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LOS PROCEDIMIENTOS ARBITRALES

THE ARBITRAL PROCEDURES

Julio Benetti Salgar*

Resumen: Las partes pueden establecer las reglas de procedimiento que mejor les parez-
can para adelantar el proceso arbitral mediante el cual resolverán sus diferencias, pero la
ley establece un procedimiento que es supletorio de la voluntad de los litigantes y solo es
obligatorio cuando se trata de conflictos alrededor de contratos estatales en que uno de los
litigantes sea el Estado o una entidad estatal. Pero la ley arbitral establece varios procedi-
mientos para distintas clases de conflictos, siempre con el mismo carácter de supletorios,
salvo los procesos sobre contratos administrativos.
Palabras clave: Arbitraje, conflicto, procedimiento, árbitro, tribunal arbitral
Abstract: The parties can set up the rules of the arbitration procedure by which their
differences are resolved, but the law establishes an additional procedure according to the
will of the litigants and is only mandatory when dealing with conflicts over state contracts
in which one of the litigants is the state or a state entity. But/However, the arbitration law
establishes several procedures for different kinds of conflicts, always with the same char-
acter as supplementary, except for administrative contract processes.
Key words: Arbitration, conflict, procedure, referee, arbitral committee

*
Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, especia-
lizado en Derecho Civil y Comercial. Profesor emérito de Derecho Comercial en la
Universidad del Rosario. También ha sido profesor de postgrado en Sociedades y
Arbitraje en las universidades del Rosario, Externado de Colombia, Javeriana, Sergio
Arboleda y Militar Nueva Granada. Ha sido relator de la Corte Suprema de Justicia;
abogado de la Superintendencia de Sociedades; subsecretario de la Cámara de Comercio
de Bogotá y miembro de su Junta Directiva, como también de las juntas directivas de la
Administración Postal Nacional y del antiguo Banco de los Trabajadores; y presidente del
Colegio de Abogados Comercialistas. Es asesor de empresas en derecho civil, comercial

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Los procedimientos arbitrales

Introducción
Como es sabido, la función esencial del arbitraje es la solución de un con-
flicto por parte de un tercero extraño a los contrincantes. Pero como ese
tercero es ajeno a la controversia, es necesario que conozca el conflicto, lo
cual en la generalidad de los casos se realiza cuando uno de los querellan-
tes formula su demanda, lo que da lugar a que la contraparte la replique
y formule sus defensas, luego se presenten las pruebas para acreditar los
hechos en que se funde una y otra, a lo cual sigue la formulación de alega-
ciones y el pronunciamiento del laudo, que es el que pone fin al conflicto.
Se requiere, entonces, de un procedimiento arbitral en el cual tengan lugar
las diferentes etapas que se han mencionado y que son las que permiten
a las partes presentar su causa y ejercer la defensa, y al árbitro conocer el
conflicto para, acto seguido, darle solución en el laudo arbitral.
En nuestro medio, siguiendo un principio prácticamente universal deriva-
do del arbitraje internacional, son las partes las que determinan cuál es el
procedimiento, como está autorizado en el artículo 58 de la Ley 1563 de
2012, pero a falta de esta determinación en el pacto arbitral, la ley esta-
blece unas reglas de procedimiento contenidas en dicha ley, las cuales, por
consiguiente, tienen el carácter de supletorias de la voluntad de las partes.
Este mismo criterio está establecido en el artículo 92 de la ley respecto del
arbitraje internacional que tenga lugar en nuestro país, con la diferencia de
que, a falta de la determinación de dicho procedimiento por las partes, es
el tribunal arbitral el que dirige el procedimiento del modo que considere
apropiado, empero sujeto a lo dispuesto en la sección III de dicha ley, que
es la que regula el arbitraje internacional.
Procede, a continuación, determinar entonces cuál es el procedimiento
aplicable al arbitraje siguiendo el criterio expuesto, o sea el aplicable para
cuando las partes guarden silencio al respecto.

y administrativo. Escritos: “De la Asamblea General de Accionistas”, “Prontuario de la


Legislación Nacional Colombiana” y “El Arbitraje en el Derecho Colombiano” 3ª. Edición,
Cámara de Comercio de Bogotá, 2009. Forma parte de las listas de árbitros de los centros
de arbitraje y conciliación de las cámaras de comercio de Bogotá y de Barraquilla, de la
Sociedad Colombiana de Ingenieros y de la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Correo
electrónico: benettisalgar@hotmail.com

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Determinación del procedimiento aplicable al arbitraje


