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LA “CUESTIÓN” ARMENIA

Por Justo A. Navarro Martínez (Historiador)

El pasado 24 de abril se ha conmemorado el centésimo aniversario del comienzo de la matanza genocida e


indiscriminada perpetrada sobre los armenios del Imperio Otomano por parte del gobierno de los "Jóvenes
Turcos", un partido fuertemente nacionalista que dirigía el Comité Unión y Progreso (CUP), a cuya cabeza
estaban Mehmet Talaat pachá -ministro del Interior y de Correos-, Ismail Enver pachá -ministro de la
Guerra-, y Cemal Pachá -ministro de Marina-, quienes gobernaron el Imperio desde la revolución de 1908
hasta noviembre de 1918, al final de la Guerra. Este centenario ha hecho que por primera vez, con gran
alarma para el actual gobierno de Turquía, haya tenido una gran repercusión mundial y haya dejado de ser el
“genocidio olvidado”. ¿Perpetraron genocidio los turcos contra los armenios que habitaban en los territorios
bajo su control? Intentaremos demostrar que así fue.

El genocidio es un delito internacional que comprende «cualquiera de los actos perpetrados con la intención
de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal». Estos actos
comprenden la «matanza y lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo,
sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física,
total o parcial, medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo y traslado por la fuerza de
niños del grupo a otro grupo» Todos estos elementos estuvieron presentes en la matanza masiva de los
armenios en 1915-1916, pues hubo una intención y una planificación para exterminarlos físicamente.

Los armenios (gentilicio hayks) eran un pueblo indoeuropeo, de habla indoeuropea (el hayeren), que vivían
en Anatolia desde al menos 3 milenios -si no más- antes de nuestra era. Los hititas llamaban país de Hayasa
al que se extendía al este del río Halys. Hoy día los armenios llaman a su país Hayastán en su propio idioma.
Sus predecesores directos los encontramos en el Reino de Urartu, del que toma su nombre la montaña
sagrada Ararat, y antes de ellos les precedieron los hurritas organizados en el reino de Mitanni. Aparecen
nombrados por vez primera como armenios (arminya) en una inscripción persa de Dario I datada en el año
512 a.C. En Armenia se refugió Anibal huyendo de los romanos y allí se suicidó en el año 183 a.C. Armenia
se convirtió en un estado oficialmente cristiano en el año 301, siendo actualmente de rito ortodoxo (católicos
apostólicos ortodoxos armenios), pues la tradición atribuye la predicación del cristianismo en sus tierras al
apóstol san Bartolomé (martirizado en Armenia), e igualmente el apóstol santo Tomás que predicó en Edesa,
una de las capitales armenias más importantes. Por su estirpe indoeuropea, su cristianismo temprano, sus
grandes influencias culturales romano-bizantinas, hasta el punto de que llegaron a dar emperadores a
Bizancio, los armenios son considerados parte de la cultura europea. Fueron además sus técnicas
constructivas las que parecen haber dado orígen a lo que llamamos estilo bizantino, ya que eran y son
grandes maestros de la cantería. Y a través de los cruzados, a los que apoyaron muy activamente, sus
técnicas constructivas llegaron a occidente.

