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Hace un tiempo, haciéndome esa manoseada pregunta sobre qué pasaría en mi futuro, qué sería de mí
y el propósito de mi vida, me encontré con una amiga en la Perseverancia, me dijo -Acompáñame a
éste taller...- Un taller sobre creación y poesía, no había lío hasta ahí y mientras caminábamos le decía
que mi nuevo proyecto de vida era una fatalidad total, cansado, seriamente, de existir. Entramos al
taller, en éste lugar se habló de un concepto, que hasta el día de hoy me ha dado vueltas; El lugar de
enunciación; Este concepto, en síntesis, es una categoría propuesta principalmente por Walter
Mignolo (1998), dice que la historia personal es “una categoría analítica del discurso narrativo basado
en el espacio para comprender dicha realidad, esto le da al sujeto un papel activo en el proceso de
interpretación: mediante la narración histórica participa en la construcción del fenómeno histórico. La
creación de sentido es una representación de la realidad” (p.64)

Dando vueltas a la definición, sentí que no venía de un lugar sino de muchos. Ese lugar de origen
tiene que ver con cómo percibo mi experiencia, haciendo de lo subjetivo una posibilidad para estar en
contacto con la realidad inmediata. Mi realidad inmediata venía a ser dada por mis recorridos diarios,
lo que veía, las palabras que me aluden, la imagen que evoca, las canciones que lloro o las situaciones
que me conmueven. Ésto me sería central luego, para entender qué pasaba con el conocimiento
-pretenciosa palabra- que se adquiere mediante una acumulación práctica y física de saberes
emocionales. Todos los caminos que contaré y que sentí, fueron recorridos a partir de la experiencia
propia y una pregunta que no incluí en el proyecto, por la formalidad del mismo y una empero
necesidad de graduarme. Pero que surge antes, durante y después de esto ¿Cómo procesan mis
emociones, las situaciones donde el cuerpo es el mediador para comunicar junto a la palabra?

Decidí empezar a aprender del otro, poniéndome en su lugar y viendo así mismo qué de su origen, sus
hábitos y su actitud me ayudaban a ser y estar en armonía con el mundo, queriendo ser o I want to be.
Asistí a unos talleres de Liderazgo donde el objetivo es adquirir: resiliencia, compromiso y
transformarse para innovar, a esto se le considera una terapia de Tercera Generación, o terapia
contextual, una especie de programación neurolingüística donde se trabaja el síntoma y el contexto, a
través de disciplina y dedicación, mediado a través de un coach que usaba “técnicas de PNL,
ontología, pedagogía tradicional y talleres de experiencia que logran sumergir a nuestros participantes
en un espacio de autoaprendizaje, amor propio y liderazgo.” (Tomado de la página del grupo Lácteos,
2020) Empezaría durante cuatro días a entender qué de mi y de los otros no sirve, se buscarán técnicas
de aprendizaje intentando una funcionalidad como ser humano, usando el diálogo y el lenguaje como
camino, siempre entendiendo que no sería una lucha sino una reorientación del sufrimiento,
absorbiendo como esponja todo el feedback posible, sin darme cuenta -practicando la “estulticia”-.

Un estulto es aquel que “da apertura a las influencias del mundo exterior, tiene una recepción
absolutamente acrítica de las representaciones. Mezcla el contenido objetivo de las representaciones
con las sensaciones y elementos subjetivos de todo tipo. En segundo lugar, es aquel que se dispersa en
el tiempo, el que se deja llevar, el que se ocupa de nada, el que deja que su vida discurre sin más, es
decir, el que no dirige su voluntad hacia ningún fin” (Foucault, 1982, p.59) entonces, es aquel que
quiere sacudir sus hábitos, mi comportamiento interior necesitaba ser modificado, lo establecido para
mi no era suficiente, tenía valores que no funcionaban “¿No está inscrita la realidad con violencia en
unos valores morales y en unas relaciones de poder que tienden a regular las conductas y a negar las
prácticas de libertad?” (Foucault, 1982, p.12). Sometido o instruido en prácticas violentas con migo
mismo -me refiero a los vicios de la voluntad física; sea quietud, pereza, desesperanza, desesperación
y desmoralización- o prácticas que no van ritmo del capital tal cual se conoce, decido participar de
estos talleres, donde la inquietud que más llamó mi atención fue la posibilidad de la relación antes
dicha, cuerpo y palabra como mediadores ante los impactos de correcciones que no fueron tan
profundos como las reflexiones que vendrían luego de un año

A este lugar se viene por un sin fin de motivos, desde la búsqueda de respuestas existenciales, hasta
porque el “amigo de la familia lo aconsejo” sin embargo hay un común denominador y es El Cuidado
de sí Mismo (Foucault, 1982). Las emociones de la moral -que se desencadenan en acciones- no son
suficiente ni para sobrevivir ni para mantenerse en pie. Estos actores del sí mismo, nosotros mismos,
no son esos que buscan conciencia sobre los valores que originan su estructura moral, ni los que se
piensan como un actor con reflexiones activas dentro de la sociedad, son y somos, los fantasmas de lo
que no se atreve a mencionar cuando nuestro cuidado por nosotros falla, al hábito de una acción que
se origina de una moral inmutable, perniciosa, común, y sobre todo estática.