En el arbitraje internacional, como se ha dicho, es forzoso determinar no
solo la ley procesal sino también la ley sustantiva aplicable, en razón a
que este arbitraje no está sometido por regla general a legislación nacional
alguna, determinación de las leyes aplicables que deciden las partes en el
pacto arbitral, pero en cuyo auxilio respecto del procedimiento las entida-
des que patrocinan esta forma de solucionar diferencias han establecido
reglamentos, como sucede por ejemplo con la Cámara de Comercio Inter-
nacional (CCI) –entidad que fue la primera en 1923 en dictar un reglamen-
to de procedimiento–, la Comisión Interamericana de Arbitraje Comercial
(CIAC), o la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional (CNUDMI) con las reglas de la UNCITRAL, a fin de que
si los litigantes lo desean, puedan convenir su aplicación, ya que se trata
de reglas claras, concisas, muy divulgadas y universalmente aceptadas.
Existiendo esta alternativa, resulta más cómodo acogerse a alguna de estas
reglamentaciones en vez de establecerla en el pacto arbitral, pues esta tarea
no deja de ser bastante compleja, como puede concluirse teniendo en cuen-
ta el procedimiento que al respecto se sigue en nuestro país.
En cuanto al arbitraje nacional o interno, muchos países delegan esta cues-
tión a la decisión de la autonomía de la voluntad; por tanto, los litigantes
pueden convenir las reglas de procedimiento, o escoger entre los diversos
procedimientos regulados en las leyes procesales el que deseen para su
causa, lo mismo que someterse al reglamento previsto por el centro de
arbitraje que escojan, o inclusive autorizar al árbitro para establecer las
reglas procesales. Sin embargo, la generalidad de los países también dis-
pone en su legislación interna de un procedimiento propio para adelantar
el arbitraje que puede suplir la voluntad de las partes.
Nuestro país ha contado, y cuenta desde tiempo atrás, con un procedimien-
to minucioso para adelantar el trámite arbitral, el cual ha sido ineludible
para los usuarios, de acuerdo con el principio de que la ley procesal es de
orden público, sin que a los litigantes les sea posible alterarla o escapar de
sus preceptos.
Pero este principio no es inflexible ni aún en el propio procedimiento ci-
vil, pues el artículo 13 del Código de la materia en sus distintas versiones

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permite que con “autorización expresa de la ley” puedan derogarse, modi-


ficarse o sustituirse normas procesales, lo cual se pone de relieve con los
llamados contratos procesales. En materia arbitral, siempre ha sido posible
que las partes, por así autorizarlo diversas disposiciones legales, dispongan
de algunos aspectos vinculados al proceso arbitral como son, por ejemplo,
la determinación del número de árbitros, su designación, si el laudo ha de
dictarse en derecho, en equidad o de conformidad con principios técnicos,
el lugar del arbitraje, la duración del proceso o sus prórrogas, la ley sus-
tancial aplicable, las reglas procesales para tramitar el arbitraje, el pago de
costas y gastos del proceso y otras cuestiones que usualmente se incluyen
en el contrato de compromiso.
Dentro de este contexto se dictó la Ley 270 de 1996, estatutaria de la admi-
nistración de justicia, en cuyo artículo 13 se lee lo siguiente:
Del ejercicio de la función jurisdiccional por otras autoridades y por
particulares. - Ejercen función jurisdiccional de acuerdo con lo estableci-
do en la Constitución Política… 3.- Los particulares actuando como con-
ciliadores o árbitros habilitados por las partes, en asuntos susceptibles de
transacción, de conformidad con los procedimientos señalados en la ley.
Tratándose de arbitraje, las leyes especiales de cada materia establece-
rán las reglas del proceso, sin perjuicio de que los particulares puedan
acordarlas. Los árbitros, según lo determine la ley, podrán proferir sus
fallos en derecho o en equidad. (Se subraya)
Posteriormente, el artículo 112 de la Ley 446 de 1998 (Decreto 1818, ar-
tículo 116), atendiendo al procedimiento que se acuerde, clasifica el arbi-
traje en independiente, si las partes convienen las reglas de procedimiento
(arbitraje independiente), institucional, si se sometan a las que haya es-
tablecido un centro de arbitraje (arbitraje institucional), o legal, cuando
el arbitraje se realice conforme al procedimiento establecido en la ley, por-
que los interesados así lo estipulen o porque guarden silencio en el pacto
arbitral sobre esta cuestión (arbitraje legal).
Por tanto, en materia arbitral la ley procesal colombiana ha perdido el ca-
rácter imperativo que antes tenía, ya que las partes están autorizadas para
determinar las reglas procesales que deseen para el desarrollo del proceso,
lo mismo que se permite a los centros de arbitraje expedir reglamentos con
normas de procedimiento que puedan ser adoptadas por los usuarios que se

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acojan a cada centro, y por último, a falta de acuerdo al respecto, es decir,


con carácter supletorio, el proceso se sigue conforme a lo dispuesto en la
ley arbitral, la cual describe el trámite pertinente.
Pero la Ley 270 de 1996, por tener el carácter de ley estatutaria, fue revisa-
da antes de su expedición por la Corte Constitucional, la cual en sentencia
C-037 del 5 de febrero de 19961 declaró exequible la norma del artículo 13,
con muy breves consideraciones en las que consigna que:
Resta agregar que en estas situaciones los particulares, en aquellos casos
no previstos por el legislador, pueden fijar sus propias reglas para el
ejercicio de su labor de impartir justicia, siempre y cuando se ajusten
a los parámetros establecidos en la Constitución y en la ley. (Se subraya).
Esta interpretación de la Corte al artículo 13 de la Ley 270 ha sido acerba-
mente criticada por la doctrina2 con justa razón, porque le da a la norma un
entendimiento contrario a su letra y a su espíritu, al paso que esta dispone
que “las leyes especiales de cada materia establecerán las reglas del pro-
ceso, sin perjuicio de que los particulares puedan acordarlas”, es decir que
no obstante la ley procesal arbitral, las partes pueden convenir sus propias
reglas procesales, la Corte entiende que ello es posible solo “en aquellos
casos no previstos por el legislador”, conclusión con la cual la autonomía
de la voluntad pierde toda efectividad, que es lo que la disposición legal
citada pretende salvaguardar.
Esta interpretación de la Corte además le resta viabilidad a la norma, la
cual no podría tener aplicación porque existiendo como existe legislación
sobre procedimiento arbitral, no habría lugar a que las partes establecieran
reglas para el efecto hasta que dicha legislación desapareciera, interpreta-
ción definitivamente absurda. Por la misma razón, carecería de sentido que
el artículo 112 de la Ley 446 hable de arbitraje independiente, el cual no
podría subsistir y utilizarse en tanto estuviera vigente el arbitraje legal que
esa misma norma define.
En la interpretación de las disposiciones legales, a semejanza de las cláu-
sulas contractuales (Código Civil, artículo 1620), el sentido en que la nor-
1
Jurisprudencia y Doctrina, Tomo XXV, número 292. p. 379.
2
Bernal Gutiérrez, Rafael. El arbitraje, la Alternativa Actual. Bogotá: Cámara de Comercio
de Bogotá, 1997. pp. 33 y ss.

