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LOS ILUSTRES ICSI A aoe ] NEGROS EN LA HABANA COLONIAL | | i | / oe cs Bren cont Cee conaecanta cts la Pte) Vales LAS SOCIEDADES DE NEGROS: CABILDOS DE “NACION” Y COFRADIAS DE MORENOS Y PARDOS ral, a la sociedad moderna y a determinadas relaciones de poder politico incluyendo al Estado. No obstante, las ca- tacteristicas a partir de las cuales se ha construido.esa categoria son tan antiguas como la sociedad y no excluyen ninguna forma de relacin humana. Cabe recordar que todos nos cansamos de repetir que el hombre es, por antonomasia, un ser social. Maurice Agulhon, uno de los clésicos en el abordaje del tema, ha definido el campo de la sociabilidad como el espacio en que se integran las relaciones interindividuales, desde aquellas que se co- tresponden con la intimidad del nucleo familiar hasta las que se constituyen en el nivel mas abstracto de las instituciones politicas.’ Considera este estudioso que el espacio de la sociabilidad se va ampliando progresivamente, en la medida en que formas de vida tradicionales se transforman y desarticulan debido a la ex- pansion de la modernizaci6n. También supone que ésta disuelve los grupos corporativos basados en el parentesco, el trabajo ola religion, entre otros, que caracterizan las formas de sociabilidad previas al desarrollo de una sociedad capitalista. _ Paralelamente y tal vez sin desearlo, historiadores, socidlogos y antropélogos han creado otro problema al vineular, exclusi- vamente, el asociacionismo a la consolidacién del sistema capi- falista, caracterizandolo como un sistema tipico de la sociedad occidental. Pero al margen de las disquisiciones de los especialis- tas, la realidad continua siendo muy tenaz y terca al mostrar que existen formas asociativas premodernas y que éstas subsisten, incluso, en la sociedad capitalista. En estos casos, tanto los socié- logos como los antropdlogos -porque los historiadores hemos E: concepto de sociabilidad ha sido vinculado, por lo gene- 45 Fernando Ortiz. Este, con suma sabiduria, acufié el término de transculturacién, con el cual sustituy6 el de aculturacién. Ortiz introdujo una vision diferente de esos procesos culturales, al expresar que no se adopta una cultura ni se desintegra otra, sino que se produce una mixtura de elementos propiciadores de algo diferente, que como todo lo hibrido, resultaba innova- dor.’ Este concepto también resulta util para analizar los tran- sitos entre la modernidad clasica y las sociedades premodernas y postmodernas. La circunstancia de atenerse a determinados modelos estable- cidos como clasicos ha desechado por insignificantes, segun al- gunos investigadores,’ un ntmero apreciable de manifestaciones asociativas multifuncionales, consideradas residuales. En este aso se ubican las hermandades y cofradias de Andalucia, pero pueden afiadirse a esta propuesta los cabildos de negros africa- nos en América Latina en general y en Cuba en particular. En tal direccién se destaca que los fendmenos y procesos de la vida social deben ser analizados en su contexto, es decir, en formaciones sociales espectficas y s6lo después ser contrastados con los modelos teéricos élaborados para supuestas sociedades Yclasicas” que resultan evidentemente minoritarias. Las formas de sociabilidad constituyen un campo de observacién privilegia- do para analizar las estructuras sociales y los sistemas de relacio- nies de poder, pues es en este contexto donde entran en contacto ‘arios campos en los cuales se desarrolla Ja accion social. Segtin Agulhon el numero y la vitalidad de las asociaciones xistentes en una colectividad signan sus especificidades, y ac- lan como mecanismos de resistencia ante los procesos de uni- idad sociocultural.* Un claro ejemplo de esta condicién piiede encontrarse en los cabildos de nacién y en las cofradias icas de pardos y morenos que perduraron durante siglos Mantuvieron, en sus espacios privados y en los espectaculos piiblicos, sus caracterfsticas étnicas y culturales. Ambos consti- yen expresiones de sociabilidad formalizada. sido bastante teacios a incorporarnos a este debate- consideran — que esas agrupaciones se caracterizan por presentar un desa- trollo informal, escasamente organizado, més o menos difuso y frecuentemente espontaneo. Por esa causa, algunos aceptan que, paradéjicamente, tanto los grupos corporativos como los vincu- lados por el parentesco contintan existiendo en las sociedades modernas, aunque con funciones y significaciones diferentes. El concepto de habitus, perfilado por Bourdieu, que incluye la his- toricidad de las relaciones y su devenir, es de suma utilidad para — analizar estos procesos.? Otro angulo debe ser incluido en los debates te6ricos que invo- lucran el andlisis de la sociabilidad, y es que tanto los socidlogos — como los antropélogos involucrados en su estudio, han estable- cido sus criterios a partir de modelos de anélisis extrapolados ~ de estudios realizados en sociedades cuyos contextos son muy diferentes al nuestro. Lo mas grave es que estos modelos se esta- blecen como “clésicos” y como han sido construidos a partir. de sociedades de Europa occidental, donde el capitalismo y por tan- to la modernidad, iniciaron y lograron sus expresiones simbéli- cas mas acabadas, tienen poco que ver con nuestras realidades. Las formas asociativas que existen en la mayor parte de las so- ciedades actuales, enclavadas en la periferia del sistema capita- lista, se caracterizan por mostrar cierto retraso en el surgimiento, de las formas de ese asociacionismo tipico, construido a partir de las sociedades “clasicas”. La asignacion de la sociabilidad a las “civilizaciones moder- nas”, data de principios del siglo xx. Segdn este criterio, su ex- pansi6n hacia otros contextos se produce a partir de una funcién, adaptativa, que desde luego privilegia a la cultura hegeménica en tanto decultura los contextos tradicionales. Esta cuestion pone sobre el tapete el concepto de aculturacién, que aunque se intro- dujo en los estudios antropoldgicos a fines del siglo xix,4 debié esperar medio siglo para ponerse de moda.* J Para las ciencias sociales cubanas, esas disquisiciones, ideo- légicamente comprometidas por partir de una concepcién que privilegia las culturas hegeménicas y excluye las subalternas, fueron resueltas hace muchos afios por el eminente poligrafo mtroladora por parte del poder politico de las monarquias es- la © portuguesa, pero su devenir desplego otros intereses, 10s cabildos de africanos pudieron surgir con una intencién . a " _— " conformé otras opelones, incluyendo la espontaneldad, esta blecié formas de relacion econdmica y clientelares, sumo a lag alianzas étnicas y parentales di crepancias de diversa indole, transcultur6 sus formas culturales tradicionales y las hegemoni: cas, lo que dio lugar a nuevos sistemas religiosos. Las cofradias de pardos y morenos pudieron patecerse a sug) similares blancas, pero a la vez constituyeron un espacio pai potenciar los intereses de las élites respectivas. Fueron también) espacios de transaccion y algunas cobijaron grupos de interés que paulatinamente se transformaron en grupos de poder. Tanto. los cabildos como las cofradias se vincularon a otras formas dey sociabilidad, cuestién que se evidencia por la existencia de redes parentales en sus espacios y también por la presencia de milicia-: nos de los Batallones de Pardos y Morenos. Estas formas de sociabilidad pudieron conformarse e incluso: desplegarse, porque respondieron a un tipo de sociedad y a una estructura estamental y clasista fuertemente establecida, Reflejan’ ¢ ilustran, a la vez, las transformaciones socioeconémicas y po- liticas experimentadas en su contexto. Slo éstas determinan los’ Procesos de cambio, de decadencia, de desaparicién, de surgi- miento y también de permanencia a través del tiempo de esas formas de sociabilidad. Definicién y origen 4 Cofradfas y cabildos fueron las primeras formas de sociabi- lidad que tuvieron tanto los blancos como los negros libres en la sociedad colonial. Existen noticias de los cabildos, tanto en La Habana como en Santiago de Cuba, desde la segunda mitad del siglo xv1, pues en ambas villas hay referencias so- ” bre fiestas de negros presididas. Por reyes y reinas. En 1585 | existfan en la ciudad las cofradias del Santisimo Sacramento, | Nuestra Sefiora de Consolacisn, Nuestra Sefiora del Rosario, Nuestta | Sefiora de la Soledad y la Cofradia de la Veracruz, todas de | blancos, y también las tituladas del Espiritu Santo y Humildad y Paciencia, integradas por pardos y morenos. A mediados del siglo xix estas sociedades Hegaron a alcanzar una envergadura apreciable.? ; » una u otta forma, como veremos en este renee ca- Jidos de africanos fueron acreditados por las autoridad . a Jango de su arraigada presencia, tal y como estaba eat & ido. Inclusive, cuando a partir de los afios ochenta del sig) todas jas asociaciones laicas tuvieron que ser oe istros instituidos con esa finalidad,"” las pocas herman ja- de este tipo que atin existian no fueron proscritas, ane alan algunos autores," sino que fueron asentadas con oe uulos tradicionales, bajo nominaciones catélicas ° ee - scripciones. Resulta interesante advertir cémo las ee pensadas desde el poder politico fueron cautelogas y es ae on especialmente destinadas a evitar conflictos gran puesto que estimaban superflua la supresion de una oN A lamada a extinguirse en un breve lapsus, habida ae a wie la entrada de esclavos habia cesado, practicamente, des 5 afios sesenta.” a paride unnuevo contexto, las sociedades pena ae oe acter al ser esencialmente criollas primero y cubanas mas tarde. lo obstante, como los recursos de la memoria son pertinaces, sin er ya propiamente cabildos de “nacion’, porque ares sieee africanos, ese nombre original permanecié atrapado enla ae ‘ colectiva de los descendientes, como un calificativo asocia o ue herencia cultural de aquellos hombres y mujeres que, proc: oe del continente negro, habian comenzado a llegar a ee os a cuatro siglos atrés. Por esta causa, la mayor parte de las soc se _afrocubanas que atesoran tradiciones ¢tnicas atin ee _ denominandose, sin propiamente serlo, cabildos de nacion. Un problema historiografico: se iCofradias de negros.o cabildos de nacion? ee _ Dos términos tan polisémicos como cabildo y naci6n se ai ee Jaron para nombrar las sociedades tradicionales de nee ¢anos en la isla de Cuba. El primero proviene del latin eapt - a /y en su acepcién mas simple significa junta, cuerpo, Eaply | segundo, m&s complejo, sirvié para nominar, de manera s a a los multiples grupos étnicos de africanos que fueron tras! dos a los territorios recién colonizados. 49 legros y de mulatos libres,” por lo que no es aventutado afirmar jue alrededor‘del 10% de la poblacién sevillana era “de color’. Los cabildos que aglutinaban a las “razas Ppobres” hab{an exis- ilo con anterioridad a 1400 pues Por esos afios el arzobispo de villa, D. Gonzalo de Mena y Roelas* habia fundado la her- iandad del Santisimo Cristo de la Fundacién, conocida por su tegracion como Los Negritos, y denominada afios mas tarde mo Nuestra Sefiora de los Angeles.” No es casual que en esa tapa también se reglamentara la sociabilidad de los negros que odian reunirse los domingos y dias de fiesta, pues de esta forma acudian gustosos al trabajo y toleraban mejor el cautiverio”.* ® un modo u otro, las medidas que se tomaban favorecian, evi- entemente, el control social. Por similares razones, este tipo de upaciones se fue extendiendo, paulatinamente, a otras ciuda- » importantes del sur peninsular como Cadiz, Granada, Jerez la Frontera, Puerto de Santa Maria y posteriormente se trasla- alas recién adquiridas colonias. Heron estos antecedentes los que marcaron la fundacién de “cabildos de nacién” en Cuba y de las hermandades y cofra- 8 de negros en América pero Pparadéjicamente, a pesar de origen autoritario y segregacionista, al constituirse como es- los privados, separados y excluidos, destinados a concentrar s numerosas “naciones” africanas, constituyeron un campus® ncle los negros atesoraron sus culturas, no sdlo para recrearlas para transmitirlas a sus descendientes, Estas evidencias nos permiten concluir que en el caso habane- | TO, pues no nos aventuramos a realizar conclusiones para otros contextos histéricos, se impone una periodizacion para el estu- dio de sus cabildos africanos, Esta debe tener en cuenta las carac- teristicas que asumieron en cada una de las etapas. En ese propio contexto tampoco resulta ocioso recordar que, tanto para el poder religioso como para el politico, existia una! profunda contradiccién en la existencia de unos espacios que has bian sido auspiciados para ejercer el control sobre los africanos libres, pero que en la prdctica constitufan lugares en los cuales se estaba produciendo una transculturacién religiosa sumament popular, que descontextualizaba y rompia la identidad hegem6 nica del catolicismo, razon por la cual no podian ser fomentado niamparados “oficialmente” por la Iglesia ni por las autoridad civiles. El origen de los cabildos, las hermandades y las cofradias de negros Se podria suponer, a partir de una inferencia trivial, que el ori: gen de los cabildos de nacién era africano en tanto estas socies dades estuvieron destinadas a congregar a los negros bozak pero parad6jicamente, como expuso en su momento Fernando Ortiz, su procedencia no’ tuvo nada que ver con ese continen’ ni con sus culturas sino con el sur de la Peninsula Ibérica, dondi estas formas de sociabilidad existian desde el siglo x1, antes dk la legada de europeos y africanos al Nuevo Mundo. En esa zoi - del territorio hispanico las autoridades polfticas habian prob; do la eficacia de los cabildos para ejercer el control social sob negros y gitanos. Este procedimiento fue evidentemente exitos en Andalucia, cuya sociedad se caracterizaba por constituir ui comunidad multiétnica, integrada por castellanos, judios, mori cos, negros, mulatos y gitanos. 