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Pandemia logística: la crisis vista desde las infraestructuras del capitalismo avanzado

ACTA

Traducción: David Cardozo y Anxo Garrido

Cada crisis — ya sea económica, política o sanitaria— agrava y hace visibles las estructuras, las
lógicas profundas y las contradicciones de una sociedad dada. En la que estamos viviendo, la

logística se está afirmando una vez más como ámbito estratégico y como «talón de Aquiles» de
la economía globalizada. Desde los trabajadores de los almacenes catapultados a la «primera

línea» a las cadenas de suministro globales que difunden el virus, desde los aviones de carga
que transportan mascarillas desde China a los escándalos sanitarios en los almacenes, el sector

de la logística asume alternativamente la imagen del salvador y del culpable. Con el objetivo de
identificar líneas de análisis y perspectivas de intervención política, a mediados de marzo se

inició una investigación colectiva, mediante la creación de un Grupo de Investigación Logística


(G.E.L). Este texto es la primera síntesis de un trabajo colectivo todavía en curso.

Pandemia just in time

Más que nunca, la actual crisis sanitaria pone en evidencia la «logistización» del mundo. La
pandemia sigue la ruta del comercio mundial y forma parte de una generación de virus cuya

nocividad no se debe tanto a nuevas formas biológicas como a modalidades aceleradas de


transmisión y circulación. Viajando en seres vivos u objetos, en camiones, autobuses, aviones o

cargueros, en los mercados, en los aeropuertos y en las metrópolis, el COVID-19 se introduce en


cada poro (y puerto) de las economías globalizadas. Confiriendo a las infraestructuras del

capitalismo una impronta viral, exacerba y hace visible su carácter nocivo.

La dependencia decisiva del capitalismo con respecto a las infraestructuras logísticas globales

ha provocado reacciones políticas contradictorias, que inicialmente han consistido en movilizar


el cierre de fronteras, como si la pandemia fuese sensible a los reflejos nacionalistas.

Pero los circuitos logísticos han superado rápidamente estos vínculos. Para evitar el cierre de las
fronteras entre Francia e Italia, por ejemplo, el flujo de mercancías ha sido desviado a través de

Suiza y Luxemburgo, como testimonian los trabajadores.

Muy rápidamente, los sectores del transporte de mercancías y del almacenaje han aparecido

como indispensables para la reproducción de la sociedad confinada, especialmente en el sector


alimentario y sanitario, y el sector ha aprovechado la ocasión para reivindicar el glorioso status
de «operador de vital importancia». El Secretario de Estado para la Economía Digital, Cédric O.,

ha incluso dado un paso adelante, haciéndose eco de la retórica militarista de Macron,


comparando el sector de la logística con las “retaguardias” que deben “resistir” y empujar a los

propios asalariados a seguir trabajando, dejando de lado rápidamente las preocupaciones sobre
las condiciones de salud en los puestos de trabajo. Peor todavía, el ministro de trabajo, Muriel

Pénicaud, ha anunciado el aumento del límite máximo del horario de trabajo diario,
desplazándolo hasta las 12 horas, y del horario de trabajo semanal hasta las 60 horas en los

sectores considerados estratégicos, incluida la logística 1. Aplicar estos ritmos infernales,


físicamente insostenibles para las actividades de desplazamiento, significa querer destrozar los

cuerpos además de infectarlos. Estas excepciones al estatuto del trabajo constituyen también
una forma sin precedentes y muy preocupante de extensión de las disposiciones del estado de

emergencia al mundo del trabajo. Advierten del riesgo de una oleada disciplinaria que, además
del aspecto policial, contaría también con un aspecto relativo a la gestión.

