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Búsqueda laberíntica de interpretación de un fenómeno lingüístico

Raúl Villaseñor Hernández


Todo lenguaje incluyendo el español y cada una de sus palabras implica una situación
histórica, geográfica, cultural y demográficamente en el seno de una lengua y es esta
circunstancia específica la que le da su significado que, así mismo, es oscuro y
complejo de comprender en su intencionalidad y en su suceder o no suceder.
Intencionalidad es tratar de descubrir alguna política dentro del lenguaje que genere
algún fenómeno específico y por suceder o no, me refiero al mismo fenómeno que
puede consistir en como sucede, en si no sucede y la relación entre esto, es decir, si en
el lenguaje se posibilita decir algo o si no se posibilita o, de que manera se viabiliza.

Las disciplinas de cualquier área utilizan palabras de uso común para utilizarlas como
nuevas formas de definir un cierto fenómeno, así, las palabras adquieren significados
distintos de los que popularmente poseen en el hablar cotidiano; un ejemplo de ello es
la palabra maltrato que en la terapia de reencuentro 1 se utiliza como un concepto
parecido al de violencia aunque con la diferencia central de que bajo este enfoque la
definición total y definitiva de lo que es el maltrato implicaría invalidar el hecho de que
los sujetos no experimentan de la misma manera los mismos hechos y por lo tanto,
generalizar la definición de maltrato requeriría clasificar los actos u omisiones para
todos y todas ignorando en ello al sujeto singular y su experiencia.

Así cuando en el español usamos el verbo maltratar, lo usamos como sinónimo de


violencia o de lesionar, dañar, lastimar o hasta lisiar, para lo cual el lenguaje castellano
posibilita una amplia gama de sinónimos con lo cual se puede expresar varios aspectos
de la experiencia asociada al maltrato.

Pero, ¿qué pasa si tratáramos de describir la experiencia contraria al verbo maltratar?,


¿qué palabra utilizaríamos?, ¿existe una palabra única, antinómica al verbo maltratar
que se oponga específicamente a este actuar?, la palabra que encontré como principal
antónimo es cuidar, la cual significa proteger y/o conservar o buscar el bienestar de sí
mismo o de otros, y si bien esta palabra expresa un tipo de experiencia contraria a la
de maltratar, ¿porqué no existe el verbo bientratar?, esta investigación es un intento
de búsqueda de respuesta a esta cuestión sabiendo de antemano que puede ser
considerada como nimia, pero que responde al hecho de que necesariamente esta
carencia tiene su sentido.

Otro ángulo que favorece el interés sobre esta cuestión estriba en que el lenguaje es
dicotómico, está lleno de oposiciones pero estas además se excluyen, de tal forma que
cuando decimos que alguien es víctima del maltrato, no podemos decir que al mismo
tiempo recibe buen trato por la misma persona, también implica toda una serie de
oposiciones en el lenguaje conocidos como antónimos que no hacen más que resaltar
el hecho de que nuestro pensamiento está lleno de dicotomías y por lo tanto de
dualismo.

Pero en esta búsqueda ha sido necesario enmarcar algunos problemas asociados al


problema, si el lenguaje implica diferencias en el español utilizado como sinónimo del
1
La Terapia de Reencuentro es una propuesta terapéutico relativamente nueva de tipo humanista
creada por la Dra. Fina Sanz Ramón, Directora del Instituto de Terapia de Reencuentro en Valencia,
España.

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castellano para lo que se dice con el habla, es decir, la phoné, y lo que se dice con la
escritura y en que momento se hace una separación entre estos dos ámbitos del
lenguaje.

Derrida cita a Saussure: “No hay más que dos sistemas de escritura: 1º El sistema
ideográfico, en el cual la palabra está representada por un signo único y ajeno a los
sonidos de que se compone. Ese signo se refiere al conjunto de la palabra, y de ahí,
indirectamente, a la idea que expresa. El ejemplo clásico de tal sistema es la escritura
china. 2º El sistema llamado comúnmente “fonético”, que aspira a reproducir la serie
de sonidos que se suceden en la palabra. Las escrituras fonéticas pueden ser silábicas o
alfabéticas, es decir, basadas en los elementos irreductibles del habla. Por lo demás,
las escrituras ideográficas se hacen fácilmente mixtas: ciertos ideogramas, desviados
de su valor primero, acaban por representar sonidos aislados” 2. De esta forma
podemos apreciar que el castellano está dentro de los sistemas fonéticos y que a su
vez, esta característica permite que las lenguas indígenas lo puedan usar como
escritura.