4 La esclavitud fue una institucion persistente en Ia Peninsul Ibérica.” En Sevilla habia, segan el censo eclesidstico de 1565 s6lo en el perimetro citadino, 6 327 esclavos que constituian 72% de la poblacién, Una gran mayoria de 6stog africana a los que habria que afiadir una cantidad ti Algunas definiciones sobre los cabildos de negros en Cuba ar de que se han escrito algunos trabajos monograficos sobre bildos de negros éstos continéan siendo un tema insuficien- ile estudiado,* ya que han predominado las investigaciones las a reconstruir sus aspectos folkloricos ya dar una vision, 108 casos trivial, de sus formas de religiosidad. Lo cierto es existen muchas incégnitas sobre éstos y también inconta- laciones escasamente respaldadas por una base factual.” han sido las definiciones “tradicionales” utilizadas por lores, antropdlogos y etndlogos para definir los cabil- dos, La primera, construida a partir de una vision ajena y por lo 7 mismo externa, fue elaborada por el poligrafo cubano Esteban | Pichardo en el siglo xix. Este refiere, en su Diccionario..., que eran reuniones de negros y negras bozales que se efectuaban en casas destinadas al efecto. Relata que en los dias festivos los africanos — tocaban sus atabales, tambores y otros instrumentos ortundos de © sus culturas de origen y que también cantaban y bailabanen una % forma que define como “confusa, desordenada y que desplegaba un ruido infernal”. Agrega que reunian fondos y formaban una especie de sociedad “de pura diversion y socorro”, con su cajade | ahorros, capataz, mayordomo, rey y reina.* Fernando Ortiz utiliz6 la definicién de Pichardo a la cual apor- t6 el origen sevillano de los cabildos y el papel que éstos habian. desempenado en la transculturacién.” También refirié las regla- mentaciones que los regularon y la importancia de sus practicas solidarias. Disefi6, con precision, la trascendencia de la figura ‘del sacerdote 0 babalawo, que denomin6 también “brujo”® e insistid en la importancia de las grandes fiestas que celebraban el “Dia de Reyes”, que fueron prohibidas al abolirse la esclavitud. tratamiento de este aspecto tampoco aparece en la defi Pichardo, quien obvié el componente religioso de los cabildos a pesar su apreciable importancia en la transmisién cultural des- plegada por los africanos y sus descendientes. : Integradora, aunque también parcial, pues obvia los aspectos re> lacionados con el poder politico, puede considerarse la definicion elaborada por Pedro Deschamps Chapeaux. Seguin éste, el cabilda “era una agrupacion de negros africanos pertenecientes a una mis ma ‘nacién’ o tribu entre cuyos propésitos estaba la ayuda mutuay_ el socorro en caso de enfermedad o muerte y mantener vivo ely recuerdo de la patria lejana y perdida, mediante la practica de la’ religién propia, el uso del idioma, los cantos y la miisica”. Se despliega el concepto t Fueron precisamente los elementos culturales, religion, lenguay cantos y bailes los que posibilitaron establecer y mantener la cb hesion grupal y de esa forma conservar y trasmitir las tradiciod nes de las diferentes etnias de origen africano. 2. Bk Los cabildos de negros, como ya hemos expresado, tuvieron una dualidad paraddjica, pues aunque fueron una forma de sociabilidad construida bajo el amparo del poder politico para Begregar y controlar a los negros y también para eximir a la administraci6n colonial de posibles cargas econémicas 0 socia- les que decrecfan a partir de las soluciones aportadas por esas agrupaciones, se convirtieron en un factor cohesionador que fue Aprovechado por los africanos, consciente o intuitivamente, para reservar los elementos esenciales de sus identidades culturales. Pero a pesar de estas intenciones sustentadoras, la vida se impu- Ho y en el nuevo contexto los fundamentos se fueron mezclando Asumieron apariencias diversas que se reflejan, por ejemplo, en gunas figuras de su panteén sagrado. La experiencia sobre la condicién especifica de las asociaciones negros muestra que éstas, desde su surgimiento en Sevilla, desenvolvieron en sociedades segregacionistas y fuertemente itratificadas. También se evidencia que aunque las atribuciones liseftadas para ser asumidas por sus dirigentes tenfan una conno- i6n esencialmente civil, algunas respondieron, en la practica, conductas religiosas, lo cual produjo que ciertas responsabili- des vinculadas a la autoridad politica fuesen simultaneadas compartidas con otras de tipo sacro-ceremonial. Esta cuestién manifiesta, esencialmente, a partir de las fuentes orales, pues linque los documentos permiten conocer la manera en que los pataces o “reyes” ejercian sus poderes sobre todos los espacios sociabilidad de los cabildos, incluyendo la posible exclusion los cofrades en algunos momentos, jamas muestran las for- en que se ejercian los poderes sacramentales, ni la manera que esos conocimientos se transmitian. fiendo los criterios establecidos por Isidoro Moreno al esta- su tipologia sobre los cabildos,* se puede considerar que Sociedades de africanos en Cuba se caracterizaban por poseer forma de pertenencia voluntaria, cuyo modo de integracion listinguia por incluir varias categorfas sociales. este ultimo aspecto debe considerarse que, aunque legalmen- is miembros tenian que ser africanos libres, la mayor parte ia arribaclo a la Isla como esclavos y esta circunstancia de su pasado los comprometia de cierta forma y también los alentabi a procurar la emancipacién de aquellos amigos o parientes, fueq sen. consanguineos 0 no, que permanecian en estado de servi dumbre.™ Por otra parte y a pesar de lo establecido por las ley relativas a la organizacién de los cabildos, tanto los esclavos dé nacién como sus descendientes criollos, fuesen libres o esclavo: participaban eventualmente en sus reuniones, cuestién que sé corrobora continuamente en diversos documentos. j Estas sociedades también se caracterizaban por la pluralidad) social y econémica de sus integrantes, pues en tanto algunos po sefan propiedades urbanas o rurales, otros carecian de bienes in muebles. Los habia ocupados en oficios calificados, como los dl sastres, albéitares, cocineros, cocheros, albafiiles o carpinteros, tanto los menos eran portadores de ocupaciones muy rentable’ como la de muftidores® 0 Ia de capataces en los muelles pero | mayor parte de sus miembros eran simples jornaleros que real ban sus trabajos en las esferas de los servicios y de la producciéi Cada cabildo tenia su caja de ahorros, que se mantenia de cuotas dominicales recogidas en los “toques”.” Segtin algui fuentes, los curiosos que deseaban disfrutar del espectdculo d bian pagar un real por presenciarlo, pero otras refieren que I coffades no permitian, ‘por lo general, que personas extrafias cabildo participasen en sus actividades. Fredrika Bremer 1 ta la forma en que dos lucumi, portadores de sendos basto; guardaban la puerta de su cabildo para evitar esas incursion Eran frecuentes las colectas entre los cofrades para fines espe ficos, también las donaciones eran habituales y no se debe de de mencionar, por la importancia que tuvo en algunos caso legado de herencias a los jefes del cabildo por parte de alg miembros que gozaban de una posicién econdémica holgadé carecian de posibles beneficiarios consanguineos. Los ingresos se depositaban en un arca cuya cerradura posefa’ llaves. Cada una de éstas estaba bajo el cuidado de uno de lost capataces del cabildo que se conformaban como figuras ri pero también, en algunas ocasiones, aparecen las matronas ¢ depositarias de esa funcién. De esta forma primitiva resgua el control de los fondos y trataban de garantizar su adecuad jp; no obstante, a pesar dle estas precauciones, hemos encontrado ) numero apreciable de litigios por el usufructo indebido de los ines del cabildo por parte de sus directivos, algunos de esos casos nin ser apreciados en otro epigrafe de este capitulo, fas recaudaciones se destinaban, con mayor frecuencia, a ayu- 4 los cofrades enfermos, al gasto para los entierros, a comprar bertad de algunos esclavos y a adquirir 0 alguilar una casa fla sociedad. Esas moradas, espacios Pprivados de las socieda- constituian un requisito indispensable para la constitucion los cabildos. Inicialmente estos domicilios estaban ubicados 9 zona amurailada de La Habana, pero a finales del siglo xvur on obligados a trasladarse hacia las afueras de la capital y cliados del siglo xxx fueron desplazados de nuevo hacia las is perif6ricas de una ciudad que crecia vertiginosamente. Margen de que para la realizacién de este trabajo hemos loca- Hen las fuentes documentales 109 tegistros de cabildos africa- la ciudad de La Habana -32 carabalt, 26 congo, 14 lucumi, rd, 6 mina, 6 mandinga y 8 ganga-, los cuales aparecen con Hombres tradicionales y religiosos, sus capataces, matronas y en 5 casos hasta sus cofrades y las direcciones de sus moradas,” n otras relaciones como la preparada por Pérez Beato,” quien Jona al cabildo arara que estaba en la calle de Compostela no, escle 1691; el apapé, en Ia calle de Bernaza; el apapa chiquito, alle de Egido, frente a la puerta del Arsenal; el congo real, en. de la Florida; el mandinga, en la calle de La Habana, casi a Merced, y el oro, en la esquina de Progreso y Monserrate, llamada de la Pélvora. Por otra parte, Fernando Ortiz re- Wirecciones que encontré en el Registro de Asociaciones 10 Provincial de La Habana‘! y Deschamps Chapeaux" al carabali ososo, con residencia en Egido no. 60, entre Teniente Rey; al carabal oquella, en Monserrate, frente a la li del Poniente; y al carabalf isuama, en Monserrate no. 47, La im de fraternidades negras ubicadas en los suburbios de la stituye una representacién muy evidente de la extensién des y de la importancia que alcanzaron a mediados del si- tando reiteradamente fueron expulsadas hacia los nuevos ou ‘de la populosa ciudad habanera. no s6lo toleradas sino promovidas, tanto por la Iglesia como por el monarca para mejorar la actitud de ese sector social y facilitar su control,” lo mismo debia ocurrir en la Isla. Etapas de los cabildos No existe, sin embargo, ningan documento legal que avale y leyes para controlarlos ; la fundacion de estas asociaciones, por lo cual es probable que Durante muchos aftos los historiadores hemos tratado de loca- _ debido a la distancia fisica entre la metropolis y su colonia, asi lizar, infructuosamente, alguna legislaci6n que amparase, espe- ) como por el particular contexto social de la Isla durante el siglo cificamente, la fundacion y el desenvolvimiento de los cabildos xvi e incluso en los primeros afios del xvu, estas hermandades africanos. Lo estéril de esta bisqueda responde a la inexistencia se estuviesen estableciendo, de manera espontanea y expedita, de tal cuerpo legal y es que los cabildos estuvieron regidos, a lo” por negros trafdos desde el sur peninsular para tealizar diver- largo de su devenir, por las reglamentaciones establecidas para sos trabajos. Pero tampoco puede descartarse que, al igual que las cofradias religiosas. 3 ocurria en aquellos lares, se siguieran los procedimientos esta- Desde el propio siglo xvi existen referencias de la presencia blecidos para la legitimacién de las cofradias religiosas y que sus de cabildes de negros en La Habana, la primera noticia que ha huellas hayan desaparecido. Lo tinico que hasta el momento se trascendido data del afio 1568, y esto ocurrié cuando el procura-’ puede afirmar es, como ya se dijo, que en los afios ochenta del si- dor Bartolomé Cepero protest ante los funcionarios del ayunta- | glo xvi existian en La Habana cinco congregaciones de blancos y miento porque: “los negros é negras desta villa se llaman reyes dos de pardos y morenos; que en 1681 el Bobernador Fernandez reinas 6 hacen juntas € otras consulias é otros banquetes de qu dle Cordoba prohibié a los negros reunirse en casas “para bailes hacen escandalos”.’ La valoraci6n del vecino era clara y precisa, cabildos” y establecié que sdlo podian hacerlo en las calles, existian reuniones de negros presididas por figuras de prestigio hasta que sonase la campana de oraci6n, de ahi que los more- dentro del grupo y-en éstas se comia y bebia con cierto alboroto jos comenzaron a reunirse en el paraje de Pefa Pobre del barrio Tal descripcién responde, sin duda alguna, a las caracteristica le Cayaguayo, y en este lugar construyeron bohios para efec- de los festejos que realizaban los cabildos de nacién dondequier: fuar sus festejos (el escandalo fue ah tal magnitud que el obispo que existfan y supone un nivel organizativo que tenfa que ser de f, jompostela mandé6 a demolerlos), En los siglos XVI y xvii tam- conocimiento de las autoridades. 