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Lost & Found 04 - Losers Weepers - Nicole Williams PDF
Lost & Found 04 - Losers Weepers - Nicole Williams PDF
Julie Kacey
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Heart & Soul
Sobre el Autor
Si no conocemos la oscuridad, no podríamos apreciar plenamente la luz.
Garth Black está más familiarizado con este concepto que la mayoría de la
gente. Él no solo había vivido en la oscuridad durante la mayor parte de su vida,
sino que creció en ella. Con una madre que lo abandonó y un padre cuya
comprensión de cariño comenzaba y terminaba con una botella de whisky, Garth
nunca había esperado estar a la altura de cualquier tipo de circunstancia que no sea
seguir los mismos caminos sin salida.
Eso cambió cuando se enamoró de Josie Gibson. Después de años de
acercarse y luego apartarse el uno al otro, ellos finalmente dejaron de alejarse. El
amor de Josie no se parece a nada que Garth haya experimentado alguna vez. Se
aferra a él. Lo considera sagrado. Él haría cualquier cosa para conservarlo y evitar
que se contamine, incluso si eso significa eliminarse a sí mismo de la imagen.
Garth podría haberse permitido un permiso temporal para disfrutar de la
luz, pero ese pase ha sido revocado, y él ha sido tragado por la oscuridad de
nuevo. ¿Va a volver a sus viejas costumbres de hacerle daño a aquellos que más le
importa? ¿Va a regresar a los mismos patrones destructivos… o va a ser peor esta
vez?
No podemos conocer la luz sin antes haber conocido la oscuridad… y Garth
Black está a punto de familiarizarse con la oscuridad en una forma totalmente
nueva.
Lost and Found, #4
Traducido por Julie & Majo Villa
Corregido por Daliam
No iba a abrir los ojos. De ninguna manera. Si no los abría, entonces podría
seguir fingiendo antes de que todo se fuera a la mierda. Si no abría los ojos, no
tenía que preguntarme por qué no podía sentir mi cuerpo. Las luces brillantes e
insensibilidad del cuerpo… oh Dios mío, ¿qué ocurría?
Mi último recuerdo comenzó a repetirse. Escuchar la chicharra mientras que
continuaba en la espalda de Vudú. El regocijo invadía mis venas. Encontrando a
Josie en la multitud y compartiendo una mirada fugaz justo antes de que yo fuera
lanzado al aire… justo antes de que mi cabeza se estrellase en el mismo suelo por el
que había pasado mis dedos minutos antes. Sentí que mi cara se arrugaba cuando
recordé el impacto. Se arrugó aún más cuando recordé el golpe. Me pregunté si la
razón por la que no podía sentir mi cuerpo era debido…
—Mierda —murmuré, con una voz que sonaba harapienta y mal. Escuché
algo más… pasos cada vez más cerca.
—¿Ves? Te dije que iba a estar bien, Josie. Es su propio encanto habitual.
Si Rowen Sterling-Walker se encontraba allí, entonces estaba seguro que este
no era el cielo ni cualquier lugar cerca. Me obligué a abrir los ojos, pero al instante
los cerré de nuevo, gracias a la espantosa luz brillante. No era ese tipo de luz, sino
que una luz fluorescente de los paneles del techo. Aparte de la escuela y la cárcel,
solo otro lugar me era familiar usando esa clase de luz institucional.
Me encontraba en el hospital.
—¿Qué demonios está pasando? —le pregunté.
—Yo también me alegro de verte, melocotón. Es lindo ver a esta nueva
persona en que te has convertido que tiene a Josie tan efusiva desde el año pasado.
—Seguía hablando Rowen, aunque sabía que Josie estaba cerca.
Podía sentir su presencia… junto con escuchar sus lloriqueos… lo que
significaba que estaba o había estado llorando… lo que significaba… —Mierda. —
Mi garganta se sintió tan seca que un túnel hecho de papel de lija habría sido un
reemplazo bienvenido—. ¿Qué pasó?
Mis ojos seguían cerrados por la luz abrumadora, pero yo quería abrirlos.
Necesitaba ver dónde me encontraba, quien me acompañaba, y evaluar lo que
sucedía en base a sus expresiones. Necesitaba saber a lo que me enfrentaba antes
de que pudiera hallar la manera de resolverlo.
—Ya está. ¿Es mejor así? —La voz de Jesse llenó la habitación mientras las
luces se atenuaron lo suficiente para que yo abriera los ojos de nuevo.
Después de varios parpadeos, pude mantenerlos abiertos, y unos parpadeos
más después de eso, podía distinguir los objetos y las personas a mi alrededor. Lo
primero que noté fue la televisión colgando en una esquina justo debajo del techo.
Estaba apagada. Debajo de eso, había una silla de aspecto industrial con un par de
bolsas de lona. Al lado de la silla, una ventana larga. Por los rastros de luz que
venían de afuera, era o el amanecer o el atardecer; no lograba distinguirlo. En el
estante debajo de la ventana había un par de docenas de arreglos de flores con esas
tarjetitas que sobresalen de ellos. Ver tantos, me causó otra maldición entre dientes.
Sabía que no tenía muchos amigos “auténticos” que se tomarían el tiempo y el
dinero para enviarme flores a menos que algo anduviera muy mal.
—Bueno, tu capacidad de ser vulgar seguro que no está rota.
Mi mirada se deslizó hasta la otra esquina, donde estaba la ventana, para
encontrar a Rowen acomodada en una silla, con aspecto cansado. Por la expresión
plasmada en su rostro, trataba de hacer que esto parezca como un día cualquiera,
pero pude ver en sus ojos que se sentía preocupada. Triste. O alguna combinación
de los dos.
—¿Dónde está Joze? —le pregunté antes de tragar. Mi garganta me estaba
matando.
La frente de Rowen se arrugó, y su mirada se desvió a mi lado. —Justo a tu
lado.
Haciendo diez veces la cantidad de esfuerzo que la debida, me las arreglé
para girar la cabeza hacia el otro lado de mi almohada. Josie se encontraba allí, y
donde Rowen trataba de ocultar su preocupación, ella tomó la otra dirección. Tenía
los ojos inyectados en sangre, los bordes rojos e hinchados. Las lágrimas frescas o
viejas todavía manchaban sus mejillas, y una de las esquinas de su boca había sido
mordida hasta casi dejarla en carne viva. Su cabello era un desastre, una mitad aún
en su trenza, y la otra desparramado, y su ropa parecía tan arrugada que ella
podría haberla estado usando durante semanas.
Ella era la vista más hermosa y bienvenida.
—¿Qué pasó? —le pregunté cuando Jesse apareció a la vista, a los pies de la
cama. Su expresión caía justo entre las dos chicas, aunque cuando le eché un
vistazo más de cerca a sus ojos enrojecidos y me di cuenta de su incapacidad para
mirarme a los ojos, supe que estaba más en línea con Josie.
Josie olfateó y trató de enderezar los hombros antes de contestar. Cayeron
unos momentos después. —Fuiste lanzado del toro. —Miró a Jesse y Rowen como
si estuviera buscando orientación.
Jesse se volvió hacia la pared, rodeando su cabeza con los brazos. Rowen se
deslizó de la silla y se acercó a su marido. Ella le pasó un brazo por la espalda y le
susurró algo que no pude oír.
Después de unos pocos más momentos de verlos, Josie se aclaró la garganta.
—¿Recuerdas dónde estabas anoche? ¿Lo que hacías? ¿Te acuerdas de algo? —Su
voz se hizo más pequeña con cada pregunta—. Los médicos dijeron que quizá
no…
Me ponía cada vez más impaciente, esperando la explicación de por qué me
encontraba en una cama de hospital con las tres personas que más me importaban,
luciendo como si estuvieran asistiendo a mi funeral en lugar de esperar mi
recuperación. Sea lo que sea que había sucedido, la gente en la habitación parecía
verlo como algo a la par de estar en mi funeral. —Joze, recuerdo la noche de la
competencia. Me acuerdo de todo hasta ser lanzado por ese toro pedazo de mierda
cuya piel voy a convertir en una pieza de arte tan pronto como me vaya de aquí. —
Ni mis intentos de humor lograron aligerar el estado de ánimo de Josie—. Es solo
que no recuerdo nada después de eso. ¿Me puedes poner al día? ¿Antes de que
llegue a la peor conclusión posible de por qué la mujer que amo y dos de mis
mejores amigos me miran como si mi vida hubiese terminado?
Apenas terminé mi frase antes de que Josie empezara a llorar. Una vez más.
En realidad, era más como sollozos. Sollozos violentos, temblorosos y ruidosos que
sonaban como si estuvieran ahogándola. Rowen se movió de Jesse a Josie, le echó
los brazos alrededor, y frotó círculos en su espalda, intentando calmarla. Rowen no
era de dar abrazos. Que llegara al punto de dar abrazos significaba que los dos más
sensible del grupo estaban en mal estado.
—Oye, está bien, Joze. Está bien. —Quería arrastrarme fuera de la cama y
consolarla tal como lo hacía Rowen, pero mi cuerpo no parecía capaz de mucho,
por no hablar de salir de la cama y sostenerme yo mismo—. Toma mi mano, bebé.
Todo irá bien. Toma mi mano.
Los sollozos de Josie se calmaron lo suficiente como para que su espalda ya
no temblara más, pero cuando me miró con esa expresión ansiosa, casi deseé que
estuviera sollozando otra vez. Esto —los ojos grandes que no parecían parpadear—
era mucho peor. Al mismo tiempo, su mirada junto con la de Rowen, cayeron a un
sitio en mi cama. Josie tragó, acercándose más.
—Ya estoy sosteniendo tu mano —susurró, mirando al mismo sitio mientras
las lágrimas llenaban sus ojos de nuevo—. Estoy sosteniéndola.
Mis ojos cayeron al lugar en el que se centró. Efectivamente, la mano de
Josie estaba envuelta alrededor de la mía, sus dedos entrelazados entre cada uno
de los míos. Noté que su mano apretaba más. No era la forma en que mis dedos
parecían flojos unidos con los suyos lo que me desestabilizó tanto que empecé a
sudar, sino que no me era posible sentir su apretón. De hecho, ni siquiera podía
sentir su mano. No podía sentir el calor de la misma ni la suavidad de su palma, y
tampoco podía sentir el frío metal del anillo de plata que llevaba en el pulgar
derecho. No podía… sentir.
—¿Qué diablos me pasa? —Me las arreglé para decir, no muy seguro de
querer saberlo.
La respuesta de Josie fue otra ronda de sollozos. La de Jesse fue girarse de
nuevo hacia la pared, deslizando su sombrero de la cabeza, y colocándolo en la
silla. Fue Rowen —por supuesto— la que se acercó, me miró directamente a los
ojos, e inhaló. Si yo hubiese sido cualquier otra persona, probablemente habría
levantado la mano para interrumpirla. Mierda, eso era si, de hecho, podría haber
levantado mi mano, lo que no era posible. Ni siquiera podía sentir la mano de mi
novia en ella.
Si yo no estuviera hecho de momentos difíciles, le habría dicho a Rowen que
no dijera nada. Le habría suplicado que no dijera lo que ya sabía que iba a decir.
Habría preferido permanecer ignorante antes de que me digan lo que ya sabía que
nadie en la habitación lograba reunir las agallas para decirme.
Pasando un brazo alrededor de Josie y acercándola, Rowen no parpadeó
mientras sostenía mi mirada. —Cuando fuiste arrojado del toro, aterrizaste de
cabeza. Muy fuerte. —Cuando los sollozos de Josie aumentaron su ritmo, Rowen le
palmeó la espalda, casi como si estuviera consolando a un niño—. Tan fuerte que
quedaste inconsciente. Los paramédicos te trajeron aquí, a Casper Mercy, y has
estado inconsciente durante más de veinticuatro horas. —Intentó una media
sonrisa—. Tanto tiempo que estábamos a punto de decirles que tiren del enchufe.
Alcé mis cejas, para nada divertido. —Vaya, gracias. Me alegra que ustedes
estuvieran dispuestos a quedarse conmigo mediante un largo recorrido. Es bueno
saber que tengo amigos que me cubren la espalda en lugar de querer romperla
cuando estoy caído.
Toda la cara de Josie se congeló, luego se arrugó antes de que los lagrimones
inundaran todo de nuevo.
—Bonita analogía —murmuró Rowen, acariciando la espalda de Josie con
más fuerza para que coincida con sus sollozos—. Idiota —agregó cuando mi novia
comenzó a temblar.
—Oye, ¿yo soy el que está acostando en una cama de hospital tratando de
averiguar lo que pasó, y soy el idiota? —Intenté lanzar las manos en el aire, pero
quedé pegado a la cama. Fue entonces cuando todo cobró sentido. Como si todos
los caminos se hubiesen unido—. Mi espalda. —Me concentré en Rowen porque no
podía seguir mirando a Josie en su estado actual y sentirme completamente
impotente—. Está rota, ¿no es así?
Tomó una respiración mucho antes de responder—: No están seguros. —
Desvió los ojos el tiempo suficiente para que el pánico se asiente en mi estómago.
Si ni la fortaleza de hierro de Rowen Sterling-Walker podía mirarme a los
ojos, tenía que ser malo. Yo había sido testigo de su apenas parpadeo cuando tuve
que sacar de su miseria a un becerro la primavera pasada, cuando ella y Jesse
habían estado en la ciudad de visita. Un bebé ternero estuvo llorando de dolor en
un momento y muerto al siguiente, y la chica ni siquiera se había estremecido. Que
ella retrocediera y evitara el contacto visual conmigo ahora era uno de los signos
menos bienvenido que presencié.
—Querían hacer radiografías cuando llegaste, pero el médico tenía miedo
de moverte demasiado. Él dijo que lo intentaría si despertabas. —Se contuvo y dio
un solo movimiento de cabeza—. Cuando despertaras.
—Rowen… —Tragué saliva; mi garganta ya no se sentía seca. Se sentía
como si hubiera sido rellenada con cemento húmedo, y no podía tragar—. Dímelo.
Por favor.
Jesse seguía mirando a la pared, pero ahora tenía la frente apoyada en ella.
Josie había dejado de sollozar, y parecía como si estuviera congelada en alguna
cáscara de estado de shock. Rowen y yo fuimos los únicos en la habitación que
todavía poseíamos nuestro buen juicio, a pesar de que se hallaban a la vez un poco
deshechos. No estaba seguro de si el suyo o el mío se habría agotado primero.
—¿Estoy paralizado?
Dios bendiga a esa chica por no parpadear ni apartar la mirada ni tomar una
respiración pesada. Dios bendiga a Josie por darme un resoplido final, rodando sus
hombros hacia atrás, y poniéndose en cuclillas junto a la cama de modo que su cara
se hallaba al nivel de la mía. Tuve que revisar porque no podía sentirla, pero su
mano seguía bien sujeta a la mía. Dios bendiga a Jess por apartarse de su pared
favorita, girarse frente a mí, apoyar las manos en torno a la banda del pie de mi
cama, y mirarme fijo. Sabía que la gran ciudad todavía no lo había cambiado.
—No lo saben, cariño —susurró Josie, con su voz ronca como la mía—. El
doctor dijo que no se podía saber con certeza hasta que hicieran los rayos X.
Asentí y traté de sonreír. Sabía que ella lo necesitaba. Me di cuenta de que se
encontraba desesperada por ser consolada y escuchar que todo estaría bien. Esa
sonrisa tomó más esfuerzo de lo debido. —¿El doctor dijo algo en caso de que me
despertara sin sentir…? —Moví la cabeza; se sentía rígida y tierna, pero podía
moverla. Cuando traté de mover el brazo, la pierna, o incluso los dedos de mis
pies, no pasó nada—. ¿Si me despertaba sin sentir nada de mi cuello hacia abajo?
—Llené mis pulmones, en busca de algo de valor a lo que pudiera aferrarme en
tanto hablaba con mi novia sobre la posibilidad de estar paralizado del cuello para
abajo—. ¿Qué podría significar si me despertaba sin poder mover nada?
Josie miró a Rowen, arrugando la frente, como si no estuviera segura de
cómo responder.
Rowen dejó caer su mano sobre el hombro de Josie y se acercó más. —El
doctor dijo que no sabríamos nada con seguridad hasta que tuviera los rayos X.
Esa es la única manera de saber a ciencia cierta si te rompiste… algo.
—¿Te refieres a si me rompí la espalda?
Después de un momento, asintió. —Esa es una posibilidad, pero también
dijo que podrías haber sufrido algún trauma a la columna vertebral que puede
tomar algo de tiempo y terapia para sanar…
—Corta con la dulzura, Sterling-Walker. Dímelo de frente. Como siempre
haces. Puedo soportarlo. —Cuando mis ojos se cerraron, me forcé a reabrirlos. No
me escondería de esto. Lo agarraría por los cuernos y lucharía hasta que fuera
forzado a la sumisión—. ¿Qué más dijo el médico que eres demasiado cobarde para
decirme?
Ese comentario consiguió la reacción que esperaba. La piel entre las cejas de
Rowen se arrugó cuando me miró fijamente por unos dos segundos… entonces esa
mirada furiosa se transformó en algo que se parecía demasiado a la lástima. Ese
agujero en mi estómago se expandió.
—El doctor dijo que si te despertabas sin poder mover nada… ni sentir
nada… podría muy bien significar que se ha roto tu columna vertebral. —El pecho
de Rowen subía y bajaba más rápido de lo normal, y la cabeza de Josie cayó a la
cama. En realidad, cayó de manera que su frente descansaba en nuestras manos
entrelazadas, pero la única manera de saberlo fue por la vista, no por el tacto—.
Pero también dijo que si tu médula espinal sufrió un trauma bastante grave, podría
tomar unos días o incluso semanas para que la hinchazón baje lo suficiente como
para que te muevas de nuevo. Solo porque no puedes mover nada ahora no
significa que nunca lo harás de nuevo.
No me di cuenta de lo rápida que se volvió mi respiración hasta que empecé
a sentirme mareado. Me obligué a respirar más lentamente, pero solo funcionó un
poco. Al ser montador de toros, sabía más que cualquier persona sobre las lesiones
de la médula y lo que significaban. Había visto a bastantes personas abandonar el
campo en una camilla solo para pasar el resto de su vida en una silla de ruedas
eléctrica. En nuestro mundo, las lesiones de médula, junto con casi cualquier otro
tipo de lesión, no eran solo un riesgo del trabajo, sino una probabilidad. Sin
embargo, hasta que me desperté hace cinco minutos, estuve bajo la impresión de
que nunca me iba a pasar. Creí que era demasiado duro como para lesionarme así,
pero supongo que la verdad había ido más en el hecho de que fui simplemente un
tonto y dejé que mi ego infle demasiado mi confianza.
—Porcentajes —espeté, rechinando los dientes—. Sé que él se los dio, así
que vamos a ver. ¿Cuál era la probabilidad, el porcentaje, de que vuelva a caminar
si me despertaba sin sentir nada desde mi cuello hacia abajo?
—Un diez por ciento —dijo Josie en la voz más pequeña que nunca la oí
usar. Alzó la cabeza y me miró a los ojos—. Me dijo que tendrías la oportunidad de
caminar de un diez por ciento si te despertabas —su mirada se deslizó por mi
cuerpo, y sus párpados bajaron— así.
Mi respiración se me escapó de nuevo. —¿Lo dijo sin los rayos X?
Josie asintió, limpiando una solitaria lágrima por su mejilla. —Él dijo que no
sabríamos a ciencia cierta si te habías roto la espalda hasta que te despertaras e
hicieran una placa de rayos X, pero dada la forma en que golpeaste el suelo y lo
fuerte… dijo que era probable.
—Pero no sabrán nada hasta…
—Gracias, Jess, pero creo que he oído suficiente. —Traté de levantar mi
mano de nuevo, pero se mantuvo congelada a mi lado—. Si no les importa, estoy
cansado. ¿Podrían darme un poco de espacio? Voy a necesitar mi energía para
hacer frente a lo que tenga que pasar, supongo. Saben, se necesita una tonelada de
energía y resistencia para curvarse en una silla de ruedas las veinticuatro horas del
día. Mejor guardo mis reservas ahora ya que voy a pasar el resto de mi vida como
un lisiado. —Oí la urgencia deslizándose de nuevo en mi voz. Sentí el instinto de
alejar a la gente y hacerles daño antes de que pudieran herirme a mí. Sabía que
esos eran los vicios que no debería dejar entrar de nuevo en mi vida, pero yo no era
capaz de detenerlos. La realidad que había estado enfrentado me probaba que no
podía manejarlo como el nuevo, menos hosco y hastiado Garth Black. La única
manera de hacer frente a esto era como la versión más oscura de mí mismo que me
encontraba seguro que había dejado atrás para siempre.
