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El califato bien guiado o califato Rashidun (en árabe: ‫ الخلفاء الراشدون‬al-ḫulafāʔ al-

rāšidūn) es el nombre que se da en la tradición musulmana a los cuatro primeros


califas que sucedieron a Mahoma, desde el 632 al 661. En muchas lenguas europeas se
les conoce también como califas ortodoxos. Los sunníes de lengua urdu a veces les
llaman los cuatro amigos (‫چار یار‬, chaar yaar) y a su dominio el reinado de los
cuatro califas.

Abu Bakr as-Siddiq


Úmar ibn al-Jattab
Uthmán ibn Affán
Ali ibn Abi Tálib
Algunos incluyen a Hasan ibn Ali, hijo de Alí, como el quinto califa rāshid.

Según los chiíes, el primer califa fue Alí seguido de los imames chiíes, pues
aducen que esta sucesión la decidió el mismo Mahoma.

Para los jariyitas (abadíes), no hubo más que dos califas bien guiados, ya que, en
su opinión, sólo parte de los califatos de Uthmán y Alí ibn Abi Tálib fueron bien
guiados.

Índice
1 Historia
2 Cronología
3 Véase también
4 Referencias
4.1 Bibliografía
5 Enlaces externos
Historia
Mahoma murió en 632 sin especificar quien sería su sucesor ni cómo habría de ser
elegido. De hecho, Abu Bakr as-Siddiq fue nombrado por algunos de sus compañeros.
Abu Bakr se convirtió así en el primer califa. Durante el califato de Abu Bakr
(632-634) el islam expandió su influencia por toda Arabia. Se sospecha que la
muerte de Abu Bakr fue provocada por envenenamiento.

Tras la muerte de Abu Bakr en 634, le sucedió en el califato Úmar ibn al-Jattab,
otro de los suegros del profeta. Durante el califato de Úmar (634-644) se sucedió
una guerra contra el Imperio romano de Oriente y Persia por las cuales tomó
posesión de Siria, Palestina, Egipto y Mesopotamia.

Por otra parte destaca el Califato de Úmar como posiblemente el mejor que hubo
debido a su gran capacidad de liderazgo y al justo reparto de los botines entre
toda la Umma, tanto él como Abu Bakr y los siguientes califas basarán sus vidas en
la pobreza y en el trabajo continuo que arrastraba el Califato, teniendo que
atender a las agresiones recibidas por parte del Imperio Bizantino y del Sasánida
en los múltiples frentes y atendiendo a los asuntos del Califato. También destacó
por dar una paga a las personas que tuvieran hijos para su manutención y en muchas
ocasiones accedió a pagar deudas que tenían algunos cristianos del propio tesoro,
también destacó por abrogar el impuesto de yizia a los ancianos no musulmanes por
constituir una carga y les destinó una incipiente pensión para mantenerse.

Su justicia le ganó el respeto de todos los musulmanes y el temor de los imperios


circundantes.

Úmar fue asesinado por un sirviente capturado en la conquista de Persia llamado


Firūz quien durante el salat clavó un puñal en la espalda del califa bien guiado
muriendo este en el 644.

A Úmar le sucedió Uthmán ibn Affán. Durante el califato de Uthmán (644-656) se


produjeron una serie de acontecimientos que empezaron a desestabilizar el califato,
entre los cuales destaca la rebelión de los Jawarish que eran personas que
manipulaban los textos sagrados para su propio interés. Esto se refleja en toda la
campaña de difamación que acometieron contra el califa Uthmán llegando incluso a
convencer a Muhámmad ibn Abi Bakr de que el califa le quería asesinar. Los Jawarish
desafiaron la autoridad del califa al instalarse en las afueras de la ciudad de
Medina cercando la ciudad y exigiendo su dimisión por no cumplir con sus peticiones
partidistas, la respuesta del califa fue una negativa rotunda y rechazó la opción
de combatirles a pesar de disponer de su sobrino Muawiya en Siria quien tenía bajo
su mando uno de los mejores regimientos del ejército islámico. En su lugar Uthmán
optó por el diálogo, lo que exacerbó y animó a los Jawarish a seguir presionando
llegando incluso a oprimirle al bloquear la puerta de su mismo hogar para evitar
que su familia trajera agua y asesinando a las personas que se congregaban a
escucharle.

Finalmente, en el año 656 un grupo de estos Jawarish consiguió entrar en su hogar y


acabó degollándolo.