El taller se da en un lugar en específico donde caben unas 150 - 200 personas, es dado por un sujeto
que por su aspecto es el coach que dirige el espacio. La relación entre éste sujeto, el staff y los
participantes jamás fue vertical, esto ayuda a dejarse llevar por la vulnerabilidad a la que invita el
espacio, todos somos iguales y como iguales vamos a ayudarnos. Para empezar me causa curiosidad la
heterogeneidad del grupo, adultos mayores, jóvenes adultos y algunas personas de mi edad que iban
con sus padres, yo lo hice solo pero siempre pensando en mis familias. Posterior a esto se presenta él
staff compuesto de seis o siete personas que uniformadas con un traje negro y camisa blanca
representan -metafóricamente hablando- cualidades, pero que para mi, y hoy, tienen un trasfondo de
síntomas y por su misma calidad de síntomas, se deben reinventar o cambiar. Acá cabe todo tipo de
compulsiones, drogas, alcohol, zonas de seguridad o confort- y los malos vicios que nombraba
anteriormente.

Es entonces cuando quien participa decide con qué cualidad se siente identificado; responsabilidad,
puntualidad, amor propio, compromiso, integridad, y otros deseos para entrar en las puertas del
bienestar, no los recuerdo todos pero se que cada uno de estos venía con un slogan y una premisa. Así
decido que quiero trabajar amor propio porque me sentía frágil y “minúsculo”, la acción que sigue
esto se expresa con una fuerza física tal que permite manifestar mis intenciones de cambio internas -y
las de todos- con una explosividad magnánima y olímpica, me refiero a correr, correr con vitalidad,
correr con una inyección de deseo explosivo, y cuya jeringuilla venía con una dosis de pasado
abstemio eterno y la cura para mi estaría en más de esas dosis, o en unos de estos mástiles humanos
llamados staff. Como mi acción individual estaría en compromiso con el colectivo, y porque es
máxima moral del buen ciudadano, quise, correr igualmente. Así formaría con otros cinco una
“asociación voluntaria formada sólo por aquellos que se hallan religiosa y moralmente calificados de
acuerdo a los principios del grupo” (M. Weber, 1975) en este caso un anti grupo, compuesto de anti
caballeros cuyo cruzada sería el grial del amor propio. O ¿anti amor propio?

Nos sentamos y nos escuchamos, queriendo aprender trabajando aunque doliera. Para esto la joven
que nos guiaría en este camino haría de instrumento, mediando y dándole nombre a nuestras bajas
tolerancias y conductas impulsivas, des-psicologizando los problemas, permitiéndonos experimentar
los límites y los enredos mentales en pro de la resolución. No se nos permitía establecer el diálogo en
torno al síntoma ni tampoco evadir de ellos, por ejemplo, si yo decía “así son las mujeres cuando
hacen x o y cosa” inmediatamente se me intervenía, se suprimía mi afirmación verbal para determinar
los estímulos que me llevaron a afirmar esa generalidad imposible de establecer que contenía una
actitud evitativa y valorativa de fondo, cuyo verdadero problema sería el categorizar actitudes por
género con seguridad y amplitud, que cancelaría en mi mismo la posibilidad de conocer, no a todas,
sino a una mujer en general. Idealizar y des-idealizar es entonces el primer escalón que me permitirá
adquirir lo que deseo del mundo exterior, mundo que pide con insistencia criterio y decisión, no
importa cual, pero que esté acorde al empalagoso término; proyecto de vida o -entendiendo las lógicas
con las que funciona el sistema- acciones de supervivencia.

Ya sabiendo quienes éramos, de dónde veníamos y qué esperábamos del taller, me quedé con varios
relatos de los que estábamos ahí en círculo presentándose y contando cada uno sus historias con
ligereza. Muchas de esas historias tenían ver con la familia como poseedora de intenciones y otros
sobre la falta de verbalizar emociones. En su momento no me di cuenta, pero que recalcitrante seria
para los más sensibles, ser vulnerables dentro de su mismo hogar o frente a las demandas del capital.
Tal vez sentíamos como los estoicos lo demandaban, “viendo propiedades evaluativas en base a la
apariencia que nos daba la experiencia, y haciendo esa de esa impresión un sello de lo verdadero o
falso -juicio-, llevándonos inmediatamente a la emoción” (M. Nussbaum, 2003) Es más simple de lo
que se lee, los juicios emocionales son errores del pensamiento, bifurcan la realidad y ciegan.