A su vez el margen de concordancia entre la palabra hablada y la escrita es muy


congruente, por ejemplo, en cuanto a bien tratar juntando estas dos palabras es algo
que no se usa ni en la forma hablada ni en la escrita, más sí se puede observar algo:
mientras que maltratar es un verbo y una sola palabra, bien tratar no es una sola
palabra, ni tampoco se ocupa en ese orden, tanto en phoné como escrito decimos
tratar bien, implicando que en cuanto a trato es posible tratar bien o tratar mal pero
ello da una clave para entender este problema, maltratar tiene su lugar propio en el
lenguaje, mientras que tratar bien es una opción pero no un espacio propio. Esto lleva
a preguntarnos ¿porqué maltratar tiene su propio espacio en el lenguaje y bientratar
no?.

Cabe señalar que en los sistemas ideográficos es posible imaginar que sucedan
discordancias entre lo hablado y lo escrito y que pudiéramos encontrar en otros
lenguajes que el verbo bientratar sí tuviera un uso corriente. Pero aún con el hecho de
que en cuanto al caso que nos atañe no hay diferencia identificable, Derrida habla de
una correlación que hay que reconocer: “La escritura, materia sensible y exterioridad
artificial: un “vestido”. Muchas veces se ha negado que el habla fuera un vestido para
el pensamiento. Husserl, Saussure, Lavelle, no dejaron de hacerlo. Pero, ¿se dudó
alguna vez que la escritura fuera un vestido del habla? Para Saussure inclusive es un
vestido de perversión, de extravío, un hábito de corrupción y de disimulación, una
máscara a la que es necesario exorcizar, vale decir conjurar mediante la buena palabra:
“…la escritura vela y empaña la vida de la lengua: no es un vestido sino un disfraz”…
Extraña “imagen”. Se sospecha ya que si la escritura es “imagen” y “figuración”
exterior, esta “representación” no es inocente. El afuera mantiene con el adentro una
relación que, como siempre, no es de mera exterioridad. El sentido del afuera siempre
estuvo en el adentro, prisionero fuera del afuera, y recíprocamente” 3 De tal forma que

2
Derrida, Jacques. De la gramatología. P.43. Editorial Siglo Veintiuno. 2010. México, D.F.

3
Op. Cit. P. 46.

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si encontramos un fenómeno lingüístico que encaje o en el modelo del vestido o del
disfraz lo que siempre encontraremos es una relación entre phoné y escritura.

Así aunque Derrida nos ayuda a justificar nuestro caso en cuanto que seguramente
existe una correlación, esto no nos dice que puede significar dicha relación. Solo
sabemos que según nuestro caso, el acuerdo entre palabras habladas y letras refleja
coherencia y homogeneidad. Para Derrida es importante separar en el lenguaje la
phoné de la escritura para así poder distinguir nuevos aspectos que permitan superar
las antinomias con las que opera toda aproximación epistemológica, sin embargo,
parece ser que el lenguaje castellano es dicotómico ciertamente pero es un
funcionamiento que estamos lejos de revelar porque sus oposiciones son irregulares y
no se alcanza a comprender los alcances de un fenómeno como el problema que nos
atañe.

Para continuar en este camino laberíntico, podemos revisar que nos dice Heidegger en
su texto El camino del habla. Nos dice: “La capacidad de hablar constituye el rasgo
esencial del hombre. Este rasgo distintivo contiene el esquema de su esencia. El
hombre no sería hombre si le fuera negado el hablar incesantemente, desde todas
partes y hacia cada cosa, en múltiples avatares y la mayor parte del tiempo sin que sea
expresado en términos de un «es» (es ist). En la medida en que el habla le concede
esto, el ser del hombre reside en el habla”. 4 Lo más probable es que la capacidad de
hablar a la que se refiere Heidegger incluye el lenguaje completo, y además, el hombre
es hablando, expresándose en el lenguaje.

