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Ana Luisa Rios G La tortuga Filomena cuento para colorear i bee Consejo Editorial Miguel Angel Lune Garcia Federico Diaz Tineo ‘Maximo Sagredo Sagreco Gerente Editorial: Giuliana Abucc! Infantes Jefe Editorial: Nelly Suarez Castro Correccién ortografiea: van Bolatos Gamero Coordinadora de Arte: Jeannie Urbano Gutierrez Coordinadora de Prepronsa: Eva Salas Lozano Disono y dlagramacion: Jeannie Urbano Gutiérrez llustracion: Jaime Luis Choclote Martinez Retoque fotografico: Jim Bravo Alvarez Producci6n: Teofilo Fuortes Chamorro, Juan José Perez Hoyos Asociacién Editorial Bruno. Derechos de arte grifico reservados: Asociacién Editorial Brufto. © Derechos de ‘Av. ica 781 Brefia Ap. 05-144 Lima-Pord “elofax: 202-4747 oo iclon reservados: Asociacién Editorial Brufo. www.edorialbruno.com.pe Hecho ol Dopésito Logal en la Biblioteca Nacional dol Port: 2018-XXXXX Tirajo: 0x: ejemplares Esta obra se torming de imprimir on mayo de 2019 Prohibida la reproduccién, comunicacion piblica y/o cualquier forma de distribucién, comercializacion y demas actividades relacionadas con el contenido de esta obra ~sea de forma total ylo parcial, con independencia del medio ylo soporte material que la contenga~ sin contar con la autorizacién previa y expresa de Asociacién Editorial Brufio. La torsuga Filomena Sus ojos pequefios, himedos y lacrimosos se abrieron como flores, debajo de la aleta de un Arbol gigante y barrigudo llamado lupuna, en el bosque de Tamshiyacu, en la Amazonia peruana. La graciosa bebé tortuga abrid la boca y lo primero que pudo balbucear fue: —jQuiero ubus! jQuiero ubus! La emocionada madre, mirando el pequenho caparaz6n todavia arrugado, vio en su hija tortuga a una criatura muy especial: frescos rubores en las mejillas y chapitas sonrosadas contrastaban con sus ojos negros como las semillas de achira, una flor que nace de unas semillas negras y diminutas. En sus patitas lucia algunos aros amarillos, como los rayos del sol que caen sobre una playa al amanecer en la Amazonia. —Tu nombre sera Filomena, como tu mama. jO mejor, serds Mena! —le dijo muy feliz su orgulloso ————— papa, mientras la acunaba en su casita de hojas y raices, al pie de un gran arbol de lupuna. aS Muy agraciada, la pequena tortuga crecia en el bosque de Tamshiyacu, en la Selva peruana, aw) Sas donde existen grandes manchales, o rodales de humari, cuyos frutos cuando maduran oscuros y brillantes, o amarillos y vistosos, emiten un fragancioso olor que ® inunda el bosque, abriendo el apetito de pdjaros y otros habitantes del monte. El fruto del humari es muy cremoso y se emplea como una especie de mantequilla amazonica. Mena era muy apreciada entre las familias de la comunidad, a cuyos miembros llamaba tios. Desde muy tierna edad, sus padres le ensefharon a respetar a las personas y a colaborar con los demas.A veces sus padres viajaban y la dejaban al cuidado de alguno de sus familiares, quienes se turnaban para cuidarla. Cuando la tortuga Mena salfa por las mafanas, desde lejos percibia el aroma inconfundible e irresistible de los frutos de ubus y humaries, y también los reconocia por su caracteristico color amarillo. Mena saboreaba contenta el agridulce ubus Enlas mananas,casisiempreluminosas en el verano, salia a dar un paseo cerca de su casa y regresaba muy contenta, luego de saludar a sus amigos del <6? bosque, al armadillo o carachupa, que carga sobre ella su casa, al roedor travieso y juguetén llamado anuje, y a la esbelta y joven venado, la mas rdpida, bella e inteligente ce la selva, Como la tortuga empezaba a crecer, a veces se sentia un poco extrafha. Pasaba de la alegria a la tristeza y no se explicaba la raz6n de sus repentinos cambios. Comenzé a pensar que tal vez debia distanciarse un poco de sumama, para asi poder recorrer parajes cada vez mas alejados. Pensaba también que ya tenia suficientes ahos como para salir al mundo misterioso de la selva sin avisar a sus padres. Casi le molestaba pedir permiso para salir. Algunas veces, mientras se bafhaba cerca de los manantiales, vefa su reflejo en las aguas