El resultado de estas ásperas relaciones con nuestras pasiones, es el castigo a la espontaneidad y la


creatividad, la suplantación del sueño y el refuerzo de estados de ánimo ajeno a los nuestros y
perteneciente en su mayoría a los que consideraron nuestros cuidadores. No es con ánimo de satanizar
el concepto de familia, y mucho menos de las pasiones, sino de evidenciar cómo funcionan en su
mayoría la subjetividad moral de cuidar, indicar y aparentemente amar, sistematizando conductas de
vida en la renuncia, induciendo a “la obediencia militar, el acatamiento, la sumisión y la esperanza en
un mundo proporcional a esos poderes totalitarios” (G, Bataille. 1993)

Los relatos en los momentos comunes, o en el compartir, se componían esencialmente por una
preocupación constante de bienestar, paz, orden, proyección… Que no negaban necesariamente -y
valga la redundancia- la negatividad presente en el mundo, pero si, como dispuestos a pagar un precio,
yo estaba dispuesto a dejar mi actitud quejosa, mi pereza vivida, y el sobre pensamiento (que de hecho
es una de las bases de las terapias de tercera generación, pensar en el aquí y el ahora) para encontrar
esa tranquilidad y transformarme a mí mismo en algo distinto.

Las discusiones, no me hacían sentir cómodo, cuando veía que las transformaciones de todos nosotros
caballeros emocionales, estaba impulsada en el volver empresa las emociones que en su juicio son
positivas y en despedir las negativas porcentualmente. Muy similar a una competición, con
aparentemente un ganador elegido entre muchos otros ganadores, lo que hacía a todos los ganadores
igual de ganadores por ese servilismo crónico donde la criticidad entre ganadores es nula porque no se
va evidentemente a criticar, se va aprender. Al final encontrábamos en la gran mayoría,
incluyéndome, esa sonrisa que aseguraba el contrato a la intención “real” que me motivará. Es decir,
que la vulnerabilidad -en un ambiente donde se compite por sobresalir- se vuelve un tabú, existe, pero
“es mejor no hablar de ella”, ¿Dónde queda lo mudable, lo inesperado, lo que escapa a la
racionalidad, la fortuna, entendida como “lo que no le ocurre al ser humano por su propia intervención
activa, sino lo que simplemente le sucede, en posición a lo que hace” (Nussbaum, 1995, p.31) Y esta
situación existencial de la incertidumbre es lo que hace florecer a la vida en sí misma, en cuidarla y
entorpecer para afectar nuestro carácter, por lo que vivir bien es casi que una fantasía. Además,
pensarse a sí mismo con un ritmo único de vitalidad, ignorando que el mundo va a cierta velocidad, es
aparte de utópico, mentiroso y muy parecido al american way of life donde todo se puede porque tu lo
puedes.
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Luego a esto comenzamos una serie de ejercicios físicos, su finalidad es convertir las emociones en
actitudes discentes, durante toda la sesión la forma en la que transmitíamos confianza estaba en
directa relación con la postura, el habla, el tono, la mirada y el gesto, en esencia. Así comienza ese
enfrentamiento entre mis quejas y una serie de técnicas que describiré brevemente y que recuerdo
porque fueron las que me inclinaron en éste gusto por lo psicodramático. Trataré de ser lo más
conciso posible porque "según J .L. Moreno, Pierre Renouvier y Raymond Corsini, existen 350
técnicas distintas de psicodrama" (______) La mayoría de éstas, por no decir todas, basadas en el
principio de Espontaneidad-Creatividad, éstas técnicas tiene un principio y es aquello que va
“incidiendo sobre un sistema-escena facilitan su cambio estructural”(_______) buscando activar,
dinámicamente ese sistema.

Esta es la parte puramente Psicodramática, pues las actividades buscaban durante toda la sesión
modificar las preguntas ¿Por qué estoy de ésa forma? Por ¿Cómo estoy actuando?, ¿Qué estoy
haciendo?, ¿Qué beneficios le saco a dicho comportamiento? Esto aporta a una conducta que observa
el presente y no se interesa por enfocar energías ni actitudes en el pasado. Al acompañar ésta clase de
preguntas con la máxima Psicodramática; “Sus raíces hondas están en el teatro ya que hace intervenir
el cuerpo en sus máximas expresiones e interacción con otros cuerpos” (R. Bermudez, 1997, p.17-23)
se logra aflorar la emoción.