Bien podemos decir que todos los lenguajes son la casa del ser, y su cualidad es
desocultar, dejar aparecer. Maltratar en español aparece, por lo tanto desde esta
ontología, es, bien tratar no aparece de la misma forma, así como se observaba arriba
que maltratar es una palabra que tiene espacio propio, el ser de bientratar como verbo
desde esta óptica, es, sí, pero desde el silencio en cuanto forma directa de mostrar (si
existiera como verbo), no así cuando se muestra de forma opcional, es decir, no como
verbo sino como tratar bien, opción alternativa a tratar mal.

Digamos que para Heidegger hay una especie de ocultamiento en lo que el habla
desoculta, él lo dice así: “El habla habla en cuanto que dice. esto es, muestra. Su decir
brota del antiguamente hablado. pero hasta ahora aún inhablado. Decir (Sage) que
atraviesa y permea el trazo abriente del despliegue del habla. El habla habla en cuanto
que, como Mostración que llega a todos los ámbitos de lo presente. Deja, a partir de
ellos, aparecer o des-aparecer presencia”. 5 Esto incluye una posible contradicción; si
entendemos el silencio como desaparecer presencia como algo total, impediría la
posible mención de la posibilidad de una expresión que aludiera al buen trato, sin
embargo, no es así, no des-aparece la presencia del buen trato, en tanto que se
menciona como expresión compuesta o como opción, sin embargo, es claro que
carece de la misma presencia que el verbo maltratar.

4
Heidegger, Martin. El camino al habla. Versión castellana de Yves Zimmermann, en HEIDEGGER, M., De
camino al habla, Serbal, Barcelona, 1990. Heidegger en castellano.

5
Op. Cit. P. 12.

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El decir lleva a una característica esencial para expresar la operación del mostrar en lo
que se dice: “El hacer propio que trae, que aporta, el que remueve el Decir en tanto
que Mostración en su mostrar, lo llamaremos apropiación (Ereignen). Produce el libre
espacio del Claro en el que pueden perdurar las presencias y del cual pueden des-
aparecer a la ausencia, manteniendo y guardando perduración en este su retirar. Lo
que la apropiación por el Decir produce no es jamás el efecto de una causa ni
consecuencia de un fundamento. El hacer propio aportador, la apropiación, consiente
más que todo obrar, que todo hacer y todo fundar. Lo que apropia es el advenimiento
apropiador mismo - y nada más[iv]. El advenimiento apropiador percibido en el
Mostrar del Decir, no se deja representar ni como evento ni como suceso sino que sólo
se puede hacer su experiencia en el Mostrar del Decir, entendido como lo que
consiente. No hay otra cosa a la cual aún pudiera remitirse el advenimiento
apropiador, o desde la cual incluso pudiera ser explicado. La apropiación no es la suma
(resultado) de otra cosa., sino la donación, cuyo gesto donante sólo y primeramente
consiente algo como un Es gibt, un «hay», del que incluso «el ser» está necesitado
para alcanzar lo suyo propio en tanto que presencia.” 6 Hay una especie de función al
desocultar, el mostrar tiene diferencias en cuanto a mostrar, lo que se muestra en el
espacio del Claro, enseña una apropiación distinta a la de la ausencia, la apropiación se
muestra en el mostrar del decir. En nuestro caso la palabra apropiada en el lenguaje es
maltratar, la desapropiada bientratar, tan es así que no existe como palabra.

Ahora, en cuanto al alcance de Heidegger en este recorrido laberíntico es destacar que


todo en el mostrar del decir es positivo, tiene existencia aún lo que se oculta o lo
desapropiado, él lo dice así: “El Decir mostrante en-camina el habla al hablar humano.
El Decir necesita resonar en la palabra. Pero el hombre solamente es capaz de hablar
en la medida en que pertenece al Decir y que está a su escucha para poder, re-
diciendo tras él, decir una palabra. Aquel uso y este re-decir residen en aquella
ausencia que no es simple carencia ni, en absoluto, algo negativo.” 7 En general, sólo se
dice lo que se escucha, sólo lo mostrado y en ello también se escucha el silencio, lo no
dicho, o lo dicho de cierta forma, pero de todas formas, bientratar, es un fenómeno
positivo en tanto hecho, en tanto unas formas de decir y también en cuanto espacio
desapropiado del mostrar.