El virus del beneficio

Desde el punto de vista de las empresas, esta importancia estratégica en tiempos de pandemia

se presenta repentinamente como una oportunidad para los negocios. Al comienzo de la crisis,
la gran distribución ha tomado ventaja de la necesidad de almacenar los alimentos para las
familias y de satisfacer las exigencias de aprovisionamiento de las poblaciones confinadas, tanto
en Francia como en otros lugares2. En las revistas especializadas, la crisis sanitaria se ha

presentado, por lo tanto, como un maná caído del cielo para las grandes empresas de logística,
con almacenes y centros de distribución que funcionaban «a pleno rendimiento» para

reabastecer a los supermercados o entregar directamente a los particulares 3. Los principales


grupos de venta al por menor han acelerado así su conversión al e-commerce y a la entrega a

domicilio, también mediante formas de colaboración con las principales plataformas de entrega

1
A estas excepciones se suma la posibilidad de hacer trabajar los domingos, la extensión del periodo
mínimo de descanso de 9 a 11 horas, la extensión del trabajo nocturno de 8 a 12 horas al día y la
posibilidad de imponer hasta 6 días libres retribuidos con un solo día de antelación (con respecto a las 4
semanas iniciales).
2
En la última semana de febrero, Carrefour, Leclerc y Lidl han visto aumenatr sus ventas más de un 6%. El
uso del reparto a domicilia ha aumentado un 74%, contra el 13% de los autoservicios (fuente: MoneyVox,
09/03/2020).
3
“Ouest France” del 14 de marzo, “Usine Nouvelle” del 18 de marzo.
(Uber Eats y Deliveroo), quienes son susceptibles de convertirse en el modo de consumo
privilegiado por una sociedad bajo la amenaza constante de una crisis sanitaria.

Puesto que las actividades logísticas son muy sensibles a las variaciones económicas, el sector
ha registrado sucesivamente una ralentización general, debida a un cambio coyuntural de los

modelos de consumo durante el confinamiento. Los líderes de la logística de congelados, por


ejemplo, han anunciado pérdidas sustanciales, y el Grupo STEF ha tratado incluso de compensar

las pérdidas aumentando los precios un 8,5%, antes de tener que retirarse bajo presiones de la
competencia. En los almacenes del grupo Carrefour las cantidades manipuladas han disminuido

un 15% a mediados de abril y el valor medio del envío ha sufrido un fuerte descenso, lo que
demuestra de forma evidente que las compras se han desplazado hacia los bienes de primera

necesidad, como demuestran también los datos INSEE 4. Más que las medidas gubernativas, es
sobre todo esta reacción —de necesidad, de cautela, pero que puede ser definida como política

— la que ha frenado al sector de la gran distribución.

En su conjunto, también el comercio online parece haber acusado la reducción de las

adquisiciones. En los primeros reconocimientos efectuados a finales de marzo por la federación


del sector, tres cuartas partes de las empresas han anunciado un descenso, quizás significativo 5.

Sólo los gigantes del e-commerce y de las entregas —como Amazon, UPS y Fedex— han
logrado mantener o incluso aumentar los beneficios a pesar de la crisis. La prueba es que

multinacionales de la logística están reclutando y tratando de atraer trabajadores en todo el


mundo. En la que parece también una importante operación de comunicación, Amazon ha

anunciado el reclutamiento de 175.000 personas en los EEUU en sólo dos meses. Pero los
inversores han captado la señal, y las acciones de Amazon se han elevado a máximos históricos 6.

A pesar de la ralentización de los negocios debida al cierre de restaurantes y a los despidos,


también la logística urbana del «capitalismo de plataformas» podría ser, a largo plazo, un gran

vencedor de la crisis, extendiendo su cuota de mercado habitual a otro tipo de servicios y a

4
En su examen de la coyuntura económica del 9 de abril de 2020, el INSEE ha estimado que el consumo de
las familias ha disminuido un tercio en total. El consumo de productos manufacturados han disminuido un
38% y los de servicios un 33%.
5
Tres cuartos de las empresas entrevistadas por la Federación de ventas a distancia han declarado haber
registrado una caída en las ventas desde el 15 de marzo.
6
Durante las primeras semanas de lockdown, las acciones de Amazon han registrado tres sesiones de
record histórico en Wall Street. El título ha subido aproximadamente un 30% desde el inicio del año,
mientras que el índice Dow Jones ha bajado un 18% en el mismo periodo, a causa de la crisis del
coronavirus. El 1 de mayo, en respuesta a la naciente movilización en el sector del e-commerce en los
Estados Unidos, el grupo ha anunciado que habría invertido todos los beneficios del trimestre (abril-mayo-
junio) en reforzar las medidas de seguridad en los propios almacenes. Esta decisión ha hecho bajar el
precio de la acción un 5%, porcentaje que se mantiene relativamente baja con respecto al impacto político
y mediático de una multinacional que se declara a la vanguardia en la tutela de la salud, o incluso capaz de
superar a la acción de gobierno.
partenariados público-privado. Uber Eats, Deliveroo y los otros gigantes de la gig-economy se
limitan a enviar emails a los riders — que asumen el riesgo que los clientes no quieren correr—