Las técnicas que se vieron eran “Técnicas de aprendizaje de nuevas vinculaciones “son las que más
competen para éste caso pues en éste espacio hubo gran cantidad de juegos de rol y de aprendizaje de
roles; no solo busca aprender un rol sino mejorar, o adecuar un rol inadecuado o insuficiente.
También existen “Técnicas de ingerencia del sistema” y “Técnicas que inciden en el proceso
comunicacional” (______)

En el juego de roles (role playing) se dio una técnica conocida como El Soliloquio, “Es la técnica con
la que se invita al protagonista a que exprese en voz alta, como hablando consigo mismo sin que nadie
le escuche, sus sentimientos más íntimos, su confusión, su estado de ánimo y las dificultades que
encuentra” (____) la recuerdo bastante por el tipo de Caldeamiento que se dio. Consiste en usar
únicamente la mente como brújula de viaje en el tiempo, en esta actividad se hizo un guion de
recuerdos guiados donde un narrador -coach en éste caso- induce a todos los participantes a expresar
con un compañero una serie de sentimientos que le produce el guion, en este guion las líneas
corresponden a un momento específico de la infancia que recuerde, para esto el trigger es “Toma de
la mano a ese niño que recuerdas” seguido de una serie de lugares comunes, como por ejemplo:
“imagina cómo despiertas”, “cómo saludas a tus padres”, “el momento en el que abres la puerta para
saludar”, “los lugares que recorrías usualmente, el camino a casa, al colegio” etc. Luego la pregunta
es ¿Cómo se sentía ese niño”, no importa la emoción pero en mi caso, y en el de otros con los que
estaba y que escuché, el sentimiento se originaba en la culpa.

La nostalgia y la facilidad con la que se entraba en rol, era auspiciada por una escenografía oscura, la
voz cálida del narrador y una canción empalagosa. Así en voz alta invité a mi protagonista a caminar
conmigo esos lugares comunes, recorrimos los lugares que más recordaba, la mayoría de ellos
asociado a mi vida en familia, mis mejores amigos y mi última relación. En medio del soliloquio
entendía que estaba en un lugar que solo a través de lo imaginario podía encontrar y mientras viajaba
en esa interioridad, el director “ordena un soliloquio, se detiene la escena, se “congela”, y el
protagonista (o los yo auxiliares que representan los papeles que el protagonista les ha adjudicado en
su escena) expresa en voz alta sus sentimientos o pensamientos (desde su rol asumido) en ese preciso
momento” (Rojas Bermúdez, 1999) Y así ocurrió, la narración se detuvo, la persona que tenía al
frente y la regresión hizo más intenso el proceso, cuando el director dijo “Ve con ese niño a un lugar o
un momento donde hubiese querido ser abrazado, un momento en el que solo hubieses querido ser
entendido” el sollozo de muchos se hace más fuerte, incluyéndome, comienza a efervecer un
momento de vulnerabilidad grupal, y la gran mayoría rompe en llanto luego de un último catalizador;
“Ahora abraza a ése niño, dile que lo amas, que nunca más va a estar solo y que todo lo que viene
para él se puede ver desde ese lugar al que lo has llevado” (antes se nos había pedido llevar a ese niño
a un lugar que sin importar cual fuese fuera un lugar que inspirase el sueño que teníamos, donde el
niño vería todos nuestros sueños hechos realidad) está fue la elipsis del momento, la explosividad de
tal vez una serie de impotencias acumuladas durante la vida en general.

El resto del taller transcurre con éste tipo de técnicas; juegos de roles donde la palabra adquiere un
sentido y una acción, pero más que aproximarse a ellas una por una, mi interés se sitúa en lo que
actuaba de ellas, esos hábitos re-construidos, a través de interpretaciones originadas en el sentimiento
de culpa, ahora resarcido en no olvidar nunca jamás mis intenciones, que irónicamente y citando a
Nietzsche; “este es el beneficio, de la activa, como hemos dicho capacidad de olvido, una guardiana
de la puerta, por así decirlo, una mantenedora del orden anímico, de la tranquilidad, de la etiqueta: con
lo cual resulta visible en seguida que sin capacidad de olvido, no puede haber ninguna felicidad,
ninguna jovialidad, ninguna esperanza, ningún orgullo, ningún presente” De tal modo que “entre el
originario “yo quiero”, “yo haré”, y la auténtica descarga de la voluntad, su acto, resulta lícito
interponer tranquilamente, un mundo de cosas, circunstancias, e incluso actos de voluntad nuevos y
extraños, sin que esa larga cadena de voluntad salte” (1887, p.67)

Éste es el final de un proceso, donde he decidido tomar una serie de emociones que me carcomían,
como dije desde el inicio; (1) Una culpa pesada conmigo mismo, que me hizo pensar en esas ataduras
morales a mi y otros siete, en esas creencias y juicios siempre presentes, como la familia, la
incertidumbre o la existencia, puesto que “Las emociones también serían en algún sentido
cogniciones, pues implican un procesamiento, consciente o inconsciente, de información” (Cabezas,
2014, p.69) (2) Que me llevarían a valorar situaciones con una valencia buena o mala en relación con
un presente o futuro, a entender que el cuerpo contiene una carga emocional discente y esta carga
tiene que ver con la preocupación por nosotros mismos y una necesidad de mantener en equilibrio las
emociones, cosa (3) que entendería aún más llevándola a una segunda práctica donde mi cuerpo sería
el mediador también pero esta vez con una premisa totalmente diferente: La teatralidad desde un
punto de vista no empresarial. Al fin y al cabo tenía que experimentar la conciencia siendo consciente
de algo, haciéndolo intencional y así controlando el comportamiento.