4 bién existian varios cabildos de morenos en Santiago de Cuba.” También existen indicios de su inicial presencia en Santiago de La especulacion de que los cabildos de negros se regian por Cuba, donde se refiere, en una fecha tan temprana como 15; legislacién establecida para las cofradias Tesponde a un ra- e pnamiento axiomatico, pues aunque las denominadas Leyes de lias carecian de normativas especfficas para los cabildos de igros africanos, es evidente que desde principios del siglo xvir autoridades consideraron, no sdlo necesario sino imprescin- ible, establecer normas, respaldadas por el Patronato Real, paces de controlar el establecimiento de todo tipo de asocia- le8, para que éstas solo pudieran constituirse previa licencia , Rey y con autorizaci6n del prelado eclesidstico. existencia de cofradfas de diverso tipo en los reinos penin- es habfa ocasionado problemas diversos y por esa raz6n DEVENIR DE LOS CABILDOS AFRICANOS EN LA CIUDAD DE LA HABANA congo la molestaba con el ruido de sus tambores.# Algo mas tat dias son las huellas matanceras y aunque se ha afirmado que nt existieron cabildos en esa ciudad hasta los tltimos afios del sigl xv," debe tenerse en cuenta que una apreciable presencia ne; existio, desde mediados del xv1, en el sitio donde mas tarde’st fundé la ciudad,* por lo cual es posible que hubiese manifes ciones similares a las de Santiago de Cuba o La Habana. Pero nada de eso tiene que resultar extrafio, porque si en Sevil habia hermandades de negros desde el siglo anterior y éstas jon de ese concilio, ningun beneficio para la Iglesia 0 para los ivles” > Cuando en una ley aparecen figuras excluidas 0 sobre las ales debe ejercerse algtin control especial, es evidente que en os nivéles existen trasgresiones reiteradas, En el caso que nos pa resulta obvio que ciertos funcionarios civiles y eclesiasti- 9s estaban autorizando la creaci6n de ese tipo de sociedades. No obstante, a pesar de esas transgresiones, el Sinodo fue bené- plo con algunas cofradias como la que se habia establecido en ° 85 por un grupo de morenos libres en la parroquia del Espiritu to, ala par que, con un marcado caracter discriminatorio, or- naba eliminar la participacién de los esclavos en la de Santa talina Martir, fundada en el Convento de San Agustin y cons- iuida por pardos y siervos. Hl historiador José Martin Félix de Arrate refiere, igualmente, ie en ese afio existia una cofradia de negros mina zape, deno- ada Nuestra Sefiora de los Remedios® que radicaba en la ilica Menor del Convento de San Francisco.” Esta irforma- On fue mencionada por Fernando Ortiz, sin referir la fuente, en trabajo sobre los cabildos afrocubanos.* Pero lo mas intere- te al respecto es la posible identificacion entre las cofradias de wgros y los cabildos de nacién en esta temprana etapa, e inclu- advertir su inclinacién en una de esas variables a partir de volucién, al menos, de una de estas sociedades, ya que existe ormacion sobre la existencia, entre 1819 y 1869, de un cabildo indinga zape situado en la calle de los Sitios, de San José no. cuyo titulo era Humildad y Paciencia.” La coincidencia de los grantes y del nombre permite conjeturar que se trataba de la icion de la misma asociacién. fueron anuladas las erigidas a partir de 1564, excepto aquellas: que “han sido hechas y después aca se hubieren hecho solamente: para causas pias y espirituales y precediendo nuestra licencia y autoridad del prelado”. Si no cumplian estos requisitos las her- mandades eran anuladas ante notario publico.™ Pero los problemas no se limitaron, desde luego, al territorio, peninsular, sino que fueron muchos y mas variados en el lejano. Nuevo Mundo, Por esa causa, el 15 de mayo de 1600 el rey espa-| fiol Don Felipe III dictaba disposiciones sobre las cofradias, jun] tas, colegios o cabildos instituidos en sus colonias, establecienda cierta similitud legal para el establecimiento de esas congreg; ciones, cualesquiera que fuese su integracién poblacional o su finalidad.* En este sentido, expresaba el monarca: Ordenamos y mandamos que en todas nuestras Indias, Is! y Tierra-Firme del mar océano, para fundar cofradias, jund tas, colegios 6 cabildos de espafioles, indios, negros, mulatog: y otras personas de cualquier estado 6 calidad, aunque seal para cosas y fines pfos y espirituales, preceda licencia nues' y autoridad del pelado eclesidstico, y habiendo hecho sus or- denanzas y estatutos, las presenten en nuestro Real Consejo de las Indias, para que en él se vean y provea lo que conven; y entretanto no puedan usar ni usen de ellas, y si se co maren o aprobaren no se puedan juntar ni hacer cabildo ayuntamiento, sino es estando presente alguno de nuestr ministros reales, que por el Virrey, presidente 6 gobernador fuere nombrado, y el prelado de la casa donde se juntaren.® | A\ parecer, esta disposicién, emanada de un poder tan distante, no fue fielmente cumplida, porque ochenta afios mas tarde en sinodo diocesano™ se reflejaba la falta de atencién que habia res cibido la instruccién Real sobre las cofradias y cabildos. Result evidente que éstos habfan continuado asentandose indiscrimi nadamente y por esta causa se insistia en “que ningtin vicatit general, ni juez eclesidstico, ni pérroco pudiera instituir o funda cofradfas ni tampoco dar licencias para que se estableciesen, te niendo en cuenta que estas sociedades no rept primeros cabildos de naci6n y las cofradias de morenos: continuidad y ruptura mentos similares, que permiten establecer cierta relacion de iilitud, continuidad y ruptura entre las hermandades, cofra- cabildos, estan presentes en otros contextos, En 1504, en la dia sevillana del Santisimo Cristo de la Fundacién, conocida © 165 como Nuestra Sefiora de los Angeles, su mayoral, Juan itilla, lleg6 a titularse, oficiosamente, “rey de los negros”. ncidos alli como gege, se establecieron en 1752 bajo la devo- fn de Nosso Senhor Bom Jesus das Necessidades y Redengao Homens Pretos, en la Capilla del Corpo Santo, Paralelamente 40, nombre que se daba a los yoruba en ese pais ® y cuya ma- pertenecia a la nacién Ketu, formaban dos hermandades, la jossa Senhora da Boa Morte, de mujeres, y la de Nosso Senhor Martirios, reservada a los hombres; ambas estaban ubicadas iglesia de Barronquifia, lugar donde los africanos desplega- Hus cantos y bailes a la usanza de sus regiones de origen. Las pres nagé llegarona tomar una iniciativa temeraria, la de crear a casa situada en la ladera del Berquo, hoy calle Visconde de ivica, aledafia a ese templo, un “terreiro de candomblé” llama- Omi Ase Aira Intilé. Todos estos elementos permiten apre- nn los espacios catélicos y en sus cercanias, la presencia de bres africanas y de una religiosidad popular innovadora.* ira da Costa afiade otros elementos, al resefiar que en mbuco se habia producido, con Ja anuencia de las autoridades ires y eclesiasticas, la eleccién de un rey congo cuyas atribu- implicaban la supervision de las conductas de sus similares, mbio de esto tenia algunos privilegios, como el tratamiento y el apoyo para garantizar ciertas “regalias majestaticas”.” eberano y otros de andlogo origen institufan cortejos que re- el modelo de la monarquia y eran investidos en las fiestas das a la Virgen del Rosario,® cuyo culto estaba asociado a los }, especialmente a los de origen banta.” izaci6n del ritual Chimbéngele, al sur del Lago en Venezuela, tiene su origen en los cabildos de ne- {uno de los vasallos asume las funciones de la policia ial y se constituye en la autoridad del pueblo durante las itas se realizan durante el denominado “Gobierno del lebradas en honor de San Benito de Palermo, Ajé para hos y sus descendientes.” indicar que también en Buenos Aires las cofradias de ‘on cierta significacion. Al igual que en otros sitios ibirse ala Virgen del Rosario,” aunque a esta imagen del Socorro, la de San Benito” y la de San Baltasar y Tin honor de estos tltimos se fund6 en Buenos Aires el Una funcién de mucho mayor rango habia sido detentada ai tes por el famoso Juan de Valladolid, conocido como el Cond Negro," quien fue nominado por los Reyes Catélicos como: Mayoral e Juez de todos los Negros e Loros [mulatos], li; bres o cautivos [...] en la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, é en todo su Arzobispado, é que non puedan fa cer ni fagan los dichos Negros y Negras, y Loros y Lora ningunas fiestas nin juzgados entre ellos, salvo ante vos € dicho Juan de Valladolid, Negro, nuestro Juez y Mayora de los dichos Negros, Loros y Loras; y mandamos que vo} conozeais de los debates y pleitos y casamientos y otral cosas que entre ellos hubiere é non otro alguno, por cuant sois persona suficiente para ello [...] y sabeis las leyes ordenanzas que deben tener [...].” Estas nominaciones constituyen el antecedente directo de aqui llas que, para espacios mas pequefios, dentro de los cabildo fueron establecidas en Cuba y en otros lugares del continente. Por otra parte, en la ciudad de Sevilla, los negros, libres y esel vos, solian reunirse los domingos y dias de fiesta en los ali dores de la iglesia de Santa Maria la Blanca para celebrar con panderos, tambores y otros instrumentos de sus regiones origen. En el perfodo comprendido desde mediados del siglo hasta 1650, han sido documentados veintitin grupos de danzas ese tipo, algunos fueron bautizadas como Los negros, Los ne de Guinea, La cachumba de los negros y Los reyes negros 0 batalla de Guinea. De igual forma intervenian activamente en} celebraciones dentro de la iglesia y participaban en las procesio religiosas.® En la literatura del Siglo de Oro se mencionan bai de negros como el guineo, la zarabanda, el paracumbé, la chaco el yeye o el zarambeque; la zarabanda lleg6 a representarse ef procesién del Corpus Christi de Granada. En San Salvador de Bahia, en Brasil, los negros procedente: Angola formaronla Venerable Orden Tercera del Rosario de Senhora das Portas do Carmo, en la iglesia de Nossa Sent 24 de septiembre de 1772, una cofradia de negros de la cual se ha a conservado una apreciable documentacion: e se sabe que funciono en la iglesia de la Piedad del Monte Calvario, a extramuros de la ciudad, y que pervivié hasta 1856. *Segun estipulaba su teglamer: to estaba destinada a esclavos “morenos, pardos e indios’, onde no hay indicios de la participacion de estos iltimos. i En el Archivo General de la Nacién Argentina se conservan’ documentos relacionados con las disputas entre los cofraces y las autoridades civiles y eclesidsticas por la manera en que eran venerados los santos, ya que los negros realizaban bailes, cantos | y toques de tambor propios de su cultura, en contraposicion con jas tradicionales ceremonias catdlicas. Para estos festejos se re- unfan en “huecos”, término con el cual denominaban algunos es pacios abiertos de la ciudad ubicados en la zona de extramuros, también se congregaban en las casas de negros libres yenelatr de las iglesias, sobre todo el dia de la advocacién a que estaba suscritos o durante la Pascua de Resurreccién. Estas celebracio 4 nes despertaban, frecuentemente, la ira de los sacerdotes, por sui “bailes obscenos [...] y por la bulla que metian con sus alaridos y tambores”, por lo cual fueron objeto de prohibiciones expresas, estipuladas en diferentes bandos.” ie q En 1786 la cofradia de San Baltasar era presidida por el ne gro libre Pedro Duarte, considerado como “vey de su nacion esta . Los congos lo veneraban y obedecian sus Ordenes yse recuerd agregados de la Isla, cofradias de negros segtin la nacién que como en.un dia de fiesta habia sido visto debajo de un quitasol; originariamente pertenecieron los primeres gue las compu con una corona en la cabeza. ] sieron, y tienen Sus reuniones 'y local determinado para ce- lebrar sus cabildos [...] y esta institucién produce el efecto de que segtin las castas, razas, lugares o provincias de Africa a que ellos llaman naciones, estrechan entre sf sus aficiones y se proporcionan mutuamente consuelo y asistencia en sus hecesidades [...] y como tienen su cabildo y reuniones con _ permiso y conocimiento, del Gobierno, y nunca deben cele- brarlas sin que asista un delegado de la autoridad local, no han _ inspirado recelos contra la seguridad y el orden publico.* © al final, para cumplimentar al menos formalmente algu- lormativas, indica que “prohibe que las reuniones y atabales, stancias de José de Castre y de Manuel de Quesada, morenos libres carabali, residentes en Puerto Principe, autoriz6 la funda- 16n en la Parroquial Mayor de dicha villa de una cofradia con | titulo de la Santisima Trinidad. En el documento de solicitud lnmbién se aclara que para la misma parroquial se proponia la probacion de otra, titulada del Espiritu Santo, integrada por ricanos de la nacién mandinga, quienes tendrian su fiesta el fia de esa celebracién, en tanto la cofradia carabali efectuaria la luya el segundo dia de la Pascua de Pentecostés, Cada una de estas sociedades tenia un mayordomo y tres cela- lores y también una reina y su correspondiente virreina,* lo cual inifiesta la mezcla de denominaciones usadas por las cofradias y or los cabildos, que nominaban de diversas maneras a sus jefes.” He debe destacar que cuando el obispo Hechevarria autorizé a hermandad declar6 que habia muchas otras de similar carac- , es decir, que aglutinaban cabildos africanos denominados y torizados como cofradias de negros. elenta afios mas tarde, el teniente gobernador de Puerto incipe, refiriéndose a la cofradia de la Santisima Trinidad evi- iciaba, no sélo el origen, sino la continuidad y proliferacién este tipo de congregaciones al sefialar: De esta especie hay en esta capital y casi en todos los pueblos Los cabildos/cofradias de negros de Cuba en su primera etapa ‘ a Enel caso cubano esa vinculacion entre cultura africana y espa cios cat6licos manifiesta en las cofradias de negros, que para Habana como ya hemos expresado, se circunscribe a las fome tadas hasta los afios ochenta del siglo xvm, puede ejemplificars en la institucion integrada por los carabalf principetios. El 21 de noviembre de 1766 Don Santiago José de Hecheva r Elgesua, quien entre otros titulos dispensaba el de obispo de ll Habana y vicario juez eclesidstico de la Villa de Puerto Princip Laacci6n de Morell fue rapida y en cierta medida eficaz; se de- dic6 a presentarse en los cabildos y a dejar en cada uno de éstos la efigie de la virgen, incitando a los cofrades para que continua- sen el culto en que se les habfa iniciado. El mayor ntimero de los cabildos habaneros, cinco, pertenecian 4 los carabali, Tres de éstos estaban situados junto a las iglesias del Santo Angel, Monserrate y Belén, los dos restantes estaban instalados junto al Hoyo de Artemisa y la antigua Casa de la Pélvora, respectivamente; éste ultimo estaba mejor construido e inclusive techado con tejas.