Rowen se cruzó de brazos y se inclinó sobre mí así no tenía más opción que
mirarla. —Solo porque puedes haberte roto la columna no te da el derecho de
tratarnos a todos como si fuéramos una mierda, Black.
—Gracias por tu comprensión. ¿Ahora podrían irse y dejarme con mi futuro
brillante?
Sus ojos se estrecharon al tiempo que se acercaba más. —¿Quieres alejar a
alguien? Bien, aléjame a mí. ¿Quieres ser un hijo de puta con alguien? Aquí estoy.
—Dio golpecitos en su pecho, haciendo agujeros en mis ojos con los suyos—.
¿Quieres desquitar tu frustración, ira y culpa con alguien? Dámelo. Pero no se te
ocurra, ni por un momento, ni por una fracción de segundo, alejarla a ella. —No
necesitaba ver la dirección que señalaba Rowen—. Porque si lo intentas, que Dios
me ayude, voy a terminar el trabajo de romperte la espalda si ya no lo hiciste.
Bufé, apartando la mirada de Rowen. De Josie. Apartando la mirada de la
vida que tuve porque nunca volvería a ser lo mismo. —Y yo que pensaba que el
matrimonio domaba a una mujer, no que la hacía más agresiva.
Josie lloraba otra vez, pero en vez de sollozos ruidosos, lloraba en silencio
para sí misma. Eso era muchísimo peor.
—Black, es mi esposa con la que estás hablando. Ten cuidado. —El agarre
de Jesse se apretó alrededor de los pies de mi cama mientras me levantaba una
ceja, desafiándome.
—¿Qué, Jess? ¿Me vas a patear el culo si continúo? Podrías ser capaz de
superarme ahora que estoy paralizado. Adelante. ¿Qué esperas?
Su frente se arrugó como si acabara de apuñalarlo en el estómago dos veces.
Mirando alrededor de la habitación, vi que lastimé o molesté con éxito a todos los
que más me importaban en el mundo entero. Me sentía como una mierda por
dentro y por fuera.
—Si quieres ver agresividad, sigue ese ritmo, imbécil. —Rowen levantó la
ceja con desafío hasta un punto imposible antes de agarrar los hombros de Josie—.
Sin embargo, creo que tienes razón en algo. Necesitas un poco de privacidad para
poner en orden tu mierda de nuevo.
Rowen tuvo que ayudar a Josie a pararse, pero ella no soltó mi mano. A
pesar de que una parte de mí quería que se fuera, otra parte esperaba que nunca lo
hiciera.
—Está bien, Joze. Ve a comer algo. —Tragué, inseguro de cómo se suponía
que la mirara; no podía ser su marido y proveerla cuando ni siquiera podía orinar
sin ayuda—. Y también tienes que descansar. Sabes dónde encontrarme. No me
voy a ir a ninguna parte exactamente.
Jesse caminó hacia Rowen, le tomó la mano y la llevó fuera de la habitación.
Acercarse a ella y sacarla de la habitación fue natural, sin esfuerzo. Era algo que
tomé por sentado con Joze y algo que nunca haría de nuevo si los porcentajes no se
equivocaban. Rowen me lanzó una última mirada de advertencia antes de
desaparecer en el pasillo. Fingí no verla, pero no necesitaba sus miradas o
amenazas para saber que Rowen Sterling-Walker no dudaría en patearme el culo si
lastimaba a Joze como sabía que era capaz de hacerlo. A diferencia de su marido,
no permitiría que ninguna discapacidad, como mi imposibilidad de moverme, la
detuviera o incluso moderara sus golpes.
Cuando me atreví a mirar a Josie, vi una mirada de conflicto en su cara.
Sabía que quería quedarse. Sabía que se metería en la cama conmigo y no se iría si
se lo pedía. Ella no era el tipo de chica que huía cuando la vida se hacía difícil o,
específicamente, cuando el cuerpo de su novio dejaba de funcionar. Pero no le
desearía ese tipo de vida ni a mi peor enemigo. ¿Cómo podría dejar que la persona
que más amaba en el mundo viviera la vida de un cuidador cuyos días y noches
estarían cargados de responsabilidad y obligación?
Podría no saber con absoluta certeza si volvería a caminar alguna vez, pero
no necesitaba rayos X o un médico para confirmar mi pronóstico. Me permití creer
que mi vida no tenía por qué terminar como empezó, pero debí entenderlo antes.
A veces el destino le da a una persona una absolución temporal, pero nunca les da
un pase completo. Fui un tonto por creer lo contrario.
—Vamos, Joze. De verdad. Estaré bien. Ve a cuidar de ti, ¿de acuerdo? —
Asentí hacia la puerta, donde pude divisar a Jesse y Rowen esperándola. Incluso
ellos lo sabían… ella no podía quedarse conmigo—. Hablaremos más tarde. Lo
prometo.
Estudió mi rostro por un momento, una sonrisa deslizándose en su rostro.
Levantando mi mano, la besó. No sentí absolutamente nada. Ni la sensación de sus
labios ni el calor o la suavidad. Junto al resto de mi cuerpo, mi corazón también se
rompió en ese momento.
—Te amo, Black —susurró antes de bajar mi mano de regreso a mi costado.
Metió la manta alrededor de mi brazo, me dio una última sonrisa, luego retrocedió
hacia la puerta—. Volveré por la mañana, y vamos a resolver todo esto juntos, ¿de
acuerdo? Todo va a estar bien. Lo sé. Estaremos bien. —Esperó a que yo asintiera,
pero no pude. Un minuto más tarde, se fue con la cabeza gacha y la sonrisa fuera
de su rostro.
—También te amo, Joze —susurré en el cuarto oscuro poco después de que
se hubiera ido.
Traducido por Daniela Agrafojo & Julie
Corregido por Beatrix
Ayer me empeñé en saltarme la cita con el doctor que Josie hizo para mí.
¿Cómo terminé hoy en la camioneta del servicio médico, pegado a una de sus sillas
de ruedas prestadas, que era idéntica a la que devolví? Estaba más allá de mí, pero
suponía que tenía algo que ver con lo que Rowen me dijo. O más exactamente, con
lo que me hizo entender.
No me sentía convencido de lo que me decía ni prefería la forma en que veía
el amor a diferencia de la mía, pero me dio suficiente para pensar durante la noche
y mañana. Por lo que, cuando Josie se asomó temprano, preguntándome si todavía
quería cancelar la cita, le dije que iría, haciendo mi mejor esfuerzo para mantener
las dudas y el escepticismo para mí mismo. Si ella quería creer que existía una
oportunidad para que me recuperara, no se la quitaría. Daría mi bola izquierda
inútil para seguir sintiendo un poco de esperanza.
Se puso tan feliz porque acepté ir, que corrió y se lanzó sobre mi regazo, y
me besó tan intensamente que casi olvidé que no podía sentir nada del cuello para
abajo, porque todo al norte de esa zona se sentía impresionante. Solo cuando iba a
rodearle la espalda con el brazo para acercarla más, recordé bruscamente mi
situación. Si se puede considerar una “situación” a ser cuadripléjico.
Ese beso fue un escape, un barco capaz de transportarme a otro mundo, y
esa comprensión me llevó a preguntarme si simplemente podía pasar el resto de
mi vida besando a Joze. En ese caso, ser paralitico no sería algo tan difícil de
enfrentar. Si lograra sentir sus labios moldeándose alrededor de los míos, su suave
respiración calentándome el cuello. Si tan solo pudiera congelar ese instante de
perfección para los próximos, pero muchos más, años que quedaban, lo lograría.
Podría vivir como un hombre paralizado y dejar este mundo con una sonrisa en el
rostro. Si tan solo pudiera mantener a Josie así de cerca… si tan solo…
Tuve tantos “sin tan solo” en el pasado, que les permitía succionar la vida
de mi presente. Pero los “si tan solo” no nada más se aplicaban al pasado de una
persona, incluso podían dirigir el futuro. Si tan solo hubiera entrado en una
universidad de primera. Si tan solo hubiera conseguido ese ascenso. Si tan solo
hubiera logrado que esa chica se enamorara de mí. Si tan solo hubiera alcanzado,
ganado, o conseguido esto y aquello, mi vida sería perfecta. Pero era una mentira.
Una mentira envuelta en el barniz de lo que aparentaba ser verdad. Si tan solo
hubiera salvado el mundo diez veces, ganado fama, gloria, dinero, y a la chica; y
tuviera costillas todos los días para desayunar, almorzar y cenar, mi vida no sería
perfecta. Si tan solo pudiera besar a Josie por el resto de mi vida, mi vida no sería
perfecta. Debido a que la suya no lo sería.
Podría haber sido, y en cierta medida todavía lo era, un hijo de puta egoísta
y decidido, pero ni yo no lograba sentirme bien con permitir que mi búsqueda de
la vida terminara con la suya. Josie no podía pasar el resto de su vida besándome.
Tenía mucho más que dar, experimentar y ver. Tenía muchos más mundos que
iluminar como iluminó el mío. Tenía mucha más gente que hacer reír, sonreír y en
quien dejar su huella. Tenía toda una vida por vivir, y solo porque mi vida se
redujo a que todo lo que quería era besarla por los próximos cincuenta años, no
significaba que ella lo quisiera. O lo mereciera.
Mi vida se tornó pequeña. Microscópicamente pequeña. La suya seguía
inmensa, casi infinita. No permitiría que redujera su mundo con el fin de quedarse
en el mío. No lo haría. Habría sido lo más cruel y despreciable que hubiera hecho,
e hice un montón de cosas que encajaban en esas categorías.
Eso no quería decir que me encontrara determinado a continuar alejándola
lo más rápido posible; el mini sermón de Rowen seguía asentado con fuerza en mi
cabeza, y aún no era capaz de quitármelo del todo, pero tampoco significaba que la
dejaría pasar todo el día cuidándome. Si existiera una manera de permanecer en la
vida del otro, mientras ella viviera la suya al máximo como sabía que podía y
merecía, entonces consideraría, solo consideraría, quitar de mi agenda el alejarla.
Pero me daba cuenta que era más una esperanza infundada que una realidad
fundada.
Josie sabía que tenía algo en mente, y al momento en que nos detuvimos
frente al edificio del médico contiguo al hospital, ya me había preguntado tres
veces qué pensaba. No le comenté lo que en realidad pasaba por mi mente, pero
respondí con una verdad parcial sobre estar pensando en el futuro. Por la forma en
que apartó la mirada después de que le respondí de la misma manera por tercera
vez, sabía que notaba que escondía algo. Tenía razón, por supuesto, pero no podía
decirle que contemplaba el mejor futuro posible para ella y si eso me involucraba
una fracción.
El tipo que conducía la camioneta médica dio la vuelta para abrir las
grandes puertas traseras. No sé cuánto costó este viajecito, probablemente no tanto
como las quince horas de viaje en la ambulancia, pero no podía seguir acumulando
esta clase de cuentas. Sentía venir las facturas del hospital, y por lo que conocía de
las pruebas que me hicieron, junto a las quejas de la gente sobre los costos
astronómicos de las estancias y procedimientos de los hospitales, sabía que
necesitaría un poco de buen whisky para abrir el sobre. Lástima que dejé de beber
cosas fuertes desde hace meses. Probablemente nunca necesité un trago más que
ahora, así que, por supuesto, este era el punto de mi vida en que se me desarrolló
la conciencia.
—¿Tuviste un buen viaje? —preguntó el conductor, a quien la etiqueta con
su nombre lo identificaba como Lou. Le dio una mano a Josie para ayudarla a bajar
de la camioneta.
Traté de no mirar su mano alrededor de la de ella. Pero era un gesto por el
que habría vendido mi alma para poder hacerlo, y no logré evitar quedarme
viendo. Creo que se volvió más un ceño fruncido.
—Fue fantástico —respondí mientras se ocupaba de algunos indicadores y
botones para bajar la plataforma donde me hallaba—. Pero ya que no vi una tarjeta
de comentarios allá atrás, y no es que pudiera llenarlas en mi estado actual, así
que, aquí van algunas sugerencias: Consigue un desodorante para el ambiente
porque huele a que un centenar de personas se cagaron en la parte trasera de esta
cosa el mes pasado, nada menos. Ajusta lo que sea que se sacuda en la parte de
delante de la camioneta antes de que te tengas que responsabilizar de convertir a
una persona discapacitada físicamente también en un discapacitado mental. Y, por
favor, esta es la parte más importante…
Levanté la mirada a las calcomanías pegadas en el interior de la camioneta a
medida que la rampa me bajaba al suelo.
—Deshazte del montón de afirmaciones positivas que pegaste en cada
rincón de pared vacía allí dentro. “¿Confía en que puedes, y estarás a mitad del
camino?”, “¿cada día es una segunda oportunidad?”, ¿no tengas miedo al fracaso,
ten miedo a no intentar?”. —Una risa aguda salió de mis labios y negué con la
cabeza—. Sí te das cuenta del negocio en el que estás, transportando personas
discapacitadas que no pueden moverse solas, conceptos como que todos los días
son una segunda oportunidad y que solo des tu mejor esfuerzo, no son soluciones
realistas o incluso viables para nuestros problemas, ¿verdad? Que solo me imagine
feliz, inhalando amor y exhalando odio no me hará una persona completa.
Entonces, ¿por qué no te deshaces de esas malditas cosas y salvas al resto de tus
transportados de recordar lo pequeñas que son sus vidas y cómo han perdido la
mayor parte, sino es todo, el control de estas?
No pretendía acabar el discurso gritando y con el rostro rojo. Ni siquiera
tenía intención de explotar de tal forma, pero por el aspecto de las expresiones de
Lou y Joze, bien podría haber derramado mis órganos internos en el pavimento. La
sonrisa de Lou cayó a medida que se concentraba en bajar toda la plataforma al
suelo, y los ojos de Josie pasaron de estrecharse a lucir como si se hallara cerca de
derramar lágrimas. Me arrepentí de decir lo que dije. Pensarlo era una cosa, pero
arrojar toda mi ira y frustración cuando la gente se encontraba cerca, en especial la
persona que más me importaba, no era aceptable. Incluso si decidí que tenía que
alejarla.
—Lo siento —dije con un suspiro—. Solo ignoren al amargado y delirante
loco en la silla de ruedas. El mundo lo jodió, por lo que intenta joderlos a todos.
Voy a tratar de no desquitarme con las personas inocentes.
Cuando miré a Josie, claramente evitaba hacer contacto visual conmigo. Lou
parecía actuar de la misma forma. Ella se subió al bordillo y esperó que él moviera
la silla de ruedas desde la plataforma a la acera.
—Nada más llámame cuando la cita termine, y los recogeré aquí —le dijo a
Josie con voz formal.
Ella asintió, dándole una pequeña sonrisa mientras se detenía a mi lado una
vez que Lou me subió a la acera.
—¿Quieres que te vuelva a mostrar cómo funciona esto? —le preguntó.
—No, estoy bastante segura de que lo entendí —dijo—. Si necesito ayuda,
puedo interpretar muy convincentemente a una damisela en apuros.
Eso le sacó una risa a Lou y a mí me puso los pelos de punta. No me gustaba
la idea de que alguien aparte de mí corriera para salvar el día, el momento o lo que
se necesitaba en la vida de Josie. No me gustó escanear a las personas que entraban
y salían del hospital, y preguntarme cuál o cuáles correrían para ayudar a una
chica como Joze.
—Entonces, nos vemos más tarde —dijo Lou. Cerró la parte trasera de su
camioneta antes de meterse detrás del volante.
A mi espalda, escuché la exhalación de Josie. Fue un sonido leve, y podría
haberme imaginado la emoción en él, pero casi sonaba como si estuviera de pie en
la base de una montaña, levantando la mirada después de que le dijeron que tenía
una hora para subirla. Era el tipo de exhalación que da una persona cuando le
daban un reto imposible.
—Oye, ¿Joze? —Traté de mirarla por encima del hombro, pero la silla lo
dificultó—. Siento todo eso. En serio soy…
—Mierda —dijo en voz baja.
—Sí, sé que he estado actuando como un pedazo de mierda —dije—. Eso es
un eufemismo, pero…
—Tú no. —Su voz sonaba histérica—. Más como “Mierda, dejé mi bolso en
la camioneta que se aleja”. —Voló por el lado de mi silla de ruedas, levantando su
brazo para intentar detenerla.
—Joze, ¡espera! —Sabía que no le pasaría nada a su bolso durante un par de
horas, y la ventaja de dejarlo en la parte trasera de la camioneta era que cuando lo
encontrara, sería el bolso más informativo y profundo de la existencia, rebosante
de afirmaciones positivas y esas cosas.
Sin embargo, no me oyó. Tenía una idea fija en la mente. Estaba a punto de
bajarse a la calle cuando vi algo por el rabillo del ojo: una gran camioneta con
llantas enormes y demasiado ruidosa. ¿Cómo Josie era ajena a su tamaño y sonido?
No lo lograba comprender, pero supuse que lo que tenía en el bolso era más
importante.
—¡Josie, para! —grité mientras ella daba un paso dentro de la calle, con la
camioneta acercándose a toda velocidad.
Seguía sin oír nada, ni mi voz ni el rugido del motor aumentando al
acercarse. La calle que llevaba al hospital era circular y desnivelada, por lo que,
aunque podía ver a la camioneta aproximándose, el que conducía todavía no nos
podía vislumbrar. Incluso si hubiera logrado hacerlo, no habría podido, debido a
que el conductor agitaba un brazo mientras miraba frenéticamente los edificios en
lugar del camino. A su lado, una mujer joven respiraba con dificultad y parecía
agarrarse el estómago.
Mierda.
El conductor no vio a Josie. Ella no vio la camioneta. Una catástrofe se
hallaba a corta distancia, y aparte de levantar la voz, no tenía forma de detenerla.
—¡Josie! —grité; mi voz era más una súplica que una advertencia.
Justo cuando se encontraba a punto de dar otro paso dentro de la carretera,
alguien le atrapó la mano y la tiró de nuevo a la acera unos segundos antes de que
la camioneta pasara velozmente. Algo que no conseguí entender escapó de su boca
cuando al fin se dio cuenta del auto y lo cerca que estuvo de golpearla. Estaba a la
mitad de exhalar el suspiro más aliviado que podía recordar cuando giré la cabeza
para agradecer a quien sea que se abalanzó para salvarla. Solo cuando encontré
vacío el espacio detrás de nosotros, volteé para ver una mano aún agarrada con
firmeza a la de Josie. Como yo, ella la miraba. Bueno, mejor dicho, la miraba
boquiabierta.
—Oh, Dios mío, Garth —susurró con voz temblorosa, ya sea por lo que casi
ocurrió o lo que ocurría actualmente. Giró la mano, enredando sus dedos con los
que se hallaban asegurados a su alrededor—. Tu mano… se movió… se mueve… —
Sonrió a nuestras manos unidas, devolviendo el apretón que le acababa de dar—.
¿Qué acaba de suceder?
Reconocí mi mano en la suya. Para haber llegado hasta allí, tuvo que
haberse movido, lo cual debía significar algo bueno, pero eso no era por lo que me
sentía más preocupado en ese momento.
—Acabas de correr frente a una camioneta cuyo conductor parecía estar a
unos minutos de convertirse en padre y no prestaba atención a la calle o los
peatones.
La camioneta pasó hace rato, con suerte, ubicando la entrada de emergencia
antes de que su esposa o novia diera a luz al bebé en la cabina, pero de todos
modos levanté el dedo medio en dirección a donde desapareció. Nada más pensar
en ello me ponía como loco. Cuando mi otra mano empezó a moverse, la mirada
de Josie cayó allí, con los ojos abiertos.
—Mierda, Joze, ¿quieres terminar como yo? ¿Atascada en una silla de ruedas
por el resto de tu vida? ¿Quieres pasar el resto de tu vida muerta?
Se mordió el labio para contener una sonrisa, pero no funcionó.
—Por favor, Joze, colabora conmigo. No puedo moverme. Un poco de
ayuda cuidando tu vida sería bien apreciada.