cristalinas. Observaba que cada dia su pequefio cuerpo cambiaba, y dos botoncitos comenzaban a brotar en sus pechos. Le encantaba mirarse en am el ro a cada momento, admirando su reflejo, como lo hacia Narciso. ésabes quién fue Narciso? Un apuesto joven que se enamoré de su imagen f reflejada en las aguas. Pero a veces también se sentia insegura de la nueva forma que iba tomando su cuerpo. Poco a poco, Mena fue sintiéndose una senorita tortuga: después de todo ya tenia frescos quince anos primaverales y consideraba que «ya no era ung hijita de tortuga». Mientras crecia y su cuerpo tomaba formas de una senorita, sus amigos de las vecindades del bosque se acercaban mas a ella, y algunos le lanzaban piropos que ruborizaban a nuestra tortuga. —Eres tan linda como un ubus —le decian, pero a ella no le agradaba que la observaran demasiado, y se ponia roja como una semilla de huairuro. Entonces se metia al bosque y a veces volvia muy sucia a su casa. —Hija mia, ya debes aprender a cuidarte sola —le aconsejaba su madre—.Tienes que dedicar mds tiempo a tu cuidado personal, pues tu cuerpo esta cambiando y las energias también. @? Es posible que sudes un poco més de lo normal y para eso hay que banarse con esmero, disfrutando las frescas aguas de los rios —le explicaba paciente y carifosamente. Por su parte, el papa le explicd: —Ademas, tienes que tener cuidado con el ubus, pues, aunque esa fruta nos gusta mucho, debes saber que hay un riesgo. Es muy peligroso si te aplasta un arbol de esa especie, pues nunca mas volverds a salir de alli. Todavia joven y, como todas las madres tortugas, la mamé Filomena trabajaba de sol a sol poniendo orden en la casa,educando a sus hijos y preparando los alimentos que el pap tortuga traia al hogar. Sobre todo, el ubus, el manjar de los dioses entre las tortugas amazonicas. Un dia de agosto, el mes en el que nacen las tortugas y sus primos hermanos, la charapa (Podocnemis expansa), la taricaya (Podocnemis unifilis),otra tortuga que luce un caparaz6n pardo ve y escamas negras, y el cupiso (Podocnemis sextuberculata), una especie de tortuga perteneciente a la familia Podocnemididae, en pleno verano amazénico, Mena se levanté animada, cogié su shicra (una bolsa tejida con hilos de la fibra de la palmera chambira), y se dirigid presurosa hacia el rio. Era la €poca de verano y, por tanto, temporada de vaciante. El rio estaba bordeado de blancas y Cdlidas playas. Frente a ella vio a sus primas, unas hermosas taricayas, los quelonios que cavan hoyos en la arena y depositan alli sus huevos. Después de tres semanas, estos huevos se rompen y nacen los «charitos» (asi se llaman a las crias) que corren de frente al rio, huyendo de los halcones, los tigrillos y del mayor depredador del mundo: el hombre. Tuvo tiempo de ver como algunos huevos, incubados hacia solo tres semanas,comenzaban a romperse en las blancas arenas de la playa: —jQué bella forma de comenzar la vida tienen las taricayas! —dijo, y agreg6—: este es el mayor milagro delanaturaleza. Mena sentia la necesidad de experimentar nuevas emociones: queria meterse selva adentro, sin tener que ir al lado de su mamé, pues creia que ya sabia defenderse sola. ® Caminé tanto que tenia las patas lastimadas. De pronto sintié un chorrito sobre su caparazén: una bandada de loros pericos vol6 por encima de ella y una de las aves le mojo el caparazon al miccionar. Hizoungestodedisgustoyse acercéal rio para lavar los aritos de sus patas. Cuando termind de hacerlo escuch6 pasos quebrando la hojarasca del monte. Miré y vio que un hombre caminaba hacia ella. Su coraz6n comenzo a_latir como estuviera en una maraton SI La tortuga se asusté. Su mente vol6 como un colibri. Muchas veces Lao eo escuché decir a su mamé que sila atrapaban los cazadores la llevarian a venderla en el mercado y nunca mas veria a sus padres. Sintid pavor y salid disparada como una flecha. Enesemomentoles rogé alos espiritus protectores del bosque que le regalaran un instante mas de vida, y prometid que no perderia ni un minuto de ella. Caminé sin mirar atrds, resuelta a salir del problema, hasta que resbalé en la