Otra línea de exploración en este tema es lo señalado por Barthes que indica que el
lenguaje dice mucho con lo que dice pero más con lo que no dice, lo cual nos lleva a
pensar el significado en el lenguaje que puede tener la inexistencia de un verbo en
función de la categoría goce y placer que, a su vez, pueden ser una guía estructurante
de nuestro funcionamiento individual, relacional, social, cultural, institucional.

Roland Barthes nos dice: “El goce es in-decible, inter-dicto. Remito a Lacan (“Lo que
hay que reconocer es que el goce como tal está inter-dicto a quien habla, o más aún
que no puede ser dicho sino entre líneas”)”. 8 Como se puede observar aquí hay un
concepto nuevo que contiene una cualidad importante para este tema, “no puede ser

6
Op. Cit. P. 14.

7
Op. Cit. P. 20.

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dicho sino entre líneas”, ¿no es parecido a posibilitar mencionar algo pero sin tener
una palabra propia que le de existencia por sí mismo?, tratar bien es una opción, en
oposición a la opción de tratar mal, bientratar es un verbo que no existe, el goce no
puede ser dicho sino entre líneas, pero ¿qué no el goce es el opuesto al placer y al
deseo?, ¿qué entonces bientratar no pertenece al placer y al deseo y no al goce?,
primeramente requerimos revisar el significado del goce en el psicoanálisis para
esclarecer estas cuestiones.

Ha sido con Néstor Braunstein que el término goce arroja detalles importantes: “El
goce es lo viviente de una sustancia que se hace oír a través del desgarramiento de sí
mismo y de la puesta en jaque al saber que pretende dominarla”. 9 De esta manera,
aparte de innombrable, este elemento de la psique produce evasión, se aleja, no se
puede fácilmente asir ni en la conciencia, ni en el lenguaje, por lo tanto, ¿cómo es que
bientratar es intratable?, me parece que es producto de los sistemas de pensamiento
producido en occidente dentro de siglos de promoción del sufrimiento, de difusión de
estereotipos de martirio el cual necesita comprobar que el mundo es sufrimiento y por
ello y para ello, difunde y reproduce el sufrimiento de tal forma que valida el sufrir e
invalida el placer hallando la forma de que el goce se asuma como el inevitable
resultado de la vivir.

Así, aunque bientratar sea una forma de placer para sí mismos y para otros u otras, el
tratamiento de la cultura en la historia es de suprimirlo como posibilidad accesible en
el lenguaje que facilitara pensarlo, hablarlo, pedirlo y darlo. Habría que hacer una
investigación sobre lenguaje que investigara el uso de ciertos términos asociados a la
violencia y a su vez registrara por oposición cuantas veces se mencionan expresiones
con un trato de positividad sobre cuidar, proteger, bientratar en las que no sean
usadas frases como noviolencia (va junto desde la perspectiva de la educación para la
paz), no dañar, no pegar, no gritar, no, no… El hecho tácito es que hay expresiones en
donde la comprensión no tiene elementos para discernir como en el producto del
devenir se ha gestado e imposibilitado el uso de un verbo como este.

Para Braunstein: “Desear es desear lo prohibido. La seducción originaria, esencial, no


anecdótica, localiza el goce en el cuerpo y, a la vez, lo prepara para su inmediata
reprobación. El goce llega así a ser inaceptable, intolerable, inarticulable, indecible. En
otras palabras: queda sometido a la castración”. 10 Es posible atreverse a decir que
tiene este comportamiento en el lenguaje la palabra bientratar porque en este
ambiente culturalmente cristiano y mortificante, ello conllevaría la actualidad de la
experiencia, es decir, que bientratar sería un hecho y no una promesa de vida futura,
algo para el final de la historia rosa mediática, aunque es necesario precisar que
también funciona en la didáctica de educación en valores, domesticación y
moralización donde la zanahoria al final de la historia es la felicidad como producto de
un merecimiento moral, y donde se realiza el sistema de creencias justificando que “no
8
Barthes, Roland. El placer del texto seguido por Lección inaugural -1973-1978. P.35. Editorial Siglo
Veintiuno. 2006. México, D.F.

