiento y unión entre las personas de distintos
pueblos. Había nacido en Tokio, hijo de una japonesa y un austriaco que tenía antecedentes
flamencos y cretenses. Este hombre, que había vivido en distintas partes del mundo, decidió
hacer una publicación periódica en la que se abogara y explicara, precisamente, la
necesidad de vivir unidos y en paz. La revista se titulaba Paneuropa. Poco después, surgió
un libro en el que defendía los mismos principios. Obra clave en la que se refirió a las
fronteras de Europa, tema sobre el que todavía hoy no hay unanimidad de criterios.
También se ocupó de las relaciones internacionales del Viejo Continente con otras
potencias. Asimismo, no se olvidó del problema de nación o de las siempre difíciles
relaciones entre Francia y Alemania. También se refirió al cambio de posición estratégica
que había sufrido Europa en el último siglo, ya que de potencia regidora del mundo, había
pasado a convertirse en un continente fragmentado y asolado por la guerra. En sus propias
palabras:

“en el siglo XIX Europa dominaba el mundo. Los antiguos imperios asiáticos, China, Persia y
Turquía, estaban en decadencia y no parecía muy lejana la época en que se convirtieran en vasallos
de Europa. África fue dividida y los mismo que la India y Australia, sometida a Europa (…) A pesar
de la autonomía americana, Europa continuó siendo el centro del mundo y la política mundial se
identificaba más o menos con la política europea (…) El primer cuarto del siglo XX trajo consigo la
decadencia de la hegemonía mundial de Europa. Hoy día, tanto desde el punto de vista político como
del económico, Europa ha dejado de ser el centro del mundo” (Coudenhove- Kalergi, 2002, pp. 9-
10).

En 1924 apareció el Manifiesto Paneuropeo, en el que claramente se respaldaba la


creación de una Europa federal. En este trabajo, y de manera visionaria, se refirió a la
situación de Gran Bretaña en Europa, que hoy nuevamente está de plena actualidad. Para él,
Gran Bretaña podía colaborar con Europa, pero debía quedar fuera de cualquier proceso de
integración, pues sus intereses eran extraeuropeos. El defendía lo que llamaba la “pequeña
Europea”, porque Inglaterra, “aunque está ligada geográfica y históricamente a Europa,
también la lengua, la sangre y la cultura la aproximan a América del Norte” (Coudenhove-
Kalergi, 2002, pp. 37). Pero, añadía, que nunca debería realizarse en contra de ella,. De
hecho, defendía que “Ingalterra, que está unida tanto a Europa como a América por
múltiples lazos culturales, históricos y económcos, está llamada a ser la intermediaria entre
estos dos continentes sin pertenecer políticamente ni a uno ni a otro” (Coudenhove-
Kalergi, 2002, pp. 38). Igualmente opinaba de la URSS, a la que también dejaba a un lado
del proyecto federal, ya que para él, era fundamentalmente una potencia asiática, además
del lugar en el que se había producido la revolución comunista. El Conde Coundenhove
Kalergi logró interesar en su proyecto a diferentes figuras políticas europeas, celebrando en
Viena, gracias al apoyo del primer ministro austriaco, el Primer Congreso Paneuropeo.
Este Congreso marca los años de mayor éxito del Movimiento Paneuropeo, pues llegada la
década de los 30, la situación política europea hizo inviable cualquier acción en ese sentido,
a pesar de contar en sus filas con figuras de la talla de Aristide Briand, Ministro francés de
Asuntos Exteriores, quien fue nombrado presidente de honor del Movimiento Paneuropeo
en 1927. Precisamente, en un discurso pronunciado ante la Sociedad de Naciones en
septiembre de 1929, propuso la creación de la federación:

"Pienso que entre los pueblos que están geográficamente agrupados como los pueblos de Europa,
debe existir una suerte de vínculo federal; estos pueblos deben en todo momento tener la posibilidad
de entrar en contacto, de discutir sus intereses, de adoptar resoluciones comunes, de establecer entre
ellos un lazo de solidaridad, que les permita, en los momentos que se estimen oportunos, hacer frente
a las circunstancias graves, si es que estas surgen. (...) Evidentemente, la asociación tendrá efecto
sobre todo en el dominio económico: esa es la cuestión que más presiona..."
Discurso de Aristide Briand ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones, Ginebra, 5 de Septiembre
de 1929 (http://clio.rediris.es/udidactica/anteceden.htm).

En los años siguientes, si bien cualquier proyecto de integración era imposible de


llevar a cabo, la idea de una Europa unida no desapareció. La experiencia de dos guerras de
la magnitud de la I y la II y el estado de devastación y desolación en el que quedó el Viejo
Continente, promovió la extensión de diferentes movimientos que desde distintas
perspectivas respaldaban algún tipo de unión para Europa. Desde los que apostaban por una
unión del tipo Commonwealth, hasta los que preferían una asociación mucho más sólida
cristalizada en un estado federal, las propuestas eran muy diversas, pero coincidentes en
que esa Europa unida debía garantizar la paz y la prosperidad para todos sus ciudadanos.
Para llevar a cabo dicha tarea se formó el Movimiento Europeo en octubre de 1948, con
una presidencia de honor colegiada que reunía a algunos de los políticos más significativos
del momento: Winston Churchill, Leon Blum, Paul Spaak y Alcide De Gasperi. No hay que
olvidar, que años después los dos últimos también serían protagonistas de la creación de la
Comunidad Económica Europea.