El califato de Uthmán ibn Affán es uno de los más importantes debido a que acometió
la tarea de escribir en libro el Corán, el cual se había conservado en partes
sueltas y además habían versiones algo distintas. En este sentido Uthmán congregó a
los compañeros del Profeta que seguían vivos y entre todos reunieron las partes
sueltas y encargó a tres de ellos que escribieran el Corán. Finalmente se mantuvo
la versión más veraz y se quemaron las otras versiones para evitar confusiones,
estableciéndose ese Corán como el oficial.

Por último destaca la personalidad de Uthmán debido a que gastó todas sus riquezas
en la causa islámica contribuyendo a todo tipo de edificaciones que necesitaba la
Umma y contribuyendo también al bienestar general.

Le sucedió el primo y yerno de Mahoma, Alí ibn Abi Tálib. Obligado por el pueblo de
Medina, Alí asumió el califato heredando toda la inestabilidad que ya había en el
periodo del califa anterior. En este sentido hubo una facción de los musulmanes que
exigió a Alí vengar la muerte del califa Uthmán castigando severamente a los
Jawarish, no obstante la postura del califa Alí fue la de primero restablecer la
estabilidad y después establecer justicia; esto tuvo como consecuencia la rebelión
de Muawiya quien se negó a obedecer al califa hasta que se ajusticiara a los
Jawarish por la muerte de su tío; esto finalmente se tradujo en la primera Fitna
que tuvo solamente tintes políticos, no religiosos, como otros pretenden manifestar
en la cultura popular. En esta fitna se enfrentaron los ejércitos liderados por Alí
contra Sham (Siria) la cual estaba bajo el gobierno de Muawiya, apenas hubo un
claro vencedor durante la contienda.

En cuanto a los Jawarish, resulta irónico que, durante el cerco de Medina en el


periodo del califato de Uthmán, llegaron incluso a reclamar el ascenso al califato
por parte de Alí, quien según ellos lo merecía más que Uthmán, esperando obtener
beneficios por parte del califa. Al ver que el nuevo califa no cedió a sus
peticiones se rebelaron nuevamente contra él. En un primer momento Alí apostó por
el diálogo enviando a un compañero de confianza a debatir con ellos, diciéndole su
célebre frase «ve y debate con ellos empleando la Sunna y no el Corán» —esto se
debe a que los Jawarish empleaban el Corán para justificar sus posturas,
aprovechándose del margen de maniobra que dejaban los versículos para la
interpretación, y por ello Alí apostó por la Sunna ya que esta especificaba los
versículos por parte del profeta—. Tras el debate, y vista la intransigencia de los
Jawarish al continuar reivindicando sus intereses sin cesar la actividad hostil, el
califa Alí les declaró la guerra, llegando estos incluso a declarar incrédulo
(kafir) al mismo Alí.

En el año 661 los Jawarish prepararon dos atentados, uno contra Alí en Kufa y otro
contra Muawiya en Siria; en la ejecución del plan acabaron por asesinar a Alí
cuando estaba en la mezquita de Kufa, mientras que Muawiya sobrevivió a las
puñaladas que le asestó el encargado de su asesinato.

Tras este incidente fue elegido califa Hasan ibn Ali cuyo califato duró 6 meses en
los que buscó la mediación y la finalización de la contienda con Muawiya debido a
su profundo espíritu religioso y a la nostalgia de la unidad islámica; por
consiguiente se reunió con Muawiya, donde tras dialogar llegaron a una solución
pacífica del conflicto en la que voluntariamente Hasan ibn Alí cedió el califato a
Muawiya como símbolo de la nueva hermandad entre musulmanes y como ejemplo de
diplomacia.

Muawiya prometió dar el califato a Hasan tras su muerte pero este murió durante su
califato por lo que el califa tras la presión de sus consejeros y por la crítica
situación en las fronteras con Bizancio acabó por ceder el califato a su hijo Yazid
ibn Muawiya en el 680 quien era un habilidoso comandante. Con este acontecimiento
se dio por finalizada la práctica electiva del califa pasando ahora a ser una
cuestión hereditaria, perdiendo la pureza que caracterizaba a los primeros califas,
siendo ahora la responsabilidad no del más apropiado sino del heredero.

Durante la época de los cuatro califas "bien guiados", no hay constatación


histórica de prácticamente ninguna conversión forzada. Es decir, la gran mayoría de
conversiones fueron voluntarias. Se debate si había incentivos o no a través de los
impuestos, pero queda demostrado que el islam, durante esta primera época, nunca se
impuso a través de la coacción.1

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