9
Braunstein, Néstor. El goce. De Lacan a Freud. P. 20-21. Editorial Siglo Veintiuno. México, D.F.

10
Op. Cit. P. 24-25.

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hay bien que por mal no venga”, todo ello dentro de la “demostración” de la eficacia
de la divina providencia que convirtió un mal en un bien.

Es posible aceptar lo que Barthes nos comenta sobre que “el mundo del lenguaje (la
logosfera) era representado como un inmenso y perpetuo conflicto de paranoias. Sólo
sobreviven los sistemas (las ficciones, las hablas) suficientemente creadoras para
producir una última figura, aquella que marca al adversario bajo un vocablo a medias
científico, a medias ético, especie de torniquete que permite simultáneamente
comprobar, explicar, condenar, vomitar, recuperar al enemigo, en una palabra: hacerle
pagar. Entre otras, puede decirse de ciertas vulgatas: del habla marxista, para quien
toda oposición es de clase; del habla psicoanalítica, para quien toda denegación es una
confesión; del habla cristiana, para quien todo rechazo es demanda, etc.” 11 Entonces, si
la logosfera es paranoica, es represiva, supresiva, evasiva, silenciadora, anuladora y su
campo de acción es el lenguaje. Otro detalle importante, el objetivo de recuperar al
enemigo es “hacerle pagar”, si esto es así, otra posibilidad para explicar porque
maltratar existe y bientratar no, es porque la primera se usa para hacer pagar, para
venganza, castigo u otras formas sutiles o no de “hacer pagar”, como el de penalizar,
es decir, castigar como una forma de venganza social readaptativa social y legal. En
cambio, bientratar no amerita castigo, no tiene paranoia, no requiere “hacer pagar” y
sí produce vínculo, un tipo de vínculo distinto al del goce, es decir, sin necesidad de
fragmentación y sin necesidad de al mismo tiempo desear estar y desear no estar.

Se puede objetar que bientratar también genera goce, es posible pensarlo así, sobre
todo si se asocia al compromiso en los vínculos y comprometerse se asocia a
responsabilidad y responsabilidad se asocia a deber y deber se relaciona con lo bueno
y lo bueno se aleja del placer de tal manera que, bientratar se vuelve sufrimiento
puesto que no es disfrute, sino deber, obligatoriedad, responsabilidad. La solución
estriba en la experiencia de placer al bientratar, lo cual elimina o despotencializa las
ideas mortificantes mencionadas.

Una excelente idea que es fundamental mostrar es en cuanto que el dualismo de


maltratar y bientratar puede entenderse desde este juego: “la oposición (el cuchillo del
valor) no se da necesariamente entre los contrarios consagrados, nombrados (el
materialismo y el idealismo, el reformismo y la revolución, etc.) sino que se da siempre
y en todos lados entre la excepción y la regla.” 12 Visibilizándose como la regla es
mencionar lo violento, y no mencionar en las mismas condiciones (no posibilitándolo
de la misma forma) una expresión de excepción.

La represión del placer nos lleva al goce, la historia del occidente lo demuestra: “vieja,
muy vieja tradición: el hedonismo ha sido reprimido por casi todas las filosofías, sólo
entre los marginados se encuentra la reivindicación hedonista: Sade, Fourier, para
Nietzsche mismo el hedonismo es un pesimismo. El placer es siempre decepcionado,
reducido, desinflado en provecho de los valores fuertes, nobles: la Verdad, la Muerte,

11
Barthes, Roland. El placer del texto seguido por Lección inaugural -1973-1978. P.48. Editorial Siglo
Veintiuno. 2006. México, D.F.