Finalmente, todos los políticos implicados en ese anhelo se reunieron entre el 7 y el


10 de mayo de 1948, en La Haya, bajo la presidencia de Churchill y la princesa Juliana de
Holanda, para debatir sobre el futuro de Europa. Básicamente quedaron dos grandes
posturas, aunque enfrentadas, los que defendían una unión sin cesión de soberanía y los que
querían un compromiso mayor, en el que los estados, a través de la formula federal,
cediesen parte de sus derechos nacionales a una entidad superior. Fórmula muy avanzada
ya entonces y ahora, pues

“La idea federalista constituye un principio dinámico que transforma todas las actividades humanas.
No aporta tan sólo un nuevo marco político, sino también nuevas estructuras sociales, económicas y
culturales. Solución de síntesis, consta de dos elementos indisolublemente conjuntos: la solidaridad
orgánica y la libertad, o en otros términos el desarrollo de la persona humana a través de sus
comunidades de vida cotidiana. La verdadera democracia debe ser una articulación de solidaridades
que se eleve desde la base hasta la cumbre, y armoniosamente organizadas a todos los niveles: pero
el federalismo hace de la libertad el principio mismo de esta organización. Federar a Europa, no es
poner en orden, según un plan geométrico, a partir de un centro o de un eje; es sencillamente
confrontar, coyuntar y coordinar –en el espíritu y por métodos que acaban de ser esbozados- las
realidades concretas y heterogéneas que son las naciones, los regímenes económicos, las tradiciones
políticas de Europa. Y es, organizarlos según sus caracteres peculiares, a los que se trata a la vez de
proteger y transferir”. (Mariscal, 2003, pp. 52)

A pesar de las diferencias, se decidió convocar una asamblea europea a la que se


invitó a todos los países que cumplieran con la exigencia de ser democráticos y que
respetasen los derechos y las libertades de sus ciudadanos. De esa Asamblea, convocada en
Londres en mayo de 1949, surgió el Estatuto del Consejo de Europa, por el que se creaba
dicha organización regional. Ahora bien, dado que no se había profundizado en la idea de
unión real, tal y como querían los federalistas, no se consideró culminado con éxito el
proceso de integración. En el Preámbulo de dicho Estatuto se decía lo siguiente:

“Los Gobiernos del Reino de Bélgica, del Reino de Dinamarca, de la República francesa, de la
República irlandesa, de la República italiana, del Gran Ducado de Luxemburgo, del Reino de los
Países Bajos, del Reino de Noruega, del Reino de Suecia y del Reino de Gran Bretaña y de Irlanda
del Norte. Convencidos de que la consolidación de la paz, basada en la justicia y la cooperación
internacional, es de interés vital para la preservación de la sociedad humana y de la civilización;
Reafirmando su adhesión a los valores espirituales y morales que son patrimonio común de sus
pueblos y la verdadera fuente de la libertad individual, la libertad política y el imperio del derecho,
principios sobre los cuales se funda toda auténtica democracia; Persuadidos de que para salvaguardar
y hacer que se realice progresivamente este ideal y en interés del progreso social y económico, se
impone una unión más estrecha entre todos los países europeos animados de los mismos
sentimientos; Considerando que, para responder a esa necesidad y a las aspiraciones manifiestas de
sus pueblos, a partir de este momento se requiere crear una organización que agrupe a los Estados
europeos en una asociación más íntima; Han decidido, en consecuencia, constituir un Consejo de
Europa, compuesto de un Comité de representantes de los Gobiernos y de una Asamblea Consultiva,
y con tal propósito, han adoptado el presente Estatuto” (Boletín Oficial del Estado [BOE] 1.3.1978:
https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1978-5972)

EL CONSEJO DE EUROPA

La realidad era que el Consejo de Europa así diseñado, con una Asamblea
Parlamentaria sin poder de decisión y sólo consultiva, quedaba como una organización sin
poderes efectivos. Ahora bien, el trabajo llevado a cabo por el Consejo de Europa, como
ahora veremos, ha hecho que esta institución haya sido un referente imprescindible de los
procesos posteriores de integración, como la Unión Europea. Los principios que animaron
su creación se han materializado a lo largo del tiempo como los inspiradores de lo que debe
ser una Europa unida: defensa del principio de legitimidad política, preminencia de la
justicia basada en un derecho común europeo, respeto a la herencia común, cooperación
internacional y salvaguarda de la libertad individual y política.

En la parte menos positiva, el Consejo de Europa ponía en marcha una Europa débil
ya que las controversias y diversidades quedaban puestas de manifiesto desde la propia
creación de la institución. Ahora bien, sin esta primera base difícilmente hoy podría
hablarse de la Unión Europea o de otra institución similar. No hay que olvidar que ha sido
en Estrasburgo, en la sede del Consejo de Europa, donde han nacido la bandera (1955) y el
himno europeo, que transcienden el mero simbolismo para convertirse en verdaderos
significantes de lo que hoy es Europa.

En el marco de la protección de los derechos humanos de los ciudadanos es donde


verdaderamente el Consejo de Europa despliega su alcance y pone de manifiesto su
importancia. Hay que tener en cuenta que esta institución que desde el principio estaba
formada por 10 estados (Bélgica, Francia, Luxemburgo, Países Bajos y Reino Unido. Más
Irlanda, Italia, Dinamarca, Noruega y Suecia) nació con la prioridad de defender los
derechos humanos en su ámbito general. Tenía como misión la redacción de un Código
Europeo y la puesta en marcha de un tribunal que pudiera velar por los principios que en
dicho Código se recogiesen. La organización tiene competencias en todos los ámbitos
políticos y sociales, siempre que su labor no interfiera con la realizada por Naciones
Unidas, que siendo de ámbito universal tendría prioridad sobre otro regional. Asimismo,
tampoco puede entrar en materias ligadas a los temas de defensa nacional.

a) Convenio para la protección de los derechos humanos y las libertades


fundamentales

Entre los logros más trascendentales del Consejo de Europa está la aprobación, en
1950, del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades
Fundamentales que se ha convertido en el decálogo a seguir por todos los gobiernos
europeos. Éste faculta no sólo a los estados - práctica habitual en el derecho internacional -,
sino también a las personas individuales para acudir ante el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos siempre que consideren vulnerados sus derechos fundamentales. Este hecho, que
ahora forma parte de otras legislaciones internacionales, en el momento de su aprobación
marcó un hito trascendental en la historia judicial internacional. Por lo anterior, este
Convenio fue absolutamente innovador porque iba más allá de la simple codificación de
derecho positivo típica. Es decir, la enumeración general, sin más, de los derechos
humanos. En este sentido, puede decirse que el sistema es un tríptico: primero, se procede a
las definiciones; segundo, se establecen las medidas de aplicación; tercero, se pone en
funcionamiento un sistema para obligar a su complimiento y, en su caso, sancionar el
incumplimiento. Años después, la Unión Europea, haría suyo este Convenio.