Podría haber seguido y seguido, ya que me encontraba muy nervioso acerca
de lo que acababa de pasar y lo que podría haber ocurrido, pero cuando se agachó a
mi lado, presionando los labios demasiado suavemente, y luego no tanto, en mis
nudillos, mi mente cambió de rumbo. La otra cosa que acababa de ocurrir comenzó
a asentarse.
—Puedo sentir tu mano —dije, sonando sin aliento.
Josie sonrió en tanto continuaba deslizando la boca a lo largo de las crestas y
los valles de mis nudillos.
—Puedo sentir tus labios. —Mis ojos se cerraron por el puro e inigualable
placer de sentir sus labios moviéndose contra mi mano. Incluso en nuestra mayor
intimidad, no me encontraba seguro si alguna vez sentí algo tan intenso—. Me
moví.
Eso la hizo reír. Con la boca todavía presionada en mi mano, su risa vibró
por mi brazo y pareció profundizarse aún más. —Concuerdo con que te moviste —
dijo terminando de reír.
—Alguien tenía que hacerlo —gruñí. Incluso aunque me hallaba demasiado
molesto por lo que casi pasó, gracias a dos personas concentradas en todo menos el
camino, mi rabia no podía amortiguar la esperanza que goteaba a mis venas. Me
moví.
Sin querer levantar el brazo o decirle a mi mano que tomara la suya, algo se
disparó a la vida en mi interior, y un minuto después, no parecía tener prisa por
extinguirse.
—Justo cuando estoy segura de que no podrías ser más maravilloso… —
Alzó la boca de mi mano lo suficiente para sonreírme.
Le rocé la mejilla con el pulgar. Hasta ese momento, no me había dado
cuenta que la piel de Josie era lo más suave que llegué a sentir jamás. —¿Voy y
levanto el brazo? —Enarqué una ceja.
Su sonrisa se estrechó cuando vio mi otro brazo levantarse en el aire. Luego,
sus ojos regresaron a los míos. —Vas y me salvas la vida cuando se suponía que yo
te salvara.
Traducido por Julie
Corregido por Clara Markov
Cinco días pasaron desde mi cita con el doctor Murphy, pero se sentía como
si fuera el doble. Estar en una silla de ruedas, sin poder ir a donde quisiera o hacer
las cosas por mí mismo, hacía la vida lenta hasta ser angustioso. Acostumbrado a
pasar mis días trabajando duro de algún modo, y de hecho me pude haber quejado
sobre eso en aquellos días, tener que buscar un ternero perdido en una tormenta de
nieve y sentir los dedos de mis manos y pies ponerse tan fríos como si los pudiera
arrancar como si nada, el trabajo hacía que el tiempo pasara rápidamente. Era útil,
acabando mis días con trabajos duros y ganando una noche de sueño reparador.
¿Pero ahora? Hacía casi nada durante el día, y era lo mismo en la noche. Nunca me
costó tanto dormir.
Joze sugirió que llamara al doctor para que me prescribiera pastillas para
dormir, pero no lo hice. Sabía cuál era mi problema, y no parecía uno que pudiera
arreglar. ¿Cómo puede una persona que se ha pasado toda una vida trabajando
duro cambiar instantáneamente a trabajar casi nada y esperar dormir por la noche?
Si no había hecho nada durante el día para cansarme, no merecía dormir. Esa era la
única razón por la que los seres humanos dormían: recuperarse.
Pero no hacía nada por recuperarme, así que eso se tradujo a que no dormía,
y por lo tanto me pasaba las noches con los ojos abiertos pensando en nada más
que en lo que sucedió y lo que debería ocurrir en el futuro.
Me podía mover de la cintura para arriba, lo que era un milagro por el que
agradecía a mi buena estrella. Pero luego que me acostumbré a haber recuperado
la fuerza en mi mitad superior, me encontré perdiendo la paciencia para que
ocurriera lo mismo en mi mitad inferior. Era un hijo de puta codicioso, reconocía
eso, pero, ¿cómo no serlo? Recuperé los brazos, también quería mis piernas. Quería
todo lo que residía al sur de la cintura de regreso.
Preguntándome si Josie y yo alguna vez seríamos capaces de estar tan cerca
como lo estuvimos antes, también me mantenía despierto durante la noche. Podía
envolver los brazos a su alrededor y tomarla de la mano, pero ahí no era donde
quería que nuestra relación física iniciara y finalizara. Sobre todo después de
experimentar cuán jodidamente increíble había sido el resto y podría serlo de
nuevo.
Si solamente...
Los “si solamente” me perseguían en cada momento. Me invadían toda la
noche. Se convirtieron en veneno, ahogando partes de mí.
Tas ingrato como parecía, me encontraba agradecido por el incremento de
movilidad de mi mitad superior. En lugar de esa nave espacial de silla de ruedas
que costó más que mi camioneta, podía moverme en una vieja silla de ruedas
regular, usando mis propios brazos para impulsarla. Rose Walker tuvo una cirugía
de rodilla el año pasado y compró una silla para desplazarse durante las primeras
semanas después de la operación. Cuando Rose y Neil escucharon que recuperé el
movimiento en mis brazos, se aparecieron con la silla de ruedas y dijeron que
podía usarla si quería. ¿Una de las mejores cosas al respecto? De forma totalmente
gratuita. No venía con una etiqueta de precio que cavaría un poco más en mi
cuenta de ahorros cada vez menor.
Sin embargo suponía que la silla de ruedas no era totalmente gratis, porque
cuando pudiera, hallaría algún modo de pagarles a los Walker por su generosidad.
Podía andar bastante bien, aunque la granja de los Gibson no era exactamente apta.
Esas viejas casas se construyeron con habitaciones, puertas y espacios pequeños.
Me quedé atorado más veces de las que podía contar, y dejé más raspones en las
paredes de la señora Gibson. Sin embargo, con la rampa en la puerta principal,
salía cada vez que quería, y con el verano a todo lo que daba, no pudo ser un mejor
momento para estar fuera.
Así que estuve mucho tiempo al aire libre. Pasé algún tiempo en el interior.
Repetí. Intenté enfocarme en ser agradecido por seguir vivo y capaz de mover
parte de mi cuerpo, pero no podía apaciguarme con eso. No podía decir que tenía
suerte cuando me sentía inútil.
No obstante, algo importante sucedía durante la noche. Al menos algo más
memorable que Joze trepando a mi cama y acurrucándose cerca de una hora antes
de irse, así sus padres no nos encontrarían en la cama juntos, porque Dios no
quiera que eso sucediera. En mi estado actual, no podría esquivar la ráfaga de la
escopeta del señor Gibson tan ágilmente como lo podría haber hecho antes.
Sin embargo vivía por esa hora en que podíamos estar uno junto al otro, si
intentaba con fuerza fingir que todo era igual a antes, como cuando sus besos
suaves en la base de mi cuello se volvían más intensos, podía rodar suavemente y
devolver la intensidad hasta que saciábamos las exigencias. Podía fingir, que
cuando despertáramos a la mañana siguiente, saldría de la cama para ponerme
algo de ropa y las botas, beber unas cuantas tazas de café antes de realizar trabajos
muy temprano. Durante esa hora sagrada cada noche, era más fácil pretender que
la vida era de la forma en que fue, y sabía que era eso lo que principalmente me
ayudaba a sobrellevar las otras veintitrés.
Esta noche conseguí unas cuantas horas más de pretender que la vida volvió
a la normalidad. Jesse y Rowen regresaron a la ciudad para pasar el fin de semana
y le preguntaron a Josie si todos podríamos tener a una cita doble. Claro que
aceptó gustosa la invitación, ya que además de trabajar en el rancho y ayudarme,
no creía que hubiera dejado la propiedad de los Gibson desde la cita del doctor.
Lucía cansada y hastiada. Casi tan mal como supuse me veía. Podía poner su cara
valiente y actuar bastante bien, pero sabía que mi accidente la afectó más de lo que
me dijo. ¿Cómo no podría?
—¿Me puedes repetir a qué hora nos reuniremos, Joze? —grité hacia el
pasillo antes de entrar al cuarto de baño. Las duchas ya no eran una rápida lavada
y vámonos. Necesitaba casi una hora para hacer lo que antes me llevaba menos de
dos minutos.
—¡A las ocho! —gritó en respuesta.
Oí las ollas burbujeantes y el tintineo de vidrio desde donde se encontraba
en la cocina. Joze y su mamá despojaron sus cerezos antes y pasaron el resto del
día haciendo conservas de mermelada de cereza. Me mantuve fuera de la cocina
porque el día cálido solo se agravaba por la falta de aire acondicionado y la estufa
que no había dejado de hervir agua durante las últimas seis horas.
—Me daré una ducha y me arreglaré. —La última parte de la frase fue
interrumpida por el sonido de algo cayendo. No se rompió, así que al menos no
fue uno de los frascos de vidrio de conservas. Por el sonido metálico, supuse que
fue una olla de metal—. ¿Necesitas un poco de ayuda ahí? —Me detuve fuera del
baño y empecé a ir por el pasillo.
—¡No! —gritó Josie. Asomó la cabeza desde la cocina y me dio un guiño.
Sus ojos se dirigieron hacia el baño, y su voz bajó así esperanzadoramente la señora
Gibson no la escucharía—. ¿Necesitas algo de ayuda ahí dentro?
Mi corazón latió con fuerza y mi estómago se tensó cuando lo que sugería se
registró, pero no duró mucho tiempo. Podía sugerir todo lo que quisiera, pero no le
seguiría la corriente. Podía guiñarme, darme miradas y chuparse el labio inferior
como lo hacía ahora hasta que el mundo se volviera del revés, pero eso no
cambiaba lo que funcionaba en mi cuerpo y lo que no.
Conjuré una sonrisa antes de ir rodando hacia el baño. —Creo que puedo
manejarlo.
Cerrar la puerta mientras entraba con una silla de ruedas era difícil, así que
me tomó un tiempo conseguir cerrar la puerta del baño. Una vez que me hallaba
encerrado dentro, me llevó mucho más tiempo recuperar la compostura. Si así era
incluso como podía llamarlo.
Esa no fue la primera vez que vi esa expresión de Josie o el brillo de malicia
en su mirada, pero en lugar de que fuera más fácil lidiar con eso, cada vez se volvía
más difícil. ¿Cómo podía mirar a la mujer que amaba a la cara, y básicamente
admitir que tal vez nunca volveré a satisfacer sus necesidades? ¿Cómo me
acostumbraría a entender que no era capaz de cumplir ese deseo primordial dentro
de cada ser humano? En cambio, cada vez que tenía que rechazar su oferta, me
arrancaba otra pieza de mi corazón, cada una más grande que la anterior.
Después de darme un momento para lamentarme de lo que perdí y regresar
vacío, empecé el tedioso proceso de quitarme la ropa. Antes de que me lesionara,
me encontraba bastante seguro de que había roto alguna marca mundial de
quitarse la ropa cuando saltaba a la cama con Joze, ¿pero ahora? Rompía un tipo
diferente de marca.
Arreé un gran rebaño de ganado más rápido que el tiempo que me llevó
quitarme la camisa y excepto por el sombrero, la camisa era la parte más fácil del
proceso de desvestirme. Los pantalones siempre son lo peor porque era un hijo de
puta terco y no me rendí a usar pantalones de chándal de banda elástica que me
sugirieron. Puede que fuera capaz de permanecer en una silla de montar o ayudar
a sacar un tractor de casi un metro de lodo, pero todavía era un vaquero en mi
corazón. Sin embargo, esa era la única parte de mí que aún podía reclamar el título.
La hebilla del cinturón era bastante fácil de desabrochar y la bragueta igual
de fácil, pero el deslizar y quitar un par de pantalones cuando no podía mover
nada al sur del ombligo, era muy difícil. Solo me apoyaba en un codo para levantar
la parte trasera lo suficiente como para comenzar el largo proceso de deslizar los
pantalones por mi trasero, cuando un suave golpe sonó en la puerta antes de que
alguien entrara.
—¿Seguro que no necesitas algo de ayuda? —Josie apoyó la espalda contra
la puerta para cerrarla, sonriéndome cuando vio lo que comenzaba a quitar.
Moví mi codo y caí de nuevo en la silla de ruedas, pero retuve un suspiro.
No tenía seguridad de por qué Josie actuaba como si nada hubiera cambiado entre
nosotros sobre esa parte de nuestra relación, pero no necesitaba entenderlo. Si eso
era lo que ella necesitaba creer o quería aferrarse a eso, o si simplemente prefería
mantener su cabeza enterrada en la arena sobre todo el asunto, si eso la ayudaba a
hacer frente a todo esto, no tenía que entenderlo.
—¿Qué haces, Joze? —Reajusté los pantalones para que no estuvieran a
punto de caer de mis caderas—. Tu mamá se encuentra en la habitación siguiente,
y sabes cómo se siente acerca de que estemos en la misma habitación detrás de una
puerta cerrada.
Josie giró la cerradura de la puerta, algo que debí hacer en el instante en que
entré, así no tendría que decirle que era incapaz de darle lo que quería. —Mamá
acaba de ir arriba para tomar una siesta. Después de las diez horas que pasamos
recogiendo, limpiando y enlatado cerezas, la siesta se convertirá en un sueño de
toda la noche.
Se apartó de la puerta y liberó su cabello del moño desordenado. Ríos de
largo cabello castaño se derramó sobre sus hombros y espalda. Su piel se hallaba
húmeda por el sudor, su ropa manchada de jugo de cereza, y bajo sus uñas, se
tiñeron con lo mismo. Trabajó duro, y se notaba. Nunca hallé a Josie más atractiva
que cuando la veía después de un duro día de trabajo, cuando no dejaba que cosas
triviales como manicura, callos o sudor le impidiera dar todo de sí. Era el tipo de
mujer que tenía cien veces más de valía, y eso, junto con la forma en que podía
hacerme sentir con incluso la más breve de las miradas desde el otro lado de una
habitación llena de gente, era lo que siempre hizo a Josie Gibson irresistible para
mí.
—Mi padre, por si te lo preguntas, fue a la cena mensual de ganaderos en el
centro comunitario de la ciudad y no volverá hasta que las costillas y el pan de
maíz se acaben, por lo que sí es como las cenas de meses pasados, no será hasta
cerca de las diez. —Su sonrisa se elevó más alto en un lado mientras se sacaba la
blusa de sus pantalones cortos—. Eso nos da todo el tiempo del mundo para hacer
lo que queramos, y como queramos —Con un movimiento suave, su blusa se salió
sobre su cabeza y cayó al suelo—. Tan seguido como deseemos.
Vestía su bonito sujetador blanco de encaje, el que tenía tan poquito encaje
que más de su pecho salía por el borde. Debí apartar la vista, cerrar los ojos o algo
así, pero la única manera de que hubiera sido capaz de no mirar a Josie era si
alguien sacaba mis globos oculares directamente de las cuencas.
—Jesse y Rowen. Nos encontraremos con ellos a las ocho. —Mi voz era poco
profunda, mi respiración se aceleró—. Tengo que ducharme.
—También tengo que ducharme. —Elevó los brazos y giró—. Obviamente.
—¿Quieres ser la primera? Puedo esperar.
Josie se acercó tan cerca que sus piernas toparon con el borde del asiento de
la silla. Empujó mis piernas para acomodar las suyas y apoyó sus manos en los
apoyabrazos. Su rostro bajó hacia el mío. —Pensé que podríamos ser ecológicos y
ducharnos juntos.
Su mirada bajó a mi pecho, luego más abajo, deteniéndose en el lugar en el
que debería sentirme a punto de explotar si no me enterraba dentro de Josie, lo que
ya haría si mi espalda no estuviera rota, o si no hubiera dejado que mi enfoque
cambiara de Vudú por medio segundo, o si hubiera montado otro toro, o si de niño
nunca hubiera subido a un toro por primera vez. Podía haberme encontrado sobre
Josie en el piso del baño, haciéndole el amor de la manera que más le gustaba, la
forma en que requería que le cubriera la boca cuando se venía, así no asustaría a
los vecinos a un kilómetro de distancia. Podía haber sentido sus piernas apretarse a
mi alrededor mientras me movía dentro. Podía haberla sentido pulsando mientras
se corría, llevándome a esa última parte del borde de mi propia liberación, si solo...
Si solo nada. Las cosas eran así. Era lo que era. Ninguna cantidad de deseos,
sueños o “si solo” podría cambiar eso.
Mis manos bajaron a las ruedas, y rodé hacia atrás unos centímetros. —No
creo que sea una buena idea.
Cuando intentaba coquetear mientras se acurrucaba a mi lado en la cama,
mi rechazo le hizo daño. Fue algo instantáneo e inconfundible en su rostro. Pero
ahora, en lugar de dar marcha atrás, se movió a una velocidad mayor y aceleró.
—Bien. No tienes que ducharte conmigo si no quieres. —Llevó sus manos
hacia la espalda, se desabrochó su sujetador y deslizó las correas por los hombros,
uno a la vez, antes de dejarlo caer al suelo a sus pies.
—Mierda, Joze —jadeé, haciéndome retroceder unos centímetros más. El
aumento de la distancia física entre nosotros no hizo nada para que dejara de mirar
fijamente sus senos. Imágenes de la forma en que se sentían en mis manos, en la
forma en que se movían cuando ella estaba encima de mí o cómo sabían a fuego de
vida.
—Mis pensamientos exactamente. —Sus dedos trabajaron en desabrochar el
botón superior de sus pantalones cortos—. Sin embargo, al revés.
—¿Qué quieres decir? —Seguí retrocediendo hasta que llegué a la pared.
—Lo que quiero decir es: mierda, Garth. Me encuentro desnuda frente a ti,
prácticamente rogándote que entres a la ducha conmigo y me enjabones después
de que termines de hacerme cosas sucias, y tu respuesta es retroceder hacia una
esquina y empezar a sudar frío. —Agitó los brazos hacia mí antes de sacarse los
pantalones cortos y sus bragas por las caderas. Cuando aterrizaron en el piso, los
colgó alrededor de su pie y lo aventó hacia mí. Los pantalones cortos cayeron en
uno de mis pies, pero las bragas aterrizaron justo en mi regazo. Eran sedosas y
blancas, familiares a este momento—. ¿Recuerdas esas? Dios sabe que te has
familiarizado con cada par de bragas en mi cajón superior, pero esas simplemente
no las deslizaste, las rasgaste o las hiciste a un lado como al resto.
Levanté mi mirada. Se encontraba desnuda, enojada, lista y lo más hermoso
que vi nunca. Quería estrecharla cerca y darle lo que deseaba, pero era imposible.
¿Cómo podría hacer que viera eso? ¿Y luego aceptarlo?
—Lo recuerdo —dije lentamente, tratando de no dejar que mi mente se
fuera demasiado lejos o por demasiado tiempo hacia ese recuerdo porque era uno
muy bueno. En un punto, los recuerdos eran el mayor consuelo de un hombre,
pero más allá de ese límite, se convertían en el mayor tormento.
—Entonces, ¿qué sucedió con el chico que se encontraba a mi lado y solo
sonrió cuando me quité esas bragas, las coloqué a su alrededor un instante después
de que lo liberaba de su bragueta, y lo acaricié debajo de la mesa en ese bar de
vaqueros en Jackson, el invierno pasado después de que ganó la puntuación más
alta de su carrera? ¿Qué pasó con el chico que me llevó a su camioneta cinco
minutos más tarde, me acostó y me dedicó otra sonrisa antes de poner la cabeza
entre mis piernas para poder devolverme el favor? ¿Qué le ha pasado? —Sus
brazos se agitaban de nuevo, su voz hacía eco en las paredes de azulejos del cuarto
de baño.
En lugar de esperar mi respuesta, se dirigió a la ducha, abriendo el agua, y
saltando al interior antes de que hubiera tenido la oportunidad de calentarse. Por
fortuna la ducha aquí era amplia, así que después de la adición de una silla de
ducha y un cabezal de ducha de mano, funcionó idealmente para mí. Pero en ese
momento, me habría gustado que no fuera tan accesible. Me hubiera gustado no
saber que simplemente podía entrar a esa ducha y deslizar mis manos por todo el
cuerpo mojado de Josie. Porque lo deseaba. Luché con todo lo que tenía para no
hacerlo, pero realmente quería, lo pude saborear en la sangre gracias a lo mucho
que me mordí la lengua.