12
Op. Cit. P. 67

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el Progreso, la Lucha, la Alegría, etc. Su rival victorioso es el Deseo: se nos habla
continuamente del Deseo pero nunca del Placer, el Deseo tendría dignidad epistémica
pero el Placero no. Se diría que la Sociedad (la nuestra) rechaza y (acaba por ignorar)
de tal manera el goce que no puede sino producir epistemologías de la Ley (y de su
impugnación), nunca de su ausencia, o mejor; de su nulidad. Es curiosa esta
permanencia filosófica del Deseo (en tanto nunca es satisfecho).” 13 Como decíamos
más arriba, el placer se realiza en el presente, se ha vuelto un hecho, el deseo es un
sueño, una esperanza, está en el futuro. Las filosofías no dejan de encontrar razones
para negar el placer y promueven el deseo, en cuanto a nuestro tema, bientratar es
más un sueño y una posible opción que un hecho, el hecho es el maltrato.

Una primera conclusión es que en este recorrido laberíntico entre el mostrar del decir,
entre la coherencia o incoherencia de la phoné y la escritura, y entre los motivos del
goce en el lenguaje podemos estar de acuerdo con Barthes en que: “el lenguaje es una
legislación, la lengua es un código. No vemos el poder que hay en la lengua porque
olvidamos que toda lengua es una clasificación, y que toda clasificación es opresiva:
ordo quiere decir a la vez repartición y conminación. Como Jakobson lo ha
demostrado, un idioma se define menos por lo que permite decir que por lo que obliga
a decir. En nuestra lengua francesa ( y se trata de ejemplos groseros) estoy obligado a
ponerme primero como sujeto antes de enunciar la acción que no será sino mi
atributo: lo que hago no es más que la consecuencia y la consecución de lo que soy; de
la misma manera, estoy siempre obligado a elegir entre el masculino y el femenino, y
me son prohibidos lo neutro o lo complejo; igualmente estoy obligado a marcar mi
relación con el otro mediante el recurso ya sea al tú o al usted: se me niega la
suspensión afectiva o social. Así por su estructura misma, la lengua implica una fatal
relación de alienación. Hablar, y con más razón discurrir, no es como se repite
demasiado a menudo comunicar sino sujetar; toda la lengua es una acción rectora
generalizada”.14 Con esta cita se vuelve evidente que si la lengua sujeta, entonces las
relaciones de poder, jerárquicas, verticales y de dominación-sumisión atraviesan
nuestro tema porque éste se encuentra en la raíz de la experiencia violenta o sin
violencia, del maltrato o el buentrato.
Por último, los movimientos educativos que se dedican a la lucha contra la violencia
hacia las mujeres desde la perspectiva de género, los movimientos políticos de
educación para la paz y los derechos humanos han acuñado términos en el español
como noviolencia que significan actuar sin violencia, tratando de darle positividad a la
expresión. Acuñar de esta manera términos añade palabras, cambia el lenguaje,
mayormente en la escritura que en el habla hablada, lo cual lleva a resaltar la
importancia de la escritura tanto en Derrida como en Barthes al cual cito: “ningún
objeto está en relación constante con el placer (Lacan a propósito de Sade). Sin
embargo para el escritor ese objeto existe: no es el lenguaje, es la lengua, la lengua
materna. El escritor es aquel que juega con el cuerpo de su madre…: para glorificarlo,
embellecerlo, o para despedazarlo, llevarlo al límite de sólo aquello que del cuerpo
puede ser reconocido: iría hasta el goce de una desfiguración de la lengua, y la opinión

13
Op. Cit. P. 93.

14
Op. Cit. P. 118-119.

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lanzará grandes gritos pues no quiere que se “desfigure la naturaleza”.” 15 Esta cita es
muy importante porque propone y justifica el cambio en el lenguaje que promueva
sujetos sujetados de otras formas en las que se puedan cambiar a relaciones de poder
más horizontales y sobre todo al hecho de que cambiar el lenguaje implica cambiar a
nuestra madre lengua de la que hemos mamado todo lo que pensamos, la forma en la
que lo decimos, lo que decimos y hacemos.

15
Op. Cit. P. 61.

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