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ma pueda tener algún efecto prefiere a aquel en que no produzca efecto


alguno.
Posteriormente, la Corte Constitucional admite en otros fallos, como los dis-
tinguidos con los números C-163 de 1999, C-672 de 1999, C-330 de 2000,
y C-961 de 2006, que la ley permite a los litigantes establecer las reglas de
procedimiento para su causa, sin perjuicio de que el legislador pueda dictar-
las, con lo cual ha rectificado, aunque no de manera expresa, su jurispruden-
cia anterior. Por ejemplo, en la sentencia C-163 de 1999 dice lo siguiente:
Así pues, la justicia arbitral implica la suscripción voluntaria de un con-
trato o negocio jurídico, por medio del cual las partes renuncian a la juris-
dicción ordinaria y acuerdan someter la solución de cuestiones litigiosas
que surgen o que puedan surgir de relaciones jurídicas determinadas, a
la decisión de árbitros, para lo cual determinan un procedimiento que
ellas establecen o se remiten al previsto en la ley. (Se subraya).
Más adelante continúa esta sentencia:
La Corte Constitucional comparte plenamente el argumento expuesto por
el actor, según el cual la justicia arbitral solo está permitida constitucio-
nalmente si está habilitada por las partes. Sin embargo, resulta equivocado
deducir de esta premisa que el legislador está impedido para regular el
procedimiento que rige este tipo de mecanismos de solución de conflictos,
pues si bien el acceso a la justicia es voluntario, la función de adminis-
tración de justicia por árbitros deberá desarrollarse “en los términos que
determine la ley” (Constitución Política, artículo 116). En este orden de
ideas, el artículo 116 de la Carta debe interpretarse en armonía con el ar-
tículo 29 superior, según el cual toda persona tiene derecho a ser juzgada
“ante juez o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las
formas propias de cada juicio”, lo cual permite concluir que, en situacio-
nes donde los particulares no acordaron procedimiento especial que
los regule, le corresponde al legislador fijar las formas procesales de
cada juicio, lo que incluye el proceso arbitral. Por consiguiente, si los
árbitros ejercen la función pública de administrar justicia, es razonable que
el legislador configure el marco general y las directrices de la actuación
arbitral, dentro del marco de la Constitución. (Se subraya).
Luego en el fallo C-672 de 1999 la Corte, diciendo interpretar la sentencia
C-037 de 1996 que ha sido el origen de toda esta polémica, expresa lo
siguiente:

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Igualmente la Corte en dicha sentencia, al declarar exequible el artículo 13


de la referida Ley Estatutaria, consideró que se ajusta a la Constitución la
función de administrar justicia a cargo de las autoridades administrativas
o de los particulares actuando como conciliadores o árbitros, y que era
materia propia de la ley ordinaria señalar las reglas sobre competencia y
procedimiento correspondiente a dichas formas o modalidades de admi-
nistración de justicia, salvo la posibilidad de que en cuanto atañe al
arbitraje los particulares pueden acordarlas. (se subraya).
La lectura de estos párrafos permite afirmar que conforme a la ley y a la
jurisprudencia, en el arbitraje interno colombiano las partes tienen libertad
para estipular las reglas procesales a que deben ceñirse los árbitros en la
tramitación del proceso, o también convenir en que se apliquen las del cen-
tro de arbitraje que así mismo determinen de manera voluntaria, pero en
silencio de todo ello, el proceso se adelanta de acuerdo con la legislación
arbitral en que con detalle se reglamenta el proceso, legislación que tiene
por consiguiente un carácter supletorio (Ley 1563 de 2012, articulo 58).
Ahora, el artículo 8º de la Ley 1285 de 2009 reformó el artículo 13 de la
Ley 270, el cual en su numeral 3º ahora dice que:
Tratándose de arbitraje, en el que no sea parte el Estado o alguna de sus
entidades, los particulares podrán acordar las reglas de procedimiento a
seguir, directamente o por referencia a la de un centro de arbitraje, respe-
tando, en todo caso, los principios constitucionales que integran el debido
proceso.
Esta norma fue declarada constitucional por la Corte Constitucional en
la sentencia C-713 del 15 julio de 2008, pero “en el entendido de que las
partes también deben respetar lo dispuesto por las leyes especiales que
regulen los procedimientos arbitrales”, con los argumentos que hace un
momento acabaron de mencionarse.
La nueva redacción que trae la Ley 1285 a este artículo, aunque reitera el
texto constitucional –con una innecesaria y antitécnica repetición del ar-
tículo 8º en su nueva versión–, presenta no obstante varias características
a saber:
a) Elimina el requisito de que el arbitraje y la conciliación solo caben
“en asuntos susceptibles de transacción”, y también que los árbitros