para recordarles las medidas higiénicas de una «entrega sin contacto» imposible de realizar de
hecho. En el otro extremo de la cadena, a los restaurantes que los utilizan se les ofrece

comisiones más bajas como incentivo para entrar en el mercado. En los EEUU, Uber y Lyft están
tratando de tomar ventaja en el transporte de personas vulnerables y bienes sanitarios,

desarrollando aplicaciones específicas (Uber Health y LyftUp) mientras DoorDash se ha


convertido en socio de la ciudad de Nueva York para repartir comida a los estudiantes frágiles.

En Europa, Deliveroo, JustEat y Uber estarían en negociaciones con el gobierno británico para
desarrollar servicios de entrega para los ancianos y las personas vulnerables.

También la logística farmacéutica se encuentra entre los principales beneficiarios de la


emergencia sanitaria. Las enormes exigencias actuales de estos productos están creando

jugosos mercados públicos y privados para los cuales están en curso guerras comerciales entre
los grandes grupos que controlan este mercado. Frente a la carencia de mascarillas en

particular, el gobierno ha apelado a las redes tentaculares de subcontratación de estas


multinacionales, esperando compensar así sus tardías reacciones. Encomendándose antes de

nada a grupos logísticos, farmacéuticos, como el líder europeo EHDH, se ha dirigido luego —en
modo relativamente caótico— a las filiales privatizadas de grupos públicos y privados y, en

particular, a Geodis, la filial logística de la SNCF 7. Publicitada como la solución milagro, la


realización de un «puente aéreo» con China —con los aviones de carga Antonov y por un millón

de euros por vuelo— parece sobre todo una huida hacia adelante, una zambullida todavía más
profunda en los mecanismos que están precisamente en la raíz de la crisis.

En cada subsegmento del sector parece entonces tomar forma una nueva fase de concentración
de las actividades y de los beneficios en las manos de pocos grandes operadores. Como tras la

crisis financiera del 2008, se está asistiendo a fallos en cascada entre la miríada de pequeños
subcontratistas de transporte sobre los cuales presionan las multinacionales. A esto podrían

seguir masivas adquisiciones por parte de grandes grupos, acompañadas de reestructuraciones,


oleadas de despidos y una intensificación general del trabajo. El precio de la crisis será pagado

en última instancia por los trabajadores del sector bajo la forma de regímenes de explotación
más duros.

7
Laura Brenas, CEO del CSP (Centre Spécialités Pharmaceutiques, una filial del EHDH) ha declarado,
levemente ofendidad: “nos han pedido nuestra disponibilidad, luego hemos sabido que habían decidido
atravesar Geodis sin consultarnos” (Fuente: Libération, 25/03/2020).
El precario del flujo

La gestión capitalista de la pandemia ilumina la centralidad de todo un mundo de trabajo cuyo


salario es inversamente proporcional a la utilidad social. Por un lado de la cadena logística,

obviamente, están las cajeras: encargadas de garantizar la continuidad de las ventas, estas están,
junto a los riders, entre las más expuestas al contagio. Pero la «primera línea» se compone

también de aproximadamente 800.000 trabajadores de la logística, la mayor parte de los cuales


trabaja en almacenes situados en la periferia de grandes áreas urbanas. Más del 80% de estos

trabajadores son hombres, la mayor parte de los cuales son racializados. Contando las 550.000
personas que trabajan en el transporte de mercancías (por medio de camiones, furgonetas,

bicicletas o scooters), son más de 1,3 millones de trabajadores que trabajan cotidianamente en
la circulación de mercancías, es decir, más del 25% de los trabajadores en Francia hoy en día,

frente a sólo el 16% en los años 80’.