Entre los derechos más importantes que salvaguarda el Convenio, hay que citar el
derecho a la vida (art. 2), el derecho a la libertad y la seguridad (art. 6) y el derecho a un
proceso justo y a que no se aplique a nadie una pena cuando en el momento de cometer una
infracción, ésta no estuviese tipificada como tal (arts. 6 y 7). También son fundamentales,
la prohibición de la tortura (art. 3), la esclavitud y el trabajo forzado (art. 4) o el abuso del
derecho (art. 17). En total era originalmente 18 artículos que recogían otros tantos derechos
o prohibiciones. El resto del articulado, hasta llegar a los 51 actuales, se añadieron cuando
se constituyó el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en septiembre de 1959. En
origen, el sistema de protección se arbitraba en la práctica en dos niveles: uno mínimo,
obligatorio en toda su extensión y otro máximo o superestructural, de carácter opcional. El
primero está recogido en el artículo 24 bajo la denominación de Principio de Garantía
Colectiva y se basa en la posibilidad de denuncia interestatal. Con ello, los estados, además
de comprometerse a respetar los derechos y las obligaciones contraídas al firmar el
Convenio, también se comprometen a ser promotores de los mismos, mediante ese sistema
de garantía colectiva (lo que algunos autores han llamado “orden público europeo”
(Sperduti, 1988). Y en el segundo, siguiendo los arts. 25 y 26, se impone la aceptación, por
parte de los estados, del recurso individual ante el Tribunal. Es decir, el sometimiento de
los estados a la jurisdicción contenciosa del Tribunal cuando son acusados ante el mismo
por la violación de un derecho fundamental.

El articulado se complementa con una serie de Protocolos adicionales, en total 14,


que se han ido sumando a lo largo del tiempo para mantener el Convenio actualizado y con
plena vigencia. Se refieren a cuestiones como la protección a la propiedad privada, el
derecho a la libre circulación de las personas, el derecho de indemnización en el caso de
error judicial o también a temas relacionados con la doble jurisdicción penal. Estos
Protocolos también han servido para introducir modificaciones a los procedimientos por los
que se rigen los órganos de garantía de los derechos, como el Tribunal y la Comisión de
Derechos Humanos.

b) Funcionamiento del Tribunal de Derechos Humanos (TEDH)

Concretamente, el Protocolo 9, si bien quedó tiempo después derogado ante la


aprobación del 11, fue fundamental para extender el mecanismo de protección. Dicho
Protocolo facultaba a los particulares a tener acceso a la jurisdicción del Tribunal de
Estrasburgo. Se exigía (y se exige) que el particular que se acercaba al amparo europeo
hubiera agotado todas las instancias legales en el país en el que considera haber sufrido un
abuso de su derecho. No se precisa que la persona que interpone la demanda sea nacional
del estado contra quien litiga, sino sólo que sea dependiente de la protección de dicho
estado y éste haya faltado a ese deber o incurrido en violación de cualquier derecho
recogido en el articulado del Convenio. En definitiva, es un control con carácter subsidiario
que además tiene su fundamento en la voluntad, por parte de los estados, de someterse a un
sistema de control internacional.

El mecanismo original era más complejo y conllevaba un tiempo de actuación


prolongado. A la vez, la eficacia del mismo, hacía que el número de procesos fuera
aumentando de manera considerable, por lo que con el paso de los años comenzó a mostrar
los primeros signos de colapso, por lo que el tiempo de resolución se alargaba mucho,
haciendo que la justicia europea se fuera tornando cada vez más lenta y consecuentemente,
más inoperativa. Ante ello, hubo que reformar el procedimiento del Tribunal. La respuesta
de los estados miembros a esa necesidad fue la aprobación del Protocolo 11 en 1998 que
agilizaba los trámites y el funcionamiento interno del Tribunal. El primer lugar, hacia
desaparecer la primera instancia, que era la de la Comisión de Derechos Humanos. Esta
Comisión, desde su creación en 1954, era el primer filtro por el que tenían que pasar
cualquier demanda presentada por un particular. La Comisión la estudiaba y si considerada
que cumplía todos los requisitos y además estaba bien fundamentada, entonces, la declaraba
admisible y pasaba a ser juzgada por el Tribunal. Con la reforma de 1998, a partir de
finales de 1999 la Comisión dejó de existir y con ella el sistema mixto de procedimiento.
Desde ese momento, se dinamizaron los tiempos y las sentencias eran dictadas en plazos
mucho más cortos.

Los jueces son elegidos por la Asamblea Parlamentaria a partir de una terna que
presenta cada estado miembro. Su mandato es por nueve años y no tienen opción a
renovación. Al cumplir 70 años deben retirarse. Si bien, existe un juez por cada estado
miembro, éstos no actúan en nombre de sus países, sino que han de ser independientes y no
pueden ejercer ningún tipo de actividad o estar ligados a ninguna organización política que
pudiera comprometer su independencia o imparcialidad. Además, se exige que sean
profesionales de reconocido prestigio. Cuando por alguna razón, ante un caso concreto, un
juez no esté en condiciones de intervenir, entonces, el presidente del Tribunal deberá elegir
de una lista enviada previamente por el estado del juez retirado, un juez ad hoc (artículo
26).
El Tribunal surgido de la reforma del Protocolo 11, que modificada también los
protocolos 2, 3, 5 y 8, y según el artículo 26, puede sesionar “en formación de juez único,
en Comités compuestos por tres jueces, en Salas de siete jueces y en una Gran Sala de
diecisiete jueces”. Un juez único nunca puede conocer de un caso que afecte al estado por
el que fue elegido. Tiene capacidad para admitir, o no, cualquier demanda presentada según
el artículo 34, “por una persona física, organización no gubernamental o grupo de
particulares”. Si la admite, la pasa a un Comité o una Sala, encargados de volver a revisarla.
El Comité, según el artículo 28, debe tomar su decisión por unanimidad. Y tiene
competencia para “declarar la misma inadmisible o eliminarla del registro de asuntos,
cuando pueda adoptarse tal resolución sin tener que proceder a un examen
complementario”. También puede “declararla admisible y dictar al mismo tiempo sentencia
sobre el fondo, si la cuestión subyacente al caso, relativa a la interpretación o la aplicación
del Convenio o de sus Protocolos, ya ha dado lugar a jurisprudencia bien establecida del
Tribunal”. Señalar que la sentencia así dictada es definitiva. La Sala, por su parte, también
decide sobre la admisibilidad o no de una demanda. Aquí se puede tomar la decisión por
separado. En el caso de que “el asunto pendiente ante una Sala plantea una cuestión grave
relativa a la interpretación del Convenio o de sus protocolos, o si la solución dada a una
cuestión pudiera ser contradictoria con una sentencia dictada anteriormente por el Tribunal”
la Sala, siempre antes de haber dictado sentencia, puede inhibirse a favor de la Gran Sala.
Sólo no podrá hacerlo si una de las partes se opone (artículo 30). La sala también conoce de
las demandas presentadas por los estados y el mecanismo es el mismo que el descrito líneas
arriba. Las sentencias dictadas por una Sala son definitivas cuando las partes declaren que
no la van a someter a remisión o hayan pasado tres meses sin haberlo hecho. También en el
caso de que la Gran Sala rechace la remisión. Y, finalmente, la Gran Sala, conoce tanto de
las demandas presentadas por particulares como las presentadas por los estados que le han
sido elevadas a su consideración. También de aquellas sentencias dictadas por las Salas de
las que se ha solicitado remisión. En ese caso, han de ser cinco jueces de la Gran Sala los
que acepten la petición de remisión y sólo lo harán si la sentencia se refiere a “una cuestión
grave relativa a la interpretación o a la aplicación del Convenio o de sus protocolos o una
cuestión grave de carácter general” (artículo 43). Sus sentencias son definitivas.
Todas las sentencias, independientemente del órgano que las haya dictado, son de
obligado cumplimiento (artículo 46). De hecho, el Tribunal Constitucional español, en su
sentencia 303/1993 de 25 de octubre, referida al derecho a la presunción de inocencia,
expresó taxativamente que las sentencias del TEDH “resultan de aplicación inmediata en
nuestro ordenamiento” (BOE, 1993)
(https://www.boe.es/boe/dias/1993/11/30/pdfs/T00004-00008.pdf).