Con el tiempo sentí que el cuerpo era discente, a tal punto de lograr con solo su presencia, una gran
cantidad de percepciones nuevas que desconocía de la interacción, junto a esto una nueva extrañeza
que me impulsaba a seguir pregúntame sobre éste estado ante el mundo, activo, lúcido, sin culpa ni
pesos extras. Con el tiempo no quise asistir más a éstos encuentros terapéuticos porque no tenía el
capital y porque me sentía no apto para esas sesiones especiales del aquí y ahora. Me alejé
eventualmente de las prácticas que aprendí, por simple hábito, dejé de hacerlo y también la memoria
jugó un papel importante, el olvido es una herramienta activa, como dije anteriormente, y así mismo
lo dejé ir.

Sin embargo el interés por mi cuerpo y lenguaje discente, se mantiene, era evidente que ésta práctica
donde sentí y viví era funcional, al menos en lo que compete a la búsqueda de una proyección física y
espacial de mí mismo, por esto decido buscar una alternativa a esa “educación” corporal, por lo que
comienzo a adentrarme en algo que estaba dormido desde el colegio (último escenario donde use mi
cuerpo en pro de alguna actividad artística) y que a su vez, me permitiría entender que el movimiento
y el carácter van mucho más allá de una clase de educación física.

Decido entonces unirme a un grupo personas que hacían teatro que veía practicaban en el Parque del
CNMH, era un grupo de 6, y con cada uno de ellos viví algo en particular. A ellos les hice entrevistas
semiestructuradas que plantee en el proyecto sobre sus hábitos y el uso de material histórico para la
construcción de sus personajes, pero la verdadera fuente de conocimiento sería la preparación para
una puesta en escena sobre la vida de Porfirio Barba Jacob, poeta paisa que curiosamente basaba su
contenido literario en la heteronomía, y la multiplicidad de su identidad. Desde ése momento me
dediqué a indagar, a encontrar límites, y a explorar elementos que estaban resguardados en ellos, y en
mi, sobre sus emociones y la posibilidad de creación, lo vivido con Agua Mala Teatro terminó por
convertirse en una experiencia de ocho meses que trataré de conceptualizar aquí.

*
En los primeros meses y desde el primer ensayo hasta el día en que decidimos dejar de producir
material creativo venía rondándome en la cabeza, que había uno o varios sentimiento en general que
se usaba en la mayoría de insumos artísticos, el insumo en éste caso es el cuerpo expresivo. La
respuesta a ésta inquietud, me la daría Maria y tendría que ver con el uso del Sistema Stanislavski,
“entonces la emotividad para mi es importante y hay métodos de teatro que trabajan más, que van más hacia
el trabajo de emociones, como el método Stanislavski que va más hacia ese lugar de buscar en uno para
prestarle al personaje esa emoción y así exteriorizar ” (Fragmento de entrevista a Maria, 2015) Este
sistema sería el que acompaña inicialmente la construcción de la emocionalidad corporal, con
ejercicios que propusimos durante los dos primeros meses basados en el cuerpo Biomecánico de
Vsévolod Meyerhold en una agenda de trabajo rigurosa. Si el objetivo se logra, el cuerpo tendería a
ser más expresivo, siendo lo expresivo como una tendencia a que el espectador visibilice con facilidad
las intenciones del actor, ellos lo llamaban “presencia escénica” y tenía que ver con la potencia de
cada uno, con la facilidad para ser reconocido en el escenario tras solo poner un pie en las tablas.

En el tercer y cuarto mes Fernanda, quien vendría a hacer unos talleres con insumos de la
antropología teatral de Eugenio Barba (1994) quien realiza un “estudio para palpar el proceso creativo
y cuando durante éste, el actor incrementa su libertad” (p.31) definiéndolo como; “La antropología
teatral presta un servicio tanto a aquel que tiene una tradición codificada, como para el que le falta;
para quien está golpeado por la degeneración de la rutina, o para el que está amenazado por la
disolución de una tradición” (p.33) Junto a Diego, que en una de las entrevistas, cuando le contaba
que me parecía impresionante la forma en la que transmitía confianza “ Cuando uno lee a Grotowski él
habla para un director, cómo debe dirigir a su grupo para que encuentre espontaneidad y organicidad en lo
que hace entonces habían algunas premisas, y ¡eso! si fue algo que me marcó y es que ella nos decía por
ejemplo, al iniciar el taller “Tápense los ojos y prometan que no van a actuar, prométanselo a ustedes mismos,
esto no se trata de actuar, al contrario, hay que ser orgánico ” (Diego F., entrevista, 2015) Ellos dos,
integrantes de un grupo ya consolidado (Nuevas Máscaras Teatro) nos ayudarían a entender los
límites del cuerpo y la emoción como una disciplina del bienestar, del estar en el aquí y en el ahora a
través de la disciplina de la curiosidad o la creación espontánea, entendiendo que hay un cuerpo
colectivo que debe construirse con todos.