La logística ha sido desde hace tiempo un sector marcado por la precariedad del trabajo y un

frente de experimentación de todas las formas atípicas de contrato y de elusión del derecho
laboral. Mientras en los almacenes la fuerza de trabajo es a veces en su mayoría temporal, en el

transporte una parte creciente del «proletariado de las carreteras» es trabajador autónomo
(artesano, autotransportador) o trabajador desplazado. Además, en los últimos diez años, se ha

asistido a una creciente utilización de varias formas de contratos indefinidos degradados, como
los «grupos de empleadores», y desde el comienzo de la epidemia al lanzamiento de una

plataforma para compartir los asalariados mediante el préstamo de trabajo.

La crisis sanitaria evidencia y exacerba las condiciones de trabajo y ocupación de estos

trabajadores de los servicios. Para garantizar la continuidad del comercio y sobre todo para
sustituir, de forma preventiva, a los empleados de baja por enfermedad o de permiso, las

multinacionales de la logística tratan de captar la mano de obra disponible desde la caída de la


actividad en otros sectores 8. Las agencias de trabajo temporal en los grandes centros urbanos

están viendo una explosión de la demanda para los centros logísticos de Amazon o para las
compañías de mensajería multinacional. Del mismo modo, las plataformas se apoyan en gran

medida en la mano de obra migrante, que opera alquilando cuentas de terceros, que no tiene
acceso al amplio sostén financiero excepcional del Estado, y que por lo tanto no tiene otra

opción sino la de continuar trabajando.

8
Médiapart: “Il lavoro sotto epidemia: Per i lavoratori interinali, le crepe sono profonde”, de Mathilde
Goanec, 21/03/2020.
Para los trabajadores temporales de la logística, que a menudo trabajan sin protección, el
«derecho de retirada» es sólo teórico. Al contrario, están constreñidos a esconder posibles

debilidades físicas para no ser excluidos de los canales de reclutamiento. Además en un trabajo
ya difícil y patógeno, se añade hoy también el miedo al contagio, desplazándose de un puesto

de trabajo a otro o manejando objetos mediante los cuales el virus puede transmitirse. Es esta
difusión en cascada del riesgo de contaminación lo que ha llevado a la muerte de un trabajador

temporal infectado de COVID-19 en el almacén Fedex de Roissy y a la de un trabajador


temporal que trabajaba como agente de rampa en el aeropuerto de Roissy. Hasta el 15 de

marzo, este último descargaba «cargueros provenientes de China, hasta cinco al día, sin
guantes, sin mascarilla, sin protección». El 2 de abril, diversas agencias de trabajo temporal han

retirado a sus empleados de la web de Fedex a consecuencia de un aviso formal de la


inspección del trabajo, un trabajador temporal ha resumido así el dilema afrontado por estos

trabajadores precarios: «o tienes el COVID o te mueres de hambre». 9

Por el contrario, para las empresas que están sufriendo una ralentización de la actividad, el

trabajo temporal les ha permitido desembarazarse de gran parte de la fuerza de trabajo sin
ningún coste. Contratados con contratos semanales, estas decenas de miles de trabajadores no

son objeto de medidas de trabajo en horario reducido y deben contentarse con prestaciones
debilitadas por las sucesivas reformas de la cobertura del desempleo 10. Sin embargo, no se

ahorran los asalariados estables: en un sector en el cual los premios de productividad y las
pagas extras pueden representar hasta una cuarta parte de la retribución, el paso al trabajo en

una jornada reducida implica a menudo pérdidas de beneficios mensuales de aproximadamente


500 euros.