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puedan proferir sus laudos en derecho o en equidad, sin embargo,


de lo cual estas características se conservan en el estatuto arbitral,
porque corresponden a la tradición jurídica de la institución arbi-
tral, por lo cual esta reglamentación no necesita ser modificada en
este aspecto ante el nuevo alcance de la ley estatutaria que anali-
zamos.
b) Se reitera la facultad de las partes de convenir las reglas procedi-
mentales, eliminando del texto primitivo la expresión de que las
leyes especiales de cada materia podrían establecerlas, pero agre-
ga que los procedimientos dispuestos por las partes deben respetar
“en todo caso los principios constitucionales que integran el debido
proceso”, con lo cual el legislador evidentemente pretendía elimi-
nar los escollos que permitieron la interpretación equivocada que
hizo la Corte en la sentencia C-037 de 1996.
c) Por último, la Ley 1285 no permite que en los arbitrajes en que
sea parte el Estado o alguna de sus entidades, las partes escojan
las reglas de procedimiento, por lo cual en estos casos el arbitraje
necesariamente debe regirse por las disposiciones legales sobre la
materia.
Pero en esta sentencia C-713 de 2008 nuevamente el tribunal constitucio-
nal hace una desafortunada interpretación de la norma, cuando sujeta las
reglas procesales que las partes establezcan a lo previsto en la legislación
arbitral, porque la reforma de la disposición establece como única limita-
ción a la voluntad de los litigantes el que las reglas que acuerdan respeten
“en todo caso los principios constitucionales que integran el debido proce-
so”, lo cual es suficientemente claro, sin subordinarlas con argumentos ar-
tificiosos a la legislación arbitral, la cual en modo alguno puede erigirse en
el prototipo del debido proceso. Este es un caso en que “cuando el sentido
de la ley sea claro, no se desatenderá su tenor literal a pretexto de consultar
su espíritu” (Código Civil, artículo 27).
Para terminar, cuando se trata de acordar las reglas de procedimiento, los
litigantes tienen una amplia gama de alternativas, todas igualmente vá-
lidas, siempre que como es evidente obren de común acuerdo, a saber:
estipular estas reglas en el pacto arbitral; decidir que el proceso se siga

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conforme a determinado reglamento de arbitraje nacional, internacional3


o extranjero, inclusive con las modificaciones que expresamente quieran
hacerle, sin que ello signifique necesariamente que el arbitraje sea admi-
nistrado; o escoger alguno de los procedimientos regulados en el Código
General del Proceso (por ejemplo, el proceso verbal, o el proceso verbal
sumario), en el Código de Procedimiento Administrativo o en cualquier
otro estatuto procesal, también con modificaciones si lo desean, modifi-
caciones que requieren naturalmente de pacto expreso. Tampoco mere-
ce objeción el pacto arbitral en que se estipule que el proceso se tramite
conforme al estatuto legal, pero con las modificaciones que las partes de
común acuerdo indiquen, o que se faculte al árbitro para establecer reglas
procesales o para escoger el procedimiento que le parezca más adecuado.
Otra situación igualmente válida sería la de que en el curso de un proceso
que se tramite conforme a las reglas legales o a cualquier otro sistema, las
partes convengan una o varias normas procesales para el trámite restante
del proceso o para determinada actuación en particular.
La libertad contractual es pues muy amplia a este respecto, pues la ley no
establece limitaciones, con tal que se respete, claro está, el debido proceso,
pudiéndose llegar al extremo de estipular el arbitraje que la doctrina deno-
mina “informal” o “irritual”, que consistiría en que se instruya al árbitro
para dictar el laudo con vista en la sola presentación de la cuestión litigiosa
y las pruebas anexas a ella sin trámite adicional alguno.
Como antecedente en el derecho colombiano, la Ley 2ª de 1938 permitía
someter la diferencia a una cámara de comercio o cualquier otra entidad
nacional o internacional y delegar en ella la designación de árbitros.

3
El artículo 1º del Reglamento de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional (versión
de 1998) permite que este reglamento se aplique a conflictos nacionales. Dice la norma: “La
Corte proveerá asimismo la solución mediante arbitraje de conformidad con el Reglamento,
de las controversias que no revistan un carácter internacional, surgidas en el ámbito de las
negociaciones, cuando exista un acuerdo de arbitraje que así la faculte”. También es posible
utilizar la Ley Modelo de Arbitraje de la CNUDMI (UNCITRAL) para adelantar procesos
arbítrales de carácter nacional o doméstico (Gamboa, Nicolás. Apuntes sobre Arbitraje
Internacional. Bogotá: Universidad del Rosario, 2006. p. 52).