Si es importante señalar que el Tribunal carece de competencia para la fase de


ejecución. El encargado de velar por dicha ejecución es el Comité de Ministros, quien, oído
el Tribunal, si este se pronuncia en el sentido de que efectivamente ha habido
incumplimiento, podrá tomar las medidas que considere oportunas para hacer cumplir las
sentencias. Y aquí llega la gran carencia del Convenio, pues no va más allá y no explicita
cuáles pueden ser dichas medidas. En la práctica, además, no podrían ir más lejos de la
suspensión del estado como miembro del Consejo de Europa o suspender su representación
en el propio Comité de Ministros. Le queda el informe bianaual que sobre cada estado
realiza la organización y que, dado que es público, somete a todos los estados al escrutinio
de los demás. Pero ello no deja de ser una condena moral que no tiene efectividad ni
traducción práctica, salvo la buena voluntad del estado. Un punto importante que ayuda a
que el estado se vea moralmente obligado a cumplir con las sentencias es que tanto las
vistas como los documentos presentados por las partes se consideran públicos, salvo que el
Tribunal estime excepcionalmente otra cosa. También las sentencias lo son. Y cuando en la
sentencia que condena a un estado el Tribunal considera neecsario que se proceda a hacer
modificaciones en la legislación nacional para evitar futuras violaciones a los derechos
lesionados, el país en cuestión también está obligado a incorporar éstas a la brevedad
posible.

El Tribunal cuando conoce de un asunto, además de dictar sentencia, también puede


instar a las partes a que lleguen a un arreglo amistoso. En este caso, la Corte dará por
concluida su actuación, limitándose a redactar una resolución en la que se recoja el acuerdo
alcanzado. Esta resolución es de obligado cumplimiento para las partes. Si esta vía de
acuerdo no es posible, el Tribunal estudiará el caso, oirá a las partes enfrentadas, requerirá
más documentos o pruebas si lo considera necesario y finalmente pronunciará su sentencia.

c) La Carta Social Europea

La gran carencia del Convenio es la no inclusión en el mismo de los derechos


económicos y sociales. Pero con un sistema de protección tan amplio era prácticamente
imposible llegar a un acuerdo que conciliara los derechos civiles y políticos con los
derechos sociales. Por ello, en 1961 se aprobó la Carta Social Europea, también conocida
como la Carta o Convenio de Turín y que una vez superado el número de firmas necesario,
entró en vigor en 1965.

Esta Carta puede considerarse el equivalente al Convenio de Derechos Humanos,


pero en este caso referido a cuestiones económicas y sociales. En ella se consignaban, entre
otros, el derecho a un trabajo digno y regulado en sus diversos aspectos (salarios
adecuados, horarios, vacaciones, higiene, seguridad…), el derecho a la sindicación y a la
negociación colectiva, protección al trabajo de los niños y mujeres, derecho a la protección
de la salud y la seguridad social, etc.

En 1988 se aprobó un Protocolo Adicional por el que se añadían mayores amparos


para los trabajadores, la igualdad de oportunidades sin ningún tipo de discriminaciones y el
derecho de los ancianos a la protección social. En 1995 se incluyó un mecanismo de
reclamaciones colectivas. Finalmente, una nueva revisión se produjo en 1997. Esta revisión
vino motivada, como expresa el propio preámbulo de la Carta
“porque la Conferencia Ministerial sobre los derechos del hombre, celebrada en Roma el 5 de
noviembre de 1990, subrayó la necesidad, por una parte, de preservar el carácter indivisible de todos
los derechos humanos, sean civiles, políticos, económicos, sociales o culturales y, por otra parte, de
dotar a la Carta Social Europea de un nuevo impulso”
(http://www.exteriores.gob.es/Portal/es/PoliticaExteriorCooperacion/ConsejoDeEuropa/Documents/
Carta%20Social%20Europea.pdf).