® Los cabildos lucumi eran dos, uno taba enclavado junto al convento de Santa Catalina, y el otro pn la Sabana. Los mina tenfan tres, todos cercanos a los templos citadinos de lonserrate, el Santo Angel y el Santo Cristo del Buen Viaje. Habia ito, denominado pops, que se encontraba junto a la fabrica del lunciado conde Bayona, pero las autoridades no lo relacionan m los mina, cuestion que no resulta incongruente porque algo ilar ocurria con los congos, ya que los mondongo y los luango on citados, en este documento, como etnias independientes. 10s arara contaban con dos cabildos, uno de éstos estaba situa- § junto a “la seyba cortada de Monserrate” y el otro frente a los ares del conde de Casa Bayona. Los congo, por su parte, tenian neo, dos cercanos a la iglesia del Santo Cristo, otro al lado del hyento de San Francisco de Paula, y otros dos en la Sabana, 9s mandinga solo tenian uno, ubicado en Campeche, en tanto ga tenian dos, ambos situados en La Sabana. Al parecer, tio, por la cantidad de cabildos que albergaba, era un lugar iio para sus enclaves ya que aglutinaba a cinco congrega- de diversas etnias. © puede apreciarse en el siguiente plano, los cabildos ya iban en el centro de la ciudad, sino en zonas alejadas como ina, nombre que se daba a un amplio terreno formado iro manzanas que pertenecia al conde de Casa Bayona, Palle de Curazao, que en esos afios los morenos Ilamaban . che," y en la de Monserrate; algunos estaban préximos a s del Santo Angel y del Santo Cristo del Buen Viaje, que en los margenes de la ciudad. fiestas y diversiones anuales que tienen con el titulo de reinad pasen de las diez de la noche, a cuya hora se disuelvan retirén- dose. a sus casas los individuos”.” La ambigtiedad entre los cabil dos y las cofradias de negros resulta evidente, al menos en este ejemplo y en esa ciudad. Més axioméaticas tenfan que ser todas esas situaciones en capital habanera, ciudad de flotas, plagada de negociantes todo tipo, deseosos de obtener ganancias faciles y répidas, y po tadora de un considerable ntimero de negros libres y esclava encargados de todas las labores basicas e impostergables pat la reproduccién de la vida social. La importancia de este sect poblacional y la trascendencia que estaban adquiriendo sus fo mas de sociabilidad fueron rapidamente percibidas por Mor de Santa Cruz en los afios cincuenta del siglo xv.” Sefiala el obispo que a su arribo a la capital procedente Centroamérica, acudieron a verlo los morenos y “fue tan excel vo el tropel de sus negocios e impertinencias” que para atendi los tuvo que designar al padre Don Manuel Joseph Rincon, Oratorio San Felipe Neri. j A pesar de la acometida, sus instrucciones no estuvieron d tinadas a reprimir a los.negros sino a instruirlos en la doctt cristiana, a asistirlos ante la muerte y a supervisar sus activil des, habida cuenta de que esas sociedades constituian la pi cipal forma de control utilizada por la Iglesia, a tal punto q para perfeccionar la actividad de los sacerdotes en relaci6 los negros y sus sociedades, insistié en la necesidad de que ¢ aprendiesen las lenguas africanas." i j Supo entonces el obispo que los morenos se congregaba veintitin cabildos de nacién “a tocar unos instrumentos dos tumbas, y que al son de ellos y de una griteria deste se entreten{an los varones, mezclados con las hembras en} extremadamente torpes y provocativos, a la usanza de su) Para colorear esas funciones se entregaban a la bebida d ga y aguardiente hasta perder el juicio [.,.]’, entonces d visitarlos personalmente para “administrarles el sacral la confirmacién, y rezar el Santisimo Rosario [,.,] delant imagen de Nuestra Sefiora, que llevaba conmigo” wa Ubicacién de los cabildos africanos visitados por el obispo 1755 * Las pretensiones del obispo Para catequizar a los morenos José Agustin Morell de Santa Cruz en efan sumamente ambiciosas e inclusive arriesgadas, segiin las preciaciones de las autoridades eclesidsticas, Pretendia Morell )nvertir en “Templos de Dios”, es decir, en ermitas, a cada una las casas de los cabildos, con el objetivo de que los africanos Blebrasen la misa, practicasen la doctrina cristiana, rezasen fosario, hiciesen la penitencia y recibiesen la comunién en 8 espacios.” Aunque las autoridades eclesidsticas aproba- f las decisiones de Morell para Poner coto a los “excesos” He se cometian en los cabildos, ya que ese comportamiento iba “prohibido por las Leyes, aun para actos espirituales de radias, no siendo con asistencia de Ministro teligioso”,” in- Jan en que era excesivo erigir veintiuna ermitas Para contro- A situacion. Wopiciaron las decisiones del obispo la transculturacion re- #a de los africanos? Posiblemente contribuyeron a un pro- fue tenia antecedentes muy lejanos en Sevilla e inclusive rica. De todas formas deben tenerse en cuenta las acciones llegadas por Morell, quien no se limité a ubicar una ima- de la virgen en cada cabildo, sino que también adjudicé a lino de éstos respectivas titulaciones catélicas. También, or lo menos una de éstas, la del cabildo carabali isieque tumida y conservada, pues ni en 1717 ni en 1744 sus capa- Habian referido la proteccion de ninguna divinidad y, sin © en 1793, fecha posterior a la iniciativa de Morell, se ominaban cabildo de La Purisima Concepcién. 0 debe pasarse por alto que muchas casas de cabildos, Hfundacion, estaban ubicadas en las cercanias de los tem- fos; que esta forma de religiosidad era la hegeménica, y Nilo la respaldada y promovida por el poder politico, asi ibleron ejercer una marcada influencia sobre las socie- los africanos.” Mdeneia catequizadora de la labor emprendida por Evidentemente Morell se preocupaba por las ruidosas fil que celebraban los negros, habida cuenta de la cercania Ga cabildos con las parroquias. Por esa y otras causas envid a rios clérigos a catequizar a los africanos sin que se conozcan I resultados de esta accion.” No obstante si se sabe que desi un ministro para atender a cada sociedad y ensefiar a sus off des la doctrina cristiana y las oraciones. También los. instru cuidadosamente para que “en punto de cesacion de bailes a trumentos no les hablasen palabra hasta ver si ellos mismog lamaban, abrian los ojos y reconociendo sus abominaciones | ban de mano a estos entretenimientos, 0 a lo menos los regl: aun método irreprehensible”.* a Morell de Santa Cruz valor6 el resultado de sus experient como exitoso y refirié, para demostrarlo, que uno de los dos carabali se habia distinguido porque habia pedido que § concediera “celebrar fiesta a la Concepcion Purisima de la de Dios”, afiadiendo que esas acciones, a las cuales calific6 ct “movimientos verdaderamente cristianos”, lo habian indul BI Greda cin conductas poeteiores Uno denn a identificar a cada uno de los veintian cabildos con resp BN cet tadoctrinar a ios ee SE " Fstrada, escribio afios mas tarde una especie de ia |bozales, pero ya no se trataba de instruir en el tolicismo a los africanos libres sino a los esclavos de los inge- nios azucareros.* i 4 Resulta evidente que Morell se destac6 por su atencién a los sec: tores subalternos de la poblacion y que bajo su estatuto los cabil- dos fueron atendidos y también reconocidos, cuestién que debié tener cierta repercusién social y politica. Paralelamente, junto al tratamiento que brindé a los cabild de africanos, aparece la atencion a una cofradia, la del Espiritu) Santo, fundada dos siglos antes de su llegada. Esa accién eviden= cia que en la capital se estaba produciendo una situacién similat ala percibida en Puerto Principe y en otras ciudades del contis nente americano, 7 Veamos lo ocurrido: el 19 de mayo de 1765, siete meses antes de la solicitud presentada a Don Santiago José de Hechevarri Elgesua por los africanos de Puerto Principe, fue restituida en Habana, a instancias del obispo Pedro Agustin Morell de Sante Cruz, la cofradia del Espiritu Santo. Esta, segtin refieren otra fuentes, habia sido fundada a finales del siglo xvi, pero evi temente, como en muchas otras cofradias y cabildos, se hab' extraviado sus constituciones iniciales y el obispo estaba intere sado en que esta sociedad recuperara su legalidad. Para ello s requeria el apoyo y la colaboracién de los morenos habanert cuyos antepasados habian levantado el templo. Morell procuré rehabilitar la hermandad con la mayor forn lidad posible y cumplimentando todas las normas establecidi raz6n por la cual design6, para presidir el acto restaurador, Sr. Don Antonio Ignacio de Villa Goycochea, capellan may del monasterio de Santa Catalina, revisor del Libro de la Sa Inquisicién y juez auxiliar de testamentos y obras pias y cofr dias.”* En la iglesia recién reconstruida® recibi6 a todos los ofici les del Batallon de Morenos Libres de La Habana, especialmen a su comahdante Juan Baptista Lobaynas, al tener en cuenta qi en la etapa precedente los milicianos negros no s6lo habian, mado parte de la cofradia del Espiritu Santo, sirio que le habi brindado, como cuerpo, una atencién especial. 74 Merece la pena destacar, en el marco de relaciones cabildo, fraclia, que a esa reunion también asistieron las f princi de los cabildos de nacién y de ese sector de la poblaci6n, segan expresa lo relacionado en el documento: Comparecimos Juan Baptista Lobaynas, Comandante de Jos Morenos, con todos los oficiales de cuerpo, capitanes de cabildos y demas morenos particulares que se juzga- ton a propésito, y habiendo dicho sefior [Villa Goycochea], invocado al mismo Espiritu Santo con la oracién Deus qui corda fidelium, les hizo una devota exhortacién persuadién- i doles que se esforzasen con el mayor fervor al culto y ve- neracién del mismo Espiritu Santo, tercera persona divina, cuya Cofradia desde su fundacion fue al cargo de dichos morenos, la que se hallaba totalmente aniquilada para que Por este medio reviviere y fuera Dios alabado.” Como puede apreciarse por el ejemplo de las cofradias del i Santo y de JaSantisima ‘Trinidad antag de Puerto reaeternleta del Espiritu Santo, de La Habana, es probable que durante los siglos Xv1, xvi e inclusive hasta los afios setenta del siglo xvm, hubiese, pa- ralelamente a la existencia de cabildos africanos en espacios eee cierta confusién o mezcla entre las funciones y espacios de éstos los de las cofradias de negros que se manifest6 en las ciudades més importantes de la Isla y que salvo en La Habana, continué hasta finales del siglo xx. Esta situacion también se produjo en Sevilla y Otras ciudades de América y explica la rapida transculturacién reli- giosa que tuvo lugar durante esa etapa y, desde luego, las preocu- paciones de la Iglesia en ese contexto. Setenta y cinco afios més tarde, la interrelacién cabildo/cofra- dia subsistia, como hemos expresado, en las ciudades de provin- a. Muestra de esa situaci6n fueron las declaraciones del vicario lez eclesiastico y de los curas beneficiados de Puerto Principe, uienes manifestaban su preocupaci6n al exponer que “por le eho que quieran cubrirse con el especioso velo de la religion”, ilas sociedades de africanos no eran propiamente cofradias, Por la razon, las autoridades religiosas insistian en la necesidad de ‘extinguir las introducciones profanas y propias del paganismo N que estos neophitos corrompen las sagradas funciones de la j lpstis Cardenas, capataz del cabildo mina poy>6 San Cayetano'™ Pea ie La Habana, se dirigia al comisario de su bawrrio para plantear, m relacién con un grupo de cofrades que intesrtaban fundar otra bciedad, que éstos debian ser obligados a de~wolver “la bandera su nacion que extrajeron furtivamente de lew iglesia” Tal de- uncia evidencia como, atin por esos afios y en una ciudad donde tenian un comportamiento ambivalente, pues manifestaban # prohibiciones eran vigiladas con insistenc®.a, Jas insignias de fervor religioso en los templos catélicos, a los cuales entregabi ilgunos cabildos de nacién eran depositadas ex Jos templos caté- apreciables donativos, a la vez que practicaban sus ceremonis 0s, aunque este acto simbélico fuese excepcic>nal. tradicionales en el espacio de sus sociedades. 4 Pista cuestién, que resultaba inusitada para la capital de la Isla, Hubo cabildos africanos vinculados a las iglesias del Carmen, 4 frecuente, sin embargo, en la ciudad de Matanzas, donde to- lade Santo Tomas, a la de la Trinidad y a la de San Francisco, qui bs los aitos, para féstejar las fiestas de sus seantos tutelares, los hacian recorridos procesionales entre esos templos y sus casas jpataces o reyes de los cabildos solicitaban Ppermiso a las au- las festividades de sus respectivos santos patronos. este con iddades, a fin de conducir sus banderas" © sus imagenes!” a texto parece haber tenido cierta relevancia el culto a Santa And iglesias y esto lo conseguian previa anuencita de los parrocos. que cada 26 de julio, desde 1827, se celebraba en los cabildo iS procesiones eran efectuadas, como marvifiestan los docu- congos. Hilario Yuanis, capataz del Rey Mélchor, solicitaba qui intos, desde tiempos inmemoriales, “segtin ssus costumbres”, y s6lo pudiesen entrar a la ermita de la virgen “aquellos cabildo la peregrinacién con estos simbolos.a las i glesias correspon- reconocidos y aprobados por las autoridades superiores de Mies, retornaban a sus casas cabildo “tocanclo sus instrumen- Isla." Por otra parte, el cabildo Tiveré festejaba a la virgen d tamboriles y de viento por las calles publicas’.