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Tipicidad del proceso arbitral


En la ley colombiana el arbitramento, además de formar una legislación
independiente de los códigos General del Proceso o Contencioso Admi-
nistrativo, del primero de los cuales hizo parte durante algún tiempo, es
un proceso distinto de los demás que regulan las leyes procesales, ya que
las partes pueden hasta cierto punto escoger los jueces y les pagan por su
trabajo; es de única instancia, sin consideración a las reglas generales de
competencia (la calidad de las partes, la materia del litigio, su cuantía, el
factor territorial, etc.); se desarrolla dentro de un término fijo relativamente
corto, las pruebas se practican con mucha amplitud, ya que la ley no señala
término probatorio; por el contrario, el término para alegar es muy breve:
apenas de una hora para cada parte, etc. Además, el trámite es único y uni-
forme, sea cualquiera la naturaleza del conflicto. Pero a pesar de todo ello,
el arbitramento se lleva a cabo mediante un proceso, aunque muy sui gene-
ris, que sigue unas reglas propias y bastantes autónomas, por lo cual puede
considerarse como un procedimiento típico en el campo del proceso civil.
Lo anterior, sin perjuicio de la existencia de varias leyes posteriores a la
1563 que regulan diversos procedimientos, como a continuación se explica.
En efecto, la Ley 1563 en su primera parte establece un procedimiento
para adelantar los arbitrajes de carácter nacional y privado, o sea que se
adelanten entre particulares –del cual no nos vamos a ocupar en este escri-
to–, con algunas excepciones que rigen en caso de que el proceso se refiera
a contratos estatales, adicionadas por el artículo 14 de la Ley 1682 de
2013, que adelante se mencionan. Hace también referencia a lo que llama
Arbitraje ad-hoc, en los artículos 2º, 53 y siguientes, al Arbitraje social,
en el artículo 117, y dedica toda la sección III, a partir del artículo 62, al
arbitraje internacional –el cual tampoco será tratado aquí–. Finalmente,
además de la Ley 1682 mencionada, es necesario hacer referencia al siste-
ma arbitral establecido en el Decreto 1829 de 2013.

El arbitraje AD-HOC
El artículo 2º de la Ley 1563 de 2012 elimina la clasificación tripartita
de la legislación anterior entre arbitraje independiente, arbitraje institu-
cional y arbitraje legal, para hablar solo de arbitraje ad-hoc, que es el

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conducido directamente por el árbitro, o de arbitraje institucional, si es


administrado por un centro de arbitraje. Esta disposición se complementa
con lo dispuesto en los artículos 53 y siguientes de la ley, que se refieren
al arbitraje ad-hoc, para establecer que lo que verdaderamente caracteriza
a esta modalidad arbitral es que el tribunal sea designado privadamente
por las partes y funcione al margen de cualquier centro arbitral, que es lo
que acontecía antes de que los centros existieran y atrajeran, como ahora
ocurre, la generalidad de arbitrajes para ser administrados bajo el amparo
de alguno de ellos. Resulta entonces impropio definir este arbitraje como
aquel cuya dirección corresponde al árbitro, pues en todo proceso arbitral
el tribunal arbitral desempeña esta función, lo mismo que ocurre respecto
del juez en cualquier clase de proceso.
En cuanto al procedimiento se refiere, el artículo 57 establece que “a la
demanda, su notificación, traslado, contestación, oportunidad para pedir
pruebas, fijación y consignación de honorarios y gastos, recursos y en ge-
neral, al trámite del proceso del arbitraje ad-hoc, le serán aplicables las re-
glas previstas en esta ley para el arbitraje institucional”, de manera que se
sigue la regla general que se ha expuesto, conforme a la cual son las partes
las que disponen sobre esta cuestión, y que en caso de silencio se aplica
la normatividad establecida en la ley para la generalidad de los procesos
arbitrales.
Esta modalidad arbitral no es en consecuencia distinta del sistema general
de arbitraje desde el punto de vista del procedimiento para adelantar el
proceso, por lo cual este punto no merece mayores consideraciones a la de
afirmar que se menciona porque es la ley la que le da una configuración
distinta a la del arbitraje institucional.

El arbitraje social
Otra figura regulada en la Ley 1563 de 2012 es la que denomina “arbi-
traje social”, pues en el artículo 117 establece que los centros de arbitraje
deberán promover jornadas de arbitraje social para, de manera gratuita,
prestar servicios en la solución de controversias de cuantías hasta de 40 sa-
larios mínimos legales mensuales vigentes (SMLMV), sin perjuicio de que
podrían tener cuantías superiores conforme a lo que disponga cada centro.

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Los procedimientos arbitrales