Hasta la llegada a Anatolia de los intransigentes turcos seldyuk en los alrededores del año mil, a cuyo poder
militar fueron quedando sometidos, los armenios fueron titulares de un reino con altibajos de independencia
y de relaciones clientelares de vasallaje frente a persas aqueménidas, romanos y persas sasánidas, con
periodos de gran esplendor y poderío en la zona y periodos de gran fragmentación territorial. Ese territorio es
lo que hoy se conoce como la Gran Armenia o Armenia histórica, que comprendía un vasto territorio con 15
provincias que iban de oeste a este desde el centro de Anatolia hasta el Caspio, y de norte a sur desde el Mar
Negro hasta el Mediterráneo, llegando a abarcar partes del Cáucaso donde hoy está Georgia. Durante las
cruzadas los armenios, que habían sido de gran ayuda y apoyo para los cruzados, fueron perdiendo los restos
de su último reino independiente en Cilicia, llamada “Armenia menor”, en la costa mediterránea que linda
con Siria. Una curiosidad es que el último rey de Armenia, León IV (1320-1341), acudió a la corte de
Enrique III el Doliente de Castilla para pedir ayuda frente al turco y recuperar el reino. No la consiguió, pero
el rey le concedió el señorío de la villa de Madrid y su territorio con sus rentas y jurisdicción señorial,
aunque muy pronto lo abandonó para acudir a la corte francesa de los Valois con el mismo resultado. Murió
en París y está enterrado en la iglesia de Saint Germain. Así pasaron los siglos y los armenios quedaron
sometidos al Imperio otomano y sujetos como dhimmís (cristianos) al impuesto personal de la jizza, al igual
que los judíos.

Durante el siglo XIX los abusos, discriminaciones, malos tratos y masacres esporádicas hacia las
nacionalidades no otomanas y cristianas de Anatolia (armenios y griegos) y otros territorios del imperio
habían llegado a ser constantes. Las más atroces fueron, sin duda, por su magnitud y extensión las llamadas
“matanzas hamidianas” ordenadas por el sultán Abdulhamid II. Este sultán había promulgado en 1876 la
primera Constitución del Imperio, declarando en ella la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos. La
población musulmana, descontenta, creyóa que con estas concesiones perdían su papel predominante en la
sociedad otomana, sus privilegios. Por otra parte, con la llegada de musulmanes turcos procedentes de las
provincias europeas independizadas, los armenios empezaban a dejar de ser mayoría en sus provincias
históricas y ancestrales de Turquía, básicamente seis. Hacia 1890 los armenios empezaron a exigir el
cumplimiento de esas reformas sobre el papel que nunca llegaban y de los acuerdos adoptados en el
Congreso de Berlín sobre mayor autogobierno, habiendo alguna sublevación local en 1892 y 1893. El sultán
no dudó en sofocarlas con una extrema violencia y crueldad, lo que pone en evidencia una inhumanidad
enfermiza por tratarse de la nación de la madre que le engendró y que él mismo compartía. Las masacres de
armenios -la minoría más próspera y culta de Anatolia y quizás del Imperio- comenzaron entre 1894 y 1897,
oscilando según las fuentes entre 100 mil y 300 mil víctimas mortales, entre hombres, mujeres y niños. Las
más encarnizadas matanzas tuvieron lugar en el cantón de Sasún que dejaron unos 30 mil muertos y la
destrucción de ciudades y barrios enteros en Adaná, Tarso, Mersim o Marash... saqueadas por los propios
turcos.

En 1909, tras una breve toma del poder por Abdulhamid II (1876-1909), bajo una doctrina panislamista
exaltada propiciada por el mismo sultán se produjeron progromos de armenios en Adaná y otras ciudades.
Abdulhamid abdicó en abril, tras la llamada revolución de 1909. En lugar del sultán “rojo”, el CUP puso a su
hermano Mehmed V en el trono. Después de esta revolución hubo en Turquía un corto periodo de
coexistencia más o menos pacífica entre armenios y turcos, debido a que los “jóvenes turcos” habían creado
expectativas de igualdad en el trato hacia los cristianos e incluso se les permitió ser miembros del ejército
otomano. Pronto se vieron frustradas por el estallido de la I Guerra Mundial en 1914. En este año y por
instigación de los representantes del kaiser en Turquía, que utilizaron a los turcos en beneficio de sus
intereses, con su proyecto de crear un ferrocarril que desde Alemania, pasando por Bulgaria, llegase a
Bagdad, amenazando así los intereses británicos en oriente, se dió el primer paso masacrando a las
poblaciones griegas y desplazándolas del Mediterráneo a otros territorios a orillas del Mar Negro. Se escogió
a los griegos porque había hostilidades latentes entre griegos y turcos desde las guerras balcánicas y al
tiempo eran contrarios a los intereses alemanes. Este fue el primer ensayo de limpieza étnica. Le siguió la de
los armenios.