En el caso de España, el gobierno de entonces sí firmó en el año 2000 esta Carta


Social revisada, pero nunca se ha ratificado. La Carta anterior a la revisión fue ratificada en
1980. Asimismo, las Cortes Generales en enero de 2000 ratificaron el protocolo adicional
de 1988 y el protocolo de enmienda de 1991. Sobre el tema de la ratificación es importante
tener en cuenta que los países no tienen obligación de aceptar la Carta en su totalidad, sino
que pueden adherirse sólo a una parte de la misma. Ahora bien, en esa parte han de estar
incluidos los artículos 1,5,6,7,12,13,16,19 y 20. Más otros tantos elegidos por los propios
estados hasta completar un mínimo total de 16 artículos. Asimismo, pueden adherirse a
parte de los mismos, es decir, a párrafos, en este caso el número mínimo de párrafos que
han de ser suscritos es de 63.
Importante destacar que la Carta, si bien es un complemento imprescindible para el
Convenio de Derechos Humanos, “tiene un nivel de protección o garantía jurídica inferior a
los derechos del Convenio de Derechos Humanos puesto que la Carta no instituye un
órgano jurisdiccional de protección similar al Tribunal de Estrasburgo sino que (…) crea un
sistema de control convencional a partir del Comité de Expertos, el Comité Gubernamental,
la Asamblea Parlamentaria y el Comité de Ministros. En el marco de este control
convencional, los estados deben enviar informes sobre el desarrollo y la aplicación interna
de la Carta, además de siempre que lo pida el Comité de Ministros del Consejo de Europa”
(Freixes San Juan, 2004, pp. 115).

Para su cumplimiento la Carta cuenta con el Comité Europeo de Derechos Sociales.


Está formado por 15 miembros independientes, elegidos por el Comité de Ministros, con un
mandado de seis años, con posibilidad de renovar por una vez. El procedimiento de
supervisión que se sigue es la elaboración por parte de los miembros del Comité de un
informe anual en el que se expresa el grado de cumplimiento del país examinado. Dichos
informes se presentan al Comité de Ministros que, a su vez, una vez estudiado el mismo,
emite sus conclusiones, que son públicas. En el caso de carencias en el cumplimiento por
parte del estado, el Comité de Ministros da una serie de recomendaciones que el país debe
poner en práctica. Desde la reforma de 1998, además, el Comité Europeo de Derechos
Sociales admite reclamaciones colectivas (sindicatos, las organizaciones no
gubernamentales…) ante incumplimientos concretos. Ahora bien, hasta ahora este
mecanismo sólo es aplicable en 15 de los 47 estados. En la actualidad y hasta el 2020, el
miembro español del Comité es el profesor de derecho constitucional, Raúl Canosa Usera.
La Carta ha trascendido del marco del Consejo de Europa ya que en el preámbulo
del Acta Única Europea de 1986 se hace una explícita referencia a la misma. Y nuevamente
tiene presencia, tanto en el Tratado de Ámsterdam de 1997, como en el de Lisboa de 2009.
Además, desde el 2014, el Secretario General del Consejo de Europa, el noruego Thorbjørn
Jagland, puso en marcha una iniciativa (Proceso de Turín) encaminada a garantizar que la
Carta Social Europea se aplicara en su totalidad en los 47 estados miembros de la
Organización.

La realidad es que a pesar de que Europa cuenta con una de las legislaciones más
avanzada en esta materia, en la práctica la aplicación de la misma no siempre es óptima. En
el informe que el Comité Europeo de Derechos Sociales ha presentado relativo al
cumplimiento de la Carta en el año 2015, de un total de 762 conclusiones constata hasta
239 vulneraciones de la misma en 31 países distintos (31%), frente a las 432 conclusiones
de conformidad (57%). Asimismo, recogió un número significativo de aplazamientos, 91
casos (12%). Estos se refieren a aquellas circunstancias en las que el Comité, por falta de
información, no ha podido evaluar la situación. En la parte positiva hay que resaltar que la
proporción de casos de conformidad con las disposiciones de la Carta ha alcanzado su nivel
más alto desde 2005. La mayoría de las vulneraciones estaba relacionada con el tema de las
migraciones, los niños y las familias. Es decir, los artículos 7, 8, 16, 17, 19, 27 y 31
(https://www.coe.int/en/web/turin-european-social-charter/developments-and-perspectives-
regarding-the-charter-in-the-council-of-europe-member-states). Refiriéndose a ello, Jagland
reconoció que

“en la situación política y económica difícil que estamos viviendo, se están socavando los derechos
sociales. Los Estados tienen, sin embargo, la obligación de proteger a los más vulnerables,
incluyendo a los ancianos, niños, personas con discapacidad y los migrantes. La Carta Social es a la
vez una constitución social para Europa y un elemento clave de nuestro sistema de derechos
humanos. Por lo tanto, hago un llamamiento a nuestros Estados miembros para cumplir las normas y
las conclusiones de la Carta “ (http://www.abogacia.es/2016/01/27/el-consejo-de-europa-denuncia-
277-vulneraciones-de-la-carta-social-europea-en-31-paises/)

La última reunión del Comité se ha celebrado entre el 5 y el 9 de diciembre de 2016


en Estrasburgo, pero hasta el año 2017 no se publicarán los resultados del informe
correspondiente al año 2016.
d) Otros documentos relativos a los derechos humanos

La legislación del Consejo de Europa es rica en documentos relativos a la


salvaguarda, protección y promoción de los derechos humanos, tanto de primera como de
segunda o incluso tercera generación. Entre los más importantes y sin ánimo de ser
exhaustivos, sí es interesante destacar, el Código Europeo de Seguridad Social, aprobado en
1964, que también cuenta con un Protocolo adicional. Ambos entraron en vigor en 1968.
También, el Convenio Marco para la Protección de la Minorías Nacionales, firmado en
1995 y que como su nombre indica protege los derechos de las minorías nacionales que han
nacido y viven en un estado habitado por mayorías diferentes. En este caso se recogen
derechos como la utilización y registro del nombre en la lengua original, recibir educación
en la lengua materna, derecho a presencia significativa en los medios de comunicación del
estado en el que residen… Este Convenio se completó con otro específico sobre el derecho
al uso de las lenguas minoritarias. En materia judicial son fundamentales el Convenio
Europeo de Extradición, firmado en 1957 y el Convenio Europeo de Asistencia Judicial en
Materia Penal, firmado dos años después. Ambos son referentes imprescindibles para la
cooperación judicial entre los estados miembros. Asimismo, hay toda una serie de
Convenios referidos a delitos concretos, destacando el de la protección contra el
cibercrimen (2001), el de la represión del terrorismo 1977), el encaminado a la lucha contra
la corrupción (1999) o el que se refiere a la trata de seres humanos (2005). También para la
protección de los animales, tanto los domésticos como los de renta, hay una serie de
Convenios.