Dice la Ley que este arbitraje podrá cumplirse a través de procedimientos


especiales breves y sumarios que hayan sido autorizados por el Ministerio
de Justicia y del Derecho, lo cual, sin embargo, no ha ocurrido por cuanto
hasta ahora el Ministerio no ha expedido esta reglamentación.
La norma dispone que en este tipo de arbitrajes los centros de arbitraje for-
maran una lista especial de árbitros voluntarios, por cuanto en ningún caso
recibirán honorarios, lista de la cual las partes escogerán un solo árbitro,
siendo obligatorio que el designado acepte, porque a menos que tenga una
justa causa, si no lo hace será excluido de la lista. En el caso de que de la
lista no pueda designarse el árbitro, se sorteara de la lista general del cen-
tro. En este arbitraje las partes no requieren de apoderado, ni tampoco de
secretario, porque sus funciones son asumidas por el centro.
Vale la pena anotar que este arbitraje social por regla general se refiere a
casos cuya cuantía no exceda de 40 salarios mínimos, suma que es muy
inferior a la señalada en la Ley 1563 para el arbitraje de menor cuantía,
la cual se extiende hasta los 400 SMLMV, según esta dicho en el segundo
inciso del artículo 2º de la Ley, aun cuando no existe diferencia entre el
arbitraje de mayor o de menor cuantía distinta a la de que en este no se
requiere abogado, y salvo pacto contrario de las partes, el árbitro será uno
solo como se dice en el artículo 7º de la misma Ley.
Ante el vacío generado por la falta de regulación por parte del Ministerio
de Justicia, algunos centros de arbitraje han dictado reglamentos para cubrir
este campo. Así, por ejemplo, la Cámara de Comercio de Bogotá en 2014
al dictar sus reglamentos incluyo uno titulado “Reglamento de Procedi-
miento de Arbitraje Mipymes y Arbitraje Social”, es decir, expidió un solo
reglamento que se aplica en ambos campos, o sea, al Arbitraje Social y al
Arbitraje Mipymes, con pequeñas diferencias que se señalan en cada caso.
El Arbitraje Mipymes sirve para ser utilizado por microempresas, por pe-
queñas empresas y por medianas empresas, que son aquellas que entre
otras características tienen menos de 200 trabajadores.
Este es un arbitraje en el cual el tribunal arbitral está compuesto por un
árbitro único. De la demanda se corre traslado por 10 días hábiles, se rea-
liza luego una audiencia de conciliación que, si fracasa, da lugar en los
procesos que no formen parte del arbitraje social al señalamiento de hono-

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rarios y gastos del tribunal. Pagados estos, se efectúa la primera audiencia


de trámite en la cual se dicta el pronunciamiento sobre la competencia del
tribunal que, en caso de asumirse, da lugar que en la misma audiencia se
decreten las pruebas. Practicadas estas y cerrada la etapa probatoria, las
partes de común acuerdo podrán renunciar a la audiencia de alegatos y
en su lugar presentar un breve resumen por escrito, para luego emitirse el
laudo. Este se dictara en derecho, salvo que las partes decidan otra cosa.
La duración de este arbitraje es de 30 días hábiles desde la finalización de
la primera audiencia de trámite, pero el plazo podrá ser prorrogado de ofi-
cio por el árbitro hasta por 30 días más. Los vacíos de este reglamento se
suplen con el reglamento general de procedimiento del Centro de Arbitraje
y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá.
Como puede apreciarse, este procedimiento arbitral sí es diferente del re-
gulado en la Ley 1563 de 2012, por lo cual constituye un procedimiento
típico.

Pacto arbitral en contratos de adhesión


Con posterioridad a la expedición de la Ley 1563 de 2012, se han dictado
dos regulaciones legales sobre procedimiento arbitral que se relacionan en
este y en el aparte 8 de este escrito.
El 27 de agosto de 2013, el Ministerio de Justicia dictó el Decreto 1829,
mediante el cual reglamenta una serie de disposiciones sobre mecanismos
alternativos de solución de conflictos y otros temas como es el artículo 23
de la Ley 51 de 1918, aunque en la parte considerativa no se hace mención
de esta norma.
La Ley de 1918 se refiere al contrato de opción respecto del cual el Decreto
1826 permite incluir una oferta de cláusula compromisoria que, en caso
de ser aceptada de manera expresa, libre y espontánea por el destinatario
de la oferta, permite incluirla en el contrato que se celebre. Si no hay esta
aceptación expresa, queda sin valor ni efecto la oferta de pacto arbitral, lo
cual no impide la celebración del contrato, pero sin incluir esta cláusula.
Es materia arbitrable cubre todas las diferencias que surjan con refe-
rencia a una relación de consumo en cualquiera de sus fases o aspectos,

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Los procedimientos arbitrales

originada en la adquisición de bienes o en la prestación de algún servicio.


Se refiere a todo contrato, y en particular, al de adhesión o contenido
predispuesto.
La sede del tribunal es un centro de arbitraje autorizado del lugar de do-
micilio del consumidor, y está constituido por un árbitro designado por
el centro, el cual resolverá en derecho, dentro del plazo de 5 días hábiles
contados a partir de la contestación de la solicitud de arbitraje o de la au-
diencia de pruebas en su caso.
El trámite del proceso arbitral se desarrolla de la siguiente manera:
a) Presentación de la demanda ante el centro de arbitraje, el cual designa el
árbitro dentro del día hábil siguiente al del recibo de la demanda;
b) La contestación de la demanda se hace dentro de los dos (2) días hábiles
a partir del recibo de la demanda de parte del centro;
c) Si fuere necesario presentar pruebas, se remitirán junto con la demanda
o la contestación, pero a solicitud de parte se podrá llevar a cabo una au-
diencia virtual, dentro de los tres (3) días siguientes a la contestación, para
presentar nuevas pruebas;
d) La decisión se pronuncia dentro de los cinco (5) días hábiles a partir del
recibo de la contestación o de la audiencia de pruebas, en su caso;
e) El tribunal no tendrá secretario y no habrá lugar a conciliación ni a au-
diencia de alegatos;
f) El árbitro que, conforme a las reglas del deber de información, tenga
alguna circunstancia para manifestar, deberá abstenerse de aceptar el en-
cargo, caso en el cual el mismo día de la designación así lo manifestará y
será reemplazado por el centro al día siguiente;
g) Para la demanda, la contestación y el laudo, se utilizarán los formatos
que el centro deberá tener a disposición de los usuarios del sistema, en la
respectiva página web;
h) El trámite se adelantará por vía virtual;
i) El valor del trámite se ceñirá a las tarifas del centro, aprobadas por el
Ministerio de Justicia;