casa del senor hualo, el sapo gigante de la selva, quien despert6 con el ruido. —~Qué pasé, senorita? —escuchd decir al gran sapo, con sus ojos abiertos como cuevas y su vozarron que estremece el bosque, y agrego—: éPor qué haces tanto ruido? Y al contemplar el rostro atemorizado de la tortuga continud—: jOh, nifia!, parece que tienes serias dificultades, pero no te preocupes, vamos a pensar una salida. —Un cazador me persigue —respondié temerosa, latortuga. —Veré cémo puedo ayudarte —propuso el hualo verde, mientras estiraba sus patas y carraspeaba ejercitando su voz de trueno. @ El hualo hizo un concierto estruendoso de voces, cantando con tanta potencia que el cazador imaginé que se acercaba una familia de otorongos hambrientos. Espantado por el ruido, el cazador se alejé del lugar. Ya libre de su perseguidor, pese a sentirse cansada, Mena caminé presurosa rumbo a su casa, no sin antes agradecer al hualo verde, que ahora descansaba sobre una hamaca tejida con hojas secas de palmera irapay. —No olvides, pequena criatura, si alguien te molesta o persigue, grita, corre y pide ayuda, pero nunca te calles, aconsejo el hualo. Al poco rato, se durmié muy cansado. De pronto, Mena se encontré con un grupo de jévenes tortugas, quienes comenzaron a molestarla e incluso trataron de cercarla entre todos, pero ella, record6 el consejo del hualo. Dio un empuj6n a uno de los quelonios y este se golped con un arbol. WB —jAsi no se trata a las \ SA mujeres tortuga! —le g Vv increpd al joven tortuga S we irrespetuoso. que se revolcaba adolorido, pues se habia golpeado una pata. Don Felipe Ronin, el abuelo tortuga, que vio desde la maloca las malas acciones de los varones tortuga, les llamd6 severamente la atencié6n y pidid a uno de sus hijos que acompanara a Mena Lap hasta el final de su destino. El joven tortuga iba delante de la nifha, mientras quitaba las malas hierbas del camino, indicandole la ruta, hasta que llegaron a un punto del bosque donde eens SV YW as los amigos se despidieron con alegria y una palmada a sus caparazones Viendo lo avanzado de las horas, la tortuga Mena aceleré la marcha. Ya el cielo rojo del crepUusculo anunciaba la despedida del dia. Mena creia que estaba perdida y se sintid mds cansada con solo pensar lo dificil del regreso. Entonces se desesperd y se puso a llorar, pero se dio cuenta de que llorando no iba a resolver el problema. Reunié todas sus fuerzas, levantd la vista al sol y le rogé que la guiara: —Querido sol, te pido que me ayudes a encontrar a mi mama —le implord, mientras unas lagrimas asomaban en su rostro lozano. El sol, que ya dirigia su mirada rumbo a la otra parte del mundo, le respondié: —Pequefa criatura: No tengas miedo, pues mis haces te acompanaran hasta el Gitimo momento, pero llegara el dia en el que seas tu propia guia. Recuerda que puedes brillar ta misma si te YE conectas con tu ser. La luz est en ti misma, consérvala si quieres salir de cualquier problema. Y tu luz interior te guiard. Asi se hizo y, cuando ya el sol desaparecia, Mena pudo escuchar ala distancia la voz inconfundible de sumadre. —Filo, Menaaa, jFilomenaaaa! —jAqui estoy, mamé! —grit6 la tortuga. —jHija de mi alma!, jqué susto me has dadol!, pensé que te habian cazado —exclamé la madre. —He regresado, madre, porque te amo tanto y queria entregarte el regalo que mds nos gusta a las tortugas en este mundo —dijo, y haciendo un esfuerzo saco su bolsa tejida de palmera, que llevaba escondida en su caparazon, debajo de una de sus patas, Su madre no podia creer lo que estaba mirando. Eran siete frutos de ubus, como los dias de la semana, que Mena habia encontrado en el @ ( «\ eR, coraz6n del bosque y los habia guardado como ja fruta del paraiso. Mientras ambas saboreaban jas frutillas rojas y agridulces, la madfre reflexiond: —El dia que naciste lo primero que pediste fueron ubus, Hoy has vuelto a nacer para mi y ambas estamos comiendo la misma fruta —dijo la madre emocionada, y de sus ojos chorrearon dos arroyitos de lagrimas, mientras miraba llena de ternura a su hermosa hija Mena.

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