LA UNIÓN EUROPEA

La base jurídica para la política de la Unión Europea sobre derechos humanos se


encuentra en el Tratado de la Unión Europea (TUE) en sus artículos 2, 3, 6 y 21. El artículo
2 se refiere a los valores que inspiran a la organizaicón y el 3 a su compartamiento en las
relaciones con el exterior. En ambos, la defensa de los derechos humanos está presente. Y
es a partir del 6.2 como la Unión Europea queda facultada para adherirse al Convenio
Europeo de los Derechos Humanos del Consejo de Europa, haciéndolo legislación propia.
Finalmente el 21 también se refiere a la acción exterior y a los prinicpios que deben inspirar
su actuación. Todas las instituciones que conforman la Unión, en virtud de los tratados,
tienen un papel que desempeñar en la protección de los derechos humanos.

En 1994, el Parlamento Europeo creó el Instrumento Europeo para la Democracia y


los Derechos Humanos (IEDDH), dependiente de la Comisión Europea. Es una herramienta
de financiación a través del que la UE apoya a los grupos, asociaciones o particulares de
países no miembros de la UE que defienden los derechos humanos, las libertades
fundamentales, la democracia y el Estado de Derecho. Para el periodo 2014-2020 cuenta
con un presupuesto de 1.332.750.000 de euros. Sus intervenciones se llevan a cabo a partir
del EIDDH Multi Annual Indicative Programme 2014-2017, que, dependiente de la
Comisión y del Parlamento establece las directrices concretas de actuación a través de 5
objetivos determinados en los que además se establece el porcentaje que del presupuesto
general le corresponde a cada uno de ellos. Para la elaboración de dichos objetivos, además
de la labor propia de la UE se tienen en cuenta los informes emitidos por organizaciones
como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, o Reporteros sin Fronteras, entre
otras. Esos cinco objetivos son: Apoyo a los derechos humanos y defensa de los mismos en
las circunstancias en las que más expuestos estén (20-25%); apoyo a otras prioridades de la
UE en materia de derechos humanos (20-25%); apoyo a la democracia (15-20%);
observatorios electorales (hasta 25%); y apoyo a actores y procesos clave, incluidos
mecanismos e instrumentos regionales e internacionales sobre derechos humanos (5-10%).
(http://eeas.europa.eu/human_rights/docs/eidhr-mip-2014-2017_en.pdf).

En el año 2000 se aprobó la Carta de los Derechos Fundamentales que concuerda


con el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Y si bien el Tratado de Niza de 2001 no
la pudo incorporar con carácter vinculante por desacuerdo principalmente de Gran Bretaña,
sí ha pasado, como consecuencia del Tratado de Lisboa, a ser de obligado cumplimiento
para los estados a partir de 2009. Dicha Carta establece los derechos fundamentales que son
obligatorios para las instituciones y organismos de la UE, así como la vinculación forzosa
de la misma para los gobiernos nacionales cuando estén aplicando la legislación de la UE.
(https://europa.eu/european-union/topics/human-rights_es).
Un año después, en 2001, la Comisión, conjuntamente con el Parlamento, aprobaron
una Comunicación (COM (2001) 252) sobre el fomento de los derechos humanos y la
democracia en los terceros países que planteaba una estrategia diferente a la seguida hasta
esos momentos. La base del nuevo enfoque hacía referencia a que

“En el diálogo con terceros países es importante mantener una asociación constructiva y positiva con
los Gobiernos de que se trate. Este enfoque se basa en la inclusión, desde 1992, de la cláusula sobre
los «elementos esenciales» en todos los acuerdos firmados con terceros países. Con arreglo a esa
disposición, el respeto de los principios democráticos y de los derechos fundamentales enunciados en
la Declaración Universal de los Derechos Humanos constituye un «elemento esencial» del acuerdo.
El objetivo de la cláusula es fomentar la democracia y los derechos humanos en esos países,
promover la adhesión a los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, así como
su ratificación y aplicación, y prevenir las crisis mediante el establecimiento de relaciones coherentes
y duraderas”. Añadía que el diálogo no debía ser solo con los gobiernos, sino que había que incluir a
la sociedad civil y a las ONGs (http://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?uri=uriserv:r10101

También se refería a la conveniencia de incluir como uno de los ámbitos de


cooperación a los derechos humanos en todos los programas de ayuda comunitarios, como
el PHARE, el TACIS o el MEDA. También en los programas que no tuvieran como fin la
ayuda a los países miembros o a países que en un futuro lo fueran. En este espacio cabe
citar como ejemplo el Acuerdo de Cotonú (2000/483/CE), firmado en el año 2000 con un
total de 79 países de África, Caribe y Pacífico (ACP). En este acuerdo, que entró en vigor
en el 2003, se fijaban como objetivos prioritarios la lucha para reducir y en el futuro
erradicar la pobreza y la puesta en marcha de ayuda encaminada a favorecer la integración
progresiva de los estados firmantes en la economía mundial.

En 2007 se creó la Agencia de los Derechos Fundamentales (FRA), con sede en


Viena y con la misión de determinar y analizar las principales tendencias en el ámbito de
los derechos humanos. Con las conclusiones extraídas de sus observaciones y estudios,
asesora tanto a las instituciones de la UE como a los gobiernos nacionales de los países
miembros, con el fin de mejorar las actuaciones y la legislación en esta materia. Dada la
actividad de la misma, los vínculos con el Consejo de Europa son muy estrechos. También
con otras organizaciones internacionales como Naciones Unidas y sus agencias
especializadas. Trabaja bajo la directriz de un plan estratégico que establece los objetivos
prioritarios y, a partir del mismo, se realiza un plan quinquenal y otro anual mucho más
detallado (https://europa.eu/european-union/about-eu/agencies/fra_es).
En 2012 se aprobó el Marco Estratégico sobre Derechos Humanos y Democracia
“con el objetivo de mejorar la eficacia y la coherencia de la política de derechos humanos”
(https://europa.eu/european-union/topics/human-rights_es). Unido al mismo, se sancionó
también un Plan de Acción con vigencia hasta el 2014 que incluía medidas concretas de
actuación. Bajo esta idea, en 2012, Stavros Lambrinidis fue nombrado primer (y de
momento único) Representante Especial de la UE para los Derechos Humanos, “con el
cometido de aumentar la eficacia y la visibilidad de la política de derechos humanos de la
UE en terceros países”. Consecuencia de este compromiso, todos los acuerdos comerciales
y de cooperación que se firman con terceros países, en la actualidad más de 120, incluyen
una cláusula en la que se especifica que los derechos humanos son un elemento esencial
que ha de estar presente en todas las relaciones que establece la Unión. De ahí, que ésta, al
amparo de dicha cláusula, se reserve el derecho de, en caso de violación de los derechos
humanos, imponer sanciones al país firmante del acuerdo y transgresor. Dichas sanciones
pueden ir desde la reducción, hasta la suspensión de la cooperación. En el 2015 se aprobó
un nuevo Plan de Acción, esta vez con una vigencia de cuatro años, que mantenía y
profundizaba lo establecido en el anterior, a la vez que incluida una serie de
recomendaciones propuestas por la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores
y Política de Seguridad a partir del informe anual que ha de presentar sobre la situación
mundial general de los derechos humanos.