—No te puedo dar eso, Joze —dije, deseando que cerrara la cortina de la
ducha y me sacara de mi miseria, cada instante deseando que no lo hiciera—. Lo
siento. Pasaría una vida en el infierno para conseguir que otros quince centímetros
por debajo de la cintura funcionara, pero hasta que el diablo aparezca en mi puerta
con un bolígrafo y un contrato, no puedo hacer nada al respecto. —Tragué contra
la bola tratando de bloquear cada palabra—. Lo siento tanto.
Se giró hacia mí. Un momento después, me encontré acercándome. Tan
pronto como me di cuenta, me detuve. Dejó claro que notó mi acercamiento a la
ducha y levantó una ceja. —Hay más formas de ser íntimo que el uso de lo que
reside al sur de la hebilla del cinturón, y lo sabes. Un montón de formas.
Me sentí arrugando la frente.
Sacudió la cabeza ante mi aparente confusión. —Formas que sé con las que
te encuentras familiarizado en base a la experiencia. —Su tono sonaba como si
estuviera señalando un punto o una pista—. Antes no tuviste ningún problema
para ser creativo, así que, ¿qué pasó con tu creatividad? ¿Tu imaginación también
se paralizó?
Mi cuerpo se estremeció como si lo hubiera golpeado. —Josie…
—¿Qué? No lo entiendo. Necesito estar cerca de ti. Siempre lo he necesitado
y siempre lo necesitaré.
No distinguía si lloraba o si los riachuelos de agua bajando por sus mejillas
eran de la ducha, pero de cualquier manera, parecía como si estuviera llorando.
Llevé mi silla más cerca hasta que pude sentir el vapor en mi cara.
—¿No necesitas sentirte cerca de mí? —Su voz sonaba pequeña cuando sus
ojos cayeron al suelo de la ducha.
La opresión en mi garganta volvió con toda su fuerza. —Por supuesto que
sí, Joze.
Sus ojos se levantaron lentamente pero no lo suficiente como para mirarme.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
Suspirando, hice un gesto hacia mi regazo. Josie se encontraba desnuda, el
agua corriendo por su cuerpo, e invitándome a acercarme, pero absolutamente
nada pasaba ahí abajo. Nada. Si no estuviera tan molesto y frustrado, podría haber
gritado. —¿Aparte del mal funcionamiento de mi pene?
No había querido que fuera divertido, pero me di cuenta de que una sonrisa
jalaba de las comisuras de su boca, mientras alcanzaba una botella de gel de baño y
apretaba un poco en su palma. —Aparte de eso.
Cuando se alejó de mí mientras empezaba a enjabonar su piel, encontré que
era más fácil ser vulnerable. Por alguna razón, cuando sus ojos prácticamente
perforaban agujeros a través de mí, encontré más natural decirle lo que supuse que
quería escuchar en lugar de toda la verdad. —¿No es obvio?
—No —gritó—. Hagas lo que hagas por ahí, mientras estoy enjabonando mi
pecho aquí, no hay nada obvio en eso.
Basado en su experiencia conmigo antes del accidente, entendí su confusión.
Si esperaba que fuera el Garth de antes en lugar del actual, no había nada obvio en
esto. Una parte de mí amaba que todavía me viera como el mismo hombre del que
se había enamorado, pero la otra parte de mí, sabía que eso haría todo mucho más
difícil, porque no era ese hombre. Darse cuenta de eso, trajo una oleada de ira.
—Estoy en una silla de ruedas, carajo. —Hice un gesto a mi silla, en la cual
muy probablemente pasaría el resto de mi vida. Más rabia me recorrió—. Soy un
discapacitado. No puedo mover mis piernas. No puedo levantarlas. No puedo
hacer nada de lo que un hombre de mi edad debería ser capaz de hacer. —La
señora Gibson se hallaba a solo unas pocas habitaciones, debería haber mantenido
mi voz baja, pero era imposible hacerlo mientras decía esto—. Cómo enfrentar a un
hombre que está faltándole el respeto a una mujer. O subir a la parte posterior de
un caballo. O conducir un camión. O mear en un puto árbol, sin tener que ponerme
un catéter primero e ir rodando hacia este. Soy la mitad de un hombre, Joze. —Mi
voz se quebró, así que me controlé antes de decir el resto—. Deberías encontrarte
asqueada de mí, no doblando tu dedo e invitándome a acercarme. Así que no, no
entiendo por qué querrías estar cerca de mí después de esto.
Durante un largo minuto, nada más que silencio y miradas transcurrieron
entre nosotros. En ese minuto, debí haber sido testigo de una docena de emociones
diferentes filtrándose a través de sus ojos, con su expresión manteniendo el ritmo.
Cuando salió de la ducha, verla me acercaba al punto de volverse demasiado
doloroso de soportar. El agua corría por su cuerpo, recogiéndose en charcos a sus
pies. Las gotas de agua en sus pestañas fueron abanicadas, y cuando parpadeaba,
caían por su rostro.
—¿En serio no puedes entender por qué aún quiero hacer el amor contigo en
cualquier forma imaginable simplemente porque te encuentras herido? —Sus ojos
se estrecharon cuando buscaron una respuesta—. Por favor, dime que bromeas.
Di la vuelta con mi dedo alrededor de mi cara. —No es mi cara de broma.
Sus manos se cerraron en puños antes de que cruzara los brazos. No podía
saber qué sentía más; dolor o furia, pero supuse que era un poco de ambos.
—Quería estar contigo antes, te quiero ahora, y voy a quererte por siempre
porque te amo. —Expresó cada palabra lentamente a propósito, que era como si no
hubiera nada en lo que creyera más, como si no hubiera nada en lo que fuera más
apasionada. No pareció parpadear cuando continuó—: Te amo. ¿En serio piensas
que venía con la condición de que te amaría mientras estuvieras caminando? ¿O
con la condición de que si te convertías en un loco mojigato que se escondía en las
esquinas, mientras prácticamente te entregaba un manual de cómo quería que me
lo hicieras, dejaría de amarte? ¿De verdad crees que algo que podría pasarte o
cambiarte, que podría averiguar sobre ti haría que deje de amarte? ¿Es eso lo que
piensas?
Me quedé en silencio, sin saber qué responder. Antes de que me hubiera
recordado en palabras que su amor venía sin condiciones, sí, puse en duda por qué
quería seguir conmigo, si yo iba a pasar los próximos cincuenta años mayormente
como un inútil inválido, pero ahora no sabía qué pensar.
Aún trataba de alguna forma entender todo cuando volvió a hablar. —Que
te jodan, Garth Black. Que te jodan por confundir mi amor con el del tipo barato y
poco profundo, que podías encontrar con casi cualquier vagabunda rogándote que
firmes su sujetador.
Ahora sabía con certeza que la humedad corriendo por sus mejillas no era
producto de la ducha. ¿Cómo podría priorizar la felicidad de Josie, y a la vez, ser
responsable por tantas de sus lágrimas?
—Podrías haber elegido a una de ellas, porque entonces tendrías razón, se
habrían salido de apuros a la primera mención de la parálisis. Te habrían dejado
antes de saber que tu pene nunca podría funcionar de nuevo, ya que te encuentras
obsesionado con eso, o antes de tener que bañar, alimentar y ponerle pañales por el
resto de su vida al hombre que aman. Habrían huido tan rápido que no hubieras
sabido lo que pasó. Sin embargo, aquí me he quedado, a tu lado, contigo en cada
paso del camino. Tal vez soy una tonta, si soy la única de nosotros que esperaba
que estuviera hecha de algo mejor y más fuerte. Tal vez debería haber corrido,
sobre todo si ese es todo el crédito que me has dado todo este tiempo. Pero no huí.
No huí porque no podría. —Sollozaba a cada tercera o cuarta palabra, quebrándose
mientras las lágrimas corrían por su rostro—. No voy a alejarme de ti porque te
amo tanto que está enterrado muy profundo dentro de mí, que nunca podría cavar
lo suficientemente profundo para sacarlo. Te amo tanto que cuando te miro, no veo
a un hombre en una silla de ruedas. —Sacudió la cabeza, mordiéndose el labio con
tanta fuerza que se hizo una hendidura profunda—. Todo lo que veo es al hombre
con el que quiero pasar el resto de mi vida. Todo lo que veo es al hombre que amo.
Su confesión terminó en un susurro tan débil que no oí la palabra “amo”. En
cambio, la vi tambalearse de sus labios.
Frotando mi cara, suspiré. ¿A dónde diablos iba desde aquí? ¿Cómo diablos
respondía a eso? Sabía que me quería, además entendía que era un imbécil que no
merecía ese tipo de amor, y también la amaba de la misma manera, poniéndome en
segundo lugar y sin condiciones. Entonces, ¿cómo iba a dejarla malgastar su vida
confinado a mi pequeña y solitaria existencia, cuando se merecía mucho más?
Todas las respuestas se me escapaban. Gran y jodida sorpresa.
—Joze…
—¡No me vengas con “Joze”! —espetó, y su tono alcanzó todo su anterior
esplendor enojado—. No me llames así ni des a entender todo lo que haces en ese
tono si has estado pensando que cortaría por lo sano y me iría si las cosas se ponían
difíciles. —Dejó escapar un profundo suspiro y lanzó su brazo hacia la puerta—.
Puedes irte ahora. Creo que tienes razón. No es una buena idea que tomemos una
ducha juntos.
Dándome la espalda, entró en la ducha y cerró la cortina. Incluso se aseguró
de sellar las rendijas en los extremos. Un dolor en mi pecho apareció tan repentina
y bruscamente que me incliné hacia delante. Me sentía como si estuviera teniendo
un ataque al corazón pero uno que no terminaría.
—Además, puedo ocuparme mí misma si no deseas utilizar tu imaginación
y hacerlo tú —añadió mientras el vapor se elevaba hacia fuera desde la parte
superior de la ducha.
Quería que me fuera. Debería haber querido irme, pero algo acerca de Joze
dándome la espalda y dejándome fuera porque la lastimé me hizo moverme más
cerca. Estuve probando sin éxito en apartarla durante días, y por fin había parecido
funcionar, así que, ¿por qué mis dedos se curvaron alrededor del borde de la
cortina de la ducha, a punto de abrirla? ¿Por qué la idea de no tocar de nuevo su
mano, verla, o estar cerca se sentía infinitamente más paralizante que mi columna
vertebral dañada?
¿Cómo entender la guerra furiosa dentro de mí: un lado me empujaba lejos,
mientras que el otro me acercaba más, y no encontrarme a instantes de dividirme
por la mitad o, explotar por todas las paredes del cuarto de baño? ¿Cómo podía
sentir tanto conflicto, cuando sabía cómo me sentía acerca de nosotros?
Supuse que la respuesta fue que el amor no era sencillo. Era complejo,
intrincado y confuso, y hacía que un hombre se cuestionara todo lo que siempre
sostuvo como verdad. Cambiaba la moral de una persona donde era reexaminada
desde una perspectiva diferente. El amor no era sencillo. No venía fácilmente de
forma natural o por instinto. Tenía que ser ganado, luchado, y conducía a la locura
a una persona, muy rápidamente como podía conducirlos a la grandeza, pero en el
medio de toda esa confusión, sabía una cosa: nos amábamos.
Sin importar lo que viniera mañana, o al día siguiente, y el día después de
ese, no iba a perder eso en este momento.
—Aún no he terminado contigo, Joze —dije, mientras empujaba para abrir
la cortina de la ducha.
Su cara mostró la sorpresa, pero se recuperó rápidamente. No se colocaba
champú en su cabello, tampoco se afeitaba las piernas, solo dejaba pasar el agua
por su cuerpo. —Es una pena porque sin duda he terminado de hablar contigo. —
Empujó la cortina, cerrándola en mi cara.
Elevé las cejas mientras inspeccionaba la cortina de la ducha, contemplando
mi próximo movimiento. Acabé con las manos vacías, sin embargo, de algún modo
cuando me tomaba el tiempo para pensar en qué decir o hacer a continuación,
parecía que últimamente me encontraba terminando así. Entonces la comprensión
me golpeó en la cabeza y se dio la vuelta para golpearme una vez más. No era el
tipo de persona que pensaba en cada movimiento o trazaba cada paso. Era el tipo
de persona que se basaba en el instinto y las sensaciones. El que saltaba primero y
preguntaba más tarde. No era el que elaboraba un detallado esquema de elecciones
y consecuencias, antes de tomar una decisión una semana y media más tarde. No,
era el otro tipo. El que saltaba en la maldita ducha antes de que su chica incluso
comenzara a doblar su dedo para invitarlo.
Esta vez no me molesté con la cortina. Solo le di un duro empujón a mi silla
de ruedas para conseguir que pasara sobre el pequeño reborde de la ducha y
rodara dentro. —Yo también he acabado de hablar, Joze. Terminé completamente
con la conversación.
Traté de no sonreír ante su reacción de meterme en la ducha con mi silla y
los pantalones y las botas todavía puestos. Por su expresión, habría estado menos
sorprendida si un gorila hubiera saltado dentro.
—Entonces, ¿qué quieres? —preguntó un momento después.
Sentí mi sonrisa. No la que otros se acostumbraron a ver, sino la única que
Josie había visto. La que precedía o seguía a un cierto algo. —Te quiero. —Sacudí
la cabeza para apartar el agua corriendo por mi rostro desde mi pelo—. Solo a ti.
Tuvo que morderse la mejilla para mantener su sonrisa bajo control, pero
agarró la cabeza de ducha y la colocó en ángulo, así que estuvo rociando mi cara
durante unos segundos. Cuando farfullé y maldije, se rió. —Sí, pero tuviste tu
oportunidad, elegiste un rincón frío y solitario del baño.
No la dejé de mirar, incluso con el agua cayendo en mi cara. Me moví más
cerca así que la tenía casi al alcance de mi brazo. —¿Me ves en esa esquina en este
momento?
Regresó la cabeza de la ducha a su posición original. —No, pero algo acerca
de ti acusándome de amarte condicionalmente, junto con tu repentina falta de
imaginación en un determinado departamento, de algún modo arruinó todo el
estado de ánimo para mí. Se acabó. —Dando la vuelta, alcanzó el champú. Antes
de que sus dedos tuvieran la oportunidad de curvarse alrededor de la botella, mis
brazos se hallaban alrededor de su cintura, tirándola a mi regazo. Chocó contra mí
con un pequeño jadeo—. ¿Qué haces? —Inclinó la cabeza, parpadeando para
alejarse las gotas de agua mientras la lluvia caía sobre nosotros.
Uno de mis brazos se encontraba firmemente enrollado alrededor de su
torso, extendiendo mi mano en la suave curva entre su hueso de la cadera y la caja
torácica. Mi otro brazo se deslizó más abajo, la mano aún más. Cuando apenas la
había rozado, se quedó sin aliento de nuevo.
—Me pongo creativo. —Bajé mi boca a su oído y besé en el punto justo
debajo de este hasta que su respiración se aceleró. Cuando su respiración llegó al
campo de lo entrecortado, el toque se volvió un poco más intencional—. ¿Qué tal
esto para lo imaginativo?
Lo que supuse que era destinado a ser una sonrisa se formó en su rostro,
aunque parecía más como una mezcla entre dolor y placer. Lo que apareció en mi
cara fue sin lugar a dudas una sonrisa.
Joze tenía razón. Podíamos tener intimidad en más formas que el acto con el
que estaba familiarizado y del que era un gran fanático. Habría preferido perder
mi audición o la vista, incluso habría abandonado una extremidad o dos, antes que
renunciar a un pene en funcionamiento, pero no tuve esa elección. La vida tomó
esa decisión por mí. Así que, aunque quizás nunca seré capaz de experimentar
caerme a pedazos dentro de Josie, al menos podría darle la experiencia. Un dedo
en la ducha, mientras ella se reclinaba en el regazo de un hombre en una silla de
ruedas podría haber sido un pobre sustituto de la forma en que las cosas habían
sido, pero era algo.
Aunque ese algo, dado el aspecto y el sonido que emitía, no parecía verse
registrado en el departamento de la mediocridad.
Cuando su brazo se envolvió detrás de mi cuello, apretándose fuertemente
mientras se acercaba, mi cabeza terminó más cerca de la base de su cuello, por lo
que fue donde enfoqué mi boca. Chupé su piel más fuerte de lo que tal vez debería
haberlo hecho, pero cada vez que me movía a una nueva sección de piel, Joze
susurraba cosas que hacían que suave y lento fuera imposible.
Incluso a través del agua salpicando, su piel sabía igual, como una noche de
verano después de una tormenta. Cuando echó su cabeza hacia atrás sobre mi
hombro, arqueando el cuello hacia el techo, sabía que se hallaba a pocos minutos
de desmoronarse en mis brazos. Sin embargo, esto era lo mejor que me pasó desde
el accidente, y no tenía prisa por terminarlo. Podría haberme quedado en la ducha
mucho más allá del final del agua caliente, tocándola, besándola, haciendo el amor.
Cuando mi ritmo fue más lento, cada golpe y beso se volvió más suave y un
gemido escapó de sus labios.
—Sé agradable —dijo en voz baja, inclinando su rostro para que nuestras
bocas estuvieran tan cerca que podía sentir sus pesadas respiraciones contra mis
labios.
—No te enamoraste de mí porque era agradable, Joze. —Moví mi cara más
cerca, así nuestras bocas se hallaban separadas por solo una delgada lámina de
aire. Tracé la costura de sus labios con mi lengua, y cuando sus labios se separaron,
la besé como si fuera la última vez. La besé como si hubiéramos estado separados
por el tiempo y las circunstancias durante años, y lo estaríamos de nuevo en unos
pocos momentos. La besé como la amaba, con abandono.
—Tienes razón —susurró, cuando tuvo que separarse para recuperar el
aliento.
Su pecho subía y bajaba con fuerza, pidiendo prácticamente ser tocado. Mi
mano se deslizó por su costado subiendo por su cuerpo mojado hasta palmear uno
de sus pechos. Cuando apreté, más que un gemido, un jadeo escapó de sus labios.
—No me enamoré de ti porque fueras agradable. —Su voz era baja por el
deseo, tan entrecortada que apenas sonaba como la suya—. Así que, ¿dónde se
encuentra el hombre no agradable del que me enamoré? ¿Dónde está el chico que
es tan malo que hubiera estado lanzándome desde mi espalda hacia mi frente para
la segunda ronda? ¿Dónde se encuentra el tipo que gruñe algunas cosas sucias en
mi oído mientras se comienza a venir con tanta fuerza dentro de mí que termino
adolorida al día siguiente? —Un suspiro burbujeó de sus labios cuando mi dedo se
movió en su contra otra vez. Más rápido y más firme—. Lo quiero.
Pude no haber sido capaz de alcanzar un punto culminante en mi condición
actual, pero maldición, me sentía como si estuviera justo en el borde. Mi gruñido
vibró contra su mejilla cuando frotó sus caderas en mi mano. —Puedo garantizar
que no lo quieres tanto como él te quiere.
Un escalofrío rasgó su cuerpo. Uno de sus brazos cayó de mi cuello, a mi
brazo trabajándola antes de girarlo. Bajándolo hasta el final. —Quiero sentirte
dentro de mí cuando me venga.
Cuando sus caderas bajaron otra vez, apretó su culo en mi regazo, rotándolo
de una manera que hizo que mis ojos rodaran hacia atrás en mi cabeza. Puede que
no haya tenido ninguna sensación en el área que frotaba su trasero mojado, pero
mierda, no importaba. Sentía algo, y no era solo el recuerdo de lo que había sentido
cuando hice eso antes, o la acumulación de todo lo demás que podía sentir, como
la plenitud de su pecho escapando de mi mano, o el calor que residía entre sus
piernas tan mojado que podía sentirlo corriendo por el interior de sus muslos, o su
bello rostro inclinado sobre mí, mirándome como si nada hubiera cambiado entre
nosotros, o su respiración tan trabajosa que sabía que podría darle lo que deseaba
con unos cuantos empujones más; también podría haber tenido mi pene enterrado
profundamente dentro por la forma en que me sentía en este momento.
—Quiero sentirte dentro —dijo, sus palabras rotas por los quejidos. Hizo
círculos en mi regazo, aludiendo a lo que quería.
—Nena, no puedo. Lo sabes. —Si pudiera haberle dado eso, lo habría hecho.
Incluso si hubiera tenido que hacer otro trato con el diablo y entregarle mi alma en
mi próxima vida también.