% Ast ocurrié la Caridad en la iglesia de Santo Tomas, para lo cual condi Ja morena Angela Rivera, matrona del c&abildo ubicado en cian la imagen que les habia donado el obispo Claret, desde] 8 no. 182, quien solicité un permiso que Je fue concedido casa cabildo, ubicada en la calle Maloja, hasta el templo dond “celebrar la virgen de Santa Barbara coriduciéndola de la celebraban su fiesta “con tangos, mafiana y tarde, hasta allt ja Parroquial hasta la casa arriba mencicnada en clase de horas”; luego la regresaban al punto de partida.™ 4 fesidn al estilo africano, como hemos verrido verificandolo Joaquin Osés de Alztia y Corparacio, quien fue obispo ¢ luchos afos a esta parte”. Lo mismo fue gestionado para Santiago de Cuba cuando Juan José Diaz de Espada lo era en’ if la virgen de Regla a su Parroquia por A\lejandro Benitez, Habana, otorg6 el titulo de mayordomo de Santa Inés, a Vice Ibildo lucumi2” Peralta, del cabildo bricamo, cargo que fue traspasado a su pasion por la virgen del Rosario, adorada en toda América Julian Bosque, en 1853, por el entonces arzobispo Antonio Mi morenos y pardos, permite apreciar nO sélo la importan- Claret y Clara. Esta conducta permisiva evidencia los difere entusiasmo conque la fiesta de esa santa patrona podia modos de actuar de la mas alta jerarquia eclesiastica en la cay se en la capital matancera, sino también la aceptacion por y en las ciudades de provincia." i Bia de cultos que eran, sin lugar a duda, gincréticos. Un A pesar de la segregacién de sus espacios, impuesta por los f lo puede avizorarse a mediados del siglo xix cuando los lados de la iglesia habanera a los cabildos africanos y del 66 les manifestaban a Jas autoridades que era una costumbre que se refleja a través de numerosas disposiciones, en la p eabildos africanos de esta ciudad celebren de tiempo también se produe/an fisuras que muestran la forma en que a Wial @ su patrona la Virgen del Rosario, trayendo a la 17 9% religion cristiana, con no leve detrimento de sus almas' ena practica cotidiana todo continué igual. En Santiago de Cuba, por ejemplo, los cabildos de nacién di frutaron de una relativa autonomia en lo relacionado con sug cultos. Hasta la primera mitad del siglo xix sus cofrades mane Iglesia’sus banderas el sabado en la tarde y volviéndolas a le- var al siguiente dia a sus respectivas casas”. Cabe destacar como el gobernador politico de Matanzas expresaba, que aunque esa - { reunion no estaba autorizada por las Ordenanzas Municipales, ya que éstas s6lo consentfan la festividad de los Santos Reyes, él no tenfa inconveniente alguno en que se celebrase la festividad, siempre que el cura parroco diese su anuencia. Para evidenciar no s6lo la vinculacién de la iglesia matancera a estas activida- des, sino el respaldo otorgado por las cofradias blancas, impen- sable para la ciudad de La Habana, el Hermano Mayor de la Real Archicofradia del Santisimo Rosario, Guillermo Jimeno, apoyaba por escrito la solicitud del cabildo y expresaba que era de “uso antiguo de los cabildos de nacién llevar a bendecir sus banderas ala Iglesia Mayor el primer domingo de octubre, dia de Nuestra Seftora del Rosario [.,.] contribuyendo con lalimosna para ayuda de la precitada fiesta [...]”. También describe “como al conducir sus banderas del Santo Templo a las casas de sus cabildos respec- tivos lo hacen en comin, tocando sus instrumentos tamboriles y de vientos por las calles publicas”.”° Para la ciudad de Matanzas existe una abundante informaci6n sobre las fiestas de los santos tutelares de cada cabildo que se realizaban en algunas iglesias y la autorizacion concedida por los sacerdotes que se encargaban de oficiar en éstas.'" También. ; se manifiesta la tolerancia con que era aceptada la celebracién de los negros y mulatos, en los pueblos y ciudades matanceros, de los “ Altares de Cruz”. Esta actividad estaba expresamente prohibi- da en la capital de la Isla, desde finales del siglo xvm, por los ban- 4 dos del Capitan General." Estas flexibilidades y aprobaciones, que seguramente existieron en otras ciudades como Santiago de Cuba 0 Camagiiey durante todo el siglo xix, resultaban insolitas en la capital habanera desde mucho antes. Desenredando madejas: cabildos zde nacion? La generalizada idea de que cada cabildo aglutinaba a una “na cion” africana responde a una solucién marcadamente simple pari un problema stumamente complejo. Una de las dificultades mas: raves de la historiografia africanista sobre la esclavitud es la re- iva al origen étnico de los africanos legados al Nuevo Mundo, ‘a que las clasificaciones que se han hecho, desde entonces hasta actualidad, s6lo pueden alcanzar el nivel de denominaciones ge- iéricas que tuvieron su origen en la deformacién de los eménimos mpleados por los integrantes de esos grupos para autodefinirse."® Estas alteraciones se producian continuamente y debido a ausas plurales, una de ellas consistfa en que los europeos invo- lucrados en la trata negrera, creyendo reiterar de forma oral o scrita las nominaciones utilizadas por los africanos, introducian “ambios originados en las diferencias fonéticas, que iban desde modificacién en el uso de un acento hasta la transformacién de signo a partir de diferencias en la percepcién de los sonidos. sto se complicaba por la diversidad’ de lenguas que hablaban. bs traficantes -portugués, inglés, francés, holandés y espafiol-, ) cual introducfa ciertas peculiaridades idiométicas a las deno- , inaciones; ademas influfan las confusiones producidas por los agos conocimientos sobre el territorio geografico donde opera- ny la ignorancia de los dialectos que hablaban los nativos. ‘También ocurria que algunos africanos denominaban a sus ve- Inos de una forma diferente a la utilizada por los diversos gru os tribales para autodefinirse, lo cual incidia en la clasificacién ie se adoptaba para diversos conglomerados. Un ejemplo pa- iligmético de esta circunstancia es el de los fulbé, que a causa un nomadismo que les permitié expandirse por todo el Sudan idental, fueron nombrados de diversas formas por diferentes ueblos africanos. Entre los apelativos con que se les conocia estan de peul, que les dieron los wolof; los de fulani y de filanen, que concedieron los haussa y los de fula, fulani o futanka, términos que los identificaban los mandinga. Consecuentemente tam- fueron denominados de maneras diferentes en América: en fsil, por ejemplo, se les conocié como fulani, filanins, fulbés y en Haiti como peul, poulli o poulard, en tanto en Cuba se les mtificé como mandinga fula o simplemente como fula." Otro mplo interesante es el de los yoruba, quienes en Cuba fueron ios Jucumi;"* en Brasil fueron conocidos por la denomina- de nago, dadas por los dahomeyanos que los capturaban para a los traficantes negreros,"* y en las Antillas Francesas _ designaba como ayois."” Algo similar ocurria a causa de la dominaci6n ejercida por al- gunos reinos africanos sobre otros, pues a partir de estas relacio- nes de sefiorfo-vasallaje muchos de los esclavos llegados al Nuevo Mundo fueron identificados de formas especificas en diferentes momentos. Un caso tipico fue el de los arara dajome, que refleja- ba la preponderancia del reino de Dahomey sobre el de Ardra 9 Ardres, al cual pertenecian los arara.""" A estas situaciones se afiade ana nueva condicionante, pues en algunos casos se utilizan top6nimos para definir algunas etnia: Estos se relacionaban frecuentemente con los puntos de embar- que, como ocurria con los carabali, con los mina 9 con los denomi- nados esclavos de Terra Nova,'” procedentes respectivamente de los puertos de Calabar,” San Jorge de Mina o Elmina -establecido en la Costa de Oro por los portugueses-, de la factoria de Sant Jago Elmina, establecida por los holandeses 0 de Elmina Chica,’ al su- roeste del antiguo reino de Dahomey o del sitio geografico deno- minado por los portugueses como Porto Novo 0 Terra Nova. Estos y otros elementos contribuyeron a que las denomina-_ ciones étnicas simples, como lucum{, nombre que se daba a los yoruba en Cuba,” congo” o carabali, tuviesen un caracter” genérico y estuviesen sucedidas de otros vocablos aclaratorios destinados a precisar los origenes. Estas denominaciones étni- cas se componian de dos o mas términos y lograban una mayor precision para tipificar cada grupo, cuestién que puede apre- ciarse, por ejemplo, en numerosos apelativos como el de los lu- cumi yesa (0 iesa), el de los carabali bibi (0 vivi, 0 ibibi o ibo), o de los congo (mondongo, mucanda, musundi), entre muchos) otros que se iran manifestando, por una u otra razon, en diver- sas partes de este trabajo. Algunas consecuencias de la composicién de los cabildos La plural integracién étnica de los cabildos estaba estrecha mente relacionada con el ntimero de integrantes de cada unt de esos grupos‘en las villas o ciudades, razon por la cual, e} ‘Adoptaria una de las partes del cabildo La Santisima Trinidad multiples ocasiones, se reunian en una sociedad diferentes “castas” que, por el exiguo nimero de sus integrantes, no es- taban en condiciones de constituir un anico cabildo. En esta cuestin incidfan, desde luego, los recursos econdémicos de los cuales podian disponer. Uno de éstos fue el del cabildo La Purisima Concepcion, ra- dicado en La Habana, que estaba integrado por los carabalies isieque, los isuama y los ibo; algo similar ocurrié con uno de los cabildos congos de esta ciudad, formado por los mucanda y' los musundi, en tanto en otro, en este caso uno de los cabildos mandinga habaneros, se congregaban los sosoe y los yolofos.'% Cabe destacar que tanto en La Habana, como en Puerto Principe y Matanzas, hemos encontrado una forma organizativa que unia a varias sociedades bajo la denominaci6n de Cabildo de las Cinco Naciones. Resulta Ilamativa la repeticion de tal titulo, cuya sig- nificacién simb6lica desconocemos, aunque bajo ese enunciado siempre se agrupaban etnias similares o diferentes que no supe- raban la cifra establecida. En el caso de La Habana, este cabildo constitufa una instancia superior cuya construcci6n fue al parecer inconsulta y dependié s6lo de los africanos, ya que las autoridades reconocieron haber tenido que “averiguar quienes eran esas Cinco Naciones”,* a las que acudian los cabildos de los negros para consultar sus proble- mas y buscar una sancién suprema. En esta especie de macro cabildo habanero, se dictaminaban castigos, se imponian multas y también se daban consejos. Su directiva contaba con varios “reyes”, pues en algtin documento Se afirma que “en presencia de los capataces de las Cinco Naciones ‘dijeron sia todo los presentes” que eran, en ese caso, carabali isuama, bogre, aballa y singlaba” ."” Funcionaban ademas, en ese nivel superior, las matronas, lo cual se evidencia cuando, para dictaminar sobre un asunto, fueron convocadas “ “Juana Gavilan de la nacién Isiequi, [y las reinas de] la orumiviana, la vioquine y la de los mandingas”. La reunién se efectué en el cabildo de la Virgen del Rosario." En 1799 fueron convocados, para determinar el nombre que Puerto Principe, se dirigieron el 10 de marzo de 1843 al Capitan | General, declarando que “los carabalies no son més que una nacion | y no cinco, como se quiere suponer, porque aunque unos se deno-_ minen vivis, otros isuambas, ano, etc., viene a ser lo mismo como’ si se dijese Catalufia, Andalucia, Extremadura , etc. gy acaso estas | provincias son reputadas por naciones?™ Aunque el argumento so-/ bre las regiones espaniolas refleja la presencia de un asesor, este caso } permite’ apreciar que toda nominacién podia ser subvertida ante | una situaci6n particular, inclusive entre los propios africanos, sobre todo cuando ésto era conveniente para preservar los pequefios es- pacios conquistados durante largos y azarosos afios. 