Complementario a todo lo anterior, no hay que olvidar que la UE tiene abiertos una
serie de “diálogos sobre derechos humanos y la democratización” con más de 40 terceros
países y organizaciones internacionales, como Rusia, China o la Unión Africana. Como
indican las directrices generales, los objetivos son específicos en cada caso, aunque existen
unos temas prioritarios, como la pena de muerte, los derechos de la infancia o la tortura,
entre otros. La decisión sobre con qué países se establecen los diálogos es competencia del
Consejo de la UE y dentro del mismo, tiene un papel esencial en la decisión el Grupo de
Derechos Humanos (COHON). (http://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?
uri=URISERV%3Ar10115). Por ejemplo, en el 2015 se abrió el diálogo con Cuba bajo el
liderazgo de Stavros Lambrinidis y se reabrieron con Egipto y Túnez (suspendidos desde
2010) y con Bielorrusia (inexistentes desde 2009). En total, para el 2015 había 34 diálogos
abiertos. Asimismo, se establecen estrategias específicas para ciertos países que se elaboran
desde las oficinas de la UE sitas en el lugar objeto de la estrategia.

Muy importante el papel de la UE en el desarrollo e implementación de la justicia


transicional, que hace referencia al conjunto de medidas que se dan cuando existe una
situación de conflicto o represión por parte de un estado, encaminadas a conseguir la
reparación de las víctimas. Desde que en noviembre de 2015 el Consejo aprobó una serie de
medidas de apoyo a este sistema, la UE se ha convertido en la primera organización
regional con una estrategia específica para la justicia transicional.

No puede dejar de nombrarse en este repaso general a las iniciativas de la UE en


materia de derechos humanos el Plan de Acción de la UE para los derechos humanos y la
democracia (2015-2020) que establece una base común para un verdadero esfuerzo
colectivo de los países miembros y de las instituciones de la UE. Según la nota de prensa
emitida por el Consejo una vez aprobado dicho Plan,

“las complejas crisis y las violaciones y abusos generalizados de los derechos humanos y las
libertades fundamentales que se están produciendo exigen un esfuerzo aún más decidido por parte de
la UE. Este Plan de Acción debe permitir que la UE responda a estos desafíos a través de una
actuación más específica, del uso sistemático y coordinado de los instrumentos a su disposición y de
la mejora del impacto de sus políticas y herramientas sobre el terreno. La UE hará especial hincapié
en la apropiación por parte de las instituciones y los mecanismos locales, incluidas las instituciones
nacionales de derechos humanos, así como por parte de la sociedad civil, y en la cooperación con
todos ellos. La UE fomentará los principios de no discriminación, igualdad de género y
empoderamiento de la mujer. La UE garantizará asimismo un enfoque global de la prevención y el
abordaje de los conflictos y crisis centrado en los derechos humanos, e integrará en mayor medida
los derechos humanos en los aspectos exteriores de las políticas de la UE a fin de asegurar una mayor
coherencia de las políticas, particularmente en los ámbitos de la migración, el comercio y la
inversión, la cooperación para el desarrollo y la lucha contra el terrorismo”
http://www.consilium.europa.eu/es/press/press-releases/2015/07/20-fac-human-rights/

Finalmente, señalar que la Unión Europea, a través de la Agencia de los Derechos


Fundamentales (FRA), publica un informe anual sobre la situación de los derechos
humanos en el mundo. En el último informe, publicado en 2016
(http://fra.europa.eu/sites/default/files/fra_uploads/fra-2016-fundamental-rights-report-
2016-opinions_es.pdf), la FRA se ocupaba de los siguientes temas: el asilo y la migración
a la UE; la aplicación y uso en los estados miembros de Carta de los Derechos
Fundamentales de la UE; la igualdad y no discriminación; el racismo, la xenofobia y la
intolerancia relacionada con dichos temas; la integración de la población gitana en la
sociedad; los derechos del menor; el acceso a la justicia, incluidos  los derechos de las
víctimas de delitos; los avances en la aplicación de la Convención sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad ;y la privacidad y protección de datos en la sociedad de la
información. Sobre el tema de los refugiados, la FRA concluía que la UE y sus estados
miembros

“deberían abordar las amenazas a la vida presentes a las puertas de Europa. Para acabar con la
elevada cifra de víctimas mortales en el mar, podrían considerar la opción de trabajar juntos en la
adopción de un enfoque global, en el que intervengan todos los Estados y agentes pertinentes, y basar
su actividad en las conclusiones de la Cumbre Humanitaria Mundial, celebrada en Estambul los días
23 y 24 de mayo de 2016. Podrían considerar asimismo las propuestas de la FRA, formuladas en su
informe de 2013 sobre las fronteras marítimas meridionales de Europa, y relativas al modo de velar
por el derecho a la vida en el contexto marítimo, en concreto, a la manera de garantizar que las
embarcaciones de vigilancia de todas las naciones participantes se doten adecuadamente de agua,
mantas y demás material de primeros auxilios”.