Sacudió la cabeza contra mí. Otro gemido rodó de su boca cuando mi dedo
hizo círculos en cierta parte. Enrollando su dedo alrededor de un par de los míos,
los deslizó hacia abajo, deteniéndose justo fuera.
—Quiero sentirte dentro de mí. —Su voz era la más firme que le había oído
desde que entró en la ducha. Levantando sus caderas de nuevo, deslizó mis dedos
dentro, moviéndolos dentro y fuera hasta que levanté los míos.
—Maldita sea, Joze —dije, moviéndome dentro en la manera que sabía que
le gustaba cuando estaba a punto de llegar. Se encontraba muy húmeda, caliente y
tan ardiente que mi respiración alcanzó un punto en el que me preguntaba si la
hiperventilación llegaría pronto, pero eso no detuvo mi marcha. En su lugar, me
animó.
—No te enamoraste de mí porque fuera agradable, tampoco. —Otra sonrisa
apenas detectable tiró de su boca, pero cayó en algo más dramático cuando mi
ritmo aumentó.
—Joze, cariño, vente. —Mis dedos se curvaron más profundamente en su
pecho—. Vente para mí. Quiero sentirte venirte a mi alrededor.
Puede haber sido una persona fuerte, la mujer más dura que había conocido,
pero ni siquiera Josie podría haberse contenido por otro segundo. Su cuerpo se
puso rígido contra el mío, un grito empezando poco a poco y volviéndose cada vez
más fuerte hasta que hizo eco a nuestro alrededor, y sentí sus músculos contraerse
en torno a mí en latidos rápidos y tensos.
Su orgasmo pareció rasgarla dos veces más que antes, y después colapsó de
nuevo en mi regazo con un suspiro de satisfacción, e inclinó su cabeza hacia atrás
para mirarme. La sonrisa en su cara, incluso tocó sus ojos. Acarició mi mejilla con
su pulgar, entrelazando sus dedos con los míos, una vez que estuvieron libres.
La besé de nuevo, esta vez un poco más suave, casi dulcemente. Cuando
terminé, parecía tan sorprendida como yo de que fuera capaz de un beso así. —Te
amo, Josie Gibson.
Su sonrisa se estiró. —Te garantizo que no tanto como te amo.
Traducido por Kath1517, Anna Karol, Clara Markov, Umiangel & Vane Black
Corregido por Anakaren
1 Raza bovina.
—Podríamos, ya sabe, ¿sacarnos una foto con usted? —Tragó saliva.
Josie sonreía junto a mí, obviamente, mucho más contenta con este tipo de
seguidores que los despreciables.
—Eso, van a ser otros cien —dije antes de acercarme más—. Por supuesto
que pueden. Solo asegúrense de devolver el favor cuando los dos sean famosos
jinetes de toros.
—Lo haremos, señor —dijeron al unísono.
—Dame, yo la tomaré. —Josie se paró de su asiento y rodeó a los chicos—.
Pónganse de pie a los lados de Garth.
Empecé a alejar la silla de ruedas de la mesa, así en su foto no contaría con
la presencia de un filete de lomo de medio kilo, pero con eso ellos se detuvieron y
sus ojos viajaron adonde me encontraba sentado. Las cejas de ambos se fruncieron,
lo que fue casi divertido… hasta que me di cuenta de la razón de su confusión.
—¿Qué pasó? —preguntó el más joven, mirando boquiabierto.
Incliné la cabeza, ya que no anticipé tener que explicar lo que sucedió a la
gente en mi ciudad natal desde que asumí que todos conocían todos los asuntos de
los demás dos minutos después de que dicho asunto ocurriera. Que dos chicos que
todavía eran admiradores tuvieran que escuchar lo que me había pasado, no era lo
que esperaba encontrar en la cena. Sí esperaba las miradas y susurros; la sorpresa y
la consternación de averiguar lo que había pasado, no lo tenía en los planes.
—Quité mi atención del toro durante una fracción de segundo, y me tiró con
fuerza. Aterricé de cabeza, y tengo mucha suerte de no haberme lastimado allí. —
Mantuve la voz en calma, tratando de explicar de la manera más lógica que pude.
Los chicos me miraron como si hubiese atestiguado que su héroe fue
derrotado por el villano.
—¿Se rompió las piernas? —preguntó uno de ellos—. ¿Cuánto tiempo va a
estar en la silla de ruedas?
Si tan solo me hubiera roto las piernas. Al menos tendría la seguridad de
que los huesos se curarían, mientras que el daño del nervio espinal puede que
no. —No, estoy paralizado. —Cuando la mano de Josie fue a su cadera, añadí—. Al
menos por ahora. Cuánto tiempo esté en la silla de ruedas depende de si me quedo
de esta manera durante un tiempo o para siempre.
La boca del más joven se abrió. —¿Podría estar en una silla de ruedas para
siempre? ¿Nunca podrá montar de nuevo?
Josie se aclaró la garganta y dio a los chicos una mirada que habría hecho
que me congele. —¿Quieren su foto o no?
El mayor tomó el teléfono y comenzó a retroceder. Su hermano más joven lo
siguió.
—Está bien. —La mirada del mayor se centró en mi silla de ruedas, como si
eso fuera lo único que podía ver. El hombre al que tanto idolatraba antes, ahora se
encontraba definido por la silla—. Gracias. Perdone las molestias. —Agarrando el
brazo de su hermano, lo apartó de la mesa y se dirigió de nuevo por donde habían
venido.
Josie los observó, con las manos en las caderas.
Cuando empezó a caminar tras ellos, hablé: —No vale la pena, Joze.
—Sí que vale la pena. —Apuntó en su dirección—. Su mamá claramente no
les enseñó modales, así que creo que lo haré yo. Mientras les doy un golpe en la
parte posterior de sus cabezas.
—Joze —dije cuando empezó a marcharse.
Algo en mi voz debió llamarle la atención, porque se detuvo y me miró. Lo
que vio en mi cara debe haber sido suficiente para hacer que se olvide de los niños
por un momento, porque se dio la vuelta y se agachó a mi lado.
—Ya he tenido una noche lo bastante dura sin que vayas como una novia
loca a atacar a un par de niños por no querer una foto conmigo después de verme
en esta cosa.
Se mordió el interior de la mejilla, conteniendo todas las cosas que quería
decir.
—Entre la sugerencia de Colt Mason de que no podría protegerte más, luego
todos los ojos en mí mientras atravesaba este lugar, y derramar el vino en la blusa
de la amiga de tu madre… —Negué con la cabeza, con la esperanza de que futuras
salidas fueran más tranquilas—. Por favor, no vayas y traigas aún más la atención
en nosotros por darle una golpiza a un par de chicos.
Dejó escapar un suspiro. —Se lo merecen.
—Tal vez, pero no estoy seguro de que pueda soportar más esta noche. —
Me acerqué y apoyé la mano sobre la suya, que agarraba la mesa como si fuera a
romperla.
—Bien. Por ti, no voy a ir a hacer una escena. Pero no por esos pequeños
idiotas. —Miró por donde los niños habían desaparecido un momento más antes
de regresar a su silla.
Pude ver su molestia por lo que había sucedido, y la verdad es que yo me
sentía probablemente igual de molesto, pero tenía que mantener la calma para
evitar un enfrentamiento. Si se enteraba que lo que ocurrió me afectó tanto como a
ella, sería imposible impedir que los siga y les dé su merecido.
Después de una inspección informal al restaurante, me encontré con que un
buen cuarto de las mesas variaba entre vistazos ocasionales en mi dirección y
miradas sin arrepentimientos con una mezcla de lástima y repulsión en sus ojos. La
carne que lucía y olía increíble ahora parecía insípida cuando levanté el tenedor y
el cuchillo.
—Aquí vienen. —Josie levantó la cabeza hacia Jesse y Rowen dirigiéndose
de vuelta a la mesa.
—Rowen luce muy mal —dije en voz baja. Su cara se veía más pálida y
como si le doliera todo—. Jesse se ve peor —añadí—. Es suficiente. Le preguntaré a
los dos, sin rodeos, qué diablos ocurre. No puedo aguantarlo más. Son nuestros
mejores amigos, y lo que les preocupa, también me preocupa a mí. No me puedo
sentar aquí y seguir fingiendo que todo está bien. —Tomé un sorbo de mi refresco
y me acomodé en mi silla de ruedas para lo que ciertamente sería una conversación
incómoda—. ¿Qué crees que sucede?
Josie no me miraba boquiabierta, pero casi. —Ya sé lo que está pasando con
ellos. Es bastante obvio. Lo que no es obvio es por qué aún no lo has descubierto.
—¿Lo sabes? —Me giré hacia ella y susurré—: Dime.
—¿Que te diga qué? —preguntó Rowen con un brazo envuelto alrededor de
su estómago mientras Jesse le ayudaba con su silla.
Josie levantó una ceja en mi dirección, manteniendo los labios sellados.
Le lancé una sonrisa antes de enfrentarme a nuestros amigos. Tomando aire,
miré a Rowen, ya que Jesse se hallaba demasiado ocupado mirándola como si ella
estuviera a punto de explotar. —Dígannos lo que les está pasando. ¿Por qué los
dos están actuando así… no tan ustedes?
Rowen suspiró por mi impresionante prosa.
—Sí, vamos —dijo Josie, empujando su plato—. ¿Cuánto tiempo más van a
tenernos en suspenso?
Rowen y Jesse intercambiaron una mirada. Ella se encogió de hombros, él
suspiró.
—No me di cuenta que pedir una Sprite, el mal humor, el cansancio, y la
huida al baño los mantuvo en suspenso —dijo, indicando el vaso de gaseosa vacío
delante de ella.
Parpadeé a todos alrededor de la mesa. —¿De qué hablan, por el amor de
Cristo?
Josie sacudió la cabeza y gimió como si estuviera desesperada.
Rowen puso el dorso de la mano en el pecho de mi amigo. —Jesse me dejó
embarazada. —Él hizo una mueca—. Así que ahí lo tienen. Se acabó el suspenso.
Me quedé congelado por un minuto, repitiendo lo que acababa de decir.
¿Jesse hizo qué? ¿Eso significaba que Rowen estaba qué? ¿Quería decir que pronto
serían qué? De todas las cosas que consideré que ocurría entre ellos, que Rowen
tenga un bollo en el horno no fue una de ellas.
—¿Qué? —le dije, aunque salió más como un susurro y fue cubierto por los
chillidos de Josie al mismo tiempo que, con su excitación, golpeó la mesa en varias
ocasiones.
—¡Lo sabía! —chilló, alertando a la mitad del restaurante —. Lo sabía. Me di
cuenta en el momento en que los vi, chicos.
—Fue este tono de verde pútrido con el que brillo, ¿verdad? —Rowen giró
el dedo alrededor de su cara—. ¿O fueron los círculos oscuros bajo los ojos de no
poder dormir, a pesar de pasar todo el día agotada? ¿O fue la panza que ya está
empezando a notarse de mis vaqueros no-tan-ajustados? —Se acarició la barriga,
haciendo que mi mirada se moviera allí.
Había un bebé dentro de su estómago. Creciendo. Un mini Jesse o Rowen
nacería en el mundo en cuánto… ¿seis meses? ¿Doce? ¿Cuánto tiempo pasa hasta
que nace un bebé? Sabía que oscilaba en algún lugar entre seis a doce meses, pero
por la forma en que todo vino de golpe, un pequeño Sterling-Walker bien podría
nacer mañana.
Josie se movió. —Como sea. Te ves increíble. No sé, era algo en tus ojos.
Algo en Jesse. Esa mezcla de “estoy aterrada y emocionada al mismo tiempo”. Es
como si estuvieras llevando un cartel que anunciara que estaban embarazados.
Rowen olió, arrugando la nariz justo antes de que su mirada se posara en la
crema de espinacas en frente de mí. Antes de que pudiera hacer algo, Jesse la robó
y se la llevó de nuevo a la cocina. Refunfuñé, robando algunas de sus patatas.
—Bueno, tal vez no te hemos engañado, pero yo diría que le dimos a Garth
el susto de su vida. —Rowen me sonrió a mi aspecto todavía aturdido mientras
cortaba su carne.
—Para ser alguien tan mundano y espabilado, se podría pensar que no sería
tan inconsciente sobre este tipo de cosas, ¿no? —Josie no paraba de rebotar en su
asiento—. Dios, estoy tan emocionada por ustedes. ¿Un bebé? En serio, creo que
me podría hacer pis en los pantalones en este momento.
—Si lo haces, asegúrate de no cambiarte en el último cubículo, porque he
vomitado en ese un par de veces y el olor del vómito es, sin duda, persistente. —
Como si no hubiera estado hablando de vomitar, se metió un bocado de carne en la
boca y tragó con un pequeño gemido. Nunca había sido muy carnívora, era más
como vegetariana que comía pollo o pescado en ocasiones, pero en este momento,
actuaba como si quisiera hacer el amor con ese pedazo de carne. Supuse que era la
parte de Jesse en el bebé dentro de ella; hijo de un ranchero que ansiaba una buena
carne roja incluso en el útero.
—Qué asco, pero gracias por el consejo. —Josie agarró mi mano y le dio un
apretón impresionante.
Al verla tan feliz no pude evitar contagiarme. Era contagiosa. En realidad, la
mayor parte de sus emociones lo eran. Lo que ella sentía, de alguna manera, se
convertía en lo que yo sentía.
—¿Cuántos meses llevas? ¿Qué tal ha sido hasta ahora? ¿Cuándo es la fecha
del nacimiento? ¿Ya sabes el sexo? ¿Has pensado en nombres? ¿Has elaborado un
registro? ¿Puedo organizar el baby shower? ¿Puedo ser niñera? ¿Puedo ponerme a
disposición para cuando y donde necesites una mano con el bebé?
Rowen tuvo que interrumpirla. —Oye, tranquila, curiosa. Ve despacio.
Junto con mi energía y la resistencia del estómago, este pequeño gremlin está
chupando mi capacidad intelectual. Una pregunta a la vez, por favor. Dos como
máximo.
La mano de Josie no dejó de apretarme la mía. Iba a cortarme la circulación
pronto si no cedía. —¿Cuándo es la fecha de nacimiento?
—El treinta de noviembre —respondió al instante, como si la fecha estuviera
en la punta de la lengua en todo momento.
—Así que te estarías… —Movió la cabeza de lado a lado—. ¿De tres meses?
—Casi doce semanas hasta la fecha.
—Supongo que es algo sin sentido preguntar cómo estás, ya que acabas de
admitir que te sientes horrible, ¿cierto? —Frunció el ceño mientras acariciaba una
de las manos de Rowen—. Pero se supone que será así hasta después del primer
trimestre, ¿verdad? Debes comenzar a sentirte mejor pronto.
Ella apartó la mirada, centrándose en cortar otro pedazo de su carne. —Sí,
debería. Con suerte. —Se movió en su asiento.
Justo mientras Josie parecía a punto de hacer su próxima pregunta, Jesse
regresó, habiéndome privado con éxito de mi crema de espinacas. —La mayoría de
las mujeres se sienten mejor después del primer trimestre —dijo mientras tomaba
asiento y miró a Rowen, de nuevo con nervios en su expresión. Siempre había sido
atento con ella, casi rayando la protección, pero esto era otra cosa. Esto fue casi
como si estuviera tratando de asegurarse de que ella no había desaparecido. Como
si le preocupara que la aparten de él en cualquier momento.
—¿Qué quieres decir con “la mayoría de las mujeres”, Jess? —Mis primeras
palabras probablemente deberían haber sido algo relacionado con felicidades, pero
sabía que ocurría algo. Algo además del embarazo de Rowen.
Si Josie se dio cuenta de cómo se comportaba Jesse o lo que yo acababa de
preguntar, no le estaba afectando de la misma forma que a mí. —Embarazada a los
veinte. —Se rió, sacudiendo la cabeza—. Y tú me acusaste de ser pueblerina.
Rowen hizo girar el tenedor en el aire. —Sí, sí, lo que sea. Usábamos casi
todos los anticonceptivos que tuve en mis manos, pero parece que tenemos una
máquina sexual —colocó su dedo pulgar en el pecho de Jesse— que los atravesó a
cada uno de ellos.
Josie le dio una mirada que le hizo acomodarse en su asiento. —Jesse, qué
tigre eres.
Le articulé “lo siento”, pero seguía demasiado ocupado empezando a sudar
de ver a Rowen.
—Entonces, ¿te encuentras más emocionada o cagándote en los pantalones?
—preguntó Josie, llamando al camarero y haciendo señas al vaso vacío de Rowen.
Él lo tomó para volver a llenarlo, y Rowen les sonrió en agradecimiento a los
dos.
—Cuando no estoy vomitando, empiezo a emocionarme —le respondió,
cubriéndose el estómago con una de sus manos. Jesse deslizó la suya por encima,
entrelazando sus dedos con los de ella—. Él se está haciendo en los pantalones.
Josie miró boquiabierta a Jesse. —¿Por qué? —Sacudió la cabeza, claramente
perpleja—. Serás uno de los mejores papás del mundo. Detrás de ti, mi amor. —Se
inclinó para besar la comisura de mis labios.
Mi estómago se retorció en varias docenas de nudos a la mención de Josie de
convertirme en padre, y no como antes cuando pensaba en qué tipo de padre tuve
y el ejemplo opuesto que me había dejado. No, esto lo causó la comprensión de
que nunca podría engendrar un hijo en mi condición actual. Comencé a sentir un
sudor frío.
O sea, me di cuenta de que con todo inmóvil al sur de mi cintura, no podía
despertarlo, pero solo estuve centrado en un aspecto de ese gran inconveniente.
Había estado demasiado ocupado luchando con la triste realidad para pasar a la
siguiente conclusión lógica: la parte de los hijos. Puede faltarme mucho para que
piense en renacuajos, pero sabía que en algún lugar dentro de mí estaba enterrado
el deseo de tener hijos. Para demostrar que el apellido Black no era sinónimo de
padres de mierda y bebedores campeones. Quería hijos algún día… pero ahora ese
día podría llegar nunca.
La habitación empezó a cerrarse a mi alrededor, el aire se hizo cada vez más
escaso hasta que me sentí a punto de jadear.
Al otro lado de la mesa, Jesse se aclaró la garganta y finalmente arrancó su
mirada de Rowen. Se frotó la cara con una mano, manteniendo la otra firmemente
plantada en el estómago de su mujer. No sabía a quien trataba de proteger más: a
ella o al bebé. —Había una razón por la que usábamos tantas formas diferentes de
anticonceptivos. —Miró entre nosotros como si esperara que lo entendiéramos.
Josie se encogió de hombros. —¿Debido a que no querías embarazar a tu
novia joven y fértil tan pronto?
Jesse exhaló y con un movimiento de cabeza, lo entendí. Entendí de donde
venían el miedo, la duda y la vena protectora bordeando lo insalubre. Sus palabras
casi reflejaron mis pensamientos.
—Debido a que no es seguro para Rowen tener hijos.
Ella suspiró pero no ofreció ningún argumento. Josie adoptó mi postura
anterior de quedarme congelado.
—¿A qué te refieres? —Tragué—. Porque hacer crecer una personita en su
estómago, luego intentar sacarlo por algo aparentemente demasiado pequeño no
parece muy seguro para ninguna mujer.
Falló mi intento de aligerar el ambiente. En su lugar, la mesa pareció hacerse
más silenciosa.
—No, me refiero a que no es seguro porque es posible que su corazón no sea
capaz de soportar la tensión del embarazo y el parto. —Cuando acabó, su rostro
parecía a punto de desfigurarse, pero se mantuvo tranquilo. Siempre fue tan fuerte,
un pilar entre los trabajadores rudos, pero tener que hacerle frente a esto debía ser
demasiado. Todo hombre tenía un punto de ruptura, y la idea de perder a su
esposa e hijo por nacer era el de Jesse Walker.
—¿Qué quieres decir con que su corazón tal vez no lo soporte? —preguntó
Josie, comprendiendo la pesadez de la situación.