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Julio Benetti Salgar

j) Las partes indicaran una dirección electrónica, que es la del domicilio


del comerciante o empresario y la del consumidor.
Como puede verse, también este trámite arbitral es distinto del previsto en
la Ley 1563 de 2012, y además tiene un procedimiento muy rápido porque
debe resolverse el conflicto a más tardar cinco (5) días hábiles después
de la contestación de la solicitud del arbitraje por parte del comerciante o
empresario, o después de la audiencia de pruebas si la hubiere.

El “fast track arbitration” o arbitraje por “vía rápida”


Según el profesor Gabriel Correa Arango4, tal vez el único autor en nuestro
país que se ocupa de este tema, en la doctrina internacional se hace referen-
cia a esta que llama curiosa y especial modalidad arbitral que se denomina
arbitraje “fast track”, y la cual no se conoce en la legislación colombiana.
En otros países o en el arbitraje internacional, se conoce este arbitraje y se
han dictado regulaciones para que funcione, por ejemplo, la Organización
Mundial de la Propiedad Industrial (OMPI), con sede en Ginebra, Suiza,
tiene un centro de arbitraje el cual cuenta con un Reglamento de Arbitraje
Acelerado, que es un prototipo de arbitraje “fast track”.
Se trata –dice el expositor Correa Arango– de una especie de arbitraje que
puede ser útil e interesante en la resolución de algunos conflictos específi-
cos y que, por su especial naturaleza o la urgencia de las partes en definir
determinada controversia, requiere que los tramites se sometan a plazos
muchos más cortos y que los árbitros deban efectuar un esfuerzo adicional
para proferir su laudo con mayor rapidez.
Ante la falta de legislación sobre el tema, es claro que toda su regulación
corresponde a las partes de conformidad con la libertad que tienen para
establecer reglas de procedimiento y que le reconocen el artículo 58 de la
Ley 1563 de 2012. Por otro lado, aunque se podría enmarcar este arbitraje
dentro del llamado arbitraje ad-hoc, lo cierto es que, si las partes no lo re-
gulan en forma completa que les facilite obtener el resultado que buscan en
un término muy corto, las normas supletorias del arbitraje ad-hoc no serían
las apropiadas, por cuanto como se ha visto se remiten a las establecidas en
4
Correa Arango, Gabriel. Comentarios al Estatuto de Arbitraje y Amigable Composición.
Bogotá: Editorial Temis, 2013. pp.119 y ss.

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Los procedimientos arbitrales

la ley para el arbitraje institucional como lo dice el artículo 57, que no son
precisamente las que permiten obtener la finalidad deseada.
Ahora, por el contrario, el reglamento que entidades como la Cámara de
Comercio de Bogotá ha establecido para el arbitraje social y para el arbi-
traje mipymes, lo mismo que el arbitraje para contratos de adhesión a que
se refiere el Decreto 1829 de 2013, tiene regulaciones mucho más apro-
piadas para que un arbitraje “fast track” pueda llevarse a cabo en nuestro
medio, siempre que las partes acojan algunos de estos mecanismos o cons-
truyan otro en el pacto arbitral semejante a alguno de estos modelos, con lo
cual podría quedar superado este vacío en la legislación patria.

Arbitraje en contratos estatales


La Ley 1682 de 2013, con una pequeña reforma que le hizo el artículo 2º
de la Ley 1742 de 2014, se refiere a proyectos de infraestructura de trans-
porte, y establece que para la solución de controversias surgidas en con-
tratos estatales se pueden incluir cláusulas compromisorias con sujeción a
lo previsto en la Ley 1563 de 2012 y a las siguientes reglas en particular:
1. Las controversias pueden surgir con ocasión de la celebración, desa-
rrollo, ejecución, interpretación, terminación y liquidación de con-
tratos estatales y versar tanto sobre asuntos jurídicos como técnicos
o financieros, pero con la excepción de que los árbitros o amigables
componedores no pueden pronunciarse sobre la legalidad de los actos
administrativos expedidos en ejercicio de facultades excepcionales.
2. Las decisiones deben proferirse en derecho, salvo que se trate de
amigable composición, en la cual pueden adoptarse en equidad
como está autorizado en el artículo 60 de la Ley 1563 de 2012.
3. El ejercicio de los mecanismos de arbitraje o de amigable composi-
ción no suspenderá de manera automática el ejerció de las facultades
ajenas al derecho común de que gocen las entidades contratantes,
salvo que medie una medida cautelar.
4. Las entidades públicas no pueden nombrar árbitros o amigables
componedores en la cláusula compromisoria, sino que deben se-
guirse para el efecto las reglas de la Ley 1563 de 2012.