Resistencias sanitarias en los almacenes

La experiencia de quien tiene un trabajo precario es sólo una lente de aumento de las

condiciones de trabajo habituales en todo el sector. En muchos almacenes no se respetan las


reglas sanitarias fundamentales. Y en tiempos de pandemia más que nunca, puesto que faltan

las mascarillas, los guantes y el gel. Los paquetes llegan desde cualquier parte, circulan de mano
en mano, como los instrumentos de trabajo. Algunos puertos de carga requieren de la

9
Declaraciones de Souad, un temporal de Fedex, publicada por AFP, el 08/04/2020.
10
En respuesta a la crisis, el gobierno ha anunciado también el aplazamiento hasta septiembre de la
segunda parte de u reforma del seguro de desempleo, que pretende endurecer las condiciones de
compensación de los trabajadores precarios.
colaboración de más personas y, en las líneas de clasificación, el trabajo se desarrolla en
proximidad. En las filiales del grupo logístico farmacéutico EHDH, por ejemplo, la falta de

dispositivos de protección es evidente, mientras en las plataformas circulan paquetes llenos de


mascarillas. En Eurotranspharma los casos se están multiplicando y sólo a consecuencia de

interrupciones y presiones por parte de las delegaciones sindicales se ha efectuado una limpieza
completa de los locales y de los camiones, y la dirección ha proporcionado mascarillas y gel en

cantidades suficientes.

Los testimonios en el almacén demuestran que, en realidad, en muchos casos son los propios

asalariados quienes ponen a disposición los medios individuales y colectivos para protegerse a
sí mismos (y a nosotros). En los lugares de trabajo en los cuales están presentes sindicatos

combativos, los representantes de los trabajadores son a menudo los primeros en darse cuenta
de la entidad del peligro. Aquellos que están habituados a gestionar los paquetes provenientes

de China y de todo el mundo se han dado cuenta antes que nadie de que el virus estaba mucho
más cerca de lo que pensábamos y de que ellos mismos ya habían sido expuestos. Antes de que

fuesen puestas en marcha las medidas de confinamiento, y mientras los medios presentaban al
virus como lejano, ya habían dado la alarma pidiendo encuentros de emergencia con la

dirección. En su mayoría provenientes de los barrios populares, estos precursores son los
mismos que, sistemáticamente, son acusados de «comportamientos incívicos» por los medios

mainstream y por gran parte de la clase política.

En diferentes almacenes, son los trabajadores con contratos indefinidos quienes se han

encargado de distribuir los equipamientos sanitarios, de forma que también los trabajadores
temporales pudiesen beneficiarse de ellas. En el almacén del Grupo Geodis en Gennevilliers, al

comienzo de la crisis, no se proporcionaron dispositivos de protección, obligando a los grupos


sindicales a organizar por sí solos la distribución de mascarillas, recurriendo a las reservas

acumuladas para protegerse de los gases lacrimógenos durante las manifestaciones. Para
colmo, la sociedad se ha adjudicado uno de los principales contratos para el transporte de las

mascarillas FFP2 pagadas por el Estado francés. Sólo el 17 de marzo, cuando un empleado ha
tenido una insuficiencia respiratoria en un andén de carga, ha resultado positivo en COVID-19 y

ha sido internado en el hospital en estado grave durante una semana, la dirección ha tomado
medidas significativas. Bajo la presión del sindicato, esta plataforma, que no suministra ningún

bien de primera necesidad, ha sido finalmente ralentizada, ya que los asalariados han podido
hacer valer su derecho al trabajo en jornada reducida.

Por norma, cuando estos trabajadores son obligados a dañar su salud, lo hacen para velar por sí
mismos y por sus familias. Pero con la pandemia, la contradicción entre salud y beneficios ha
sido llevada al límite. La conservación de los cuerpos (propios y de los seres queridos) llega a ser
entonces una posible fuente de conflicto y de rechazo del trabajo. Muchos asalariados han

explicado que iban al trabajo con un «nudo en el estómago» y que volvían a casa con esta
ansiedad, temiendo contaminar a las personas con las que vivían, ancianas en ocasiones. A falta

de una estructura sindical que controle el nivel de protección —como ocurre en la mayor parte
del sector— se han multiplicado las formas de absentismo o de rechazo del trabajo. Las tasas de

absentismo han sufrido una explosión, superando el 50% en algunos lugares. En muchas
empresas, esta está en claro contraste con la gestión, que se encuentra en teletrabajo y envía

mensajes de ánimo a los trabajadores mediante correo electrónico.

