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política libro escrito con Chantal Mouffe (Hegemonía y estrategia socialista, 1985)

en que se trataba el concepto gramsciano de hegemonía y se tendía a


identificar hegemonía y política, facilitaba el siguiente, que Laclau ofrece
Hegemonía consumadamente años después en La razón populista (2005)1, donde a la
anterior ecuación de política y hegemonía se le añade ahora el populismo:
g r a m s c i a na Política = Hegemonía= Populismo. Por lo que si Gramsci estaba en el
origen de un factor de la ecuación (hegemonía) por fuerza no podía dejar
y hegemonía de estarlo, se explicitara o no, en el de otro (populismo). Laclau ante
los nuevos movimientos que en el mundo sudamericano se levantaron

p o p u l i s ta frente al neoliberalismo desbocado no pudo menos de reaccionar hacia la


reiterada calificación despectiva de “populistas” por parte de unas clases
dirigentes de triste memoria. Su respuesta adoptó la forma de toda una
La concepción que de la hegemonía ofreció nueva elaboración teórica en la que se venía a decir que aquellos que
Gramsci nada tiene que ver con el intento del hacían tal calificación no pretendían desestimar sino la política misma,
neopopulismo de fundarse en ella. Las tesis de pues aquello que caracterizaba al populismo definía a la política sin más.
Laclau en esa línea son insostenibles. Así ocurriría con aquello de que más se acusaba a aquél: simplificación,
vaciedad y retórica de sus discursos (RP, 91). Ello por cuanto el popu-
J o r g e Á lva r e z Yágü e z lismo establecería una dicotomía simple entre dos bandos, ambos poco
definidos, entre el “pueblo” y la élite, entre los de arriba y los de abajo.
Acompañando a lo borroso de los sujetos enfrentados la indefinición y

E
oquedad de sus formulaciones y propuestas, el uso de discursos hueros,
llenos de apelaciones a símbolos, y de carga emotiva.
l retorno del pensador italiano Antonio Gramsci al hilo En la política o hegemonía siempre se trataría de fijar una dicotomía,
de la repercusión en Europa de los neopopulismos suda- construir un amplio bloque social dirigido frente a un enemigo. En el
mericanos ha generado no poca confusión. En Europa los proceso hegemónico se iría aunando un extenso conjunto social, eso que
intelectuales y los movimientos emancipatorios siempre se denominará “pueblo”; por medio de una lógica equivalencial se irían
se habían mostrado muy críticos respecto del populismo. articulando las diversas demandas de distintos sectores sociales. En ello
Sin embargo la influencia latinoamericana ha significado jugarían un rol fundamental los denominados “significantes vacíos” (RP,
en esto un cambio, y llevado a poner en relación directa el proceso hege- 93 ss.), esto es, la expresión de aquellas demandas que se revelan como
mónico intentado por el populismo con las ideas del comunista sardo. las que unifican al movimiento, que concitan su general aquiescencia,
haciendo que aquella parte que las enarbola se constituya en la parte
La identificación de hegemonía, política y populismo que representa al todo, justamente la parte hegemónica, el particular
El teórico argentino Ernesto Laclau ha sido muy influyente en ese giro
en la consideración del populismo. El paso ya incoado en el excelente 1 E. Laclau, La razón populista, México, F.C.E, 2005, p. 10, (RP).