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Julio Benetti Salgar

5. Las entidades contratantes deberán definir desde los pliegos de con-


diciones el perfil de los árbitros o amigables componedores, de tal
manera que sus condiciones personales y profesionales sean idó-
neas respecto del objeto del contrato y las actividades a desarrollar
por las partes.
6. Ningún árbitro, amigable componedor o secretario podrá desem-
peñarse simultáneamente como tal, en más de tres (3) tribunales o
trámites de amigable composición en que intervenga como parte
una entidad pública de las que son objeto de la Ley 1682, o en los
conflictos relativos a estas.
7. Las entidades objeto de esta ley deberán en las cláusulas compro-
misorias limitar los honorarios de los árbitros o de los amigables
componedores. En caso de que la cláusula respectiva no disponga
de fórmula de reajuste, el límite no podrá ser modificado ni actuali-
zado por los árbitros o los amigables componedores.
8. Las entidades públicas incluirán los costos y gastos que demanden
el uso de tales mecanismos en sus presupuestos.
Necesario es hacer algunas consideraciones en relación con esta dispo-
sición, a saber, que conforme a lo establecido en la parte final del inciso
1º del artículo 2º de la Ley 1563 de 2012, cuando se trate de contratos
celebrados por una entidad pública o quien desempeñe funciones admi-
nistrativas, el proceso se regirá por las reglas señaladas en dicha ley para
el arbitraje institucional. En concordancia con lo anterior, el artículo 58
permite a los particulares acordar las reglas de procedimiento, lo cual no
puede tener lugar en los arbitrajes en que sea parte del Estado o alguna de
sus entidades. De manera que puede hablarse de dos modalidades distintas
de arbitraje: una en que la reglas legales tienen carácter obligatorio, que es
la que se reserva para ser aplicada a conflictos sobre contratos estatales en
que una parte sea el Estado o alguna entidad estatal, y la otra modalidad
arbitral en que, por el contrario, las reglas legales de procedimiento tienen
simplemente carácter supletorio para utilizarse tal solo ante el silencio de
las partes o porque sea inaplicable la cláusula contractual.
Por consiguiente, las disposiciones que estamos examinado de la Ley
1682 de 2013 deben integrarse a las de la Ley 1563 de 2012, para efectos

Revista No. 368. Julio - Diciembre de 2018 161


Los procedimientos arbitrales

de aplicar la legislación correspondiente a la modalidad arbitral que rige


obligatoriamente en conflictos relativos a contratos administrativos. Con
mayor razón si se tiene en cuenta que le Ley 1682, a pesar de referirse a
proyectos de infraestructura de transporte, no se limita a establecer unas
normas especiales para la solución de conflictos en contratos con este ob-
jeto, sino que debe aplicarse en general “para la solución de controversias
surgidas por causa o con ocasión de contratos estatales”, como dice en su
parte inicial al artículo 14 de la Ley, o sea que es uno solo el sistema legal
para la solución de conflictos en el campo de contratos estatales, de con-
formidad con lo dispuesto en la parte final del artículo lo de la Ley 1563 de
2012, que es la norma que establece este sistema.
Otra observación es la de que la Ley 1682 de 2013 disminuye a tres (3) el
número de arbitrajes o trámites en que un árbitro, un amigable compone-
dor o un secretario puede participar simultáneamente, cuando la Ley 1563
de 2012, es su artículo 9º, inciso final, decía que el número máximo seria
de cinco (5) procesos. Además, extiende al amigable componedor esta in-
habilidad, que no la había dentro del régimen de la Ley 1563, en lo cual
también debe entenderse modificada esta ley.

Conclusiones
En el régimen arbitral colombiano está consagrado que las partes de co-
mún acuerdo pueden establecer las reglas de procedimiento que se apli-
quen para la solución de conflictos que se presenten ante ellas con las
modalidades analizadas en este escrito. En defecto de estipulación de las
partes o porque el pacto arbitral resulte incompleto, contradictorio o de
cualquier otra manera inaplicable en el desarrollo del proceso, se suple con
el régimen general del procedimiento previsto en la Ley 1563 de 2012, el
cual por consiguiente solamente tiene un carácter supletorio de la voluntad
de las partes, de manera que es un instrumento que la ley proporciona para
que se pueda desarrollar el proceso arbitral al cual han acudido las partes
para solucionar su conflicto, sin dificultad alguna.
No obstante lo anterior, existen otros procedimientos previstos en la ley
arbitral para ser aplicados en algunos casos particulares, siempre a falta de
otras disposiciones de las partes pactadas de común acuerdo.

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El único trámite arbitral de carácter obligatorio es el que se debe utilizar


cuando se trata de resolver controversias alrededor de contratos estatales,
en cuyo caso hay que aplicar las normas establecidas en las leyes 1563
de 2102 y 1682 de 2013, sin que los litigantes puedan hacer modificación
alguna porque no está permito en la ley.
Este sistema, en lo cual la ley colombiana sigue la tendencia universal,
se forma en la posibilidad de consenso entre las partes, las cuales pue-
den acordar las reglas procesales, con lo cual el proceso se desarrollará
de acuerdo con sus intereses, superando de la mejor manera posible las
dificultades y defectos que presenta en nuestro medio la administración de
justicia.

Bibliografía
Bernal Gutiérrez, Rafael. El arbitraje, la Alternativa Actual. Bogotá: Cámara de
Comercio de Bogotá, 1997.
Correa Arango, Gabriel. Comentarios al Estatuto de Arbitraje y Amigable Com-
posición. Bogotá: Editorial Temis, 2013.
Gamboa, Nicolás. Apuntes sobre Arbitraje Internacional. Bogotá: Universidad
del Rosario, 2006.

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