4 Pero es evidente que las disputas existian, que eran muchas y que generalmente se producian cuando algunos grupos discre-) paban en el seno de los cabildos. Esto preocupaba a las autorida- des, razén por la cual, en el caso que se aborda, el gobernador de la villa principefia se dirigié al Capitan General, Don Geronimo) Valdés, para informarle que habia formulado un reglamento con} once articulos, a fin de cortar de raiz las discusiones entre las” castas de negros carabali.'” No obstante, el problema alcanzé dimensiones insospechadas que preocuparon a las autoridades. De tal suerte, el fiscal ordend, “la separacién de las diversas castas, tribus o naciones, que debe, ejemplo, los arar Sabalmos, Agicones y Apoimano y cada uno de estos grupos te- También en 1798 se planteaba la disolucién del cabildo ca- yobalf Nuestra Senora del Rosario, integrado por las naciones oconasu, ungri, umugime y oso, quienes se disputaban la casa del cabildo. Aparecen capataces de cada una de estas etnias, Jos de la ungri eran Miguel Landa y Rufino Calvo, los de la ‘oconasu Nicolas Langara y Martin Gelaber, los de la umugime Antonio Franco y Pedro Nolasco Eligio y por la oso Joaquin Beitia. En la documentacion también se hace referencia a una separacién anterior que se habia producido entre los oballa y Jos ungri. Al margen de las particularidades de este interesan- je expediente, cabe destacar la multiplicidad de etnias que se ntegraron. en un cabildo y la manera en que, posteriormente, separaron en varios. Para el grupo de los ungri debe sefia- Jarse que en 1812 aparece un cabildo con el nombre de Nuestra sfiora del Rosario y de las Animas, que debié ser continuador Jel referido en este caso y que posiblemente unfa a esta etnia ‘on la isuama, ya que el capataz Juan B. Fajardo pertenecfa a sta tiltima agrupaci6n. Pero también podia ocurrir que miembros de una misma etnia » grupo tuvieran varios cabildos. En la ciudad de La Habana, por e dividian en Dajomi, Cuatro Ojos, Magino, ser completa, con prohibicién absoluta ademas de que se forme en} ja una sociedad formalizada."4 Jo ulterior asociacién de otras que las que la tengan ya establecido de antiguo”. En este caso, admitir la fragmentacion del cabildo” constituia una habil maniobra que facilitaba a las autoridades ejer-| cer el control sobre sociedades mas fragiles y pequeiias. La circunstancia de que ltubiese mas de un cabildo de la mis- ma nacién también fue motivo de discrepancias interétnicas. En 1832 José de Jesas Cardenas, quien se identifica como capataz del bildo San Cayetano de los mina popé, reclama a las autoridades Otro caso en el que se manifiestan discrepancias internas se pro= patente que reconoce su cargo porque dujo en La Habana, donde existfa un cabildo mandinga, fundada; en 1798 e integrado por dos grupos étnicos, los yolofe y los sosoe, Ambas castas eran dueiias, mancomunadamente, del solar y de las fabricas de la casa cabildo y querian romper la union y divi- dir los bienes. La situaci6n era compleja porque las construccione: habian sido realizadas mediante el dinero recaudado con “el pro# ducto del plato”, es decir, con los emolumentos provenientes de) las funciones que habfan realizado en conjunto. En 1801 el caso ventilaba, para su soluci6n, en la Audiencia de Puerto Principe. | ~ mas se lograria el bien de todos los que la componen.” Ventura Herrera ha tenido el arrojo de poner un cabildo en el barrio de Monserrate y a orillas de la nueva muralla con agrabio y perjuicio del cabildo de que soy capataz, cuando él debe obedecer mis ordenes y cuando yo mismo le nombré tesorero de este establecimiento conservando aun todavia la Have de la caja [...] una misma nacién Exmo. no puede tener | dos banderas porque todo seria entonces un desorden y ja- — t Desde luego que el asunto no era tan sencillo ni transparen- | En la ciudad brasilefia de Recife, el jefe de la Policia, con fecha te, Cardenas estaba acusado de usufructuar indebidamente los 1 de septiembre de 1848, expidia una certificacion en la que se bienes del cabildo y esa disputa entre facciones fue la causa de _ ibricaba que el negro libre Antonio de Oliveira habia sido con- la fragmentaci6n. Sus argumentos tampoco eran consistentes, ha- J irmado como rey del Congo por los negros de la ciudad, pero a artir de la condicién que se le habia otorgado estaba “obligado inspeccionar y a mantener el orden y subordinacién entre Jos egros que le fueren sujetos”.”° La Habana, con una apreciable poblacién de morenos organi- acos en cabildos, fue un espacio privilegiado para manipyla- dones de similar corte, En 1808, cuando se produjo una fuerte ision politica entre Francia y Espana por la invasion de Jas opas bonapartistas a la Peninsula, la cual motivé una enorme Los usos desde el poder politico accion popular, en Cuba fueron movilizados todos los sectores Los cabildos constituyeron para algunos africanos, sobre todo | le la poblaci6n incluyendo a los negros africanos. Los documen. para sus capataces, mintsculos pero efectivos espacios de poder a’ | 95 recogen una proclama del entonces rey de uno de los cabildos partir de los cuales lograron incrementar su prestigio social y tam- ongos de La Habana, que aparece con el sugestivo nombre de bién obtener cierta solvencia econémica que en casos puntuales _ lofundi Siliman. Esta arenga fue copiada en castellano y tam- lego a ser apreciable. én en uno de los dialectos bantu, y expresa: Pero también fueron espacios manipulados desde la autoridad Po- | litica para usar, en beneficio del Estado, a las capas negras de la po- blacién, y éste no fue un problema espectfico de Cuba, sino comin a todos los territorios donde existieron sociedades similares, baste re-_ | cordar la época de Rosas en Argentina, cuando el dictador, en la etapa ~ marcada por el terror de la Mazorca y por el bloqueo francés, buscaba el apoyo de las sociedades africanas que Rivadavia habia autorizado en 1820, En esos afios proliferaban los comentarios en la prensa bo!’ | haerense, queno dudaba en afirmar: “el general Rosas aprecia tanto a | los mulatos y morenos, que no tiene inconveniente en sentarlos en su mesa y comer con ellos’. Para conmemorar el 25 de Mayo de 1845, | aniversatio de su revolucién, Rosas invit6 a los negros a bailar en la Plaza de la Victoria, entonces de la oposicién se versificaba: bida cuenta de que habia numerosos ejemplos de cabildos de una « misma nacion, cuestién que dependia no de la vinculacién a una etnia sino del ntimero y las posibilidades econémicas de los cofrades para sostener una sociedad. PROYECCION CIVIL DE LOS CABILDOS AFRICANOS [...] los espafioles son caballeros y cristianos y el Sr, Gobernador Marqués Someruelos nos mira a nosotros ha- ciéndonos oficiales, dandonos bandera, tambores, fusiJes y sables como a los blancos mismos, tenemos caballos, qj- nero, huertos, casas y todo lo que nosotros queremos [,..], Juramos morir por la defensa de La Habana y decir cuando recemos libranos Sefior del Sr. Bonaparte y toda la Francia judia ahora y en la hora de nuestra muerte, amén, Jestis15 texto manifiesta la imbricacién cabildo, batallones de more. %5, iglesia catélica, pero sobre todo la forma en que la manipu- icin politica llegaba a los niveles mds populares de la sociedad partir del control de sus formas asociativas. i] manejo politico de los cabildos fue usual y se mantuvg g largo de la etapa colonial. Muchos afios més tarde, en 1899, ido no existia la esclavitud y estaba prohibida la celebracign - | Dia de Reyes al estilo africano y a los cabildos se les prohj- 4 visitar la casa de gobierno para cantar, bailar y recibir jag Bandas africanas de viles esclavos, por calles y plazas discurriendo van, su barbara grita, su danza salvaje, es en este dia meditado ultraje del nuevo Caribe que el Sud abort6.# Pero las denominaciones solian variar, asi, el cabildo de San Agustin era gobernado, en 1773, por dos capitanes, dos oficiales y denominaba soldados a sus cofrades, tal vez por doble perte- encia de sus integrantes al cabildo y al batallon de morenos.'* Lo ismo ocurria en el cabildo carabalf Nuestra Sefiora del Carmen, | cual era “capitan” Antonio Ramos, Una situacion similar se »bserva en el cabildo carabali de Belén, que en 1761 tenia como “capitan” a José Joaquin Arencibia, en tanto el segundo en impor- fancia, Domingo Garari, era titulado bajo la denominacion civil de camarero”.’ Arencibia expresaba que Giiemes de Horcasitas le aibia conferido “el grado de Capitan en el Segundo Cabildo de lorenos Carabalies en cuyo nombramiento ha cuidado de dicho abildo”. Posiblemente la vinculacion de los espacios de los cabil- dos y las milicias negras también estuviese afectando las denomi- aciones de uno de los jefes, el principal, en este caso. Desde luego, todo era pura imagen, pues en la otra cara de I lin el cabildo Santisima Trinidad, de Puerto Principe, se elegian moneda estaban el miedo a la subversion y las consecuentes for es celadores para ayudar al mayordomo, que asi denominaban mas de control social que éste reproducia J principal del cabildo. Tenia también una reina, una virreina, y lina segunda reina, probablemente porque el cabildo estaba inte- raclo por varias ctnias."* Muy interesante, por el prestigio y reconocimiento que implicaba, Los documentos que hemos localizado muestran que los térmi 5 Ja denominacion de “Padre de Familia”, que se daba a Bernabé inillos, del cabildo congo mombamba Nuestra Sefiora de Regla.!* nos capataz, mayordomo o rey eran usados indistintamente para i < i fog . reconocer a los individuos que desempeftaban las funciones recto El cabildo mandinga Humildad y Paciencia poseia en 1865 dos ca- ras dentro de estas sociedades. Como puede apreciarse, ninguna’ a Ree definfan Soon aa ee de todos los ap de estas denominaciones tenia un origen africano, mas bien refleja: es”, de igual forma posefan una “matrona de todas las matronas”. ban una fuerte raigambre peninsular y se relacionaban con cargos Bean, ademas, con tres capataces de rango normal, encarzados de de mando en diversas instancias de poder, laboral -en el caso dé olver los asuntos urgentes y con tres reinas de similar rango. que se usara el termino capataz.o mayordomo-, 0 politico -cuando a impronta de los Batallones de Morenos esté presente en los se usaba el apelativo de rey-."” E] origen de estas denominacion: irgos del cabildo ganga de Matanzas, pues junto a la Drone al igual que el de la instituci6n, tenia su antecedente en Sevilla, on de un cofrade como gobernador de la sociedad y un cajero cuestion que se manifiesta a través de algunos casos, como f ‘@ guardar el dinero que se recaudaba, Sparse, la de un ca- el del negro Juan de Valladolid, Portero de Camara de los Reye iin, un teniente, un alférez y un abanderado.** Algo similar Catélicos, quien habia sido nombrado por éstos “mayoral y jue: ee ee eee ce Yee tae i i a 5 2 es, . de los negros de esa ciudad”. Este personaje también poseia fur Nid congo Nuestra Geriora de las Mercedes, dela’ ciones jurisdiccionales y tenia la responsabilidad de organizar lag - : , fiestas y otros actos celebrados por los morenos en Sevilla.!” ciudad, tenia, ademas de dos capataces, un consejero, un limosnas de los Capitanes Generales como habian hecho aftos) atras, el general Manuel Salamanca, Gobernador de la Isla, fue caricaturizado por la prensa como Quindembo I Pata de Jamén, rememorando aquellas actividades y aludiendo a su vinculacion con los cabildos de negros que le solicitaban poder continuar sus) fiestas.” Dos afios mas tarde, otro Capitan General de la Isla, en este caso) Camilo Polavieja, realiz6 un recorrido de profundo matiz politi-, co por ciudades importantes como Sagua la Grande, Cienfuego: y Matanzas. En éstas fue recibido en las estaciones ferroviari por las autoridades locales y también por los cabildos de nacié: que asistian ataviados con sus correspondientes atributos. trataba de dar una imagen que subrayara el espectdculo y para argumentar que los negros africanos estaban a favor de las auto- ridades coloniales.'* EI poder genuino: capataces y matronas en la intimidad de los cabildos general, un alcalde de primera elecci6n, un conde, un capitan de eabildo Nuestra Sefiora de las Mercedes, de los congos mon- abanderados y un alférez.'** 4 s de Matanzas, tenia una reina, una reina moza, una go- A partir de los afios sesenta del siglo xix las denominaciones / fadora, dos princesas, dos ninfas y una condesa.' tradicionales se mezclaban con otras mas modernas para definir J a situacién singular se observa en el cabildo Nuestra Sefiora a algunos funcionarios del cabildo. Una situacién de este tipo Desamparados de Matanzas, en el cual las matronas apa- se manifiesta cuando Joaquin Estenoz, Francisco Pozos, Marcos | con cargos vinculados a las jerarquias politica, militar e Llanos, Timoteo Llorente y Juan Marrero, quienes por esos afios | uso a los referidos por las cofradias religiosas. Asi nos encon- eran capataces del mismo cabildo mandinga, comparecieron jos con una gobernadora, Asuncién Rangel y una segunda ante unnotario para darle el poder de representarlos en sus asuntos. En nadora, Nicasia Palacios, una consejera, cargo que osten- este caso iban acompafiados de otro moreno libre del cabildo, Feliciano la anciana de 72 afios Carmen del Sol, y una procuradora, Carrefio, al cual denominaban “secretario” de dicha sociedad.” isca Ramos. Paralelamente inclufan una capitana, Maria Aunque los jefes del cabildo eran tres de cada sexo, uno de pnia Roque y una mayora de la Plaza, Rafaela Alvarez, jun- cada género oficiaba como el principal, segan se refleja en nume- una camarera, Felicia Almeida, y a una segunda camarera, rosos documentos. De esa forma, el rey 0 capataz compartia la } Andraca. Para hacer mds complejo el despliegue de cargos gobernacién con Ja reina o matrona. En 1871, por ejemplo, el ca~ cen una primera y una segunda ninfas y, finalmente, una bildo de la “nacién” Congo Real tenia como capataces a Antonio | la, en este caso no se expone si esta ultima era una cofra- Abad Guerrero, Félix Bruz6én, y Ciriaco Dominguez, y como ma- imple o si, a semejanza del Chimbanguele venezolang, tenia tronas a Maria Guadalupe Jauregui, Margarita Bassave y Lucia Jones ejecutivas en las fiestas organizadas por el cabildo.en Hernandez, las tres viudas Sus responsabilidades en el cabildo- or a su santa.’ sé relacionaban en ese mismo orden.!