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Científico convertido: Diácono,

padre de seis hijos y cristalógrafo


de renombre
 

Serguey Vladimirovich Krivovichev, nacido en 1972 en Leningrado (actual San


Petersburgo), es una autoridad mundial en la ciencia cristalográfrica, ha colaborado en el
descubrimiento de 25 minerales nuevos en yacimientos rusos e incluso tiene un mineral
bautizado con su nombre: ¡la krivovichevita! Especialista en el ámbito de análisis
estructural por rayos X, es autor de más de 400 descifraciones estructurales. También es
diácono casado, cristiano ortodoxo y padre de seis niños. Fe, familia y ciencia se unen y
complementan en su vida. Pero no siempre fue así: «Yo había crecido en una familia de
científicos: papá era profesor, mamá era docente… Y ninguno de los dos era creyente.
Cuando comencé a estudiar el último año de bachillerato, descubrí que muchos de mis
coetáneos discutían sobre la existencia de Dios. Me parecía un tema retrógrado. Estaba
interiormente dispuesto a no ceder ante tal obscurantismo», recuerda Serguey.
El resplandor
¿Qué pasó? «Pasó» la literatura rusa. «¡Me convertí con una sola clase de literatura rusa!
Recuerdo que tomé muy a pecho mi falta de principios. La visión cristiana de la literatura
de mi profesora, Irina Gueorguievna, me mostró el resplandor de la Vida Eterna. Eso fue
dos años antes de mi bautizo».
¿Y sus padres? «Les preocupaba muchísimo mi acercamiento a la Iglesia. Se ponían
nerviosos con mis ayunos, temían que dejaría la ciencia… Dejé de fumar. Y sin embargo,
mis padres no dejaban de preocuparse. Así, a mi madre no le gustaba que pasara días
enteros en casa leyendo, en vez de salir con los amigos. Así que, cuando les presenté a Irina,
los dos exclamaron: “¡Por fin!”
Irina es su esposa y la mente organizadora de la numerosa familia Krivovichev. Se
conocieron en 1993 por casualidad, en la universidad en que ambos estudiaban. Ella ya era
cristiana. Los dos coincidían en tener un gran sentimiento de amor a la patria, en una época
de desencanto en la cual esto no era común.
La carrera del joven investigador fue fulgurante: tesis doctoral con 25 años; tesina de doctor
habilitado a los 29. Fue profesor enseguida en la cátedra de cristalografía de la Universidad
Estatal de San Petersburgo, recibió la medalla de jóvenes científicos de la Sociedad Rusa
Mineralógica, y después la de jóvenes científicos de la Academia de Ciencias de Rusia y la
de la Unión Europea Mineralógica.
«Donde nadie miró antes»
«Estamos descifrando las estructuras cristalinas de los compuestos, el empaquetamiento
interno de los átomos. De hecho, descubrimos una nueva realidad. ¡Estamos echando un
vistazo a donde nadie ha mirado antes! Y una vez visto aquello, ya no te imaginas la vida
sin esta belleza oculta. Este trabajo da una alegría intelectual y espiritual. Como decía el
académico Bogoliubov, no existen físicos que no sean creyentes. El trabajo científico
presupone una intuición espiritual muy fina. En fin, la ciencia no se basa en la racionalidad
sino en la contemplación».
¿Clérigo y científico?
En 2004, siendo ya una celebridad que había vuelto del extranjero para investigar en Rusia,
fue ordenado diácono. «Siempre lo deseé», explica.
«Nosotros decimos que descubrimos una ley. Eso presupone que tal ley ya existe. Eso
significa que existe una totalidad de conocimientos de las leyes de la naturaleza. Entonces,
debe existir algo, o mejor decir, Alguien que contenga la totalidad de la información,
Aquello que está por encima de la información. Sabemos, que sólo una persona espiritual
(como el hombre) puede ser un contenedor activo y creativo de los datos. Lo que significa
que el contenedor de la totalidad de la información, de una sabiduría absoluta, una razón
absoluta, también ha de ser una Persona… Y los chicos –seis hijos– se quedan pensando en
estas preguntas».

Tony Meléndez
Tony Meléndez es un hombre de origen nicaragüense que vive en EEUU. Por culpa de
latalidomida nació sin brazos. Es músico y tocó la guitarra y cantó ante el Papa en el año
1987 en Los Angeles.

Fue un momento inolvidable para él, así como para todo aquel que le vio aquel 15 de
septiembre de 1987. Tony fue seleccionado para cantarle una melodía al Santo Padre. Subió a
la tarima, acompañado con guitarra, la que sólo puede tocar con los dedos de los pies. Tony le
cantó una linda canción a Juan Pablo II titulada Never  Be the Same (Nunca ser igual). Al
terminar, el Santo Padre, emocionado, no pudo contenerse, saltó del escenario y se llegó a
donde estaba Tony para abrazarle. Para Tony, como para nosotros, la vida jamás sería igual.

Tony nació sin brazos debido a los estragos de un medicamento recetado por orden médica a
su madre durante el embarazo. El medicamento Talidomida debía calmar los efectos de
naúsea del primer semestre de embarazo, pero sus efectos dejaron un terrible saldo: miles de
niños nacieron con deformidades, sin brazos, sin pies o faltándole ambos.

Cuando niño, Tony veía a su papá tocar la guitarra y sintió el gran deseo de poderla tocar
también, hasta que un día su papá puso la guitarra en el suelo.

Tony –dijo–, anda a lavar los pies.

Se los lavó y se sentó a tocar la guitarra por primera vez. Nunca dejó que su condición física le
desanimara y, con mucho esfuerzo y práctica, aprendió a tocarla magistralmente con los dedos
de sus pies.

Tony empezó a tocar en misa y en conferencias, hasta que lo vio alguien que trabajaba en la
organización de las actividades para la visita del Papa a Los Ángeles en 1987. Tony fue
seleccionado para cantarle al Papa y a los jóvenes, y allí ocurrió el famoso encuentro.

Desde ese momento no ha descansado, ha viajado a través de los Estados Unidos y a más de
30 países alrededor del mundo, compartiendo su música y su hermoso testimonio

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