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Sumario: I. Introducción; II. Del servicio público a las actividades liberalizadas; III. La
Liberalización de los servicios públicos en Venezuela; IV. Liberalización de las
Telecomunicaciones; 1. Principios de la liberalización de las telecomunicaciones en la
LOT; a. Amplitud de la libertad económica; b. Principio de libre competencia; c. Su
configuración como actividades de interés genera;: d. La intervención del Estado en las
telecomunicaciones y el respeto a la libertad económica; e. El necesario retorno a la
legalidad; V. La Liberalización del Sector Eléctrico; VI. La Liberalización de los
Hidrocarburos Gaseosos; 1. El régimen jurídico tradicional de los hidrocarburos
gaseosos; 2. La Liberalización de los Hidrocarburos Gaseosos y la nueva regulación del
sector.
I. Introducción
Sin embargo, los dogmas liberales surgidos tanto en la Europa Continental como
en los sistemas Anglosajones a raíz de la revolución industrial, así como la necesidad de
satisfacer requerimientos de una sociedad cada vez más urbanizada e industrializada,
constituyeron un obstáculo para que el Estado asumiera directamente tales
responsabilidades, dado que su función principal debía ser la de garantizar el libre y
espontáneo desenvolvimiento de la iniciativa privada.
La esencia del cambio en el concepto clásico del servicio público «(...) consiste
en el paso de un sistema de titularidad pública sobre la actividad, concesiones
cerradas, derecho de exclusividad, obligación de suministro, precios
administrativamente fijados, carácter temporal (con reversión rescate en todo caso) y
regulación total de la actividad, hasta el más mínimo detalle, a un sistema abierto,
presidido por la libertad de empresa (...), con determinadas obligaciones o cargas de
servicio público (...) pero con libertad de precio y modalidades de prestación, con
libertad de inversión y amortización y, en definitiva, en régimen de competencia
abierta, como cualquier otra actividad comercial o industrial, en la que hay que luchar
por el cliente (...) .»3[3]
Por su parte, los artículos 300 y 301 de nuestra Carta Magna disponen que el
Estado podrá intervenir en la economía a través de empresas públicas, pudiendo
además, conforme lo señalado en el artículo 302 de la Constitución, reservarse mediante
la ley orgánica respectiva y por razones de conveniencia nacional, la actividad petrolera
y otras industrias, explotaciones, servicios y bienes de interés público y carácter
estratégico.
7[7] HERNÁNDEZ, José Ignacio, *Un ensayo sobre el Concepto de servicio público en el
derecho venezolano”, consultado en original.
Un examen de la LOT permite derivar los principios generales sobre los cuales
se liberalizó el sector de las telecomunicaciones. La Ley plantea un cambio radical en la
regulación de las telecomunicaciones en Venezuela; pero además las disposiciones de la
LOT tienen profundas implicaciones en el régimen jurídico de los servicios públicos y,
en general, en el Derecho Administrativo Económico venezolano, al establecer
mecanismos que propenden a una racionalización de la intervención estatal en el sector
de las telecomunicaciones, promoviendo así una mayor eficiencia y fomentando la
iniciativa privada y la libre competencia.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que la amplitud del concepto es plenamente
justificable en el Derecho Comunitario. En efecto, al elaborar el Tratado de las
Comunidades Europeas, sus redactores tuvieron que acudir a un término lo
suficientemente amplio para que abarcara los conceptos de servicio público en los
distintos países de Europa. Y es que, como se sabe, no hay en el Derecho Europeo un
concepto unívoco de servicio público, existiendo, cuando menos, tres posiciones: las
derivadas del Derecho francés, las derivadas del Derecho alemán, y las provenientes del
Derecho anglosajón. Para comprender esas tres realidades en un solo concepto, se
acudió entonces, deliberadamente, al amplísimo término actividades económicas de
interés general16[16].
17[17] Sobre estas características, vid. CARRASCO, ANGEL y CORDERO, ENCARNA, “El
derecho a prestar servicios de telecomunicaciones” en Comentarios a la Ley General de
Telecomunicaciones, Aranzadi, Pamplona, 1999, pp. 271-354. De allí que la
jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas haya sido bastante
reacia a definir ese concepto.