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que representa el universal. Que tal pueda ocurrir supone que el signi- por que no existe otro término, como cuando hablamos de los brazos de
ficante necesariamente se debilite en su contenido, se vacíe, se vuelva un sillón. El populismo no sería, por tanto, ninguna excepción, no haría
más genérico, de lo contrario se tornaría excluyente en vez de integrador. por fuerza sino lo que todo discurso político.
Tal se constataría, al parecer de Laclau, en la mayor parte de los gran- Laclau no olvida hablarnos de la figura del líder, pues sabe bien que es
des movimientos sociales revolucionarios, como el de la Revolución rusa una de las características constantes en cualquier tipología del populismo,
en que el significante vacío que impulsó el sector obrero y campesino de y piensa por su parte que es un elemento esencial y coherente dentro de
“paz, pan y tierra” frente al zarismo es el que habría concitado la unidad la lógica del mismo. El líder encarnaría los significantes vacíos vueltos
y delimitado al enemigo. hegemónicos, en su persona se harían visibles y cobrarían una nueva
El agonismo (Mouffe), el conflicto, la división sería algo inherente operatividad. Por lo que su presencia en los movimientos se desprendería
a la política. Propio de ella sería el saber schmittianamente delimitar el naturalmente de la constitución de una hegemonía. Laclau, consciente
enemigo. Solo en una sociedad plenamente reconciliada, sin escisión, no del peligro de esta figura, acude al Freud de Psicología de las masas para
existiría esta lucha por establecer las fronteras divisorias, por lo mismo, sugerir la posibilidad de líderes más cercanos, menos narcisistas y auto-
esa sería una sociedad de mera administración, sin política. ritarios, posibilidad que se abriría cuando en los sujetos no hubiere gran
Lo que se achaca, por tanto, al populismo, su simplificación divisoria distancia entre el yo y el ideal del yo. Laclau significativamente deja a
y de vaciedad en su operación constitutiva sería, entonces, algo consus- un lado tres observaciones freudianas: la tendencia, en todo caso, de
tancial a la hegemonía, algo inherente a la política misma. Hegemonía las gentes a dotar de un sobrepoder al líder; la posibilidad de un “líder
no sería sino dicotomía y vaciedad. secundario”2, esto es, subordinado a unas ideas, referente crítico de su
El mismo proceder aplica Laclau al criticado uso retórico de los popu- misma labor por parte de los demás; y lo que Freud señala como algo a
listas. No hay empleo de discurso que no sea figurativo, aunque solo fuera explorar: la posibilidad de una sociedad sin líderes, lo que Laclau, muy
por la opacidad de lo real, no hay empleo del lenguaje que no esté sem- llamativamente, contempla como signo de una sociedad reconciliada y
brado de metáforas, metonimias, tropos múltiples, y menos en un campo en consecuencia sin política. No se puede ser más coherente, si se había
como el político en el que está en juego la constitución subjetiva de los hecho la ecuación previa de política = hegemonía = líder, la consecuencia
agentes. En el terreno discursivo la racionalidad adopta una amplitud de la ausencia de líder y la inexistencia de la política va de suyo.
mayor que la que le traza la estricta lógica, las reglas de la argumenta- El resultado de todo este planteamiento laclauiano es, en realidad,
ción; y sus significantes van enlazados con cargas afectivas que suscitan la disolución de la especificidad del populismo, pues por esta vía todo
emociones, no dejan de estar vinculados al campo del inconsciente y sus fenómeno político lo sería. Acaso la única débil diferenciación que podría
pulsiones (RP, 142 ss.). Se precisan relatos generadores de sentido, marcos quedarle ya no sería sino de grado, de énfasis (RP, 29, 33). Con lo que el
narrativos que orienten la acción y movilicen. Por otra parte, ningún sig- problema solo se habría desplazado, pues ahora todo el quid estaría en
nificante por vacío que fuere podría suturar realmente la brecha entre lo saber si en el grado no se juega todo. Pues, según esto, la heteronomía
particular y lo universal que se da en el proceso hegemónico, por lo que generada por un líder caudillista sólo representaría una diferencia cuanti-
se hace más necesario todavía, si cabe, un discurso figurativo, que opere tativa respecto de un líder momentáneo, que pone las bases para su misma
de otro modo que el estrictamente conceptual, pues se trata de designar desaparición; y de grado sería la diferencia entre demagogia y racionalidad.
lo indesignable. La función significativa de este discurso sería catacrética, 2 S. Freud, Psicología de las masas, trad. López -Ballesteros, Alianza, Madrid, 1969, p. 66 . Véase: J.
esto es, caracterizada por el tropo en que la metáfora llega a ser sustitutiva L. Villacañas, Populismo, La Huerta Grande, Madrid, 2015, pp. 66 y ss.