Frente a los riesgos que corren estos trabajadores, el gobierno invita simplemente a las

empresas a pagar un premio exento de impuestos, dejando este a la discreción del empleador,
según el mismo modelo propuesto en respuesta al movimiento de los Gilets Jaunes. Esta

política de bonificaciones casuales parece ser la única respuesta del gobierno a la precariedad.
Diversos sindicalistas locales han rechazado ya las irrisorias sumas que le han ofrecido a cambio

de un riesgo mortal. En los grupos logísticos farmacéuticos como EHDH, se habla de 100 euros,
en condiciones de presencia continuada. Quien ha debido tomarse un día libre, para ocuparse

de los hijos o para asistir a sus padres no estaría, por lo tanto, afectado. Un acontecimiento
extraño: en Clermont-Ferrant, 80 trabajadores temporales de una plataforma de Auchan,

apoyados por 200 nuevos asalariados, han dejado el trabajo cuando el director del
establecimiento ha anunciado que no habría ninguna bonificación para ellos.

El logro de un nivel de protección satisfactorio implicaría en todo caso una profunda


transformación de la organización del trabajo, que resulta impensable para los empleadores,

también en tiempos de crisis sanitaria. En la mayor parte de los sitios logísticos, sólo el cierre o
una drástica reducción de los volúmenes gestionados puede realmente proteger a los

empleados. Para mantener los niveles de producción, la gestión se aferra a la incertidumbre por
la falta de test. Cuando aparecen los síntomas, los trabajadores se retiran o son enviados a casa

sin informar al resto del personal. Muchos funcionarios sindicales explican que ellos mismos
deben llevar a cabo investigaciones, en un lapso de tiempo que aumenta el peligro, para

identificar los riesgos. Solamente cuando se ejercen presiones la dirección termina por
reaccionar ante el temor de escándalos mediáticos o a ataques legales en caso de situaciones

graves. La propia dirección de Amazon ha sido obligada a reconocer su falta de preparación y


las numerosas «lagunas» en la implementación de las medidas de protección. 11 Los testimonios

11
Como revela la grabación pirata de una encuentro a distancia con los sindicatos, transmitida por
Mediapart el 21/03/2020. El extracto muestra también como los gestores han utilizado inicialmente el
discurso del gobierno para justificar el mantenimiento de la actividad.
de los trabajadores han probado luego la existencia de un verdadero peligro, en particular en el
almacén de Brétigny-Sur-Orge, donde a principios de abril se han verificado cuatro casos

confirmados de COVID-19, entre los cuales se encuentra una persona en coma. En un montaje
de vídeo amateur, podemos ver a los trabajadores amontonados a la entrada del almacén tras

haber tomado el transporte público abarrotado.

El 14 de abril, una decisión del tribunal ha dado la impresión de que la actual tragedia sanitaria

estaba siendo afrontada de forma inadecuada. El Tribunal de Nanterre ha ordenado a Amazon


implementar medidas de protección para estos trabajadores y limitar su actividad sólo a los

productos esenciales. Dos días después, la multinacional ha anunciado el cierre de sus


principales almacenes franceses hasta el 5 de mayo. Si la noticia es sorprendente, recuérdese

ante todo que Amazon está lejos de representar al sector de la logística y que miles de
almacenes permanecen abiertos. Como sucede ya desde hace algunos años, Amazon sirve de

pantalla, un blanco mediático fácil que finalmente exculpa a todos los demás. Amazon ha
reaccionado rápidamente anunciando que sus entregas se mantendrían. El grupo se

encomendará efectivamente a sus almacenes en el exterior —como ya hace en caso de huelga


— y a la red de subabastecimiento tentacular que utiliza también en tiempos normales. 12

Conocida por estar siempre a la vanguardia en la innovación en el campo de la explotación de


los trabajadores, la multinacional está inventando así el dumping sanitario en el hermoso medio

de una pandemia.