Jesse contuvo el aliento, pero Rowen lo salvó de la explicación. —Quiere
decir que hace aproximadamente un año, fui a mi médico porque me sentía débil y
sin aliento cada vez que intentaba hacer ejercicio. Sí, lo sé. El ejercicio y yo; nunca
lo vieron venir, ¿verdad? La manía por la salud en Seattle se te contagia. —Ese
intento de aligerar la situación tampoco funcionó. Cuando el camarero le puso un
vaso fresco de Sprite delante, tomó un sorbo como si estuviera ahogándose—. En
fin, me diagnosticaron algo llamado estenosis aórtica. Es una afección cardíaca que
básicamente significa que no tolero el estrés físico en mi cuerpo tan bien como otra
persona. Probablemente lo he tenido toda mi vida, pero no me di cuenta hasta que
empecé a llevar mi cuerpo a sus límites más altos.
Jesse todavía no había tocado su comida. De hecho, ni siquiera creía que
haya notado que llegó.
—No es que se le recomienda encarecidamente no embarazarse a alguien
con este tipo de cosas, pero me pone en una categoría de mayor riesgo —dijo.
Jesse se tronó el cuello y rodó los hombros. —No, pero el médico le aconsejó
someterse a una cirugía para corregir el problema antes de quedar embarazada.
Por eso estábamos cuadruplicando los anticonceptivos, pero ahora… —Le falló la
voz por un momento, luego continuó—: No pueden operarla durante el embarazo.
No pueden garantizar que Rowen y el bebé sobrevivirán a esto... No pueden hacer
nada. Parece que todo lo que estamos haciendo es esperar a ver qué pasa, yendo y
viniendo entre celebraciones sobre el milagro y mordiéndonos las uñas ante una
posible tragedia.
Exhalé y sacudí la cabeza. Sostenerse precariamente desde la cornisa de la
esperanza y el miedo era un concepto con el que estaba muy familiarizado después
de la semana pasada.
Rowen se giró en su asiento para mirar a Jesse. Esperó a que la mire, y
cuando finalmente lo hizo, presionó la mano en su pecho y se acercó más. —Voy a
estar bien. El bebé va a estar bien. —Asintió como si estuviera esperando a que él
asienta junto con ella.
No pudo. Él sabía que ninguna cantidad de asentimientos le garantizaría la
seguridad de su esposa y del niño. Jesse podría haber sido un optimista hasta un
grado incomprensible, pero no sesgaba la realidad con las falsas esperanzas. Los
números, las estadísticas no mienten; lo sabía.
Rowen se quedó volteada en su asiento, pero se giró hacia nosotros. —Todo
va a estar bien.
No era mi hermana ni mi novia ni siquiera una amiga de toda la vida, pero
la oleada de pánico que sentí al comprender que su vida estaba en peligro indicó lo
contrario. ¿Cómo sería el mundo sin Rowen Sterling-Walker agitando sus plumas?
Tedioso. Aburrido. Y monocromático en el mejor de los casos.
—¿Nos dices que Rowen podría morir? ¿Que el bebé podría morir? —Señalé
a su estómago mientras dirigía las preguntas a Jesse.
—¡Garth! —espetó Josie.
—¿Qué? Por el aspecto de él, Jesse está organizando un par de funerales al
mismo tiempo que tiene que enfrentarse a ser papá. No esperes que ofrezca unas
simples felicitaciones y pase a discutir lo que todos tenemos planeado para el fin
de semana del Cuatro de Julio, porque no puedo hacer eso, Joze. No puedo fingir
que algo no sucede cuando claramente es así. No puedo barrer algo debajo de la
alfombra…
Fue su ceño cada vez más pronunciado con cada frase lo que finalmente me
llamó la atención. Ese ceño me lanzó mis palabras a la cara, acusándome de ser un
hipócrita. Sabía que tenía razón. Conmigo mismo, me sentía feliz de barrer lo que
ocurría debajo de la alfombra junto con el resto de las motas de polvo, pero cuando
se trataba de las personas que me importaban, quería respuestas. Quería sopesar
las opciones.
Me incliné sobre la mesa hacia él, haciendo caso omiso de la mirada de
advertencia de Josie. —¿De qué estamos hablando aquí, Jess? ¿Qué estadística les
dio el médico, chicos?
Los ojos de Jesse se cerraron, arrugando tanto su frente que desplazó su
sombrero hacia abajo sobre su cabeza. —Él nos dio una estadística mucho más alta
de la que me habría gustado escuchar.
Maldije en voz baja, incapaz de evitar mirar a Rowen como si se estuviera
alejando de nosotros, y lo único que podía hacer era observar mientras tanto. Josie
dejó de rebotar en el asiento del nerviosismo. Toda la mesa quedó sin emoción y
colmada con la pesadez de la incertidumbre. Rowen se encorvó en su asiento,
cubriendo con las manos su estómago, y luciendo un poco asustada por sí misma.
El temor y el pánico en la cara de Jesse solamente aumentó con seriedad, y Josie
parecía que estaba a dos segundos de llorar a gritos.
—Rowen tiene razón —dije, señalándola—. Todo va a estar bien, así que
podemos pasar los próximos seis meses volviéndonos locos y partiéndonos la
cabeza con algo que no va a pasar, o podemos levantar nuestros vasos llenos de
soda, hacer un brindis y celebrar por el pequeño Sterling-Walker. —Elevé la Coca-
Cola, devolviéndole la sonrisa cuando ésta se formó.
Su Sprite se unió a la mía en el aire unos momentos después. El vaso de
Josie vino después, y finalmente, después de bajar con fuerza su brazo sobre la
mesa, Jesse se unió a nuestro trío de copas.
—Salud —dije mientras entrechocamos los vasos—, y felicidades. Ese feto es
un chiquillo con suerte por terminar con ustedes dos como padres. —Una risa se
escapó de la boca de Rowen y se extendió lentamente alrededor de la mesa—. Si
hay algo que podemos hacer por ustedes, háganoslo saber. Sin embargo, no seré su
instructor de respaldo en el parto, Jess, así que mejor asegúrate de permanecer
cerca cuando tu esposa dé a luz. Me dejaría cicatrices permanentes, y ya estoy lo
suficientemente dañado.
Josie se secó los ojos, pero una lágrima aún corrió por sus mejillas y rodeó su
sonrisa. —Felicitaciones. Estoy muy emocionada por los dos. Garth tiene razón,
vamos a mantener la esperanza en lugar de dejar que el miedo nos controle, ¿de
acuerdo? Además, tenemos cosas importantes que discutir. Como los colores del
tema del baby shower que voy a dar este otoño. —Le hizo un guiño a Rowen antes
de arrojar fechas y algo acerca de juegos.
Fue entonces cuando me desconecté. —Quién iba a decir que yo sería el que
arroje luz en esta situación cuando tú te encontrabas presente.
Jesse abrió los ojos, mirando a su plato sin verlo realmente. Mis palabras no
le habían apaciguado tanto como a las chicas.
—Rowen va a estar bien, Jess. Vamos. Tienes que saber eso. —Bajé la voz y
me incliné sobre la mesa—. Es imposible que tú o yo dejemos que algo las aleje a
ella o a su bebé de este mundo, ¿me oyes? Eso no va a suceder, por lo que deja de
pensar eso en este momento.
Se quedó mirando su plato durante un minuto antes de alzar la vista. —No
puedo perderla. Ella es mi mundo entero. No puedo perderla.
Podía identificarme tanto con la expresión de su cara en ese momento. Era la
misma mirada que llevaría por todas partes si Josie estuviera en la posición de
Rowen. —No la vas a perder.
Esperé esa luz en sus ojos que me diga que estaba de acuerdo, ese parpadeo
de desafío que siga mi ejemplo, pero nunca llegó. Jesse se preocuparía hasta que
sostuviera a su bebé y besara a su esposa en la frente. No iba a encontrar un lugar
apacible hasta que tuviera a su familia en los brazos al final de todo esto.
La mano de Josie se entrelazó con la mía otra vez. Seguía ocupada hablando
con Rowen, y nadie en la mesa parecía interesado en los caros filetes. Excepto por
la mujer embarazada. Ella mordisqueaba delicadamente el suyo, probablemente
debido a que su estómago estuvo revuelto durante los últimos tres meses.
—No puedo creer esto. Estoy tan, tan emocionada que no sé cómo voy a
aguantar hasta noviembre —dijo Josie.
—El final de noviembre —agregó Rowen, lo que la hizo gemir.
—¿Cuándo sabrás lo que es?
Terminó de masticar y tragar. —Es un bebé, Josie. Ya sabemos lo que es.
Al otro lado de la mesa, detecté un indicio de una sonrisa amenazando con
arruinar la expresión sombría de Jesse.
—Tu estado de ánimo ha empeorado desde que te embarazaste, ¿sabes? —
Josie le lanzó un paquete de azúcar, riendo.
Más rápido que una bala (no es broma) la mano de Jesse se lanzó al frente y
agarró el paquete de azúcar en el aire.
Rowen le dio las gracias con una palmadita en la mejilla. —Mi héroe.
—Oh, vamos. ¿Cuándo vas a averiguar el sexo del bebé? ¿En cinco meses?
¿Seis? No puedo recordar cuando pueden saberlo con seguridad. —Descansó los
codos encima de la mesa y se apoyó en ellos como si estuviera embelesada.
Puede que no me sienta como ella acerca de todos los temas de la naturaleza
del bebé, pero era agradable tener la conversación —dicha o no— alejada de mí, de
lo que pasó y lo que sucedería.
—Lo sabremos en el momento en que lo hayan arrancado de mi estómago
como un extraterrestre, rezumando en mugre y hedor de placenta. —Rowen me
sonrió cuando solté un gruñido en voz alta.
—Lo bueno es que no estoy tratando de comer aquí —dije, empujando mi
carne aún más lejos—. Porque lo habría lanzado como un proyectil por todo el
lugar.
—¿En serio no van a saber hasta que lo tengas? —preguntó Josie.
Se encogió de hombros. —En serio. Nos gustan las sorpresas.
—Algunas sorpresas —dijo Jesse, tomando un bocado de carne del tenedor
de Rowen cuando ella lo levantó a su boca.
—¿Por qué lo sacarían de tu estómago? ¿No lo hacen solo después de probar
—Me miró y vio la expresión contraída en mi cara—, después de probar la forma
más natural?
Solté el aliento que estuve conteniendo, agradecido de que la palabra con v
no fue dicha en la mesa. No sabía qué sucedía con el embarazo o el proceso de
parto que me ponía tan receloso, pero no era capaz de escuchar información sobre
el tema sin estremecerme. Quizá era porque nunca podría entenderlo ya que mi
cuerpo no llevaba el mismo tipo de equipamiento, o tal vez era porque todo el
proceso escapaba de mi control, salvo por el inicio, y yo prosperaba gracias a éste.
O tal vez el motivo era otro que aún tenía que identificar, pero de cualquier forma,
quería hundir los dedos en mis oídos y ahogar los detalles.
—Con el tema de mi corazón —dijo Rowen, apuñalando su ensalada con el
tenedor—, no quieren agregar el estrés del parto natural. Van a programar una
cesárea para salvarme del estrés.
La nariz de Josie se arrugó. —¿Y abrirte y dejar una cicatriz de por vida en el
área del bikini es cómo piensan disminuir tu estrés?
Rowen sonrió. —Lo sé, ¿verdad? Idiotas.
Jesse se acercó más a su esposa, bajando las manos y sujetando los lados de
su pequeño estómago, lo que silenció a la mesa. —La audición del bebé se está
desarrollando ahora. Puede escuchar. Este es un recordatorio amistoso para que
contengan sus maldiciones cuando nuestro bebé esté dentro del rango de audición.
No quiero que la primera palabra de mi hija o hijo sea mierda.
—¿Por qué me miras? Fue tu esposa la que soltó la repugnante palabra. —
Estuve cuidando mi comportamiento. En su mayor parte.
—Debido a que tú, viejo amigo, eres el peor infractor en ese aspecto. —
Las manos de Jesse se quedaron alrededor del estómago de Rowen unos segundos
más antes de alejarlas.
Supuse que pensó que los oídos vírgenes de su bebé estaban a salvo de
nuevo, al menos por los próximos minutos, después de transmitir su advertencia.
Sin embargo tenía razón. Con un bebé en camino, que se convertiría en un niño
pequeño, lugo en un niño más grande… tendría que empezar a ver lo que decía en
torno a quién. Tendría que instalar un filtro, así no arruinaría al pequeño Sterling-
Walker antes de que él o ella pudiera gatear.
—Bueno, parece que han pensado en todo y hacen todo lo posible para
asegurarse de que tengas un embarazo y parto seguro, ¿verdad? —Josie retomó la
conversación desde donde la dejaron—. Parece que estás en buenas manos.
Rowen dejó caer su mano sobre el hombro de Jesse y lo apretó. —Estoy en
buenas manos.
Josie tomó un largo trago de su refresco y lo vació. Probablemente porque
estaba reseca de hablar cien palabras por minuto desde que escuchó la palabra
“bebé”. —Entonces, ¿cuántas de estas cosas quieren tener?
—Depende de cómo va este —respondió Rowen.
—Uno —dijo Jesse al mismo tiempo.
Josie rodó los ojos. —¿Uno? Es cruel. Necesitan tener por lo menos, como,
cuatro, o podrían ser como yo y querer tener una docena. —Sus ojos se iluminaron
mientras continuaba. Conociéndola, se imaginaba cada una de las caritas de sus
hijos imaginarios y los nombraba en el acto—. Quiero, literalmente, que los niños
me arrastren hasta el horno para hacer la cena cada noche. Quiero encontrarme
ronca, exhausta y agotada todas las noches cuando me meta en la cama. Quiero
estar a punto de reventar con ropa, los platos sucios y pisos de cerámica. —Sonrió
tanto como jamás la había visto, y sonreía mucho en su vida—. Sí, definitivamente
tendré una docena.
Rowen sacudió la cabeza. —No voy a envidiar la condición de tus partes
femeninas después del enésimo niño que prácticamente salga de tu vientre. Y no
voy a envidiar las cajas de pañuelos que rompas cuando tengas que limpiar narices
mocosas.
Josie solo hizo un ademán con la mano, girándose hacia mí y rebotando con
entusiasmo otra vez. —¿Podemos tener una docena, Garth? ¿Podemos literalmente
tener tantos niños que tendré que llevarlos al Club 4-H2 y la práctica de fútbol en
un autobús? ¿Podemos por favor tener tantos hijos que la gente va a comenzar a
dejar píldoras anticonceptivas en mis bebidas donde quiera que vaya para alejar la
amenaza de que un ejército Black tome el mundo? —Sus manos se envolvieron
alrededor de mi brazo mientras me miraba con algo en sus ojos que se registró aún
más alto en la escala de la felicidad y alegría.
Para Josie, la familia —tanto de sangre como de otro tipo— era de suma
importancia en su vida. Supongo que la ampliación de la misma también lo sería.
Si ella quería una docena de niños, se lo merecía. Tenía más que suficiente amor,
bondad y esa vena de aventura para repartir. Tenía tanto de sí misma para dar que
podría haber tenido un centenar de niños y todavía tendría un superávit.
Sin embargo había un problema con lo que estaba pidiendo. O, al menos, un
problema de a quien lo pedía. No podía darle esa docena de bebés. Por lo menos no
en la forma en que un hombre y una mujer estaban destinados a crear un bebé, y
2Es una organización juvenil de Estados Unidos. Las cuatro H se refieren a Head, Heart, Hands,
and Health (Cabeza, Corazón, Manos y Salud).
aunque pudiera estar convencido de trasplantar médicamente mis pequeños Garth
en su interior para que pudiéramos “concebir” juntos, ¿cómo podría mantenerme
al día con un niño mientras estuviera confinado a una silla de ruedas, y mucho
menos una docena? ¿Cómo podría mantener a una familia cuando apenas podía
pensar en formas de mantenerme a mí mismo?
Podría haber sido capaz de engendrar un hijo con la ayuda de un montón de
avances médicos, pero esa era la parte fácil. La parte difícil, la parte siguiente a la
concepción y parto, era incapaz de hacerlo en la forma en que merecerían nuestros
hijos. No quería que pasaran a través de la escuela como yo lo pasé, con comida
gratis y ropa anticuada. No quería que se avergonzaran cada vez que fuéramos
juntos a cualquier lugar, con todos señalando y mirando que venía de tener un
padre en una silla de ruedas con las piernas encogidas e inútiles. No quería
sentirme impotente cuando no pudiera subir a la casa del árbol para ayudar a mi
hijo a bajar si estuviera llorando y asustado de hacerlo solo. No quería enseñarle a
mi hijo a montar un caballo desde fuera del corral. No quería ser una molestia, un
inconveniente o una fuente de vergüenza.
Así que aunque podría haber sido capaz de engendrar a un niño, no podría
criar a uno de la manera que más importaba.
Levantando la mano, ahuequé la mejilla de Josie. No parpadeé ni una sola
vez mientras la miraba, admirándola como si fuera todo lo que podría desear pero
no podía tener si mi destino no cambiaba.
—Puedes tener lo que quieras, Joze —dije. Lo que no dije fue que podría no
ser yo quien le daría todo eso—. Si quieres una docena de niños, entonces puedes
tener una docena de niños. —No le dije que podría compartir esa docena de niños
con un hombre diferente—. Serás una madre increíble, ¿lo sabes?
Sus ojos no se pusieron vidriosos, y no esnifó ante mis palabras. En lugar de
eso, su sonrisa se hizo más grande mientras asentía. —Serás sorprendente también,
¿lo sabes?
Solo podía responderle con un asentimiento, porque si esta silla de ruedas
era una cosa permanente, la única manera para mí de ser un padre increíble sería
no convertirme en uno.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Miry GPE
Dos semanas. Catorce días, trescientas treinta y seis horas. Veinte mil ciento
sesenta minutos. Un millón doscientos nueve mil seiscientos segundos.
Sentí cada uno de esos segundos, todo el millón doscientos de ellos. Antes,
las dos semanas del verano pasaban tan rápidamente que tenía miedo de cerrar los
ojos por temor a despertar y encontrar que las hojas cambiaron de color, pero
ahora, atrapado en esta silla de ruedas, esos minutos y segundos jugaban conmigo,
distorsionando mi sentido del tiempo y su paso.
Nuestros amigos volvieron a Seattle para ocuparse de sus cosas, empacarlas
y traerlas de regreso a Montana por el resto del verano y el otoño hasta que el
pequeño Sterling-Walker viniera al mundo. Jesse quería que diera a luz en Seattle,
donde podrían estar rodeados de hospitales, pero Rowen quería tener a su bebé en
Montana. Ella le aseguró que un hospital en Missoula era tan capaz de traer a su
bebé como cualquiera de Seattle. No sabía si Jesse compró los pensamientos de su
esposa, pero de cualquier forma, estuvo de acuerdo con el plan.
Josie estuvo ocupada ayudando a sus padres en el rancho. Con los dos
envejeciendo, los quehaceres se volvían más difíciles y tomaban más tiempo. El
señor Gibson tenía algunos trabajadores en el rancho que le ayudaban, pero
ninguno de ellos era tan bueno en el trabajo o sabía tanto de este como Josie, así
que ella pasaba bastantes días, desde el amanecer hasta el anochecer, con los
chicos, trabajando con el ganado.
Lo que me dejaba solo con la señora Gibson o en una casa vacía. Al
principio, Josie estuvo tentada a quedarse para hacerme compañía, sin embargo
intentó que no pareciera obvio, lo que solo lo evidenció más, pero después de
recibir algunos largos sermones de mi parte acerca de que llevara su vida como lo
hacía antes o si no me mudaría, ella levantó las manos en rendición.
La mayoría de los días, al menos unas pocas veces durante cada uno, me
arrepentía de esas palabras cuando rodaba por el mismo pasillo en silencio o
miraba la misma sala vacía.
En cierto momento de mi vida, prosperé en la soledad y en su manto de
comodidad. Lo preferiría por encima del compañerismo porque, desde que eso fue
lo que aprendí de mis padres, las compañías al final se evaporaban. La soledad era
mi protección. Claro, mi amistad con Josie y Jesse de algún modo modificaron ese
punto de vista, cambiándolo de nuevo cuando se emparejaron en la preparatoria, y
cambiando básicamente para bien en el último par de años. No buscaba la soledad
como una vez lo hice. No la prefería como compañía.
Sin embargo estar en una silla de ruedas no me dio mucha opción.