3 Jorge Álvarez Yágüez Hegemonía gramsciana y hegemonía populista 4


Otras veces Laclau parece inclinarse a tomar el populismo como un cosmovisión acorde con su perduración como tal clase dominante4. Con
conjunto de herramientas, de recursos que la acción política suele utilizar el tiempo esa cultura habría calado y coagulado en el siempre heteróclito
(RP, 220, 237), y que como tal podría emplearse en una dirección u sentido común, y aun en el folclore. Es de ese modo que se asienta un
otra3. Lo que nos confronta con el problema capital de la política: la sistema de dominación. Es así como se conforma un bloque histórico de
relación entre medios y fines, una reflexión clamorosamente ausente en perfecto entrelazamiento entre la estructura y las superestructuras, entre
su libro. Estaría dando por válido que los mismos recursos pueden ser- los intereses corporativos de cada sector social y un orden administrativo
vir a fines heterogéneos, incluso opuestos, que los medios son neutros, y legal, una autoridad aceptada, unos valores compartidos.
uno de los errores mayores de toda la tradición emancipatoria; y, al Siendo esto así, es evidente que las clases subalternas no podrían
tiempo, echaría por tierra la mejor tradición del pensamiento crítico, aspirar a establecer una contrahegemonía de dimensiones semejantes,
entre otros la de Gramsci. pues eso exigiría la disposición de los resortes del Estado. Ahora bien, eso
no significaba esperar hasta el hipotético momento de “ocupación del
La concepción gramsciana de la hegemonía poder”. Al menos en Occidente, en sociedades complejas, de capitalismo
La orientación con la que Gramsci concebía el proceso de construcción desarrollado ni siquiera ese momento revolucionario podría tener éxito
contrahegemónica del proletariado y las clases populares no podía ser si no se hubiera dado antes toda una labor, de largo aliento, de construc-
más distinta de la del populismo. ción hegemónica, de logro de un conjunto propio de intelectuales, de
En primer lugar, hay que decir que no basta que se dé una arti- consecución de una gran influencia a través de una tupida y heterogénea
culación de demandas o cadena de equivalencias y una disposición red social, y de galvanización del Estado y sus instituciones. Sólo una
dicotómica de la misma frente a otro grupo social dominante para vez destruidas o intensamente debilitadas las “fortalezas y casamatas”,
que podamos hablar de hegemonía en un sentido cabal. Al respecto las “trincheras”5 tras las que se parapeta el viejo poder se haría posible
Laclau, en sus trabajos sobre el populismo, adelgaza el concepto, en una no ya solo la “conquista del poder”, que no sería sino de su centro más
línea discursivista y política. Diríamos que aquellas son condiciones determinante, sino la esperanza fundada de éxito en la fase posterior.
necesarias pero no suficientes, pues tal fenómeno podría percibirse En eso consistía para Gramsci el cambio estratégico que propulsaba de
a menudo, y observarse cómo las articulaciones se deshacen con la la guerra de movimiento a la guerra de posición (M, 101).
misma rapidez que se forman y cambia el sentido de su oposición.
La hegemonía es un proceso más hondo, que comporta ante todo Pero es aun más relevante otro punto, de capital importancia en la
una dimensión cultural, en el sentido amplio del término. Cuando definición del populismo: el tipo de liderazgo, el nexo entre las orga-
Gramsci pensaba en la hegemonía solía contemplar el modelo de nizaciones dirigentes y las gentes, el tipo particular de educación que
la burguesía. Como clase social había sabido superar su interés cor- ese contacto entraña. Ahí convergen muchos de los rasgos distintivos
porativo para asumir, aunque fuere de modo subordinado, los inte- del populismo: la constitución del sujeto colectivo “pueblo”, el tipo de
reses de otras clases, adoptar entonces una posición de Estado, y, al discurso empleado, etc. Es en esta verdadera médula de la hegemonía
tiempo, servirse de todo un amplio conjunto de intelectuales en donde podemos apreciar la diferencia entre una hegemonía y otra. Para
sus distintos rangos y campos para asentar sus valores y toda una
4 A. Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, trad. J. Aricó, B.
3 F. Ovejero lo considera un recurso irremediable en el juego político real. Ver “El populismo inevi- Aires, Nueva Visión, pp. 57-58. (M)
table”, Claves de Razón Práctica, 244, pp. 50-57. 5 A. Gramsci, Pasado y presente, trad. M. Macri, B. Aires, Granica, p. 220; M,101

