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E
oquedad de sus formulaciones y propuestas, el uso de discursos hueros,
llenos de apelaciones a símbolos, y de carga emotiva.
l retorno del pensador italiano Antonio Gramsci al hilo En la política o hegemonía siempre se trataría de fijar una dicotomía,
de la repercusión en Europa de los neopopulismos suda- construir un amplio bloque social dirigido frente a un enemigo. En el
mericanos ha generado no poca confusión. En Europa los proceso hegemónico se iría aunando un extenso conjunto social, eso que
intelectuales y los movimientos emancipatorios siempre se denominará “pueblo”; por medio de una lógica equivalencial se irían
se habían mostrado muy críticos respecto del populismo. articulando las diversas demandas de distintos sectores sociales. En ello
Sin embargo la influencia latinoamericana ha significado jugarían un rol fundamental los denominados “significantes vacíos” (RP,
en esto un cambio, y llevado a poner en relación directa el proceso hege- 93 ss.), esto es, la expresión de aquellas demandas que se revelan como
mónico intentado por el populismo con las ideas del comunista sardo. las que unifican al movimiento, que concitan su general aquiescencia,
haciendo que aquella parte que las enarbola se constituya en la parte
La identificación de hegemonía, política y populismo que representa al todo, justamente la parte hegemónica, el particular
El teórico argentino Ernesto Laclau ha sido muy influyente en ese giro
en la consideración del populismo. El paso ya incoado en el excelente 1 E. Laclau, La razón populista, México, F.C.E, 2005, p. 10, (RP).
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que representa el universal. Que tal pueda ocurrir supone que el signi- por que no existe otro término, como cuando hablamos de los brazos de
ficante necesariamente se debilite en su contenido, se vacíe, se vuelva un sillón. El populismo no sería, por tanto, ninguna excepción, no haría
más genérico, de lo contrario se tornaría excluyente en vez de integrador. por fuerza sino lo que todo discurso político.
Tal se constataría, al parecer de Laclau, en la mayor parte de los gran- Laclau no olvida hablarnos de la figura del líder, pues sabe bien que es
des movimientos sociales revolucionarios, como el de la Revolución rusa una de las características constantes en cualquier tipología del populismo,
en que el significante vacío que impulsó el sector obrero y campesino de y piensa por su parte que es un elemento esencial y coherente dentro de
“paz, pan y tierra” frente al zarismo es el que habría concitado la unidad la lógica del mismo. El líder encarnaría los significantes vacíos vueltos
y delimitado al enemigo. hegemónicos, en su persona se harían visibles y cobrarían una nueva
El agonismo (Mouffe), el conflicto, la división sería algo inherente operatividad. Por lo que su presencia en los movimientos se desprendería
a la política. Propio de ella sería el saber schmittianamente delimitar el naturalmente de la constitución de una hegemonía. Laclau, consciente
enemigo. Solo en una sociedad plenamente reconciliada, sin escisión, no del peligro de esta figura, acude al Freud de Psicología de las masas para
existiría esta lucha por establecer las fronteras divisorias, por lo mismo, sugerir la posibilidad de líderes más cercanos, menos narcisistas y auto-
esa sería una sociedad de mera administración, sin política. ritarios, posibilidad que se abriría cuando en los sujetos no hubiere gran
Lo que se achaca, por tanto, al populismo, su simplificación divisoria distancia entre el yo y el ideal del yo. Laclau significativamente deja a
y de vaciedad en su operación constitutiva sería, entonces, algo consus- un lado tres observaciones freudianas: la tendencia, en todo caso, de
tancial a la hegemonía, algo inherente a la política misma. Hegemonía las gentes a dotar de un sobrepoder al líder; la posibilidad de un “líder
no sería sino dicotomía y vaciedad. secundario”2, esto es, subordinado a unas ideas, referente crítico de su
El mismo proceder aplica Laclau al criticado uso retórico de los popu- misma labor por parte de los demás; y lo que Freud señala como algo a
listas. No hay empleo de discurso que no sea figurativo, aunque solo fuera explorar: la posibilidad de una sociedad sin líderes, lo que Laclau, muy
por la opacidad de lo real, no hay empleo del lenguaje que no esté sem- llamativamente, contempla como signo de una sociedad reconciliada y
brado de metáforas, metonimias, tropos múltiples, y menos en un campo en consecuencia sin política. No se puede ser más coherente, si se había
como el político en el que está en juego la constitución subjetiva de los hecho la ecuación previa de política = hegemonía = líder, la consecuencia
agentes. En el terreno discursivo la racionalidad adopta una amplitud de la ausencia de líder y la inexistencia de la política va de suyo.
mayor que la que le traza la estricta lógica, las reglas de la argumenta- El resultado de todo este planteamiento laclauiano es, en realidad,
ción; y sus significantes van enlazados con cargas afectivas que suscitan la disolución de la especificidad del populismo, pues por esta vía todo
emociones, no dejan de estar vinculados al campo del inconsciente y sus fenómeno político lo sería. Acaso la única débil diferenciación que podría
pulsiones (RP, 142 ss.). Se precisan relatos generadores de sentido, marcos quedarle ya no sería sino de grado, de énfasis (RP, 29, 33). Con lo que el
narrativos que orienten la acción y movilicen. Por otra parte, ningún sig- problema solo se habría desplazado, pues ahora todo el quid estaría en
nificante por vacío que fuere podría suturar realmente la brecha entre lo saber si en el grado no se juega todo. Pues, según esto, la heteronomía
particular y lo universal que se da en el proceso hegemónico, por lo que generada por un líder caudillista sólo representaría una diferencia cuanti-
se hace más necesario todavía, si cabe, un discurso figurativo, que opere tativa respecto de un líder momentáneo, que pone las bases para su misma
de otro modo que el estrictamente conceptual, pues se trata de designar desaparición; y de grado sería la diferencia entre demagogia y racionalidad.
lo indesignable. La función significativa de este discurso sería catacrética, 2 S. Freud, Psicología de las masas, trad. López -Ballesteros, Alianza, Madrid, 1969, p. 66 . Véase: J.
esto es, caracterizada por el tropo en que la metáfora llega a ser sustitutiva L. Villacañas, Populismo, La Huerta Grande, Madrid, 2015, pp. 66 y ss.