La mayoría de mis amigos tenían mi edad, lo que significaba que trabajaban
duro durante los días y jugaban duro después. Hacer algo “duro” estaba más allá
de mi nivel de funcionamiento, así que aunque fui invitado a la mayoría de las
reuniones y fogatas o a salir a los bares un viernes en la noche, yo pasaba. En su
mayoría porque no quería enfriar la noche de nadie más haciéndolos sentir
obligados a quedarse a mi lado, pero también porque la idea de estar alrededor de
una banda de chicos rudos y alborotadores de Montana, cuando yo había sido el
más rudo y el más alborotador no hace mucho tiempo, era demasiado depresivo
para incluso pensarlo, por no mencionar experimentarlo.
Al principio, Josie me alentaba a unirme, pero después de un puñado de “de
ninguna manera” de mi parte y de ella trabajando duro cuidando del rancho y de
mí, frecuentemente caía en la cama a las nueve. Ella tampoco tenía la energía de
ver a nadie más.
Transcurrió un mes desde el accidente y casi tres semanas desde que tomé
residencia en la silla de ruedas. Un mes desde que estuve inicialmente paralizado
desde el cuello hacia abajo y tres semanas desde que mis piernas se quedaron de
esa manera. No intentaba pensarlo, y estaba muy seguro de que no lo decía, pero
sabía con cada día que pasaba siendo prisionero de esta silla, que la probabilidad
de que se volviera permanente se hacía más grande. Cada día que pasaba, solo
aseguraba mi futuro de pasar mi vida paralizado.
Cuando Josie adivinaba que tenía un mal caso de autocompasión, que era
más frecuente que las veces de las que se percataba, me recordaba lo afortunado
que era de estar vivo y de haber recuperado el movimiento en mis brazos y pecho.
Sabía que tenía razón. Al menos, parte de mí lo sabía, pero la otra, la más oscura
no podía creérselo. Seguro, podía ser capaz de rasurarme, lavarme los dientes y
colocarme el sombrero, pero en términos de definición de un hombre, resultaba tan
vacío en ese departamento como si aún estuviera paralizado desde el cuello… o
incluso muerto.
Ya no era bueno para nadie. Al menos no de verdad. Nadie lo diría, pero eso
no cambiaba la verdad de que me convertí en un inconveniente para los más
cercanos a mí. Personas por las que me preocupaba y que quería que fueran
capaces de expresar que el cariño y la preocupación estaban plagados con la
responsabilidad de atenderme.
La señora Gibson me hacía y me traía las comidas a diario, nunca se quejaba
y siempre con una sonrisa amable. Con alguna flor arrancada de sus jardines en un
vaso pequeño en cada una de mis bandejas. Traté de hacer mi propio desayuno de
huevos y tocino hace unas mañanas pero resultó en que no debí comenzar con algo
tan ambicioso y en cambio haber ido por cereal. El experimento terminó conmigo
salpicado de la grasa caliente del tocino y un montón de huevos rotos goteando en
el piso de la cocina. Ni siquiera podía hacerme una maldita comida.
El señor Gibson y Jesse se las arreglaron para traer mi camioneta desde
Casper, y aunque estuve aliviado de tenerla de regreso, verlo estacionado en la
entrada y recolectando polvo, se volvió más un tormento diario que el orgullo y la
alegría que fue mi camioneta antes. Ayer cuando vi maleza enredándose dentro de
las ruedas, bajé por la rampa, la arranqué, y la rompí en una docena de pedazos
pequeños como si fuera el enemigo número uno.
Al finalizar mi pequeña diatriba, encontré a la señora Gibson observándome
desde la ventana de la cocina con una expresión de preocupación. Supuse que era
más por su hija que por mí, pero al menos, no escuché a ningunos de los padres de
Josie susurrar al otro lado del comedor acerca de mí siendo un parásito bueno para
nada viviendo de la benevolencia de ella.
Pero supongo que el día llegaría, y no quería estar cerca cuando sucediera.
Los Gibson eran personas buenas, trabajaban duro, quienes se tomaron su tiempo
para recibirme pero que finalmente cambiaron de opinión sobre mí. Sin embargo,
cuales quiera que sean sus sentimientos por mí, su hija venía primero. Cuando por
fin se admitieran el uno al otro y a Josie que yo solo sería un bloque de cemento
atado a su tobillo y que la arruinaría toda su vida, quería estar preparado para
estar de acuerdo de buena gana y retroceder.
Josie parecía feliz con flotar con su cabeza en las nubes durante el último par
de semanas cuando se trataba de mis limitaciones físicas, pero yo no tenía ese lujo.
En cambio, confrontaba los peores escenarios y pesadillas. Ni siquiera tenía opción.
La amaba. Y por eso, tenía que hacer lo mejor para ella.
Cada día que pasaba, se volvía más y más evidente que yo ya no era lo
mejor para ella.
Eso se volvió abrumadoramente obvio cuando estuve rodando cerca del
granero en un intento de conseguir algo de aire fresco y vi cómo la silla de ruedas
se levantaba en terreno desigual. Tal vez si tuviera una silla de ruedas en forma de
un auto monstruosamente modificado, estaría bien, pero una silla de ruedas como
Cadillac no era exactamente deportivo. El primer pequeño terreno de lodo aspiró
las ruedas y me llevó a una parada chirriante.
Hubiera podido llamar a la señora Gibson; la casa no se encontraba lejos del
granero, y ella siempre parecía mantener sus ojos y oídos entrenados para mí, pero
no iba a arrastrar a nadie más en este lío. Yo lo haría. Incluso si me tomaba hasta la
medianoche.
Solo trabajé en liberar la silla durante unos minutos, y ya sudaba, cuando oí
una voz familiar viniendo desde el interior del granero. Josie salió más temprano
con su papá y los otros trabajadores y dijo que no regresaría hasta el almuerzo. Sin
embargo debían ser pasadas las diez. Ella hablaba con alguien, aunque no podía
percibir la voz de del otro. Dejé de luchar con mi silla de ruedas así podía enfocar
toda mi atención en escuchar.
—Garth no me dice nada. Ni siquiera sé si habla con usted desde que
dejamos su oficina hace unas semanas. —La voz de Josie era más alta de lo normal
y con un sonido más susurrado. Casi sonaba como si estuviera al borde de un
ataque de pánico. Sin embargo aún no podía percibir la otra voz—. Necesito saber,
doctor Murphy. Necesito saber qué está pasando y qué va a pasar.
Mi corazón se detuvo de repente. Y también se quedó de esa forma durante
unos latidos, lo suficientemente largos para que el dolor comenzara a manifestarse
en mi pecho. Ella se hallaba en el teléfono con mi doctor, prácticamente rogándole
información sobre mí. Era muy fresca y compuesta cuando me encontraba con ella,
pero cuando estaba sola, cuando podía ser auténtica, se rompía tanto como yo.
Debería saberlo, incluso mi valiente e intrépida Josie tenía puntos débiles en esa
armadura al parecer impenetrable.
Una persona podía ser más fuerte que la otra, pero eso venía con la carga de
sus puntos débiles, haciéndolos débiles también. Yo era uno de los de Josie, así
como al revés… pero también era el faro de mi fuerza. No necesitaba confirmación
para aceptar que había dejado de ser eso para ella.
—A la mierda la confidencialidad. Me harté de no saber nada y de que me
alimenten con un montón de mierda como si fuera un hongo. —Respiró tan
profundo que pude oírlo a través de la pared del granero—. Necesito saber qué va
a pasar —terminó con una voz tan pequeña que casi no pude percibirla.
Tenía razón; no había hablado con el doctor Murphy ni una vez desde que
dejamos su oficina. Borré muchos de los mensajes de voz de su oficina solicitando
que devolviera las llamadas y que verificara si me gustaría programar una
resonancia magnética u conseguir una referencia para la terapia. Algunas veces
enfrentar la realidad era lo suficientemente difícil sin tener que descubrir una
forma de atravesarla.
—Bien. Entonces vamos a hablar en términos hipotéticos. —Su voz regresó a
su típico volumen de molestia. Ese era un tono con el que estaba familiarizado—.
Vamos a decir que el ficticio señor Smith tiene un accidente ficticio y se lastima la
columna. Ha estado paralizado hipotéticamente de la cintura para abajo ya cerca
de un mes, después de recuperar el movimiento en sus brazos y pecho unos días
después del trauma inicial. —Tanto desdén irradiaba su tono que me impresionó
que el doctor aún no hubiera colgado. O quizá ya lo había hecho y ella todavía no
se dio cuenta—. ¿Cuál es la probabilidad, si existe alguna, de que el “señor Smith”
recupere el resto de su movilidad?
Después de eso, se quedó callada un minuto. O quizá fueron dos. Cuando oí
de nuevo a Josie, lo primero que escuché fue un largo suspiro.
—Así que en realidad dice que no hay muchas probabilidades. —Otro
suspiro lo siguió, seguido por lo que sonó como un quejido que contuvo antes de
que pudiera escapar—. Me está diciendo que el señor Smith no caminará de nuevo.
Mi pecho latió de nuevo con dolor, doblándome sobre mi silla. Lo que le
acabó de decir el doctor Murphy era algo que acepté en su mayoría hace días, pero
tener que ser testigo de su aceptación mientras yo pude confirmarlo de una manera
muy tangible aceleró mi viaje hacia el punto de quiebre que, incluso hace unas
pocas semanas, parecía tener una salida en el horizonte, ¿sin embargo ahora?,
parecía como si al extender mi brazo, mis dedos solo pudiera arañar la superficie
afilada.
—No, entiendo —dijo. Su voz parecía moverse alrededor del granero, pero
supuse que era porque estaba caminando—. Si la ciencia ficción se vuelve realidad
o un avance médico es sensacional o si los milagros de repente comienzan a salir
de la nada, el señor Smith podría caminar de nuevo. ¿Lo entiendo correctamente?
—Hizo una pausa durante unos segundos—. Eso es lo que pensé. Gracias por jugar
hipotéticamente conmigo. Odio no saber qué está pasando. Odio no ser capaz de
prepararme para lo que viene.
El camión del correo se detuvo en la entrada, haciendo el ruido suficiente
para no poder oír lo que sea que estaba o no diciendo a continuación. El buzón de
los Gibson, como el resto de los de sus vecinos, se hallaba al final del camino de
entrada, al lado de la carretera principal, pero el mensajero entregaba en mano el
correo hace años. Pensaba que tenía que ver con que la señora Gibson siempre le
ofrecía algo cuando aparecía, como un vaso de limonada fresca, té dulce, una taza
de café caliente o un té en el invierno. Hoy parecía como si acabara de preparar
algo de té y estuviera llevándole un vaso. Él apagó el camión de correos y le
agradeció con una sonrisa, acabándose el vaso en dos tragos.
Con el camión apagado, pude oír de nuevo la voz de Josie.
—¿Entonces ahora qué podemos hacer? ¿Por el señor Smith? —preguntó,
con la voz de vuelta su tono y volumen normal. La sorpresa había pasado, y ella se
remangaba las mangas—. ¿Cree que una resonancia magnética aún sería de ayuda?
¿Qué tal la terapia física? —Se quedó en silencio otro minuto—. Sí, de acuerdo. Eso
tiene sentido. Hablaré con él. No prometo que escuche, pero se lo diré.
Después de eso, tuvieron un minuto convencional de un lado para el otro
antes de que la llamada se terminara. Josie debió salir por las puertas traseras del
granero porque nunca la vi deslizarse por el frente, en donde yo estaba más cerca,
aún pegado en el lodo y sintiendo como mi pecho se convirtió en un trampolín
para una familia de elefantes.
No iba a volver a caminar. Así era. Sabía que debía estar agradecido por la
movilidad de mis brazos, pero conjurar un agradecimiento era difícil cuando mi
médico acababa de confirmarme que no caminaría. También lo oí en la voz de
Josie. La rotundidad. La aceptación. Mantuvo la esperanza por tanto tiempo que
debí haber extendido mi meñique y doblarlo alrededor de esa cuerda de esperanza
sin ni siquiera darme cuenta. Ahora que su esperanza se fue, sean cuales sean esas
pequeñas cantidades que dejé que habitaran dentro de mí, fueron asesinadas.
Pudo haber sido ese abrumador arrebato de ira que pareció crecer desde mis
pies y erosionar a través del resto de mi cuerpo lo que me sacó de ese fango. O
quizá el lodo, como todos los demás, se dio por vencido conmigo.
Mientras regresaba a la casa de los Gibson, sin saber realmente hacia donde
iba, me detuve en el camino de entrada y miré alrededor. A mi camioneta iba a
crecerle maleza en la entrada, nunca la conduciría de nuevo. Mi caballo se pondría
gordo y perezoso en el granero, nunca lo montaría otra vez. Mi novia trabajaba en
el rancho de sus padres cuando un día habíamos soñado con trabajar en el nuestro,
nunca volvería a ser un ranchero.
Toda mi vida, todo lo que había sido y todo en lo que me quería convertir,
se alejaba de mí en espiral. Los fragmentos del hombre que fui y del hombre que
quería ser se iban de mi alcance. Mi vida como la conocía estaba terminada. Mi
vida como esperaba que fuera nunca se realizaría.
El hombre que era ahora, paralizado en más formas que solo físicamente,
eran ambos, mi presente y mi futuro. Pude haber tratado de negarlo, pero no podía
mantener la fachada durante más tiempo. Tan descontrolado como se sentía todo a
mi alrededor, todavía tenía el control de una cosa. Un aspecto de mi vida que era
vitalmente importante. Josie.
Mi vida pudo ser enviada a un callejón sin salida, pero eso no significaba
que la suya también. Mi vida pudo haber terminado para todos los intentos y
propósitos, pero la suya recién empezaba. Tan simple como cerrar este capítulo de
su vida y comenzar uno nuevo, ella podría salir adelante en vez de estancarse en
este infierno, cautiva en medio de la vida y la muerte.
No supe cuánto tiempo estuve allí sentado, básicamente despidiéndome de
la vida que conocí, cuando la señora Gibson salió al pórtico, la puerta de vidrio
cerrándose detrás de ella.
—¿Garth? —llamó, limpiando sus manos en el delantal. Por la visión de la
harina empolvando su cara y manos, estuvo haciendo galletas para la cena—.
Tienes un correo. ¿Quieres que te lo deje en tu habitación, o te lo doy ahora? —
Sacó un sobre del bolsillo de su delantal y lo sostuvo en el aire.
No podía ver de quien era, pero no lo necesitaba. Esperé por semanas esa
carta. —La revisaré en este momento, señora Gibson. —Levanté mis hombros y me
abracé. Supuse que era el mejor momento para recibir la carta. Toda mi esperanza
desapareció, así que no me quedaba nada a qué aferrarme.
Cuando bajó las escalas y caminó hacia mí, puso la carta en mis manos.
—¿Necesitas algo?
Casi me reí ante la ironía de su pregunta. Necesitaba tantas cosas que podía
seguir enlistándolas hasta que la cosecha final hubiera llegado para la temporada.
De todas formas, ni siquiera la señora Gibson, con todas sus buenas intenciones,
podía ayudarme con algunas de las cosas que necesitaba.
Sacudí la cabeza. —Gracias, señora Gibson. Por todo.
Me sonrió. —Gracias por hacer siempre feliz a mi hija.
Fue difícil, pero me las arreglé para devolverle la sonrisa. Era casi como si
pudiera leer lo que sentía, casi como si supiera, como yo, que ya no podía hacer
feliz a su hija. Sostuvo mi mirada por otro momento antes de subir las escaleras y
desaparecer de nuevo dentro de la casa, dejándome solo con mi carta y mi futuro
desalentador.
No esperé para abrir la carta. La saqué y la desdoblé. Era la cuenta del
hospital, y fue tan catastrófica como anticipé. El número, literalmente, me dejó sin
aliento y terminaría acabando con la mayoría de mis ahorros. Los mismos que
estuve fundando para la compra de un gran trozo de tierra y un gran rebaño de
reses. En cambio, fui al hospital y pasé dos días allí. ¿Cómo podían un accidente y
las cuarenta y ocho horas siguientes ser los completos responsables de rehacer el
mapa de todo mi futuro?
¿Cómo un momento, un destello en el tiempo, podía ser el responsable de
cambiar toda mi existencia?
Traducido por Val_17
Corregido por Daniela Agrafojo
Esta era la segunda vez que pasaba por la puerta de esta casa sin la euforia
manifestándose en forma de una sonrisa. Esta era la segunda vez que me movía
por el interior sabiendo que la familia con la que planeé vivir y hacer crecer dentro
de sus muros nunca se convertiría en una realidad. Esta era la segunda vez que
daba la vuelta por este pasillo tarde por la noche sintiéndome más como un
fantasma que un hombre.
Mi agarre sobre este mundo se me escapaba, y lo que sea que me esperaba
más allá de éste me jalaba más cerca. No luchaba contra eso tampoco. La idea de la
vida sin Josie era tan atractiva como pasar el resto de mi vida en una prisión de
Corea del Norte.
Me tomó una media hora llegar a casa después de abandonar mi puesto de
observación por encima del pozo de agua. Solía llevarme menos de diez minutos a
pie. De alguna manera me sentía más cansado esta noche que otra anterior, así que
me dirigí directamente hacia el dormitorio después de agarrar algo de la cocina.
Una de las cosas buenas de la vida en una pequeña comunidad era que aún
teníamos tiendas de comestibles con repartidores que entregaban huevos, leche, y
cualquier otra cosa a los ancianos de la ciudad. O a los discapacitados atrapados en
el medio de la nada con ningún medio de transporte. La nevera era vieja, pero aún
funcionaba, y Josie y yo la abastecimos con agua y refrescos, pero eso era todo.
Hallé unos productos secos en los armarios, pero si tuviera que comer otra galleta
de soda, me iba a convertir en una.
Llamé para hacer mi pedido cuando me desperté, y llegó a las pocas horas.
Al menos descubrí una manera de buscar comida: marcar al supermercado local y
esperar a que el repartidor apareciera... Mi vida apestaba.
Aparte de eso, ahora tenía algo para elegir además de galletas y barras de
granola. Pan, mortadela, mostaza, queso, patatas fritas, plátanos… lo esencial
llegó, y cuando el repartidor me vio en la silla de ruedas, hasta intentó desempacar
los víveres por mí. Lo aparté antes de que pudiera abrir la nevera, le entregué algo
de dinero y una buena propina, y dije adiós. Todavía no tenía la disposición de
aceptar lastima. Dudaba que alguna vez lo estuviera.
Después de guardar todo, mis dedos se deslizaron alrededor de una de las
principales razones por las que llamé por una entrega. Nada más que lo esencial…
Después de hacer mi pedido de comestibles, hice una llamada directa al
repartidor y le dije que le daría un extra de veinte dólares si se detenía en una
tienda diferente en su salida. Le pedí la botella más grande que podía encontrar
porque sabía que esta noche la requeriría, y tenía razón. Antes de que llegara al
dormitorio, ya tenía la tapa abierta y levantaba la botella a mis labios.
El whisky me quemó la garganta, pegándome más al momento en que
golpeó mi estómago. Dejé de beber cosas pesadas hace meses por un montón de
razones que ya no importaban. Lo dejé porque el whisky me convertía en un
imbécil, y eso usualmente iba dirigido a quien estuviera más cerca, que por lo
general resultaba ser Josie. Me encontraba solo ahora; estaría solo para siempre si
me salía con la mía; así que ya no existía razón para mantener confinada la rutina
de idiota que me venía tan naturalmente.
Deje de beber whisky, porque me hacía menos que el hombre que sabía que
podía ser… pero ya no había nadie cerca para tratar de ser un hombre mejor. No
iba a esforzarme en convertirme en un hombre mejor por mí, porque yo no era así.
No hacía cosas para ser lo mejor por mí mismo, lo hacía por las personas en mi
vida, y ese número disminuía.
Ese primer largo trago sabía tan bien y con tanto éxito me adormeció del
dolor en el pecho que bebí un segundo. Y un tercero.
Bebía el quinto y acercándome a la mitad de la gran botella cuando oí el
rugido familiar de un motor justo fuera y el sonido de la grava soltándose cuando
los neumáticos chirriaron a una parada. El motor se apagó, la puerta del conductor
se cerró, y la puerta principal de la casa se abrió de golpe en el lapso de unos diez
segundos. Oí sus pasos retumbando por el pasillo. No tuve tiempo para tapar el
whisky o encontrar un sitio para ocultarlo. No tuve tiempo para componerme o
recordarme por qué organicé todo lo que hice en las últimas veinticuatro horas. No
pensé en nada más que ella y la forma en que me hizo sentir, y la forma en que
sabía que la hice sentir cuando irrumpió en el pasillo, muy enojada a punto de
estallar por el sonido de sus pasos.