5 Jorge Álvarez Yágüez Hegemonía gramsciana y hegemonía populista 6


el sardo la “relación de hegemonía es necesariamente una relación peda- de sobreponerse a sus inclinaciones primeras, su capacidad, diríamos
gógica”6. Para Gramsci el partido y las organizaciones del proletariado también, de transformar en la deliberación con los otros sus preferencias
en su conjunto debían operar como intelectuales. En ellas sus miembros y el orden de las mismas, y su capacidad de ejercer un papel activo en el
habrían de formarse y ayudar a formar a los demás, para lo cual eran trabajo colectivo. El tipo de relación que se establecía en el proceso hege-
básicos la deliberación compartida, el acceso a la complejidad de los pro- mónico habría de regirse, pues, por un tipo de educación que significase
blemas, el intercambio entre los papeles de enseñante y enseñado, en que contravenir el modelo que caracterizaba a la Iglesia (MS, 95), en la que el
el guía es también guiado (MS, 31). Todas sus observaciones respecto de nexo entre educador y educado llevaba a una reproducción permanente
la organización del partido, que hoy obviamente habrían de generalizarse de esta dualidad, en que los fieles nunca saldrían de su heteronomía, de
rebasando los modos restrictivos del comunismo de la época, ponían en seres permanentemente guiados.
cuestión el autoritarismo, las formas de dirección mecánica, en que se Si hubo una enseñanza fundamental en el pensador sardo fue su pre-
limitaba la participación de las gentes y se desconfiaba de su espontanei- ocupación constante por que el fin estuviera presente de algún modo en los
dad. Gramsci consideraba que no debía ocultarse la complejidad de los medios, que en las organizaciones emancipatorias se anticipase ya el futuro,
problemas o la verdad de la situación. El ejercicio de la parresía (hablar por eso era tan importante que se generase una capacidad autónoma en las
franco) que había caracterizado a la democracia en sus orígenes griegos gentes, que ellas fuesen autoras de su liberación. En las organizaciones en
era para él una constante, recordemos su dictum “en la política de masas que esta dirección estuviera presente debía prepararse ya el nuevo Estado.
la verdad es una necesidad política”7. Son significativas al respecto las El momento constructivo de la revolución no podía dejarse completamente
discusiones en la revista de L´Ordine Nuovo, cuando él la dirigía, acusada a la fase posterior al asalto final, comenzaba ahora. Esa fue la gran lección
de excesiva complejidad, de nivel elevado, y cómo Gramsci defendía la que el había extraído de los consigli di fabbrica que había promovido con
necesidad de situarse siempre un paso por encima del lector para elevar tanta esperanza en el Turín de 1920, y que no dejaría de desenvolver en sus
su nivel formativo8. El filósofo debía saber enlazar con el buen sentido, reflexiones de la cárcel recogidas en los Quaderni. Acaso en ninguna otra
ese núcleo racional del sentido común, en esta función pedagógica. El parte como aquí se haya reflexionado tan a fondo sobre ese nexo entre
fin no era otro que el democrático-republicano ser capaz de gobernar y fines y medios que debía regir el proceso hegemónico; solo una preocu-
de ser gobernados. Había que prepararse para ese momento, y ello debía pación semejante puede encontrarse en otros dos espíritus heterodoxos,
iniciarse desde ahora, en un proceso en el que la emancipación fuese de en Albert Camus y Hannah Arendt.
las clases subalternas mismas. Su concepto de libertad, también en la En los Cuadernos, que forman continuidad con su obra anterior, se
senda republicana, suponía una articulación de autonomía individual y elaboró un modo de entender la hegemonía radicalmente distinto al
autonomía colectiva. Esto era lo que la educación en las organizaciones modo populista. •
habría de promoverse, el autodominio de cada individuo9, su capacidad

6 A. Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, trad. I. Flambaun, Nueva


Visión, B. Aires, 1973, p.32 (MS)
7 A. Gramsci, Quaderni del carcere, Torino, Einaudi, 1975, t. II, p. 700
8 A. Gramsci, “Cultura y lucha de clases”, en Antología (a cargo de M. Sacristán), México, siglo XXI, Jorge Álvarez Yágüez es doctor en Filosofía por la UCM,
1970, pp. 41-43. catedrático de Filosofía de Instituto, autor de Política y
9 A. Gramsci, “Socialismo y cultura”, en Antología, op, cit. p.15. República. Aristóteles y Maquiavelo y El último Foucault. .

7 Jorge Álvarez Yágüez Hegemonía gramsciana y hegemonía populista 8

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