El doctor Behaeddin Shakir, enlace entre el gobierno y el partido, escribió el 18 de febrero de 1915 a Cemal
Bey, secretario del partido en Adaná: “Se decidió exterminar a todos los armenios, sin dejar uno solo con
vida. El Partido reconoció al gobierno la más amplia legitimidad al respecto. El gobierno dará a los
gobernadores y comandantes de ejército las indicaciones necesarias referentes a la organización de la
matanza. Los representantes del Partido se ocuparán, en los lugares en que se hallan, de colaborar en este
asunto e impedir que cualquier armenio reciba ayuda o cooperación.”

Primero desarmaron a los varones armenios que servían en el ejército turco, con el pretexto de que “podrían”
(una hipótesis nunca verificada) ayudar a los rusos en el frente del Cáucaso volviéndose contra los turcos; de
este modo los hombres jóvenes, fuertes y bravos quedaron desarmados y neutralizados. Fueron convertidos
literalmente en esclavos de carga para hacer caminos en las montañas, en duras condiciones climáticas, sin
techo, sin alimentos... hasta el exterminio o ejecutados directamente en grupos numerosos en breves meses.
Después -el 24 de abril de 1915- los turcos se dirigieron a neutralizar a los líderes de la comunidad; ese día
fueron detenidos y directamente asesinados, más de doscientos notables e intelectuales, para desactivar
cualquier intento de movilización y resistencia. Y seguidamente pusieron en marcha el plan de exterminio
que los hombres del CUP ya tenían trazado, pensado, deliberado y decidido... la genial idea que tuvieron
esos monstruos del Comité Unión y Progreso para no ser interferidos por las potencias fue el supuesto de
que, para su seguridad (¿qué seguridad?¿quién les amenazaba?) los armenios iban a ser trasladados (¡qué
eufemismo!) a lugares más seguros... ¡Qué delicados turcos tan preocupados ahora por los armenios más que
por sí mismos! Lo que se ejecutó fue una deportación masiva fuera de la Anatolia turca de mujeres, ancianos
y niños de ambos sexos (los hombres jóvenes ya habían sido eliminados). Les decían que eran "llevados"
hacia Siria, pero las instrucciones de los gendarmes, oficiales y funcionarios turcos que iban al frente de estas
caravanas de la muerte era que no llegaran vivos. Se habían cursado telegramas y órdenes -que se conservan
en los archivos- a las autoridades locales para que no hubiera misericordia ni compasión, pues dijeron que su
intención era que no quedase con vida un solo armenio. Estas son algunas muestras de las intenciones que
tenían los gobernantes turcos ya antes del 24 de abril:

Circular oficial remitida el 15 de abril de 1915 por Talaat y Enver a las autoridades del país: “Por
consiguiente, para proteger nuestro país, nuestra nación, nuestro gobierno y nuestra religión contra la
posibilidad de tal peligro [de intervención en ayuda de los armenios], el gobierno que representa al Islam y
al pueblo turco y el Comité de Unión y Progreso, pase lo que pase, para anticiparse a la presentación de la
Cuestión Armenia en cualquier lugar y forma, y aprovechando las facilidades que nos brinda el estado de
guerra, han decidido acabar con esa cuestión de una vez por todas, deportando a los armenios a los
desiertos de Arabia, exterminando ese elemento espúreo, de acuerdo con las instrucciones secretas
recibidas.” Evidentemente esas instrucciones secretas que se declaran existentes son los detalles concretos
relativos a como llevar a cabo el exterminio disimulado bajo el disfraz de deportaciones.

Otro telegrama del Ministerio del Interior fechado el 1º de diciembre de 1915, ya con las deportaciones en
marcha decía: “Más que nada es necesario trabajar para eliminar a los religiosos armenios. Al respecto, es
imperdonable cualquier excepción. Depórtenlos hacia la desaparición.”