Lo que es esencial

La cuestión de qué es esencial y qué no lo es subraya fundamentalmente la asunción de riesgos


diferenciados a los que están expuestas las diferentes categorías de trabajadores. A nivel

nacional, muchos gobiernos afirman constantemente que la producción se limita sólo a las
actividades «esenciales». Pero este límite es eminentemente político. En Italia, donde se han

verificado huelgas espontáneas u organizadas en muchos almacenes del norte para pedir
medidas de seguridad, todo el sector de la logística se incluye en la lista de los sectores

esenciales publicada por el gobierno el 2 de marzo. No importa si se trata de comida o de


zapatos de marca. Del mismo modo, en Francia, los supermercados permanecen abiertos y

12
Al criticar el modelo de Amazon, es importante incluir el hecho de que la multinacional se encomienda a
una enorme rede de subcontratación que implica una multiplicidad de actores: empresas públicas como La
Poste o su filial Chronopost, filiales privatizadas de SCNF como Geodis, grandes grupos logísticos como
TNT, Fedex o XPO, así como un gran número de PMI en el sector de los transportes y de las entregas.
siguen vendiendo electrodomésticos o aparatos de alta tecnología, arrastrando a
contracorriente toda la cadena logística para el suministro de estos productos. Para reducir la

actividad, sin embargo, sería suficiente con desactivar una línea del código en el software de
gestión, el código «no alimentario», por ejemplo, como hacen ya los grandes grupos en

respuesta a las grandes huelgas.

Una vez más, el caso Amazon ha dado vida a toda una dramaturgia de Estado y de justicia

frente a la sociedad recalcitrante. Desde los primeros momentos de contención, Amazon ha


jugado en la ambigüedad prometiendo limitar su actividad sólo a los «bienes de alimentación y

del hogar», una categoría inventada de la nada y expandible a voluntad. Como resultado del
procedimiento iniciado por Sud-Commerce en el Tribunal de Nanterre, el tribunal ha ordenado

a la multinacional limitar la propia actividad a la «preparación y expedición de órdenes de


productos alimentarios, productos higiénicos y productos médicos». Mientras esta decisión ha

sido confirmada tras la apelación, con una sentencia sin precedentes, el Tribunal de Versalles ha,
en todo caso, ampliado la lista de los productos afectados, añadiéndole dispositivos high-tech e

informáticos, considerándolos «indispensables para el teletrabajo». Así los trabajadores deben


trabajar corriendo riesgos, mientras que los dirigentes trabajan bajo protección, una suerte de

serpiente (capitalista) que se muerde la cola.

Estas consideraciones muestran en qué punto las empresas anteponen la producción a la salud

de los empleados y de sus familias. Están en línea con aquellas del gobierno, que ha adoptado
un tono marcial —de protección y unidad nacional— mientras evoca muy rápidamente un

retorno a la «guerra económica» que deberá todavía ser combatida. Los dirigentes de los
principales grupos logísticos no dudan en utilizar este apoyo incondicional, explicando a los

representantes del personal que el Estado los está obligando a continuar la actividad, como
hemos escuchado en Amazon, Geodis o EHDH. El significado de este discurso es claro: no se

puede proteger a todos, es necesario hacer sacrificios por la economía. El hecho de que los
empleados del sector metalúrgico y logístico se hayan movilizado en Italia con el eslogan «no

somos carne de cañón» es ya una indicación de la conciencia de la hipocresía que está detrás de
las peticiones de mantener la producción.