® into los hombres como las mujeres que ostentaban. cargos en. Pero también debe tenerse en cuenta que las funciones que | abildos eran seleccionados entre los integrantes de la etnia, daban poder y sobre todo prestigio podian multiplicarse. Un yando la sociedad estaba integrada por mas de una, se dupli- ejemplo de esta situacién lo encontramos en el cabildo caraballt | in los cargos para que las més significativas, desde el punto. de Matanzas que tenia, ademas de a Rafael del Rey y a su mu- 9 sta numérico, estuviesen representadas. Para la eleccion se jer Maria Antonia como figuras rectoras de la sociedad, a Maria &% en cuenta el prestigio social, la autoridad religiosa y la per- Morejon, viuda del monarca anterior, que aparecia como la reina # ia a linajes destacados en sus tierras de origen. También, madre; a Marfa del Rosario Dominguez bajo la denominaci6n di lupuesto, era importante poseer una posicién econdmica mas la reina moza y a Maria de Jesus Sallas (sic), con el escasamente pnte que la del resto de los integrantes de la sociedad. habitual rango de princesa. Ademas del susodicho rey habia dos 10s documentos sefialan que la eleccién de los capataces consejeros, Diego del Rey y Nicanor del Rey, y dos capataces, el! las matronas se efectuaba el Dia de Reyes.” En Santiago de primero nombrado Bruno del Rey y el segundo Bernardo Gines, | por ejemplo, ese dia se elegia al Rey Melchor,” quien era el Contaban, ademas, con un ministro del rey, tres alférez de ban del macro cabildo que aglutinaba a todas las sociedades deras, dos procuradores y un tesorero.'* f congos.' El simbolismo de estas ceremonias tenia cierta El prestigio de las matronas también les daba apelativos ar incia social, pues tanto la coronacion como la muerte de moniosos, como el de “reina hermosa”, otorgado a Maria Justa % yes negros eran recogidas por la prensa local.1° Chavez, quien presidia en 1820 el cabildo mina, 0 el de “reinaT 9 la eleccién podia hacerse en cualquier fecha, aprovechan- perpetua” otorgado’a Candelaria Madan. Ne esta ceremonia las fiestas particulares de cada sociedad. En algunos casos ésta se efectuaba después de tres dias de vela y de ceremonias al santo bajo cuya advocacion se habia fundado el cabildo, pero también, en casos de emergencia por situaciones especificas, los integrantes del cabildo eran convocados con brevedad que en ocasiones era dificil garantizar la asistencia todos los cofrades. En situaciones de tal indole, las reuniones efectuaban cualquier domingo. Los nombramientos se hacian generalmente por cuatro afios aunque podian renovarse a los dos. A las juntas asistian, ademat de los miembros del cabildo, los comisarios de barrio y el es cribano de gobierno, que eran los funcionarios autorizados pan fiscalizar y sancionar las investiduras. Un ejemplo de elecciones en un cabildo de nacion fueron lag efectuadas en 1845, en la sociedad denominada Nuestra Senor@ del Rosario de las Animas de la nacién carabali ugri agnuata. Sut miembros argumentaban que con motivo del fallecimiento dea gunos de los capataces y matronas habian estado algtin tiempt careciendo de sus diversiones, por lo cual pn no impedia que, en multiples ocasiones, una figura destacada la sociedad pudiera presidirla hasta'su muerte. Estos fueron los 8 del moreno José Dolores Roberto del Castillo, quien se desem- 10 como capataz del cabildo araré magino durante veinte afios, ta que fallecié en 1860 y el de Félix Vera, quien presidio el carabali bi por mas de treinta.”" La muerte del jefe del cabildo era un mntecimiento social y hasta se guardaba cierta cronologia en la Nominacion de esos monarcas, as reuniones de los cabildos eran tan estridentes como sus fes- bs porque los cofrades, hombres y mujeres, participaban con nayor desenvoltura. Por lo general habia mas de una proposi- I) para los cargos que debian ser ocupados y las caracteristicas Jos candidatos eran analizadas con una veracidad y amplitud en algunos casos, llegaba a la osadia. on frecuencia se hace referencia a la presencia de criollos y tam- cle esclavos en estas reuniones. La asistencia de los primeros se ierte en reiterada después de los afios sesenta del siglo xix, en 0 la de los segundos se observa desde el siglo xv. Algunos stos casos se analizan en epigrafes posteriores, pero como esta ion se reafirma insistentemente en las ciudades de provincia, Muestran aqui algunos. Uno de ellos es el denunciado en 1866, s autoridades de Santiago de Cuba, por Hilario Yuanis, rey abildo congo, contra una sociedad formada por criollos y afri- el cofrade solicitaba alarzobispo que prohibiera la entrada a ita de los cabildos que no apareciesen como “reconocidos y haclos por las autoridades superiores de la Isla”, cuestion que a.a los criollos.* Otro ocurrié en Matanzas, en 1861, cuando slo Avalo, capitan del cabildo San Pedro, gangé longoba, res- a la denuncia de que su agrupaci6n estaba integrada por 08 y esclavos explicando que se habia ausentado y en esos 8 introdujeron a bailar en el cabildo otros individuos que n de la nacion” 1” unos casos los padres africanos defendian la presen- #88 hijos criollos en su “nacién’. El capataz del cabil- n de Belén, argumentaba que los miembros del cabildo 7 hijos nacidos aqui que siendo esclavos no pueden ir a de los libres que son de misicos y vienen a bailar con siendo indispensable para continuar el reemplazo de Io que hubiese fallecido, ocurren a V.E. suplicando s mandar que el Comisario del Barrio donde esta el referido cabildo proceda, en unién del Escribano di Gobierno a la eleccién de capataces y matrona el prime) dia festivo, y a los que resulten electos aprobarles sus non bramientos y permitirles la continuacion de sus diversi¢ ‘nes con arreglo a las disposiciones gubernamentales. Laceremonia se hizo ante el comisario del barrio de Monserrat D. Manuel Antonio Valdés, y el escribano Francisco de Castro, @ la casa del cabildo que estaba en Monserrate 39. Fueron ele como primero, segundo y tercer capataz, respectivamente: Li Rivero, Pablo Ofioro y Sim6n Alcalde, y como primera, seg da y tercera matronas, Maria Antonia Garcia, Maria Rita Rey Maria Francisca Norofia.!” Aunque la legislacién colonial establecia que el cargo de cap taz debia ser renovado cada dos o cuatro afios, esa reglament rador, Casimiro Brigaio, un segundo procurador, Vicente Borrell, un tambor mayor, Fernando Presas y un portero, Onofre Guao; todos esclavos. A igual condicién pertenecian los ocho Hewelilag que se reflejan en el documento. Cierto grado de representatividad era asumido por algunos cofrades pues no era extrafio que algunos integrantes faltasen ® reuniones, debido a que aunque el cabildo era una institucién sencialmente urbana, los documentos muestran que muchos de Sus miembros trabajaban en el campo y no podian viajar diaria- Mente. En esos casos sus intereses eran representados por otros no todos los africanos poseian, como saber leer y escribir. desconocemos si en estas manifestaciones primaba Py eanreres En los cabildos habaneros los esclavos aparecen siempre 0 si sus augencias eran usadas para sumar adeptos a determina- elementos subordinados y manipulados por los diferentes I fas causas. que integraban cada sociedad. Algunos pertenecfan a los capata Las reuniones de los cabildos podian convertirse en lugares de a las matronas y otros a los simples cofrades de la sociedad, pert ion y de confrontacién en los que no sélo coincidian diver- mayor patte no tenfan esos vinculos y eran, simplemente, de al; § etnias, sino las familias consanguineas con mas frecuencia de de las etnias de la sociedad, por lo cual resultaban protegidos § que se reconoce. Muchos hombres eran los miembros de los el cabildo. En varias ocasiones se vislumbra, a través de algun tallones de Morenos Leales y actuaban en determinados casos gumentos que aparecen en los procesos legales, que recibian pmo tales. Usaban su prestigio en las milicias y se enorgullecian bildos cierta ayuda econémica para comprar su libertad. disponer del fuero militar. También se evidencia la relacién Todo parece indicar que la presencia de los esclavos en ientelar entre jefes y subordinados de estas milicias en la elec- sociedades, aunque ilegal, era més tolerada por las autori ion de la directiva del cabildo. i que la de los criollos. En los cabildos habaneros los forzados a Un ejemplo de esto se produjo en 1798 cuando los capataces recen siempre en un segundo plano, no podian votar en lase las naciones umugine, oso, oconasu y ungri, que integraban ciones de los capataces pero su participacion en los festejos cabildo Nuestra Sefora del Rosario y las Animas, entraron aceptada. Esta situacién también es percibida en los cabildos f contradiccién y decidieron dividir la casa cabildo. El proce- otras ciudades, pero como toda regla tiene su excepcién, en] ondujo a la eleccién de un nuevo capataz y en ese contexto encontramos un cabildo matancero, el cabildo congo Nu votos que obtuvo Pedro Nolasco Eligio fueron insuficientes, Sefiora de la Merced,’” en cuya directiva aparece, junto a l@ lo cual se presents al dia siguiente ante el comisario del Be bres, un grupo de esclavos. El documento mencionado rel ® “con una porcion de negros milicianos, exponiéndome que dos capataces, dos reinas, una primera consejera y una ca eausa de no haber concurrido al cabildo era por haber estado na, que eran libres, pero ademas enumera un primer gobi latall6n empleado en la Bendicién de Bandera y fiesta que se dor, Ricardo Arena, un segundo gobernador, Gil Fourod @ al Espiritu Santo, y que la voluntad de ellos era como de la un primer capitan, Toribio Diaz, un segundo capitan, Flor 40n osu agruparse a su partido” .1”° Castro, un primer alférez, Balentin (sic) Caro, un segundi tapataz o rey del cabildo disfrutaba de un considerable po- férez, Luciano Fourodona, un primer mayor de Plaza, Bi dentro de su corto radio de accion y gozaba de la estimacién Sainz, un segundo mayor de plaza, Rafael Gi rime Tespeto de sus subditos, pues ocupar este cargo le otorgaba, sus padres al baile de tango, pero como son criollos son expuls dos del cabildo”; la autorizacién fue negada por el temor de 4 esa costumbre se generalizase, ya que si se permitia la preseng de esos criollos en ese cabildo podia ocurrir lo mismo en of en definitiva se trataba de una contravencién que debilitaba control de los cabildos y la division establecida desde el pod politico para amortiguar a los negros. Los criollos eran consid rados, por lo general, como astutos y sagaces, gentes disput tas a ocupar posiciones en los cabildos siempre que hubiese uj oportunidad. En ocasiones se valian de tener conocimientos q mbolo de la permanencia del cabildo, de su asentamiento, de continuidad porque son las guardianas de todos los objetos y nbién de sus tradiciones. : Segtin algunos documentos, las fiestas de los cabildos se cono- Hn con el nombre de reinados, y para éstas se elegian las ma- snas.'” Para acudir a los tangos las mujeres usaban sus mejores endas, vestian largas tiinicas o batas y adornaban sus cabezas ) panuelos a la usanza africana. Pais mujeres tenfan miltiples funciones y disfrutaban de un apre- ble poder. Su funcién mas importante era la de veladoras de to- »» los objetos del cabildo, a pesar de que rara vez aparecen como depositarias de una de las tres laves del arca que guardaba el di- . En 1832, uno de los inventarios de cabildo, el tinico que hemos tlio localizar en La Habana,” nos permite conocer los enseres lunes a éstos: alhajas, instrumentos musicales, banderas, astas, flas, flecos, mazas grandes y pequefias, manteles, sillas, vasos, s, escudillas, fuentes de loza de Sevilla, tambores de diferentes 5 y tamanios, sonajeros, libros para anotar los nombres de los aces, las deudas del cabildo, las incidencias, las contribuciones Jos miembros, y hasta jun cepo de caoba con su lave y cerradura lente! Desde Iuege, no faltaban los parasoles, que constitufan un lo importante, pues eran un simbolo de poder usado en Africa algunos nobles reyes.™ Maria de Belén Alvarez, quien era reina fabildo carabali bogre, declaraba en 1829 que tenfaa su cargo “el iol y: los demas efectos anesos que son parte de Ia familia” neiando en su declaracion la importancia de esa relacion de fesco, constituida por afinidad, que también formaba parte Haginario de los cabildos de nacién. ‘0 veladoras de las alhajas, muebles y otros enseres de los 05, las matronas debian mantenerlos limpios y protegidos; n eran las encargadas de trasladarlos y depositarlos. En Feina del cabildo carabali elugo de Santiago de Cuba, en- da imagen de la Virgen del Carmen y otros objetos rituales 81a, pues esa funcién era de su incumbencia, pero su de- reo un problema pues los clérigos se negaron a retornarla_ a cabildo, la cual, durante muchos afios, traté de recupe- ‘uctuosamente,"? a partir de esa jefatura, una atribucién politica reconocida le galmente por las autoridades coloniales: la acreditacion ante el Capitan General como embajador de su “nacién” africana. Su forma de vestir era muy particular, y en cierta forma simbo lica, Fl dia de los Santos Reyes Magos los negros libres y vos eran autorizados a festejar en las calles y plazas. Ceremonii de este tipo se efectuaban a lo largo de toda la Isla. En Santiago d Cuba el rey congo personificaba al Rey Melchor, para lo cual poi taba la corona y las ropas de su jerarquia y salia acompanado di sus vasallos. En La Habana los cofrades se engalanaban con prea das y atavios similares a los usados por los dignatarios colonial para avalar su poder social: casacas galoneadas, camisas almid nadas, enormes corbatas, sombreros de dos picos, anchas band: cruzadas sobre el pecho, condecoraciones, espada al cinto y gran baston, generalmente con purio de plata, en sefial de auton dad. Todos estos adornos fueron tomados, principalmente, de j jerarquia militar y en este sentido debemos recordar que todos I@ negros y mulatos de prestigio eran oficiales de los Batallones 4 Pardos o de los de Morenos Libres,’” raz6n por la cual no resulll ocioso encontrar cierta relacién entre