Quiero decir antes que el Proyecto de Investigación me preguntaba por los hábitos, pero en el campo
me encontré que estos hábitos se basan es en el uso de emociones y recuerdos constantes específicos,
más que en una actividad en particular, ¿qué las hay?, si, ¿y terminan en un placer hedonista? no, pero
siempre con la intención de establecer una energía de bienestar, cuidado, preocupación y disciplina
por sí mismos y por el otro por sobre todo, otra especie de familia en una comunión constante.

Los primeros ensayos serian con Maria, y lo primero que me dijo fue que a pesar de todo su esfuerzo
por no ser quien es, el teatro y ella siempre han estado de la mano porque su vida es un drama y una
tragedia a la vez, le encanta que sea así y también lo abraza por la posibilidad que encuentra de
metaforizar la mayoría de sus relatos, donde hace basta referencia al padecimiento físico “ la
enfermedad no solo sufre el que la tiene sino sufre el entorno y también el mismo sistema hace que uno sufra
más” (Maria R., entrevista, 2015)

Su formación en artes mixtas de la Universidad distrital estaría enfocado en lo escénico, ella me


explicaría que el propósito inicial de todo ensayo teatral estaría enfocado en la creación espontánea, la
teatralidad y el fortalecimiento físico pues el cuerpo en escena siempre está transmitiendo información
por lo que debe leerse con finura. Así lo primero sería el calentamiento, encender el organismo y
llevarlo al límite para ponerlo en forma, es un ejercicio físico que busca espontaneidad, juego, y
tensión a la vez. Funcionaba de la siguiente manera; caminamos por el espacio, siempre erguidos y
con la mirada al frente, si nuestra mirada se encuentra con la del otro conectábamos, mantenemos la
mirada fija en él otro y él en nosotros, así se afianzaba y forjaba un carácter íntimo. Moviéndonos en
diferentes direcciones sin buscar un patrón fijo, de tal forma que el encuentro con el otro, fuera una
reflexión conmigo mismo, ¿Por qué no lo vi? ¿Por qué me vio así? ¿Miro así en la cotidianidad? ¿Me
ven con qué intención? Todas estas preguntas causadas mínimamente por la embriaguez placentera
que genera el movimiento. Tras una hora de calentamiento comenzábamos a jugar o hacer danza
contemporánea, luego calentamos con ejercicios de Yoga o Suzuki, los ejercicios de estas dos
actividades eran intensos por su repetición y por la fuerza con la que el cuerpo repite seriaciones para
entrar en calor físico.

Entrar en esa confianza “visual” permitía “soltar los estribos de los estereotipos académicos, descubre
el lenguaje personalísimo del cuerpo y permite vivir con plenitud el aquí y ahora, sin que lo pervierta
la mirada del espectador, como sugiere Natsu Nakajima cuando dice: -Nos esculpe la mirada del
otro-” (Cardona, 2008, p.10-11) La presencia física del otro y la confianza en la creación empezaría a
delimitarse, generar vínculos, mostrar cual es el costo de establecer una relación creativa más allá de
una relación meramente laboral sino que va a los insumos personales.

Tras encontrar esa temperatura podíamos empezar a movernos con una libertad mayor, tal vez
buscando algo que le diera más sincronicidad al grupo, una especie de vara que pudiera decir cómo
emocionalmente podíamos estar en sintonía con los otros seis. En una de las sesiones hicimos algo
que se llamó Cardumen, nombre que viene del banco de peces que generalmente se mueven en una
misma dirección, la dinámica no es más sencilla que seguir a aquél que está adelante, quien lleva el
cardumen en cierta dirección y con movimientos específicos, era interesante porque había un
momento donde quedaba de espaldas, y digo interesante porque la única forma de saber que
movimiento debía hacer era sintiendo o esforzándome para imaginar cuál sería ese movimiento que
no vería pero que energéticamente sabía estaba ocurriendo, podía sentir las corrientes de aire, podía
ver de “reojo” como otros brazos imitaban al “original”, lo mismo con las piernas y la respiración.
Esta clase de actividad son un ejemplo de que hay comunicación no verbal con el uso del sentido, con
solo tomarse unos segundos para ver qué ocurre alrededor se puede hacer una radiografía de lo que
hay a nuestras espaldas.