18[18] Vid. Economía y Estado: crisis y reforma del sector público, Marcial Pons,
Madrid, 1993, pp. 59-60.
competencia, persigue alcanzar –con criterios de mayor eficacia- los mismos fines que
el servicio público tradicional.
21[21] Cf. BREWER-CARÍAS, Allan, Comentarios sobre la noción del servicio público
como actividad prestacional del Estado y sus consecuencias en Revista de Derecho
Público, N° 6, abril-junio, 1981, p. 65-71.
sector eléctrico, es necesario señalar que el alto grado de participación del Estado en
dicho sector y el propósito de liberalizarlo exigía una normativa que equilibrara la
necesaria intervención del Estado como regulador del servicio eléctrico, la garantía
constitucional de libertad económica y la libre competencia.
Ahora bien, la liberalización del sector eléctrico comprende la apertura del sector
a la iniciativa privada, en condiciones de libre competencia, en las áreas en que ello sea
posible o viable. La libre competencia es un atributo de determinadas actividades
económicas, en las cuales existen las condiciones para que cualquier sujeto económico,
sea oferente o consumidor, tenga completa libertad de entrar o salir del mercado, de
manera que quienes estén dentro de él, no tengan posibilidad, ni individualmente ni en
colusión con otros, de imponer alguna condición en las relaciones de intercambio (art.
3º de la Ley para Promover y Proteger el Ejercicio de la Libre Competencia).
De allí que pueda afirmarse que la liberalización del sector eléctrico no supone
un modelo de competencia perfecta sino, más bien, de competencia regulada en el cual
las distintas actividades que integran el sector están sometidas a regímenes «claramente
diferenciados, en los que se reservan cometidos muy diversos al principio de libre
competencia y a la regulación o intervención pública y en los que estos elementos se
integran y complementan bajo muy diversas combinaciones [...]»22[22]
De la norma antes transcrita se evidencia que los particulares que deseen realizar
actividades en el sector de los hidrocarburos gaseosos deberán obtener licencia o
permiso. Conforme lo dispuesto en el artículo 24 eiusdem, para la exploración y
explotación de hidrocarburos gaseosos no asociados se requerirá una licencia. Por su
parte, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 27 de la LOHG, quienes deseen realizar
actividades de procesamiento, almacenamiento, transporte, distribución,
industrialización, comercialización y exportación de gases asociados o no asociados,
producidos por otras personas, deberán obtener previamente un permiso. En dichos
títulos se establecerán los requisitos y condiciones para que los particulares puedan
realizar tales actividades.
Ahora bien, debe tenerse presente que las licencias y permisos a los que hemos
hecho referencia están orientados, únicamente, a la realización de las actividades de
hidrocarburos gaseosos, lo cual no implica que si la realización de dichas actividades
requiere la exploración y explotación de yacimientos de hidrocarburos gaseosos, el
particular no deba obtener una concesión para la utilización de bienes del dominio
público.
Por tal motivo, dada la vinculación con bienes del dominio público de la
prestación de actividades de hidrocarburos gaseosos, el Estado debe regular en forma
directa y especial dichas actividades, por lo que puede afirmarse que si bien es cierto
que ha operado la liberalización de los hidrocarburos gaseosos a raíz de la entrada en
vigencia de la LOHG, dicha liberalización es más bien matizada, pues el Estado no ha
pretendido adoptar un sistema de competencia absoluta en el sector.
Para concluir, una última reflexión, el viejo concepto de servicio público –monopólico,
igualitario, de mínimos, uniforme-, ha quedado agotado, ya no satisface las necesidades
de la población. Hoy hay que abrir camino a nuevas realidades, más competitivas,
diferenciadas, innovadoras, que son las que la nueva realidad social reclama. Hay que
mejorar la prestación de los servicios públicos, pero sin perder lo ya conseguido hasta
ahora que es, básicamente, la existencia de un servicio universal dirigido a todos los
Bibliografía
2. ARIÑO ORTIZ, Gaspar: Economía y Estado: crisis y reforma del sector
público, Marcial Pons, Madrid, 1993, pp. 59-60.
19. Nueva Enciclopedia Jurídica, Tomo XIII, Editorial Francisco Seix, S.A,
1968