Es, por lo tanto, hacia los modos de producción —y no hacia los modos de consumo— hacia
donde debe dirigirse la reflexión acerca de lo que es esencial y lo que no. Las acusaciones a

consecuencia de peticiones de sex toys o esmalte para uñas, realizadas por los principales
medios de comunicación, son un buen ejemplo de la ambigüedad de este discurso. Tienen una

evidente carga moral, orientada además a la sexualidad, con el pretexto de proteger a las
personas. En realidad, es sólo cuando se establece una relación de fuerza dentro de las
empresas, o desde el exterior pero hacia la empresa, cuando se pueden obtener limitaciones en
la producción y en la circulación. En otras palabras, no poniendo el foco en el comportamiento

de los consumidores, sino en la organización productiva en su conjunto. El caso de Lombardía


nos muestra hasta qué punto son fundamentales estas luchas, porque hoy sabemos que la

región está siendo duramente golpeada debido a la densidad de su tejido industrial y urbano…
y porque las fábricas han cerrado demasiado tarde o siguen funcionando.

Hacia el cuerpo a cuerpo

Si por un lado las cadenas de aprovisionamiento global son designadas por el papel que

desempeñan en la difusión de la pandemia, por otro son señaladas paradójicamente como


salvavidas para la supervivencia en tiempos de confinamiento. Estos salvavidas son a veces

inoperantes, considerando la dificultad que las economías occidentales tienen para obtener
suficientes mascarillas de Asia. Hay pocas posibilidades de que estas «lagunas logísticas» —

identificadas por el propio Macron— se resuelvan tras la crisis, y hay motivos para temer una
próxima fase de concentración-reestructuración del sector, del tipo de la que desde hace

cuarenta años está degradando las modalidades de organización y de trabajo a todos los
niveles de la cadena logística, desde el mozo de almacén al rider.

Ya sea a nivel empresarial, estatal o internacional, es sobre todo la incapacidad de las


instituciones capitalistas para gestionar la crisis sanitaria la que resulta evidente. El mundo de la
gestión y sus avatares gubernativos no tienen, en sus sistemas de pensamiento, instrumentos
adecuados para una situación que exige ante todo la tutela de los cuerpos. En los almacenes, el

virus se suma a la lumbalgia, a los trastornos músculo-esqueléticos y a otras patologías


derivadas del gesto repetido infinitamente. A veces estos se acumulan, como en el caso de los

factores de co-morbilidad —como la insuficiencia cardíaca y pulmonar y la diabetes— que


notoriamente golpean más frecuentemente a las clases populares, precisamente a causa de las

condiciones de trabajo y de vida.

Subráyese el papel saludable desempeñado por los trabajadores que han sabido tomar las

riendas de la situación en estas enormes y dramáticas lagunas. En algunos casos se puede


sostener que han sido los activistas sindicales quienes han asumido la gestión sanitaria de los

almacenes, garantizando la distribución de los dispositivos de protección y monitorizando la


implementación de las medidas sanitarias. Esta afirmación de un poder autónomo en la fábrica

recuerda también a lo observado en los hospitales, con los equipos médicos que sustituyen una
gestión obsoleta. Cuando este poder no puede ser expresado por falta de organización
colectiva, las formas de elusión o de rechazo del trabajo, ya sea mediante la ocupación o

mediante la interrupción del trabajo, son igualmente decisivas y vitales en el ambiente


pandémico.

Contrariamente a las insinuaciones de los medios de comunicación y a los discursos políticos


sobre la «primera línea» —que equiparan a los trabajadores de servicios con los soldados,

víctimas involuntarias de una guerra que han sufrido— muchos trabajadores han ocupado así y
continúan ocupando un puesto central en la resistencia al virus. Han, por lo tanto, confiado en

formas de solidaridad y de apoyo mutuo y en un poder social que prexistía pero que ha sido
reforzado por esta. Mediante sus posiciones en el proceso productivo y reproductivo, en el

centro del flujo de paquetes o de enfermos, han anticipado lo que los propios gobiernos no
querían ver.

En la continuidad del movimiento inacabado contra la reforma de las pensiones, la autodefensa


sanitaria del mundo del trabajo reafirma el rechazo a sacrificar la salud en el altar de la

economía. Sugiere una apertura de posibilidades en las luchas por venir, orientada contra uno
de los principales anclajes del capitalismo, aquel que golpea directamente los cuerpos y lo vivo.

Con la certeza ya comprobada de una capacidad autónoma y de una fuerza popular capaz de
hacerse cargo de lo que no puede ser delegado a la gobernanza neoliberal.

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