En relación con el mismo tema, pero centrándose en el análisis de las posibilidades


que los migrantes tienen de acceder a los países comunitarios, la FRA decía que

“para abordar los riesgos de la migración irregular a la UE, sus Estados miembros deberían
considerar la oferta de reasentamiento, la admisión por razones humanitarias y otros mecanismos
seguros que faciliten la entrada legal a la UE de las personas que requieren de protección
internacional. Debería brindárseles la oportunidad de participar en tales mecanismos en lugares a los
que tengan acceso. Con el fin de salvaguardar el derecho a la vida familiar consagrado en el
artículo 7 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, pero también de prevenir los riesgos
de entrada irregular para aquellos que desean reunirse con su familia, es necesario superar los
obstáculos prácticos y jurídicos que impiden o demoran significativamente la reagrupación familiar,
y abstenerse de imponer otros nuevos”.

Y como último punto a destacar, es interesante conocer el análisis que la FRA hace
en relación a la aplicación real y efectiva que en los países miembros tiene la Carta de los
Derechos Fundamentales y el uso que los tribunales de justicia nacionales hacen de la
misma. Además, la FRA destacaba la necesidad de que la práctica de la misma debía ser
más igualitaria y coherente en todos los países miembros. Para lograrlo, la FRA propone

“fomentar un mayor intercambio de información sobre experiencias y planteamientos entre jueces


y órganos jurisdiccionales en los Estados miembros, pero también a  escala transfronteriza,
aprovechando mejor las oportunidades de financiación existentes, como las comprendidas en el
programa de Justicia. Esta actuación contribuiría a una aplicación más coherente de la Carta”.
Recomendaba, asimismo a los estados miembros que las evaluaciones que ellos
mismos hicieran sobre la aplicación de la Carta en sus respectivos territorios, deberían
considerar realizarla

“conforme al artículo 51 (ámbito de aplicación)» para determinar, en una fase temprana, si un asunto
judicial o un expediente legislativo plantea dudas con arreglo a la Carta de los Derechos
Fundamentales de la UE. El desarrollo de manuales normalizados sobre medidas prácticas para
comprobar la aplicabilidad de la Carta (hasta la fecha solo unos pocos Estados miembros cuentan con
tales manuales) podría proporcionar a los profesionales del ámbito jurídico una herramienta para
evaluar eficazmente la pertinencia de la Carta en un asunto o en un expediente legislativo”.

En definitiva y como conclusión, uno de los elementos prioritarios del proceso de


integración europea que se llevó a cabo desde el final de la II Guerra Mundial ha sido el
tema de la defensa y promoción de los derechos humanos, hasta el punto de que se ha
convertido en la seña de identidad del Viejo Continente. Aun así, siguen surgiendo nuevos
desafíos que ponen de manifiesto la fragilidad del sistema y la necesidad de mantener vivo
el cuidado del mismo a lo largo del tiempo, adaptándose a las nuevas circunstancias y
afrontando los nuevos retos con valentía. Como ha escrito Federica Mogherini, la Alta
Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, en el prólogo al
Informe Anual de la UE sobre los Derechos Humanos y la Democracia en el mundo 2015,
“no se trata de una cuestión de números, sino de personas: hombres, mujeres y niños, cada
uno con su propia historia, cada uno con sus derechos inalienables. En segundo lugar,
nuestra credibilidad como defensores de los derechos humanos a escala mundial depende
de nuestras actuaciones en este contexto. Lo que está en juego no puede ser más
importante” (https://eeas.europa.eu/sites/eeas/files/qc0216616esn.pdf).

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA

CORRAL SALVADOR, C., (1986), “El pontificado por la causa de Europa”, en


Pensamiento jurídico y sociedad internacional. Estudios en honor del profesor D. Antonio
Truyol Serra. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales.

FREIXES SAN JUAN, T., (2004), “La justiciabilidad de la Carta Social Europea” en
Escritso sobre derecho europeo de los derechos sociales, Valencia, Tirant lo Blanc, pp.113
a 136
JIMENEZ GARCIA, F., (2009), “La Carta Social Europea (revisada): entre el
desconocimiento y su revitalización como instrumento de coordinación de las políticas
sociales europeas”, Revista electrónica de estudios internacionales, nº 17. Disponible:
(file:///Users/saranunezdeprado/Downloads/Dialnet-
LaCartaSocialEuropeaRevisadaEntreElDesconocimiento-3259380.pdf)

MARISCAL, N., (2003), Teorías Políticas de la Integración Europea, Madrid, Tecnos.

SPERDUTI, G., (1988), Pour une reconsideration d’ensemble du mecanisme de garantie


collective établi par la Convention Européene des Droits de L’Homme, en “Protecting
Human Rights. The Europeam dimension”, Bonn

INFORMES

AGENCIA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA UNIÓN EUROPEA,


(2016), Informe sobre los derechos fundamentales 2016. Dictámenes de la FRA, Viena,
Oficina de Publicaciones. Disponible en:
http://fra.europa.eu/sites/default/files/fra_uploads/fra-2016-fundamental-rights-report-2016-
opinions_es.pdf (consultado 9 diciembre 2016)

Informe anual de la UE sobre los derechos humanos y la democracia en el mundo 2015,


(2016), Bruselas, Oficina de Publicaciones. Disponible en:
https://eeas.europa.eu/sites/eeas/files/qc0216616esn.pdf (consultado 9 diciembre 2016)

PAGINAS WEB CONSULTADAS

http://www.derechoshumanos.net/tribunales/TribunalEuropeoDerechosHumanos-
TEDH.htm ((consultado 7 diciembre 2016)

http://www.echr.coe.int (consultado 26 noviembre 2016)

http://www.derechoshumanos.net/Convenio-Europeo-de-Derechos-Humanos-
CEDH/index.htm#a27 (consultado 30 noviembre 2016)

http://www.exteriores.gob.es/Portal/es/PoliticaExteriorCooperacion/ConsejoDeEuropa/Doc
uments/Carta%20Social%20Europea.pdf (consultado 8 diciembre 2016)

http://www.europarl.europa.eu/meetdocs/2004_2009/documents/dv/chartesocialedepliant-/
CharteSocialedepliant-es.pdf (consultado 30 noviembre 2016)
http://www.20minutos.es/noticia/2483745/0/podemos-pide-que-parlamento-inste-al-estado-
ratificar-carta-social-europea-revisada-1996/#xtor=AD-15&xts=467263 (consultado 6
diciembre 2016)

http://www.eidhr.eu/home (consultado 6 diciembre 2016)

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