—Será mejor que estés muerto, que Dios me ayude, Garth Black, porque si
no es así, te voy a matar. —Cuando entró a la habitación, Josie se detuvo. Al
principio, algo que parecía estar cerca del alivio le cubrió la cara, pero eso fue
desechado por la ira que estaba a punto de llegar a su punto de inflexión.
—Todavía no he muerto, nena. —Mi voz sonaba mal, demasiado perezosa y
baja, pero era probablemente culpa del whisky—. Solo estoy borracho.
Sacudió la cabeza, asimilando la escena que nos rodeaba. Sus ojos se fijaron
en la botella medio vacía de líquido dorado entre mis piernas. —Estás muerto. —
Se cruzó de brazos y me niveló con una mirada—. ¿Colt Mason? ¿Ese era tu plan?
¿Reavivar la llama con Colt?
No debería haber bebido tanto tan rápidamente. Me pegó fuerte y bajó casi
todas las inhibiciones que poseía… que no eran muchas. Pero Josie era una de esas
inhibiciones, y si no tenía cuidado, sabía que cedería demasiado. Tenía que seguir
tratando de recordarme a mí mismo por qué tenía que mantenerla a un kilómetro
de distancia.
—¿Qué? Colt es un buen tipo. Pensabas eso —dije—. ¿Es tan descabellado
creer que podías sentirte así de nuevo?
No dejó de mirarme desde que entró en la habitación. No creía que incluso
hubiera tomado un descanso para parpadear. —Él es un buen tipo, uno mejor que
tú en algunos aspectos, sobre todo después de lo que hiciste esta noche, pero no es
mi chico. —Se mordió el labio por un momento—. ¿Qué creías que iba a hacer, eh?
Darle sexo por despecho junto a nuestro pozo de agua y ¿luego qué? ¿Simplemente
íbamos a pasar a vivir felices para siempre?
Tenía que tomar un descanso de su mirada, así que me di la vuelta a una de
las ventanas abiertas y miré fijo a la noche. La observé durante tanto tiempo que
podía sentir que empezaba a mirarme. —Eso no parece tan descabellado tampoco.
—Mi voz sonaba tan vacía como me sentía. Excavando a un lugar oscuro, encontré
lo que tenía que decir y me preparé para su reacción—: Y con tu apetito sexual,
además del mes en el que no has obtenido nada, pensé que prácticamente saltarías
sobre él si yo estuviera fuera de la imagen.
No la escuché acercarse, pero definitivamente escuché el chasquido de su
palma golpeando mi mejilla. Sentí la punzada también.
—Me gustaría poder odiarte en este momento, Garth Black, porque te
odiaría tanto, tanto que ni siquiera sería gracioso. Demasiado. —Su labio inferior
tembló un par de veces, pero su mirada no se vio afectada.
—Acabas de golpear a un chico en una silla de ruedas, Josie. Eso es un poco
bajo, ¿no te parece? —Me froté el lugar que me abofeteó, no porque dolía, sino
porque me recordaba que no me sentía tan entumecido como pensé. La sensación
de picazón y hormigueo que golpeó mi mandíbula contaban una historia diferente.
—No golpeé a un chico en una silla de ruedas. Te golpeé a ti. —Extendió los
brazos hacia mí—. ¿Cuándo vas a dejar de definirte por esa cosa y seguir adelante?
Mis manos bajaron a cada rueda mientras levantaba las cejas. —Un poco
difícil el seguir adelante cuando estoy paralizado.
—Todo lo que ves cuando te miras, piensas o hablas de ti mismo es la puta
silla de ruedas. No es nada más que un poco de metal, nylon y goma, pero estás
actuando como si fuera este némesis, un poder mayor o algo sobre el que no tienes
control. —Sus ojos no se movieron de los míos, ni una sola vez—. Si todo lo que
quieres ver cuando te miras a ti mismo es esa silla, es tu problema, pero no hagas
que el resto seamos tan cortos de vista.
Bajé más el sombrero en mi frente. Para Josie, eso podría haber sido cierto.
Casi no parecía darse cuenta de mi silla de ruedas a menos que lo mencionara,
pero todo el mundo era diferente. En vez de mirarme a los ojos, sus miradas se
desplazaban de la silla a mis piernas.
Una brisa entró por la ventana, alcanzando mi cara. Era lo suficientemente
fría para calmar la neblina del whisky, aunque solo parcialmente, ya que fue
temporal. —¿Cómo me encontraste?
Oí sus pasos más cerca y su sorbo de nariz. —Todo lo que tenía que hacer
era seguir el olor del cobarde —dijo, seguida de otro sorbo. No discutí o traté de
negarlo, porque tenía razón, yo era un cobarde, pero mis motivos eran nobles, por
lo que, al menos, era un cobarde honorable—. No puedo creer que no lo descifré
antes, pero supongo que estaba un poco ocupada entrando en pánico sobre donde
te encontrabas y conducía por la ciudad, revisando hasta el último de tus viejos
refugios y preguntando si alguien te vio, mientras llamaba hasta el último amigo y
enemigo tuyo de los que tenía el número.
Mi teléfono seguía apagado, probablemente a punto de morir, y ya que no
tenía una manera de cargarlo, se quedaría de esa manera. Sin embargo, eso estaba
bien. Un celular era una conveniencia moderna sin la que podría vivir, sobre todo
cuando me imaginaba los sermones que recibiría de Rowen y Jesse cuando se
enteraran de lo que hice. —Supongo que eso explica por qué tengo unas pocas
docenas de mensajes de voz y textos de los Sterling-Walker.
Un bufido vino de Josie, que todavía se encontraba fuera de vista detrás de
mí. Eso era bueno también. Era más fácil hablar con ella cuando no la miraba. O
por lo menos era más fácil hablar y enmascarar lo que sentía cuando no la miraba.
—Ellos estaban tan preocupados que se encontraban a punto de saltar al
camión y transportarse hasta aquí para ayudarme a buscarte, pero ahí me llegó tu
mensaje para reunirnos. —Una nota amarga se enterró profundamente en la voz
de Josie—. No fue genial de tu parte estresar a una mujer embarazada; una mujer
embarazada de alto riesgo, Garth. Como si necesitaras más mal karma apilado
contra ti.
Otra ráfaga de aire fresco sopló más allá de mí. —No fui el que los llamó y
les dijo que desaparecí.
Dio dos sólidos pasos más cerca, por lo que probablemente estaría dentro
del alcance de mi brazo. —¿Por qué no puedo odiarte?
—¿Debido a que sientes algo por los chicos en cuatro ruedas?
—Debería ser más fácil —se dijo a sí misma, como si no hubiera oído mi
respuesta—. Debería ser más fácil de apagar estos sentimientos que tengo por ti, al
menos lo suficiente para que pueda alcanzar el nivel en que no me gustes
demasiado.
Tenerla tan cerca jugaba conmigo. Sobre todo porque podía oler su champú
a este rango. Cuanto más tiempo se quedaba, más me desgastaba, y ya me sentía
tan desgastado que no era nada más que una pieza. —¿Qué haces aquí, Josie?
—Me prometiste una reunión esta noche. Una reunión contigo. Solo estoy
asegurándome de que mantengas tu parte de esa promesa.
La suave brisa que seguía entrando por la ventana jugó con su cabello,
girándolo alrededor de su espalda y tirando unas hebras a la cara. Solo la veía
desde el rabillo del ojo, pero ella era tan hermosa, que se me difícultó respirar.
¿Cómo podría dejar ir a esta mujer?
—Nunca voy a caminar de nuevo. —Allí… esa era la forma. Debido a que
era un gruñón rudo.
Hizo un solo movimiento de cabeza. —Sé eso.
—Saberlo y aceptarlo son dos cosas diferentes.
Sus ojos pasaron de mirar por la ventana a mí. Una ceja subió más en la
frente. —Eres el único atascado en esa distinción. Estoy bien con lo que es y lo que
puede ser, y ya estoy lista para seguir adelante con nuestras vidas, lo cual es difícil
de hacer, por cierto, cuando intentas emparejarme con otros chicos. —Ella esperaba
que la mirara.
Tendría que esperar mucho tiempo porque no podía mirarla y mantener
este acto mucho más tiempo. —¿Cómo dejaron las cosas Colt y tú?
Se acercó a la ventana a mi lado. —La próxima vez que tengas la brillante
idea de emparejarme con otro chico, es posible que desees hacer tu tarea para ver si
dicho chico se encuentra disponible. Gracias, por cierto también, por ese momento
incómodo. Im-bécil.
Mi mandíbula se tensó. —No sabía que Colt iba en serio con alguien.
—Sí, eso es obvio —murmuró.
—¿Alguien que conozca? —pregunté, no porque me importaba sino porque
cuanto más tiempo habláramos de Colt, menos hablaríamos de mí.
—Un poco. Solo una de las hermanas pequeñas de tu mejor amigo. —La vi
mirándome, esperando a que algo se apareciera, pero lo único que se registraba era
más confusión—. Jesse es el mejor amigo al que me refería. En caso de que repases
alguna larga lista de los mejores amigos de los que no estoy al tanto.
Mis ojos se estrecharon en la noche. —¿Cuál?
—La única lo suficientemente mayor para tener citas. —La voz de Josie se
revistió en sarcasmo mientras se acercaba. Pero no era hacia mí que se acercaba;
sino hacia la ventana—. ¿Por qué crees que Jesse exudaba sentimientos cálidos
cuando todos nos encontramos en la cena esa noche?
Debería haber captado la aspereza poco característica de Jesse con Colt y lo
que podría haber significado, pero estuve demasiado preocupado aquella noche.
—Lily es dolorosamente dulce y tranquila. Colt es… dolorosamente no esas cosas.
—Negué con la cabeza, preguntándome si Josie se equivocaba—. Hasta ahora no
percibo la conexión de amor allí.
—No estoy segura de que estás capacitado para juzgar cualquier conexión
de amor después de lo que hiciste esta noche. —El filo de su voz se apaciguó, pero
su postura no indicaba a una mujer soltando su ira.
—Tal vez —contesté en voz baja.
El silencio vino después, pero durante no más de un minuto. Josie suspiró.
—Entonces, ¿cuál es tu plan a partir de aquí, Garth? ¿Tienes uno? ¿Es práctico? —
agregó cuando levanté una ceja en su dirección—. Debido a que estoy empezando
a cuestionar tu capacidad para formar una cadena de pensamientos lógico.
La brisa jugó con el dobladillo de su vestido de verano, a la vez que seguía
tirando de su cabello. Hubiera preferido mirarla de frente y pasar el resto de
nuestra última noche juntos viendo el movimiento del viento sobre ella, pero
conocía a Josie lo suficientemente bien como para saber que no estaría a favor de
eso. Probablemente tenía otras cinco docenas de preguntas, comentarios e insultos
para dispararme. —Mi plan para ti es que me dejes ir y que sigas adelante con tu
vida mientras yo sigo con la mía. Ese es mi plan. —Tuve que cerrar los ojos para
sacar el resto—: Estoy listo para ponerlo en práctica cuando tú quieras.
Si mis palabras le dolieron tanto escucharlas como me dolieron decirlas, no
lo demostró. —¿Contigo y tu amiguita de allí? —Levantó su barbilla, indicando la
botella metida entre mis piernas.
Sentí como si casi hubiera comenzado a quemarme, a pesar de la falta de
sensación que tenía en esa región. —Me gusta considerarme de mente abierta
cuando se trata de mis amistades.
Josie miró a la botella por otro momento antes de extender los brazos y girar
lentamente en su lugar. —Y, ¿aquí es donde planeas seguir adelante con tu vida?
—Su mirada se detuvo en las ventanas rotas, los paneles de yeso que faltaban, y los
cables eléctricos colgando—. ¿Encerrado aquí, permitiendo pudrirte en el exterior,
mientras que tu interior se pudre por beber esa cosa? ¿Quejándote de tus días de
gloria y del accidente que los terminó a quien quiera escucharlo? ¿Apartándote del
mundo que conociste, viviendo tu vida pasando de una botella a la siguiente? —
Hizo una pausa, esperando a que hiciera contacto visual.
Aunque lo hubiera intentado, no podría hacerlo. Me sentía tan terriblemente
avergonzado de mi comportamiento, desde el día en que desperté en el hospital
hasta ahora, con énfasis en el pasado día y medio.
Con el tiempo continuó, aceptando que ya no era capaz de mirarla a los ojos.
—Ahora, ¿a que suena eso?
Por un momento, sentí una ola de rabia por su insinuación, pero no duró.
Mis hombros se hundieron mientras me daba un buen vistazo. Mi ropa sucia y
arrugada, el olor saliendo de mí era una mezcla de sudor y mal olor corporal, una
botella de whisky cerca de mi corazón y, más importante, de mis labios. No me di
cuenta hasta justo en ese momento en que ella me lo arrojó a la cara, pero podría
haber sido una copia al carbón de Clay. Hasta la lesión por montar toros que no
solo arruinó mi carrera; le permití que arruinara también las otras partes de mi
vida.
Me hundí aún más en la silla y mis dedos se cerraron con fuerza alrededor
del cuello de la botella. Necesitaba otra bebida para calmar lo que sentía. Precisaba
el resto de esa botella para lavar la idea de mi mente de que me convertía en mi
padre hasta que me despertara mañana en una pila de mi propio vómito y odio a
mí mismo.
—Deberías irte, Josie. —Mi voz sonaba como la suya también. Si arrojar a
Clay a mi cara no era suficiente para recordarme por qué tenía que salvarla de mí
mismo, como él no fue lo suficientemente hombre para hacer con mi mamá, no
sabía que podría haber sido más motivador.
—Este lugar es tan mío como tuyo. Mi dinero también se invirtió aquí. Mi
nombre está en la escritura al igual que el tuyo. —Sus brazos se hallaban cruzados
sobre su estómago mientras se alejaba de la ventana—. Así que, si quieres pudrirte
por tu cuenta, ve a comprar tu propio remolque de mierda y sigue adelante con él.
Voy a ir a la cama. En mi casa. —Al salir de la habitación, se volvió hacia el pasillo.
La seguí, pero se movía rápidamente, y me encontraba demasiado borracho
como para moverme tan rápido. O para mantenerme en línea recta.
—Oye, insensata —grité cuando la oí subir las escaleras hasta el segundo
piso. Ella no podía pasar la noche allí. No había nada en esas habitaciones, solo
telarañas y polvo—. Busca tu tornillo suelto y ponlo nuevamente en su lugar, ¿de
acuerdo? No vas a quedarte.
Se detuvo en la escalera, volviéndose para mirarme a los pies de ellas. —¿Y
qué vas a hacer? —Alzó una ceja—. ¿Echarme?
Me encogí de hombros. —Tal vez.
Dio un paso más arriba, prácticamente sonriéndome. —Entonces hazlo.
Se hallaba en la mitad de la escalera y se movía más arriba, desafiándome
con su mirada. Vine hasta aquí para alejarme de ella, y allí estaba, poniéndose
cómoda, y no había absolutamente nada que pudiera hacer para detenerla. Estar
confinado a la silla me hizo sentir un nuevo nivel de impotencia.
—Quieres que pare de definirme por esta silla de ruedas, pero, ¿cómo
puedo no hacerlo cuando haces algo como esto? —Tiré mi brazo hacia el suyo.
Bastante cerca, pero bien podría haberse encontrado en otra galaxia porque no la
alcanzaría.
—El hombre del que me enamoré no habría dejado que unas míseras
escaleras o esa maldita silla se interpusiera en lo que quería —gritó, con lágrimas
en los ojos.
Bajé la mirada a todo lo que quedaba en mi vida: la botella entre las piernas.
—Ese hombre se ha ido.
Esas palabras colgaron en el aire durante un minuto. Justo cuando pensaba
que ya había subido las escaleras en silencio, se aclaró la garganta. —¿Puedes
traerlo de vuelta? ¿Por favor? —Se metió la mano en el bolsillo de la diminuta
chaqueta de cárdigan, pero no pude vislumbrar qué sacó. Tuvo que haber sido
algo pequeño—. Quiero al que escogió este anillo con la intención de dármelo.
Quiero a ese hombre de vuelta, el que quería pasar el resto de su vida conmigo.
Todavía no podía ver lo que sostenía entre sus dedos, la combinación de la
oscuridad y de mi visión deteriorada hacían hasta difícil que colocara mi mano
delante de mi cara sin que luciera borrosa; pero aun así sabía qué fue lo que sacó
de su bolsillo.
—Quiero que él me mire a los ojos y me pregunte algo específico, y quiero
darle mi respuesta. Quiero eso de vuelta. —Su voz era fuerte, su postura igual,
pero la primera lágrima cayó finalmente de sus ojos.
No quería ser responsable de más de sus lágrimas, pero no podía alimentar
una mentira solo para ahorrar un par de lágrimas. Sabía que, a la larga, le ahorraba
muchas más de ellas dejándola libre. —Ese hombre se ha ido —repetí, más para mí
que para ella.
—No, sigue allí —dijo con un movimiento de cabeza—. Solo que está siendo
estrangulado por este impostor derrotista. —Dejó que eso colgara en el aire por un
minuto antes de continuar subiendo las escaleras—. Si me necesitas, estaré arriba.
La vi irse, aunque sabía que no debería haberlo hecho. —No te necesito. —
Una vez más, lo decía más para mí que para ella, como si estuviera tratando de
convencerme de que era verdad.
—Si eso fuera cierto, no seguirías hablándome y mirándome desde el fondo
de las escaleras como si tu corazón acabara de ser arrancado del pecho. —Hizo una
pausa en una de los escalones, pero siguió de espaldas a mí—. Puedes mantener
este acto todo el tiempo que desees, Garth, pero no hay nada que puedas decir o
hacer para hacerme creer que no tenemos un futuro juntos porque estás en una
puta silla de ruedas. Tenemos una de las más grandes historias de amor de todos
los tiempos, ¿y qué? ¿Crees que algo tan pequeño y estúpido como una silla de
ruedas nos podría separar? —Chasqueó los dedos, apenas mirando sobre su
hombro—. No alejas el amor de tu vida porque salió herido; ahí es cuando
demuestras de qué está hecho tu amor.
Tragué saliva, pero mi garganta se balanceó por la bola atrapada en su
interior. —Josie…
Se giró en los escalones, con los puños formados a sus costados. —Deja de
llamarme Josie. —Su mandíbula se tensó—. No me gusta.
Mis propios puños se apretaron, pero era por la frustración en vez de por la
ira. —Deja de actuar como si todo estuviera bien —dije en un tono tan pequeño
que ni siquiera sonaba como yo—. No me gusta.
Subió otro paso. —Te veré mañana por la mañana. Y la mañana después de
esa. —Su voz sonaba tan firme que le creí—. Oh sí, y la mañana después de esa y
todas las malditas mañanas después de esa.
Mis puños se cerraron con tanta fuerza que sentí que mis uñas estaban a
punto de extraer la sangre de mis manos. —No voy a dejar que te pudras conmigo.
Debes irte. Ahora.
Su cabeza se sacudió, moviendo su pelo hacia atrás y hacia adelante sobre
su espalda en una larga sacudida. —Debería ser tan fácil en este momento mirarte
y procesar todo lo que acabas de decir y hacer, y sentir cierto nivel de odio —Me
miró por encima del hombro en la cima de la escalera—, pero no, nada. Hijo de
puta.
—Josie…
—Buenas noches. Dulces sueños. Te amo —dijo, ondeando su mano.
El fuego surgió en mi torrente sanguíneo mientras me sentía como si no
pudiera controlar una sola parte de mi vida. —¡Maldita sea, Josie!
Ella levantó su dedo como si de repente hubiera recordado algo. —Ah, y
aquí está el anillo de vuelta ya que como que lo robé de tu cajón cuando revisé tu
habitación anoche, en busca de alguna pista acerca de dónde podrías haber ido. —
Me tiró el anillo como si no fuera mucho menos que veinticinco centavos.
Aterrizó en mi regazo, cayendo entre la costura de mis piernas, donde aún
descansaba la botella de whisky. Esa no podría haber sido una simple coincidencia.
Esa fue la manera del destino de jugar con su peón favorito y ponerlo en su lugar.
—Cuando el hombre que eligió ese anillo esté de vuelta, puede hacerme su
pregunta.
Traducido por Jeyly Carstairs & Julie
Corregido por Dannygonzal