“Nos es dificil, para hacer excepciones entre los dos millones de armenios, discernir entre inocentes y
culpables: suprimiéndolos a todos estamos seguros de alcanzar a los culpables”. (Enver Pachá, Ministro de
la Guerra)”. “Sin miramientos hacia las mujeres, niños e inválidos, por trágicos que sean los medios de
traslado, se debe poner fin a sus existencias.” (Talaat Pachá, Ministro de Interior)

Se les sacó de sus casas, familias enteras a lo largo y ancho de Turquía, presentándose armados y de
improviso; tuvieron que abandonarlas con todas sus pertenencias a empujones y a culatazos, súbita y
precipitadamente, apenas con lo puesto. Les hicieron cruzar a pie, descalzos y en harapos, sin agua ni
alimentos, salvo lo poco que pudieran procurarse por sí mismos en el camino, centenares de kilómetros de
tierras desérticas. Sus guardianes les atormentaban y humillaban; a los que caían exhaustos si no estaban
muertos los remataban a bayonetazos; violaban a mujeres, niñas y niños... ejecutaban caprichosamente a los
que les parecía... Mandaban aviso a las aldeas por las que iban a pasar para que los campesinos de las tribus
kurdas o árabes se acercara a robar, violar y matar cristianos, cosa que consideraban una buena obra... de
modo semejante a lo que vemos perpetrar en nuestros días a los terroristas del ISIS. Todo esto quedó
testimoniado no solo por los pocos supervivientes, sino por testigos oculares cualificados que informaron a
sus gobiernos (alemanes y estadounidenses), médicos, misioneros, diplomáticos... hay centenares de
fotografias que lo atestiguan, documentos oficiales de los archivos y de las actas y documentos de los juicios
celebrados, pues al terminar la guerra el gobierno turco a la sazón -para evitar represalias aliadas- juzgó a los
principales responsables y les condenó a muerte, aunque se libraron, pues se habían fugado y exiliado en el
extranjero.

Y aún a pesar de todos estos testimonios, personales de testigos oculares, centenares de documentos y
fotografías... los turcos y sus sucesivos gobiernos, desde hace cien años vienen negando haber planeado y
ejecutado el genocidio de los armenios, mediante eufemismos, perífrasis y claras tergiversaciones; dicen que
los armenios fueron víctimas de la guerra o de una supuesta guerra civil, no documentada e inexistente; otras
veces dicen que se alzaron contra el gobierno en abierta rebelión armada -aunque hubo solo un par de
episodios de resistencia armada menor, por cierto victoriosos para los escasos armenios que se enrocaron
para vender caras sus vidas en Van o en el Musa Ler. Dicen los turcos, en contra de todos los cálculos
efectuados por expertos en base a la población armenia del imperio, que no hubo un millón y medio de
muertos sino unos doscientos mil, después elevados a trescientos mil y a raíz de las últimas presiones
internacionales aceptan quinientos mil... un número que va en aumento según las circunstancias, aunque el
número, la cantidad, no exime del crimen cometido. Si solo hubiera mil personas de una etnia, supongamos,
y se asesina a setecientas por pertenecer a esa etnia ¿la cantidad de asesinados importa para que deje de ser
un genocidio? Argumentan además que tambien el pueblo turco musulmán sufrió y murieron muchos... pero
el razonamiento es falaz pues nadie intentó exterminarlos como nación: murieron alineándose en una guerra
mundial con el bando de los imperios centrales o murieron en los Balcanes cuando los pueblos sometidos
cruelmente desde siglos atrás se alzaron en las guerras de independencia. No es lo mismo morir con las
armas en la mano defendiendo la patria que ser llevados al matadero mediante un plan de exterminio
planificado minuciosamente. Y esta es la realidad de los hechos. Turquía, como estado sucesor en
continuidad, debe reconocer honestamente su responsabilidad en aquéllos hechos, reconocer que cometieron
genocidio, pedir perdón e intentar reparar en la medida de lo posible su grave crimen de lesa humanidad.

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