Pasaban los ensayos y las actividades que eran aparentemente repetitivas se hacían más y más
potentes y sobre todo trascendentales para encontrar la temperatura grupal. Mismo caso con el juego,
jugamos muchas veces a evitar ser cogidos por el otro, a cantar rondas infantiles, a pararnos de
cabeza, a imitar a alguien más. El juego también toma un rol central a la hora de calentar porque
permite conocer los límites del otro, la fuerza y las cualidades, el juego es también un lugar para darse
libertad, dice Patricia Cardona (2008) “quien no disfruta del acto de crear está siguiendo un guion que
no reconoce” (p.9) por ende no es su lugar, ha olvidado una forma de espontaneidad física y el
sobreesfuerzo físico terminará por descalificarlo a sí mismo, bendito sea quien ya se conoce lo
suficiente.

Ese camino de la fiscalidad extrema, como una forma de reconocerse se vería en el contact de
improvisación y las improvisaciones con objetos, el primero es una danza que invita a todo nuestro
cuerpo y ser a estar presentes y disponibles. Para usar esta forma, tenemos que desarrollar una
capacidad para confiar en nosotros y en nuestros compañeros, se desarrolla a un ritmo en general y
tiene que ver con cuanto cuerpo le entregamos al otro, se hace luego de haber establecido ya una
emocionalidad en el grupo pues es un ejercicio en el que si los límites no están bien establecidos
podría incomodar y hacer que quien se siente incómodo, no participe más. Se buscaban puntos de
apoyo entre las articulaciones para hacer un movimiento fluido, el cuerpo de los dos se comunica
mediante propuestas que el otro recibe y decide con sus mismos movimientos, por ejemplo cuando
alguien se aproxima para agarrarme y levantarme y yo no quiero ser levantado, yo puedo dejar caer
mi peso y alejar mi centro del centro de mi compañero. Yo me vuelvo demasiado pesado para ser
levantado. He dicho claramente que no. Con ese conocimiento de cómo decir no, puedo extrapolar lo
opuesto; cuando quiero decir que si y aprovechar la oportunidad para volar, ya tengo la sensación de
cómo volverme ligero elevando mi centro y organizándolo sobre el centro de mi compañero. En el
contact alcancé a sentirme más cómodo conmigo mismo que con otros, pudo ser pena pero no me
sentía tranquilo dejando que otro moldeara mi cuerpo.

Pero las sesiones más potentes estuvieron enmarcadas en los siguientes meses. Fernanda de quien
antes hablé, decidió convertir nuestro cuerpo cotidiano en su evolución; el cuerpo extracotidiano. El
cuerpo tiende a establecer una normalidad a causa de un comportamiento (hábito) ese cuerpo, así
como se acostumbra a la queja, a las mal llamadas “tragedias” del día, termina desarrollando una
disiente energía en constante flujo de información con el mundo, energía que puede ser para
conectarse con sigo mismo cuidarse a sí mismo y lograr cuidar a los otros o para mantener en quietud
total. La sesión comienza con un reconocimiento de ésta energía, a través del juego, para esto
simulamos tener en nuestras manos una esfera de energía, ésta puede adquirir, las proporciones que
desee, la textura que imagine, la forma que sea, para yo realizar una acción espontánea, realizo mi
acción imaginaria y entrego la bolita a alguien más en el grupo, esto durante el ejercicio soltaría mi
cuerpo, la idea hacerlo es hacer mucho más comunicativo el gesto corporal.

Nos centraríamos en tres tipos de movimiento y velocidades en base a la espontaneidad pura, cada
uno de los movimientos se realiza a una velocidad distinta. Para ir del punto A al B, tendría que ir a
una velocidad que escogiese yo, del 1 al 10 y lo haría agachado, a media altura o saltando y subiendo
los brazos. Mi motivación sería una inconformidad, un des-propósito, un arrepentimiento, al fin y al
cabo ésa era la idea con la que fui a investigar los hábitos, crear a partir de un malestar -¿Por qué más
va alguien a buscar ayuda para sanar algo? Porque ¿lo invade un resentimiento?, ¿una pena?, ¿algo
que le cuesta por todos los medios mencionar?, ¿que lo evocan las fotos?, ¿una canción?, ¿una calle?,
¿una disputa? ¿Las noticias? en fin- O lo que llaman expertos como la desmoralización de la que
hablaba en principio o ¿solo se quiere hablar? Tantos lugares y escenarios con o sin gente que evocan
extrañeza aluden a la memoria, la memoria que culpa buscando el ahora para vivir, siempre teniendo
en cuenta las condiciones precarias a las que empuja el modelo neoliberal.