esta cuesti6n y las vestimel tas que adoptaban como simbolos de poder de sus cargos en] agrupacién y de la posicién social que respaldaba sus funciones; Matronas 0 simples cofrades pero mujeres osadas Tal vez lo mas interesante de los cabildos africanos sea la acl va participacion femenina, a diferencia de lo que ocurria con} mujeres. blancas, quienes hasta bien avanzado el siglo x1x, sali excepciones de figuras muy destacadas en la esfera artistica literaria, estaban relegadas a la esfera doméstica, ya que en espacios publicos sélo aparecian como las hijas de sus padres, mujeres de sus maridos 0 las madres de sus hijos. No ocurre lo mismo con las negras de los cabildos pues elf son importantes, se manifiestan osadas y desafiantes ante las toridades, desenvueltas ante los cofrades, acusadoras ante caj taces ineptos 6 inescrupulosos, y pueden, inclusive, decidir situacion. Reinas, matronas o simples cofrades no coartan expresiones, que son aceptadas y reconocidas, Constituy’ Individuo para el cargo. En 1869, Maria del Carmen Gutiérrez, feina del cabildo mandinga Humildad y Paciencia, ante una si- tuacién de este tipo, nombr6 a Domingo Carrillo, quien después ue ratificado por algunos de los cofrades, en tanto otros se cues- jonaron el poder de la Gutiérrez para hacer esa nominacién con | argumento de que Carrillo no era mandinga y que el cabildo practicamente no existia. Las reinas percibian sutilmente su poder, disfrutaban del espa- plo que éste les procuraba y, desde luego, también usufructua- ban las pequefias prebendas que podia suministrarles. El cabildo era para las mujeres en general, y las matronas o inas en especial, un espacio de socializacién, de reforzamiento pultural, pero ademas de transacciones econémicas, y para éstas mbién era necesario disponer de poder. Las disputas en este sentido y también en relacién con otros pectos, al igual que las funciones que desempefiaban como atronas o reinas, se evidencian en los documentos. Algunos sos puntuales nos permitiran introducirnos en ese particular ontexto y apreciar sus caracteristicas, pero sobre todo conocer forma en que se desenvolyian las negras y mulatas, su parsi- jonia en determinados casos, su audacia en otras, y la manera que usaban su aparente conformismo, que a la larga podia pveerles algtin beneficio. i Cuando una sociedad se dividia, cuestién que sucedia con ¥¢ lativa frecuencia, se procedia a la separacién de bienes, pero lo que habfan sido adquiridos a partir de las recaudaciones de to dos los cofrades pertenecfan al coman y quedaban en uno d los locales, por lo general el mas antiguo, bajo la custodia de Ia reinas 0 matronas. Cuando los integrantes del cabildo carabalf Santisima Trinid decidieron separarse en dos grupos, los oubres por una’ part los bibi, isuamba, ososo y ano por otra, el baculo del capataz y “trastos” que pertenecian a la sociedad quedaron en poder de yirreina de los oubre Concha Iraola. Todos esos objetos se co servarian en la casa del cabildo Santisima Trinidad, que tambi quedaba en manos de esa etnia, para ser utilizados en las fiestt de los dos grupos." 4 Pero los otros grupos no estuvieron de acuerdo y reclamart que la virreina tuviese en su poder todas las alhajas de Ja cofrad alegando que “la casta oubrese atribuye derechos y que es la anit que esta celebrando reuniones cabildos y atabales” y afiadfan qt esa etnia no habia sido la fundadora del cabildo, cuesti6n que pudieron demostrar en ningtin momento. Finalmente trataban. manipular los conceptos tradicionales de los cabildos de naci( como sociedades que aglutinaban a un grupo homogéneo, tion muy alejada de la realidad de estas agrupaciones, y sefialabe que la casta oubre “se ha levantado orgullosa y dominante sup miendo y vejando los derechos de la nacién carabali, fundada de la hermandad”.™ Pero sorprendentemente Concepcién formé parte de esta maniobra junto a Maria Antonia Céspe “segunda reina electa en la hermandad” y para ello ambas s bieron que los carabali eran s6lo una nacién y no cinco, como querfa mostrar, porque aunque se denominen de diversas form “las provincias son representadas por las naciones”. En el fond6 la cuestién subyacia el asunto esencial, y es que ellas no esta de acuerdo con la division de las alhajas."° Otra importante funcién de las matronas, veladoras de laa tinuidad del cabildo, era la de nombrar capataces. Cuando cabildo quedaba sin direccién y no era posible proceder a las él ciones de inmediato, se encargaba a la reina la nominacion di La audacia de Rosa Ferro y Barbara Mesa Como hemos podido apreciar hasta aqui, era comun que en los dos incluyentes de varias etnias se produjesen discusiones cas sobre el derecho de cada una de éstas a disfrutar de ibienes, de los espacios, de los derechos a presidir o.suscribir, lemandar o ignorar, de ahi que en muchas de estas trifulcas lliviesen presentes las mujeres. En 1800 la primera y segunda itronas del cabildo carabali ososo San Cristobal eran Barbara ia y Rosa Ferro. Algunos cofrades consideraban que esta ulti- debia ser sustituida en sus funciones y proponian en su lugar Joaquina Duarte, y para esto acudieron al comisario del * flo, obligado a hacer acto de presencia en las elecciones de los pataces de los cabildos. ho sido posible que haya logrado un solo momento de amistad ni de reunién con las demas que componen la nacion, lo cual se Ppone a los estatutos de las naciones africanas’ Para ocupar su ligar proponian a Dolores Toledo, la segunda matrona. Pero entonces la Santa Cruz deel. 2 Dos horas tuvo que esperar el funcionario por la comparecens tia de las encartadas, y finalmente decidi6 corregir.a la Ferro ¥ enviarla de vuelta al cabildo, escandalizado por su “desenbortus epee nae ray modo de hablar’.!" En el fondo se estaban manifestando los Foto, ciiestidy Gla debia Ginn eeunieo ne eee problemas de su familia consanguinea que se entremezclaban con fler, y ser “la matrona acredi ee arate a a ene iene By los del cabildo, pues el hijo de Rosa Ferro habia estado preso pol Rosalia Sanchez, ya fallecida’” oe i i ispuso la anterior intento de asesinato, y el dinero para liberarlo lo habian pueste Ls ia oe ae Me tefuerza el po- los ososo, No obstante, Joseph Andrade, capataz del San Cristob Bor una reina de tradicion, guise faa ea saa ae y de las Cinco Naciones, no habia estado de acuerdo y habia di i cl cattinacace ee ae a ee que habia teni- cutido al efecto con la matrona Barbara Mesa. La disputa habt Dolores, se ha pasado a otro hea ce fr matrona, es decir llegado a tal punto que el comisario expresaba: “las negtas del c@ B: otra cinia condttivetions wn IR bildo se han atumultado contra el referido Aréstegui’.. Es dect . K y se como “Reyna y haciendose te- las mujeres habian impuesto sus criterios al considerar que Ro Ferro habia actuado adecuadamente en defensa de su hijo y quel capataz no tenia derecho para deponerla ni para sustituirla. Barbara Mesa expone entonces que la nacién ha dispensat las faltas de ese capataz en numerosas ocasiones y que éste maltratado no sélo a los cofrades sino a los intereses del cabil hasta el punto de faltarle el respeto a ella, que es la primera m trona, Algunos miembros, varones por supuesto, no estuvierg de acuerdo y se sintieron molestos por el relevante papel alea Micicpl aga zado por i mujeres de su cabildo, y en ese sentido senalab Boe ae oe ee a Tia nas de les que Barbara Mesa debia abstenerse “de perturbar el buen ordé Bis cabildodei aaa a we a ee ees en el local de la sociedad”, indicando que “no debia tener otra interbenci 6n acudieron las reinas de los wean ia de fia Sean ele cle que la de governar a las mujeres sin entrometerse a represel los vioquines; también estuvo la me ae Tae eum Nene i en juicio [...] a quitar las ruedas a los capataces como se j i de'la nacion, En ese mothento eee ne pero ésta de haberlo hecho” ." Pero evidentemente, Rosa Ferro y Barb lastigar en el cepo) duane NG Ue an ea ue acusada Mesa habjan decidido hacer uso del poder real que los miemb eee Sa Rafaela Rosain y a del cabildo, sobre todo las mujeres, les habian otorgado y en lei i ee esas funciones estaba la presencia en los pleitos legales, dol i ee Mars spite iH aes ate fae podian dar sus opiniones sobre el gobierno de los capataces. egrantes para obtener los cae Oe pee nsecuentes beneficios que la direccién de estas Teese procuraban. Su denuncia permite avizorar la forma en que. do Antonio Arnado, que evidentemente no era africano icidn, porque era mulato y por lo tanto no tenia derecho a la atrayendo a los vajillos (sic) con cizafias y faltando el respeto bido a la que representa hasta el punto de haber sido preciso abocar @ nuestra junta quien le impuso una multa de cinco pe- is." Marea la Santa Cruz la diferencia entre ella, que ha sido eogida por disposicién de la mas Prestigiosa de las matronas y i lores, cuyo nombramiento carece de legitimidad, odo parece indicgr que era dificil remover de su puesto a una Teresa Santa Cruz, una verdadera reina Tal vez el caso mas elocuente del poder alcanzado por las nas fue el de la morena Maria Teresa Santa Cruz, quien fue un personaje. En 1827 era reina del cabildo carabali ibo Nug Senora del Carmen, y en ese momento los capataces aduciat ae problemas. Finalmente Juana solicita que Manuel Ramirez de- bia remitirse a su naci6n y ella estarfa en disposicion de pagar cualquier suma que hubiera pagado. Pero lo importante desde el punto de vista del género son los argumentos que se manejan en el expediente, de los cuales derivan la importancia de ser matrona y las posibilidades de |. mujeres negras, no solo en los cabildos, sino en la comunidad en general pues Juana, en tanto teina, entre otras cosas era ” guardiana del dinero” que se habia recogido entre los cofrad Desde luego, también influia en su posicién el grado de confia = za alcanzado en el cabildo por ser una persona acaudalada com varias propiedades. Se consideraba, ademas, como parte de la funciones que se le habian asignado, que podia vigilar la repara cién de la casa no sdlo porque fuese reina 0 “porque los hombr estaban en sus trabajos”'”” y una mujer debia ocuparse, sino y S0: bre todo, porque “por sus proporciones de los bienes de fortuns que goza tiene mas medios de conseguir los materiales, la ma dera, la teja y hasta el pago de los trabajadores mas baratos”.# Hasta ese momento Juana aparece como la persona idénea part desempeiiar esas funciones ya que disfrutaba del prestigio neat sario para desempefiarse como una figura clave en la reconstrut cién de la casa cabildo. ~Qué pudo pasar entonces para que “los individuos de su ¢a bildo, impulsados por el congo Manuel Ramirez” tratasen d separarla de un cargo “al que por rigurosa escala ha llegado” en el que habia permanecido “desde treinta afos aca como um de las fundadoras?” En el fondo del problema estaba la neg: va de Juana y de Chamorro para contribuir a la reparacion, a que se afiadia la sobrefuncién que se habian adjudicado pues | cofrades alegaban que ambos reyes los maltrataban de palab empleando expresiones groseras en su trato. Pero lo mas tr cendente fue el costo de la reparacién, pues se habia elevado tal punto que se corria el riesgo de no poder pagar las deud contraidas. Pero lo que importa desde el punto de vista de papel como reina es que Juana Dickinson intenté, hasta el fin mantenerse en su cargo, aunque no fue respaldada ni por las toridades ni por los cofrades de su cabildo. Pero este caso ma el inicio de una larga polémica entre congos y gangé que, bajo otras manifestaciones, se mantuvo hasta finales del siglo. El desquite de Maria Regla También las mujeres fueron poderosas dentro de los cabildos, y en numerosas ocasiones manipularon a su favor recursos y pre- bendas. Maria Regla Fajardo, del cabildo carabalf ugri Nuestra Sefiora del Rosario y las Animas, hered6 la casa de la sociedad que habia sido comprada por un cofrade al que debia retribuirse | dinero. Resulta evidente que Marfa Regla tenia una posicién #condmica desahogada, porque el moreno Juan Santo Domingo Intercedi6 ante ella para que perdonara la deuda del cabildo, ya “que tenia bastante y no lo necesitaba”. La gestién, sin embar- jo, result infructuosa pues Maria Regla, que poco antes habia propuesto a Inés de Flores como matrona sin que su proposicién ese aceptada, habia quedado indispuesta con la sociedad. La lenganza fue sutil ya que no slo mantuvo la obl igacion de pago lino que results el eje de un proceso judicial bastante costoso. La 8a, por supuesto, continué siendo suya.” Teresa Barreto, una mujer “de armas tomar” Bin 1804 destaca el caso del cabildo San Agustin. Su primer capa- , pertenecia al grupo oquella, pero el segundo era del abagala; mbién aparecen como cofrades individuos de las etnias. No esta- Hos en presencia, como en otros casos, de cabildos presididos por N ividuos que habfan logrado cierto poder econémico ya que en e declara que el dinero que poseen es “de las funciones de los eriados y del alquiler de los cuartos del mismo cabildo”.*° El malaz es un africano viejo y tozudo que no quiere ceder ante el irio de otros y la matrona es Teresa Barreto,” calificada por Govin 10 “mujer revoltosa y de malas ideas” 2” lo que da una conno- inusual al caso, el fondo de todas las cuestiones planteadas, incluso de una on del cabildo que no parece ser deseada por todos los co- Is, aparece la vivienda que esta en ruinas y debe ser repara- on el clinero que hay en la caja de la congregacién. El capataz: in se opone a ésto pues para los arreglos debe salir del cuarto

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