Ese movimiento es guiado por una motivación del inconsciente, y lo llamarían subtexto en el proceso
de escritura, El subtexto es un término de origen teatral que se conceptualiza a finales del siglo XIX.
Constantin Stanislavski fue su primer teórico e impulsor. La característica principal del subtexto es
que enriquece el contenido en distintos planos y dimensiones de la ficción que el contenido aparente
del diálogo no aporta directamente, pero que sugiere implícitamente en el uso del lenguaje y en el
modo de actuar de los personajes creando de este modo una visión más completa de lo que está
viviendo. Es el contenido que no se enuncia en un texto, pero que sumergido en el relato
cinematográfico, se expresa por medio del comportamiento del personaje a través, por ejemplo, del
ocultamiento y los sobreentendidos. El silencio forma parte del subtexto, puesto que también se
enuncia, no es una metáfora, como algo que sustituye a otra cosa. Mi subtexto es una emoción con la
que me sienta identificado o que haya surgido durante el calentamiento, o que haya tenido durante
toda la semana. Algo que me interesa retratar porque ha sido, mi historia, mi lugar de enunciación.
Seguido a esto comenzaríamos a pensar en formas de representación, por ejemplo: “¿El cansancio es
algo que se arrastra? O ¿es un grito? Si es así ¿qué lo motiva? y en ¿qué movimientos lo ven? ¿es
posible construirlo con una exploración del espacio? ¿es pequeño? ¿es grande? ¿oprime? Para poder
decir finalmente Si se siente así cómo vamos a decirle al espectador que eso está evidentemente
ocurriendo, la respuesta; expresión escénica.

La sorpresa sería que al finalizar, veríamos la posibilidad de ver una partitura como una escena
compuesta, con un sentido que para mi todo el tiempo fue simplemente una forma extraña de verme, y
de conocerme, pero no de construir a través del cuerpo. Esto sumado a todas las partituras hablaba de
emoción hecha fiscalidad. Lo segundo que ocurrió con éste trabajo tuvo que ver directamente con mi
carácter, al finalizar los ensayos el cuerpo se sentía intenso, activo, con una predisposición al gozo, al
carácter. Al estar vivo.

Al grupo entraría Diego, quien ya tendría una experiencia mucho más larga en una compañía de
teatro, con él practicamos el Suzuki como entrenamiento físico que ayuda al disciplinar del cuerpo,
Yoga pero como estrategia de encuentro con el yo mismo, expresión vocal para hacer más diciente los
diálogos y canalizar la voz en dirección, darle fortaleza a la comunicación y seguridad sobre el rol,
esto tendría que ver con la psicología del personaje, y sobre todo para entender los mecanismos de
comunicación con el espectador (preguntarle a Diego tecnica de cantar y generar una vibración). El
Suzuki, es una técnica descrita por su creador de la siguiente manera “El principal objetivo de mi
método consiste en descubrir y traer a la superficialidad física la sensibilidad perceptiva que hay en
los actores, antes de que adquieran la codificación de los diferentes estilos teatro, para que puedan
aumentar así su innata capacidad expresiva” (T. Suzuki, 2002, p.1) Es una actividad que busca una
conexión entre la parte media inferior del cuerpo y la tierra, mientras que el medio superior busca una
conexión con la altura, muy parecido a un alongamiento y una estabilidad constante. Las
articulaciones buscan hablar fuerte y claro, incluso que el cuerpo sea un narrador del silencio.
(Explicación en vídeo #1)
Otro de los entrenamientos más fuertes ocurrió así, una sesión de Yoga rápida donde el cuerpo debe
resistir cierto número de intervalos, en éste caso una serie de flexiones en tres niveles de velocidad y
tres niveles de altura, luego un recorrido de ida vuelta de extremo a extremo del salón de ensayos con
repeticiones de cinco posturas diferentes fijas (momentum según Meyerhold) luego de eso formamos
un círculo donde al ritmo de una canción de compás rápido movíamos el centro del cuerpo al saltar,
elevando con el impulso del salto, el pecho hacia lo más arriba que no llevara esa fuerza, mientras
hacíamos ese gesto, lanzábamos con nuestra mano izquierda un palo de escoba que recibimos con la
mano contraria en el aire también. Es difícil de describir pero era tal vez el cenit del ejercicio, donde
fuerza, energía, respiración, mirada, postura corporal, ligereza, intención, etc. Se mostraban con
mayor ahínco. Los resultados del ejercicio se expresan en lo que ellos llaman un “Diario Vivo”, muy
parecido al diario de campo pero donde se resuelven tres preguntas; 1) Qué fue lo que más costó? 2)
Qué sintió físicamente? Y qué cree ayuda/dificulta el progreso?

Cuando comenzamos a discutirlo entre todos, vimos como al equivocarnos dentro del ejercicio
pedimos disculpas el uno al otro, una especie de servilismo tonto basado en la timidez que busca
únicamente resarcir algo que ya pasó y como tal es un error no intencionado en un lugar con una
disposición para aceptar el error y seguir mejorando, también discutimos la forma en que sentíamos el
ejercicio. En casi todos los ensayos me cuestionaba por qué la máxima artística de “sentir está en el
pecho/corazón” me costaba tanto, tal vez porque sea una disposición

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Para empezar a ordenar por contenidos:


1) Entender el cuerpo como mecanismo de comunicación para expresar emociones dicientes
a) La culpa y la desmoralizacion
b) La vulnerabilidad
2) Construir a partir de la teatralidad.
a) El contexto
b) El recuerdo

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